La Palabra Entre Nosotros - Perú, Diciembre 21

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Programa CONTIGO un buen inicio en la Biblioteca “Mi Angelito” (Lomo de Corvina)

DICIEM B R E 2 0 2 1 - E N E R O 2022

Dichosos los que creen Para Dios no hay nada imposible


AMIGOS DE LA PALABRA Telf.: (01)488-7118 Cel.: 981 210 822 Correo: amigosdelapalabra@lapalabraentrenostrosperu.org SUSCRIPCIONES : 922 562 402 suscripciones@lapalabraentrenosotrosperu.org


Programa CONTIGO

Programa

Apoyando educación de niños

Compartiendo la Palabra

sin recursos económicos

Revista Impresa y Virtual

Para internos de los penales

!NOTICIAS¡

PROGRAMA CONTIGO Programa para niños y niñas de edad esco-

Ya lo iniciamos

lar y de escasos recursos económicos.

En la Biblioteca “Mi Angelito”

Para ellos la educación es deficiente y la edu-

en las alturas de Lomo de Corvina

cación virtual es más dificultosa aun.

5ª etapa de Villa el Salvador

Todo esto ha generado un retraso muy grande en su desarrollo intelectual y de su

Los equipamos con herramientas tecnoló-

formación.

gicas básicas para que puedan recibir una mejor educación y afianzar sus fortalezas

Los apoyamos para: - Nivelar y reforzar su aprendizaje

Empezamos con:

- los motivamos a esforzase y

2 grupos de Matemáticas y

- sembramos esperanzas en sus vidas

2 grupos de Comprensión lectora Damos clases Presenciales y Virtuales

Les brindamos -Talleres, tutorías,

NECESITAMOS:

-Mentorias a través de voluntarios

Tutores: para ayudarlos en su educación, en

-Proveyéndoles con materiales y equipos

sus tareas Mentores: para apoyarlos en su desarrollo

Se parte de este sueño

personal

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La comunicación se hará virtualmente

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Diciembre 2021 / Enero 2022 | 1


En este ejemplar:

Diciembre 2021 - Enero 2022

Dichosos los que creen

La Anunciación, por Luca Giordano (1634-1705), Nápoles, Italia, 1672. Regalo de los señores Wrightsman al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, 1973

El Señor de los Milagros Visitó el penal Castro Castro

5

¡Levanten la cabeza! El Adviento es un tiempo de esperanza Preparen el camino del Señor La promesa de la oración durante el Adviento

8 12

¡Arrepiéntete y cree! Permite que Dios transforme tu corazón en este Adviento

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Dichosos los que creen María nos muestra el camino de la fe

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Dar vida a la historia de Navidad San Francisco y el primer pesebre Por Patricia Mitchell

24

Preparen el camino del Señor Adviento: Tiempo de gozosa esperanza Por Luis E. Quezada

29

Meditaciones diarias Diciembre del 1 al 31 Enero del 1 al 31 Estados Unidos Tel (301) 874-1700 Fax (301) 874-2190 Internet: www.la-palabra.com Email: ayuda@la-palabra.com 2 | La Palabra Entre Nosotros

35 66

En el Perú Tel (051) 488-7118 / 981 416 336 Email: lpn@lapalabraentrenosotrosperu.org Suscripciones: suscripciones@lapalabraentrenosotrosperu.org


Una despedida y un… ¡hasta siempre! años de trabajo con La Palabra Entre Nosotros ha llegado la hora n el Adviento, me de despedirme de mis apreciados maravillo de la lectores. humildad de Dios, Cuando comencé a trabajar como que se hizo hombre y de que su traductor de la revista, en 1985, humildad haya cambiado el mundo jamás me imaginé que iban a pasar entero. Durante casi toda su vida, tantos años teniendo a mi cargo la Jesús llevó una vida común y pri- versión en español de los artículos vada. Era plenamente divino, pero y las meditaciones diarias. Ha sido muy pocos reconocían que Dios para mí un apostolado que el mismo vivía entre ellos. La vida de Cristo Señor me encomendó, y por eso lo fue común y privada, pero extraor- hice siempre con mi mejor dedicadinariamente grata para su Padre ción, el máximo esmero y, ¿por qué celestial. no decirlo?, con todo mi amor. ¡Qué alegría y qué privilegio ha sido para mí hacer esta labor para el Señor y Había llegado la hora de dar servir a su pueblo en este apostolado! vuelta la página, sabiendo Por eso, antes de mi partida, que cuando el Señor cierra quiero darles mis sinceras grauna puerta, siempre abre otra. cias a todos los que trabajan con la revista, especialmente Jeff Smith, Leo Zanchettin, Sue Heuver, David Esto me da esperanza. Por eso, hermanos, les invito a que en este Crosson y otros hermanos en el Adviento hagamos un viaje personal Señor con quienes siempre tuve una con Jesús, que pasemos cada día un muy buena relación de trabajo. tiempo “íntimo” con el Señor en la oración. Escuchemos su voz en las Nueva directora editorial. Ahora lecturas diarias de la Misa. Y abra- quiero presentarles a la persona mos el corazón para que nuestra vida que me reemplazará. Es María Varcomún sea de gloria extraordinaria gas, que ha sido traductora y colapara Dios en esta Navidad. boradora de la revista por varios años. María ya está familiarizada Una despedida. Todo lo bue- con el trabajo y lo está haciendo no llega a su fin y ahora lo estoy muy bien y le deseo mucho éxito y experimentando. Al cabo de 36 grandes bendiciones del Señor. Queridos lectores:

E

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Aprovecho la oportunidad para darles mis sinceras gracias a nuestros fieles lectores y suscriptores que siguen recibiendo mes a mes las enseñanzas, meditaciones y testimonios que publicamos en la revista. Yo siempre oraba por ustedes, pidiendo al

Señor que iluminara su camino y los bendijera; ahora les agradecería que oren por mí en esta nueva etapa de mi vida. Que el Señor y la Virgen los bendigan con abundancia, Luis E. Quezada

La Palabra Entre Nosotros • The Word Among Us

Director: Joseph Difato, Ph.D. Director Editorial: Luis E. Quezada Editora Asociada: Susan Heuver Equipo de Redacción: Ann Bottenhorn, Jill Boughton, Mary Cassell, Kathryn Elliott, Bob French, Theresa Keller, Christine Laton, Joel Laton, Laurie Magill, Lynne May, Fr. Joseph A. Mindling, O.F.M., Cap., Hallie Riedel, Lisa Sharafinski, Patty Whelpley, Fr. Joseph F. Wimmer, O.S.A., Leo Zanchettin Suscripciones y Circulación: En USA La Palabra Entre Nosotros es publicada diez veces al año por The Word Among Us, 7115 Guilford Dr., STE 100, Frederick, Maryland 21704. Teléfono 1 (800) 638-8539. Fax 301-8742190. Si necesita hablar con alguien en español, por favor llame de lunes a viernes entre 9am y 5pm (hora del Este). Copyright: © 2017 The Word Among Us. Todos los derechos reservados. Los artículos y meditaciones de esta revista pueden ser reproducidos previa aprobación del Director, para usarlos en estudios bíblicos, grupos de discusión, clases de religión, etc. ISSN 0896-1727 Las citas de la Sagrada Escritura están tomadas del Leccionario Mexicano, copyright © 2011, Conferencia Episcopal Mexicana, publicado por Obra Nacional de la Buena Prensa, México, D.F. o de la Biblia Dios Habla Hoy con Deuterocanómicos, Sociedades Bíblicas Unidas © 1996 Todos los derechos reservados. Usado con permiso.

Presidente: Jeff Smith Director de Manejo: Jack Difato Director Financiero: Patrick Sullivan Gerente General: John Roeder Gerente de Producción: Nancy Clemens Gerente del Servicio al cliente: Shannan Rivers Dirección de Diseño: David Crosson, Suzanne Earl Procesamiento de Textos: Maria Vargas

Suscripciones y Circulación: En el Perú Consultas o Sugerencias: Escriba a “Amigos de la Palabra” lpn@lapalabraentrenosotrosperu.org Suscripciones: 6 revistas bimensuales por 1 año Agradecemos hacer sus renovaciones con anticipación. Y avisarnos por teléfono o por correo: suscripciones@amigosdelapalabraperu.org Teléfonos; (511) 488-7118 / 981 416 336 Cambios de dirección: Háganos saber su nueva dirección, lo antes posible. Necesitamos 4 semanas de aviso previo para realizar las modificaciones y asegurar que le llegue la revista a tiempo.

Revista Promocional: Distribuimos la revista gratuitamente a los internos de diversos penales en el Perú. Para sostener este programa de Evangelización necesitamos de su colaboración. El Señor los bendiga por su generosidad

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Procesión del Señor de los Milagros en el penal Miguel Castro Castro

“Estuve preso y me viniste a ver...” (MT. 25, 36) Después de casi dos años de aislamiento total, por la pandemia del covid 19, los internos del penal Castro Castro pudieron realizar con mucha ilusión, el recorrido de la Procesión del Señor de los Milagros por los trece Pabellones. Una emotiva y conmovedora experiencia de fe, en la que los internos rendían homenaje de gratitud al Señor, por el milagro de su visita tan esperada. ¡GRACIAS SEÑOR DE LOS MILAGROS POR VISITARNOS, POR PERMANECER SIEMPRE A NUESTRO LADO! Gracias a las autoridades del INPE, a los profesionales de las diversas áreas de tratamiento, los internos Misioneros y la población penal, se logró organizar la celebración del Cristo Morado, que con tanta pasión

la vivimos celebrando cada año. Fue maravilloso escuchar el entusiasmo, con el que los internos se preparaban, para recibir al Cristo Morado. Se esmeraron por decorar sus pabellones lo mejor que podían, todo con papel y material reciclable elaborados por ellos mismos ¡emocionante! saber que ellos están haciendo eco del cuidado del medio ambiente, mucho mejor que buena parte de nuestra sociedad afuera. La Celebración se inició con la Eucaristía, celebrada por el P. Victoria García y la presencia de las autoridades del establecimiento penal. Y a continuación la Procesión de la Sagrada Imagen que ingresó a los trece pabellones derramando sus bendiciones. Los homenajes eran Diciembre 2021 / Enero 2022 | 5


muy emotivos, diversos y sentidos; en sus oraciones y peticiones, rogaban al Señor de los Milagros, para que la pandemia termine, la visita familiar retorne, también recordaban a los compañeros que han partido a causa de la pandemia y por supuesto, pedían su ansiada libertad. Una experiencia de fe muy conmovedora que duró más de 6 horas. Para nosotras, agentes pastorales (un pequeño grupo que pudimos ingresar) fue una experiencia maravillosa, reencontrarnos con los internos después de un año y 9 meses, ver sus rostros, su alegría, escuchar sus palabras de agradecimiento por la visita, 6 | La Palabra Entre Nosotros

por el apoyo recibido durante la pandemia, y también sus penas ( ya que muchos de ellos han perdido familiares con la pandemia). Al recorrer por los pabellones venían a nuestra memoria rostros con las que hemos compartido mucha vida y que ya no estaban presentes..., nos embargaba un silencio profundo y a la vez una inmensa gratitud a Dios, por el don y el regalo de la vida compartida.... En cada pabellón habían elaborado alfombras con diversos temas, en ellas pudimos contemplar la creatividad que les caracteriza siempre, ¡fue impresionante contemplar sus sugerentes modos de presentarlas!


"...Reencontrarnos con los internos después de un año y 9 meses, ver sus rostros, su alegría, escuchar sus palabras ..."

sobre todo, sugiriéndonos el cuidado de la Casa Común de diferentes modos plasmado. Salieron premiados tres pabellones por su creatividad e inspiración. Siempre nos impresiona su capacidad de acogida, alegría y generosidad, aún en medio de la situación tan difícil que atraviesan por no tener la visita familiar, se dieron a modo para ofrecernos bocaditos, anticuchos, turrón San Miguelito, carapulca, picarones y sabrosos refrescos. ¡Damos Gracias al Dios de la Vida! que ahí lo encontramos de manera privilegiada, por permitirnos

compartir con ellos su cotidianidad… sus límites y sus posibilidades, sus preocupaciones y sus sueños, sus capacidades y riesgos… “Te damos Gracias Señor, porque te manifiestas en la gente sencilla, más vulnerable y en los que aparentemente no cuentan…” allí, Tú nos sigues invitando a caminar contigo en ellos. Hna. Carlota Calle Remaicuna, smsm Coordinadora de la Capellanía del EPMCC. n

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¡Levanten la cabeza! El Adviento es un tiempo de esperanza

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I

sabel respiró profundamente mientras apretaba las manos de su esposo. Estaba en labor de parto y las contracciones eran cada vez más intensas. Sentía un dolor tan fuerte que parecía casi agonizante, pero también sabía que había una luz al final de túnel; pronto estaría sosteniendo en sus brazos a su hijo primogénito. Así que, aunque temía cada contracción que seguía, sentía que la esperanza le daba fuerza. El Adviento es un tiempo lleno de esperanza: Primero, la esperanza que es parte de la venida de Jesús como nuestro rey recién nacido en Navidad, y segundo, la esperanza que aún tenemos mientras aguardamos su regreso rodeado de gloria. En ambos casos, es una esperanza que está llena de alegría y expectativa, incluso en tiempos de sufrimiento, de una forma similar a como se sentía Isabel mientras esperaba que naciera su hijo. En su carta a los romanos, San Pablo usaba la imagen de una mujer en labor de parto para describir la esperanza, que es la esencia del tiempo de Adviento: “Hasta ahora la creación se queja y sufre como una mujer con dolores de parto. Y no solo ella sufre, sino también nosotros… esperando ser adoptados… con lo cual serán liberados nuestros cuerpos” (Romanos 8, 22-23). La esperanza es un don del Espíritu Santo. Es un regalo que nos ayuda a superar los tiempos difíciles con

confianza, sabiendo que Dios está actuando para sacar algo bueno de ellos. Y es la clase de esperanza que Jesús nos llama a tener en el Evangelio de este domingo, cuando nos dice que levantemos la cabeza, incluso en momentos de gran conmoción. Podemos tener esperanza, nos dice, porque sabemos que Dios es capaz de sacar algo bueno de toda circunstancia, ya sea buena o mala.

Esperanza en medio de las dificultades. En el Evangelio de hoy, que se desarrolla no mucho antes de la Última Cena, Jesús habla sobre las guerras, hambrunas y la incertidumbre que tendrán lugar antes del fin de los tiempos. Aunque no sabemos si estamos viviendo ya ese momento, sí sabemos que el mundo experimenta mucha agitación. No solo estamos viviendo una pandemia mundial, también a nuestro alrededor vemos señales de división, odio e indiferencia. Incluso dentro de nuestro propio corazón Para el Primer domingo de Adviento, podemos experimentar mulee Lucas 21, 25-28. 34-36. Diciembre 2021 / Enero 2022 | 9


cho temor: Por el futuro, nuestros hijos, el trabajo, la salud o seguridad, incluso por la Iglesia. Pero en medio de todo el bullicio del mundo, e incluso mientras él se preparaba para su propio sufrimiento, Jesús nos dice que nos mantengamos firmes y levantemos la cabeza. ¿Por qué? Porque el Señor nos promete que “se acerca la hora de su liberación” (Lucas 21, 28). Nuestra redención, la liberación del pecado y del sufrimiento, está cerca. Jesús nos está diciendo que nos mantengamos firmes en su amor perfecto y en la esperanza, incluso en la alegría. También nos dice que su verdad puede liberarnos y convertirse en fundamento firme de nuestra vida. Entonces, ¿de qué podemos regocijarnos en este momento? ¿Cuál es la base de nuestra fe? Nuestra esperanza se basa en la verdad de que, sin importar lo que suceda a nuestro alrededor, Jesús sigue acompañándonos. Él vive en nosotros y nos concede una porción de su poder y su bondad en este momento. Nuestra esperanza se basa en la verdad de que Jesús nos ha dado el más grande de los tesoros: Su Espíritu, que puede consolarnos, guiarnos, enseñarnos todas las cosas y darnos su paz. Nuestra esperanza se basa en la verdad de que Jesús nos ha redimido y liberado del pecado. Esta es una verdad sólida e innegable de nuestra fe, aun cuando no nos “sintamos” redimidos. Solamente tenemos que 10 | La Palabra Entre Nosotros

mirar un crucifijo y apropiarnos de esta verdad. Nuestra esperanza se basa en la verdad de que, a igual que Isabel, ¡sabemos cómo termina la historia! Jesús vendrá de nuevo para introducirnos en un cielo nuevo y una tierra nueva, donde no habrá más sufrimiento ni tristeza. El fundamento de la esperanza es la bondad de todo lo que Jesús ya ha hecho por nosotros. O, como dijo San Pablo: “Si Dios no nos negó ni a su Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas?” (Romanos 8, 32). Mantenerse firmes en la esperanza. Sabemos lo fácil que puede ser perder la esperanza cuando estamos sufriendo un tiempo de prueba. La última cosa que queremos hacer es confiar en Dios cuando nuestra vida parece estarse desmoronando. Pero, es precisamente en estos momentos que Jesús desea que seamos perseverantes y ejercer el don de la esperanza. Eso se debe a que no es un deseo y es mucho más que una emoción. Es una perspectiva piadosa de la vida que nos ayuda a tomar decisiones piadosas. La esperanza nos exhorta a ver las cosas de la forma en que Dios las ve y a tomar decisiones basadas en esa visión.

• La esperanza confía en la fidelidad de Dios incluso cuando él no


Adviento es tiempo de ver al niño recién nacido y encontrar en él al Salvador que ha prometido regresar en gloria.

nos conceda todo lo que le hemos estado pidiendo. • La esperanza cree en un Dios compasivo que será misericordioso con nosotros cuando nos encontremos con él cara a cara. • La esperanza mantiene nuestros ojos fijos en Jesús, que ha cumplido todas las promesas que el Padre ha hecho. • La esperanza no olvida que Jesús finalmente triunfará sobre el pecado, las adversidades y el dolor.

por la esperanza o por la frustración. Si decides tomar el primer camino, encontrarás el consuelo y la guía del Espíritu Santo. Pero si decides seguir el segundo, te arriesgas a que “las preocupaciones de esta vida” te “entorpezcan” y caigas en pecado (Lucas 21, 34).

Ver con “ojos espirituales”. El Adviento es un tiempo de esperanza. Es un tiempo para ver la vida con “ojos espirituales” y descubrir lo que pueda estar oculto a nuestros “ojos humanos”. Es tiempo de ver al niño recién nacido y encontrar en él al Salvador Así que, cuando sientas que la pre- que ha prometido regresar en gloria. ocupación surja en tu corazón durante También es un tiempo para vernos este Adviento, recuerda la promesa de como un pueblo que ya ha sido rediJesús: “Se acerca la hora de su libera- mido, incluso mientras aguardamos ción”. Recuerda, también, que cuando nuestra salvación plena en el cielo. las dificultades de la vida se presenten, Al igual que la nueva madre que pasa siempre tendrás dos caminos frente a ti. por los dolores de parto y espera con Puedes levantar firmemente la ilusión el nacimiento de su hijo, tamcabeza confiando en el amor de Dios o bién podemos esperar con alegría, sepuedes sentirte agobiado por las preo- guros de que “se acerca la hora de la cupaciones de la vida. Puedes decidirte liberación” (Lucas 21, 28). n Diciembre 2021 / Enero 2022 | 11


¡Preparen el camino del Señor!

La promesa de la oración durante el Adviento

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I

magina que eres uno de esos privilegiados pastores que escucharon el anuncio del ángel sobre el nacimiento de Jesús: “Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor.” (Lucas 2, 11). Podrías sentirte aterrorizado al ver un ángel, pero sus palabras anuncian una promesa tan maravillosa que tú no puedes más que regocijarte con la noticia: ¡El tan anhelado Mesías finalmente ha nacido! ¡Nuestra salvación ha llegado! Pero, ¿con qué te encuentras al llegar al pesebre? Con un niño nacido en pobreza, rodeado solamente de sus padres, los otros pastores y algunos animales de establo. Sobra decir que todo esto ha sucedido durante el censo romano, un duro recordatorio de que tú y tus compatriotas judíos viven en una nación ocupada y oprimida. Probablemente te levantarás a la mañana siguiente comprendiendo que sigues siendo un pobre pastor, mientras el niño que viste la noche anterior se ha perdido entre la multitud. Recuerdas a los ángeles cantando, pero también te preguntas si tu vida continuará como si nada hubiera sucedido. Cuando el ángel se le apareció a María en la Anunciación, ella aceptó su invitación a dar a luz al Hijo de Dios, a pesar de que al principio estaba confundida. Inmediatamente después de aquel anuncio, la mayor parte de su vida cotidiana continuó siendo igual. Ella realizó sus tareas, rezó con las Escrituras hebreas y sirvió a sus Para el Segundo domingo de Adviento, lee Lucas 3, 1-6.

padres. De esta manera, María preparó el camino para el Señor Jesús. Mientras sentía que una nueva vida crecía en su vientre, confió en que las palabras del ángel se harían realidad. Pero María no fue la única. Cuando los magos vieron la estrella, partieron en un viaje largo y tranquilo. Nada parecía diferente, pero ellos continuaron, confiando en que finalmente encontrarían al rey de los judíos. Cuando Simeón y Ana vieron al niño Jesús en el templo, se llenaron de alegría. Pero él era solo un recién nacido, uno de los cientos de bebés que ellos habían visto en el templo. Pasarían varios años antes de que este niño empezara a marcar la diferencia para Israel. Pero Simeón quedó tan convencido por lo que vio, que le dijo a Dios que estaba preparado para morir. Por su parte, Ana no podía dejar de hablar sobre lo que había visto. Ninguno de los dos volvió a la vida que tenían en el pasado (Lucas 2, 25-38). Estos relatos nos muestran que cuando perseveramos en la fe, podemos confiar en que Dios está Diciembre 2021 / Enero 2022 | 13


haciendo algo bueno, aun cuando las circunstancias no parezcan distintas. Y así encontramos formas de preparar el camino para el Señor en cada situación que vivimos. Como resultado, comenzamos a ver milagros, pequeños y grandes, sucediendo en medio nuestro. Montañas y valles. Dios nos promete que este Adviento puede ser un tiempo de plenitud y revelación para cada uno de nosotros si también nos disponemos a preparar el camino del Señor. ¿Qué podemos esperar ver? Juan el Bautista, haciendo eco de las palabras del profeta Isaías, nos dice que veremos a Dios allanando las montañas y rellenando los valles de nuestra vida (Lucas 3, 4-6). ¿Qué son las “montañas”? Son todos esos obstáculos que encontramos en el camino y que parecen demasiado grandes para superarlos. Todos pecamos de forma recurrente, tenemos actitudes egoístas y experimentamos el dolor de heridas pasadas que simplemente no sanan. Ahora es tiempo de que estas montañas se allanen. En cuanto a los “valles”, son esas áreas de nuestra vida en las que sentimos que nos falta algo. Son situaciones en las que nuestra fe parece demasiado débil como para darnos fuerza. Un “valle” puede ser el sentimiento de que no podemos mantenernos firmes frente a ciertas tentaciones. Incluso, puede ser una relación personal dañada. Podría 14 | La Palabra Entre Nosotros

ser la incapacidad de aceptar el perdón de Dios aun después de confesar nuestra culpa en el Sacramento de la Reconciliación. En otras palabras, estas montañas y valles son áreas en nuestra vida en las que pensamos que estamos fuera del alcance de la fuerza, o el deseo, de Dios de ayudarnos. Pero Juan el Bautista nos promete que no hay montaña demasiado grande ni valle demasiado profundo para el Señor. Desde luego, la acción de Dios no sucede de la noche a la mañana, pero podemos confiar en que sí sucederá. Ciertamente podría ser difícil de distinguir. Pero de cualquier manera podemos alegrarnos cada vez que vemos una señal de la acción del Espíritu en nuestra vida. La promesa de la oración. Una de las formas más importantes, pero que también olvidamos más fácilmente y con la que podemos enfrentar estas montañas y valles en nuestra vida, es la oración. Puedes utilizar las meditaciones de esta revista para ayudarte a profundizar en tu oración personal diaria. Haz tu mejor esfuerzo para buscar la presencia del Señor todos los días, con el tiempo podrías ver algunas de estas señales que son una muestra de que Dios está actuando en tu vida. Podrías experimentar un profundo sentimiento de paz mientras rezas, aun cuando no lo sientas todo el tiempo.


C ada destello de gracia es un signo claro de que Dios está actuando en tu vida y de que tú estás preparando el camino del Señor.

Este sentimiento de paz podría estar acompañado por una cercanía con Dios y un mayor deseo de estar junto a él cada día. Podrías sentir la suave, pero a la vez real, voz del Espíritu animándote a mantenerte firme frente a la tentación. Aun cuando termines cediendo, el hecho de que hayas comenzado a resistirla es una señal de que el Espíritu está actuando. ¡No te rindas! Podrías tener una nueva perspectiva de la forma en que puedes reparar una relación que tienes con otra persona y que se ha roto o el creciente deseo de cuidar de las personas que sufren. Algunos de estos serán destellos de la gracia de Dios. Algunos podrían estar ocultos para todos los demás, así como lo estuvo el nacimiento de Jesús. Pero cada uno de ellos es un signo

claro de que Dios está actuando en tu vida y de que tú estás preparando el camino del Señor. Son como semillas llenas de un gran potencial para dar vida y fruto. Prepara el camino. Solo algunas personas estuvieron preparadas para conocer al Señor cuando nació en medio de nosotros. Pero aquellos que sí se prepararon tuvieron la bendición de recibir al Mesías de una forma en que nadie más podía hacerlo. En este tiempo de Adviento, tenemos la oportunidad de unirnos a ellos preparándonos nosotros también. ¡Preparémonos para el Señor apartando todos los días algo de tiempo para rezar! ¡Démosle a Jesús la oportunidad de rellenar cada valle y allanar cada montaña de nuestra vida! n Diciembre 2021 / Enero 2022 | 15


¡Arrepiéntete y cree! Permite que Dios transforme tu corazón en este Adviento

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¡P

ensar en la Navidad alegra el corazón de muchos! El solo hecho de mencionar ese día puede traer a la mente imágenes de reuniones familiares, el aroma de chocolate caliente, hermosos regalos envueltos y colocados bajo el árbol y el sonido de la música que suena en el fondo. Pero ahora, contrasta estas imágenes con las fuertes palabras que pronuncia Juan el Bautista en la lectura del Evangelio de hoy. Al referirse al Mesías que estaba por llegar, dijo: “Él tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue” (Lucas 3, 17). La idea de Jesús quemando la “paja” en nuestra vida no parece tan alegre como tomar una taza de chocolate caliente en la noche de Navidad, pero Juan sabía que era mucho más importante. Él sabía que nuestros pecados nos mantenían separados de Dios y que Jesús había venido para quemar esos pecados y que así nosotros podamos conocer verdaderamente al Padre, estar en comunión con él y eventualmente reunirnos con él en el cielo. También llamó a todos a arrepentirse, ese llamado nos incluye a nosotros. ¡Cambien su corazón! En realidad, el Evangelio comienza hablando del arrepentimiento. No solo era el mensaje principal de Juan, sino que Jesús mismo empezó su ministerio anunciando: “Ya se cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias” (Marcos 1, 15). Para el tercer domingo de Adviento, lee Lucas 3, 10-18.

Tanto Juan como Jesús sabían que si queremos entregar nuestra vida a Dios, debemos arrepentirnos. Pero, ¿a qué clase de arrepentimiento nos está llamando Jesús? ¿Es realmente necesario examinar nuestra vida en busca de los pecados que hemos cometido y por los cuales debemos pedir perdón? Eso podría ser una parte, pero no lo es todo. Si limitamos el arrepentimiento a pedir perdón por una lista de pecados, nos arriesgamos a no encontrarnos con el amor que Dios tiene por nosotros en su corazón. Principalmente, el arrepentimiento es una transformación del corazón. En realidad, la palabra que se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse al arrepentimiento, metanoia, significa simplemente eso: transformación del corazón. No se trata simplemente de cambiar nuestro comportamiento porque sin un verdadero cambio del corazón, es más probable que sigamos cometiendo los mismos pecados Diciembre 2021 / Enero 2022 | 17


una y otra vez. Esa es la razón por la cual Jesús enseñó que “de adentro, es decir, del corazón de los hombres” surge el mal que cometemos (Marcos 7, 21). Por eso, Jesús nos pide que examinemos nuestro corazón todos los días. El Señor nos dice que debemos cuidar los pensamientos y actitudes que tenemos así como los deseos y anhelos que nos llevan por el camino del pecado. En el silencio de la oración, podemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude a ver no solo los pecados que hemos cometido sino también los motivos detrás de ese pecado. Podemos rezar como lo hizo el rey David: “Oh Dios, examíname, reconoce mi corazón; ponme a prueba mis pensamientos; mira si voy por el camino del mal” (Salmo 139 (138), 23-24). Si presentamos al Señor los deseos y motivaciones de nuestro corazón, no solo recibiremos el perdón por los pecados que hemos cometido, sino que también experimentaremos su poder sanador en nosotros. Descubriremos que gradualmente él nos está dando un corazón nuevo, su propio corazón de amor. Y que el nuevo corazón hará surgir actos de amor y de servicio en lugar de actos de egoísmo y pecado. Recibir sanación por medio de la Confesión. El arrepentimiento personal y diario es importante. Sin embargo, una de las formas más pode18 | La Palabra Entre Nosotros

rosas en que podemos experimentar la gracia del arrepentimiento es en el Sacramento de la Reconciliación. En el confesionario, podemos exponer nuestros pecados y el corazón herido frente a Jesús, en la persona del sacerdote, y experimentar el mismo alivio, la misma alegría y sanación que sintió el hijo pródigo cuando regresó con su padre. Y al hacerlo, reconoceremos que Dios mismo se regocija con nosotros, como lo hizo el padre de la parábola. Encontrarse con Jesús en el confesionario puede resultar sanador no solo porque ponemos nuestros pecados y debilidad a la luz; sino que también nos llenamos de esa luz por medio de la misericordia y aceptación de Jesús. El Señor nos mostrará lo complacido que está con que hayamos acudido a él y nos dirá: “Tampoco yo te condeno” (Juan 8, 11). No hay un solo pecado que tú le presentes a Dios que él no perdone. No hay una sola área de resentimiento o indiferencia o cualquier otra oscuridad en tu corazón que él no cure. No importa lo avergonzado que te sientas, lo pecador que puedas creer que eres, Jesús te mira con misericordia, amor y compasión. Recuerda la forma en que perdonó a la mujer sorprendida en adulterio, a San Pablo el perseguidor y a San Pedro que lo negó. Si él pudo perdonar a estos, ¡ciertamente te perdonará a ti! ¡El Señor se deleita en mostrarte su misericordia!


En el confesionario, podemos exponer nuestros pecados y el corazón herido frente a Jesús, en la persona del sacerdote, y experimentar el mismo alivio, y la alegría que sintió el hijo pródigo cuando regresó con su padre.

¡Arrepiéntete! ¿Qué debes hacer entonces? ¡Arrepiéntete! Sé abierto y honesto con el Señor. Preséntale cualquier pecado que te abrume y te aleje de su presencia: • Palabras groseras de las que no puedes retractarte. • Permitir que el enojo, la envidia, el egoísmo o la rivalidad afecten la forma en que te relaciones con las personas. • Actitudes y acciones que generan desconfianza, división y separación. • Relaciones que están fuera del plan de Dios. • Indiferencia hacia las personas que son pobres o vulnerables.

• Incluso esos pecados ocultos que solo tú ves pero que pesan en tu consciencia. No permitas que estos, o cualquier otro pecado, te alejen del Señor. No permitas que nublen tu confianza en el amor de Dios o te hagan olvidar que Jesús vino en Navidad para salvarte, no para condenarte. Juan el Bautista nos dijo que Jesús vino a quemar la “paja” del pecado en nuestra vida en un “fuego que no se extingue” (Lucas 3, 17). Ese fuego es el fuego de su amor. Es un amor que perdona, que sana y que purifica y de esa forma, encontramos refugio en los brazos del Padre. n Diciembre 2021 / Enero 2022 | 19


Dichosos los que creen María nos muestra el camino de la fe

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“¡B

endita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” (Lucas 1, 42). Estas palabras que nos resultan muy conocidas son parte del saludo que dio Isabel a su prima, María, cuando ella la visitó. Las decimos cada vez que rezamos el rosario. Pero Isabel pronunció otra bendición que es igual de conmovedora: “Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor” (Lucas 1, 45). Isabel bendijo a María no solo por recibir a Jesús en su vientre sino también por creer activamente en las promesas que Dios le había hecho. Si bien Isabel puede haber pronunciado estas palabras de bendición al inicio del embarazo de María, toda la vida de María muestra la forma en que fue perseverante y creyó a pesar de todas las adversidades que enfrentó en su vida. Analicemos entonces su fe y descubramos las enseñanzas que ella puede ofrecernos al acercarse la gran fiesta de Navidad. ¡Salve, llena de gracia! Isabel sabía que la fe que María tenía en Dios y sus promesas no venía de su propia fortaleza. María pudo creer porque se apropió de la gracia que Dios derramó sobre ella. Esa gracia le permitió confiar en Dios aun cuando el camino que tenía por delante no se veía con claridad, como sucedió cuando José decidió divorciarse de ella en secreto (Mateo 1, 19). La ayudó a no dejarse llevar por el temor cuando escuchó la profecía Para el Cuarto domingo de Adviento, lee Lucas 1, 39-45.

de Simeón de que una espada de sufrimiento atravesaría su alma (Lucas 2, 34-35). Y le dio la fuerza para continuar criando a su hijo para que cumpliera con su llamado, aún después de la muerte de José. El Catecismo de la Iglesia Católica define la gracia como “el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser… partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna” (Catecismo, 1996). Esta es una descripción perfecta de la gracia concedida a María. Ella estaba llena con toda la gracia que necesitaba para creer —aun cuando todo parecía oscuro e inquietante— que Dios cumpliría las promesas que le había hecho. El niño que va a nacer será llamado Hijo de Dios. Para María no era importante la forma en que otras personas llamaran a su hijo, ella siempre supo quién era él verdaderamente. Diciembre 2021 / Enero 2022 | 21


Los enemigos de Jesús lo acusaron de estar poseído por “Beelzebú, el propio jefe de los demonios”, pero por su fe, María podía ver que él estaba realizando sus obras poderosas con el poder del Espíritu (Marcos 3, 22). Sus familiares temían por su seguridad y afirmaban que “se había vuelto loco”, pero por fe, María podía ver la sabiduría de sus palabras y acciones (Marcos 3, 21). Los jefes religiosos lo llamaban blasfemo, pero por fe, María podía ver el amor profundo que él tenía por su Padre y lo cuidadoso que era de vivir en obediencia y de entregarse a él (Juan 10, 33). Para Dios no hay nada imposible. Ya hemos hablado de cómo Dios llenó a María con toda la gracia que ella necesitaba para dar a luz y criar al Hijo de Dios. Sin embargo, debemos recordar que María tenía que cooperar con esa gracia y ejercer plenamente su fe en el Señor. Al igual que nosotros, ella debió confiar una y otra vez en que su Padre celestial es más fuerte y sabio de lo que ella podría imaginarse. Al igual que nosotros, ella tenía que creer que Dios estaría a su lado y la ayudaría. Cuando ella y José huían de Herodes, debía confiar en que aunque su hijo estuviera siendo perseguido, Dios los protegería pues él estaba destinado a ser el Salvador (Mateo 2, 13-15). Cuando José murió, 22 | La Palabra Entre Nosotros

dejándola viuda, ella debió creer que Dios seguiría proveyendo para ella y su hijo. Y especialmente, cuando vio a Jesús clavado en la cruz, María tuvo que creer que nada —ni siquiera la muerte— podía deshacer la palabra de Dios. Dichos ustedes porque creen. Al igual que María, nosotros también hemos recibido la gracia del Señor. No estamos libres de pecado pero eso no detiene a Dios de derramar su gracia sobre nosotros. De hecho, la Escritura nos dice que “en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales” (Efesios 1, 3, énfasis añadido). ¡Así de generoso es tu Padre celestial! ¡Dios te ama tanto como ama a María! Imagina lo que esto significa. Puedes pedir la gracia de Dios cuando el camino se pone difícil. Puedes confiar en que él siempre te ofrecerá la gracia que te ayudará a perseverar en la fe. Esta gracia no es solo para tiempos de prueba sino para todos los días de tu vida. Puedes experimentar la gracia cada vez que acudes al Señor en oración: la gracia para creer en su amor incondicional, la gracia de ver tus pecados perdonados y la gracia para amar a las personas que forman parte de tu vida. Aun cuando no “sientas” esta gracia, podemos creer en que Dios te la está concediendo, como lo hizo con María, porque él te la ha prometido.


Dios caminará contigo a través de cada tormenta que pases para consolarte frente a las dificultades y mantenerte fuerte en la fe en cada prueba que enfrentes.

Al igual que María, puedes mantenerte firme en la fe de que Jesús es el Hijo de Dios. Cuando te sientes tentado por el pecado, puedes decir: “Yo pertenezco al Hijo de Dios, no tengo que ceder a esta tentación.” Cuando ser seguidor de Jesús te pone en una situación difícil con el mundo que te rodea, puedes decirte a ti mismo: “Yo sigo al Hijo de Dios. El Señor me protege y me da la valentía para vivir mi fe.” Cuando te sientes invadido por la culpa o la vergüenza de tus pecados pasados, puedes hacer eco de las palabras de San Pablo: “Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí” (Gálatas 2, 20). Finalmente, al igual que María, puedes confiar que para Dios no hay nada imposible. Eso no quiere decir que todo va a salir bien, y no significa que Dios contestará milagrosamente cada una de nuestras oraciones. María tuvo que soportar dolor y adversidades, al igual que todos los demás.

Pero, sin importar lo que suceda, siempre puedes confiar que Dios caminará contigo a través de cada tormenta que pases para consolarte frente a las dificultades y mantenerte fuerte en la fe en cada prueba que enfrentes. María, nuestro ejemplo de fe y confianza. Debido a que creyó, María nunca perdió su conexión con su Padre celestial. Ella nunca dejó de creer en Jesús y nunca dejó de estar abierta a la acción del Espíritu Santo. Debido a su perseverancia en la fe, María nunca perdió la profunda paz que siempre tenía, aun cuando llegaron los tiempos difíciles. La Virgen María es nuestro modelo de fe. A través de su ejemplo e intercesión, podemos aprender a mantenernos firmes en nuestra fe sin importar lo que surja en el camino. Cada día, podemos escuchar a Dios decirnos: “¡Dichosos ustedes porque creen en mis promesas!” n Diciembre 2021 / Enero 2022 | 23


Dar vida a la historia de Navidad San Francisco y el primer pesebre Por Patricia Mitchell

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os encontrábamos en la Misa de Navidad y yo sostenía a mi nieto de dos meses en mis brazos, el cual llevaba un abrigo festivo que hacía juego con el de su hermano de dos años. Dormía pacíficamente, como lo hacen los recién nacidos, a pesar de los alegres sonidos que emanaban del órgano y del coro, y que llenaban toda la catedral. Mientras lo miraba, pensé: “¿No es esto maravilloso? Dios llegó a nosotros de esta forma, como un niño indefenso, abstraído de lo que lo rodeaba y totalmente dependiente de María y José que debían cuidar de él. ¡Así nos ama Dios!” Podemos pensar en la Encarnación de Jesús de una manera abstracta: Que Dios envió a su Hijo amado para que se hiciera hombre y habitara entre nosotros. Pero la realidad de la Encarnación nos impacta cuando la experimentamos personalmente, con nuestros sentidos. No hay nada como mirar o sostener a un bebé recién nacido para apreciar lo que Dios ha hecho por nosotros a través de Jesús. Esto es algo que San Francisco de Asís entendió con mucha claridad. Él sabía que necesitamos signos tangibles y materiales de Dios, que es la precisa razón por la cual Jesús se convirtió en hombre. Así que en el año 1223, tres años antes de su muerte, Francisco ideó un pesebre viviente para que fuera presentado durante la Misa de Navidad que se realizaría a la medianoche. Su efecto en las personas fue inmediato y se extendió llegando a mucha gente. Hoy no podemos imaginar la Navidad sin un pesebre navideño.

El impacto de los gestos y las acciones. Esta no era la primera vez que Francisco utilizaba la ayuda de imágenes, escenarios y elementos cotidianos del mundo físico para comunicar las verdades espirituales. En realidad, buena parte de su vida involucraba gestos y acciones dramáticos, y estos producían un mayor impacto en las personas, incluyéndolo a él mismo, aunque esto era algo que le costaba aceptar. Por ejemplo, un día se encontró con un hombre que tenía lepra. Él siempre había evitado a las personas que sufrían de esta enfermedad. “Durante mi vida de pecado”, escribió más adelante en su Testamento, “nada me disgustaba más que ver a las víctimas de la lepra.” Pero, en esa ocasión, en lugar de alejarse o ignorarlo, se bajó del caballo y besó al hombre. El acto de abrazar al leproso disipó su repulsión y le permitió a Francisco amar al hombre de la misma forma en que Jesús lo amaba a él. Diciembre 2021 / Enero 2022 | 25


Otro momento dramático sucedió en el año 1206, cuando Francisco se presentó frente al obispo de Asís en la plaza principal de la ciudad. Su padre estaba furioso con él por haber vendido tres rollos de valiosas telas sin su permiso y haber utilizado el dinero para pagar las reparaciones de la iglesia de San Damián. El obispo le ordenó a Francisco que le regresara el dinero a su padre. Francisco estuvo de acuerdo, pero hizo algo más que eso. También se rasgó su ropa y, quedando desnudo, declaró: “De ahora en adelante ya no diré: Padre mío, Pietro Bernadone, sino Padre Nuestro que estás en el cielo.” Este gesto tan público marcó la ruptura final de Francisco con el mundo y su familia. Para Francisco, la fe era más que un asunto de consentimiento intelectual; era algo que siempre tenía que conmover el corazón y provocar un comportamiento externo. La humildad de la Encarnación. Tomás de Celano, discípulo de Francisco y su primer biógrafo, escribió que la humildad de la Encarnación de Jesús, así como el amor por su Pasión y muerte, ocupaban tanto a Francisco que “apenas si podía meditar en todo lo demás.” Así que no es sorprendente que Francisco encontrara una forma para ayudar a todos a comprender la profundidad del amor de Dios al enviar a su Hijo 26 | La Palabra Entre Nosotros

Francisco organizó un "pesebre vivo" de Navidad para la Misa de Nochebuena en la ciudad de Greccio.

a la tierra. Su motivación principal fue un viaje que realizó a Tierra Santa y que lo conmovió profundamente. Así, tuvo la idea de recrear la Natividad justo en el centro de Italia. Primero, Francisco obtuvo el consentimiento del Papa, debido a que nunca antes se había recreado una natividad viviente durante la Misa. Luego, unas dos semanas antes de Navidad, Francisco pidió a su buen amigo Juan Velita de Greccio que construyera el escenario. Juan era un noble cuya propiedad incluía algunas cuevas en una montaña al otro lado del pueblo, donde se construiría el pesebre. Según Celano, Francisco explicó su razonamiento de esta manera:


“Me gustaría hacer un monumento a ese Niño que nació en Belén, y de alguna manera contemplar con ojos humanos las dificultades que enfrentó; como tener que ser acostado sobre la paja del pesebre, con el buey y la mula al lado.” Así fue como San Buenaventura, otro biógrafo de Francisco, describió aquella noche:

lleno de un amor tierno, se quedó frente al pesebre, bañado en lágrimas y derrochando felicidad… Luego predicó a la gente que se encontraba alrededor sobre el nacimiento del Rey en pobreza, llamándolo, cada vez que deseaba nombrarlo, el Niño de Belén, debido al amor tierno que sentía por él.

Los hermanos fueron convocados, la gente se hizo presente, la madera hizo eco de sus voces y aquella noche majestuosa se volvió radiante y solemne con muchas luces brillantes y las plegarias melodiosas y sonoras. El hombre de Dios [Francisco],

Fue una noche que, aún ochocientos años después, no ha sido olvidada. La paja sobre la que acostaron al niño fue guardada, y luego se dijo que había curado tanto a personas como a animales. Una persona incluso afirmó que tuvo una visión del Diciembre 2021 / Enero 2022 | 27


niño Jesús sonriéndole a Francisco desde el pesebre. Las intenciones de San Francisco se habían cumplido: “El Niño Jesús había sido enviado para el perdón del corazón de muchos”, escribió Celano. Pero “por la gracia, fue presentado nuevamente a través de su siervo Francisco y grabado en una memoria vívida.” La gente pudo ver por sí misma cuánto los amaba Dios. El Padre envió a su Hijo a la tierra, no como un gran rey, sino como un niño pobre que no tenía dónde recostar la cabeza excepto un pesebre donde se alimentaban los animales. Difusión de la devoción. La primera puesta en escena de la Natividad resultó tan inspiradora que la devoción se difundió rápidamente por toda Italia. Muchas iglesias recrearon escenas similares durante la Navidad. En los siguientes cien años, cada iglesia de Italia había adoptado la práctica. Con el tiempo, los actores y los animales fueron reemplazados por figuras. Hoy en día, no solo en las iglesias, sino que en casi todos los hogares católicos se incluye un pesebre de algún tipo. Van desde las figuras de plástico con las que los niños pueden jugar hasta escenas con figuras pintadas a mano y con finos detalles. No importa cómo se vea nuestro pesebre de Navidad, debemos re28 | La Palabra Entre Nosotros

cordar que lo que Francisco quería era que provocara una respuesta por parte de cada uno de nosotros. Al igual que las personas del siglo XIII en Italia, nosotros también podemos quedarnos atrapados en el lado secular de la Navidad. Podemos olvidar la oración y la contemplación durante el Adviento porque estamos muy ocupados preparándonos para el “gran día”. Pero el pesebre de Navidad puede abstraernos de nuestras preocupaciones cotidianas y ayudarnos a recordar qué es lo que estamos celebrando en realidad. De manera que, cuando te arrodilles y reces frente al pesebre en esta Navidad, recuerda que Jesús se sacrificó por nosotros no solo en la cruz sino desde el principio, al momento de nacer. El Rey de reyes y Señor de señores no nació en la comodidad de un hogar y rodeado de familiares y sirvientes sino entre animales de corral en un lugar frío, oscuro y sucio. Así adoptó plenamente su condición humana y nuestro sufrimiento. Al alabarlo por su amor infinito y su humildad, demos gracias también a San Francisco por mostrarnos que nuestra fe debe ir más allá de nuestra mente y alcanzar la profundidad del corazón y así cambiar la forma en que vivimos. n Patricia Mitchell es editora de contenido de La Palabra Entre Nosotros.


Preparen el camino del Señor

Adviento: Tiempo de gozosa espera

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hora que los días se van acortando, se oscurece más temprano y el frío invernal va llegando para quedarse, entramos en el Adviento, que es como un túnel al final Por Luis E. Quezada del cual se vislumbra una gran luz. Diciembre 2021 / Enero 2022 | 29


Los católicos sabemos que el año nuevo de la Iglesia no comienza el 1 de enero, sino el Primer Domingo de Adviento, el domingo siguiente al de la solemnidad de Cristo Rey, el día en que la Iglesia inicia su nuevo ciclo anual de Liturgia y culto de adoración a Dios. Pero, ¿qué es el Adviento? Es el tiempo en el que nos preparamos para celebrar la gozosa ocasión de la Natividad de nuestro Señor y también para esperar con amor e ilusión la segunda venida de Cristo. Mientras en el tiempo de Navidad contemplamos el misterio del Verbo encarnado, Dios hecho hombre, para luego ver en la Epifanía al hombre Jesús manifestado como Dios, las cuatro semanas de Adviento nos hacen elevar la mirada hacia el futuro, en espera de su retorno glorioso, la esperanza de aquellos tiempos mesiánicos que empezó a llenar los corazones humildes cuando resonó la voz de San Juan Bautista. Pero no nos adelantemos. Veamos primero que el tiempo del Adviento se divide en dos partes: las primeras dos semanas se dedican a meditar sobre la Segunda Venida del Señor, que marcará el fin de los tiempos; mientras que las dos siguientes nos llevan a reflexionar más puntualmente sobre la Encarnación del Verbo divino, el nacimiento del Mesías de Dios, Jesucristo nuestro Señor, que apareció “de repente” 30 | La Palabra Entre Nosotros

en la historia de la humanidad, probablemente el suceso más trascendental ocurrido hace poco más de 2000 años. Es interesante que lo posterior (la Segunda Venida) lo veamos primero y después lo ya sucedido (la Natividad de Jesús), pero es así porque el Espíritu Santo nos lleva, en las dos últimas semanas de Adviento, a enfocarnos en el acontecimiento de Belén, que todo el mundo reconoce y celebra con alarde de luces, decoraciones, alegría y regalos. La Segunda Venida del Señor. En esta época también se expresa la esperanzada alegría y el anhelante júbilo del corazón humano con las siete “Antífonas de la O” o “Antífo-


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l Adviento es el tiempo en el que nos preparamos para celebrar la gozosa ocasión de la Natividad de nuestro Señor. nas Mayores” que se pregonan entre signo para los pueblos; ante quien el 17 y el 23 de diciembre: los reyes enmudecen y cuyo auxi lio imploran las naciones: ¡Ven a • 17 de diciembre: Oh, Sabiduría, librarnos, no tardes más! que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro • 20 de diciembre: Oh, Llave de confín, y ordenándolo todo con David y Cetro de la casa de Israel; firmeza y suavidad: Ven y muésque abres y nadie puede cerrar; cietranos el camino de la salvación. rras y nadie puede abrir: ¡Ven y ¡Ven pronto, Señor! libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte! • 18 de diciembre: Oh, Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te • 21 de diciembre: Oh, Sol naciente, apareciste a Moisés en la zarza Esplendor de la luz eterna y Sol de ardiente y en el Sinaí le diste tu justicia, ven a iluminar a los que ley: ¡Ven a librarnos con el poder yacen en sombras de muerte: ¡Ven de tu brazo! pronto, Señor! • 19 de diciembre: Oh, Renuevo del • 22 de diciembre: Oh, Rey de las tronco de Jesé, que te alzas como un naciones y Piedra angular de la Diciembre 2021 / Enero 2022 | 31


Iglesia, tú, que unes a los pueblos, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra: ¡Ven, Salvador! • 23 de diciembre: Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, Esperanza de las naciones y Salvador de los pueblos: ¡Ven a salvarnos, Señor Dios nuestro! El mundo estuvo por siglos aguardando la venida del Mesías, anunciada por los profetas y anhelada por los justos, que tristemente no pudieron contemplar su esplendoroso amanecer. Ahora, en el Adviento, la Iglesia conmemora y renueva esta espera del Salvador que ha de venir. Pero el antiguo anhelo, que únicamente se fundaba en la esperanza, es para nosotros un suspiro tranquilo y confiado, que descansa en la consoladora realidad de la redención ya lograda por Cristo, nuestro Señor hace veinte siglos. Con todo, es preciso renovar día a día esta realidad de una forma cada vez más profunda y completa, especialmente en medio de los vientos anticristianos que están soplando por todas partes. Época de autoanálisis. La Navidad es un acontecimiento tan esperanzador y glorioso que requiere preparación; pero no solo aquella que se refiere a los adornos navideños, los cánticos de villancicos, la compra de 32 | La Palabra Entre Nosotros

regalos, ni la planeación de cenas familiares, todo lo cual es bueno, pero no suficiente. Lo que se necesita es la preparación espiritual de cada uno, porque aquí, en el oído, sigue resonando claramente la voz del Bautista: “Preparen el camino del Señor…. ¡Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!” (Mateo 3, 2). Dice la Escritura que, al escuchar esta perentoria exhortación del Bautista, “La gente de Jerusalén y todos los de la región… salían a oírle. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán” (Mateo 3, 5-6). ¡La gente, el pueblo, le hacía caso! Muchísimos reconocían el llamado de Dios en la voz del Bautista que clamaba en el desierto, y admitían sincera y honestamente que en realidad no estaban preparados para la visitación del Santísimo Hijo de Dios. Reconocían que en sus acciones había pecado, injusticia, impureza, corrupción y delincuencia, y de esa manera no podían mostrar la cara ante el Mesías que vendría pronto a visitarlos. San Juan Bautista lo sabía muy bien y por eso conminaba principalmente a los jefes religiosos, los responsables de la salud espiritual del pueblo, a que reformaran sus actitudes y sus acciones: “¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible


castigo que se acerca? Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor, y no presuman diciendo: ‘Nosotros somos descendientes de Abraham’” (Mateo 3, 8-9). En términos modernos, quizás la exhortación podría ser algo como: “Ustedes, pecadores injustos y corruptos del siglo XXI, si no se arrepienten de sus maldades y cambian de conducta, demostrando con obras que se han vuelto a Dios, sufrirán las consecuencias, porque el Señor mira el corazón y conoce la conciencia de todos.” El Sacramento de la confesión. Todo esto nos lleva a la necesidad de confesarnos. ¿Por qué? Porque en la confesión podemos reconocer

nuestras culpas y pedirle perdón a Dios, y él nos perdona, nos libra y nos sana. Se cuenta que una vez Santa Teresa de Ávila, después de haberse confesado, bailó de alegría sobre una mesa tocando las castañuelas para sus hermanas. ¿Por qué? Porque sintió que la carga de sus pecados había sido levantada de sus hombros con la certeza de la absolución, y se sintió tan ligera que los pies le bailaban solos. El Salmo 32 (31) nos ofrece otra imagen. El rey David había sido renuente a reconocer sus pecados y confesarlos al Señor, pero luego dijo: “Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo por mi gemir de todo el día, pues de día y de noche tu mano pesaba sobre mí. Como flor Diciembre 2021 / Enero 2022 | 33


Por eso, ten confianza,

mantente firme en el Señor que murió por amor a ti y acércate al Tribunal de su misericordia lleno de fe y de esperanza ante la gracia de la absolución, del amor divino, que te espera. marchita por el calor del verano, así me sentía decaer.” Luego añade: “Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste”, y le dice al Señor: “Tú eres mi refugio: me proteges del peligro, me rodeas de gritos de liberación.” La confesión es lo más parecido que hay a una conversación cara a cara con Cristo; pero hay que tener la fe y la confianza de que el Señor está allí y es a él a quien le confesamos nuestras faltas. Es parecido a cuando miramos a Cristo en la Sagrada Eucaristía y sabemos que su Presencia Real está allí frente a nosotros, solo que esta vez se encuentra en el sacerdote que me escucha y que recibe mi arrepentimiento y mi contrición. Así, pues, el Señor te dice: “Ten valor y firmeza… Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas” (Josué 1, 6. 9). Por eso, ten confianza, mantente firme en el Señor que murió por amor a ti y acércate al Tribunal de su misericordia lleno de fe y de esperanza ante 34 | La Palabra Entre Nosotros

la gracia de la absolución, del amor divino, que te espera. Hermano, no temas nada, pues no hay nada que temer. No te preocupes si te olvidas de algunos pecados cometidos o no sabes cómo expresarlos. Le puedes pedir ayuda al sacerdote, que no está allí para ver si “pasas o no la prueba”, porque esta no es una prueba; es como una consulta al médico para decirle qué es lo que te aqueja, te duele o te molesta. El sacerdote está allí “en la Persona de Cristo” para escucharte, comprenderte, aconsejarte, animarte y librarte de tus faltas. El premio es tener tu alma llena de la plenitud de la presencia de Dios una vez más. ¡Qué paz, qué tranquilidad, qué alegría, qué libertad! Así que, ánimo, anda a confesarte y así estarás preparando el camino de tu corazón, allanando los collados y enderezando la senda para el Señor, que viene a visitarte en persona en muy pocos días. “Te rogamos, Señor Dios nuestro, que con tu divino poder dispongas nuestros corazones, a fin de que, al venir tu Hijo Jesucristo, nos encuentre preparados para tomar parte en el banquete de la vida eterna y merezcamos recibir de él mismo el alimento celestial. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. (Colecta, primer miércoles de Adviento). ¢


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de diciembre, miércoles Salmo 23 (22), 1-3a. 3b. 4. 5. 6 Habitaré en la casa del Señor por años sin término. (Respuesta del Salmo) “Estaré en casa para la Navidad”, este popular villancico manifiesta lo mucho que asociamos las fiestas con la comodidad del hogar. Aun cuando no podamos estar en casa para esta Navidad, probablemente recordamos tiempos del pasado: Las luces, envolver regalos, decorar el árbol y reunirnos alrededor de la mesa. Pero, ¿has pensado alguna vez cómo el Adviento es también un tiempo para anticipar lo hermoso que será reunirnos en la morada eterna de Dios? Muchas de las lecturas que escuchamos durante el tiempo de Adviento se centran en un solo tema. ¿Por qué? Porque mientras esperamos la venida de Jesús en Navidad, la Iglesia también nos invita a reflexionar en el día en que el Señor vendrá de nuevo, envuelto en gloria, y nos llevará al cielo. Al leer la primera lectura de hoy, este anhelo puede renovarse en nuestro corazón. Como cualquier buen anfitrión, Jesús está deseoso de recibir a sus invitados y darles de comer. Isaías vislumbra un gran festín “para todos los pueblos” (Isaías 25, 6). Todo lo que podríamos desear —Isaías utiliza la imagen de “vinos exquisitos y manjares sustanciosos”— será

nuestro porque estaremos cara a cara con aquel a quien más hemos deseado: Dios mismo. En aquel día, todos los invitados se reunirán como una sola familia alrededor de su mesa porque Dios arrancará “el velo que cubre el rostro de todos los pueblos” (Isaías 25, 7). Todo conflicto, lucha y discusión que presenciamos hoy, incluso en nuestra propia familia, dejará de existir. Habrá gran regocijo en el cielo. Dios “enjugará las lágrimas de todos los rostros” y “destruirá la muerte por siempre” (Isaías 25, 8). Las decepciones, pérdidas y el dolor que hemos experimentado a lo largo de nuestra vida en la tierra, todo eso será curado. Una vez que estemos reunidos con nuestros seres queridos, nunca más tendremos que temer por estar separados de ellos nuevamente. Esto es lo que te espera mientras te preparas para vivir en la casa de Cristo, tu Señor. ¡Alégrate! En este tiempo de Adviento, mientras preparas tu hogar para celebrar la Navidad, recuerda que Jesucristo, el Mesías, está preparando un lugar para ti en su casa. “Padre celestial, gracias por invitarme a habitar en tu casa.” ³³

Isaías 25, 6-10 Mateo 15, 29-37

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de diciembre, jueves Mateo 7, 21. 24-27 No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos. (Mateo 7, 21) En el Evangelio de hoy, Jesús narra la parábola de dos hombres que tienen algunas cosas en común. Ambos construyeron su casa, soportaron tormentas y representan a las personas que escucharon sus palabras. La diferencia es que uno de ellos puso en práctica las palabras de Jesús mientras que el otro no lo hizo. Y el que no lo hizo se enfrentó a la ruina cuando la tormenta destruyó su casa. Si somos como el hombre prudente de la parábola, construiremos nuestra vida sobre la “roca” que es Jesús. Y eso nos dará la fuerza y paz interior para soportar las tormentas de la vida. ¿Cómo podemos hacerlo? La mejor forma de comenzar es con la oración. No puedes tener una relación con Jesús sin rezar. La oración es el canal para que nos encontremos con el Señor y crezcamos en santidad. También es sumamente importante leer la Biblia, escuchar con atención las homilías en la Misa y aprovechar las oportunidades de crecer en el entendimiento de la fe. Estas actividades son el comienzo de un buen fundamento en la fe, 36 | La Palabra Entre Nosotros

pero no lo son todo. Como dice Jesús en la parábola de hoy, es poniendo en práctica sus palabras que cultivaremos una fe sólida y profunda. Cuando somos los ojos de Jesús que observan al estudiante nuevo y tímido, aumentamos nuestra capacidad de ver a Cristo en cada persona. Cuando somos sus oídos y escuchamos al compañero de trabajo que tiene un problema, aprendemos que “el Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos” (Salmo 34 (33), 19). Cuando nos convertimos en su boca al conversar con un vecino solitario o cuando somos sus manos para preparar una comida para un amigo enfermo, fortalecemos no solo nuestra relación con las personas que nos rodean sino también con Dios. Y en cada ocasión, nuestro fundamento en Cristo se hace cada vez más sólido. Jesús no quiere que limitemos nuestra fe a devociones personales; él desea que ella impulse nuestro corazón a actuar. Así es como edificaremos una base fuerte y segura. “Amado Jesús, te pido que seas mi Roca, la base firme de mi vida.” ³³

Isaías 26, 1-6 Salmo 118 (117), 1. 8-9. 19-21. 2527a


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de diciembre, viernes Mateo 9, 27-31 “¡Hijo de David, compadécete de nosotros!” (Mateo 9, 27) ¿Puedes imaginarte ser ciego y de pronto poder ver? ¡Qué estupendo milagro fue que Jesús restaurara la vista de estos dos hombres! Pero no olvides el otro milagro que sucedió también: Que dos hombres clamaran a Jesús porque tenían la fe suficiente para creer que él podía curarlos. La primera parte de cualquier milagro de sanación es invocar a Jesús para pedirle su ayuda. Esa es la razón por la cual este versículo ha sido utilizado durante siglos en las iglesias orientales como la base de sus plegarias. Desde por lo menos el siglo VI, tanto los religiosos como los laicos han rezado la “Oración del nombre de Jesús”: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador.” La Oración del nombre de Jesús, al igual que el Rosario, es simple y repetitiva y nos ayuda a clamar continuamente al Señor. En esta plegaria, la misericordia que estamos pidiendo ciertamente incluye curación física, que fue la petición que le hicieron los dos hombres ciegos a Jesús. Pero también incluye cualquier otra clase de sanación que podamos necesitar que el Señor realice en nosotros: Espiritual, emocional o relacional.

Para prepararte mejor para la gracia que Dios tiene reservada para ti en esta Navidad, podrías intentar rezar la Oración del nombre de Jesús. Pero, antes de comenzar, imagina que eres uno de estos hombres ciegos. Tú tampoco puedes ver a Jesús, pero sabes que está ahí. Mientras dices las palabras “Señor Jesucristo, Hijo de Dios”, imagina que estás frente a él. Piensa en lo asombroso que es que el Señor del universo bajara del cielo para que tú puedas hablar con él personalmente. Al rezar “ten misericordia de mí, pecador”, concéntrate en la palabra “misericordia”. Cuando te encuentras con Jesús, te encuentras con su misericordia: Su amor incondicional, su perdón, su bondad y generosidad. Al repetir las palabras de esta plegaria, recibe la misericordia del Señor. Recuerda, él no vino a condenarte sino a sanarte y liberarte. Jesús vino para ayudarte a “ver” la verdad de que él es todo lo que necesitas. Y reconocer que esto es un milagro en sí mismo. “Señor, abre mi corazón para poder conocerte más profundamente y proclamar que tú eres mi Salvador, te lo ruego.” ³³

Isaías 29, 17-24 Salmo 27 (26), 1. 4. 13-14

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de diciembre, sábado Mateo 9, 35—10,1. 5-8 Ya se acerca el Reino de los cielos. (Mateo 10, 7) Los judíos que escucharon a los apóstoles proclamar esta verdad deben haberse sobresaltado. ¿Dónde estaba este reino y quién estaba a cargo? El pueblo había estado esperando a un gobernante humano que resolviera los problemas que estaban enfrentando: Pobreza, enfermedad, injusticia y opresión. Y sin embargo, dos mil años después, seguimos viendo los mismos problemas en el mundo. Dios no miente. Jesús anunció que ese reino estaba cerca, así que podemos tener la certeza de que lo está. Solamente necesitamos abrir los ojos para verlo. Al igual que los israelitas, cuando escuchamos la palabra “reino”, naturalmente nos imaginamos dominios terrenales gobernados por líderes poderosos. Sin embargo, en su plenitud, el Reino de los cielos se conforma de amor, porque el Amor mismo lo gobierna. Entonces, ¿cómo hacemos nosotros, que somos ciudadanos del reino, para mostrarlo a todas aquellas personas que nos rodean? Nos corresponde imitar a Jesús, Aquel cuyo amor gobierna su reino; siguiendo su ejemplo, cuyo corazón

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se conmueve con compasión por los más desvalidos (Mateo 9, 36). A lo largo de su ministerio, Jesús atendió con generosidad y bondad las necesidades de la gente con la que se encontraba. Recuerda al enfermo de lepra que acudió a él para ser sanado o a la mujer sorprendida en adulterio a quien él se negó a condenar (Lucas 5, 12- 13; Juan 8, 1-11). Si queremos hacer avanzar el reino de Dios, debemos pedir la gracia para amar como Jesús amó. ¿Conoces a alguien que necesite unas palabras de aliento o alguien que necesite ser escuchado? ¡Esta persona podría ser alguien de tu propia familia! Mira a tu alrededor para ver si encuentras a quien necesita consuelo y oración para ser curado. O quizá Dios te está llamando a ser más activo en servir a los pobres o defenderlos. Tú eres un emisario del Rey del cielo. Dios cuenta contigo para que su reino no sea solo una idea hermosa sino algo real y visible. Eso significa un reino lleno de ciudadanos que responden con generosidad y compasión a las necesidades de los demás. “Señor, te ruego que me ayudes a dar testimonio de ti.” ³³

Isaías 30, 19-21. 23-26 Salmo 147 (146), 1-2. 2-4. 5-6


MEDITACIONES DICIEMBRE 5-11

de Dios en medio de aquellos que regresaban. Lo que Baruc les dijo a los israelitas es lo que el Espíritu Santo quiere decirte a ti: Si deseas ver a Jesús, no mires solamente hacia el cielo. Mira también a las personas que te rodean. de diciembre, domingo Baruc 5, 1-9 Haz este experimento mientras El Señor guiará a Israel en medio estés en Misa. Cada vez que te ponde la alegría. (Baruc 5, 9) gas de pie (para la proclamación del Quizá alguna vez has visto a Jesús Evangelio, el Credo, la aclamación reflejado en otra persona y experidel Amén y la Comunión), obsermentaste la presencia del Señor. va a las personas que están junto a Aunque no parezca, esta es la ti. Piensa: “Estos son mis hermanos, Jesús me los ha dado para que clase de visión que Baruc le da a su yo pueda encontrarlo a él más fácilpueblo en la primera lectura de hoy. mente. Cada uno de ellos revela una Baruc estaba hablando a la gente de Jerusalén, un pueblo que había sobre- faceta diferente del amor y la fidelivivido a un devastador asalto militar dad de Dios.” y que ahora apenas podía satisfacer Todas estas personas son valiosas para el Señor. Junto contigo, sus necesidades básicas en medio de conforman el Cuerpo de Cristo. las ruinas de la ciudad. La mayoría de sus compatriotas israelitas habían Esto significa que Jesús está presente en ellos, así como está presente sido llevados al exilio en Babilonia, dejando tras ellos un panorama som- en la Hostia y el Cáliz. Así que no te brío y destruido por la guerra. limites a ver solamente para arriba. Al ver el sufrimiento de su pueblo, También mira hacia afuera, y maravíllate de que Jesús viene a ti en una Baruc les dio un mensaje inesperado forma tan personal. de parte de Dios. En lugar de decirles que vieran hacia arriba y fijaran “Señor, te pido que abras mis ojos sus ojos en el Señor, dirigió su mirada para poder verte a ti.” hacia afuera, desde donde finalmente verían a sus hermanos exiliados ³³ Salmo 126 (125),1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 Filipenses 1, 4-6. 8-11 regresar a casa en una procesión Lucas 3, 1-6 gozosa. Él les prometió que si miraban con atención, verían la presencia

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de diciembre, lunes Lucas 5, 17-26 El paralítico… se fue a su casa glorificando a Dios. (Lucas 5, 25) De cierta forma, el Adviento nos coloca en la misma posición espiritual que el hombre paralítico y sus amigos de los cuales habla el Evangelio de hoy. Cuando escucharon que Jesús estaba cerca, deben haber sentido un gran deseo de verlo. De lo contrario, ¿por qué habrían realizado una acción tan extrema como romper el techo? Con seguridad tenían la fe de que Jesús podía sanar, así que se esforzaron lo más que pudieron para llevar a su amigo frente a él. Luego, cuando finalmente se encontraron con Jesús y su poder se regresaron con el corazón rebosante de alegría. Como los hombres de este relato, todos anhelamos ver a Jesús. Deseamos experimentar su presencia y recibir su sanación. Todos compartimos este deseo. Esto se debe a que fuimos creados para Cristo, y, como dice San Agustín, nuestro corazón no descansa hasta que descanse en el Señor. Cuando este anhelo surge en nuestro corazón, nuestra mejor respuesta es cumplirlo con la fe que estos hombres tuvieron. Es la fe que cree que Jesús realmente nos ama y solo desea el bien para nosotros. Es la 40 | La Palabra Entre Nosotros

fe que cree que Jesús incluso puede romper las leyes de la naturaleza para concederle a nuestro corazón su amor sanador. Escuchar que el Señor está cerca de nosotros durante el Adviento puede despertar nuestro anhelo por él, y eso puede motivarnos a actuar. El esfuerzo que estos hombres hicieron para llevar a su amigo a donde estaba Jesús puede inspirarnos a dar un paso más en nuestro camino para buscarlo: A través de la oración adicional, quizá, o dedicando un poco más de tiempo para meditar en la Escritura. Pero no todo se trata de nuestro deseo y nuestra acción. Recuerda, la meta principal de todo esto es acercarnos a Jesús. Y la Escritura nos muestra que quien acuda a Jesús con la fe de estos hombres queda lleno de alegría. Su vida es transformada porque ha conocido al Hijo de Dios, cuyo amor lo trajo a la tierra como nuestro Salvador. “Amado Jesús, te pido que me ayudes a tener una fe plena en mi corazón durante este tiempo de Adviento para poder encontrarme contigo.” ³³

Isaías 35, 1-10 Salmo 85 (84), 9ab-10. 11-12. 13-14


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de diciembre, martes Mateo 18, 12-14 Se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le perdieron. (Mateo 18, 13) ¿Se alegrará más por encontrar una oveja perdida que por las noventa y nueve que se quedaron donde debían estar? ¿No es que desea que lo sigamos fiel y obedientemente? ¡Claro que sí! Y por supuesto que se alegra por nuestra fiel obediencia. Pero Jesús también quiere hacer por nosotros lo que estaba tratando de hacer por los jefes religiosos de Israel cuando les contó esta parábola: Desea darnos una perspectiva distinta para enseñarnos a valorar lo que él valora. Jesús nos ama a cada uno de nosotros. Pero cuando se trata de las personas temerosas, confundidas o sumidas en el pecado, ellas tienen un lugar especial en su corazón. El Señor no desea ver a ninguna de estas personas perderse o quedarse atrás. Y tampoco quiere que nosotros, sus discípulos, les demos la espalda. Jesús desea que compartamos con ellos. Este llamado a cuidar de aquellos que se sienten extraviados a menudo requiere de dos cambios en nuestra perspectiva. Primero, debemos adoptar la visión de Jesús para que realmente podamos identificar

a las personas que se han desviado del camino. Es sencillo vivir en un mundo creado por nosotros mismos, apartado de forma segura de cualquier persona que sea diferente a nosotros. ¿Cómo podemos cuidar de alguien si no notamos su presencia? Segundo, debemos adoptar el corazón de Jesús y pasar del juicio a la compasión. Podemos sentirnos tentados a ver a estas personas y buscar sus defectos de carácter. Pero a menos que reemplacemos nuestras actitudes de juicio con respeto y buena voluntad, no seremos capaces de guiarlos de vuelta hacia el Señor. Es bueno que examines tu disposición hacia aquellos a quienes tiendes a juzgar severamente. Podría ser un grupo de personas, como los recaudadores de impuestos, quienes enfurecían a muchos de los fariseos en los tiempos de Jesús. O tal vez son solo una o dos personas que conoces. Pídele a Dios que te perdone por cualquier actitud negativa que puedes tener hacia ellos, y dile que quieres aprender a amarlos. “Señor, te pido que transformes mi forma de pensar y me enseñes a buscar al que se ha perdido.” ³³

Isaías 40, 1-11 Salmo 96 (95), 1-2. 3. 10ac. 11-12. 13

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de diciembre, miércoles Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María Lucas 1, 26-38 Alégrate, llena de gracia. (Lucas 1, 28) Los pasajes de la Escritura que escuchamos en la Misa de hoy han inspirado durante mucho tiempo la enseñanza de la Iglesia sobre la naturaleza inmaculada de la concepción de María. Pero vale la pena considerar la razón por la cual Dios se tomó la molestia de revelarnos esta asombrosa verdad: Fue porque la gracia que María recibió al momento de su concepción es una prefiguración de la gracia que es nuestra y que será plenamente revelada cuando nos unamos a ella en el cielo. ¿Cuáles fueron las primeras palabras que el ángel Gabriel dijo cuando se le apareció a María? “Alégrate, llena de gracia” (Lucas 1, 28). Estas son las mismas palabras que decimos cuando rezamos el Rosario. La palabra griega charitoo, que significa gracia, se refiere a bendiciones que ya han sido concedidas pero que aún siguen derramándose. Como lo dijo un teólogo, María fue “completa, perfecta y perdurablemente beneficiada por Dios con una gracia inmerecida.” De modo que en esta fiesta de la Inmaculada Concepción, celebramos que Dios, en su misericordia, derramó su gracia sobre ella y continúa

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derramándola como un don abundante y permanente para cada uno de sus hijos. ¡Esa es tu herencia! Aunque no hayas sido concebido libre de pecado original como María, eso no significa que Dios no te conceda su gracia. Por el contrario, él desea llenarte con su gracia sobreabundante para que tú puedas vencer la tentación del pecado y eventualmente llegar a verlo a él cara a cara en su hogar celestial. Como dijo San Pablo en la segunda lectura de hoy, Dios “nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales” (Efesios 1, 3, énfasis añadido). Es decir, en Cristo, Dios ha hecho posible que un día seamos como María: Perfectos, santos y unidos a Jesús en la vida eterna. Recuerda siempre que Dios ha llenado tu corazón de su gracia. Alégrate en lo que él ha hecho por ti, celebra su misericordia y su amor. Y, ¡agradece a la Virgen por ser un modelo tan hermoso de lo que significa vivir en la gracia que Dios ha derramado sobre ti! “¡Gracias, Señor, por darnos a María Inmaculada como nuestra Madre y como un gran modelo de fe!” ³³

Génesis 3, 9-15. 20 Salmo 98 (97), 1. 2-3ab. 3bc-4 Efesios 1, 3-6. 11-12


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de diciembre, jueves Isaías 41, 13-20 …yo soy el que te ayuda. No temas… (Isaías 41, 13) Las personas que primero escucharon estas palabras se estaban enfrentado a temibles obstáculos. Después de décadas de exilio en Babilonia, estaban a punto de iniciar un largo viaje de regreso a su hogar en Jerusalén. Se preguntaban qué encontrarían al llegar y cuántas dificultades tendrían que soportar de camino. Muy consciente de las adversidades que enfrentaban, Isaías transmitió la promesa que Dios tenía para su pueblo: El Señor mismo los ayudaría. Ya había actuado poderosamente para liberarlos en el pasado, y ahora prometía hacerlo una vez más. ¿Qué significaba esto? Esta profecía es muy poética. Las montañas se derrumbarán frente a las personas, los manantiales brotarán de la tierra seca y en el desierto crecerán árboles frondosos. En resumen, Dios los ayudaría a continuar y a confiar en él; y él mismo los redimiría y los llevaría de regreso al hogar. ¡Qué mensaje más esperanzador! Pero, este mensaje no era solamente para ellos, también lo es para ti. Dios te ayudará a vencer las dificultades mientras caminas hacia él. Piensa en un problema que estés enfrentando. ¿Cuál es la ayuda que

más necesitas hoy? Es posible que encuentres obstáculos en tu camino. Pero recuerda que tu amoroso y poderoso Dios te ayudará, él caminará a tu lado. A veces él derriba una “montaña” inspirándote a vencer el obstáculo de un comportamiento negativo, además de concederte una confianza renovada en la gracia que te ofrece para ayudarte. El Señor podría hacer brotar un “manantial” en la tierra seca, refrescándote con su amor y curando las heridas de tu corazón por medio de su presencia. Así te ayudará a ponerte en paz con quien te haya hecho daño. Podría también, hacerte fructífero como un “árbol frondoso” motivándote a ayudar a un amigo que pasa una necesidad o a participar más activamente en la misión de una parroquia. No importa la forma en que Dios cumpla su promesa de ayudarte, confía en que lo hará. Cree en que él puede realizar milagros de curación y liberación. Y cree también en que él camina a tu lado mientras cruzas el desierto, y caminas hacia él. “Señor, gracias por darme la salvación.” ³³

Salmo 145 (144), 1. 9. 10-11. 12-13ab Mateo 11, 11-15

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de diciembre, viernes Mateo 11, 16-19 Tocamos la flauta y no han bailado. (Mateo 11, 17) Jesús compara a “esta gente” con los niños que demandan que sus compañeros de juego siempre hagan lo que ellos quieren: Bailar cuando ellos tocan una tonada, llorar cuando cantan canciones tristes. Pero Jesús mismo no seguía la corriente; más bien, le dijo a la multitud: “La sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras” (Mateo 11, 19). En otras palabras, acepten o rechacen algo por el fruto que produce, no en si está de acuerdo con la opinión actual. Podríamos pensar que los niños en el Evangelio de hoy son un poco necios. Pero su actitud puede enseñarnos a recibir a Jesús más plenamente en esta Navidad. Obviamente, todos somos pecadores, así que sabemos que no siempre Jesús estará de acuerdo con nuestras opiniones o preferencias. Por eso no deberíamos esperar que él se ajuste a nuestros planes cuidadosamente diseñados. Más bien, debemos escuchar la música que él está tocando. ¿Nos está pidiendo que vayamos más allá de nuestra limitada forma de pensar y de tener expectativas? O quizá nos está invitando a encontrarnos con él en formas novedosas. 44 | La Palabra Entre Nosotros

Para algunos de nosotros, esto podría significar estar dispuestos a servir al lado de otros creyentes que pueden estar en desacuerdo con nosotros en algunos detalles de la doctrina o de la política. O quizá sentiremos que Jesús nos motiva a dejar de lado nuestras ideas juiciosas sobre el vecino que siempre parece vernos por encima del hombro. Podríamos intentar entender el punto de vista de las personas que pertenecen a un contexto social o económico diferente y así poder verlos a ellos de una forma renovada. O tal vez el Espíritu nos pide que nos distanciemos de conversaciones que no son para nada edificantes. Si nos despreocupamos de nosotros mismos e intentemos estar en sintonía con los pensamientos y acciones de Jesús, estaremos más cerca suyo. Eso nos ayudará a recibirlo con mayor plenitud cuando celebremos su nacimiento en esta Navidad. La canción del Reino está sonando, y Jesús te está invitando a unirte a él. ¡No permitas que nada se interponga en el camino! “Señor, deseo seguir tu guía, no esperar a que tú sigas la mía.” ³³

Isaías 48, 17-19 Salmo 1, 1-2. 3. 4. 6


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de diciembre, sábado Mateo 17, 10-13 Los discípulos preguntaron a Jesús… (Mateo 17, 10) Solo unas horas antes de la conversación que se narra en el Evangelio de hoy, los discípulos habían presenciado la transfiguración de Jesús. Ahora conversaban mientras bajaban de la montaña. Podría parecer extraño que preguntaran por Elías cuando acababan de ser testigos de algo mucho más importante. Pero, no olvidemos que los discípulos caminaban al lado de Jesús: El Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, la Palabra hecha carne. Lo tenían todo para ellos, así que sacaron provecho de la oportunidad para hacer la pregunta. ¿Quién sabe? Es posible que hicieran más de una. O quizá solo escucharon lo que él les dijo después. Ellos atesoraban tanto los momentos íntimos, las experiencias “en la cima del monte” así como las caminatas para bajar de él. Este relato nos muestra que incluso los momentos ordinarios con el Señor pueden ser tan especiales como los “grandes momentos”. Estamos próximos a alcanzar la cima de este camino de Adviento. La Navidad, con sus coros de ángeles y sus pastores asombrados, está muy cerca. Pero no olvides que hoy es un día especial.

Hoy es el día perfecto para dedicar unos momentos adicionales de oración y quedarte con el Señor solo para ti. Quizá, al igual que los discípulos, tengas alguna pregunta en mente que quieras hacerle. Si no puedes pensar en ninguna, intenta esta: “Señor Jesús, ¿por qué viniste en la forma de un bebé?” Luego quédate en silencio; procura fijar tu atención en él. A veces ayuda imaginar que estás sentado a su lado mirándolo a los ojos. Presta atención a las ideas o imágenes que vienen a tu mente. Si sientes que te están acercando más a Jesús, es posible que sea porque vienen de él. Conversar con Jesús es realmente simple. ¿Quién sabe? Este podría ser el inicio de una conversación real. Por lo menos, tú puedes confiar en que el Señor hará brillar su gracia y misericordia en tu corazón, así como brilló su gloria en la Transfiguración. Jesús desea que recuerdes que él siempre está contigo, acompañándote por el camino. El Señor está dispuesto a convertir un día ordinario en uno extraordinario. “Señor Jesús, te pido que me ayudes a disfrutar de tu presencia aquí y ahora.” ³³

Eclesiástico 48, 1-4. 9-11 Salmo 80 (79), 2ac. 3b. 15-16. 18-19

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MEDITACIONES DICIEMBRE 12-18

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de diciembre, domingo Filipenses 4, 4-7 Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! (Filipenses 4, 4) San Pablo creía que la alegría era una actitud fundamental que todos deberíamos procurar mantener, aun cuando las cosas no salgan como queremos. En realidad, en esta corta carta a los filipenses, habló quince veces sobre estar alegres. Y no olvidemos que, ¡Pablo estaba en prisión cuando escribió la carta! Él no iba a permitir que las circunstancias le robaran su alegría. ¿Cómo se mantenía Pablo alegre? Primero, se regocijaba porque conocía el amor de Jesús. Si lees los dos capítulos anteriores de esta carta, verás que ahí entona un himno que alaba la disposición de Jesús para desprenderse de sí mismo, convertirse en hombre y morir en la cruz (Filipenses 2, 7-8). Y luego, en el siguiente capítulo escribe: “A nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor” (3, 8). Pensar continuamente en el amor de Jesús, ese amor que se 46 | La Palabra Entre Nosotros

ofrece libremente, mantenía a Pablo lleno de alegría. Segundo, Pablo se alegraba en los filipenses mismos. Ellos eran su alegría y su corona (Filipenses 4, 1). Eran sus queridos amigos que se habían unido a él “con la causa del evangelio” (1, 5). Se alegraba porque sabía que tenía hermanos y hermanas que lo amaban y lo apoyaban en su fe. Nosotros enfrentaremos momentos de prueba y sufrimiento, pero Jesús nos pide que nos regocijemos ya sea que el sol brille sobre nosotros o no. El Señor desea que nos alegremos al prepararnos para Navidad. Si Pablo estuviera aquí, nos exhortaría a ver nuestra vida a través de los ojos del amor de Dios. Nos animaría a procurar mantener la paz en todo tiempo. También nos motivaría a rezar durante los tiempos difíciles y a buscar activamente razones para regocijarnos. Jesús ha hecho mucho por nosotros. Paguémosle alegrándonos en su amor, y compartiendo esa alegría con las personas que nos rodean. “Señor Jesús, te pido que me ayudes a permanecer alegre, especialmente cuando enfrento las adversidades de la vida.” ³³

Sofonías 3, 14-18 (Salmo) Isaías 12, 2-3. 4bcd. 5-6 Lucas 3, 10-18


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de diciembre, lunes Mateo 21, 23-27 ¿De dónde viene el bautismo de Juan? (Mateo 21, 25) Este debería haber sido un encuentro alegre. Pero cuando los sumos sacerdotes y los ancianos se acercaron a Jesús en Jerusalén y le cuestionaron su autoridad, ya estaban en el camino equivocado. En algún punto dieron un giro erróneo que les impedía aceptar que Jesús era el Mesías. Ellos consideraban a Jesús como un obstáculo para la verdadera piedad. Al preguntar “¿Quién te ha dado semejante autoridad?”, dejaron al descubierto cuánto se le oponían. Y al responder con otra pregunta — sobre Juan el Bautista— no fue para evadir la pregunta sino para invitarlos a regresar al punto en que habían perdido el rumbo. Juan predicaba sobre el arrepentimiento para preparar al pueblo para recibir a su Mesías. Pasó su vida invitando a las personas a volverse a Dios. Él era como una bifurcación en el camino: Una vez que escuchabas su mensaje, sabías que debías decidir por cuál camino ibas a seguir. Así que cuando los jefes religiosos discutieron con Jesús en el templo, tres años más tarde, demostraron que ya le habían cerrado su corazón. Habiendo escuchado a Juan predicar en el desierto, decidieron seguir el camino

equivocado: El de la incredulidad y la oposición (Juan 1, 19-28). Si alguna vez descubres que te faltan la alegría y la paz de Cristo, tómalo como una invitación a cambiar la ruta. ¿Dónde o cuando te alejaste de Jesús, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo? ¿Cómo te desviaste de ese urgente pero esperanzador llamado de Juan al arrepentimiento? Luego, toma la decisión de regresar. Los dispositivos modernos de localización generalmente tienen una voz agradable que te indica que no giraste donde debías y cómo regresar a la ruta correcta. El Espíritu Santo puede ser tu guía si tú se lo pides. Con su distintiva voz, él te guiará de vuelta a Jesús. Podría incluso llevarte de regreso al mensaje de Juan el Bautista para que puedas alejarte del pecado y volverte al Señor. Nunca es demasiado tarde para iniciar de nuevo. Jesús murió y resucitó para salvarte. Aun cuando hayas andado por el camino equivocado durante mucho tiempo, el Espíritu puede ayudarte a regresar rápidamente. “Espíritu Santo, te ruego que me muestres el camino.” ³³

Números 24, 2-7. 15-17 Salmo 25 (24), 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9

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de diciembre, martes Mateo 21, 28-32 Se arrepintió. (Mateo 21, 29) Pareciera que los jefes religiosos se sintieron insultados cuando escucharon esta parábola. Deben haber pensado que Jesús los estaba comparando con el primer hijo del relato, que le dijo al padre que iría a trabajar a la viña pero finalmente no fue. Quizá fue más insultante que Jesús identificara al segundo hijo, que finalmente hizo la voluntad del padre, con los recaudadores de impuestos y las prostitutas que sí creyeron en él. Jesús estaba tratando de hacer valer su punto: Estos jefes religiosos necesitaban un cambio de mente y corazón. Ellos se habían estado resistiendo a la voluntad de Dios al rechazar a Juan el Bautista, y ahora lo estaban rechazando a él, el Hijo de Dios, que había venido a salvarlos. Lo que Jesús quería para los jefes religiosos en Jerusalén, también lo quiere para todos nosotros. Podrías decir: “Yo no soy como esos fariseos, yo creo en Dios e intento asistir a Misa.” Pero eso es solo una parte de la vida cristiana. Dios también te llama a disponer continuamente tu corazón de manera que puedas seguirlo más de cerca. Al igual que el segundo hijo de la parábola, todos necesitamos una 48 | La Palabra Entre Nosotros

conversión continua, ese “cambio de la forma de pensar” que nos lleve de regreso al viñedo para amar y servir al Señor. Trabajar en el campo significa tener un corazón de servidor o estar abierto a lo que Dios nos pida. De manera que, cambiar nuestra forma de pensar significa asegurarnos diariamente de que no estamos resistiéndonos a Dios y su voluntad sino que estamos procurando seguirlo a él, a donde sea que nos lleve. Por eso, hazte esta pregunta: “¿Cómo está actuando Dios en mi vida? ¿De qué formas estoy aceptándolo, aun cuando al principio me resistiera?” Luego agradécele por la gracia de ayudarte a crecer y a aceptar su voluntad, aun cuando a veces se sienta como una carga. Pero también dedica algo de tiempo a revisar las áreas donde podrías estarte resistiendo a las invitaciones que Dios te hace. Podrían ser pequeñas, o grandes, formas en las que todavía no confías en su plan para tu vida. Si es así, pídele al Espíritu Santo la gracia para transformar tu mente. “Señor, te ruego que continúes transformando mi corazón.” ³³

Sofonías 3, 1-2. 9-13 Salmo 34 (33), 2-3. 6-7. 17-18. 19. 23


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de diciembre, miércoles Lucas 7, 19-23 Dichoso el que no se escandalice de mí. (Lucas 7, 23) Ciertamente puede ser difícil aceptar lo que es inesperado. Pero eso fue lo que se le pidió a muchos que hicieran en tiempos de Jesús. Había muchas expectativas diferentes sobre cómo sería el Mesías. ¿Sería un militar? ¿Sería un rey benevolente? Pero Jesús alteró por completo estas expectativas. En realidad, el Mesías resultó ser un humilde carpintero. Sin embargo, hubo gente que sí aceptó a Jesús como el Mesías. Respecto a ellos, Jesús dijo: “Dichoso el que no se escandalice de mí” (Lucas 7, 23). Estas personas debieron renunciar a las expectativas originales que tenían del Mesías para poder reconocer al Señor y aceptarlo. Así tuvieron la libertad de recibir la fe que les permitió ver quién era él en realidad. Nosotros también tenemos que renunciar a nuestras expectativas para poder encontrar la fe para ver a Jesús actuando en nuestra vida. Por ejemplo, es el proceso que vivimos cuando un hijo adulto, que ya no vivía con nosotros, regresa a la casa. Esperábamos que ya fuera a vivir por su propia cuenta; pero cuando dejamos de lado nuestra expectativa, podemos reconocer al Señor

actuando en nuestra relación con nuestro hijo. O tal vez no esperábamos perder el trabajo pero vimos a Dios proveer para nosotros a través de la ayuda que recibimos por parte de otras personas. No hay duda de que actuar en tales escenarios no es un proceso simple o cómodo, a menudo puede ser complicado. A menudo no sabemos que tenemos ciertas expectativas hasta que se quedan sin cumplir, y las descubrimos conforme la situación se desarrolla y podemos experimentar decepción o pérdida. Pero el Señor sigue a nuestro lado, dispuesto a guiarnos a través de las circunstancias y a mostrarnos el amor que nos tiene. Si en este tiempo de Adviento descubres que tus expectativas no se han cumplido o que necesitan un ajuste importante, entrégaselas al Señor. Pídele la gracia de creer que él estará actuando en cada situación, ya sea que la esperaras o no. Si abres tu corazón y tu mente para ver a Jesús que te revela su gloria, ¡serás verdaderamente bendecido! “Señor Jesús, te pido que me ayudes a aceptar todo lo que estás haciendo en mi vida.” ³³

Isaías 45, 6-8. 18. 21-25 Salmo 85 (84), 9ab.-10. 11-12. 13-14

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de diciembre, jueves Lucas 7, 24-30 No hay nadie más grande que Juan entre todos los que han nacido de una mujer. (Lucas 7, 28) ¿Puedes sentir el orgullo y la satisfacción de la gente cuando reconocen la “justicia de Dios” (Lucas 7, 29)? Juan fue enviado para preparar el camino del Señor, y su llamado fue para todos. Además del bautismo, Juan llamó a las personas a arrepentirse y, lo que es más importante, a dar fruto por medio de ese arrepentimiento. A pesar de que muchos de los jefes religiosos de Israel lo rechazaron, muchas otras personas, incluyendo a los recaudadores de impuestos, aceptaron agradecidos el mensaje de Juan. Y luego Jesús les habló de lo grande que era Juan. Así que, después de todo, ¡habían tomado la decisión correcta! Hay un paralelismo entre cada uno de estos tres elementos del llamado de Juan en nuestra vida. Primero, el bautismo de Juan era una prefiguración de nuestro propio Bautismo en el cual nos convertimos en una nueva creación y en ciudadanos del Reino de Dios. Esto es algo que debemos recordar a menudo, no debemos olvidar quiénes somos a los ojos de Dios y lo que él ha hecho por nosotros. Segundo, el llamado de Juan al arrepentimiento nos recuerda que 50 | La Palabra Entre Nosotros

cada vez que celebramos el Sacramento de la Reconciliación o cuando nos arrepentimos frente al Señor por nuestra cuenta, estamos haciendo mucho más que decir “lo siento”. Estamos abriendo nuestro corazón para recibir más de los dones que se derramaron sobre nosotros en el Bautismo. Al ser bautizados, nuestros pecados fueron sepultados con Jesús (Colosenses 2, 12). Ahora recibimos la gracia de Dios al convertirnos plenamente en una nueva creación. Tercero, cuando el bautismo y el arrepentimiento están en el lugar correcto, lo que sigue naturalmente es dar fruto. Al acercarte más a Jesús, te acercarás más naturalmente a otros que pasan necesidad. Entre más permitas que la nueva creación se manifieste en ti, más te sentirás motivado a edificar el Reino de Dios. Juan preparó el camino del Señor por medio del llamado a arrepentirse, bautizarse y dar fruto, y esta es la misma invitación que Dios nos hace a nosotros. “Señor, por tu muerte fui sepultado contigo e insertado en una nueva vida contigo. Por el poder de tu Espíritu te pido que me ayudes a dar el fruto necesario para edificar tu Reino.” ³³

Isaías 54, 1-10 Salmo 30 (29), 2. 4. 5-6. 11-12a. 13b


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de diciembre, viernes Mateo 1, 1-17 Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. (Mateo 1, 1) Una familia compuesta por mentirosos, adúlteros, asesinos, fornicadores, conspiradores y blasfemos. ¡Qué grupo más desdichado! Y sin embargo, el miembro más famoso de este árbol genealógico no es conocido por un pecado grave o un horrible crimen. Todo lo contrario, en realidad, es Dios hecho hombre, Jesucristo, nuestro Salvador. ¿Por qué crees que Dios eligió semejantes personajes para ser los ancestros de su Hijo? ¿Fue lo mejor que se le ocurrió? Bueno, en cierta forma, ¡sí! No importa lo buena que una familia pueda parecer en la teoría, todos siguen siendo seres humanos imperfectos y pecadores. Siglos de historia bíblica nos han mostrado que Dios generalmente no escoge a los más valientes o fuertes, ni siquiera a las personas más santas para llevar a cabo su plan. Dios elige a personas ordinarias y pecadoras. Y por eso, Jesús nació en un linaje imperfecto que fue santificado por la gracia de Dios. Sin embargo, ese no era un problema para él, que puede actuar a través de cualquier circunstancia. El Señor se deleita en llenarnos a nosotros, vasijas resquebrajadas como somos, con su amor.

¿Te sientes indigno de ser parte del plan de Dios? Bueno, todos somos indignos. Pero a pesar de lo torcida que pueda ser nuestra historia personal, eso no impide que el Señor nos ofrezca una nueva identidad como sus hijos. Todos aquellos que han sido bautizados en Cristo son insertados en un linaje sin mancha y reciben la gracia de disfrutar de su nueva herencia. Con su poder, Dios redimió un linaje de marginados y malhechores. Y utilizó a esta familia como una parte importante de su plan. El Señor está dispuesto a hacer lo mismo contigo. Tú eres capaz de reflejar el amor y la bondad de Cristo en este mundo, así como lo fueron David, Salomón o Moisés. Acércate al Señor y pídele que te muestre el plan que tiene para ti. ¿Te está pidiendo que acerques a alguien a Cristo? ¿Le permitirás que renueve tu celo por predicar la buena nueva? Recuerda siempre que tú eres parte de un linaje real, y que ¡nada es imposible para Dios! “Padre, te pido que me ayudes a asumir mi lugar en tu plan. Indigno, como soy, permíteme ser tu luz para el mundo, te lo ruego.” ³³

Génesis 49, 2. 8-10 Salmo 72 (71), 2. 3-4ab. 7-8. 17

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de diciembre, sábado Mateo 1, 18-24 Un ángel del Señor le dijo en sueños… (Mateo 1, 20) Los sueños pueden ser felices, aterradores o extraños, ¡si es que podemos recordarlos! Pero, como generalmente no tienen sentido, la mayoría de nosotros ni siquiera los tomamos en serio, mucho menos tomamos decisiones importantes en la vida basándonos en ellos. Sin embargo, eso fue exactamente lo que hizo San José. La lectura del Evangelio de hoy nos dice que la primera vez que esto sucedió fue cuando un ángel le dijo en un sueño que tomara a María por esposa, aun cuando ella estaba embarazada de un niño que no era suyo. Luego, después del nacimiento de Jesús, recibió instrucciones en un sueño de huir a Egipto, en lugar de regresar a Nazaret (Mateo 2, 13). Esta decisión le permitió a la Sagrada Familia escapar de Herodes quien estaba buscando al niño Jesús para matarlo. Debe haber habido algo poco usual y muy convincente en los sueños de José para que él decidiera hacerles caso. Sin embargo, por muy poderosos que fueron, él todavía debe haber tenido dudas. ¿Era disparatado pensar que realmente vinieran de Dios? Quizá las personas que eran 52 | La Palabra Entre Nosotros

cercanas a él cuestionaron su juicio. Debe haber sido un gran salto de fe tomar a María como esposa y más adelante, dejar a su familia y amigos para comenzar una vida nueva en un país extranjero. Estas decisiones guiaron a José en direcciones que eran completamente inesperadas y que él no había planeado. Pero José confió en Dios, y el mundo es distinto gracias a ello. Cuando tienes una decisión importante que hacer, puedes confiar, como José, en que Dios te ayudará. Busca las señales que él puede poner en tu camino. Podrían no ser tan evidentes como un sueño vívido, pero él tiene otras formas de acercarse a ti, tal vez a través del consejo de un buen amigo o un pasaje de la Escritura que se anida en tu corazón. Y si todavía no estás seguro de qué hacer, confía en que Dios te guiará por el camino que tomes. Si buscas su guía y haces lo mejor que puedas por servirlo, Dios no te condenará, aun cuando las cosas no resulten como las planeaste. El Señor seguirá bendiciéndote, porque él es fiel y te ama. “Amado Señor, te pido que me ayudes a discernir tus planes para mí.” ³³

Jeremías 23, 5-8 Salmo 72 (71), 2. 7-8. 12-13. 17


MEDITACIONES DICIEMBRE 19-25

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de diciembre, domingo Hebreos 10, 5-10 Suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. (Hebreos 10, 9) Estamos a pocos días de la Navidad, y las lecturas de hoy nos hablan de las cosas nuevas que surgieron por medio del nacimiento de Jesús. Echa una mirada a la segunda lectura. El autor de la carta a los hebreos nos dice que Jesús vino a suprimir “lo antiguo” y establecer algo “nuevo” (Hebreos 10, 9). ¿A qué se refiere con esto? “Lo antiguo” son los sacrificios y ofrendas que tenían lugar en el templo de Jerusalén (Hebreos 10, 8). En lugar de estos sacrificios, Jesús estableció lo “nuevo”: “Vengo para hacer tu voluntad” (Hebreos 10, 9). El Señor remplazó los incontables sacrificios que el pueblo ofrecía con su propio corazón lleno de confianza y obediencia. Dios no necesita nuestros sacrificios. Nosotros no necesitamos convencerlo de que nos ame. Desde luego que él se deleita en ver que sus

hijos hacen sacrificios por el bien de su Iglesia, pero su amor no depende de eso. No es algo que podemos ganarnos, más bien es algo que recibimos como un don generoso. Por supuesto, nuestros sacrificios agradan al Señor, especialmente los que hacemos por nuestra familia y por los pobres. Pero el significado de la Navidad es el amor de Jesús, no nuestros esfuerzos; es su generosidad, no nuestro duro trabajo. En lugar de exigirnos sacrificios, el Señor hizo exactamente lo contrario: Al hacerse hombre se sacrificó a sí mismo por nosotros. En lugar de abandonarnos debido a los pecados que hemos cometido, se acercó más a nosotros para redimirnos. No fue por nuestros sacrificios, ni nuestro sufrimiento, sino por su amor. Quedan muy pocos días, Jesús está a punto de hacer nuevo todo otra vez. Fija tus ojos en él y permite que te revele lo que es nuevo para ti: El amor que salva y la obediencia que santifica. “Amado Jesús, gracias por tu amor, por tu sacrificio y por hacer la voluntad de tu Padre.” ³³

Miqueas 5, 1-4 Salmo 80 (79), 2ac. 3b. 15-16. 18-19 Lucas 1, 39-45

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de diciembre, lunes Lucas 1, 26-38 María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto…?” (Lucas 1, 34) Imagina que eres niño y es la mañana de Navidad. Estás abriendo los regalos en frente del árbol y encuentras un paquete grande con tu nombre. Lo abres, es un modelo de avión, pero le hacen falta las instrucciones para armarlo. Te quedas perplejo y le preguntas a tus padres: “¿Cómo se supone que arme esto?” Entonces tus padres te ofrecen su ayuda, y así el modelo queda armado. De alguna manera, la respuesta inicial de María al ángel es como la reacción de este niño con su regalo. Aun siendo la Madre de Dios concebida sin pecado, reaccionó de una forma humana. Ella no dudó de que el mensaje del ángel fuera real, pero se preguntaba cómo se iría a desarrollar. Y por eso hace una pregunta, como la hubiera hecho cualquiera de nosotros. Luego, después de escuchar la explicación, María está lista para dar el primer paso de obediencia, aun cuando no entiende bien el plan de Dios. Ciertamente, el llamado que recibió María era único, y no podemos equiparar nuestro camino con el suyo. Pero podemos aprender una importante lección: Los planes más 54 | La Palabra Entre Nosotros

grandes que Dios tiene para nosotros no siempre vienen con instrucciones detalladas. En realidad, ¡a veces podrían parecer más como un problema que una bendición! Pero de la misma forma en que lo hizo con María, Dios irá revelando poco a poco su plan para ti, conforme vas dando un paso de fe y luego otro. María aprendió más de su llamado cuando visitó a su prima Isabel, quien la saludó llamándola “la madre de mi Señor” (Lucas 1, 43). Según el Papa Francisco: “El Espíritu Santo no siempre viene con un paquete de certeza” (Homilía, 30 de abril de 2018). Pero si se lo pedimos, él nos guiará un paso a la vez. Por lo tanto, no temas preguntarle al Espíritu Santo por tu vida o tu futuro. Es posible que él no te muestre el cuadro completo, pero te concederá la sabiduría para saber qué es lo que debes hacer hoy, la fuerza para realizarlo y la confianza de que mañana eso que has hecho funcionará. Tus más grandes regalos de Navidad se abrirán, ¡pero generalmente ese proceso sucede un día a la vez! “Señor Jesús, confío en que mi futuro está en tus manos.” ³³

Isaías 7, 10-14 Salmo 24 (23), 1-2. 3-4ab. 5-6


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de diciembre, martes Lucas 1, 39-45 En aquellos días, María se encaminó presurosa. (Lucas 1, 39) Cuando estás viendo una película realizada por un habilidoso director, puedes darte cuenta de que detrás de cámaras se encuentra una mente brillante. El relato parece fluir naturalmente, y si eres un amante del cine, incluso puedes decir quién es el director con solo ver algunas de las escenas. Por ejemplo, las películas de Alfred Hitchcock te mantendrán en suspenso y las de Steven Spielberg te sorprenderán por sus efectos especiales. Si el Evangelio que leímos hoy fuera una película, te sería fácil llegar a la conclusión de que el director era el Espíritu Santo. Fue el Espíritu el que impulsó a María a hacer un largo viaje, de casi ciento sesenta kilómetros, para visitar a su prima Isabel y ayudarla durante su embarazo. Fue el Espíritu el que llenó a Isabel, revelándole que María llevaba en su vientre a Jesús. Y fue el Espíritu el que ungió a Juan, el hijo de Isabel, para que realizara su misión de proclamar al Mesías. El Espíritu Santo también espera dirigir tu vida. Como nos dijo Jesús, él nos ayuda a conocer la verdad y cómo debemos actuar (Juan 16, 13). El Espíritu nos consuela, nos exhorta

y nos anima (Juan 14, 26). Cuando somos débiles o no sabemos por qué rezar, él reza con nosotros y en nosotros (Romanos 8, 26-27). Jesús mismo fue ungido por el poder del Espíritu (Lucas 4, 16-21). El Espíritu es el motor que impulsa nuestro camino con el Señor. ¿Por qué no querríamos que él se involucre en todas las áreas de nuestra vida? Conforme se acerca la Navidad, no te olvides del Espíritu Santo; él fue quien se posó sobre María y trajo a Jesús a este mundo. El Espíritu es quien resucitó a Jesús de entre los muertos y es quien habita en tu corazón. Por eso es bueno que a menudo reces al Espíritu Santo y prestes atención a lo que te dice. El Espíritu te guiará gentilmente con su “suave murmullo” para ayudarte a discernir cómo debes responder (1 Reyes 19, 12). Es más, él te fortalecerá para cualquier cosa que le pidas. Así como guio a María, cada día él dirigirá tus pasos “por el camino de la paz”, cada vez más cerca de Dios (Lucas 1, 79). “Espíritu Santo, te ruego que seas mi guía y que llenes mi vida con tu poder.” ³³

Cantar de los Cantares 2, 8-14 (o Sofonías 3, 14-18) Salmo 33 (32), 2-3. 11-12. 20-21

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de diciembre, miércoles Lucas 1, 46-56 Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. (Lucas 1, 49) La Escritura está llena de héroes y heroínas como María que pueden señalar formas verdaderamente grandes en que Dios ha actuado en su vida. Sin embargo, estos momentos no fueron la cumbre de la existencia de estos héroes. Más bien, fueron situaciones que sucedieron en medio de los momentos cotidianos de buscar al Señor y procurar seguirlo. Estos héroes acudieron a Dios una y otra vez, en los tiempos buenos y malos. Mira por ejemplo a Ana en la primera lectura de hoy. Su imposibilidad de tener hijos le causaba una gran tristeza. Pero Dios la bendijo y proveyó personas que cuidaran de ella. Su esposo, Elcaná, entendió su tristeza y trató de consolarla. Seguramente, su decisión de llevar a su familia cada año al santuario del Señor en Siló fortaleció la fe de Ana. Ella debe haberse sentido a gusto en la casa de Dios, donde podía presentar en oración todo lo que había en su corazón. Dios incluso utilizó la burla de la rival de Ana sobre su infertilidad. Aunque esta mofa le dolió profundamente, la motivó a buscar consuelo en el Señor. Toda esa oración y el cuidado amoroso de Elcaná le ayudaron 56 | La Palabra Entre Nosotros

a presentar su petición a los pies del Señor y “nunca más volvió a estar triste” (1 Samuel 1, 18). Ana estuvo preparada para alegrarse cuando Dios le realizó el milagro porque desarrolló su amistad con Dios en formas cotidianas. No solo concibió un hijo, Samuel, sino que una vez que ella lo consagró al Señor, dio a luz a cinco hijos más. También tuvo la satisfacción de ver a Samuel crecer y convertirse en un profeta justo y poderoso y en líder del pueblo de Israel. Con nosotros sucede lo mismo. La fidelidad en los momentos cotidianos de nuestra vida nos prepara para las cosas más grandes que Dios hará en nosotros y a través de nosotros. Así que permanece cerca de él en tu día a día, ya sea que estés haciendo mandados o trabajando o cambiando un pañal más. Ningún momento que pases en su compañía es poco importante. Ningún pequeño acto de obediencia o de amor es insignificante. Porque el Señor tiene grandes cosas reservadas para ti. “Señor Todopoderoso, ¡te alabo por las grandes cosas que has hecho por mí!” ³³

1 Samuel 1, 24-28 (Salmo) 1 Samuel 2, 1. 4-8


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de diciembre, jueves Lucas 1, 57-66 En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios (Lucas 1, 64). Es posible que alguna vez hayas experimentado esa sensación de fracaso después de trabajar duro en un proyecto o manualidad que has visto en Internet o la televisión pero que simplemente no te queda igual o no funciona. El producto final a menudo parece una imitación de la versión original que tratabas de hacer. Como cristianos, a veces nos sentimos como un fracaso de esos. Observamos a los cristianos “perfectos” que nos rodean y nos preguntamos por qué cometemos tantos errores o caemos en tantas tentaciones. No seas demasiado duro contigo mismo. Tú no eres la primera persona en sentirse así, ¡especialmente en medio de la prisa del tiempo de Navidad! ¿Recuerdas que Pedro negó a Jesús tres veces antes de escuchar al gallo cantar? ¿O que Tomás dudó de que sus amigos verdaderamente habían visto a Jesús? Hoy leemos sobre uno de estos “fracasos”. Zacarías era justo “delante de Dios” (Lucas 1, 6). Cuando un ángel lo visitó y le dijo que sus oraciones habían sido escuchadas y su

anciana esposa daría a luz un hijo, él dudó. Y por esta falta de fe, Zacarías perdió la capacidad de hablar hasta que se cumplió la promesa hecha por el ángel; este es el relato que escuchamos en el Evangelio de hoy. ¿No te parece apropiado que Dios enviara al hijo de Zacarías, Juan el Bautista, a convencernos de que no importa lo fracasados que nos sintamos, Dios siempre nos ayuda? Dios sabía que necesitábamos escuchar que Cristo nos ama tanto que siempre nos tendrá misericordia cuando nos volvamos a él. Por eso, trata de liberarte de cualquier fracaso que pesa sobre ti y te mantiene atrapado en silencio. Es natural que en ocasiones no confíes ni obedezcas al Señor, pero asegúrate de aprovecharlo como una oportunidad de acercarte más a él. Cuando se liberó de sus dudas e incredulidad, Zacarías empezó a bendecir a Dios. ¡Eso mismo puede suceder contigo! Por eso, pon tu esperanza y tu confianza en la venida de Cristo y pídele perdón. Luego serás libre para alabar a Dios por su amor y su fidelidad. “Gracias, Señor, por aceptarme sin importar cuántas veces te falle.” ³³

Malaquías 3, 1-4. 23-24 Salmo 25 (24), 4bc-5ab. 8-9. 10. 14

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de diciembre, viernes Lucas 1, 67-79 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios… (Lucas 1, 78) ¿Alguna vez has experimentado una gran alegría cuando ves o sostienes a un bebé recién nacido? Los bebés son tan pequeños, indefensos e inocentes. Nuestro corazón no puede evitar hincharse de amor y compasión por ellos. Esa alegría apasionada que surge de las entrañas es el significado de la palabra griega que San Lucas utiliza cuando narra la alabanza de Zacarías por la “entrañable misericordia” de nuestro Dios (1, 78). La palabra, splanchna, literalmente se refiere a los órganos internos, pero se utiliza en varios lugares de la Escritura para transmitir la idea de algo que se siente profundamente, algo que brota desde dentro. Por ejemplo, Lucas usa una variación de la palabra para describir la forma en que el padre en la parábola de Jesús se sintió cuando vio a su hijo pródigo regresar a casa: “Sintió compasión de él” (15, 20). En la víspera de Navidad, generalmente nos fijamos más en el niño Jesús y la maravilla de la Encarnación. Pensar en el Salvador del mundo durmiendo en los brazos de María puede hacernos experimentar la misma alegría que sentimos cuando vemos o sostenemos a un bebé recién nacido. 58 | La Palabra Entre Nosotros

Pero hoy, reflexionemos también en la oración de Zacarías. Ella nos muestra cómo se siente Dios Padre respecto a cada uno de nosotros. En su tierna compasión, en su misericordia, envió a su Hijo a la tierra. El Padre sabía lo que esto significaría para Jesús: Nacer en un establo, la violenta oposición de muchos jefes religiosos y una muerte despiadada en la cruz. Sin embargo, Dios también sabía que Jesús era el único que podía salvarnos, el único que iluminaría “a los que viven en tinieblas y sombras de muerte” (Lucas 1, 78). Esta noche o mañana cuando veas al niño Jesús en el pesebre durante la Misa, permite que te recuerde cuánto te ama el Padre. El suyo es un amor entrañable que no conoce límites, que está dispuesto a llegar donde sea para redimirte. Este es el amor que celebramos todos los días, pero especialmente en Navidad. Que hoy todos podamos dar gracias al Padre celestial por el más grande regalo que el mundo jamás conocerá: Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. “Señor, gracias por tu tierna compasión. ¡Creo que tú eres la luz del mundo!” ³³

2 Samuel 7, 1-5. 8-12. 14. 16 Salmo 89 (88), 2-3. 4-5. 27. 29


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de diciembre, sábado Natividad del Señor Isaías 52, 7-10 Ven con sus propios ojos al Señor, que retorna a Sion. (Isaías 52, 8) Hace poco más de dos mil años sucedió algo hermoso y transcendente para la historia de la humanidad: El eterno Hijo de Dios llegó al mundo como un pequeño e indefenso bebé. Aquel día los ángeles se regocijaron, los pastores exultaron, José estaba asombrado y María se llenó de un inmenso deseo de adoración. Pero, a pesar de todo eso, cualquier persona que pasara por el establo solamente habría visto a un pobre carpintero y a su esposa tratando de hacer lo mejor posible en medio de una situación adversa. Esa es la diferencia entre una mirada rápida que surge de “ver” la cotidianeidad y de la visión inquisitiva y penetrante que surge cuando Dios abre nuestro corazón. En el primer caso uno ve lo ordinario y sigue adelante, mientras que en el otro, siente la presencia de Jesús y de inmediato se arrodilla para adorar. Hoy, más que ningún otro día, podemos imitar a María y a José y a los pastores mientras contemplaban al niño acostado en el pesebre. Podemos recibir a Jesús como el Salvador que viene a redimirnos, no a

condenarnos. Podemos aceptarlo como nuestro Buen Pastor que entregó su vida por nosotros. Podemos alabarlo como el Rey de reyes y Señor de señores, que gobierna sobre toda la creación desde una cruz con ese amor que se dona a sí mismo. ¡No pierdas esta oportunidad! No permitas que las demandas o el entusiasmo del día te reduzcan a tener una visión “ordinaria” de la situación. No permitas que las dificultades del presente o el temor al futuro o el dolor del pasado nublen tu visión. Donde sea que estés y lo que sea que debas hacer, aparta un poco de tiempo a solas para contemplar al niño Jesús que duerme. Si te ayuda, hazlo frente al pesebre que pusiste en tu casa. Si no tienes uno, puedes buscar una ilustración. Sin importar cómo lo hagas, concéntrate en Jesús y pide al Espíritu Santo que te ayude a verlo. Jesús ha venido a restaurar no solo a Sion, sino también a ti y a todos los que te rodean. Acude a él y permite que su promesa de restauración te llene de esperanza y gratitud. “¡Venid, adoremos, a Cristo el Señor!” ³³

Salmo 98 (97), 1. 2-3ab. 3cd.-4. 5-6 Hebreos 1, 1-6 Juan 1, 1-18

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MEDITACIONES DICIEMBRE 26-31

Pero independientemente de lo que pensaran sobre sus dificultades, una cosa es cierta: Nunca se dieron por vencidos. En su fidelidad y confianza, y aún más, en su compromiso por amarse mutuamente nos muesde diciembre, domingo tran a nosotros cómo enfrentar las La Sagrada Familia tormentas de la vida. Colosenses 3, 12-21 El amor es lo que hace santa a una Tengan amor. (Colosenses 3, 14) familia. No el amor sentimental de Todos sabemos que la vida familas canciones o las películas, sino el liar es una combinación de felicidad y amor fuerte y constante de Dios. El tristeza, con muchas cosas ordinarias amor divino que el Espíritu derrama en el medio. Pero, ¿cómo era la Sagra- en nuestro corazón (Romanos 5, 5). da Familia? Ese amor generoso que soporta todo, La vida no siempre fue una cama espera todo y perdona todo. El amor de rosas para ellos. No todo salía de puro de un Dios que se hizo uno de la forma en que ellos querían o espe- nosotros y murió para salvarnos. raban. ¿Recuerdas el plan inicial de Ninguna familia tiene una vida José de divorciarse de María para pro- perfecta, todas enfrentan dificultegerla de la vergüenza cuando se tades de una forma u otra. Pero descubriera su embarazo (Mateo 1, también, toda familia tiene un Padre 19)? ¿O a María dando a luz en un celestial que los ama y se deleita en enseñarles cómo amarse unos establo (Lucas 2, 1-7)? ¿Qué tal la a otros. Así que en esta fiesta de la ocasión en que María y José perdieron a su hijo cuando iban de regreso Sagrada Familia, recemos por nuestras familias, y por todas las familias a su casa desde Jerusalén (2, 44)? También tuvieron que enfrentar la ira del mundo. ¡Que todos aprendamos a tener amor (Colosenses 3, 14)! asesina de Herodes, una huida secreta a Egipto, asentarse nuevamente en “Padre, hoy te pido que derrames Nazaret y la muerte temprana de José. tu amor misericordioso y sanador Todas estas ocasiones, y otras más, sobre todas las familias.” pueden haberles provocado temor. En ³³ Eclesiástico 3, 3-7. 14-17 circunstancias similares, ciertamente nos hubiéramos sentido tentados a Salmo 128 (127), 1-2. 3. 4-5 Lucas 2, 41-52 desear una vida más fácil.

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de diciembre, lunes San Juan Juan 20, 2-8 El otro discípulo a quien Jesús amaba. (Juan 20, 2) Podría parecernos un poco presuntuoso cuando escuchamos a San Juan referirse a sí mismo como el “discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 20, 2). Pareciera que él tenía una relación especial con Jesús o que el amor de Jesús por él era único y diferente a la forma en que el Señor ama al resto de las personas. Sin embargo, por extraño que parezca, ¡esto es cierto! Jesús amaba a Juan de una forma especial. Pero, ¿sabes qué más es cierto? Juan no es el único discípulo “a quien Jesús más amaba”, ¡tú también lo eres! Juan podía ser elitista (Marcos 9, 48-41), ambicioso (10, 34-45) e impulsivo a veces (Lucas 9, 51-56); pero también podía ser humilde (20, 3-8), lleno de fe (20, 8) y compasivo (13,23-25). Jesús sabía todo esto, y lo trató con toda la paciencia, ternura y el amor que él necesitaba de manera que sus rasgos negativos disminuyeran, y los positivos aumentaran. De forma similar, Jesús te ama a ti. El Señor te conoce por dentro y por fuera —tus faltas, tus dones y tus dificultades— y te ama profundamente. Jesús tiene para ti la

misma paciencia, amor y ternura que tenía para Juan. Podría ser que te lo muestre de una forma distinta, porque tú eres diferente a Juan, pero igualmente él te ama con un amor que siempre es fiel. Dios no tiene favoritos, ni siquiera con aquellos que son más fieles que otros. Desde luego, cuando somos fieles, profundizamos nuestra relación con Jesús y experimentamos su amor más plenamente. Aprendemos, como lo hizo Juan, a apoyarnos en Jesús y escuchar su corazón. Pues aun cuando caigamos, él está dispuesto a ayudarnos para que nos levantemos nuevamente, nos abraza y nos recuerda que todavía nos ama. Dedica algo de tiempo en este día a reflexionar en ese amor íntimo que Jesús tiene para ti y solo para ti. Apóyate en su pecho y recuerda todas las veces en que él te ha mostrado su amor en los detalles de tu vida. Y atrévete a referirte a ti mismo como “el discípulo a quien Jesús ama”. “Señor, gracias por el amor que tienes por mí. Te ruego que me enseñes a aceptar tu amor y a permitir que transforme mi corazón.” ³³

1 Juan 1, 1-4 Salmo 97 (96), 1-2. 5-6. 11-12

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de diciembre, martes Santos Inocentes Mateo 2, 13-18 En Ramá se ha escuchado un grito… es Raquel que llora por sus hijos. (Mateo 2, 18) La fiesta de los Santos Inocentes es contradictoria. En medio de las celebraciones de Navidad, recordamos la tragedia y el dolor. Pasamos de contemplar al niño Jesús en el pesebre a escuchar a madres que se lamentan por la muerte de sus hijos. Es como si Dios nos estuviera recordando que la vida está llena tanto de alegría como de dolor. Al referirse a esta fiesta, el Papa Francisco escribió que “la Navidad, mal que nos pese, viene acompañada también del llanto” (Carta a los Obispos, 28 de diciembre de 2016). Los Santos Inocentes nos recuerdan que el Hijo de Dios se sumergió en nuestra realidad complicada e incluso dolorosa. Y lo hizo por amor a nosotros. Al hacerse hombre, Jesús aceptó plenamente nuestra humanidad con todas sus limitaciones. Nació en pobreza, hijo de una joven pareja que solamente ofreció dos tórtolas cuando lo presentaron en el templo (Lucas 2, 24). Su familia huyó a Egipto para escapar de las amenazas de Herodes y vivieron como refugiados hasta que pudieron regresar de forma segura a Nazaret. Durante su ministerio, Jesús 62 | La Palabra Entre Nosotros

experimentó tanto la admiración como el rechazo. También conoció la bendición de las relaciones cercanas, así como el dolor de perder a su padre y la decepción cuando sus amigos lo abandonaron. Ya sea que hoy estemos sufriendo o alegrándonos, podemos confiar que Jesús sabe bien cómo nos sentimos. Es más, él vive estas circunstancias junto a nosotros. Es fácil imaginar a Jesús sonriendo a nuestro lado cuando todo está bien. Pero es más difícil confiar en que está ahí cuando surgen las dificultades. Podríamos creer que se ha olvidado de nosotros, pero él nunca está demasiado lejos. El Señor escucha nuestra súplica, así como escuchó el llanto de las madres que sufrían en Belén. Cuando nosotros sufrimos, él llora con nosotros, así como lloró por Lázaro junto con María y Marta, y nos invita a llorar con aquellos que están sufriendo (Juan 11, 35; Romanos 12, 15). Jesús nunca se olvida de ti, mucho menos si estás sufriendo; está contigo, y te invita a estar con tus hermanos que sufren. “Señor Jesús, ayúdame a acercarme a aquellos que sufren, te lo ruego.” ³³

1 Juan 1, 5—2, 2 Salmo 124 (123), 2-3. 4-5. 7b-8


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de diciembre, miércoles 1 Juan 2, 3-11 Quien ama a su hermano permanece en la luz. (1 Juan 2, 8) Han pasado cuatro días desde la Navidad, y los cálidos sentimientos que asociamos con las fiestas comienzan a desaparecer. Entonces, ¿ahora qué sigue? ¿Qué diferencia hizo que Jesús viniera a nuestra vida? ¿Cómo nos ayudará a amarnos unos a otros y a permanecer “en la luz” (1 Juan 2, 8)? Al hacerse uno de nosotros, Jesús nos ha mostrado el amor en las situaciones de la vida real. En cada una de las páginas de los Evangelios, él nos ha enseñado que el amor implica tomar decisiones concretas para poner los intereses de los demás antes que los nuestros. Nos lo mostró al cenar con gente con la que nadie más quería juntarse (Lucas 19, 1-10). O alimentando a personas que pasaban hambre (Juan 6, 1-15). También pidiendo a alguien que sufría en silencio que pronunciara con su boca sus necesidades (Lucas 18, 35-43). O perdonando a alguien que había pecado gravemente (Juan 8, 1-11). Si esta lista da la impresión de que Jesús ha puesto la barra demasiado alta, no te preocupes. Jesús conoce tus fortalezas y debilidades, y está

dispuesto a ayudarte. No es necesario que averigües por ti mismo cómo es que debes amar. Con el tiempo y a través de la prueba y el error, su amor, creatividad y compasión pueden convertirse en los nuestros. ¿Quieres amar más a las personas que están a tu alrededor? Acércate un poco más al ideal que Jesús ha establecido y pídele que te bendiga por eso. Cada paso que des te acerca más plenamente a “la luz” sobre la que escribió Juan (1 Juan 2, 8). Cada vez que te alejas de la indiferencia o el resentimiento o realizas un inesperado acto de bondad o generosidad, la oscuridad disminuye un poco más, y la luz y el amor de Jesús te llenan. Hoy, piensa en una persona en tu vida a quien te resulta difícil amar. Imagina a Jesús sentado frente a esa persona con su brazo alrededor de su hombro. Permanece en esa escena hasta que puedas sentir el amor que fluye entre ellos. Permite que esto ablande tu corazón y te impulse a dar un paso hacia adelante para amar a esta persona tú mismo. “Señor Jesús, te pido que me ayudes a mostrar amor a quienes me rodean.” ³³

Salmo 96 (95), 1-2a. 2b-3. 5b-6 Lucas 2, 22-35

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de diciembre, jueves Lucas 2, 36-40 Ana… No se apartaba del templo ni de día ni de noche. (Lucas 2, 37) Trabajar en el turno de la noche puede ser difícil. Los bomberos, las enfermeras e incluso los padres de niños pequeños lo hacen. Pero las tareas que parecen fáciles a mitad del día pueden volverse más difíciles en la oscuridad de la noche. Podríamos decir lo mismo sobre la oración. Sin embargo, el Evangelio de hoy nos dice que Ana rezaba tanto de día como de noche. Su amor por Dios era tan grande que ella perseveró en la oración sin importar la hora del día que fuera. ¿Cuál es la manera realista de rezar por la noche? No necesitamos orar toda la noche, como lo hacía Ana, pero podemos dedicar a Dios algunos minutos antes de ir a dormir. Una forma de hacer esto es utilizando una versión del Examen diario de consciencia, un método de oración enseñado por San Ignacio de Loyola. El primer paso es sencillo: Invita al Espíritu Santo a tu corazón y preséntate ante el Señor rezando: “Ven, Espíritu Santo, te pido que me guíes mientras reflexiono sobre mis acciones de este día.” Segundo paso: Revisa momentos y sentimientos específicos del día con 64 | La Palabra Entre Nosotros

gratitud. Quizá terminaste un proyecto difícil o disfrutaste de cenar con tu familia. ¿Estuviste feliz? ¿Te sentiste nervioso o enojado? Quizá te sentiste aliviado. ¡Es increíble la variedad de emociones que podemos experimentar en un solo día! Nombra los dones que Dios te dio, y agradécele por ellos. Tercero, reflexiona en lo que pensaste o dijiste o hiciste en esos casos. Así podrás ver dónde estuvo Dios presente durante el día. ¿Te estabas acercando a él o te estabas alejando? Puedes dar gracias a Dios por estar a tu lado; también puedes arrepentirte de tus errores o pecados. Luego, mira hacia adelante. ¿Qué esperas del día de mañana, y a qué le temes? Conversa con Dios al respecto. Pídele que te dé su gracia para el día que está por venir para que tú puedas cooperar con él. Finalmente, reza el Padre Nuestro, confiándote a su cuidado paternal. Estos simples cinco pasos, antes de irte a la cama, pueden ayudarte a hacer eco del salmista: “Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida, pues tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4, 9). “Señor, ¡te alabo en todo tiempo!” ³³

1 Juan 2, 12-17 Salmo 96 (95), 7-8a. 8b-9. 10


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de diciembre, viernes Juan 1, 1-18 Hemos visto su gloria. (Juan 1, 14) Antes de que Dios se hiciera hombre en Jesús, lo más cerca que un judío había estado de “ver” la gloria de Dios ocurría solamente una vez al año en el Día de la Expiación. En aquel día, y solamente en ese día, el sumo sacerdote tenía permitido entrar al santuario interior del templo donde Dios habitaba. Nadie más podía encontrarse con él y experimentar su gloria cara a cara. Pero cuando Jesús se hizo uno de nosotros, nos concedió el privilegio de ver la gloria de Dios, porque, ¡él mismo es la gloria de Dios! Jesús convirtió algo abstracto en algo personal y real. Imagina la felicidad que sintieron sus discípulos cuando le dijeron a otros judíos “nadie nunca ha visto a Dios”, pero, nosotros “hemos visto su gloria”. El Evangelio de hoy contiene muchas afirmaciones sobre Jesús que pueden parecer un poco misteriosas. El Señor es el portador de la gracia y la verdad (Juan 1, 14), la luz que brilla en las tinieblas (1, 5) y aquel de quien hemos recibido la vida (1, 12). Pero estas palabras no describen algo que Dios hace en el vacío, sino lo que Jesús desea hacer por cada uno de nosotros.

Jesús desea mostrarte a ti la diferencia entre los pensamientos verdaderos y que dan vida y los negativos. El Señor desea que la luz de su misericordia brille sobre las situaciones que tú encuentras que no tienen esperanza y que son decepcionantes. Y desea tomar las áreas de tu corazón que se sienten muertas y darles una nueva fuerza. Dios envió a su Hijo para ayudarte; el Padre envió a su Hijo para que tú también puedas proclamar: “He visto su gloria”. ¡Dios no está lejos! El Señor habita en ti y desea que lo veas en medio de tus circunstancias cotidianas. Mientras esperas el nuevo año, pregúntale en qué áreas de tu vida necesitas ver más su gloria. Entrégaselas y pídele que te muestre su gracia y su verdad para tu vida en el año que está por iniciar. Jesús vino a habitar en medio de nosotros para que podamos contemplar su gloria en todas las áreas de nuestra vida, ¡incluso aquellas en las que más nos hemos dado por vencidos! “Señor, te ruego que en este año que está por comenzar, me muestres tu gloria.” ³³

1 Juan 2, 18-21 Salmo 96 (95), 1-2. 11-12. 13

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de enero, sábado Santa María, Madre de Dios Lucas 2, 16-21 María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. (Lucas 2, 19) ¡Feliz 2022! Todos en La Palabra Entre Nosotros rezamos para que este año esté lleno de las bendiciones del Señor para ti. Una excelente manera de comenzar el año es imaginando a la Virgen María arrullando a su bebé recién nacido en sus brazos, dando gracias a Dios por su hermoso hijo y meditando en cómo sería su nueva vida como madre. De pronto los pastores, que venían del campo, aparecieron en la puerta y le contaron a ella y a José sobre los visitantes angélicos que se regocijaban por el nacimiento de su hijo. ¿Qué crees que puede haber pensado y sentido María en ese momento? Bueno, ¡sabemos cómo nos sentiríamos nosotros! Maravillados, desde luego, pero probablemente también tendríamos algo de temor y dudas. Incluso podríamos sentirnos abrumados pensando si somos los indicados para semejante tarea. María debe haber sabido que su vida como madre de Jesús estaría llena de dificultades. No había un mapa o instructivo que ella pudiera seguir. Pero en lugar de reaccionar con temor o nerviosismo, ella “guardaba todas

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estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lucas 2, 19). La costumbre de María de meditar en los eventos de su vida le fue de mucha ayuda. Al tomarse el tiempo de presentar ante Dios sus preocupaciones en oración, podía pensar con más calma cómo enfrentar cada nueva situación. Eso le permitió ser la madre fuerte, amorosa y estable que Jesús necesitaba para cumplir con su propia misión de salvación. En este año nos enfrentaremos a situaciones nuevas y adversidades y quizá nos sintamos tentados a reaccionar con temor, enojo o duda. Sin embargo, ¡qué distintas serían nuestras reacciones frente a tales eventos si nos tomáramos el tiempo para reflexionar primero sobre ellos! Quizá seamos más amables en la forma en que reaccionamos, más pacientes para enfrentar las dificultades y más capaces de ofrecer sabiduría a quienes la necesitan. En este nuevo año sigue el ejemplo de María. Pídele que te ayude a reflexionar antes de reaccionar. Recuerda, ella es tu madre, y siempre está dispuesta a ofrecerte su amor y sus oraciones. “Santa María, Madre de Dios, reza por mí para que pueda parecerme más a ti.” ³³

Números 6, 22-27 Salmo 67 (66), 2-3. 5. 6. 8 Gálatas 4, 4-7


MEDITACIONES ENERO 2-8

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de enero, domingo Epifanía del Señor Isaías 60, 1-6 ¡Levántate y resplandece! (Isaías 60, 1) Hoy celebramos la manifestación de Cristo a los Magos de Oriente que llegaron buscando al Rey de los judíos. Su llegada a Belén es el cumplimiento de la primera lectura de hoy, en que la gloria de Dios atrae a la gente de todas las naciones hacia Jerusalén. Pero, observa con atención y descubrirás algo sorprendente: “Ha llegado tu luz”, dice la lectura, y “la gloria del Señor alborea sobre ti” (Isaías 60, 2). Es Jerusalén misma, el símbolo del pueblo escogido, la que está atrayendo a los gentiles, no fue un resplandor repentino de gloria que venía del cielo (Mateo 2, 1-2). Es el testimonio resplandeciente de un pueblo que se ha comprometido con el Señor. Ahí es donde todas las naciones encontrarán la gloria de Dios. Nosotros mismos —el pueblo de Dios que trabaja y reza junto, que nos amamos, servimos y perdonamos unos a otros— podemos ser la manifestación de la gloria de Dios para el mundo.

Si enciendes una vela en la noche oscura y sin luna, es posible que puedas verla a unos pocos metros de distancia. Pero si juntas cientos de personas y les das a cada una, una vela encendida, podrías ver su brillo a un kilómetro de distancia. Si juntas suficiente gente, ¡verás la luz desde el espacio exterior! Esa es la visión de Dios para nosotros. El Señor desea que dejemos a un lado nuestras actitudes egoístas, orgullosas y de pecado para que podamos amarnos y servirnos unos a otros, y así ser su luz. Dios desea que lo sigamos, no solo porque es bueno para nosotros, sino porque él sabe que la vida de discipulado nos acerca más y nos hace brillar más en el mundo. Hoy, únete a los Magos y arrodíllate frente al Niño Jesús y reza por la Iglesia, por tu parroquia y por tu familia. Pídele al Espíritu Santo que te siga purificando a ti y a todo el pueblo de Dios, para que juntos podamos brillar y atraer más gente hacia él. “Señor, que la luz de tu amor brille en nosotros y que llenemos al mundo con tu gloria.” ³³

Salmo 72 (71), 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 Efesios 3, 2-3. 5-6 Mateo 2, 1-12

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de enero, lunes 1 Juan 3, 33—4, 6 Su espíritu es del anticristo. (1 Juan 4, 3) A través de los siglos, muchas personas han especulado sobre el “anticristo”, a quien se hace referencia aquí y en varias otras partes de las cartas de San Juan. Pero la palabra simplemente significa “alguien que se opone a Cristo”. En el tiempo de Juan, eso incluía a las personas que aseguraban ser cristianas pero que rechazaban la verdad de que Jesús era completamente humano y completamente divino. Estos eran los falsos maestros sobre los que él estaba escribiendo, aquellos que no reconocían a “Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre” (1 Juan 4, 2). ¿Por qué les costaba tanto aceptar que Dios se hizo ser humano? Quizá porque no podían imaginar a un Dios santísimo que se rebajara tanto como para adoptar nuestra humanidad. Algunos pensaban que toda realidad física era maligna, por lo tanto era inconcebible para ellos que Dios hiciera tal cosa. En su lugar, creían que Jesús había venido solamente en la “forma” de un cuerpo humano. La Encarnación, es el centro del Credo que recitamos en Misa, y es la base de nuestra creencia en la presencia de Jesús en la Eucaristía. Podríamos vernos tentados a entender la realidad física de una manera parecida a la de 68 | La Palabra Entre Nosotros

los falsos maestros, como adulterada de alguna manera. Y eso podría llevarnos a pensar de nosotros mismos, principalmente como almas que algún día serán liberadas de su cuerpo para disfrutar de una unión “pura” con Dios en el cielo para siempre. Esa visión no toma en cuenta dos verdades importantes. Primero, debido a que Dios es todo bondad, todo lo que él creó es bueno. Como vemos en el libro de Génesis, él se deleitó con su creación; incluso dijo que todo lo que había hecho “estaba muy bien” (1, 31). El pecado original corrompió nuestra naturaleza humana y la realidad física, pero esa nunca fue la intención de Dios. Segundo, Jesús no vino en la carne solo para salvar nuestra alma. Si hubiera sido así, no habría resucitado y ascendido al cielo con su cuerpo. Cuando regrese, nosotros también resucitaremos y lo veremos, como Dios y hombre. La Encarnación nos redimió, plenamente, en cuerpo y alma. Pidamos al Señor que siempre nos permita reconocer la bondad en la creación de Dios. “Señor, yo creo que todo lo que has hecho es bueno.” ³³

Salmo 2, 7-8, 10-11 Mateo 4, 12-17. 23-25


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de enero, martes 1 Juan 4, 7-10 Amémonos los unos a los otros. (1 Juan 4:7) Imagina que mamá y papá salen en la noche y dejan a su hijo mayor a cargo de sus hermanos menores. Mientras salen por la puerta, los niños sonríen agradablemente y dicen adiós con la mano. Pero en el momento en que la puerta se cierra, los niños comienzan a pelear y a hacer desastres por la casa. Podríamos comparar a estos niños con los miembros de la Iglesia primitiva a quienes San Juan se estaba dirigiendo, e incluso a nosotros mismos, los miembros actuales de la Iglesia. Jesús había dejado a sus apóstoles solo unas décadas atrás, pero ya ellos habían sido invadidos por la discordia y la división. Juan escribió a la comunidad cristiana porque deseaba que restauraran y profundizaran su hermandad y su relación con Dios. Para promover esta unidad, les recordó dos cosas que también vale la pena que nosotros recordemos. Primero, el amor redentor de Dios por nosotros brota de su propia iniciativa, no de la nuestra. Su amor por nosotros no se basa en si estamos en lo correcto o no. Tampoco se basa en lo duro que hayamos trabajado para construir su Reino. ¡Dios simplemente es amor!

Segundo, Dios ama a esa persona con la que tenemos un desacuerdo de la misma manera en que nos ama a nosotros. Si nos mantenemos firmes en esta seguridad todos los días, nos resultará más fácil amar a las personas que nos decepcionan. Encontraremos la fortaleza y la humildad que necesitamos para perdonarnos unos a otros y para trabajar unidos por el bien de la Iglesia. La próxima vez que te encuentres con un cristiano que no piense igual que tú o que no transmita mucho amor, recuerda esta verdad: “El amor viene de Dios” (1 Juan 4, 7). No viene a nosotros como resultado de nuestra perfección humana. Tampoco viene solamente a aquellos que piensan igual que nosotros. Y ciertamente no viene solo a medias para los débiles, los pecadores y los no creyentes. ¿Puedes responder a tus “enemigos” de una forma que refleje el amor de Dios? No es fácil, pero cada esfuerzo que hagas, y cada plegaria que eleves pidiendo la gracia de Dios para ayudarte, es un poderoso signo de que el amor de Dios se ha afianzado en tu corazón. “Amado Señor, te ruego que me ayudes a amar a mis hermanos como tú los amas y que así yo pueda dar testimonio de ti.” ³³

Salmo 72 (71), 2. 3-4ab. 7-8 Marcos 6, 34-44

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de enero, miércoles Marcos 6, 45-52 Subió a la barca con ellos. (Marcos 6, 51) ¿Por qué dice San Marcos que los discípulos “no habían entendido el episodio de los panes” (6, 52)? Ellos estaban con Jesús cuando él multiplicó los panes y los peces. ¡Incluso habían participado del milagro! Aparentemente era porque aún no habían comprendido el significado de ese evento. Jesús podía hacer cosas como estas porque era el Hijo de Dios y porque quería alimentar y cuidar de su rebaño. Sin embargo, a pesar de su falta de entendimiento, Jesús no se dio por vencido con ellos. Eso lo dejó claro cuando caminó sobre un mar tempestuoso, “subió a la barca con ellos” y los salvó de ahogarse (Marcos 6, 51). Ese segundo milagro debe haber iluminado su mente y haberlos ayudado a entender mejor el poder y las intenciones divinas de Jesús. A veces nosotros somos como esos discípulos: No entendemos lo que Dios está haciendo o cuáles son sus razones. Quizá nos resulta difícil verlo actuar en cada situación, y comenzamos a dudar de que podamos contar con él. O tal vez no comprendemos lo mucho que lo necesitamos cuando estamos en medio de una tormenta. Pero Jesús conoce nuestras limitaciones. En lugar de enojarse con nosotros y distanciarse, se 70 | La Palabra Entre Nosotros

sube en nuestra barca, es decir, no solo interviene en la situación en específico sino que también toma el control de nuestros sentimientos y pensamientos. ¿De qué manera podríamos ver a Dios subirse a nuestra barca? Tal vez, una mañana, al levantarte, y pensar en todo lo que debes hacer durante el día te sientas abrumado y preocupado. Pero luego rezas y experimentas una paz profunda. O quizá no puedes entender la razón por la cual uno de tus hijos parece estar resentido contigo. Pero Dios te ayuda a comprender el motivo por el cual tu hijo se está sintiendo de esa forma, y que necesitas reconciliarte con él. O tú y tu esposo o esposa pueden no estar de acuerdo en un tema importante, pero luego Jesús abre tu corazón para que entiendas su punto de vista. Jesús quiere subirse a tu barca. El Señor desea animarte y apoyarte cuando te estás esforzando por comprender lo que está sucediendo en tu vida. El Señor desea ir a tu lado, así como lo hizo con sus primeros discípulos. Anímate, ábrele tu corazón e invítalo a entrar. “Señor Jesús, gracias por subirte a mi barca. Te pido que reines en mi corazón y en mi vida hoy y siempre.” ³³

1 Juan 4, 11-18 Salmo 72 (71), 2. 10-11. 12-13


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de enero, jueves 1 Juan 4, 19—5, 4 El que ama a Dios, que ame también a su hermano. (1 Juan 4, 21) Obedecer a Dios es muy simple, todo lo que debes hacer es amar. Por otra parte, obedecer a Dios puede parecer muy difícil, siempre debes amar a tu prójimo. Indudablemente, el amor del que está hablando San Juan es mucho más que una simple emoción; es una decisión. No importa lo enojado, temeroso o herido que te sientas, siempre puedes decidir actuar de una manera que procure promover el bien de la persona que se encuentra frente a ti. Siempre puedes decidir valorar su bienestar por encima de lo que resulta más sencillo o placentero para ti. Amar a alguien significa detenerte en tu camino y saludar a un extraño o estar dispuesto a aprender de alguien cuyas experiencias son muy diferentes a las tuyas. Significa estar dispuesto a perdonar a alguien en lugar de tratar de hacerlo sentir culpable. Significa celebrar el logro de alguien más y aplaudirlo por su esfuerzo, aun cuando eso implique que tú y tus logros pasen a segundo plano. Desde luego, esa es una orden muy importante. Sabemos lo difícil que puede ser discernir cuál es la acción más amorosa que puedes realizar en medio de las caóticas circunstancias

de la vida diaria. Todos hemos experimentado el amor que pierde el norte y termina haciéndonos daño a nosotros o a alguien más. Ninguno de nosotros ama perfectamente. Pero, ¡no te desanimes! Juan nos ofrece una clave esencial para amar: “Amamos a Dios, porque él nos amó primero” (1 Juan 4, 19). Todo amor se origina en Dios mismo. Recuerda las veces en que tu corazón se ha sentido animado al asistir a Misa o ver un hermoso amanecer. O cuando un querido amigo te animó el espíritu en un momento de tristeza. Todos estos son signos del amor que Dios te ofrece. Si haces de su amor el fundamento de tu vida, tu capacidad para compartir ese amor con las personas que te rodean aumenta, especialmente cuando recuerdas que él ama a cada una de estas personas de la misma manera en que te ama a ti. Dios mismo es la fuente de todo amor. Y tienes esa fuente de amor que habita dentro de ti: El Espíritu Santo. Así que anímate: La decisión de amar depende de ti, pero tú dependes totalmente de él. “Señor Jesús, gracias por amarme. Te ruego que me ayudes a responder a tu llamada de compartir tu amor con aquellos que me rodean.” ³³

Salmo 72 (71), 2. 14. 15bc. 17 Lucas 4, 14-22 Diciembre 2021 / Enero 2022 | 71


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de enero, viernes Lucas 5, 12-16 Quiero. Queda limpio. (Lucas 5, 13) Cuando leemos que Jesús sanó a todos aquellos que acudieron a él, incluyendo al hombre enfermo de lepra cuyo relato se encuentra en el Evangelio de hoy, es razonable que nosotros pensemos principalmente en la sanación física. Al fin y al cabo, nosotros mismos necesitamos curación de vez en cuando; todos hemos conocido y amado a alguien que la necesita también. Es justo y natural rezar por cualquier curación física que alguien pueda necesitar, ya sea lepra, una gripe fuerte o un cáncer en etapa terminal. Pero además de dolencias físicas, todos nosotros sufrimos de una enfermedad espiritual: El pecado que es como la lepra del alma. El pecado insensibiliza nuestra consciencia, nos hace sentir alejados de Dios y de otras personas y se puede propagar al igual que un incendio forestal. El pecado produce “llagas” externas como explosiones de ira o relaciones personales dañadas así como otras internas: Culpa, vergüenza, temor y una cierta parálisis que nos impide volvernos al Señor en busca de perdón y sanación. Si la lepra es una enfermedad degenerativa del cuerpo, el pecado es como una enfermedad degenerativa del espíritu.

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“Señor, si quieres…” (Lucas 5, 12). Jesús fue enfático: Absolutamente, sin ninguna duda, deseaba que este hombre quedara curado de esta enfermedad que lo aquejaba. Y él siempre, absolutamente sin ninguna duda, desea curar y limpiar nuestro pecado. ¡Por eso murió en la cruz! Cada vez que acudimos a él y confesamos nuestros pecados, Jesús dice “Quiero. Queda limpio.” El Señor desea purificarnos y limpiarnos del pecado y de la parálisis y el aislamiento que provoca. Lee nuevamente lo que hizo este pobre hombre: “Se postró en tierra”, se humilló a sí mismo delante de Jesús. Su mente solo pensaba en el poder y los deseos de Jesús. Hoy, arrodíllate delante del Señor, ya sea en oración o en el Sacramento de la Reconciliación, y dile “Señor, tú conoces mis pecados. ¿Quieres limpiarme?” Al hacerlo, cree en que su respuesta para ti será la misma que dio al enfermo de lepra. Su deseo amoroso para ti es la santidad y la libertad del pecado. Jesús te dice hoy: “Quiero tu curación, queda limpio.” “Señor Jesús, creo que tú puedes liberarme de mis pecados. Te ruego que me cures y me limpies de la misma forma en que lo hiciste con el enfermo de lepra.” ³³

1 Juan 5, 5-13 Salmo 147, 12-13. 14-15. 19-20


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de enero, sábado 1 Juan 5, 14-21 Hijos míos, no adoren a los ídolos. (1 Juan 5, 21) El apóstol San Juan era muy cercano a Jesús. Vivió con él y participó de su ministerio durante tres años. Estaba en primera fila cuando Jesús dio todas sus enseñanzas. Se sentó a su lado en la Última Cena (Juan 13, 23). Estuvo al lado de la cruz en el Calvario (19, 26). Fue más rápido que Pedro y entró primero en el sepulcro vacío y creyó (20, 4. 8). Juan estaba convencido, sin duda, de que Jesús era el Hijo de Dios. Quizá esa es la razón por la cual termina su primera carta con una advertencia sobre los ídolos. Algunas personas habían dejado la Iglesia, diciendo que Jesús no era Dios. Juan sabía que esta equivocada forma de pensar podía provocar que otras personas se desviaran del camino, incluso al punto de adorar ídolos. Sin embargo, él no escribió mucho sobre la idolatría. No es que no le importara, más bien estaba más preocupado en que las personas reconocieran al “verdadero Dios y la vida eterna” (1 Juan 5, 20). A pesar de que vivimos en tiempos distintos, nosotros también debemos tener cuidado con los ídolos. Desde luego, no hay nada de malo en disfrutar de las bendiciones tales como las posesiones materiales o la recreación o una carrera profesional; incluso,

estos son dones de Dios. Sin embargo, es un asunto de prioridades. Cuando las cosas buenas se vuelven demasiado importantes, pueden desviar nuestra mirada del Señor. ¿Cómo identificamos a un ídolo? Piensa en dónde buscas tu felicidad. Quizá notas que estás tratando de encontrar en eso algo más que a Dios. O piensa en las cosas por las que te sacrificas. Si le estás dando demasiada atención, afecto, dinero o tiempo a algo, es posible que hayas cruzado la línea. ¿Buscas a Jesús cuando estás agobiado o por el contario buscas consuelo en algo más? Si reconoces a algún ídolo en tu vida, considera su valor comparado con el amor ilimitado de Jesús. Solo él puede satisfacer tus necesidades. Cuanto más te acerques a él, como lo hizo Juan, menos necesidad tendrás de buscar otras cosas que te llenen de satisfacción. Jesús vino para darte vida, no solo un placer pasajero, sino vida eterna ahora y en el cielo (Juan 10,10). Y nada es más valioso que eso. “Señor, te ruego que me ayudes a darte tu lugar en mi vida, por encima de todas las cosas. ¡Tú eres todo lo que necesito!” ³³

Salmo 149, 1-2. 3-4. 5. 6a. 9b Juan 3, 22-30

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MEDITACIONES ENERO 9-15

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de enero, domingo El bautismo del Señor Lucas 3, 15-16. 21-22 Todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías. (Lucas 3, 15) La gente que había llegado a escuchar a Juan el Bautista esperaba algo explosivo. Había surgido un profeta que parecía que venía a denunciar a todos los enemigos que le hacían la vida difícil a los demás. Quizá él era el Mesías, que había llegado a expulsar a los romanos y sus secuaces y a restaurar la antigua gloria de Israel. Pero luego Jesús entró en escena. Era un carpintero de un pequeño pueblo que pasaba su tiempo con los desamparados y los pecadores. El Espíritu descendió sobre él, sin embargo, no era un predicador incendiario que se dedicara a señalar los pecados de las personas, sino un hombre humilde que predicaba el perdón y el amor a los enemigos. Con seguridad, la gente de Israel quedó desconcertada. Jesús vino a abrir “los ojos de los ciegos”, no a enviar a los malos al infierno. Vino a sacar “a los cautivos de la prisión”, no a castigarlos por sus pecados (Isaías 42, 7). El Señor vino a purificarnos del pecado para que pudiéramos

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aprender a amarnos los unos a los otros, los buenos y los malos por igual. Cuando escuches esta lectura siendo proclamada hoy en la Misa, cierra tus ojos e imagina la escena. Piensa en Juan sumergiendo a Jesús en el río Jordán, un río que había recibido todos los pecados de aquellos que acudieron a ser bautizados y que ahora Jesús cargaba sobre sí. Durante los siguientes tres años, los llevó sobre sus hombros, junto con los pecados de todos los que estuvieron en contacto con él. Y, aun cargando con esos pecados, nos enseñó la misericordia de su Padre, nos sanó de las heridas del pecado y nos liberó del odio y el resentimiento que guardamos en nuestro corazón. Luego llevó todo ese pecado, odio y resentimiento a la cruz, donde le dio muerte para siempre. Hoy es el principio de tu salvación y la de todos los demás, buenos y malos por igual. Alégrate en esta salvación y pídele a Jesús que te ayude a amar a tu prójimo como él lo ama. “¡Alabado seas, Señor Jesús, por limpiarme de todos mis pecados y darme la salvación!” ³³

Isaías 42, 1-4. 6-7 Salmo 29 (28), 1a. 2. 3ac-4 3b. 9b-10 Hechos 10, 34-38


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de enero, lunes Marcos 1, 14-20 Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. (Marcos 1, 18) Jesús pasó caminando por la orilla del lago e invitó a unos pocos hombres a seguirlo, y ellos lo siguieron. ¿Por qué? ¿Tú dejarías tu trabajo y tu familia para seguir a un extraño? Esta corta descripción que se encuentra en el Evangelio de hoy de cómo Jesús llamó a sus discípulos puede ser engañosamente simple; obviamente deja por fuera detalles significativos. Quizá Simón, Andrés, Santiago y Juan ya conocían a Jesús, o al menos sabían algo sobre él. Podrían haberlo escuchado predicar en el pasado, o tal vez ya habían pasado algo de tiempo con él. Quizá lo siguieron porque tenían curiosidad sobre este hacedor de milagros que insistía en que el Reino de Dios estaba cerca. O tal vez estaban buscando descansar de su extenuante trabajo y seguir a Jesús podría parecer una oportunidad para ver más milagros y curaciones. Podrían haber pensado que esta sería una aventura a corto plazo y no un viaje que cambiaría su vida para siempre. Una cosa es cierta: Estos cuatro pescadores no tenían idea de lo que estaba reservado para ellos. Habría muchas revelaciones y experiencias maravillosas, pero también habría rechazo,

incomprensión y sacrificio. Si hubieran sabido todo esto desde un principio, tal vez se habrían quedado en sus barcas de pescar. ¡Gracias a Dios no tenían todo el panorama en ese momento! ¿Puedes imaginar una Iglesia sin San Pedro? ¿O el mensaje de que Dios es amor sin los escritos de San Juan? Gracias al Señor, fueron descubriendo el costo del discipulado gradualmente y no perdieron el entusiasmo y la alegría que experimentaron al seguirlo por primera vez. Jesús te llama a ti también a través de tu oración personal y de la lectura de la Escritura y de tus encuentros con otras personas. Cuando escuches ese llamado, recuerda la respuesta entusiasta y llena de fe de estos cuatro apóstoles. Recuerda también a quién estás siguiendo: A tu Salvador y Redentor. Sus caminos pueden ser misteriosos y su voluntad puede ser difícil de entender, pero él solo quiere llevarte a su Reino. Así que no temas dejar de lado cualquier red que pueda estar enredándote. Síguelo hoy y siempre. “Señor, ayúdame a escuchar y responder hoy a tu llamado, te lo ruego.” ³³

1 Samuel 1, 1-8 Salmo 116 (115), 12-13. 14-17. 18-19

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de enero, martes 1 Samuel 2, 1. 4-5. 6-7. 8abcd Los cobardes se ciñen de valor. (1 Samuel 2, 4) La primera lectura de hoy y el salmo nos ofrecen dos imágenes de Ana que pueden ayudarnos a entender la forma radical en que Dios cambió su corazón: Pasó de llorar a proclamar alegremente la fidelidad de Dios. Pero, ¿qué sucedió? Ana misma nos lo dice: “El destruye los arcos de los poderosos, y reviste de poder a los débiles” (1 Samuel 2, 4). Podríamos pensar que para ella eso es fácil de decir, “Dios respondió su oración.” Es cierto: Dios le dio a Ana un hijo después de años sin poder tener uno. Pero observa con atención, y verás que Ana cambió antes de concebir a Samuel. Después de algunas palabras que cruzó con Elí, su desesperación desapareció, y ella pudo volver a comer y beber. A la mañana siguiente, regresó a adorar a Dios junto con su esposo, libre del dolor. Dios la había revestido con su fuerza aun cuando ella todavía esperaba una respuesta a su oración. ¡Qué imagen más esperanzadora! Todos tenemos momentos en que somos “débiles”, cuando nuestra fe se siente débil. Pero al igual que con Ana, Dios está atento para fortalecernos y tranquilizarnos con su paz. Todo lo que nos pide es que nos apoyemos en él y le permitamos llenarnos con su 76 | La Palabra Entre Nosotros

gracia. Quizá Ana puede mostrarnos el camino. Primero, Ana perseveró. Año tras año, sufriendo por su infertilidad, fue con su esposo a ofrecer sacrificios y rogar al Señor para que le concediera un hijo. Al igual que Ana, podemos perseverar en buscar al Señor y su fortaleza, incluso cuando nos cuestionamos si lograremos algo. Segundo, Ana fue honesta con Dios. Ella no ocultó su dolor, por el contrario, presentó su reclamo y admitió su infelicidad. Al igual que Ana, podemos sentirnos libres de decirle a Dios exactamente lo que estamos sintiendo. El Señor no se sorprenderá ni nos dará la espalda, ¡él lo sabe de cualquier manera! Es posible que no siempre nos conceda nuestras peticiones, pero siempre nos dará su paz. Y la paz de Dios nos dará la fuerza para confiar en él, aún en medio de las adversidades. Preséntale a Jesús tus dudas y temores y escúchalo decir lo mismo que Elí le dijo a Ana: “Vete en paz” (1 Samuel 1, 17). “Señor Jesús, hoy necesito que me des fuerzas, te ruego que me concedas tu paz.” ³³

1 Samuel 1, 9-20 Marcos 1, 21-23


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de enero, miércoles Marcos 1, 29-39 De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. (Marcos 1, 35) La hora en que Jesús se levantaba para orar no era simplemente temprana; ¡según los estudiosos de la Escritura era más cercana a la media noche! Después de un día agotador curando a la gente y predicando la Buena Nueva, ¿por qué sacrificaría Jesús voluntariamente el poder dormir? Podríamos creer que él no necesitaba sacrificarse demasiado. Después de todo, estaba haciendo un trabajo muy bueno por el Reino. ¿Por qué no dedicarse a rezar más tarde? Sin embargo, claramente la necesidad más grande de Jesús era pasar tiempo en compañía de su Padre, incluso si eso implicaba no descansar. Cuando los discípulos lo encontraron, trataron de presionarlo para que se dedicara todavía más al servicio (Marcos 1, 37). Pero a pesar de la hora del día, de su falta de sueño y de la interrupción de sus discípulos, Jesús le dijo a Simón que quería irse de ese lugar. Era hora de visitar los pueblos cercanos para predicar a las personas de esos lugares (1, 38). Fortalecido por su oración y consciente de su llamado, Jesús estaba listo para seguir adelante.

Si estás experimentando dificultades para encontrar tiempo para rezar, este pasaje puede ayudarte. A veces las demandas excesivas de la vida requieren que descanses más. Dios conoce tus necesidades físicas; él cuida de ti y no desea que te desgastes. Pero también sabe que necesitas conectarte con él diariamente. En realidad, cuanto más sirvas, más agotado te puedes sentir, emocional, física y mentalmente. Lo que significa que tienes una mayor necesidad de recargar tus fuerzas descansando en la compañía de tu Padre celestial. La próxima vez que te sientas consumido por las demandas de la vida, recuerda la entrega de Jesús en dedicar tiempo a su Padre. Por todos los medios, haz un esfuerzo para poder dormir un poco más. Pero al mismo tiempo, no descuides tu tiempo con Dios. La oración te reanimará y te capacitará con todo lo que necesitas. Te permitirá servir al Señor de la misma forma en que él lo hizo, con fortaleza, convicción e incluso alegría. “Cuando me sienta muy cansado para rezar, Señor, te ruego que me recuerdes la rica recompensa de pasar tiempo en tu presencia.” ³³

1 Samuel 3, 1-10. 19-20 Salmo 40 (39), 2. 4ab. 7-8a. 8b-9. 10

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de enero, jueves Marcos 1, 40-45 Extendiendo la mano… (Marcos 1, 41) En los tiempos de Jesús, las enfermedades de la piel, como la lepra, tenían un efecto profundo en las relaciones personales. Considerados impuros e incluso contagiosos, los leprosos eran expulsados de sus hogares y pueblos. Eran forzados a mantener la distancia de cualquier persona que estuviera sana. No podían pasar tiempo con sus amigos o abrazar a sus hijos; estaban aislados. Quizá muchos de nosotros no hemos experimentado esta clase de aislamiento físico, pero podríamos haber vivido otra clase de aislamiento. Tal vez sentimos que nadie nos entiende. O podríamos sentirnos indignos del amor de Dios debido a los pecados del pasado, o del amor de otras personas. Pero independientemente de cómo se sienta este aislamiento, Jesús quiere acercarse a nosotros y tocarnos, así como hizo por este enfermo de lepra. Imagina cómo se puede haber sentido él: Separado de lo que más valoraba, luchando contra la suposición general de que sus pecados le habían provocado su enfermedad. Es impresionante que él tuviera el valor de acercarse a Jesús. “Si tú quieres, puedes curarme”, le dijo (Marcos 1, 40). Puedes imaginar los pensamientos que tuvo detrás 78 | La Palabra Entre Nosotros

de su petición: “Yo sé que puedes limpiarme, pero probablemente no querrás hacerlo. Posiblemente me mirarás con la misma repulsión con que me miran los demás. No puedo reclamarte si decides pasar de largo.” Desde luego, Jesús no hizo nada de esto. El Señor extendió su mano, tocó al hombre y lo curó, tanto física como espiritualmente. A través de ese gesto de contacto físico, curó la enfermedad del hombre y lo recibió de nuevo en la comunidad. El corazón de este hombre debe haberse sentido feliz con el abrazo de Jesús. Por fin, ¡tuvo un sentido de pertenencia otra vez! Jesús nos dice lo mismo a nosotros. “Desde luego que quiero tocarte y abrazarte, desde luego que tú me perteneces; por supuesto que eres suficientemente bueno. Sí, yo sé que tienes pecados y enfrentas adversidades, pero lo mismo sucede con todos los demás. Tú no eres diferente. Ven, permite que yo te toque y te abrace.” Jesús está dispuesto a tocarnos, a tranquilizar nuestros temores, a curar nuestra consciencia que se siente culpable. El Señor siempre está dispuesto a recibirnos y abrazarnos. ¡Que Salvador más generoso tenemos! “Señor Jesús, te ruego que me permitas sentir tu abrazo.” ³³

1 Samuel 4, 1-11 Salmo 44 (43), 10-11. 14-15. 24-25


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de enero, viernes Marcos 2, 1-12 Tus pecados te quedan perdonados. (Marcos 2, 5) ¡Esta debe haber sido una escena muy conmovedora! Los amigos del hombre paralítico se reunieron a su alrededor. Deben haberlo conocido desde siempre y probablemente nunca creyeron que su condición pudiera cambiar. Pero ahora, Jesús pronunció unas pocas palabras sobre su rígido cuerpo, ¡y el hombre comenzó a moverse! Levantó un brazo, luego una pierna, y luego levantó todo el cuerpo de la camilla y caminó lentamente hacia sus amigos. Todos lloraban de felicidad, ¿podría haber algo más sorprendente? Sí: Escuchar a Jesús decir “tus pecados te quedan perdonados” (Marcos 2, 5). Aunque las curaciones físicas son grandes demostraciones del poder de Jesús, ¡no se comparan al perdón de nuestros pecados! El pecado puede separarnos de Dios para siempre. Fue lo que nos expulsó del paraíso y causó que estuviéramos sometidos a la enfermedad y la muerte. El pecado es la “enfermedad terminal” por excelencia, y no hay nada más maravilloso que ser curado de ella. Cuando Jesús pregunta que si es más fácil perdonar los pecados del hombre o curarlo, sabemos cuál es la respuesta. Para él no fue nada fácil redimirnos

del pecado. El Señor fue golpeado, azotado, crucificado y sufrió una muerte lenta y agonizante para liberarnos. Lo que es peor, cargó sobre él el pecado del mundo. “Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo” (2 Corintios 5, 21). Cualquier curación física que recibamos es solo una dimensión de este milagro más grande que el Señor obtuvo en la cruz. La próxima vez que vayas a confesarte, piensa en la grandeza de la salvación que Jesús obtuvo para ti a expensas de su propia vida. Permite que este sacramento te abra las puertas de la misericordia, la restauración y la sanación. Recuerda que cuando el sacerdote te absuelve, Jesús mismo está hablando a través de él. Prueba este amor por ti y ten la seguridad de que él perdona todos tus pecados. Con Jesús ¡perdonar realmente significa olvidar! Agradece al Señor que eres libre de amarlo y servirlo. ¡Luego ve y comparte este amor con tus hermanos y hermanas! “Señor Jesús, te pido que me ayudes a apreciar el sacrificio que hiciste por mí. ¡Te ruego que hoy me ayudes a experimentar tu perdón más profundamente! ³³

1 Samuel 8, 4-7. 10-22 Salmo 89 (88), 16-17. 18-19

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de enero, sábado Marcos 2, 13-17 [Jesús] le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió. (Marcos 2, 14) Uno de los temas centrales del Evangelio de San Marcos es el discipulado. Lo podemos ver desde el primer capítulo, cuando Jesús llamó a Simón, Andrés, Santiago y Juan a dejar sus redes y seguirlo (1, 16-20). Luego en el capítulo 2, llama a Leví, el recaudador de impuestos (también conocido como Mateo). En cada uno de estos casos, los hombres respondieron con prontitud, aceptando la invitación que les hizo Jesús. Pero no todos los personajes que se mencionan en el Evangelio de Marcos aceptaron la llamada de Jesús. Por ejemplo, contrasta la rápida respuesta de San Mateo con la del joven rico (Marcos 10, 17-31). Este amigo se acercó a Jesús y le preguntó sinceramente: “¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” (10, 17). Jesús enumeró los mandamientos, y el hombre dijo que los había cumplido desde joven. Pero cuando Jesús le dijo que vendiera todo lo que tenía y lo siguiera, el hombre se alejó entristecido (10, 22). Entonces, aquí tenemos a Mateo, un recaudador de impuestos que aparentemente había vivido de una forma contraria a la voluntad de Dios y que decide responder a la invitación que le hizo Jesús a seguirlo. Pero el joven

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rico, quien había cumplido conscientemente los mandamientos toda su vida, titubeó y se alejó. ¿Qué podemos aprender de este relato? Primero, aun si hemos seguido al Señor fielmente durante años, Jesús continuamente nos está llamando a tener una relación más profunda con él. De la misma forma en que deseaba que el joven rico diera un paso más allá en su fe, así desea que avancemos en nuestro camino de discipulado. Nunca llegaremos al punto de nuestra vida en que con seguridad podamos decir: “Muy bien, he llegado hasta aquí y ahora me quedaré en este punto en mi relación con Dios.” Segundo, Dios siempre nos está llamando, así que debemos estar alertas en todo tiempo. Debemos estar preparados, escuchando y listos para actuar conforme a lo que nos inspire el Espíritu Santo y estar dispuestos a hacer la voluntad de Dios. Porque aunque el discipulado comienza con un llamado, no termina ahí. ¡Y por eso debemos alabar a Dios! “Señor, gracias por llamarme a caminar a tu lado. Te ruego que me ayudes a escucharte y responderte.” ³³

1 Samuel 9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1 Salmo 21 (20), 2-3. 4-5. 6-7


MEDITACIONES ENERO 16-22

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de enero, domingo Juan 2, 1-11 Jesús… manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. (Juan 2, 11) El primer milagro que realizó Jesús fue verdaderamente impresionante: Convirtió el agua en vino. Debido a que esto sucedió en una boda, puedes considerar este milagro como el regalo especial del Señor para la feliz pareja. Pero el milagro también se realizó con el objetivo de que sus discípulos vieran su gloria y creyeran en él (Juan 2, 11). San Juan nos dice que este fue el primer signo que Jesús realizó. Luego narra otros seis signos (o milagros), cada uno de los cuales tenía como meta profundizar la fe de sus discípulos, así como la nuestra también. Cada signo nos dice que cuando ponemos nuestra fe en él, Jesús nos encamina por la senda de la renovación. El Señor toma nuestra “agua” simple y cotidiana y la convierte en un vino fino. ¿Qué nos dicen los otros signos? Que las palabras de Jesús tienen el poder de sanarnos (Juan 4, 46-54; 5, 1-9). Que él quiere alimentarnos con el Pan de Vida y calmar las tormentas

y ansiedades de nuestro corazón (6, 1-21). Que él desea abrir nuestros ojos para que lo veamos como el Señor que nos ama (9, 1-7. 35-39). Y que quiere levantarnos del “sepulcro” del pecado y de la duda (11, 1-44). Todos estos relatos muestran la acción de Dios de restaurar y renovar lo que hacía falta. Nos dicen que Dios quiere restaurar en nosotros la alegría de la alabanza y convertirse en la fuente de toda bendición. Cuando escuches este pasaje ser proclamado en la Misa de hoy, piensa en aquellas áreas de tu vida que tú necesitas que sean renovadas. Tal vez Jesús quiere renovar tu celo por él, tu amor por tu esposo o esposa, o tu deseo de rezar. Cree que Dios siempre está actuando en ti, trayendo de vuelta a la vida lo que se ha debilitado. Así como lo hizo en Caná, él quiere darte el mejor de los vinos. Y en este proceso, quiere mostrarte su gloria. “Gracias, Señor Jesús, por renovarme. Señor, te pido que me ayudes a ver tu gloria para que yo pueda creer en ti más profundamente.” ³³

Isaías 62, 1-5 Salmo 96 (95), 1-2a. 2b-3. 7-8a. 9-10ac 1 Corintios 12, 4-11

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de enero, lunes Marcos 2, 18-22 A vino nuevo, odres nuevos. (Marcos 2, 22) Cuando Jesús habla de vino nuevo y odres nuevos en el Evangelio que leemos hoy, está describiendo la forma en que él renovará nuestra relación con Dios a través de la nueva alianza. El Señor nos está diciendo que él es el novio que trae el amor de Dios a nuestra vida en una forma única y extensa (Marcos 2, 19). Y él desea que nosotros estemos preparados para recibirlo, con el corazón lleno de alegría. “Señor Jesús, tú me das de tu vino nuevo. Este vino nuevo es tu amor divino derramado en mi corazón. Tú me amas y me creaste para que yo te pertenezca. Tu amor es paciente y bondadoso, se regocija en la verdad, nunca se rinde y perdura para siempre. En todo tiempo, está dispuesto a ayudar a quien se encuentre en necesidad. Tu amor dentro de mí aumenta y no puede evitar fluir hacia aquellos que me rodean. “Señor Jesús, tú me das de tu vino nuevo. Este vino es tu vida divina en mí, es la presencia de Dios en lo más profundo de mi ser. Tú te muestras como eres realmente: Santo, puro, justo; y tienes un propósito para mi vida. Tú me recuerdas que eres lo único que necesito y luego me atraes hacia ti. Cuanto más recibo de tu

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vida, más me asemejo a ti. Y esa vida alcanza a todos los que están cerca de mí. “Señor Jesús, tú me das de tu vino nuevo. Este vino nuevo es tu poder divino que se manifiesta en mí y a través mío. Tu poder no tiene límites, no hay nadie más grande que tú. Tú no solo me sanas y me liberas con tu poder, sino que me das la capacidad de ver las cosas desde tu perspectiva. Mis plegarias rebosan de esperanza y confianza en lo que tú puedes hacer. “Mi amado Señor, dame, te lo ruego, de tu vino nuevo. Ayúdame, por favor, a ser como un odre nuevo para contener ese vino. Quiero ser flexible y capaz de expandirme, conforme tu vida y tu poder crecen dentro de mi corazón. No quiero apegarme a nada que me aleje de ti o que me impida vivir de una forma nueva. Muéstrame lo que necesito ver. ¿Necesito perdonar? ¿Debo entregarte mi temor y mis resentimientos? Señor, quiero vaciarme para que tú puedas llenarme con tu vino nuevo.” “Señor, ¡alabo tu generosidad! Haz de mí una vasija para recibir el vino nuevo que derramas en mi vida, te lo ruego.” ³³

1 Samuel 15, 16-23 Salmo 50 (49), 8-9. 16bc-17. 21. 23


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de enero, martes 1 Samuel 16, 1-13 El espíritu del Señor estuvo con David. (1 Samuel 16, 13) La primera lectura de hoy comienza con el relato de David, el gran rey que unificó a las doce tribus de Israel bajo una sola nación. Conforme sigamos leyendo este relato en las siguientes semanas, veremos que a David le costó mucho trabajo lograr esta unidad. No solo tuvo que enfrentar la división y las luchas que había entre las tribus, sino que además enfrentó amenazas externas por parte de los filisteos. ¿Cómo fue entonces que David logró hacer esto? Por un lado, él era un hombre muy talentoso: Un hombre habilidoso en tácticas en el campo de batalla, un diplomático astuto y un líder carismático. Pero los dones naturales de David se quedaban cortos en comparación con el don sobrenatural del cual leemos hoy. En resumen, David estaba lleno del Espíritu de Dios y recibió una gracia especial para guiar y unir a su pueblo. Hoy inicia la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Es toda una semana dedicada a rezar la plegaria que hizo Jesús en la Última Cena: “Te pido que todos ellos estén unidos… como tú Padre, estás en mí y yo en ti” (Juan 17, 21). ¿Qué mejor manera de comenzar esta semana con una lectura sobre un

rey que fue ungido para unificar al pueblo de Dios? Si vemos alrededor del mundo, veremos iglesias cristianas divididas en denominaciones: católicos, protestantes y ortodoxos. Y dentro de esas categorías generales se encuentran muchas otras divisiones, tanto políticas como religiosas. Muchísimas de estas divisiones llevan siglos, y los prejuicios que las apoyan podrían parecernos demasiado consolidados como para poder eliminarlos. ¿No sería maravilloso si nosotros también tuviéramos a un líder ungido para unirnos a todos? Lo tenemos: Jesús, el Cristo, el ungido. Como dijo una vez el cardenal Raniero Cantalamessa: “Si nos convertimos a Cristo iremos juntos hacia Él, los cristianos nos acercaremos también entre nosotros, hasta volvernos, como él ha querido, ‘una sola cosa con él y con el Padre’” (Sermón de Cuaresma, 18 de marzo de 2016). Si podemos mantener nuestros ojos fijos en Jesús y no en nuestras divisiones, si podemos pedirle al Espíritu que conmueva nuestro corazón hacia los otros, encontraremos la gracia de reunirnos nuevamente en amor y unidad. “Ven, Señor, ¡te rogamos que nos concedas el Espíritu de la unidad!” ³³

Salmo 89 (88), 20. 21-22. 27-28 Marcos 2, 23-28

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de enero, miércoles Marcos 3, 1-6 Comenzaron a hacer planes… para matar a Jesús. (Marcos 3, 6) Jesús curó a un hombre que tenía una mano tullida mientras sus oponentes —algunos fariseos y partidarios de Herodes— lo condenaban por infringir el sábado. En lugar de glorificar a Dios por la restauración del hombre, ellos “comenzaron a hacer planes” para matar a Jesús (Macos 3, 6). ¡Qué forma más extraña de reaccionar a una curación! Este relato contiene muchas enseñanzas para nosotros. Primero, podemos vernos reflejados en el hombre con la mano tullida. Probablemente estaba limitado para cuidar de sí mismo o proveer para su familia. Marcos no indica si se hizo daño en su mano o si nació con esa limitación. Quizá él le reclamó a Dios por su condición. De igual manera, podemos tener algunas áreas simbólicamente “tullidas”, fuera de forma y que nos limitan para funcionar como deberíamos. Jesús desea curarnos y restaurarnos para que podamos vivir según la voluntad del Padre. Segundo, deberíamos prestar atención a los fariseos y los partidarios de Herodes. Ellos parecían sufrir de un “corazón tullido” que es peor que la condición humana. El tan anhelado 84 | La Palabra Entre Nosotros

Mesías estaba frente a ellos, sin embargo todo lo que ellos podían ver era a alguien que infringía sus normas. Sus presunciones respecto al sábado los hizo indiferentes al sufrimiento de los seres humanos. Lo que es peor, ellos le pusieron condiciones a Dios y rechazaron los intentos de Jesús de conmover su corazón. Ningún corazón se tulle de la noche a la mañana. Al igual que estos hombres, nosotros también podemos resistirnos a los caminos de Dios y lentamente cerrar nuestro corazón a él. A través de la falta de contacto con el Señor y de escuchar solamente a nuestros propios deseos y a filosofías mundanas, permitimos que nuestro corazón se vuelva insensible y frío. Nuestro corazón endurecido distorsiona la empatía por otras personas que están sufriendo y nos motiva a rechazar los esfuerzos de Dios para sanarlos a ellos y a nosotros. Ya sea que nuestra mano o nuestro corazón estén tullidos, Dios desea ofrecernos su amor y curación. Y la buena noticia es que Jesús tiene autoridad sobre esta y cualquier otra parte de nuestra vida. El Señor puede restaurar nuestra libertad y plenitud. “Padre, te ruego que transformes mi corazón.” ³³

1 Samuel 17, 32-33. 37. 40-51 Salmo 144 (143), 1-2. 9-10


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de enero, jueves Marcos 3, 7-12 Jesús les prohibía que lo manifestaran. (Marcos 3, 12) ¿Puedes imaginar tratar de guardar un gran secreto? Eso es exactamente lo que Jesús estaba haciendo. Siendo el Mesías, él vino a traer sanación, un nuevo reino y la redención, pero él sabía que para las personas sería difícil entender que las bendiciones serían derramadas solamente después de su muerte y resurrección. Ese es el motivo por el cual era tan importante guardar su “secreto mesiánico” hasta que el momento fuera apropiado. De lo contrario, las personas podían centrarse tanto en los milagros que podían olvidar la meta de la redención a través de la cruz. Finalmente, el secreto fue revelado. El pecado ha sido derrotado y la muerte perdió su aguijón. Pero al mismo tiempo, Jesús sigue siendo un misterio para nosotros. El Señor todavía nos sorprende con las profundidades de su bondad y compasión. Nosotros solo hemos comenzado a comprender lo que significa que él sean completamente justo y misericordioso. ¿Cómo puede ser él a la vez soberano de toda la creación y aun así escuchar y responder nuestras peticiones? Cada día, Jesús nos invita a aprender un poco más del misterio de quién es él. Es como si nos sentáramos con

una aguja de tejer y un pedazo de tela blanca. Conforme vislumbramos su amor, comenzamos a hacer puntadas en un color. Pero luego el color cambia conforme sentimos que él nos perdona nuestros pecados. Puede cambiar de nuevo cuando él nos da nueva fuerza para enfrentar un tiempo difícil de nuestra vida. Con el tiempo, el cuadro se comienza a formar sobre nuestra tela lisa. Este cuadro no se desarrolla solamente a través de la oración y el estudio de la Palabra. Día tras día, en una situación tras otra, puede volverse más evidente y más detallado. Cada vez que tratamos de cumplir las leyes de Dios o escuchar la inspiración de su Espíritu, aprendemos un poco más. Conforme el tiempo pasa, podemos ver hacia atrás y ver cómo la imagen que teníamos de Dios ha cambiado. Hoy, piensa en una faceta de Dios; quizá su misericordia, su amor o su paciencia. ¿Cómo ha cambiado o se ha profundizado tu perspectiva de esa faceta con el paso de los años? Medita este aspecto de tu Padre celestial y luego alábalo por revelarse a sí mismo. “Señor Jesús, deseo conocerte más.” ³³

1 Samuel 18, 6-9; 19, 1-7 Salmo 56 (55), 2-3. 9-13

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de enero, viernes Marcos 3, 13-19 Hijos del trueno. (Marcos 3, 17) ¿Alguna vez te han puesto un sobrenombre? Quizá tu madre te llamaba “corazón” o tu velocidad y agilidad llevó a tus compañeros de equipo a llamarte “Flecha”. Los sobrenombres como estos pueden ser descriptivos e incluso, a menudo, graciosos. Pero también demuestran cercanía y afecto. Cuando alguien te pone un sobrenombre, no solo está diciendo que te conoce muy bien, sino que te aprecia mucho. Jesús tenía un sobrenombre para Santiago y Juan: “Hijos del trueno.” El Señor podría haber elegido este nombre para reafirmar el celo de ellos por el Reino o podría haberse estado refiriendo a su temperamento fuerte (Lucas 9, 54). De cualquier manera, podemos ver tanto en estos versículos, como a través de los Evangelios que Jesús sentía mucho cariño por estos dos hermanos. El Señor los conocía muy bien y los amaba plenamente, con todo y sus defectos. Jesús nos conoce plenamente también. El Señor ve nuestras fortalezas y nuestro amor por él junto con las debilidades y defectos que tenemos. Pero también ve cómo nuestros atributos imperfectos pueden producir fruto para el Reino de Dios. Y por sobre todo, él nos ama, incondicionalmente. 86 | La Palabra Entre Nosotros

No siempre es sencillo ver el cuadro completo. A veces subestimamos nuestros defectos y nos centramos más en nuestras fortalezas, pero más a menudo, nos enfocamos en las debilidades y nos sentimos inadecuados. Permitimos que nuestros errores opaquen nuestro potencial. Nos perdemos de la bondad que Dios ha puesto en nosotros y desestimamos la capacidad que tenemos de ser santos. ¿Cuál crees que es el sobrenombre que Jesús tiene para ti? Quizá “Sonriente”, porque eres de naturaleza alegre. O tal vez te llame “Eduardo el constante”, en honor a tu fidelidad. O “Ana la reflexiva” por tu tendencia a meditar demasiado en una situación antes de actuar. Permite que este sobrenombre resalte lo bueno y santo que hay en ti, aun cuando expresa el cariño que Dios tiene por ti. Medita en las fortalezas que él te ha dado y cómo puedes usarlas. Y sonríe un poco cuando comprendas que, al igual que Santiago y Juan, todavía necesitas ajustes. No te preocupes, el mismo Dios que actuó pacientemente en los Hijos del trueno actuará en ti. “Señor Jesús, gracias por amarme, te pido que me uses para edificar tu Reino.” ³³

1 Samuel 24, 3-21 Salmo 57 (56), 2. 3-4. 6. 11


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de enero, sábado Marcos 3, 20-21 …que no los dejaban ni comer. (Marcos 3, 20) Echemos un vistazo a las personas que habían entrado con Jesús en la casa. Primero estaban su discípulos, que creían en él y estaban tratando de entenderlo. Luego la multitud, que veía en sus milagros una respuesta a sus necesidades. Finalmente sus familiares, quienes lo amaban pero estaban alarmados por sus acciones. De los tres grupos, el que más llama nuestra atención es el de sus familiares. Ellos no solo no entendían los motivos por los que estaba haciendo lo que hacía, sino que querían llevárselo de vuelta a su casa. ¿Por qué? Parecía que él no estaba cuidando lo suficiente de sí mismo. Por lo que leemos en otros pasajes sabemos que Jesús dormía poco para dedicar más horas a la oración. También recortó sus ingresos cuando dejó su trabajo para convertirse en predicador errante. Y cortó los lazos sociales más importantes cuando dejó su hogar y su familia. Rezar en vez de dormir, saltarse comidas, cuidar de las necesidades de otras personas y sacrificar el dinero y el trabajo. La mayoría de nosotros conocemos personas que se entregan a Dios de esta manera. Tal generosidad parece ser extrema, pero el amor provoca estas cosas. Piensa en los misioneros

que se van a tierras extranjeras a predicar el Evangelio o que cuidan de sus familiares ancianos o de niños con discapacidades severas. Piensa en padres solteros y sacerdotes que pueden pasar días y días cuidando a otros sin ningún respiro. Cada uno de ellos es un reflejo de la forma en que Jesús se entregó a sí mismo. Nunca es un desperdicio entregar tu vida por el Señor y por su pueblo. Nunca es un desperdicio pasar una noche en oración y sacrificar nuestra comodidad en nombre del amor. Dios ve todos los sacrificios que hacemos y los bendice. En este día, recemos por todos los misioneros, cuidadores, sacerdotes y otros servidores “extremos” que conocemos, así como por todos aquellos cuyos actos de amor pasan desapercibidos. Y si tú eres uno de esos que se sienten inspirados a ir al límite por amor, ten ánimo. Recuerda que los demás lectores de La Palabra Entre Nosotros están rezando por ti. “Amado Señor, gracias por los sacrificios que tus siervos hacen en tu nombre. Ven, y fortalécelos con tu amor, te lo ruego.” ³³

2 Samuel 1, 1-4. 11-12. 17. 19. 23-27 Salmo 80 (79), 2-3. 5-7

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MEDITACIONES ENERO 23-29

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de enero, domingo Lucas 1, 1-4; 4, 14-21 Me ha ungido. (Lucas 4, 18) A menudo, cuando leemos la Escritura encontramos un significado inmediato y otro a largo plazo del pasaje que estamos leyendo. El Evangelio de hoy es un ejemplo de esto. Cuando habló en la sinagoga de su pueblo, Jesús proclamó que el Espíritu del Señor lo había ungido para predicar las buenas noticias. En el sentido inmediato, sabemos que Jesús realmente había sido ungido por el Espíritu Santo cuando fue bautizado por Juan en el río Jordán. Pero a largo plazo, Jesús desea que recordemos que el mismo Espíritu nos ha ungido a nosotros también. Cuando Jesús nos dio el Gran Mandamiento —amar a Dios y al prójimo— quería que siguiéramos su ejemplo. El Señor nos estaba exhortando a escuchar y responder al lamento de los pobres. Nos estaba pidiendo que nos preocupáramos por las personas que pasan necesidades. Desde entonces, los cristianos han otorgado un lugar especial en su 88 | La Palabra Entre Nosotros

corazón a los pobres, los marginados, los enfermos, los prisioneros y los no nacidos. Todos ellos son el centro de la misión de la Iglesia. Existen muchas organizaciones cristianas que trabajan para hacer desaparecer la pobreza, mejorar la educación, elevar los estándares de vida y llevar ayuda médica a aquellos que más la necesitan. Pero el lamento de los pobres sigue elevándose. Aún hay indigentes que viven en tiendas de campaña hechizas o debajo de los puentes. Hay poblaciones completas que sufren por las hambrunas. Hay incontables personas muriendo por enfermedades curables. Y Jesús continúa exhortándonos a hacer lo que esté a nuestro alcance para ayudar. El desafío puede parecer abrumador. Sin embargo, si cada uno de nosotros puede añadir una o dos horas por mes para responder al llamado del Señor, eso puede significar un aumento de miles de horas. ¡Imagina la alegría que tendrá Jesús al ver a su pueblo aceptando con seriedad la unción espiritual y trabajando para liberar a los oprimidos! “Aquí estoy, Señor, tú me has ungido y yo quiero servirte.” ³³

Nehemías 8, 2-4. 5-6. 8-10 Salmo 19 (18), 8. 9. 10. 15 1 Corintios 12, 12-30


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de enero, lunes Salmo 89 (88), 20. 21-22. 25-26 Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán. (Respuesta del salmo) David era un joven pastor cuando fue ungido por Samuel para ser rey de Israel. Sin embargo, fue coronado rey hasta muchos años después, a la edad de treinta años. Esa es la escena que nos narra la primera lectura de hoy (2 Samuel 5, 3-4). Muchas cosas sucedieron en esos años que pasaron entre la unción de David y su coronación como rey de Israel, y Dios siempre estuvo con él en todos esos acontecimientos. Siendo escudero y músico de la corte del rey Saúl, David se enfrentó a Goliat cuando los israelitas luchaban contra los filiesteos, y lo venció porque Dios estaba a su lado. En numerosas ocasiones, Dios protegió a David cuando Saúl lo persiguió. También Dios lo ayudó a obtener la victoria en la guerra civil contra los sucesores de Saúl. Al repasar su pasado, el rey ciertamente podía decir con el salmista que la fidelidad de Dios lo había acompañado. Al igual que David, nosotros también hemos vivido distintos acontecimientos, nuestras propias “batallas” así como las victorias. Y al igual que él, podemos estar confiados en que Dios nunca dejará de ser fiel a nosotros. Aun cuando nosotros seamos infieles a él,

cuando nos equivocamos o caemos en la tentación, él seguirá a nuestro lado, siempre dispuesto a perdonarnos y a recibirnos de vuelta. Hoy, toma unos minutos para preguntarle a Dios: “¿Cuándo me has mostrado tu fidelidad?” Mientras reflexionas en tu pasado, trata de descubrir la mano del Señor a lo largo de las diferentes épocas y logros de tu vida. Quizá él te ayudó a superar una crisis de salud o en un tiempo difícil con uno de tus hijos. Tal vez experimentaste una limitación financiera y viste a Dios proveer. O tal vez te desviaste del camino de la fe por un tiempo pero regresaste al Señor a través del testimonio fiel o la intercesión de un amigo o familiar. Recordar que Dios ha sido fiel contigo te ayudará a crecer en gratitud. También te ayudará a confiar en que, a pesar de las adversidades que enfrentes en el futuro, él estará a tu lado. No solo eso, él sacará lo bueno de cualquier cosa que suceda, porque esa es su naturaleza. Al igual que su amor y misericordia, ¡su fidelidad perdura para siempre! “¡Gracias, Señor, por todas las formas en que me has mostrado tu fidelidad!” ³³

2 Samuel 5, 1-7. 10 Marcos 3, 22-30

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de enero, martes Conversión de San Pablo Hechos 22, 3-16 Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hechos 22, 7) En un instante, la vida de Pablo dio un giro completo. Solo un tiempo antes, se había empeñado en acabar con los seguidores de Jesús. Pero ahora se encontraba en el camino que lo convertiría en uno de los evangelistas más grandes de la historia. ¡Esto parece demasiado bueno para ser cierto! La experiencia de Pablo puede llevarnos a pensar que a menos que vivamos un evento espectacular como este, nosotros realmente no hemos experimentado la conversión. Pero generalmente ese no es el caso. Veamos qué es la conversión para que podamos comprender mejor nuestra propia experiencia con el Señor. El Catecismo de la Iglesia católica define la conversión como “el movimiento de retorno a Dios” (1490). Es la decisión de alejarse del pecado, volverse hacia Jesús y aceptarlo como Salvador y Señor. Al igual que la experiencia de Pablo en el camino a Damasco, la conversión es una respuesta a la revelación de Dios. Es una decisión a aceptar su invitación de comprobar quién es Jesús y lo que puede hacer en nosotros (Juan 1, 46). A pesar de las conversiones espectaculares e instantáneas como la de 90 | La Palabra Entre Nosotros

Pablo, algunos de nosotros experimentamos el lento proceso de las pequeñas conversiones. Estas pequeñas conversiones pueden suceder conforme Dios gradualmente abre nuestros ojos a su bondad y nuestra necesidad de salvación. Quizá una homilía en la Misa nos ayuda a ver la verdad de Dios en una forma nueva. O los eventos de la vida nos enseñan la gran la necesidad que tenemos de Jesús, y lo misericordioso que él es. O tal vez simplemente llegamos a sentir un amor más profundo por Dios y un rechazo al pecado conforme vivimos la vida. Posiblemente esto no es tan dramático como la conversión de San Pablo, ¡pero todos los ingredientes siguen estando ahí! Dedica algo de tiempo hoy a revisar la forma en que Dios te ha acercado a él. Repasa tu vida y verás todas las razones que tienes para estar agradecido por su gracia al redimirte y abrirte las puertas del cielo. ¿Puedes pensar en cómo sería tu vida si no hubieras intentado seguir al Señor? Luego alábalo por su misericordia, su paciencia y su amor, ¡y por haberte llamado a seguirlo! “¡Gracias, Padre celestial, por enviar a tu Hijo a rescatarme del pecado!” ³³

Salmo 117 (116), 1bc. 2 Marcos 6, 15-18


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de enero, miércoles Santos Timoteo y Tito 2 Timoteo 1, 1-8 El Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. (2 Timoteo 1, 7) Si estás casado o en una relación seria de noviazgo, recuerda cómo supiste que esa persona era “la correcta”. Quizá al principio tuviste que superar algunos temores iniciales, como qué le ibas a decir o cómo reaccionaría la otra persona. Con el tiempo, tu amor y compromiso hacia él o ella se hicieron más fuertes que tu temor. San Timoteo y San Tito, cuya fiesta celebramos hoy, probablemente debieron enfrentar el temor también. Imagina las dificultades que Timoteo encontró para establecer iglesias en Grecia (Hechos 16, 1—17, 14). Y por su parte, Tito tuvo que amonestar a los corintios e intervenir en divisiones internas en la iglesia de Creta (2 Corintios 7, 6. 13-14; Tito 1, 4-5). Ambos hombres podrían haber permitido que el temor los dominara, y si eso hubiera sucedido, es posible que hoy no estaríamos leyendo este pasaje. Pero por lo visto, decidieron permitir que el Espíritu Santo los ayudar a vencer su temor. La mayoría de nosotros se enfrenta con la duda cuando se trata de compartir nuestra fe con otras personas. Podemos pensar en muchas razones por las cuales no evangelizar a otros: “No

sé qué decir.” “Nadie va a estar interesado en mi relato.” “Me veré ridículo.” Si temes hablar sobre tu fe, recuerda quién es el que habita dentro de tu corazón: ¡El mismo Espíritu Santo que habitó en Timoteo y Tito! El Espíritu de “fortaleza, de amor y de moderación” (2 Timoteo 1, 7). Específicamente, la fortaleza que él nos da es amor. Es el amor entre Dios Padre y su Hijo, Jesús. Es el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros, que es más fuerte que el amor humano natural que tenemos incluso por aquellos que son más queridos para nosotros. También es más fuerte que nuestros temores. ¿Puedes pensar en una sola persona que necesite que su vida sea transformada por el Señor? Quizá Jesús está inspirándote a hablarle a esa persona. Pídele al Espíritu que te llene con amor y valentía para acercarte a él o ella. La próxima vez que la veas, no permitas que el temor te domine. Tú no tienes que “convertirla”. Solo ámala y cuéntale algo que Dios haya hecho por ti, el Señor hará el resto. “Espíritu Santo, lléname con el celo y el amor por tu pueblo, te lo ruego.” ³³

Salmo 96 (95), 1-2a. 2b-3. 7-8a. 10 Marcos 4, 1-20

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de enero, jueves 2 Samuel 7, 18-19. 24-29 ¿Quién soy yo, Señor, … para que me hayas favorecido tanto hasta el presente? (2 Samuel 7, 18) David era un hombre con muchos dones. Amaba a Dios con todo su corazón, era un músico talentoso, tuvo el valor de enfrentarse a Goliat y después de convertirse en rey, conquistó Jerusalén y llevó a la ciudad el arca de la alianza. Siendo un gobernante sabio, eventualmente unió a las tribus de Israel y reinó sobre ellas durante casi cuarenta años. Con todo esto, es un poco sorprendente leer la petición de David en la primera lectura de hoy. Es una bella reflexión de su humildad y su deseo de que la gloria de Dios sea conocida por todos. David no muestra signos de orgullo por su propio trabajo o por la dinastía que estaba estableciendo. Por el contrario, él se fija en lo que Dios ha hecho y da gloria al Señor por eso. Además, está abrumado porque Dios le promete algo más: Que su reino durará por siempre. A lo largo de su oración, David es consciente de que Dios le ha concedido los dones que él necesitaba justamente para este propósito: Hacer avanzar el plan de Dios, y no aumentar su propio ego. Dios nos ha concedido muchos dones a nosotros también. Podrían ser

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dones de liderazgo como los que le dio al rey David, dones para el ministerio en la Iglesia o dones para cuidar de otros. Dios desea que recibamos estos dones con gratitud y luego, al igual que David, decidamos cómo vamos a usarlos para cuidar de su pueblo y edificar su Reino. Esta es la clave para la verdadera humildad. Se trata de confesar que todo lo que hemos logrado es gracias a la generosidad y la bondad de Dios. Es creer que él es el único que nos ha bendecido con dones en primer lugar. Se trata de entender que él es el único que nos da la visión y la gracia para usarlos. Agradece al Señor, tanto por los dones como por las oportunidades que tienes para usarlos para su gloria. Luego ofrécele estos dones y pídele que los use en la forma en que él decida. Recuerda, tú tienes un papel que desempeñar en el Reino que Dios está estableciendo. ¡El Señor te necesita a ti y a los dones que te ha otorgado para realizar esta obra! “Padre, te pido que me ayudes a reconocer mis dones y a usarlos para tu gloria.” ³³

Salmo 132 (131), 1-2. 3-5. 11. 12. 13-14 Marcos 4, 21-25


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de enero, viernes Marcos 4, 26-34 El Reino de Dios se parece a… una semilla de mostaza que… crece y se convierte en el mayor de los arbustos. (Marcos 4, 30. 31. 32) ¿Por qué usó Jesús una semilla de mostaza como analogía del Reino de Dios? Quizá porque sabía que Dios a menudo actúa plantando una semilla en la forma de una pequeña idea en nuestro corazón, la cual después crece y se convierte en algo grande a través de la acción del Espíritu Santo. La vida de San Juan Bosco ofrece un ejemplo de cómo una pequeña semilla de mostaza, una aspiración, puede convertirse en un gran arbusto. La “semilla” plantada por este sacerdote del siglo XIX fue la idea de ofrecer ayuda espiritual y práctica a los niños más pobres y marginados de su pueblo en Turín, Italia. Su trabajo en esa ciudad se multiplicó a otras áreas, y eventualmente se estableció la orden religiosa de los salesianos. Estos hermanos y sacerdotes, junto con la congregación de hermanas salesianas, todavía se dedican a cuidar y enseñar a los jóvenes alrededor del mundo. Un ejemplo más reciente es el del veterano de la Segunda Guerra Mundial, el capitán Thomas Moore, un británico de noventa y nueve años que en abril del 2020 decidió recolectar dinero para el Sistema Nacional de

Salud como una forma de apoyar a las muchas personas que estaban enfermando de covid-19. Su modesta meta era la de recolectar mil doscientos cincuenta dólares antes de su cumpleaños número cien, que estaba a unas semanas, caminando el equivalente a cien vueltas de su jardín en su máquina caminadora. Pero se corrió la voz de lo que este caballero deseaba hacer, y su pequeña semilla creció más allá de sus expectativas. Eventualmente un millón y medio de personas donaron a su causa, ¡recolectando más de cuarenta millones de dólares! Quizá Jesús plantó una pequeña semilla de mostaza en tu corazón o en el corazón de alguien que conoces. Si es así, mientras presentas esta idea en oración, piensa en cuál es el siguiente paso que debes dar. ¿Hay alguna pequeña acción que puedas realizar para iniciar? Si sigues la guía del Espíritu Santo puedes sorprenderte de ver esta pequeña semilla crecer. ¡Incluso podrías ser testigo de algo sorprendente que salga de esta pequeña semilla de fe! “Señor, ayúdame, te lo ruego, a abrir mi corazón a las ideas que siembres en mi corazón.” ³³

2 Samuel 11, 1-4. 5-10. 13-17 Salmo 51 (50), 3-4. 5-6a. 6bc-7. 10-11

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de enero, sábado Marcos 4, 35-41 ¿No te importa…? (Marcos 4, 38) ¿No resulta un poco injusto que Jesús pareciera reprender a sus discípulos por su falta de fe durante la tormenta? ¿Deberíamos limitarnos a no hacer nada cuando las “tormentas” de nuestra vida —una enfermedad grave, una crisis financiera o un hijo rebelde— nos están sacudiendo? La respuesta rápida a todas esas preguntas es “no”. El Señor no desea que seamos indiferentes respecto a nuestros problemas, sino todo lo contrario. Los discípulos probablemente ajustaron las velas, sacaron el agua e hicieron todo lo posible para mantener la barca a flote. Jesús desea que trabajemos diligentemente para solucionar nuestros propios problemas. Pero comprende nuestras frustraciones cuando los obstáculos parecen muy difíciles de superar. Pero luego los discípulos entraron en pánico y despertaron a Jesús y lo acusaron de no preocuparse por ellos. A juzgar por la reprimenda que les dio Jesús, pareciera que los discípulos habían dejado de intentar y querían que él solucionara el problema por ellos. Perdieron la fe de que, con él en el bote, ellos serían capaces de enfrentarse a la tormenta.

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Jesús desea que nosotros encontremos un balance para nuestros problemas: Una combinación de trabajar duro y rezar duro. Deberíamos hacer todos los esfuerzos que podamos para enfrentar las adversidades, mientras rezamos pidiendo fortaleza para perseverar y le pedimos a Dios que nos ayude. El Señor desea que seamos lo suficientemente humildes para reconocer que lo necesitamos, pero que tengamos la confianza suficiente de seguir intentando hacer el trabajo a su lado. Jesús podría haber calmado las olas al primer signo de problemas y evitado la tormenta, pero no lo hizo. Este relato es un buen ejemplo de cómo él no siempre evita que tengamos dificultades en la vida, más bien, a veces las usa para un bien mayor. Ellas pueden hacernos más sabios, más compasivos y más conscientes de su amor y presencia. Así que sigue haciendo tu parte, y Jesús hará la de él. Y, ¡nunca te olvides de que él se preocupa tanto que está ahí a tu lado en la barca contigo! “Señor Jesús, te pido que me ayudes a aprovechar las tormentas de la vida como una oportunidad de acercarme más a ti.” ³³

2 Samuel 12, 1-7. 10-17 Salmo 51 (50), 12-13. 14-15. 16-17


MEDITACIONES ENERO 30-31

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de enero, domingo 1 Corintios 12, 31—13, 13 El amor dura por siempre. (1 Corintios 13, 8) Los estudiosos consideran que la primera lectura de hoy es el capítulo más importante de toda la Escritura. Usando solamente trece versículos, San Pablo nos ofrece una hermosa descripción del amor por el que podemos pasarnos toda una vida rezando. De una forma simple y precisa, Pablo coloca el amor en el lugar al que pertenece: De primero en la lista. Hablar en lenguas como los apóstoles, profetizar como Isaías, comprender los misterios de la fe como Santo Tomás de Aquino, donarse por completo como la Madre Teresa: Todo esto no es nada si el amor no es un ingrediente principal. Pablo también reconoce que ninguno de nosotros ama perfectamente. Por medio de analogías, llama a nuestro amor “infantil”. Es como si estuviéramos buscando la vida a través de un espejo oscuro y distorsionado. San Pablo reconoce, en otras palabras, que todos cometemos errores. Todos herimos a otras personas, especialmente a las que más amamos. Nos esforzamos

todo lo que podemos, pero a veces nuestro mejor esfuerzo no es suficiente. Al igual que Pablo, San Pedro también coloca al amor al principio de la lista, como la fuerza más poderosa en el mundo. En realidad, el amor es tan poderoso, que “perdona muchos pecados” (1 Pedro 4, 8). El amor entiende todo esto y puede sanarlo todo, incluso los errores y los juicios erróneos que se deben más a malas decisiones que a pecados. Si te han hecho daño, recuerda que tu amor puede ofrecer sanación, tanto para ti como para quien te hizo daño. Aun cuando tu amor sea parcial siempre puede hacer la diferencia. Para Jesús no pasa desapercibido y él lo bendice. El amor no implica ser perfecto, sino hacer lo mejor que podamos y pedir perdón cuando nos equivocamos. Hoy en tu oración, pídele a Jesús que te llene con el deseo y la fortaleza para amar con el mismo amor que él tiene por ti. Procura ser rápido para amar, para perdonar y para pedir perdón. Recuerda, el amor siempre triunfa. “Amado Jesús, te ruego que me enseñes a amar más profundamente.” ³³

Jeremías 1, 4-5. 17-19 Salmo 71 (70), 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab-17 Lucas 4, 21-30

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de enero, lunes Marcos 5, 1-20 ¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? (Marcos 5, 7) Es natural que queramos centrar nuestra atención en el amor de Jesús, deleitándonos en él como una flor que se vuelve hacia el sol. No hay nada de malo en esto, en realidad, es algo que deberíamos hacer a menudo. Pero eso no significa que debamos evitar pensar en el demonio o en su influencia en el mundo. El peligro de querer ignorar cualquier idea sobre Satanás es que nos arriesgamos a caer en su trampa más inteligente: Creer que él no es real. Y pareciera que esta es una estrategia que le está funcionando. En una encuesta reciente realizada en los Estados Unidos, solamente el diecisiete por ciento de los católicos creen que Satanás es un “ser viviente”. Por el contrario, el ochenta y tres por ciento deciden llamarlo simplemente un “símbolo del mal”. Solamente debemos abrir la Biblia para encontrar la evidencia de Satanás y sus demonios y del poder de Dios sobre él. En el relato del Evangelio de hoy, los habitantes de Genesaret vieron a Jesús echar a una legión de demonios que tenían a un hombre poseído. Debe haber sido aterrador para estas personas ver la dramática transformación

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que sufrió el ciudadano más peligroso del pueblo, así como la de dos mil cerdos que se lanzaron al agua. Por un lado, su reacción parece inexplicable considerando el bien que Jesús acaba de realizar. Pero no debemos juzgar a los pobladores demasiado duro. En un giro difícil de prever, ellos vieron el poder de Satanás e intentaron hacer a Jesús a un lado, mientras que el hombre poseído vio el poder de Dios y deseaba seguir a Jesús. Aunque las posesiones demoníacas no son comunes, Satanás encuentra formas más sutiles para ejercer su influencia sobre nosotros. Como lo hizo con los habitantes de Genesaret, puede aprovecharse de nuestro temor. Puede tentarnos a hacer el mal o usar nuestra apatía para, sutilmente, alejarnos de Dios. Pero nosotros tenemos al Espíritu Santo que habita en nuestro corazón. El diablo puede ser poderoso, pero Jesús cuida de nosotros. El cambio que él genera en nuestra vida probablemente no sea tan repentino y dramático como el del hombre endemoniado, pero será igual de real. “Señor, te ruego que me concedas mayor confianza en tu poder para derrotar al pecado y al demonio.” ³³

2 Samuel 15, 13-14. 30; 16- 5-13 Salmo 3, 2-3. 4-5. 6-7


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