Hoja parroquial Domingo XXXII Tiempo Ordinario

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PARROQUIA CORAZÓN DE MARÍA GIJÓN

UÉ TE DICEN ESTAS IDEAS? Qué sentido tiene correr cuando vas por el camino equivocado?

En la vida no hay premios ni castigos; sólo consecuencias

Como no tenemos nada más precioso que el tiempo, no hay mayor generosidad que ofrecerlo a los demás sin intereses

Quien no La paciencia comprende es un árbol Es menos malo una mirada de raíz agitarse tampoco amarga, en la duda comprenderá pero de que descansar una larga frutos muy en el error explicación dulces Huye de los elogios pero trata de merecerlos AVISOS... El sábado próximo, día 16, tendrá lugar la CONFIRMACIÓN de los jóvenes de la parroquia en la Eucaristía de las 19,30 h. El domingo 17, la colecta será por la Iglesia Diocesana.

www.pacomargijon.org

Avda. Pablo Iglesias, 82

985 37 09 44

“DÉJATE QUERER”

DOMINGO XXXII Tiempo Ordinario CICLO C 10-11-2013

Las promesas de Jesús se relacionan siempre con la plenitud de vida.

Jesús asegura que la vida después de la muerte no es una continuación de la vida que conocemos, por eso dice que todo tipo de instituciones, de parentescos, de estados de vida, de relaciones humanas, dejarán paso a la nueva y liberadora realidad que nos espera en Dios. Jesús en su respuesta deja de lado una miope y literal interpretación de la ley. Afirma que la resurrección no es un simple revivir, es nacer a la vida a la que aspiramos y anhelamos, es terminar con todo tipo de limitaciones y ataduras, para vivir plena y definitivamente libres y felices. Una vida en plenitud, una nueva creación, que no podemos captar desde nuestras categorías finitas de espacio y tiempo, pero sí podemos vislumbrar y anhelar apoyad@s en la fuerza de la fe y la esperanza. Es un tema que sobrepasa nuestra inteligencia. Tenemos la posibilidad de creer o no creer.


2Macabeos 7,1-2.9-14: “En aquellos días arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Unos de ellos habló en nombre de los demás: “¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir. 2Tesalonicenses 2,16-3,5: ”Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas”. Lucas 20,27-38: “No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos”.

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E CUÁL DE LOS SIETE SERÁ LA ESPOSA?

La pregunta se basa en la ley del levirato -levir significa cuñado-, ley discriminatoria que sólo tiene en cuenta a los antepasados varones. Ley de varones para varones. Jesús no entra en el tema. Habla de la vida después de la muerte, algo mucho más importante que el caso que le presentan. ¿Creo en la vida después de la muerte? ¿Pienso en ella? ¿Cómo la imagino? ¿Procuro olvidar o negar el tema, como los saduceos? ¿Creo en la vida de cada día? ¿Qué hago para mejorar las condiciones de vida de las personas empobrecidas, de l@s que sufren tanta injusticia e insolidaridad? La fe en la Resurrección no nos saca de la historia. Al contrario, hace que nos encarnemos profundamente en ella trabajando para lograr una vida digna para todos, libre de esclavitudes e injusticias.

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OR QUÉ MORIR

¿Por qué hay que morir, si, desde lo más hondo de nuestro ser, nos sentimos hechos para vivir? Algo se rebela muy dentro de nosotros ante la muerte. La vida debería ser distinta para todos, más hermosa, más feliz, más segura, más larga. En el fondo vivimos anhelando vida eterna. En parte, es comprensible la actitud, hoy bastante generalizada, de vivir sin pensar en «la otra vida». ¿Para qué, si sólo estamos seguros de ésta? ¿No es mejor concentrar todas nuestras energías en disfrutar al máximo de nuestra existencia actual? ¿No es más realista, «instalarnos perfectamente en la finitud» y aprender a vivir y morir sin refugiarnos en ilusiones de resurrección o vida eterna, como sugería Tierno Galván? Son preguntas que están en la conciencia del hombre contemporáneo. Pero esta actitud, aparentemente tan sensata y realista, ¿es la postura más sabia o es, más bien, la resignación de quien se cierra al misterio último de la existencia mientras, en su interior, todo es protesta? Sin duda, esta vida finita encierra un gran valor. Es muy grande vivir aunque sólo sea unos años. Es muy grande amar, gozar, crear un hogar, luchar por un mundo mejor. Pero hay algo que, honradamente, no podemos eludir: la verdad última de todo proceso -lo afirma la ciencia en todos los campos- sólo se capta en profundidad desde el final. Si lo único que nos espera a todos y a cada uno de nosotros es la nada, ¿qué sentido pueden tener nuestros trabajos, esfuerzos y progresos?, ¿qué decir de los que han muerto sin haber disfrutado de felicidad alguna?, ¿cómo hacer justicia a quienes han muerto por defenderla?, ¿qué decir de tantas vidas malogradas, perdidas o sacrificadas?, ¿qué esperanza puede haber para ellos?, y ¿qué esperanza puede haber para nosotros mismos que no tardaremos en desaparecer de esta vida sin haber visto cumplidos nuestros deseos de felicidad y plenitud? La respuesta nos viene del poder salvador de ese Dios, que, según Jesús, «no es Dios de muertos, sino de vivos». Sólo Él colmará nuestra pasión por una vida que merezca la pena.


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