Aquel día, cuando papá preguntó: “¿Preparada, hija?”, no llegué a contestarle a tiempo, y salí a toda velocidad.
A pesar de sus piernas largas, papá no lograba alcanzarme. “Voy a tener que regalarle un par de patines”, pensé.
Pero fue ĂŠl quien me dio una sorpresa primero.