Microrrelatos 2 - El usurpador

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• ÍNDICE • Percepción - 37

Prólogo - 11 El usurpador - 13

Teoría de las cuerdas - 38

Lodo y sangre - 15

Simulaciones - 40

Stepanik - 16

Todos los medios - 41

Un punto negro - 18

Clotilde - 42

Emergencia - 19

Decepción - 44

Oscuros - 20

Hambre - 45

El recurso del método - 22

La piedra - 46

La frontera - 24

El amigo secreto - 47

La foto - 26

Reencuentro - 48

La profetisa - 27

El tigre - 49

Psicopatología elemental - 28

Catalepsia - 50

La visita - 30 Sino - 31 Obituario - 33 Vampirismo - 34 El justiciero - 36

La novela - 52 El sueño - 54 La culpa - 55 Ojos de pescado - 56 Escuela para Filántropos - 59



• Prólogo • El usurpador y otros relatos breves es un conjunto de cuentos de Edgar Allan García para leer y disfrutar con las historias que propone. Los microrrelatos, ficciones breves o minicuentos, son textos narrativos de poca extensión en los cuales el sentido desborda los límites de las palabras y sugiere más de lo que dice. En la historia de la literatura los géneros que cultivan la brevedad son los chistes, las fábulas, las parábolas, las anécdotas y los haikus. En el siglo XX se populariza la ficción breve con autores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Marco Denevi y otros. Es una forma literaria que parece adecuada a la rapidez de los nuevos tiempos y a la estética posmoderna, que comienza con las vanguardias, proponiendo la experimentación con las formas y el lenguaje. Los autores de este tipo de ficciones concentran lo comunicativo de las historias en pocas líneas buscando la sorpresa o la revelación no solo por el contenido de la historia sino también por la estrategia narrativa que hace que el lector deba completar los datos. La sorpresa y lo lúdico, características propias de este género, proponen el juego de llenar los espacios vacíos; el final abrupto y sorpresivo plantea uno o varios sentidos que el lector deberá interpretar. 11


Otros rasgos del relato breve son: la trama sencilla con uno o dos personajes que no se describen; la falta de detalles sobre el espacio (solo hay referencias a lugares concretos); el uso de elipsis para el tratamiento del tiempo y los diálogos, si los hay, son mínimos y esenciales. Pero una de las características más importantes es la intertextualidad, es decir, el diálogo con otros textos de la tradición literaria, por ejemplo. Recurre a la ironía, la parodia y el humor para producir el extrañamiento tan propio de este género. Pero sobre todo los relatos quieren provocar un impacto en el lector y le exigen que sea activo. Los relatos de Edgar, en este libro, son treinta y tres ficciones breves que transitan por lo siniestro, lo inexplicable y lo sobrenatural. No es casual que los géneros elegidos por el autor sean el fantástico, el terror y la ciencia ficción, para ofrecernos en cada página de El usurpador, una lectura inquietante y que atrapa relato por relato.

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Gloria Candioti


• El usurpador • Esa mañana, mientras subía por la escalera eléctrica de un atestado centro comercial, se encontró de frente con quien parecía ser él mismo. Su aparente otro yo bajaba por la escalera contigua, distraído. Al principio le pareció que se había equivocado, que el cerebro, más que el ojo, le había jugado mala pasada. Mientras lo perseguía entre la multitud, pensó en la posibilidad de un gemelo no declarado por sus padres, pero eso era simplemente ridículo. Le costaba acercarse por causa de la barahúnda navideña, pero cuando por fin estuvo a un paso de él, cuando podía haber llamado su atención con solo tocar su hombro con la mano, decidió más bien seguirlo por entre el laberinto de almacenes. Pero unos pasos más allá, el que iba adelante se detuvo como sospechando que alguien lo seguía y miró hacia atrás de golpe. Se vieron sorprendidos, anonadados ante el enorme parecido. Hasta llevaban la misma indumentaria. Los dos se lanzaron a hablar al mismo tiempo y no lograron entenderse. Entonces uno de ellos estiró la mano hacia el otro y ambos sintieron que algo dentro de ellos temblaba, al tiempo que se oscurecía. El uno vio al otro caer al suelo fulminado por lo que parecía un ataque apopléjico o un infarto. Cuando la gente empezó a amontonarse, él se escabulló en busca de aire. "Uno de los dos tenía que 13


seguir vivo", se dijo para tranquilizarse, "uno de los dos era el verdadero, el que debía continuar, el que debía ser… y ese tal vez era yo". Sin embargo, él ya no pudo quitarse esa sensación de ser un usurpador.

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• Lodo y sangre • Había algo siniestro en ese hombre que tiempo atrás se acercó a ella con un pretexto burdo y, a partir de ese momento, se fue quedando en su vida como alguien en apariencia indispensable. Lo aceptó con la absurda idea de que ella lo libraría de tanta sombra, pero han pasado los años y solo ahora se da cuenta de que nada puede ni podrá contra la naturaleza entre lúgubre y perversa de ese hombre. Ella quiere huir, necesita huir, respirar de nuevo en los recintos de luz que algún día fueron suyos, pero él sabe muy bien lo que ella urde en su interior y se empeña en no dejarla escapar. Con todo, ella no deja de intentarlo, a veces con furia, otras con resignación, al borde del llanto o la locura. Él le tapa las salidas, la asfixia por dentro y por fuera, la quiere suya hasta la muerte, aunque para ello, un día de estos, tenga que por fin salpicar su bota de lodo y sangre.

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• Stepanik • Una gran nevada se había cernido sobre Praga en aquel invierno de 1941, en tanto los oficiales de la SS agonizaban de tedio en las casas que les habían asignado en las afueras. Una noche, tras una partida de póker, a uno de los oficiales se le ocurrió la macabra idea. En uno de los patios de atrás había una piscina vacía que podría ser llenada de pared a pared con algunos presos que asfixiaban las cárceles; el propósito consistiría en que pelearan entre sí armados de un palo cada uno. Solo se admitiría un sobreviviente y se aceptarían apuestas una vez empezada la contienda a muerte. Aceptada por unanimidad la idea, se adecuaron miradores para que los oficiales y sus esposas no se perdieran el espectáculo. Karel Stepanik supo desde el comienzo que por su contextura podía salir vivo de ese foso devorado por el musgo y, una vez con un palo en la mano, se dedicó a partir las cabezas de cuantos encontraba en el camino, mientras arriba los aplausos y los gritos agitaban el aire helado. Algunos eran fáciles de vencer: ancianos, adolescentes, tullidos, pero otros le costaron más de un golpe en las costillas, el brazo izquierdo y el codo derecho. Cuando vio entre jadeos angustiosos que solo quedaba él y otro que sangraba profusamente, reparó de pronto en lo que había sido capaz de hacer y supo, muy dentro de su alma, 16


que no podría llevar el peso de lo que había realizado por el resto de su vida. Stepanik avanzó entonces hacia su último rival que casi no podía tenerse en pie y, en vez de levantar el húmedo madero, agachó la cabeza, cerró los ojos y esperó en silencio.

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