Para Anita Belén Cardozo, de la Escuela Infantil N° 2 Mané Bernardo, del barrio de Monserrat, Buenos Aires.
Anita Belén quiere ser actriz Patricia Suárez
Ilustraciones: María Lavezzi
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Cuando miraba hacia atrás, Anita Belén no podía creer todo lo que había ocurrido desde enero hasta septiembre de este año. Pero lo principal de todo es que tenía una nueva compañera en la escuela y que se había convertido en su mejor amiga, en el curso de cuarto y quinto grado. Roberta. Era pelirroja, alta y vivía a la vuelta de su casa. Todos los que la conocían la llamaban Fosforito, por el pelo colorado y porque era muy pizpireta. Era fanática de la naturaleza y sabía un montón sobre los animales. Tenía un pez dorado y un mono tití. Sí, un mono tití que la hacía reír muchísimo y un pez dorado que la aburría de la misma manera: muchísimo. Roberta iba al quinto A de la escuela de Anita Belén, aunque no se sentaban juntas, para no pegotearse. —Pegotearse –solía decir Roberta–, es uno de los peores defectos de una chica. Sin embargo, este año habían sucedido muchas más cosas. A principio de año, para Reyes, recibió de regalo un par de hámsters pequeñitos llamados Eduardo y Alfonso y al tiempo resultó que no eran Eduardo y Alfonso, sino el señor y la señora Hámster y por abril, 5
la totalidad de hámsters en la casa era de quince. La mamá de Anita Belén seguía sin tener novio, pero suspiraba por todos y cada uno de los galanes de cine. Era peluquera y aunque cada día se hacía un peinado distinto, nunca le aparecía un novio nuevo. A la mamá de Anita Belén le encantaba el cine y siempre veía películas echada en el sofá con Anita Belén o con Lola, que tenía catorce y solo quería ver películas de terror. Por orden alfabético, a la mamá le gustaban George Clooney, Russel Crowe y Brad Pitt, dos rubios y uno moreno. Y a Lola ÚNICAMENTE le gustaba Justin Bieber, un chico muy rubio: Lola era una fanática total de Justin Bieber. Víctor, su hermano mayor, detestaba el cine hasta que empezaron las clases. Víctor tenía quince años, era castaño (pero un color que en la peluquería denominaban tabaco claro), y muy miope, tanto que no podía jugar al fútbol porque erraba siempre al arco cuando pateaba y en el vóley, no podía atajar la pelota. Hasta que no lo operaran, Víctor, seguiría siendo miope y tenían que esperar a que sus ojos estuvieran listos para ser operados, cuando hubiera llegado al tope de su crecimiento: así recomendaba el doctor, que cuando se dedica a los ojos, se llama oftalmólogo. El nombre completo de Víctor era Víctor Manuel. Sí: los tres hermanos llevaban nombres de cantantes españoles porque a su mamá y a su papá cuando estaban de novios les encantaban Lola Flores, 6
y Víctor Manuel y Ana Belén, que hacían un dúo. Pero este último año, Víctor había empezado a disfrutar películas concienzudas con su mamá y se veían unas historias en las que sucedían cosas tremendas, que quedaban los dos lagrimeando por los rincones días enteros. Ese fue otro cambio que sucedió este año: que a Víctor le gustara el cine. El papá de Anita Belén había tenido dos novias desde que se separó de la mamá y con la segunda de sus novias, se casó. La nueva esposa de papá se llamaba Ester y era muy menudita y concertista de música. Cada vez que iban a visitarla los tres, les cocinaba comidas que había aprendido a hacer en Francia, como soufflé de queso, que es una especie de tortilla muy, muy liviana de queso. Hablaba con voz bajita, bajita y, a veces, debían pedirle que repitiera las cosas dos veces para poder escucharla mejor. Una tarde, Víctor le preguntó por qué hablaba con voz tan baja y ella contestó que era para que nunca se dañara la agudeza de sus oídos para la música. Ester decía que amaba mucho la música. Más o menos por el mes de mayo, el papá de Anita anunció que él y Ester tendrían un bebé y el bebé nacería en febrero del año próximo. Esta noticia a Anita Belén no le causó sensación, aunque la verdad es que le daban ganas de tener un hermanito a quien malcriar y llevar a comer comida chatarra cuando fuera más grande… Lola, en cambio, casi se desmaya del horror: 7
¡ella quería a su papá para ella sola! Para colmo, el mes pasado, el papá le había venido con la noticia de que en la ecografía había dado que no era un bebé solo, ¡sino un bebé y una beba! Iban a tener hermanos mellizos, que el papá y la esposa, con muy mal gusto, pensaban llamar a uno París, y a la otra Francia, porque ellos se habían marchado de luna de miel a París, capital de Francia, como explicó el papá entre risotadas horribles de Víctor, y allá lo pasaron muy bien. Cuando Anita Belén le contó a Roberta que su papá iba a tener mellizos, casi le da un soponcio. Soponcio es una palabra muy vieja que quiere decir patatús, que es más vieja aún y ya no se usa más, aunque una clienta viejita de la peluquería de su mamá, que se teñía el pelo de rojo, pero le quedaba color frambuesa apetitosa, usaba toda clase de expresiones pasadas de moda, que a la mamá de Anita y a Lola le daban mucha risa. Continuando, Roberta casi se desmaya cuando supo que el papá de Anita tendría dos hijos más: ¡en total, iban a ser cinco hermanos!, y ella, Roberta María Soto, era hija uniquísima. —La vida no es para nada justa –murmuró Roberta–. Yo hace años que vengo deseando un hermano. Uno solo, aunque sea así chiquito y entre en la palma de mi mano. Y haga “buaah buahh” bajito. Y nada. Cada vez que digo que quiero un hermano, mi papá me regala un quelonio. 8
Tuvimos ya siete tortugas que al final donamos al Zoo de Buenos Aires. Para mí, a esta altura, es un asunto muy peligroso decir que quiero un hermanito. Tengo miedo que nuestra casa llegue a convertirse en una especie de isla Galápagos, esas islas que están llenas de tortugas gigantes. Y eso que soy una auténtica fan de la Naturaleza. —Seguro que en algún momento vas a tener un hermanito… –suspiró Anita Belén. —Para nada. No sabés qué tercos son mi papá y mi mamá. Roberta se retorció una de sus trenzas, frunció la nariz y dijo: —No pienso volver a mencionar este asunto delante de ellos. Ni en público. Podrían tener una idea peor que un quelonio. Podrían querer regalarme un Dasypodidae, es decir un armadillo, llamado también, quirquincho. No sé qué haría yo con un quirquincho.
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