La novela del encanto de la interioridad. Literatura, filosofía, psicoanálisis

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Fruto de su revuelta, de su lectura crítica de la sociología de la novela, Hélène Pouliquen considera en este ensayo teórico la existencia de un tipo novelesco menos escéptico que los planteados por Georg Lukács en su Teoría de la novela. Por eso, desde una perspectiva transdisciplinar en la que convergen la historia, la filosofía y el psicoanálisis, presenta una nueva visión de la novela, conectada con la experiencia positiva del ser humano, amenazada ciertamente por el dolor y la negatividad y, sin embargo, caracterizada por la posibilidad real que tiene cada persona de “asumir el fracaso, levantar cabeza, abrir nuevas vías”, para “rehacer sin cesar su apuesta de amar-matar”, como dice Julia Kristeva.

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Hélène Pouliquen

Hélène Pouliquen

La novela del encanto de la interioridad

En busca del tiempo perdido (y especialmente El tiempo recobrado), de Marcel Proust, El encanto de Lol V. Stein, de Marguerite Duras, El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez e, incluso, Los caballitos del diablo, de Tomás González, pueden ser leídas como novelas del encanto de la interioridad. Este es un concepto estético, cuya valoración del mundo —sin ser ingenua o complaciente con el malestar de nuestro presente— se caracteriza por la creencia en que el ser humano puede ser feliz, que es la promesa más ambiciosa de la modernidad. El héroe de esta clase de novela emerge triunfante, aunque sea por un momento, cuando halla en su interioridad verdades que le permiten gozar de la experiencia de la dicha y la plenitud.

Hélène Pouliquen

Licenciada en Lenguas y Literaturas Francesa e Inglesa de la Universidad de La Sorbona (Francia). Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Paul Valéry de Montpellier (Francia). Entre 1966 y 1993, fue profesora de tiempo completo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Fue cofundadora del Departamento de Literatura de esta universidad y, entre 1986 y 1989, se desempeñó como su directora. Además, ha sido profesora de diversas maestrías en la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Industrial de Santander, la Universidad del Atlántico, la Universidad de Cartagena y el Instituto Caro y Cuervo, donde lidera la línea en investigación en Estética Sociológica. Sus publicaciones incluyen artículos, capítulos y libros sobre la teoría y el análisis sociocríticos, la poética sociológica, el campo de la novela en Colombia y la obra de mujeres escritoras y críticas sobresalientes.

Fotografía de cubierta: fragmento de “El éxtasis de santa Teresa Gianlorenzo Bernini (1652). Transepto occidental de Santa Maria della Vittoria (siglo XVII) Roma”, fotografía de Roland Fischer, Dnalor_01, Wikimedia Commons, CC-BY-SA 3.0.


L a n ov e l a de l e ncanto de l a i n t e ri ori dad


L a n ov e l a de l e ncanto de l a i n t e ri ori dad Literatura, filosofía, psicoanálisis

Hélène Pouliquen ◉


Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Instituto Caro y Cuervo © Hélène Pouliquen

Corrección de estilo Ruth Romero

Primera edición: Bogotá, D. C., octubre de 2018 ISBN: 978-958-781-246-6 Número de ejemplares: 400 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia

Diseño de cubierta y diagramación Diana Murcia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 1301 Edificio Lutaima Teléfono 3208320 ext. 4752 editorialpuj@javeriana.edu.co www.javeriana.edu.co/editorial Bogotá, Colombia

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Cuidado del texto Marcel Roa

Impresión Javegraf

MIEMBRO DE LA

ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA

RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL www.ausjal.org

Pouliquen, Hélène, autora La novela del encanto de la interioridad : literatura, filosofía, psicoanálisis / Hélène Pouliquen. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Caro y Cuervo, 2018. 168 páginas; 24 cm Incluye referencias bibliográficas (páginas 163-167) ISBN : 978-958-781-246-6 1. Estética literaria. 2. Teoría literaria. 3. Psicoanálisis y literatura. 4. Novela colombiana – Historia y crítica. 5. Novela francesa – Historia y crítica. 6. Novela inglesa – Historia y crítica. 7. Filosofía de la literatura. I. Pontificia Universidad Javeriana. CDD 801.93 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J __________________________________________________________________________ inp 01/08/2018 Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.


A mis discípulos Marcel Roa, Iván Padilla, Diana Diaconu, Paula Altafulla, Alejandro Martínez, Oscar Alfonso, Juan Sierra, Julio César Mazo, Felipe Gutiérrez, Mónica Lázaro de la Hoz, Jeffrey Browitt, Paula Marín, Diego Ruiz, Emilia Vásquez, Judith Bayona, Alejandro Gómez, Peter Rondón, Choo y muchos otros que, prácticamente, me obligaron a dar forma a este libro. Con todo cariño. A mis padres, France y François. Al profesor Pierre Marty, psicoanalista


Ayez peu de commerce avec les jeunes gens et les personnes du monde… Ne désirez point de paraître devant les grands. Tom á s de K e m pis , Imitación de Jesucristo (Epígrafe de Marcel Proust a su relato Violante o la mundanidad)

Mais on ne trouve le bonheur qu’à faire ce qu’on aime avec les tendances profondes de son âme. M a rc e l P rous t, Los placeres y los días


§. C ontenid o

proemio 15 Graciela Maglia Presentación 17 Marcel Roa Prefacio 23 I. El erotismo y el amor como principales fuerzas generadoras de la novela del encanto de la interioridad Middlemarch, de George Eliot: novela femenil y del encanto

29 34

La axiología burguesa en Candide o el optimismo, de Voltaire 39 Los momentos perfectos en El tiempo recobrado, de Marcel Proust

41

Una nueva definición del erotismo: “gozar del deseo”

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II. La necesidad de una escucha psicoanalítica del texto literario

51

“El deseo es el deseo del otro”: la mediación en lo íntimo y en lo social

51

Para una lectura flotante del texto literario. El texto como tejido, como cruce de superficies textuales (Mijaíl Bajtín)

54

¿Es la “catástrofe” del Edipo (Sigmund Freud), la renuncia al deseo, evitable?

59


La literatura que no renuncia a la expresión del deseo a través de la palabra

64

La fantasía como guion, patrón a la vez colectivo y particular, organizador de la experiencia del individuo y de la experiencia de vida (la novela)

72

La superación de la “incompatibilidad entre el deseo y la palabra” (Jacques Lacan) en la novela del cuerpo de Marguerite Duras

74

La articulación de lo político (lo sociohistórico) con la experiencia íntima, con el fantasma

82

III. El concepto de E di p o-prim a de Julia Kristeva: origen de la particularidad, de la revuelta y del encanto de la interioridad

95

Posible designación del origen íntimo de la novela del encanto de la interioridad en el Edipo-prima conceptualizado por Julia Kristeva

100

Más allá de Freud: El Edipo-prima (femenil) como posición marcada por la plenitud y el kairós

104

La resolución favorable del Edipo-bis en la mujer

121

Freu d : ¿Qué quiere la mujer? L acan: ¡Que lo diga! Las respuestas de Kristeva y Duras sobre el goce femenino

124

Mantener viva el alma, a pesar de múltiples escollos (Kristeva) 128 Una definición, a partir de la novela de síntesis (entre el idealismo y el realismo), de la novela del encanto de la interioridad

139


IV. Precisiones acerca del encanto de la interioridad y de algunas de sus figuras en la novela moderna

143

Del fenómeno histórico del encantamiento a la experiencia literaria del encanto

144

El encanto en las novelas de Marguerite Duras, Gabriel García Márquez y Tomás González

152

Referencias 163


Proemio

Hélène Pouliquen inicia este libro con una cita de Los placeres y los días, del joven Proust —título alusivo a Los trabajos y los días, de Hesíodo— que sutilmente pone en escena el contrapunto deber-placer, inmortalizado por Virgilio en dos de sus principales obras: las Bucólicas, en donde sostiene que “el amor todo lo vence” (omnia vincit amor, Buc. X, 69), y las Geórgicas, con la propuesta de la madurez: “El trabajo todo lo vence” (labor omnia vincit, Geórg. I, 144-145). La reflexión que desarrolla la autora sobre el encanto de la interioridad conecta primordialmente la novela con el erotismo y el amor, con el principio de placer, que requiere tanto del deseo del alma como del ocio de los días, metonimia del tiempo, para hacer su aparición (frente a los imperativos del deber, el negocio y la obligación). De esta manera, nos atrae hacia una deriva inédita en los estudios literarios, especialmente gracias a “una escucha psicoanalítica del texto literario” ante la nueva axiología de la ética individual, de los valores interiores que permite la modernidad, según explicó el teórico rumano Thomas Pavel al comienzo del segundo milenio. En la danza semántica en torno al encanto, comprobamos nuevas filiaciones entre palabra y deseo: scholé, ‘escuela’ en griego, significaba ‘juego’, ‘lugar de solaz’, y studium, ‘estudio’ en latín, expresaba ‘deseo’, ‘entusiasmo’, ‘celo’, ‘pasión por algo’. Podríamos entonces extender la significación de encanto, más allá del éxtasis amoroso o místico, y asociarlo al ardiente deseo intelectual, el amor intellectualis rei que traía a colación Pierre Bourdieu en Las reglas del arte. Esta reflexión sobre el encantamiento de la interioridad y el refugio interior como sitio en donde es posible “una plenitud afectiva no amenazada” y “una circulación del sentido garantizada”, aunque autocentrada, enfrenta de manera sorprendente y bien fundamentada los preceptos vigentes para la educación, del latín duco, ‘conducir hacia’ (hacia los valores del código vigente), antípoda de ‘conducir desde’ (desde el deseo) y de la pedagogía (del griego pais, ‘niño’, y agein, ‘conducir, guiar’). Así las cosas, nuestro aprendizaje parece haberse regido históricamente por un deber ser programado de manera externa al sujeto, quien se somete a él, a la vez que somete secretamente su pasión. La aproximación a la literatura que abre la tesis del encanto de la interioridad en la novela propuesta por Pouliquen, lejos de los análisis reduccionistas, formalistas, biográficos o retóricos, “logra la superación de la incompatibilidad entre el deseo y la palabra” y permite reconocer y cualificar “un

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La novela del encanto de la interioridad

nuevo pacto simbólico” entre el individuo y el mundo, a la vez que introduce un replanteamiento no solo del concepto de literatura y de la labor crítica, sino de varios campos del conocimiento y de la expresión artística actuales. Para quienes hemos compartido las navegaciones del espíritu y de la letra con Hélène y hemos asistido a la renovación continua de su discurso en torno a la obra artística verbal, este libro largamente esperado representa sin duda un kairós, el momento propicio, el llamado decisivo, el tiempo oportuno. Gr ac i e l a M agl i a Instituto Caro y Cuervo Bogotá, 25 de julio de 2018

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Prese ntación

A la maestra Hélène Pouliquen se la suele reconocer por haber introducido la sociocrítica en el campo de los estudios literarios en Colombia. Ciertamente, sus alumnos podemos encontrar su impronta sociológica en nuestra formación, pues ella, en todos sus cursos, ha presentado los aportes de Georg Lukács, Mijaíl Bajtín, Jan Mukařovský, Lucien Goldmann, Theodor W. Adorno, Julia Kristeva y Pierre Bourdieu a partir de una misma convicción: que entre el texto literario y la cultura que lo produce hay una relación (negativa o no) que el crítico debe describir, comprender y explicar. Varias de sus publicaciones de las décadas del ochenta y del noventa confirman esta idea, como se puede ver, por ejemplo, en la dirección del dossier sobre sociología de la literatura de la revista Argumentos (1985), editada por el filósofo Rubén Jaramillo Vélez —dossier en el que, entre sus muchos aportes, ella presentó por primera vez al público hispanohablante la vida y obra de Bajtín—, o en la publicación de sus cuadernos de trabajo, titulados Teoría y análisis sociocrítico (1992) y Para una poética sociológica (1995). A tal punto ha llegado su reconocimiento en el campo de la sociocrítica que, el 24 de octubre de 2001, invitada por Edmond Cros —antiguo profesor suyo y fundador del Centro de Estudios de Investigaciones Sociocríticas de la Universidad de Montpellier (Francia)—, leyó la conferencia inaugural del VIII Congreso Internacional de Sociocrítica en Salta (Argentina). Sin embargo, no todos sus estudiantes ni sus colegas estarían seguros de poder señalar que, desde cuando estudiaba su licenciatura en Letras Modernas (lenguas y literaturas francesa e inglesa) en la Universidad de La Sorbona (Francia) y hasta hoy, la maestra Hélène ha estado en permanente diálogo con el psicoanálisis como una teoría de la cultura. Si bien en su juventud estuvo durante un par de años en análisis con Pierre Marty —prestigioso psicoanalista francés, cofundador, junto con Michel Fain, del Instituto de Psicosomática de París—, la maestra ha incorporado el psicoanálisis a su ejercicio académico no para probar la capacidad que tiene de “descifrar las fantasías de los artistas”, sino para mostrar que sus obras dan “testimonio de una racionalidad de la ‘fantasía’” (Rancière [2001] 2005, 8). Sin embargo, la resistencia al psicoanálisis en Colombia hizo que sus cátedras y sus trabajos versaran casi siempre sobre sociología de la literatura y sociocrítica. Aun así, para ella, las reflexiones de Sigmund Freud, de Jacques Lacan, de Melanie Klein y de Julia Kristeva —caso genial, ya que como psicoanalista y teórica

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de la literatura ha aprovechado transdisciplinariamente el carácter litigioso del inconsciente, tal y como Rancière lo propone— han inspirado, desde otra orilla, y sumadas a las de los teóricos de la literatura arriba nombrados y de algunos filósofos, esta nueva propuesta de revuelta que ha denominado La novela del encanto de la interioridad. Este libro que hoy tengo el gusto de presentar es el resultado de la experiencia vital de mi maestra, que, a pesar de sus (des)encuentros con Tánatos, se ha caracterizado por su plenitud. Ella, como dice uno de los epígrafes de este libro, ha demostrado con su propia vida, como mujer, como crítica literaria y como maestra de literatura, que la felicidad solo se encuentra “haciendo lo que lo que se quiere con las tendencias profundas de su alma”. Por eso, no debe extrañar que el concepto que da título a este libro pueda rastrearse en distintas etapas de su obra. Por ejemplo, en 1985, cuando explica el concepto de deseo en “Argumentos para una historia de la sociología de la novela” o, más recientemente, en su breve ensayo sobre Dos genios femeninos: Simone de Beauvoir y Julia Kristeva. Literatura y libertad (2009), en el que se ocupa no solo del genio femenino, sino de la necesidad de plantear el psicoanálisis como revuelta. Sin embargo, solo hasta hoy la maestra ha decidido presentar al público una propuesta teórica, completa, que describe, comprende y explica una novela caracterizada por representar una existencia que “cree sin creer creyendo” en la dicha auténtica como una experiencia posible. Para describir esta toma de posición en la novela, la maestra se inspira en los conceptos de sentimiento oceánico, planteado por Freud para explicar el placer intenso de los niños y los místicos; de sinthome, descrito por Lacan en la obra de James Joyce como un goce redentor, y de kairós que Kristeva observa en las niñas y en los niños que hallan, de nuevo, creyendo sin creer, una salida provechosa del Edipo propuesto por Freud como catastrófico. También alimentan su reflexión los textos de Alain Badiou y André ComteSponville sobre el amor y el erotismo. A través del encanto, la maestra define una axiología, cuyo surgimiento fue posible gracias al proceso histórico central de la modernidad descrito por Thomas Pavel en El pensamiento de la novela ([2003] 2005), en el que cada uno de los seres humanos encuentra en su interior un sistema de valores particular e independiente que le permite vivir a su manera; una ética dictada por sus ideales propios que actúa sin que medie la moral (religiosa o tradicional); en definitiva, un proceso que consiste en la interiorización del ideal o en el encantamiento de la interioridad: “Buscar la perfección de la norma en el secreto de su interioridad” (131). Aquí el lector puede advertir

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Presentación

una semejanza entre los conceptos de Pavel y Pouliquen. Sin embargo, puedo asegurar que tal semejanza no homologa de ninguna manera los sentidos particulares ni los terrenos de cada concepto: el encantamiento de la interioridad (l’enchantement de l’intériorité, en francés) es una noción histórica que remite a los ideales que la filosofía de la Revolución francesa puso en el horizonte de la existencia del ser humano; en cambio, el encanto es un concepto estético que sintetiza una axiología, una valoración del mundo, legible no solo en novelas, sino en distintas obras artísticas. Para zanjar de momento tal diferencia, quisiera evocar una de las muchas novelas que inspiraron a mi maestra y cuya incidencia en la designación de su concepto es determinante (mucho más, creo, que el libro de Pavel). Me refiero a Le ravissement de Lol V. Stein, de Marguerite Duras, publicada en 1964. La escritora española Ana María Moix tradujo en 1987 esta obra como El arrebato de Lol V. Stein, pero, de acuerdo con la maestra, dicho título no conviene, pues lo que se presencia en la novela, como fenómeno central, es el encanto de Lol V. Stein. El cambio en la traducción obedece a que la palabra ravissement tiene varios sentidos: el de encanto, como deleite o plenitud intensa, el de arrebato o rapto violento y el de éxtasis místico o amoroso. Todos estos sentidos aparecen de alguna manera representados en sus personajes o en ciertas circunstancias en la novela. Sin embargo, el encanto predomina, pues con él se pueden describir, primero, la reacción que provocó en Lol, la protagonista, el rapto de su novio, Michael Richardson, por la encantadora y madura Anne-Marie Stretter; y, segundo, la repetición de tal vivencia, diez años después, pero protagonizada esta vez por Lol, como la mujer que arrebata a Jacques Hold, el amante de su amiga Tatiana Karl. Ajena a toda venganza y sufrimiento, al furor de las penas amorosas juveniles —y que en el Werther de Goethe llevan al suicidio—, la vivencia del rapto del amante provoca en Lol y en los amantes arrebatados una transformación sin violencia que los lleva, en un instante, a la plénitude de la maturité (Duras 1964, 17), en la que gozan del encanto al que ya ha accedido Anne-Marie. La plenitud de la madurez es una experiencia femenil —posible en cualquier ser humano, independientemente de su género biológico, pues está determinada por su valoración del mundo— que aparece no solo en El encanto de Lol V. Stein, sino también en El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, o en Los caballitos del diablo, de Tomás González, entre un sinfín de novelas y obras artísticas de distintas latitudes y momentos de la modernidad. Dicha madurez no reniega de forma escéptica del ideal, sino que confía, sin creer creyendo, en él: confía en la posibilidad que tiene el ser humano de ser feliz y bueno, a pesar de la proverbial maldad del mundo,

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La novela del encanto de la interioridad

de su ruido y de la inevitable pérdida de las ilusiones que conlleva el paso del tiempo en el yo. Por eso, tal madurez le permite al sujeto emerger positivamente de distintas experiencias difíciles o límites, transformado, como le sucede, por ejemplo, al héroe de El tiempo recobrado, de Marcel Proust: tras la angustia que le provoca el fracaso de su propia vida como escritor y el repudio que le genera la corrupción de su mundo, de pronto experimenta una serie de momentos perfectos que es capaz de motivar la escritura de su obra y de quebrar, aunque sea por un instante, el ritmo del reloj, de la ley, en una apuesta ganada, por fin, al ávido jugador que es el Tiempo, como diría Baudelaire. Considerar y ahondar hoy en una posición como la descrita, así como lo ha hecho mi maestra en este libro, puede parecerles a los críticos más irónicos, a los más tánicos y sardónicos, un ejercicio pintoresco e incluso anacrónico, pues remite de varias maneras a la metafísica Teoría de la novela, del joven Lukács. Pero el objetivo de la maestra no ha sido nunca completar —esto es, reformar— la teoría del esteta húngaro, sino inspirarse en ella para hacerla estallar desde adentro: en un ejercicio revolucionario, de revuelta, su propuesta deja de lado la definición de la novela como género y se ocupa de una posición axiológica; se aparta del esquematismo y la abstracción que apenaban al Lukács maduro de su obra de juventud con una lectura detallada de las novelas que encarnan dicha posición, y, sobre todo, plantea ya no una madurez viril —producto de que a sus héroes se les niegue la posibilidad de creer para siempre en sus ideales—, sino femenil, es decir, que cree (sin ser ingenua, idílica o complaciente) en la promesa más ambiciosa (y valiosa) de la modernidad: que el ser humano, aunque sea por un instante, puede ser feliz en este mundo. De todas formas, tanto en este libro de mi maestra como en el de Lukács puede hallarse, sin duda, un mismo detonador: el carácter genuino de las vivencias que condicionaron su escritura. Si Teoría de la novela “ha nacido en un estado de ánimo de desesperación permanente” ([1962] 1985, 282), producto del estallido de la Gran Guerra, la génesis de La novela del encanto de la interioridad se encuentra en la confianza en que una vida tranquila —esto es, joven y alegre, sencilla, despreocupada por las habladurías, que no desea el reconocimiento de los grandes (como dice el primero de los epígrafes de este libro), que es rica en experiencias profundas y frescas y que, aunque consciente de la miseria del mundo, supera la desesperación— puede permitirnos “asumir el fracaso, volver a levantar la cabeza, abrir nuevas vías”, para rehacer sin cesar nuestra “apuesta de amar-matar” (Kristeva [1996] 1998, 140).

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Presentación

De eso se ocupan todas las novelas del encanto: no del impasse, sino de la encrucijada, de la posibilidad de un camino. Se trata de una forma auténtica, original y sugestiva de entender la literatura y el arte en la cultura; de conectar la producción artística con la reflexión del psicoanálisis y, sobre todo, de dar rienda suelta a Eros en un campo que, a veces, parece estar condenado a la repetición de los lugares comunes. Como uno de sus primeros lectores —y, también, como el alumno prendado de su maestra y el editor que la admira—, puedo decir que así como el carácter destructivo de Walter Benjamin “hace escombros de lo existente, y no por los escombros mismos, sino por el camino que pasa a través de ellos” ([1931] 1982, 161), este libro nos presenta hoy a todos sus lectores la necesidad de insertar en la teoría literaria actual la posibilidad real de la plenitud, del encanto de la interioridad, para hallar una nueva senda. Marcel Roa Instituto Caro y Cuervo Bogotá, 29 de mayo de 2018

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Prefacio

El libro que tienes entre tus manos, querido lector, como diría Michel de Montaigne, tiene como su más lejana fuente sus Ensayos, adoración de mi adolescencia, escasa de otros placeres, encerrada como estaba entre las paredes de la Escuela Normal Primaria de Quimper, en mi Bretaña natal. Allí, en una formación para ser maestra, recibí un adiestramiento científico que me asfixiaba. Mi único alivio era la gimnasia sueca, bajo la dirección de una maestra encantadora, de la cual estaba platónicamente enamorada. Me escapé de esta cárcel ganando sucesivos concursos que me llevaron de Brest a Rennes y, finalmente, a La Sorbona, en París. Pero allí los cursos, que se ofrecían hasta para quinientos estudiantes o más, podían ser increíblemente monótonos (un profesor leía su futuro libro) y aburridos. Afortunadamente, me gané una buena beca (equivalente al sueldo de un profesor joven de secundaria) y el barrio Latino, alrededor de La Sorbona, estaba lleno de librerías (en donde pronto encontré dos libros de Lucien Goldmann, judío rumano de izquierda, perseguido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial) y de pequeños locales de cine arte. Evadiendo los cursos aburridos (no era la única, estamos entre 1960 y 1965 y Mayo del 68 se perfilaba en el horizonte) aprovechaba Le Dieu caché (traducido al español como El hombre y lo absoluto), el primer gran libro de Goldmann disponible desde 1958, y Para una sociología de la novela (1964), para empezar mi verdadera formación. Los libros de Goldmann me enseñaron a profundizar en la relación literatura-sociedad, a buscar en las obras de Racine y de Pascal (siglo x v i i francés) una visión de mundo trágica, a perseguir en cada obra una estructura significativa particular. En cuanto a su trabajo sobre la novela (Para una sociología de la novela), pude apreciar un movimiento en su conceptualización, ponerme en contacto con Teoría de la novela del joven Lukács (así como con su obra anterior El alma y las formas) y entender mejor esta obra imprescindible si bien compleja y metafísica. Me pareció notorio y significativo que fuera el periodo premarxista de Lukács el que interesara a Goldmann. Además, porque esto me dio argumentos para cuestionar, luego, a enemigos furibundos del generoso intelectual que me había conquistado, en particular, a Julia Kristeva. Ella, a la vez que introducía en el panorama del enfoque, gracias a su conocimiento del ruso, la figura estelar de Bajtín, me pareció siempre muy injusta con Goldmann.

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La novela del encanto de la interioridad

En un texto reciente publicado en la revista La Palabra, de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, titulado “De la sociología de la literatura a la sociocrítica y a la estética sociológica” (Pouliquen 2017), creo haber logrado una representación más equilibrada de la evolución de la disciplina. Sin embargo, me permito acá lamentar las acusaciones grotescas que Kristeva ha tenido que soportar recientemente, injustamente también, e invitarlos a disfrutar de aproximaciones justas y equilibradas en un texto escrito a cuatro manos con su pareja desde 1967, el también escritor francés Philippe Sollers, titulado Del matrimonio como una de las bellas artes (2015). Hay, en este texto, varias definiciones del amor en relación con el sexo, la felicidad y la plenitud, y un acercamiento a la comprensión de por qué un hombre y una mujer, muy diferentes desde todo punto de vista, siguen casados desde hace cincuenta años y lo disfrutan. Pero volvamos a mi París que, si bien no es tan mágico como el de Woody Allen en París a medianoche, despierta en mí hoy una nostalgia que me devuelve a las tardes de cine en el barrio Latino, donde disfrutaba de las películas recientemente estrenadas de Antonioni, Losey y Bergman. Allí también, en estas deliciosas vivencias, completadas en pastelerías vienesas, se encuentra otra raíz de mi largamente alimentada convicción de un encanto en la novela, pero también en el cine y hasta en el matrimonio considerado como una de las bellas artes. Encanto que, por supuesto, tiene más de una cara y se alimenta no solo de amor, curiosidad y deseo de saber, sino también de su contrario: el hastío, por ejemplo. Así que, cuando aparece en la puerta de mi apartamento un mensajero de Air France con un tiquete París-Bogotá y una rosa roja, a pesar de haber visto un libro con la imagen de un bus colombiano de la época de La Violencia, con el maletero repleto de cabezas cortadas —que mi madre había conseguido no sé dónde para desalentarme de venir a Colombia—, aterricé en El Dorado un día de julio de 1965. Estaba intacta mi convicción del encanto y se fortaleció con una Bogotá que, si bien era provinciana, fue muy generosa con la francesita recién desembarcada en un medio de arquitectos y sus bellas casas renovadas de La Candelaria; con uno que otro pintor decidido a conquistarla y a ofrecerle otro matrimonio (¡qué manía!). Fin de la historia (por el momento, pues faltan cincuenta años más). En la raíz de una convicción alimentada por las vivencias evocadas hasta aquí y dependiente de las circunstancias planteadas hay evidentemente una disposición nata a buscar la felicidad y, si es posible, la dicha y la plenitud, que han resistido a vivencias dolorosas: la muerte de mi padre al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando tenía cinco años; la posterior depresión

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Prefacio

de mi madre, sola con tres niños chiquitos (aunque también vi cómo era capaz de no dejarse ir; cómo, cuando murió a los noventa y dos años, después de una larga y provechosa vida, por petición suya fue enterrada junto a mi padre: el amor seguía todavía vivo después de sesenta años). También hubo la experiencia de que si bien la muerte acecha, no siempre vence: tras la Liberación, en 1944, soldados norteamericanos libertadores llegaron al pueblito pacífico donde nací exhibiéndose y regalando chewing gum en enormes camiones militares; y por una imprudencia de la niñita de cuatro años que iba sola y encantada a recoger des noisettes y des myrtilles, un camión le pasó por encima, la arrastró, pero solo le peló las piernas: salió caminando. Y la experiencia de momentos perfectos: frente a la enorme chimenea de piedra de las casas típicas bretonas, en donde ardía un fuego de madera, una niñita de seis o siete años, sentada con los recién nacidos de la gata en las rodillas, se sentía en el paraíso, sola pero protegida, en la casa de sus abuelos. Por supuesto, la neurosis también amenaza y parece empañar la vida. En París, tras haber sido admitida en La Sorbona, tras lograr lo que quería (estaba cursando una licenciatura en Letras Modernas, tras descartar la tentación de la Filosofía), me sentía confusa, a veces desesperada. Mi madre buscó entonces la ayuda de un psicoanalista muy reconocido, y empecé una terapia que duró dos años y que interrumpí para volar a Bogotá, impulsada por la atracción de lo nuevo. Menciono esta experiencia porque pienso que me permitió estar en contacto con mi inconsciente y disfrutar, a mi manera, de lo que Jacques Lacan, en la segunda etapa de su carrera como psicoanalista, indica como el fin del análisis: la coincidencia del paciente con su sinthome, palabra del antiguo francés que no debe ser traducida. La palabra sinthome aparece tardíamente en 1975 en la obra de Lacan, pero antes, en 1963, Lacan afirma que el sinthome (a diferencia del acting out) no necesita interpretación, ya que “no es en sí mismo un llamado al otro, sino un puro goce que no se dirige a nadie”1 (seminario del 23 de enero de 1963). Luke Thurston ([1996] 1997), autor del artículo “Sinthome” del Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, subraya una anticipación de “la transformación radical del pensamiento de Lacan, implícito en este pasaje, de la definición lingüística del síntoma como significante al enunciado”. En el resto del análisis, Thurston pasa al seminario del 18 de febrero de 1975 diciendo: De modo que el síntoma, antes concebido como un mensaje que es posible descifrar con referencia al “inconsciente estructurado

1 A menos que se indique lo contrario, todas las cursivas en las citas son mías.

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La novela del encanto de la interioridad

como un lenguaje” pasa a ser considerado huella de una particular modalidad del goce del sujeto; este cambio culminará con la introducción del término sinthome. El sinthome designa entonces una formulación significativa que está más allá del análisis, un núcleo de goce inmune a la eficacia de lo simbólico. Lejos de pedir alguna “disolución” analítica, el sinthome es lo que “permite vivir” al proporcionar una organización singular del goce. (180)

En este periodo final de la obra de Lacan, sigue Thurston, se establece “el verdadero estatuto del sinthome como inanalizable [...], el sinthome está inevitablemente más allá del sentido”. Thurston señala cómo “Lacan fue un entusiasta lector de James Joyce desde su juventud” y cómo en el Seminario de 1975-1976, la escritura de Joyce es leída como un extenso sinthome [...], [y] Joyce logró evitar la psicosis desplegando su arte como suplencia, como cordel suplementario en el nudo subjetivo. Lacan pone el foco en las “epifanías” juveniles de Joyce (experiencias de una intensidad casi alucinatoria que después eran registradas en textos enigmáticos, fragmentarios) [...]. El texto joyceano —desde las epifanías hasta Finnegan’s Wake— entraña una relación especial con el lenguaje, su remodelación como sinthome, la invasión del orden simbólico por el goce privado del sujeto [...]. Es así como Joyce pudo inventar un nuevo modo de usar el lenguaje para organizar el goce. (181)

En otro lugar del Diccionario, Dylan Evans ([1996] 1997), autor del artículo “Goce”, alude, después de citar la afirmación de Lacan según la cual “el goce es esencialmente fálico”, a una admisión lacaniana: “Hay un goce específicamente femenino, un ‘goce suplementario’ [...] que está ‘más allá del falo’, un goce del Otro. [...] Este goce femenino es inefable, pues las mujeres lo experimentan, pero no saben nada sobre él” (103). Pero yo creo que sí, como mujer y como crítica literaria, puedo decir algo sobre el goce, y quiero hacerlo con la novela del encanto, como las novelistas y los novelistas lo hacen, tal vez de manera diferente. La reflexión sobre este punto lo mostrará. Para esto, en este libro analizo un corpus de novelas tanto colombianas como europeas, rusas o norteamericanas, en conexión con las reflexiones teóricas acerca del inconsciente estético planteado por Jacques Rancière (1998); con una resolución novedosa del problema edípico propuesta por Julia Kristeva (1994); con un tipo de novela de transición entre idealismo y realismo, en el siglo x i x, propuesto por Thomas Pavel (2003), así como con una reflexión sobre el amor del filósofo Alain Badiou. El corpus es abierto y

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Prefacio

depende de la iniciativa de investigadores que quieran unirse al desarrollo de un trabajo investigativo amplio. Las novelas son tipificadas como novelas del encanto de la interioridad, que difieren de la novela escéptica, cuya tipología estableció, de manera brillante y todavía impactante, el joven Lukács en su Teoría de la novela. *** Estoy agradecida, muy especialmente, en primer lugar, con los novelistas e intelectuales que contribuyeron de manera central a mi formación: Jane Austen, George Eliot, Fiódor Dostoievski, Lev Tolstói, Henry James, Marcel Proust, Virginia Woolf, Marguerite Duras, Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis, en cuanto a novelistas; Georg Lukács, Lucien Goldmann, Theodor W. Adorno, Julia Kristeva, Pierre Bourdieu, Sigmund Freud, Jacques Lacan, Jacques Rancière, Alain Badiou y André Comte-Sponville, en cuanto a teóricos y críticos. De igual manera, agradezco a los directivos y estudiantes del Instituto Caro y Cuervo, quienes me apoyaron en el último tramo de este proceso de formación, y a la Editorial Pontificia Universidad Javeriana, por acoger en su catálogo este libro. Estoy especialmente en deuda con Armando Rodríguez Bello, quien me apoyó en todo momento y en todos los niveles; con Marcel Roa, con Graciela Maglia y con Nicolás Morales —quien siempre será para mí “el hijo de Florence”—, porque me motivaron, dándome el último impulso, milagrosamente, para la producción de este libro. H é l è n e Pou l iqu e n Instituto Caro y Cuervo Yerbabuena (Chía), 23 de mayo de 2018

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§ La novela del encanto de la interioridad se compuso con tipografía de la fuente Minion Pro. Se terminó de imprimir en los talleres de Javegraf en el mes de octubre de 2018. §


Fruto de su revuelta, de su lectura crítica de la sociología de la novela, Hélène Pouliquen considera en este ensayo teórico la existencia de un tipo novelesco menos escéptico que los planteados por Georg Lukács en su Teoría de la novela. Por eso, desde una perspectiva transdisciplinar en la que convergen la historia, la filosofía y el psicoanálisis, presenta una nueva visión de la novela, conectada con la experiencia positiva del ser humano, amenazada ciertamente por el dolor y la negatividad y, sin embargo, caracterizada por la posibilidad real que tiene cada persona de “asumir el fracaso, levantar cabeza, abrir nuevas vías”, para “rehacer sin cesar su apuesta de amar-matar”, como dice Julia Kristeva.

9 789587 812466

Hélène Pouliquen

Hélène Pouliquen

La novela del encanto de la interioridad

En busca del tiempo perdido (y especialmente El tiempo recobrado), de Marcel Proust, El encanto de Lol V. Stein, de Marguerite Duras, El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez e, incluso, Los caballitos del diablo, de Tomás González, pueden ser leídas como novelas del encanto de la interioridad. Este es un concepto estético, cuya valoración del mundo —sin ser ingenua o complaciente con el malestar de nuestro presente— se caracteriza por la creencia en que el ser humano puede ser feliz, que es la promesa más ambiciosa de la modernidad. El héroe de esta clase de novela emerge triunfante, aunque sea por un momento, cuando halla en su interioridad verdades que le permiten gozar de la experiencia de la dicha y la plenitud.

Hélène Pouliquen

Licenciada en Lenguas y Literaturas Francesa e Inglesa de la Universidad de La Sorbona (Francia). Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Paul Valéry de Montpellier (Francia). Entre 1966 y 1993, fue profesora de tiempo completo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Fue cofundadora del Departamento de Literatura de esta universidad y, entre 1986 y 1989, se desempeñó como su directora. Además, ha sido profesora de diversas maestrías en la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Industrial de Santander, la Universidad del Atlántico, la Universidad de Cartagena y el Instituto Caro y Cuervo, donde lidera la línea en investigación en Estética Sociológica. Sus publicaciones incluyen artículos, capítulos y libros sobre la teoría y el análisis sociocríticos, la poética sociológica, el campo de la novela en Colombia y la obra de mujeres escritoras y críticas sobresalientes.

Fotografía de cubierta: fragmento de “El éxtasis de santa Teresa Gianlorenzo Bernini (1652). Transepto occidental de Santa Maria della Vittoria (siglo XVII) Roma”, fotografía de Roland Fischer, Dnalor_01, Wikimedia Commons, CC-BY-SA 3.0.


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