No lo intenten en sus casas

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La serie negra de Quipu

No lo intenten en sus casas JosĂŠ Montero Ilustraciones: Ochopante


El misterio de la bombita de olor

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Pesadilla zombi

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No lo intenten en sus casas

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El Loco Papelito

49

Mutante

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GPS

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La combi

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Dibujos del mรกs allรก

87

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No lo intenten en sus casas

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El misterio de la bombita de olor

Facundo entra en la biblioteca, se registra como lector con nombre falso y pide un libro. Minutos después se lo entregan. Se sienta en la sala y lo observa de manera hipnótica. ¿Por qué es tan valioso? ¿Qué secreto esconde? Luego lo cierra y, en vez de devolverlo, lo aprieta contra el pecho y sale corriendo. Se sube a la moto y escapa. A la mañana siguiente, la noticia sale publicada en distintos medios. El Diario Popular titula "Ladrón culto" y cuenta los hechos de la siguiente manera: "Cuatro ejemplares de un mismo libro fueron robados ayer en distintas bibliotecas de la Capital por un ladrón solitario. "El libro sustraído se titula 'Fabricación de chascos y artículos para fiestas', de Antonio Mussa y fue publicado en Buenos Aires por la editorial Hobby en 1968. "Un joven de aproximadamente 18 años, de anteojos y con una verruga en la mejilla izquierda, entró en un lapso de tres horas a cuatro bibliotecas ubicadas en distintos puntos de la ciudad, solicitó el título en cuestión y luego huyó con él. "'Nadie consultó este texto durante más de veinte años y, de pronto, alguien se lo lleva en un mismo día de todos los lugares donde estaba disponible', declaró un funcionario de Cultura. "Un oficial de policía resumió así el desconcierto que provoca el caso: 'Robarse un libro de chascos parece broma'." *** 9


Raúl García termina de leer la nota y disimula su preocupación. Continúa con la tarea de dar toques de rojo sangre a una partida del “Dedo lastimado saltarín”. El truco consiste en un falso vendaje que brinca a la cara de quien se acerca a preguntar qué pasó. Es un chiste viejo, pero efectivo, como el anillo que moja o los caramelos picantes. La fábrica de chascos funciona en las piezas del fondo de una casa familiar, donde trabajan solo dos personas: Raúl, el dueño ya anciano, y Matías. Matías es sobrino nieto de Raúl, tiene 15 años, va a la fábrica a la salida del colegio y se ocupa de la distribución de los chascos en kioscos. Raúl enciende el soplete y le dice: ––Si alguien te pregunta por la fórmula, Matías, ya sabés: nada. ––Me lo dijiste quinientas veces, tío. Se despiden. Matías se va. Raúl se calza los anteojos y la máscara de seguridad y comienza a llenar las ampollas con el líquido más nauseabundo conocido sobre la Tierra. Después acerca las ampollas al soplete. El vidrio se funde y sella las unidades. Las bombitas de olor quedan listas. *** No es la primera vez que Facundo roba, pero quiere salirse. Todas las mañanas maldice la hora en que se convirtió en delincuente, a los 15 años. Lo detuvieron, lo llevaron a un instituto de menores y ahí conoció al Licenciado. Era amable y comprensivo. Sin embargo, cuando Facundo recuperó la libertad, el Licenciado mostró su verdadera cara y le dijo que a partir de ese momento iba a trabajar para él.

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Si se negaba, le inventaría una acusación para meterlo nuevamente preso. Había caído en manos de un funcionario corrupto. Ahora está asustado porque en el golpe a las bibliotecas se expuso demasiado. En la prensa salió un identikit de él, pero por suerte el dibujo no es bueno. Tuvo la viveza de ponerse anteojos y una verruga de chasco. Los testigos recordaron esos detalles y olvidaron lo demás. Lo peor es que el riesgo al que se sometió fue en vano. El Licenciado grita: ––¡¿Dónde está?! Figuran los bombones con pimienta, el jabón que ensucia, los cigarrillos que explotan…, pero ¡falta la fórmula de la bombita de olor! ––Yo traje lo que me pidió –se defiende Facundo. ––¡Cuatro meses reconstruyendo la historia de la fábrica de chascos para nada! –continúa el Licenciado. ––¿Y si…? ––¡Mil veces la repasé! Desde el comienzo con el mago Faraday, el remate, la compra de los chascos por el viejo García, el libro que se creía perdido. ¡Toda la investigación tirada a la basura! *** Matías llega con su mercadería al kiosco de la avenida Gaona. ––Necesito urgente todas las bombitas que tengas –dice el encargado. ––¿Qué pasó? –pregunta Matías. —Se pusieron de moda entre los chicos. Aunque esta vez mi principal cliente ya tiene como 18. ––Le voy a decir a mi tío que aumente la producción. ––Que se apure –dice el comerciante–. La demanda crece. 11


––¿Sí? ––Es que tu tío se pasó con su invento. Cuando estaba en el secundario, ¿sabés la de veces que evacuaron el aula porque tiré bombitas? No digas que nunca lo hiciste. ––Ni de casualidad –dice Matías–. El olor me descompone. ––Esa es la gracia. ––Me descompone en serio. Me desmayo. *** El Licenciado se queda hasta las dos de la mañana frente a la computadora, esperando el contacto desde Japón. De pronto el Messenger le avisa que Tanaka acaba de iniciar sesión. TANAKA: ¿Qué pasa con las bombitas que no llegan? LICENCIADO: Dependo de lo que compro en comercios. No puedo tratar directamente con el fabricante. Sospecharía. TANAKA: Acá el delirio crece. En una fiesta de millonarios en Tokio llegué a venderlas a mil dólares cada una. LICENCIADO: ¿Mil dólares? TANAKA: Fíjese el saldo de la cuenta en Suiza. Ya deposité su porcentaje. LICENCIADO: Mañana le hago un nuevo envío por correo, aunque sean pocas unidades TANAKA: ¿Consiguió la fórmula? LICENCIADO: No. TANAKA: ¿Cómo que no? Usted dijo que estaba en un libro. LICENCIADO: Me equivoqué. TANAKA: Pasemos al plan B. LICENCIADO: Eso aumenta el riesgo. TANAKA: Estoy dispuesto a pagar más. 12


LICENCIADO: ¿Cuánto? TANAKA: Un millón de dólares. *** Facundo recibe un mensaje de texto en su celular. El Licenciado le ordena que salga a comprar más bombitas. Todas las que pueda. Cuando llega al kiosco de Gaona, el dueño está poniendo las rejas y el candado. ––Esperá –dice Facundo. ––Me estoy yendo –se excusa el kiosquero. ––Por favor, es urgente. ––¿Qué hacés con las bombitas de olor? ¿Te las tomás? ––No te importa. ––Epa, momentito… ¿No te enseñaron modales? ––Estoy apurado –dice Facundo. ––Volvé mañana si estás apurado. ––Te pago el doble por cada una. ––¿El doble? –lo mira el kiosquero. ––Sí, y el triple también. ¿Cuántas tenés? ––Cuatro me quedaron. Pero te van a salir 50 pesos cada una. ––¡¿Qué?! ––Como me sigas discutiendo, te van a salir más caras. ¿Qué negocio hacés con las bombitas? ––Abrí y dámelas porque te reviento –se acelera Facundo. ––¿Cómo? ––¡Te reviento! –grita el chico de la moto, y le parte el casco en la cabeza. El comerciante se derrumba en la vereda. Desesperado, Facundo se agacha, toma las llaves y abre el candado. 13


Corre la reja y busca las bombitas. Las mete en un bolsillo, se sube a la moto y sale a toda velocidad.

***

––¡¿Te volviste loco?! –grita el Licenciado. ––Yo le dije: era mejor comprar durante el día –se defiende Facundo–. El tipo estaba cerrando. ––¿Y por eso tenías que golpearlo? ¡De nuevo saliste en los diarios! Mirá, otro identikit. Facundo toma el periódico pero enseguida se tranquiliza. ––¿Quién hace estos dibujos? Me parezco menos que en el anterior. ––¡Pero el kiosquero puede reconocerte! ––A ese kiosco no vuelvo más. ––Un lugar menos donde comprar las bombitas. Se acaba el tiempo. Hay que conseguir la fórmula.

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––¿Por qué no busca a los familiares del mago Faraday? Era el fabricante original. ––No tiene nada que ver. ––¿Cómo que no? Usted me lo contó: el padre del actual dueño de la fábrica compró las pertenencias de Faraday en un remate. Se deshizo de los trucos de ilusionismo y se concentró en el negocio de los chascos. ––Pero la bombita de olor todavía no existía. La desarrolló el padre y la perfeccionó el hijo, Raúl García. ––¿Y si le ofrece a Raúl García comprarle la fórmula? ––Nunca aceptaría. *** Son las dos de la mañana y el auto llega frente a la fábrica de chascos. Es una casa de planta baja. Desde la calle, solo se ven un muro y el portón del garage. En los cuartos de adelante está la vivienda de Raúl García. El Licenciado le explica a Facundo que debe treparse al árbol, saltar a la terraza de la casa de al lado, recorrer los techos y bajar en el fondo, donde funciona la fábrica. Facundo desciende del coche y se aproxima al árbol. Le cuesta subir, pero lo logra haciéndose raspones en las manos y en las rodillas. Trepa por las ramas y descubre una posición desde la que agarrarse de la baranda de la terraza. Lo hace y en dos movimientos está violando una propiedad privada. Atraviesa la terraza en puntas de pie para no despertar a la gente que duerme abajo. Se trepa a una parrilla, después a la pared medianera y va haciendo equilibrio hacia el fondo. Mira hacia la casa de Raúl García. Deja atrás un patio, luego el segundo, y las construcciones que ve ahora ya son la fábrica. 15



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