San Ignacio de Loyola
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Toma, Señor, y recibe Reza con San Ignacio de Loyola
AMIGOS DE LA PALABRA Telf.: (01)488-7118 Cel.: 981 210 822 Correo: amigosdelapalabra@lapalabraentrenostrosperu.org SUSCRIPCIONES : 922 562 402 suscripciones@lapalabraentrenosotrosperu.org
En este ejemplar: Junio - Julio 2022
Amigos de la Palabra Una luz que empieza a brillar
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Toma consciencia del agua El poder de la oración del Examen de San Ignacio
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Separa la verdad de la mentira La oración del Examen puede ser liberadora
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¡Sorpréndeme! 18 Ofrezcamos nuestra vida a Dios por medio del Acto de entrega de sí de San Ignacio Nuestra portada retrata a San Ignacio de Loyola (1491-1556) delante del altar de la Virgen María en el monasterio benedictino de Montserrat cerca de Barcelona, España. Ignacio pasó la noche del 24 de marzo de 1552 en oración vigilante, habiendo colocado su espada y su daga —emblemas de su vida pasada como soldado— sobre el altar. A la mañana siguiente, inició su nueva vida como peregrino y discípulo del Señor. Albert Chevallier-Tayler (1862-1925) © 2011 Instituto jesuita de Londres
Nunca es demasiado tarde para perdonar Encontré la paz después de cincuenta años albergando resentimiento Por Dan Dowset
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La libertad de ser yo mismo Dios me ayudó a encontrar la paz con mi pasado
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Por Matt Lozano
Semana Santa en el penal Dios me ayudó a encontrar la paz con mi pasado Por Matt Lozano
Meditaciones diarias Junio del 1 al 30 Julio del 1 al 31
Estados Unidos Tel (301) 874-1700 Fax (301) 874-2190 Internet: www.la-palabra.com Email: ayuda@la-palabra.com
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Toma, Señor, y recibe Queridos hermanos:
somos y lo que tenemos y someternos a su santa voluntad? n los meses de junio Los artículos de la sección del y julio, aprendere- frente para estos dos meses, sobre mos a profundizar San Ignacio, fueron escritos por en nuestra oración por medio del el padre Nathan O’Halloran, un ejemplo de San Ignacio de Loyola. sacerdote jesuita que es conseEste santo, nacido en España en jero teológico de La Palabra Entre 1491, era un noble y militar que Nosotros. antes de conocer al Señor buscaba Conforme los leemos, tengael reconocimiento de los demás y mos la misma actitud que plasmó se había entregado por completo a Ignacio en su Acto de entrega de la vanidad. sí. Todo lo que tenemos en nuestra vida —nuestros pensamientos, acciones, relaciones personales e Nuestro Señor te espera incluso nuestras alegrías y tristediariamente para darte zas— todo le pertenece al Señor, y él nos invita a entregárselo de descanso y consuelo, y para vuelta. El tesoro más grande —el renovar tus fuerzas. único tesoro real y duradero— que poseemos es el amor y la gracia Pero su convalecencia en su cas- del Señor. Y ese amor y esa gracia tillo de Loyola, luego de ser herido contienen un caudal de bendicioen el campo de batalla, le abrió las nes: Perdón, la presencia de Dios, puertas a una relación profunda con la promesa del cielo y mucho más. Confío en que estos artículos te el Señor Jesucristo por medio de la cual comprendió que debía dejar su ayudarán a profundizar cada día vanidad de lado y entregarle a él su más en tu relación con Jesús y a formemoria, entendimiento, voluntad talecer tu vida de oración. Recuerda y libertad. Entendió que lo único que el Señor siempre está a tu lado que debía bastarle eran el amor y y lo que más desea es que acudas a la gracia de Dios. él y le entregues en sus manos todo Lo único que debe bastarnos a aquello que está en tu corazón y en nosotros son la gracia y el amor que tu mente. Nuestro Señor te espera provienen de nuestro Padre celestial. diariamente para darte descanso y ¿Podemos entregarle todo lo que consuelo, y para renovar tus fuerzas.
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Pido al Señor que, por medio de la intercesión de la Virgen María, bendiga tu esfuerzo y disposición de entregarle toda tu vida a él. Que cada día puedas decir, junto con San Ignacio de Loyola, …todo es tuyo;
dispón de ello conforme a tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que eso me basta. María Vargas Directora Editorial
La Palabra Entre Nosotros • The Word Among Us Editora Gerente: Susan Heuver Directora Editorial: María Vargas Equipo de Redacción: Ann Bottenhorn, Jill Boughton, Lynne Brennan, Kathryn Elliott, Bob French, Joseph Harmon, Theresa Keller, Joel Laton, Laurie Magill, Fr. Joseph A. Mindling, O.F.M., Cap., Patricia Mitchell, Fr. Nathan W. O’Halloran, SJ, Jill Renkey, Hallie Riedel, Lisa Sharafinski, Patty Whelpley, Fr. Joseph F. Wimmer, O.S.A., Leo Zanchettin
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Una luz que empieza a brillar, Nathaniel 7 años Programa Contigo de Amigos de La Palabra
Una de las experiencias más gratificantes en la vida sin lugar a dudas es el servicio, la ayuda al prójimo; pero qué sensación tan diferente se tiene, cuando ves que ese “apoyo brindado” va más allá de hacerte sentir bien, sino, que puedes palpar la felicidad que refleja la persona que está recibiendo la ayuda. Nosotros conocimos a Nathaniel el año pasado, ella es una tierna niña de siete años que asistía a la Biblioteca Mi Angelito en Lomo de Corvina de Villa El Salvador, donde participaba conjuntamente con otros niños de las clases de Comprensión Lectora que estaba dando 4 | La Palabra Entre Nosotros
la Asociación Amigos de la Palabra. Nathaniel llamó mucho nuestra atención, porque ella a pesar de estar en segundo grado de primaria no sabía leer; y aquí quiero hacer un paréntesis porque es importante precisar que esta pequeña hizo primer y segundo grado en Pandemia, con todas las dificultades y limitaciones inimaginables para quienes tenemos el privilegio de contar con internet y un dispositivo como mínimo. Nathy es el reflejo de lo que ha dejado esta pandemia en temas de educación en nuestro país, pero también es el reflejo de una niña con ganas de esforzarse para salir adelante.
La carita de Nathy en las primeras clases de comprensión lectora es imborrable de nuestra mente, la recuerdo asustada, avergonzada porque a pesar de su edad no sabía leer, tenía mucha inseguridad a pesar que le dábamos todo el soporte que estuviera a nuestro alcance, sin embargo, el verse desnivelada con los demás niños la llenada de tristeza y ansiedad ¿Qué hacemos en estos casos? ¿Acaso lo más conveniente para el resto del grupo, era retirarla? ¿Podemos ayudarla de alguna forma? ¿Pero cómo? Vinieron muchas preguntas a nuestra mente, definitivamente nuestra intención primaria era ayudarla, pero qué difícil se nos hacía concretar esa ayuda porque Nathy necesitaba ser instruida por una profesional, ella necesitaba de una docente que tuviera el tiempo, la vocación de servicio, la disposición y además que sepa ganarse la confianza de Nathaniel… Es allí donde el Señor comienza a obrar, cuando se nos acabaron las posibilidades, todos los escenarios, cuando hicimos todo nuestro esfuerzo y humanamente no veíamos salida, allí es donde nuestro Dios bondadoso se hizo presente y conocimos
a través de una buena amiga de la Asociación Amigos de la Palabra a Danna, una profesora muy especial, de gran corazón que no dudó en brindarle sus talentos a Nathaniel. Han transcurrido algunos meses y ya vemos grandes cambios en Nathy, ella empieza a brillar con luz propia, no sólo aprendió a leer y escribir sino que mejoró mucho en temas de seguridad, confianza y sociabilización. Hace poco tuvimos la oportunidad de verla bailar Caporales en la Clausura del Programa de Verano Contigo 2022, donde se mostró risueña, feliz, segura y con una gran sonrisa en su rostro, además de sus grandes dotes como bailarina. También conocimos personalmente a su mami, quien nos entregó una carta de agradecimiento que compartimos con mucho cariño con ustedes, pueden leerla en la contra carátula de la revista. Por nuestra parte nos quedamos con la sensación de gozo y agradecimiento con Dios por esta oportunidad que nos da de ayudar, y a ustedes porque con su aporte hacen posible que podamos ayudar a más niños como Nathaniel. Fabiola Fernández Maldonado
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Toma consciencia
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del agua
U
n día, mientras dos peces jóvenes nadaban juntos por el océano se encontraron a un pez más viejo que les dijo: “Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?” Los dos jóvenes siguieron nadando, y eventualmente uno de ellos le preguntó al otro: “¿Qué es el agua?” ¿Cuál es el sentido de esta historia? Que las realidades más importantes a menudo son las que nos resultan más difíciles de ver y de las que más nos cuesta hablar. Para los cristianos, eso significa que podemos “nadar” por la vida sin reconocer la presencia de Dios, y vivir una vida que no examinamos con frecuencia. Pero como dijo Sócrates, el famoso filósofo griego: “Una vida que no ha sido examinada, no merece ser vivida”. Afortunadamente, el santo del siglo XVI, Ignacio de Loyola, nos ofreció una herramienta que nos permite descubrir el agua, es decir, ser conscientes de la presencia de Dios en nuestra vida cotidiana. Este
método de oración ha sido utilizado por incontables cristianos en los últimos quinientos años para ayudarlos a vivir una vida examinada, y puede ayudarte a ti también. En los artículos de la edición de este mes, quiero guiarte a través de dos plegarias ignacianas: El Examen y el Acto de entrega de sí (Suscipe). A pesar de que estas son oraciones separadas, en realidad conforman un solo método porque ambas son parte de una sola forma de rezar. Quiero desarrollar estas dos oraciones a través del lente de la vida de San Ignacio, debido a que he encontrado que usar su vida como ejemplo puede ser una forma particularmente fructífera de
Los artículos de este mes fueron escritos por el Padre Nathan O’Halloran, SJ. El Padre Nathan es profesor asistente de estudios religiosos y director del programa de Estudios católicos en la Universidad de Loyola, Nueva Orleans, además es consejero teológico de La Palabra Entre Nosotros. Julio/Agosto 2022 | 7
ver los efectos positivos y concretos que estas plegarias pueden tener en la vida de una persona. El Examen general. Comencemos con el Examen general. Es un examen de consciencia sencillo y directo, que consiste en cinco pasos: (1) Doy gracias a Dios por los favores recibidos; (2) pido la gracia para reconocer mis pecados; (3) examino mis pensamientos, palabras y obras desde que me despierto hasta la hora en que estoy realizando el Examen; (4) pido perdón; y (5) resuelvo reparar mis faltas con la gracia de Dios. Finalmente, termino rezando un Padre Nuestro. Es un método muy sencillo. Pero la sencillez de esta herramienta oculta su poder. Para San Ignacio, el Examen era la forma de vivir una vida consciente de la presencia de Dios. Al escribir a los miembros más jóvenes de la orden que fundó —los jesuitas— Ignacio dijo que especialmente deberíamos:
Practicar la búsqueda de la presencia de nuestro Señor en todas las cosas: en el trato con otras personas, en el caminar, en el ver, en el gustar, en el oír, en el entender y en todas nuestras actividades. Porque su Divina Majestad está verdaderamente en todo por su presencia, poder y esencia. Este tipo de 8 | La Palabra Entre Nosotros
meditación —encontrar a Dios nuestro Señor en todo— es más fácil que elevarnos y hacernos presentes laboriosamente a realidades divinas más abstractas. El Examen enseña la práctica de “buscar la presencia del Señor en todas las cosas.” Esa es la razón por la cual uno de los mayores discípulos de Ignacio, San Francisco Javier, enseñó a sus compañeros misioneros jesuitas a “cuidar de nunca faltar a hacerlo [el Examen] dos veces al día, o al menos una, según nuestro método común, sea lo que sea que estemos haciendo.” ¡Ni siquiera un misionero tan ocupado como Francisco Javier podía omitir el Examen! Después de todo, ¿qué podría ser más fructífero para un misionero que apartar un momento del día para identificar la presencia de Dios y el movimiento del Espíritu para seguir mejor su guía? Antes de analizar más de cerca el Examen, veamos cómo fue la vida de Ignacio para entender cómo fue que él mismo lentamente tomó consciencia del “agua” de la presencia de Dios. La vanidad de la atención. Íñigo (el
nombre de pila de San Ignacio) nos dice al comienzo de su autobiografía que hasta la edad de veintiséis años, él era un “hombre dado a las vanidades del mundo.” Él persiguió estas vanidades incansablemente, era
Pero fue su vanidad —no una bala de cañón— la que lo postró en
Ignacio es herido en la Batalla de Pamplona Albert Chevallier-Tayler (1862-1925) © 2011 Instituto jesuita de Londres
cama en su castillo en Loyola.
un hombre que esperaba recibir alabanza y afirmación. Su madre, Doña Marina, murió cuando él era muy joven, y su padre, Beltrán de Ónaz, murió cuando Ignacio tenía dieciséis años. Ignacio era un joven de un metro y medio de estatura, bajo entre los españoles vascos, pero también muy orgulloso de su largo cabello rubio y sus piernas bien formadas. También era el más joven de trece hermanos. Quizá fue la pérdida de
ambos padres, siendo él muy joven, junto con el hecho de haber tenido muchos hermanos con los cuales competir, que provocó que él buscara tanta atención. Es más, era esta búsqueda de atención la que provocó que él, de forma insensata, convenciera a sus compañeros soldados a defender la fortaleza de Pamplona durante el levantamiento de 1521. Todos los demás vieron “claramente” —en palabras de San Ignacio— que no podía ser defendida. Pero su honor estaba en juego, lo que se tradujo en este caso en vanidad. Julio/Agosto 2022 | 9
En la batalla, Ignacio fue herido en su pierna por una bala de cañón. Pero fue su vanidad —no una bala de cañón— la que lo postró en cama en su castillo en Loyola. Acostado ahí, puede haber recordado las palabras que su tía, Doña Marina de Guevara, una vez le dijo: “Íñigo, no aprenderás ni te harás más sabio hasta que alguien te rompa una pierna.” Los médicos fijaron su pierna, la cual sanó, pero una “antiestética” protuberancia del hueso siguió siendo visible en uno de sus muslos. Íñigo no podía soportar esto. Así que, mártir de su propia vanidad, soportó la “carnicería” de que le aserraran el hueso, ¡sin anestesia! Fue esta segunda cirugía la que transformó su cama de convalecencia en una cama de conversión. Este es un ejemplo gráfico de la forma en que el “defecto principal” de Íñigo —su necesidad desesperada de atención y afirmación por parte de los hombres y las mujeres— dominó su vida en la juventud. Él necesitaba que los hombres lo amaran y lo respetaran. Necesitaba que las mujeres lo vieran atractivo. Y necesitaba estas cosas, como lo explicó más adelante, en una forma “desordenada”. Íñigo tuvo que soportar la tortura antes de poder aprender que Dios es suficiente, “Dame tu amor y gracia, que esto me basta”, como escribió en su Acto de entrega de sí (Suscipe). 10 | La Palabra Entre Nosotros
Vivir de su imaginación. Mientras convalecía en el castillo de su familia en Loyola, Íñigo pasó mucho tiempo viviendo dentro de su imaginación. Como relata en su autobiografía (la cual escribió en tercera persona), a veces se imaginaba a sí mismo en las historias de Amadís de Gaul, el ficticio caballero errante, y otras veces, en las historias que leía sobre San Francisco y Santo Domingo. Cuando fantaseaba sobre Amadís de Gaul, podía pasar “dos, tres e incluso cuatro horas sin sentirlo, imaginando lo que habría de hacer en servicio de una señora... Estaba tan enamorado con todo esto que no veía cuán imposible era poderlo alcanzar, porque la señora no era de vulgar nobleza.” (No sabemos quién era esta “señora”). Pero luego pasaba horas fantaseando con vivir la vida de los santos: “¿Qué pasaría si yo hiciese esto que hizo San Francisco, esto que hizo Santo Domingo?” Un día, comenzó a observar que su fantasías sobre las mujeres y las batallas lo dejaban “seco y descontento”, mientras que imaginar vivir como los santos lo dejaba alegre y en paz. Este fue el inicio del Íñigo reflexivo, el San Ignacio que eventualmente nos ofrecería un método para rezar con nuestra imaginación. Una nueva vida “examinada”. Sin
embargo, al ver hacia atrás, San Ignacio se describía a sí mismo en
El impulsivo Íñigo comenzaría una vida "examinada".
ese tiempo como “todavía ciego”. Ciertamente, mientras se alejaba del castillo en Loyola y se dirigía hacia el santuario de Nuestra Señora de Montserrat donde iniciaría su nueva vida, seguía soñando despierto con Amadís de Gaul y las grandes cosas que iba a realizar por Dios en vez de realizarlas por una mujer. Sus sueños se estaban moviendo en la dirección correcta, pero aún seguían llenos de egoísmo y voluntad propia. Desde Montserrat, Íñigo viajó veintiocho kilómetros río abajo al
Ignacio convalece en Loyola Albert Chevallier-Tayler (1862-1925) © 2011 Instituto jesuita de Londres
pequeño pueblo de Manresa. Fue ahí, recuerda San Ignacio en su autobiografía, que “Dios lo trató como un maestro trata a un niño pequeño.” Fue ahí que ocurrirían las experiencias clave que capacitarían al impulsivo Íñigo a comenzar una vida “examinada”. Fue en ese lugar donde Ignacio comenzaría a aprender todo lo que se convertiría en el centro de sus enseñanzas: Perspectivas llenas del Espíritu de las cuales seguimos beneficiándonos hoy en día. Ahora, continuemos con el siguiente capítulo de la vida de Ignacio para ver cómo se desarrolló todo esto. n Julio/Agosto 2022 | 11
Separa la verdad
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de la mentira La oración del Examen puede ser liberadora
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odos conocemos el valor de los retiros, de alejarse del mundo por un tiempo corto para centrar nuestra vida en Cristo. Íñigo llegó a Manresa y se retiró a una cueva, ¡durante once meses! Fue un tiempo difícil pero crucial en el cual aprendió mucho sobre sí mismo. Aprendió a distinguir entre las inspiraciones del “buen espíritu” —el Espíritu Santo— y las tentaciones del “espíritu maligno”, o Satanás. También aprendió a reconocer cómo el espíritu maligno estaba tratando de descarrilar su determinación de acercarse más a Dios. Mientras vivía en Manresa, Íñigo experimentó dos grandes tentaciones. La primera atacaba su futuro y la segunda su pasado. Respecto a su futuro, Íñigo comenzó a escuchar una voz en su cabeza que le preguntaba: “¿Cómo puedes soportar una vida como esta en los setenta años que te quedan por vivir?”, una vida de sacrificio y autonegación. Él sabía que esta voz de miedo y duda no provenía de Dios; después de todo, él había ido a Manresa para comenzar una nueva vida con el Señor. Esa misma voz es una que a menudo hemos reconocido, invitándonos a pensar lo peor y a salirnos del presente y entrar en el futuro desconocido y lleno de preocupaciones.
Pero con la gracia de Dios, Íñigo no solo reconoció que esta tentación venía del maligno, sino que respondió a ella en una forma que muestra el crecimiento que estaba experimentando. Él le contestó al espíritu maligno: “¿Puedes tú prometerme una hora de vida?” Ignacio comprendió que el maligno no podía predecir el futuro ni prometerle a él ni siquiera una hora. Y por lo tanto, respondiendo de esta forma, se “mantuvo en paz”. Aprendió a permanecer en el presente y a no quedarse en el futuro, un territorio lleno de minas para muchos de nosotros. Despertarse del sueño. La segunda
tentación —relacionada con su pasado— fue más siniestra. Fue tan Julio/Agosto 2022 | 13
terrible que Íñigo consideró quitarse la vida para escapar. Fue bombardeado con pensamientos de sus pecados pasados, y ninguna confesión escrupulosa de ellos le daría algo de alivio. Un día cuando los escrúpulos eran particularmente intensos, tomó la determinación de ir a confesarse una vez más. Pero, como lo explicó en su autobiografía, observó que después de haber tomado la decisión de acudir a la Confesión, “como una secuela” fue invadido por el disgusto. “Fue la forma en que nuestro Señor lo despertó del sueño”, escribió. Ese sentimiento inesperado de disgusto, que parecía fuera de contexto respecto a la situación en la que se encontraba, lo motivó a tomar acción sobre el espíritu maligno que lo acosaba. Ignacio escribió que “ya tenía alguna experiencia de la diversidad de espíritus por las lecciones que Dios le había dado.” A partir de ese momento, fue liberado de los escrúpulos. ¡Observa lo astuto que es este espíritu maligno! Normalmente, ¡pensaríamos que el disgusto provocado por la idea de asistir a la Confesión es un signo de que probablemente necesitamos confesarnos! Pero en este caso, sucedió lo contrario: Íñigo vio que el disgusto que sentía fluía “como una secuela” de su decisión y que la idea de confesarse en realidad provenía del maligno para poder seguirlo atando a los escrúpulos. La libertad 14 | La Palabra Entre Nosotros
de Íñigo surgió al comprender por sí mismo la forma en que este espíritu maligno lo estaba atrapando. Cuando reconoció lo que sucedía, fue liberado. Quiero resaltar la importancia de este punto. Lo que Ignacio mismo reconoció, nosotros podemos descubrirlo por medio de la oración del Examen. A través de esta plegaria, aprendemos a reconocer por nosotros mismos la forma en que el espíritu maligno nos ataca a cada uno particularmente. Esto fue lo que me sucedió a mí. Hace algunos años, me encontraba en medio de una lucha espiritual propia. Intenté distintas soluciones, y no podía encontrar nada que funcionara. Mi nuevo y sabio director espiritual me preguntó en nuestra primera reunión si estaba rezando con el Examen. Mi respuesta fue la usual, “sí”, y luego, al ser presionado dije “a veces” hasta que finalmente confesé la verdad: “No”. Realmente, había abandonado la oración del Examen desde los días del noviciado, cuando una campana sonaba dos veces al día para llamarnos a la oración. Así que mi nuevo director me dijo que empezara a rezar nuevamente el Examen dos veces al día, al mediodía y en la noche. Yo me preguntaba si eso era todo lo que necesitaba hacer. ¡Estaba atravesando un momento muy difícil! Al igual que Naamán cuando Eliseo le dio la instrucción de bañarse en el río Jordán para curarse
Lo que Ignacio mismo reconoció, nosotros podemos descubrirlo por medio de la oración del Examen.
Ignacio en Manresa, Albert Chevallier-Tayler (1862-1925) © 2011 Instituto jesuita de Londres
de la lepra (2 Reyes 5), ¡pensé que debía ser necesario hacer algo más radical! Pero no, lo que yo debía hacer era empezar a corregir mi vida “no examinada”. Los cinco pasos del Examen. Este es el
método que comencé a usar: Paso 1: “Doy gracias por los favores recibidos.” Para mí la clave no es cuánta gratitud tenemos sino identificar cuáles son exactamente esos favores que yo he recibido personalmente de parte del Señor. No puedo examinar mis pecados hasta que primero haya descubierto y aceptado las muchas formas en las que el Señor me ha mostrado su amor durante el día. Al principio,
me costaba bastante tiempo hacer el Paso 1, pero ahora comprendo que es la base del Examen. Paso 2. “Pido la gracia para reconocer mis pecados.” Aquí la clave es la gracia. Descubrir los pecados que he cometido durante el día es principalmente acción de Dios, no mía. Ignacio puede haber aprendido esto de su lucha contra los escrúpulos. Dios sabe cuáles son los defectos que necesito identificar durante el día mejor de lo que yo mismo los conozco. Si examino mis defectos sin él y fuera del contexto de su amor, puedo quedarme atrapado en la autocompasión o la desesperación. Pero si su gracia se está haciendo cargo, veré Julio/Agosto 2022 | 15
solamente las cosas que él quiere que yo vea hoy.
me dará la gracia que necesito para cambiar.
Paso 3. “Examino mis pensamientos, palabras y obras desde que me levanto hasta el presente.” Generalmente he entendido este tercer paso en la forma de un ejercicio similar que Ignacio llama el “Examen particular”: Reflexionar solamente en el pecado y el comportamiento pecaminoso. Como lo dijo el padre Juan de Polanco, secretario de San Ignacio: “En cada persona generalmente hay uno u otro pecado o defecto que es la fuente de muchos otros.” He descubierto que si solamente estoy viendo de manera “generalizada” el pecado que he cometido durante el día, comienzo a naufragar. Debo concentrarme en un defecto en particular.
El valor del Examen particular. Como
Pasos 4 y 5. “Pido perdón y resuelvo enmendar con la gracia de Dios.” Ahora le pido perdón al Señor. A través del Paso 1, él ya me ha mostrado que no estoy solo y que ha estado cerca de mí todo el día, así que decido mantenerme firme en este amor una vez más. Termino con la oración que Jesús nos enseñó, la cual me recuerda que debo esperar el pan de cada día que me da el Padre que me ama y que él ya me está dando todo lo que necesito hoy. El Señor siempre 16 | La Palabra Entre Nosotros
mencioné anteriormente, también he descubierto que la forma más eficaz para rezar en el Paso 3 es usar el Examen particular. He descubierto que si quiero enfocarme en un pecado o defecto en especial, debo ser capaz de identificar mi “Mentira”. La Mentira de cada quien será un poco distinta porque el maligno elabora nuestra Mentira después de un cuidadoso escrutinio de nuestro pasado, nuestras heridas, luchas y debilidades. A menudo nuestra Mentira está enraizada en el miedo al abandono o en una profunda inseguridad o temor al fracaso, y el espíritu maligno susurra esta Mentira en nuestros oídos desde que somos jóvenes. Por ejemplo, la Mentira de una persona puede ser algo como esto: “Un día todos me abandonarán y me quedaré solo.” Al rezar con el Examen particular, esta persona buscará momentos en los cuales escuchó esta voz durante el día y procuró la atención humana o el afecto en lugar de esperar pacientemente a recibirla del Padre que la ama y siempre le concederá la aceptación que necesita. Muchas personas descubren que cuanto más capaces son de identificar su “Mentira”, más los podrá liberar la Verdad del amor de Cristo. Yo recomiendo que hagas el Examen una
Hay un valor enorme en hacer una pausa a la mitad del día para observar si estás escuchando a la Mentira o a la Verdad.
o dos veces al día, a mediodía y en la noche. Hay un valor enorme en hacer una pausa a la mitad del día para observar si estás escuchando a la Mentira o a la Verdad. Vivir una vida “consciente”. Personal-
mente, rezar el Examen de esta forma ha cambiado mi vida. Lentamente pero con seguridad he identificado mi propia Mentira fundamental y he comprendido la manera en que estaba escuchándola de formas pequeñas pero significativas. Esto fue lo que me condujo a comportamientos que me impedían ver la presencia de Dios y que lentamente estaban comenzado a destruirme. Igual de lento, Dios me permitió ver por mí mismo la vida “inconsciente” que estaba viviendo, y
en su lugar comencé a vivir una vida espiritual rigurosamente consciente. Lo que el Señor hizo por Íñigo, también lo hizo por mí, uno de sus pobres hijos. Me despertó a la importancia de vivir una vida “examinada”. Jesús desea darte herramientas como la oración del Examen que te ayudarán a abrir tus ojos y a liberarte. El Señor desea que veas por ti mismo la forma en que estás siendo engañado por tu Mentira. A diferencia de los peces jóvenes que nadaban en un ambiente que ellos no sabían que era agua, Dios quiere que tú y yo vivamos completamente conscientes de su presencia en nuestra vida. Este es el poder del Examen de San Ignacio, y la razón por la cual muchas personas siguen rezándolo en la actualidad. n Julio/Agosto 2022 | 17
¡Sorpréndeme! Ofrezcamos nuestra vida a Dios por medio del Acto de entrega de sí de San Ignacio
18 | La Palabra Entre Nosotros
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acia el final de su vida, San Ignacio de Loyola hacía una pausa cada hora para examinar sus pensamientos, acciones y sentimientos. Pero esto no se debía a que fuera demasiado escrupuloso sobre sus pecados. Este examen de cada hora fluía solamente de su entrega y amor que resultaban casi infantiles. Por ejemplo, al principio de la Misa, mientras caminaba hacia el altar, a veces murmuraba: “¿Dónde deseas llevarme, Señor?” Y durante la Misa, hacía una pausa para susurrar: “Siguiéndote a ti, mi Señor, nunca me perderé.” Cada uno de estos pequeños momentos de entrega de sí en la vida de San Ignacio fluían de la gracia de la oración llamada Suscipe (Acto de entrega de sí). En esta oración, ofrecemos toda nuestra memoria, entendimiento y voluntad a Dios, con un énfasis especial en nuestra completa voluntad y libertad: Toma (suscipe), Señor, y recibe mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a ti, Señor, lo torno; todo es tuyo; dispón de ello conforme a tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que esto me basta.
La Suscipe es una oración de respuesta al gran amor que Dios nos ha mostrado a cada uno de nosotros. Está al final de los Ejercicios Espirituales que se realizan durante todo un mes, con una meditación llamada “La contemplación para alcanzar el amor de Dios.” San Ignacio comienza esta meditación recordándonos que “es… comunicar el amante al amado lo que tiene… y así el otro al otro.” Este amante, desde luego, es Dios, el Amante Divino. Ignacio luego pide al lector “ponderar con mucho afecto” todo lo que Dios le ha dado, y lo que es más, “el deseo que tiene de dárseme”. En el don de Jesucristo, Dios el Amante, me ha dado todo lo que posee. ¿De qué otra manera puedo yo responder si no es haciendo esta ofrenda: “Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, …todo… mi poseer”? Como el amado, deseo ofrecer todo de vuelta al Amante Divino, quien ya me ha entregado todo. San Ignacio hizo esta ofrenda de todo corazón a tal punto que le dijo a un compañero cuando se encontraba al final de sus días que solamente Julio/Agosto 2022 | 19
necesitaría unos quince minutos para aceptar incluso la destrucción de su nueva orden, la Compañía de Jesús. Observa la relación entre la Suscipe y el Examen: Ignacio ya había ofrecido todo a Dios en la oración del Acto de entrega de sí, incluyendo a la Compañía de Jesús. El Examen era la oración que le permitía vivir diariamente esa ofrenda. Propuestas de amor a Dios. Super-
ficialmente, podría parecer que la espiritualidad es más bien pasiva, con un énfasis en la entrega de toda nuestra voluntad y libertad. Sin embargo, para San Ignacio, la forma de entregar toda nuestra voluntad y libertad a Dios no consiste en renunciar al uso de nuestra voluntad sino en usarla para hacer grandes propuestas de amor. Piénsalo de esta manera: Qué clase de amante desea que su amado le diga constantemente, ¡solo dime qué hacer y yo lo haré! Esa es la relación entre un sirviente y un amo. El amante aprecia grandemente una ofrenda —que nace del corazón— hecha por amor aún si a veces esa ofrenda necesita ser rechazada o modificada. Como director espiritual, he encontrado que esta perspectiva es muy liberadora para muchas personas. La forma más eficaz, entonces, de entregar toda nuestra voluntad a Dios es realizar frecuentes propuestas de amor, para comenzar a actuar 20 | La Palabra Entre Nosotros
sobre ellas, y luego ver si Dios confirma nuestra ofrenda. Generalmente se hace evidente de forma rápida si Dios recibirá nuestras propuestas, ya sea a través de las circunstancias o por lo que sentimos en nuestro corazón mientras rezamos o actuamos sobre ellas. Ofrendas exitosas y fallidas. Para Igna-
cio, la Suscipe resultó en un largo camino tanto para las ofrendas exitosas como las fallidas. Dos ejemplos de su vida pueden ilustrar este punto. Después del tiempo que pasó en Manresa, Ignacio sintió un gran deseo de ir a Jerusalén para poder estar lo más cerca del Señor como le fuera posible. También era, en sus propias palabras, su firme “determinación de permanecer en Jerusalén”. Pero el fraile franciscano, que era el guardián de los lugares santos, le dijo con la misma firmeza que no podía quedarse ahí. Ignacio respondió que “había decidido quedarse” y que “no abandonaría su propósito por temor”. El fraile le respondió que él tenía el poder de excomulgarlo, así que Ignacio finalmente renunció a su propia voluntad. Él había hecho una ofrenda al Señor: Quedarse en Jerusalén. Pero a través de las legítimas autoridades religiosas en Jerusalén, Dios le había dejado claro que él no recibía esa ofrenda. Ignacio aprendió que sus propuestas de amor no
Ignacio y sus compañeros profesan sus votos solemnes Albert Chevallier-Tayler (1862-1925) © 2011 Instituto jesuita de Londres
Por medio del don de Jesucristo, Dios el Amante nos ha
siempre eran la voluntad de Dios para él. En otro momento, Ignacio realizó una ofrenda, como acto de penitencia, de caminar ciento diecisiete kilómetros descalzo sin comer o beber. Mientras le encomendaba esta ofrenda a Dios, en “la mañana en que debía partir… al comenzar a vestirse le vino un temor tan grande que casi le parecía que no podía vestirse”. Él podría haber asumido que estos sentimientos venían del espíritu bueno y significaban que no debía ir, pero siguió adelante y comenzó a caminar. El miedo que sintió le duró los primeros kilómetros de su viaje, y la confirmación no llegó de inmediato.
entregado todo lo que posee.
Pero al comenzar a escalar una colina “le comenzó a dejar aquella cosa [el miedo] y le vino una gran consolación y esfuerzo espiritual, con tanta alegría que empezó a gritar por aquellos campos y a hablar con Dios.” Este consuelo le dejó claro que Dios estaba complacido con su propuesta de amor, y así continuó caminando. ¡Sorpréndeme! A menudo he pensado
que una de las descripciones más precisas de la Suscipe puede encontrarse en la última línea de la novela Julio/Agosto 2022 | 21
de Ron Hansen, Mariette in Ecstasy (Mariette en éxtasis): Tratamos de ser formados y retenidos por [Dios], pero en su lugar él nos ofrece libertad. Y ahora cuando procuro conocer su voluntad, su bondad me inunda, su gran amor me sobrecoge y lo escucho susurrar: Sorpréndeme. Entregamos nuestra libertad usándola, “sorprendiendo” a Dios con ofrendas de amor. Pero, su confirmación o rechazo, conformará y moldeará nuestra libertad a su voluntad. En otras palabras, le hacemos una ofrenda a él, y su respuesta es guiarnos para vivir según su voluntad. En nuestra vida cotidiana, nuestras propuestas de amor generalmente no serán tan grandes como ir a Jerusalén o caminar descalzos por kilómetros. Pero cada día nos presenta oportunidades para “sorprender” a Dios haciéndole ofrendas de amor, aunque sean pequeñas, y luego actuando conforme a ellas. Si por alguna razón nos vemos impedidos de actuar sobre nuestra ofrenda, entonces debemos entregársela al Señor. Por ejemplo, quizá hemos decidido asistir a la Misa diaria, pero una larga llamada telefónica de parte de un amigo que está sufriendo provocó que nos la perdiéramos. Consolar a ese amigo podría 22 | La Palabra Entre Nosotros
ser exactamente lo que Dios quería que hiciéramos ese día. Aprender a discernir entre “cosas buenas” es esencial para el discípulo cristiano. Aprendemos cuando reconocemos las señales de confirmación o redirección. Una ofrenda matutina. Debido a que
la oración del Examen se utiliza a mediodía y en la noche, sugiero que reces la oración de Suscipe en el momento en que te levantas por la mañana. Hace unos cuantos años, comencé esta práctica yo mismo. Eso porque comencé a observar que la primera cosa que estaba haciendo al despertarme era revisar mi teléfono. Un día, en oración, pensé: ¿Por qué estoy revisando mi teléfono antes de haberme puesto en la presencia de Dios?
Entregamos nuestra libertad usándola, “sorprendiendo” a Dios con ofrendas de amor.
Y así hice una resolución, una ofrenda de amor a Dios. Ahora, antes de hacer ninguna otra cosa, digo una plegaria de ofrenda al Señor. Luego salgo de mi cama de rodillas (esto requiere algo de práctica). Este es el momento perfecto para realizar el Acto de entrega de sí, para hacerle otra ofrenda a él. Más tarde en el día, reviso mi fidelidad a esta ofrenda matutina cuando hago el Examen. Pero en ese momento, solamente me ofrezco a mí mismo. Me recuerdo que “tu amor y tu gracia” son suficientes para mí. Esto es todo lo que realmente necesito hacer cada día para confrontar a mi Mentira; esto es todo lo que necesito para vivir en la Verdad un día más. Luego, y solo
luego, miro mi teléfono, me visto y preparo el café. Todos deseamos ofrecer nuestra vida al Señor por amor a él y seguirlo como sus discípulos. El Examen y la Suscipe nos ofrecen herramientas para hacerlo. Rezo para que conforme ustedes puedan adoptar estas prácticas, descubran que se están entregando cada vez más al Amante Divino que ya les ha entregado todo. n Las citas de la autobiografía de San Ignacio fueron tomadas de la Autobiografía de San Ignacio de Loyola como fue contada a Luis González de Cámara. Otras citas fueron tomadas de los Ejercicios espirituales de San Ignacio. Julio/Agosto 2022 | 23
Nunca es demasiado tarde para perdonar
Por Dan Dowsett
Encontré la paz después de cincuenta años albergando resentimiento
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i tan solo estuvieras aquí, pensé, esto no estaría sucediendo. La negligencia de mi padrastro se había convertido en abuso, y yo odiaba el hecho de que mi padre biológico nos había abandonado y no estaba cerca para protegernos a mi mamá, mi hermano y a mí de mi padrastro. Cuando cumplí diecisiete años, mi madre se divorció de mi padrastro, pero la huella del abandono y el abuso había marcado mi corazón. Sin saber qué hacer con el enojo que sentía contra mi padrastro y mi padre biológico, me escapé a los falsos consuelos del sexo casual y el abuso de las drogas. Un testimonio amable. Conocí a
mi futura esposa, Lou Ann, en la secundaria. A pesar de que yo no compartía su fe católica, ella y yo con frecuencia hablábamos largo tiempo sobre su fe. Después de casarnos, tanto sus palabras como su ejemplo me ayudaron a convertirme en un esposo y padre cuidadoso. Ella asistía a Misa regularmente y era amable en sus explicaciones cada vez que yo le preguntaba sobre el catolicismo. Ella me animaba a involucrarme en la educación de nuestros hijos, especialmente cuando llegaba el momento de rezar con ellos antes de acostarse por la noche. La paternidad no siempre era fácil para mí. El único modelo que tenía era mi padrastro, y él era un hombre agresivo y exigente. Me gritaba por el más pequeño de los errores, como aquella vez en que le llevé la herramienta equivocada o cuando me reprendió por enredar el hilo de pescar en las pocas ocasiones en que fuimos juntos a
pescar. Inevitablemente, este patrón de comportamiento afectó mi propia paternidad; yo no era un padre amable al principio. “Perdonar” a mi padre. Cuando tenía
aproximadamente veintinueve años, supe que mi padre biológico estaba muriendo después de años de abusar del alcohol. Llegaron entonces a mi memoria los recuerdos de muchos años atrás cuando me sentaba a esperarlo en la entrada de la casa en los días de visita, y cómo lloraba cuando él no aparecía. El dolor del abandono seguía estando fresco. Pensé en lo inadecuado que me sentía educando a mis hijos y lo culpé a él por abandonarme al trato agresivo de mi padrastro. Siendo honesto conmigo mismo, yo odiaba a mi papá. Sin embargo, cuando él nos pidió a mi hermano y a mí que acudiéramos a su lecho de muerte, decidí ir. Sin decir mucho, él pidió perdón por habernos abandonado. Sintiéndome atrapado e incapaz de expresar cómo Julio/Agosto 2022 | 25
me sentía realmente, respondí: “Sí, te perdono.” Pero en realidad, seguía enojado. Pensé para mis adentros: Qué conveniente. Abandonaste tus responsabilidades como padre y esposo y provocaste años de dolor y angustia. Ahora, como un golpe de suerte, se supone que debo perdonarte. De regreso en mi hogar, el ejemplo de mi esposa siguió acercándome a Dios. Nuestros hijos asistían a una escuela católica y yo me involucré en nuestra parroquia y serví en varios comités. A los treinta y nueve años de edad, decidí convertirme al catolicismo, solo para descubrir que mi esposa y sus padres habían estado rezando por mí todos los días durante quince años. Experimenté un sentido de pertenencia 26 | La Palabra Entre Nosotros
pero todavía estaba inquieto. No fue sino hasta diez años después que experimenté una conversión personal mucho más profunda. Como nosotros perdonamos. Fui invi-
tado a asistir a un retiro de hombres, y por alguna razón acepté; pero la verdad es que estaba aterrorizado. Una de las cosas que más temía era estar en un grupo grande de hombres porque no me sentía parte de un grupo así. Yo no “hablaba de deportes”, y tendía a sentirme intimidado cuando estaba cerca de hombres fuertes y agresivos. Pero en este retiro, comprendí que otros hombres en este mundo también tenían heridas y estaban hablando abiertamente de ellas. Mi corazón comenzó a abrirse
De repente, comprendí que yo necesitaba perdonar a mi padre, y que necesitaba la ayuda de Dios para superar este odio que se albergaba en mi corazón.
y al finalizar el retiro, me sentía feliz de haber asistido. Conforme mi corazón se conmovía, comencé a asistir al Sacramento de la Reconciliación con más frecuencia. Un día, estaba leyendo la Escritura y un comentario sobre el Padre Nuestro, y una palabra en particular llamó mi atención de una forma en que no lo había hecho antes. Era una pequeña palabra que yo había ignorado por años: Como. “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.” De repente, comprendí que yo necesitaba perdonar a mi padre, y que necesitaba la ayuda de Dios para superar este odio que se albergaba en mi corazón. Acudí al Sacramento de la Reconciliación y ahí le presenté mi resentimiento y enojo a Dios, y cuando lo hice, todo el dolor regresó a mí. Yo había hablado previamente de mis recuerdos dolorosos de la infancia con mi confesor, y él fue paciente conmigo y no apresuró mi confesión. Pero en ese momento, mis
lágrimas fluyeron con libertad. Se sentía como si el Señor me hubiera quitado un peso de encima. Fue una experiencia poderosa. Encontré libertad en la verdad de que el perdón no es algo que yo intenté conceder por mis propios medios; fue más bien un asunto de permitir que el Espíritu Santo entrara profundamente en mi vida. Yo no podía perdonar a mi padre por mí mismo, pero a través del testimonio de los hombres en aquel retiro y la gracia poderosa del Sacramento de la Reconciliación, el resentimiento que había albergado durante cincuenta años se había transformado en una profunda paz. Del resentimiento a la alegría. Desde
ese día, he podido perdonar y pedir perdón más fácilmente. Hablé con cada uno de mis hijos por separado y les pedí su perdón por las formas en que había fallado como padre. Finalmente fui capaz de soltar la culpa que había cargado durante tantos años. Con la ayuda de Dios, me he ido liberando del resentimiento. Aquel sentimiento de abandono se ha transformado en una inmensa alegría conforme yo continúo sanándome cada vez más, día tras día, y comparto el amor sanador y la misericordia de Dios con otras personas. n Dan Dowsett vive con su esposa, Lou Ann, en Lansing, Michigan. Julio/Agosto 2022 | 27
La libertad de ser yo mismo Por Matt Lozano
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Dios me ayudó a encontrar la paz con mi pasado
“¡No quiero tu consejo!” grité mientras colgaba el teléfono, temblando por el enojo. Lo que había iniciado como una simple conversación sobre si era necesario que yo comprara una casa nueva se había convertido en un ataque de ira contra mi papá. Él y yo generalmente manteníamos una buena relación, y normalmente yo escuchaba su consejo. Mi arrebato fue tan inesperado que me dejó confundido. En ese momento, comprendí que algo dentro de mí simplemente no estaba bien.
A pesar de este cambio en mi vida, algo me seguía reteniendo. Cuando me encontraba con un fuerte desacuerdo o me sentía incomprendido, Una experiencia profunda de con- me volcaba hacia la autojustificación versión. Diez años antes, yo había y la ira. El temor a ser incomprendido entregado mi vida a Cristo y había se siguió presentando en cada relaexperimentado un cambio radical. ción, y cada conflicto traía de regreso Había pasado de ser un adolescente el dolor a mi corazón. triste, deprimido y enojado a una persona feliz y amorosa. ¡Mi trans- Sintiéndome incomprendido. En mi formación había sido tan notable que familia, soy el tercero de cuatro hijos mis maestros estaban preocupados varones. Al crecer, con frecuencia veía pensando que quizá estaba consu- las cosas desde una perspectiva dismiendo drogas! tinta a la de mis hermanos, y esto Estaba tan entusiasmado por a menudo conducía a discusiones esta nueva relación con Cristo que con todos en mi familia. A menudo comencé a sentir un nuevo amor por recordaba con mucho detalle algo las personas y un deseo por compar- que había leído o escuchado, y mis tir mi fe con ellas. En la universidad, hermanos me acusaban de ser exagecon mucha alegría me dedicaba a la rado. Frecuentemente me molestaban oración, a leer la Escritura y a cons- y decían que yo estaba inventando truir relaciones de amistad duraderas todo. Otras veces yo ofrecía una idea con otros cristianos. Después de la creativa a nuestras conversaciones universidad, Dios me llevó a niveles mientras ellos querían respuestas premás profundos de libertad a través cisas. Como resultado, cuando estaba de mi relación con mi esposa, Jenni- con ellos me sentía a la defensiva y fer. En ella, encontré a una persona con temor a compartir mis ideas. Tuvimos muchas reuniones famique verdaderamente me conocía y me amaba por quien yo era. liares en las que buscamos resolver Junio / Julio 2022 | 29
Estoy reconociendo mis propias debilidades en lugar de acusar o desconfiar de otras personas. nuestras diferencias. Muchas de estas reuniones se volvieron acaloradas porque yo me sentía señalado como el “problema” que mi familia necesitaba resolver. A menudo yo arremetía contra ellos y trataba de huir. Durante una de estas confrontaciones, ¡incluso salté por la ventana del primer piso para escapar! Con el tiempo, comencé a creer que yo era tan diferente que nadie jamás me comprendería. Siempre que me sentía incomprendido, era tan doloroso que yo sentía como si me estuvieran clavando un puñal por el costado. Exageraba o mentía para evitar tener que explicarme. Presentaba a un falso yo, pretendiendo ser la clase de persona que la gente podría comprender. Hacía lo que fuera por defenderme y justificar mi comportamiento. 30 | La Palabra Entre Nosotros
Renunciar a las mentiras. Fue diez
años después de mi conversión que el Espíritu Santo utilizó ese momento de conflicto con mi padre respecto a comprar una casa para liberarme. Cuando él comenzó a compartir sus preocupaciones conmigo, yo lo interpreté como una falta de confianza en mí. Una vez más, experimenté el profundo dolor de sentirme incomprendido. El enojo brotó en mi corazón, y después de gritarle, colgué el teléfono. En ese momento, comprendí que algo dentro de mí no estaba bien. Llamé de vuelta a mi papá y le pedí perdón y le pregunté si podíamos rezar juntos como solíamos hacer en mi familia cuando yo era más joven. Fui a la casa de mi papá, y él me hizo algunas preguntas sobre cómo fue haber crecido en nuestra familia. Yo le hablé de esos momentos en que
me sentí tan diferente, tan incomprendido y tan solo. Él comenzó a rezar conmigo, ayudándome a arrepentirme por mis propias respuestas que me hicieron pecar y a perdonar a mis familiares por no mostrarme el amor que necesitaba y por no comprenderme. Yo comencé a renunciar a todas las mentiras que el demonio había utilizado para atarme. “En el nombre de Jesús, renuncio a la mentira de que nadie puede entenderme.” Antes de ese momento, yo creía que mi problema eran las demás personas. Ahora veo que eso era una mentira. Cuando renuncié a ella en el nombre de Jesús, el poder que esa mentira tenía para atormentarme desapareció. Yo comencé a escuchar la voz de Dios en mi corazón que me susurraba: “Hijo, yo siempre te he conocido, yo siempre te he entendido.” Libertad para servir. Desde ese
momento, mi vida cambió dramáticamente. Ya no experimenté ese temor paralizante de ser incomprendido o la necesidad imperiosa de defenderme a mí mismo. Cuando alguien me corrige o no entiende mi punto de vista, ya no siento como si mi mundo fuera a colapsar, ni la angustia que antes experimentaba. Sé que puedo acudir a mi Padre celestial y recibir su amor y comprensión.
Estoy desacostumbrándome al hábito de la autojustificación. Estoy reconociendo mis propias debilidades en lugar de acusar o desconfiar de otras personas. También estoy aprendiendo las formas apropiadas de expresarme en lugar de tratar a las personas como si fueran mis acusadoras. San Pablo escribió: “No estamos luchando contra poderes humanos” (Efesios 6, 12). Este versículo ha adquirido un nuevo valor para mí al comprender que las personas no son mis enemigas. Las decepciones que me aislaron y atormentaron fueron mis verdaderas enemigas. Al mirar hacia atrás, puedo ver que el plan del demonio era evitar que yo conociera mi verdadera identidad en Cristo. Hoy escribo libros y artículos y hablo con regularidad a grandes grupos de personas. Sorpresivamente, comunicarme con claridad se ha convertido en uno de mis dones más fuertes. Todas las mentiras que yo había creído me impedían ofrecer mis dones libremente en amor. Lo que el diablo quiso hacer para destruirme, Dios lo redimió y lo convirtió en una gran bendición. n Matt Lozano sirve como el Director de desarrollo de liderazgo para los Ministerios Corazón del Padre. Vive en Filadelfia con su esposa, Jennifer y sus cinco hijos. Junio / Julio 2022 | 31
“Sus Caídas Las Hicimos Nuestras" Vivencias de 3 internos del Pena SEMANA SANTA DENTRO DEL PENAL
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Gracias al empeño de las hermanas Carlota, Teresa y el Padre Víctor García, logramos obtener el permiso del Director, para llevar a cabo los actos litúrgicos de la Semana Santa, dentro del penal, este año 2022. La experiencia de la pandemia del Covid 19, ha marcado notablemente nuestras vidas: el miedo, la angustia, el sufrimiento, el dolor y la pérdida de seres queridos y compañeros, ha dado una nueva tonalidad a la Semana Santa de este año, pues la hemos celebrado de modo diferente, ya no tanto como un recuerdo histórico o expresiones piadosas, sino una experiencia espiritual, vivencial que nos ha permitido bajar a nuestro propio “pozo” un poco más a lo profundo; cada momento histórico de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, se volvió un acontecimiento que ha marcado especialmente nuestra vida, la de cada uno de nosotros. La Pandemia sacó a flote, nuestra propia fragilidad y sensibilidad humana. Todos fuimos contagiados por el virus; la mayoría la pasó con síntomas leves, algunos estuvieron muy graves y otros murieron. Esta experiencia hizo muy significativo el Viacrucis de este año, “sus caídas las hicimos nuestras”, sentimos el profundo dolor de Jesús cargando la
pesada cruz... recorrimos los trece pabellones y el tópico del penal, fueron cinco horas de profunda oración y meditación, pudimos apreciar el silencio y recogimiento, los gestos y hasta las lágrimas de muchos que acompañamos el recorrido del Viacrucis. Por primera vez, desde que existe la Capellanía, fuimos acompañados por el Director del Penal, nuestra autoridad, el Sr Palomino y damos Gracias a Dios por ese gesto que nos conmovió y alentó... (Ignacio, misionero del pab. 1) Dos largos años sin haber podido compartir la Semana Santa con todos los compañeros del penal, como lo hacíamos antes de la pandemia. Gracias a Dios, desde marzo las hermanas Carlota, Teresa y Padre Víctor pudieron retomar las actividades de Capellanía. Esto nos dio la posibilidad de reunirnos los misioneros con las hermanas para preparar la Semana Santa, a partir de lo vivido en estos dos años de ausencia de los agentes pastorales. Como coordinador del coro, me siento muy agradecido a Dios y “tocado” por el empeño y la dedicación de mis compañeros, para preparar los cantos, los ensayos día a día, para que todo saliera lo mejor posible, como bien lo dicen ellos: “cantar es mi forma de rezarle a Dios”, “es mi compromiso con la Junio / Julio 2022 | 33
Iglesia Católica”, “es el compromiso que tengo con el pueblo, del que formamos parte, para llevarle ilusión y esperanza”. De esta manera y con el ánimo a tope comenzamos el Domingo de Ramos, con palmas en las manos y cantando a toda voz ¡Hosanna-he, Hosanna-he! vamos con ÉL, con mil ramos de olivo siempre alegres, siempre en paz”...la lectura de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, se transformaba en el memorial de los sentimientos post- pandemia y de los tantos conflictos que vive nuestro mundo. Jueves Santo, el lavatorio de los pies y la Eucaristía, nos permitió ser testigos del compromiso de un grupo de nuevos misioneros del Penal, que se encuentran preparándose, y que expresaban con alegría y testimonios, su gran deseo de disponerse al servicio de los demás. Cierto que este gesto, nos interpeló a todos, 34 | La Palabra Entre Nosotros
una invitación al servicio y entrega cotidiana con manos extendidas, gestos solidarios y vidas que se parten y reparten, para que otros tengan más vida. La Eucaristía, memoria viva de la última Cena, que se hace comida permanente y presencia real de Cristo en nuestras vidas. Viernes Santo, un día muy cargado de sentimientos y emociones, cada estación del viacrucis era guiada por la comunidad del pabellón; reflexiones, peticiones y testimonios trastocaron las fibras más profundas de nuestro dolor, a causa de ese “enemigo invisible llamado Covid” que cobró tantas vidas y tan queridas… Cada momento era más intenso, para la Veneración de la Cruz, colocamos en una mesa la imagen de Jesús, tendido con los brazos abiertos y a su lado dos copones con la Sagrada Hostia para la comunión, y se nos invitó a detenernos ante la
Cruz, para expresarle un gesto que saliera de nuestro corazón, veneración que se volvió silencio, abrazo, llanto, saludo, gratitud, comunión...porque ahí estaba el Hombre, ahí estaba Dios. (Edwin, misionero del pab. 4) Domingo de pascua, el culmen de la Semana Santa es el Domingo de la Resurrección, Jesús después de haber atravesado el sufrimiento, el dolor y la muerte, Resucitó Glorioso, porque venció a toda muerte y VIVE para siempre. El haber hecho la experiencia de este recorrido de la vida de Jesús en nuestra propia vida, nos hace sentir que la resurrección de nuestro Señor Jesucristo no es una idea, un concepto o una conmemoración más… sino una realidad que la sentimos en lo profundo de nuestro corazón, y que nos dice, que el RESUCITADO está entre nosotros y con nosotros, “está vivo” llenándonos de alegría, amor y esperanza. Él
es quien limpia, venda y sana nuestras heridas profundas, de las cuales ahora empezamos a sentirnos libres y resucitados. ¡Gracias Señor por el gran amor que nos tienes, amor que traspasa nuestra humanidad! (Víctor, misionero del Pab. 12) Damos gracias a Dios por regalarnos la oportunidad de reencontrarnos con los internos después de dos largos años, que el Covid 19 nos lo impidió. Sin embargo, esta experiencia nos introdujo en una vivencia más profunda de la Semana Santa, cargada de sentimientos y mociones, que renuevan nuestra fe y nos llenan de esperanza en que el RESUCITADO intensifica y anima nuestras vidas, para seguir comunicando, que Él VIVE en todo tiempo, espacio y circunstancia. ¡Jesucristo está vivo!
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Meditaciones JUNIO Haz CLIC sobre el día en el calendario para ir a la Meditación
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de junio, miércoles Juan 17, 11-19 Padre… que sean uno. (Juan 17, 11) ¿Alguna vez has pensado en todas las personas que están leyendo estas mismas meditaciones? La Palabra Entre Nosotros es leída en más de cien países y ocho idiomas distintos. ¡Eso significa que hay personas alrededor del mundo que están unidos a ti en oración en este momento! A pesar de lo diferentes que somos y lo esparcidos que estamos, cada uno de nosotros está buscando acercarse al Señor. ¡Esto es unidad en medio de la diversidad! Los primeros discípulos de Jesús también eran un grupo variado. Pero, ¿qué tenían en común? Al igual que nosotros, los unía su deseo de seguir a Jesús. A pesar de sus distintas profesiones, visiones de la vida y sus distintos temperamentos, se mantuvieron juntos debido al amor que tenían por el Señor y entre ellos. Sin mencionar que tenían a Jesús físicamente con ellos para que les enseñara y les ayudara a superar sus diferencias. Pero, ¿perduraría su unidad después de que él se fuera? En el aposento alto, Jesús rezó “que sean uno” (Juan 17, 11). El Señor vio que la unidad de los discípulos enfrentaría graves amenazas. Sabía que su arresto los dispersaría pero que su aparición en el domingo de Pascua los 36 | La Palabra Entre Nosotros
reuniría nuevamente. También sabía que el Espíritu Santo se derramaría sobre ellos y los alentaría a unirse y formar la Iglesia, pero también sabía que los desacuerdos surgirían ocasionalmente entre ellos y que necesitarían esforzarse para preservar su unidad. No iba a ser fácil, por eso oró por ellos. La oración de Jesús no fue solamente por sus discípulos; sino por todo el cuerpo de Cristo: Por los primeros discípulos, por nosotros en la actualidad y por todos aquellos que vendrán (Juan 17, 30). Incluso hoy, dos mil años después, seguimos siendo una Iglesia católica y apostólica. Aún hay falta de unidad entre los creyentes, y necesitamos seguir trabajando para conseguir la unidad. ¿Cómo podemos hacer avanzar la causa de sanación y unidad dentro del cuerpo de Cristo? Haciendo nuestra la oración de Jesús. Hoy, pongamos a la Iglesia en nuestro corazón rezando unos por otros, incluso por aquellos que son muy diferentes a nosotros. ¡Que todos busquemos la unidad en medio de nuestra diversidad! “Padre, te pido que derrames tu Espíritu Santo sobre nosotros; que nos hagas uno.” ³³
Hechos 20, 28-38 Salmo 68 (67), 29-30. 33-35a. 35bc-36ab
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de junio, jueves Juan 17, 20-26 Padre, quiero que… estén conmigo los que me has dado. (Juan 17, 24) ¿Recuerdas el entusiasmo y la expectativa que sentiste la última vez que te dieron un presente? Quizá experimentaste alegría o afecto, tanto por quien te dio el regalo como por el regalo mismo. Bueno, tú eres el regalo que Dios le dio a Jesús. Y Jesús te ha recibido con alegría y afecto. Tú tienes reservado un lugar de honor a su lado en el cielo. Para la mayoría de nosotros, eso es un poco difícil de imaginar. Muy fácilmente nos concentramos principalmente en lo que tenemos que hacer para ganarnos un lugar junto a Jesús. Y una vez que nos hemos fijado en eso, tendemos a ver nuestros defectos y sentimos que no merecemos ese lugar. Pero recuerda que en la noche antes de morir, Jesús rezó “por los que van a creer” (Juan 17, 20). El Señor estaba orando por ti. Jesús sabía que iba a sufrir la muerte para no perderte; así es como él te aprecia. A menudo pensamos que pertenecemos a Cristo debido a nuestra fe, y desde luego eso es cierto. Pero luego pensamos que nuestra fe es débil, y como resultado, que nuestra pertenencia a Cristo también lo es. Pero tú perteneces a Jesucristo porque Dios
te ha dado a su Hijo como regalo, y Dios no comete errores. Si alguna vez dudas de esta verdad, recuerda a los apóstoles. Pedro negó a Jesús tres veces, y los otros huyeron y se escondieron cuando Jesús fue arrestado y ejecutado. Ellos cometieron errores y experimentaron falta de entendimiento, así como nos sucede a nosotros. Sin embargo, Jesús “los amó hasta el fin” (Juan 13, 1) y volvió a ellos y les dijo: “¡Paz a ustedes!” (20, 19). Jesús también te ama; él sabe lo débil que eres. El Señor sabe lo fácil que caes en la tentación y aun así te valora como un regalo que Dios le dio y quiere tenerte a su lado (Juan 17, 24). Así que cuando descubras un pecado, arrepiéntete rápidamente. Recuerda que puedes equivocarte respecto a las intenciones de Dios. Pero no olvides que lo importante es lo que Dios dice de ti. Y él dice que tú eres un regalo que él se deleita en darle a su Hijo. “Gracias, Señor Jesús, por aceptarme como un regalo de Dios para ti. Te pido que me ayudes a recordar hoy lo valioso que soy para ti.” ³³
Hechos 22, 30; 23, 6-11 Salmo 16(15), 1-2a. 5. 7-8. 9-10.11
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de junio, viernes Juan 21, 15-19 Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (Juan 21, 16) Probablemente, durante este tiempo de Pascua tuviste la oportunidad de renovar tus votos bautismales. Generalmente esto sucede en la Vigilia de Pascua, cuando el sacerdote se dirige a la congregación y le hace una serie de preguntas tales como: “¿Renuncian ustedes a Satanás?”, y, “¿Creen en Jesucristo…?” Las preguntas tienen como objetivo que examinemos nuestra consciencia y tomemos la decisión de permanecer en la gracia de Dios y continuar siguiendo al Señor. Cuando Jesús le preguntó a Pedro “¿me amas?” (Juan 21, 15-17), pareciera que estaba haciendo algo similar a lo que hace el sacerdote en la renovación de las promesas bautismales. El Señor no estaba reprendiendo a Pedro sino más bien le dio la oportunidad de que reafirmara su fe y compromiso. Jesús no le preguntó: “¿Recuerdas que me negaste? ¿Ya te arrepentiste realmente?”, o, “¿estás seguro de que puedes hacer esto?” Jesús ya sabía que Pedro lo amaba. Pero quería que Pedro examinara su corazón y reconociera ese amor. El propósito de Jesús se hizo evidente cuando le dijo a Pedro: “Sígueme” (21, 19). El Señor deseaba que Pedro, habiendo reafirmado su
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amor por Jesús, diera un paso de fe y siguiera caminando junto a él. Todos los días, Jesús te invita a proclamar tu amor por él. Quizá no en la forma de una respuesta a una pregunta, como lo hizo con Pedro, sino como una inspiración interna del corazón o para que renueves tu compromiso con él. No es porque dude de tu amor, sino porque desea fortalecerte. El Señor sabe que puede ser fácil sentirse agotado en medio de un largo día, y quiere ayudarte a recordar que él siempre te concede su gracia. Así que, ¡anímate! Diariamente, reafirma tu fe en Cristo como parte de tu rutina de la mañana. Dedica algunos momentos en tu oración diaria para hacer una “ofrenda matutina”. Responde a Jesús con lo que nazca en tu corazón, por ejemplo: “Señor Jesús, ¡te amo! Confío en tus promesas. Hoy quiero comprometerme de nuevo contigo.” Iniciar el día proclamando tu deseo de seguir al Señor, hará una diferencia en la forma en que vives como su seguidor en este mundo. “Señor, te pido que, cada mañana, me des la gracia y la fuerza de comprometerme contigo con todo mi corazón.” ³³
Hechos 25, 13-21 Salmo 103 (102), 1-2. 11-12. 1920ab
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de junio, sábado Hechos 28, 16-20. 30-31 Predicaba el Reino de Dios… con absoluta libertad. (Hechos 28, 31) En alguna época de su vida, San Pablo habría considerado el encarcelamiento como un verdadero fracaso. Sin embargo, hacia el final del libro de los Hechos de los Apóstoles, lo encontramos con sus manos encadenadas pero con su corazón lleno de confianza. Eso es porque años antes, se había encontrado con el Señor resucitado, y ese encuentro transformó su vida por completo. Llegó a la ancianidad habiendo pasado la mayor parte de su vida proclamando el mensaje del evangelio. ¡Ni siquiera la cárcel podía detenerlo! ¡San Pablo es un gran ejemplo para nosotros! Sabemos lo difícil que puede ser evangelizar. A menudo, una voz dentro de nosotros susurra palabras de duda o temor, y nos quedamos en silencio cuando surge una oportunidad de hablar sobre el Señor con otras personas. Queremos evitar sonar incómodos o demasiado “religiosos”, por lo tanto evitamos el tema, a veces incluso, cuando alguien nos pregunta directamente sobre nuestra fe. En esas situaciones, recordar a San Pablo puede animarnos. Su valentía para predicar el evangelio surgió de su confianza en Cristo. Pablo sabía que independientemente de las circunstancias, Jesús habitaba en su corazón y su
Espíritu Santo continuaría llenándolo del amor de Dios. Sin importar lo que sucediera como resultado de su predicación, él sabía que podía apoyarse en el Espíritu, y eso le daba fortaleza y valentía. Incluso estando en prisión. Pero no fue solamente la valentía de Pablo la que lo convirtió en un evangelista eficaz, más bien, fue su esperanza. Él sabía que Jesús tenía su futuro en sus manos, y ese conocimiento lo liberó del nerviosismo o la timidez. También lo hizo más atractivo, al punto de que las personas incluso lo visitaban en prisión para escucharlo hablar del Señor. Así que cuando surja una oportunidad para compartir tu fe con otros, acuérdate de San Pablo. No permitas que el nerviosismo o el miedo te roben tu esperanza. Recuerda que Jesús te redimió y que él tiene tu futuro en sus amorosas manos. Con la “absoluta libertad” que resulta de encontrarse con el amor de Dios, puedes sentirte alegre y confiado de hablarle a otras personas sobre Jesús resucitado. “Señor Jesús, te pido que permitas que el mensaje de esperanza en tu resurrección fluya desde mi corazón para que otros puedan compartir nuestra alegría.” ³³
Salmo 11 (10), 4. 5. 7 Juan 21, 20-25
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MEDITACIONES JUNIO 5-11
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de junio, domingo Pentecostés Hechos 2, 1-11 Se llenaron todos del Espíritu Santo. (Hechos 2, 4) La primera lectura de hoy nos dice que “se llenaron todos del Espíritu Santo” (Hechos 2, 4) ¿Cuántos eran “todos”? Bueno, según San Lucas “eran como ciento veinte personas” las que se encontraban juntas el día en que los apóstoles escogieron a Matías para reemplazar a Judas (Hechos 1, 15). Es muy probable que muchos de ellos también se hubieran unido a los apóstoles para celebrar la fiesta judía de Pentecostés. Así que “todos” los que se reunieron ese día probablemente incluían a personas como María Magdalena, junto con algunas otras mujeres de las que fueron al sepulcro de Jesús el domingo de Pascua. También puedes imaginar que Simón de Cirene estaba allí junto con sus hijos, Alejandro y Rufo (Marcos 15, 21). Quizá la esposa de Pedro o Zaqueo o Lázaro, Marta y María estaban ahí. Tal vez Esteban y otros futuros 40 | La Palabra Entre Nosotros
diáconos también, junto con otras personas cuyos nombres se han perdido en la historia. Quien quiera que estuviera ahí, Lucas nos dice que todos recibieron el mismo don del Espíritu Santo. Todos comenzaron a hablar en lenguas y todos encontraron valentía para hablar “de las maravillas de Dios” (Hechos 2, 11). ¿Comprendes lo que esto significa? Dios le concede el mismo Espíritu que llenó a Pedro y a los apóstoles a todo el que se lo pida. Eso te incluye a ti, tu familia, tus amigos e incluso tus enemigos. Dios no restringe sus bendiciones a unos pocos elegidos, ¡él quiere bendecir a todos! Hoy en Misa intenta algo distinto. Imagina lo que pasaría si el Espíritu se derramara sobre ti durante la liturgia. ¿Cómo sería para todos los presentes, incluido tú mismo, experimentar al Espíritu Santo de la misma manera en que lo hicieron los discípulos? ¿O llenarse de la alegría que produce una alabanza al Señor? ¿O experimentar el amor de Dios en una forma profunda e íntima? ¡Reza para que suceda! “Ven, Espíritu Santo, ¡y llena el corazón de tu pueblo!” ³³
Salmo 104 (103), 1ab. 24 ac. 29bc. 30. 31. 34 1 Corintios 12, 3-7. 12-13 Juan 20, 19-23
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de junio, lunes Virgen María, Madre de la Iglesia Juan 19, 25-34 Mujer, ahí está tu hijo. (Juan 19, 26) En el Evangelio de hoy, María está atravesando el momento más doloroso de su vida, al presenciar la muerte de su hijo en la cruz. Pero en medio del sufrimiento, hay semillas de un nuevo comienzo para ella, a quien hoy celebramos como Madre de la Iglesia. A punto de morir, Jesús le da a Juan la responsabilidad de cuidar de María, y la tradición dice que ella vivió con él, en su casa, hasta su asunción al cielo. Pero observa que Jesús no se limita a decir: “Juan, cuida de mi madre.” Tampoco le dice a María: “Juan será como un hijo para ti.” Jesús está llamándolos a ambos a tener una conexión más profunda el uno con el otro: “Mujer, ahí está tu hijo… Ahí está tu madre” (Juan 19, 26. 27). Esta conexión guiará la vida de María en una nueva dirección que impactará a la Iglesia. Aunque su arreglo con Juan ayudó a la Virgen María, podemos asumir que, a su vez, la presencia de María fue una bendición más profunda para él y, a su vez, para todos los discípulos. La siguiente vez que María es mencionada en la Biblia, está orando con los discípulos después de la ascensión de Jesús al cielo (Hechos 1,
14). Quizá los apóstoles no la habían conocido antes lo suficiente, pero ahora estaban aprendiendo más de ella. Debido a su naturaleza libre de pecado, ella debió ser un modelo a seguir; seguramente compartió su sabiduría y consejo con ellos. ¿A cuál padre no le gusta hablar de sus hijos? Quizá esta fue la primera vez que los apóstoles escucharon sobre el nacimiento de Jesús y sus años de infancia, relatos que eventualmente, algunos de ellos mismos los narraron en la Biblia. Pero lo más importante, fue el amor maternal que María le mostró a los apóstoles, la forma en que los animó en su misión y los consoló cuando enfrentaron dificultades. María era la madre perfecta, primero de Jesús, luego de Juan y ahora lo es de nosotros. Ella no es alguna santa distante que es admirada desde lejos, ella es familia. Su amor por la Iglesia —y por ti— es íntimo, puro y más fuerte que cualquier amor terrenal. Qué consuelo es saber que ella está guiando a la Iglesia, siempre llevándonos más cerca de Jesús. “Santa María, Madre de Dios, ¡ruega por nosotros, tus hijos!” ³³
Génesis 3, 9-15. 20 (o Hechos 1, 12-14) Salmo 87 (86), 1-2. 3. 5. 6-7
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de junio, martes Mateo 5, 13-16 Que… brille la luz de ustedes ante los hombres. (Mateo 5, 16) El frasco de sal o el paquete de bombillos que se encuentran en tu alacena posiblemente no parezcan interesantes. Pero, ¡piensa en lo indispensables que son! La sal provee sabor a la comida y, ¡sería difícil hacer cosas en la casa de noche sin algún tipo de luz! Quizá tú te sientes como alguno de estos humildes artículos del hogar: Nada fuera de lo ordinario. Pero cada uno de nosotros es invaluable; todos tenemos algo único que ofrecerle al mundo. Por esta razón es que, en el Evangelio de hoy, cuando Jesús nos llama a ser “sal de la tierra”, su mandamiento no es solo para ciertas personas, como los ricos, los poderosos o los más santos (Mateo 5, 13, 14). Al contrario, es para todo el mundo, ¡eso te incluye a ti! Ser como sal y luz para otras personas puede parecer difícil. Pero el punto de partida más sencillo desde el cual puedes comenzar, es el amor. La Madre Teresa una vez dijo: “No todos nosotros podemos hacer grandes cosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con un gran amor.” Cuando visitas a una vecina solitaria; estás siendo “sal” para ella al aliviar la monotonía del día. Cuando cocinas la
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comida favorita de tu hijo para su cumpleaños, estás siendo “luz” en su vida. Pero, como nos lo recuerda el Señor Jesús, no debemos limitarnos a amar a quienes nos aman, sino que, debemos amar a nuestros “enemigos” y perdonar a aquellos que nos han ofendido (Mateo 5, 44). Esto, entonces, implica hacer la paz con aquel familiar que tiene puntos de vista políticos diferentes a los nuestros o perdonar a alguien que nos ha robado dinero. Esta clase de amor es la más difícil, pero es la que nos aparta como discípulos de Cristo. Es un amor tan generoso que todos lo notan, y de esta forma nos convertimos en “una ciudad en lo alto de un monte”, la cual no se puede ocultar (Mateo 5,14). Tú eres parte de la misión de la Iglesia de ofrecer el amor de Jesús al mundo, y puedes hacerlo tanto en maneras cotidianas como extraordinarias. No siempre es fácil, y no existe garantía de que vayas a ser apreciado. Pero eso no importa, ¡el amor que tienes para ofrecer es tan esencial para la vida como lo son la sal y la luz! “Amado Señor Jesús, te pido que hoy me ayudes a poner tu amor en acción.” ³³
1 Reyes 17, 7-16 Salmo 4, 2-3. 4-5. 7-8
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de junio, miércoles Mateo 5, 17-19 No… he venido a abolir la ley o los profetas… sino a darles plenitud. (Mateo 5, 17) Cuando un hombre y una mujer contraen matrimonio, suceden dos cosas al mismo tiempo. En primer lugar, el hombre “deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa”. Y luego, “los dos llegan a ser como una sola persona” (Génesis 2, 24). Este acto de dejar algo bueno por algo que es todavía mejor es una forma de comprender las palabras de Jesús sobre la ley de Moisés en el Evangelio de hoy. Cada esposo y esposa trae consigo al matrimonio sus experiencias del pasado, y juntos toman lo que fueron y lo que han aprendido y crean algo único: Una nueva familia. Ellos no se olvidan de su pasado, solo sacan lo bueno y dejan atrás lo que no sirve. Todo lo que han aprendido encuentra su cumplimiento en la vida que forjan juntos. Con el tiempo, educan a sus hijos para vivir esta nueva vida que ellos han creado. De forma similar, cuando Jesús se hizo hombre, se unió a sí mismo con nuestra humanidad en una forma intensa e íntima. Y al hacerlo, tomó todo lo que su pueblo, Israel, había aprendido y en todo lo que se habían convertido y creó algo nuevo de ello:
La familia de la Iglesia. Mantuvo lo que era eterno en la vida del pueblo de Israel —el mandamiento de amar a Dios y al prójimo— y dejó de lado lo que ya no era necesario: Las tradiciones del sacrificio de animales, la circuncisión y la separación del mundo. ¿Y cuál fue el resultado? Hijos de Dios cuya luz brilla en el mundo. En las lecturas del Evangelio de los próximos días, Jesús describirá cómo desea que sea la vida en su nueva familia: Reconciliación entre hermanos, poner la otra mejilla, pureza en el matrimonio y amor por nuestros enemigos. Todo esto puede sonar intimidante al principio. Pero siempre recuerda: Tú eres parte de una nueva familia. ¡Tú eres una nueva creación en Cristo! Eso significa que tú eres el heredero de toda la gracia que necesitas para vivir la vida a la cual Jesús te ha llamado. Toma entonces unos minutos para responder a esta pregunta en tu corazón: ¿Cómo cumplirás el propósito y las intenciones de las leyes de Dios? “Gracias, Señor, por hacerme una nueva creación y dejarme formar parte de tu familia.” ³³
1 Reyes 18, 20-39 Salmo 16 (15), 1-2a. 4-5. 8. 11
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de junio, jueves Mateo 5, 20-26 Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal. (Mateo 5, 22) Estas palabras parecen muy duras. ¡Jesús no pondría mi enojo al mismo nivel que un asesinato! ¿Acaso él no entendería si yo recibiera hoy la comunión, pero dejara la reconciliación con mi hermano para otro día? Para encontrar la respuesta a esta pregunta, debemos ver dentro de nuestro corazón. El enojo es una emoción humana natural, pero como sucede con todas las demás emociones, nunca debemos dejar que nos controle. Solo una breve mirada a las consecuencias del enojo descontrolado nos muestra lo destructivo que puede ser: Abuso doméstico, divorcio e incluso asesinato. Aún el enojo oculto bajo la fachada de una sonrisa y una conducta agradable puede conducir a patrones de orgullo, celos, juicio y chisme. No podemos darnos el lujo de ignorar los resentimientos que podríamos albergar contra otras personas. Podemos intentar contener estos sentimientos y descartarlos como si realmente no amenazaran a nadie. Pero tarde o temprano, tendremos que enfrentarlos, aun si la persona contra la cual teníamos estos sentimientos se ha ido de nuestra vida hace mucho tiempo. El enojo que hemos
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ignorado puede ser como veneno dirigido hacia alguien más, ¡pero que lo hemos bebido nosotros mismos! Este veneno de resentimiento y hostilidad puede arrojar una sombra sobre nosotros, contaminando nuestras relaciones, e incluso convirtiéndose en el lente oscuro por el cual vemos el mundo entero. Jesús es muy claro en pedirnos que nos reconciliemos los unos con los otros. El Señor es el Dios de paz, y quiere que nosotros llevemos esa paz a otros (Filipenses 4, 9). Al permitir al Espíritu Santo actuar en nosotros, sanarnos y resolver nuestros conflictos internos, encontraremos que nos resulta más sencillo vivir en armonía con los demás, incluso aquellos que nos han hecho daño en el pasado. De manera que, procura hacer tu mejor esfuerzo por perdonar. Si hay una ofensa que simplemente no puedes perdonar, trata de hacerlo poco a poco. Pasa tiempo con el Señor cada día, y permite que él te sane lentamente. ¡Jesús realmente puede hacernos plenos y conducirnos a todos a la reconciliación! “¡Ven, Espíritu Santo, quema todo resentimiento en el fuego de tu amor!” ³³
1 Reyes 18, 41-46 Salmo 65 (64), 10abcd. 10e-11. 12-13
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de junio, viernes 1 Reyes 19, 9. 11-16 Se escuchó el murmullo de una brisa suave. (1 Reyes 19, 12) Israel se encontraba en un momento crítico. El débil rey Ahab, junto con su esposa pagana, Jezabel, había conducido al pueblo hacia la idolatría y el pecado. Es más, el profeta Elías acababa de vencer a los falsos profetas de Baal y había huido al monte Horeb para buscar la ayuda del Señor. Primero un viento fuerte, luego un terremoto y más tarde un fuego pasaron frente a Elías, cada uno parecía portar la clase de majestad que Israel necesitaba. Pero Dios no se encontraba en ninguno de ellos. Más bien, Elías escuchó al Señor a través del “murmullo de una brisa suave” que era tan íntimo e intenso que provocó que escondiera su rostro en su manto (1 Reyes 19, 13). Pareciera que para los héroes como Elías era fácil escuchar a Dios, pero este relato nos muestra que ellos eran personas ordinarias igual que nosotros. Ellos también tuvieron que aprender el arte del discernimiento. ¿Estaba hablando Dios en el viento?¿Ese murmullo en su mente sería el Espíritu Santo? ¿O era un deseo? Solamente la prueba y el error podían agudizar sus habilidades. Lo mismo sucede con nosotros. En el transcurso de nuestra vida, Dios nos hablará en muchas formas distintas:
En los eventos del día, en la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia, en las palabras y las acciones de los amigos, y sí, en las poderosas manifestaciones de su presencia. Nuestro reto es aprender a discernir su voz en cada una de estas situaciones. Entonces, ¿cómo comenzamos? Realmente es muy sencillo. Jesús una vez dijo: “Por sus frutos los conocerán” (Mateo 7, 16). Generalmente aplicamos este versículo a la forma en que pensamos de otras personas, pero esto también es cierto para nuestra vida espiritual. Por ejemplo, si un pensamiento en tu mente te ayuda a amar más a Dios o a ser más amable, probablemente viene del Señor. Pero si algo te pone nervioso, temeroso o enojado probablemente no viene de Dios o de su Espíritu. Nunca dudes de que Dios quiere hablarte. Incluso es probable que esté tratando de decirte algo en este preciso momento. Toma un momento para aquietar tu corazón y escuchar. “Espíritu Santo, te pido que me enseñes a escucharte, para que yo pueda seguir el plan que tienes para mi vida.” ³³
Salmo 27 (26), 7-8a. 8b-9abc. 13-14 Mateo 5, 27-32
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de junio, sábado San Bernabé Hechos 11, 21-26; 13, 1-3 Llegó Bernabé, y viendo la acción de la gracia de Dios… (Hechos 11, 23) San Bernabé, uno de los primeros misioneros, tenía muchos dones, pero uno de los más valiosos era la habilidad de “ver” lo que Dios estaba haciendo y fomentarlo. Por ejemplo, Bernabé tuvo la capacidad de recibir a Pablo en la comunidad de creyentes después de su conversión (Hechos 9, 27). “Vio” lo que Dios había hecho con este antiguo perseguidor y decidió aceptarlo a pesar de su pasado. De nuevo, cuando fue a Antioquía, “vio” lo que Dios estaba haciendo para reunir a los cristianos de procedencia judía y gentil (11, 23). Consciente de la gracia que Dios estaba derramando, buscó a Pablo y juntos se quedaron enseñando ahí. Unos años después, Bernabé y Pablo se separaron debido a un desacuerdo que tuvieron respecto a otro misionero: Juan Marcos. Bernabé vio su potencial, a pesar de que este discípulo los había abandonado en un viaje de misión (Hechos 15, 37-40). Pablo no quería seguir trabajando con Juan Marcos, así que Bernabé lo acogió. Este no solo probó ser un fiel compañero, sino que se cree que es el mismo Marcos que escribió el Evangelio que lleva su nombre.
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En todas las eras de la Iglesia, Dios hace surgir personas como San Bernabé. Están, por ejemplo, los santos que fueron orientados y animados por hombres y mujeres piadosos: San Ambrosio y San Agustín; San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal. Otro ejemplo es San Juan XXIII, quien comprendió que Dios deseaba renovar su Iglesia y asumió la tarea. Incontables personas, conocidas y desconocidas, han tenido un impacto en la historia de la Iglesia. Dios también desea utilizarte a ti como alguien que puede ver su gracia en acción y aceptarla. Eso puede significar apoyar a un ministerio en tu parroquia, dar una segunda oportunidad a alguien más o animar a tu hijo o hija a desarrollar y utilizar sus dones para el Señor. Todos podemos desarrollar el don de “ver” cuando aprendemos a mirar a las personas y las situaciones de la forma en que Dios las ve. Luego, al igual que Bernabé, podemos actuar de acuerdo a lo que vemos: Orientando, animando y creciendo en la fe. “Señor, gracias por abrir los ojos de tu pueblo para que podamos ver lo que estás haciendo.” ³³
Salmo 98 (97), 1. 2ab. 3cd-4. 5-6 Mateo 5, 33-37
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MEDITACIONES JUNIO 12-18
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de junio, domingo La Santísima Trinidad Juan 16, 12-15 Todo lo que tiene el Padre es mío. (Juan 16, 15) ¿Cómo explicarías la doctrina de la Santísima Trinidad? Probablemente dirías que los cristianos creen en un solo Dios que es tres Personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero podrías añadir que el Dios trinitario es un misterio que posiblemente, en realidad, nadie ha llegado a comprender. ¡Y estarías en lo cierto! Esto es lo que es tan impresionante sobre Dios: Tú no tienes que comprender todo para tener una relación personal con cada una de las tres Personas de la Trinidad. Dios anhela que tu vida esté en comunión con la suya, y acude a ti en estas tres Personas para desempeñar distintas funciones en tu vida. Como el Padre y Creador, Dios te ama como a la niña de sus ojos. El Señor quiere relacionarse contigo como tu “Abba” o tu “papá” que te instruye y cuida de ti. Como Dios Hijo, Jesús murió por ti y resucitó de entre los
muertos para que tú puedas tener una nueva vida en él. Incluso cuando tú pecas, lo que él más desea es colocarte sobre sus hombros como a una oveja perdida y llevarte de regreso a casa. Y como el Espíritu Santo, él desea inspirarte, guiarte y capacitarte con dones que te ayuden a servir a su pueblo. Entonces, ¿cómo es tu relación con la Santísima Trinidad? ¿Tiendes solamente a enfocarte en una Persona y te “olvidas” de profundizar tu relación con las otras dos? Si quieres una mejor relación con el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo, solamente pídele a Dios que se revele a ti más profundamente. ¡Podrías descubrir una nueva faceta sobre él! Luego intenta mantener una conversación continua con él durante los días y las semanas que siguen. Tres Personas en un solo Dios; tres Personas que te aman con un amor indescriptible y que quieren realizar una gran obra en tu vida. Tres Personas que quieren hacerte parte de su comunión de amor. ¡Qué gran Dios tenemos! “Señor Dios, creo que tú eres el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Te pido que me ayudes a conocerte de una forma más personal.” ³³
Proverbios 8, 22-31 Salmo 8, 4-5. 6-7. 8-9 Romanos 5, 1-5
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de junio, lunes Mateo 5, 38-42 No hagan resistencia al hombre malo. (Mateo 5, 39) ¿Nos está diciendo Jesús, en el Evangelio de hoy, que no podemos defendernos de alguien que está tratando de hacernos daño? ¿Se supone que no debemos evitar las situaciones peligrosas? ¡No, desde luego que no se refiere a eso! Jesús se refiere a la tentación de tomar represalias, o voluntariamente devolver mal con mal. Es una forma de pensar que, lamentablemente, todavía vemos hoy en día. Un familiar hace un comentario hiriente, la parte ofendida responde con un mensaje de texto o correo electrónico ofensivo. A gran escala, un acto de violencia de una nación contra otra puede escalar rápidamente y convertirse en una guerra mundial. Ciertamente es tentador buscar la venganza, sin embargo Jesús nos llama a abandonar ese deseo así como la ira que tan a menudo lo provoca. ¿Por qué? Porque él sabe que el mal nunca podrá vencer el mal. El Señor sabe que si devolvemos mal con mal jamás sanaremos nuestras heridas. Jesús no solo nos dijo que no ofrezcamos resistencia a quien nos hace el mal; también lo demostró a lo largo de su vida. A pesar de que tenía todo el derecho por haber sido falsamente
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acusado y condenado, él no atacó a las personas que lo estaban persiguiendo y que buscaban matarlo. Sabemos que querer pagar ojo con ojo es completamente natural para el ser humano. Esta es la razón por la cual necesitamos la ayuda de Jesús para resistir la tentación de tomar venganza. Solamente, si caminamos de cerca con el Señor y recordamos su ejemplo es que seremos capaces de tener una actitud diferente: Ser pacientes, poner la otra mejilla y perdonar. La próxima vez que te sientas tentado a tomar represalias por medio de un comentario grosero, pídele al Señor que te dé la fuerza para quedarte en silencio. Cuando un compañero de trabajo te trate con rudeza, intenta perdonar y olvidar. Reza para discernir si has guardado enojo y venganza en tu corazón a causa de una herida que no ha sanado en mucho tiempo. Procura perdonar a la persona que te hizo daño. Ir por el camino angosto no es sencillo, y generalmente no sucede automáticamente, pero con la ayuda de Jesús, verdaderamente podemos vencer el mal con bien. “Señor, te pido que me ayudes a abandonar cualquier deseo de tomar represalias o venganza.” ³³
1 Reyes 21, 1-16 Salmo 5, 2-3. 5-6. 7
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de junio, martes Mateo 5, 43-48 Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto. (Mateo 5, 48) Amar incluso a aquellos que son más cercanos a nosotros puede ser difícil. Entonces, ¿cómo podemos siquiera esperar amar a nuestros enemigos o rezar por quienes nos persiguen, mucho menos alcanzar la perfección? Solamente hay una posible respuesta a esa pregunta: A través de la gracia de Dios. El autor espiritual y predicador Padre Jacques Philippe escribe: “Pero para lo que [Dios] sí nos ha pedido, él ha prometido su gracia: Dios concede lo que él manda.” (In the School of the Holy Spirit – En la escuela del Espíritu Santo). Así que si Jesús nos está pidiendo que seamos perfectos, es porque él está preparado y dispuesto para darnos toda la gracia que necesitamos. Por el poder del Espíritu y por el don de los sacramentos, Dios siempre está derramando su gracia para ayudarnos a ir más allá de los límites de nuestra naturaleza pecadora. Sin embargo, el problema a menudo se encuentra en nuestra dificultad para confiar en la gracia de Dios. Cuando escuchamos las palabras de Jesús, nuestra tendencia es a esforzarnos más para alcanzar la meta de la completa perfección. “Si tan solo pudiera trabajar
un poco más duro”, pensamos, “quizá llegue a la meta.” Por ejemplo: Te cuesta mucho perdonar a alguien que te ofendió, y un corazón herido no se ablanda solo con el deseo de perdonar. La mejor respuesta es cooperar con la gracia de Dios presentándole a él en oración tu resentimiento y enojo. Entrégaselos al Señor cuando recibas la Comunión. Busca la gracia sanadora de Dios en la Confesión. Si le pides al Espíritu que ablande tu corazón, podrás perdonar más fácilmente. Esto no siempre sucede de inmediato. Puede pasar tiempo antes de que seas capaz de amar a alguien que te ha hecho daño. Pero al invocar al Espíritu Santo y pedirle que te llene con su gracia, descubrirás que estás haciendo aquello que nunca habrías hecho por ti mismo. Quizá empieces a rezar por el “enemigo”, ¡o incluso te convertirás en uno de sus mejores amigos! Ninguno de nosotros llegará a ser nunca verdaderamente perfecto, pero podemos confiar en la sobreabundante gracia de Dios que nos ayudará a acercarnos lo más posible. “Padre celestial, te pido que me ayudes a recibir la gracia del Espíritu Santo que necesito para este día.” ³³
1 Reyes 21, 17-29 Salmo 51 (50), 3-4. 5-6. 11. 16
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de junio, miércoles 2 Reyes 2, 1. 6-14 ¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías? (2 Reyes 2, 14) Desde Esaú y Jacob hasta el hijo pródigo, los relatos sobre herencias se encuentran a lo largo de toda la Escritura. Este pasaje, sin embargo, se centra en una herencia espiritual y no en algo relacionado con el dinero o la tierra. Cuando Eliseo le pidió al profeta Elías que le diera una doble porción de su espíritu, le estaba pidiendo el honor de ser apartado como el hijo espiritual de Elías. Y hacia el final del pasaje, vemos a Eliseo actuando precisamente como tal. Pareciera sencillo, ¿no es cierto? Eliseo solamente tenía que recoger el manto del profeta y los milagros fluirían. Sin embargo, eso no fue exactamente lo que sucedió. Eliseo fue capaz de hacer todo lo que hizo porque había pasado muchos días, meses y años al lado de su maestro. Él vio al hombre de Dios en acción, lo escuchó predicar; rezó y ayunó junto con él; y soportó las mismas persecuciones y dificultades que Elías. Al final, cuando Eliseo separó las aguas del río Jordán, no fue porque llevaba puesta la capa de Elías. Sino porque había hecho suyo el corazón de Elías. De forma similar, tú tienes una parte en la herencia de Cristo. El Espíritu Santo que habitó en él, habita también 50 | La Palabra Entre Nosotros
en ti. Pero así como Eliseo aprendió a ser como Elías solamente al caminar a su lado todos los días, tú debes caminar con Jesús diariamente para poder adoptar su corazón. ¡Eso es lo que libera el poder del Espíritu en tu vida! ¿Asistes a Misa? ¿Rezas por tus amigos y familia? ¿Lees la Biblia? ¿Hablas con el Señor en tu casa o en el trabajo? ¡Cada segundo que dedicas a estar a su lado cuenta! Eso es porque, de la misma forma en que tú estás procurando agradar al Señor, así también él está actuando en ti. Dios siempre toma lo poco que le das y lo multiplica inmensamente, ¡así como multiplicó los cinco panes y los dos peces! Aunque no hayas recibido un manto físico como lo recibió Eliseo, sí has recibido uno espiritual. Ahora, cada minuto que pasas con Jesús está marcando una gran diferencia en tu vida. Por lo tanto, sigue el ejemplo de Eliseo e intenta caminar hoy al lado de Jesús. Luego míralo derramar su gracia sobre tu vida. “Gracias, Señor Jesús, por allanar el camino para que yo pueda formar parte de tu herencia.” ³³
Salmo 31 (30), 20. 21. 22. 23. 24 Mateo 6, 1-6. 16-18
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de junio, jueves Mateo 6, 7-15 No hablen mucho, como los paganos (Mateo 6, 7) Marta le contó a su confesor que su tiempo de oración no iba muy bien, ella sentía como si en realidad no se estuviera conectando con Dios. Él respondió con dos palabras: “Habla menos”. Le sugirió que acortara el tiempo de oración pero que centrara su atención en rezar con más propósito. Hacer el esfuerzo de rezar con menos palabras puede alterar nuestra rutina normal y puede infundir nueva vida en nuestro tiempo con el Señor. Observa el ejemplo de la conocida oración del Padre Nuestro. En lugar de recitarla rápidamente, puedes intentar ir más despacio y decir una palabra o frase a la vez. Medita en una frase corta; ni siquiera te preocupes en decir la oración completa. A continuación se encuentran tres frases del Padre Nuestro. En cada una, puedes encontrar algo que resuene en tu corazón. Detente y medita en esa frase o idea. Permite que el Espíritu Santo te muestre su significado para ti. Padre nuestro: Tú eres un hijo de Dios. Quizá la paternidad de Dios trae a tu mente la figura de un padre que tuvo un impacto positivo en tu vida. Tal vez piensas en un tiempo en que Dios te dio perspectiva mientras tú guiabas a una persona más joven.
Permite que el recuerdo de esa guía y apoyo que experimentaste te hable sobre la paternidad de Dios. Hágase tu voluntad: Tu vida no es aleatoria. Dios tiene un plan para ti y quiere que tú aceptes su voluntad. Tú ya conoces una parte de ese plan hoy, pero otras partes te tomarán por sorpresa. De cualquier manera, Dios te capacitará para enfrentar cualquier dificultad tomado de su mano. Líbranos del mal: El mal existe, no solo en el mundo que te rodea, sino dentro de tu propio corazón. No permitas que te domine, más bien, asegúrate de que Jesús sea el centro de tu vida, pues él es suficientemente poderoso para vencer toda forma del mal. Contempla un crucifijo, pero también visualízalo irrumpiendo fuera del sepulcro completamente vivo y victorioso. El mal nunca tiene la última palabra. Este es solo el punto de inicio. Hay incontables riquezas que se pueden encontrar en cada palabra del Padre Nuestro. Así que intenta hablar menos en tu oración y escuchar más. “¡Gracias Padre celestial, porque anhelas que yo pase tiempo contigo!” ³³
Eclesiástico 48, 1-14 Salmo 97 (96), 1-2. 3-4. 5-6. 7
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de junio, viernes Mateo 6, 19-23 Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. (Mateo 6, 22-23) Jesús dirigió estas palabras a las personas cuya mirada podría haberse sentido atraída ocasionalmente hacia la casa del vecino o a sus cosechas o ganado. Pero hoy se las dirige a personas cuyos ojos son constantemente bombardeados con imágenes de la televisión, la Internet, vallas publicitarias y películas. Debido a que estamos sometidos a tanto desorden y tentación visual, debemos estar doblemente alertas a los efectos que estas imágenes pueden tener en nuestro corazón. “Pero yo hago todo lo que se supone que debo hacer.” “Voy a Misa y me confieso. Procuro ser amable y generoso. ¿Cómo es posible que mis ojos sigan rodeados de oscuridad?” Tristemente, esto es posible, porque mucho de lo que viene a nosotros no ocurre mientras estamos en Misa o sirviendo a los pobres. Sino que, sucede en nuestro tiempo libre, cuando estamos relajados frente a la televisión o navegando casualmente en Internet. No es que debamos apagar todos nuestros televisores o mantenernos alejados de la Internet hasta que Jesús 52 | La Palabra Entre Nosotros
regrese, pero ciertamente podemos ser estratégicos. Podemos intentar encontrar otras formas de relajarnos y entretenernos. Podemos establecer límites a la cantidad de tiempo que dedicamos frente a las diferentes pantallas. Podemos discernir mejor los sitios que visitamos y los programas de televisión que miramos. Y lo que es más importante, podemos decidir alejarnos un tiempo de las pantallas y dedicar ese tiempo a leer la Escritura o aprender sobre la vida de un santo. Números recientes, demuestran que en promedio, las personas pasan alrededor de tres horas diarias frente al televisor, y alrededor de sesenta y siete horas mensuales en Internet. ¡Eso es mucho tiempo! Imagina cómo sería si dedicáramos solamente un cuarto de ese tiempo a la oración y la lectura de la Palabra. Cuanto más fijemos nuestros ojos en el Señor, más descubriremos en él nuestro tesoro. Cuanto más tiempo pasemos junto a Jesús, ¡más claramente lo veremos actuar en todo lo que nos rodea! “Señor Jesús, te pido que me ayudes a fijar mis ojos en ti, para que de esta forma, mi corazón se convierta en un reflejo de tu amor.” ³³
2 Reyes 11, 1-4. 9-18. 20 Salmo 132 (131), 11-12. 13-14. 17-18
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de junio, sábado Mateo 6, 24-34 No se preocupen por su vida. (Mateo 6, 25) Puede ser divertido pensar en el futuro. ¿Qué clase de trabajo tendré cuando me gradúe de la universidad? ¿Cuántos hijos llegaré a tener? ¡No puedo esperar a mis vacaciones del próximo mes! No hay nada de malo en pensar sobre el futuro o hacer planes; de hecho puede ser algo muy productivo e inteligente de hacer. Pero Jesús quiere que vivamos una vida balanceada, y esto es algo en lo que pone énfasis en la lectura del Evangelio de hoy. El Señor no desea que el tiempo invertido en planear el futuro sea tanto que nos olvidemos de vivir el presente. Hay otro problema de invertir mucho tiempo pensando en el futuro. Ahí es donde están las raíces de nuestras preocupaciones y temores. Casi todos ellos están relacionados con algo que aún no ha sucedido, pero que podría suceder. Dedica un momento para pensar en todas las preocupaciones que has tenido a lo largo de tu vida. ¿Cuáles de ellas realmente sucedieron? Probablemente solo una fracción de ellas. Y si tus peores temores se hicieron realidad, aun así experimentaste consuelo de parte del Señor. Quizá incluso aprendiste algo de ellos y te volviste más sabio y fuerte
debido a ellos. Pero, de igual forma los superaste. Tal vez fortalecieron tu fe y confianza y te enseñaron a apoyarte más en Jesús. Jesús hizo esta promesa: “El día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas” (Mateo 6, 34). En otras palabras, concéntrate en lo que está sucediendo en este momento. Presta atención a las dificultades que tienes frente a ti, a los problemas que deben resolverse y a las personas que necesitan tu ayuda en este preciso momento. Jesús está contigo para ayudarte a enfrentarlos. Y él estará ahí mañana para ayudarte a hacerlo todo otra vez. Hoy, trata de descubrirte cuando te estés preocupando por algo que podría o no suceder. Trata de imaginarte como el ave que Jesús describe en el Evangelio de hoy, volando libremente lejos de todos los miedos terrenales que te mantienen atrapado. Piensa en cómo las aves solo se encargan de sus asuntos sin preocuparse por el futuro; Dios cuida de ellas, y cuidará también de ti. “Señor, te pido que me liberes de mis preocupaciones, las coloco en tus amorosas manos.” ³³
2 Crónicas 24, 17-25 Salmo 89 (88), 4-5. 29-30. 31-32. 33-34
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MEDITACIONES JUNIO 19-25
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de junio, domingo El Cuerpo y la Sangre de Cristo Lucas 9, 11-17 Cuando caía la tarde… (Lucas 9, 12) ¿Por qué se quedó Jesús con toda esa gente hasta tarde? ¿No era consciente del paso del tiempo? ¿O sería que estaba tan concentrado curándolos de sus dolencias que se olvidó de que ellos necesitarían comer? Pues, realmente, esto es muy poco probable. El Señor siempre estaba consciente de lo que sucedía a su alrededor, y él nunca hacía algo sin pensar cuidadosamente en cómo lo haría. Ciertamente, Jesús sabía lo que estaba haciendo y por qué lo estaba haciendo. El Señor sabía que, al final del día, tendría que alimentar a la multitud de forma milagrosa, y estaba feliz de hacerlo. Esta era su manera de mostrarles otro signo del amor que tenía por ellos. Jesús no quería simplemente curarlos de sus enfermedades físicas y enviarlos de regreso a su casa. El Señor quería compartir con ellos una comida, quería pasar más tiempo con ellos; esa clase de tiempo de calidad que 54 | La Palabra Entre Nosotros
disfrutamos cuando compartimos una comida con alguien más. Esta es parte de la maravilla del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Jesús desea pasar más tiempo con nosotros. El Señor quiere pasar más tiempo contigo, él te ama por quién eres, no solo por lo que puedes hacer. Jesús disfruta tu compañía y quiere compartir su amor contigo. ¡No es de extrañar que Jesús prometiera estar con nosotros de una forma especial en la Misa! Cada vez que lo recibimos en la Comunión, él viene a nuestra vida. Viene a decirnos que nos ama y nos valora. Ciertamente viene como el Salvador a curarnos y bendecirnos, pero también viene como un amigo simplemente para estar con nosotros. Realmente, es debido a lo mucho que nos ama, que está comprometido con darnos sus bendiciones. Jesús te está esperando hoy en la Misa, te está esperando todos los días en el Sagrario de su presencia. Ve y pasa tiempo con él. Permite que su amistad y amor conmuevan tu corazón; y ve tú y conmueve su corazón con tu amor. “¡Oh Santísimo Sacramento, oh Sacramento divino! Tuyas son la alabanza y acción de gracias.” ³³
Génesis 14, 18-20 Salmo 110 (109), 1. 2. 3. 4 1 Corintios 11, 23-26
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de junio, lunes Mateo 7, 1-5 No juzguen y no serán juzgados. (Mateo 7, 1) Encontramos al acusado culpable de los delitos de los que se le acusa. El juez da tres golpes con su mazo: Alguacil, llévese al prisionero. Esta escena se repite incontables veces en muchos programas de televisión. Aparece en muchos titulares de los periódicos y es un tema de interés en libros y películas famosas. En caso de que no lo hayas notado, la justicia y el castigo del crimen atraen mucha atención. Y esa faceta de la justicia no es mala, es necesaria para el funcionamiento apropiado de la sociedad. Entonces, ¿por qué nos dice Jesús que no juzguemos? ¿Quiere decir que la justicia no es importante? Probablemente no, considerando que Isaías describe al Señor como un Dios de justicia (Isaías 30, 18). Jesús no está hablando de los juicios que se llevan a cabo en los tribunales, sino de los que emitimos en nuestro corazón. Verás, es posible acusar a alguien en nuestro corazón, asumir la función del fiscal, interpretar la evidencia y emitir una condena. Todo eso sin permitirle al acusado subir al estrado de la defensa. Es la naturaleza humana: A veces juzgamos a las personas basados en primeras impresiones, pero también a veces, las personas que conocemos
muy bien terminan siendo identificados por nosotros como malhechores. Pero Jesús dice que seremos juzgados con la misma medida que usemos para medir a otros. ¡Eso asusta un poco! Quizá has leído este pasaje antes, pero no sabes cómo reaccionar cuando alguien te ofende. Tal vez sí sabes cómo hacerlo —con gracia— pero te resulta muy difícil. Intenta recordar esto: Tu Padre celestial te mira con la misma medida de amor que tiene por Jesús. Tú no eres digno de ella, ¡nadie lo es! Pero eso no importa. De igual manera él derrama su gracia y misericordia todos los días, simplemente porque te ama. Si no puedes decir que has experimentado esta gracia, pídele al Señor que te muestre su amor en este preciso momento y que te permita ver la gracia que tiene reservada para ti. Probablemente es mucho más de lo que esperas o incluso crees que mereces, pero eso no importa. Acéptala toda y permite que esa gracia te transforme con el tiempo, hasta el punto en que ya no juzgues más a otros. “Señor Jesús, te pido que abras mis ojos a tu amor para que yo pueda dejar de juzgar a los demás.” ³³
2 Reyes 17, 5-8. 13-15. 18 Salmo 60 (59), 3. 4-5. 12-13
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de junio, martes Mateo 7, 6. 12-14 Entren por la puerta estrecha. (Mateo 7, 13) ¡Esa puerta estrecha! Es más estricta que la brecha que hay entre lo que se debe hacer y lo que no en los Diez Mandamientos. Tú no debes mentir, hacer daño o matar; pero a la vez debes perdonar cualquier ofensa. Te mantienes alejado de la codicia, el engaño y el robo, pero, de igual manera debes contribuir económicamente con los necesitados, aunque las finanzas estén mal. ¡Eso es un camino angosto! También es difícil animar a otra persona cuando tú mismo te sientes desanimado. En realidad, nadie pasa por esta puerta solo. Así que nunca pienses que debes caminar sin compañía por esa senda angosta. El Espíritu Santo que habita en tu corazón te ayuda a pasar por la puerta. Él te concede la sabiduría, la paciencia y la fortaleza que necesitas. El Espíritu te mostrará dónde se encuentra la puerta para ti: Ya sea perdón, generosidad u otras incontables formas en que puedes sentir la estrechez. El Espíritu Santo te ayudará a atravesarla, aun cuando parezca que apenas lograste escabullirte por ella. Una palabra de advertencia: El Espíritu Santo no es un mago que mueve su varita y te hace pasar por la puerta automáticamente. Tampoco te
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infunde instantáneamente toda la sabiduría, conocimiento y disposición que necesitas para navegar por los pasajes angostos de la vida. No, él desea formar tu mente mientras tú meditas en la palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. El Espíritu desea conmover tu corazón cuando te sientas a su lado en oración y lo alabas en los sacramentos. También desea enseñarte a escucharlo, a través de pensamientos que siembra en tu corazón o a través de la palabra y los ejemplos de amigos de confianza. El Espíritu Santo desea mostrarte la obediencia humilde, ¡la forma de atravesar la puerta angosta! Si hay momentos en los que el camino parece demasiado difícil y la puerta demasiado angosta, recuerda esto: ¡Dios quiere que pases por ella! Puede haber raspones y heridas en el camino, pero Jesús se hizo hombre y curó, liberó y alimentó a aquellos que vinieron a él para que todos ellos pudieran entrar en la vida. Permite que haga lo mismo por ti. Permite que su Espíritu te ayude. “Amado Señor, deseo entrar en la vida eterna. Te pido que me ayudes a confiar en ti para entrar por la puerta estrecha.” ³³
2 Reyes 19, 9-11. 14-21. 31-35. 36 Salmo 48 (47), 2-3a. 3b-4. 9. 10-11
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de junio, miércoles 2 Reyes 22, 8-13; 23, 1-3 El rey… en presencia del Señor, renovó la alianza. (2 Reyes 23, 1. 3) Josías no era un muchacho promedio que estaba aprendiendo a ser responsable. Él ya tenía mucha responsabilidad, ¡era el rey de Judá! Pero, las probabilidades estaban en su contra. Su padre, Amón, y su abuelo Manasés, habían sido reyes terribles. Manasés revivió la adoración de ídolos y varias prácticas ocultas, incluso asesinó a su propio hijo. Amón continuó haciendo lo mismo, hasta que él también fue asesinado (2 Reyes 21). Cambiar las cosas era una tarea difícil. Pero a través de la intervención de Dios, lo imposible sucedía. Cuando le leyeron en voz alta el libro de la ley a Josías, su corazón fue traspasado. Se deshizo de los ídolos de Israel y de los falsos sacerdotes, y reinstauró el culto a Dios. Además se comprometió él mismo y a su pueblo con Dios, lo que fue igualmente importante. Debido a su obediencia, se decía que: “Los hechos de Josías fueron rectos a los ojos del Señor, pues siguió en todo la conducta de David, su antepasado” (2 Reyes 2, 22). Aunque ninguno de nosotros es rey o reina, también tenemos responsabilidades, decisiones y, a menudo, suficientes crisis que resolver. Y al
igual que Josías, podemos encontrar muchas de las respuestas en la palabra de Dios. Es en la Escritura donde aprendemos el valor supremo de hacer lo correcto, amar la bondad y caminar con humildad delante de nuestro Dios (Miqueas 6, 8). Eso lo aprendemos mientras meditamos la vida y enseñanzas de Jesús, quien vivió entre nosotros como hombre y como Dios. Al ser la palabra inspirada por Dios “tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y el espíritu” (Hebreos 4, 12). Esto fue lo que sucedió con Josías, la palabra de Dios cobró vida para él y lo transformó. Hoy es un buen día para escuchar con atención al Señor a través de la Escritura. Tranquiliza tu mente, elige un versículo de las lecturas de hoy y repítelo lentamente y en oración hasta que sientas que Dios te está hablando directamente. ¿Qué te está diciendo? ¿Qué cosa que parece imposible él la está haciendo posible en tu corazón? “Padre, te pido que me permitas escuchar hoy tu palabra con nuevos oídos.” ³³
Salmo 119 (118), 33. 34-35. 36. 37. 40 Mateo 7, 15-20
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de junio, jueves Natividad de San Juan Bautista Lucas 1, 57-66. 80 No. Su nombre será Juan. (Lucas 1, 60) Los familiares de Isabel creyeron que su hijo se llamaría Zacarías, igual que su papá. Pero Isabel sintió algo distinto: El Señor tenía un llamado especial para este niño y quería que su nombre fuera Juan. Habría sido más sencillo seguir la tradición familiar e ignorar este sentir, pero ella no hizo esto. El “no” que le dio a su familia fue un “sí” para Dios y así allanó el camino para que su voluntad se llevara a cabo. Algo similar sucedió en la vida de Juan. Dejar a su familia para vivir en el desierto, vestirse con pelo de camello y comer langostas probablemente no era la vida que él había imaginado tener. Confrontar al pueblo de Israel con la necesidad que ellos tenían de arrepentirse posiblemente tampoco fue algo que resultara sencillo para él. Pero Juan siguió diciendo no a su propia voluntad y sí a la de Dios porque sabía que Dios le había encomendado un misión específica y tenía la certeza de que le daría la gracia que necesitaba para realizar esa misión. Eso fue lo que alimentó siempre ese sí de Juan. También es lo que puede alimentar nuestro sí a Dios. Cada uno de
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nosotros está llamado a desempeñar una función en la construcción del reino de Dios. Cada vez que sigues el ejemplo de Juan y pones a un lado tus propias preferencias, estás diciendo sí a algo mejor que viene de Dios. Cada vez que escuchas al Espíritu Santo, estás cumpliendo el llamado que has recibido. Tus pequeños actos de entrega, esas aparentemente insignificantes aceptaciones de Dios durante el camino, ayudan a que su voluntad se cumpla en tu vida y en las personas que te rodean. Juntas todas, crean un sí más grande conforme comienzas a comprender y buscar la misión que él tiene para tu vida. El Señor desea que trabajemos junto con él para hacer su voluntad. Esa es la razón por la cual necesitaba el no de Isabel a su familia. También es la razón por la cual necesitaba cada sí de Juan el Bautista. Y es el motivo por el cual él necesita que procures hacer tu mejor esfuerzo por aceptarlo en las decisiones grandes o pequeñas que enfrentas diariamente. “Señor, ¡te pido que me ayudes a aceptarte en cada momento del día!” ³³
Isaías 49, 1-6 Salmo 139 (138),1-3. 13-14ab. 14c-15 Hechos 13, 22-26
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de junio, viernes Sagrado Corazón de Jesús Lucas 15, 3-7 La carga sobre sus hombros, lleno de alegría. (Lucas 15, 5) Algunos dirán que el Sagrado Corazón de Jesús es el corazón de un pastor y tienen razón. Tres de las cuatro lecturas de hoy nos hablan sobre pastores: Aquellos que cuidan bien de sus ovejas, que las guían y las alimentan y que buscan y curan a sus ovejas perdidas. Pero el Evangelio de hoy nos da otra perspectiva de la clase de pastor que es Jesús: Uno que se alegra. Ese es un aspecto del Sagrado Corazón de Jesús en el que posiblemente no pensamos mucho. Sabemos que Jesús revela su amor a través de su sufrimiento y muerte. Podrías decir que él nos “encuentra”, de la misma forma en que el pastor encuentra a la oveja perdida en la parábola de hoy. Pero Jesús añade un detalle en esta parábola que podemos pasar por alto rápidamente: El pastor no está triste ni enfadado por haber encontrado su oveja perdida. Tampoco la reprende por escaparse. Más bien, se llena de alegría. Jesús se deleita en buscar y encontrar al que está perdido. El Señor no se frustra aun cuando te pierdes de vez en cuando. Tampoco se dará por vencido contigo, ni con tus seres queridos. Seguirá buscando hasta el final.
Porque él ama a cada una de sus ovejas y conoce la alegría de traerlas de regreso al hogar, sale a buscarlas con alegría anticipada, no quejándose con resentimiento. Dedica un tiempo hoy para meditar en el Sagrado Corazón de Jesús no solo como un corazón que sufre, sino también como un corazón alegre. Imagina que tú eres esa oveja perdida, y tu pastor te está buscando con entusiasmo y determinación. Puedes ver su rostro iluminarse cuando te encuentra y se acerca a ti. Siente la calidez de su alegría cuando te levanta y te carga sobre sus hombros y te lleva de regreso a tu hogar. Permite que esta alegría que Jesús tiene por ti sea tu fuerza. Permite también que sea tu consuelo mientras rezas por un ser amado que parece estar perdido. Dios tiene un amor incansable por ti y por tus seres queridos. ¡El Señor se alegra por acercarse a sus hijos que están extraviados! “Señor Jesús, te pido que me ayudes a adoptar tu corazón de pastor. Quiero ser encontrado por ti.” ³³
Ezequiel 34, 11-16 Salmo 23 (22), 1-3a. 3b-4. 5. 6 Romanos 5, 5-11
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de junio, sábado Corazón Inmaculado de la Virgen María Lucas 2, 41-51 Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas. (Lucas 2, 51) El Evangelio de hoy deja claro que el Inmaculado Corazón de María no significa que ella fuera serena o no tuviera problemas. Tampoco significa que no tuviera dudas respecto a lo que Dios le estaba pidiendo y sobre la forma en que la vocación especial de su hijo se iba a desarrollar. Su pregunta aquí incluso suena a reproche: ¿Por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia. Para empeorar la confusión, Jesús respondió con una pregunta. ¿Por qué me andaban buscando? ¿No se les ocurrió que yo podría estar en este lugar? Lucas nos dice que ellos no entendieron lo que Jesús quería decir en ese momento. Pero María deseaba comprenderlo más plenamente, así que guardó este incidente en su corazón y de vez en cuando reflexionaba en él. Ella no se fijó solamente en la forma en que Jesús los trató a ella y a José; por el contrario, se preguntó qué querían decir aquellas palabras. ¿Qué sucedía con la relación de Jesús con su Padre que lo motivó a él —que apenas era un niño— a abandonar a sus padres y a pasar tres días solo en una ciudad
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grande? Solamente cuando Jesús se fue de la casa y comenzó su ministerio público María pudo empezar a encontrar respuestas a las preguntas como estas. ¿Qué significa meditar? Significa sentarse en silencio con nuestros pensamientos, y con el Señor. También puede implicar leer un poco para reforzar nuestra comprensión y quizá también sea bueno conversar con un amigo sabio. Esta clase de meditación nos ayudará cuando queramos hacer nuestros propios reproches al Señor. En lugar de pensar solamente en la situación inmediata que nos ha perturbado, la meditación en oración nos ayuda a obtener un cuadro más grande, que tiene espacio para el amor y la provisión de Dios. De manera que no temas hacer preguntas difíciles, así como las hizo la Virgen María. Solo asegúrate de recordar las verdades centrales a las que ella se aferró: Dios me ama y tiene un plan para mi vida, aun cuando yo no lo comprenda completamente. “Inmaculado Corazón de María, te pido que me ayudes a tener una conversación amorosa con tu hijo.” ³³
Lamentaciones 2, 2. 10-14. 18-19 Salmo 74 (73), 1-2. 3-5a. 5b-7. 20-21
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MEDITACIONES JUNIO 26-30
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de junio, domingo Lucas 9, 51-62 El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios. (Lucas 9, 62) ¿Estaba Jesús siendo irracional? Todo lo que este hombre deseaba hacer era despedirse de su familia antes de seguir al Señor. ¿No permitió Elías que Eliseo se despidiera antes de irse con él (1 Reyes 19, 19-21)? Para hacer las cosas más difíciles, la respuesta de Jesús a los otros dos aspirantes a discípulos parece un poco rígida. ¿Estaba, en realidad, tratando de desanimar a estas personas para que no lo siguieran? Si sospechas que en esta escena estaba sucediendo algo más profundo, probablemente estés en lo correcto. Primero, es útil recordar la forma en que este pasaje calza en la línea de tiempo de San Lucas: Hemos sabido que en ese momento Jesús estaba “decidido a” dirigirse a Jerusalén (Lucas 9, 51). La hora de su Pasión estaba cerca. Lucas está mostrándonos un nuevo sentido de urgencia en la vida y el mensaje de Jesús. Simplemente no hay tiempo para cosas secundarias, incluso cosas buenas
e importantes. Para aquellos individuos a los que el Señor estaba llamando, ¡era ahora o nunca! Segundo, no sabemos cómo respondieron ellos a las palabras de Jesús; o si la conversación fue más extensa. La razón es que Lucas realmente estaba más interesado en animarnos a nosotros, sus lectores, a seguir a Jesús que en relatar todos los detalles de un evento que sucedió hace mucho tiempo. Como lo señala un comentarista, es posible que no sepamos cuál fue la reacción de estos hombres, pero sí sabemos cuál debe ser la nuestra. No hay duda al respecto; este es un mensaje difícil de escuchar, pero Jesús lo sabe. El Señor sabe que está pidiendo mucho de nosotros. También sabe que tiene gracia reservada para ayudarte. Jesús ya ha decidido perdonarte cuando te equivocas y te anima cuando las cosas se ponen complicadas. El Señor nunca te dará una orden esperando que fracases realizándola. No, él hará todo lo que pueda para ayudarte a lograrla, ¡sin anular tu libre albedrío! “Señor, te seguiré a donde sea que me lleves. Confío que tu gracia será suficiente para mí.” ³³
1 Reyes 19, 16. 19-21 Salmo 16 (15), 1-2a. 5. 7-8. 9-10. 11 Gálatas 5, 1. 13-18
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de junio, lunes Mateo 8, 18-22 Tú sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos. (Mateo 18, 22) Una cosa es clara en el Evangelio de hoy: Jesús no endulza el costo del discipulado. Para los seguidores de Jesús, quizá solo significaba no tener un lugar dónde dormir en la noche o no poder despedirse de un familiar moribundo. Incontables cristianos a lo largo de los siglos han pagado el precio máximo con el sacrificio de su vida. Así que cuando leemos estas palabras de hoy, podemos sentirnos más que un poco nerviosos. “Si sigo a Jesús de todo corazón, ¿qué me costará a mí?” Sin embargo, si lo piensas un poco, probablemente ya estés pagando un precio. Seguir a Jesús significa que tienes que luchar con la tentación a pecar, tal vez diariamente. También significa una carrera menos prestigiosa, lo que te permite pasar más tiempo con tu familia o servir a tu parroquia. Podría significar vivir de una manera más sencilla para que, así, puedas dar generosamente a aquellos que pasan necesidad. En todas estas formas y otras más, hacemos sacrificios para seguir a Jesús. Entonces, ¿por qué alguien decidiría ser un discípulo? Pues, por la misma razón que muchas personas en el tiempo de Jesús decidieron
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seguirlo: No podían resistirse a él. Su mirada irradiaba el amor y la misericordia incondicional de Dios, y sus palabras se dirigían a los deseos más profundos del corazón de sus seguidores. También sabemos que en ninguna otra persona podemos encontrar lo que estamos buscando: El amor que cubre multitud de pecados; la alegría de ser conocido, aceptado y perdonado; y la esperanza de vivir para siempre con Dios en el cielo. Aun así, habrá días en los que las demandas del discipulado serán la causa de que te preguntes si vale la pena. Es tentador ver a las personas en el camino ancho y preguntarse por qué tú vas por el camino angosto (Mateo 7, 13-14). Seguir a Jesús siempre significa, de una manera u otra, seguirlo a la cruz. Pero así como él triunfó al final, triunfarás tú cuando te unas a él en el cielo. Mientras tanto, puedes contar con que Jesús estará a tu lado, derramando su amor y su gracia para ayudarte a seguirlo, sin importar el costo. “Gracias, amado Jesús, por invitarme a seguirte. Te pido que me ayudes a responderte sin importar el costo.” ³³
Amós 2, 6-10. 13-16 Salmo 50 (49), 16bc-17. 18-19. 20-21. 22-23
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de junio, martes Amós 3, 1-8; 4, 11-12 Prepárate, Israel, a comparecer ante tu Dios. (Amós 4, 12) ¡Qué mensaje más inquietante! Desde luego, las personas no estaban “compareciendo ante Dios” para conocerlo por primera vez, pero Dios sabía que ellos necesitaban comparecer ante él nuevamente. Y no parecía que esta sería una reunión placentera. Así que Dios envió a Amós para que les advirtiera. Amós profetizó durante el reinado del rey Jeroboam de Israel (786-746 a. C.). Era un pastor y cultivaba higos en el reino del sur de Judá. Amós llamó al pueblo del norte a volverse a Dios. El éxito militar y la riqueza de Israel los había hecho extraviarse; tristemente comenzaron a vivir como las naciones que los rodeaban en lugar de seguir los mandamientos del Señor. En su prosperidad, los estándares morales de Israel desparecieron. Los ricos oprimían a los pobres, el poderío se convirtió en un derecho y la corrupción se normalizó. Es más, el pueblo cayó en idolatría y adoraron dioses paganos. Amós le advirtió al pueblo sobre el inminente juicio de Dios: “Prepárate… a comparecer ante tu Dios” (Amós 4, 12). A ninguno de nosotros le gustaría recibir un mensaje así. Sin embargo, este tenía sus raíces en la alianza del amor de Dios por su pueblo. Dios sabía
cuáles eran los desastres que les esperaban si no se arrepentían: La destrucción de su santuario, la caída de la casa de Jeroboam y la deportación y cautiverio de su pueblo. Amós les advirtió con la esperanza de que se volvieran al Señor. Al igual que los israelitas, nosotros podemos alejarnos de Dios y sus mandamientos. Podemos olvidarnos de que el Dios al que adoramos es santo y digno de nuestra obediencia. Ninguno de nosotros es digno de presentarse ante Dios; todos hemos pecado. Sin embargo, nunca debemos temer encontrarnos con él. A través de la nueva alianza sellada con la muerte y resurrección de Jesús, sabemos con certeza que Dios siempre nos reunirá en sus amorosos brazos, así como el padre hizo en la parábola que contó Jesús del hijo pródigo (Lucas 15, 11-32). ¡Qué bendecidos somos! Por medio de su alianza eterna y de amor, podemos acercarnos a Dios con confianza. Junto con el salmista podemos maravillarnos: “Pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa” (5, 8). “Gracias, Señor, por tu misericordia. Por tu amor inquebrantable, entraré hoy en tu presencia.” ³³
Salmo 5, 5-6. 7-8 Mateo 8, 23-27
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de junio, miércoles Santos Pedro y Pablo 2 Timoteo 4, 6-8. 17-18 He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. (2 Timoteo 4, 7-8) ¿Alguna vez has oído hablar sobre los psicólogos deportivos? Ellos se dedican a ayudar a los atletas a recuperarse si cometen algún error grave durante un juego. Ayudan al atleta a reconocer el problema, analizar lo que salió mal y a hacer los ajustes necesarios para ganar confianza nuevamente. Hoy celebramos la fiesta de San Pedro y San Pablo. El Nuevo Testamento está lleno de relatos sobre cómo estos dos hombres se dedicaron heroicamente a la edificación de la Iglesia, pero, a su vez, describe las veces en que cometieron errores. ¡Todo lo que tenemos que hacer es recordar la historia de Pedro negando a Jesús tres veces y la violenta persecución de Pablo a los seguidores de Jesús! Esos errores del principio podrían haber hecho sentir a estos dos apóstoles demasiado avergonzados como para asumir sus funciones de liderazgo en la Iglesia. Pero ellos fueron capaces de dejar la vergüenza a un lado y seguir adelante con confianza en el amor y la misericordia de Dios. No tenían un psicólogo deportivo que los aconsejara, pero tenían algo mejor: El Espíritu Santo.
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Tal vez el recuerdo de tus errores del pasado ha sido un obstáculo para ti. Quizá crees que hay otras personas que están más capacitadas para servir en tu parroquia o en tu vecindario. Si es así, recuerda a Pedro y a Pablo. Permite que sus ejemplos te inspiren a ver más allá de tu pasado. Permíteles convencerte de que tus pecados, debilidades o errores no te definen. Cubierto con la misericordia de Cristo, puedes servir y hacer la diferencia. Recuerda también, al Espíritu Santo. Pídele que te conceda la valentía que necesitas para mantenerte en la fe. Pídele que te dé una doble porción del amor de Dios y que te ayude a crecer en confianza. Parte de lo que separa a los santos como Pedro y Pablo del resto de nosotros es su humilde capacidad para aprender de sus errores y su voluntad para seguir sirviendo al Señor a pesar de esos errores. Que podamos aprender cómo seguir hacia adelante, ¡sin importar lo que hayamos hecho en el pasado! “Espíritu Santo, te pido que me concedas la valentía de permanecer en la fe.” ³³
Hechos 12, 1-11 Salmo 34 (33), 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 Mateo 16, 13-19
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de junio, jueves Amós 7, 10-17 Ve y profetiza a mi pueblo, Israel. (Amós 7, 15) El profeta Amós advirtó al pueblo de Israel de que debían hacer cambios profundos en su comportamiento, pero nadie quiso escuchar aquellas advertencias, especialmente el rey. Ese es el motivo por el cual, Amasías, el sacerdote, le dijo a Amós que se fuera del reino del norte de regreso a Judea “gánate allá el pan, profetizando” (Amós 7, 12). Pero Amós no era un profeta profesional como los que se encontraban alrededor del templo en Betel, a quienes se les pagaba por sus servicios. Él solamente era “un pastor y cultivador de higos” (7, 14). La historia de Amós nos muestra que Dios se deleita en llamar a las personas que menos esperaríamos para hacer su trabajo. El Señor escogió a David, el menor de los ocho hijos de Jesé y quien era muy joven en ese momento para ser rey de Israel. También escogió a una joven mujer y a un carpintero del pequeño pueblo de Nazaret para que fueran los padres de su Hijo. Y finalmente eligió a simples pescadores para que fueran sus apóstoles y guiaran a su Iglesia. Evidentemente, Dios ve más allá de los logros profesionales. El Señor más bien ve los corazones de la gente. Siempre está buscando a los hombres y mujeres llenos de fe que lo aman y que
están dispuestos a ser obedientes a su llamado, cualquiera que sea. Así que no te sorprendas si Dios te llama a hacer algo por él para lo que tú no te sientes capacitado. Tal vez él te está pidiendo que seas maestro de catecismo en la parroquia o que apoyes activamente la legislación que protege la vida o que ayudes a una pareja a prepararse para el matrimonio. Tú podrías fijarte únicamente en lo que te hace falta para llevar a cabo la misión que él te está encomendando, pero Dios ve lo que ya tienes: La disposición para servirlo. Ten la seguridad de que él no te dejará solo, más bien te dará la sabiduría que necesitas, te guiará hacia los recursos que estás buscando y te enviará personas que te ayudarán. Incluso te capacitará con valentía y confianza. Una cosa es segura: Si estás dispuesto a hacer lo que sea que Dios te pida, él ciertamente te llamará. Así que mantente alerta a la suave voz del Espíritu Santo. ¡Qué todos podamos ser como Amós y responder a la llamada del Señor! “Amado Señor Jesús, confío en que tú me capacitarás y me darás la gracia y la sabiduría que necesito para poder servirte. Estoy dispuesto a hacer lo que me pidas.” ³³
Salmo 19 (18), 8. 9. 10. 11 Mateo 9, 1-8
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de julio, viernes Mateo 9, 9-13 Muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús. (Mateo 9, 10) Mateo era un próspero recaudador de impuestos en Galilea y probablemente no era extraño para él invitar gente a cenar a su casa. Pero la noche en que invitó a Jesús fue diferente, no solo para Mateo, sino también para los demás invitados. Imaginemos lo que uno de ellos podría haber pensado aquella noche. “Parece que la casa de Mateo está llena otra vez, hay luz en las ventanas y las voces se escuchan en la calle. No puedo esperar a ver lo que hay en el menú. “¡Un momento! Aquí están unas personas a las que no reconozco. No parecen cobradores de impuestos; sino más bien vagabundos o pescadores. Me pregunto qué estarán haciendo aquí. Mateo parece estar prestando especial atención a uno de ellos. Me sentaré para ver qué está sucediendo. “Este Jesús parece bastante amigable. Seguramente le gusta contar historias y parece estar cómodo con todos los que están aquí. He escuchado que es un famoso maestro y hacedor de milagros, y parece genuinamente feliz de estar aquí con nosotros. Hablando con él, puedo comprobar que realmente está interesado en mí. Me está hablando 66 | La Palabra Entre Nosotros
sobre un reino en el que el amor de Dios está disponible incluso para gente como yo. Quiero saber más, pero no creo que merezca ser parte de esto. “Oh, esto puede ser interesante. Aquí vienen algunos fariseos a debatir con Jesús. Ellos deben pensar que él no debería estar aquí con nosotros los marginados. “¿Qué es lo que acaba de decir? ‘Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’ (Mateo 9, 13). ¡Increíble! ¡Vino por mí! Esa es la razón por la cual un hombre tan bueno está sentado aquí conmigo en un lugar tan improbable. ¡Jesús está aquí para invitarme a su Reino!” Jesús estaba dispuesto a estar presente en un lugar improbable para que la luz de su presencia brillara. El Señor estaba dispuesto a llevar la buena nueva a donde fuera. Tú puedes hacer lo mismo, ya sea que estés en una fiesta, en el trabajo o la escuela, o en el supermercado. Si estás atento puedes llevar el evangelio sin importar a dónde vayas. ¿Quién sabe lo que Dios podría hacer? “Señor, quiero llevar la buena noticia a dondequiera que vaya. Te pido que me des la gracia para proclamar tu evangelio.” ³³
Amós 8, 4-6. 9-12 Salmo 119 (118), 2. 10. 20. 30. 40. 131
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de julio, sábado Mateo 9, 14-17 ¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? (Mateo 9, 15) Santa Teresa de Jesús una vez rezó así: “¡De santos amargados, líbranos, Señor!” Ahora, ella no quería decir que los santos debían andar por ahí con una sonrisa forzada. Ella se refería a lo que dijo Jesús a los discípulos de Juan en el Evangelio de hoy: Cuando él está con nosotros, su presencia nos anima y nos consuela. ¿Significa esto que nunca debes sentirte triste? ¿O que si te sientes triste, significa que no eres un buen cristiano? ¡Desde luego que no! Más bien, lo que el Señor quiere que recuerdes es que él siempre está contigo y esta verdad es fuente de gran consuelo y alegría en medio de las circunstancias difíciles. Reflexionemos en esto un poco más: Señor Jesús, ¡tú estás con nosotros! Tú te hiciste hombre para estar cerca de nosotros. Para caminar en persona a nuestro lado, para amarnos en persona, para curarnos en persona, para enseñarnos en persona. Como hombre, entiendes lo que nosotros vivimos. Sentiste decepción y tristeza, así como alegría y felicidad. Tú estás cerca de la Iglesia, tu novia, pero también estás cerca de mí personalmente. Señor Jesús, ¡tú estás con nosotros! Estamos en ese periodo “del medio”,
Señor, en el cual no estás con nosotros físicamente, pero aún no hemos sido llevados a tu presencia celestial. Gracias por enviarnos al Espíritu Santo para ser nuestro Consolador mientras esperamos tu regreso. Gracias por darnos al Espíritu en los sacramentos, en la Escritura y en nuestro corazón, hasta el final de los tiempos (Mateo 28, 20). Por tu Espíritu Santo, te pido que me ayudes a confiar en que tú caminas a mi lado en mis tristezas y alegrías. Jesús, Esposo mío, ¡me regocijo en ti! No puedo controlar las cosas que la vida me presenta, pero puedo controlar la forma en que reacciono. Así que trataré de no permitir que nada me robe la paz y la alegría que tengo en ti. Ningún problema que surja en mis relaciones con otras personas, ningún conflicto en el mundo, ninguna política ni ninguna preocupación financiera será capaz de robarme mi confianza en ti. Aún en la enfermedad aceptaré tu invitación a caminar cerca de ti. Y así me gozaré en ti. “Señor Jesús, ¡yo creo que siempre estás conmigo! Te pido que me ayudes a dejar de lado toda amargura y a encontrar alegría en tu presencia.” ³³
Amós 9, 11-15 Salmo 85 (84), 9. 11-12. 13-14
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MEDITACIONES JULIO 3-9
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de julio, domingo Gálatas 6, 14-18 No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz. (Gálatas 6, 15) La iglesia en Galacia había recibido con alegría el mensaje de San Pablo: Jesucristo murió por sus pecados, resucitó por su salvación y ellos podían abrazar esa salvación a través de la fe y el bautismo. Pero después de que Pablo se fue de Galacia, llegaron otras personas con un mensaje distinto: Si ellos no adoptaban la ley judía, especialmente la circuncisión, su salvación estaría incompleta. Debían convertirse en hijos de Abraham —judíos conversos— así como en cristianos. Cuando Pablo se enteró de esto, envió una dura carta de amonestación. “¿Son tan duros de entender?”, preguntó. “Los verdaderos descendientes de Abraham son los que tienen fe”, no solo los que están circuncidados (Gálatas 3, 3. 7). Para Pablo, si los gálatas adoptaban la circuncisión, estarían perpetuando la antigua división entre los judíos y los gentiles, que Jesús había venido a 68 | La Palabra Entre Nosotros
abolir. Además, estarían alimentando la mentira de que Jesús pertenece solamente a cierta clase de personas. “Ya no importa el ser judío o griego”, les dijo Pablo, “esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo” (Gálatas 3, 28). Esta es una de las verdades más poderosas de nuestra fe: En Cristo, toda división desaparece. Entre los cristianos no existen diferentes “niveles” o “clases” de creyentes. Todos somos pecadores por igual y de la misma forma Dios nos ama y nos perdona por medio de la cruz. ¿Vamos a aceptar esta salvación y permitir que el amor de Dios cure nuestro corazón dividido? Pablo nunca quiso “gloriarse” de nada que lo hiciera sentirse especial o mejor que otras personas (Gálatas 6, 15). El don del amor misericordioso, liberador y transformador de Dios supera a todo lo demás. Este amor está disponible para ti en la Misa de hoy. Ven y pruébalo, permite que elimine toda división en tu corazón. “Señor, ¡te pido que me ayudes a vivir en tu amor!” ³³
Isaías 66, 10-14 Salmo 66 (65), 1-3a. 4-5. 6-7a. 16. 20 Lucas 10, 1-12. 17-20
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de julio, lunes Mateo 9, 18-26 Tu fe te ha curado. (Mateo 9, 22) El Evangelio de hoy nos presenta a dos personas muy diferentes con dos problemas muy diferentes. Uno es el jefe de la sinagoga quien era muy respetado en su comunidad. La otra es una mujer cuyas hemorragias incesantes la excluyeron de la sociedad. Sin embargo, ambos tenían algo en común: Desesperados, creyeron que Jesús era su última esperanza. Si prestas más atención verás que en realidad tenían muchas similitudes que nos ofrecen lecciones de cómo podemos confiar en Jesús. Primero, ambos, el oficial y la mujer con las hemorragias, se acercaron a Jesús con humildad y fe. Ambos reconocieron su poder y que dependían de él (Mateo 9, 18). No se preguntaron si Jesús podía ayudarlos, ellos sabían que podía y creyeron que todo lo que necesitaban era una simple conexión física con él. ¡Y tenían razón! Jesús se sintió tan conmovido por su confianza que acudió en su ayuda. Esto nos demuestra que cuando lo buscamos con fe, él saldrá a nuestro encuentro con su poder y presencia. Otra similitud es la forma en que ambos superaron las restricciones de su comunidad. La mujer que buscaba ser curada no debía estar entre la multitud donde podía entrar en contacto
con otras personas. Por eso, tocar la capa de Jesús fue un acto valiente y que desafiaba las normas. Por su parte, el jefe de la sinagoga se enfrentó a un obstáculo distinto. Otros judíos devotos podían menospreciarlo por acudir a este advenedizo que no había probado ser quien decía ser. Por lo que cuando las personas ridiculizaron a Jesús por decir que la niña estaba dormida, el jefe de la sinagoga debe haber sentido que su fe vacilaba. Jesús reconoció la fuerte fe de estos buscadores de milagros, pero también reconoció sus dudas y temores. A la mujer le ofreció palabras de consuelo: “Hija, ten confianza…” En otra versión de la historia, Jesús también animó al jefe de la sinagoga diciéndole: “No tengas miedo; cree solamente” (Marcos 5, 36). Jesús tiene las mismas palabras para cuando te sientas desesperado. Así que, ¡mantente firme en tu fe! Jesús vino para darles la salvación y sanación a todos. Cree en él, aun cuando algo parezca imposible, ¡al final él lo logrará! “Amado Señor, te pido que me ayudes a confiar cada día más y más en ti.” ³³
Oseas 2, 16. 17-18. 21-22 Salmo 145 (144), 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
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de julio, martes Mateo 9, 32-38 Estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. (Mateo 9, 36) Quizá no son las más inteligentes de todas las criaturas de Dios, pero en ciertos aspectos, las ovejas tienen rasgos de carácter similares a los nuestros. Al igual que nosotros, saben que dependen de su pastor para su provisión y protección y son capaces de aprender a escuchar y seguir la voz de su dueño. Y, de nuevo, al igual que nosotros, tienden a alejarse de él y meterse en problemas. Saben lo que es bueno para ellas, pero se distraen fácilmente y son propensas a tomar decisiones equivocadas. Jesús también comparó a la gente con un campo de trigo listo para la cosecha. Así como un agricultor disfruta de recolectar la cosecha madura, Jesús se deleita en reunir a su pueblo. Pero “los trabajadores [son] pocos” (Mateo 9, 37). Esa es la razón por la cual envió a los Doce como misioneros; y esa es la misma razón por la cual nos envía a nosotros. Podemos sentirnos abrumados por su llamado, especialmente cuando pensamos en las personas que parecen estar lejos del Señor, ¡todas esas ovejas perdidas que andan por ahí! También podemos sentirnos desalentados por esfuerzos pasados que no dieron fruto. ¡No permitas que pensamientos 70 | La Palabra Entre Nosotros
como estos te desanimen! Recuerda: Jesús es el único que toca el corazón y la mente de las personas. El Señor es el único que atrae a la gente hacia él. Nuestro llamado simplemente es ayudarlo a reunir a esas personas. ¿Qué significa esto en la práctica? Una de las cosas más importantes que podemos hacer es escuchar. Escucha a las personas cuando te dicen cómo les está yendo en la vida. Escúchalas hablar de sus alegrías y esperanzas, de sus temores y frustraciones. Escucha para detectar las señales de la acción de Dios en su vida y las señales de que están anhelando algo más de lo que este mundo puede ofrecerles. Este sencillo acto de escuchar es muy poderoso porque abre tu corazón, tanto a la persona con la que estás conversando como a las inspiraciones del Espíritu Santo. Así que no te preocupes por tus propias falencias. Jesús hará la parte difícil. Todo lo que tú tienes que hacer es escuchar y luego responder. “Señor Jesús, te pido que me des un corazón dispuesto a escuchar y que me ayudes a seguir tu guía mientras trabajo para colaborar en la cosecha.” ³³
Oseas 8, 4-7. 11-13 Salmo 115 (113B), 3-4. 5-6. 7ab-8. 9-10
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de julio, miércoles Oseas 10, 1-3. 7-8. 12 Es tiempo de buscar al Señor. (Oseas 10, 12) La idolatría estaba por todos lados. Israel había comenzado a poner su fe en la fortaleza militar y las alianzas extranjeras en lugar de confiar en Dios. Al mismo tiempo, comenzaron a construir altares y a ofrecer sacrificios en honor a los dioses paganos de la fertilidad (Oseas 10, 1). ¿Cómo era posible que el pueblo precioso y escogido de Dios hubiera caído tan bajo? La verdad es que, todos tenemos esa tendencia a adorar “dioses falsos”, a veces sin ni siquiera darnos cuenta. Sucede cuando permitimos que otras cosas tomen el lugar de Dios en nuestro corazón. O buscamos nuestra alegría y consuelo en esas cosas; convirtiéndolas en un ídolo. ¿Cuál es la solución? El profeta Oseas le ofreció al pueblo de Israel una muy simple: “Es tiempo de buscar al Señor” (10, 12). Busca al Señor cuando te estás sosteniendo por tus propias fuerzas, aun cuando sientas resentimiento o estés exhausto, en lugar de confiar en la gracia de Dios. Busca al Señor cuando te encuentres acomodando nuevamente tu horario para dedicar más tiempo a las pantallas y terminas dándole menos a la oración. Busca al Señor cuando te das cuenta de que estás haciendo
cosas para agradar a otras personas porque te importa más su opinión sobre ti que lo que Dios piense. Busca al Señor cuando te sientas tentado a poner tu éxito profesional por encima del tiempo con tu familia. Hoy, aparta tiempo para buscar al Señor. Pregúntale: “¿Qué cosas me siento tentado a poner antes que a ti? ¿Qué puedo hacer para ponerte a ti en primer lugar?” Al hacerte estas preguntas regularmente, Dios puede abrir tus ojos y corazón para mostrarte qué es aquello que debes hacer para bajar a estos “dioses” de sus pedestales. Podría ser necesario que dejes de ver Netflix por unas semanas para dedicar más tiempo a la oración. O comenzar a asistir a la Confesión más a menudo. O quizá echar algo más en la caja para los pobres al final de la Misa. Siempre es un buen momento para buscar al Señor. Conforme lo haces, él te mostrará cómo puedes ponerlo a él en el centro de tu vida. “Amado Señor, te pido que me muestres aquellas cosas que están ocupando tu lugar en mi corazón y me ayudes a volverme a ti plenamente.” ³³
Salmo 105 (104), 2-3. 4-5. 6-7 Mateo 10, 1-7
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de julio, jueves Oseas 11, 1-4. 8-9 Mi corazón se conmueve dentro de mí y se inflama toda mi compasión… pues yo soy Dios y no hombre. (Oseas 11, 8. 9) Nuestra idea sobre Dios puede estar influenciada por nuestra experiencia con las relaciones humanas. Somos padres, hijos, amigos o hermanos. Hemos producido decepción o enojo o felicidad estando en todas esas posiciones. Eso puede llevarnos a pensar que Dios reaccionará a las situaciones de la misma forma en que nosotros lo haríamos. Pero a Dios le gusta sorprendernos. Cuando Oseas profetizó en Israel alrededor del año 750 a.C., buena parte del pueblo de Dios estaba cómodo y era próspero, tanto que habían comenzado a volverse hacia los ídolos que sus vecinos y socios comerciales adoraban. Ahora, si Dios fuera un hombre y no Dios, la infidelidad lo habría motivado a abandonarlos o revocarles su condición de ser su pueblo escogido. Su traición podría haber justificado una reacción dura. Pero él es Dios, no es hombre. El Señor ofrece relación y redención, no venganza y recriminación. Esta es la forma en que Dios se relaciona contigo. Su corazón está lleno de amor por ti; lo que él más desea es que tengas una relación profunda con él. El Señor jamás te rechazaría. 72 | La Palabra Entre Nosotros
Como dijo una vez el Papa Francisco: “Jesús no reprende jamás. Jesús hará limpieza con ternura, con misericordia, con amor.” ¿Necesitamos ser purificados? Por supuesto que sí. Pero, ¿cómo nos purificará Jesús? Quizá nuestra experiencia de haber sido heridos o rechazados en el pasado puede conducirnos a esperar que Jesús también nos condene. Pero él no lo hará, él vino a salvarnos, no a condenarnos (Juan 3, 17). Hoy, al reflexionar en este pasaje trata de hacer algo distinto. Piensa en la peor cosa que hayas hecho en tu vida. Ahora, imagina que Jesús está sentado junto a ti, mirándote a los ojos. ¿Puedes ver su misericordia y compasión? ¿Cómo te sentirías si él acercara tu rostro a su mejilla o te diera un beso en la frente como tú harías con un niño? Aún si tú no sintieras un arrepentimiento especial, no pasaría mucho tiempo antes de que tu corazón se derritiera frente a tanta ternura. Permite que Jesús te conmueva hoy con su compasión. Permite que él te mueva al arrepentimiento y que te lave con su misericordia. “Señor te pido que abras mi corazón a tu amor y misericordia.” ³³
Salmo 80 (79), 2ac. 3b. 15-16 Mateo 10, 7-15
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de julio, viernes Mateo 10, 16-23 El que persevere hasta el fin, se salvará. (Mateo 10, 22) A veces la vida se parece a una alegre carrera corta, en la que sientes el viento del Espíritu Santo impulsándote. Pero en otros momentos más bien se parece a una dura caminata por una senda estéril e interminable. Si estás enfrentando hostilidad como la que Jesús menciona en el Evangelio de hoy, es posible que te sientas desgastado y cansado. También puedes sentirte así si estás desempleado, enfermo, teniendo que cuidar de alguien más o tienes dos trabajos para que las cuentas cierren a final de mes. Quizá estás luchando por vencer la tentación o para reparar una relación dañada. Resulta imposible pensar en cómo perseverar hasta el final. Puedes considerar esta simple sugerencia que es un dicho conocido para los miembros de Alcohólicos Anónimos: Solamente haz la siguiente cosa que sea correcta. No permitas que el tamaño y alcance de la dificultad te abrume o te paralice. Solamente mira el momento presente y lo que puedes hacer en él. “No se preocupen por el día de mañana” dijo Jesús. No te pongas nervioso sobre la forma en que enfrentarás tal o cual dificultad en el futuro. “Mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante
con sus propios problemas” (Mateo 6, 34). Esta es otra forma de verlo. A aquellos que dejan las cosas para después les gustará esta: Deja para después lo que no debes hacer ahora. ¿Has tenido la tencación de dejar de lado el trabajo o el estudio y dedicarte a los videojuegos o a jugar en Internet? Rechaza la tentación y di que eso lo harás mas tarde, y cuando llegue ese “más tarde”, repite el proceso. Si quieres lamentarte o dejarte llevar por la ira porque te estás reprimiendo, declara que renuncias al enojo y alégrate de recibir la gracia para decidirlo nuevamente. Utiliza el hábito de la postergación para perseverar haciendo el bien. Una última cosa, ¡alégrate! Tu Padre celestial, que desea que estés con él en la eternidad, derramará su Espíritu para ayudarte a soportar cada prueba que enfrentes. “Se les inspirará lo que han de decir”, promete Jesús (Mateo 10, 19), y lo que debes hacer. Paso a paso, él te ayudará a cruzar esa línea final. “Padre, te pido que me concedas un espíritu fuerte para poder perseverar hasta el final y salvarme. Espíritu Santo, por favor, ven en mi ayuda en cada momento de este día.” ³³
Oseas 14, 2-10 Salmo 51 (50), 3-4. 8-9. 12-13. 14. 17
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de julio, sábado Isaías 6, 1-8 Escuché entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré?” (Isaías 6, 8) Tratemos de ponernos en los zapatos de Isaías. Por lo visto él estaba rezando en el Templo cuando tuvo esta asombrosa visión que se describe en la primera lectura del día de hoy. De manera que podemos asumir que él era alguien que adoraba al Señor. Pero en este día en particular, contempló la majestad de Dios de una forma nueva y se sobrecogió. Reconoció su pecado en comparación con la infinita santidad del Señor. Pero también experimentó la misericordia de Dios y fue transformado por ella. Ahora estaba preparado para servir a Dios con todo su corazón. La visión de Isaías puede ayudarnos a comprender que el poder de la oración puede transformarnos. Al igual que Isaías, nosotros también podemos experimentar un encuentro transformador con el Señor en la oración, probablemente, eso sí, sin humo, serafines y una brasa encendida; ¿cómo? Primero, debes aislarte de tu ambiente “cotidiano”. Ya sea en la iglesia o en la casa, trata de encontrar un lugar y una hora libres de distracciones. Luego, preséntate delante del Señor, ya sea que sientas que está frente a ti o no. Desde luego, Dios siempre está presente junto a ti, pero este es un tiempo 74 | La Palabra Entre Nosotros
para que te concentres exclusivamente en él. Puedes meditar en un salmo, mirar un crucifijo o icono o inclusive imaginar a Jesús de pie delante de ti. Lo que sea que hagas, debe ayudarte a comprender lo asombroso que Dios es. Empieza recordando, como lo hizo Isaías que Dios es “Santo, santo, santo” (Isaías 6, 3). Tu propio aliento —y cada momento en que estás vivo— es un don que viene de él. Esto debería conducirte a darle gracias y alabanzas. La alabanza puede iluminar tu vida. Al igual que Isaías, podrías ver aspectos de tu carácter que necesitan cambiar. Podrías sentirte inspirado a decir: “¡Perdóname, Señor!” Pero si te estás viendo a través de sus ojos, también comprenderás lo misericordioso que él es. No importa lo que hayas hecho —o no hayas hecho— puedes buscar el perdón y la purificación. No siempre la oración incluirá visiones y voces. Pero todos los días, puedes conocer el amor de Dios y experimentar su presencia más plenamente. Y esto no será algo que suceda una sola vez, tampoco. Cuanto más reces, más conocerás su amor y eso te motivará a servirlo, y a decir junto con Isaías: “¡Aquí estoy, Señor, envíame.” ³³
Salmo 93 (92), 1ab. 1c.-2. 5 Mateo 10, 24-33
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MEDITACIONES JULIO 10-16
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de julio, domingo Lucas 10, 25-37 ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10, 29) La pregunta del escriba era válida. El mandamiento específico de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos aparece solamente una vez en la Biblia hebrea: “No seas vengativo ni rencoroso con tu propia gente. Ama a tu prójimo, que es como tú mismo” (Levítico 19, 18). El escriba debió preguntarse: ¿Mi prójimo no es alguien solo de mi propio pueblo? Pero Jesús se refería a lo que dice la Escritura unos cuantos versículos más adelante: “Trátenlo [al extranjero] como a uno de ustedes; ámenlo, pues es como ustedes. Además, ustedes también fueron extranjeros en Egipto” (Levítico 19, 34). Pero, ¿qué hay de los extranjeros que no viven en mi pueblo? ¿O de los extraños que me encuentro por el camino? Esa es la belleza de la parábola de Jesús. La víctima del relato era un extraño que sangraba tendido en el medio de la nada entre Jerusalén y Jericó. ¿Alguien debió sentirse obligado a ayudarlo? ¡No el sacerdote o
el levita! Según la ley de Moisés, cualquier persona que tocara un cadáver o un cuerpo ensangrentado se convertiría en ritualmente impuro. ¿Cómo podrían servir entonces en el Templo? ¿No era esa su prioridad más importante? Es más, si ellos no podían ejercer su ministerio, se arriesgaban a perder sus ingresos. Jesús tenía una respuesta simple: “Anda y haz tú lo mismo” (Lucas 10, 37). Sigue el ejemplo del samaritano “impuro”. Es posible que tengas que arriesgar tu comodidad, incluso podrías tener que arriesgarte al rechazo. Pero el hombre que sufre delante de ti es tu prójimo. Él es tu hermano, y merece la pena ser rescatado. Jesús es el buen samaritano, y nosotros somos la víctima que se encuentra al lado del camino. El Señor arriesgó todo para salvarnos. Al convertirse en un cuerpo ensangrentado y crucificado, él cargó sobre sí la corrupción de nuestro pecado y nos purificó. Y al hacerlo, se ha convertido en “prójimo” para todos nosotros. Así que vayamos y hagamos nosotros lo mismo. “Señor Jesús, te pido que me enseñes a amar a mi prójimo así como tú me amas a mí.” ³³
Deuteronomio 30, 10-14 Salmo 69 (68), 14. 17. 30-31. 3334. 36ab. 37 Colosenses 1, 15-20 Junio / Julio 2022 | 75
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de julio, lunes Mateo 10, 34–11, 1 No piensen que he venido a traer la paz. (Mateo 10, 34) Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy pueden sonar duras. Incluso podría parecer que él no quiere que nos llevemos bien con las demás personas. Pero en realidad él estaba utilizando un lenguaje exagerado para señalar algo. Mientras el Señor no desea que andemos por ahí causando problemas, sí quiere que recordemos que hay momentos en los cuales seguirlo a él puede resultar en un conflicto con nuestros seres queridos. De acuerdo con los Padres del Concilio Vaticano II, se supone que la familia sea la “iglesia doméstica”, el lugar donde se enseña la fe y se fomenta la vocación (Lumen Gentium, 11). Pero todos tenemos familiares —ya sea cercanos o distantes— cuyas creencias religiosas y expectativas morales son diferentes a las nuestras. Así que si estamos tratando de seguir a Jesús activamente, no es una sorpresa que a veces nos encontremos con algo de resistencia en nuestro propio hogar. Muchos de los grandes santos de la Iglesia la experimentaron. Por ejemplo, Santa Catalina de Siena resistió a los esfuerzos de sus padres para casarla. La familia de Santo Tomás de Aquino lo encerró en una torre y contrató a una prostituta para tentarlo. Santa Clara de
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Asís huyó de su casa para unirse a la causa de San Francisco y rechazó los esfuerzos de sus padres para hacerla regresar. Pero ninguno de estos héroes de la fe buscó venganza. Cada uno intentó hacer su mejor esfuerzo para amar y perdonar. Jesús nunca dijo que no debamos amar a nuestra familia. De hecho, algunos de nuestros conflictos bien podrían deberse a nuestro propio orgullo o falta de amor. Pero cuando centramos nuestra vida en Jesús y servirlo es nuestra prioridad, él nos promete que seremos capaces de amar mejor a nuestra familia, de perdonar, de comprender y de tener más paciencia cuando surjan los conflictos. No siempre es fácil vivir juntos en paz. A veces, nosotros causamos conflictos, y en otras ocasiones no lo hacemos. Pero si estás tratando de seguir a Jesús, él encontrará la forma de sacar lo bueno de cualquier situación. Así que reza por tu propia fe y por la fe de tus seres queridos, y confía en que con Dios, todas las cosas son posibles. ¡Incluso la aceptación, el cambio, la conversión y la reconciliación! “Amado Jesús, te pido que me ayudes a mantenerme fiel a tu amor.” ³³
Isaías 1, 10-17 Salmo 50 (49), 8-9. 16bc-17. 21. 23
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de julio, martes Isaías 7, 1-9 Y si ustedes no creen en mí, también irán a la ruina. (Isaías 7, 9) Las lecturas de hoy están llenas de predicciones que hablan de violencia y desastres que caerán sobre pueblos, ciudades y reinos enteros. Pero si analizamos más de cerca el contexto veremos que de alguna manera, tiene sentido. En los tiempos antiguos, la política a menudo era dirigida a filo de espada y punta de lanza. La ley del ojo por ojo y diente por diente era la que regía en ese tiempo, tanto dentro de las familias como en las relaciones entre las naciones. Pero, por muy perturbadoras que puedan resultar estas lecturas, ellas también nos ofrecen sabiduría de Dios sobre cómo podemos convertirnos en promotores de la paz. En la primera lectura, Isaías exhorta al rey Ajaz a mantenerse firme en la fe en lugar de levantarse en armas. Esta clase de fe es más que decir “yo creo en Dios.” Es la fe que confía en él y no se involucra en la traición ni la deslealtad. Es la fe que cree que Dios puede hacer surgir el bien del mal, y por lo tanto se esfuerza humildemente en medio de las dificultades. Luego en el Evangelio, Jesús lamenta que si las ciudades de Galilea hubieran aprendido a arrepentirse, habrían podido evitar la destrucción.
Sin embargo, él se refiere a esa clase de arrepentimiento que va más allá de decir “lo siento”. Implica un cambio profundo del corazón y un cambio de comportamiento. Es tomar la firme decisión de alejarse del pecado que provoca violencia —pecados como la venganza y la codicia— y en su lugar elige a Dios. ¿Estás enfrentando alguna clase de conflicto? Aprópiate de las palabras de Jesús y arrepiéntete. Trata de generar paz haciendo pequeños cambios en tus palabras y acciones. Quizá puedes intentar un acercamiento más suave u ofrecer un gesto amable al “adversario”. Decídete por la misericordia por encima del juicio, así como lo ha hecho Dios por ti. Toma en cuenta también las palabras de Isaías. Pon tu fe en Jesús, confía en que seguir su camino de reconciliación y amor puede sanar las relaciones personales que se han dañado. Aun si, como él, al principio eres rechazado, cree en que al igual que él, tu fidelidad y humildad vencerán. “Señor Jesús, te pido que fortalezcas mi fe para que yo pueda, al igual que tú, ser un promotor de la paz.” ³³
Salmo 48 (47), 2-3a. 3b-4. 5-6. 7-8 Mateo 11, 20-24
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de julio, miércoles Mateo 11, 25-27 Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. (Mateo 11, 27) Cuando éramos niños, muchos de nosotros nos imaginábamos a Dios como un juez severo, sentado en su escritorio con sus anteojos sobre la punta de la nariz y observando cada uno de nuestros movimientos. Cada vez que hacíamos algo malo, él abriría el Libro de la Vida, buscaría la página con nuestro nombre y pondría una marca en la columna de “travieso”. Sabíamos que un día tendríamos que comparecer ante el Juez y explicarle todas esas marcas. Desde entonces, ¿Ha cambiado tu concepto de Dios? ¿O sigues atrapado en la idea de tu niñez? ¿Todavía ves a Dios como un Creador distante y a quien no puedes acercarte? ¿Como un policía celestial que solamente espera a que infrinjas sus leyes? ¿O como un perfeccionista que condena cada error pequeño que cometes? Una forma en que muchos de nosotros enfrentamos estos conceptos equivocados es dejando de lado cualquier idea sobre Dios Padre y más bien enfocando nuestra atención en Jesús. Después de todo, resulta más fácil relacionarse con él porque se hizo hombre. El Señor demostró ser una persona bondadosa y cuidadosa que se entregó 78 | La Palabra Entre Nosotros
completamente por nosotros. Sentimos que podemos abrir nuestro corazón a él sin temer a sus juicios, aun cuando no somos perfectos. Sin embargo, en algún lugar de nuestra mente se encuentra esa imagen del Padre, una imagen que es simplemente contraria a lo que Jesús nos reveló que Dios es. Recuerda: Jesús vino a la tierra para reconciliarnos con el Padre. Fue Dios mismo —nuestro Padre compasivo, paciente y misericordioso— quien envió a Jesús en primer lugar. Todo lo que Jesús dijo o hizo tenía como fin revelar el corazón de padre de Dios para que nosotros no tuviéramos miedo de acercarnos. Es sorprendente, y a veces difícil de comprender, pero aun así es cierto: Dios desea tener una relación cercana con nosotros. Y la mejor parte es que el Señor quiere ser encontrado. Dios ya nos ha escogido y se ha acercado a nosotros. Todo lo que debemos hacer es abrir nuestro corazón para recibirlo. “Padre celestial, te pido que me permitas verte más de cerca hoy. Te ruego que me ayudes a conocerte y amarte de manera que pueda sentir tu presencia en mi vida más profundamente.” ³³
Isaías 10, 5-7. 13-16 Salmo 94 (93), 5-6. 7-8. 9-10. 14-15
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de julio, jueves Mateo 11, 28-30 Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. (Mateo 11, 28) Muchos de quienes escuchaban a Jesús conocían lo que era el trabajo duro. Estaban acostumbrados a trabajar fuertemente todo el día bajo el ardiente sol y sentir dolor en cada músculo de su cuerpo. Sabían lo que era llegar a casa agotados, comer una buena cena y luego acostarse. Apreciaban la idea del descanso, porque, ¡probablemente no podían disfrutarlo mucho! Pero, con estas palabras, Jesús se refería al descanso espiritual. Además del trabajo físico, muchas personas de su tiempo se esforzaban por vivir bajo otro yugo: El de las numerosas regulaciones que no eran parte de la ley divina pero que fueron añadidas por algunos de sus jefes religiosos. Motivados por su gran celo, algunos de los escribas de Israel permitieron que estas regulaciones oscurecieran su enseñanza sobre el amor de Dios. Sin embargo, Jesús vino para mostrarles que seguir a Dios no se trata de reglas: ¡Se trata de conocerlo y encontrar paz en su Padre! Aún hoy, debemos recordar que Jesús desea darnos descanso. El Señor quiere que nos sintamos libres de entregarle nuestro corazón “desordenado” y permitirle que él cuide de
nosotros. Esa es una de las principales razones por las que nos dio el don de la Misa. Cada día, Jesús nos invita a su mesa, donde nos alimenta con su palabra y nos nutre con su cuerpo y sangre. Cada día, él nos pide que le ofrezcamos nuestras preocupaciones junto con nuestra ofrenda del pan y el vino. ¿Qué mejor lugar para dejar nuestras cargas que sobre el altar del sacrificio? ¿Cuándo fue la última vez que realmente descansaste durante la Misa? Tú sabes que puedes hacerlo. Solamente siéntate en silencio durante las lecturas, cierra los ojos y permite que las palabras te refresquen. Durante la Plegaria Eucarística, permite que las imágenes del banquete celestial calmen tu mente y apacigüen tu alma. Verdaderamente la Misa es un tiempo de oración y alabanza. Pero también es un tiempo para recibir: Recibir la paz de Jesús y su consuelo reconfortante. Día tras día, él te llama: “Ven a mí, ven a mi altar. ¡Permíteme darte descanso!” “Señor, tú conoces mis cargas. Te pido que me ayudes a entregarlas en tu altar, para poder descansar en tu presencia.” ³³
Isaías 26, 7-9. 12. 16-19 Salmo 102 (101), 13-14ab. 15. 1618. 19-21
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de julio, viernes Mateo 12, 1-8 El Hijo del hombre también es dueño del sábado. (Mateo 12, 8) ¿Sabes qué es lo primero que fue llamado “santo” en la Biblia? No fue un templo o un santuario, sino un tiempo: El Sábado (Génesis 2, 3). Dios santificó el sábado para que las personas pudieran descansar y encontrar restauración en la belleza de lo que él había creado (Éxodo 31, 17). Desde el puro principio, el Sábado ha sido un regalo de Dios para su pueblo: Un signo de amor eterno para ellos y una celebración de nuestra libertad de la opresión. Al respetar el sábado, el pueblo judío entra en un tiempo sagrado en que adoran a Dios y celebran su relación especial con él. Por eso, algunos fariseos estaban tan disgustados con la forma en que los discípulos de Jesús parecían menospreciar el sábado. El problema era que ellos no lo reconocían como “el dueño del sábado”, entonces no podían entender que por el solo hecho de estar con Jesús, los discípulos estaban cumpliendo el mandamiento de Dios. ¡Cada momento que pasaban con él era sagrado! El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que podemos seguir el “ritmo y espíritu” del día de reposo (2176). Cada domingo, podemos entrar en un tiempo sagrado en el cual descansamos
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nuestro cuerpo y le pedimos a Dios que refresque nuestro espíritu. Recordando el día en que Jesús resucitó de entre los muertos, podemos celebrar nuestra libertad del pecado reuniéndonos con el pueblo de Dios y adorándolo. Al apartar este tiempo para estar con el Señor y con los demás, Jesús viene a nosotros y nos ofrece su gracia para ayudarnos a crecer en santidad. Así como los discípulos sintieron hambre y buscaron alimento en el relato del Evangelio de hoy, nosotros también sentimos hambre espiritual en medio de las ocupaciones semanales. Nosotros también deseamos ser restaurados y renovados. Y en su bondad, eso es exactamente lo que nuestro Padre celestial nos ofrece por medio de la Eucaristía. Cuando comemos este alimento espiritual, entramos de una manera especial en un “tiempo sagrado”. Santificados por el Pan de Vida y la Copa de la Salvación, nos unimos a los ángeles en su propio himno de alabanza sin fin al Señor. Dentro de dos días será domingo, ¿cómo vas a apartar este tiempo y santificarlo? “Amado Jesús, quiero descansar en ti.” ³³
Isaías 38, 1-6. 21-22. 7-8 (Salmo) Isaías 38, 10-12. 16
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de julio, sábado Mateo 12, 14-21 Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. (Mateo 12, 5) Los fariseos se estaban sintiendo amenazados por la forma en que Jesús los había estado desafiando con sus enseñanzas, pero la curación que realizó en el día de reposo fue la gota que derramó el vaso. De modo que comenzaron a buscar la forma de deshacerse de él. Por esta razón, Jesús decidió continuar con su ministerio sigilosamente, esperando a que la tormenta se calmara. Y aunque parezca que estaba evitando el conflicto, Jesús estaba practicando el discernimiento que caracteriza al siervo de Dios descrito en la profecía de Isaías: Decidió no enfrentarse directamente con sus oponentes. El Señor tenía el criterio suficiente para saber cuándo involucrarse con ellos en una discusión y cuándo quedarse en silencio y fuera de su alcance. En este caso, al retirarse de la controversia por un tiempo, Jesús fue capaz de continuar cuidando de la gente y ganando seguidores. Sentía que el tiempo para una confrontación abierta aún no había llegado. El discernimiento puede ser un proceso complicado. Nuestras pasiones y temores pueden ser lo suficientemente fuertes como para impulsarnos en la dirección incorrecta. Las circunstancias pueden ponernos contra la pared y hacernos creer que solamente hay
un camino para escapar. Cuando nos enfrentamos a la hostilidad, lo más natural es querer devolver el golpe. Cuando sentimos miedo, lo más natural es querer escapar. Pero con práctica, podemos adquirir el hábito de detenernos a rezar en los momentos críticos y pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a tomar la decisión más sabia en medio de nuestra situación. Al dominar nuestras pasiones de esta forma, nos convertimos en un instrumento valioso en las manos del Señor. ¡Hoy es un buen día para comenzar! Durante el día, detente y pregúntale al Espíritu Santo si vas por el camino correcto. Cuando te enfrentes a una decisión, primero haz una pausa para rezar. Respira profundo y di: “Ven, Espíritu Santo” antes de reaccionar a una situación tensa. Luego, cuando sientas que debes ir en cierta dirección, intenta hacerlo, especialmente si sientes paz o confianza en Dios. Anímate a dar ese primer paso para desarrollar el don y el hábito del discernimiento. “Espíritu Santo, te pido que profundices en mí la virtud de la sabiduría. Ayúdame a dominar mis pasiones para que yo pueda ser útil para Dios con mis palabras y acciones.” ³³
Miqueas 2, 1-5 Salmo 10 (9), 22-23. 24-25. 28. 29. 35 Junio / Julio 2022 | 81
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MEDITACIONES JULIO 17-23
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de julio, domingo Lucas 10, 38-42 Marta, Marta. (Lucas 10, 41) ¿Alguna vez has estado tan absorto en una tarea que no escuchas cuando alguien te llama? O quizá estás tan molesto por algo, que alguien más tiene que decir tu nombre más de una vez para ayudar a que te calmes. Esta es la situación en que se encontró Marta cuando Jesús llegó de visita a su casa. Ella deseaba que todo estuviera perfecto para su invitado, así que puso manos a la obra. La comida debía ser perfecta, la casa debía estar reluciente y la cocina verse pulcra. Si tenía que hacerlo todo ella sola, lo iba a hacer. “Señor, ¿no te has dado cuenta…?” (Lucas 10, 40). La pregunta de Marta más que una súplica para pedir ayuda era una acusación que nacía del cansancio y la frustración. ¿No te das cuenta de lo duro que estoy trabajando? Deberías tener compasión de mí, esto es tan injusto. Dile a María que se levante y me ayude. Marta creyó que se necesitaban muchas cosas, todos los pequeños
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detalles que se necesitan para hacer una comida perfecta para un invitado de honor. Pero solo una cosa era necesaria, la única cosa que Jesús deseaba, era estar con ella. El Señor no estaba esperando una cena elaborada o una bienvenida con alfombra roja. Jesús estaba ahí para compartir su corazón con María y ella y para invitarlas a ambas a hacer lo mismo con él. La comida podía encargarse de sí misma. En el peor de los casos, ¡él podía multiplicar algunos panes y algunos pescados! Así que, para calmar un poco sus nervios, pronunció su nombre con gentileza, dos veces. Tú no tienes que ser perfecto. No tienes que preocuparte por cómo se ve cada “habitación” en tu corazón. Jesús no te va a rechazar ni se va a quejar por unas pocas cosas que no estén en orden. Recuerda, él vino a un mundo lleno de sufrimiento, rencor, odio y dolor, y lo redimió. Aquí y ahora, Jesús te llama por su nombre, con gentileza, dos veces. Ábrele la puerta, recíbelo y ve a sentarte a sus pies. “Señor, tú eres todo lo que necesito.” ³³
Génesis 18, 1-10 Salmo 15 (14), 2-3ab. 3cd-4ab. 5 Colosenses 1, 24-28
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de julio, lunes Mateo 12, 38-42 Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa. (Mateo 12, 38) Jesús había realizado muchos milagros justo en frente de ellos, pero aun así estos escribas y fariseos continuaban exigiendo una señal de parte de él para probar que era el Mesías que decía ser. Eran tan insistentes en buscar señales, que ciertamente, se les pasó por alto que Jesús mismo era la señal, y estaba justamente ahí frente a sus ojos. ¿Alguna vez te has encontrado pidiéndole a Dios una “señal” en particular? Es propio de la naturaleza humana desear este tipo de cosas. Quizá anhelamos una confirmación de una decisión que está pendiente, o estamos esperando que Dios nos muestre en una forma concreta que está respondiendo a nuestras oraciones. A veces una pequeña negociación puede incluso deslizarse junto con nuestras peticiones. “Señor”, podríamos rezar, “necesito una señal de que estás actuando en esta situación. Si te muestras de esta manera, yo creeré.” La respuesta que dio Jesús a los jefes religiosos es reveladora. A veces estamos buscando señales externas cuando, realmente, Jesús mismo es la única señal que necesitamos. Esa “señal” siempre está delante de nosotros y nos bendice, nos anima y nos guía.
Sin duda hay ocasiones en las que el Señor utiliza diferentes señales en nuestra vida. Solamente tenemos que recordar que Gedeón pidió una señal con el cuero lanudo, y Dios se la concedió (Jueces 6, 36-40). Pero también debemos estar abiertos a otras formas en las que Dios puede darnos su guía. No podemos permitir que nuestras propias suposiciones nos impidan ver la forma en que Dios desea hablarnos. Tampoco queremos ser tentados con el desánimo cuando una señal no aparece en la forma en que esperábamos o deseábamos. Ni queremos poner límites a la forma en que Dios desea actuar en una situación específica. Así que pídele a Jesús una señal. Pero recuerda estar abierto a otras formas en las cuales él podría estar hablándote. Sea cual sea la señal que estás buscando, recuerda que al final, Jesús mismo es la señal más poderosa que Dios nuestro Padre nos ha dado. El Señor es la señal del amor y cuidado que el Padre celestial tiene por nosotros, ¡y no hay mayor señal que esa! “Amado Señor Jesús, mientras busco señales, te pido que me ayudes a no pasar por alto tu presencia en mi vida.” ³³
Miqueas 6, 1-4. 6-8 Salmo 50 (49), 5-6. 8-9. 16bc-17. 21. 23
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de julio, martes Mateo 12, 46-50 El que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre. (Mateo 12, 50) Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy podrían dar la impresión de que estaba poniendo condiciones a quienes podían considerarse parte de su familia. Sin embargo el Señor nos ama a cada uno de nosotros incondicionalmente, y la única “condición” para que formemos parte de la familia de Dios es que aceptemos su amor y recibamos el don de ser bautizados en su nombre. Pero, ¿es eso lo único que Jesús nos pide? Piensa en una familia terrenal. Así como los padres que aman a sus hijos tienen ciertas expectativas de ellos, también Dios espera que nosotros hagamos su voluntad amándolo a él y a nuestro prójimo y edificando su Reino aquí en la tierra. Con esto debemos ser cuidadosos. El hecho de que Dios tenga expectativas de nosotros no significa que él sea un capataz que asigna obligaciones. Nosotros somos sus hijos e hijas y no sirvientes o esclavos. Y eso significa que Dios anhela que nuestras buenas acciones surjan del amor, no del temor. El Señor quiere que seamos como niños que, seguros del amor que sus padres les tienen, desean agradarlos y hacer
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los que ellos les piden. Dios sabe que si estamos recibiendo su amor y gracia y nos sentimos seguros en ese amor, estaremos naturalmente motivados a hacer su voluntad y servirlo en lo que sea que él nos pida. Desde luego, ninguno de nosotros es perfecto. Así como no siempre estamos a la altura de nuestras responsabilidades familiares, a veces tampoco estaremos a la altura de los desafíos diarios de hacer la voluntad del Padre. Aun cuando eso sucede, no hay espacio para el miedo. Nuestro Padre celestial no solo es amoroso sino también misericordioso. Dios nos perdonará y nos dará nuevas oportunidades para volverlo a intentar. Hoy, reflexiona en el hecho de que tú eres un miembro amado de la familia de Dios. Tu Padre celestial cuida de ti más de lo que el mejor padre terrenal puede hacerlo. El Señor tiene un asombroso plan para tu vida: Como hijo o hija, tú has recibido el privilegio de ayudar a construir su reino en la tierra. ¡Que siempre puedas recordar quién eres y a quién perteneces! “Espíritu Santo, te pido que me ayudes a recordar en mi corazón que soy hijo del Padre celestial.” ³³
Miqueas 7, 14-15. 18-20 Salmo 85 (84), 2-4. 5-6. 7-8
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de julio, miércoles Jeremías 1, 1. 4-10 Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco. (Jeremías 1,5) Mucho antes de crearte, Dios ya tenía un propósito para tu vida que es diferente al de los demás. Y al crearte, te dio toda la gracia y los talentos que necesitas para cumplir ese propósito. Sin embargo, al igual que Jeremías, tú también puedes protestar: “No sé cómo hablar”, o “soy demasiado joven/viejo/ocupado”. La lista puede ser interminable. Haz esa lista a un lado y avanza en la dirección en que sientes que Dios te está llevando y mira hacia dónde te diriges. Confía en que él te guía y corrige el curso si te estás desviando. Una vez, mientras rezaba en una iglesia en ruinas, San Francisco de Asís escuchó la voz del Señor que le dijo: “Reconstruye mi casa, la cual se encuentra en ruinas.” Sin saber nada de construcción, Francisco recogió dinero y contrató a alguien para que hiciera el trabajo. Después de una pequeña corrección de Dios, él mismo comenzó a reconstruir esa iglesia. Después de un poco más de redirección, Francisco comprendió que estaba siendo llamado a abrazar una vida de pobreza y a predicarla para poder renovar a toda la Iglesia, no solo reconstruir un edificio. Y así
fue como terminó reconstruyendo la casa del Señor. Anímate a dar ese primer paso, y él te mostrará el próximo. Si sientes que el Espíritu quiere que reces, ¡entonces empieza a rezar! Quizá más adelante él te pida que invites a otras personas a unirse a ti o te dé una dirección específica para tu oración. Si tienes un amor particular por los ancianos, averigua en un hogar de ancianos cómo puedes hacer voluntariado. Comienza con lo que sabes hacer y permite que el Espíritu te ofrezca más dirección por el camino. ¡No permitas que el temor a “equivocarte” te impida comenzar! A Dios no le preocupan los errores o los malos entendidos. Lo importante es iniciar, él te dará lo que te haga falta. El Señor te capacitará y redireccionará según sea necesario. Dios cuidará de todos los detalles, probablemente en formas que tú ni siquiera puedes imaginar. Solo recuerda que Dios te creó por una razón y que te ha llamado a hacer cosas que solo tú puedes lograr. “Espíritu Santo, te pido que me des valentía y confianza en la guía del Padre.” ³³
Salmo 71 (70), 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab. 17 Mateo 13, 1-9
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de julio, jueves Mateo 13, 10-17 Porque viendo no oyen y oyendo no oyen ni entienden. (Mateo 13, 13) ¿Te imaginas si pudieras utilizar una máquina del tiempo para viajar con tus vecinos o compañeros de trabajo y convencerlos de que Jesús realmente es el Hijo de Dios? Si tan solo pudieran escuchar a Jesús predicar y ver sus milagros, entonces creerían en él, ¿verdad? Tal vez, o tal vez no. Piensa en todas las personas que conocieron a Jesús en persona, que lo vieron hacer tanto y aun así no creyeron en él. Mirando sin realmente ver y oyendo sin realmente escuchar o comprender, cuestionaban la validez de sus milagros (Mateo 13, 13). Lo acusaron de estar relacionado con Satanás. Se escandalizaron cuando dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna” (Juan 6, 54). Bueno, ¿qué tal si pudiéramos utilizar esa máquina del tiempo para traer a Jesús al tiempo presente? Quizá si la gente lo viera en el ambiente de ellos, podrían convencerse de seguirlo. Después de todo, cuando realice un milagro, habrá cámaras por todo lado para capturar el evento. Además, sus palabras podrían grabarse, para que así no haya ninguna duda de lo que dijo. Pero no es difícil de imaginar lo que sucedería. Sus palabras serían 86 | La Palabra Entre Nosotros
malinterpretadas. Sería etiquetado de ser demasiado liberal o demasiado conservador. Las personas podrían decir que es un mago o que los videos de sus milagros son falsos y resultado de la manipulación por computadora. En resumen, seguramente Jesús sería incomprendido hoy como lo fue en su propio tiempo. Pero nosotros no necesitamos una máquina del tiempo, porque tenemos al Espíritu Santo. El Espíritu puede ayudarnos a conocer más a Jesús que las personas que lo escucharon en Galilea. Quizá la gente de hoy no puede tocarlo, pero pueden recibirlo en la Eucaristía. Puede ser que no lo escuchen, pero tienen su palabra viva en la Escritura. Y lo que es más importante, no pueden verlo, pero lo tienen justo en frente de ellos. Jesús te ha encargado que proclames su buena noticia y te ha prometido que estará contigo siempre. El testimonio de tu vida y el de tus palabras verdaderamente puede transformar la vida de las personas. “¡Aquí estoy, Señor! Te pido que me enseñes a ser tu embajador para las personas que me rodean. Ayúdame, te lo ruego, a mostrarles tu humildad, misericordia y amor.” ³³
Jeremías 2, 1-3. 7-8. 12-13 Salmo 36 (35), 6-7ab. 8-9. 10-11
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de julio, viernes Santa María Magdalena Cantar de los Cantares 3,
1-4 A mi amado yo buscaba. (Cantar de los Cantares 3, 1) Todos sabemos lo que se siente buscar a una persona que no podemos encontrar. Podemos dar una vuelta por toda la casa o el centro comercial llamándola por su nombre. Podemos enviarle un mensaje de texto o llamarla hasta que responda. Cuanto más tiempo esta persona pase perdida, más nerviosos nos sentimos nosotros. ¡Qué alivio sentimos cuando la encontramos! Así que podemos imaginar lo que debe haber sentido María Magdalena — el temor así como el alivio— cuando se encontró con Jesús después de su resurrección. Debe haberse sentido como la novia en la lectura de hoy del Cantar de los Cantares, quien no podía dormir porque “a mi amado yo buscaba” (3, 1). Así como la novia finalmente encuentra a su novio, María Magdalena encontró a su divino Novio, Jesús, al final de su búsqueda insistente. Como discípulo, tú ya has “encontrado” a Jesús. Aun así todos atravesamos por momentos en los que parece que Dios se ha escondido de nosotros, o en los que nos resulta difícil reconocerlo en nuestras actividades cotidianas. Esos son los momentos en que resulta de ayuda seguir la guía de María Magdalena. Ella
nos muestra que buscar al Señor es un esfuerzo activo. Cuando nos sentimos lejos de Dios, lo último que debemos hacer es simplemente resignarnos a que tendremos que seguir adelante sin él. ¡Jesús desea ser encontrado! ¿Cómo buscas al Señor cuando parece estar tan distante? Principalmente rezando persistentemente. Reza tan pronto como te levantes cada mañana. Haz pequeñas oraciones mientras trabajas durante el día. Dedica algo de tiempo adicional para asistir a la Misa diaria. Medita sobre Jesús en la Escritura. Así como lo hizo María Magdalena, sigue buscando hasta que lo encuentres otra vez. Y al igual que ella, lo encontrarás. Desde luego, no lo verás cara a cara como le sucedió a ella, pero estarás más consciente de su presencia o de su paz de otras maneras. Experimentarás su amor y una mayor confianza en su misericordia y su gracia. En la fiesta de María Magdalena, permite que su ejemplo te anime. Como ella misma te diría, aquellos que buscan al Señor lo encuentran. “Amado Jesús, te pido que me ayudes a buscarte con todo mi corazón, toda mi alma, mente y con todas mis fuerzas.” ³³
Salmo 63 (62), 2-6. 8-9 Juan 20, 1-2. 11-18
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de julio, sábado Mateo 13, 24-30 Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha. (Mateo 13, 30) Imagina que conforme se acerca la primavera, tus jardines de flores y vegetales comienzan a mostrar signos de vida: Crecimiento, color y fragancias dulces. Pero de repente comienzas a notar que hay malezas creciendo junto a tus plantas. Tratas de arrancarlas, pero terminas arrancando las raíces de las flores y vegetales también porque todavía no se han arraigado a la tierra. Así que decides dejarlas crecer unas al lado de las otras hasta que tu jardín esté completamente lleno. ¡Entonces será mucho más fácil remover las malas hierbas! Más adelante en este capítulo, leeremos que el que sembró la buena semilla es el Padre, y el enemigo que secretamente sembró la cizaña es el diablo. Aprenderemos que Jesús no quiere que tratemos de arrancar de raíz toda la mala hierba prematuramente, mucho menos que dañemos las raíces tiernas de la buena semilla que él ha sembrado. Día tras día, Jesús busca sembrar palabras de consuelo, ánimo, paz y perseverancia en nuestro corazón. Al mismo tiempo, el diablo siempre está tratando de sembrar palabras de duda, temor, desánimo y confusión. Tú podrías pasar todo el tiempo tratando 88 | La Palabra Entre Nosotros
de arrancar los pensamientos negativos. Pero este enfoque conduce a una introspección que no es sana y al egoísmo, un ambiente tóxico que es incapaz de nutrir la buena semilla de la palabra de Dios. Digamos que tú sientes que el Espíritu Santo te está animando a tener esperanza, pero de pronto comienzas a sentirte desanimado. O que te sentiste inspirado para ayudar a alguien o evangelizar a esa persona, pero después empiezan a surgir pensamientos de temor, duda y rechazo. ¿Qué debes hacer? ¿Tratar de deshacerte de los malos pensamientos antes de actuar sobre los buenos? ¿O mantenerte en la fe a pesar de estas objeciones internas? Jesús te diría: “¡Espérate! Permite que la buena semilla eche raíz, y déjame a mí y mis ángeles los malos pensamientos.” Así que la próxima vez que te sientas dividido entre el bien y el mal, ignora al mal y escoge el bien. Actúa según las palabras de Jesús y permite que echen raíz en tu alma. Con el tiempo, ¡descubrirás que la cizaña se está ahogando conforme tú das cada vez más fruto para el reino! “Señor Jesús, ven y lléname con tu luz y tu amor.” ³³
Jeremías 7, 1-11 Salmo 84 (83), 3. 4. 5-6a. 8a. 11
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MEDITACIONES JULIO 24–30
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de julio, domingo Lucas 11, 1-13 Enséñanos a orar. (Lucas 1, 11) A los seres humanos nos atrae mucho saber “cómo se hace” algo, ¿no es cierto? Busca en Internet, y pronto aprenderás a cómo hacer un lazo o hervir un huevo. Los discípulos no eran distintos. Ellos habían visto a Jesús rezar y también querían saber cómo hacer eso. Así que Jesús les dio la oración que llamamos el “Padre Nuestro”. A pesar de que parece una instrucción de cinco pasos, es mucho más que eso. Esta oración revela mucho sobre quién es Jesús porque nos permite echar una mirada a su propia vida de oración. También nos enseña quiénes somos nosotros y la visión de Dios sobre la forma en que deberíamos vivir. Y explica cómo Jesús quiere que nos relacionemos con su Padre, de la misma forma que él lo hizo cuando caminó sobre la tierra. ¿Quién es tu Padre? Él es perfecto, santo y digno de adoración. Pero Jesús no te dice que le digas “Padre Santo”, sino solamente “Padre”. El Señor deja
claro que tu Padre no está lejos, no es inalcanzable, entronizado fuera de tu alcance. Al contrario, él está cerca de ti, dispuesto a infundir vida en ti. El Padre escucha tu voz, te escucha cuando lo llamas y promete responderte. Dios te da generosamente el pan de cada día, todo lo que necesitas para la vida y la santidad. El Padre te ama, siempre y sin excepción. Dios ve tus peores pecados, y aun así desea mantenerte cerca de él. También te ofrece su abundante misericordia, reconciliación sin reservas e intimidad plena. El Padre te ofrece las herramientas y la gracia que necesitas para que seas tan misericordioso como él es. Y te protege del mal para que tú puedas ofrecer esa misericordia a todos. Jesús les dio a sus discípulos mucho más que una lista de consejos para tener una oración eficaz. El Señor les aseguró que ellos podían acercarse a Dios confiadamente, sabiendo que él siempre los escucharía, los perdonaría, los protegería y proveería para ellos. Y él, que es santo, no hará menos por ti. “Padre, quiero conocerte. Te pido que me ayudes a acercarme más a ti y confiar más en tu amor.” ³³
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Génesis 18, 20-32 Salmo 138 (137), 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8 Colosenses 2, 12-14
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de julio, lunes Santiago, Apóstol Mateo 20, 20-28 El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva. (Mateo 20, 26) Jesús apodó a Santiago y a su hermano Juan, los “Hijos del Trueno” por una razón (Marcos 3, 17). Tenían un celo tan grande que querían hacer caer fuego sobre algunos pobladores de Samaria que se oponían a Jesús (Lucas 9, 51-56). Un hombre como Santiago podría haber pensado que Jesús iba a establecer el Reino de Dios a través del mismo tipo de celo, posiblemente a través de la violencia y la fuerza. Pero con el tiempo, se dio cuenta de que Jesús había venido como un siervo cuya fuerza y poder sería demostrada al entregar su vida, no por medio de la lucha o la destrucción. El ejemplo de Jesús debe haber tenido un impacto profundo en la vida de Santiago porque siguió sus pasos. Al igual que Jesús, predicó el evangelio del amor y la misericordia de Dios y al igual que él, entregó su vida por el pueblo de Dios (Hechos 12, 2). Probablemente Santiago seguía siendo el hombre celoso de siempre, pero ese celo ahora se orientaba hacia el amor y el autosacrificio. ¿Qué podemos aprender de la historia de la vida del apóstol Santiago? Que Dios puede moldearnos en santidad, 90 | La Palabra Entre Nosotros
independientemente de nuestra personalidad. No importa si somos intensos o calmados, extrovertidos o tímidos, espontáneos o cautos. Lo que importa es que sigamos a Jesús y aprendamos de su ejemplo. Esa es la razón por la que no debemos sentirnos desanimados por los rasgos de personalidad que creemos que son obstáculos para el discipulado. Dios nos hizo de esa forma con un propósito. Así como lo hizo con Santiago, Dios puede tomar cualquier aspecto que veamos como negativo y convertirlo en uno positivo redireccionándolo en una forma que sea edificante para su Reino. Hermano, dedica unos minutos a elegir un rasgo de tu personalidad que creas que puede estarte impidiendo seguir al Señor más de cerca. ¿Cómo puede estarte invitando Jesús a usar ese rasgo de una manera que refleje su carácter? Recuerda, él no está interesado en cambiar quién eres. Pero conforme tú le permites moldearte y formarte, él puede —y lo hará— usar cada aspecto de tu personalidad para su gloria. “Santiago, reza para que yo pueda aprender, como lo hiciste tú, a parecerme más a Jesús.” ³³
2 Corintios 4, 7-15 Salmo 126 (125), 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6
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de julio, martes Mateo 13, 36-43 El que tenga oídos, que oiga. (Mateo 13, 43) Ciertamente, hay muchas cosas que pueden causarnos indignación: La corrupción, las guerras injustas o el abandono de los marginados. Y si estamos motivados por la humildad y el amor por la justicia, es bueno que actuemos con el fin de construir. Pero es importante cuidarnos del enojo que, por el contrario, nos motiva a destruir. Como vemos en esta parábola, Dios es el único juez justo entre el bien y el mal. Y él no está indignado. Viendo la creación de principio a fin, él solamente es capaz de ordenar todo con perfecta justicia. Solamente él puede separar la “buena semilla” de la “cizaña”. Así que no necesitamos andar arrancando toda la mala hierba que creemos ver en su jardín. ¡Juzgar es el trabajo de Dios, no de nosotros! Desafortunadamente, todos tenemos la capacidad de nombrarnos a nosotros mismos como juez, jurado y verdugo, a veces con consecuencias desastrosas. ¿Quién sabe si la persona a la que acabamos de atacar estaba al límite de un descalabro espiritual? Tal vez acabamos de alejarla todavía más de Dios en lugar de acercarla. Lo más probable es que al juzgar mal a alguien nosotros también estemos sembrado la cizaña del orgullo, el enojo y aislamiento en nuestro
propio corazón. Esta es la razón por la cual Jesús nos advierte que la medida que aplicamos a otras personas en realidad se convierte en la medida que recibiremos (Mateo 7, 2). ¡Pero podemos cambiar nuestra forma de medir! Podemos pedirle al Espíritu Santo su paciencia y comprensión, incluso con aquellos que nos han hecho daño o cuyos puntos de vista nos ofenden. Jesús mostró misericordia con las personas que lo clavaron en la cruz. El Señor puede enseñarnos a tener la misma clase de misericordia, paciencia, esperanza y confianza. Si podemos tratar a cada persona como un hijo de Dios con un destino eterno —alguien a quien Jesús ha amado tanto que murió por él— nuestras palabras ofrecerán sanación y luz en lugar de dolor. Siempre que estemos sembrando semillas de amor, podemos estar seguros de que tendremos una buena cosecha. “¡Señor, es tan fácil criticar a los demás! Te pido que me ayudes a ver más allá de los errores de las personas y a verlos como tus hijos. Que yo siempre pueda pronunciar las palabras de ayuda que ellos necesitan escuchar.” ³³
Jeremías 14, 17-22 Salmo 79 (78), 8. 9. 11. 13
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de julio, miércoles Mateo 13, 44-46 El Reino de los cielos se parece a un tesoro. (Mateo 13, 44) Un tesoro es un depósito de dinero o una gran cantidad de riqueza acumulada. Ciertamente un “tesoro” es mucho más que una sola moneda o gema. Imagina el cofre de un pirata lleno de cadenas de diamantes, rubíes y barras de oro brillante. A eso se parece el reino de los cielos. Tú tienes una reserva ilimitada: Riquezas de sabiduría, conocimiento y entendimiento; esperanza y gracia; paciencia, tolerancia y bondad; valentía y mucho más. Todo esto está disponible para ti. Este tesoro no se acumula por casualidad durante tu vida, y no está guardado en un fideicomiso para ser utilizado después. Todo está disponible, no para una fecha futura cuando termines tu vida mortal y entres en la eternidad, sino hoy. Pero hay un detalle: Podría ser necesario que “vendas” algo para adquirirlo. Tú ya lo haces cuando rezas, lees la Escritura y vas a Misa. Pero la verdad es que, cada vez que pones las cosas de Dios por delante de cualquier otra, estás gastando un recurso limitado — tu tiempo— para obtener algo mayor: Poder y gracia celestial. Dios y las riquezas ilimitadas que él tiene para nosotros, lo valen todo. Así que no dudes nunca en aprovechar
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este tesoro, ¡y ten la disposición de “vender” algo para obtenerlo! Busca paciencia cuando estás llegando al límite con un hijo obstinado “vendiendo” tu derecho a reaccionar con enojo. Aprovecha la sabiduría de Dios y su perspectiva cuando estás enfrentando una situación difícil dejando de lado el tiempo delante de la televisión y en su lugar aprovechando ese tiempo para rezar. Procura la generosidad cuando tus propios planes para el día se ven truncados haciendo a un lado la actitud de “yo primero”. Aférrate a la esperanza cuando te sientas desanimado por las situaciones preocupantes que suceden a tu alrededor y en su lugar concéntrate en la bondad de Dios. Hoy, pídele a Dios que te llene de alegría por el tesoro que está disponible para ti, aun cuando debas enfrentarte al llamado de “venderlo todo” para obtenerlo (Mateo 13, 46). Pídele que te muestre que aunque el costo parece alto, ¡la recompensa es aún mucho mayor! “Espíritu Santo, te pido que me ayudes a reconocer lo que puedo ‘vender’ para obtener el tesoro que está reservado para mí en el cielo.” ³³
Jeremías 15, 10. 16-21 Salmo 59 (58), 2-3. 4-5a. 10-11. 17. 18
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de julio, jueves Jeremías 18, 1-6 Volvía a hacer otra con el mismo barro. (Jeremías 18, 4) Israel se había alejado del Señor, no una, sino en múltiples ocasiones a lo largo de los años. Las personas estaban adorando ídolos falsos, rompiendo los mandamientos y mezclándose con los enemigos extranjeros. Fue en medio de este estado de caos que Dios envió a Jeremías a profetizar. A menudo, las palabras de Jeremías eran de reproche. Pero en la primera lectura de hoy, el profeta ofrece una palabra de esperanza. Dios no se ha dado por vencido con Israel, y nunca se acabará su amor por ellos. Como un alfarero moldea de nuevo la arcilla, Dios siempre actuará para moldearlos y convertirlos en el pueblo que él planeó que fueran. ¿Te parece conocida esa angustia que Dios sentía por Israel? Al igual que nos ha sucedido a nosotros, todo padre, hermano o esposo o esposa ha sentido algo similar: Queremos que un ser querido cambie. Vemos todo aquello en lo que puede convertirse si tan solo se volviera a Dios más profundamente. Aún en su complicada vida, vemos a la persona hermosa que es y lo mucho que Dios la ama. Si te has sentido de esta manera, significa que sabes algo del corazón de Dios para sus hijos. La buena noticia
es que Dios sigue siendo el Alfarero, y que la forma en que se sentía sobre Israel es la forma en que se siente respecto a cada uno de sus hijos. ¡Qué consuelo! Esto significa que si has estado rezando por alguien para que cambie o se acerque al Señor, puedes confiar en que el Alfarero está actuando. No te des por vencido. Cuando te sientas cansado o desanimado, vuélvete al Señor. Trata de rezar así: “Señor Jesús, tú sabes qué es lo que hará que esta persona se acerque a ti. Por favor abre su corazón.” Finalmente, sigue pidiéndole fuerza mental, física y emocional para ti. El Señor desea ayudarte a soportar y perseverar. Recuerda, él esperó mucho tiempo a Israel, ¡él sabe cómo te sientes! Nuestro Padre nunca deja de intentar moldear el corazón de sus hijos, y eso incluye a todos tus seres queridos. Dios siempre vuelve “a hacer otra [vasija] con el mismo barro” (Jeremías 18, 4). El Señor transformó a Israel una y otra vez, y hará lo mismo contigo. “Amado Padre celestial, te entrego a cada uno de mis seres queridos. Te pido que los moldees según tu voluntad.” ³³
Salmo 146 (145), 2abc. 2d-4. 5-6 Mateo 13, 47-53
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de julio, viernes Santos Marta, María y Lázaro Juan 11, 19-27 Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. (Juan 11, 27) La frase “sin restricciones” fue tomada del mundo de la lucha libre profesional, y significa que no hubo agarres u otras técnicas que estuvieran prohibidas en el combate. Actualmente se utiliza para referirse a algo que está libre de convenciones sociales que pueden significar un obstáculo. Podríamos decir que Santa Marta, que es la patrona de las cocineras y las amas de casa, también es la patrona de las amistades sin restricciones con Cristo. Marta es mejor recordada por la forma en que se quejó con Jesús porque su hermana María no la estaba ayudando con el trabajo de la casa (Lucas 10, 38-42). Ella tenía la confianza de que su amistad era lo suficientemente cercana como para romper con las convenciones sociales y quejarse de su hermana justo delante de sus invitados. Y Jesús reaccionó con la misma amistad y apertura. El Evangelio de hoy nos ofrece otra perspectiva de esta relación “sin restricciones” de Marta con Jesús. Dolida por la muerte de su hermano Lázaro, ella corrió hacia Jesús como su amiga pero
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también como una creyente devota. En un momento de completa honestidad, le reclamó amablemente que él no hubiera llegado a tiempo. Pero también dio muestras de su incuestionable fe cuando lo proclamó “el Mesías, el Hijo de Dios” (Juan 11, 27). Esta declaración es una de las más completas profesiones de fe que tenemos en la Biblia. En ambos casos, Marta no se anduvo con rodeos. Ella se sintió libre de hablar directamente desde lo profundo de su corazón, dando voz tanto a su tristeza como a su fe. ¿Qué mejor forma de honrar a Santa Marta que emular su amistad abierta y honesta con Cristo? Y, ¿qué mejor forma de acercarnos más al Señor que ser completamente transparentes con él sobre nuestras dificultades y quejas así como con nuestra fe? No es una señal de irrespeto decirle exactamente lo que estamos sintiendo. Por el contrario, rendimos honor a Jesús cuando le permitimos ver lo que hay en nuestro corazón. Es nuestra forma de abrirnos a él e invitarlo a vivir en nosotros como nuestro Señor y Salvador. “Señor Jesús, te pido que me ayudes a ser valiente y transparente en el amor que tengo por ti.” ³³
Jeremías 26, 1-9 Salmo 69 (68), 5. 8-10. 14
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de julio, sábado Jeremías 26, 11-16. 24 El Señor me ha enviado a profetizar. (Jeremías 26, 12) El profeta Jeremías tenía la nada envidiable tarea de llamar a su pueblo a abandonar la rebelión en contra del Señor. Definitivamente este no era un trabajo por el cual el profeta pudiera estar particularmente entusiasmado. Tener que confrontar a las personas con sus pecados no muestra el cuadro completo de lo que significa ser profeta. Más bien, la función principal del profeta es ayudar a otros a volverse hacia el Señor (y sí, a veces ayudarlos a reconocer el pecado que los aleja de él). Vemos esto expresado en la exhortación de Jeremías al pueblo de Israel: “Escuchen la voz del Señor” (Jeremías 26, 13). ¿Por qué esto es importante? Porque por medio de nuestro Bautismo cada uno de nosotros ha adquirido una parte en el oficio profético de Cristo. Según el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con ‘el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra’. En los laicos, ‘esta evangelización…adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo’” (CIC, 905). Esto significa que cuando eres bautizado, el propio
Jesús te encarga ayudar a su pueblo a arrepentirse y volverse hacia él, dentro del contexto de tu vida ordinaria y cotidiana. Podrías pensar “¡yo no soy ningún profeta!” Pero eso no es exactamente cierto. Tú puedes cumplir la misión profética simplemente siendo testigo de la acción de Dios en tu vida. Cuando rezas por la curación de alguien y esa persona se recupera más rápido de lo que esperabas, puedes decir: “fue el Señor” (Jeremías 26, 15). Cuando logras perdonar a alguien de tu familia y reconciliarte con quien ha sido hostil contigo, también puedes decirle a la gente: “Fue el Señor”. Desde luego, también puedes señalar a Dios a través de tus acciones. Las personas pueden observar que hay algo diferente en ti simplemente por la forma en que tratas a otros, ¡aun cuando no digas nada! Existen muchas formas creativas de ayudar a las personas a volverse hacia Jesús. Así que acepta hoy tu llamado profético; ¡tú puedes hacer la diferencia en la vida de las personas! “Señor Jesús, te pido que me muestres cómo puedo acercar a la gente a ti hoy.” ³³
Salmo 69 (68), 15-16. 30-31. 33-34 Mateo 14, 1-12
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MEDITACIONES JULIO 3 1—AGOSTO 5
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de julio, domingo Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23 Vana ilusión. (Eclesiastés 1, 2) Eclesiastés es uno de los libros más enigmáticos de la Biblia. Desde el puro principio el autor, Cohélet, descubre algo sobre lo que no nos gusta pensar mucho: La aparente insignificancia de la vida. Los placeres materiales no satisfacen, la justica es rara y la muerte hacen ver nuestros logros como cosas sin sentido. Nos sentimos atrapados en un ciclo sin fin y “¡nada hay nuevo en este mundo!” (Eclesiastés 1, 9). Pero en lugar de parecer un descontento hombre viejo, Cohélet es un valiente relator de verdades incómodas. Es consciente de que a las personas podría no gustarles lo que él tiene que decirles, pero no desea que nadie ignore la realidad. Cohélet está haciendo algo más que pintar un cuadro gris. Su libro describe un mundo que está alejado de Dios. Nos muestra cómo sería la vida sin un Padre en el cielo que prometa sostenernos en la palma de su mano. Pero luego termina su libro diciéndonos que
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sí tenemos a ese Padre. “Acuérdate de tu Creador…”, dice, “aún no han llegado los tiempos difíciles” (Eclesiastés 12, 1). Recuerda al Dios vivo para que seas capaz de soportar los tiempos difíciles, porque con toda seguridad vendrán. Nunca te olvides de quién es Dios y de todo lo que él ha hecho por ti. Este es un buen consejo, pero la historia no termina ahí. ¡La resurrección de Jesús lo ha cambiado todo! El Señor ha abierto las puertas del cielo, y ahora podemos experimentar a Dios, no solo en nuestra memoria, sino vivo y activo en nuestro corazón. Podemos experimentar la presencia de Cristo, además de su consuelo, su poder sanador y su sabiduría en nuestra vida cotidiana. Así que donde Cohélet diría “Acuérdate de tu Creador”, tú podrías decir: “Sí, ¡y experimenta a Jesucristo!” Hermano, hermana, la vida no es insignificante. Puede ser caótica y peligrosa a veces, pero Jesús ha conquistado la muerte y disipado la oscuridad. Sus promesas no son vanas, y su poder es real. Acércate hoy a él y permite que te muestre que no todo es vanidad. “¡Te alabo, Señor Jesús, por conquistar la muerte y abrirnos el cielo!” ³³
Salmo 90 (89), 3-6. 12-14. 17 Colosenses 3, 1-5. 9-11 Lucas 12, 13-21
Pizarrín Informativo REVISTA EN PAPEL DE OTRA CALIDAD Queridos lectores Debido a la coyuntura que vivimos, hay una escases muy grande de Papel Bond en el mercado peruano, salvo pequeños lotes a precios exuberantes. Es por eso que nos hemos visto obligados a utilizar papel periódico, de la mejor calidad que encontramos. Aun asi, lo hemos comprado a precio alto, similar al que veníamos pagando Esperamos su amable comprensión. Estamos seguros que seguiremos disfrutando del contenido de la revista AMIGOS DE LA PALABRA
Nueva cuenta de ahorros y Yape Banco de Crédito: 194-04610351-0-19 Interbancaria: 002 194 10461035101996 Yape: 946 534 864 ¡ Ahora más fácil ! Para renovar o suscribir a la revista o Para donar para el nuevo programa “Contigo”
Carta de agradecimiento de la mamá de Nathaniel
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