M
28
E D I T A C I O N E S
de mayo, sábado Juan 16, 23-28 El Padre mismo los ama. (Juan 16, 27) En cada Misa, el sacerdote introduce el Padre Nuestro señalando que podemos “atrevernos” a ofrecer esta plegaria porque Jesús mismo nos la enseñó. Es, después de todo, un poco atrevido dirigirnos al Creador del universo en una forma tan personal e íntima. Pero eso fue exactamente lo que Jesús nos dijo que hiciéramos: El amor de Dios por nosotros es tan fuerte como el amor que cualquier padre siente por sus hijos. Es más, él nos ama más de lo que cualquier padre terrenal jamás podría amar a sus hijos. Pero, ¿no te resulta difícil, no importa cuántas veces reces el Padre Nuestro, creer, en lo profundo de tu corazón que Dios te ama? Piensa en la clase de ideas que pueden surgir en nuestra mente: Con seguridad Dios ama a la humanidad en general, pero debe estar muy decepcionado conmigo. Dios me ha concedido muchas bendiciones, pero sigo cometiendo errores; ¿cómo podría él amar a alguien así? Cuando estas ideas surjan, imagina al propio Jesús diciéndote con su fuerte voz: “El Padre mismo los ama” (Juan 16, 27). Jesús mismo ofreció una prueba del amor que el Padre tiene por cada uno de nosotros solo unas pocas horas después cuando aceptó voluntariamente
92 | La Palabra Entre Nosotros
su pasión y muerte. Este acto de amor conmovió mucho a San Juan que, décadas después, recordó la promesa de Jesús de que nuestra alegría sería “completa” porque él hizo posible que nos acerquemos a Dios como nuestro Padre (16, 24). Esta verdad es tan revolucionaria que ha cambiado el curso de la historia, y, ¡está cambiando tu vida también! Dedica parte de tu oración hoy a meditar en este versículo. Léelo una y otra vez, o recítalo en voz alta: “El Padre mismo los ama”. Pídele al Espíritu Santo que te recuerde constantemente esta verdad. Al hacerlo, imagina a Jesús a tu lado, animándote a acercarte al Padre. Olvida cualquier idea de que Dios es cruel, se enoja o no te perdona. En su lugar, concéntrate en la inquebrantable fe de Juan en esta verdad: “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único…” (3, 16). Dios te ama. Más allá de quién seas tú o lo que hayas hecho, él te ama. Acude a él en oración hoy, atrévete a llamarlo tu Padre. “Padre celestial, en el nombre de Jesús, te ruego que escuches mi súplica. Te pido que me des la gracia de experimentar tu amor.” ³³
Hechos 18, 23-28 Salmo 47 (46), 2-3. 8-9. 10