El jardín de rosas: la formación universitaria en enfermería en Bogotá, 1950-1970

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Liliana Vargas-Monroy Profesora titular Departamento de Estudios Culturales, Pontificia Universidad Javeriana.

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Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas: Colección Encuentros

Sus libros se destacan por la construcción de un problema de investigación interdisciplinario, el desarrollo de un ­trayecto de indagación original y el diálogo crítico con diversidad de enfoques, perspectivas y opciones teóricas de las ciencias sociales y las humanidades.

formación de las enfermeras en Colombia realiza un claro aporte a los estudios de la gubernamentalidad en el trabajo, a partir de un posicionamiento feminista y decolonial. Esta perspectiva deja de lado los análisis agenéricos y andro (euro) centrados que han primado en la producción teórica sobre el concepto. En este sentido, el texto de Edilma Suárez construye un cuidadoso e interesante recorrido que muestra con claridad la manera como la formación de las enfermeras, en las décadas de los cincuenta y sesenta en Colombia, se alinea con las propuestas pedagógicas de la enfermería norteamericana y con las agendas desarrollistas y de la Alianza para el Progreso, presentes en el país. Esta exploración entra también a la microfísica de la gubernamentalidad, que se despliega sobre las mujeres y, en particular, sobre las enfermeras de la época. Este análisis permite entender los mecanismos de subalternización e instrumentalización que han operado en muchas de las agendas de formación de los trabajos y labores feminizadas. Como toda aproximación genealógica, el trabajo de Edilma ofrece una mirada al pasado que nos permite comprender y cuestionar muchas de las características de nuestro presente.

edilma marlén suárez castro

en ­Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad ­Javeriana. En ella se publican significativos ­trabajos de ­investigación doctoral por sus aportes temáticos, su pertinencia social y su profundidad analítica y metodológica.

el texto de edilma marlén suárez castro sobre la

el jardín de rosas

e n c u e n t r o s es una colección del Doctorado

edilma marlén suárez castro

el jardín de rosas La formación universitaria en enfermería en Bogotá, 1950-1970

edilma marlén suárez castro es profesora de enfermería, salud pública y bioética en la Pontificia Universidad Javeriana. Es enfermera, magistra en Administración en Salud, magistra en Estudios Políticos, especialista en Bioética y doctora en Ciencias Sociales y Humanas. Todos sus estudios los ha realizado en la Pontificia Universidad Javeriana. Es presidenta de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia en la seccional Bogotá y Cundinamarca. Es integrante de los grupos de investigación de Bioética y Procesos Sociales y Salud. Hace parte de la Red de Enfermeras Investigadoras Canadienses-Latinoamericanas en Organizaciones de Salud (Reiclos). Entre los artículos de los cuales es coautora, se encuentran “Política de salud y modelos de desarrollo en Colombia”, “Sistema General de Seguridad Social en Salud y decretos de emergencia social: negación del cuidado de la salud”, “Pautas éticas para la asignación de recursos sanitarios escasos en el marco de la pandemia por covid-19 en Colombia” y “Pautas éticas para la reanimación cardiopulmonar en el contexto de la pandemia por covid-19 en Colombia”. Actualmente, investiga sobre narrativas del trabajo en cuidados de enfermería, en el contexto de la pandemia por el covid-19.

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E l ja rdí n de ro s as



Pontificia Universidad Javeriana

E l ja rdí n de ro s as La formación universitaria en enfermería en Bogotá, 1950-1970

Edilma Marlén Suárez Castro u


Facultad de Ciencias Sociales Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas

Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Edilma Marlén Suárez Castro Primera edición: Bogotá, diciembre de 2021 ISBN (impreso): 978-958-781-624-2 ISBN (digital): 978-958-781-625-9 DOI: http://doi.org/10.11144/ Javeriana.9789587816259 Número de ejemplares: 300 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 1301 Edificio Lutaima Teléfono: 320 8320 ext. 4205 www.javeriana.edu.co/editorial Bogotá, D. C.

Corrección de estilo: Francisco Díaz-Granados Diagramación: Andrés Conrado Montoya Acosta Diseño de cubierta: Camilo Umaña Impresión: DGP Editores

Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno. MIEMBRO DE LA

RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA

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Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación Suárez Castro, Edilma Marlén, autora El jardín de rosas : la formación universitaria en enfermería en Bogotá, 1950-1970 / Edilma Marlén Suárez. — Primera edición. — Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2021. 274 páginas ; 17 × 24 cm Incluye referencias bibliográficas (páginas 251-272). ISBN: 978-958-781-624-2 (impreso) ISBN: 978-958-781-625-9 (digital) 1. Enfermería - Historia - Colombia - 1950-1970 2. Educación en enfermería - Bogotá (Colombia) - Historia 3. Estudios de género - Colombia 4. Formación profesional de enfermeras - Colombia I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas CDD 610.7309 edición 21 ___________________________________________________________________________ inp 10/11/2021

Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana. Las ideas expresadas en este libro son responsabilidad de su autora y no reflejan necesariamente la opinión de la Pontificia Universidad Javeriana.


C on tenid o

Agr adecimientos

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Pról o go

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Presentac ión Enfer mera mestiz a qu e piens a y rec orre el ca mino h e c ho

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Florence Nightingale, una mujer insumisa

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Mi propia semblanza como enfermera

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I ntrodu cc ión

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G ub ernamenta lida d en M ichel F oucau lt y su pertinencia en l o s estu dio s s ob re e l tr abaj o

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Los conceptos de gubernamentalidad, dispositivo y práctica en Foucault

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Estudios de la gubernamentalidad

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Dispositivo de género

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Gubernamentalidad en los espacios de la educación y el trabajo

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M ujer y enfer mería en C ol omb ia e n l as déca das de 1950 - 1 9 8 0

89

La mujer a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx

91

La mujer en la educación, 1960-1980

94

Formación universitaria en enfermería, 1900-1950

100

Décadas de 1950-1980

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E n f er mería c ol omb iana en el de s arrollismo: gub erna mental idad y for mación univer sitaria

133

Contexto social emergente: dispositivo disciplinar desarrollista y gobierno de la población colombiana

134

La disciplina: la enfermería colombiana y el modelo estadounidense

139

F orm ac ión univer sitaria en enf ermería : discur sos y pr ácticas de f eminiz ac ión

175

Discursos en la formación en enfermería: vínculo y reafirmación del ser mujer en la enfermería

178

El currículo oculto de género: discursos y prácticas de feminización en la formación en enfermería

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C onclusiones Cl ase, raz a , género y de sa rrol l ismo e n l a for mación univer sita ria de l a mujer enfer mera e n C ol omb ia

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Sobre el dispositivo de género

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Sobre los dispositivos de género y de racialización

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Articulación entre los dispositivos de género, de racialización y desarrollista en la formación en enfermería

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Sobre la agencia de las mujeres enfermeras

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B iblio gr a fía

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Fuentes primarias

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Fuentes secundarias

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A mi hija, Sofía, por su amor y generosidad y por ser fuente de motivación para alcanzar el sueño de esta tesis y la culminación del doctorado.

† A Gloria Sepúlveda, mi hermana del alma, por su amistad sincera e incondicional y por acompañarme en este proyecto, hasta el último momento de su vida.



Como un ramo de flores en una austera mesa de trabajo adornan nuestras Facultades Femeninas las labores de la Universidad. Discurso del rector, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1944

Me habían dicho que no existía... Me habían dicho que no hablara me habían dicho que no era buena. Me habían dicho que no valía que el amor no existía, y que los golpes me los buscaba. Me habían dicho que no preguntara que no soñara que aguantara que las mujeres no pensaban que mi destino era la casa, la cama y la rabia. Me habían dicho que no podía que no debía que me quemaría que me odiarían. Y yo les creí. Y yo lo permití. Y yo lo cambié. Jhoana Patiño, Ébano, 2012



Agr a de c imiento s

A Liliana Vargas-Monroy, mi directora de tesis, por su compañía y afecto, por sus reflexiones sobre la gubernamentalidad y los estudios del trabajo feminizado y por su rigor teórico y metodológico. A las mujeres que compartieron y reflexionaron sobre sus experiencias de formación universitaria como enfermeras en las décadas de 1950 y 1960. A mis estudiantes de las especializaciones en Enfermería en Cuidado Crítico y en Enfermería Pediátrica, que cursaron la asignatura de Ética durante los dos últimos años y que, en cada una de las clases, al compartir sus vivencias en el ejercicio profesional, me recordaban la imperiosa necesidad de problematizar el presente de la formación en enfermería y se constituyeron en fuente de inspiración para la realización de esta tesis. A mis profesoras y profesores del doctorado, por los conocimientos compartidos durante mi proceso de formación. Especialmente al profesor Santiago Castro-Gómez, quien en sus clases de Genealogías de la Colombianidad y Estética de la Existencia inspiró la realización de esta tesis, a partir de una aproximación arqueológica, genealógica y una apuesta de parrhesĭa, de ‘decir verdadero’. También al profesor Jorge Eliécer Martínez por las discusiones en el seminario Subjetividades, Biopolítica y Educación, y por el espacio de discusión sobre la problematización y la eventualización, elementos decisivos en el abordaje metodológico de la tesis. A Vicente Sisto y Carmen Gloria Núñez, profesores de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, en Chile, quienes durante mi estancia de investigación doctoral dispusieron de diferentes espacios para la discusión de mi proyecto de tesis. A Jefferson Jaramillo, profesor del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas.

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El jardín de rosas

A mi papá, Edilberto, y mi mamá, Alicia; a mis hermanas Martha, Milena y Lady y a mi sobrina, Camila, por su afectuoso ánimo en cada etapa del desarrollo de esta tesis. A mis maestras de vida, Gloria Vivi, Consuelo Ahumada y Juliana Flórez, gracias por su generosidad y afecto en el transcurrir de la vida. A Eduardo Díaz, director del Instituto de Bioética, por su apoyo en la publicación de este libro. A Javier Andrés González por su amistad, ánimo, confianza y apoyo solidario en la publicación de este libro. Y a todas las personas que me han apoyado en los diferentes momentos de la realización de esta investigación.

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Pról o go

El texto de Edilma Marlén Suárez sobre la formación de las enfermeras en Colombia realiza un claro aporte a los estudios de la gubernamentalidad en el trabajo, a partir de un posicionamiento feminista y decolonial. Esta perspectiva deja de lado los análisis agenéricos y andro (y euro) centrados que han primado en la producción teórica sobre el concepto. En este sentido, el texto de Edilma construye un cuidadoso e interesante recorrido que muestra con claridad la manera como la formación de las enfermeras, en las décadas de los años cincuenta y sesenta en Colombia, se alinea con las propuestas pedagógicas de la enfermería norteamericana y con las agendas desarrollistas y de la Alianza para el Progreso, presentes en el país. Esta exploración entra también a la microfísica de la gubernamentalidad, que se despliega sobre las mujeres y, en particular, sobre las enfermeras de la época. Este análisis permite entender los mecanismos de subalternización e instrumentalización que operaron y lo continúan haciendo en muchas de las agendas de formación de los trabajos y labores feminizadas. Como toda aproximación genealógica, el trabajo de Edilma ofrece una mirada al pasado que nos permite comprender y cuestionar muchas de las características de nuestro presente. Liliana Vargas-Monroy Profesora titular Departamento de Estudios Culturales Pontificia Universidad Javeriana

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Presentac ión

Enfer mera mestiz a qu e piens a y rec orre el camino he c ho Esos movimientos de rebeldía que tenemos en la sangre nosotros los mexicanos surgen como ríos desbocanados en mis venas. Y como mi raza que cada cuando deja caer esa esclavitud de obedecer, de callarse y aceptar, en mí está la rebeldía encimita de mi carne. Debajo de mi humillada mirada está una cara insolente lista para explotar. Me costó muy caro mi rebeldía, acalambrada con desvelos y dudas, sintiéndome inútil, estúpida e impotente. Me entra una rabia cuando alguien —sea mi mamá, la Iglesia, la cultura de los anglos— me dice haz esto, haz eso sin considerar mis deseos. Repele. Hable pa’tras. Fui muy hocicona. Era indiferente a muchos valores de mi cultura. No me dejé de los hombres. No fui buena ni obediente. Pero he crecido. Ya no solo paso toda mi vida botando las costumbres y los valores de mi cultura que me traicionan. También recojo las costumbres que por el tiempo se han probado y las costumbres de respeto a las mujeres. Pero a pesar de mi tolerancia creciente, for this chicana la guerra de independencia is a constant. Gloria Anzaldúa, “Movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan”

Florence Nightingale, una mujer insumisa Según Woodham-Smith y Guhl Corpas, Florence Nightingale1 nació en 1820, en Florencia, Italia. Fue hija de una familia inglesa, aristocrática, adinerada, profundamente religiosa, radicada en Inglaterra, 1

Semblanza realizada a partir de las biografías escritas por Cecil Blanche Fitzgerald WoodhamSmith (1951) y Guhl Corpas (2005).

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El jardín de rosas

que con frecuencia viajaba por Francia, Italia y Alemania. Vivió en la época victoriana, que imponía la feminidad y destinaba a la mujer a ser buena esposa, buena madre y el ángel del hogar. Florence fue una mujer insumisa, una mujer de avanzada para su época. De niña, cuando en su casa había visitas, prefería ir a la biblioteca a leer, pese a los llamados de atención de su madre. Se negó a casarse. En reuniones sociales participaba en discusiones sobre política, y aunque sus padres no estaban de acuerdo con que fuera enfermera, ella inició un proceso de autoformación mediante la lectura de los informes sobre las condiciones de salud pública, y en sus viajes visitaba hospitales para conocer su organización y funcionamiento. La formación que recibió en su juventud, acompañada de la lectura, así como de amistades de la sociedad inglesa aristocrática, le permitió llevar a cabo su proyecto de vida: “hacer a la enfermería respetable, digna de confianza y eficiente”. En contra de las normas sociales y culturales para una mujer de su época y de su clase, trabajó como administradora del Hospital para Damas Pobres, aunque, por ser mujer y por la clase social a la que pertenecía, no percibió ningún salario. Una vez nombrada como inspectora de enfermeras en los hospitales generales ingleses en Turquía durante la guerra de Crimea, debió sortear la oposición de los médicos en el Hospital de Scutari, quienes pensaban que lo único que podían hacer las mujeres era consolar a los enfermos, ser rápidas y eficientes para encontrar manchas en los uniformes de los soldados y ofrecer una tisana a quien se sintiera incómodo. También debió enfrentar la oposición para realizar una reforma en el servicio médico del Ejército. Florence logró transformar la precaria atención en los hospitales de guerra y dar otro lugar a la enfermería. Inspiró a Henry Dunant en la creación de la Cruz Roja, fue reconocida por la Corona Británica y recibió la medalla de la Real Cruz Roja de manos de la reina Victoria. Sin embargo, Florence Nightingale no rompió del todo con los roles femeninos e incluso los llevó fuera del hogar. Por esta razón, en 1859, escribió Notas sobre enfermería: qué es y qué no es, un

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Presentación

manual “para ayudar a millones de mujeres que tienen a su cargo a sus familias a pensar cómo cuidar” (Nightingale, 1990, p. 8). A pesar de que para su época y momento histórico Florence Nightingale trascendió los roles femeninos, su imagen es la de una mujer ambivalente. Y si con su opción por la enfermería —una actividad considerada inapropiada para las mujeres de la burguesía— quebrantó algunas de las costumbres de las mujeres de su clase y de su época, no rompió con ellas totalmente. Al mismo tiempo, en su propuesta de formación de la enfermería moderna continuó e instituyó la sujeción y el sometimiento de las mujeres enfermeras a los hombres médicos. Pero ¿por qué no produjo una ruptura radical? Posiblemente porque Nightingale vivió en la época victoriana, momento en que, según Marcela Lagarde, “se construyó el estereotipo de madre perfecta, legándolo a la sociedad de su tiempo, una sociedad muy conservadora, muy patriarcal y muy cerrada” y en la que el amor victoriano consagraba “el amor de las madresposas obedientes, puras, abnegadas, domésticas, conservadoras y religiosas” (2001, pp. 53-54). En la época de Nightingale, el cuidado ocurría en el espacio privado del hogar, y el de los enfermos “no era diferente del propio del ama de casa” (Nightingale, 1990, pp. 11-12). Es con el plan de estudios diseñado por Nightingale cuando la atención a los enfermos empieza a ser enseñada en universidades, a partir de conocimientos en salud pública (higiene), administración, formación moral, ejercicios y clases de música, estudio bíblico, sin descuidar ni lo físico ni lo mental, en un programa de estudios de tres a cuatro años (Guhl, 2005, p. 143). Por esta razón, la formación de las estudiantes de enfermería propuesta por Nightingale se centraba en la atención y la abnegación por parte de la enfermera: “cuanto más agotada se viera en su aspecto exterior y cuanto mejor pudiera soportar la incomodidad y la fatiga personales, tanto más se acercaba al ideal de la buena enfermera” (Jamieson, Sewall y Suhrie, 1968, p. 201). Las prácticas disciplinarias —necesarias para desarrollar el carácter— mezclaban la herencia del reglamento militar con una dosis de austeridad, como legado de las comunidades religiosas. A la estudiante se le pedía que actuara, no

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que pensara: “si no podía aprender a recibir una orden, ejecutarla y no hablar en absoluto cuando la asaltaban dudas o el deseo de saber, se iba para la casa”, al igual que cuando se equivocaba en la ejecución de una orden médica (Jamieson, Sewall y Suhrie, 1968, p. 201). A pesar de ser profesional, como enfermera fui formada en un currículo oculto de reverencia, sumisión y subalternidad al médico. Como estudiante, observé la actitud de sumisión a los médicos de muchas de las enfermeras y de mis profesoras en los hospitales donde hice práctica. También vi la actitud de superioridad y arrogancia en los estudiantes y profesionales médicos hacia el equipo de enfermería, algo que aún hoy sigue ocurriendo. Desde entonces, me resulta paradójico que en nuestra formación insistan en la autonomía, cuando en realidad, en el ejercicio de la práctica clínica, se espera del profesional de enfermería que sea sumiso, que no opine ni piense; si lo hace, se le señala de conflictivo. Por esto me molesta y me inquieta que, siendo Florence Nightingale una mujer insumisa, su proyecto de formar enfermeras mantuviera la idea de la mujer obediente y sumisa que no debía “interferir con los médicos, sino asistirlos” y que el centro de la formación en enfermería no fuera enseñar a saber y a pensar, sino a hacer. Mujer contradictoria, pese a considerar a las mujeres de su clase y de su época como “asnas elegantes” (Guhl, 2005, p. 100), su proyecto para formarlas como enfermeras se centró en la disciplina, el trabajo sacrificado y la subordinación a los médicos, elementos con los que difícilmente se podrá llegar a hacer algo parecido al trabajo realizado por Florence Nightingale en el siglo xix. Mi propia semblanza como enfermera Florence Nightingale, fundadora de la enfermería moderna, realizó transformaciones en la atención hospitalaria, en la salud pública y en la sanidad militar. Mujer blanca burguesa de su época, mantuvo e institucionalizó la subordinación femenina en el ámbito público y en las instituciones hospitalarias. Por ello me confronta, y aunque

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Presentación

reconozco que consolidó la enfermería moderna y logró importantes transformaciones en la atención de los enfermos, hasta convertirse en el ideal al que debe aspirar toda enfermera, rechazo la vigencia de su pensamiento acerca de la subordinación y obediencia en enfermería. Por esta razón, como mujer enfermera, presento mi propia semblanza. Desde hace veintidós años, soy enfermera. Hice mi primaria en el Colegio Jardín Infantil, entre cuyas normas figuraban la de llegar los domingos muy temprano, con el uniforme de gala, para asistir a misa; quien no lo hiciese, debía ir el siguiente sábado por la mañana a pagar castigo en el colegio. También dos o tres veces al año nos llevaban al ancianato del pueblo para llevar víveres y realizar actividades de recreación y acompañamiento a las personas mayores que allí vivían. Realicé mis estudios de bachillerato en el Colegio Femenino de las Hermanas de la Presentación, en Ubaté, municipio ubicado a dos horas de Bogotá, en el altiplano cundiboyacense, región conservadora y profundamente católica. Durante aquellos años, hacíamos actividades de trabajo social con los habitantes de uno de los barrios más vulnerables del municipio. Fue por esto que decidí estudiar enfermería, porque desde muy niña, tanto en mi hogar como en el colegio, recibí una educación con la que se me enseñó que debía ayudar a los demás, así que más tarde vi en el estudio de la enfermería la oportunidad de hacerlo. Recuerdo a la hermana Clara Inés, quien, además de ser mi profesora de Comportamiento y Salud en el Colegio de la Presentación, era jefe del Departamento de Enfermería en el hospital de Ubaté. Ella me preparó para presentar la entrevista de admisión a la carrera de Enfermería. Como me fue bien en la entrevista, pasé de estudiar en un colegio religioso femenino a estudiar en una universidad religiosa, en una profesión considerada femenina, siendo, además, curiosamente, la mayor de cuatro mujeres de un hogar católico. No en vano fui jefe de infancia misionera, jefe de grupo juvenil, catequista e integrante de un grupo religioso, es decir, una vida hasta

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El jardín de rosas

entonces rodeada de mujeres y con una formación basada en valores y principios de carácter religioso que reafirmaron en mí la vocación por el estudio de la enfermería. Como estudiante de enfermería fui formada con total admiración hacia Florence Nightingale. Disfruté y sufrí cada semestre. Recuerdo la Ceremonia de la Luz para la imposición del uniforme de la práctica clínica. Esta ceremonia tenía como centro la realización de una misa en la que el mensaje permanente era la consagración como estudiantes de Enfermería al servicio de la humanidad. Durante la ceremonia, la decana de la Facultad compartía el fuego sagrado a cada una de las estudiantes que recibíamos el uniforme, en memoria de la luz de la lámpara usada por Nightingale en sus rondas por el Hospital de Scutari, durante la guerra de Crimea, y por la cual fue llamada la dama de la lámpara. Enseguida, la madrina o padrino nos colocaba una imagen de la Virgen María y, al terminar la ceremonia, nos entregaba una rosa. Como estudiante, recuerdo tres situaciones que me llamaban la atención, me producían molestia e incluso me maltrataban en más de una oportunidad. La primera situación se relaciona con las clases de Patología que nos dictaban los médicos, en las que nos decían que no hiciéramos más preguntas, pues éramos estudiantes de Enfermería y no necesitábamos saber más. La segunda situación que me generaba curiosidad era observar cómo las instalaciones de la Facultad de Enfermería parecían una clausura conventual a la que difícilmente una estudiante podía ingresar. La tercera situación era la verticalidad en las relaciones entre profesora y estudiante y, en las prácticas, entre el médico y la enfermera jefe del servicio o la docente de Enfermería, e incluso entre los estudiantes de Medicina y las estudiantes de Enfermería. Enfermería estaba para servir a los médicos. Por ejemplo, en aquella época, los guantes se reutilizaban y, una vez el médico los usaba, los dejaba sucios en un lavamanos y las auxiliares o las estudiantes de Enfermería debíamos lavarlos y colocarles talcos para esterilizarlos y para que el médico pudiera usarlos nuevamente.

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Presentación

Al graduarme e iniciar mi vida laboral, empecé a vivir en carne propia lo que significaba la relación vertical entre médicos y enfermeras. Recuerdo que, siendo profesora de Enfermería, en una oportunidad, sin darme cuenta, me extendí cinco minutos más de la duración de la clase. Cuál no sería mi sorpresa cuando el médico, profesor de Farmacología, ingresó y, frente al grupo de estudiantes, me gritó que me saliera y que, si no lo hacía, él me sacaba del salón. Al llegar a la Facultad, hablé con la profesora encargada de coordinar las clases de Medicina y, cuando estábamos reunidas, el profesor la llamó y fue ella quien le ofreció disculpas a él por mi demora con la clase. La reacción de la profesora me molestó; pese a que me habían enseñado que era mejor guardar silencio y no decir nada, presenté mi queja por escrito sin recibir respuesta alguna. Decidí no insistir, para evitar ser señalada como conflictiva, porque era mal visto expresar desacuerdo o inconformidad. Entonces, me quedé callada, aunque la molestia continuaba. Como profesora, comencé a escuchar expresiones de felicidad en las recién graduadas cuando conseguían trabajo y, al poco tiempo, la insatisfacción por los bajos salarios y precarias condiciones laborales, e incluso el maltrato de los médicos, colegas y pacientes en los hospitales, hasta el punto que una de mis compañeras, profesora de medio tiempo, quien trabajaba como enfermera en el servicio de cirugía de un hospital, fue agredida físicamente por un cirujano que tenía el mal hábito de referirse de forma grosera e irrespetuosa hacia las enfermeras y había intentado golpearla fallando en el intento. El médico justificaba el maltrato físico, verbal y psicológico hacia el equipo de enfermería argumentando que así funcionaba mejor el servicio de cirugía. Esta situación me generó indignación y lo comenté en una reunión en el trabajo esperando una respuesta solidaria. Sin embargo, se me dijo que mi indignación correspondía a una “solidaridad chichipata” —ilusa— y que no arriesgarían su trabajo por un asunto que no les correspondía. Además de mi sorpresa por la respuesta, me sentí frustrada y agredida. En otra oportunidad, una egresada me comentó

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El jardín de rosas

que la enfermera jefe del departamento le había llamado la atención por atreverse a sugerir a un médico que le formulara un analgésico a un paciente que tenía un diagnóstico de cáncer y sentía mucho dolor. El llamado de atención que le hicieron no había sido por la necesidad apremiante del paciente, sino por la osadía de la enfermera con el médico. Al comentar nuevamente la situación en mi lugar de trabajo, la respuesta fue: “eso siempre pasa, no debió hacer esa observación”. Así podría continuar narrando cientos de situaciones que me llevaron a sentir que algo no estaba bien. Si mis compañeras no veían estas situaciones como anormales y problemáticas, tal vez el problema era mío, pero ¿cómo explicar que cada vez que se presentaba una situación similar la percibiera de esa forma? Sin embargo, la situación es aún más compleja. A los hechos mencionados se suma una molestia que viví como estudiante y que se mantiene en mi ejercicio como profesora de enfermería: se relaciona con la imposición de una serie de teorías, modelos, paradigmas y metaparadigmas de la enfermería estadounidense en los currículos de enfermería colombiana que, en mi concepto, son acríticos, elaborados para un sistema de salud diferente del colombiano, en unas condiciones laborales distintas, con una realidad socioeconómica diferente, pero que se impone como camisa de fuerza en los contenidos de formación de la enfermería colombiana. Así, se llega hasta el punto de mantener una dependencia en la generación de conocimientos de la enfermería estadounidense, para incluirlos en los currículos colombianos, sin tener una producción propia que dé respuesta a las necesidades del ejercicio laboral y a las necesidades de cuidado de salud de la población colombiana, siendo muy poca la producción de conocimiento contextualizada. Me interpela la actitud de sumisión y de sacrificio, así como las condiciones de precariedad en el ejercicio profesional de la enfermería. Según la base de datos del Registro Único Nacional de Enfermería de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia (anec), a septiembre de 2013, el 92 % de los egresados de las facultades de enfermería del país corresponde a población femenina (Carvallo, 2014);

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Presentación

el desempleo en enfermería oscila entre el 37 % y el 38 %. El 50 % de la vinculación laboral en 2012-2013 fue flexible, con graves implicaciones socioeconómicas para las mujeres enfermeras, y los salarios fluctúan para el 50 % de trabajadoras entre $500 000 y $1 500 000 y para el resto entre $1 500 000 y más de $2 000 000, evidencia de que los bajos salarios tienden a incrementarse. Además, el 40 % de las profesionales no tiene vivienda propia, el 55 % tiene personas a cargo y un 27 % corresponde a mujeres cabeza de hogar. En relación con la seguridad social, al comparar la información del periodo 2002-2005 con el periodo 2010-2013, se observa una reducción importante en la vinculación de las profesionales de enfermería a pensiones y riesgos laborales (Carvallo, 2014). Según señalan Lunard, Peter y Gastaldo (2006), en su artículo “¿Es ética la sumisión de las enfermeras? Una reflexión acerca de la anorexia de poder”, la falta de poder en las enfermeras se comprende en relación con la realidad de las mujeres como grupo oprimido. Para los autores, la sumisión se vincula con la existencia de estereotipos sociales y sentimientos de incapacidad que disminuyen la autoestima: “el estereotipo social vigente de mujer pasiva y vulnerable hace que algunas mujeres, entre ellas las enfermeras, tengan la sensación de que, cuando ejercen el poder para el que están perfectamente capacitadas, están perdiendo parte de su feminidad” (p. 275). Por su parte, Amélie Perron (2013), en su artículo “Enfermería como práctica ‘desobediente’: el cuidado de sí, la parresía de la enfermera y el desmantelamiento de una paradoja sin fundamento”, analiza la dificultad permanente de la enfermera para vincularse con la política y la persistente creencia acerca del posicionamiento político como antítesis de los cuidados de enfermería de calidad. Russell escribe lo siguiente en La mercantilización de la vida íntima (2008, p. 11): “dice la sabiduría popular que quien recorra sin brújula un largo trecho de espesura virará gradualmente […] hacia el costado, andará en círculos y terminará en el mismo lugar desde donde partió”. Efectivamente, me encontraba sin brújula, recorriendo un camino en búsqueda de explicaciones y regresaba al mismo

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punto, experimentando lo que Betty Friedan, a finales de los años 50 y comienzos de los 60 del siglo xx, señaló como “un malestar que no tiene nombre” (2009, p. 12). Este malestar, señalado por Friedan, se caracterizaba por los mismos sentimientos de frustración, tristeza, vacío e insatisfacción que experimentaban las mujeres dedicadas al hogar. En mí, tal frustración, vacío e insatisfacción se relacionan con mi rechazo a la perpetuación de actitudes de subordinación, de silencio, de obediencia y de sacrificio en docentes y estudiantes. A quien se atreva a salirse de los límites señalados para la enfermería, se le someterá cuantas veces sea necesario al proceso de disciplinamiento y control, para recordarle su lugar en la sociedad. A diferencia de los malestares sin nombre expuestos por Friedan para las mujeres dedicadas al hogar en los Estados Unidos, mi malestar, que sigue estando vinculado con lo esencialmente femenino, se desarrollaba no en el ámbito del hogar, sino en los ámbitos de trabajo en los que me he desempeñado como enfermera y como profesora. Me había graduado, era una profesional y estaba trabajando, por lo que se esperaba que fuera una feliz trabajadora. Pero no era así. Experimentaba impotencia y frustración frente a situaciones de injusticia por los bajos salarios y las precarias condiciones laborales de las egresadas y compañeras que trabajaban en el área hospitalaria. Un vacío al sentir que la formación de pregrado, principalmente técnica, me era insuficiente para comprender la realidad del país. Muchos años más tarde, gracias a mujeres como Tania Pérez, Liliana Vargas-Monroy, Juliana Flórez, Silvia Federici y Gloria Anzaldúa comprendí que “la cultura espera que las mujeres muestren mayor aceptación a, y compromiso con, el sistema de valores que los varones. La cultura y la Iglesia insisten en que las mujeres estén sometidas a los hombres” (Anzaldúa, 2004, p. 73). Una cultura en la que me encontraba atrapada, por mi formación e historia personal. También comprendí que en enfermería se vive una tensión con doble mensaje. Mientras se les dice a las estudiantes que el profesional de enfermería es autónomo y que no es la mano derecha del médico, en la vida práctica la enfermera del servicio y la profesora enfermera

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Presentación

mantienen una actitud de reverencia y sumisión al médico, que es observada y reproducida por los estudiantes. Por todo lo expuesto, a partir de la apertura a los estudios de la gubernamentalidad, la discusión modernidad-colonialidad y el feminismo posestructuralista, entre otros, me permito denunciar una realidad histórica en la enfermería, que he vivido y desde la cual no asumo una posición de neutralidad. Busco desnaturalizar y problematizar la subjetividad imperante en la enfermería como única verdad. En palabras de Juan Carlos López, no pretendo “encontrar verdades definitivas, sino abrir nuevas posibilidades, nuevas comprensiones […] resignificar ciertos conceptos que a su vez dan paso a discursos críticos y liberadores en donde hay prácticas sistemáticas de opresión” (2011, p. 12). Desde mi parcialidad, me aproximo a la ontología histórica de la enfermería. Es por ello que, en esta obra, afirmo que en la formación universitaria en enfermería existe un currículo oculto, de género, del cual no somos conscientes y que tiene efectos en el ejercicio profesional en enfermería. Entonces, ¿cuáles son los discursos y juegos de verdad que emergen en la historia de la formación universitaria en enfermería, en torno a la enfermería y al sujeto de la formación de enfermería?, ¿cuáles son las prácticas discursivas y no discursivas que mantienen el currículo oculto de género?, ¿qué explica la vigencia del dispositivo de género en la formación y ejercicio de la enfermería? y ¿por qué se mantienen inamovibles? Estas son las preguntas a las que responde este libro, en el contexto del planteamiento de un dispositivo disciplinar desarrollista, de un dispositivo de racialización y de un dispositivo de género en Colombia. Por tanto, se estudian las formas de gubernamentalidad que marcaron la formación universitaria en enfermería en las décadas de 1950 y 1960, en un programa de formación universitaria en Bogotá.

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I ntrodu cc ión

Los conocimientos con los cuales se forma a las estudiantes en enfermería se basan en saberes biomédicos, patocéntricos (centrados en la enfermedad) e instrumentales, lejanos de la producción de pensamiento y el conocimiento crítico, como resultado una amputación que evidencié en mi paso por las ciencias sociales y humanas. Por esta razón, al venir de la enfermería y de sus saberes prácticos e instrumentales, la presente obra usa fuentes inexploradas por la ciencia biomédica y acude al feminismo, en particular al feminismo posestructuralista de Liliana Vargas-Monroy, Margot Pujal, Patricia Amigot y Silvia Federici, entre otras autoras que abordan la subjetividad y su vínculo con procesos de gubernamentalidad específicos. Además de estas autoras, el libro se enriqueció con los trabajos de Michel Foucault, Judith Butler y Santiago Castro-Gómez, en la comprensión y análisis de la discusión modernidad-colonialidad, complementados con los de Arturo Escobar, Immanuel Wallerstein, Edgardo Lander, Walter Mignolo y Aníbal Quijano. Este recorrido lo realizo en diálogo con las diferentes fuentes y autores, a partir de mi experiencia como mujer y como enfermera colombiana y latinoamericana, entendiendo que todo “lo personal es político”,1 más aún en el estudio y ejercicio de la enfermería. En este transitar entendí que el estudio de la enfermería requiere que los discursos y las prácticas sean historizados y desnaturalizados, y para ello es central la propuesta de Foucault de visibilizar “los dispositivos históricamente localizados y siempre heterogéneos, que buscan unificar y normalizar a la población” (Castro-Gómez y Restrepo, 2008, p. 11). En el caso de la enfermería en Colombia, es su población la que ha sido sometida a un régimen de normalización. Como lo plantea Irigibel, 1

Andrea Franulic sostiene que la genealogía de mujeres se construye en un tiempo no lineal (es pasado y es aquí y ahora, a la vez) y en un espacio más allá de las fronteras convencionales (citada en Hanisch, 2016).

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la enfermería actual requiere de una “estrategia de insurrección de los saberes sometidos, que invite al rescate de las luchas, los combates y los enfrentamientos desde donde podrían cuestionarse los paradigmas de enfermería” (2011, p. 32). Foucault afirmó que su trabajo de los últimos veinte años no había consistido tanto en analizar el fenómeno del poder y sus fundamentos como en “crear una historia de los diferentes modos mediante los cuales, en nuestra cultura, los seres humanos se han convertido en sujetos” (Dreyfus y Rabinow, 2001, p. 241). En este sentido, de la mano de Foucault y su caja de herramientas, la presente obra traza la historia de los diferentes modos como la formación universitaria en enfermería ha configurado a las mujeres enfermeras colombianas como sujetos trabajadores. Como ello implica la deslocalización epistemológica, me llevó a preguntarme por qué las enfermeras somos como somos: heterónomas, sumisas y subordinadas. Esto me hizo asumir una perspectiva crítica a partir de la cual visibilizar las subjetividades presentes en la enfermería colombiana. Se trata, entonces, de una aproximación arqueogenealógica a la configuración de las mujeres enfermeras como sujetos trabajadores a partir de la formación universitaria en las décadas de 1950 y 1960 en Bogotá, con la mirada atenta a la eventualización, que para Foucault implica pensar la historia en términos discontinuos y no lineales. Se asume la crítica, asimismo, como actitud estética existencial (Martínez Posada, 2015, p. 69) y como parresía, entendida como decir verdadero, sincero y arriesgado, como modo de vida, como nexo entre el cuidado de sí y el cuidado de los otros y como frontera donde confluyen la ética y la política y se crean nuevos espacios de diálogo (Foucault, 2004a, pp. 22-23). Con estas consideraciones en mente, la investigación se desarrolló en cuatro etapas. En la primera etapa, se realizó trabajo de archivo, recolección de documentos, revisión teórica y contextualización del problema. En cuanto a la ubicación y recolección de documentos, inicialmente se consultó el archivo de la Facultad de Enfermería de Bogotá y posteriormente el Archivo Histórico Javeriano, también en Bogotá, junto

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Introducción

con prensa de la época, principalmente El Tiempo y El Espectador. Paralelamente, se realizaron tareas de contextualización y de exploración teórica del problema que se iba a trabajar y se llevó a cabo una búsqueda de textos sobre la historia del desarrollismo, la salud pública, las organizaciones filantrópicas estadounidenses, las mujeres en Colombia y la enfermería, en las bibliotecas Luis Ángel Arango y las de las universidades Javeriana, Los Andes y Nacional de Colombia. Además, se realizó la búsqueda de textos sobre la historia de la salud pública y las orientaciones para la formación en enfermería en las páginas web de la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud, la Fundación Rockefeller y el Ministerio de Salud y Protección Social. Se tuvo acceso a las actas de la Asociación Colombiana de Facultades de Enfermería (Acofaen) y a publicaciones de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia (anec). En la segunda etapa, hice entrevistas en profundidad a cuatro egresadas del programa de formación en Enfermería, mi objeto de estudio, entre las décadas de 1950 y 1960, dos de la Escuela de Enfermería y dos de las primeras egresadas de la Facultad de Enfermería (correspondientes al momento en que la Escuela pasó a ser Facultad). Las edades de las enfermeras entrevistadas oscilaban entre los 71 y los 85 años. En la tercera etapa, de organización de la información, partí de la revisión de los documentos y las narraciones y realicé la lectura, la depuración y la sistematización del archivo en formato Excel. El archivo conformado me permitió problematizar el presente en enfermería, específicamente el de la enfermera como sujeto trabajador. La disposición de este archivo hizo posible, en palabras de Ruth Amanda Cortés, la identificación de “un dominio de saber en el que es posible ver, en la dispersión de los registros, enunciados que han emergido gracias a unos modos de funcionamiento y a unas condiciones de posibilidad que le han dado existencia en un momento histórico” (2013, p. 64). Con la lectura de los registros en clave arqueogenealógica busqué establecer las relaciones de poder presentes en la formación universitaria en enfermería, visibilizar los saberes insertados que pretendieron instalar “verdades” y mostrar los efectos reguladores en

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la formación de las mujeres enfermeras como trabajadoras. En esta tercera etapa se logró la conformación del archivo. En términos foucaultianos, en esta labor se buscaron registros que evidenciaran las prácticas discursivas (saber) y no discursivas, es decir, “el conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y el espacio que se han definido en una época dada” (Foucault, 2008a, p. 154) —en este caso, las décadas de 1950 y 1960—, en relación con la formación universitaria en enfermería. Sin embargo, para tener un mayor contexto de estas décadas, el análisis contextual se realizó para el periodo de 1880 a 1980. Así, se llevó a cabo un inventario de los registros y la depuración del corpus. La conformación del archivo se logró a partir de la revisión de los siguientes documentos-registros: 1) currículos de la Escuela y de la Facultad de Enfermería de la universidad privada objeto de esta investigación; 2) Archivo Histórico Javeriano en Bogotá: notas de prensa, fotografías; Hoy en la Javeriana; prospectos de los programas de formación en enfermería; registro fotográfico de las estudiantes, docentes y directivas de la facultad objeto de esta investigación, así como de las edificaciones y vida universitaria de la época; 3) archivo de la Asociación Colombiana de Facultades de Enfermería (Acofaen), desde su creación a finales de la década de 1960; 4) archivos digitales de El Tiempo y El Espectador;2 5) Plan de Desarrollo del presidente Alberto Lleras Camargo (1961-1970) y su concreción en salud; 6) informes de la Organización Mundial de la Salud (oms) y/o de la Organización Panamericana de la Salud (ops), del Comité Internacional de Expertos en Enfermería de la OMS y de la Oficina Sanitaria Internacional (1950), además de boletines, informes y guías de enseñanza de estas instituciones; 7) textos de la historia de la enfermería y revistas de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia (anec). 2

Lamentablemente los ejemplares de aquella época no se encuentran completos, debido a que el archivo se quemó en el atentado de 1989. Los artículos de prensa fueron ubicados en el archivo histórico de una universidad privada en Bogotá.

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Introducción

En esta labor, seguí la propuesta del psicólogo inglés Ian Parker (1996) de análisis del discurso en versión foucaultiana, a partir del cual construí una matriz que me permitió: a) identificar en los textos los objetos y sujetos emergentes; b) descubrir las prácticas discursivas y no discursivas que se repetían y que mantenían agrupados a los objetos y sujetos emergentes; y c) describir las prácticas discursivas y no discursivas emergentes, todo ello de acuerdo con el nombre del documento, la descripción, la fecha, un apartado del texto, la temática, los objetos emergentes, los discursos, las prácticas y los análisis. En la cuarta etapa del análisis, me nutrí de los abordajes de Margot Pujal y Patricia Amigot (2009, 2010) sobre el dispositivo de género, de la propuesta de Morgan Brigg (2006) sobre el dispositivo disciplinar desarrollista y de la matriz creada por Ruth Amanda Cortés (2013) para estudiar las prácticas de ciudadanización en la escuela contemporánea. Para esta autora, estudiar las prácticas desde la perspectiva de la gubernamentalidad implica situarse metodológicamente en una matriz que nos permita visibilizar cómo se configura y opera “el campo estratégico de gobierno, procurando el cruce de racionalidades políticas, los fines éticos, y las formas de subjetivación producidas con las prácticas educativas, toda vez que estas últimas son y están atravesadas por una serie de técnicas de gobierno que operan en tres instancias: instituciones, saberes y sujetos” (2012, p. 31). A partir de estas propuestas, adopté una ruta que denomino mapa del dispositivo de género. Dicha ruta se encuentra descrita en el capítulo 1, en el apartado “Dispositivo de género”. Asimismo, del análisis minucioso del corpus emergieron cinco enunciados o formaciones discursivas en los que: 1) la enfermera aparece como una madre profesional; 2) la enfermería es vista como apostolado, sacrificio y servicio; 3) en la performatividad del género en enfermería se instala el modelamiento de la vida íntima y de “lo femenino”; 4) la enfermería aparece como asistente de la medicina y la enfermera como asistente del médico; y 5) la enfermería se construye en el discurso desarrollista como una profesión noble, útil para el gobierno de la población. Discursos mediante los cuales se imponen

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El jardín de rosas

ciertas “verdades” en enfermería, que se acompañan de símbolos como el uniforme blanco, la toca y la luz de la lámpara. Discursos y símbolos que nos someten y luego definen nuestra forma de vestir, de pensar, de comportarnos y de relacionarnos con el equipo de salud, con el paciente e incluso con nuestras colegas, de modo que moldean nuestros cuerpos y subjetividades como mujeres enfermeras. El libro se estructura en cuatro capítulos: el primero, “Gubernamentalidad en Michel Foucault y su pertinencia en los estudios del trabajo”, presenta el concepto de gubernamentalidad, el dispositivo y la práctica, así como el origen, antecedentes y críticas a los estudios de la gubernamentalidad como base para el estudio de la gubernamentalidad de las mujeres. También expone la propuesta de dispositivo de género desarrollada por el grupo de investigación DesSubjectant-ges,3 de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por Margot Pujal, como ruta para el abordaje de las formas de gubernamentalidad en la formación de las mujeres. Termina con un análisis de la gubernamentalidad de las mujeres en los espacios de la educación y el trabajo. El segundo capítulo, “Mujer y enfermería en Colombia en las décadas de 1950-1980”, examina el contexto y papel de las mujeres a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx, visibilizando las prácticas estratégicas en el gobierno de las mujeres y los alcances del dispositivo de género en relación con el señalamiento de las mujeres como “cuidadoras por naturaleza”. Muestra, además, los discursos que permitieron el ingreso de las mujeres a la formación universitaria en carreras y actividades consideradas propias de ellas, como es el caso de la enfermería, y el paso de la mujer como cuidadora en el

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Este libro es producto de una tesis doctoral inscrita en el grupo de investigación Grup d’Estudis Socials de la Subjecció i la Subjectivitat des d’una Perspectiva de Gènere Interseccional Des-Subjectant (gespgi), del Institut Interuniversitari d’Estudis de Dones i Gènere (iiedg), Departament de Psicologia Social, del cual mi directora de tesis, Liliana VargasMonroy, es integrante.

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Introducción

hogar a la mujer cuidadora en el ámbito público, en respuesta a las exigencias del modelo desarrollista. El tercer capítulo, “Enfermería colombiana en el desarrollismo: gubernamentalidad y formación universitaria”, analiza el dispositivo desarrollista propuesto por Morgan Brigg y su articulación con el dispositivo de género en el proceso de profesionalización de la enfermería, con el paso de escuelas a facultades de enfermería. También estudia la influencia de las misiones médicas, de las organizaciones filantrópicas y de la enfermería estadounidense en la enfermería colombiana durante el desarrollismo. Por último, observa el rol de la enfermería colombiana en el gobierno de las poblaciones, mediante prácticas de disciplinamiento en los discursos de la puericultura y la planificación familiar, entre otros. Finalmente, el cuarto capítulo, “Formación universitaria en enfermería: discursos y prácticas de feminización”, ilustra la operación del dispositivo de género en la formación universitaria en enfermería y en la ética del cuidado propuesta por Gilligan (1985). Para esto, analiza las prácticas discursivas y no discursivas al ingresar a la Escuela o Facultad de Enfermería y durante el proceso de formación, y examina cinco discursos encontrados en el currículo oculto en la formación en enfermería: 1) la enfermera como madre profesional; 2) la enfermería como modelamiento y performatividad de lo femenino; 3) la enfermería como apostolado; 4) la enfermera como asistente del médico; y 5) la enfermería como profesión, discursos que mantienen las lógicas de subordinación y sumisión en la mujer enfermera en relación con el hombre médico.

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Liliana Vargas-Monroy Profesora titular Departamento de Estudios Culturales, Pontificia Universidad Javeriana.

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Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas: Colección Encuentros

Sus libros se destacan por la construcción de un problema de investigación interdisciplinario, el desarrollo de un ­trayecto de indagación original y el diálogo crítico con diversidad de enfoques, perspectivas y opciones teóricas de las ciencias sociales y las humanidades.

formación de las enfermeras en Colombia realiza un claro aporte a los estudios de la gubernamentalidad en el trabajo, a partir de un posicionamiento feminista y decolonial. Esta perspectiva deja de lado los análisis agenéricos y andro (euro) centrados que han primado en la producción teórica sobre el concepto. En este sentido, el texto de Edilma Suárez construye un cuidadoso e interesante recorrido que muestra con claridad la manera como la formación de las enfermeras, en las décadas de los cincuenta y sesenta en Colombia, se alinea con las propuestas pedagógicas de la enfermería norteamericana y con las agendas desarrollistas y de la Alianza para el Progreso, presentes en el país. Esta exploración entra también a la microfísica de la gubernamentalidad, que se despliega sobre las mujeres y, en particular, sobre las enfermeras de la época. Este análisis permite entender los mecanismos de subalternización e instrumentalización que han operado en muchas de las agendas de formación de los trabajos y labores feminizadas. Como toda aproximación genealógica, el trabajo de Edilma ofrece una mirada al pasado que nos permite comprender y cuestionar muchas de las características de nuestro presente.

edilma marlén suárez castro

en ­Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad ­Javeriana. En ella se publican significativos ­trabajos de ­investigación doctoral por sus aportes temáticos, su pertinencia social y su profundidad analítica y metodológica.

el texto de edilma marlén suárez castro sobre la

el jardín de rosas

e n c u e n t r o s es una colección del Doctorado

edilma marlén suárez castro

el jardín de rosas La formación universitaria en enfermería en Bogotá, 1950-1970

edilma marlén suárez castro es profesora de enfermería, salud pública y bioética en la Pontificia Universidad Javeriana. Es enfermera, magistra en Administración en Salud, magistra en Estudios Políticos, especialista en Bioética y doctora en Ciencias Sociales y Humanas. Todos sus estudios los ha realizado en la Pontificia Universidad Javeriana. Es presidenta de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia en la seccional Bogotá y Cundinamarca. Es integrante de los grupos de investigación de Bioética y Procesos Sociales y Salud. Hace parte de la Red de Enfermeras Investigadoras Canadienses-Latinoamericanas en Organizaciones de Salud (Reiclos). Entre los artículos de los cuales es coautora, se encuentran “Política de salud y modelos de desarrollo en Colombia”, “Sistema General de Seguridad Social en Salud y decretos de emergencia social: negación del cuidado de la salud”, “Pautas éticas para la asignación de recursos sanitarios escasos en el marco de la pandemia por covid-19 en Colombia” y “Pautas éticas para la reanimación cardiopulmonar en el contexto de la pandemia por covid-19 en Colombia”. Actualmente, investiga sobre narrativas del trabajo en cuidados de enfermería, en el contexto de la pandemia por el covid-19.

19/11/21 11:34 AM


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