ELLA ES ALEJANDRÍA Pura María García
EL ALMA ES UN ÁGORA EN EL QUE LA VOZ DE LAS EMOCIONES DIALOGA CON LO QUE SOMOS…
Gandia, 29 de julio 2010
Todas. Las miradas, todas, te alcanzarían. Muy lejos del edén, con su irreal perfección y sus arco iris infinitamente venturosos, se alza la reverberación de la luz primera, la antigua vigilia de las almas. Un sinfín de voces te llenaron la matriz del pensamiento, vaciando al universo de sus vestigios inamovibles.
Todas. Las ideas, todas, serían el eco de tus ecos. Lo serían, si la violenta mano de la dictadura de la multitud sin alma no hubiese, un día, zarandeado tu espalda vertebrada sobre estrellas, elipses y transgredidas respuestas a preguntas transgresoras. El sacerdote de Cronos, el árido reloj que los que simulan buscar llaman Historia, lava sus manos atemporales e invisibles en un agua, a veces tan turbia que es claridad ante quienes poseen los ojos sucios.
Alejandría, alba del alba que perdimos todos nosotros, irreparable paréntesis que los días cerraron tras ellos, Alejandría. Tus muros eran cuencas donde las bocas avanzaban en expresar, sin decir, los sueños que la tenebrosa ignorancia silenciaba. Belcebú, las formas de las sombras, se acariciaban también junto a la intuición de las manos acariciadoras de las deidades de lo no oscuro. Negro y blanco eran un cuerpo que no se ofrecía sino a la disección de una pregunta, a la armonía irregular, pero hermosa, de la hipótesis más suicida, aquella que viaja, sorteando las dudas, para alcanzar la tierra de los argumentos que se
sostienen sobre sus propios pies descalzos, humildes verdades que recorren las distancias. La luz comadrona de las estrellas vivas, se arrodillaba, cada amanecer, sobre la tierra de tu rostro, Alejandría. El cosmos abierto en racimo de fruta galáctica, en aromática expansión de un universo intuido en los extremos de su reflejo plano y triste, engalanaba horas de extendidos instantes en los que, de boca en boca, interrogantes que dolían el alma de las almas transcurrían.
¿Qué existirá tras el horizonte que emerge ante los ojos para llamar a nuestra mente y convocarla a soñar, una vez más, con la unión del la vida en sus mil formas? ¿Por qué dar por hecho los hechos que nos impone el pensamiento ensoñado que es el tiempo?
¿Qué nos ha de mover a aceptar ser respuesta en vez de creciente porqué, inmenso quizás que nada descarta de las lunas que suceden a los soles diarios? Las
palabras
interrogación
abrazadas
por
ocuparon
tu
los piel,
signos
de
Alejandría,
engendraron miradas que se alzaron en dagas pacificas para rasgar el firmamento, buscar el centro de los círculos cósmicos, desdisfrazarlos y hallar en ellos, siluetas elípticas, razonables verdades, libertades vestidas de proposiciones, corolarios fértiles planetarios.
y poderos como los vientos
SUNSET by ClaudioCapobianchi
En ti la libertad era verdad, era posible. Pensar era el acto necesario, el extremo inevitable del hambre de llegar al fondo de los fondos, nutrir la soledad infinitesimal del segundo que nos hace iguales.
Creer era empezar a latir y ser respuesta, a la espera
de
que,
al
doblar
la
esquina
del
pensamiento, las pruebas oscilarían en la balanza hasta ser eje y fiel de la densidad que construye la certeza. Deshacían, deshacías, con tus voces, las alargadas algas de la opresión. Un día sin amanecer, un día en el que el anochecer se desplomó sin tu permiso, llegaron a ti los pasos ingráciles de la ignorancia y sus soldados, patéticos cuerpos, quiméricos
estallidos de
mordaza simbólica a los sentidos.
irreflexión,
Te estallaron las venas de la lengua, te secaron el agua de los sueños, quemaron las arterias de papiro que arreciaban tu cabello al aire de lo regalado por otros con sus utopías. Una espada manchada de sangre invisible y homicida, descendió sobre tus calles. Bastaron los gritos disimulados de las ideas dictadoras para asesinarte la boca con sus pregones prendidos a las mentiras más inciertas. Miles de años antes de este nosotros que somos, en la sábana incolora del presente que existe, tuviste la valentía de proclamar el brillo perdurable de la idea.
Incendiaron tu silueta, escrita epidermis, galería del ayer que recogió el pasado para deshacer sus brumas y permitirnos la mirada. Quemaron la noche de tu sueño, pero dejaron olvidadas, en un rincón de tu paisaje, absueltas por la razón que edifica el futuro, las sílabas de tu nombre, el rostro de mujer que te contuvo. Entre los días que se suceden, mesas vacías del tiempo que un día cerrará todas las puertas, levantas tu gesto invisible, Alejandría, y nos lo muestras.