Por Ana Laguna
La VERDAD como problema: Cervantes, las crónicas de Indias, y las noticias falsas Es la historia... émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes (I.9, p. 145)1
Historiadores falsos, traducciones apócrifas, princesas impostoras y gobernadores de cartón forman parte del universo ficticio cervantino que constantemente fusiona fábula, realidad y verdad histórica en casi todas sus variantes. Novelas como Don Quijote demuestran cómo «la literatura se encuentra siempre con la historia» y cómo ese encuentro, en plena crisis epistemológica del siglo xvii, agudizaba la general desconfianza del público ante el relato histórico. Poco le valía a los historiadores del momento la aseveración de Quintiliano de que «la autoridad» de la palabra pudiera tomarse «de los oradores e historiadores» pasados, visto el descrédito en el que habían caído los últimos (III.35). A finales del 1500, había quedado de manifiesto que la distancia semántica establecida por Antonio de Nebrija (2011, p. 4) entre narrar el hecho cierto («cosa verdadera») y el probable («muy cerca de la verdad») resultaba prácticamente imperceptible para una gran cantidad de autores y lectores áureos. Teóricos como Jerónimo Zurita (1512-1580), Ambrosio de Morales (15131591) y Nicolás Antonio (1617-1684), visiblemente frustrados por esta pérdida de referencia, se quejaban entonces de cómo sus contemporáneos «historiadores quiméricos» habían plantado la «semilla inútil», de la mentira en el «más sencillo y puro [ejercicio] de nuestras Historias», dejando así «patria» y «verdad» sin CUADERNOS HISPANOAMERICANOS
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