Cuentan que cuentan que les contaron - Quipu

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Las voces de los pueblos suben, bajan, se quedan. Voces que cuentan, cuentan y repiten historias que escucharon. Eternizan raĂ­ces latinoamericanas con palabras-erkenchos con palabras-charangos con palabras-pinkullos que trae y lleva el viento. Olga Drennen

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Índice 10 - LA ARAÑA Y EL COLIBRÍ 16 - el amigo de los animales 22 - la voz de los pájaros 28 - La india y el duende 34 - EL LAMENTO DEL MONTE 40 - el cerro sagrado 50 - un lagarto insaciable 56 - LA PALOMA DORADA 62 - UNA LUZ EN LAS SOMBRAS 68 -LA MALDONADO 76 - Ajchum, la dueña del miedo 84 - EL TRAJE DEL PANGUI 88 - LA ESTRELLA DORADA 94 - BIOGRAFÍAS

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Prólogo

Las leyendas y los mitos de CUENTAN QUE CUENTAN QUE LES CONTARON nos ponen en contacto con las creencias de personas que dejaron su huella cultural en Argentina. Dotados de una fecunda imaginación, los pueblos originarios de América del Sur nos colmaron de historias llenas de luces o sombras, misterios o descubrimientos; transformaciones o genios y dioses protectores de la naturaleza. En este libro se revelan algunas de aquellas fantasías. Estas narraciones, leyendas, algunas; relatos basados en mitos o en leyendas, otras, son una muestra de la rica inventiva de los primeros habitantes de estas tierras. Sus voces resuenan de norte a sur y de este a oeste para invitar a nuevas lecturas y poner, aún hoy, sus relatos, de boca en boca y de generación en generación. Wichís, quichuas, guaraníes, aonikens, mapuches, tonocotés, querandíes y comechingones, entre otros, nos dejan una vez más la herencia de sus fantasías. Y cada vez que revivimos lo que soñaron, ellos, cazadores o recolectores, nómades o sedentarios, pacíficos o beligerantes, vuelven a soñar.

Olga Drennen

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L C

os quichuas aseguran que saben por qué las arañas tejen por las noches y duermen de día. Lo cuentan en una leyenda. Según ellos, hubo una mañana de verano y hubo una araña que ese día, empezó a tejer su tela en el hueco de un árbol. Cuando vio que había terminado su trabajo, se sentó junto al tronco y esperó que pasara una mosca. Tenía hambre y las moscas eran su plato preferido. —Nunca en mi vida vi un trabajo más feo. Esta tela no me gusta –dijo el escarabajo sin dejar de mover la cabeza. Como era muy tímida, la araña se escondió debajo de su tela. “Más feo serás vos”, quiso decirle, pero no se animó. Entonces se quedó ahí, con la cara debajo de una de sus patas.

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Se cree que los quichuas fueron los primeros en cultivar la papa. Hacían y hacen un alimento con papas deshidratadas, que se puede conservar indefinidamente. El procedimiento consiste en dejar las papas a la intemperie en medio de las heladas a la noche y después, exponerlas al calor del sol. En Europa la llaman “patata” porque cuando llegó a España, la confundieron con la batata. Oda a la papa - Pablo Neruda Papa te llamas papa y no patata, no naciste castellana: eres oscura como nuestra piel, somos americanos, papa, somos indios. (...).

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El escarabajo, que siempre tenía muy mal humor, preguntó, con voz muy alta, si no lo había oído. —Sssí –contestó la araña con un hilo de voz. Y contestó con un hilo de voz porque se imaginó que iba a pasar lo de todos los días. —...Y como no me gusta, la rompo. La araña se tapó los ojos con las otras patas, pero no se animó a decir ni una palabra hasta que el escarabajo desapareció. Un rato después, asomó muy despacio la cabeza. Y salió. Su tela tenía un agujero. La miró con pena, suspiró y tuvo ganas de irse de allí. Pero, enseguida, pensó que, mejor, se quedaba porque ese era su lugar. Por eso, como todos los días, decidió arreglar el desastre que había hecho el escarabajo. Así que empezó a remendar. Cuando terminó, se sentó y esperó alguna presa para comer. La Pachamama2 la vio desde lejos y se compadeció de ella. —Ahí te mando un amigo, hija –suspiró. —¡Huy! ¡Pero qué linda red! ¿De quién es? —Mía. Claro que casi no se escuchó lo que había dicho porque, ya sabemos, la araña era muy tímida. Cuando el que hablaba estuvo más cerca, la araña se asombró. Nunca en toda su vida había visto a nadie con esos colores. Y eso que ella conocía un montón de pájaros. Este era el más lindo de todos. —Me llamo Colibrí –se presentó el pájaro–. Sos la araña, ¿no? Me encanta tu tela.


Ella lo miró con desconfianza. —¿Te parece? Que sí, le contestó el colibrí, que le parecía hermosa y, más todavía, que le prometía ir por todo el bosque a contar que su nueva amiga, la araña, tejía a las mil maravillas y que era una artista de verdad. También le prometió volver al día siguiente para conversar con ella. Después, se perdió en el bosque hecho un ramo de luz. Cuando se quedó sola, la araña pensó: ¿artista, ella? ¿Tela de lo más linda, la suya? No entendía. Sin embargo, el colibrí le había hecho sentir algo que nunca había sentido antes. Una mezcla de alegría y seguridad. ¿Hasta mañana? ¿Había dicho “hasta mañana”? —¡Uff! –suspiró– ¡Cuánto falta para volver a verlo! En eso, el escarabajo, que volvía de vaya a saber dónde, se cruzó con ella. Por primera vez, en mucho tiempo, lo saludó con su mejor sonrisa. —¡Eh, señor escarabajo! ¿Sabe? Alguien me dijo que mi tela es hermosa. —Jaja, ¡qué disparate! ¡Es la cosa más tonta que escuché! No puedo creer lo que oigo, ¡linda!, jajaja. —Sí, linda, eso dijo el colibrí. El escarabajo movió la cabeza. —Jaja, ¡qué tontería! A mí, no me gusta. Y como no me gusta, la rompo. Dicho y hecho, en dos segundos, destrozó la tela. La araña volvió a correr para esconderse en el fondo del tronco hueco. —Y, ¿qué más dijo el colibrí? –preguntó el escarabajo.

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Con un hilo de voz, la araña le contó la promesa de volver al día siguiente. —¡Qué va a venir mañana! –contestó el otro–, ese no vuelve más. ¿No te das cuenta de que miente a más y mejor? Y se fue sin dejar de mover la cabeza. Después de eso, la araña ya no tuvo ganas de nada. Se quedó en un rincón el día entero. Por suerte, anocheció y volvió a su tarea. Tejió toda la noche. Un nudo por aquí, un abanico allá. Por eso, al amanecer, en el hueco del tronco, había una tela que parecía una espuma resplandeciente. Entonces, la araña se sentó a esperar a su amigo. En eso estaba cuando llegó el escarabajo. De mal humor, como siempre. —¡Qué tela más horrible! –dijo y adelantó sus patas delanteras para romper el precioso encaje que tenía ante él. Entonces, la araña se puso de pie delante de su red. —¡Ah! ¡No! ¡Otra vez, no! Me esforcé demasiado como para tolerar que vengas a destruir mi tejido porque sí –dijo. —¡Qué tejido ni tejido! –contestó el escarabajo de malos modos– ¡Fuera de ahí! Esa tela no me gusta y cuando algo no me gusta... Pero la araña no se movió de donde estaba. —¡Pero qué grosero! –dijo con dos de sus patas en la cintura–. ¿Nadie te enseñó educación? El escarabajo dio unos pasos y empezó a retroceder asombrado. —¡Lindo carácter! –dijo–, me voy porque la gente que tiene mal humor me molesta. Pero antes de alejarse, movió la cabeza. —¿El colibrí te prometió que volvía? ¡Qué va a venir! Te mintió.

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1. Quichuas: pueblos originarios que habitaban la región cordillerana de la República Argentina. 2. Pachamama: deidad femenina protectora de la tierra.


La araña se quedó parada al lado de su tela hasta que el escarabajo antipático se perdió de vista. Después desayunó y se echó en la tierra a esperar a su nuevo amigo. Pero las horas pasaban y el pájaro no llegaba. —¡Qué va a venir! Te mintió –había dicho el escarabajo. La araña miró la selva. Una flor, otra. Una hoja, una rama. Muchas flores, muchas hojas y muchas ramas. —Pero, ¡qué tela más hermosa! Es más linda todavía que la de ayer. Esa voz la llenó de alegría. Su nuevo amigo había cumplido su promesa. Por eso, la araña se sintió feliz, feliz. Al ver su alegría, la Pachamama, sonrió satisfecha porque ella quería que todos sus hijos fueran felices. Los quichuas dicen que desde ese día, la araña trabaja de noche para encontrarse con su amigo a la mañana. Después, duerme. Y cuando duerme, sueña que teje muchas telas; hermosas telas hechas con los mismos colores del colibrí.

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