Vos sos un pequeño mundo, y tu centro es el ombligo. Vivís en otro mundo, más grande, que es tu hogar.
AllĂ, en las noches despejadas, una ventana abierta te regala un espectĂĄculo de estrellas.
AllĂ, los roperos acumulan el olor de los tuyos, las paredes hablan, los sillones invitan a la siesta.
Tu hogar estรก en otro mundo, algo mรกs grande, que es tu barrio.
AllĂ, las calles son caminos para andar y desandar. Las plazas se desperezan en primavera para acunar al sol. Los edificios desafĂan a las nubes para rascar el cielo.
AllĂ, los ojos vecinos miran curiosos y no pierden ocasiĂłn de lanzar al viento un "QuĂŠ barbaridad".