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El árbol

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Bordados

Bordados

Autora: María Luisa Bombal

Ilustradora: Alejandra Acosta

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Editorial: Pehuén

Por Matilde Sandoval, profesora y mediadora de la lectura

En 1927, surge en Chile la primera generación literaria que propone una mirada más profunda del ser humano y la búsqueda de identidad; estos artistas se adhieren a corrientes vanguardistas como el surrealismo. A esta generación pertenece María Luisa Bombal. En sus escritos, la autora abre espacios para la crítica frente al rol social de la mujer y la búsqueda de la identidad femenina desde lo propiamente femenino, sin velos ni estereotipos establecidos. Las mujeres de sus obras se empapan del placer de la imaginación como un intersticio de la realidad.

Leer a María Luisa Bombal es adentrarse en la propia femineidad inherente en cada una de nosotras. Sus palabras se transforman, de alguna manera, en una huida a la naturaleza y en una búsqueda incansable de la esencia de cada mujer, que a veces, perdida, ensombrecida, se diluye en los límites de la realidad.

Su cuento El árbol, publicado originalmente en 1939 por la Revista Sur, retoma una nueva versión, bellisimamente ilustrada por Alejandra Acosta. Las ilustraciones se entremezclan de manera perfecta con el simbolismo de la historia y se van enredando entre sus páginas, como las raíces del árbol. Dos colores principales y diversas tonalidades emergen de la mente de la protagonista como la liberación de una bandada de pájaros enjaulados.

El cuento gira en torno a Brígida, una mujer que desde pequeña se fue construyendo a partir del relato que ha escuchado de otros sobre ella: una joven hermosa y juguetona, pero poco inteligente y sin talento, ya se lo decía su padre. Reprimida, envuelta en un amor insatisfecho, se busca y se rebela contra su destino. El relato se construye como un momento en que la mente divaga entre los recuerdos. Una melodía clásica, entre Mozart y Chopin, le confiere a este viaje una sensación de sinfonía, desde la tranquilidad hasta el caos absoluto que clama por un nuevo comienzo. El efecto de este recuerdo, de la mano de la prosa de María Luisa Bombal, permite alcanzar un lector totalmente inmerso, que no sólo va comprendiendo los hechos, sino que va sintiendo junto a la protagonista sus estados; visualiza imágenes potentes y claras que expelen sensaciones, que se escuchan, se huelen y se observan nítidamente en el cuarto junto a Brígida.

La protagonista, como la heroína en su viaje, se adentra en las profundidades de su ser, con la necesidad imperiosa de conocerse y liberarse. En su búsqueda, encuentra un “cuarto propio” (tomando en simbolismo la obra de Virginia Woolf) que le permite construirse a sí misma. En ese cuarto, la ventana que da hacia el exterior deja a su vista un gomero que a veces la brisa apenas remece y otras el viento huracanado golpea con violencia contra los cristales. El gomero vendrá a ser una metáfora de lo que es ser ella.

La magistralidad literaria de Bombal rompe el estado inerte de un mundo no deseado y lo lleva hacia una naturaleza que habla y que sacude la conciencia de Brígida, transformándola, como diría Lucía GuerraCunningham, en una mujer que se prolonga por la naturaleza y, por medio de ella, desvela su verdadero ser, sin máscaras, sin necesidad de cumplir un rol sólo por el hecho de ser mujer.

Es imposible no recorrer nuestras propias intimidades cuando leemos a Bombal. Llegan a nuestra mente los relatos y anhelos dormidos de tantas mujeres con las cuales, paso a paso y juntas, vamos despertando a la existencia, reclamando un lugar, luego de haber recorrido el tránsito de un paso obligado entre el deber ser y el querer ser

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