Hoy fui vikingo 2. El viaje de la valkiria

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escritora

ilustrador

¡Hola! Soy Jaquelina (algunos me dicen Jaqui) y nací el 24 de septiembre en el año en que el hombre llegó a la Luna. Soy Diseñadora Gráfica y trabajé mucho tiempo como Editora, pero también escribo historias. En esta editorial publiqué: Soy Pablo Penalti, futbolista; La bruja Tula y el príncipe durmiente; ¡Shhh! Como la lechuza; El último dragón, La increíble historia de Bastián Drácula; Cómo cuidar a un unicornio; Caperucita y el temible y terrorífico lobo; Tengo un dinosaurio en mi casa; Tutti Frutti de vocales y Hoy fui vikingo, el primero de una saga súper divertida . Crecí en Castelar, una localidad del Gran Buenos Aires, actualmente vivo en República Dominicana, pero en esta historia viajé mucho más lejos, más de mil años atrás... sin escala y sin abrigo, directo a donde viven los vikingos.

Soy ilustrador mendocino y nací el 11 de septiembre de 1979. Estudié la tecnicatura en Diseño Gráfico pero la dejé para dedicarme a la ilustración, en la cual me formé como autodidacta primero, y profesionalmente luego. Estudié con Mariano Díaz Prieto y realicé workshops y talleres con referentes de la ilustración, especializándome en libro álbum y libro ilustrado infantil y juvenil. Trabajo de manera digital aunque la acuarela es una de las técnicas que más me gustan. Expuse en diferentes lugares en Mendoza así como en Buenos Aires. También he dado clases en centros culturales, escuelas y ferias del libro provinciales.

Jaquelina Romero

Ernesto Guerrero


Serie Verde

Jaquelina Romero Ilustraciones Ernesto Guerrero


Los personajes de esta historia: Salvador

Frida, cazadora de fuego

Ulises, abuelo de Salvador

El gallo corpulento

Goliath, perro de Ulises


Clarita, brazos de araña

Ramona, abuela de Salvador

Siv, abuela de Frida Teóforo "el monje"

Harald, el despiadado


Ąrbol genealógico de Frida


1. Aterrizaje forzoso Frida

Soy Frida, cazadora de fuego y vivo en un asentamiento vikingo. Nací en el año 987, me gusta un niño que se llama "Salvador, pies sucios". También disfruto mucho de cazar, usar mi espada y trepar árboles. Salvador es un esclavo que apareció misteriosamente hace un tiempo en uno de los drakkar que incursionó otras tierras. Cuando lo conocí, me llamó la atención su forma de hablar y su falta de valentía. En poco tiempo, lo nombraron mi guardián y me di cuenta de que era menos útil que una espada de madera. Con ver el miedo que le tuvo a una ardilla fue suficiente para comprobar que era raro.

La máquina que dejó en la cueva, al lado de la cascada, era de otro mundo. En el momento que me senté, la lluvia y el deshielo de la montaña incrementaron la fuerza del agua que aceleró una especie de rueda. Las luces se encendieron y empezó mi viaje. Entré como en un túnel y me sentí una valkiria montando un caballo alado, pero un sonido espantoso me dejó casi sorda.

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El ¡¡¡QUIQUIRIQUÍ!!! me hizo saltar del susto, aunque muy pocas cosas me asustan, y ya estaba lista para cortarle la cabeza a ese animal parado en la ventana, pero cuando me asomé todo cambió. Me quedé con la boca abierta. La alimaña de plumas salió corriendo y vi por primera vez un hermoso paisaje con árboles, pastos verdes y olor a mar. Tranquilamente podía haber estado en el Valhalla, pero no, definitivamente ese era otro lugar.

El calor era sofocante, dejé una de las pieles de búfalo que colgaban de mis hombros y con la espada partí en dos la puerta de lo que parecía un establo. La luz entró a ese lugar y pude echar un vistazo: había cosas que nunca vi en mi vida, objetos extraños y

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raros, de metal, de madera y de otros materiales para mí, desconocidos.

Salí lentamente, no sabía con lo que podía encontrarme, sin dudas, había llegado a una civilización más avanzada. Tuve miedo, pero solo me duró un minuto, así que seguí caminando hacia la única construcción que se veía. Volví a asomarme por la ventana, que tenía como una lámina transparente, y fue como ver imágenes del futuro, así que preparé mi escudo, mi espada y mis agallas, y entré. El ambiente se sentía agradable hasta que apareció una enorme bestia con más pelos que la barba de mi abuelo. La criatura parecía una mezcla entre un lobo y un oso bebé, por eso me puse en guardia, había enfrentado animales mucho más peligrosos. De repente alguien gritó: “¡GOLIĄTH!”, y la bestia salió corriendo, moviendo la cola. Parecía que alguien se había tomado el trabajo de domarla.

Empuñé mi espada, lista para atacar a lo que sea que salga de allí, y fui directamente al lugar de donde provenía esa voz.

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En ese mismo instante, desde la otra punta salió una persona y a lo lejos pude distinguirlo. —¿¡SĄLVĄDOR, PIES SUCIOS!? –exclamé. —¿¡FRIDĄ, CĄZĄDORĄ DE FUEGO!? –dijo Salvador. Nos acercamos y, por primera vez en mi vida, sentí el abrazo de un humano con olor rico. —Hueles muy bien, casi podría comerte –le dije. —Es perfume, Frida. —¿Perfume? –pregunté. —Sí, es una loción con olor agradable, popularizada por los franceses para enmascarar su falta de deseo de bañarse –respondió Salvador. —Lo que sea, me gusta –le dije y perdí unos minutos oliéndolo.

Él se rio, pienso que un poco por los nervios, y yo también me reí.

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—¿Dónde estoy? –le pregunté. —En Las Toninas –dijo Salvador. —¿Cerca del Reino de Wessex? —Nada que ver. Estamos muy lejos, cruzando océanos y una barrera de mil veintidós años, además el Reino de Wessex ya no existe –me explicó mi esclavo–. Entiendo que Teo te contó sobre la cueva y viajaste en la máquina del tiempo que fabricó mi abuelo. —¿Vuestro abuelo fabricó ese aparato? ¡QUÉ INCREÍBLE! Pero… ¿en qué año estamos? –le pregunté con curiosidad. —En el año 2022 –respondió Salvador. Lejos de ponerme nerviosa, cosa que solo hago cuando me sale mal una trenza, me entusiasmé, siempre quise vivir una aventura como esta. Le había pedido permiso varias veces a mi padre para ir de incursión a otras tierras, pero decía que, primero, tenía que perfeccionarme en el uso del hacha doble. Entonces Salvador, mi supuesto guardián, bajó la cabeza preocupado. Luego la levantó, me miró fijamente, tomó aire y se le infló el pecho. Pensé que era raro, ¿se estaría ahogando con su propio aire? Finalmente, me dijo: —Frida, quisiera hablarte, de Thor a vikinga. Yo seré tu soporte en estos momentos, no quiero que llores como lo hice cuando llegué a tu civilización. Hablaré con mi abuelo para que vuelvas hoy mismo a tu época.

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—¡NI LOCĄ!, primero que no necesito ningún “soporte”, yo me soporto sola y, ni siquiera, aunque vengan a buscarme Odín, Frigg, Tyr y Loki juntos me iré de aquí. Estuve esperando mucho tiempo que suceda algo distinto en mi vida, una vida aburrida, donde la mayor parte del tiempo me ponen a destripar animales para limpiar la piel que usamos como abrigo o, mucho peor, me enseñan a hacer peinados con pedazos de telas y piedras. De acá no me muevo –sentencié.

—Pero... pero... ¡pero tus padres deben estar preocupados! Imaginate a tu abuelita, primero perdió los dientes y ahora a su nieta. Seguramente se pondrá muy triste –dijo Salvador preocupado y tratando de convencerme.

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—Mis padres pueden pasar días sin verme ni preguntar por mí y mi abuela… si supiera donde estoy, me felicitaría. Ella fue una de las más famosas guerreras, más valiente que cien vikingos juntos –le aclaré. —Bueno, pero quisiera aclararte algo, las cosas por acá cambiaron mucho, quizás no sean buenas noticias para vos, pero lo son para mí –dijo mi sirviente–. La esclavitud se abolió en el año 1863, así que soy un hombre libre, como todos los humanos que habitamos este planeta. —¿¿¡¡QUÉÉÉ!!?? –grité–, ¡qué buena noticia! Realmente eso era lo que menos me gustaba de nuestra relación, desde ahora podemos ser amigos o algo más… —¿Algo más, Frida? –dijo temblando Salvador. Él cambió de tema cuando lo miré con ternura mientras me limpiaba los dientes con la espada. —Esconderemos esa espada que estás usando como escarbadientes. Es muy peligrosa y en esta época solo se usan de adorno, así que la dejaremos debajo de mi cama –dijo Salva. —¿Y qué es un adorno? –pregunté. —Algo que decora un lugar como los que ves en esta casa, esas cosas que cuelgan o están apoyadas en estantes… –me explicó.

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—Ahhh, ya entendí, cosas que no sirven para nada y las dejan expuestas para recordar que alguna vez sirvieron para algo –le dije. —Algo así, Frida, porque hay cosas que nacieron para ser adornos y morirán siendo adornos –trató de corregirme. Cuando entré en la habitación de Salvador, mis ojos no lo podían creer: objetos que colgaban de las paredes, los olores, las texturas de lo que tocaba. Su cama era como una nube, ¡me sentía en el cielo! Había cosas raras, entre ellas unas figuras que me recordaron a mi abuela Siv. Toqué las piezas y recorrí con mis dedos las formas extrañas de madera. —Es un juego, se llama ajedrez –dijo mi amigo. —Mi abuela siempre usaba piezas de madera para preparar la estrategia y conducir a las tropas en la batalla. Esto me recuerda a ella –dije y me di cuenta de que la extrañaba un poco. Al recordarla se me cayeron algunas lágrimas. —¡Ves que necesitás un soporte! –dijo Salva. —Sí, quizás tengáis un poco de razón, deberéis soportarme –le aseguré muy seria. Cuando giré hacia el otro lado, la bestia peluda me lamió la cara y limpió mis lágrimas. Como ya había dejado

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mi espada debajo de la cama, no me pude defender. ¡Por suerte!, porque ese animal resultó ser increíblemente bueno y cariñoso. —Goliath es el perro de mi abuelo Ulises –dijo Salvador. —¡ES HERMOSO! –grité. Me tiré en el suelo a jugar con él hasta que se escuchó la puerta y el perro salió corriendo.

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