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A Toni y Paula, la niña de ojos de mar.

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Pura María García


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1 PAULA 2 MERMELADA EN EL PAN 3 BESOS DE AGUA 4 GRIS, GRIS, GRIS 5 PÁJAROS DE MADERA 6 CAMPANADAS AL COMPÁS 7 LA BOCA DEL MONSTRUO 8 UN ABRAZO CON SABOR A GOMINOLAS 2

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1 PAULA

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La semana abre sus ojos claros. Es lunes y la mañana despierta y se despereza. En el cielo gris, decenas de nubes que tienen el color de la oscuridad juegan al escondite. Paula, una niña preciosa de siete años, abraza sin muchas ganas un resfriado que se ha empeñado en acompañarle. Hoy no irá a clase. Ahora, cuando las personas caminan igual que robots en movimiento, siente dos besos que son un pequeño

hasta luego: papá se marcha a trabajar. Paula y la mañana que acaba de nacer, esperarán en casa a que el mediodía y la voz de su padre regresen

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La puerta se cierra. Se abren los brazos del día. De repente, la casa se hace grande, tan grande como un castillo sin torres, un continente, un buque enorme dispuesto a zarpar de un puerto lejanísimo.

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2 MERMELADA EN EL PAN

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La mañana bosteza con su boca más grande y el lunes asoma entre el calendario. Llueve. Llueve. Llueve. Llueven mil gotas de lluvia, gotas transparentes que nadie esperaba. Los tejados mojados le ponen sombrero a las casas llenas: mermelada en el pan, en las perchas paraguas que aguardan a ser abiertos en las calles que cruzan la ciudad como serpientes buenas.

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Es lunes, lo dicen los relojes. Las sonrisas resbalan de los labios dibujados en las caras de los niĂąos mientras los hastaluegos vuelan como gaviotas diminutas de unas bocas a otras. Alguien, sin embargo, cierra los ojos, siente el abrazo del silencio cuando las puertas se cierran, los timbres enmudecen y el aire queda quieto como una cometa que no puede volar.

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Alguien, Paula, al otro lado del pasillo, inventa un palacio, sin caballeros ni dragones, bajo el cielo de lunares y estrellas blancas de un edredón…

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3 BESOS DE AGUA

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La realidad se detiene. El aire se detiene. Todo parece detenerse en este instante en el que Paula une los labios para saborear el silencio. Las estrellitas del edredón no brillan, pero alumbran la mañana que quiere jugar a pillar y correr con el agua de lluvia…

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En un tobogán celeste descienden, desde las nubes prietas, gotas atrevidas que sonríen. Se deslizan… —Ahí vamos… El cielo se hace pequeño como un botón redondo cosido al puño del planeta. La lluvia canta, con voz transparente, la única canción que el tiempo le enseñó cuando las nubes volaban y eran pájaros de aire.

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Desde el cielo, una ducha mágica de gotas diminutas y valientes se deja caer sobre la barandilla del balcón azul, abierto al día.

Clink, Clink, Clink-Clink…

En compases imprevistos, la lluvia musiquea la mañana. Paula levanta la mirada. ¿Son pajaritos de ruido? ¿Serán luces, estrelladas contra el balcón callado?

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¿Es un ángel misterioso que ha caído de la luna?

Clink, Clink, Clink-Clink…

En imprevistos compases, Las gotas musiquean la mañana. —No temas, Paula, le susurra la lluvia. —Abrázanos, con tus ojos de mar y canela, somos gotas de nubes que te besan.

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4 GRIS, GRIS, GRIS

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No hay rayos de sol que estén ya despiertos. Gris es el cielo, Gris, como el color de un lápiz sin punta, del pincel reseco y pintor que, un día, pintó el firmamento. Los ojos de Paula desean cerrarse como hacen las nubes.

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Al otro lado de la pared, un RUMRUM, un RUMRAM asusta a las agujas del reloj. Tambores gigantes resuenan en las falsas montañas que forman los pisos ocupados. Tambores metálicos y graves giran como girasoles raros. Unos sobre otros, juntos, son una orquesta loca que desafina a cada nota.

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¿Quién llevará las baquetas? Empiezan a rodar los sonidos, el aire es ahora un pentagrama para que la niña escuche el himno de los tambores locos: RUMRUM …RUMRAM… En espiral creciente, los ruidos crecen y aumentan. Las paredes se rompen en la fantasía linda de Paula. —¿Existirán los terremotos de sonidos?, se pregunta la niña de ojos claros. Poco a poco, la canción se apaga, el RUMRUM se convierte en aliento

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que no puede escucharse.

—Paula, Paula, Paula…, le dice sin voz el pensamiento. La sábana se aparta, los pies de la niña acarician la alfombra con lunares que abriga al viejo suelo. De un salto, su cuerpo menudo llega a la ventana perdida en la pared más grande: ojos abiertos, labios cerrados, preguntas dispuestas en la boca de Paula. ¿Dónde están los tambores? ¿Los toca un fantasma músico?

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Una señora con moño y con sueño abre un ojo gigantesco sin pestañas ni legañas. Una camiseta y tres calcetines se escapan de ese ojo carcelero y viajan, sin pensárselo dos veces, del gran ojo al tendedero. Paula sonríe, sin darse cuenta, le guiña un ojito a la máquina que ahora tiene su ojopuerta abierto. El monstruo es una lavadora, un artefacto que descansa de dar volteretas… Los tambores no dan más piruetas… Los tambores duermen…

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Paula se alegra…

5 PÁJAROS DE MADERA

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Los minutos, ahora, se aprietan unos contra otros, entrelazan sus manos de tiempo con tanta fuerza que, juntos, forman un paraguas invisible sobre la ciudad. Algunos rayos de sol se empeĂąan en brillar a pesar de la lluvia, dan golpecitos con sus codos de luz para que las gotas de lluvia les permitan lucir. En el cielo se dibuja un lunar azul claro: parece que a las nubes ya no les queda agua de lluvia.

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AtchísS. AtchísS. CofFF.CofFF… Un collar de tos se posa sobre la garganta de Paula. Tres estornudos juguetones le hacen cosquillas insistentes en su nariz mocosa. Los pequeños pies de la niña puntillean el suelo con pasos disfrazados de saltos deseados. Hay un camino invisible que conduce a la ventana iluminada por las manos brillantes del sol.

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Paula observa la distancia detenida entre cada uno de sus pasos, imagina en ella un océano de peces fosforescentes, motas de colores que salpican las olas que se abren, como una cremallera de espuma, hasta alcanzar la costa. Su imaginación, encendida, fantasea con las tablas de madera que cubren el suelo, la senda márron es un camino misterioso que conduce a un volcán desconocido.

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La niña fabula montañas enormes, levantadas en rebeldía sobre la tierra, vestidas de verde y flores nuevas.

AtchísS. AtchísS. CofFF.CofFF…

Al final del camino imaginado, el planeta tose, como ella. ¿Habrá un volcán tan constipado que estornude fuego y piedras rojas? ¿Cómo será su garganta acatarrada? Seguro que la lengua del volcán arderá sobre las montañas y los cerros del país imaginario que la niña ha construido entre estornudos.

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La cortina se retira de la ventana Para que Paula y su mirada crucen el cielo casiazul.

PloM. PLiM. PloM. PLiM…

Una bandada de aves extrañas rompen el aire con sonidos agudos. PloM. PLiM. PloM. PLiM…

Revolotean con sus alas de madera y sus bocas únicas cerradas.

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PLiM. PloM.. PloM. PliM…

Parecen helicópteros sin hélices, aviones pequeños sin motor ni pilotos, ni grandes maletas. Descienden del cielo, sin permiso, caen pesadamente, caen sobre la tierra sorprendida del patio de luces que espera paciente. Paula abre los ojos para ver los pájaros que vuelan, sobrevuelan, el firmamento oscurecido por nubes nuevas, recién nacidas.

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No tienen pico. No tienen alas. No tienen ojos. Su cuerpo es de madera, partido por un cinturón de hierro retorcido como un muelle. Simulan ser aves despistadas que salen de un aeropuerto de mentira: caen desde el tendedero, descarado y juguetón. Son pinzas de madera, pinzas que ya no sujetan camisas ni batas. La ropa tendida empieza a sollozar, se siente perdida el aire la mece y la hará volar…

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6 CAMPANADAS AL COMPÁS

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DAnG. DIING. daAnG. daAnG.

Detrás de la pared de la habitación resbalan golpes misteriosamente rotos.

DAnG. DIING. daAnG. daAnG.

Al reloj de pared de Don Julián le caen campanadas que marcan las horas. DaaaaaaNNNnnGGGG, la primera resuena como un trueno inesperado. DaaaaaaNNNnnGGGG, suena la segunda, son dos las que marcan las agujas del reloj, ni una menos, ni una más, al compás.

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Ahora, la ciudad está llena de gente que camina, pasea, se saluda con las manos y los ojos, recorre las aceras con sus pasos y espera el verde de todos los semáforos. Las dos campanadas suenan como voces ahogadas en el reloj de madera.

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7 LA BOCA DEL MONSTRUO

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ReeNck- GRRRRRRROMM- ReeNck.

Paula abre los ojos y esconde en el pensamiento todas sus palabras.

Suena un ruido tan extraño que incluso el silencio se calla, asustado.

ReeNck- GRRRRRRROMM- ReeNck.

Hay un monstruo tras la puerta que abre una boca tremebunda con decenas de dientes de metal.

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ReeNck- GRRRRRRROMM- ReeNck.

Debe ser alto como un rascacielos o una grúa de hierro, el brazo del gigante terrorífico de un cuento. La niña aprieta con toda su fuerza sus callados labios pequeños: —Escóndete respiración, espera, no salgas todavía de mi boca, quédate encerrada en mi garganta, que el gigante no sepa que estamos escondidas en la cama.

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Con el edredón hace una cabaña, mullida y pequeña, que cabe en un bosque de juguete, de esos que no tienen lobo, ni abuelas, ni cazadores, ni rojas caperucitas… Encoge las piernas para acurrucarse como hace en las noches de invierno, antes de contar y contar, hasta mil cien y sentir que llega, poco a poco, el sueño. Ahora no es invierno, pero hace frío en su pensamiento asustado: aunque la casa está vacía de personas, los sonidos han pasado jugando la mañana.

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Paula escucha una vez más el ruido que parece llamar a la gran puerta de la casa:

ReeNck- ReeNck – GRRRRRRROMM

Tiemblan sus manos, sus piernas… La habitación se ensancha y se hace grande… Le gustaría tanto ser una niña invisible, transparente como una nube de aire… El ruido es mayor, crece alimentándose con el miedo sentido por Paula. Entra en la casa y recorre el pasillo de puntillas, parece acercarse a la cama…

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La niña se esconde debajo del edredón, detrás de las estrellas de tela y de silencio —¿Estás ahí, Paula?, la voz del monstruo es mucho más bonita que su miedo. Una mano que no es monstruosa repta el aire hasta llegar a la cara de la niña. El miedo ahora es terror y los gritos ahogados arañan la boca de Paula para salir de ella.

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—¿Por qué estás asustada?, le pregunta la voz que ha dejado de sonar a voz de monstruo, de ogro o de dragón muy enojado. Los ojos de Paula se abren. A la niña le nace una guirnalda de sonrisas diminutas, pero hondas, nuevas, precisas… ¡Es papá quien le acaricia el rostro con manos suaves de bienvenida!

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8 UN ABRAZO CON SABOR A GOMINOLAS

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El abrazo de este lunes tiene sabor a domingo, a gominolas gigantes y tarta crujiente de manzana. Papá rodea el cuerpo de Paula y la acerca al centro de su pecho. Tam-tam, tam-tam, los dos corazones se ponen de acuerdo para sonar juntos, con el ritmo que tomaría una orquesta con dos únicos tambores afinados.

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—He visto cómo volaban pájaros extraños que surcaban el aire con sus alas de madera… Antes de que llegasen, una máquina infernal y gigantesca, de un solo ojo vomitaba camisetas, calcetines y toallas… Tenía mucho miedo, papá… Los monstruos escapados de los cuentos querían entrar en casa y asustarme… La pequeña explica a su padre porque tiembla como una hojita de un árbol agitado por el viento de una tarde de marzo.

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Papá sonríe, sin dejar de abrazarle… —Ven, no temas, Paula. Los monstruos no existen más que en las historias que están escritas con palabras. Si alguna vez el miedo regresa, imagina el calor del abrazo más grande, el temor se deshace con un beso, con el roce de los brazos que te quieren, con el mejor pensamiento La respiración de Paula es más tranquila, se aferra a su padre, le busca la mirada y le regala una sonrisa de caramelo. Papá no lo dice, pero recuerda su ayer, cuando era tan pequeño como ella y luchaba también contra su miedo, contra monstruos y máquinas gigantescas…

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