Estudios del rururbano

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Estudios del rururbano en América Latina

Estudios del rururbano en América Latina

Teorías y métodos, regulación, impacto ambiental, turismo, patrimonio, mercado y servicios

MANUEL ENRIQUE PÉREZ MARTÍNEZ BEATRIZ NATES-CRUZ PAOLA ACOSTA-NATES COORDINADORES

Universidad de Caldas (Colombia) • Pontificia Universidad Javeriana (Colombia) • Universidad del Litoral (Argentina) • Universidad de Buenos Aires (Argentina) • Universidad de la República (Uruguay) • Universidad de São Paulo (Brasil) • Universidad de Campinas (Brasil)

Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana

© Manuel Enrique Pérez Martínez, Beatriz Nates-Cruz y Paola Acosta-Nates, coordinadores

Primera edición: Bogotá, D. C., octubre de 2022 ISBN (electrónico): 978-958-781-781-2 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.ª n.º 37-25, oficina 1301 Edificio Lutaima Teléfono: 320 8320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial editorialpuj@javeriana.edu.co Bogotá, D. C.

Diagramación: Kilka Diseño Gráfico

Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno

Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación

Pérez Martínez, Manuel Enrique, autor, coordinador

Estudios del rururbano : teorías y métodos, regulación, impacto ambiental, turismo, patrimonio, mercado y servicios / autores, Manuel Enrique Pérez Martínez [y otros] ; coordinadores Manuel Enrique Pérez Martínez, Beatriz Nates-Cruz, Paola Acosta-Nates. -Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2022.

Ilustraciones

Incluye referencias bibliográficas

ISBN: 978-958-781-781-2 (electrónico)

1. Espacio rururbano - América Latina 2. Impacto ambiental - América Latina 3. Espacio urbano - América Latina 4. Espacio rural - América Latina 5. Rehabilitación urbanaAmérica Latina 6. Expansión urbana - América Latina 7. Turismo - América Latina 7. Patrimonio - América Latina I. Nates-Cruz, Beatriz, autor II. Acosta Nates, Paola III. Pontificia Universidad Javeriana

CDD 307.76 edición 21

inp 05/10/2022

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana. Las ideas expresadas en este libro son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la opinión de la Pontificia Universidad Javeriana.

Presentación

Manuel Enrique Pérez Martínez, Beatriz Nates-Cruz y Paola Acosta-Nates

I. ABORDAJES TEÓRICO-METODOLÓGICOS EN EL ESTUDIO DEL RURURBANO PERIFÉRICO

De los desequilibrios a las convergencias: una apuesta territorial para abordar las dinámicas rururbanas

Israel Cabeza-Morales

Marcos de entendimiento en clave rurbana. Resultados de investigaciones situadas en el Gran Río Cuarto (Argentina) desde la comunicación y el desarrollo

Claudia Kenbel, Silvina Galimberti y Paola Demarchi

Reconfiguración de las condiciones territoriales de un espacio rural sujeto a la presión de la expansión urbana del Gran Resistencia, Argentina

Jorge Alfredo Alberto y Guillermo Antonio Arce

El valor patrimonial en el espacio rururbano del Quindío entre resiliencia, resignificación y reivindicación

Urte Duis

La Región Centro. Improntas de una identidad productiva en el marco de la integración regional. Argentina

Graciela Mugica y Hugo Erbetta

La fragmentación urbana como marca de la ciudad intermedia: análisis multitemporal de la transformación urbana de Villavicencio (Colombia), entre 1936-2018

Jorge Alessandri Romero Novoa

De la experiencia de reincorporación comunitaria de exintegrantes de la guerrilla de las FARC-EP a un sistema emergente de ordenamiento territorial rural. Estudio Etnográfico Integrado en San José de León, Mutatá, Urabá Antioqueño, Colombia

Viviana Marsiglia Escudero y Manuel Enrique Pérez Martínez

El impacto de la periurbanización en la localidad de Yerbabuena, Guanajuato

Yolanda Márquez Campuzano

Los factores de la sostenibilidad del periurbano desde el punto de vista de los actores

Contenido

María Elena Aradas Díaz

II. REGULACIÓN Y DESREGULACIÓN EN LA DISPUTA POR EL SUELO RURURBANO

Regulación y desregulación de la segregación rururbana en el Área Metropolitana de Guadalajara. Efectos del clima y sustentabilidad

Dulce Esmeralda García Ruiz y Andrea Isabel Cendejas Magdaleno

Novas espacialidades e formas de organização dos movimentos sociais de luta pela terra. O Caso da Comuna Amarildo

Aline Vicente Cavanus y Tomás Antonio Moreira

III. IMPACTOS AMBIENTALES EN EL RURURBANO

Claves para el estudio del rururbano latinoamericano desde la perspectiva de la sostenibilidad

María Mercedes Cardoso y Griselda Elena Carñel

Análisis del anteproyecto de la Ley de Ordenamiento Territorial en la Provincia de Catamarca, Argentina. Consideraciones de lo rururbano

Rafael Enrique Caeiro Caracterización de las condiciones y dinámicas territoriales de los espacios rururbanos con riesgo hídrico

Jorge Alfredo Alberto y Aníbal Marcelo Mignone

IV. USOS TURÍSTICOS Y PATRIMONIALES DEL RURURBANO

Alternativas turísticas en ruralidades emergentes. El caso de la Colonia Agrícola “20 de Abril Darío Santillán” en Luján, Buenos Aires

Gerardo Castro y Natalia Kindernecht

Espacialidades ecoturísticas en las veredas Mazo y Piedras Blancas en el corregimiento de Santa Elena, Colombia. Contradicciones y tensiones

Oscar David Luna Julio

El patrimonio cultural campesino y la práctica turística en el Parque Nacional Natural El Cocuy en Boyacá, Colombia

Yenny Constanza Román Núñez

V. MERCADO DEL TRABAJO Y MOVILIDAD DEL RURURBANO: ACTORES EMERGENTES

El trabajo productivo y reproductivo de las mujeres en el periurbano del Partido de La Plata (provincia de Buenos Aires, Argentina) en tiempos de la COVID-19

Daniela Patricia Nieto y Brenda Daiana Sosa

Las intersecciones en los mercados de trabajo rururbanos. Dinámicas y emergencia de nuevas configuraciones sociales en Argentina

María Marcela Crovetto

Dinâmica do trabalho na cafeicultura e a relação campo-cidade na região imediata de Alfenas - Minas Gerais

Flamarion Dutra Alves

Projeto de desenvolvimento sustentável Mário Lago: da luta pela terra à luta por direitos e pela cidade

Me. Iole Almança de Morais y Akemi Ino

Nueva ruralidad: una estrategia para el mejoramiento y desarrollo del hábitat rural del sector la Chaconia, vereda Honda Norte, municipio de Chinácota

Marlyn Johana Cajicá Cañas

VI. MIGRACIÓN DE SERVICIOS Y MORFOLOGÍA TERRITORIAL EN EL RURURBANO

El rururbano por amenidad en el archipiélago metropolitano. Enclaves residenciales autosegregados en Santander de Quilichao (Cauca)

Pedro Martín Martínez Toro y Juan Sebastián Vargas Montealegre

Del campo y la ciudad: extractivismos mineros

Mónica Fernanda Canencio-Nates

Rururbanidades na expansão de pequena cidade estuarina do Bioma Amazônia

Jacy Soares Corrêa Neto y Gisela Cunha Viana Leonelli

El presente libro es el resultado de investigación de distintos proyectos en América Latina que se enlazan desde el Programa-Red Estudios del Rururbano en América Latina (ELER). Por este motivo, es necesario, antes de continuar con los antecedentes que llevan al ELER a pensar en una segunda publicación luego de su fundación en 2019, explicar qué entendemos por rururbano. Lo rururbano es una configuración territorial que puede ubicarse básicamente en tres órdenes: en los márgenes del campo y de la ciudad, en lo rural excentrado con modos de vida urbanos-urbanizados en el campo o, también, en los modos de vida rurales de la ciudad. Estos órdenes representan las nuevas realidades del estudio del territorio o, mejor aún, de cómo las realidades socioespaciales que se han ido configurando en las últimas décadas han dado paso al planteamiento de lo que denominamos como territorios rururbanos contemporáneos.

Dichas realidades marcan el uso del suelo que en cada uno de esos órdenes constituye fenómenos y problemas que no solo son del ámbito académico, sino también de la política pública del ordenamiento territorial y de los planes de desarrollo. Lo más estudiado en este ámbito del uso del suelo rururbano es lo que se ha denominado como el suburbano en las inmediaciones campo-ciudad; no obstante, lo que acontece en lo excentrado y en el campo dentro de la ciudad requiere igualmente de estudios que muestren una gestión integrada campociudad-campo, más allá de las dicotomías que suelen establecer

Presentación
Manuel Enrique Pérez Martínez, Beatriz Nates-Cruz y Paola Acosta-Nates Marzo del 2022

morfologías fisiográficas y culturales predeterminadas, como si acaso no se tratara de interconexiones, sino de usufructos a menudo asimétricos.

El estudio de lo rururbano y sus impactos territoriales en América Latina es uno de los desafíos vigentes para explicar la forma en la que se configuran las ciudades y las metrópolis contemporáneas y su relación siempre vigente con las zonas rurales. Este rururbano, complejo, sistemático y muldimensional emerge cada vez más con una dinámica, un funcionamiento y una morfología especifica. En América Latina, la originalidad de los procesos genera espacios y configura territorios con rasgos y problemáticas comunes, susceptibles de ser estudiados desde una perspectiva transdisciplinar, entendiendo siempre que la transformación del espacio en territorio pasa por la configuración y por dinámicas geosociohistóricas en los que importan tanto las escalas de la geografía económica como las escalas culturales (Nates-Cruz, 2020).

Todo este debate llevó en el año 2019, como se señala al comienzo, a que desde el Departamento de Geografía de la Universidad del Litoral en Argentina se organizara el I Encuentro del Rururbano en América Latina, que motivó la creación, en coautoría con la Universidad del Litoral, la Universidad Estadual de Campinas, la Universidad de São Paulo de Brasil, la Universidad de la República de Uruguay, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Caldas (Colombia), del Programa-Red ELER.

El primer encuentro fue una plataforma que propició el intercambio y el debate en el ámbito académico a través de la presentación de trabajos críticos y reflexivos de corte teórico, metodológico y empírico en torno a lo rururbano en América Latina. Lo anterior con los siguientes objetivos: 1) aportar al diálogo interdisciplinario de una problemática y de un objeto de estudio común; 2) contribuir, a través de herramientas teórico-metodológicas, a la difusión, extensión y transferencia de conocimientos para el tratamiento de los temas rururbanos y sus aportes tanto al ámbito académico como a la gestión pública. Este último aspecto es clave en la concepción del ELER, puesto que el diálogo y las propuestas académicas y de gobierno no solo enriquecen el debate para el conocimiento y la proyección de resultados, sino que propician un trabajo conjunto. Este primer encuentro dejó elementos claves para pensar esa sinergia desde dimensiones como la

sociodemográfica; los usos del suelo; la identidad rururbana; la gestión, la planificación y la gobernanza; los impactos y conflictos ambientales, así como los procesos de gentrificación.

Los antecedentes del evento y el desarrollo del mismo dejaron ver que existe una cantidad ponderable de literatura científica y de informes de gobierno que desde finales de la década de los noventa nos han ofrecido informaciones importantes y que, para los fines del ELER, sus proyectos y sus publicaciones se han convertido en una destacada línea base.

La manera exitosa, en el evento mismo, en la solidez del equipo de trabajo y en la publicación lograda con igual éxito (Cardoso y Acosta, 2020), llevó a que en 2021 se realizará el II Encuentro del Rururbano en América Latina (ELER, 2021) en la Universidad de Caldas, a través del Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanas desde su Observatorio de Análisis y Gestión Regional.

En este evento del 2021, el aprendizaje fue mayor aún no solo por los avances que se habían logrado en el Programa-Red ELER, sino también porque, por una parte, debieron organizar y realizar un evento totalmente online, debido a las condiciones que imponía la pandemia a causa de la COVID-19, y, por otro lado, se sumó a la conformación de la red la Pontificia Universidad Javeriana, sede Bogotá, que tiene una larga trayectoria en los temas del ELER. El importante compendio de universidades que componen el Programa-Red ELER permite comprender que el estudio del rururbano contemporáneo no es una moda, sino que, por el contrario, se inicia con el trazado de una larga trayectoria en el porvenir académico y de la gestión territorial.

El objetivo del segundo encuentro giró en torno al entendimiento del rururbano desde seis dimensiones: 1) impactos ambientales; 2) abordajes teórico-metodológicos; 3) regulación y desregulación en la disputa por el suelo; 4) mercado de trabajo, movilidad y actores emergentes; 5) migración de servicios y morfología territorial; 6) usos turísticos y patrimoniales del rururbano.

Esas mismas dimensiones dan forma a las secciones del libro, que se reagrupan por capítulos. En la primera sección se presentan los debates teórico-metodológicos en el estudio de lugares rururbanos periféricos. En ella se revela una ruta de investigación en la que se distinguen disertaciones

respecto a cómo aquellos ensamblajes se convierten en un fenómeno que deconstruye y resignifica la idea del orden territorial, constantemente relacionada con la búsqueda de la centralidad y la conectividad regional. La propuesta analítica de los textos nos invita a explorar las divergentes dinámicas socioespaciales que se encuentran inmersas en medio de problemas ambientales, riesgos ecológicos y la inclusión al mercado laboral. Ante ello se plantea la necesidad de ampliar los estudios sobre la memoria de los poblamientos, tematizar la relación entre patrimonio y territorio y rastrear las tipologías de los sujetos que allí interactúan, en razón a valoraciones, resiliencias, resignificaciones y reivindicaciones.

En la segunda sección se analiza la regulación y desregulación en la disputa por el suelo rururbano. Aquí los capítulos ofrecen una respuesta a cómo las normas controlan o desarreglan territorios periféricos, produciendo álgidos conflictos por los usos del suelo. Estos son escenarios en los que se debate el rol de los actores estatales, inmobiliarios y de la sociedad civil. Los análisis allí expuestos contribuyen al debate sobre cómo generar una inserción equitativa entre los espacios urbanos y rururbanos, y cómo afrontar allí las condiciones de habitabilidad y de sostenibilidad económica, además de otros asuntos como los entornos de tenencia de la tierra y la administración de la herencia del suelo.

La tercera sección recoge los capítulos que muestran estudios específicos sobre los impactos ambientales en el rururbano. Allí los textos problematizan la modalidad expansiva y difusa de las ciudades latinoamericanas en las que se encuentran espacios y condiciones de anarquía territorial, y en las que hay una falta de regulación, planificación y control que aseguren la sostenibilidad de los recursos naturales que se encuentran en riesgo. Entre ellos se identifican problemáticas relacionadas con el consumo y la afectación de recursos de gran valor, como el suelo fértil y productivo, las fuentes hídricas, los humedales, la vegetación natural y endémica, las actividades productivas tradicionales y los paisajes naturales, socionaturales y culturales.

En la cuarta sección, titulada usos turísticos y patrimoniales del rururbano, los capítulos tratan sobre las transformaciones y las disputas

territoriales que vienen generándose como consecuencia del llamado turismo neoliberal, mercantilizador y privatizador de naturalezas y culturas. A partir de este concepto se aborda la especulación inmobiliaria y, con ello, la consecuente retracción de actividades agropecuarias, la pérdida de derechos territoriales de comunidades locales, el desplazamiento de productores y pobladores y la degradación ambiental y paisajística. Dichas condiciones se leen como la evidencia de transformaciones no solo de carácter material, sino también simbólicas, dentro de las que se destacan los procesos de redefinición identitaria y de sentidos de pertenencia. Por otra parte, en esta sección se muestra cómo el turismo, visto y aplicado en perspectiva de valorización patrimonial, posibilita la consolidación de proyectos alternativos y revela escenarios para el fomento de alianzas entre productores rurales y consumidores urbanos. Se trata de proyectos menos frecuentes, pero relevantes, en tanto que expresan la posibilidad de la emergencia de territorialidades horizontales, justas y solidarias en las relaciones de oportunidad entre el campo y la ciudad.

En la quinta sección, titulada el mercado de trabajo y la movilidad rururbana, se recogen capítulos en los que se demuestra cómo en aquellos espacios de interacción urbano-rural persisten diferentes unidades de producción, que determinan el acercamiento de relaciones sociales entre productores de alimentos y vendedores de servicios. Esta es la materialización de una amplia complejidad social que se intensifica y que determina diversas escalas de movilidad espacial entre sus integrantes. Se plantean, además, las implicaciones laborales que emergen de los asentamientos producidos por reformas agrarias, así como por condiciones migratorias que terminan por reproducir problemas ambientales y de ampliación de la desigualdad social, dadas las fuertes disparidades en aspectos de reconocimiento sociocultural, institucional, de género y generacional.

La última sección atiende temas relacionados con la migración de servicios y morfología territorial del rururbano. En esta sección se da tratamiento a las implicaciones de los ritmos urbanísticos, como el consumo de paisaje rururbano, ya que es en estas prácticas de territorialización en ámbitos socioespaciales en las que se estarían constituyendo nuevas ciudadanías. Esta perspectiva revela la

coexistencia y la apropiación del rural excentrado dado por la ampliación de dispositivos narrativos digitales a favor de poblaciones nativas rururbanas en contextos adversos, tales como aquellos lugares de conflictividad producida por la guerra y por el extractivismo económico. Los textos plantean opciones de confrontación y de resistencia en tanto que muestran experiencias de planeación territorial endógena en zonas de alta presión ecosistémica, tales como el rururbano ribereño amazónico y las áreas de extracción minera, que muestran la emergencia de procesos de rururbanización. Así mismo, se describe cómo la consolidación de la desurbanización, a la manera de una desconcentración intrametropolitana, se reproduce en el libre flujo de capital inmobiliario. En estos aspectos se debaten las tensiones y la competencia entre ciudades y regiones en la gestión de los espacios rururbanos, lo que pone en contradicción los alcances jurídicos de los planes de ordenamiento territorial.

Para finalizar, se destaca del conjunto de los aportes tres proyecciones metodológicas para el estudio del rururbano:

Reconstruir factores multitemporales que definan los cambios de uso del suelo y sus afectaciones en los atributos naturales, así como de las redes institucionales en la apropiación del espacio vinculante entre el campo y la ciudad.

Diseñar geoindicadores para el análisis de las transiciones ruralurbanas, aplicando para ello los usos de la interpretación etnográfica integrada al enfoque del análisis sistémico, con el fin de comprender las prácticas y los contextos geosociohistóricos que demarcan el ensamblaje de los espacios rururbanos.

Articular la investigación rururbana con estudios macro, relacionados con escalas regionales, metropolitanas e incluso transfronterizas, con el fin de posibilitar la comprensión de los cambios y las adaptaciones de los lugares rururbanos como sistemas abiertos, que permiten la planeación, el ordenamiento y el desarrollo de políticas públicas.

Los Coordinadores de esta obra agradecen a la Universidad de Caldas, a la Pontifica Universidad Javeriana (Colombia), a la Universidad del Litoral, al Conycet, a la Universidad de Buenos Aires (Argentina), a la Universidad de la República (Uruguay), a la Universidad de São Paulo y a la Universidad de Campinas (Brasil) por su apoyo, que permitió concretar esta segunda producción editorial del ELER.

Referencias

Cardoso, M. y Acosta Nates, P. (2020). Contribuciones al estudio latinoamericano del rururbano. Universidad del Litoral; Conycet. Nates-Cruz, B. (2020). El derecho al territorio como base de la justicia cognitiva. Disparidades. Revista de Antropología, 75(1), 1-14.

I. Abordajes teórico-metodológicos en el estudio del rururbano periférico

rururbanas

Resumen

El estudio de las interconexiones o discontinuidades entre lo urbano y lo rural, suele abordarse desde perspectivas centradas en temas como la segregación, las problemáticas medioambientales, entre otros aspectos asociados a la categoría de desequilibrios, inequidades o desigualdades, desde enfoques socioespaciales. A partir de una aproximación geográfica, en este documento se plantea la tesis de que las convergencias territoriales son una categoría conceptual y metodológica pertinente para ahondar en la comprensión de las dinámicas rururbanas. Para ello, en primer lugar, se plantea la categoría de rururbano, a partir del reconocimiento de lo rural como sitio de origen; posteriormente, se explica la diferencia entre lo socioespacial y lo territorial, desde la geografía, a través de la categoría de sistema territorial. Seguidamente, se plantea la discusión en torno a la preocupación por los estudios en negativo (desequilibrios, inequidades, desigualdades) y su alcance en las dinámicas de comprensión, intervención y transformación social, planteando la pertinencia del concepto de convergencia territorial como ideal para el abordaje de estudios rururbanos e incluso de otros escenarios y resaltando la importancia de la apuesta soportada en perspectivas de complejidad y asertividad.

De los desequilibrios a las convergencias: una apuesta territorial para abordar las dinámicas
Israel Cabeza-Morales

Palabras clave: territorio; rururbano, desequilibrios rururbanos, convergencias rururbanas

Introducción

En la actualidad, el desarrollo de los estudios de frontera tanto en términos disciplinares como conceptuales abre la puerta a abordajes interdisciplinarios para vislumbrar escenarios de construcción de interpretaciones más completas de la complejidad de las realidades (García, 2006; Rubio, 2018). Más allá del nuevo conocimiento, este tipo de subcampos temáticos, marcan el camino para reconocer la universalidad del conocimiento y la pertinencia de las puestas en común como una oportunidad para robustecer todo tipo de trabajos teóricometodológicos.

El estudio de los intersticios entre lo urbano y lo rural, ha dado origen a preocupaciones como las dinámicas de borde, los denominados estudios urbano-rurales entre otros (Hermelin, 2003). Sin embargo, una de las categorías más afines a la geografía lo constituye la categoría de lo rururbano, la cual reconoce la condición de la ruralidad como origen, como punto de partida y lugar desde el cual se pueden comprender los procesos que son direccionados de manera acelerada en los centros urbanos en armonía con las dinámicas globales.

Al enfocarse en lo rural como objeto inicial, la categoría de lo rururbano permite equilibrar la balanza en torno a la forma como se abordan muchos de los estudios socioespaciales, incluso algunos de los que en la actualidad se denominan territoriales. Lo rururbano plantea la posibilidad de reconocer otras formas de pensar, de interactuar con el medio, de reconocer la tierra, a sus gentes, a los individuos y a la comunidad.

La categoría de lo rururbano debe posibilitar vínculos o conexiones que permitan realizar estudios más completos y, más allá de acrecentar las dicotomías entre lo urbano y lo rural, debe direccionar a reconocer que las abstracciones y los reduccionismos conceptuales pueden terminar dificultando una comprensión más completa de las realidades del presente (Ramírez y De Aguas, 2016).

A partir del reconocimiento de lo rural y lo urbano como partes de un mismo constructo, de naturaleza sistémico (Bedoya-Ramos, 2018), a continuación, se plantean algunas reflexiones orientadas a la comprensión de las convergencias territoriales como un insumo para la reinterpretación y resignificación de las dinámicas rururbanas (Vélez, 2005).

Lo territorial como punto de partida: el sistema

En ocasiones, cuando un estudiante universitario, incluso de posgrado, propone un tema o área de estudio suele referirse a la ciudad o al área urbana de determinado lugar; sin embargo, al plantear, por ejemplo, la categoría de municipio, base del ordenamiento político administrativo y territorial en Colombia, su asimilación a dicho concepto demuestra ciertas limitaciones. Suelen confundirse y creer que eso que llaman Tunja, Popayán o Cartagena, como entidad territorial solo corresponden a ciudades, desconociendo que la categoría de municipio es la expresión territorial inicial que da cabida tanto a lo urbano como a la ruralidad que subsiste en su alrededor.

Lo antes descrito, se soporta en la prevalencia que se ha otorgado a trabajos de tipo socioespacial cada vez más focalizados, los cuales, si bien resultan de valor inconmensurable en algunas ocasiones, contribuyen a la proliferación de visiones reduccionistas, muchas de las cuales se limitan a la caracterización de procesos o dinámicas. La superación de este tipo de limitaciones, entendida como la ampliación del espectro, está directamente relacionada con el reconocimiento del carácter territorial de las realidades a estudiar.

Ahora, generalmente se asocia lo territorial a una circunscripción político administrativa, pero ello trasciende, ya que lo territorial constituye el cuerpo explicativo de cualquier situación; para comprender esto se debe superar la tesis de que el territorio se reduce a una construcción social, debe asumirse que el territorio es una estructura compleja de condición sistémica (Villatoro, 2017). Ello implica, que más allá de un entramado social y cultural hay un entramado económico-productivo, uno biofísico o físico-ambiental y, por supuesto, uno político-institucional y la articulación de dichos

entramados, ámbitos o dimensiones, es el verdadero tejido que estructura el territorio como sistema (Gómez-Orea, 2003, 2007; Gutiérrez-Rey, 2015).

Ya sea que se opte por cuatro, cinco o más dimensiones, la comprensión de la estructura del sistema territorial (Bustos-Cara, 2010) se soporta en la asimilación de las dinámicas que se dan en el interior y entre las diferentes dimensiones (Morales-Barragán y Jiménez-López, 2018); solo esto permitirá vislumbrar la complejidad y singularidad de los sistemas territoriales. Así, depende del estudio de las dinámicas intra- e interdimensionales, cualquier aproximación a las ideas de equilibrio, desequilibrios, disparidades o heterogeneidades (Moscato, 2012).

En el desarrollo de muchos estudios socioespaciales y/o urbanos, se hace especial énfasis en dar cuenta de brechas o disparidades, también traducidas en desequilibrios (Alfonso-Roa, 2014); esto lleva a que se afiance la idea de que se debe apostar por un ideal de equilibrio; sin embargo, la naturaleza de los territorios es heterogénea y ellos son referencia de diversidad. Por ello, se ha incorporado recientemente el concepto de equilibrio territorial, el cual se basa en un equilibrio dinámico, contrario a cualquier visión totalizante u homogenizante.

El estudio del territorio desde una perspectiva sistémica, posibilita no solo nuevas herramientas metodológicas sino mejores resultados, los cuales se traducen en oportunidades de intervención para la transformación de realidades territoriales. Lo anterior tiene como base que los sistemas territoriales son base para entender la vida (Farah y Vasapollo, 2011; Gutiérrez-Rey, 2015).

De los desequilibrios a las convergencias: la asertividad

Tanto en geografía como en otras disciplinas se ha promovido el desarrollo de estudios relacionados con el abordaje a las inequidades, los desequilibrios, las disparidades e incluso, de manera reciente se habla de injusticias (Link, 2011), brechas (Cedujo, 2000; Delgado, 2003; Pillet, 2004; Pulido y Trinca, 2007); todas estas denominaciones tienen un trasfondo de denuncia social (Harvey, 2000), lo cual es necesario en

el quehacer investigativo, pues se espera que el conocimiento contribuya a la transformación de la realidad.

Sin embargo, en la actualidad predominan este tipo abordajes con escasez de iniciativas de transformación o intervención real, lo cual no obedece a cuestiones de voluntad, sino a limitaciones de conocimiento propias de la forma como se realiza el estudio o la investigación, que se manifiestan como dificultad para reconocer los elementos que estructuran territorialmente el caso o fenómeno a estudiar.

Por lo anterior, vale la pena hacerse estas preguntas: ¿Por qué abordar un tema o problema desde la parte negativa? ¿Por qué actuamos como los niños buscando lo que nos falta o lo que queremos antes de lo que tenemos? ¿Qué es lo que no queremos ver? La preocupación por lo negativo, por la búsqueda en función del vacío sin una adecuada lectura del contexto, genera un aislamiento de la complejidad del fenómeno a estudiar, imposibilita un abordaje pleno y, por ende, restringe cualquier posibilidad de intervención con fines de transformación (Manzanal, 2014).

Entonces, apostar por la asertividad como punto de partida, puede ser cuestionado desde algunas posturas políticas como una manera de negar el problema; sin embargo, debe reconocerse que solo el conocimiento pleno del fenómeno u objeto a estudiar valida la pertinencia del problema y el tratamiento del mismo (Galeano, 2010). En tal sentido, solo podría hablarse de desequilibrios reconociendo los mínimos de equilibrio con los que cuenta una comunidad; lo mismo aplica para las inequidades, las disparidades e injusticias, sea cual sea la forma como denominamos las particularidades de la situación a estudiar.

Desde la geografía, de manera reciente, se ha hecho énfasis en los desequilibrios; por ello, la apuesta desde el asertividad sería hablar de equilibrio territorial. Al respecto, cabe resaltar que el equilibrio del que se hace mención (equilibrio territorial), es una construcción espaciotemporal, tan heterogénea como cada sistema territorial; de ahí que, incluso, se pueda hablar de equilibrios inter e intradimensionales. La comprensión de estas nociones permite develar, en la práctica, las sinergias y los factores estructurantes de los sistemas territoriales.

El carácter territorial, en correspondencia con lo desarrollado en el apartado anterior, constituye una oportunidad y una herramienta para poner en práctica el abordaje desde la asertividad, toda vez que el reconocimiento de la complejidad del sistema territorial de cualquier realidad, ya sea la del borde o frontera, del barrio, de la comuna, de la localidad o municipalidad, permite reconocer tanto las condiciones de oportunidad (ventajas comparativas), como las limitantes, las cuales se presentan a nivel intra- e interdimensional (Manzanal, 2011; Ramírez et ál., 2014).

En el marco de esa preocupación por la asertividad y buscando trascender las dificultades de interpretación que se puedan generar en torno a la categoría de equilibrio territorial, se plantea el concepto de convergencia territorial, como base para dar cuenta de las sinergias, vínculos o mínimos de armonía inter o intradimensional que puede existir en un sistema territorial. Entendiendo las convergencias como el punto de partida o principio de oportunidad para la intervención en un sistema territorial, tales convergencias constituyen la radiografía de las fuerzas o móviles que coexisten; son los elementos estructurantes, es decir, aquellos que soportan y/o explican las singularidades de cada sistema territorial (Bracamontes y Camberos, 2010; Cuervo, 2004).

El carácter estructural de las convergencias plantea a su vez el posicionamiento del territorio, a través del sistema territorial como paradigma para el abordaje de problemáticas situadas, independientemente de su sesgo o enfoque disciplinar, pese a tener una base geográfica. La robustez del abordaje permite dar cuenta de los escenarios o ámbitos de armonía o conflicto que se presentan desde y entre las diferentes dimensiones de lo territorial, la complejidad de las tensiones que definen, configura o entretejen un sistema territorial.

A partir de la difusión del territorio como construcción social, se ha difundido aún más el concepto de territorialidad entendido como el grado de aprehensión, el nivel de arraigo o en términos de mayor amplitud, el grado de identificación con un proyecto territorial, el formar parte de y en qué medida (Haesbaert, 2011). En tal sentido, el reconocimiento del sistema territorial y sus dimensiones, así como del concepto de convergencias territoriales, permite resolver sin

inconvenientes los cuestionamientos formulados en torno al estudio de estas (Saquet, 2015).

Entiéndase: solo una plena caracterización de lo que sucede, a la luz y/o desde cada una de las dimensiones del sistema territorial, permitirá hacer una lectura de la realidad de dicho sistema; al ser contrastadas dichas lecturas con la identificación de elementos transversales o simplemente con la focalización de aspectos determinantes (inherentes a múltiples dimensiones), se puede dar cuenta de los elementos estructurantes (convergencias) de dicho sistema.

Las convergencias territoriales y las dinámicas rururbanas

El abordaje de las dinámicas rururbanas no es ajeno a lo hasta ahora planteado; en ocasiones, en el desarrollo de estudios de este tipo se asume que la rururbanidad como interfaz no constituye un sistema territorial, situación que no es cierta. Y es que este tipo de afirmaciones se soporta en el hecho de que se hagan evidente algún tipo de tensiones o conflictos, como si el único principio para la organización territorial fuera la armonía y la homogeneidad (Mawromatis, 2013). Resulta particularmente llamativo que la condición de contraste que predomina en los estudios rururbanos sea el punto de partida para validar la pertinencia del reconocimiento del sistema territorial y las convergencias en el interior de los mismos. Las configuraciones rururbanas son la oportunidad para dar cuenta de configuración de vínculos, relaciones armónicas y de tensión (Pillet y Cañizares, 2018); son además el laboratorio perfecto para evidenciar la coexistencia de territorialidades diversas que, en medio de su heterogeneidad, constituyen un proyecto conjunto.

La exploración de los aspectos que rigen las formas de organización de una comunidad, desde las limitaciones y oportunidades en materia físico-ambiental, político-institucional, socio-cultural, económicoproductivo, los modos como entre tales aspectos dimensionales puedan coexistir situaciones de tensión o conflicto, los marcos espaciotemporales que explican tales situaciones de conflicto o armonía y las dinámicas particulares en el interior de cada dimensión (Yang et ál., 2026), constituye el soporte para propender por el posicionamiento

del sistema territorial como plataforma y las convergencias territoriales como elemento estructurante para el desarrollo de estudios rururbanos con abordajes más completos y orientados a la intervención.

La operatividad del sistema territorial a través de la estructura dimensional del mismo, es por sí misma una fortaleza, pues frente a la pregunta por cómo estudiar las convergencias o los elementos estructurantes de un territorio, la respuesta será: a través de las categorías e indicadores que defina cada investigador; para ello, es necesario hacer las siguientes salvedades: las categorías que den origen a los indicadores deben corresponder a cada una de las dimensiones del sistema territorial (sean de manera agrupada o no, es una cuestión también definida por el investigador). Cada categoría se construye o se plantea con base en lo que el investigador espera de la dimensión; esto, en relación con la naturaleza del tema-problema o área de estudio (Gutiérrez-Rey, 2015; Cabeza-Morales, 2018).

El aporte más valioso del sistema territorial y las convergencias territoriales a los estudios rururbanos, tiene que ver con la base geográfica de dichos conceptos, la cual radica en que estos sean base para la construcción de prospectiva. Al respecto cabe mencionar que, si bien lo ideal es que las investigaciones lleguen a un nivel de intervención, el carácter prospectivo, al plantear, fundadamente, posibilidades de futuro, está gestando perspectivas de intervención. Por su parte, alcanzado cierto nivel de intervención, la formulación de prospectiva, constituye un valor agregado en la medida en que da cuenta del potencial de transformación de la intervención realizada.

Conclusiones

Algunas de las consideraciones que se pueden plantear frente a lo discutido se presentan a continuación.

La preocupación por resignificar el carácter territorial de lo rururbano, constituye una oportunidad para dar cabida a la apuesta por la asertividad, a la promoción de la búsqueda de oportunidades en medio de los problemas, a la opción de

trabajar por dinamizar procesos que fortalezcan aquellos en los que se identifican algunas debilidades.

La comprensión del sistema territorial, implica reconocer la estructura que lo soporta desde la complejidad que enmarca a cualquier constructo espaciotemporal, de ahí que las convergencias territoriales sean el referente para dar cuenta de los elementos que estructuran un sistema territorial. Ambos conceptos constituyen un pilar para el desarrollo de estudios rururbanos cada vez de mayor impacto y alcance.

El uso o aplicación del concepto de convergencias y de la estructura dimensional del sistema territorial, no plantea ninguna barrera en términos metodológicos, toda vez que permiten al investigador fijar las categorías e indicadores que orienten su estudio, con base en la naturaleza del tema-problema u objeto a investigar.

El reconocimiento de las convergencias territoriales implica la identificación de factores estructurantes en el interior de los sistemas territoriales, es decir, una claridad frente a la particularidad de la forma en la que interactúan múltiples aspectos en cada sistema territorial, entiéndase sobre la diversidad, conflictividad y naturaleza desequilibrada (dinámica) de los mismos.

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1 Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Correo electrónico: israel.cabeza@uptc.e du.co

Marcos de entendimiento en clave rurbana. Resultados de investigaciones situadas en el Gran Río Cuarto (Argentina) desde la comunicación y el desarrollo

Resumen

Claudia Kenbel1 Silvina Galimberti2 Paola Demarchi3

El presente trabajo comparte las principales contribuciones del concepto de rurbanidad para el entendimiento de lo que sucede en nuestras sociedades con pretensiones de modernidad, desde una perspectiva vinculada a la convergencia entre la comunicación, el desarrollo y las problemáticas urbano-rurales en clave sociocultural. Lo rurbano, caracteriza un continuo que toma distancia de las lecturas polares y procura apoyarse en el supuesto de las penetraciones y articulaciones que modifican la dinámica y lógica de los espacios sin que por ello se anulen o extingan los precedentes. Nos referimos entonces a procesos de urbanización de lo rural y de ruralización de las ciudades desde una concepción bidireccional del proceso. Este marco de entendimiento nos ha permitido realizar un conjunto de investigaciones fundamentalmente en la región del Gran Río Cuarto (provincia de Córdoba, Argentina), pero con hallazgos que se replican en ciudades intermedias y capitales de países de América Latina. El ícono de la rurbanidad que ha nuestra atención es la presencia de elementos, saberes y procesos caracterizados como típicamente rurales en las urbes; tal es el caso de los sectores vulnerables que utilizan carros tirados por caballos para el desarrollo de

sus estrategias de sobrevivencia. Nos referimos a trabajadores dedicados a la extracción de áridos de baja escala, a recuperadores informales de residuos o a changarines que se dedican a la venta ambulante de frutas y verduras. Así, las entradas comunicacionales para conceptualizar el fenómeno rurbano se fueron sumando conforme transcurrieron dos décadas de investigación sin interrupciones. Compartiremos en este escrito algunos abordajes que, a través del concepto “rurbanidad”, contribuyen a cuestionar las características que asume la configuración del orden urbano moderno en los siguientes términos: a) los modos en que socialmente la rurbanidad es significada, en especial por los medios de comunicación que de manera recurrente se preocupan y ocupan de ella; b) La dimensión significativa de los grupos rurbanos, lo que implica para sus protagonistas en términos de memorias sociales y procesos de apropiación tecnológica; y c) El interés por las políticas públicas que de manera manifiesta buscan, por un lado, otorgar ciertos marcos de ordenamiento a las actividades desarrolladas por los grupos rurbanos, así como también se ocupan de su integración. Palabras clave: rurbanidad, comunicación, orden social, sentidos

Introducción

Este trabajo comparte las principales contribuciones del concepto de rurbanidad para el entendimiento de lo que sucede en nuestras sociedades con pretensiones de modernidad, desde una perspectiva sociocultural vinculada a la convergencia entre la comunicación, el desarrollo y las problemáticas urbano-rurales (Cimadevilla y Carniglia, 2009; Kenbel et ál., 2020).

El problema general que enfocamos se configura en torno a la discusión por la legitimidad del orden social urbano moderno en tanto conjunto de principios que guía, regula y reconoce como válidas acciones y relaciones sociales en un proceso que desconoce otras que resultan alternas. En ese marco, desde hace casi dos décadas nos interrogamos respecto de un proceso sociocultural emergente en el marco de los complejos escenarios sociales de la contemporaneidad: el proceso de “ruralización de lo urbano” que en su devenir entremezcla lo urbano y lo rural y en su síntesis postula lo “rurbano”.

Las mixturas entre lo urbano y lo rural se manifiestan en las condiciones de vida de actores sociales con actividades de rebusque y lógicas de acción que comprenden escenarios, objetos, saberes, valores, prácticas y sentires asociados a la ruralidad aun cuando habitan en la urbe. Por caso, los cientos de carreros citadinos que emplean carros tirados por caballos para resolver su existencia en regiones como el Gran Río Cuarto,4 entre tantas otras de Argentina e incluso de Latinoamérica. En este contexto, los actores protagonistas son partícipes de un sector social que habita y se traslada por la ciudad; sus formas y condiciones de vida los hacen “singulares”. En general, residen en terrenos fiscales que en este caso acompañan el cauce del río y resuelven su existencia “cirujeando”5 y realizando otras actividades de rebusque facilitadas por carros de tracción a sangre. Así, nos referimos a los carreros, recuperadores urbanos u otras denominaciones varias que se utilizan para nominarlos. Nosotros los llamamos rurbanos. Situados a mitad de camino entre lo urbano y lo rural despliegan un modo particular de ser y estar en la ciudad que no se ajusta necesariamente a los parámetros urbanos dominantes y da lugar a nuevos híbridos. O si queremos plantearlo de otro modo, configuran una condición y experiencia de vida rurbana. Su presencia en la urbe tensiona las concepciones urbano modernas sostenidas en las políticas públicas que buscan su regulación o las que circulan vía medios de comunicación y a la vez abre la discusión sobre el modelo de ciudad que debe primar, sus derivas y consecuencias para la integración social (Galimberti et ál., 2018).

En este trabajo compartimos una síntesis de los principales referentes teóricos del concepto de “rurbanidad” desde su creador Charles Galpin (1918) hasta autores latinoamericanos que han resultado claves en nuestros estudios (Freyre, Santos, Romero, García Canclini, Martín Barbero). En un segundo momento, nos interesa precisar los abordajes metodológicos y conceptuales, producto de nuestras investigaciones y de los antecedentes que fuimos reconstruyendo, desde la convergencia comunicación y desarrollo antes señalada.

Compartimos las entradas y preguntas que, desde la comunicación, nos hacemos respecto de lo que implica la emergencia rurbana; una

trayectoria teórica compartida que deriva en diferentes enfoques de trabajo entre los que se traman intensas relaciones.

La noción pionera en los desbordes urbano-rural

Como sostiene Gorelik (2002), desde la segunda mitad del siglo XIX la articulación entre capitalismo, Estado, sociedad y territorio define a la modernidad urbana a través de una triple tensión: hacia afuera en el territorio desde la expansión urbana, hacia adentro en la sociedad para la integración social y hacia adelante en el tiempo con la idea de proyecto. En tales condiciones, lo urbano y su materialización en la ciudad precisan una mirada renovada que trascienda las explicaciones dicotómicas de larga trayectoria en las ciencias sociales acerca de lo urbano y lo rural y tome como eje a los “desbordes”.

Las asociaciones que se construyeron sobre uno y otro concepto en general omiten la “interfaz cotidiana” entre actores, procesos y espacios (Crovetto, 2019) que resultan característica de nuestras “modernidades periféricas” y sus problemáticas sociales (Schmidt et ál., 2019). Las nociones de “periurbano”, “rururbanización” y “continuum urbano rural” (Berardo, 2019), así como el concepto de “rurbanidad” que ha sido clave en nuestros estudios, habilitan lecturas atentas a las relaciones, tensiones y contradicciones a partir de considerar el entrecruce.

Se atribuye al norteamericano Charles Josiah Galpin6 (1864-1947) la creación del término rurbanidad para caracterizar la naturaleza específica de la relación entre lo rural y lo urbano. La intuición de Galpin sobre ese vínculo, que en otra clave teórica anticipa en cuatro décadas las ideas de Raymond Williams (1973/2001), es presentada en el tercero de los trece capítulos del libro Rural Life, editado en Nueva York en 1918, titulado “El problema social”. Su razonamiento indicaba:

dado que la población rural de Estados Unidos es una parte integral de la nación, el campo abierto es un elemento de la ciudad en racimo y la ciudad es un factor de la tierra, corresponde que la civilización, la cultura y el desarrollo de la gente del campo deba sostenerse en la conjunción con la ciudad pequeña y la ciudad grande, y no aparte. (Carniglia, 2020, p. 12)

El concepto retoma así mismo una vieja preocupación expresada por Le Play en el siglo XIX y por Anderson o Guigou en los años ´60 respecto de la tendencia a la “extinción de lo rural” y la total “artificialización del ambiente”, según se destaca en trabajos previos (Cimadevilla, 2005; Cimadevilla y Carniglia, 2009). En el marco general de esta discusión, la noción nos permitió advertir que lo rural, lejos de extinguirse, se manifiesta oculto en un conjunto de procesos sociales que no pueden interpretarse únicamente desde la prefiguración urbana. Así, la crisis social, política y económica que estalló en Argentina en diciembre del 2001 visibilizó y conceptualizó como “novedosa” (Schamber, 2008) la recuperación de residuos por parte de los “cartoneros” o “cirujas” sobre todo en la ciudad de Buenos Aires.

En el Gran Río Cuarto —escenario de nuestros estudios— el mismo fenómeno asumía ciertas particularidades: las familias que se dedicaban al cateo de la basura lo hacían —en su mayoría— con carros tirados por caballos. Este último binomio fue el “ícono” del reconocimiento de la rurbanidad como concepto y nos ayudó a enfocar lo que sucedía en el contexto inmediato, luego extensivo a otras ciudades del país y del continente. Comienza así una línea de trabajo vinculada a la convergencia de la comunicación y el desarrollo que continúa hasta la actualidad con derivas en relación a los actores protagonistas, los medios de comunicación y las políticas públicas. No obstante, antes de seguir con los estudios situados en la región del Gran Río Cuarto, quisiéramos compartir un breve repaso por el modo en que algunos referentes latinoamericanos, de diferentes campos en las ciencias sociales, han contribuido a la construcción rurbana de nuestros enfoques socioculturales. Nos referimos concretamente a Gilberto Freyre, Milton Santos, José Luis Romero, Néstor García Canclini y Jesús Martín Barbero.

Enfoques y principales contribuciones en clave latinoamericana

En la discusión acerca del proceso latinoamericano de modernización latinoamericano, la controversia se sitúa entre quienes resaltan su característica de “proyecto incompleto”, tomando prestada la idea de

Habermas (1989), y la imposibilidad de realizar plenamente dicho proyecto; esto, principalmente en sus expresiones más fuertes como la “racionalidad instrumental” y la “racionalidad estratégica”, continuamente “transgredidas” por el entrecruzamiento de tradiciones que aún no se han ido. Las variaciones prácticamente infinitas que puede asumir la dinámica de la modernidad en nuestro continente pueden distinguirse en diferentes experiencias culturales que cubren el escenario con un manto heterogéneo formado por disímiles racionalidades, temporalidades, prácticas políticas y sociales que coexisten, se yuxtaponen, contradicen y tensionan permanentemente. Presentamos los aportes de algunos intelectuales que han interpretado y explicado lo acontecido en las ciudades latinoamericanas y que permiten observar los procesos de ruralización de lo urbano y el consiguiente fenómeno rurbano enfocado.

Rurbanidad para conocer el Brasil profundo de Gilberto Freyre y Milton Santos

Para Freyre (1900-1987),7 rurbanidad era un poco más que una situación intermedia entre lo urbano y lo rural, tal como él creía que la había acuñado Galpín originalmente. Hablaba de una relación “conyugal”, una tercera situación mixta, dinámica, en la que se conjugan valores de las situaciones originarias, aunque no de modo armónico, sino contradictorio y tensionado (Maciel, 2015, pp. 113-114; traducción propia). A lo largo de sus estudios y escritos, buscó exaltar la “simplicidad del pueblo”, enalteciendo su capacidad de agencia, creatividad e inventiva -condicionada más no determinada- para hacer frente a la racionalidad urbana excluyente. Tomó la idea de la rurbanidad para adentrarse y comprender el “ánimo del pueblo brasileiro”, sus mixturas y entrecruces de orígenes y tradiciones, fundamentalmente en lo relacionado al vínculo del hombre con la naturaleza. Esto último lo llevó a pregonar y pensar políticas públicas en clave rurbana (por caso Curitiba).

Por su parte, el geógrafo Milton Santos (1926-2001) nos ayuda a pensar las ciudades en tanto “diversidad socio espacial”, refiriéndose en particular a las racionalidades y contra-racionalidades que la habitan. Reconoce que la racionalidad moderna no se realiza de manera total ni

homogénea, pues en las ciudades latinoamericanas permanecen zonas donde su presencia es menor y aún inexistente, y donde caben otras formas de expresión que tienen sus propias lógicas. Así, frente a la racionalidad dominante y desde el punto de vista de los actores no beneficiados se puede hablar de “irracionalidad”, es decir de producción deliberada de situaciones no razonables. Objetivamente, agrega el autor, se puede decir también que, a partir de esa racionalidad hegemónica, se instalan paralelamente “contra-racionalidades”. Desde un punto de vista social, esas experiencias se localizarían entre los pobres, los migrantes, los excluidos y las minorías; desde el punto de vista económico, entre las actividades marginales, tradicionales o recientemente marginalizadas; desde un punto de vista geográfico, en las áreas menos modernas y más opacas, convertidas en irracionales para los usos hegemónicos.

Irracionalidades o contra-racionalidades “constituyen en verdad y sustancialmente, otras formas de racionalidad, racionalidades paralelas, divergentes y convergentes al mismo tiempo” (2000, p. 261) y se definen por su incapacidad de subordinación completa a la racionalidad dominante. Gestadas al calor de la precariedad de existencia de una parte importante de la población, estas “formas alternativas de racionalidad” emergen como resultado de una adaptación creadora a la realidad y devienen indispensables para la supervivencia diaria. Son leídas en términos de una “incomodidad creadora” que los lleva a desplegar prácticas de apropiación y resignificación de las psicoesferas y tecnoesferas citadinas, encontrando nuevos usos y finalidades para objetos y técnicas, nuevas articulaciones prácticas y nuevas normas de vida social y afectiva.

La historia urbana y rural de América Latina desde los aportes de José Luis Romero (1909-1977)

Su obra gira en torno a tres temas fundamentales: la cultura occidental, las ciudades y la vida histórica. Preocupado por el papel que las ciudades cumplieron en el proceso histórico latinoamericano, fue el primero en pensar la modernización en su especificidad antropológica. Analiza los procesos de transformación de las ciudades latinoamericanas en las postrimerías del siglo XIX, particularmente en

las grandes urbes. Para Romero, la ciudad era una “forma de vida histórica”. “La urbana es fundamentalmente una vida racionalizada”, decía. Una invitación a “crear un estilo de vida y un lugar donde esta tendencia pudiera desplegarse de una manera plena, fructífera” (2009, p. 55).

A medida que fue creciendo, advierte Romero, la ciudad cumplió con mayor eficacia su papel de proyectar y presidir la expansión regional, subordinando inequívocamente el mundo rural al mundo urbano. Y cada vez más apareció como un reducto del estilo europeomoderno de vida en tanto que el espacio rural conservó los resabios de las formas de vida tradicional y ofreció refugio para todos los que, de una u otra manera, pretendían soslayar el orden social vigente. En este marco, se profundizaba la escisión entre la urbe y el mundo rural.

La sociedad urbana “eminentemente dinámica” se oponía gradualmente a la “rural”, “fuertemente estática”. Locus del proceso racionalizador, la ciudad devenía sinónimo de civilización mientras que el mundo rural era relegado a la ignorancia y la rutina primero y la barbarie después. No obstante, la observación de lo que acontecía en las ciudades reales le llevó a reconocer que en América Latina las distinciones y diferenciaciones entre ambos términos nunca fueron perfectas: “nuestra historia es urbana y rural”, decía (2009, p. 10). Mezclas e hibridaciones que el autor observó, por ejemplo, en las relaciones e interpenetraciones que atravesaron toda la historia latinoamericana.

La presencia de más y más gente en las ciudades como resultado de éxodos rurales y la aparición de inmigrantes, generó una escisión de la sociedad urbana en la que se contrapusieron dos mundos: la sociedad tradicional y la sociedad anómica. La primera, homogénea y normalizada; la segunda, heterogénea, caótica y desigualmente situada tanto física como socialmente. Así, desde los rancheríos ubicados en la periferia, los inmigrantes —rurales y extranjeros— contemplaron el lujo ostentoso de la sociedad moderna normalizada. Dentro y fuera del perímetro urbano introdujeron el “vivo recuerdo de sus lugares de origen: no fue sólo la vivienda lo que denotó la supervivencia de lo rural: fueron también las costumbres y creencias” (2009, p. 362).

Las formas de vida urbana, señala Romero, crearon las normas de urbanidad y, así fijadas, constituyeron un esquema que diferenciaba a quien se había compenetrado con ellas de quien las ignoraba. Pero tanto el que se guía por esas normas como el que las “esquiva” vivencia un encuentro característicamente moderno.

Los procesos de rurbanización en clave cultural

Otra forma de adentrarnos en los cambios experimentados por las sociedades latinoamericanas en su paso de lo “tradicional” —asociado a la ruralidad— a lo “moderno” —en relación con la urbanidad— es a partir de las preocupaciones en torno a la cultura y sus derivas. Ya anticipado por los autores mencionados, referirse a lo urbano y a su materialización en la ciudad es mucho más que “delimitar un territorio”. Se abre así el panorama a una línea de interrogantes centrados en los vínculos, los sentidos y los cambios en la subjetividad de las poblaciones. A diferencia de Europa, la urbanización en América Latina “no fue, inicialmente, el resultado de la industrialización, sino más bien la expresión de la expansión del comercio, de las finanzas y de las profesiones liberales” (Rowe y Schelling, 1993, p. 15). Cuando llegó la industrialización, fue incapaz de absorber la masa de campesinos pobres y proletarios rurales, lo cual condujo al crecimiento de ciudades “explosivas” y a la coexistencia de una minoría acaudalada, con frecuencia empleada del moderno sector extranjero, al lado de una imponente masa de inmigrados “tradicionales” subempleados y desempleados, quienes vivían en míseros asentamientos en la periferia de la ciudad. (p. 64)

Estas características de la convivencia entre lo tradicional y lo moderno, lo rural y lo urbano se traducirá en las “multiculturalidades” que describe García Canclini y en los procesos de “desurbanización” que caracteriza Martín Barbero. Néstor García Canclini, escritor, profesor, antropólogo y crítico cultural argentino nacido en 1939, con residencia en México, considera que la oposición urbano-rural como clave explicativa de los procesos de urbanización debe ser problematizada. Señala que estamos ante “una diferenciación descriptiva que no explica las diferencias estructurales ni tampoco las coincidencias que a veces se dan entre lo que ocurre en el campo o en las pequeñas poblaciones y lo que ocurre en las ciudades”

(García Canclini, 1997, p. 69). En este sentido, el autor nos invita a reflexionar sobre los procesos de penetración de lo urbano sobre lo rural o viceversa, de lo rural en lo urbano; las intersecciones e hibridaciones que se dan entre ambos y que vuelven insuficientes o insatisfactorias las definiciones de lo urbano por oposición a lo rural.

En Imaginarios Urbanos, García Canclini (1997) se pregunta: ¿Qué significa sostener que América Latina no avanza en forma homogénea y conjunta en la modernización, que la heterogeneidad multitemporal y multicultural que la constituye no es un obstáculo a eliminar sino un dato básico en cualquier programa de desarrollo e integración? (p. 31)

Entiende que la búsqueda no pasa por entender qué es lo específico de la cultura urbana o qué la diferencia de la rural, sino cómo se da la “multiculturalidad”, la coexistencia de múltiples culturas en un espacio que aún llamamos urbano. Así, a decir del autor, el problema no es que no nos hayamos modernizado sino, que se trata de la manera contradictoria y desigual en que se ha dado dicho proceso.

Finalmente, Jesús Martín Barbero, teórico español de la comunicación (1937-2021), quien que vivió y estudió procesos latinoamericanos a partir de los cambios de sensibilidad en las sociedades y las mediaciones culturales, afirma que el entendimiento de los procesos de “modernidad periférica” exige pensar en forma conjunta innovación y resistencia, continuidades y rupturas, el desfase en el ritmo de las diferentes dimensiones del cambio y las contradicciones. Sostiene que “oponer modernidad a modernización acaba legitimando la visión de estos pueblos (latinoamericanos) como meros reproductores y deformadores de la verdadera modernidad que los países del centro construyeron” (Martín Barbero, 2004, p. 283).

Esto impide comprender la especificidad de los procesos, la peculiaridad de los ritmos y la densidad de mestizajes y destiempos en que se produce nuestra modernidad. Modernidad que califica como “discontinua y no contemporánea” y que entiende es preciso deslindar de la idea de atraso constitutivo, esto es, del atraso como clave explicativa de las diferencias culturales. Al igual que García Canclini, Martín Barbero (2004) considera que la especificidad de América Latina es la de ser un espacio denso de intercambios, reapropiaciones y

movimientos de mestizaje. Mestizaje que no es solo aquel hecho racial del que venimos, sino la trama actual de modernidad y discontinuidades culturales, de formaciones sociales y estructuras de sentimiento, de memorias e imaginarios que revuelven lo indígena con lo rural, lo rural con lo urbano, el folklore con lo popular y lo popular con lo masivo.

Entonces, ¿de qué manera experimenta el ciudadano la ambigua modernización que viven nuestras ciudades?, se pregunta Martín Barbero (2004). Entre las distintas experiencias por él señaladas, nos importa destacar la de “desurbanización” o “ruralización de la ciudad”, la cual supone que, al igual que la urbanización física, la cultura de la mayoría de la población que habita la ciudad se halla a mitad de camino entre lo rural y lo urbano.

En ese marco de discontinuidades y destiempos, vecindades e intercambios, se traza el mapa de las ciudades latinoamericanas a medio hacer, en las que cientos de carros tirados por caballos coexisten con novedosas infraestructuras; en las que la estética del audiovisual halla intensas complicidades con las oralidades culturales de las mayorías y en las que el hambre y el analfabetismo se cruzan a cada instante con los hipermercados y las pantallas electrónicas. Son estas tensiones, interpenetraciones y mezcolanzas las que tornan enormemente complejo el espacio latinoamericano y frecuentemente fallidas, tanto las literaturas urbanas que tratan de narrarlo, como las intervenciones políticas que intentan planificarlo (Martín Barbero, 2004).

La rurbanidad situada. Resultados y discusiones principales Como vimos, distintos pensadores latinoamericanos con abordajes que en muchos casos se complementan, advierten que lo rural persiste y se manifiesta oculto en un sinfín de procesos sociales que no pueden interpretarse desde la prefiguración urbana. Un párrafo significativo, en este sentido, es el que Romero (2009) le dedica a la discusión sobre las fronteras urbanas y rurales, donde menciona como caso paradigmático a la ciudad de Río Cuarto, escenario de nuestras investigaciones.

Durante mucho tiempo, desde el siglo XI en adelante, en el mundo occidental cristiano los límites entre el campo y la ciudad han sido tan imprecisos como se puede comprobar hoy al recorrer San Andrés de Giles, Junín o Río Cuarto, ciudades en las

que se percibe claramente ese fenómeno, típicamente argentino y latinoamericano, de una especie de disolución de la ciudad en el campo. (2009, p. 103)

O aquella pintoresca referencia que nos compartiera García Canclini, buscando enfocar los entrecruces referenciados:

Uno ve, de pronto, campesinos circulando, aún en carros con caballos, usos de espacios urbanos que parecen campesinos, como si nunca fuera a pasar un coche, es decir, intersecciones, entrelazamientos entre lo rural y lo urbano, que vuelven insuficiente o insatisfactoria esa definición de lo urbano por oposición con lo rural. (1997, p. 70)

Lo rurbano en la perspectiva que nos ocupa, no alude solamente al fenómeno de los actores, situaciones y prácticas que en ambientes y espacios rurales se impregnan de dispositivos, hábitos y códigos urbanos como los descriptos en las nuevas ruralidades de la “pluriactividad” que estudian Graziano da Silva (1997, 2001), Klein (1992), Schneider (2001), Carneiro (1999), entre otros; sino también al caso de los actores y situaciones que en ambientes citadinos recurren a la emergencia de saberes, valores, prácticas y dispositivos que por asociación típica fueron y son considerados rurales. La ruralización, en ese caso —dirá Jesús Martín Barbero (1987)— se manifiesta en la emergencia de culturas de la sobrevivencia en los espacios urbanos. O como indican Weller (1997) y Kenbel (2006) en lo que pueden llamarse “actividades de refugio”: carreros, cartoneros, junta basuras, etc. Quienes, movilizándose en carros tirados por caballos y sin pretenderlo, modificaron los paisajes, planos, estéticas y dignidades, y también regulaciones y convivencias. Pero también generaron nuevas percepciones, imaginarios, tratos y relaciones.

La emergencia de estos actores “en sí misma” no configura un problema de conocimiento, hasta que la relacionamos con procesos más amplios. Por caso y como adelantamos, nuestra preocupación por el problema del orden social urbano moderno. La rurbanidad referenciada es definida por Cimadevilla (2009) como una realidad social emergente y resultante de una diversidad de procesos de interpenetración y coexistencia de contrarios. Como condición social significante, interesa por lo que implica y expresa frente a lo que resulta dominante en el sistema cultural y también por lo que supone, en tanto negación de

visibilidad, como oculto creciente, dramático y silencioso y en otros como forma de existencia de algún modo integrada.

Lo que en la realidad es aparentemente heterogéneo o contrario, advierte Cimadevilla (2009) parafraseando a Gurtvich (1969), requiere de una lectura de implicación dialéctica, por cuanto los elementos y sectores conforman intersecciones, se delimitan, pero además se contienen y se interpenetran hasta cierto punto, o son parcialmente inmanentes los unos respecto a los otros. Desde esa perspectiva, postular la interpenetración de contrarios en la dicotomía urbano-rural, supone simplemente afirmar que la predominancia de un polo sobre el otro no inhibe el proceso contrario. Por esa razón, reconocidos los procesos de penetración de lo urbano sobre lo rural, incluso como hegemónicos, también se requiere observar sus procesos opuestos. O lo que puede designarse como ruralización de lo urbano y su síntesis rurbana.

Si la lectura de los contrarios nos permite construir enfoques comprensivos que trascienden las lecturas polares de lo que puede ser tradicional o moderno, rural o urbano, integrado o no, y pasar a concebir esas interpretaciones como parte de la dinámica de las existencias y sub-existencias de esta contemporaneidad tardía, la perspectiva de análisis que se postula importa porque abre una serie de interrogantes claves.

Por ejemplo, respecto a las relaciones que se establecen entre las percepciones y expectativas sociales sobre el cambio social y sus correlatos con las condiciones de existencia reconocidas, los problemas sociales y ambientales que preocupan y las valoraciones que se asocian y vehiculizan, entre otras, a través de las instancias mediáticas como protagonistas privilegiadas. (Cimadevilla, 2009, p. 16)

La comunicación en su enroque con la cultura8 nos permite ensayar algunas respuestas posibles. Una perspectiva atenta no sólo a la problemática de los medios de comunicación y su rol de “agendadores” de la realidad o “constructores” de las versiones creíbles, sino también a las mediaciones históricas y simbólicas que los diversos sectores sociales ponen en juego a la hora de configurarse como emisores o receptores válidos. Una perspectiva que se interroga tanto por las “estructuras y dinámicas de poder, pero también abierta a interpretar las rupturas y procesos emergentes” (Cimadevilla, 2009). Esto es, de los procesos que

crean los sentidos hegemónicos y de los procesos que parecen contradecirlos, enfrentarlos o ajustarse por diversas razones. En definitiva, de los variados modos en que a través de la historia y los presentes los actores en la configuración de ambientes, prácticas y manifestaciones participaron y participan en la puja por la creación y/o reproducción de sentidos que afirman o niegan el orden social resultante.

A continuación, compartimos las entradas comunicacionales que se abrieron desde esta lógica de pensamiento. El diálogo con otras disciplinas, tanto a nivel teórico como metodológico, y el constante entrecruce con los datos empíricos, han sido operaciones inevitables, recurrentes y estructurantes de los procesos de investigación, culminados y en curso.

El tratamiento informativo de la emergencia rurbana. Derivas sobre el análisis de la prensa local

Varios de nuestros trabajos se dirigieron a analizar la manera en que los medios de comunicación abordan temáticas vinculadas a esta condición de vida, asumiendo que los medios resultan agentes activos que cotidianamente registran y repasan imaginarios, representaciones y expectativas de vida que involucran modelos de comportamiento y valoraciones.

En nuestros primeros pasos nos preguntamos ¿por qué esa trama de cirujeo y rebusque se ve de un modo y no de otro? ¿En qué términos se significa e interpreta públicamente? Uno de los procesos de investigación que encaramos, movilizados por esos cuestionamientos, fue el del análisis de los tratamientos informativos que la prensa local realiza sobre la condición de vida rurbana (Demarchi, 2007). Para ello, analizamos el medio gráfico con mayor presencia en la región centrosur de la provincia de Córdoba. Se trata del diario Puntal, único medio de emisión diaria de la ciudad de Río Cuarto. La matriz de análisis se elaboró siguiendo pautas del análisis de contenido y la discusión en profundidad de los discursos más relevantes, considerando ciertos aportes semiológicos.

En nuestro recorrido, observamos que el modo en que los medios dan visibilidad a este sector social se caracteriza por destacar algunos rasgos en detrimento de otros y por abonar ciertas estigmatizaciones. Cuando los medios de comunicación lo abordan lo que se resalta se resume en no muchas palabras: pobreza, núcleos familiares numerosos, informalidad, baja instrucción, precariedad, riesgo sanitario, problemas en el tránsito, inconvenientes múltiples en y para la ciudad. En los análisis observamos que esta condición de vida se presenta para la prensa como problemática y anacrónica, se vincula a una reflexión que la exhibe a la luz de situaciones coyunturales y se explica a partir de lecturas urbanas que utilizan parámetros de la modernidad para juzgarla. De esta forma, se ofrecen tratamientos discontinuos que no van más allá de cierto “sentido común” que vincula las actividades de quienes se sitúan en esa condición de vida a diversas situaciones problemáticas que se ubican en un espacio de lo impensable y no deseado para una ciudad que se piensa moderna y desarrollada.

A nuestro entender, tres conceptos resultan claves para caracterizar esas coberturas: circunstancialidad, simplicidad y estereotipación. De ese modo, la singular postal incluye un conjunto de actividades informales, no deseadas; un cuadro de pobreza y marginalidad que las impulsa, y unos actores sociales carentes y dependientes que sufren o provocan situaciones que deberían evitarse.

Ante este panorama, ¿qué preguntas movilizaron y reorientaron nuestros procesos de investigación desde nuestro campo comunicacional? ¿Cuáles fueron los supuestos que pusimos en discusión? Si las actividades de rebusque se vinculan con la pobreza y otras problemáticas urbanas, ¿por qué no suponer que esas prácticas deben cesar?

¿Por qué no suponer que están esperando salir de esa postal e incorporarse a otra? ¿Por qué no imaginar que la postal a la que refieren las noticias nos confronta a destiempos y anacronismos, a desadecuaciones y desajustes que requieren reconfigurar esos escenarios y actores? ¿Por qué no pensar, en definitiva, como modernos? (Cimadevilla et ál., 2010, p. 212)

Fueron estas interpelaciones las que nos llevaron a cuestionar las características de ese sentido común prevaleciente, aquello que ofrece aceptabilidad a estas construcciones informativas. Así, las derivas de la

investigación nos llevaron a preocuparnos por el carácter “natural” y evidente que adquieren en las sociedades modernas las construcciones discursivas sobre lo esperable y deseable para la ciudad y sobre aquellos aspectos considerados problemáticos para las normas de urbanidad convenidas. Particularmente, nos interesamos en identificar y analizar las concepciones sobre el orden urbano y diferentes emergencias sociales —particularmente la rurbana— que se manifiestan en los tratamientos informativos de la prensa riocuartense (Demarchi, 2014).

Así, iniciamos un proceso de discusión teórica acerca de nuestra concepción de la prensa y de las características de su práctica. Asimismo, emprendimos un recorrido por diferentes coyunturas históricas con el propósito de comprender la manera en que los climas de época participan en sus configuraciones discursivas. Para ello, continuamos con nuestros análisis sobre los tratamientos informativos del diario local y nos interesamos por el estudio de un periodo temporal extenso (diferentes etapas del siglo XX y XXI). El análisis se dirige a localizar la regularidad de diferentes regímenes discursivos tras la irrupción de ciertos sucesos histórico-políticos que revelan un conflicto entre las concepciones y prácticas de quienes se sustentan desde y para lo moderno frente a procesos emergentes en el espacio urbano.

Esa perspectiva importa porque abre una serie de interrogantes respecto a las relaciones que se establecen entre esas construcciones discursivas y los modelos de organización social que priman en distintas épocas. Por otra parte, continúa la línea de problematizar la modernidad como categoría modelizadora del tipo de urbanidad que se pretende y a la prensa como dispositivo de legitimación de tales concepciones sobre la organización social.

El acento en la dimensión significativa de los grupos rurbanos protagonistas

Las investigaciones realizadas en esta línea han puesto el acento en el carácter conflictivo de la legitimidad del orden urbano moderno y en sus manifestaciones simbólicas y materiales. Esto supuso poner en juego la construcción del orden social urbano moderno que apela a unos valores y unos principios regulatorios, constituyéndose en legítimos

sustentos— y legitimantes de las prácticas y alrededor de las cuales se construye el consenso.

Visto de ese modo, también puede considerarse la existencia de otros valores y principios que resultan “alternativos”9 y, en consecuencia, son activa y socialmente construidos como no creíbles o no correspondientes. Así, la disputa es ideológica en términos de cómo entiende Gramsci a la ideología: como “concepciones de mundo”, “premisas teóricas implícitas” materializadas en el arte, la ley, la actividad económica y en toda manifestación de la vida individual y colectiva (Gramsci, citado en Hall, 2005, p. 229).

Los trabajos de esta línea se han vinculado a las memorias sociales en torno a hitos conflictuantes (Kenbel, 2013) y a las controversias sociotécnicas y prácticas de apropiación tecnológica (Galimberti, 2008, 2015), fundamentalmente en lo referido al binomio carro-caballo y su presencia en la ciudad. En un caso poniendo en juego sentidos diversos atribuidos a acontecimientos histórico-políticos que afectaron la experiencia cotidiana de los actores rurbanos. En el segundo caso, realizando un estudio pormenorizado de las implicancias sociotécnicas del sistema tracción a sangre y de otro vehículo mecánico (tipo motocarga) impulsado por el municipio local para reemplazar a los carromatos tracción animal en la ciudad.

En ambos estudios se privilegió comprender las experiencias y vivencias cotidianas de los actores rurbanos. La perspectiva metodológica general fue de tipo hermenéutica e involucró actividades de campo para un tratamiento cualitativo. Supuso el despliegue de una estrategia de convergencia o triangulación metodológica. Los trabajos de campo siguieron los principios del método etnográfico y sus diversas técnicas, implicaron, además, la permanencia de las investigadoras en los escenarios rurbanos y la captación de los datos en el mismo lugar donde se forja la cotidianeidad vivida.

Los trabajos mencionados, derivados en tesis doctorales, nos han permitido además reconocer, aún de manera asistemática, diferentes mediaciones —en términos de Martín Barbero (1987, 2014)— que a diario dan sostén a las actividades de rebusque. Así como articulaciones sociales significativas que han conectado a las poblaciones rurbanas entre sí y con actores sociales diversos para la presentación o discusión

de proyectos u objetivos con propuestas de cambio social. Es por ello que indagar en sus “experiencias asociativas de trabajo”, así como en las articulaciones con otros movimientos u organizaciones se constituyen en el objeto de nuevas y actuales indagaciones (Budin, 2020). Y como un modo de proyectar tales conocimientos, no solo buscamos profundizar en las poblaciones rurbanas, sino en otras que comparten problemáticas similares, por caso ejemplo, las de la economía popular. Finalmente, los trabajos anteriores y actuales tienen como lectura de fondo el interés por las tensiones; análisis que supone un ejercicio analítico y relacional orientado a desentrañar la naturaleza política de las disputas de sentido que atraviesan y conforman las configuraciones controversiales del orden urbano moderno. En este sentido, el esfuerzo se orienta a reconocer las estructuras de poder que sostienen y buscan imponer sentidos dominantes y los procesos antagónicos que los afirman, niegan y/o se ajustan por diversas razones. La mirada comunicacional que se inmiscuye en las relaciones y tensiones deconstruye y reconstruye, en última instancia, los procesos y mecanismos que sustentan las des-calificaciones e in-habilitaciones de las respectivas propuestas simbólicas, el dominio de unos sobre otros y la legitimidad del orden resultante.

El abordaje de las políticas públicas (Rur)Urbanas

Los estudios desarrollados en esta línea de trabajo han prestado atención a la aplicación de políticas públicas -principalmente municipales- que bajo ciertas orientaciones afectaron a los sectores rurbanos vulnerables (Kenbel, 2013; Galimberti, 2015). Hacemos referencia a un conjunto de iniciativas de política pública con propósitos que oscilan entre la regulación de la actividad, la formalización del perfil laboral de sus protagonistas y la erradicación/reemplazo de sus sistemas sociotécnicos característicos para adecuarlos a los parámetros y expectativas de urbanidad convenidos.

El modo por el cual esas políticas se argumentaron, sostuvieron y aplicaron se vinculó, sin dudas, a las concepciones que lo urbano moderno ha impuesto sobre las lecturas posibles de la configuración de la ciudad. El análisis situado permite advertir que la exclusión de la

rurbanidad se configura como condición sine qua non y consecuencia necesaria de la política pública ilusoriamente orientada a su integración. El caso paradigmático analizado es el conjunto de acciones emprendidas por el gobierno municipal de Río Cuarto para organizar y reglar el tránsito de la tracción a sangre en la ciudad.

Definida como un problema urbano, la presencia y permanencia de las actividades de rebusque, sus actores y sistemas sociotécnicos característicos debe ser erradicada y/o superada a partir de la adopción de “soluciones” tendientes a su modernización. Por su parte, los actores rurbanos asumen un protagonismo que toma distancia de la adopción acrítica y pasiva prescripta por la política pública y se instituyen como sujetos creadores portadores de habilidades para recrear y apropiarse de aquello que les es dado y/o impuesto. Las experiencias de apropiación y resignificación operadas sobre las políticas públicas, cuestionan su positividad absoluta, visibilizan los sesgos e inadecuaciones que resultan constitutivas de esas iniciativas y desmienten parcialmente las promesas e ilusiones que justifican su implementación. Paralelamente, las apropiaciones operadas se configuran como expresiones de una matriz y una memoria sociocultural “otra” (Galimberti, 2015), que viene a actualizar, en última instancia, una serie de tensiones, contradicciones y ambivalencias que remiten a diversas lecturas -dominantes y alternasrespecto de la legitimidad del orden urbano vigente.

En nuestros trabajos actuales, consideramos a las políticas públicas como “espacio de intervención, incidencia y construcción de poder” (Uranga, 2016, p. 49), que supone la presencia del Estado, pero también de otros actores de la sociedad civil como promotores y/o ejecutores. No reduciendo la idea de lo público a lo que está financiado y promovido por el Estado, sino como “aquello que corresponde a todos y está promovido por distintos actores en función de la construcción colectiva y asociada que apunta al bienestar del conjunto” (Vargas, 2014, p. 6). Coincidimos con Vargas en que “lo público se construye desde la comunicación comprendida como diálogo entre actores diversos, que producen e intercambian sentidos en un proceso de conflicto y negociación permanente, de inter-aprendizaje y producción de consensos”. Es por ello que además de analizar políticas públicas en el sentido señalado, participamos de espacios institucionales con

organizaciones cooperativas de recuperadores, con académicos, y con estamentos municipales para pensar, planificar y proponer políticas públicas en clave rurbana.

La incomodidad de investigar a mitad de camino

Los abordajes teórico-metodológicos sugeridos en el Encuentro Latinoamericano de Estudios del Rururbano (2021) resultan una motivación para reflexionar en la trayectoria de, prácticamente, dos décadas de investigaciones sistemáticas acerca de la rurbanidad en la región del Gran Río Cuarto (Argentina), desarrolladas en una universidad pública argentina.

En torno a los aprendizajes conceptuales más significativos, podemos decir que abordar lo que sucede en nuestras sociedades latinoamericanas desde el problema de la construcción del orden social en clave de la interpenetración de contrarios, ha resultado un ejercicio fértil en varios sentidos. La construcción teórica en esta clave busca trascender la simplificación binaria como matriz explicativa de la realidad y de la dinámica social a favor de una perspectiva que reconozca en la interpenetración de elementos aparentemente dispares, la propia esencia de esa dinámica (Burke, 2003).

Las entradas comunicacionales que se abrieron, desde esa lógica de pensamiento, encuentran ejes en común que dieron forma a los múltiples trabajos que se produjeron y los que continúan vigentes.10 Aunque su tratamiento no agota la comprensión de lo rurbano, nos parece interesante destacar esas líneas de reflexión compartidas:

El problema de la construcción y legitimación del orden asociado a lo urbano moderno se debate en términos ideológicos, poniendo al centro a la hegemonía y los sentidos alternos en torno a las actividades de rebusque, a sus actores protagonistas, a su presencia en la ciudad, a las políticas que buscan su regulación; en definitiva, al modelo de ciudad (sociedad) que prima y los parámetros de integración que se dirimen.

Las entradas propuestas toman como materia prima a los discursos en su sentido más amplio, como el locus donde explorar las disputas por el lenguaje, que se visibilizan y palpan en la formación de sentidos comunes instalados y naturalizables, en los climas de época que propician no solo ciertas explicaciones, sino también lecturas más o menos consensuadas acerca de la realidad que se vive y proyecta. Estos discursos son de distinto tipo (institucional, mediático y experiencial de los actores rurbanos protagonistas) y abarcan desde la oralidad a la escritura. Por caso, los abordajes mediáticos realizados resultan reveladores en relación con lo que dejan ver respecto de las definiciones dominantes. Los tratamientos informativos dan cuenta de una concepción de orden que hasta el mismo desorden insinúa. El carácter irracional de lo emergente se configura a partir de una racionalidad dominante. Lo dominante surge, como hemos podido observar, del carácter hegemónico de las premisas en las que se fundamenta.

En términos de abordajes metodológicos, las investigaciones realizadas se sitúan fundamentalmente en una tradición de tipo cualitativa, con énfasis en los sentidos producidos por los actores en el intercambio y los diálogos que puedan generarse. Por lo cual, los trabajos han supuesto distintas temporalidades, en una perspectiva que ha buscado combinar las largas y medianas duraciones con lo que sucede en el corto plazo. Lo que traducido en términos prácticos ha implicado estudios con presencia de las investigadoras en los escenarios cotidianos de los actores de manera sistemática por cuatro o cinco años y, en términos de la prensa, se trasladan al reconocimiento de emergencias sociales a lo largo de casi un siglo en el Gran Río Cuarto.

Finalmente, y lejos de ser lo simbólico un reflejo de lo material, hemos advertido el potencial para dirimir desde allí la disputa por el poder de significar la realidad social que vivimos y experimentamos. Los sentidos no están solo en nuestra cabeza, sino que son prácticas que se traducen en modos de pensar los problemas comunes y las

soluciones; visiones extendidas sobre los fenómenos sociales, relatos que se generan y circulan por los medios y organizaciones sociales. Desde la aparición de la pandemia por COVID-19, muchos de los planteos retratados en este escrito se han profundizado o advierten nuevos ribetes que merecen nuestra atención investigativa. A lo viejo y tradicional, a lo estructural y de largo aliento, se le suman marcos de entendimiento que necesitamos explorar creativamente para convivir en nuestras sociedades periféricas y desiguales.

Referencias

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1 Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Doctora en Comunicación Social. Profesora de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina. Investigadora asistente del Consejo

Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Correo electrónico: claudiakenbel@yahoo.com.ar

2 Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Doctora en Comunicación Social. Profesora de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina. Correo electrónico: silvinagalimberti@yahoo.com.ar

3 Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Doctora en Comunicación Social. Profesora de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina. Correo electrónico: paolademarchi@gmail.com

4 El Gran Río Cuarto es la segunda aglomeración más poblada de la provincia de Córdoba (Argentina) y está conformada por tres municipios: Río Cuarto (180 000 habitantes), Santa Catalina (4000 habitantes) y Las Higueras (8000 habitantes). Se ubica entre la sierra y la llanura, y la economía se liga fundamentalmente con la producción agrícola y los servicios. Como urbe mediana, Río Cuarto representa un núcleo urbano de importante crecimiento poblacional con una significativa capacidad captadora de población proveniente de la región. La migración rural hacia la ciudad provino en parte de una disminución muy significativa de las unidades productivas agropecuarias que aconteció dentro de un proceso, aún en curso, de profundización del capitalismo en el campo cordobés. La creciente modernización agrícola conlleva una notoria reducción de los establecimientos agropecuarios, en especial de dimensiones pequeñas que implica la expulsión del campo y, en numerosas ocasiones, la exclusión social para ciertas categorías rurales, como los agricultores familiares y los trabajadores dependientes, y sus núcleos domésticos asociados. La contraparte urbana de esta modernización agraria excluyente muestra una mayor intensidad de los procesos de migración rural-urbana habituales en las transiciones demográficas avanzadas de regiones como el sur de Córdoba. Así, desde comienzos del siglo XXI alrededor del 80 % de la población regional reside en los territorios urbanos (Carniglia, 2015). La ciudad de Río Cuarto es quizá un caso típico de lo que Carniglia (2019) denomina como “agrociudades” que, al menos en parte, constituye relativamente una matriz de la formación y actuación de sujetos que articulan rasgos urbanos y rurales

5 Se entiende por “cirujeo” a la actividad a través de la cual un individuo o varios —por ejemplo, miembros de un mismo grupo familiar que puede incluir a menores de edad —se dedican a la recolección de elementos de desecho comercializables o reutilizables o consumibles, destinados a satisfacer necesidades básicas Con este razonamiento “podrá suponerse que la actividad posiblemente sea tan antigua cuanto lo es la propia agrupación comunal que la alberga. En ese sentido, un relevamiento realizado en 2014 sobre la totalidad de familias que realizan esa actividad en Río Cuarto permite advertir que algunas ya llevan más de 50 años ejerciendo la tarea” (Cimadevilla y Carniglia, 2015, pp. 2,3). De acuerdo con el relevamiento citado, se registraron 377 hogares lo que suma un total de 1478 personas que dependen directa o indirectamente de esta estrategia de sobrevivencia. Asimismo, se identificaron importantes déficits en materia de salud, educación, condiciones habitacionales y condiciones generales de trabajo. Respecto de este último punto, la mayoría de los hogares consultados registraban ingresos semanales que no superan los $300 (1.82 dólares a cotización oficial 2021 en Argentina). En relación con la situación educativa del sector, se destaca una significativa presencia del analfabetismo que alcanza a un 12,1 % de los integrantes de estas unidades domésticas, o sea, a casi una de cada ocho personas (Cimadevilla y Carniglia, 2015).

6 Este intelectual es considerado uno de los fundadores de la sociología rural y la economía agrícola en Estados Unidos Durante la primera mitad del siglo XX ocupó en este país varias posiciones laborales, entre las cuales se destacan un cargo de profesor en la Universidad de Wisconsin y el posterior rol de organizador de la división de población campesina y vida rural

del Departamento de Sociología Rural. Para conocer más sobre el concepto y su fundador recomendamos la lectura del artículo “Rurbanidad: de la innovadora intuición de C. Galpin a las diversas formas situadas” (Carniglia, 2020).

7 Gilberto Freyre fue un sociólogo, antropólogo y escritor brasilero Algunos de los textos retomados aquí son: Rurbanizacao: ¿que é? (Freyre, 1982); Sociologia & Pós-sociologia em Gilberto Freyre (Vila Nova, 1994) y Pensamento comunicacional brasileiro (Marques de Melo y Moreira Fernandes, 2015).

8 Importan aquellos aportes centrados en una concepción de comunicación pensada desde el concepto antropológico de cultura. Esto es, desde su carácter de proceso productor de significaciones y no de mera circulación de información y, por tanto, de un receptor que no es un mero decodificador de lo que en el mensaje puso el emisor, sino un productor también (Martín Barbero, 1987). A esta perspectiva pertenecen los esfuerzos provenientes de la corriente de los estudios culturales británicos (Frow, Hall y Hebdige y los aportes de los padres fundadores: Thompson, Hoggart y Williams), fundamentalmente de aquéllos que alimentaron sus planteos en las concepciones gramscianas. Y las derivas latinoamericanas (Martín Barbero, 1987, 2002, 2004; García Canclini, 1997, 2001; Mattelart, 1993, 1995, 1997; Ford, 1994; Schmucler, 1997; entre otros).

9 Que sean “alternativos” significa que reconocen parcialmente la validez de los principios y lógicas dominantes Esto es, que resultan de entender de modo diferenciado dichas premisas, pues se caracterizan por su incapacidad de subordinación completa al orden urbano moderno. Lo reconocen, más no se agota en su dominio. Resultan, entonces, alternativos no como expresión autónoma, sino configurada en y desde la intersección permanente con aquél (Galimberti, 2015).

10 Sugerimos visitar nuestro sitio web: www.comunicacionyruranidad.org

Resumen

El trabajo parte del supuesto que el paisaje es ante todo una producción, pero no es sólo un producto del medio natural o del hombre a través de sus acciones, sino que es el resultado de ambos procesos en una continua interacción en el tiempo y el espacio. Un ejemplo de ello, son las franjas próximas a centros urbanos sometidas al constante empuje del crecimiento de la ciudad a causa de la función residencial y actividades complementarias (servicios e infraestructuras) dando lugar a un espacio dinámico y complejo que denominamos, a lo largo de este trabajo, con el término geográfico “rururbano”. La selección de rururbano responde a la necesidad de evidenciar algunas transformaciones territoriales de índole urbana sobre espacios rurales con las problemáticas que ello implica, desde el aspecto ambiental. Ya que dicho espacio no se encuentra limitado a la producción de materias primas, sino que favorece múltiples actividades complementarias espacio que pasa a ser considerado como un objeto de consumo del área urbana— estableciéndose así algunos niveles de relación con respecto a un juego de intereses que escapa a la dinámica propia del medio natural (residencial, inmobiliario, etc.). La configuración del territorio se percibe con mayor claridad al analizar los fenómenos de crecimiento

Reconfiguración de las condiciones territoriales de un espacio rural sujeto a la presión de la expansión urbana del Gran Resistencia, Argentina

urbano, pues los grupos humanos al aglomerarse en ciudades y pueblos próximos modifican totalmente el paisaje y dejan como impronta profundas huellas en él, las que están sujetas a su uso intensivo y continuo en el tiempo y el espacio. Para ello, se analiza el crecimiento desordenado y sostenido del Área Metropolitana del Gran Resistencia (Argentina), especialmente en las últimas décadas, donde se estableció, sin pautas mínimas de planificación urbana, que tuvieran en cuenta las características de los espacios rurales circundantes. Esto ha generado y acentuado conflictos entre lo natural, lo social, lo político-económico y lo cultural en un sentido amplio, lo cual adquiere un dramatismo singular, pues el uso del suelo con fines urbanos sobre los rurales es irreversible.

Palabras clave: expansión urbana; procesos territoriales; usos del suelo

Introducción

El crecimiento urbano implica la incorporación de nuevos territorios en el complejo sistema que comprende un “espacio en mutación”, como lo es la ciudad. Estos territorios están sujetos al proceso de urbanización y ocupan una “corona o perímetro” de influencia y cuyo alcance puede variar, aproximadamente, de diez a cincuenta kilómetros alrededor de las ciudades (según el tamaño de estas). En tal espacio, interactúan diversos usos de suelos como los tradicionales (agricultura, horticultura y ganadería); los de especulación inmobiliaria; los de préstamos o marginales (como cavas, ladrilleras, préstamos de suelos, electroductos, etc.) y los de espacios verdes (bosques, parques, ríos, etc.) a las que se suman espacios urbanizados periféricos formales (barrios de viviendas de planificación estatal, barrios cerrados de emprendimientos privados, etc.) y no formales (urbanizaciones espontaneas, asentamientos u ocupación de tierras, etc.).

En este “perímetro”, en constante aumento, conviven todas las posibilidades antedichas que traen como consecuencia las demandas de requisitos muy dispares, complejos y difíciles de satisfacer, dando lugar a una variedad de problemáticas sociales, legales, económicas y, en su conjunto, ambientales.

El presente estudio, se propone caracterizar las problemáticas ambientales observadas en un entorno en “mutación” sujeto a la creciente presión de fuertes procesos de urbanización con fines de residencia y recreación por parte de la población, en desmedro de las actividades rurales tradicionales del lugar. Para su desarrollo, se ha seleccionado una zona rural localizada a 17 km al norte del Área Metropolitana del Gran Resistencia, la cual se caracteriza por ser una planicie embutida entre relictos de paleoderrames; además, está sujeta, por un lado, a la influencia de antiguas colonias agrícolas y, por el otro, al emplazamiento de la Ruta Nacional n.º 11 y la entrada pavimentada a la localidad de Colonia Benítez, que condicionan la ocupación y organización del espacio.

En la última década, el área de estudio ha presentado fuertes cambios en el uso del suelo, con un elevado parcelamiento orientado a la satisfacción de la demanda de viviendas de fin de semana, que sería indicativo de una fuerte presión sobre el sistema natural y antrópico.

Marco teórico

En las últimas décadas del siglo XX y comienzo de este, en los países de América Latina la ocupación del suelo en las áreas periféricas de las ciudades, generalmente, se ha llevado adelante de una manera no planificada, constituyendo un espacio de gran heterogeneidad y crecimiento acelerado, donde se registran problemáticas sociales y ambientales agudas que se mantienen y profundizan al día de hoy (Puebla, 2004).

El periurbano constituye un “territorio de borde” sometido a procesos económicos relacionados con la valorización capitalista del espacio, como consecuencia de la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la ciudad. Garay (2001) entiende que

sobre el borde periurbano se despliega un frente productivo que transforma el espacio rural en suelo urbano, donde la expectativa de valorización no necesariamente se realiza […]. Se trata de un área de transición, por la que atraviesa un proceso que supuestamente incorpora valor al territorio acondicionándolo para implantar nuevas actividades, pero a la vez como un proceso que se expresa —entre otras cosas— en la modificación de los patrones de asentamiento de la población. (citado en Barsky, 2005, p. 7)

Capel (1994), por su parte, considera que

un hecho especialmente significativo es la heterogeneidad y mezcla de usos del suelo Usos muy heterogéneos coexisten unos al lado de otros […], desde el terreno construido con alta densidad a las industrias, basureros, campos de cultivo y espacios naturales. […] Es una de las áreas más críticas del Globo, porque en pocas partes de la superficie terrestre existen espacios que: 1) hayan conocido una tan larga e intensa evolución histórica; 2) tengan tal diversidad y mezcla de usos del suelo; y 3) donde el medio natural esté sometido a tan intensas presiones”. (p. 137)

También expresa Capel (1994) la preocupación de preservar espacios y actividades tradicionales como un recurso en el territorio, donde “los espacios naturales y agrarios próximos a las ciudades son los más accesibles y por ello los más necesitados de protección. Hay que considerarlos como un recurso amenazado por transformaciones irreversibles” (p. 141).

En este aspecto, tanto para Capel como para Morello (2000) una de las formas más problemáticas de intervención social es la eliminación del suelo agrícola. Teniendo en cuenta que en el periurbano se registran impactos ambientales muy intensos, vale mencionar que los procesos de remoción de suelos que se desarrollan en estas áreas (el suelo como materia prima para la producción de ladrillos, tierra para jardín, panes de tierra para plantas en maceta, etc.) han generado procesos de decapitación de los horizontes superficiales, fenómeno que se conoce con el nombre de geofagia (Morello, 2000).

Asimismo, la incorporación de residuos sólidos y efluentes domiciliarios, agrícolas e industriales en el suelo (el suelo como soporte) ha generado un nuevo tipo de suelo: móvil, quebradizo, con alto contenido orgánico, compuesto de sustancias tóxicas y gases en su interior. En el caso de la agricultura periurbana, es una actividad que requiere la aplicación intensiva de agroquímicos, los cuales se incorporan en solución directamente al suelo. Además, en el periurbano se registran distintos tipos de demanda intensiva del agua de los acuíferos, con consecuencias como la formación de conos de depresión por extracción excesiva o la contaminación orgánica y química de los mismos por procesos de lixiviado, generados en pozos ciegos, basurales clandestinos, etc. (Di Pace, 2001).

Aspectos a tener en cuenta en el análisis del espacio en mutación

Bajo la concepción de “espacio en mutación” por crecimiento urbano, la propuesta parte del tratamiento de la relación sociedad-naturaleza materializada en el proceso de ocupación de las áreas periféricas a una ciudad. El esquema teórico-metodológico de aproximación a la problemática implica tres indicadores de análisis espacial:

a. La revalorización del enfoque espacio-temporal (indicador de estado), considerado en el tiempo no como un continuo, sino diferenciable en secuencias o periodos con rasgos específicos dados por interrelaciones particulares de los hechos sociales y materializado en espacio. Así, una perspectiva espacio-temporal permite comprender los mecanismos de las transformaciones del todo sociales y su expresión espacial.

b. La definición de las áreas sujetas a urbanización (indicador de presión); aquí se evaluó oportuno recurrir a las condiciones del sitio, entendidas no como algo dado y estático sino como componentes dinámicos del medio. Por ello, no sólo se han incluido en esta categoría aquellas condiciones naturales originarias sino también otras socialmente producidas que vienen a formar parte del medio tanto como las primeras; particularmente, se destaca el caso de la topografía artificial creada a través de sucesivas nivelaciones del terreno, pues esta intervención condiciona las relaciones sociales a la vez que pasa a incorporarse y ser parte de ellas.

En función de la problemática que se aborda sólo resultaron relevantes aquellas condiciones de sitio que se vinculan con el riesgo natural de inundación, es decir, topografía, pendiente y permeabilidad del suelo.

c. El análisis de los agentes sociales (indicador de repuesta) que participan en este proceso, sus modalidades de gestión y también los patrones de valorización del espacio que sostienen, en tanto

dichos agentes sociales, en su accionar, desarrollan sistemas de relaciones que se incorporan a la conformación espacial.

Así pues, abordar esta problemática desde la óptica de los procesos, lleva a reflexionar acerca de la variación en la incidencia que en los patrones de segregación han tenido las condiciones de crecimiento urbano y otras condiciones, como la ubicación relacionada con la valorización de la tierra desde un punto de vista inmobiliario. La ubicación no sólo influye en la valorización del espacio por distancia, sino que también lo hace por ventajas específicas de localización; en este sentido, particularmente relevante es la ubicación en relación con la presencia de espacios verdes o con la construcción de obras de infraestructura y servicios para espacios de recreación de consumo colectivo.

La realización de dichas obras altera las pautas de valorización de un determinado espacio, tanto si las mismas se inscriben en la instancia de incorporación al ámbito urbano, como si son realizadas en tierras ya incorporadas, produciendo un cambio en la jerarquización del área. Esto implica que, ante un cambio en el valor del espacio, se modifica el uso social, la apropiación y, en última instancia, la división social de la ciudad. Pero las obras de consumo colectivo que desencadenaron este proceso no necesariamente afectan la vulnerabilidad del área, pero sí pueden acentuar los procesos naturales y antrópicos que lleven a esta.

Sitio: condicionantes naturales y antrópicos

En el presente estudio se pretende demostrar las problemáticas derivadas de la expansión urbana sobre espacios rurales con riesgo hídrico. Se ha seleccionado para ello un área que se encuentra al NE del Área Metropolitana del Gran Resistencia (AMGR)sobre el cual, a partir de las principales vías de comunicación (como la Ruta nacional n.° 11 y los caminos vecinales) se están dando procesos de urbanización derivados del desarrollo de núcleos aislados de las localidades próximas (como Colonia Benítez y Margarita Belén), pero con tendencia a integrarse en un continuo de mancha urbana.

En este espacio de análisis, ubicado dentro de un franja de urbanización donde se mezclan los usos urbanos y rurales, la sombra urbana (Bryant y Russwur, 1982) tiene una fuerte presencia a partir de una urbanización discontinua en forma de “salto de rana” o sprawl (Alberto, 2014, 2013) que responde a atributos de funcionalidad urbana de territorios espacialmente aislados por fenómenos naturales (en este caso, el rio Tragadero) o antrópicos (costo inmobiliario o actividades agrícolas), pero que mantienen una relación dinámica de intercambio diario con el AMGR.

El espacio de estudio definido como “km 1020 o Paraje Sabadini” comprende un espacio rural localizado a 17 km al norte del Área Metropolitana del Gran Resistencia. El sitio se caracteriza por ser una planicie encerrada entre relictos de paleoderrames, sujeta por un lado a la influencia de antiguas colonias agrícolas y, por el otro, a la Ruta Nacional n.º 11 y la entrada pavimentada a la localidad de Colonia Benítez (distante sólo a 2 km), que condicionan la ocupación y organización del espacio a través de los usos de suelo (figura 1).

Una de las características distintivas del área es la presencia de terrenos con suelos poco permeables y con escurrimiento laminar donde la permanencia de agua está condicionada por el efecto de frenado o retardador que generan los obstáculos topográficos y/o biológicos como relictos de leñosas (Prosopis alba, Geoffroea decorticans, Acacia aroma Gill y Acacia praecoz Gris), cuyas poblaciones son tolerantes a la acción de las inundaciones y sequías moderadamente prolongadas. Este condicionante da lugar a la existencia de depresiones ocupadas por bañados que alojan gramillares hidrófilos, cuyo régimen hídrico está sujeto a las fluctuaciones de las precipitaciones.

Figura 1. Ubicación del área sujeta a estudio y localidades próximas Fuente: adaptado a partir de la digitalización Google Earth kh.google.com, 2021.

Estas depresiones, interconectadas entre sí de forma natural, se comportan como canales naturales de evacuación durante los periodos de excedentes hídricos, que debido a la baja pendiente existente pueden desbordar las divisorias de aguas y conectarse con otras, desplazando la masa líquida con gran lentitud y afectando las actividades humanas. Simultáneamente, como respuesta, estas actividades acentúan dichos procesos naturales.

Área sujeta a urbanización: evolución y constitución de una problemática

Las ciudades crecen como efecto de la absorción demográfica causada, entre otros factores, por la creciente pauperización del campo y la concentración de capital y servicios en las ciudades. Como respuesta a la situación antedicha, los grupos humanos deben recurrir a los espacios periféricos y vacíos urbanos que pueden encontrarse en riesgo debido a que estos territorios, lejos de reunir cualidades de habitabilidad, son frágiles y peligrosos por sus condiciones físico-naturales.

Los planes urbanos siguen siendo muy poco efectivos para regular la expansión urbana de las periferias, básicamente porque se ha considerado que las periferias urbanas son una extensión de la mancha urbana de la ciudad que tiene sus mismos componentes sociales, económicos, ambientales y urbanos, sin embargo, investigaciones sobre periferias urbanas han demostrado, que en realidad no los tienen, como tampoco responden a las mismos condicionantes legales ni de transacción inmobiliaria.

De esta situación no escapa el AMGR y sus localidades aledañas (Puerto Tirol, Colonia Benítez, Margarita Belén, Tres Horquetas, etc.), que se han extendido en las últimas décadas, incrementado considerablemente las áreas urbanas de baja calidad ambiental con servicios deficientes; dando lugar a una gran mancha urbana que se caracteriza por una creciente dispersión y fragmentación territorial (con un progresivo desvanecimiento de lo que se conoce como “ciudad compacta”). El efecto de este fenómeno es el desarrollo de sistemas de infraestructura viaria y aumento de movilidad intraurbana que acentúan el crecimiento de la mancha urbana concomitante con bolsas de marginalidad, vacíos urbanos y pobreza, a lo que se suman espacios urbanizados con un alto nivel de vulnerabilidad hídrica. En relación a este último aspecto u problemática referida a la vulnerabilidad hídrica, se pueden citar los “loteos selectivos de recreación”. Estos se han desarrollado en espacios más rurales que periurbanos, dando lugar a nuevos fenómenos de expansión y uso de suelo con fines urbanos. Los mismos responden a un mercado relacionado con el esparcimiento y que, además, no pone límite económico en los altos costos de adquisición. Este tipo de loteo y conformación de nuevos espacios habitados próspero sobre diferentes áreas según el correr de los años. En la década del ´80 lo hizo sobre la

ribera del Río Negro y en las proximidades de lagunas dentro del AMGR, con casas tipo “Chalet” de gran superficie cubierta edificada a partir de rellenos.

A comienzos de los años 90 se dio en la zona de Puerto Tirol, sobre las orillas de la laguna Beligoy y del Río Negro, con casas de fin de semana dotadas de parrillas, quinchos, mejoras, etc., en pequeñas parcelas que no superaban la hectárea. Luego, a fines de los 90 este tipo de ocupación se observa en la zona de Margarita Belén, Colonia Benítez y en áreas aledañas a la Ruta Nacional n.º 11 y Defensa Norte del AMGR, aprovechando viejas edificaciones rurales como casas tipo chorizo y estufas de tabaco, a las que se incorporan mejoras en un predio superior a la hectárea, como quinchos, parrillas, piscinas, ámbitos deportivos y se lleva adelante el talado de formaciones arbóreas y arbustiva para la generación de parquizaciones bajo riego, acompañando todo esto con quintas o pequeñas producciones hortícolas con motivos recreativos más que productivos.

Con respecto a la situación antedicha, en la primera década del presente siglo (2001-2010) el área objeto de este estudio ha presentado fuertes cambios en el uso del suelo, donde la organización del espacio responde al parcelamiento derivado de la mensura generada en 50 hectáreas aproximadamente por la empresa inmobiliaria responsable de la transacción dentro del damero que plantea el plano catastral original organizado en una chacra de 100 hectáreas (figuras 2, 3, 4). En el mismo, pesa más la necesidad de una mayor oferta de superficie con espacio a construir acompañado de un espacio verde destinado a la recreación (quinchos, parrillas, polideportivos o pequeños jardines o huertas familiares) que la posibilidad de mantener un espacio de valor productivo o verde, dando lugar a un juego de especulación de compra y venta a largo plazo, generando una “burbuja” en el aumento del valor del metro cuadrado.

Dichas parcelas se organizan sobre tres ejes que conforma un triángulo de 50 hectáreas:

1. Ruta 11 con fácil acceso a través de caminos vecinales.

2. Acceso pavimentado de Colonia Benítez el cual es acompañado por el acueducto con sistema de conexión independiente a dicha localidad.

3. Camino vecinal principal de tierra conocido como la diagonal que unen Margarita Belén con Colonia Benítez, por el que se desarrolló el tendido de la línea eléctrica rural o electroducto que abastece toda el área.

Figura 2. Área de estudio. Año 2009

Fuente: adaptado de Google Earth. kh.google.com.

Figura 3. Área de estudio. Año 2013

Fuente: adaptado de Google Earth. kh.google.com.

Figura 4. Área de estudio. Año 2019

Fuente: adaptado de Google Earth. kh.google.com.

Agentes y modalidades de gestión: valorización del espacio y problemáticas derivadas

En los últimos 5 años el espacio en cuestión se ha desarrollado como una incipiente urbanización independiente a las localidades próximas; de mantenerse este ritmo de crecimiento, va a presentar una mayor densidad de superficie construida que la misma Colonia Benítez, localidad que actuó como atractivo para su desarrollo.

En relación con este aspecto, si se analiza con más detalle el sitio sobre el cual se desarrolla el proceso de urbanización, se observa que no se respetó el condicionante físico relacionado con el escurrimiento del excedente hídrico pluvial, a lo que se suman sistemas de desagües que responden a las antiguas explotaciones agrícolas y que no han acompañado al desarrollo inmobiliario actual, el cual fue superado en su capacidad de evacuación. También ocurre la inexistencia de sistemas de tratamientos de efluentes o sistemas de cloacas, lo que significa contaminar las napas freáticas por una densificación de pozos negros (de 5 y más metros de profundidad) o fosas sépticas absorbentes, las cuales estarían en contacto con sistemas de bombeo de agua para riego de producciones hortícolas próximas y al abastecimiento de viviendas sin acceso a la red de agua potable.

En consecuencia, el paisaje natural de esta área está bastante desmantelado en la actualidad, siendo su rasgo dominante la fuerte urbanización. Como resultado de este proceso se tiene una cobertura boscosa fuertemente degradada que da lugar a formaciones raquíticas o extensiones herbáceas con leñosas a lo que se suma el continuo proceso de “rellenos y alteo de terrenos” de bajos o cañadones con fines de construcción de viviendas.

Tanto el asentamiento humano como las actividades económicas, desarrolladas en el lugar, presentan como limitante las esporádicas, pero marcadas fluctuaciones del pelo de agua durante los periodos de precipitaciones (generalmente marzo-abril y septiembre-octubre). Situación que se acentúa cuando el río Tragadero actúa como “tapón hidráulico” al crecer ocupando gran parte de la planicie fluvial o de divagación que comprende, limitando de esta manera el normal escurrimiento de los excedentes pluviales en la zona.

Otra debilidad y potencial amenaza en un futuro próximo, en relación con los procesos de ocupación y loteos de tierras para la vivienda, es el tendido de la línea de energía eléctrica de alta tensión (500 kw) del Riel NEA, integrada al Sistema Interconectado Nacional, además de la existencia de los galpones de la Cooperativa Tabacalera y Frutihortícola Ltda., donde se lleva adelante el tratamiento de productos con fungicidas y cocinado/secado del tabaco. Estos procesos se llevaron a cabo sin recaudos para evitar la instalación humana en proximidades de esta línea, por los peligros que ella pudiese generar como por ejemplo arcos voltaicos, movimientos de equipos pesados para mantenimiento, posibles accidentes, mayor incidencia de fenómenos naturales como rayos o descargas eléctricas, dirección del viento en el momento de la fumigación, rotura de receptáculo de agroquímicos, desechos químicos propios de la actividad agrícola, etc.

La situación demográfica es pues compleja de analizar, ya que, por un lado, presenta un acelerado crecimiento de edificaciones que se acentúa con el ingreso pendular de población y, por otro, existe el riesgo de pérdida de calidad de vida por inexistencia de servicios básicos como agua potable y cloacas, sumada a infraestructuras elementales como sistemas de escurrimientos integrados que permitan paliar lo más posible el daño por los excesos hídricos sobre la población allí asentada.

Resultados y discusión

La zona de estudio evidencia un importante crecimiento de diferentes construcciones habitacionales, cuyo proceso fue y es acompañado por un fuerte loteo y artificialización de las tierras productivas con fines de capitalización o inversión, sin un plan rector que lo oriente. Esta situación dio lugar a un juego de especulación a corto plazo, como el aumento de la división de las tierras productivas y, a largo plazo, la retención o acumulación de propiedades para lograr una mejor cotización de las mismas, con el tiempo. En consecuencia, el área definida para el análisis y las proximidades de esta comienza a plantear una visión de “periurbano difuso”, ya que se mantienen explotaciones agrícolas de importancia, pero se acentúa como planteo tendencial la urbanización a través de importantes loteos que respetan, como eje

organizador del espacio, la ruta Nacional n.° 11 y el acceso pavimentado, pero que tiene como fuerte limitante el elevado riesgo hídrico.

Como se observa en lo expuesto, esta zona presenta una estructura de espacio agropecuario con fuertes procesos de urbanización vinculados a una red urbana organizada por el AMGR, donde surge la necesidad de:

El ordenamiento de la tierra como unidad productiva, sea para venta o arrendamiento, como un concepto de bien de cambio en producción, con una posibilidad cierta de ordenamiento de la capacidad productiva.

La planificación de la tierra con fines residenciales o de inversión, que limite la especulación inmobiliaria y permita un crecimiento urbano acorde con el contexto rural, de lo cual surge como necesidad urgente un plan rector de manejo hídrico y de espacios factible a urbanizar.

La disminución de la alteración de las cualidades espaciales, a partir de establecer límites a la ocupación anárquica del espacio, cuyo efecto permitiría mejorar y mantener la calidad de vida de los pobladores.

También cabe remarcar que esta situación analizada es un común en los problemas que afectan la administración de los gobiernos municipales y a la competitividad de las actividades económicas en municipios de la mayoría de las ciudades de la región; tales problemas se pueden sintetizar fundamentalmente en los siguientes factores:

La ineficiencia en la administración financiera y en la recaudación de tasas y tributos que superan la capacidad del municipio como ente de recaudación y control.

Sistemas de información fraccionados e incompletos y falta de información sobre el costo de los servicios urbanos a expandir.

Exceso/superposición/falta de claridad en las regulaciones que afectan a las actividades del manejo, comercialización y transacción en lo que se refiere al uso del suelo.

Obsolescencia o infraestructura incompleta en los sistemas de servicios básicos y vitales (red vial, agua, cloacas, desagües) en estos nuevos espacios urbanizados o sujetos a urbanización.

Conclusiones

El crecimiento urbano implica la incorporación de nuevos territorios en el complejo sistema que comprende un espacio en mutación, como lo es la ciudad, sin tener en cuenta para ello las relaciones existentes entre las demandas que incorporan estas propuestas y la dinámica de los condicionantes naturales junto con la dinámica propia de las actividades tradicionales (agrícolas, ganaderas) previas a este proceso. Esto, complejiza las problemáticas ambientales derivadas de las transformaciones del espacio involucrado.

Esta escueta aproximación de análisis sobre la relación urbano-rural permitió deducir el comportamiento de la situación de la tierra, verificar la organización de la misma y los problemas que afectan al área en cuestión. Teniendo en cuenta los aspectos antedichos que inciden sobre el área de estudio, surge la necesidad de profundizar e insistir en las líneas de acción futuras como:

Estudiar las tecnologías posibles de aplicar sin pérdida de puestos de trabajo por expulsión.

Desarrollar sistemas productivos novedosos, alternativos, complementarios y diversificados que exploten los recursos locales de manera sustentable.

Definir y potenciar centros críticos de desarrollo económico local, poniendo el esfuerzo en identificar núcleos urbanos que presenten un potencial desarrollo en apoyo de las actividades agropecuarias, para ello se deberá tener en cuenta: el papel de los actores sociales y las instituciones implicadas, el replanteo de

políticas que obstaculizan su desarrollo y la potenciación de aquellas que lo favorecen, definir cuáles son los estrangulamientos que impiden un funcionamiento más eficaz.

Trabajar en el incremento del intercambio comercial entre centros poblados cercanos para que se conviertan, además, en centros de distribución de los productos agrarios, fuentes para abastecer de conocimientos técnicos y recursos para la elaboración de productos destinados al consumo provincial. Paliar el acceso insuficiente o la mala distribución de tierras, ya sea por obstáculos políticos, sociales, inmobiliarios o económicos, una de las barreras más graves para el desarrollo sustentable, tengan estas fines productivos o residenciales.

Legislar para limitar la usurpación de tierras por medio de un sistema no sujeto a la escrituración usual de la propiedad privada; para ello, se deberá determinar la propiedad de las parcelas y registrar el derecho de los individuos sobre los terrenos, a partir de normas que resulten accesibles a los grupos desfavorecidos y de bajos ingresos.

Proponer medidas enérgicas para limitar la expansión urbana en las zonas agrícolas fértiles, conservándolas para la producción de alimentos y como espacios libres de contaminación.

Construir la estructura que oriente el cambio de la actividad urbana y de la actividad rural, trabajando a favor de educar en una cultura acorde con el desarrollo sustentable.

Se puede concluir además que la administración, planificación y ordenación de un territorio no es feudo de nadie o, mejor dicho, nadie es dueño de la verdad por más modelo de proyección que se plantee. La administración y organización del territorio, son en gran parte, productos que reflejan los valores y supuestos de una cultura determinada.

Referencias

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1 Centro de Geociencias Aplicadas, UNNE. Argentina. Correo electrónico: jaalberto@hotmail.com

2 Centro de Geociencias Aplicadas, UNNE. Argentina. Correo electrónico: gar_arce@yahoo.com.ar

El valor patrimonial en el espacio rururbano del Quindío entre resiliencia, resignificación y reivindicación

Resumen

El objetivo central de la investigación es comprender los significados y sentidos en torno a las fincas cafeteras que sustentan el paisaje patrimonial del Quindío. Se aplicó una perspectiva fenomenológicainterpretativa e hermenéutica utilizando la observación participante y las entrevistas a profundidad que se convierten en diálogo como principales técnicas de investigación. Con los cafeteros como portadores de valores se identificaron factores centrales en la generación de apropiación y las condiciones en las cuales emergen. Su combinación analítica permitió discernir diversas formas de significación, resignificación y reivindicación de la vida rural, generando resiliencia de la caficultura frente a las presiones sobre los espacios rururbanos. La gestión sostenible del territorio patrimonial requiere en este sentido acercamientos diferenciados al paisaje patrimonial desde abajo y en diálogo, perspectiva desde la cual se apunta al reconocimiento y empoderamiento de las estructuras sociales que soportan el paisaje cafetero. Palabras clave: cafeteros, arraigo histórico-espacial, resiliencia, patrimonio

Introducción

Ante la desagrarización e hibridación del campo (Méndez, 2005), la gentrificación y los nuevos usos y usuarios de las zonas rururbanas en el departamento del Quindío, hoy son pocos los cafeteros que sustentan los valores patrimoniales por los cuales ha sido inscrito el Paisaje Cultural Cafetero en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO (Mincultura y FNC, 2009). Vale destacar la importancia de los caficultores en la conformación de este paisaje, lo que justifica que este grupo sea incluido de manera decidida en los estudios sociales.

El desarrollo de la región “en la lógica de la tercerización de la economía bajo las modalidades del turismo, mercancías culturales, instrumentalización de la cultura”, según Mayorga (2015), origina “un giro en la orientación productiva y la vocación del territorio” (p. 56). Esto afecta, sin lugar a dudas, los sentidos originarios y vigentes de los portadores de valores, arrojando como resultado un panorama donde los productores de café viven periodos de crisis, agravados por la presión de la valorización de sus suelos, el aumento de costos de producción, las migraciones rural-urbanas que inciden en la re-configuración social del campo; todo ello, bajo la presión de la opinión pública de que esto (el café) no sirve, quedándose sin reconocimiento en la sociedad por ser considerados como arcaicos y atrasados, argumentos que se utilizan frecuentemente para desprestigiar a los cafeteros campesinos como parte de esta lucha de poderes en torno a la propiedad de la tierra.

El Paisaje Cultural Cafetero de Colombia (PCCC) ha sido inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco en 2011, sin embargo, esto no ha sido favorable para la caficultura del Quindío, uno de los cuatro departamentos del PCCC. De las 267 veredas del Quindío, 207 son cafeteras de las cuales 128 hacen parte del PCCC (Mincultura y FNC, 2009), pero el área de producción del grano se ha reducido continuamente. Su área ascendía a 46.107 hectáreas en 2008, fecha de delimitación del área a proteger, pero diez años más tarde se reportaron solo 21.600 ha (2018) para todo el Departamento lo que indica un fuerte descenso en este uso de suelo.

Ahora bien, la definición del valor universal excepcional del expediente (Mincultura y FNC, 2012) evidencia una escasa integración de la perspectiva de sus habitantes, quienes se expresaron en talleres de valores (Duis, 2007, 2009). A esto se agrega una ausencia de procesos

que buscan comprender los significados en las fincas cafeteras (Duis, 2019).

La actual situación de los espacios rurales genera condiciones de marginación, exclusión y desplazamientos, por los negocios que beneficien a los inversionistas, los modelos de producción intensivos en mano de obra e insumos y los nuevos rurales que acaban con los cultivos de café, especialmente en las zonas rururbanas del Plan del Quindío ubicadas en cercanía a los municipios de Armenia y Circasia.

Así, se valorizan los suelos, se privatiza el paisaje, se elevan los costos de vida y se irrumpe en la vida rural, de tal manera que se pierde la cultura y el tejido social que mantuvo este paisaje, todo ello afectando la sostenibilidad de este patrimonio. Aun así, hay familias cafeteras que siguen produciendo café en constelaciones familiares, sociales, culturales y productivas, sus voces son importantes para encaminar en una gestión sostenible de este territorio patrimonial. Los factores y componentes centrales en su contexto son decisivos en cuanto a la reproducción, resignificación y reivindicación de los valores, en fin, su resiliencia. La gestión en la actualidad, por tanto, requiere una reflexión profunda sobre las consideraciones y necesidades sociales, estéticas, culturales, sociales, funcionales de los habitantes rurales del PCCC que sustentan la resiliencia y reivindicación de la vida cafetera.

Fundamentos teóricos

La construcción del patrimonio es, según Adad (2010), una operación dinámica enraizada en el presente, a partir de la cual se reconstruye, selecciona e interpreta el pasado; es la invención a posteriori de la continuidad social. Hobsbawn y Ranger (1983) hablan de la construcción del patrimonio como interpretación a partir de la recuperación de elementos tangibles del pasado o prácticas culturales que “aseguren o expresen cohesión e identidades sociales y estructura en las relaciones sociales” (p. 273). Desde esta perspectiva, se puede hablar de un proceso artífice que en muchos casos apunta a la mercantilización de un recurso.

Esta forma de patrimonialización es problemática, ya que escasamente incluye a todos los actores (Guerrero Valdebenito, 2014;

Sepúlveda, 2004; Guerra y Skewes, 2008; González, 2015). Se aíslan tradiciones, costumbres, prácticas y bienes materiales, entre otros, de su entorno originario reduciendo el patrimonio a unos objetos representativos que no captan la esencia de los procesos sociales y culturales que engloban la generación de patrimonio. Pero el patrimonio cultural no solo es huella, legado o acervo, sino hoy en día se entiende más como construcción social (Llull, 2005; Guerrero Valdebenito, 2014; González, 2015). Por lo tanto, se sugiere la integración y participación de diversos actores, más aún cuando su cultura hace parte de la construcción de patrimonio como en el caso del Paisaje Cultural Cafetero, un paisaje agroproductivo ubicado en las franjas occidentales de la Cordillera Central y las franjas orientales de la Cordillera Occidental del Cauca Medio, que comprende municipios y veredas de los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío y Valle del Cauca de Colombia (figura 1).

Figura 1. Ubicación del paisaje cultural cafetero y Quindío

Nota: cartografía básica del IGAC. Fuente: FNC SICA (FNC, 2017).

En este sentido, se encuentran en la discusión patrimonial enfoques conducentes a la integración de la gente en procesos participativos. González (2015) describe el patrimonio como un bien común (a common) realzando el valor de lo público, social y participativo y Smith

(2006) lo define como un proceso cultural que implica actos de “recordar” (remembering) que, a su vez, relacionan con el presente, donde los sitios o espacios específicos figuran como instrumentos para facilitar este proceso. Patrimonio, en este orden de ideas, es algo vital y vivo; es experiencia, es identidad, es subjetivo e intangible, es un proceso constitutivo cultural que identifica cosas y lugares aptos para la valoración.

Ahora bien, el paisaje cultural como patrimonio tiene grandes diferencias en su conceptualización y entendimiento, lo que muestra la carencia de una adecuada tematización de la relación entre patrimonio, territorio, naturaleza, paisaje y sus habitantes. El paisaje cultural es, según Fernández y Silva (2016), un campo teórico emergente en materia de bienes culturales, a pesar de contar con gran reconocimiento, actualidad e innumerables estudios y conceptualizaciones (Maderuelo, 2006; Nogué, 2007; Berque, 1997; Cano-Suñén, 2011; Ulloa, 2002). En perspectiva fenomenológica, el paisaje se considera como una construcción simbólica y social, una experiencia humana, la cual implica las determinaciones culturales, sociales e históricas de la percepción de un observador, esta perspectiva sin embargo no integra a sus productores, en el caso del paisaje agroproductivo, los agricultores.

En el pensamiento hermenéutico, al contrario, el paisaje incluye la perspectiva histórico-social, es decir la interacción entre sociedad y naturaleza a través del tiempo (López, 2004; Márquez, 2000, citado en Cano-Suñén, 2011). Esto es especialmente importante por lo que “el paisaje no solo constituye uno de los más elaborados productos de la cultura, sino que […] es en sí mismo cultura y patrimonio” (Martínez de Pisón, 2002, citado en Silva, 2009, p. 322). El paisaje en este sentido “está imbricado con las maneras de vivir el territorio, los movimientos de sus gentes, sus prácticas o sus trabajos y, por tanto, su fisionomía persiste sólo en la medida en que estas actividades continúan” (CanoSuñén, 2011, p. 37). Hablar del paisaje y del patrimonio implica por tanto integrar a los habitantes que lo forman y describir la cultura más allá de los símbolos y representaciones, que se consideran identitarios.

Según estos planteamientos, considerar el patrimonio y el paisaje cafetero como una relación sensible y cotidiana de los habitantes con su entorno implica identificar y reconocer los valores y significados en la

vida cotidiana. Esto es especialmente importante en cuanto se trata en este caso de un paisaje rural y rururbano que, a su vez, es Patrimonio Mundial. Su gestión sostenible, por lo tanto, es una obligación de las instituciones del Estado y los habitantes que ahí habitan.

El valor (del lat. valor, -ôris) del patrimonio se refiere a una relación o una cualidad (Vargas, 2002, citado en Duis et ál., 2010), es el grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite; se relaciona con usos, funciones y utilidades que puede proveer un bien patrimonial y se usa además para hablar de lo simbólico, emocional, cultural o histórico de las cosas. En la literatura (Lennon, 2002; Folch y Bru, 2017; Ojeda Rivera, 2013; Marmól et ál. 2010) se distingue una serie de valores asociados a un paisaje como los estéticos, naturales y ecológicos, productivos, sociales, históricos, espirituales y mitológicos, emocionales, sensoriales, simbólicos e identitarios, colectivos, funcionales, de memoria, de bienestar, entre otros. Lo que tiene valor es lo que se desea transmitir a las siguientes generaciones, lo que es en el mejor de los casos pilar fundamental para una cultura local e identidad cultural. Según Querejazu (2003), “el patrimonio cultural no vale en sí mismo sino porque el grupo humano le da valor” (p. 22).

Esta asignación de valor responde a las necesidades de un grupo social y a los cambios de paradigmas culturales. En este sentido, no hay valores absolutos, “son conceptos éticos, socialmente cambiantes, aceptados y deseados como ideales en un determinado contexto social e histórico” (Caraballo, 2011, p. 26). Además, los valores son subjetivos y dinámicos, por tanto, relativos, pues no existe un estándar donde todos los individuos tengan una misma percepción. En el caso de las fincas cafeteras, la asignación de valor se hace en las prácticas cotidianas por la repetición y reproducción, por tanto, son invisibles, inherentes y cotidianos. En los procesos cotidianos, se define lo que es legítimo, normal y necesario para garantizar la continuidad de una cultura. En esta acción se crean los significados culturales, son validados y legitimados por procesos de creación y re-creación de un sentido que los relaciona con el pasado (Smith, 2006).

El término “significado”, en la actualidad, no se encuentra claramente definido y se usa frecuentemente de manera unísono con el

“valor” de un bien patrimonial (Manzini, 2011, p. 27). A este respecto, Cirvini (2019) sostiene que hay un escaso tratamiento sistemático y científico de los conceptos. Aunque las cartas y recomendaciones internacionales tienden a usar los dos términos, valor y significado, con cierta equivalencia, el trabajo de campo muestra que el valor se ubica más en lo funcional utilitario que ordena las estructuras. El significado, adicional a este, explica la razón de ser, es la interpretación de un elemento patrimonial desde la perspectiva del portador. Se forma, por lo general, mediante un proceso subjetivo, cognitivo, consciente; en relación con la acción social, es una interpretación de los valores correspondientes a las vivencias cotidianas, el espacio y el tiempo.

En este sentido, se plantea que el significado de un sitio existe en la mente de las personas que lo reconocen y aprecian y que corresponde, en cierta manera, a las asociaciones que se asignan a ciertos elementos que se valoran, nacen de las interpretaciones propias y subjetivas. El significado permite, según Manzini (2011), “comprender la razón de ser de un elemento patrimonial en el tiempo […], explicar el elemento patrimonial como producto cultural y su relación contextual, […y], fundamentar la sostenibilidad del elemento patrimonial” (p. 33). Valor, significado y sentido en su conjunto dan sustento a la resiliencia y conservación de las fincas cafeteras (figura 2).

Figura 2. Relación entre valor, significado y sentido Fuente: Duis (2019).

Ahora, la deficiente identificación de los valores y la ausencia total de procesos que buscan comprender los significados de las fincas cafeteras llevan a conservar elementos patrimoniales que no tienen vigencia o que son obsoletos en la vida de las fincas, a la vez que otros elementos vigentes y significativos para los habitantes no se reconocen en el marco de la patrimonialización, pero inciden fuertemente en la resiliencia de la caficultura.

Abordaje metodológico

En términos metodológicos, el estudio se centró en el análisis de los valores, significados y sentidos que sustentan la caficultura en la vida cotidiana (Reguillo, 2000) a partir de una perspectiva histórico-narrativa (Matijasevic, 2015) que visibiliza las trayectorias subjetivas e individuales. Se optó por una investigación cualitativa expuesta por Vasilachis (1992) como “una tradición particular en las ciencias sociales

que depende fundamentalmente de la observación de los actores en su propio terreno y de la interacción con ellos en su lenguaje” (p. 32). Esto a la vez involucra la fenomenología hermenéutica con enfoque narrativo.

En esta línea, se buscó indagar desde lo personal, pasando por lo familiar, vecinal e institucional, desde el objeto a los sentires y la experiencia. Desde este planteamiento, lo cotidiano se constituye en el lugar donde se realiza la vivencia subjetiva y la producción y reproducción de las estructuras sociales y culturales. Las fincas cafeteras son el espacio de proximidad en el cual, según Schütz (1932, citado en Hernández y Galindo, 2007), se construyen los significados intersubjetivamente, es decir, se construyen considerando al otro y en interacción con el otro (Hernández y Galindo, 2007). En este orden de ideas, entender los fenómenos sociales desde la propia perspectiva del actor que es protagonista del estudio, motivó la elección por el enfoque fenomenológico-interpretativo, que permitió abordar cómo los sujetos vivencian los elementos constitutivos del paisaje cafetero en su unidad mínima, la finca cafetera.

Los instrumentos aplicados son la observación participante que posibilitó visualizar formas de vivir y costumbres constituyentes de la vida cotidiana, y la entrevista a profundidad, la cual en su aplicación se convierte en relato de vida. Este enfoque narrativo es útil para comprender la ontología de lo intangible de la cultura y visualizar lo que se entiende y vive de la cultura cafetera, cristalizando los elementos que la componen.

En total se visitaron 26 fincas del Quindío, pertenecientes a un total de siete municipios. Se interactuó con un total de 43 personas, en conversaciones individuales y grupales, de edades entre 34 y 86 años. Se incluyeron propietarios de micro (menos de 1 has - 3 casos), pequeñas (1-10 has - 14 casos), medianas (10-50 has - 4 casos) y grandes fincas (más de 50 has - 5 casos). Las conversaciones con los cafeteros giraron en torno a valoraciones relacionadas con la historia de la finca, la familia, la caficultura, y las prácticas culturales en su entorno sociocultural (tabla 1).

Tabla 1. Categorías y variables

Categorías Variables

Valoración histórica

Historia de la finca Historia de la familia Historia personal Significado de la tierra y de la finca

Modelo de producción cafetera Ingresos complementarios

Valoración productiva

Toma de decisiones Significado del café Orgullo del cafetero y reconocimiento Expectativas y motivos

Valoración familiar y social

Composición familiar Condiciones sociales Procesos educativos Decisiones/ autoridad

Valoración cultural

Tradiciones y costumbres Prácticas en una jornada laboral Características del cafetero Forma de vivir / “filosofía” Significado de la finca

Valoración social -institucional

Relaciones con los vecinos Presencia institucional Posición frente a la institucionalidad

Valoración del espacio - lugar Cambios del paisaje, en la vereda

Significado del paisaje

Fuente: Duis (2019).

La sistematización de los datos a partir de las regularidades e irregularidades encontradas encauzó en grupos de significados a partir de los hallazgos de tipo emic, o sea, se adopta la perspectiva de los actores rurales entrevistados. Aspectos relevantes para el análisis de la información fueron: centrar la atención en la historia como un todo y extraer los valores y significados, sin desconectarlos de los contextos narrativos, temporales, emocionales, relacionales e interaccionales en que se producen (Bernasconi, 2011); de ahí la necesidad de volver a insertar los valores y significados individuales en el contexto social en el que surgen, dada la importancia de trascender lo particular y de construir un saber más denso sobre lo social (Kornblit, 2007); reconociendo la necesidad de abordar la vida en el marco de la historia de la finca para luego adoptar una lógica transversal, que permita determinar ejes temáticos-analíticos relevantes y teorías comprensivas transversales (Cornejo, 2006, citado en Matijasevic, 2015). Estos pasos corresponden a los niveles de significados que menciona Schütz (1932, citado en Hernández y Galindo, 2007), a saber: el nivel del actor solitario, el nivel que implica al otro, el nivel de interpretación de conductas, el nivel de orientación de la acción y el nivel del observador. Entonces, el análisis de estos niveles permitió derivar categorías a partir de aspectos comunes y componentes centrales en un proceso itinerante inductivo. La comprensión interpretativa en este proceso analítico es concebida como un proceso hermenéutico en el cual la experiencia humana depende de su contexto que permite trascender lo particular (Matijasevic, 2015). Esta interpretación se sostiene en el sentido común, la comprensión filosófica, la reflexión y las analogías desde la experiencia propia de vida rural y campesina. Según esta estructura, se procedió a identificar valores y significados siguiendo la codificación abierta inicial que luego se amplió en el proceso de permanente recodificación e integración de categorías, poniéndolos

posteriormente en contexto histórico, productivo, familiar, social e interpretando los hallazgos.

Resultados y discusión

Se evidenció que hay una relación entre el espacio rural, la memoria y los quehaceres de sus habitantes (Lindón, 2000) que permiten generar y conservar la caficultura y su patrimonio asociado. Los diferentes procesos de valoración, resignificación y reivindicación observados en los valores y significados permiten diferenciar tres grupos con diferentes formas de adaptación a los constantes cambios (Duis, 2019).

El primer grupo, de valoración y resiliencia, afirma su apego a la finca enalteciendo el pasado ante los cambios permanentes y preocupantes, pero con una actitud pasiva y de agradecimiento, para conservar lo conocido y habituado en contexto histórico-espacial.

La valoración está asociada, más que todo, con el contexto históricoespacial que une a un territorio, un lugar de vida. Esto se refleja especialmente en la vivienda-hogar y se relaciona con el arraigo socioespacial con base histórica. La finca cafetera es un espacio con una función productiva y reproductiva que permite transmitir y conservar valores en torno al café y la cultura como todo englobante. Hogar y finca en su conjunto se integran dentro de un espacio socialmente creado, un paisaje con valor ético-moral, social y espiritual. La sociabilidad o familiaridad que hace comunidad nace en el seno de las familias colonas, de las cuales pocas persisten.

Este primer grupo de cafeteros se puede caracterizar por su tradición cafetera; son quienes ante la crisis cafetera perdieron en cierta manera autoestima y confianza de hablar sobre lo propio, pero mantienen una nostalgia por el pasado. Experimentan un “desplazamiento” simbólicosocial por la apropiación indebida de sus espacios tradicionales por foráneos, no se sienten en condición de defender el paisaje con todos sus sentidos ante esta intrusión y, sintiéndose inferiores o solitarios, se retiran a sus espacios del hogar, en silencio. Su valoración de los elementos patrimoniales según el ámbito cultural, social, productivo, natural/ambiental se caracteriza por

Una marcada historicidad de las fincas que evocan el pasado, los ancestros, la memoria.

Un sentido de lugar y de pertenencia con el espacio, convertido en lugar, especialmente cuando la finca se convierte en hogar que aporta seguridad, libertad, tranquilidad y autonomía.

Una integración familiar que cubre necesidades emocionales y espirituales y una vecindad que genera vínculos sociales.

La afinidad con un producto, el café, naturalizado y culturizado, elemento de subsistencia que aporta seguridad, actividad productiva y un trabajo y ocupación que gusta, más que de ser producto que responde meros intereses económicos.

Un conocimiento empírico aprendido por transmisión de generación a generación complementado con aspectos técnicos de la institucionalidad cafetera.

Un compromiso con la tierra, el entorno socio-ecológico y su carácter bucólico, el paisaje como espacio de vida.

En este caso, los significados respaldan un arraigo histórico-espacial, cultural y social que aporta los elementos principales de vida, o sea, que cubre las necesidades básicas de la vida, que es alimento, techo, sustento y afecto. La valoración de los elementos patrimoniales, por tanto, obedece a las utilidades (sociales, productivas, reproductivas) que de ahí se derivan al uso cotidiano que se le otorga y, además, responde a unas necesidades simbólicas, espirituales y estéticas en el ámbito vivido. La persistencia ante los cambios implica un esfuerzo de adaptación permanente de reajustar algunas prácticas y modos de producción y reproducción (resiliencia). Esta adaptación ocurre en la vida cotidiana a veces de manera inconsciente y natural.

El segundo grupo, de resignificación y reinterpretación, considera el paisaje patrimonial, como oportunidad de desarrollo económico, social y ambiental, venerando la vida en el campo, grupo caracterizado por una posición prepositiva y activa. Se encuentra especialmente en espacios rururbanos con facilidad de accesos. En este grupo se trata el

café y el campo como modelo de vida y como negocio, en sus diferentes lógicas. Los modelos de vida (y de trabajo) no solo se centran en el café, sino incluyen actividades complementarias y dan un nuevo uso y sentido al espacio rural. La multifuncionalidad de lo rural se muestra en la diversificación productiva, el turismo y otras actividades que permiten hablar de nuevas formas de apropiación del espacio que asignan al paisaje un valor funcional estético y de calidad de vida. En torno a estas situaciones se generan diferentes relaciones sociales funcionales.

Este grupo de cafeteros muestra una actitud activa frente a su entorno que significa y resignifica, lo que permite integrar el proceso histórico que torna lo pasado en algo presente. Este grupo se conforma por los habitantes rurales más jóvenes, los que regresaron al campo, nuevos rurales y algunos propietarios ausentistas, no les atañe en primer orden el arraigo histórico-espacial sino una decisión consciente de vivir en el campo y del campo. Las experiencias adquiridas y aprendizajes profesionales o semiprofesionales orientan hacia modelos de vida y de producción diversificados. Este grupo se describe por las unidades de significados con

Unas concepciones de vida en torno al bienestar y la tranquilidad en un entorno natural-rural y un paisaje como trasfondo estético.

Afinidad con un producto como actividad productiva, tanto complementario como principal, por gusto, agradecimiento, auto-superación y un sustento económico diversificado.

Una integración en las instituciones y redes sociales.

Unos conocimientos profesionales o semiprofesionales al servicio de alternativas productivas que le proporcionan nuevos usos al paisaje.

Los significados aquí dominantes advierten una diferencia con el anterior grupo de valoración, por enfocarse en el uso actual y productivo del paisaje, con claro enfoque de rentabilidad en el marco de nuevas sociabilidades, la dignificación del campo y la profesionalización

de sus habitantes. En este sentido, el paisaje patrimonial es resignificado; así es que en torno a la vida en el campo y la producción cafetera surgen nuevos referentes espaciales y temporales del paisaje cultural.

En estos casos, el “ojo ajeno” colabora a construir la significación patrimonial, que puede llegar a generalizaciones, simplificaciones o escisiones del paisaje (Lopo y Nuñez, 2004) injertando categorías valorativos estéticos, naturalistas y estetizantes. Bajo esta mirada, el patrimonio paisajístico se convierte en recurso, elemento valorizable en las estrategias de desarrollo territorial, por tanto, se convierte en estrategia de uso funcional del paisaje y de sus valores patrimoniales, asegurando su conservación a la vez que se generan alternativas productivas y se mantiene población rural.

El tercer grupo, de reivindicación, defiende el espacio vivido como una representación de arraigo e identidad cultural, contraria a los imaginarios del paisaje cultural mercantilizado (Montenegro, 2010) y en abierto distanciamiento del discurso oficial al que se refiere Bolívar (2006). Se materializa en la resistencia y reafirmación identitaria. El paisaje cafetero se levanta como “monumento” a la acción colectiva cafetera para mostrar su origen social, cultural y cafetero, es un paisaje productivo, cultural, educativo, estético, que engloba modelos de producción de cafés especiales y diferenciados.

Este grupo, capaz de refrendar su constitución patrimonial paisajista con soberanía territorial, levanta la voz para acciones sociales, colectivas y políticas en torno a la defensa del café y del territorio en un hecho político de reivindicación del territorio, con valor simbólico-identitario. Este fervor y activismo está presente en grupos sociales marginados, por su ubicación geográfica o su posición en la sociedad, que luchan por el reconocimiento del campesinado cafetero. La reivindicación se encuentra reflejada en las unidades de significados como:

Arraigo histórico y socio-cultural que sustentan la lucha por el reconocimiento de las prácticas culturales y productivas y sus actores, hombres y mujeres.

Nuevos tejidos sociales y capacidades profesionales.

Identidades culturales en reclamo de la soberanía y defensa territorial que conforman un hecho político.

Diferenciación del modelo productivo orientado en las prácticas ambientales y la producción orgánica y ecológica en un paisaje vivido.

De acuerdo con lo anterior, este grupo pone en relieve las prácticas locales de apropiación como vigentes y válidos, coherentes con el modelo gregario del campo, y las estrategias que permiten integrar identidades y mundos de vida al paisaje; ello, a través de acciones políticas que buscan legitimar y refundar los postulados y sentidos, la articulación de diversas perspectivas que se intersectan en la conformación del paisaje y de diferentes sistemas de conocimiento, sin caer en el quietismo social aferrado a las tradiciones.

Son profesionales de familias tradicionales que ponen sus conocimientos, según uno de los entrevistados, “al servicio de la gente. Esto en miras a que el cafetero está completamente desprotegido por el Estado, […] [con] unos ingresos de supervivencia, entonces ahí no hay dignificación” lo que motiva la lucha por sus derechos, por la reivindicación de los cafeteros y de los campesinos, del paisaje y su patrimonio mismo, porque los modelos de desarrollo no corresponden a sus convicciones. Ahora bien, precisar las perspectivas diferenciales de los diversos actores respecto al paisaje es primordial para definir un sistema de gestión sostenible que considera las dimensiones diversas y atienda la multiplicidad de valores y prácticas sociales con participación diferenciada (figura 3).

Figura 3. Participación diferenciada y gestión sociocultural para la apropiación cultural Fuente: Duis (2019).

Ahora bien, las necesidades de salvaguarda de esta vida rural que sostiene el patrimonio cultural, en consecuencia, no pueden ser respondidas por una política vertical de conservación que lo desvincula de prácticas locales, vivencias y experiencias personales y grupales. El concepto de patrimonio del paisaje rural, como se pudo observar, “se construye en esta imbricación, interaccional y cotidiana, entre un espacio físico y un espacio social que reproduce las comunicaciones con sentido que han sido tradicionales” (Sepúlveda, 2004, p.193). En este sentido, son los habitantes que constituyen en su habitar cotidiano y colectivo un espacio simbólico (Sepúlveda, 2004), repitiendo los procesos de significación y re-significación una y otra vez. Esto nos lleva reflexionar sobre el “espacio lugarizado [que] organiza las experiencias comunes de los sujetos en su interacción, […] penetrando lo social y lo espacial de tal manera que comunicaciones, interacciones y acciones […] se interrelacionan recíprocamente con el medio físico” (Sepúlveda, 2004, p. 194).

Una eficiente gestión en términos de sostenibilidad, en consecuencia, no puede reducirse a inversiones sociales o productivas, sino que debe enfocar en la integralidad de la vida cotidiana de los cafeteros. Para ellos, mantener el paisaje y vida rural es manifestar resiliencia ante los cambios por lo que se reclama reconocimiento de las formas de vivir y la producción cafetera como elemento central de esta cultura. Según Janssen Bienke, et ál. (2011), el lugar, la interacción y el

individuo son las fuerzas de resiliencia. Su análisis permite demostrar que el individuo arraigado se mueve entre el espacio convertido en lugar y la interacción social, en medio de lo cual se desarrollan las fuerzas que hacen luchar por lo que vale.

Estas fuerzas de resiliencia, de acuerdo con las competencias y capacidades de cada uno, su actitud y autonomía, aportan a la conservación del paisaje agroproductivo como patrimonio porque permiten persistir a la gente en su ambiente rural con sus prácticas culturales y socio-espaciales. Las nuevas asociaciones rurales, en este orden de ideas, y el soporte público pueden fortalecer esta resiliencia siempre y cuando apunten al empoderamiento y fomento de las capacidades locales (figura 4).

Figura 4. Fuerzas para la resiliencia

Fuente: Janssen (2011).

La interconexión comunitaria, la posibilidad de reunirse en infraestructura comunitaria y las capacidades de la gente, de acuerdo con Diers y Rivers (2014), son en este orden de ideas, factores

importantes para la resiliencia. El empoderamiento y la constitución de las organizaciones sociales de base, que para el caso presente se reflejan en valores y significados que sustentan la identidad cultural, la soberanía territorial, la cohesión familiar y la acción social; en consecuencia, son indispensables para lidiar con las presiones en zonas rururbanas y rurales. Este fomento del capital social, según Putnam (1993, citado en Gil La Cruz et ál., 2008), se sintetiza en

La existencia de una red densa de organizaciones locales comunitarias y asociativas.

Elevados niveles de compromiso cívico y participación social.

Una identidad local fuerte y positiva con alto nivel de solidaridad y equidad.

Normas generalizadas de confianza y apoyo social independiente del conocimiento mutuo de sus miembros.

La institucionalidad oficial en la actualidad está lejos de fomentar estas condiciones de resiliencia porque lo que trata es precisamente romper las redes y reglas tradicionales para inculcar el cambio, individualizar y controlar.

Conclusiones

Los valores y significados se tejen alrededor de las esferas de la vida cotidiana: el pensar, vivir, habitar, trabajar, ser, todo ello, deja entrever cómo el café pasa a ser parte del esquema para pensar, obrar y sentir la posesión de la tierra, que terminó por definir estilos de vida parecidos según las formas de producción de café, no obstante, con matices diferenciados. La vida cotidiana, por lo tanto, es un referente teórico importante desde el cual se constituyen procesos significativos de reproducción social, apropiación cultural y prácticas sociales (Orellana, 2009) que componen el patrimonio de las fincas. En la vida cafetera, la finca, y especialmente la vivienda, era y sigue siendo el lugar de la práctica de convivencia familiar, de la integración del grupo social

evocando sentimientos y valores, identidades y relaciones sociales con sentidos (Damelines, 2016).

Es de anotar que, sin proponérselo, los cafeteros mantienen a través de estos procesos la unidad mínima de este paisaje con toda su carga patrimonial mediante procesos de significación, re-significación y reivindicación y sostienen la caficultura y la vida rural como patrimonio. Esta revisión permanente de su vigencia, una revaloración y adaptación a contextos cambiantes, permite para el caso estudiado diferenciar tres formas de apropiación. Su descripción permite identificar unas condiciones que tornan viable la resiliencia agroproductiva las cuales serían:

a. El arraigo histórico-espacial que crea lugares.

b. Un hogar en torno a una familia y una cultura que genera sentido de pertenencia.

c. El arraigo social a partir de la familiaridad con el entorno que sustenta relaciones sociales.

d. Los modelos diferenciados de producción que permiten el sustento y reconocimiento del caficultor en la sociedad.

e. Lo ético y transparente del paisaje patrimonial y los nuevos usos sociales.

Con el espacio están relacionados los ritmos y proximidades del quehacer diario, las autonomías y soberanías que permiten decidir sobre el territorio, las percepciones y contemplaciones que vinculan con él. Se ilustra que el paisaje rural y rururbano en su definición y destino depende de procesos culturales y sociales que conectan con el territorio, con el tiempo y con la gente, o sea su interacción cuya suerte está determinada por la capacidad de ejercer soberanía sobre los territorios. En este sentido, Guerra y Skewes (2008) sostienen que “Semejante soberanía constituye una importante salvaguarda en la protección patrimonial en la que se sostiene la identidad de estas poblaciones” (p.18). Las aspiraciones, como se pudo evidenciar, se encaminan en diferentes estrategias que permiten permanecer en la finca cafetera y

mantener el patrimonio cultural, familiar, histórico y productivo que da sentido a esta vida e identidad cultural a un grupo social.

Es importante reconocer que un patrimonio paisajístico requiere formas de gestión diferenciadas y diferentes a las tradicionales. Landorf (2009) indica al respecto que la gestión sostenible del patrimonio hoy en día debe enfocarse en un proceso holístico e integrado, con miras al largo plazo, que permite negociar prioridades y valores multidimensionales, delegar responsabilidades e incluir decisiones con reglas mínimas que permiten dar continuidad a los valores comunitarios. Este enfoque supera las teorías conservacionistas del patrimonio y del paisaje como objeto, y pide poner en práctica una nueva teoría cultural para la conservación que valore los saberes y prácticas culturales en su gestión territorial, de acuerdo con Izquierdo Vallina (2013) y Barongil et ál. (2014), a su vez que modifique las prácticas institucionales. En este sentido, el paisaje cafetero se conserva con “una nueva ecología de saberes” que incluye para decirlo con las palabras de Sousa (2019) “miradas que no imponen, sino que dan lugar a otras perspectivas para cuestionar y cuestionarse; miradas que reconocen los conocimientos elaborados más allá de los espacios y las lógicas académicas” (p. 11).

Los resultados del presente estudio sustentan que la vida cotidiana es la condicionante de la resiliencia, re-significación y reivindicación, esta cotidianidad que permite según León Vega (1999) “destensar los marcos de la racionalidad analítica que se han utilizado para comprender toda la complejidad de las posibilidades y limitaciones de las trayectorias humanas […] así como sus representaciones sociales y culturales” (p. 23). Si entendemos este patrimonio como parte inherente de la vida cotidiana de los cafeteros, habría que hacer un esfuerzo integral enorme por incorporar sus puntos de vista a las políticas de gestión patrimonial. Precisar las perspectivas diferenciales de los diversos actores respecto al paisaje patrimonial es primordial para conservar el paisaje vernáculo de la gente, esta dimensión humana-emocional, que poco aparece en las conceptualizaciones del paisaje patrimonial. Esto requiere, sobre todo, el reconocimiento de la función social del campo y de sus principales actores, los caficultores. La gestión del patrimonio según Criado-Boado y Barreiro (2013) debe ser integral: sistemática, completa, reflexiva,

transdisciplinar, participativa y, de acuerdo con Waterton y Smith (2009), responder a su forma procesual. En este sentido, el patrimonio de los cafeteros, opaco, emergente, incipiente frente a la versión oficial discursiva, debe ser visibilizado y tratado en su contexto rural, socioeconómico, cultural y ambiental según distintas racionalidades, por lo que es un acto de valoración, significación, resignificación y reivindicación.

Criado-Boado y Barreiro (2013) proponen, al respecto, procesos de participación social y coconstrucción del patrimonio como alternativas de gestión. En fin, para la sostenibilidad del paisaje patrimonial, las propuestas de socialización, educación, inversión, deben ser diferenciadas de acuerdo con lo identificado en cuanto a la valoración, resignificación y reivindicación de los cafeteros: conectar el pasado con el futuro para un relevo generacional (narrativa intergeneracional), generar condiciones que permiten crear productos de valor (aprendizajes y redes sociales), reconocer y fortalecer a los cafeteros en condiciones y con medios diversos, son algunos de los aspectos a tener en cuenta.

Para terminar, antes de inculcar un supuesto patrimonio representativo, se deberían tomar en cuenta los conocimientos, saberes y quehaceres de los que habitan el campo y fomentar — no desvalorar— estas formas de vivir y sus narrativas, y, en el sentido que plantea Sousa Santos (2019), hacer “una fuerte opción por recuperar, reivindicar y legitimar otros modos del saber que permitan gestar otras ciencias sociales” (p. 11).

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1 Universidad del Quindío, Colombia. Correo electrónico: urteduis@gmail.com

La

Región Centro. Improntas de una identidad

productiva

en el marco de la integración regional. Argentina1

Resumen

Podría decirse que, durante la década del 70, con la reconversión tecnológica comenzó un proceso de agriculturización, entendido como el uso creciente y continuo de las tierras para cultivos agrícolas, proceso que se aceleró a fines de los 90 por la demanda mundial de soja. La implementación de paquetes tecnológicos impactó no solo en el avance de la frontera agrícola, sino también en la modificación de los vínculos urbano- rural y, sobre todo, en la fluidez del territorio. En este escenario, el artículo N° 124 de la Constitución Nacional facultó a los gobiernos provinciales para crear regiones para el incentivo del desarrollo económico-Social. Con este marco jurídico se creó la Región Centro, en Argentina, entre los años 1998 y 1999. Esta región involucra una complejidad de variables tanto comerciales como productivas, culturales, sociales de las cuales la productiva es de nuestro interés. Este espacio está conformado por las provincias Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, integrado al corredor bioceánico. En este artículo nos interesa indagar acerca de la identidad productiva de la región en relación con el complejo industrial oleaginoso e importante nodo exportador de soja a través del puerto Rosario. Para alcanzar el objetivo se elaboró un estado de la cuestión con el relevamiento, análisis y sistematización de la bibliografía recolectada con la finalidad de precisar, en primer lugar, las

Graciela Mugica2 Hugo Erbetta3

etapas de evolución productiva en los diferentes contextos políticos, sociales, históricos del país y, en segundo lugar, identificar los circuitos de fluidez que facilitan su identidad productiva. Se encontró que la región Centro tiene su origen en un tratado de integración regional interprovincial. Su base es la estructura geográfica-productiva de la tradicional región pampeana. En las perspectivas de una globalización como proceso unificador de lo económico, lo social y espacial, esta integración se presentó como una alternativa para reconfigurar el espacio en regiones jurídicas, como es el caso de la Región Centro en Argentina. Se concluye que la historia de la actividad agropecuaria de la región pampeana, valida la identidad productiva de la Región Centro. La producción agrícola en primer lugar y, la ganadera, en segundo lugar, son dos actividades de relevancia por la superficie que han ocupado, el volumen de producción, su continuidad y aporte tanto al mercado interno como las exportaciones. Palabras clave: región centro, producción, identidad

Introducción

La región, es un concepto polisémico utilizado desde la época de Estrabón (63 a. C. - 25 d. C.), originalmente vinculada con el poder político y resignificada a lo largo de la historia del pensamiento geográfico.

En el contexto de la globalización su expresión de singularidad/es regional/es se vio amenazada por la tendencia unificada de las redes de comunicación en este proceso de mundialización (Haesbaert, 2019). Este nuevo orden de relaciones internacionales paralelamente produjo el reordenamiento de los vínculos socio espaciales y distribución del poder repercutiendo a diferentes escalas local, regional, nacional. La región vuelve a resignificarse con la intervención y acción de nuevos actores sociales vinculados a la política.

En el caso de la República Argentina, la Constitución Nacional en su reforma de 1994, artículo 124, establece que las “las provincias podrán crear regiones para el desarrollo económico-social y establecer órganos con facultades para el cumplimiento de sus fines”. El propósito fue organizar el espacio económico nacional en combinación con la

intervención política. En este marco se redefine el orden nacional con la conformación de regiones, conocidas como regiones inducidas (Acoroni y Calzada, 2005).

En 1998, se firmó el tratado de Integración Regional creando la Región Centro, constituida por las provincias de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, incluida esta última, en 1999. El objetivo fue promover el desarrollo del potencial económico y social de la reciente Región, reconocida como proveedora de alimentos con gran desarrollo industrial y fuerte inversión tecnológica. Cuenta con puertos privados, sistemas de siembra directa y maquinarias que intensificaron los rendimientos, destacándose entre ellos el circuito sojero.

La región Centro comprende una superficie de 377 000 km2, que representa alrededor de un 10 % de la superficie total del país. Dispone de una población de aproximadamente 7 800 000 habitantes, es decir un 20 % de la población total. Las exportaciones de las tres provincias representan aproximadamente un 40 % del total de las exportaciones del país, preferentemente con destino a Brasil, China, India, Vietnam, EE. UU., África, España. (Instituto Nacional de Estadística y Censo [INDEC], 2016).

Esta matriz productiva potenció la industria de maquinaria agrícola y, con ello, el surgimiento de polos de desarrollo ubicados en Rosario, Armstrong, Venado Tuerto, Rafaela, San Francisco. Además, prosperan pueblos y ciudades por las fábricas y talleres de autopartes, a lo que se agrega el intenso movimiento de camiones y ferrocarriles.

En el presente estudio, la región Centro es vista como un espacio multidimensional (con potencialidades, estrategias, problemas y soluciones) dinamizada por un tejido de relaciones sociales analizables desde los procesos de regionalización. Por razones de espacio solo se plasma una síntesis de los contextos que labraron su identidad productiva, tomando como referencia el complejo industrial oleaginoso y el puerto Rosario.

Este trabajo es un avance del Proyecto de investigación que se enmarca en el Proyecto CAI+D, aprobado por Res. C.S. n.° 19 2020 de la Facultad de Humanidades y Ciencias UNL, “Conflictos, poder y representaciones en la construcción de identidades territoriales, en un contexto de agriculturización de la Región Centro, a partir de la década

del 90”. Son integrantes del equipo de investigación Prof. Mabel Becchio, Prof., Norma Finelli, Ing. Agr. Cristina Millet e Ing., Agr. Griselda Carñel.

Metodología

Para alcanzar el objetivo se elaboró un estado de la cuestión realizando un relevamiento, clasificación y análisis de la bibliografía seleccionada con la finalidad de precisar en primer lugar, las etapas de evolución productiva en los diferentes contextos políticos, sociales, históricos del país.

En segundo lugar, se identificaron los circuitos que facilitaron la fluidez y el afianzamiento de su identidad productiva, desde su inicio como región.

Resultados y discusión

La historia productiva de la región Centro

La región Centro tiene su origen en un tratado de integración regional interprovincial. Su base es la estructura geográfica-productiva de la tradicional región pampeana, como podemos ver en la figura 1:

Figura 1. Región Centro y Región pampeana. Las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba conforman la Región Centro

Fuente: adaptado de Región Centro. Importancia económica. Bolsa de Comercio de Rosario.

Finalizando el siglo XIX, en la conocida región pampeana se comenzó a incorporar pasturas artificiales como el trigo, maíz, lino, con el propósito de mejorar la calidad de las carnes para las exportaciones. A esta situación inicial se le sumó la disponibilidad de mano obra nacional y extranjera que, junto a los precios en beneficio de los granos, facilitaron el avance de la agricultura. Con el tiempo, se fue conformando la actividad-agrícola ganadera como identidad de la región pampeana, a la vez que continuó mejorando la productividad con la incorporación de tecnología.

Entre la década del 50 y hasta aproximadamente la década del 90, la actividad agrícola tomó relevancia en detrimento de la ganadería. Los hechos que contribuyeron a esta situación fueron el precio favorable de los granos que, a partir de 1970, incentivaron el aumento de la producción iniciando un periodo de agriculturización en la región pampeana que se mantuvo hasta 1990. El trigo, maíz, sorgo granífero, girasol, soja y lino han representado el 80 % de la producción del país, desde mitad de la década del 50. En los años que siguieron, la producción de granos continuó en aumento de casi 9 a 45 millones de toneladas (Pizarro, 2003)

Durante la década del 90, un nuevo contexto de alcance mundial como fue el comienzo de la globalización tuvo resonancia en la región pampeana, exponiendo hechos tales como la reforma del Estado, eliminación de las retenciones a la exportación, convertibilidad, cambios en la competitividad de la producción agropecuaria, importación sin gravámenes de agroquímicos, entre otros.

Estos hechos, junto con la incorporación de biotecnología, la informática, la ingeniería genética no solo fomentaron la producción de la región pampeana, sino que, además, nuevos actores como las empresas privadas u organismos públicos interactuaron con mayor asiduidad en el campo. La intervención de estos actores mejoró aún más las prácticas, precisando los sistemas productivos y manteniendo el equilibrio con los recursos naturales (Pizarro, 2003).

Ante el avance de la globalización, Argentina no se mantuvo al margen, por el contrario, además de estas incorporaciones paralelamente comenzó con la integración de sus espacios al nuevo orden de competitividad internacional con la finalidad de intensificar el comercio.

La Región Centro como figura jurídica Sobre las perspectivas de una globalización como proceso unificador de lo económico, lo social y espacial, la integración se presentó como una alternativa para reconfigurar el espacio en regiones jurídicas, como es el caso de la Región Centro en Argentina.

Constituida como figura jurídica en una escala subnacional a partir de la incorporación en 1994 del artículo 124, en la reforma de la Constitución. Las tres provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba quedan facultadas para constituirse como región con el fin de impulsar la economía, sin que se trate de un nuevo nivel de gobierno (Domingo y Moscariello, 2005).

Ahora, de la Región Centro procede la mayor parte de la producción e industrialización de alimentos. La industria aceitera y el complejo oleaginoso son dos eslabones de importancia para la obtención de aceites crudos, refinados, pellets y biodiesel. La soja en primer lugar y el girasol en segundo lugar son los principales cultivos.

El complejo industrial oleaginoso del gran Rosario tiene importancia a nivel mundial por la cantidad de fábricas y la capacidad de producción. El 78 % del total de las exportaciones de origen agropecuario proceden del complejo oleaginoso. Durante el año 2016 por el puerto Rosario (principal exportador internacional sojero) se movieron soja y productos derivados de la industrialización de este cultivo como harina, pellets, aceite de soja con destino al exterior. En el siguiente año 2017, las Empresas transnacionales como Aceitera General Deheza, Cargill, Dreyfus, Bunge-Argentina, Vicentin, Molinos desarrollaron su actividad en el comercio de aceites, harinas y granos llegando la actividad industrial a 179 000 t/días (Calzada y Frattini, 2017).

Según la Bolsa de Comercio de Santa Fe (BCSF) en su informe especial del año 2019, afirma que la actividad agropecuaria dinamiza la

Región Centro y ubica en segundo lugar la actividad ganadera. La producción para el año 2017/2018, obtuvo valores altos para el maíz, (20 180 735 t) la soja (18 953 491 t) y el trigo (8 571 966 t).

La producción tiene como destino la Unión Europea, Mercosur, Asociación de naciones del sudeste asiático (ASEAN) Magreb,4 Egipto, China y Medio Oriente. Las exportaciones de Córdoba fueron de 7876 millones de dólares. Santa Fe, exportó 13 622 millones de dólares y la provincia de Entre Ríos un total de 1169 millones de dólares (Bolsa de Comercio de Santa Fe [BCSF], 2019).

Por otra parte, la provincia de Santa Fe produce el 99 % de lentejas de la superficie nacional y la zona centro-sur de Santa Fe y Córdoba se destaca en la producción de garbanzo y arvejas.

La provincia de Entre Ríos además de incentivar la producción de arvejas en el sureste, es exportadora de cítricos. Concentra el 42 % de la producción nacional de naranjas y mandarinas, complementada con el desarrollo de la industria de jugos cítricos. En la misma provincia también se produce limones (1,7 millones de toneladas, en 2016) el 40 % de arándanos (Calzada, Frattini, 2017).

Infraestructuras

La Región Centro dispone de vías fluviales, ferroviarias, autopistas, transporte de camiones y estructura portuaria por dónde movilizar la producción. La Hidrovía Paraguay- Paraná con una longitud de 3442 km, se inicia en Brasil (Puerto Cáceres) hasta Uruguay (Nueva Palmira), conectando los países de Argentina, Bolivia (por medio del canal de Tamengo), Brasil, Uruguay y Paraguay. Este sistema fluvial tiene una importancia estratégica para la Región Centro ya que, la mayor parte de su producción exportada al exterior lo hace a través de este medio.

Sobre la Hidrovía Paraguay-Paraná, se asienta el sistema portuario (estaciones fluviales) tales como Puerto Rosario, Puerto Villa Constitución, Puerto Santa Fe y Puerto Reconquista, del lado de la provincia de Santa fe, dependientes de la provincia y administradas por entes público. En el lado entrerriano están localizadas las estaciones fluviales de Puerto Diamante, sobre el río Paraná, Puerto Ibicuy sobre el

río Paraná-Ibicuy y Puerto Concepción del Uruguay, sobre el río Uruguay.

En referencia al puerto Santa Fe, si bien puede operar con buques oceánicos, aun no tiene el suficiente dragado para competir, limitando los embarques de productos de granos, arroz o cítricos (Acoroni y Calzada, 2005; Sesé y Calzada, 2015).

En el puerto de Rosario, el movimiento de la producción se articula con transportes de carga ferroviario y camiones para la circular por el túnel subfluvial Paraná -Santa Fe, autopista de Rosario- Córdoba, autopista Rosario-Santa Fe, ruta nacional A012, ruta nacional 11, ruta nacional n.° 34. Esta última, se inicia en Rosario unificando las provincias de Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy y Salta con una extensión de aproximadamente 1488 km. El puente RosarioVictoria, es otra de las vías por donde es movilizada la producción. Una de las finalidades es el intercambio y la integración regional propiciando el enlace vial con el corredor bioceánico y, además, como otra alternativa a las conexiones de Zarate Brazo Largo y Túnel subfluvial Paraná-Santa Fe.

En la década del 90, concordando con el contexto global, comenzó la privatización de los ferrocarriles de carga como el ferrocarril ex Roca, hoy Ferrosur Roca, el ex ferrocarril Rosario puerto Belgrano, hoy Ferroexpreso pampeano S. A. (FEPSA), ex Mitre, hoy Nuevo Central Argentino, el ex San Martin, hoy Buenos Aires al Pacífico, y el ferrocarril ex Urquiza, hoy ferrocarril mesopotámico.

En el 2013 se creó Belgrano Cargas y Logística S. A. (BCYL S.A). La resolución que inició esta creación tiene la intención de agrupar en esta empresa la Línea Urquiza, Belgrano y la Línea San Martín. A partir del 2013, la empresa tomó como nombre trenes argentinos carga (Acoroni y Calzada, 2005).

Este complejo ferrovial es otro eslabón del circuito de circulación por el cual la producción de la Región Centro es movilizada desde el interior hacia el puerto para su destino en el exterior.

La integración, una estrategia en la Región Centro

El inicio de la globalización en la década del 90 trajo consigo la inserción de Argentina a un escenario internacional, juntamente con

una sucesión de hechos como la hiperinflación, el modelo de acumulación, redefinición del rol del Estado, descentralización entre otros. Durante el proceso de descentralización, el Estado minimizó su intervención delegando funciones, responsabilidades, gastos a las provincias o a los municipios. En este orden, muchas decisiones que antes eran tomadas por el Estado pasaron a manos del mercado. El Estado se limitó a subsidiar, asesorar o asistir a quienes fueron quedando marginados del sistema. Frente a este nuevo escenario redefinidas las funciones y roles tradicionales del Estado, las políticas públicas comenzaron a implementarse para atenuar los impactos del nuevo orden. Se generaron prácticas basadas en vínculos entre las instituciones y la población beneficiada (aquellos que reciben esas políticas) con la finalidad de ser incluidos al sistema de desarrollo (Lattuada et ál., 2006).

La integración interprovincial fue otro aspecto que se introdujo con la globalización como una estrategia de poder pues, la población regional, tanto como sus recursos, sus vínculos se controlan, se dominan y, como dice Raffestin (1993), la población es el origen del poder al dinamizar las acciones sobre el espacio, mientras que los recursos constituyen los límites de esas acciones (Raffestin,1993).

La Región Centro cuenta con una estructura social y productiva heredada de la región pampeana que le dio identidad nacional y el poder que hoy concentra, es visible a través de la infraestructura de circulación (transferencia de personas y bienes) y comunicación (o transferencia de información) que le dan fluidez o dinamismo por la acción e intervención de los agentes quienes controlan y gestionan dicha movilidad.

Conclusiones

La historia de la actividad agropecuaria de la región pampeana, valida la identidad productiva de la Región Centro. La producción agrícola en primer lugar y, la ganadera, en segundo lugar, son dos actividades de relevancia por la superficie que han ocupado, el volumen de producción, su continuidad y aporte tanto al mercado interno como a

las exportaciones. Este patrón de concentración productiva que sostuvo la región pampeana fue la antesala de la Región Centro.

En el marco de procesos de internacionalización iniciados en la década del 90, la tecnología y las comunicaciones unificaron el mercado mundial facilitando la expansión de empresas transnacionales y, paralelo a ella, el sistema financiero. Los Estados que se fueron globalizando, reorganizaron el espacio interior acorde con las nuevas pautas vinculadas con la economía y la política. La integración y la Región Centro fueron una respuesta a la globalización.

Actualmente, la Región Centro tiene una historia de creación, una estructura productiva y dinámica social que le otorga su propia fuerza de negociación a escala subnacional frente al Estado.

La identidad regional que históricamente se fue construyendo dentro de los límites de la región pampeana articula en esta ocasión con el poder de posicionarse estratégicamente con el sistema global, con el fin de reforzar posiciones relativas en relación con la acumulación y difusión del poder.

Referencias

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1 El presente trabajo es parte de un proyecto de investigación que se enmarca en el proyecto CAI+D, Res. C.S. Nª 19 2020, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral, Argentina.

2 Universidad Nacional del Litoral, Argentina. Correo electrónico: gmugica@fhuc.unl.edu.ar

3 Universidad Nacional del Litoral, Argentina. Correo electrónico: herbetta@fca.unl.edu.ar

4 El Magreb es la región de África del Norte comprende los países de Mauritania, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia.

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