escritora
ilustrador
Escribe cuentos, teatro y novelas para chicos y adolescentes. Lleva publicadas y/o estrenadas más de 50 obras en Argentina y otros países de habla hispana. Entre ellas, se destacan las series Caídos del Mapa, Fin de Semana en el Paraíso y Hoy no es mi día, novelas para preadolescentes. Algunos de sus cuentos son Bichos de cuentos, El llorón y Niños, las brujas no existen. También cuenta con obras de teatro para niños y jóvenes tales como De cómo Romeo se transó a Julieta, El nuevo, Ruido en una noche de verano, entre otros. Algunas de sus obras han sido traducidas también a otros idiomas y recibido premios nacionales e internacionales. Caídos del Mapa ha sido llevada al cine con guión de su autoría. Participa en numerosos Congresos, Foros, Talleres y Festivales de Teatro para Niños y Jóvenes Nacionales e Internacionales tanto con sus obras, como en calidad de panelista, tallerista, conferenciante u organizadora. Desarrolla su actividad teatral en la Universidad Popular de Belgrano. Es Miembro fundador de ATINA (Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adolescentes); además, es Miembro Honorario de ASSITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Infancia y a Juventud).
Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1982. Es ilustrador y diseñador gráfico. Publicó en Pequeño Editor, Edelvives, Periplo, entre otros. En 2016 fundó su proyecto “Pavel Le Monstre” donde crea figuras de madera. Su trabajo combina la representación de animales, mitología, música y la magia.
María Inés Falconi
Pablo I. Elías
De cómo el Arca de Noé casi se hunde María Inés Falconi
Ilustraciones: Pablo I. Elías
Cuando Noé escuchó el trueno, miró para arriba y pensó: “Flor de tormenta se viene. Este debe ser el famoso diluvio universal. Dicen que va a llover cuarenta días y cuarenta noches. ¡La pucha! Se va a inundar todo: la Tierra, los bosques, los desiertos, los mares… No, los mares no, porque ya están llenos de agua”. Se rio de su propio chiste y se le vio el agujero de los dos dientes que le faltaban. “Lo mejor va a ser que me ponga a construir un arca, también llamada barco, para ver si por lo menos puedo salvar a mi familia y a una pareja de animales de cada especie para ‘que no desaparezcan de la faz de la tierra’ . ¡Qué lindo suena eso!”. 7
Un trueno a lo lejos coronó sus palabras. “Va a ser mejor que me apure”, se dijo Noé y puso manos a la obra. Junto a sus hijos mayores comenzó a construir el barco, talando árboles, serruchando maderas y clavando clavos. A sus hijas, las mandó a juntar comida porque cuarenta días, con un barco lleno de animales y sin poder ir al supermercado hay que tenerlos previstos. Y a su esposa la puso a repartir volantes para publicitar la empresa.
¡No dejes que la tormenta te sorprenda! Si querés sobrevivir, venite al arca de noé. cuarenta días sobre el agua compartiendo el viaje con animalitos de todas las especies. Es gratis. No te lo pierdas. El Arca de Noé. Atendido por sus dueños. 8
El Arca de Noé. Atendido por sus dueños. Y en letra chiquitita decía: Oferta limitada. Se aceptarán solo una hembra y un macho por especie. Ingreso por estricto orden de llegada.
Le pidió a la esposa de su hijo, que dibujaba muy bien, que le hiciera un barquito. Quedó muy lindo. Ella le agregó unos rayos que caían del cielo y unas olas gigantes para darle más dramatismo. Al recibir los volantes, muchos animales hacían un bollo y los tiraban. —Esto es todo verso –decían algunos–. ¡Mirá si se va a inundar la Tierra con lo grande que es! —Pero podríamos aprovechar, che. Total, es gratis. —¡Gratis dice el papel, je! –contestaba otro–, ¡pero andá a saber si una vez que 9
estás arriba no te cobran hasta el papel higiénico! Y así, mientras unos rechazaban la oferta, otros corrían a ponerse en la fila para no quedarse afuera. —¡En orden, en orden! –pedía la mujer de Noé que también era la encargada de los pasajes–. No se empujen que hay lugar para todos. A ver, ustedes, ¿qué son?... Ratón y ratona, ajá… –decía, y anotaba en una planilla para no confundirse, porque ahora ya no podían entrar más ratones–. Tomen. Pasaje naranja. Y los ratones se iban muy contentos a hacer la cola naranja para subir al barco. —Ustedes… señor tigre y señora. Aquí tienen. Pasaje Azul. Y el tigre y la tigresa se iban muy orondos a ponerse en otra cola, la de los azules, porque ellos con ratones no se mezclaban. 10
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—Loros… loros… –decía la mujer de Noé pasando el dedo por la planilla porque le parecía que los loros ya habían pasado–. No. Sí. No. Acá está –y golpeaba con la uña sobre la planilla–. No, chicos, el cupo para loros ya está cubierto. Lo siento. —¡¿Cómo que está cubierto?! Debe haber un error. Si nosotros salimos seleccionados. —Ese ya no es mi problema. Vayan y hablen con sus compañeros para ver qué pasó. —¡Esto es una desorganización! –los loros se fueron protestando. Y así, todos. La entrega de pasajes tardó un día entero. Noé había distribuido a los animales según su peso, sus gustos alimenticios y su peligrosidad, porque convengamos que no era cuestión de alojar al zorro 12
con las gallinas ni al gato con los ratones, aunque todos se habían comprometido a no atacar a ningún otro pasajero durante esos cuarenta días. Por las dudas, Noé se había asegurado de tener alimento suficiente para todos, porque cuando hay hambre no hay pan duro ni compromiso que valga. El arca tenía cinco pisos y a cada piso le correspondía un color. Así, en el primer piso, que quedaba en el subsuelo, con pasaje violeta viajaban los elefantes, los hipopótamos, las jirafas y los osos, por ejemplo. Todos animales pesadísimos que, de paso, servían de contrapeso. En el segundo piso, pasaje azul, como ya vimos, estaban los felinos: leones, tigres, leopardos, yaguaretés y otros, un poco menos pesados y un poco más peligrosos. 13