HORARIOS SEMANA SANTA
PARROQUIA CORAZÓN DE MARÍA - GIJÓN www.pacomargijon.org
Avda. Pablo Iglesias, 82
JUEVES SANTO: 10,00 H.: ORACIÓN DE LAUDES.
985 37 09 44
NECESITO SEGUIDORES QUE ME ACLAMEN CON SUS OBRAS
18,00 H.: EUCARISTÍA DE LA CENA DEL SEÑOR.
22,00 H.: HORA SANTA.
VIERNES SANTO: 10,00 H.: ORACIÓN DE LAUDES. 12,00 H: VIACRUCIS EN EL PARQUE DE ISABEL LA CATÓLICA.
17,00 H.: CELEBRACIÓN DE LA MUERTE DEL SEÑOR.
Humilde como el pan. Bueno como el pan. Entregado como el pan.
SÁBADO SANTO: 10,00 H.: ORACIÓN DE LAUDES. 12,00 H.: HORA SANTA MARIANA. 22,30: H.: VIGILIA PASCUAL
DOMINGO DE PASCUA: MISAS: 10:00; 11:30; 13:00 y 19:30 H.
Si no doy muerte a mi orgullo, a mi agresividad, a mi soberbia, a mis envidias y recelos, en mi vida no florecerán nunca la paz, la bondad, la alegría de darse al otro y la felicidad de sentirme surco fecundo.
SEMANA SANTA 2015
SEMANA SANTA AMAR, MORIR, RESUCITAR, son como tres movimientos “in crescendo” de la Semana santa. Tres realidades que, sin duda, son las más importantes en la vida de cada hombre.
JUEVES SANTO: ¡¡¡AMAR!!! AMAR es el verbo más conjugado de la historia. El hombre está sediento de amor. Cuando lo encuentra y cuando lo da, es feliz. Pero amar como Jesús con su medida y con su finalidad, no es fácil. Amar como El amó supone negarse, olvidarse, vencerse. Amar como amó Jesús supone considerar de verdad a los hombres, a todos los hombres, como hermanos y estar dispuesto a compartir con ellos la herencia, toda la herencia. No, no es fácil amar así. Y por eso no lo hacemos. No lo hacen los hombres en general y no lo hacemos, evidentemente, los cristianos. Por eso, fácilmente, el Jueves Santo no lo entendemos.
VIERNES SANTO: ¡¡¡MORIR!!! MORIR. ¡Qué difícil! Y, sin embargo, la muerte está ahí, dispuesta a acudir puntualmente a la cita. No queremos saber nada de ella. Viéndonos, también nosotros mismos podríamos pensar: ¡Qué terrible una muerte sin respuesta! ¡Qué angustiosa una muerte sin retorno! ¡Qué cruel una muerte sin victoria!
Contemplando el modo de vida de los hombres, también quizá el nuestro, cabría preguntarse: ¿Qué esperan los hombres persiguiendo tan ansiosamente el poder, el dinero, la gloria? ¿Está ahí la meta anhelada, el fin último, la aspiración máxima? ¿Qué piensan los hombres de la muerte? No es fácil aprender a morir; sin embargo, debiéramos esforzarnos por dar, a la luz de la muerte y sin necrofilia, hondura y categoría a nuestra vida, sabor cristiano y trascendente a nuestro existir. Pensar serenamente el Viernes Santo, a la sombra de la Cruz.
SÁBADO SANTO: ¡¡¡RESUCITAR!!! Es la última palabra de la muerte. El triunfo, la gloria, la alegría. Jesús, venciendo el tedio, el dolor, la angustia, la incógnita que se alza perturbadora ante la mente humana. Su triunfo es el nuestro. ¿De verdad lo creemos así los cristianos? Quizá en el fondo de nuestro ser sí lo creemos. Nos falta avivar esa fe, hacerla realidad diaria, ponerla de relieve al enfocar la vida, al acercarnos a los hombres, al vivir con ellos. Hay que intentar resucitar cada día en un esfuerzo permanente por dar a nuestra existencia un tono y un estilo en el que se reconozca inmediatamente a Cristo, cuyo final no fue la Cruz, sino la Luz, no fue la muerte sino la VIDA FELIZ PARA SIEMPRE. AMAR, MORIR y RESUCITAR: tres realidades para pensar y para vivir en esta Semana Santa y en toda nuestra vida.
OTRA SEMANA SANTA ES POSIBLE Hay un lugar en el sur de mi imaginación donde cada Semana Santa las cofradías preparan con esmero sus pasos procesionales. Este año me han llamado especialmente la atención tres de ellas. La hermandad de los “mártires de Iraq”, la cofradía del “cuerno de África” y la compañía de “Los Desesperados”. En la primera destacan unas figuras tremendamente realistas de niños mutilados y casas destruidas. El paso lo llevan a hombros padres desconsolados. Detrás de la carroza desfilan a paso marcial una legión de marines americanos perfectamente alineados y uniformados. El toque de tambor, como único sonido, reverbera en rabia contenida. La cofradía del cuerno de África no se queda atrás en el realismo de las tallas. Un grupo de mujeres muriendo de meningitis, poliomielitis y sida componen un retablo estremecedor. Este paso no va escoltado por militares engalanados, un ejército de batas blancas lo va siguiendo en un respetuoso silencio. En los bolsillos de los médicos, las patentes de los medicamentos que permitirían acabar con esas enfermedades. La compañía de “Los Desesperados” cierra la procesión. Un árbol con un ahorcado en el centro del espacio. Una cuerda tejida con las hebras del odio, la discriminación y el rechazo. A los pies del suicida lloran gays y lesbianas. Como es el paso que cierra la procesión va acompañado por las autoridades civiles, militares y religiosas de la localidad. Curiosamente, las cintas y borlas que adornan la vara de mando del alcalde, el sable del general, y el báculo del obispo van enlazadas con el famoso “nudo del ahorcado”. No es esta una Semana Santa apta para menores de edad, pero ¿qué otra cosa son las procesiones de esta Semana, sino sacar a la luz el sufrimiento de los crucificados de la historia? Rememorar el juicio social, político y religioso que llevó al madero al Crucificado. Esperar que el Domingo de Resurrección, Dios sea fiel a su Palabra y plante su justicia en el mundo, confundiendo la suerte de los malvados. Es la Semana de las víctimas, son ellas las que esperan que Dios esté de su parte y los resucite a una nueva vida. A nosotros/as, con nuestros pequeños desconsuelos de andar por casa, se nos pide que aguantemos la mirada del sufrimiento radical, que entremos a formar parte de los Cireneos que comparten la cruz del prójimo; para así, al lado de las víctimas, gritar, luchar y esperar una Resurrección necesaria. (Eclesalia)
LOS OJOS PUESTOS EN ÉL ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras? ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras! ¡Cuántas veces el ángel me decía: «Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía»! ¡Y cuántas, hermosura soberana, «Mañana le abriremos», respondía, para lo mismo responder mañana!