La Palabra Entre Nosotros - Agosto 22

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Setiembre mes de la Biblia

AGOST O - SE T IE M B R E 2022

La llamada a la entrega Pongamos nuestra vida en las amorosas manos de Dios


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En este ejemplar: AGOSTO - SETIEMBRE 2022

El desafío de rendirse Permite que Dios te ame y te perdone Ven y sígueme Entrégate al llamado de Dios y su voluntad

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Ofrecernos a Dios 16 Convirtamos nuestra entrega en una práctica diaria Jesús, nuestro Pan vivo Encuentra a Jesucristo en la Eucaristía

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Mi trasplante espiritual de corazón El Sagrado Corazón de Jesús me condujo a un sorprendente descubrimiento Por Emily Jaminet

24

¡Qué bien se está aquí! Del sermón de Anastasio Sianíta, obispo en el día de la Transfiguración del Señor

28

Un viaje hacia el alma de otra persona La vida de Elisabeth Leseur Por Lorene Hanley Duquin

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Meditaciones diarias Agosto del 1 al 31 Setiembre del 1 al 30 Estados Unidos Tel (301) 874-1700 Fax (301) 874-2190 Internet: www.la-palabra.com Email: ayuda@la-palabra.com

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Entregarse al Señor Queridos hermanos:

Estoy segura de que puedes identificarte con esa niña cuando el Señor te ice el Salmo 37, ha pedido que le entregues tu carrera 5: “Pon tu vida profesional, trabajo, matrimonio, a en las manos del tus hijos, esa casa en que tanto anheSeñor; confía en él, y él vendrá en las vivir o tu seguridad financiera. tu ayuda.” Recitar este versículo es ¡Incluso a veces dudamos de entresencillo, pero, ¿qué tan fácil nos garle nuestros pecados y debilidades! resulta entregarle el control de nues- Olvidamos que él está ahí para dartra vida a Dios? Nuestra naturaleza nos su amor, su perdón, su gracia humana nos conduce a querer con- y que, siempre, su plan para nuestrolar todo lo que nos sucede porque tra vida es mucho mejor que el que creemos que, de esa forma, evita- nosotros mismos hemos diseñado. Cuando enfrentemos al dolor, las Cuando enfrentemos al dolor, dificultades y el temor, no olvidemos nunca el ejemplo de nuestra las dificultades y el temor, no Madre, quien aceptó el plan de Dios olvidemos nunca el ejemplo para su vida aun cuando no podía de nuestra Madre, quien saber cómo iba a reaccionar José o aceptó el plan de Dios. aun cuando su vida corría peligro. El corazón de María fue traspasado remos enfrentarnos al dolor y al por una espada, pero, finalmente vio sufrimiento. a su hijo resucitado porque el Padre En una ilustración, una niña tenía un plan perfecto y maravilloso sostiene en sus manos un pequeño y ella simplemente se abandonó en y viejo oso de peluche. Frente a sus manos y confió. ella, Jesús está extendiendo su mano, pidiéndole que le entregue Rendirnos a Dios. El tema central su querido osito. La niña abraza de esta edición es el llamado que con fuerza el peluche y en su ros- Dios nos hace a entregarle nuestra tro se reflejan la duda y el temor. vida. No es una decisión sencilla y Lo que ella no puede ver es que, sin lugar a dudas encontraremos detrás de su espalda, Jesús sostiene obstáculos. Pero nunca debemos un gran oso de peluche, mucho olvidar que el Señor está a nuesmás bonito que aquel que ella no tro lado y nos da su gracia para que desea entregar. podamos descansar plenamente en

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que él nunca nos abandona y nos ayuda a realizar su voluntad. Confío en que estos artículos te ayudarán a profundizar cada día más en tu relación con Jesús y a fortalecer tu vida de oración. Recuerda que el Señor siempre está a tu lado y lo que más desea es que acudas a él y le entregues en sus manos todo aquello que está en tu corazón y en

tu mente. Nuestro Señor te espera diariamente para darte descanso y consuelo, y para renovar tus fuerzas. Pido a nuestro Padre celestial que le conceda a cada uno de ustedes la gracia de rendirse plenamente a él y, así, poder hacer su voluntad. María Vargas Directora Editorial

La Palabra Entre Nosotros • The Word Among Us Editora Gerente: Susan Heuver Directora Editorial: María Vargas Equipo de Redacción: Ann Bottenhorn, Jill Boughton, Lynne Brennan, Kathryn Elliott, Bob French, Joseph Harmon, Theresa Keller, Joel Laton, Laurie Magill, Fr. Joseph A. Mindling, O.F.M., Cap., Patricia Mitchell, Fr. Nathan W. O’Halloran, SJ, Jill Renkey, Hallie Riedel, Lisa Sharafinski, Patty Whelpley, Fr. Joseph F. Wimmer, O.S.A., Leo Zanchettin

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¿Q

ué imágenes vienen a tu mente cuando escuchas la palabra “rendirse”? A menudo la asociamos con el final de una guerra, cuando una de las partes depone las armas, ondea una bandera blanca y se rinde ante sus oponentes. Si somos nosotros los que nos estamos rindiendo, lo asociamos con perder frente al enemigo. 4 | La Palabra Entre Nosotros

Pero en la vida espiritual, rendirse a Dios no significa darse por vencido o ser derrotado por un enemigo. Significa caminar por la senda de la santidad, entregándole nuestras alegrías, esperanzas, tristezas y cruces. Significa escuchar su llamado, hacer su voluntad para nuestra vida y confiar en que él nos da su gracia para hacerla. Finalmente, significa hacer


El desafío de rendirse Permite que Dios te ame y te perdone

lo que Jesús hizo: Ponernos en las manos de nuestro Padre amoroso y confiar en que él sabe lo que es mejor para nosotros y en que cuidará de nosotros. Este mes queremos centrarnos en cuál es la mejor forma en que podemos entregar nuestra vida al Señor. En nuestro primer artículo, hablaremos de la importancia de rendirnos

al amor y la misericordia de Dios. En el siguiente artículo, nos concentraremos en la entrega al llamado y la voluntad de Dios para nuestra vida. Y en el último, nos referiremos a algunos de los obstáculos que enfrentamos al rendirnos y cómo podemos perseverar en entregarle todo al Señor. La parte más importante de aprender a rendirse es comprender quién Agosto / Setiembre 2022 | 5


es Dios. Nunca debemos creer que él es un adversario u oponente; él es nuestro Padre celestial. Dios está de nuestro lado y nos ama sin medida. Es tan misericordioso con nosotros que envió a su Hijo al mundo para salvarnos. Debemos creer en estas verdades porque debemos confiar, en lo profundo de nuestro corazón, que cada vez que nos rendimos a Dios, él nos da un sentido más profundo de su amor. Muchos relatos de los Evangelios dejan evidencia de esto.

que era un pecador, pero a quien su condición no le impidió rendirse a la misericordia que Jesús le estaba ofreciendo. Él no solo recibió al Señor en su casa, sino que ofreció entregar la mitad de sus posesiones a los pobres y juró devolver cuatro veces lo que había robado a otros (19, 8). Otro recaudador de impuestos era el apóstol Mateo quien sabía que Jesús era un hombre santo. Probablemente creía que Jesús nunca se interesaría en él. Pero Jesús le demostró que estaba equivocado. Un día, mientras Rendirse a la misericordia de Dios. Mateo estaba sentado en su puesto En el tiempo de Jesús, los recauda- de cobro, Jesús se acercó y le dijo: dores de impuestos, a menudo, eran “Sígueme” (Lucas 5, 27). Conmovido objeto del odio y el desprecio porque por la invitación, Mateo “se levantó, muchos de ellos eran, en efecto, trai- y dejándolo todo siguió a Jesús” (5, dores y ladrones. Recolectaban dinero 28). Al hacerlo, Mateo (“Leví” en la de la gente pobre que se esforzaba para versión de Lucas) no solo se estaba que el salario le alcanzara, y lo entre- entregando a la misericordia de Dios gaban a sus opresores, los romanos. sino que también entregó su forma de Además, se dejaban para sí mismos subsistencia y modo de vida. A ambos recaudadores de impueslo suficiente para vivir con lujos. Zaqueo, el jefe de los recaudado- tos, la invitación amorosa de Jesús los res de impuestos en Jericó, calzaba motivó a arrepentirse de sus pecados en ambas descripciones. Sin embargo, y rendirse a su misericordia. Esto no cuando escuchó que Jesús estaba de siempre es fácil para nosotros. La verpaso por el pueblo, se entusiasmó güenza y la culpa por nuestro pasado, tanto por verlo que se subió a un árbol o un sentido de autosuficiencia u para tener una mejor vista. Probable- orgullo, pueden impedirnos siquiera mente Zaqueo nunca esperó que Jesús acercarnos a Dios, mucho menos lo observara, lo llamara por su nombre aceptar su misericordia. Pero acudir y se invitara a cenar en su casa (Lucas a él requiere que nos rindamos a sus 19, 5), pero eso fue justamente lo que caminos de amor y perdón. Puede hizo. El Señor transformó el corazón resultarnos difícil perdonar a alguien de Zaqueo quien era consciente de más o incluso a nosotros mismos. 6 | La Palabra Entre Nosotros


Dios nos pide que nos rindamos a sus caminos de amor y Pero Dios no es como nosotros; él anhela perdonarnos y recibirnos, de la misma forma en que lo hizo con Zaqueo y Mateo.

perdón.

vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el Rendirse al amor de Dios. Repasemos cielo. Luego ven y sígueme” (10, 21; otro conocido relato de los Evangelios, énfasis añadido). el del joven rico (Marcos 10, 17-22). El hombre tenía que tomar una A diferencia de Mateo y Zaqueo, este decisión: Entregar sus posesiones, que hombre no necesitaba una invitación eran muchas, y unirse a los humildel Señor. Él mismo se acercó a Jesús des y pobres discípulos de Jesús. Pero y le preguntó qué debía hacer para lo que es más importante, tenía que heredar la vida eterna. El hombre ya decidir si quería rendirse al amor de cumplía con los mandamientos, así Jesús. Se entristeció cuando comque Jesús, “lo miró con cariño, y le prendió que no estaba preparado para contestó: ‘Una cosa te falta: anda, y entregarse de esa forma, y se alejó. Agosto / Setiembre 2022 | 7


Este relato podría haber terminado diferente si el joven rico hubiera permitido que la mirada cariñosa de Jesús cautivara su corazón. Le habría ayudado a dejar de lado sus objeciones y le habría dado el valor de dar el siguiente paso. Le habría ayudado a confiar en que vivir en el amor incondicional y duradero de Dios valía mucho más que todas sus posesiones. En cuanto a nosotros, sabemos que Dios nos ama. Entonces, ¿qué nos impide rendirnos y entregarle nuestro corazón? Quizá dudamos de que Dios nos ame incondicionalmente. Tal vez tememos que si nos rendimos, él descubrirá cómo somos realmente y nos rechazará. Pero si no nos rendimos, no le damos al encontraba en prisión había abanSeñor la oportunidad de mostrarnos donado su fe varios años antes. Pero lo que él deseó mostrar al hombre cuando se unió a un estudio bíblico, rico: Que él recibe con los brazos comenzó a hacerse una pregunta abiertos a cualquier persona que crucial: “Si Dios puede perdonarme, lo busque. ¿por qué yo no puedo perdonarme O quizá, de nuevo como el joven a mí mismo? Si soy suficientemente rico, tenemos miedo de los cam- bueno para Dios, ¿por qué pienso bios que tendríamos que hacer si que no soy suficientemente bueno nos entregamos a Dios. ¿Qué más para mí mismo?” Esto se convirtió podría pedir de nosotros si decidi- en “un punto de inflexión” para mos seguirlo? Pero si nos rendimos su vida, según dijo más adelante. a él, el Señor nos dará toda la gra- Finalmente fue capaz de dejar de cia que necesitamos para lo que sea lado su enojo y dolor y rendirse a que nos espere en el futuro. la misericordia que Dios siempre había querido darle. Da ese primer paso. El primer paso Rendirse al amor y la misericordia para rendirse a menudo puede ser de Dios no es algo que solamente el más difícil. Un hombre que se hacemos una vez en nuestra vida. 8 | La Palabra Entre Nosotros


Rendirse al amor y la misericordia de Dios no es algo que solamente hacemos

difíciles. Entrégale todo lo que está en tu corazón. No permitas que la una vez en nuestra vergüenza o la culpa te alejen de él. vida. Dile: “Padre, yo creo que tú eres un Dios de amor y misericordia. Aunque Puede comenzar con un punto de no soy digno, sé que tú entregaste a inflexión importante como suce- tu único Hijo para que yo pudiera dió con el prisionero, pero es algo ser libre. Así que me rindo a tu amor que deberíamos hacer todos los que me cura, y me rindo a tu misedías. Cada vez que acudimos al ricordia que me perdona. Señor, ¡te Señor en oración, debemos dejar entrego mi vida!” de centrarnos en nosotros mismos Al continuar rindiéndote al amor —incluyendo nuestros sentimientos y la misericordia de Dios, él te pedirá de indignidad o duda— y permitir que des el siguiente paso. El Señor te que Dios nos ame. pedirá que lo sigas y realices su obra De manera que, cada día, entré- en el mundo. En el siguiente artículo, gale tu vida a Dios. Entrégale tus veremos cuál es la mejor forma de alegrías y tus bendiciones, tus peca- rendirnos al llamado y la voluntad dos y tus cruces, y tus relaciones de Dios para nuestra vida. n Agosto / Setiembre 2022 | 9


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omás era un experimentado ejecutivo en una exitosa compañía cuando recibió una llamada de parte de un amigo que había estado dirigiendo una organización local de caridad que servía a los pobres en la zona en que él vivía. “He decidido retirarme”, le dijo su amigo, “y quisiera que consideres la opción de ocupar mi lugar”. Unos años antes, Tomás y su esposa Carolina, habían empezado 10 | La Palabra Entre Nosotros

a dedicar mucho de su tiempo libre como voluntarios en este ministerio. Les gustaba mucho interactuar con el equipo de trabajo y con las personas a las que servían. Pero ni en los sueños más disparatados de Tomás se le hubiera ocurrido jamás dejar su trabajo muy bien remunerado y su gran oficina para trabajar en un dañado edificio en un área de escasos recursos de la ciudad a cambio de un salario mucho más bajo.


Ven y sígueme Entrégate al llamado de Dios y a su voluntad

“Voy a rezar al respecto”, le prometió a su amigo. Pero en su mente pensó, “¡jamás voy a hacer esto!” Sin embargo, fiel a su promesa, dedicó tiempo en oración para pedirle a Dios su guía y dirección. Con el paso de las semanas, sintió que Dios lo estaba llamando a dar este paso de fe. Se sintió más animado cuando Carolina le dijo que ella había sentido lo mismo. Así que Tomás respiró profundo, renunció a su trabajo, y

se entregó a lo que creía que Dios lo estaba llamando a hacer: Usar las habilidades de negocios y liderazgo que había adquirido con los años para dirigir esta obra de caridad. Entregarse al llamado de Dios. ¿Te

ha llamado Dios a hacer algo que tú no habrías decidido hacer por ti mismo? Quizá te llamó a ser el padre o la madre de un hijo con necesidades especiales o a cuidar de tu padre Agosto / Setiembre 2022 | 11


anciano. Quizá te sentiste llamado a dirigir un ministerio parroquial para el cual no te sentías calificado o a acercarte a un vecino o dedicar tiempo diariamente para interceder por tu familia. Si sientes que Dios te está llamando ahora o te ha llamado en el pasado, no estás solo. A lo largo de la historia, Dios ha estado invitando a la gente a hacer su obra en el mundo. A veces nos sentimos entusiasmados por lo que creemos que Dios nos está pidiendo y nos rendimos totalmente a eso. Pero nuestra reacción inicial no siempre será tan positiva. Ese fue definitivamente el caso de algunas de las personas que Dios llamó en el pasado. Por ejemplo, cuando el Señor llamó a Moisés para guiar a su pueblo fuera de la esclavitud, Moisés respondió: “¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?” (Éxodo 3, 11). Cuando Dios llamó a Gedeón a salvar a los israelitas de la invasión madianita, él protestó: “Una vez más, perdón, Señor, pero ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más pobre de toda la tribu de Manasés, y yo soy el más pequeño de mi familia” (Jueces 6, 15). Jeremías tuvo una reacción semejante cuando el Señor lo llamó a ser profeta: “¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!” (Jeremías 1, 6). Sin embargo, en cada caso, Dios hizo la misma promesa: “Yo estaré 12 | La Palabra Entre Nosotros

contigo”, y ellos creyeron en él y se entregaron a su llamado (Éxodo 3, 2; Jueces 6, 15; Jeremías 1, 8). ¿Quién, yo? Rendirse al llamado de

Dios en nuestra vida, especialmente cuando no nos sentimos capaces de hacer lo que él nos pide, puede ser difícil. Nuestra primera reacción, como sucedió con los héroes bíblicos que acabamos de mencionar, podría ser preguntar “¿quién, yo?” ¡Incluso podríamos pensar que Dios cometió un error al hacernos la invitación! Pero así como es importante abandonarse en el amor y la misericordia de Dios, también es importante entregarse a su llamado. El Señor incluso podría tener una misión especial en mente para nosotros, algo que solamente nosotros podemos hacer. Eso puede implicar vencer la resistencia inicial basada en el temor de que Dios nos está pidiendo algo que se escapa de nuestras manos. Al igual que Tomás, puede ser necesario dar un salto de fe y decir que sí lo haremos. Y abrazar el llamado a menudo implica sus propias luchas. Pero lo que Dios le prometió a Moisés, Gedeón y Jeremías, también nos lo promete a nosotros: “Yo estaré contigo”. Cuando nos entregamos con confianza, podemos esperar en que Dios nos ayudará y nos guiará. Podemos confiar en que él conoce nuestras debilidades mejor que nadie más y en que él no nos haría esta invitación si


¿Te ha llamado Dios a hacer algo que tú no habrías decidido hacer por ti mismo? no fuera a darnos la gracia para que hagamos lo que nos pide. Rendirse al misterio de Dios. Ahora,

¿qué sucede con aquellas cosas que no comprendemos, cosas que Dios no desea activamente para nuestra vida pero que ha permitido que sucedan? Podríamos ser diagnosticados con cáncer, despedidos del trabajo o perder a un ser querido por alguna enfermedad. Esas situaciones pueden ser difíciles de aceptar. Incluso podríamos enfadarnos con Dios porque no coincide con la visión que teníamos para nuestra vida. Nadie puede explicar por qué Dios permite que sucedan cosas malas

como estas. Es un misterio que posiblemente nunca podamos resolver. Y sin embargo, a pesar de las dificultades que enfrentemos, Dios nos está pidiendo que confiemos en él. El Señor puede sacar lo bueno de algo que es muy malo y puede traer esperanza en medio del mayor de los sufrimientos. Y así nos pide que le entreguemos incluso nuestras circunstancias dolorosas para que podamos comenzar a experimentar esa paz “que es más grande de lo que el hombre puede entender” (Filipenses 4, 7). La lucha de Jesús por beber la copa.

El mayor modelo que tenemos de alguien que se rindió a la voluntad de Dios es Jesús mismo. Al hacerse hombre “renunció a lo que era suyo… haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz” (Filipenses Agosto / Setiembre 2022 | 13


2, 7. 8). El Señor le dijo a sus seguidores: “Porque yo no he bajado del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado” (Juan 6, 38). Aun así, Jesús luchó. En la noche antes de morir, rezó así: “Padre, si quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22, 42). Esto debe ser un gran consuelo para nosotros. Incluso para Jesús mismo, que es Dios, fue difícil como ser humano rendirse a la voluntad del Padre. Pero soportó voluntariamente el arresto, la burla, la tortura y la crucifixión, porque eso era lo que el Padre le estaba pidiendo: Ser el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Todos los grandes santos se rindieron a la voluntad de Dios de una manera u otra, y todos descubrieron una gran alegría y paz al hacerlo, incluso cuando les resultara difícil. Piensa en San Pablo, que soportó golpes, naufragios y persecuciones mientras proclamó el evangelio. O en Santa Teresa de Ávila, que soportó la enfermedad y un camino escabroso en España mientras establecía conventos reformados de carmelitas. Hicieron estas cosas porque amaban a Dios y confiaban en él. Las hicieron porque se habían rendido a su amor y misericordia. Y las hicieron porque sabían que su voluntad para ellos era lograr un propósito mayor: Acercar a las personas a Cristo y edificar la Iglesia. 14 | La Palabra Entre Nosotros

A continuación se encuentra el relato de un hombre que encontró paz al entregarse a la voluntad de Dios. “Una donación total de sí mismo.” El

padre Walter Ciszek, SJ (1904–1984), era un misionero polaco-estadounidense que se fue a Rusia en 1940 a apoyar a un grupo de personas que estaban sufriendo persecución bajo el régimen comunista. Unos pocos meses después de su llegada, Ciszek fue arrestado, acusado de espionaje y enviado a la terrible prisión de Lubianka donde soportó horas de interrogatorios y golpes. Desgastado, firmó una confesión falsa y fue sentenciado a quince años de trabajos forzados. Ciszek estaba devastado. Esto no era lo que él tenía planeado cuando se fue a Rusia. Pero en medio de la depresión, tuvo una epifanía, tal como lo escribió en su libro Caminado por valles oscuros: Comprendí que la voluntad de Dios no estaba escondida en un lugar “por ahí” sino que las situaciones en las que me encontraba eran su voluntad para mí. El Señor quería que yo aceptara esas situaciones como si vinieran de sus manos, para que soltara las riendas y me pusiera a su entera disposición. Dios me estaba pidiendo un acto de confianza total, … una donación


Pero en medio de los interrogatorios y los golpes en la prisión de Lubyanka, el padre Ciszek tuvo una epifanía: Dios

Prisión Lubyanka, en el centro de Moscú

le estaba pidiendo un acto de confianza total. total de mí mismo, que no me dejara nada para mí.

Esa decisión de entregarse a Dios liberó a Ciszek de la ansiedad y la preocupación. Más adelante él encontró oportunidades para celebrar los sacramentos en secreto con los prisioneros, algo que le produjo alegría. Después de su liberación, ayudó a la gente de un pueblo ruso cercano. Finalmente en 1963, los oficiales rusos lo enviaron de regreso a los Estados Unidos. Aunque posiblemente nosotros nunca tengamos que vivir en condiciones tan duras como las que enfrentó el padre Ciszek, todos tenemos que hacer frente a distintas dificultades.

Quizá las estemos teniendo que soportar en este preciso momento. Pero si hacemos nuestro mayor esfuerzo por rendirnos a la voluntad de Dios como lo hizo el padre Ciszek, encontraremos su gracia. Recuerda, rendirse no significa darse por vencido. Significa permitir que Dios actúe llevando a cabo sus propósitos y planes para nosotros y confiando en que él sacará algo bueno de ello, aun cuando no podamos verlo. Y ese es el secreto para la paz. Abandonarse en Dios no siempre es fácil, pero cuanto más lo hagamos un hábito, más preparados estaremos la próxima vez que Dios nos pida algo. En el siguiente artículo, veremos cómo podemos rendirnos como una práctica diaria que producirá mucho fruto en nuestra vida. n Agosto / Setiembre 2022 | 15


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l examen prenatal no arrojó una conclusión definitiva. La bebé que crecía en el vientre de Susana podía estar bien, o podría sufrir de discapacidades de por vida. Los médicos instaron a Susana a realizarse más exámenes, pero ella y su esposo se negaron. Ambos sabían que recibirían a esta bebé en su vida sin importar lo que 16 | La Palabra Entre Nosotros

mostraran los exámenes. Al mismo tiempo, vivían enfrentando la posibilidad de tener que criar a una niña con necesidades especiales. “Señor”, rezó Susana, “pongo esta situación en tus manos. Sea lo que sea que suceda, confío en ti.” Susana rezó la misma plegaria todos los días durante el resto del embarazo. Rezó así cuando el


Ofrecernos a Dios Convirtamos nuestra entrega en una práctica diaria

miedo parecía abrumarla y también cuando parecía que todo iba a estar bien. Especialmente en esos días en que tenía miedo, se sorprendía de la paz que sentía cuando entregaba su vida y la de su hija al Señor. Finalmente, la bebé nació sana; Susana y su esposo estaban agradecidos. Sabían lo que podría haber sucedido, y nunca olvidaron lo mucho que los

ayudó la oración de entrega durante ese tiempo de incertidumbre. Cuando nos entregamos al Señor como lo hicieron Susana y su esposo, casi siempre sentiremos una gran paz. Incluso puede producirnos una alegría inesperada porque nos acerca al Señor. En este artículo, queremos hablar sobre los obstáculos que enfrentamos cuando intentamos Agosto / Setiembre 2022 | 17


entregarnos a Dios así como los frutos que podemos experimentar al convertirnos nosotros y nuestra vida en una ofrenda diaria a Dios. Crecer en confianza. Como dijimos

en el primer artículo, podemos sentir que si nos rendimos a Dios nos estamos dando por vencidos. Pero en realidad eso no es cierto, estamos entregándole nuestra vida a nuestro Padre celestial, ¡al Dios del universo!, al Señor que es todopoderoso y todo amor. ¿Quién mejor que él para confiarle nuestra vida? Sin embargo, nuestro orgullo puede significar un obstáculo serio, especialmente si sentimos que rendirnos al Señor nos hará vernos débiles. Hay ciertas situaciones en las que quizá no queremos admitir nuestra indefensión, así que nos resistimos a volvernos al Señor con humildad y pedirle su ayuda. “Yo sé lo que estoy haciendo”, podemos pensar. Es irónico, entonces, que cuanto más nos rindamos, más gracia y paz nos concede Dios. Y esa gracia y paz siempre pueden aliviar nuestras cargas y concedernos más confianza. Otro obstáculo que a menudo enfrentamos es el temor. “¿Qué sucede si le entrego esta situación al Señor, y luego me pide que haga algo que no quiero hacer?” Es normal sentir miedo frente a una situación nueva, especialmente si sentimos 18 | La Palabra Entre Nosotros

que no la podemos manejar. Pero esa es la forma en que crecemos en confianza. Al rendirnos a la voluntad de Dios, descubriremos que él está con nosotros en todas las dificultades que enfrentamos. El sentimiento de perder el control está muy relacionado con el miedo. Nos gusta sentir que tenemos nuestras manos sobre el timón de nuestra vida. Así que cuando le pedimos a Dios que nos guíe, podemos sentir pánico de vez en cuando y desear tomar el timón de nuevo. Pero entregar el control también nos ayuda a crecer en confianza, especialmente conforme vemos cómo Dios nos ayuda a navegar a través de las agitadas aguas de una difícil situación mejor de lo que lo hubiéramos hecho nosotros mismos. Finalmente, instintivamente queremos mantener nuestras cargas cerca de nosotros. Entregárselas al Señor puede ser inquietante, después de todo, ¡son nuestras cargas! Si se las entregamos, entonces tenemos que confiar en que Dios nos ayudará a resolverlas. Esto también implica dar un salto de fe y entregar el control que podríamos estar considerando tomar. Pero, qué alivio podemos sentir y qué paz, ¡cuando damos ese salto! No tenemos que cargar con todo este peso sobre nuestros hombros. Dios está con nosotros, y promete aliviarnos de aquello que pesa sobre nosotros.


No tenemos que cargar con todo sobre nuestros hombros. Dios está con nosotros. Toma, Señor y recibe. Por esta razón

es que es importante hacer una oración de entrega todos los días. Recuerda, rendirse no es algo que hacemos una sola vez. La entrega tiene como fin convertirse en una práctica de toda la vida. Muchos católicos rezan en la mañana tan pronto como se despiertan. El famoso Acto de entrega de sí (Suscipe) de San Ignacio de Loyola y la Oración de abandono de San Carlos de Foucalud son dos plegarias que muchos han utilizado a lo largo de los años (ver página 21). Pero las palabras que pronuncies no importan tanto como el espíritu con el cual

las dices, un espíritu de humildad, confianza y amor. Otra oportunidad para abandonarnos en el Señor es cuando lo recibimos en la Sagrada Comunión. Así como Jesús se ofreció a sí mismo en la cruz, nosotros podemos hacer lo mismo ofreciéndole nuestra vida, y todo lo que apreciamos, a él en la Misa. Al hacerlo, podemos experimentar la confianza y paz que vienen de Dios. Vivir una situación difícil, enfrentar la tentación, un recuerdo doloroso o el temor al futuro, son situaciones que también nos ofrecen oportunidades de entregarnos al Señor. Algunas Agosto / Setiembre 2022 | 19


personas, antes de asistir a una reunión importante o cuando están en medio de una conversación difícil, ofrecerán ese encuentro al Señor en silencio y le pedirán su bendición. De la misma manera, también es importante entregarle al Señor y a su cuidado a nuestros seres queridos. Dios los ama aún más de lo que nosotros los amamos, y los puede ayudar mejor de lo que nosotros podríamos hacerlo. Así que en lugar de preocuparnos por ellos, podemos ponerlos a ellos y todas sus preocupaciones en las manos del Señor. Finalmente, deberíamos recordar entregar no solo nuestras dificultades sino también nuestras bendiciones. Sabemos que todos nuestros talentos y buenos dones vienen de Dios, y a él le agrada cuando le damos gracias por ellas. El Señor sabe que si conscientemente, le estamos entregando todas nuestras bendiciones, significa que estamos haciendo un esfuerzo por amarlo a él y no solo a las bendiciones que él nos da. Entrega tu sufrimiento. Algunas

veces nos aferramos tanto a algo que se convierte en parte de nosotros y no somos conscientes de lo mucho que nos afecta. Quizá es un mal recuerdo o una relación rota por la que aún estamos sufriendo. Tal vez es un sentimiento de incapacidad o inutilidad o un pecado frecuente al cual nos hemos resignado. A 20 | La Palabra Entre Nosotros

menudo estas cosas nos impiden amar plenamente a las personas que forman parte de nuestra vida o de sentirnos confiados de servir al Señor. Dios quiere darnos libertad y sanidad, y solo puede hacerlo conforme nos abandonamos en él. Incluso si es algo que has entregado en el pasado, y crees que aún te hiere de alguna manera, entrégaselo a Jesús nuevamente. Podría ser necesario que le entregues a Dios el enojo que tienes con él por permitir que alguna tragedia sucediera. Sea cual sea la situación, recuerda que tu Padre celestial comprende cómo te sientes; él no se ofenderá. Dios solamente quiere que le presentes todo, él lo tomará y te dará algo hermoso a cambio. Un día seremos llamados de esta vida terrenal a la celestial. Así como pasamos nuestra vida haciendo ofrendas grandes y pequeñas al Señor, un día seremos llamados a entregar nuestra propia vida en sus manos. La oración más hermosa que una persona moribunda puede hacer es la que Jesús hizo una vez en la cruz: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” (Lucas 23, 46). Es una oración que nos ofrecerá a nosotros y a nuestros seres queridos una gran paz, una oración que podremos decir con fe si dedicamos nuestra vida en la tierra procurando entregarle todas las cosas a Dios. n


Jesús, nuestro Pan vivo

“Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan, vivirá para siempre.” —Juan 6, 51

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Después tomó el pan en sus manos y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: “Esto es mi cuerpo, entregado a muerte en favor de ustedes. Hagan esto en memoria de mí.” Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza confirmada con mi sangre, la cual es derramada en favor de ustedes.” (Lucas 22, 19-20) En la Última Cena, Jesús Espíritu Santo que nos connos dio el mayor de los ceda una mayor gratitud Encuentra a por la Eucaristía. regalos: Su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Cristo en la 1. Imagina la escena de Cuando le dijo a los disEucaristía cípulos “Hagan esto en la Última Cena. También memoria de mí”, les estaba puedes leer al respecto en la prometiendo que él estaría preBiblia (Lucas 22, 14-20). Trata sente en el altar cada vez que el de imaginar que tú estás ahí: ¿Qué sacerdote pronuncia las palabras de ves, hueles y escuchas? ¿Cómo te consagración sobre el pan y el vino. sientes estando con Jesús y sus Esto significa que cada Misa es una discípulos? Mira con atención el oportunidad para que revivamos la rostro de Jesús. ¿Qué crees que él está sintiendo? Última Cena. Es una oportunidad para que regresemos al aposento alto y seamos testigos de cómo Jesús se 2. Jesús dijo: “Yo soy el pan que da ofrece a sí mismo a nosotros de forma vida. El que viene a mí, nunca tentotal. drá hambre; y el que cree en mí, El don de Jesús de sí mismo en la nunca tendrá sed” (Juan 6, 35). Eucaristía va más allá de su presencia ¿Qué tipo de “hambre” experimenen el altar, a pesar de lo maravilloso tas? ¿Cómo buscas satisfacerla? que esto es. El Señor nos invita a reci¿Cómo puedes recordarte más a birlo en nuestro propio cuerpo. Cada menudo que la Eucaristía tiene el vez que recibimos la Comunión, estapoder de satisfacer todas tus necemos recibiéndolo a “Él mismo, que sidades? ¿Cómo puedes encontrar se ha ofrecido por nosotros” (San fuerza y sustento en ella? Juan Pablo II, Sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia, 16). Así que 3. ¿Qué te dicen los siguientes pasajes dediquemos unos minutos a medide la Escritura sobre la Eucaristar en este gran don y a pedirle al tía y el don de Dios del “pan de 22 | La Palabra Entre Nosotros


cada día” para su pueblo? Lee los siguientes pasajes: El maná en el desierto (Éxodo 16, 4-15). La multiplicación de los panes de cebada realizada por Eliseo (2 Reyes 4, 42-44). Jesús alimentó a cinco mil personas con cinco panes y dos peces (Juan 6, 1-14). 4. Reflexiona en las palabras de Jesús en Juan 6, 51: “Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; quien come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propia carne. Lo daré por la vida del mundo.” ¿De qué manera esta promesa

puede ofrecerte esperanza, paz y consuelo en tus dificultades? 5. ¿En alguna ocasión has sentido que Cristo te ha conmovido particularmente durante la Misa? ¿Cuándo fue? ¿Cómo te hizo sentir? ¿Cómo ha cambiado tu vida después de esta experiencia? 6. Expresa tu gratitud al Señor por el precioso don de su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Ya sea en una oración en silencio, en voz alta o por escrito, dile a Jesús lo mucho que lo amas.

Una oración para después de la comunión Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame.

Alma de Cristo

Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del Maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén. Agosto / Setiembre 2022 | 23


Mi trasplante espiritual de corazón El Sagrado Corazón de Jesús me condujo a un sorprendente descubrimiento

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“¡Abuelo, recibiste una tarjeta de cumpleaños de la Madre Teresa!”, exclamé. Desde niña, sabía que mi abuelo pintaba imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María y las enviaba alrededor del mundo. Lo que no sabía es que estas imágenes habían sido solicitadas por la Madre Teresa para los hogares de su orden que atendían a los enfermos y moribundos. Mi abuelo nunca hablaba de su trabajo; simplemente ponía su talento a trabajar de forma humilde al servicio del Sagrado Corazón. Por Emily Jaminet

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús estaba en el centro de todo lo que mi familia hacía. A menudo escuchaba a mis padres conectar el corazón de Cristo con las bendiciones del día. Daban gracias al Sagrado Corazón por todo lo que experimentábamos, y le pedía a Jesús que les diera un corazón como el suyo para poder hacer siempre su voluntad. Mis abuelos contaban historias de cómo su propia devoción al Sagrado Corazón los guio a través de los tiempos oscuros de la Segunda Guerra Mundial y cómo los consoló frente a la muerte de un ser querido. La imagen del Sagrado Corazón colgaba en una pared de su casa, y ellos se esforzaron por vivir las enseñanzas asociadas a esta devoción. Entregarle mi vida a Jesús. A pesar de

haber crecido con esta devoción, no fue hasta hace unos pocos años, en una fría noche de invierno, que realmente cobró vida para mí. Acababa de terminar mi octavo año dando

clases en casa a mis siete hijos, y me sentía agotada. A pesar de que mi amor por la fe católica y por mi familia me había conducido a dar clases en casa a mis hijos, cada día sentía como si me estuviera ahogando. Estaba ansiosa por la educación de ellos y abrumada por las muchas tareas del hogar que debían hacerse. Me sentía atrapada y apesumbrada por tanta responsabilidad. Sabía que algo debía cambiar, pero no estaba segura de cómo hacer este cambio. Esa noche, coloqué una imagen del Sagrado Corazón que mi madre me había dado sobre un mantel, y sin pensarlo, me arrodillé delante de él. “Jesús, ayúdame”, recé. “Te entrego mi vida, mi familia, mi hogar y mi futuro. Lo confío todo a tu Sagrado Corazón.” Al rezar, comprendí que Dios no me estaba pidiendo que hiciera todo lo que estaba haciendo. También comprendí que estaba tan ocupada educando a mis hijos que había perdido mi apreciación por el regalo que ellos eran para mi esposo y para mí. Agosto / Setiembre 2022 | 25


Todo lo que necesité fue esa simple plegaria. No solo experimenté una profunda paz en ese momento, sino que también sentí que Dios me había escuchado y me había dado una respuesta sólida. Recibir su Reino en nuestro corazón.

Poco después de entregar mis preocupaciones al Sagrado Corazón de Jesús, mi esposo y yo aceptamos una invitación para visitar la escuela de nuestra parroquia. Ambos teníamos la paz de que esta era la dirección en la cual Dios nos estaba guiando, y matriculamos a nuestros hijos en la escuela. De forma inesperada, a través de la inscripción de nuestros hijos en la escuela, fuimos cálidamente recibidos por la comunidad de la parroquia también. Los otros padres nos han ayudado con llevar a nuestros hijos a clases y nos han dado apoyo cuando lo hemos necesitado, y mis hijos han disfrutado de tener nuevos amigos y ser parte de su nueva escuela. Sentirme parte de nuestra comunidad parroquial también me ha sacado de mi autoaislamiento. Aunque antes escondía mis defectos y los de mi familia del mundo exterior, ahora he descubierto una nueva libertad y alegría tanto en recibir ayuda como en ofrecerla a las personas de esta comunidad católica. Lentamente, mi alegría ha regresado, y he sido capaz de ver la bondad 26 | La Palabra Entre Nosotros

de Dios en mi vida más claramente. He experimentado lo que solamente puedo describir como un trasplante espiritual de corazón. Desde aquel intercambio con Jesús por medio del Sagrado Corazón, he recibido muchas oportunidades de compartir el amor de Cristo en una nueva forma: A través de mi trabajo con la Red de Entronización del Sagrado Corazón, los libros que he sido invitada a escribir y las muchas charlas que he impartido. Nuestra familia también recibió el Sagrado Corazón de una manera significativa cuando, en 2013, formalmente lo entronizamos en nuestro hogar por primera vez. La imagen del Sagrado Corazón que colocamos en un lugar importante de nuestra casa es un signo externo de nuestra decisión de recibir el Reino de Jesús en nuestro hogar y nuestro corazón. Testigos del Sagrado Corazón. En los

últimos años, he conocido a muchas familias que, al igual que la nuestra, se han sentido llamados a ser devotos del Sagrado Corazón. He sido bendecida al escuchar relatos poderosos de la forma en que esta devoción ha fortalecido su fe en medio de profundas dificultades. Por ejemplo, el de Carlos, quien tomó una pérdida inesperada de su trabajo y la búsqueda de uno nuevo como un impulso para comprometerse


“Te entrego mi vida, mi familia, mi hogar y mi futuro. Lo confío todo a tu Sagrado Corazón.” con el Sagrado Corazón. También Juan y Cindy, un matrimonio que experimentó la restauración de la paz en su hogar en el que una vez solo hubo gritos y discusiones. Y también José, un adolescente que experimentó un nuevo respeto cristiano en su hogar después de que sus padres se comprometieron con el Sagrado Corazón de Jesús, dejaron de beber y se concentraron en sus hijos y su matrimonio. Hoy en día, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús ya no es simplemente una herencia de fe y servicio

que me dejaron mis padres y abuelos. Ha generado en mí un cambio profundo en mi compresión de lo que significa ser católica e hija de Dios. No tengo que esconder mis defectos ante otras personas, y no tengo que tratar de lograr todo por mí misma. En confianza total a Jesús y su Sagrado Corazón, puedo experimentar mi restauración y la verdad sobre la imperfección de mi vida y mi familia. n Emily Jaminet es la directora ejecutiva del Red de Entronización del Sagrado Corazón y la autora de cinco libros, incluyendo Secrets of the Sacred Heart (Secretos del Sagrado Corazón). Ella y su esposo John, tienen siete hijos y viven en Columbus, Ohio. Agosto / Setiembre 2022 | 27


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menudo pensamos que los santos y los héroes cristianos fueron mártires valientes, evangelistas audaces o incansables fundadores de órdenes religiosas. Imaginamos a personas que tuvieron un impacto dramático en la Iglesia y en el mundo que los rodeaba. Pero esa no es la historia de Elisabeth Leseur. Ella es conocida y amada por la forma silenciosa en la que estableció un hábito disciplinado de oración y meditación diaria, por su devoción a los sacramentos y por sus reflexiones minuciosas. El suyo fue un heroísmo interior que nos muestra la forma en que Dios llama y capacita a su pueblo a vivir una vida santa que marque la diferencia. Elisabeth era tan callada y reservada que no fue hasta después de su muerte en 1914 que su esposo, Félix, un ateo confeso, descuLa vida de brió sus diarios espirituales y Elisabeth Leseur comenzó un profundo viaje Por Lorene Hanley espiritual hacía el alma de Duquin ella. Las anotaciones hechas a mano detallaban su relación íntima con Dios y su extraordinaria promesa de ofrecerle todos sus sufrimientos por la conversión de Félix. “Mi amada esposa, Elisabeth, rezó incesantemente para que yo regresara a la fe y a la práctica de la religión,” admitió Félix más ade-

Un viaje hacia el alma de otra persona

28 | La Palabra Entre Nosotros


lante. “Día tras días ella aceptó y ofreció toda clase de privaciones, sacrificios, pruebas y sufrimientos por esta intención, y al final, incluso la muerte. Pero ella hizo esto en secreto, porque nunca discutió conmigo y nunca habló conmigo del lado sobrenatural de su vida, excepto por su ejemplo.” Una católica ordinaria. Elisabeth

Leseur nació en París el 16 de octubre de 1866, era la mayor de cinco hijos de una próspera familia francesa. Era inteligente y hermosa. Su educación incluyó el estudio de idiomas extranjeros así como literatura, arte y formación en la fe católica. Los amigos de Elisabeth le presentaron a Félix Leseur, y la joven pareja se casó el 31 de julio de 1889. Poco antes de su boda, Elisabeth descubrió que Félix había negado la existencia de Dios. Sin embargo, él le prometió que respetaría el deseo de ella de practicar su fe católica. No mucho después de casarse, Elisabeth sufrió de un absceso intestinal que requirió de varios meses de recuperación. Este fue el primero de muchos problemas de salud que ella tendría que soportar esporádicamente durante su vida. Además, la incapacidad de la pareja para concebir hijos arrojó una sombra sobre ellos. Pero a pesar de la frágil salud de Elisabeth, el matrimonio viajó extensamente por Europa y construyó una casa de

verano en el campo. Sus amigos y conocidos incluían a académicos, políticos, artistas, músicos, periodistas y médicos —la crema de la sociedad parisina— y la mayoría de ellos, al igual que Félix, eran ateos. Durante este tiempo, Félix se convirtió en el editor de un periódico ateo y comenzó a escribir artículos anticlericales. También rompió su promesa de respetar los puntos de vista religiosos de Elisabeth. Comenzó a burlarse de ella y le dio panfletos ateos para que los leyera. En 1897, Elisabeth abandonó la práctica de su fe católica pero no así su creencia en Dios. Al año siguiente, en un intento por destruir su fe, Félix le dio a Elisabeth un libro que negaba la divinidad de Cristo. Pero conforme Elisabeth lo leía, las preguntas surgían en su mente y se sintió inspirada por el Espíritu Santo a acudir al Nuevo Testamento. Leer los Evangelios despertó una creciente hambre espiritual que la condujo a leer libros sobre filosofía, teología y la vida de los santos. Gradualmente, comenzó a sentir la presencia profunda de Dios en su alma. Un diario espiritual. El 11 de sep-

tiembre de 1899, Elisabeth escribió la primera entrada en su diario espiritual: “Durante un año he estado pensando y rezando mucho; he intentado incesantemente iluminarme a mí misma, y en esta labor perpetua Agosto / Setiembre 2022 | 29


Félix le dio a Elisabeth un libro que negaba la divinidad de Cristo. Pero conforme Elisabeth lo leía, las preguntas surgían en su mente y se sintió inspirada por el Espíritu Santo a acudir al Nuevo Testamento.

mi mente ha madurado, mis convicciones se han hecho más profundas y también ha aumentado mi amor por las almas.” Conforme profundizaba en su relación con Dios, Elisabeth anhelaba que sus familiares, amigos y especialmente Félix, experimentaran una transformación espiritual. Sin embargo, aprendió de la forma más difícil, que tratar de hablarles de Dios solo producía críticas, incomprensión y ridículo. “A mi alrededor se encuentran muchas almas a las que amo 30 | La Palabra Entre Nosotros

profundamente, y tengo una gran tarea que realizar respecto a ellas”, escribió el 29 de mayo de 1900. “Muchos de ellos no conocen a Dios o lo conocen solo imperfectamente. No es discutiendo o aleccionando que podré lograr que ellos sepan lo que Dios significa para el alma humana. Pero al luchar conmigo misma, en ser, con su ayuda, más cristiana y más valiente, daré testimonio de aquel de quien soy su humilde discípula.” Enfrentar las dificultades. Elisabeth

también se sintió devastada porque anhelaba hablar sobre su vida espiritual, pero su familia, amigos y especialmente Félix no la comprendían. Esto le produjo una intensa


soledad interna, la cual ella llamaba “un sufrimiento profundo y secreto”. El Señor respondió a su necesidad en 1903, cuando conoció al Padre R. P. Herbert, OP, quien se convirtió en su director espiritual. El padre Herbert guio a Elisabeth por el camino de la santidad forjado por tantos grandes santos. Ella estableció una regla de vida, la cual era esencialmente un horario diario, semanal y mensual de oración, lectura espiritual, asistir a Misa, recibir la Sagrada Comunión y confesarse. Ella también hizo resoluciones como la siguiente: Reservar solamente para Dios las profundidades de mi alma y vida interior como cristiana. Ofrecer a otros serenidad, simpatía, bondad, palabras útiles y obras. Que a través de mí la verdad cristiana sea amada, pero hablar de ella solamente ante una exigencia explícita o frente a una necesidad tan evidente que se vea que es verdaderamente providencial. Predicar por medio de la oración, el sacrificio y el ejemplo. Ser austera conmigo misma y tan atractiva como sea posible para otros. En 1908, los padecimientos intestinales de Elisabeth ocurrieron con más frecuencia, sin embargo ella nunca se quejó. Por el contrario,

amablemente recibía a todas aquellas personas que, a pesar de todos los escépticos que la rodeaban, acudían cada vez más en busca de su consejo espiritual. También mantenía una extensa correspondencia con aquellas personas que no podían visitarla en persona. Nadie sospechaba de los profundos sufrimientos físicos, mentales o espirituales que ella estaba soportando. Otro problema de salud. Tres años des-

pués, Elisabeth fue diagnosticada con cáncer de mama y tuvo que someterse a una mastectomía y a radioterapia. Antes de su cirugía, escribió: “Oh Señor, te ofrezco esta prueba por las intenciones que ya conoces. Permite que su fruto se multiplique por cien, y permíteme colocar mis sufrimientos, deseos e intenciones en tu corazón, para que sean dispuestos según te lo he pedido.” Mientras Elisabeth reponía sus fuerzas, rezaba pidiendo ayuda para soportar sus padecimientos sin amargura ni egoísmo. Prometió darle sus lágrimas a Dios y a todos los demás solamente la sonrisa en sus ojos. El 8 de junio de 1911, escribió: Resuelvo emplear mi vida— la que la Providencia disponga que me queda— en el servicio al Señor; a poner sus intereses y el bien de las almas primero que todo; a vivir una vida espiritual Agosto / Setiembre 2022 | 31


Conforme profundizaba en su relación con Dios, Elisabeth anhelaba que sus familiares, amigos y especialmente Félix, experimentaran una transformación espiritual.

con más recogimiento y con más fuerza; ser un poco de todas las cosas para todas las personas y llenar mi existencia y mis días con oración, sufrimiento y caridad; a practicar la humildad y el silencio y a aceptar con un corazón alegre esta nueva “fealdad” física, de la cual Dios sacará belleza y luz sobrenatural para las almas que tanto amo. Elisabeth quedó postrada en su cama en el verano de 1913. Le dijo a Félix: “Debo morir antes que tú. Y cuando yo me muera, tú te convertirás. Y cuando te conviertas, te harás 32 | La Palabra Entre Nosotros

religioso, serás el padre Leseur.” También le dijo que él la encontraría de nuevo en la eternidad. Félix, todavía muy enamorado de ella pero sin estar listo para seguir su camino, se mantuvo escéptico. Elisabeth murió el 3 de mayo de 1914. Félix quedó impresionado con el desfile ininterrumpido de dolientes que asistieron al funeral. Venían a rendir homenaje a la mujer de fe silenciosa y profunda que parecía tener una reserva ilimitada de paciencia y buena voluntad. Después de leer sus diarios, Félix sintió un deseo intenso de aprender más sobre la fe católica. Comenzó a leer los libros espirituales de la biblioteca personal de Elisabeth. Un amigo


Créditos: Catholic News Agency

En 1923, el esposo de Elisabeth, que una vez fue ateo, fue ordenado sacerdote.

le presentó a un sacerdote que se convirtió en su guía espiritual, y Félix regresó a la fe católica en 1915. En los siguientes dos años, Félix publicó los escritos de Elisabeth y en el otoño de 1919, se convirtió en novicio de la orden de los dominicos. Fue ordenado sacerdote en 1923. Dedicó los siguientes años de su vida a predicar sobre su viaje hacia el alma de Elisabeth y a promover su causa para la canonización. El padre Félix Lesuer, OP, murió en febrero de 1950. La llamada a la santidad. Pocos de

nosotros viviremos nuestra vida en este mundo de la forma en que lo hicieron Francisco de Asís o la Madre Teresa, y sin embargo, Elisabeth Leseur nos muestra que Dios nos

llama a la santidad de la misma forma en que los llamó a ellos. El Señor también quiere capacitarnos para que vivamos este llamado de la misma manera en que los capacitó a ellos. Dios nos promete que si lo seguimos, haremos la diferencia. Elisabeth vivió una vida humilde y tranquila —al punto de que ni siquiera su esposo sabía de la profundidad de su devoción— pero Dios la vio y la bendijo grandemente. Así como puede hacerlo con nosotros. n Los extractos del diario de Elisabeth Leseur fueron tomados de El diario secreto de Elisabeth Leseur, publicado por Sophia Institute Press.

Lorene Hanley Duquin escribe desde Williamsville, Nueva York. Agosto / Setiembre 2022 | 33


¡Qué bien se está aquí!

Del sermón de Anastasio Sinaíta, obispo, en el día de la Transfiguración del Señor Núms. 6-10

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l misterio que hoy celebramos lo manifestó Jesús a sus discípulos en el monte Tabor.

En efecto, mientras iba con ellos después de haberles hablado acerca del reino y de su segunda venida gloriosa, teniendo en cuenta que quizá no estaban muy convencidos de lo que les había anunciado acerca del reino, y deseando infundir en sus corazones una firmísima e íntima convicción, de modo que por lo presente creyeran en lo futuro, realizó ante sus ojos aquella admirable manifestación, 34 | La Palabra Entre Nosotros

en el monte Tabor, como una imagen prefigurativa del reino de los cielos. Era como si les dijese: «El tiempo que ha de transcurrir antes de que se realicen mis predicciones no ha de ser motivo de que vuestra fe se debilite, y, por esto, ahora mismo, en el tiempo presente, os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar al Hijo del hombre con la gloria del Padre».


Y el evangelista, para mostrar que el poder de Cristo estaba en armonía con su voluntad, añade: Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Éstas son las maravillas de la presente solemnidad, éste es el misterio, saludable para nosotros, que ahora se ha cumplido en la montaña, ya que ahora nos reúne la muerte y, al mismo tiempo, la festividad de Cristo. Por esto, para que podamos penetrar, junto con los elegidos entre los discípulos inspirados por Dios, el sentido profundo de estos inefables y sagrados misterios, escuchemos la voz divina y sagrada que nos llama con insistencia desde lo alto, desde la cumbre de la montaña. Debemos apresurarnos a ir hacia allí –así me atrevo a decirlo– como Jesús, que allí en el cielo es nuestro guía y precursor, con quien brillaremos con nuestra mirada espiritualizada, renovados en cierta manera en los trazos de nuestra alma, hechos conformes a su imagen, y, como él, transfigurados continuamente y hechos partícipes de la naturaleza divina, y dispuestos para los dones celestiales.

Corramos hacia allí, animosos y alegres, y penetremos en la intimidad de la nube, a imitación de Moisés y Elías, o de Santiago y Juan. Seamos como Pedro, arrebatado por la visión y aparición divina, transfigurado por aquella hermosa transfiguración, desasido del mundo, abstraído de la tierra; despojémonos de lo carnal, dejemos lo creado y volvámonos al Creador, al que Pedro, fuera de sí, dijo: Señor, ¡qué bien se está aquí! Ciertamente, Pedro, en verdad qué bien se está aquí con Jesús; aquí nos quedaríamos para siempre. ¿Hay algo más dichoso, más elevado, más importante que estar con Dios, ser hechos conformes con él, vivir en la luz? Cada uno de nosotros, por el hecho de tener a Dios en sí y de ser transfigurado en su imagen divina, tiene derecho a exclamar con alegría: ¡Qué bien se está aquí!, donde todo es resplandeciente, donde está el gozo, la felicidad y la alegría, donde el corazón disfruta de absoluta tranquilidad, serenidad y dulzura, donde vemos a (Cristo) Dios, donde él, junto con el Padre, pone su morada y dice, al entrar: Hoy ha sido la salvación de esta casa, donde con Cristo se hallan acumulados los tesoros de los bienes eternos, donde hallamos reproducidas, como en un espejo, las imágenes de las realidades futuras. n Agosto / Setiembre 2022 | 35


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de agosto, lunes Jeremías 28, 1-17 Este año morirás, por haber incitado a la rebelión contra el Señor. (Jeremías 28, 16) El profeta Jananías deseaba ver a Judá regresar a los días de prosperidad que había disfrutado antes de que los babilonios conquistaran Jerusalén y se llevaran cautivo a su rey. Pero Jananías pasó por alto lo más importante. No se preocupen, parecía decir. No es necesario que se arrepientan, simplemente sigan haciendo lo que han estado haciendo y Dios los restaurará. Y eso es a lo que Jeremías se refirió con “haber incitado a la rebelión” (Jeremías 28, 16). Jeremías no disfrutó de tener que reprender a Jananías. Su corazón estaba destrozado por su pueblo. Él sabía que Dios quería proteger y reunir a su pueblo, pero su pecado era una inmensa piedra atravesada en el camino. Ellos debían volverse a Dios en arrepentimiento. Vivir como un pueblo conquistado era doloroso, pero les ayudaba a ver que se habían alejado del Señor. Era una oportunidad para cambiar y volverse a Dios antes de irse ellos también al exilio. Todos pasamos por tiempos en los cuales queremos pretender que todo está bien. O queremos culpar de nuestros problemas a alguien más. Esos son los momentos en que debemos enfrentar el mensaje difícil pero 36 | La Palabra Entre Nosotros

misericordioso del evangelio. La triste verdad es que algunas de las cosas negativas en nuestra vida son consecuencia de nuestro propio pecado. Sí, Dios nos ama y desea darnos cosas buenas. Y sí, él nos llama a la conversión. El Señor quiere liberarnos, pero no podemos ignorar la necesidad de arrepentirnos. Cuando evitamos enfrentar nuestros propios pecados, solo hacemos las cosas peor. Cuando cerramos nuestros oídos a todos los consejos excepto aquellos que queremos escuchar, somos incapaces de recibir la curación y la renovación que Dios quiere darnos. El Señor siempre tiene más para nosotros y siempre está llamándonos por nuestro nombre, para acercarnos un poco más a él. Así que toma un momento para reflexionar en lo que Dios te está llamando a hacer. ¿Estás escuchando a los profetas del mundo que te dicen que todo está bien? ¿O estás prestando atención a la llamada al arrepentimiento de manera que puedes experimentar la libertad que Dios desea darte? “Señor Jesús, quiero estar en paz. Te pido que me ayudes a volverme a ti más profundamente de manera que yo pueda experimentar más libertad.” ³³

Salmo 119 (118), 29. 43. 79. 80. 95. 102 Mateo 14, 13-21


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de agosto, martes Mateo 14, 22-36 No teman. Soy yo. (Mateo 14, 27) Los discípulos estaban teniendo dificultades para cruzar el tormentoso mar, se esforzaron con los remos durante toda la noche hasta que Jesús finalmente se acercó a ellos de madrugada, ¡deben haber sido entre las tres y las seis de la mañana! Eso es mucho tiempo para haber tenido que estar batallando con un mar tan violento. Creerías que, después de haberlo visto multiplicar los panes y los peces, podrían haberlo llamado —o al menos hubieran invocado a Dios— para que los ayudara. Pero en su lugar, siguieron luchando por sus propios medios. Luego, cuando Jesús apareció, se asustaron tanto que no lo reconocieron. Incluso Pedro, ¡flaqueó en su fe y se hundió en las aguas enfurecidas! ¡Qué contraste con lo que sucedió cuando Jesús y los discípulos desembarcaron en Genesaret! La gente reconoció al Señor e inmediatamente corrieron la voz para que las personas que estaban en zonas más alejadas llegaran a escucharlo. Había entusiasmo en el aire, ¡pues muchos fueron curados con solo tocar el manto de Jesús! ¿No resulta algo gracioso que los discípulos demostraran tanta falta de fe? Entre todas las enseñanzas de este relato podemos encontrar una advertencia:

Podemos enfrentar algunas situaciones en forma de una tormenta inesperada y violenta. Estas tormentas pueden ser tan poderosas que entramos en pánico y olvidamos quién es Jesús. Incluso cuando él está a nuestro lado, puede ser que no lo reconozcamos, porque estamos demasiado abrumados con todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Cómo podemos evitar que esto suceda? Una estrategia es acostumbrarnos a acudir a Jesús frecuentemente durante el día, incluso cuando todo está saliendo bien. Conforme aprendemos a encontrarlo en nuestra vida cotidiana, aprendemos a acudir a él cuando llegan las tormentas. Todos los días, el mundo trata de decirnos que somos autosuficientes. Y todos los días, el Espíritu Santo desea enseñarnos a fijar nuestros ojos en Jesús. Podemos aprender a enfrentar cualquier situación al lado del Señor, o podemos intentar enfrentarla por nosotros mismos y estar a merced de cada tormenta que se interponga en nuestro camino. ¿Cuál opción te parece mejor? “Espíritu Santo, te pido que me ayudes a maravillarme y estar expectante de la acción de Jesús en mi vida.” ³³

Jeremías 30, 1-2. 12-15. 18-22 Salmo 102 (101), 16-18. 19-21. 29. 22-23

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de agosto, miércoles Mateo 15, 21-28 ¡Qué grande es tu fe! (Mateo 15, 28) A menudo leemos este pasaje y reconocemos la tenacidad de esta mujer al buscar la curación para su hija. Pero si lees nuevamente, descubrirás los signos que muestran que Jesús estaba siendo igual de tenaz, y por una razón distinta. Solamente observa la forma en que trató a esta mujer. Todo lo que él hizo, según se narra en este relato, parece oponerse a su manera normal de tratar a las personas. Primero, ignoró a la mujer. Luego permitió que las diferencias étnicas fueran un obstáculo para mostrarle su misericordia. ¡Incluso la comparó con los perros! Este no es el Jesús que hemos conocido en los catorce capítulos anteriores del Evangelio de San Mateo. Pero su forma de actuar nos indica que en realidad él estaba tratando de enseñarnos algo más. ¿Qué estaba haciendo Jesús? Estaba ayudando a esta mujer para que manifestara la fe que él sabía que ella tenía en su corazón. La estaba ayudando a proclamar su fe con más valentía, no solo por ella misma sino también por el bien de sus discípulos. El Señor deseaba que ellos vieran que todos, incluida una mujer pagana, podían creer en él. Jesús quería que sus apóstoles

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comprendieran que todos son dignos de una vida plena y sana. Así que él hizo todo de una forma distinta a la que estaban acostumbrados para poder dar una lección a sus discípulos y fortalecer la fe de la mujer. ¿Qué cosas crees que haría Jesús para acercarte más a él? Si en tu vida están sucediendo cosas inesperadas en este momento o si has encontrado algunos obstáculos por el camino, intenta ver un poco más de cerca. Es muy probable que encuentres ahí a Jesús, invitándote a tener una fe más profunda y ofreciéndote una experiencia más fuerte de su amor. A veces parece como si Dios no estuviera respondiendo a tu oración. A veces sientes que ni siquiera está interesado en ti. Pero eso simplemente no es cierto. Dios está decidido a hacer que tu fe sea más profunda, y a veces puede utilizar estrategias poco comunes para lograrlo. Sea lo que sea que estás experimentando en este momento, ¡no te des por vencido! Confía en que tu Padre celestial está contigo, caminando a tu lado en todo este proceso. “Señor, sé que no siempre soy generoso para recibir lo que tú deseas darme. Te pido que me ayudes a ver tu mano actuando en todas las áreas de mi vida.” ³³

Jeremías 31, 1-7 (Salmo) Jeremías 31, 10-13


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de agosto, jueves Mateo 16, 13-23 Porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos. (Mateo 16, 18) Pedro y los demás discípulos habían pasado suficiente tiempo junto a Jesús como para saber que él tenía algo especial y diferente. Enseñaba de una manera en que nadie más lo hacía; realizaba milagros; incluso llamaba a Dios su “Padre”. Por todo esto, ellos esperaban que realmente fuera el Mesías. Pero Pedro fue más allá y proclamó que Jesús es el Mesías, ¡y también el Hijo de Dios! Jesús respondió diciendo que la confesión de Pedro no provenía de “ningún hombre”; sino que fue una revelación que provenía de Dios (Mateo 16, 18). Al igual que Pedro, podemos saber muchas cosas sobre Jesús: Lo que dijo, lo que hizo y cómo rezaba. Y esto nos lleva a concluir razonablemente que Jesús era más que solamente un hombre. Pero para tener fe en Jesucristo, necesitamos mucho más que solamente una razón o la lógica, los testimonios que escuchamos o los sentimientos. Necesitamos la revelación que proviene de Dios. Solamente Dios puede guiarnos más allá de nuestras limitaciones humanas a la fe en Cristo. El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “Pero existe otro orden de conocimiento que el

hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina. Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre… enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo” (CIC, 50). ¡Qué maravilloso es que el Dios que es infinito se haya revelado por medio de Jesús! Aún más, él nos ha dado el Espíritu Santo para iluminar nuestro corazón y que así podamos reconocer que Jesús es el Hijo de Dios, de la misma forma en que lo hizo Pedro. Todo lo que has aprendido y experimentado en tu camino de fe ha creado un suelo fértil en tu corazón. Tu relación con él puede crecer conforme el Espíritu hace que Jesús sea más real para ti. Todo lo que se requiere es tiempo y un corazón abierto y dispuesto a aprender. Así que lee nuevamente el pasaje de hoy y pregúntate: “¿Quién digo yo que es Jesús?” Invita al Espíritu a buscar tu corazón y fortalecer la fe que ya se encuentra ahí y pídele que te muestre quién es Jesús. “Señor Jesús, quiero conocerte más. Te pido que abras mi corazón a la verdad.” ³³

Jeremías 31, 31-34 Salmo 51 (50), 12-13. 14-15. 18-19 Agosto / Septiembre 2022 | 39


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de agosto, viernes Nahúm 2, 1. 3; 3. 1-3. 6-7 Ya viene por el monte el mensajero de buenas noticias. (Nahúm 2, 1) ¿Cuáles son las “buenas noticias” que proclama el profeta Nahúm? Él se refería a la derrota del archienemigo de Judá: Nínive. Quizá tengamos problemas para comprender por qué el profeta está tan contento por “la multitud de heridos y los montones de muertos, la interminable cantidad de cadáveres” hasta que vemos que durante siglos esta “ciudad sanguinaria” había aterrorizado al Medio Oriente, construyendo su imperio a través de la crueldad y la violencia deliberadas (Nahúm 3, 1. 3). A su paso, el ejército ninivita dejó atrás un gran número de muertos, incontables nativos esclavizados y saqueadores nerviosos y codiciosos. A través de Nahúm, Dios prometió que destruiría a Nínive y restauraría lo que el enemigo del pueblo de Israel había arrasado. A nosotros también Dios nos promete que derrotará a nuestros peores enemigos y nos restaurará. Como dijo San Pablo: Jesús “tiene que reinar hasta que todos sus enemigos estén puestos debajo de sus pies… Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro señor Jesucristo” (1 Corintios 15, 25. 57).

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Pero si queremos experimentar esta promesa de la victoria, necesitamos identificar a nuestros enemigos. ¿Es mi verdadero enemigo el que me despreció cuando yo esperaba elogios? ¿O será más bien el resentimiento por el insulto que no puedo olvidar? ¿O la ansiedad que hace imposible que yo entregue estas situaciones a Dios y experimente su consuelo? En toda circunstancia, Dios nos promete que actuará en nuestro nombre, pero nuestro enemigo, el diablo, utiliza las circunstancias para alejarnos de Dios. Cuando te sientas débil o “destruido” como Judá tú tienes dos opciones. Puedes permitir que la dificultad se convierta en un peso para ti, o puedes correr a los brazos de tu Salvador, que te promete estar cerca de ti y guiarte y darte su paz. Así que sostente fuerte de él, no importa la situación que estás viviendo, y obsérvalo transformar tu corazón y derrotar a tus verdaderos enemigos: Satanás, el pecado y la muerte. “Señor, creo que tú has conquistado a cada uno de los enemigos que se alzan en mi contra. Te pido que me ayudes a amarte y confiar plenamente en ti.” ³³

(Salmo) Deuteronomio 32, 35-36. 39. 41 Mateo 16, 24-28


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de agosto, sábado La Transfiguración del Señor Lucas 9, 28-36 Moisés y Elías… hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén. (Lucas 9, 31) En esta escena se describen muchas cosas maravillosas que sucedieron y es fácil perderse algún detalle importante: Moisés y Elías estaban conversando con Jesús. San Lucas incluso nos cuenta sobre lo que estaban hablando: La pasión, muerte y resurrección de Jesús. Jesús acababa de hablar con sus discípulos sobre el destino que le esperaba en Jerusalén (Lucas 9, 22). Probablemente para él no fue sencillo hablar de esto, y no recibió mucho consuelo ni apoyo de parte de sus amigos más cercanos. Los discípulos realmente no entendieron. ¿Por qué el Mesías tenía que sufrir de esa manera? Así que tal vez Dios envió a Moisés y a Elías para que acompañaran al Señor Jesús en la cima del monte. Seguramente su conversación con ellos debe haber sido un consuelo para él. Moisés había enfrentado un éxodo. Elías había sido llevado al cielo, tal como lo sería Jesús en su ascensión. Todo en la ley y los profetas había conducido a este preciso momento. El Padre también sabía que conforme Jesús se acercaba a su pasión, necesitaría una señal poderosa de que él no atravesaría esto solo. Así que dijo:

“Este es mi Hijo, mi escogido” (Lucas 9, 35), haciendo eco de las palabras que había pronunciado en el bautismo de Jesús, cuando apenas comenzaba su ministerio público (3, 22). ¡Imagina cuánto consuelo debe haber recibido Jesús en este evento! Si Dios cuidó de su Hijo de una forma tan profunda, desde luego te cuidará a ti. Tú también eres su amado y elegido. Cuando estás enfrentando tiempos difíciles o incluso tratando de superar los altibajos de la vida, tu Padre desea darte ánimo. Probablemente él no hablará con una voz audible, pero te recordará su amor, su consuelo y su apoyo. Puede hacerlo a través de la presencia constante de un amigo o de tu esposo o esposa, o a través de un pasaje de la Escritura que te conmueve el corazón. Puede ofrecerte alguna pequeña señal de que deberías perseverar por el camino que llevas, incluso cuando tengas la tentación de dudar. Este es tu Padre, un Dios que te ama apasionadamente y que siempre cuidará de ti. “Padre celestial, te pido que me ayudes a descubrir todas las formas en que estás cerca de mí.” ³³

Daniel 7, 9-10. 13-14 Salmo 97 (96), 1-2. 5-6. 9 2 Pedro 1, 16-19

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MEDITACIONES AGOSTO 7-13

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de agosto, domingo Lucas 12, 32-48 Estén listos. (Lucas 12, 32) ¿Estás listo? Los criados del Evangelio de hoy lo estaban, con sus lámparas encendidas, y la túnica puesta, esperando a que el señor llamara a la puerta. Ellos sabían que él vendría tarde o temprano, así que no se sentaron a esperar; se prepararon como sabían que debían hacerlo y se mantuvieron alertas. ¡Qué buena analogía de nuestra vida de fe! La fe no es simplemente creer en algo abstracto. Es actuar sobre lo que crees. Es tomar las medidas necesarias que brotan de tus creencias. Es un tema que se repite en todas las lecturas de hoy: Estar preparados, mirar hacia adelante con vigilancia y esperar con fe. La fe es cualquier cosa menos pasiva. En la primera lectura los israelitas escucharon la dirección de Dios y prepararon la Pascua mientras esperaban su liberación. En la segunda lectura Abraham dejó su tierra y se dirigió a la Tierra Prometida, ¡a pesar de que no sabía dónde iba! Todos ellos se mantuvieron firmes en su esperanza de que Dios se mantendría firme en sus

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promesas. Tú puedes hacer lo mismo. Sabes que tienes un Padre amoroso, así que puedes confiar en que tu espera activa no será en vano. Probablemente ya tienes una noción de lo que puedes hacer, ¡así que hazlo! Mientras practicas esta espera activa, recuerda que no estás solo. Estás siendo respaldado por todos los santos que también han esperado a Dios con alegría. El Espíritu Santo habita en tu corazón para recordarte que Dios no está tratando de atraparte con la guardia baja, él está dispuesto a celebrar contigo y a bendecirte. Si necesitas ánimo, mira la forma sorprendente en que el señor bendice a sus criados en el Evangelio: Se recogió la túnica y se puso a servirlos él mismo. Incluso decidió poner a su sirviente más fiel a cargo de su propiedad. Al igual que este señor, Dios nuestro Padre desea compartir sus bendiciones con todos sus siervos. El Señor se complace en darles a ellos, y también a nosotros, el reino. “Señor, creo que tú eres bueno y fiel a tus promesas. Te pido que me ayudes a estar preparado para tu regreso.” ³³

Sabiduría 18, 6-9 Salmo 33 (32), 1. 12. 18-19. 20. 22 Hebreos 11, 1-2. 8-19


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de agosto, lunes Mateo 17, 22-27 Pero para no darles motivo de escándalo… (Mateo 17, 27) Pedro estaba en un aprieto. Aunque había contestado afirmativamente a la pregunta de Jesús sobre pagar el impuesto del templo, debe haberse preguntado si finalmente Jesús realmente lo pagaría. Tal como podríamos sospechar que sucedería, Jesús ofreció una nueva perspectiva sobre el asunto. Como hijos del Padre al cual pertenecía aquel templo, tanto Pedro como Jesús estaban exentos de pagar el impuesto. ¡Sin embargo, lo pagó! Jesús no deseaba ser un obstáculo innecesario para los judíos. Jesús no ha cambiado en nada desde entonces. El Señor también es paciente con nosotros, No espera que nosotros lo hagamos todo bien, así como no esperaba que los judíos entendieran su relación con el templo. Jesús sabe que, a menudo, a la comprensión le sigue la confianza, por esa razón él, primero, necesitaba ganarse la confianza antes de poder hablar del tema. Nosotros somos como Pedro y los otros judíos en el tiempo de Jesús. Quizá haya algunos aspectos del mensaje de Jesús que tú aun no comprendes o con los cuales no estás de acuerdo. Jesús no va a recriminártelo. El Señor te acepta como eres y quiere ayudarte a tomar la próxima decisión con fe.

Por ejemplo, podrías preguntarte cómo Jesús puede estar presente en el pan y el vino en la Misa o cómo María fue asunta al cielo. Está bien hacer preguntas mientras tu corazón esté abierto a aprender. Pero no permitas que tus preguntas te impidan seguir a Jesús. Confía en que él continuará abriendo tu mente y tu corazón. El Señor te ayudará a entender. Desde luego, Jesús no pagó el impuesto para el templo solamente para mostrarle a Pedro lo mucho que lo amaba. También estaba dándole el ejemplo: Ve y haz tú lo mismo. Sé paciente con las personas que te rodean. ¿Tienes un amigo o familiar que está luchando con su fe? ¿Conoces a alguna persona que no está viviendo una enseñanza de la Iglesia en particular? No te des por vencido con ellos, y ¡no los condenes! Sé tan bondadoso y generoso con ellos como te sea posible. La última cosa que necesitas es convertirte en obstáculo para su camino con Jesús. “Señor Jesús, confío en ti aun cuando no lo comprenda todo. Te pido que me des la gracia de abrir mi corazón a tu palabra.” ³³

Ezequiel 1, 2-5. 24.28 Salmo 149 (148), 1-2. 11-12ab. 12c-14a. 14bcd

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de agosto, martes Ezequiel 2, 8–3, 4 Me lo comí y me supo dulce como la miel. (Ezequiel 3, 3) ¿Cómo podemos explicar la visión del profeta Ezequiel? Quizá podemos pensar en un niño que necesita tomarse una medicina y a quien debemos decirle que lo haga sin importar lo mal que le sepa. El Señor le dio al profeta un libro con nada más que “lamentaciones y amenazas” escritas por dentro y por fuera y le dijo que se lo comiera (Ezequiel 2, 10; 3, 1). Cuando lo hizo, le supo “dulce como la miel” en su boca (Ezequiel 3, 3). Sabiendo que a Ezequiel se le envió a profetizar un juicio sobre Israel, ¡podríamos preguntarnos cuál era la intención que Dios tenía! El Señor ciertamente no deseaba que Ezequiel se deleitara en transmitir un mensaje duro, tampoco Dios pretendía deleitarse en el mensaje. El Señor nunca se alegra por nuestros pecados o las consecuencias que provocan, no. Cuando nos advierte, reprende o reprueba, siempre es con la intención de curarnos y restaurarnos. Su objetivo principal es que nos acerquemos nuevamente a él, y a menudo utiliza su palabra para lograrlo. Todos hemos sentido los amargos efectos del pecado en nuestra vida. Sin embargo, podemos contrarrestarlos permitiendo que la palabra de Dios

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nos transforme. A veces esa palabra es como un objeto que punza. “Más cortante que cualquier espada de dos filos”, puede penetrar nuestras defensas y revelar cosas que no queremos enfrentar (Hebreos 4, 12). Pero cuando aceptamos la palabra de Dios y la aplicamos a nuestra situación, solamente nos produce cosas buenas. El escritor del libro de Proverbios nos dice que las Escrituras son “vida y salud al todo el que las halla” (Proverbios 4, 21). No hay nada mejor para nosotros que la medicina de la palabra de Dios, ¡y es completamente gratis! Pero para que produzca efecto en nuestra vida, necesitamos hacerla nuestra digiriéndola todos los días. Eso significa no solo leer la Escritura sino permitir que penetre nuestra mente y nuestro corazón. Su palabra nos producirá la alegría, fuerza y paz que necesitamos para vivir en él. Luego podemos convertirnos en su palabra de bondad y misericordia, bendiciendo a otros a través de lo que decimos y hacemos. “Padre celestial, gracias por enviarme tu palabra. Te pido que me ayudes a leerla todos los días para que penetre profundamente en mi corazón.” ³³

Salmo 119 (118), 14. 24. 72. 103. 111. 131 Mateo 18, 1-5. 10. 12-14


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de agosto, miércoles San Lorenzo Juan 12, 24-26 Si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere… (Juan 12, 24) Es probable que hayas escuchado el relato del martirio de San Lorenzo, cuya fiesta celebramos hoy. En el año 258, fue arrestado por el emperador Valeriano y quemado vivo sobre una rejilla de metal. Dice la historia que él parecía tan tranquilo a pesar de la tortura a la que estaba siendo sometido, que le dijo a sus verdugos: “Denme vuelta, ¡ya me quemé de este lado!” Cuando escuchamos historias como estas sobre los santos y los héroes de nuestra fe, podemos sentirnos un poco intimidados. Nos maravillamos del impacto que tuvieron en el mundo con su valentía, fervor y amor por Dios. Pero al mismo tiempo, podemos sentir que nosotros nunca podremos hacer algo tan notable o significativo. Si estás pensando así, es hora de que escuches a otra gran santa, Teresa de Lisieux: “El trabajo más trivial”, dijo, “la acción más pequeña, cuando es inspirada por amor, es a menudo un mérito más grande que cualquier logro sobresaliente”. Desde luego, ella no estaba cuestionando los impresionantes méritos de otros santos. Pero su frase debería animarnos a cada uno de nosotros. Todo cristiano está llamado a amar, y

eso implica poner las necesidades de alguien más primero que las nuestras. Es una forma de morir a uno mismo que podemos experimentar todos los días. Es una “muerte” que puede producir “mucho fruto” para el reino de Dios porque impacta directamente la vida de las personas que nos rodean. ¿Cómo te está invitando Dios a amar hoy? Puede ser de formas sencillas, pero cada acto de amor puede significar una gran diferencia en la vida de alguien más. Quizá te sientas motivado a mostrar paciencia a tu esposo o hijo malhumorado. Tal vez te sientas inspirado a ofrecer tu comida preferida o entretenimiento como ayuno por la conversión de un ser querido. O tal vez dediques algo de tiempo a ayudar a un amigo cuando ya has planeado hacer algo diferente. La manera cómo decidas amar no es tan importante. Solo recuerda que cuando pones a Dios primero y ayudas a alguien más, estás siguiendo las huellas de los santos. “Espíritu Santo, te pido que me guíes. Te ruego que me ayudes a seguir cualquier inspiración que me envíes para amar a mi prójimo.” ³³

2 Corintios 9, 6-10 Salmo 112 (111), 1-2. 3-4. 5-7a. 7b-8. 9

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de agosto, jueves Mateo 18, 21–19, 1 Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? (Mateo 18, 21) Toda persona tiene un problema con el perdón. Pero no todos tenemos el mismo problema. Algunos de nosotros somos incapaces de recibir el perdón. Somos muy conscientes de las formas en que hemos pecado y hemos hecho daño a otros. Nos encanta hacer enmiendas, pero nos da miedo no poder hacer nunca lo suficiente. Las palabras groseras no pueden borrarse. Las acciones destructivas son irrevocables. Seguimos culpándonos porque sentimos que no merecemos ser perdonados. Por otro lado, otros de nosotros somos incapaces de perdonar. Tenemos una fijación con las falencias y los errores de alguien más. Pensamos en esa persona una y otra vez, magnificándolos desproporcionadamente. Ninguna disculpa puede llegar a compensar del todo el dolor que esa persona nos ha provocado. Al igual que el sirviente en la parábola del Evangelio de hoy, queremos que el ofensor sea encerrado hasta que pague el último centavo. Por mientras, convenientemente olvidamos nuestros pecados, especialmente el pecado de la autojustificación.

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Desde luego hay una verdad parcial en ambas perspectivas. Ninguno de nosotros “merece” ser perdonado. Esa es la razón por la cual Dios nos ofrece una gracia gratuita e inmerecida. Y desde luego, ninguno de nosotros es capaz de perdonar plenamente como deberíamos hacerlo. Pero hay dos buenas noticias: Dios nos perdona incondicionalmente, y nos ofrece a todos una porción de su naturaleza misericordiosa. De manera que independientemente del lado en el que te encuentres, ¡date la vuelta! Aleja tu mirada de los errores, ya sean los tuyos o los de otra persona, y fija tus ojos en Jesús. Lo encontrarás a él sonriendo cálidamente. Aléjate del pecado y acepta el perdón de Dios. Aléjate del pecado de tu prójimo y ofrece misericordia. Ya sea que te sientas sin voluntad o indigno, el perdón es tuyo solo basta que lo pidas. Repite con el salmista este maravilloso estribillo hasta que comiences a creerlo: “Den gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno” (Salmo 107 (106), 1). “Padre de amor, te pido que me ayudes a aprovechar tu infinita misericordia.” ³³

Ezequiel 12, 1-12 Salmo 78 (77), 56-57. 58-59. 6162


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de agosto, viernes Mateo 19, 3-12 Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para unirse a su mujer. (Mateo 19, 5) En el Evangelio de hoy, Jesús habla sobre el misterio y la gracia del sacramento del matrimonio en el cual un hombre y una mujer “serán como una sola persona” (Mateo 19, 5). Es un don que Dios nos dio “desde un principio” (19, 8). Sin embargo, todos conocemos la tragedia y el dolor del divorcio, ya sea porque lo hemos visto en nuestra propia familia o entre algunos de nuestros amigos o quizá lo hemos experimentado nosotros mismos. Debido a los efectos del pecado en el mundo, las relaciones personales —incluyendo el matrimonio— a veces fracasan. Pero Dios nunca nos falla. Si has vivido un divorcio o si estás atravesando dificultades en tu matrimonio, el Señor desea que recuerdes lo mucho que él se preocupa por ti y tu situación. El Señor desea que experimentes su compasión, ánimo y por sobre todo, su amor sanador. Recuerda que él no espera que resuelvas por ti mismo cualquier sentimiento de fracaso que tengas. Dios camina junto a ti y anhela ayudarte a curar las heridas que producen las relaciones rotas o la traición o el abuso. El Señor desea liberarte de la preocupación de lo que otras personas

pueden pensar de ti. Dios está siempre a tu lado, él nunca te abandonará. Si no estás atravesando un divorcio o experimentando dificultades en tu matrimonio pero conoces a alguien que sí, trata de acercarte a esa persona. Como hermano o hermana en Cristo, puedes transmitir el amor y la misericordia de Jesús acompañando a esta persona en sus dificultades. Procura escuchar sin emitir juicios sobre el otro o su esposo o esposa. También puedes animar a esa persona a acudir a su párroco para buscar ayuda y consejo. Si ya se divorció, un sacerdote sabio y compasivo puede ser una fuente de sanación y guiarla si desea buscar la nulidad. Recemos por aquellos que sufren el dolor del divorcio o de una relación rota. Ellos son nuestros hermanos y hermanas en Cristo, y Dios los ama profundamente. Presentemos también a los matrimonios. Que el Señor esté a su lado y los sostenga frente a las dificultades de la vida. “Señor, te pido que ayudes a quienes están enfrentando dificultades en su matrimonio. Que puedan experimentar tu consuelo, presencia y sabiduría.” ³³

Ezequiel 16, 1-15. 60. 63 (Salmo) Isaías 12, 2-3. 4bcd-6

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de agosto, sábado Mateo 19, 13-15 Dejen a los niños… que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos. (Mateo 19, 14) A través de sus enseñanzas y milagros, Jesús había demostrado ser amoroso, bondadoso, poderoso y sabio. ¿Quién no quisiera estar en la presencia de alguien así? Por eso los niños se acercaron, sin imaginar que aquel rabino del que sus padres hablaban con tanto entusiasmo les dedicaría algo más que unos pocos minutos. Así que debe haber sido una gran alegría ser recibidos con tanta calidez por parte de Jesús que los bendijo. “Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí” (Mateo 19, 14). Con estas palabras, Jesús reprendió a sus bien intencionados discípulos. Ellos estaban tratando de proteger a Jesús, procuraban impedir que lo molestaran con “cosas pequeñas”. Pero a los ojos del Señor los niños no eran una molestia. Tampoco eran “pequeños” del todo. Para Jesús, ellos eran el modelo del reino de Dios para los adultos. Aquellos niños habían acudido a él con sencillez e inocencia, y él estaba feliz de recibirlos y bendecirlos. Las acciones de Jesús en este relato del Evangelio de hoy iban en contra de la filosofía que prevalecía en la época. En las culturas mediterráneas 48 | La Palabra Entre Nosotros

del primer siglo los niños a menudo eran considerados propiedad de sus padres. Pero este maestro valoró a los niños por quienes eran. Ellos encontraron en él a alguien que estaba dispuesto a recibirlos, escuchar sus preocupaciones y rezar con ellos de la misma forma en que lo hacía con los adultos. Nuevamente, Jesús demostró que iba en contra de la corriente cultural de su época. Una vez más, nos demuestra cómo debemos tratar a todos, grandes y pequeños por igual. Tú también tienes un gran valor y dignidad a los ojos de Jesús. Tú no eres “pequeño” ni poco importante. Tu presencia y peticiones jamás son una molestia para él. Así que no temas acercarte al Señor Jesús. Prepara tu lista de necesidades y deseos y simplemente siéntate a su lado. El Señor siempre estará feliz de recibirte, él siempre tiene tiempo para ti. Permítele que él reafirme tu dignidad y valor, aún, y especialmente, en esos tiempos en los que te cuesta verlos por ti mismo. “Amado Señor Jesús, te pido que me ayudes a verme de la forma en que tú me ves a mí: Como un hijo valioso al que vale la pena dedicarle tiempo y atención.” ³³

Ezequiel 18, 1-10. 13. 30-32 Salmo 51 (50), 12-13. 14-15. 18-19


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MEDITACIONES AGOSTO 14-20

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de agosto, domingo Lucas 12, 49-53 ¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? (Lucas 12, 51) ¿No anunció el profeta Isaías al “Príncipe de la paz” (Isaías 9, 5)? ¿No cantaron los ángeles “paz en la tierra” en la noche en que Jesús nació (Lucas 2, 14)? ¡Desde luego que él vino a traer paz a la tierra! Eso puede ser verdad, pero al mismo tiempo, el anciano Simeón profetizó que Jesús sería “una señal que muchos rechazarán” (Lucas 2, 34). Es más, toda la vida pública de Jesús parecía estar marcada por la división y la controversia. Los fariseos y los saduceos discutían por su causa. El sanedrín no podía llegar a un acuerdo, incluso uno de sus seguidores más cercanos lo traicionó. Entonces, ¿Jesús es una fuente de paz o de división? Jesús sabe que no todos aceptarán su mensaje y la paz que conlleva. También sabe que las divisiones surgirán a causa de esto. A gran escala, hemos visto esto en conflictos religiosos

alrededor del mundo. Y en una escala más íntima, lo vemos en muchas familias. Por un lado están aquellos que han aceptado a Jesús y las bendiciones de su salvación. Por otro, están aquellos que aún no aceptan la salvación y la esperanza que Jesús ofrece. A veces, las diferencias pueden ser tan fuertes como para provocar conflicto y separación. Las divisiones pueden ser inevitables, pero no tienen que ser permanentes. Y esto te concierne a ti. ¿Cómo vas a reaccionar cuando estas divisiones se manifiesten en tu casa? ¿Con compasión, oración y comprensión? ¿O a la defensiva, con discusiones y condena? Jesús es el Príncipe de la paz debido a que vino a traer paz a nuestro corazón dividido. Y mientras nuestro propio corazón se cura, aprendemos a amar como él ama y a perdonar como él perdona. Solamente el amor y la misericordia de Jesús pueden producir unidad. Tú puedes hacer la diferencia. Al permanecer cerca de Jesús, que es tu paz, puedes ser una fuerza de reconciliación. ¡Nunca subestimes el impacto que tú puedes tener en las demás personas! “Señor, hazme un instrumento de tu paz.” ³³

Jeremías 38, 4-6. 8-10 Salmo 40 (39), 2. 3. 4. 18 Hebreos 12, 1-4

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de agosto, lunes La Asunción de la Virgen María Lucas 1, 39-56 Dichosa tú, que has creído. (Lucas 1, 45) Cuando el ángel Gabriel le anunció a María que iba a tener un hijo, ella preguntó: “¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?” (Lucas 1, 34). Pero el ángel le aseguró que sucedería por la gracia del Espíritu Santo, y María le creyó. Esa es la razón por la cual, en el Evangelio de la fiesta de hoy de la Asunción, Isabel llama a María “dichosa”, porque había creído en las palabras del ángel (1, 45). El nacimiento virginal no es la única verdad de nuestra fe que desafía la explicación natural. También podemos preguntarnos cómo es posible que Jesús sea plenamente hombre y Dios, o cómo fue que, después de estar tres días en el sepulcro, resucitó de entre los muertos. Pero, mientras no conocemos el cómo, sí sabemos el porqué: Todo esto sucedió para que nuestro Dios que nos ama nos salvara de la muerte y el pecado. La asunción corporal de María al cielo es otra verdad que no puede ser explicada naturalmente. De nuevo, no sabemos cómo sucedió, pero sí sabemos la razón. Al responder afirmativamente a la invitación del ángel, María aceptó dar a luz al Salvador del mundo. Debido 50 | La Palabra Entre Nosotros

a este “sí”, ella desempeñó una función principal en nuestra salvación. Y Dios le concedió el gran honor de permitirle compartir plenamente el fruto de la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte aún ahora, antes de que él regrese en gloria. Nosotros también esperamos compartir un día la victoria de Cristo. En su Segunda Venida, lo corruptible se convertirá en incorruptible (1 Corintios 15, 54). Nuestro cuerpo volverá a la vida en la forma de un cuerpo espiritual, y veremos a la Virgen María en todo su esplendor y belleza. No sabemos cómo sucederá esto. Pero esa es la razón por la cual la fe es crucial. Como le dijo Isabel a María, dichosos los que creen. Nosotros somos verdaderamente bendecidos cuando decidimos creer que todas las promesas que Dios nos hace se cumplirán. Y cuando nos cuesta creer, solamente debemos acudir a la Virgen María, nuestra Madre. Ella siempre está dispuesta a interceder por nosotros y a guiarnos hacia los amorosos brazos de su hijo, Jesús. “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí.” ³³

Apocalipsis 11, 19; 12, 1-6. 10 Salmo 45 (44), 10bc. 11. 12ab. 16 1 Corintios 15, 20-27


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de agosto, martes Mateo 19, 23-30 Muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros. (Mateo 19, 30) En un cuento corto titulado “Revelación”, el reconocido autor Flannery O’ Connor describe a una mujer que se cree justa pues piensa que, a los ojos de Dios, es muy superior a las personas de las clases sociales distintas a la suya. Pero luego sucede un incidente perturbador que provoca que se pregunte si Dios realmente la ve en la forma en que ella se ve a sí misma. ¿Qué tal si ella no es mejor que esos despreciados? La posibilidad de que su propia percepción pueda estar equivocada es casi impensable para esta mujer, y profundamente desconcertante. Mientras cuestiona a Dios, de pronto tiene una visión de todas esas personas a las que ella desprecia entrando al cielo antes que ella. Sorprendida por lo que ve, se ve obligada a luchar por aquello que ella cree. ¡Ciertamente el orden de quién va primero y quién de último no es lo que ella esperaba! En el pasaje del Evangelio de hoy, está claro que Jesús desea que sus discípulos entiendan que las personas en su reino no serán juzgadas con los criterios del mundo. En este nuevo orden, la clase, la riqueza, la posición, el poder y la influencia no garantizan un lugar

privilegiado. No, Jesús está estableciendo todo un nuevo conjunto de criterios para la salvación, basado en el amor, el arrepentimiento y la humildad. Como cristianos, sabemos que esto es cierto. Pero debido a que somos pecadores que vivimos en un mundo pecador, siempre existe el peligro de que juzguemos a los demás con los estándares superficiales del mundo. Incluso podríamos comenzar a creer que somos de alguna manera superiores a otras personas. ¿Cómo podemos alinear nuestra forma de pensar con la manera en que Jesús ve a las personas? La respuesta se encuentra en pedir la gracia para ver a las personas a través de sus ojos. Con los ojos de la fe, vemos más allá de las simples apariencias, que a menudo nos distraen. Percibimos a las personas como son realmente —como lo hace Jesús— con caridad profunda y respeto por el diseño que Dios pensó para ellas. Y ese es el momento en que nos damos cuenta de que todos somos hijos de Dios y hermanos en Cristo. “Señor Jesús, te pido que nos permitas ver el reino de Dios a través de los ojos de la fe.” ³³

Ezequiel 28, 1-10 (Salmo) Deuteronomio 32, 26-28. 30. 35cd-36ab

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de agosto, miércoles Mateo 20, 1-16 Comenzaron a reclamarle al propietario. (Mateo 20, 11) Los trabajadores contratados primero estaban satisfechos con el salario que acordaron pagarles. Pero cuando vieron que otros trabajadores que habían laborado solamente una hora recibieron el mismo pago, su visión cambió. Ahora, su acuerdo original parecía injusto, estaban insatisfechos y no eran capaces de disfrutar del placer de un buen día de trabajo a cambio de una paga justa. La comparación se robó su alegría. Desde luego, nosotros hacemos comparaciones todo el tiempo. Por ejemplo, aprendemos a mejorar al observar alguien con más habilidades. Cambiamos nuestra estrategia después de ver el éxito de otra persona. Y eso puede ser bueno. Pero también existe una forma enfermiza de compararse. Cuando vemos a alguien y concluimos que es más atractivo físicamente o más inteligente o tiene más talentos que nosotros, los celos pueden surgir. Cuando observamos a alguien que parece más exitoso o más rico, dejamos de estar contentos con nuestra propia vida. En lugar de ver los dones que Dios nos ha dado y pensar cómo podemos desarrollarlos, nos centramos en obtener o lograr lo que alguien más tiene. Podemos sentirnos 52 | La Palabra Entre Nosotros

indignos. Al final, no nos estamos viendo como Dios nos ve, y eso nos roba la alegría. Esta es la razón por la cual la comparación es una herramienta muy eficaz del diablo. Mientras tengamos nuestra mirada puesta en lo que nos hace falta o en las formas en que creemos que no estamos a la altura, no seremos capaces de ver las cosas que Dios ha hecho por nosotros. Comenzaremos a reclamarle en lugar de darle gracias por las formas en que nos ha bendecido. Incluso podemos guardar resentimiento contra la persona que parece tener más de lo que nosotros tenemos. Incluso podríamos terminar cuestionándonos si Dios realmente nos ama. Por lo tanto, recuerda estar atento a la comparación enfermiza en tu vida. Si descubres que vas por ese camino, pídele al Señor que te ayude a darte la vuelta. Rompe con la espiral de descontento anotando las bendiciones que has recibido de parte de Dios. O toma un minuto para alabar a Dios por crearte y proveer para ti. Cambia el reclamo por la gratitud, y comenzarás a hallar alegría en todo lo que sí tienes. “Gracias, Señor, por todas las bendiciones que me das; te pido que me llenes con tu alegría.” ³³

Ezequiel 34, 1-11 Salmo 23 (22), 1-3. 4. 5. 6


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de agosto, jueves Mateo 22, 1-14 Muchos son los llamados y pocos los escogidos. (Mateo 22, 14) “¡No toques la estufa; te quemarás los dedos!” “No cruces la calle sin antes mirar a ambos lados.” Así como nuestros padres nos hicieron advertencias para mantenernos seguros, Jesús nos está haciendo una advertencia en el Evangelio de hoy. Nos advierte contra las tristes consecuencias que las personas enfrentarán si llegan a la puerta del cielo sin vestir este misterioso “traje de fiesta” del que habla en su parábola (Mateo 22, 11). ¿Cuál es este traje de fiesta? El libro del Apocalipsis nos ofrece una pista. Describe a los ciudadanos del cielo que llevan vestimentas que han sido blanqueadas “en la sangre del Cordero” (7, 14). Nos dice que aquellos que han sido bautizados en Cristo —la gran multitud que se ha sumergido en el mensaje del evangelio de la muerte y la resurrección de Jesús— conocerán el privilegio de unirse al Señor en su glorioso banquete final. Ahora, una cosa es recibir este traje de fiesta, y otra muy distinta es mantener ese traje limpio y puro durante nuestra vida. Cada día, Dios desea que nos revistamos con nuestro traje de fiesta —el santo carácter de Cristo— y permitamos que la gracia

que representa dé forma a la manera en que pensamos y actuamos. Es tentador consumirse en las demandas de la vida de este mundo —como lo estaban las personas de la parábola en el Evangelio de hoy— y de esa forma perdernos la magnífica fiesta que nos espera en el cielo. Esta es la razón por la cual Jesús nos ofrece una imagen de esa fiesta cada vez que celebramos la Misa. Ahí, reunidos como invitados a una boda real, nos nutrimos con las palabras de la Escritura, y recibimos el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Esta hermosa asamblea, junto con la gracia de la Confesión, nos ofrece todo lo que necesitamos para mantener nuestro traje limpio y sin mancha mientras esperamos la llamada al banquete final. Jesús nos dice: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos “ (Mateo 22, 14). Dios te está haciendo hoy una invitación. ¡Acepta su invitación! A todos los que mantengan limpios sus trajes de fiesta les espera una vida gloriosa junto a él en el cielo. “Gracias, Señor, por revestirme con tu gracia. Te pido que me ayudes a agradarte con mi vida para que así pueda yo llegarme a sentar a la mesa del banquete celestial.” ³³

Ezequiel 36, 23-28 Salmo 51 (50), 12-13. 14-15. 1819 Agosto / Septiembre 2022 | 53


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de agosto, viernes Mateo 22, 34-40 ¿Cuál es el mandamiento más grande de la ley? (Mateo 22, 36) Es fácil de comprender: No cometas adulterio; no mientas, engañes, robes, codicies ni mates. Se entiende fácil, pero ahora califícalo. ¿Es peor robar que ser codicioso? ¿Es mejor cometer adulterio que un asesinato? ¿Cuál pecado es menos ofensivo, y cuál es el más ofensivo? Nos gusta simplificar y hacer nuestro mejor esfuerzo por obedecer. Pero Dios tiene una forma distinta de ver las cosas: El Señor ve el corazón. El amor es más grande que lo que nosotros hacemos o dejamos de hacer. Lo que Jesús les dijo a los fariseos nos lo dice también a nosotros: Debemos amar a Dios y al prójimo. “En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas” (Mateo 22, 40). Amar —con un amor que brota de un corazón rebosante del amor de Dios— es el principal mandamiento que debemos “obedecer”. San Pedro les aconsejó a los cristianos en Asia Menor que se amaran unos a otros intensamente, ¡porque el amor perdona muchos pecados! (1 Pedro 4, 8). Sí, el pecado sucede. Pero el amor nos permite soportarlo todo, esperarlo todo y sufrirlo todo (1 Corintios 13, 7). ¡Reúne todas las demás virtudes 54 | La Palabra Entre Nosotros

en perfecta unidad y va mucho más allá (Colosenses 3, 13-14)! En la Última Cena, Jesús le dijo a los discípulos: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos” (Juan 14, 15). Esta afirmación no tenía la intención de obligarnos a la obediencia. ¡Es una promesa! Si ustedes me aman entones me obedecerán. ¡Así actúa el poder de Dios en nosotros! Es lo suficientemente fuerte para influenciar nuestros pensamientos y acciones por sobre nuestras pasiones y deseos humanos. Su efecto en nuestra vida es masivo, tanto que el pecado disminuye y los actos de servicio y de compasión aumentan. Permitir que el amor de Dios te llene e influencie es una manera más sencilla de obedecer que confiar solamente en la determinación humana. Pídele al Espíritu Santo que derrame su amor en tu corazón. No seas tímido; ¡a él le encanta hacer esto! Permite que su amor supere el miedo, la lujuria, los celos y el egoísmo para que puedas experimentar su fortaleza y consuelo. “Espíritu Santo, te pido que hoy me llenes con el amor del Padre. Derrámalo en mi corazón, para que yo pueda experimentar la alegría y libertad de la obediencia.” ³³

Ezequiel 37, 1-14 Salmo 107 (106), 2-3. 4-5. 6-7. 8-9


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de agosto, sábado Mateo 23, 1-12 Hagan, pues, todo lo que les digan pero no imiten sus obras. (Mateo 23, 3) En algunas ocasiones, Jesús discutió con algunos escribas y fariseos. Sin embargo, en el Evangelio de hoy, el Señor Jesús exhortó a sus seguidores a obedecer a los escribas y fariseos. ¿Sorprendidos? Bueno, tal vez no deberíamos estarlo. Hay una ilustración que puede resultar de mucha ayuda en el Comentario incompleto sobre el Evangelio de San Mateo, una obra antigua anónima que era muy apreciada por Santo Tomás de Aquino. Y esta es la cita: Recuerda que aún la tierra árida puede producir oro precioso. ¿Se rechaza el oro a causa de la tierra árida? ¡Desde luego que no! Pero así como se extrae el oro y el suelo queda atrás, tú debes aceptar sus enseñanzas y dejar atrás sus prácticas. Jesús vio que los jefes espirituales de Israel estaban enseñando la Torá, el “oro precioso”, con una devoción admirable. Jesús sabía que muchos de ellos no estaban practicando lo que predicaban, pero eso no negaba su mensaje. El Señor vio a través de sus hipocresías para ver el “oro” de su

amor genuino por las leyes de Dios. Todos tenemos desacuerdos con otras personas sobre temas que son importantes para nosotros. Al calor del momento, podemos vernos tentados a anular a la otra persona por completo, a deshacernos de aquel libro escrito por un autor controversial o a ver a nuestro prójimo solamente a través del lente de nuestro desacuerdo. Pero si procuramos escuchar con una mente abierta y un corazón generoso, descubriremos que a menudo, la otra persona tiene algo que decir que vale la pena oír. Esto no significa que debemos estar de acuerdo en todo lo que dice o hace. Pero si le pedimos ayuda al Espíritu Santo y mantenemos nuestros ojos abiertos, podemos encontrar “pepitas de oro” que son verdaderas, buenas y hermosas alrededor de nosotros. Intenta esto la próxima vez que tengas un desacuerdo con otra persona: Pide la gracia para ver a la otra persona de la misma forma en que la ve el Señor. Permite que esta gracia ablande tu corazón y te sea más sencillo ver el “oro” que esa persona puede ofrecerte. “Señor, dame la gracia de ver a los demás con un corazón generoso, te lo ruego.” ³³

Ezequiel 43, 1-7 Salmo 85 (84), 9ab. 10. 11-12. 13-14 Agosto / Septiembre 2022 | 55


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MEDITACIONES AGOSTO 21-27

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de agosto, domingo Lucas 13, 22-30 Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur. (Lucas 13, 29) Si asistes a una iglesia en otro país puedes encontrar un idioma distinto o un estilo de liturgia diferente. Y las personas en las bancas pueden verse un poco diferentes a tus hermanos en tu parroquia. ¡Esa es parte de la belleza de la Iglesia! En el Evangelio de hoy, cuando le preguntan a Jesús que si solo unos pocos se salvarán, Jesús es rápido en ampliar la perspectiva de la gente. La mesa del banquete celestial es muy grande, dice. Sí, la puerta es angosta y es necesario esforzarse para entrar por ella. Pero eso no significa que el cielo estará vacío. La historia nos dice que muchas personas han estado dispuestas a pasar por la puerta angosta. ¿El resultado? Todos los grandes santos y héroes de la fe estarán sentados a la mesa con una multitud: Hombres, mujeres y niños de toda raza y nación, de todo contexto cultural y económico.

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La clave es pasar por la puerta angosta. Esa es la acción de fe que nos une. De qué lugar vengas o quién seas no será importante, si has entrado por la puerta angosta —por medio de la fe y el Bautismo— tienes un lugar reservado para ti en la mesa del banquete del Señor. Ahora, así como tú eres parte del pueblo de Dios, también lo son aquellos que pertenecen a tu comunidad, todos los que sirven hombro a hombro contigo en tu parroquia. Pero también lo son las personas que hablan un idioma distinto o son de una cultura o realidad económica distinta. Esto también incluye a personas que se encuentran en la cárcel o en refugios para indigentes. Al igual que el vecino que resulta molesto que vive al final de la calle y cuya fe solo Dios conoce. A los ojos de Dios, todos por igual merecen su amor. Porque a pesar de las diferencias que veamos, Dios quiere que todos entren en su reino. Así que abramos espacio a nuestro lado en la mesa del banquete del Señor. “Señor, te pido que me ayudes a recibir como hermano a todo el que se acerque a ti con fe.” ³³

Isaías 66, 18-21 Salmo 117 (116), 1. 2 Hebreos 12, 5-7. 11-13


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de agosto, lunes 2 Tesalonicenses 1, 1-5. 11-12 Nos mostramos orgullosos de ustedes ante las comunidades cristianas de Dios. (2 Tesalonicenses 1, 4). Las palabras pueden provocar un daño terrible y duradero. Un estudiante de secundaria amenaza con usar la violencia porque ha sido atacado con comentarios groseros que se han publicado en su contra en Internet. La reputación de un político se arruina más debido a las cosas duras que se dicen de él que a nada de lo que él haya hecho. Un sacerdote se ve expuesto al ridículo público debido a que realizó una afirmación controversial respecto a un asunto moral. Como lo señala Santiago, a veces la lengua verdaderamente es “un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal” (Santiago 3, 8). Pero contrasta esas palabras dolorosas con las que encontramos en el saludo de San Pablo a los Tesalonicenses. Esta era una comunidad de fuertes creyentes que estaban atravesando pruebas y persecución. Pablo les habla sobre la gracia y la paz de Jesús. Él hace un recuento de todas las cosas buenas que les están sucediendo: Cómo están creciendo en fe y caridad. Les aplaude su capacidad de soportar en medio del sufrimiento. Sí, Pablo a veces puede ser severo, pero aquí vemos a un apóstol

amable animando a la iglesia y dándole palabras de esperanza. ¿Cuál es nuestra actitud hacia la iglesia? ¿Con nuestros hermanos cristianos? ¿Con aquellos que no creen en Cristo? Estamos sujetos a la tentación de juzgar y criticar cuando nos encontramos con alguien con quien no estamos de acuerdo. Pero si hemos experimentado el amor de Cristo y la esperanza de la resurrección, sabemos que es nuestra obligación hablar con palabras de esperanza y amor, no de condena ni rivalidad. Con la actitud correcta de amor y bondad, podemos crear una atmósfera en la cual se hable con la verdad de manera gentil, amable y respetuosa. Hoy, piensa en alguien a quien puedes animar, alguien que puede pensar diferente a ti o alguien que está atravesando un tiempo difícil. Cuando ves a esa persona, pídele al Espíritu Santo que te dé palabras de consuelo y solidaridad. No solo tus palabras ayudarán a esa persona, ¡conmoverán también tu corazón! “Señor, te ruego que permitas que mi boca lleve consuelo, ánimo e inspiración a las personas que me rodean. Que mi corazón esté lleno de misericordia y compasión.” ³³

Salmo 96 (95), 1-2a. 2b-3. 4-5 Mateo 23, 13-22

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de agosto, martes Mateo 23, 23-26 Limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera. (Mateo 23, 26) ¿Alguna vez has escuchado a alguien ser reprendido por alguna ofensa que cometió y te diste cuenta de que tú también eras culpable de lo mismo? La reprensión de Jesús que encontramos en el Evangelio de hoy, iba dirigida a los escribas y fariseos que se le oponían, pero también llevaba la intención de ser escuchada por todos: La multitud, los discípulos y nosotros. Todos necesitamos una limpieza profunda y no simplemente una superficial. Eso es particularmente cierto hoy en la era de la comunicación electrónica y la realidad virtual de las redes sociales. Es tentador presentar una imagen perfecta de nosotros mismos al mundo y nunca atender los problemas ocultos y más profundos que verdaderamente requieren de nuestra atención. Las palabras de Jesús son una súplica ferviente para atender esos asuntos más profundos y liberar nuestra vida de cualquier cosa que la esté echando a perder. Pero, ¿cómo hacemos eso? Para saber cómo limpiar bien algo, tienes que saber cuál es la clase de “suciedad” que estás tratando de remover. Así que pídele al Espíritu que te señale un área de tentación o pecado. Quizá es solo algo que Jesús menciona en este 58 | La Palabra Entre Nosotros

Evangelio: Celos o codicia, hipocresía o autosatisfacción. No te preocupes porque Jesús te condene. Su mayor deseo es que tú seas liberado de cualquier cosa que te separe de él o que te impida cumplir con el llamado que tiene para ti. Una vez que sepas lo que tienes que limpiar, hazlo. Quizá signifique pedirle perdón a alguien o perdonar sin juzgar. Quizá el Espíritu te impulse a ir a confesarte, para que recibas consejo sabio de un sacerdote y la absolución. Limpiar puede ser desordenado, pero no permitas que eso te desanime, vale la pena. Si comienzas a limpiar la codicia, los celos o el orgullo que se encuentran en tu corazón, te compararás menos con otras personas. Si puedes perdonar una herida del pasado, te sentirás menos atado por la ira, el resentimiento o el temor. Lo que sí tendrás es paz y alegría. Y recuerda, tú no tienes que hacer esto solo. El Señor desea purificarte y él te dará la gracia y la valentía para hacerlo. “Espíritu Santo, te pido que tu luz brille hoy sobre mi “vaso”, y que me muestres dónde y cómo empezar a limpiar.” ³³

2 Tesalonicenses 2, 1-3. 14-17 Salmo 96 (95), 10. 11-12a. 12b-13


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de agosto, miércoles San Bartolomé Juan 1, 45-51 Verán el cielo abierto. (Juan 1, 51) Bajo una higuera, ahí era donde estaba Natanael (Bartolomé) cuando Jesús lo vio (Juan 1, 48). ¿Qué hacía ahí? ¿Estaría almorzando? ¿Pensando en su lista de pendientes? ¿Soñando despierto? Algunos han especulado que debido a que era una tradición estudiar las Escrituras bajo una higuera, Natanael podría haber estado meditando en las promesas de Dios. Durante siglos, las promesas de Dios que se encuentran en la Sagrada Escritura alimentaron a Israel con visiones llenas de esperanza. Una novia radiante, una ciudad y un templo brillando con la gloria del Señor, las imágenes señalaban hacia un futuro de paz cuando Dios viviría en medio de su pueblo. Natanael debe haber sacado fuerzas de su reflexión en la vida que estaba por venir, aun cuando sentía el peso de la ocupación romana. Tal vez esto le dio ojos para reconocer a Jesús como el “Hijo de Dios” y el “rey de Israel” que pondría todas las cosas en orden (Juan 1, 49). Y, en esencia, Jesús respondió: Sigue observando, ¡aún no has visto nada! Eso es lo que Jesús nos dice a nosotros también. Al igual que Natanael, tenemos imágenes maravillosas de la vida que está por venir. E incluso sabemos que esa vida ya comenzó.

Bautizados en Cristo, todos nos hemos convertido en hijos de Dios y ciudadanos del cielo. Ahora, como decía Santa Catalina de Siena: “Todo el camino al cielo ya es el cielo.” Así como Natanael se sentó bajo una higuera a contemplar las promesas de Dios, tú puedes apartar un tiempo para la contemplación silenciosa y esperanzadora. Puedes tratar de imaginar cómo será el cielo. O puedes imaginar a Jesús rodeado de ángeles y santos. Incluso puedes pensar en todos tus seres queridos que se han ido antes que tú e imaginarlos junto a Jesús, rezando por ti, dándote ánimo y alegrándose cada vez que actúas en fe. Así que ve y siéntate bajo tu higuera hoy, cualquiera que sea: Una mecedora, tu rincón de oración, la capilla de adoración. Si no tienes una, encuentra un lugar donde te resulte más fácil rezar. Presenta tu corazón ante el Señor y permite que sus promesas llenen tu mente. Luego escucha a Jesús decirte: “¡Aún no has visto nada!” “Amado Señor Jesús, tú nos has abierto el cielo de par en par. ¡Te pido que me permitas ver tu gloria, ser fiel a tu evangelio y esperar con gozo el cumplimiento de tus promesas!” ³³

Apocalipsis 21, 9-14 Salmo 145 (144), 10-11. 12-13. 17-18

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de agosto, jueves Mateo 24, 42-51 Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. (Mateo 24, 42) Una popular calcomanía para colocar en los parachoques de los vehículos dice: “Jesús viene, aparenta estar ocupado.” En otras palabras, deberíamos dar la apariencia de que estamos activos para no meternos en problemas. Podrías pensar que Jesús está diciendo algo parecido cuando nos dice, en el Evangelio de hoy, que nos mantengamos despiertos y estemos preparados. Pero nada podría estar más lejos de la verdad. La actitud de aparentar estar ocupados viene del temor o la sospecha de que Jesús está intentado hacernos tropezar. Asume que él está buscando tomarnos con la guardia baja para poder castigarnos. Y entonces medimos lo preparados que estamos para su venida según el número de cosas que estamos haciendo por él. Cuando pensamos de esa manera, nos estamos perdiendo el importante detalle de que Jesús no es un juez severo que intenta atraparnos. El Señor nos ama y quiere estar con nosotros. Se hizo uno de nosotros, murió por nosotros, perdonó nuestros pecados y envió a su Espíritu, todo para que sea posible para nosotros disfrutar de la vida eterna junto a él. Por lo tanto, ¿por qué estaría 60 | La Palabra Entre Nosotros

intentando encontrar una excusa para condenarnos? Es más, ¿por qué no queríamos pasar cada minuto de nuestra vida en una gozosa anticipación de su regreso glorioso? Desde luego, eso afectará la forma en que nos comportamos, pero no porque nos arriesguemos a ser condenados. No, afecta nuestro comportamiento porque queremos estar preparados para recibir con alegría al Señor Jesús cuando venga de nuevo. Esa es la razón por la cual dedicamos tiempo a la oración y a leer su palabra. Es la razón por la cual buscamos maneras de compartir su amor con las personas que nos rodean, ya sea realizando actos de servicio o esforzándonos por ser tan misericordiosos como él es. Es cierto que no sabes cuándo vendrá el Señor. Pero puedes esperarlo con una anticipación gozosa. No tienes que aparentar estar ocupado, solamente necesitas estar atento al amor de Dios que se derrama en tu vida así como a las oportunidades de compartir ese amor con las personas que te rodean. “Señor Jesús, ¡no puedo esperar a que regreses! Te pido que despiertes mi corazón para dedicarme a servirte ahora y así estar alegremente preparado para tu regreso.” ³³

1 Corintios 1, 1-9 Salmo 145 (144), 2-3. 4-5. 6-7


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de agosto, viernes Mateo 25, 1-13 Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora. (Mateo 25, 13) ¿Por qué las cinco vírgenes “previsoras” del Evangelio de hoy se negaron a compartir su aceite con las otras vírgenes? ¿No se supone que debían ser generosas? Es válido hacerse estas preguntas, pero observa la posición en que ellas se encontraban. Habían sido llamadas a asistir a una boda en la cual su trabajo era dar la bienvenida al novio cuando este llegara por la novia. Si sus lámparas no estaban encendidas no podrían verlo, ¡mucho menos recibirlo apropiadamente! ¿Por qué, entonces, compartirían de su aceite y fracasarían en hacer lo que debían? Con frecuencia, en la Biblia, el aceite representa al Espíritu Santo, el “aceite de alegría” que enciende la “lámpara”, la luz de la palabra de Dios (Isaías 61, 3; Salmo 119, 105). Y el Espíritu Santo no es algo que simplemente podemos regalar como si fuera una linterna. El Espíritu ni siquiera es “algo”; ¡es “alguien”! Ciertamente podemos ayudar a que otros conozcan a Dios —así como estas mujeres le mostraron a sus amigas dónde podían comprar su propio aceite— pero no podemos pensar que podemos hacer lo que solo Dios puede hacer en el corazón de una persona.

Esta parábola no es sobre ser egoístas sino sobre estar vigilantes. Jesús nos está advirtiendo que la salvación no es automática: Si no nos aferramos a la luz de su gracia, podemos perderla. Si no somos cuidadosos, nuestro corazón puede oscurecerse tanto con el pecado que dejaremos de buscar la misericordia de Dios. En ese estado, no lo reconoceremos cuando se acerque a nosotros, en cierto sentido, ¡él tampoco nos “conocerá”! ¿Cómo puedes mantener viva tu fe? La clave es la persistencia. No nos hacemos santos de una sola vez sino poco a poco. Tu oración puede consistir en solo leer un pasaje de la Escritura todos los días y sentarte en silencio por diez minutos. Puedes asistir a la Misa diaria o solo a la del domingo. Sea lo que sea que estás haciendo ahora para buscar a Dios, sigue haciéndolo y procura aumentarlo poco a poco. Una llama que arde constantemente es menos propensa a apagarse que una que parpadea. Con el fuego del Espíritu ardiendo en tu corazón, ¡no tienes nada que temer! “Señor Jesús, ayúdame, te lo ruego, a abandonar todo aquello que apague mi devoción por ti. Que yo nunca deje de buscar tu gracia.” ³³

1 Corintios 1, 17-25 Salmo 33 (32), 1-2. 4-5. 10ab. 11

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de agosto, sábado Mateo 25, 14-30 Has sido fiel en cosas de poco valor. (Mateo 25, 21) Más es mejor, o eso dicen. Queremos autos más grandes, casas grandes, mucho dinero. Queremos vernos importantes para ser grandiosos. Aspiramos a ser el siervo que recibe los diez talentos, o al menos los cinco. Queremos obtener un gran rendimiento de nuestras inversiones y ganarnos los elogios de las personas, así como le sucedió a los productivos siervos que recibieron elogios de parte del rey. La parábola parece decir que los grandes resultados agradan a Dios. Pero, ¿eso era realmente lo que Dios estaba diciendo? San Mateo colocó este relato en medio de dos parábolas sobre estar preparados para la Segunda Venida de Jesús. La primera elogia a las vírgenes previsoras, que estaban preparadas, con sus lámparas llenas de aceite, cuando llegó el novio (Mateo 25, 10). La segunda compara a las ovejas y las cabras, que son juzgadas según hayan cuidado o no a los “más humildes” (25, 45). Y en medio de estas dos se encuentra la parábola del rey que elogia a sus siervos laboriosos: “Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor” (25, 21. 23). Las vírgenes previsoras no hicieron nada particularmente impresionante. 62 | La Palabra Entre Nosotros

Simplemente tenían consigo sus frascos de aceite. Las “ovejas” parecían sorprendidas de saber que sus obras de misericordia eran tan importantes. Y a pesar de que las ganancias de los siervos lo complacían, el rey hubiera estado contento con solo los intereses del banco. En los tres casos, el asunto no estaba relacionado con la tarea; el rey estaba más interesado en la fidelidad. La fidelidad en las cosas de poco valor —insignificantes, incluso escondidas— le agradaba. Y esto agrada también a Jesús. Quizá no todos podemos hacer cosas grandes para Dios, pero sí podemos hacer cosas pequeñas. Dios ve incluso el más pequeño de los esfuerzos, y valora nuestra fidelidad en hacerlas. Ve las plegarias que le ofreces cuando nadie está mirando. Los platos que lavas por centésima vez. Tu viaje matutino al trabajo para proveer para tu familia. Tu llamada telefónica a tus padres ancianos. Jesús te hace esta promesa: “Has sido fiel en cosas de poco valor… entra a tomar parte en la alegría de tu señor” (Mateo 25, 23). “Señor Jesús, te pido que hoy me ayudes a ser fiel en las cosas pequeñas.” ³³

1 Corintios 1, 26-31 Salmo 33 (32) 12-13. 18-19. 20-21


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MEDITACIONES AGOSTO 28-31

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de agosto, domingo Lucas 14, 1. 7-14 Cuando des una comida… (Lucas 14, 13) En el Evangelio de hoy pareciera que Jesús le estaba dando lecciones de etiqueta a sus anfitriones. Les dice a quién deben invitar y a quién no a sus fiestas. También los aconseja sobre cómo elegir el asiento en la mesa. ¡Incluso les demuestra cómo evitar la vergüenza de que el anfitrión les pida que se sienten en un lugar de menos honor! Pero Jesús estaba haciendo algo mucho más importante que enseñarles buenos modales. Estaba desafiando a sus oyentes —y a nosotros— a ir más allá de los círculos seguros que creamos para protegernos. Todos conocemos el tipo de reuniones que Jesús describe en este pasaje: Fiestas llenas de “amigos… hermanos… parientes… vecinos ricos” (Lucas 14, 12). Son cómodas y crean un círculo cerrado. Ahí no caben las personas que son diferentes a nosotros, especialmente “los pobres” o cualquier persona que nos haga sentir incómodos (14, 13). Desde luego no hay nada de malo

con las comidas familiares o las reuniones de vecinos. A Jesús le encanta vernos reunidos y disfrutar de la compañía de los demás. Incluso prometió estar con nosotros cuando dos o más se reúnan en su nombre (Mateo 18, 20). El problema surge cuando esta es la única clase de interacción que tenemos. El Señor no desea vernos atrapados en el mismo círculo cerrado que rodeó a los personajes del Evangelio de hoy. Jesús no espera que tú abras tus puertas y ofrezcas una comida para cualquier persona que pase. Pero te está pidiendo que extiendas tu mano un poco más hacia los “pobres” que te rodean. Puede ser una familia de tu parroquia que está teniendo dificultades a causa del desempleo. Podría ser un vecino rico quien, ahora que está retirado, vive solo y su familia nunca lo visita. Ni siquiera tienes que compartir una comida. Todo lo que Jesús te está pidiendo es que tengas la disposición de dar sin esperar nada a cambio. Eso es lo que él hace por ti. “Señor, te pido que me ayudes a salir de mi zona de comodidad para ayudar a los que se sienten solos o tienen alguna necesidad.” ³³

Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29 Salmo 68 (67), 4-5ac. 6-7ab. 10-11 Hebreos 12, 18-19. 22-24

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de agosto, lunes

Martirio de San Juan Bautista Marcos 6, 17-29

[A Herodes] le gustaba escucharlo. (Marcos 6, 20) Trata de imaginar a Herodes escuchando a Juan el Bautista. Juan no tuvo reparos en criticar el matrimonio ilícito de Herodes con la esposa de su hermano y quien pudo haberlo matado en cuanto lo hizo prisionero. Pero Juan tenía algo que atraía al rey y al mismo tiempo le provocaba temor. Simplemente Herodes no era capaz de ejecutar a aquel hombre. ¿Qué era lo que conmovía tanto al rey Herodes? Seguramente era la acción del Espíritu Santo a través de Juan. El Espíritu usaba la pasión de Juan por la santidad y su valentía moral para hablar a los que estaban buscando la verdad y la bondad que conmovió profundamente el alma de Herodes. A través de Juan, él le mostró al rey Herodes que no era demasiado tarde para cambiar. Por eso el rey seguía posponiendo la ejecución creyendo que podría encontrar la valentía para arrepentirse y cambiar verdaderamente. Quizá tú no te pones en la misma categoría que Juan el Bautista, pero en cierto sentido eres como él. El Espíritu Santo habita en ti y te invita a acercarte a las personas con el amor y la misericordia de Dios. Tal vez, al igual que Juan, tienes una pasión por la santidad 64 | La Palabra Entre Nosotros

que atrae su atención. O quizá tu sentido de paz le ayuda a otras personas a mantenerse calmados en medio de una crisis. O tu alegría se desborda y anima el espíritu de tus seres queridos. ¿Deseas cultivar estos dones espirituales? Entonces alimenta tu relación con el Señor. Cuanto más tiempo pases con él, más experimentarás su amor y misericordia en tu propia vida. Y eso te hará más atractivo. Habrá algo diferente en ti, algo que te aparta e impacta la vida de los que te rodean. Una palabra de advertencia: No te desanimes si tienes dificultades para ver el impacto que estás causando en otras personas. Recuerda, Herodes nunca encontró la valentía para reaccionar a las palabras de Juan. Pero el hecho de que fuera necesario que su esposa lo engañara demuestra que estaba comenzando a cambiar. De la misma forma, tú puedes confiar en que el Espíritu Santo usará el ejemplo de tu fe para que causes un impacto en el mundo que te rodea. “Señor Jesús, te pido que me llenes de tu Espíritu Santo, para que yo pueda acercarme a otras personas y compartirles tu amor.” ³³

1 Corintios 2, 1-5 Salmo 119 (118), 97. 98. 99. 100. 101. 102


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de agosto, martes 1 Corintios 2, 10-16 Nosotros… hablamos… con palabras aprendidas… del Espíritu (1 Corintos 2, 13) San Pablo era un hombre bien educado. Nació en la ciudad cosmopolita de Tarso, Turquía, y estuvo expuesto a la filosofía griega desde temprana edad. Luego, “bajo la dirección de Gamaliel” —uno de los más famosos rabinos de la época— fue educado “muy de acuerdo con la ley de nuestros antepasados. Siempre he procurado servir a Dios con todo mi corazón” (Hechos 22, 3). A Pablo lo conocemos primero como perseguidor de los cristianos. Pero después de que Jesús se le apareció en el camino a Damasco, las palabras de los profetas que él había estudiado adquirieron un nuevo significado. Comprendió que Jesús era el cumplimiento de todo lo que ellos habían escrito. Pablo no solo entendió el significado de la muerte y resurrección de Jesús, sino que a través de sus cartas interpretó estos eventos de una forma que se ha convertido en el fundamento teológico de nuestra fe. Esto es asombroso. A pesar de que San Pablo era obviamente brillante, no podemos atribuir sus escritos magistrales únicamente a su intelecto humano y al conocimiento de su fe. Él realmente transmitió palabras que

le fueron enseñadas por el Espíritu Santo (1 Corintios 2, 13). Vivimos en una época en que el aprendizaje humano es valorado más que nunca, y por una buena razón. Dios nos dio nuestra razón e intelecto, y desea que los utilicemos. Pero también quiere edificar nuestra sabiduría humana con su propia sabiduría y revelación, y lo hace a través del Espíritu Santo. ¿Cómo sucede esto? Cuando estés tratando de entender un pasaje de la Escritura, podrías querer consultar un comentario bíblico. Pero también podrías rezar para tener una perspectiva más profunda sobre lo que el autor quería decir. ¿Qué sucede si estás tratando de explicar una difícil enseñanza de la Iglesia a otra persona? Aprende todo lo que puedas, pero también pídele al Espíritu Santo que te dé las palabras que debes decir a la otra persona. Dios no se reserva su sabiduría solo para sus santos y apóstoles. El Señor desea que todos nosotros se la pidamos, ¡y creamos que él nos la concederá! “Espíritu Santo, te pido que me concedas la gracia de transmitir la buena noticia de tu evangelio a aquellos que no te conocen.” ³³

Salmo 145 (144), 8-9. 10-11. 1213ab. 13cd-14 Lucas 4, 31-37

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de agosto, miércoles 1 Corintios 3, 1-9 Les di leche y no alimento sólido. (1 Corintios 3, 2) A nadie le gusta ser acusado de ser inmaduro. Así como a un niño de doce años no desea ser más bajo que sus amigos, nosotros los cristianos no queremos que nos falte la madurez espiritual. Pero este no es el único problema que San Pablo le señaló a los corintios en la lectura de hoy. Pablo vio que a los creyentes corintios “sus pasiones los siguen dominando” debido a los celos y la rivalidad que existía entre ellos. Estaban comenzando a separarse en grupos y divisiones, siguiendo a diferentes líderes en la Iglesia. ¡Lo último que Pablo deseaba ver eran personas discutiendo sobre quién estaba siguiendo al mejor pastor! Parecía que a pesar de que los corintios habían experimentado el amor de Dios con mucho poder, no estaban convirtiendo sus experiencias en acciones. Estar llenos de la misericordia de Dios debería haberlos motivado a ser más misericordiosos y abiertos a otras personas. Esto debió haberlos unido, no dividido, pero no fue así. Seguían atascados en sus antiguas formas de pensar y actuar. ¿Cómo podemos evitar el dilema de los corintios y pasar de la leche a los alimentos sólidos? ¿Cómo podemos 66 | La Palabra Entre Nosotros

vencer las divisiones y los juicios que nos siguen manteniendo presos de nuestras “pasiones”? Encontrando formas prácticas de vivir según el amor de Dios que hemos experimentado. Si hay alguien en tu vida que siempre parece fastidiarte, reacciona con amor. Reza por esa persona todos los días, pidiéndole a Dios que la bendiga. Persevera en la oración, y descubrirás que tu corazón está cambiando, ¡aún si esa persona nunca cambia! O si a menudo te ves envuelto en conversaciones que conducen a discusiones y división, procura ser un agente de unidad. Busca formas de cambiar de tema, habla de algo positivo o alentador. Pronuncia palabras de aceptación y paciencia, palabras que animen a las personas en lugar de desalentarlas. Solo un pequeño cambio en la conversación puede abrir la puerta a que el Espíritu actúe y que el amor prevalezca. Realmente podemos “crecer” en Cristo. Si aprendemos a permitir que la gracia y la misericordia de Dios fluyan en nuestro corazón, eso puede tener un efecto poderoso en la forma en que tratamos a los demás. “Ven, Espíritu Santo, y trae unidad dentro del pueblo que has llamado en tu nombre.” ³³

Salmo 33 (32), 12-13. 14-15. 20-21 Lucas 4, 38-44


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de septiembre, jueves Lucas 5, 1-11 Dejándolo todo lo siguieron. (Lucas 5, 11) ¿Alguna vez has sentido que hay obstáculos que te dificultan aceptar la llamada que Jesús te hace a seguirlo? Si es así, en este momento el Señor tiene estas palabras de aliento para ti: “Lo que sea que piensas que te impide seguirme, lo que sea que te oprime o te molesta, solo preséntalo ante mí. Confía en mí; ¡yo puedo ocuparme de ello! Lo más importante es que sepas cuánto te amo y cuánto deseo estar tiempo contigo todos los días. Así que si crees que algo es un obstáculo, ¡entrégamelo!” Tú podrías decirle: “¿Incluso mi trabajo, Señor? Es tan demandante. Trabajo muchas horas al día y regreso a casa muy cansando y con mucha tensión. Aprecio tu invitación y quiero venir a tu presencia, pero simplemente estoy muy abrumado.” Entonces, el Señor te diría: “Entrégame tu trabajo y yo te ayudaré a realizarlo. Me gusta mucho que seas un trabajador tan esforzado y dedicado para proveer para tu familia. Tú no tienes que pelear solo esta batalla. Yo estoy aquí contigo. Solo intenta esforzarte todo lo que puedas para permanecer cerca de mí durante tu día de trabajo.” Podrías responderle: “Pero Señor, también tengo una situación financiera difícil que pesa tanto sobre mis

hombros. Me he endeudado mucho y no estoy logrando encontrar una salida a este problema. Estoy avergonzado conmigo mismo, contigo y con mi familia debido a esta situación. Simplemente no puedo imaginar lo disgustado que debes estar conmigo.” Jesús: “Solo entrégame ese problema. Permíteme ayudarte en esta compleja situación financiera que estás enfrentando. Con seguridad las cosas deben ser difíciles ahora, quizá tomaste algunas malas decisiones. Pero, no te desanimes, recuerda que yo te sigo amando y quiero ayudarte.” Nuevamente le respondes: “Señor Jesús, quiero seguirte, pero sigo cometiendo ese pecado del cual no puedo librarme. ¿Cómo puedo seguirte con esta piedra atada a mi cuello?” Así que Jesús te dice: “Solamente presenta tu pecado delante de mí, déjalo al pie de la cruz y trabajaremos juntos. Permite que mi Espíritu Santo te enseñe a ser libre. Quizá la solución no sea sencilla ni inmediata pero yo puedo ayudarte.” “Señor, ¡quiero seguirte! Confiaré en tus promesas para mí. Creeré que tú puedes ayudarme a superar mis cargas y obstáculos.” ³³

1 Corintios 3, 18-23 Salmo 24 (23), 1-2. 3-4ab. 5-6

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de septiembre, viernes 1 Corintios 4, 1-5 Él… pondrá al descubierto las intenciones del corazón y dará a cada uno la alabanza que merezca. (1 Corintios 4, 5) Quizá nos imaginamos a Dios con el ceño fruncido como si estuviera esperando la oportunidad para cobrarnos nuestras transgresiones. Pero la primera lectura de hoy nos muestra una imagen muy distinta. Dios Padre sí está esperando una oportunidad pero para dar alabanza a cada uno de sus hijos, sin importar cuántos errores hayamos cometido, ni lo imperfectos que nos sintamos. ¿Sabías que tu Padre celestial está buscando hasta el más mínimo rasgo de bondad dentro de ti para poder prodigarte alabanzas? Cada vez que procuras conocerlo mejor, él sonríe alegremente. Cada vez que tu corazón se ha conmovido con un soplo de compasión por otro de sus hijos, él ha reconocido su amor actuando en tu corazón y ha procurado aumentarlo. Cada vez que has realizado el más pequeño esfuerzo por ser disciplinado, él ha bendecido tu sacrificio. Esta verdad sobre la forma en que el Padre nos ve puede enseñarnos a tratarnos unos a otros, puede enseñarnos a buscar la chispa de bondad que Dios ha puesto en el corazón de cada persona. Los maestros de estudiantes

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con comportamientos difíciles se han enfocado en lo positivo en lugar de lo negativo. Procuran resaltar lo bueno que hay en ellos. De forma similar, nosotros podemos tratar siempre de tener algo positivo que decir sobre las personas que forman parte de nuestra vida. Aun cuando los aspectos negativos sea más que los positivos, podemos recordar la forma en que Dios nos ve, y hacer nuestro mejor esfuerzo de vernos unos a otros de la misma manera. Recordar la forma en que Dios nos ve también nos puede ayudar a encontrar paz en nosotros mismos. Los errores no tienen que frustrarnos. Los malos pasos no tienen que convertirse en ocasiones para la autocondenación. Más bien, pueden ser oportunidades para aprender a hacer mejor las cosas. Pueden regresarnos a nuestro Padre, de quien podemos recibir consuelo. Dios desea darnos su gracia para que podamos aprender de nuestros errores y seguir construyendo sobre la bondad que él nos ha mostrado. ¡Que la bondad y la misericordia de Dios transformen nuestro corazón! “Padre, ¡te pido que me enseñes a ver a los demás con el mismo amor que tú les tienes!” ³³

Salmo 37 (36), 3-4. 5-6. 27-28. 39-40 Lucas 5, 33-39


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de septiembre, sábado 1 Corintios 4, 6-15 Para que aprendieran… a no enorgullecerse de uno despreciando al otro. (1 Corintios 4, 6) San Pablo no estaba feliz con lo que había visto: La comunidad de creyentes en Corinto se estaba dividiendo y se estaban formando distintos bandos. Algunos se decían leales a Apolo, otros a Pedro. Y otros más se identificaban con Pablo. Incluso, estaban promoviendo a su predicador preferido en detrimento de los otros. Pero esta división no era lo que ninguno de esos apóstoles quería promover. Así que Pablo le dijo a los cristianos de ese lugar que vieran más allá de los predicadores o maestros con dones y se centraran en Jesús, aquel de quien provenían todos esos dones. Este mensaje no era solamente para la Iglesia primitiva. Todos lo hemos visto en nuestra parroquia, nuestros lugares de trabajo o vecindarios. Es muy fácil que se formen grupos que causan división. Piensa en tu parroquia: Una persona tiene la capacidad de mantener a los diferentes ministerios bien organizados. Otra puede ser buena acercándose a los jóvenes o identificando y aprovechando al máximo los dones de Dios en las personas que la rodean. Un sacerdote siempre da una homilía memorable, otro celebra de una

forma reverente o conmovedora. Es fácil dejarse impresionar con esos talentos al punto que comenzamos a valorar y preferir a una persona más que a otra. Es más, podemos olvidar que el Señor es la fuente de esos talentos. Cada uno de nosotros tiene distintos dones. Cada uno de nosotros aprecia algunas características más que otras en las personas que nos rodean. Pero todos estos dones vienen de Jesús y tienen como objetivo revelar su amor y su presencia en nosotros. Es más, Dios quiere que reconozcamos su imagen y semejanza en cada una de las personas con las que nos encontramos, ya sea un hermano de la parroquia, un compañero de trabajo o un vecino; incluso un enemigo. Así que cuando estés en el trabajo o en la iglesia, busca los dones que Dios les ha dado a las personas que están a tu alrededor. Aprecia la creatividad del Señor, que se hace visible de muchas maneras. Y agradece a Jesús, de quien provienen todos estos talentos. “Gracias, Señor, por tu acción en la vida de tus siervos, mis hermanos. Te pido que me ayudes a verte reflejado en ellos y a valorar a cada uno de ellos.” ³³

Salmo 145 (144), 17-18. 19-20. 21 Lucas 6, 1-5

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MEDITACIONES SEPTIEMBRE 4-10

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de septiembre, domingo Lucas 14, 25-33 No puede ser mi discípulo. (Lucas 14, 26) San Lucas nos dice que Jesús dirigió estas palabras “a una gran muchedumbre” que caminaba a su lado (Lucas 14, 25). Esta gente no necesariamente lo estaba “siguiendo”; simplemente viajaban junto a él, tratando de ver qué sería lo próximo que haría. Jesús sabía que las motivaciones de estas personas eran variadas, así que se dirigió a ellos con estas difíciles palabras. Jesús sabía en qué punto cada uno de ellos ponía un límite. Quizá alguno no quería abandonar la seguridad de la casa de sus padres. Otro podía estar preocupado por el rechazo que podía sufrir si seguía a Jesús. Y otro estaba dispuesto a iniciar el viaje junto a Jesús pero no se iba a mantener firme cuando las cosas se pusieran difíciles. Alguno puede haber decidido ir tras Jesús solamente por curiosidad. Jesús les habló porque quería hacerlos comprender mejor lo que implicaba seguirlo a él y ayudarlos a remover los obstáculos que podían impedírselo. El 70 | La Palabra Entre Nosotros

Señor deseaba que ellos entendieran que el discipulado era una decisión seria, una decisión que él no podía hacer por ellos. Cada uno debía decidir por sí mismo si valía la pena seguirlo a él. Cada uno de nosotros es como una de esas personas que caminaban junto a Jesús. Todos tenemos áreas en nuestra vida —quizá un pecado o resentimiento o falta de confianza— que representan un obstáculo para acercarnos a él. Pero Jesús nos está llamando a ir más lejos en el camino del discipulado. Cierra tus ojos por un momento e imagina que él te llama, ¿qué te está diciendo? Mientras escuchas las lecturas de la Misa de hoy, observa si algo te llama la atención. ¿Te está pidiendo que te acerques más? ¿Te está mostrando su luz en un área en particular que te aleja de él? Si es así, medita en este mensaje al acercarte a recibir la Comunión, y pídele a Jesús que lo grabe en tu corazón. Confía en que él te mostrará cómo vivirlo durante esta semana. “Señor Jesús, dame la gracia de cargar con mi cruz, te lo ruego. ¡Quiero seguirte y ser tu discípulo!” ³³

Sabiduría 9, 13-19 Salmo 90 (89), 3-4. 5-6. 12-13. 14. 17 Filemón 9-10. 12-17


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de septiembre, lunes Lucas 6, 6-11 Se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús. (Lucas 6, 11) Aunque los fariseos no estuvieron directamente involucrados en la crucifixión de Jesús por parte de los romanos, muchos de ellos lo odiaban y querían que fuera ejecutado. Lo veían como una amenaza a su religión y a su elevada posición social. Jesús no les mostraba ninguna consideración ni se sometía a su interpretación de la ley, y eso hizo que algunos se enfurecieran. Lo que es impresionante es la forma en que la furia de estos hombres afectaba su forma de pensar. Aunque estaban comprometidos a vivir la ley de Moisés, la enseñanza que Jesús hacía con autoridad y su creciente popularidad provocaba que ellos quebrantaran la ley que amaban en sus intentos por atraparlo. ¿Cómo es que estos hombres podían ser tan tercos? Es más, ¿cómo es posible que su pensamiento fuera tan confuso? Quizá si echamos una mirada a nuestro corazón podemos comprender mejor. ¿Cuántas veces el resentimiento, los celos o el enojo nos han tentado a hacer algo que sabíamos que no era correcto? ¿Alguna vez hemos pensado seriamente hacer algo en contra de los mandamientos de Dios motivados por un deseo de venganza? Quizá hemos

hablado en contra de personas cuya experiencia de Dios o su expresión de fe no está acorde con la nuestra. ¿Cómo podemos entonces estar seguros de que nuestras propias tentaciones irracionales no nos sobrepasan y nos hacen actuar como estos fariseos? Aquí hay algunas sugerencias: No permitas que ninguna tentación en particular tome demasiada fuerza. Si ves que un asunto se está volviendo demasiado dominante en tu mente, procura resolverlo, aun si lo único que puedes hacer es presentárselo al Señor en oración. Por muy difícil que resulte, no permitas que los viejos resentimientos y las heridas del pasado influencien tu manera de pensar. Si ves que están surgiendo en medio de una situación, ten cuidado de no decir algo de lo que más adelante te puedas arrepentir. Finalmente, examina tu consciencia todas las noches antes de irte a dormir, y arrepiéntete de cualquier pecado que siga estando ahí o de los pensamientos negativos. Mantén tu corazón dócil y abierto al Espíritu Santo, y descubrirás que tienes más disposición a perdonar. “Espíritu Santo, enséñame a amar y ayúdame a perdonar, te lo ruego. ¡Quiero caminar en tu libertad!” ³³

1 Corintios 5, 1-8 Salmo 5, 5-6. 7. 12

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de septiembre, martes Lucas 6, 12-19 Se pasó la noche en oración con Dios. (Lucas 6, 12) Aquel fue un día realmente ocupado para Jesús, ¿no es cierto? Escogió a doce apóstoles, luego predicó frente a una gran muchedumbre. Después curó a todos los enfermos que se encontraban entre la multitud y expulsó demonios de otras de las personas que también estaban en el lugar. Y todo esto lo hizo después de haber pasado toda la noche en oración. Desde luego, esto no es coincidencia. Claramente, Jesús sintió la necesidad de rezar antes de hacer todas estas cosas. Pero, ¿cómo crees que fue esa oración? Quizá le preguntó a su Padre: “¿A quiénes debo escoger mañana como mis apóstoles? ¿Qué debo decirle a la gente?, o, ¿cómo voy a curar a todas estas personas?” Probablemente una parte de su oración fue obtener respuestas a todas esas preguntas. Pero por sobre todo, rezó para disfrutar su comunión con el Padre. Rezó porque él era uno con el Padre y quería deleitarse en esa unidad. Jesús necesitaba decir: “¡Te amo, Padre!”, y escuchar al Padre decirle: “¡Te amo, Hijo!” Todas las cosas maravillosas que hizo al día siguiente fluyeron de esa relación de amor. En esencia, de eso es de lo que se trata la oración, de nuestra relación

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con el Señor. Desde luego, debemos pedir por nuestras necesidades, y por supuesto, a él le encanta escuchar esas peticiones. Pero nuestra necesidad más importante es estar en comunión con Dios, la fuente de nuestra vida. La oración tiene como objetivo ser una conversación con él donde expresamos nuestro amor por Dios y él expresa su amor por nosotros. Al presentarte en oración frente al Señor, procura verla de esta forma. Piensa en que es una oportunidad para encontrarte con tu Padre celestial. Comienza por ofrecerle alabanza por su bondad, fidelidad y misericordia. Agradece por todas las bendiciones que te ha dado y dile lo mucho que lo amas. Luego presta atención a su respuesta. El Padre te mostrará su amor de diferentes maneras. Podría decirte “te amo” en el silencio de tu corazón o en tu pasaje favorito de la Escritura o podría recordarte algún momento en que él te ha bendecido en el pasado. Y lo mejor de todo, te llenará con su Espíritu Santo para que puedas vivir como su hijo amado. “Padre celestial, ¡te amo más que a nadie! ¡Gracias por amarme y por hacerme tu hijo!” ³³

1 Corintios 6, 1-11 Salmo 150 (149), 1-2. 3-4. 5-6a. 9b


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de septiembre, miércoles Lucas 6, 20-26 ¡Ay de ustedes los ricos…! (Lucas 6, 24) Imagina que eres uno de esos judíos ricos que escuchó a este rabí proveniente de un pequeño pueblo hablar sobre la diferencia entre ser rico y ser pobre. Tus plantaciones están floreciendo, tus rebaños crecen y tus negocios van bien. La prosperidad es un signo del favor de Dios, ¿no es cierto? Y sin embargo Jesús está diciendo: “Dichosos ustedes los pobres… ¡ay de ustedes los ricos…!” (Lucas 6, 20. 24). ¿Está Jesús condenándote por tu prosperidad? No, Jesús no mira a los ricos por encima del hombro. Simplemente estaba diciendo que la riqueza puede ser un obstáculo para vivir una vida de dependencia en tu Padre celestial. Aunque no todos somos “materialmente prósperos”, cualquier persona puede distraerse con el dinero. Si tenemos riqueza, podríamos dejarnos llevar por el deseo de disfrutar de todo lo que podamos en este momento. Podríamos pensar que podemos confiar en nosotros mismos en lugar de confiar en Dios para que cuide de nuestra vida. Si estamos haciendo todo lo posible para que las cuentas cierren a final de mes, podríamos olvidar que Dios cuida de nosotros ahora, aun mientras nos promete un tesoro

eterno en el cielo o podríamos estar temerosos de cuidar a otros. Precisamente por esos motivos es que Jesús estaba advirtiendo a la gente. Ciertamente Dios cuida de los ricos tanto como cuida de los pobres. De la misma forma en que Jesús lo hizo con la gente de su época, nos exhorta a nosotros a ser generosos con aquellos que tienen menos y a confiar de todo corazón en que Dios nos da lo que necesitamos. También a usar nuestra riqueza para mostrar a aquellos que tienen menos cómo son el amor y el cuidado del Padre. Lo que a él le duele es nuestra preocupación con deseos egoístas, nuestra actitud de independencia que no tiene necesidad de Dios. Después de todo, bendecir, satisfacer y deleitar son parte de su naturaleza, ya sea uno rico o pobre. Eso es lo que Dios desea hacer por ti hoy: Ayudarte a confiar en él. Sea cual sea tu situación financiera, pon tu fe en Dios, no en tu condición actual. Solamente él es quien puede llenarte con gozo y bendecirte. “Espíritu Santo, te pido que mi visión de la vida, la riqueza y la confianza en Dios coincida con la perspectiva del Padre.” ³³

1 Corintios 7, 25-31 Salmo 45 (44), 11-12. 14-15. 16-17

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de septiembre, jueves La Natividad de la Virgen María Mateo 1, 1-16. 18-23 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor. (Mateo 1, 22) Cuando ves una película por segunda vez, es normal que descubras detalles que te habías perdido en la primera. Pero también te arriesgas a perder el sentido de sorpresa debido a que ya sabes cómo va a terminar. Algo similar puede suceder cuando lees el Evangelio de hoy. Hoy es la fiesta del nacimiento de la Virgen María, aunque ya sabemos cómo terminará su historia. Pero profundicemos en los detalles para imaginar cómo María y José deben haberse sentido al conocer la tarea especial que Dios les tenía destinada. María “se sorprendió” y preguntó al arcángel cómo podría suceder lo que él le estaba anunciando (Lucas 1, 29). Cuando José escuchó que ella estaba embarazada, decidió divorciase de ella en secreto (Mateo 1, 19). Ciertamente no parecían actuar con confianza. Lo único que podían ver eran los riesgos que conllevaba su decisión de seguir adelante. José arriesgó su reputación al casarse con una mujer que estaba embarazada del hijo de alguien más. En cuanto a María, su oportunidad de tener un buen matrimonio y su vida estaban en peligro. Sin embargo ambos 74 | La Palabra Entre Nosotros

aceptaron e hicieron lo que Dios les estaba pidiendo. Si José y María hubieran podido ver cómo sus decisiones podían afectar al mundo, ¿habría sido más fácil decirle sí a Dios? Probablemente. Pero eso es lo que hace que todo esto sea más extraordinario; ellos tomaron sus decisiones en la oscuridad, sin saber cómo resultaría todo. Piensa en todas esas veces en que has dicho que sí al Señor en tu vida sin saber cómo terminará la historia. Quizá en algunas situaciones lo seguiste con entusiasmo. Pero en otras, cuando estabas en la “oscuridad” del sufrimiento, la soledad o la confusión puede haber sido mucho más difícil. María y José eran seres humanos, y como nosotros, su entendimiento de lo que Dios haría a través de ellos era limitado. Pero ellos siguieron adelante con confianza, y Dios los utilizó poderosamente en su plan de salvación. De la misma manera, cada vez que decimos que sí a Dios, podemos confiar en que sus planes para nosotros siempre son más grandes y mejores que los nuestros. “Señor, te pido que me ayudes a responderte con la misma confianza que tuvieron María y José.” ³³

Miqueas 5, 1-4 Salmo 13 (12), 6ab. 6cd


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de septiembre, viernes Lucas 6, 39-42 ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? (Lucas 6, 41) Habiendo leído este versículo, ¿te sientes tentado a revisarte en el espejo para buscarte tu propia “viga”? Todos tenemos una, o quizá dos o tres. Tal vez es amargura, resentimiento o culpa. Quizá es miedo o una inclinación natural hacia la negatividad. No importa qué sea, con seguridad es pesada. Y Jesús dice que si no reconocemos la viga en nuestro propio ojo, realmente no deberíamos tratar de quitar la “paja” del ojo de alguien más. ¿Por qué? Porque él desea que podamos bendecirnos unos a otros, pero es difícil hacerlo cuando el pecado nubla nuestra vista o porque no somos conscientes de nuestro pecado. Y por eso nos dice que removamos cualquier cosa que se interponga en nuestro camino. Eso a veces puede parecer imposible. Pero el Espíritu Santo, que te conoce muy bien, puede ayudarte a remover tus vigas, aun cuando parezcan especialmente pesadas. Podría mostrarte esa viga en la cotidianidad. O quizá te ayude a reconocer alguna tendencia negativa en la forma en que te relacionas con las demás personas y arroje claridad sobre las áreas en las

que necesitas su ayuda para cambiar. Así que si identificas momentos en los que estás siendo demasiado crítico o impaciente con tu prójimo, preséntale esa actitud al Señor. Pídele al Espíritu Santo que te ayude a remover esa viga cuando te sientas a orar en silencio. Presta atención a pensamientos que te ayuden a comprender la razón por la cual podrías estar pensando o actuando de una manera en particular. Anota esos pensamientos y pídele al Espíritu que te ayude a corregirlos. Tal vez puedes conversar al respecto con algún amigo de confianza o presentarlos en la Confesión. Haz lo que creas necesario para ayudarte a remover esa viga. Si Dios te muestra una viga, ten la seguridad de que él te ayudará a sacarla de la mejor forma posible. Y así es como él quiere que respondas cuando veas una paja en el ojo de otra persona. El Señor desea que tengas un corazón que desea ayudar a otros pues es una bendición que él te concede, pero esa bendición viene con una responsabilidad: Ver como él ve, y amar como él ama. “Espíritu Santo, te pido que hoy remuevas la viga de mi ojo, para que yo pueda edificar al cuerpo de Cristo.” ³³

1 Corintios 9, 16-19, 22-27 Salmo 84 (83), 3. 4. 5-6. 12

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de septiembre, sábado 1 Corintios 10, 14-22 Huyan de la idolatría. (1 Corintios 10, 14) ¿Por qué estaba San Pablo advirtiendo a los corintios sobre la idolatría? Es conveniente recordar el contexto de este pasaje. Existía una controversia dentro de la comunidad sobre si los cristianos podían comer carne de animales que habían sido sacrificados a los ídolos paganos. El problema era que la mayor parte de la carne disponible en el mercado ya había sido sometida a estas ceremonias religiosas. Anteriormente en esta misma carta, Pablo había argumentado que los cristianos podían comer de esa carne siempre y cuando eso no escandalizara a sus otros hermanos cristianos (1 Corintios 8, 4-13). Pero parecía que algunos de los miembros de la comunidad en realidad habían estado participando en estos sacrificios y también habían estado comiendo de la carne “consagrada”. ¿Cómo podían hacer una cosa así?, preguntó Pablo, ¿y seguir reuniéndose para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo (1 Corintios 10, 16)? San Pablo entendió que cuando ofrecemos un sacrificio a algo, nos estamos “conectando” con eso; estamos estableciendo un tipo de comunión con esa cosa o persona. Pero la comunión con Cristo es exclusiva, no podemos estar conectados a nada más al mismo tiempo.

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Cuando invertimos una gran cantidad de tiempo, recursos o energía buscando otras cosas distintas a Dios, en efecto le estamos realizando “un sacrificio” a esa cosa. De alguna manera estamos en comunión con eso. Incluso podríamos estar dándole al enemigo un punto de apoyo en nuestra vida (1 Corintios 10, 20). Después de todo, ¿qué mejor estrategia puede usar Satanás que mantener nuestros ojos alejados de Dios? Desde luego, solo porque una cosa no esté directamente centrada en Dios eso no significa que se convertirá en un ídolo. Simplemente no queremos permitir que nada —ya sea nuestra carrera profesional, las cosas materiales o nuestro pasatiempo favorito— se convierta en el motor de nuestra vida. Como cristianos, queremos invertir primero y por sobre todo en lo que nos mantiene cerca de Cristo. Porque al final, todo lo demás será incapaz de satisfacernos. Nada puede darnos lo que solo Dios está dispuesto a dar: La esperanza que no decepciona, una alegría profunda y un amor que va más allá de toda comprensión. “Señor, te pido que me ayudes a mantenerme firme en mi comunión contigo.” ³³

Salmo 116 (115), 12-13. 17-18 Lucas 6, 43-49


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MEDITACIONES SEPTIEMBRE 11-17

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de septiembre, domingo Lucas 15, 1-32 Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. (Lucas 15, 20) Este relato se conoce comúnmente como “la parábola del hijo pródigo”. Pero, ¿qué tal si más bien la viéramos como el relato del padre pródigo? Quizá no queramos llamar al padre “pródigo”. Después de todo, la palabra significa extravagante o excesivo, como alguien que derrocha su dinero. Eso es claramente lo que hizo el hijo menor, y no pareciera un adjetivo apropiado para el padre. Pero el padre es pródigo: Libremente le dio a su hijo menor su herencia años antes de que llegara el momento para que él la recibiera. Luego, cuando su hijo regresó, fue exageradamente pródigo en recibirlo de regreso: La túnica más fina, un anillo, sandalias nuevas y un gran banquete para celebrar. ¡Con razón el hijo mayor se enfadó! ¿Cómo podía su padre ser tan generoso con sus regalos? ¿Cómo podía estar tan feliz de aceptar de vuelta en casa a

este hijo irresponsable que lo había malgastado todo? También para nosotros puede ser confuso. Es difícil entender cómo o porqué él podía recibir a su hijo rebelde de vuelta con todos sus derechos de hijo y heredero. Podríamos pensar que por justicia, el padre debió obligar a este joven a devolver lo que había malgastado o a sufrir alguna consecuencia por sus acciones antes de recibir el perdón. Pero eso sería no comprender la misericordia. El padre en esta parábola nos muestra cómo es nuestro Padre celestial. Dios envió a Jesús a entregarse plenamente para recibirnos de regreso en casa. En todo lo que él dijo e hizo, Jesús reveló la impresionante y generosa misericordia de Dios que está disponible para cada uno de nosotros. Es una misericordia que no guarda resentimientos y que espera pacientemente a que comencemos nuestro regreso. Es una misericordia que nos recibe alegremente en el hogar. Esta misericordia es la que Dios tiene para ti, y para todos aquellos que te rodean. “Gracias, Padre, por tu misericordia. Gracias por correr a encontrarte conmigo.” ³³

Éxodo 32, 7-11. 13-14 Salmo 51 (50), 3-4. 12-13. 17. 19 1 Timoteo 1, 12-17 Agosto / Septiembre 2022 | 77


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de septiembre, lunes Lucas 7, 1-10 Yo no soy digno de que tú entres en mi casa. (Lucas 7, 6) Este relato del Evangelio de hoy es el de una fe muy grande. Pero también es un relato sobre cómo relacionarse con los demás —y con Dios— con humildad. Piensa en la relación entre el centurión romano y su sirviente. Debido a sus diferencias de clase y poder, habría sido sencillo para el centurión tratar a su sirviente con indiferencia, incluso con desprecio. Pero parece que él tenía un gran cariño por este hombre y lo veía como otro ser humano que se merecía respeto y compasión. Se necesita de una verdadera humildad para hacer eso, y este soldado parecía tenerla. Luego está la relación entre los jefes religiosos y el centurión. Los judíos no veían con buenos ojos a la mayoría de los invasores romanos, y las relaciones entre ambos grupos estaban tensas generalmente. Pero en este pasaje, los judíos describen al centurión como un hombre bueno que incluso les había construido una sinagoga. La atención del centurión hacia las necesidades del pueblo probablemente no era común en ese tiempo, así como era poco común el respeto humilde de los judíos por este hombre. Finalmente, encontramos la humildad que el centurión mostró frente a

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Jesús. Vemos en su mensaje que él comprendía la importancia de someterse a la autoridad. Sin haber conocido a Jesús nunca antes, de alguna manera él comprendía que la autoridad celestial y el poder de este humilde maestro eran muy superiores a su influencia terrenal. La vida del centurión es un ejemplo de cómo la humildad puede hacer que nuestras relaciones personales sean ricas, plenas y agradables al Señor. En lugar de centrarse en sí mismo, en su propia importancia, el centurión miró hacia afuera. Se acercó a las personas que estaban a su alrededor, incluso aquellas que eran de una clase social distinta y un contexto diferente. Y como resultado, se ganó el respeto de las personas que debieron haberlo visto como el enemigo. Su acercamiento humilde hacia Jesús también fue tan genuino que Jesús “quedó lleno de admiración” por su fe y curó a su siervo de inmediato (Lucas 7, 9). Es una lección de que cuando nos esforzamos por incorporar la humildad en nuestro amor por Dios y por el prójimo, nosotros también obtendremos bendiciones. “Señor, te pido que me ayudes a amar a los demás con humildad.” ³³

1 Corintios 11, 17-26. 33 Salmo 40 (39), 7-8a. 8b-9. 10. 17


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de septiembre, martes 1 Corintios 12, 12-14. 27-31 Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es miembro de él. (1 Corintios 12, 27) Los dones son regalos que Dios nos ha concedido, y a todos nos gusta recibir regalos. Nos recuerdan que alguien pensó en qué cosa obsequiarnos y dedicó tiempo y esfuerzo para escogerla. Por eso podemos equiparar los dones a los que San Pablo se refería al escribir a los creyentes de Corinto con regalos muy valiosos porque Dios mismo los ha escogido para nosotros. Dios tenía en mente talentos especiales para nosotros antes de que ni siquiera hubiéramos nacido. Algunos de nosotros hemos sido bendecidos con dones de enseñar, evangelizar o predicar. Otros tenemos los dones que él diseñó para que fueran menos evidentes como la hospitalidad, el discernimiento o la administración. Sean cuales sean los dones que tenemos, podemos aceptarlos de corazón, sabiendo que provienen de un Padre amoroso que tiene grandes planes para la forma en que podemos usarlos. Estos dones son carismas sobrenaturales, tienen la capacidad de traer un poco del cielo a la tierra. Conforme aprendemos a ejercitar nuestros dones, podemos transformar el mundo que nos rodea, llevando la luz y la verdad

de Dios a lugares de confusión y oscuridad. Cuando hemos sido dotados con la gracia de Dios, ¡incluso algo tan “ordinario” como la capacidad de preparar una deliciosa comida puede ser un instrumento poderoso del amor y la presencia de Dios! Pablo señala que Dios nos ha concedido estos dones con un objetivo importante en mente. El Señor desea que los usemos para edificar su Iglesia. Dios quiere que los usemos para traer el cielo a la tierra y que otras personas sean transformadas por el mensaje del evangelio. Estos dones tienen como objetivo fortalecernos. También ser puestos a disposición de otras personas: De los jóvenes en los programas de educación religiosa, de los pobres que tienen tan poco y que se sienten rechazados, de los ancianos que necesitan amistad y compasión o del vecino que anhela escuchar la buena nueva sobre Cristo. Todos somos miembros de un solo cuerpo. ¡Así que usemos todos nuestros dones para edificarnos unos a otros! “Señor, te pido que me muestres cuáles son mis dones y me permitas usarlos. ¡Te ruego que me des la compasión que necesito para amar a tu pueblo y la valentía para servirlo!” ³³

Salmo 100 (99), 2. 3. 4. 5 Lucas 7, 11-17

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de septiembre, miércoles La Exaltación de la Santa Cruz Juan 3, 13-17 Así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. (Juan 3, 14) ¡Feliz día de la Santa Cruz! Durante la época medieval, los cristianos acostumbraban a saludarse de esta forma para la fiesta que estamos celebrando hoy, la Exaltación de la Santa Cruz. En el centro de esta celebración encontramos a Santa Helena, la madre del emperador Constantino. Según se dice ella tenía ochenta años cuando realizó una peregrinación a Jerusalén alrededor del año 326 d. C. Su objetivo era restaurar los lugares santos de la ciudad. Una vez que llegó allí ordenó la destrucción de un templo en honor a la diosa Venus que había sido construido sobre el monte Calvario. Durante una excavación que se llevó a cabo en el sitio, se descubrieron tres cruces junto con un rótulo de madera que decía “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos” en hebrero, latín y griego. Sin embargo, no había manera de saber cuál era la cruz en la que había estado el Señor, así que Helena ordenó que llevaran cada una de las cruces adonde una mujer que estaba a punto de morir. A pesar de que la mujer no mostró signos de mejoría después de tocar las dos primeras cruces, tan pronto como tocó 80 | La Palabra Entre Nosotros

la tercera, se curó de inmediato. ¡La verdadera cruz había sido encontrada! Para rendir honor al Señor Jesucristo y conmemorar este milagroso evento, Helena y Constantino ordenaron que se construyera una gran iglesia en aquel sitio. Puede parecer extraño hacer una búsqueda tan ferviente, construir una basílica y tener un día de fiesta para celebrar el instrumento de tortura en el cual mataron al Hijo de Dios. Pero Santa Helena sabía que esta cruz también era el instrumento de nuestra salvación. Ella sabía que la cruz ofrecía perdón, curación de las heridas del pecado y fortaleza en nuestro caminar hacia el cielo. Santa Helena se dedicó a encontrar la cruz verdadera, y Dios la recompensó grandemente por eso. En este día dediquémonos a encontrar el poder de la cruz de Jesús en nuestra vida: El poder de curar, salvar y fortalecer a todos los que contemplan con fe. ¡Feliz día de la Santa Cruz! “Señor Jesús, vengo al pie de tu cruz en acción de gracias por tu sacrificio que obtuvo para mí la salvación. Te pido que me cures, me perdones y renueves mis fuerzas.” ³³

Números 21, 4-9 Salmo 78 (77), 1-2. 34-38 Filipenses 2, 6-11


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de septiembre, jueves Nuestra Señora de los Dolores Juan 19, 25-27 Ahí está tu madre. (Juan 19, 27) En la Basílica de San Pedro en el Vaticano se encuentra una de las esculturas más hermosas y conmovedoras del arte occidental: La Piedad de Miguel Ángel. La escultura representa a la Virgen María viendo el cuerpo muerto de su hijo que está envuelto en una sábana sobre su regazo. Su expresión es una mezcla de dolor y contemplación, de luto y de aceptación. Ella no está llorando; está contemplando, como si estuviera esperando que algo suceda. Esta combinación de tristeza y espera es una forma perfecta de comprender la memoria que celebramos hoy de Nuestra Señora de los Dolores. María se había vuelto íntimamente familiar con el sufrimiento y la pérdida. Por un tiempo, se preguntó si José la abandonaría y ella tendría que criar a su hijo sola. Luego tuvo que dar a luz en una cueva. Más adelante ella y su nueva familia se convirtieron en refugiados en la tierra de Egipto. También sufrió por tres días mientras buscaba a su hijo perdido, quedó viuda siendo joven y debió aprender a vivir sola después de que Jesús comenzó su ministerio público. De manera que para María el dolor no era extraño cuando recibió el cuerpo

sin vida de su hijo en aquel Viernes Santo y la escultura de Miguel Ángel capturó hermosamente esta familiaridad. Porque María había aprendido que el secreto para soportar el dolor y el sufrimiento es recordar que no es permanente. Su casi divorcio terminó con José comprometido profundamente con ella y con su hijo. En el pesebre, estuvo rodeada de pastores que hablaban de coros angélicos. Cuando Jesús se fue a predicar y enseñar, ella encontró una nueva función que desempeñar en aquella gran familia de todos los que hacen “la voluntad de Dios” (Marcos 3, 35). De alguna manera María sabía que la muerte de su hijo en la cruz no era el final. Así que aun cuando sufría todo lo que él había soportado, aun cuando sentía cada uno de los dolores de Jesús como si fueran los suyos propios, ella confiaba en que Dios no la abandonaría y que su dolor eventualmente se convertiría en alegría. Lo mismo sucederá con tu dolor. Y mientras esperas, puedes apoyarte en María que es tu Madre tierna y compasiva. “Nuestra Señora de los Dolores, ¡reza por nosotros!” ³³

1 Corintios 15, 1-11 Salmo 118 (117), 1-2. 16ab-17. 28

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de septiembre, viernes 1 Corintios 15, 12-20 Si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes. (1 Corintios 15, 17) Es probable que si estás leyendo esta meditación, tú creas en que Jesús resucitó de entre los muertos. Después de todo, esta es la verdad central de nuestra fe católica. Pero, ¿alguna vez has pensado cómo esta creencia puede hacer la diferencia en tu vida cotidiana? Jesús desea que la buena noticia de su resurrección no sea algo solamente intelectual o que se recita en la Misa del domingo. El Señor desea que experimentemos el poder de su resurrección de una forma personal. Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, conquistó el pecado y la muerte. Y debido a que estamos unidos a Cristo, esa victoria también es nuestra. En cualquier situación que nos encontremos, podemos aferrarnos a la verdad de que el pecado y la muerte no tienen la última palabra en nuestra vida. El poder que resucitó a Jesús de entre los muertos es el mismo poder que el Señor quiere que se manifieste en nuestra vida para darnos la fe y la esperanza que necesitamos para soportar los sufrimientos e incluso triunfar. Todos hemos experimentado situaciones difíciles, como si fueran grandes obstáculos que no podemos remover del camino. Puede ser una relación 82 | La Palabra Entre Nosotros

familiar difícil, un ser querido que se ha apartado de la fe o la lucha contra una tentación recurrente. ¡Pero estas también son precisamente las situaciones en las que Jesús quiere ofrecernos el poder de su resurrección! El Señor quiere infundir fe y esperanza en nuestra mente y en nuestro corazón, animarnos a no darnos por vencidos y creer que él está actuando en nosotros, aun cuando no podamos ver o sentir nada en primera instancia. Los hechos de aquel Viernes Santo parecían indicar que todo se había perdido y terminado, Jesús había sido crucificado. Pero luego, el domingo de Resurrección, la piedra fue removida del sepulcro, y Jesús fue resucitado de entre los muertos. Y debido a que Dios lo resucitó, nuestra fe en que las situaciones difíciles pueden cambiar no es en vano. De toda situación que enfrentemos, Jesús siempre sacará algo bueno. Recuerda, la resurrección de Jesús es más que una doctrina, es su poder actuando en tu vida, incluso ahora. “Amado Jesús, te pido que el poder de tu resurrección actúe en cada aspecto de mi vida y en todas las preocupaciones que tengo en mi corazón.” ³³

Salmo 17 (16), 1. 6-7. 8. 15 Lucas 8, 1-3


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de septiembre, sábado Lucas 8, 4-15 Los que escuchan la palabra… dan fruto por su constancia. (Lucas 8, 15) Constancia: Todos sabemos que significa no darse por vencido. Es seguir adelante cuando las cosas se ponen difíciles. Sin duda, la idea de soportar las dificultades suena desagradable en el mejor de los casos, y a veces casi imposible. Pero, ¿por qué Jesús utiliza estas palabra cuando describe la “tierra buena”, las personas en quienes la palabra de Dios echa raíces y da fruto (Lucas 8, 15)? Quizá porque sin constancia, es mucho más difícil dar fruto. Solamente observa a las personas descritas en la parábola de hoy. Aquellos en el terreno pedregoso recibieron la palabra de Dios con alegría pero son los que “por algún tiempo creen” (Lucas 8, 13). Y aquellos que se encuentran entre espinos, en lugar de mantenerse firmes en la adversidad, son los que “con los afanes, riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no dan fruto” (8, 14). La constancia es la clave en cada aspecto de nuestra vida espiritual. Debemos perseverar mientras luchamos contra la tentación y las mentiras del demonio. Debemos ser constantes para luchar contra aquello que nos distrae de Dios y nos hace volver nuestros

ojos hacia cosas de menor importancia que no nos satisfacen. Y lo que es más importante, debemos ser constantes en la oración. Pasar tiempo junto a Dios diariamente nos permite dar fruto para él y para su Reino. Es en la oración que Dios nos da la gracia de enfrentar nuestras dificultades y la voluntad para seguir adelante. Al perseverar en la oración, encontraremos la fortaleza para ser constantes en todo lo demás que él nos esté pidiendo. No siempre es fácil mantenerse fiel a la oración diaria. A menudo, los obstáculos se atraviesan en el camino. Si estás luchando en esta área, pídele a Dios que te ayude. El Señor puede mostrarte momentos en tu ajetreado día en que podrías apartar un precioso tiempo para estar con él, aun cuando sea solo por unos cuantos minutos. Quizá puedes pedirle a un amigo que rece por ti. Solo sigue intentado, y recuerda que con el tiempo, tu “cita” diaria con Dios puede convertirse en la parte más valiosa del día, ¡una que no vas a querer perderte! “Señor Jesús, te pido que me ayudes a ser constante en mi oración para así poder dar fruto para ti.” ³³

1 Corintios 15, 35-37. 42-49 Salmo 56 (55), 10. 11-12. 13-14

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MEDITACIONES SEPTIEMBRE 18-24

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de septiembre, domingo Lucas 16, 1-13 Los que pertenecen a este mundo son más hábiles. (Lucas 16, 9) Esta parábola puede resultar algo confusa, ¿por qué Jesús convertiría al administrador deshonesto en el héroe de la historia? Quizá si analizamos un poco el contexto podamos comprender mejor. Jesús acababa de contar la parábola del hijo pródigo, una historia sobre un padre que perdona completamente a su hijo y ofrece una gran fiesta para celebrar su regreso (Lucas 15, 11-32). La extravagancia del padre es tal que difícilmente encontrarías a alguien que actúe de esa forma en la vida real. El hijo pródigo es una parábola sobre la misericordia infinita de Dios hacia nosotros. Ahora, en contraste, cuenta el relato de un administrador infiel que utiliza medios oscuros para reducir solamente una porción de la deuda que algunas personas tenían con él. Eso está muy lejos del hijo pródigo y Jesús lo sabe. El Señor sabe que el perdón y la misericordia son escasos en 84 | La Palabra Entre Nosotros

este mundo, y usó esta parábola para ilustrar ese hecho. Pero luego, Jesús dice que sus seguidores parecen incapaces de igualar incluso la supuesta “misericordia” de este administrador deshonesto. “Los que pertenecen a este mundo”, dice “son más hábiles… que los que pertenecen a la luz” (Lucas 16, 9). El administrador ciertamente fue hábil al reducir las deudas. Pero Jesús está buscando algo más allá de la habilidad y la astucia, está buscando la verdadera misericordia que perdona sin dejar ataduras. ¿Puedes aceptar este desafío que te lanza Jesús? ¿Puedes perdonar, especialmente cuando la otra persona no merece misericordia? No es fácil, pero es posible. No sucede automáticamente pero llegará conforme sigas esforzándote y pidiéndole que te ayude con su gracia. Hoy en Misa, recibirás la expresión más grande de la misericordia infinita de Dios: El Cuerpo y la Sangre de Cristo, entregados por ti. Cuando la recibas, permite que su amor fluya dentro de tu corazón y lo conmueva y te haga tan misericordioso como él es. “Señor, te pido que me ayudes a perdonar así como tú me perdonas a mí.” ³³

Amós 8, 4-7 Salmo 113 (112), 1-2. 4-6. 7-8 1 Timoteo 2, 1-8


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de septiembre, lunes Lucas 8, 16-18 La pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. (Lucas 8, 16) ¿Comprarías una lámpara nueva y le colocarías un bombillo, solo para después colocarla dentro de un armario o guardarla en el sótano? ¡Claro que no! Si compras esa lámpara, le pones un bombillo y la colocas en una habitación oscura es para que alumbre a todo aquel que entre. Eso es lo que Jesús quiere decir en la parábola de hoy. Nosotros somos la lámpara, él es quien nos ha escogido, y el “bombillo” es la gracia del Espíritu Santo que habita en nosotros. Y, ¿cuál es la oscuridad que necesita ser iluminada? Son todas aquellas personas que todavía no han escuchado ni recibido el amor ni la misericordia de Dios. Si queremos que nuestra luz brille en la oscuridad, debemos proclamar a Jesús, la Luz del mundo. Y debemos hacerlo no solo a través de nuestras palabras sino a través del testimonio de nuestra vida. Quizá ni siquiera seamos conscientes, pero nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor hacen visible el poder transformador del amor y la misericordia de Dios para todos. ¿Cómo sucede esto? Estos son algunos ejemplos: Proclamamos el evangelio si, en fe, confiamos en las promesas de Dios y nos mantenemos

firmes en él, incluso cuando sorteamos los problemas y las dificultades de la vida. Proclamamos el evangelio cuando, frente a la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, nos mantenemos firmes en la esperanza de que un día viviremos en el cielo para siempre, en el regazo de Dios. Proclamamos el evangelio cuando amamos como Jesús lo hizo, dispuestos a sacrificarnos por el bien de otros y a perdonar a aquellos que nos han hecho daño. Esto es lo que nos hace brillar en el mundo: Vivir con fe, esperanza y amor. Si vivimos de esta forma, nos aseguramos de que donde sea que estemos, somos una luz que brilla para el Señor. Recuerda que nuestra luz puede brillar no solo para las personas que se encuentran lejos del Señor sino también para los que están cerca. No importa por cuánto tiempo hemos estado siguiendo a Jesús, podemos proclamar el evangelio a nuestros hermanos y hermanas tanto con nuestras palabras como con la forma en que vivimos. ¡Luego juntos podemos convertirnos en una luz que nunca se apagará! “Amado Señor Jesús, te pido que me muestres cómo puedo brillar hoy para ti.” ³³

Proverbios 3, 27-34 Salmo 15 (14), 2-3ab. 3cd-4ab. 5

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de septiembre, martes Lucas 8, 19-21 Tu madre y tus hermanos están allá afuera. (Lucas 8, 20) La familia de Jesús no podía acercarse a él. La multitud —“muchos salieron de los pueblos para ver a Jesús” (Lucas 8, 4)— les impedía el paso. Así que enviaron a alguien con un mensaje para él: Aquí estamos afuera, queremos verte. La respuesta de Jesús probablemente sorprendió tanto a la gente que se encontraba ahí como a su familia: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lucas 8, 21). Primero, dejemos esto claro: Jesús no estaba condenando a su familia. Piensa en ello, si hubo alguien que escuchó la palabra de Dios y la puso en práctica fue precisamente su madre, María. Pero, con estas palabras, Jesús estaba enseñando una verdad aún más grande: Las relaciones consanguíneas no les concedían a ellos privilegios especiales. Sin lugar a dudas, a su familia debe haberle sorprendido que él no saliera a encontrarse con ellos. Pero él no los estaba rechazando. En lugar de hacer más pequeño su círculo familiar, Jesús lo estaba expandiendo. El Señor estaba incluyendo en su familia a todo aquel que escucha y obedece la voz de Dios. Esto también debe haber sorprendido a la gente. Todos ellos tuvieron

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que recorrer muchos kilómetros para ver a Jesús.Es evidente que querían escuchar sus palabras y ser curados de sus enfermedades por este hombre de Galilea que realizaba milagros. Pero la familia es la familia, deben haber pensado. Desde luego que Jesús le dará prioridad a su madre. ¡Cuánto debe haberlos impresionado que Jesús les dijera que ellos eran su madre y sus hermanos también! Las acciones de cada una de estas personas demostraban que estaban buscando a Jesús con fe. Y él les dijo que podían acercarse a él y que tenían un lugar especial en su corazón. Probablemente los hizo querer seguirlo todavía más. Lo mismo sucede contigo. Tú eres un miembro valioso de la familia de Jesús. Al escuchar su palabra y permitir que profundice en tu corazón y mente, podrás sentir su cercanía. Por medio de tus acciones —ya sea sirviendo a tu familia o a los necesitados u ofreciendo perdón o ánimo— puedes ver su rostro reflejando en aquellos que cuidas. Cuanto más tiempo pases con Jesús y más sigas su camino, más cerca te sentirás de él, como si fuera tu familia. “¡Gracias, Señor Jesús, por dejarme formar parte de tu familia!” ³³

Proverbios 21, 1-6. 10-13 Salmo 119 (118), 1. 27. 30. 34-35. 44


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de septiembre, miércoles San Mateo Mateo 9, 9-13 Sígueme. (Mateo 9, 9) Años de reprimendas por parte de sus vecinos justos que se encontraban enfadados no pudieron sacar a Mateo de la oficina donde cobraba los impuestos para Roma. Pero de pronto, con una sola palabra de Jesús, este recaudador de impuestos dejó todo atrás. ¿Cómo fue que hubo un cambio tan drástico? Fue debido a que la invitación de Jesús despertó la esperanza en Mateo. ¡Quizá logró encontrar su camino para regresar a Dios después de todo! Otros hombres de Dios habían rechazado a Mateo debido a su profesión corrupta y su estilo de vida mundano, pero este “hombre misericordioso” era diferente. Jesús se acercó a él de la misma forma en que un médico se acerca a sus pacientes. A él no lo intimidaba el trabajo de Mateo, por el contrario, parecía que más bien lo motivaba. Muy pronto, Mateo mostró señales de ser un evangelista entusiasta. Dio una gran fiesta e invitó a otros conocidos pecadores a participar junto con Jesús. Como apóstol, siguió a Jesús y observó cómo él proclamaba el reino de Dios. Después de Pentecostés, nada lo detuvo en la entrega total de su vida al evangelio. Según la tradición, Mateo

viajó tanto a Etiopía como a Persia para predicar. Hoy se le conoce como Mateo el evangelista debido al Evangelio que lleva su nombre. Imagina lo que hubiera sucedido si Mateo no hubiera dejado su puesto de recolección de impuestos aquel día en que Jesús lo llamó. Imagina si hubiera dejado a Jesús como lo hicieron otros cuando el mensaje se volvió difícil, o si nunca hubiera regresado después de abandonarlo en Getsemaní. Pero nada de esto sucedió porque Mateo no permitió que la sabiduría humana o la autopreservación lo controlaran. Al contrario, él siguió siendo fiel a Jesús. Y como resultado, millones de millones de personas han visto su vida transformada gracias a sus palabras y su testimonio. Ahora toma un momento para recordar algunas de las cosas que Jesús ha hecho en ti y por ti. ¿Qué pasaría si tú compartieras tu vida en Cristo con la misma libertad con que Mateo lo hizo? Imagina cuántas personas podrían ver su vida transformarse. Tú no tienes que hacerlo todo de una sola vez, tampoco. Solamente actúa en fe poco a poco y observa hacia dónde te dirige el Señor. “Señor, te ruego que me des la gracia de proclamar tu evangelio.” ³³

Efesios 4, 1-7. 11-13 Salmo 19 (18), 2-5

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de septiembre, jueves Lucas 9, 7-9 Se enteró de todos los prodigios. (Lucas 9, 7) Jesús había abierto los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos y curado las piernas cojas. Había curado a personas que padecían de lepra, salvado a aquellos atados por el pecado e incluso resucitado a los muertos. Al hacer todo esto, Jesús había cumplido la profecía del profeta Isaías sobre el Mesías que habría de llegar (35, 4-6). El rey Herodes probablemente conocía esa profecía. Pero los pensamientos de Herodes estaban atados por la culpa, el temor y el egoísmo. Él vivía con la esposa de su hermano, había ordenado la ejecución de Juan el Bautista y haría lo que fuera para satisfacer sus propios intereses. Y esa maraña de ideas le impedían reconocer quién era Jesús en verdad. Es natural criticar las acciones de Herodes porque sabemos que él eventualmente rechazaría a Jesús y lo enviaría a morir. Pero en este pasaje vemos a Herodes intrigado por Jesús y su mensaje. Todos experimentamos cierto grado de asombro respecto al Señor. Quizá la culpa o la vergüenza causen que dudes de él. Tal vez estás decepcionado de que un ser querido por quien has rezado mucho ha muerto. O quizá estás preocupado porque tu esposo o 88 | La Palabra Entre Nosotros

esposa o tu hijo se ha alejado de la fe. La razón y la emoción están unidos y el desconcierto es comprensible. ¡No tienes que permanecer así! Siempre puedes volverte al Señor y permitir que la verdad de la presencia y el amor de Dios le hablen al desconcierto que hay en tu corazón. Permite que Dios te recuerde que su amor es más grande que toda incertidumbre, que la libertad que fluye del arrepentimiento vale cualquier incomodidad, y que Jesús está dispuesto a conceder fortaleza a todos y esto te incluye a ti. Luego concentra tus pensamientos en la verdad que conoces: Jesús nunca te abandonará, tampoco a tus seres queridos ni a nadie, por ese motivo. Herodes permitió que el desconcierto le impidiera ver la verdad. Tú tienes al Espíritu Santo, al Espíritu de la verdad, para guiarte hacia la verdad y ayudarte a tomar la decisión de aceptarla (Juan 16, 13). El Señor te dirigirá en el camino hacia adelante y te ayudará a encontrar paz, aún en medio del desconcierto. “Espíritu Santo, te pido que me ayudes a aceptar la verdad y que me guíes con tu paz.” ³³

Eclesiastés 1, 2-11 Salmo 90 (89), 3-4. 5-6. 12-13. 14. 17


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de septiembre, viernes Eclesiastés 3, 1-11 Todo lo ha hecho Dios a su debido tiempo y le ha dado el mundo al hombre para que reflexione sobre él. (Eclesiastés 3, 11) En este pasaje, el escritor nos recuerda que hay un tiempo apropiado para todo. Es importante para nosotros discernir el tiempo en el que estamos viviendo para que sepamos cómo debemos actuar. No tiene sentido sembrar semillas cuando no tienen acceso al agua. Estaríamos fuera de lugar si vestimos de luto para una boda o si cambiamos los muebles de lugar justo antes de mudarnos de casa. Algunos momentos son más difíciles de comprender. A mitad de una larga explicación podríamos darnos cuenta de que otros han dejado de escuchar y están impacientes por intervenir y comprendemos tardíamente que ese debió haber sido nuestro momento “para callar”. En su precioso tiempo en que se apartó con los Doce (Lucas 9, 18-22), Jesús invitó a sus amigos a reflexionar en ese tiempo en que estaban viviendo y con quién lo estaban viviendo. Como respuesta, ellos proclamaron que él era el Mesías por tanto tiempo esperado. El Eterno había entrado en su mundo, y nada volvería a ser igual para la humanidad.

Sin embargo, los discípulos podrían haber llegado a la conclusión errónea. Muchos de ellos deseaban vivir en el tiempo del triunfo y la victoria de Dios. Pero tuvieron que llegar a comprender el hecho de que el camino de Jesús hacia la gloria pasaba necesariamente por el Calvario. Para ellos y para su Mesías, era un tiempo de sufrimiento. También era un tiempo de decisiones. ¿Qué creían respecto a Jesús? ¿Estaban dispuestos a seguir a su Maestro hasta la cruz, incluso si eso significaba dejar de lado no solo sus ambiciones personales sino sus valiosas ideas de cómo debían ser las cosas? A menudo nos sentimos atrapados cuando sentimos una diferencia entre nuestras expectativas y lo que en realidad está sucediendo a nuestro alrededor. En tiempos como estos, es especialmente importante apartarnos para pasar tiempo reflexionando junto a Jesús. Cuando obtengamos una idea más clara sobre el tiempo en que estamos viviendo, sabremos cómo responder a las circunstancias apropiadamente. Jesús siempre nos ayudará y nos dará su gracia. “Señor del pasado y del futuro, te pido que me ayudes a mantenerme cerca de ti en este tiempo presente de oportunidad.” ³³

Salmo 144 (143), 1a. 2abc. 3-4 Lucas 9, 18-22 Agosto / Septiembre 2022 | 89


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de septiembre, sábado Lucas 9, 43-45 Presten mucha atención.

(Lucas 9, 44) Según un estudio de los psicólogos Christopher Chabris y Daniel Simons, en el que la mitad de las personas que observaban una escena no notaron a un intruso que apareció de repente: “Nos estamos perdiendo de mucho de lo que sucede a nuestro alrededor” y “no somos conscientes de todo lo que nos estamos perdiendo.” Los discípulos en la lectura de hoy también tienen un problema de “atención selectiva”: No entendían el mensaje de la cruz y no tenían idea de que un instrumento de tortura podía llevar a la vida. Ya habían escuchado a Jesús predecir su pasión y muerte y decir que todo seguidor suyo debía cargar con su propia cruz. Tres de ellos habían visto a Jesús hablar sobre su muerte con Moisés y Elías. Y ahora el mensaje se les presentaba como una señal: “Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.” Pero los discípulos seguían sin entender, pronto comenzaron a discutir sobre su rango (Lucas 9, 22-23. 30-31. 44. 46). ¿Somos nosotros diferentes? En nuestra propia vida, ¿no podemos recordar momentos en que nos costó mucho ver lo que Jesús nos estaba

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mostrando, especialmente cuando no cumplía con nuestras expectativas? Nuestra consigna debería ser “¡presta atención!” Hoy, piensa sobre lo que puedes hacer para ser más atento al Señor y a su enseñanza. Quizá puedes pensar en formas de luchar contra el “síndrome del adormecimiento” y estar más presente para Dios mientras rezas, lees la Sagrada Escritura y asistes a Misa. También puedes decidir “prestar atención” aprendiendo más sobre la vida de los santos, la historia de la Iglesia y las doctrinas de la fe. ¿Por qué no leer un clásico espiritual como Confesiones de San Agustín, Historia de un alma de Santa Teresa de Lisieux o Introducción a la vida devota de San Francisco de Sales? También está el Catecismo de la Iglesia Católica que tiene una maravillosa sección final sobre la oración con la cual puedes rezar. Utilizando todas estas ayudas, ¡permitamos que el Señor nos muestre a todo aquel “intruso invisible” que él desea que veamos! “Espíritu Santo, te pido que me ayudes a estar atento a tu palabra y a tu guía.” ³³

Eclesiastés 11, 9-12. 8 Salmo 90 (89), 3-4. 5-6. 12-13. 14. 17


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MEDITACIONES SEPTIEMBRE 25-30

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de septiembre, domingo Lucas 16, 19-31 Un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa. (Lucas 16, 20) ¿Cuántas veces crees que este hombre rico pasó a la par de Lázaro? Sin embargo, fue como si el hombre realmente nunca lo viera. El hombre rico simplemente aceptó la presencia de Lázaro como una realidad de la vida. Este hombre murió y terminó sufriendo en el lugar de castigo. Pero no fue simplemente porque era rico, sino porque nunca se preocupó por este ser humano que era, en cierta forma, parte de su vida cotidiana. Todos sabemos que ser cristiano implica cuidar de los menos afortunados. Hay tantas personas que pasan necesidad que podemos sentirnos abrumados. Además, la mayoría de nosotros no somos expertos en política con el conocimiento necesario para sacar a las personas de la pobreza. Aun si entregamos todas nuestras posesiones, difícilmente esa acción haría una gran diferencia.

Es bueno recordar que Jesús tampoco tenía una gran estrategia para resolver el problema de la pobreza, solamente se acercó a los pobres. Si el hombre rico en la parábola de Jesús hubiera hecho lo mismo para cuidar del mendigo que se encontraba en su puerta, su vida habría terminado de una manera muy distinta. Por ahí es por donde nosotros podemos comenzar: Ayudando a una persona a la vez. Si todos lo hiciéramos, ¡piensa en cuántas personas recibirían ayuda! Recuerda también que Dios desea que tú ayudes a aquellos que tal vez no les hacen falta bienes materiales pero que aun así siguen siendo “pobres”. Como decía la Madre Teresa: “Muchas personas en el mundo están muriendo por un pedazo de pan, pero hay muchas más que mueren por un poco de amor.” Hoy en Misa, pídele al Señor que te muestre a alguien que podría estar a tu “puerta” sin que tú lo hayas notado. ¡Podrías hacer una verdadera diferencia en su vida! “Señor, te pido que me muestres el “Lázaro” que es parte de mi vida y que necesita mi ayuda.” ³³

Amós 6, 1. 4-7 Salmo 146 (145), 7. 8-9a. 9bc-10 1 Timoteo 6, 11-16

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de septiembre, lunes Lucas 9, 46-50 El más pequeño entre todos ustedes, ese es el más grande. (Lucas 9, 48) Los discípulos eran iguales a nosotros. Algunos anhelaban el respeto y la estima por parte de otras personas, otros el poder y la gloria. Y otros presumían de tener derechos exclusivos al poder de Jesús. Después de tres años de ser enseñados, dirigidos y amados por el Señor Jesús seguían sin comprender. “Déjanos ver al Padre”, le dijeron (Juan 14, 8). “¿Qué quiere decir con eso de ‘dentro de poco’?”, se preguntaron (Juan 16, 17). Y finalmente, “¿quién es el más grande?” Jesús les dio una respuesta sencilla: Él no desea que sus seguidores piensen de sí mismos como una asamblea poderosa, respetada o elitista. Más bien, se supone que sean como niños sin expectativas, ni deseos de grandeza; más bien que sean personas sencillas, confiadas y amorosas. El Señor desea seguidores que sean abiertos y moldeables que acepten la acción del Espíritu Santo en otras personas. En ningún lugar de este pasaje Jesús habla de ser perfecto. El Señor Jesús no plantea una vida libre de errores como la meta para sus discípulos. ¿Y cómo podría hacerlo? Los Evangelios están llenos de ejemplos en los cuales las falencias de los discípulos 92 | La Palabra Entre Nosotros

quedan expuestas: “¿Quién será este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?” (Marcos 4, 41), preguntaron, a pesar de que lo habían visto curando y expulsando demonios una y otra vez. Incluso cuando Jesús les dijo que él era el Mesías y que tenía que morir, ¡la respuesta inmediata de Pedro fue equivocada (Mateo 16, 16-23)! Los discípulos necesitaban aprender, necesitaban confiar y necesitaban vivir de forma sencilla y alegre, apoyándose en Aquel que es todopoderoso, que todo lo sabe y que es todo amor. Se necesitó tiempo: Años al lado de Jesús y todavía más años después del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés. Hacerse como un niño no sucede de la noche a la mañana, pero sucede. ¡Pide, busca y llama a la puerta! Pídele al Espíritu Santo que te enseñe. Busca el amor del Padre para hacerte humilde. Llama a las puertas del cielo para que recibas la gracia de estar tranquilo y confiado. “Amado Jesús, te pido que me ayudes a ser como un niño y que me des la sabiduría y el entendimiento que necesito para estar agradecido con mi vida y apoyarme en tu fortaleza y consuelo.” ³³

Job 1, 6-22 Salmo 17 (16), 1. 2-3. 6-7. 8b. 15


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de septiembre, martes Lucas 9, 51-56 ¿Quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos? (Lucas 9, 51-56) Sin duda la religión y la política han provocado algunos de los conflictos más terribles en la historia de la humanidad: Irlanda del Norte, la antigua Yugoslavia y Ruanda. En cada una de estas regiones los desacuerdos ideológicos escalaron hasta convertirse en violencia mortal. Ambos bandos reclamaban ser los “verdaderos” patriotas, y algunos incluso decían que Dios estaba de su lado en las masacres que cometían. Mientras que algunos de los combatientes podrían haber estado actuando en legítima defensa, otros usaron su comprensión de la verdad como una excusa para la agresión. En Santiago y Juan encontramos una actitud similar. Aparentemente pensaban que Jesús iba camino a Jerusalén a conquistar un reino, no a entregar su vida por el reino. Ellos se sintieron justificados para buscar el castigo para los samaritanos porque sabían que Jesús venía de Dios. Elías había hecho caer fuego sobre aquellos que dudaron de él (2 Reyes 1, 10-12), entonces, ¿por qué no podían ellos hacer lo mismo? Además los samaritanos siempre habían sido hostiles con Israel, incluso asegurando que ellos eran los “verdaderos” adoradores de Dios.

A veces podemos ver a otras personas a través del lente equivocado, también. Algunos no están recibiendo el reino de Dios en medio de nuestra sociedad, e incluso están actuando en contra de los valores piadosos. Quizá comenzamos a etiquetar a estas personas en nuestra cabeza, y a veces, también en voz alta. Los vemos como enemigos en lugar de personas comunes como nosotros. ¿Cómo podemos liberarnos de esta perspectiva parcializada? La mejor respuesta a esta pregunta es observar el ejemplo de Jesús. El Señor podría haber azotado a sus enemigos, pero en su lugar decidió morir por ellos. De igual manera, podemos pedirle a Dios que transforme nuestro corazón hacia aquellos que no nos comprenden, y aquellos que nosotros no comprendemos. Podemos decidir bendecirlos en lugar de maldecirlos (Romanos 12, 14). Podemos pedirle a Dios que nos conceda su sabiduría en nuestro corazón así como en el de ellos. ¡Así es como se inicia una revolución espiritual que realmente haga del mundo un lugar mejor! “Señor, te pido que me ayudes a ver tu presencia en todos.¡Te ruego que envíes tus bendiciones sobre todos hoy!” ³³

Job 3, 1-3. 11-17. 20-23 Salmo 88 (87), 2-3. 4-5. 6. 7-8

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de septiembre, miércoles Job 9, 1-12. 14-16 No creo que atendiera mis razones. (Job 9, 16) Job estaba al borde de la desesperanza total cuando pronunció estas palabras. Aun si Dios le hubiera respondido Job no habría creído que realmente estaba escuchando cuáles eran sus necesidades. Nada de lo que él pudiera decir o hacer cambiaría suerte. Dios tenía todo el poder, y estaba haciendo sufrir a Job, o al menos eso parecía. Así puede parecernos a nosotros también, especialmente cuando un ser querido está gravemente enfermo o nuestra cuenta de banco tiene los números en rojo. Como nos muestra el relato de Job, estas crisis se remontan a tiempos remotos, al igual que la antigua tendencia de cuestionar si Dios nos escucha cuando lo llamamos. Antes de llegar a la misma conclusión a la que llegó Job, fíjate en el Evangelio de hoy. Jesús estaba viajando con sus discípulos y, sorprendentemente, los estaba escuchando y les estaba respondiendo. Y lo que es todavía más impresionante es que estaba respondiendo basado no solo en lo que le decían, sino en la intención de su corazón. Sus palabras pueden parecer duras en un principio, pero son exactamente las palabras correctas para 94 | La Palabra Entre Nosotros

ayudar a estos discípulos a descubrir una mayor libertad en seguirlo a él. Jesús te escucha mucho más de lo que tú podrías esperar. Al igual que un amigo o esposo que es receptivo, él sabe lo que se encuentra detrás de tus palabras. En voz alta, podrías decir: “Estoy harto de vivir en esta incertidumbre (o dolor o rechazo)”, pero en tu corazón, él te escucha decir “estoy asustado” o “estoy agotado”. Jesús te va a responder. A veces lo hará directamente, como lo hizo en el Evangelio de hoy, otras veces él derrama su consuelo. Y otras veces, responde en silencio, solamente para mostrarnos más tarde que él está caminando con nosotros en nuestras pruebas. ¡Qué bendición es que Dios pueda soportar nuestras frustraciones y acusaciones! El Señor te comprende muy profundamente. Sabe exactamente lo que has estado viviendo durante el día, ni siquiera necesitas decírselo. Así que confía en que él conoce tu corazón. Cree que él escucha tus pensamientos y preocupaciones más profundas. Y recuerda que él te dará la luz, de una u otra forma, que te ayudará a acercarte más a él. “Señor, gracias por escucharme, entenderme y ocuparte de mis necesidades más profundas.” ³³

Salmo 88 (87), 10bc-11. 12-13. 14-15 Lucas 9, 57-62


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de septiembre, jueves Los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael Salmo 138 (137), 1-2a. 2bc-3. 4-5 Delante de los ángeles tañeré para ti. (Salmo 138 (137), 1) ¿Por qué razón la Iglesia aparta un día de fiesta especial para los santos arcángeles? En la meditación matutina de esta misma fecha pero en 2017, el Papa Francisco nos dio la respuesta: “Hoy celebramos el día de tres de estos arcángeles porque han tenido un papel importante en la historia de la salvación. Y conmemoramos a estos tres porque también tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación.” Analicemos ahora a cada uno de ellos. El Papa Francisco dijo que San Miguel es “el que hace la guerra al diablo,” como se describe en el libro del Apocalipsis (12, 7-12). El diablo “molesta en nuestra vida: siempre busca seducir, como sedujo a nuestra madre Eva.” San Miguel “nos ayuda a hacerle la guerra, a no dejarnos seducir por este espíritu maligno que nos engaña con seducciones.” San Gabriel, “es el que lleva las buenas nuevas.” Así como llevó las buenas noticias de salvación a Zacarías, María y José, así es el mensajero de salvación para nosotros también. “Con tantas noticias malas o tantas noticias que no tienen sustancia, olvidamos la buena

nueva, aquella del Evangelio,” dijo el Santo Padre. “Gabriel [es] quien nos recuerda esto.” Finalmente, San Rafael es el que “nos toma de la mano y camina con nosotros, nos ayuda en tantas cosas que suceden en el camino.” Él es nuestro “compañero de camino,” dijo el Papa Francisco. Así como guio los pasos de Tobías en su difícil camino (Tobit 5–13), así también guía nuestros pasos. Debemos pedirle que nos ayude a no ser “seducidos para dar el paso equivocado, equivocarse de camino.” Los arcángeles son santos y poderosos, pero como señaló el Papa Francisco, nuestra vocación es muy similar a la de ellos: Servir al Señor, alabarlo y contemplar su gloria. Hoy, invoquemos juntos a estos poderosos siervos de Dios y pidámosles que intercedan por nosotros. ¡Al defendernos en la batalla, recordarnos las buenas noticias y acompañarnos por nuestro camino, ellos nos están ayudando a cumplir con esta maravillosa vocación a la cual hemos sido llamados! “¡Bendigan al Señor, ángeles poderosos! Ustedes que cumplen sus órdenes...(Salmo 103 (102), 20). Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, ¡rueguen por nosotros!” ³³

Daniel 7, 9-10. 13-14 Juan 1, 47-51

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de septiembre, viernes Job 38, 1- 12-21; 40, 3-5 El Señor le habló a Job desde el seno de la tormenta. (Job 38, 1) Simplemente no hay forma de evitarlo. Ya sea física o emocionalmente o de las dos formas, cada uno de nosotros encontrará el sufrimiento en algún momento de su vida. Es parte de vivir en este mundo y es algo que el pobre Job conocía muy bien. Además de su tormenta de infortunios, Job también debió soportar los razonamientos sin sentido de sus amigos. En un discurso tras otro, ellos trataban de convencerlo de que había sido castigado por algún pecado grave que se encontraba oculto y de que debía alejarse de un Dios tan cruel. Pero Job permaneció firme. Al final, Dios se apareció y silenció a estos hombres. Le recordó a Job que como el Creador de todas las cosas, él siempre tenía el control. Job no había pecado, y el hecho de que nunca se hubiera alejado de Dios hizo que su rectitud brillara todavía más. En su carta apostólica Salvifici Doloris, San Juan Pablo II escribió que el libro de Job “no es la última palabra sobre este tema… En cierto modo es un anuncio de la pasión de Cristo” (11). Jesús, aunque inocente, soportó el sufrimiento, incluyendo la traición de sus amigos más cercanos. Y en su sufrimiento, no solo nos redimió; 96 | La Palabra Entre Nosotros

reveló el poder redentor implícito en todas las pruebas y en todo dolor. Para explicar esto, el predicador de la Casa Pontificia, el cardenal Raniero Cantalamessa preguntó: “¿Cómo se hace para demostrar a alguien que una cierta bebida no contiene veneno? ¡Se bebe de ella antes que él, delante de él! Así ha hecho Dios con los hombres. Él bebió el cáliz amargo de la pasión… En el fondo del cáliz debe haber una perla. El nombre de la perla lo conocemos: ¡resurrección!” Ambos maestros espirituales nos muestran que la mejor forma de enfrentar el sufrimiento es descubrir el propósito que tiene para nuestra vida, tanto el redentor como el intercesor. Nuestos sufrimientos nunca tienen que dominarnos. Al igual que Job, podemos soportar las tormentas de la vida manteniéndonos firmes en nuestra esperanza y fe en el Señor. Si todo esto falla, podemos recordar nuestro destino final: “Yo sé que mi defensor vive… yo, en persona, veré a Dios” (Job 19, 25-25). “Señor Jesús, te ruego que me enseñes a mantenerme firme, ¡que yo nunca aparte mis ojos de ti!” ³³

Salmo 139 (138), 1-3. 7-8. 9-10. 13-14ab Lucas 10, 13-16


Pizarrín Informativo PROGRAMA DE INVIERNO - CONTIGO 2022 Queridos lectores: Queremos compartir con ustedes una gran noticia. Muy pronto vamos a dar inicio a la Campaña de Invierno “Contigo 2022”, que comprenden 3 programas: 1. Programa dirigido a niños en edad escolar de la Biblioteca Mi Angelito ubicado en el AAHH Loma de Corvina de Villa El Salvador. Les brindaremos apoyo para mejorar en las áreas de Comprensión Lectora, Expresión Oral y Razonamiento matemático. 2. Programa para las madres de estos niños, brindaremos una capacitación especial para que los acompañen en su procesos de desarrollo. 3. Programa para Voluntarios que quieran aportar sus talentos a esta causa. Contamos con sus oraciones para que estos programas se desarrollen con éxito pero también nos gustaría pedirte nos ayudes con un aporte económico voluntario para poder solventar los gastos de los programas.

Todo aporte es muy valioso!

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San Agustin, 28 de Agosto

Santa Rosa de Lima, 30 de Agosto

San Jeronimo, 30 de Setiembre

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