FABIÁN SEVILLA • PABLO GAMBA
Amadeo tenía una casa, una bicicleta, una tortuga, un bolsillo lleno de caramelos y un jardín donde una margarita se hacía buches con menta. También tenía un sombrero. Era su tesoro más atesorado el sombrero, su orgullo más orgulloso, su preciosura más preciada…
A toda hora, Amadeo usaba el sombrero. Apenas se lo sacaba para dormir o para ducharse. Por eso, lo llamaban Amadeo Consombrero.
Y cuando salía a pasear por la plaza, al verlo pasar, todos comentaban:
¡Qué sombrero, sombrerito lleva Amadeo en el coquito! Habrá sombreros y sombreritos pero como el de Amadeo hay poquitos.
Amadeo cuidaba su sombrero como no cuidaba su casa, la bicicleta, el bolsillo lleno de caramelos y la maceta donde la margarita se hacĂa buches con menta. Lo llevaba a la peluquerĂa para que le peinaran el terciopelo.
VivĂa espantando las pelusas a puro soplidos y alejando las polillas con seis pares de zapatillas.