Aguas dignas, ríos que narran: cuentos y reflexiones nacidos en Charras (Guaviare)

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Este libro forma parte de una seguidilla de ejercicios que tiene el objetivo de recuperar las memorias vivas, rebeldes, campesinas, afro e indígenas del noroccidente amazónico. En este caso, se compilan reflexiones e historias sobre las memorias más sensibles, cómicas y descriptivas de excombatientes jóvenes, mujeres y campesinos hijos de Charras (Guaviare), quienes han reflexionado sobre las bifurcaciones de los ríos y las selvas y sobre las contradicciones de la organización comunitaria. Usted encontrará las virtudes de los que han soñado con una Colombia más digna y justa. En un intento por construir escenarios de reconciliación, la Pontificia Universidad Javeriana, el Proyecto Javeriano de Paz y Reconciliación y la Facultad de Ciencias Sociales ponen a disposición un modelo pedagógico sobre narrativas locales y comunitarias desarrollado en Charras (Guaviare). Aquí usted encontrará herramientas y conceptos útiles para potenciar habilidades de escritura, de imaginación y de evocación, con el fin de incentivar a quienes deseen contar sus historias a través de las narrativas.

AG UA S D I G N A S , R Í O S QU E N A R R A N

AGUAS DIGNAS

RÍOS QUE NARRAN Cuentos y reflexiones nacidos en Charras (Guaviare)

J UA N S EBAS T I ÁN T O RRES L AVAO N AT H AL Í C ED EÑ O L U I S F ERN AN D O G Ó M EZ A L BA CO M PI L AD O RES


AGUAS DIGNAS, RÍOS QUE NARRAN



AGUAS DIGNAS, RÍOS QUE NARRAN Cuentos y reflexiones nacidos en Charras (Guaviare)

Juan Sebastián Torres Lavao Nathalí Cedeño Luis Fernando Gómez Alba Compiladores Con la colaboración de la Junta de Acción Comunal de Charras y la Comunidad Noble y de Paz Marco Aurelio Buendía


reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana © Juan Sebastián Torres Lavao, Nathalí Cedeño y Luis Fernando Gómez Alba, compiladores © Noé Gabriel Garzón, Caterin Yohana Herrera Enciso, José Edgar Mejía, Jhoan Felipe Sánchez Hernández, Teo Timo Lasso Márquez, Luis Carlos Forero Carrillo, Edith Osorio, Jairo Gómez Rodríguez, Diana Carola Vivas, Jhovany Téllez Jutinico y Juan Camilo Téllez Jiménez, autores Con la colaboración de la Junta de Acción Comunal de Charras y la Comunidad Noble y de Paz Marco Aurelio Buendía

MIEMBRO DE LA

ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA

RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL

Primera edición: noviembre de 2021 ISBN (impreso): 978-958-781-565-8 ISBN (digital): 978-958-781-566-5

www.ausjal.org

Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.ª n. º 37-25, oficina 1301, Bogotá Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co Bogotá, D. C. Revisión de texto: Daniela Guerrero Diseño y diagramación: Nathalí Cedeño García Ilustración: Nathalí Cedeño García Impresión: DGP Editores S.A.S.

DOI: https://doi.org/10.11144/ Javeriana.9789587815665 Número de ejemplares: 400 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.

Garzón, Noé Gabriel, autor Aguas dignas, ríos que narran : cuentos y reflexiones nacidos en Charras (Guaviare) / autores Noé Gabriel Garzón [y otros once] ; compilado por Juan Sebastián Torres Lavao, Nathalí Cedeño Gracia, Luis Fernando Gómez Alba. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2020. 122 páginas : ilustraciones ; 25x20 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN: (impreso) 978-958-781-565-8 ISBN: (digital) 978-958-781-566-5 1. Narración de cuentos 2. Creación literaria, artística, etc. 3. Ciencias sociales 4. Paz 5. Procesos de paz 6. Literatura testimonial 7. Literatura colombiana - Historia I. Torres Lavao, Juan Sebastián, compilador II. Cedeño Gracia, Nathalí, compiladora III. Gómez Alba, Luis Fernando, compilador IV. Pontificia Universidad Javeriana. CDD 808 edición 21 Catalogación en la publicación Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. inp

20/11/2020

Las ideas expresadas en este libro son responsabilidad de su autor y no necesariamente reflejan la opinión de la Pontificia Universidad Javeriana.


A los campesinos que han combatido en las luchas sociales y agrarias, a las mujeres que han construido las memorias vivas de estas luchas, a los pueblos étnicos que han resistido al conflicto armado, a las hijas de las memorias rebeldes que creen en la reconciliación del país, a la tierra que ha sabido custodiar las historias de esta Amazonía vital, a los hijos de esta tierra, que es una promesa incumplida, a los pasos que hemos de recorrer cuando la dignidad sea nuestra bandera, a los sueños transformadores entre hermanas y compañeros, a los sentimientos que surgen cuando se mira al pasado, a los que han caído presos por llevar sus ideales hasta las últimas consecuencias, a los ríos que recorren nuestra vida, esos ríos que crecerán cuando abracemos la libertad.



Aquí estamos nosotros los que somos el color de la tierra. Solo venimos a preguntar. A preguntar de nuestro paso. A preguntar del camino. A preguntar de la tierra. A preguntar del sueño. A preguntar de la realidad ideal. A preguntar de la palabra. A preguntar de la mirada. ¿Es el silencio palabra ya dicha o palabra por decir en el color de la tierra?

Subcomandante Insurgente Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional


contenido 11 13 19 25

Agradecimientos Presentación Prólogo Índice pedagógico

capítulo

1 EL GUAVIARE

capítulo

NARRANDO DESDE

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capítulo

3 NUESTRAS VIDAS

2

LA PALABRA HEREDADA

DE LOS VIEJOS

30

capítulo

LOS RÍOS DE

4 LA NATURALEZA LO QUE DICE

44

52


capítulo

capítulo

5

LAS RESISTENCIAS

COTIDIANAS

66

capítulo

7

FUTURO EN

MINGA

6 TRANSFORMAD OR EL IMPULSO

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Voces que narran

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Autores y autoras

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Agradecimientos

Este libro fue financiado por el Proyecto de Planeación Universitaria Proyecto Javeriano de Paz y Reconciliación, por la Escuela de Gestión Comunitaria de Recursos Locales y Construcción de Paz y por la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana. Así mismo, y como parte de un proceso pedagógico, en la construcción del libro participaron campesinos de la Junta de Acción Veredal de Charras, en el departamento del Guaviare, y excombatientes de la Comunidad Noble y de Paz Marco Aurelio Buendía de las FARC; los relatos que reposan en este libro son de su autoría. Sin las voluntades de encuentro y diálogo, este libro no hubiera sido posible. A Diana Carola Vivas, José Edgar Mejía, María Inés Herrera Rubiano, Noé Gabriel Garzón, Yessica Lorena Perlaza Mosquera, Jairo Gómez Rodríguez, Caterin Yohana Herrera Encizo, Luis Carlos Forero Carrillo, Caterine González, Francisco Gamboa, Zulma Encizo, Elkin Velázquez Amaya, Enira Franco, Jhon Fredy Herrera, Jhoan Felipe Sánchez Hernández, Jhovany Téllez Jutinico, Juan Camilo Téllez Jiménez, Edith Osorio y Teo Timo Lasso Márquez

Agradecimientos

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Presentación

Este libro es una apuesta proveniente de las diversas iniciativas institucionales, académicas, gubernamentales y de cooperación internacional que apoyan la construcción de paz y aportan a la transicionalidad, a la reincorporación y a la reconciliación, luego de cuatro años de la firma de los acuerdos de paz entre el hoy partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y los delegados del Gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos. Este proyecto editorial se asume como parte de la responsabilidad y el compromiso de la academia, como sector de la sociedad civil, para construir escenarios de convivencia y no repetición, en los que se posibilite la concreción y la creación de oportunidades para reconocer, producir, potenciar y divulgar el conocimiento local de las organizaciones comunales, veredales y rurales del país. Los textos que se presentan a continuación fueron elaborados por campesinos, indígenas, afros y excombatientes en las instalaciones de la Comunidad Noble y de Paz Marco Aurelio Buendía en Charras (Guaviare), donde se desarrollaron ejercicios formativos, creados con la Pontificia Universidad Javeriana, para fortalecer las capacidades narrativas y escriturales de las personas que integran la comunidad del caserío y la Junta de Acción Comunal de Charras. Con estos ejercicios, se buscaba elaborar reflexiones, relatos y anécdotas sobre las formas en las que el campesino de a pie resiste en la vida cotidiana a la guerra, a la pobreza y a las duras condiciones económicas. También

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Fuente: Cartilla de Lineamientos para la reubicación del ETCR Marco Aurelio Buendía de las FARC. PUJ-PPU Alimento, Vida y Hábitat, 2020.


reflexiona sobre los aprendizajes de la vida campesina para establecerse en el Guaviare, las luchas para construir poder popular y las expectativas que tienen sobre su futuro como campesinos y excombatientes. Con estos insumos, el equipo de trabajo realizó un delicado proceso de artesanía orientado a elaborar, más que una colcha de relatos o una historia fragmentada, un tejido, un paisaje narrativo en el que cada autor propuso su propia puntada. Usted tiene en sus manos una compilación de textos que ensambla un crisol de identidades guaviarenses y, al mismo tiempo, que reivindica las memorias locales y regionales de personas que caminaron por muchos años el departamento hasta conocerlo a profundidad, que han defendido sus territorios y a pulso han obtenido un terruño donde la vida digna y el buen vivir buscan abrirse paso. Estas páginas son un viaje con el que se busca desenterrar del olvido la historia de Charras. Además, tienen como objetivo ser un medio para que las nuevas generaciones del lugar la apropien, la divulguen y, lo más importante, la vivan. Los antecedentes de este proyecto se remontan al 2017, año en el que la junta y la comunidad abrieron la puerta para generar espacios de formación sobre narrativas locales e historias comunitarias. De esta manera, fue posible el desarrollo de este proyecto editorial con la Junta de Acción Comunal de Charras; la Comunidad Noble y de Paz Marco Aurelio Buendía, ubicada en cercanías del caserío; el Proyecto de Planeación Universitaria: Proyecto Javeriano de Paz y Reconciliación; y la Plataforma de Gobernanza Comunitaria para la Construcción de Paz, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana. La compilación de este ejercicio narrativo contó con el acompañamiento continuo del profesor Carlos del Cairo, el antropólogo Tomás Vergara y la profesora del Departamento de Literatura Luz Stella Angarita. No sobra decir que se realizaron ejercicios de retroalimentación y validación con los autores de los relatos y de las reflexiones que aquí reposan. Los autores, además de ser protagonistas y escritores de sus propias historias, aportaron elementos valiosos para definir las formas como los relatos se distribuyeron en la estructura narrativa. El libro fue posible por la confluencia de voluntades políticas y administrativas, que involucran una heterogeneidad de procesos asociados a la credibilidad en las

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acciones formativas que puede generar la academia. Este sector de la sociedad que se ha dedicado a comprender el conflicto y la guerra, sus causas estructurales y las crudas consecuencias para el país. Desde hace un tiempo para acá, esta decidió salir de las aulas con el objetivo de incidir en los territorios y de acompasar los esfuerzos de organizaciones sociales y políticas, en un momento histórico para el país que requiere de la unidad, la reunión de esfuerzos y la educación sentipensante como brújula para construir nuevas formas de pensarse el bienestar integral de los territorios históricamente olvidados. En suma, este libro desea aportarle herramientas al pueblo guaviarense para contar la historia de los vencidos, de manera que la educación se constituya en un bien común para recuperar esos momentos en los que los viejos contaban historias a los niños, y para que los saberes del recuerdo y del anhelo se puedan rescatar de los anaqueles de la historia, de eso diminuto que sabe permanecer y de lo inmenso que la máquina del olvido desea con ansias aniquilar: la memoria de los pueblos. Asumir este reto requirió de la planeación rigurosa para construir un equipo de trabajo interdisciplinario que generara sinergias investigativas y afectivas. Por un lado, se construyó una ruta que propusiera diálogos sobre cómo y por qué es importante narrar una historia, tejer colectivamente un sentido ético y político sobre su uso, y reflexionar sobre las ventanas de oportunidad que generan procesos de memorias comunitarias para la región. Por otro lado, se hizo un ejercicio de memoria en el que aparecieran esas voces que el tiempo y las instituciones han silenciado, incluso aquellas que dentro de las mismas organizaciones sociales no han tenido la oportunidad de ser escuchados, como las de las mujeres, los jóvenes o los viejos. La brújula del proceso fue el cuestionamiento de las formas tradicionales, el cómo se cuenta la historia de la nación, la guerra y nuestro conflicto de manera que la pregunta por cómo hacer memorias locales, a partir de la creatividad, se tradujera en reflexiones poderosas y robustas sobre la necesidad de recuperar el sentido de apropiación por lo comunitario como una fuente de dignidad. Nos salimos del dolor y la victimización para cuestionar los discursos del horror, esos que han colonizado buena parte de la esfera pública de la democracia, que se ha encargado de enumerar, cuantificar y ejecutar formas deshumanizantes de administrar el dolor de las víctimas, sujetándolas a su condición de vulnerabilidad y reproduciendo discursos

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que reafirman lógicas perversas de dependencia y neocolonialismo. En este sentido, consideramos que el papel de la memoria es empoderar a las mujeres, los niños, los jóvenes y los adultos para reconstruir identidades y, así, recuperar el lugar de enunciación de la democracia, pero no de cualquier democracia, sino la defendida y construida desde abajo, como menciona el educador Jefferson Jaramillo (2015). Las múltiples investigaciones realizadas en y sobre el Guaviare fueron la ruta para iniciar este proyecto. Por ejemplo, estudios elaborados por escritores y periodistas han aportado a las memorias regionales, a partir de ángulos diversos —como es el caso de Alfredo Molano—, pues dedicaron décadas de trabajo a desentrañar y visibilizar las memorias y resistencias campesinas en el departamento. También hay que mencionar la labor de equipos de trabajo, como la Corporación de Estudios Sociales y Culturales de la Memoria (Cesycme) o el Semillero de Investigaciones Interdisciplinarias en Cultura y Naturaleza (Siicuna), adscrito a la Pontificia Universidad Javeriana, que han contribuido a tejer y movilizar las memorias de la organización política y social del campesinado y los conflictos socioambientales que la historia del departamento trae a sus espaldas. Luego de leer y discutir, el equipo de trabajo elaboró una propuesta pedagógica que se inspira en la educación popular, por lo que tuvo como objetivo construir un proceso participativo que debatiera y polemizara las formas heredadas sobre cómo se conoce, se aprende y se recuerda. La apuesta resultante se orienta a posicionar las narrativas personales y comunitarias como una herramienta para re-significar el lugar de la sabiduría del campesinado en el quehacer cotidiano. Así, las mujeres, los jóvenes, los adultos y los viejos que participaron en el módulo ayudaron a construir un espacio pedagógico que busca transformar la técnica habitual en la que se produce conocimiento, porque parte de la premisa de que cada quién es sabio de sí mismo. En ese sentido, todos están en la capacidad de aportar a las discusiones. Es una apuesta que, como varias otras, busca romper la autoridad del experto y, en cambio, supone que a partir de la escucha y la palabra cada uno de nosotros es susceptible de adquirir y generar nuevos conocimientos. Llegar a esta reflexión nos permitió entender que nuestras pedagogías revindican el conocimiento que no tiene título para validarse, a la vez que le arrebata a la academia su objeto de conocimiento predilecto, el libro, y lo desestabiliza para ponerlo al servicio de las luchas sociales.

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La práctica, el diálogo, la escucha y la necesidad por contar historias fueron herramientas que nos llevaron a la difícil pregunta por la organización comunitaria, a cuestionarnos por el papel que cada quien cumple en su comunidad y cómo le aporta a esta, dejando entrever nuestra intención más pedagógicamente humana: la siembra de una semilla o de un pensamiento autorreflexivo sobre las decisiones que cada quien ha tomado en su vida, y cómo estas pueden cambiar cuando se mira con respeto al otro que parece muy distinto, a quien tiene otras costumbres y también desea vivir de manera más digna y justa. Estos factores le dieron una particularidad a este proyecto y reafirmaron las intenciones del equipo de trabajo, pues al final todos los participantes reconocimos que se generaron vínculos más allá de la realización del libro y que la solidaridad triunfa. El interés por seguir narrando su historia y por continuar construyendo poder local hace parte de las prioridades de los campesinos que recorren este camino. Asimismo, el proceso nos dio un aprendizaje importante acerca de la construcción de metodologías para elaborar conocimientos populares: debe tener en el repertorio el reencuentro con el pasado para hallar motivos, excusas o intenciones que estimulen al narrador interior que cada quien guarda, pues pasa como con el amor: no se sabe dónde está guardado, pero está latente en todo lo que se siente, recuerda y respira.

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Prólogo

Revivir el pasado reciente del departamento del Guaviare se asemeja a una práctica tradicional, como la que realizan las abuelas tejedoras y los jóvenes artesanos, quienes con sus propias manos amasan las memorias colectivas que dan cuenta de la relación entre la tierra y el recuerdo. En estas, amalgaman narraciones heroicas de campesinos, mujeres, afros, indígenas y excombatientes de las FARC en esta región. Además, reúnen personajes míticos que les dan sentido a la vida, la cultura y a vivir en comunidad, tanto en las veredas y los resguardos indígenas como en las guerrillas. De la misma manera, rememoran experiencias que parecen traídas de libros de literatura épica, pero encarnadas en los cuerpos y las miradas de aquellos que han padecido el conflicto armado interno durante los últimos sesenta años. Este libro nos acerca a las memorias de las personas de a pie, que son los protagonistas: los pobladores de Charras, una de las tantas veredas del municipio de San José del Guaviare. El Guaviare es uno de los extensos territorios que componen el complejo amazónico colombiano junto con el Putumayo, el Caquetá, el Amazonas, el Vaupés, el Vichada, el Guainía y el sur del Meta. Su capital es San José, y comparte junto con Calamar, El Retorno y Miraflores las altillanuras, montañas, selvas y serranías del departamento. Estas tierras son madres de las sabanas; la cultura llanera y el Yuruparí, el biche y el pescado moquiao, la fariña y la cancharina. En ellas, habita gente amable, indígena, campesina, mestiza, afro y caminantes de

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las antes conocidas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP). También la ocupan desplazados de la violencia que traen a sus espaldas las historias de expulsiones, pobreza, presiones políticas y armadas, luchas y resistencias, como cuenta Armando Ríos (Salgado, 2018), un viejo militante del Partido Comunista. Él, como miles de colombianos, fue desplazado forzosamente por la violencia y migró al Guaviare a buscar “el punto” al lado de sus amigos, familiares y vecinos, a tumbar monte para hacer su cambuche y así traerse a sus cercanos. La historia de esta tierra naranja y roja, como sus atardeceres, nace de la relación ancestral de los indígenas con los ríos y la montaña. A finales de siglo XIX, pueblos indígenas, como los curripacos y los cubeos, empezaron a llegar procedentes del Vaupés. Los guahibos y los puinaves vinieron de las sabanas del Vichada, mientras que los tukanos, desanos y piratapuyos del oriente de la cuenca del río Vaupés; por su parte, los nükaks, sikuanis, tiniguas y jiws se asentaron en el Guaviare, ante los continuos desalojos por la ocupación de sus tierras por parte de colonos campesinos. Cada uno de esos pueblos migró a causa de los conflictos que trajo la colonización de campesinos provenientes del Brasil y el interior del país, además de la salvaje y descontrolada bonanza del caucho para exportación de látex, que los expulsó de sus tierras para encontrar refugio en las orillas de los ríos Ariari, Guayabero, Guaviare, Apaporis y Vaupés. Estas migraciones y los posteriores tejidos sociales y culturales que emergieron en el Guaviare dan cuenta de las múltiples tensiones y contradicciones que se han profundizado en la historia del país. Para la primera mitad de siglo XX, la bonanza del pescado seco y las pieles de tigre para vestir a las elegantes mujeres de Europa no solo dejó la extinción de animales tropicales y endémicos del departamento, sino la desaparición de cientos de indígenas, quienes fueron esclavizados en sistemas de producción servil a manos de hacendados y extranjeros. El orden social lo imponía el bolsillo blanco y las manos delicadas, sin cayos, así como su capacidad para comprar y vender armas de cacería, y el derroche de balas para desaparecer, engañar y hacer riqueza a costa del trabajo del pobre. Asimismo, el sistema del endeude era el juego económico por excelencia que compartían los patrones: “le doy una escopeta con seis tiros y usted me trae tantas pieles, de lo contrario, queda en deuda 20

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conmigo. El pago por la mercancía: una botella de aguardiente y tabaco”. Así se fue imponiendo a indígenas y campesinos recién llegados una deuda de por vida que incluso se heredaba a los descendientes. Desde la década de 1970, el departamento ha sido un territorio disputado por actores armados, que impusieron formas de control social guiados por los intereses políticos e ideológicos que en Latinoamérica tomaron fuerza como efecto de la Revolución cubana, la beligerancia nicaragüense y las luchas de los movimientos sociales urbanos y campesinos. Además, la violencia se agudizó cuando la presencia de estos actores se relacionó con la demanda a escala mundial de cultivos declarados de uso ilícito: para finales de los sesenta, fue la marihuana; para fines de los setenta, la coca y la amapola. Los primeros en llegar a establecer sus redes de producción fueron los narcotraficantes, las mafias de Carlos Lehder, Pablo Escobar y, en décadas más recientes, de Fernandinho Viera Mar y otros pequeños mafiosos debilitaron los lazos comunitarios y arrasaron las economías locales a punta de plomo. También el sicariato y los ajustes de cuentas reflejaron una economía extractiva e inhumana, ausente de cualquier tipo de arraigo territorial, además de los nefastos efectos ambientales que estas actividades fomentaban, pues se sabe que, por ejemplo, destruían bosques enteros para construir pistas de aterrizaje que funcionaban una sola vez. Con los años, el campesinado migrante de diversas regiones del país empezó a traer consigo planes de organización política y social. Muchos de ellos se formaron y se inspiraron en los proyectos de país, como las columnas en marcha en el Sumapaz o las colonias agrícolas que comenzaron por la década de 1920, que fueron la antesala de las zonas de reserva campesina. Así, junto con el Partido Comunista, muchas de esas vertientes de colonización empezaron a pensar un territorio de paz y solidaridad, donde la apuesta era por la construcción de un nuevo Estado. Con la constitución del Bloque Oriental de las FARC, en 1969, empezó una campaña expansionista para controlar militar y políticamente los departamentos del Guaviare, el Meta, el Caquetá, el Putumayo, el Vichada, Arauca, Cundinamarca, Boyacá y Norte de Santander. Su capacidad estratégica estaba dirigida a la formación ideológica del campesinado, al control de los territorios y al fortalecimiento de sus filas. Por su parte, los campesinos, guiados por diversas Prólogo

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formas de organización de sus lugares de origen, como los sindicatos azucareros del Valle del Cauca, las columnas en marcha en el Sumapaz, las juntas patrióticas en el sur del país, entre otros, tuvieron alcances organizativos en las asambleas y paros cocaleros. Estas acciones colectivas en el Guaviare dieron la impresión de que una Colombia más justa era tangible. El campesinado logró obtener poder popular en la región, con la conformación de juntas de vecinos o comités de colonos, como parte de la educación política. De esta manera, se fortaleció la creación de organizaciones para hacerles resistencia a las economías destructivas, como la tala de madera, la extracción de oro, la ganadería extensiva y, más recientemente, los cultivos de palma de aceite. Para los años ochenta, el campesinado pasó de estas juntas al Sindicato de los Pequeños Agricultores del Guaviare (Sinpag), con el apoyo de la Federación Nacional de Sindicatos Agrarios, hoy Fensuagro, que hizo las tareas que el Estado no quería ni podía cumplir, desde resolver problemas de linderos hasta levantar escuelas, puestos de salud, construir puertos para la llegada de las voladoras con mercancía, alimentos, gente, mulas y herramientas que fueron de mucha utilidad para construir carreteras en los mandatos o días cívicos, en los que la misma comunidad se organizaba para realizar trabajos comunitarios. La experiencia con el Partido Comunista permitió buscar soluciones para la educación, la salud y los servicios comunitarios (Salgado, 2018), como los acueductos, las plantas de energía, la construcción de casetas comunales para realizar fiestas, bautizos o las primeras comuniones e, incluso, matrimonios, de manera que se promovía la integración entre familias volviéndose paisanos. Asimismo, en las reuniones entre vecinos se organizaba el personal, los bazares para recaudar fondos y ponerle una letrina a la caseta o para distribuirse las tareas para arreglar un puente. Eran momentos en los que la economía era escasa, pero rendidora. Además, las juntas patrióticas tenían en mente que la disputa era por organizar su ranchito y garantizarse una vida digna como una alternativa al poder del Estado; allá en los territorios eran las veredas las que conducían el futuro de la política regional. Sin embargo, la disputa política era real, tangible y acogida por las bases campesinas, que ganaron la alcaldía de Calamar con Germán Olarte, representante del partido político Unión Patriótica. Así, las flameantes banderas de la Colombia 22

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profunda se enardecieron en las trochas y las veredas del Guaviare, para dejar un contundente legado en el que las normas de convivencia, la autonomía de las juntas, la apropiación territorial para el trabajo colectivo, el respeto por la vida y la solidaridad buscaban convertirse en principios éticos y políticos del campesinado guaviarense. Sin embargo, como en la historia del país, la iniciativa campesina por tomar decisiones sobre su propia vida fue bloqueada, flanqueada y obstruida por la fuerza civil y la fuerza pública. Como consecuencia, el ruido de las avionetas militares antinarcóticos aumentó con los años. Las continuas descargas de glifosato para destruir los cultivos de coca fueron indiscriminadas y estuvieron dirigidas a los cultivos de pancoger (plátano, yuca, maíz, arroz). Toda la comida fue destruida. A finales de los ochenta se implementó un plan estratégico norteamericano como parte de la lucha antidrogas en países latinoamericanos, lo que justificó la inversión gradual en tecnología de punta y armamento militar para desestabilizar productiva y políticamente el trabajo campesino. De este contexto se dedujo la supuesta necesidad de implementar el Plan Colombia como política de Estado para fines de los noventa, momento en el que hubo un recrudecimiento de la violencia en el Guaviare. A principios de siglo, se puso en marcha el Plan Patriota, una táctica adoptada como política nacional cuyo objetivo era la intervención de Fuerzas Militares para controlar los territorios (zonas especiales) donde las FARC-EP tenían presencia. No obstante, la estrategia fue la estigmatización y la persecución de líderes comunitarios y políticos; además, se estableció un pacto de muerte entre el Ejército y grupos paramilitares que, a través del Bloque Guaviare de las AUC, operaron en el norte del departamento, en donde atacaron con sevicia a la población civil, realizaron masacres, asesinaron selectivamente a lideresas y desplazaron masivamente. También, en confrontaciones directas con las FARC-EP, murieron cientos de campesinos inocentes, en una guerra que no les da tregua, que los persigue y expulsa de sus tierras dejándolos a merced del olvido. El Guaviare fue vaciado, de la misma manera silenciosa como llegó la gente, así se fue. Si las personas tenían tiempo, metían su ropa en costales; otros alcanzaron a desarmar sus casas para irse a los municipios más cercanos. En Charras, los paramilitares llegaron por el río Guaviare; para el 2002, estaban establecidos Prólogo

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y tenían escuelas de formación militar en el municipio de Mapiripán, en el Meta. Con ellos llegaron las acusaciones, quemaron las casas de los pobladores, señalaron a personas del caserío de ser integrantes, milicianos o colaboradores de las FARC. Así, el miedo y la zozobra desplazaron las ganas de seguir trabajando en la vereda, por lo que muchas personas resultaron en San José deambulando por semanas mientras podían volver por sus pertenencias y salir corriendo de nuevo. Estos grupos, cegados por el deseo de borrar las huellas de la memoria colectiva, rompieron los vínculos entre los vecinos a través del terror de sus miradas y el estallido de las armas; la desestructuración social y organizativa fue sistemática. De esta época se cuenta que los pájaros no cantaban en las mañanas, la cancha de fútbol no estallaba de gritos cuando hacían un gol, las tiendas no tenían clientes y hasta la vía que iba al puerto se derrumbó. Fueron pocos los guapitos —como le dicen a quienes permanecieron en la región tras la época de la guerra— que se quedaron en la vereda. Según los campesinos, las FARC-EP han querido ayudar a la reintegración de la vereda protagonista de este libro, a pesar de las tensiones, las huellas y los rezagos que dejó el conflicto armado en la población campesina y excombatiente, han encontrado puntos comunes para trabajar por la región. A pesar del horror vivido, los campesinos han sabido en qué momento huir para sobrevivir y cuándo retornar para seguir amasando la tierra y la organización. A través de los años, los pobladores de Charras han vuelto para renacer, aunque estén latentes recuerdos dolorosos o incluso cuando sus familiares no han vuelto; los campesinos siempre han sabido resistir desde el cuidado, la humildad, el respeto, el apoyo mutuo y las ganas de seguir organizando. Es por esto que este libro, pionero en contar las historias de Charras, es un regalo a la vida, a aquella del combatiente sin armas, el campesino, el indígena y la mujer, porque así como hay quienes la arrebatan, sabemos que desde el amor transformador, asertivo y eficaz otros buscan guardar la memoria de los pueblos para reconstruir el sentido de la vida en comunidad; porque el caminante guaviarense tiene un sentido de arraigo inmenso, y el espíritu del campesino es estar agradecido con la tierra que le brinda su alimento.

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Referencias Salgado, H. (2018) El campesinado en la Amazonía colombiana: construcción territorial, coloni­ zación forzada y resistencias. Montereal, Canada (tesis doctoral). Universidad de Montereal. Jaramillo, J., Castro, F., Ortíz, D. (2015). Las instituciones comunitarias para la paz: esbozos teóricos y dimensiones analíticas. Universidad Nacional Colombia.

Índice pedagógico En cada capítulo el lector encontrará tres nodos textuales, que tejen el sentido narrativo del libro. Estos se identifican con un ícono para cada sección y se dividen en los siguientes ejes: Contiene las reflexiones construidas entre los campesinos y excombatientes sobre lo que para ellos es el territorio, lo que significa su propia vida y los sentidos y experiencias que comparten y han cambiado a través del tiempo. Es la sección en la que se exponen los ejercicios y las lúdicas utilizadas para activar el diálogo, las narraciones, la memoria y, sobre todo, la palabra. Allí aparece el paso a paso de cada ejercicio para que pueda ser replicado. Aparecen las narrativas locales e historias comunitarias escritas por los campesinos de Charras y los excombatientes de las FARC-EP, allí se cuentan experiencias, anécdotas y narraciones que nacen de los espacios pedagógicos. Son el fruto de diversas discusiones y actividades que le dan cuerpo a las reflexiones.

Índice pedagógico

Reflexión

Pedagogía

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Capítulo 1

Narrando desde el Guaviare



La tierra

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e pusieron Guaviare porque me atraviesan el río Guayabero y el río Ariari, pero he tenido muchos nombres. Todos los seres que me habitan me llaman a su manera. Y yo, que soy la tierra, no sabía de fronteras, ni de límites. Sabía dejar correr ríos por mis entrañas, sabía criar semillas y construir selvas, sabía cuidar animales y brindar refugio a quien me lo pidiera. Porque yo, que soy la tierra de la vida, tengo las maneras de una madre, por eso cuido. He visto cómo mis entrañas se transforman con el paso de los años. Primero fui toda verde, fui la casa del jaguar y de los pueblos indígenas, por mis venas nadaban las toninas y en las alturas no había buitres, pero las cosas cambiaron, llegaron otras gentes, con otras costumbres. Algunos llegaban con el olor a incendio vivo en sus ropas, cuando pisaban esta tierra su corazón aún estaba agitado por el rigor de una huida, yo podía sentirlo. Algunos bajaron de la cordillera, otros venían del norte, de los lados donde me hago llana y extensa, otros tantos subieron del sur, de allá donde soy pura selva espesa. Fueron muchos los que llegaron. Algunos traían una estopa al hombro; otros llegaban solo con la ropa que tenían puesta; unos llegaron a sembrar para comer; otros arrancaron mis matas, mis árboles y mataron mis animales para darle espacio a las vacas; otros buscaban hacerme huecos para sacar el oro que guardo en mis entrañas; otros solamente querían que yo les abriera un campito para ser felices; y así, muchos, cada uno con sus intenciones. Llegaron y buscaron el lugar de la vida: mis ríos. Casi todos montaron caserío cerca a mis orillas; entonces, pude ver muchas cosas: mujeres que iban a lavar su ropa cuando el sol empezaba a despuntar en el horizonte, llegaban y escogían unas de mis piedras y, mientras juagaban y restregaban, empezaban a cantar sones y alabaos que me daban contento, entonces yo los acompañaba con la música que hacen el viento y los árboles.

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Aguas dignas, ríos que narran


También sentí a los hombres que llegaban a medianoche en su canoa a tirar su atarraya para recoger a mis pescados desprevenidos, sentí la vitalidad de los niños revoloteando en mi caños, vi como algunos se iban a las entrañas de mi selva, en la tarde, a recolectar maticas para curar el biche; también vi que algunos hombres aventaban muertos a mis ríos y mis lagunas, sentí pájaros de metal que me rociaban con veneno y con fuego, sentí las botas de caucho y sentí arder mi tierra naranja. La muerte se hizo común y con ella llegó el olvido.

La advertencia de Kouga Jairo Gómez Rodríguez Esta es la historia de un niño. El niño estaba atrapado en Cacurí. Los dueños de Cacurí llegaron a revisar. El niño pidió que no lo mataran. Una muchacha llamada Kouga dijo: “¡No lo mate!”. El niño se cae al agua y se convierte en pez. Los otros no obedecieron y lo mataron. Lo echaron en la canoa y lo llevaron a Yarutí y en saptuaoja japtuajana lo cocinan. Invitaron a Anranda Jajeran a comer Curidi. Todos comieron Curidi menos Kouga. El pueblo desapareció porque las aguas lo reclamaron. Solo Kouga vive, como espíritu.

Narrando desde el Guaviare

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Este libro forma parte de una seguidilla de ejercicios que tiene el objetivo de recuperar las memorias vivas, rebeldes, campesinas, afro e indígenas del noroccidente amazónico. En este caso, se compilan reflexiones e historias sobre las memorias más sensibles, cómicas y descriptivas de excombatientes jóvenes, mujeres y campesinos hijos de Charras (Guaviare), quienes han reflexionado sobre las bifurcaciones de los ríos y las selvas y sobre las contradicciones de la organización comunitaria. Usted encontrará las virtudes de los que han soñado con una Colombia más digna y justa. En un intento por construir escenarios de reconciliación, la Pontificia Universidad Javeriana, el Proyecto Javeriano de Paz y Reconciliación y la Facultad de Ciencias Sociales ponen a disposición un modelo pedagógico sobre narrativas locales y comunitarias desarrollado en Charras (Guaviare). Aquí usted encontrará herramientas y conceptos útiles para potenciar habilidades de escritura, de imaginación y de evocación, con el fin de incentivar a quienes deseen contar sus historias a través de las narrativas.

AG UA S D I G N A S , R Í O S QU E N A R R A N

AGUAS DIGNAS

RÍOS QUE NARRAN Cuentos y reflexiones nacidos en Charras (Guaviare)

J UA N S EBAS T I ÁN T O RRES L AVAO N AT H AL Í C ED EÑ O L U I S F ERN AN D O G Ó M EZ A L BA CO M PI L AD O RES


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