escritora
Mariela Peña Soy escritora, correctora especialista en literatura jurídica, redactora, tallerista y directora de un centro cultural llamado Guarida, en Punta Carretas, Montevideo. Desde el año 2017 realizo talleres literarios en diferentes puntos de Argentina y Uruguay, dentro del marco de las Ferias del libro y eventos culturales afines y, también, en colegios secundarios y bibliotecas. Mientras tanto, escribo; siempre e irremediablemente. Escribir es lo que siempre hago, aunque esté haciendo otras cosas.
MARIELA PEÑA
Fanática
COLECCIÓN
quiero ser como vos
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Los PERSONAJES y hechos retratados en esta obra son completamente ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Maia
rte
Primera pa
Capítulo I
Posesión Enloquecí. Me miro al espejo y no me reconozco. Y si cierro los ojos y miro para dentro, menos. Ya no sé con qué taparme las ojeras, tengo todo el tiempo los ojos hinchados, ¿ves? Es como un estado de insomnio permanente. Como si todos los días fueran el día después de un desvelo que no me dejó pegar un ojo en toda la noche. Mirá estas bolsas que me salieron. Acá, mirá. Me está matando la tristeza, amiga. Y, por favor, te pido, no me repitas que “querer es poder”, ni ninguna de esas frases de autoayuda basura que lo que menos hacen es ayudarme. Estoy encerrada con mi dolor dentro de mi propio cuerpo. ¿Por dónde salgo? Porque, encima, no sé, todo esto es muy nuevo para mí, nunca había sentido estas cosas que siento, ni las lindas, ni el odio y el asco profundos que siento por ella y por mí y por todo cuando tomo consciencia de que estoy completamente poseída, que tiene las riendas de mi vida, el control remoto de mi estado anímico, que no hay ninguna cosa que haga sin pensar en qué será lo mejor para ella, sin ponerla delante de mí en todas mis decisiones. Es ella quien define si sí, si no, si quizás. Antes de que apareciera en mi vida yo era una persona... normal. Te diría que, a pesar de los miles de quilombos que tenía, tengo y tendré en la cabeza, yo era feliz. O, por lo menos, tenía muchos momentos de felicidad, ¿viste esos en los que sentís que no necesitás nada más que lo que tenés? Bueno, yo me sentía así hasta que 11
apareció ella. Al principio fue, no sé, como una tormenta de verano, de esas en las que te dan ganas de salir a caminar y empaparte desde la punta de los pelos hasta la punta de los pies, pero, con el tiempo, te enferman. No quiero vivir más así, necesito salir de acá y no sé cómo hacer. ¿Sabés la cantidad de veces que estuve a punto de dejarla y, a último momento, el terror me dejó muda? Si te contara, creeme, pensarías que es mentira, que estoy exagerando. De hecho, la última vez fue el viernes, antes de que pasara todo este quilombo. Estaba segura de que había llegado al límite, que finalmente iba a hacer lo que tenía que hacer. Llegué a la esquina y, no sé, realmente no sé cómo explicarte lo que fue esa sensación de que me estaban tironeando para atrás. Como si un imán gigante me arrastrara. No pude dar un paso más. Llorando como una desquiciada pegué la vuelta. ¿Entendés la locura que te estoy contando? No entiendo en qué me convertí. No sé, amiga, no sé, pero siento que todo esto me está matando. Y no es una forma de decir.
No eran ni las siete de la tarde cuando me fui de aquel monoambiente en Villa Urquiza. Podría haberme tomado un colectivo que me dejaba a dos cuadras de casa, pero tuve ganas de caminar. Era una noche fresca y despejada, recuerdo. Yo me sentía dentro de un embudo. Tenía el estómago revuelto y una sensación de tristeza, tanta tristeza y tantas ganas de nada y de llorar y seguir llorando. No encontraba felicidad ni entusiasmo en ningún pensamiento, todo me era indiferente. El contraste que había entre lo linda que estaba la noche y lo 12
fea que estaba yo era fenomenal. Y cuando digo que estaba fea, no me refiero al maquillaje, ni al peinado, ni a la ropa. Hay estados de angustia que nos afean más que cualquier otra cosa. Me encontraba atravesando la más profunda soledad, que es la de hallarse ajeno en el propio cuerpo. Yo no era yo, era portadora de una voz terrorífica que me decía persistentemente al oído que era todo una locura, que nada tenía sentido. Quería terminar con todo esa misma noche. Caminaba sin rumbo, sin ganas hacia donde la inercia me llevaba. En algún momento pasé por una plaza donde había varias hamacas y esos juegos que nunca entendí cómo se utilizan, esos llenos de tubos, como para treparse. Me senté en un subibaja vacío, al nivel del suelo. Tenía que volver a mi casa pero no quería hacerlo. Ni a mi casa, ni a ningún lado. No quería ver a nadie, ni hablar con nadie, ni explicarle nada a nadie. Porque... ¿cómo podía explicar algo que ni yo misma entendía? La oscuridad me aturdía, los gritos de júbilo de los niños que daban vueltas a mi alrededor me irritaban. Sentí, repentinamente, que me elevaba unos centímetros del suelo, yo subía y mi mochila estaba ahí, sobre el pasto. Giré la cabeza y la vi en el otro asiento. —Estoy hace un largo rato esperando que pasaras. —¿Por qué no me llamaste? ¿Qué hacés acá? —Vine a evitar que hagas una boludez.
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Capítulo II
#CómoConocíATurquesa OCHO MESES ANTES
Recuerdo perfectamente cuál fue el día en el que te conocí, porque esa noche, después de la cena, mis viejos se sentaron frente a mi hermana y a mí, y con una solemnidad ridícula a esa altura —teniendo en cuenta que hacía años que los escuchábamos pelear como dos adolescentes, día tras día— decidieron dejar de caretearla con el cuento ese de la familia perfecta y nos dijeron, por primera vez, que habían tomado la decisión de separarse. Digo “por primera vez” porque, solo en lo que va del año, ya se separaron y se arreglaron cinco veces. Pero, esa fue la primera. Yo estaba hecha mierda, triste, no tanto por la idea de que mi viejo se fuera de casa, sino porque esa decisión que tomaron era algo así como la confirmación de que en mi casa hacía tiempo que estaba todo mal. Entonces, Luli, una amiga que conocí en Twitter, me recomendó tu perfil. “Entrá al IG de la flaca esta, es mágica”. Y, efectivamente, así fue. Entré, empecé a stalkearte y cada publicación tuya me hizo volar por el aire y olvidarme de todos los problemas que tenía, al menos ese ratito en que me la pasaba dando vueltas por tu universo. 15