VIDA PARROQUIAL 1.- El próximo sábado, 22, a las 19,30 h. un grupo de jóvenes de la parroquia recibirá la Confirmación de manos de nuestro obispo auxiliar Dn. Juan Antonio Menéndez. 2.- Esta semana han comenzado las actividades del proyecto “Punto de Apoyo”. 3.- El próximo domingo “Donación de Sangre” en los locales parroquiales.
PARROQUIA CORAZÓN DE MARÍA GIJÓN www.pacomargijon.org
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Domingo XXXIII T.
Ordinario
CICLO A
16-11-2014
¿Qué está pasando en la vida pública española? “Un apunte de urgencia, tan injusto al generalizar como cierto en la experiencia cotidiana, sería éste. La cultura de “lo público” no existe en la sociedad española; lo público se soporta y se padece; un paso más, y se sobreentiende que aprovecharse de “lo público” es lo normal. El concepto bien común no se reconoce y acepta como el de bien privado. El que reparte, se sobreentiende que se queda con la mejor parte. “Todos lo haríamos”, -se oye por doquier-. Así es imposible crear moral pública compartida. Nadie está educando en el respeto de lo público. Todas las instancias de la vida familiar y social estamos fallando en dar valor a lo público, y en ese magma, los administradores se embarran hasta el cuello. Son lo más osado, habilidoso y descreído entre aquellos que niegan ese valor moral de lo público. Una clave más. En todos los lugares de Europa hay mucha competencia, pero en nuestra cultural social, para lograr algo, además de esa competencia leal, vale todo; las estrategias más irrespetuosas son parte del plan de ataque. La trampa es parte del juego. Del deporte ha saltado a la vida social en cuanto tal (o a la vez, no lo sé). Se acepta que todos lo harían, porque éste es un país de “listos” -se alega con orgullo- no de “mojigatos”, de “gente que sabe vivir” y “aprovechar para sí las ocasiones”. Esto se extiende hasta el infinito por todas las profesiones y la gente lo da por supuesto. Así es muy difícil crear una cultura social respetuosa con el bien público y común como algo tomado en serio. Urge aplicar las leyes con rigor y justicia, y urge defender una cultura de lo público y social sin trampas y como algo tan decisivo y “mío”, como mi propiedad, mi casa y mi conciencia”. (I. Camacho en RS21)
BUENOS TIEMPOS PARA INVERTIR
Tenemos una tradición imponente de personas que en la Iglesia han ido invirtiendo su vida, han ido haciendo opciones en las que lo importante no ha sido ni el poder, ni el dinero, ni el prestigio… Su opción ha sido invertir en liberarnos de todas las necesidades que la sociedad propone y crea, de manera que, cuando nos alejamos de ellas, nos vemos empujados a sentirnos raros… Su opción ha sido invertir en solidaridad, invertir en compasión, entrando en comunión con los dramas que padecen y viven los otros y sintiéndolos como propios; invertir en ser voz de los que no tienen voz, invertir en escuchar, entender y estar en la vida, dolor y alegrías de quienes nos rodean…, invertir en formarnos para ser testigos eficaces en nuestra sociedad; invertir en amar, en querer estar con los “no rentables” en nuestro mundo, “no rentables” en nuestro trabajo y en el de nuestros vecinos… aquellos que no dan ni votos, ni dinero y que sólo el acercarnos a ellos “nos complica la vida”…; invertir en creer en los que nadie cree, invertir en los mayores, invertir en valores que nos salven de tanta corrupción… Invertir en acciones con poca repercusión mediática, sin permitirnos que, no ya la mano, ni siquiera los dedos, sepan unos de otros del bien que trasmiten y que sólo “el Padre lo sabe…” ¡¡Invertir en amor, en justicia, en ternura, en esperanza…!!
H
abla, Señor, Te Escucho
Ezequiel 47,1-12:
Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.
1Corintios 3,9-17:
“...Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados”.
Mateo 25,14-30:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que habla recibido cinco talentos y le presentó otros cinco. Se acercó luego el que habla recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.” El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán…. Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”.
DESENTIERRA TU TALENTO Escondí tu talento bajo tierra. A pesar de su aparente «inocencia», la parábola de los talentos encierra una carga verdaderamente explosiva. Sorprendentemente, el «tercer siervo» es condenado sin haber cometido ninguna acción mala. Su pecado consiste precisamente en «no hacer nada», no arriesgar su talento, conservarlo del modo más seguro posible. Según Jesús, sus seguidores se equivocan pensando que Dios se contenta con que no hagamos ninguna acción mala. Todo lo contrario, el que no se arriesga de manera positiva y creadora a realizar el bien, aunque no viole ninguna ley, está ya defraudando las exigencias profundas de Dios. El pensamiento de Jesús es claro. Nuestro gran pecado puede ser la omisión, el no arriesgarnos a hacer el bien contentándonos con «conservar el talento». El papa Francisco lo expresa con claridad: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades”. Basta recordar un cierto lenguaje «cristiano» para percibir en qué hemos puesto nuestro cuidado. «Conservar» el depósito de la fe, «conservar» la gracia, «conservar» las buenas costumbres, «conservar» la vocación... ¿Es este cristianismo «en conserva» el querido por Jesús? Alguien ha dicho que «la apatía constituye el pecado clave del mundo moderno» (H. Cox). Apatía que significa abandono y renuncia a ser realmente hombre. Negativa a asumir los riesgos de una vida responsable. Los cristianos hemos puesto el acento en estar modosos en la iglesia, en no decir palabras fuertes, en no ingerirnos en los problemas sociales. Quizás tengamos que revisar nuestra complicidad con Pilatos por lavarnos las manos de todo aquello que está ocurriendo. Cada uno tenemos ante nosotros un quehacer y una responsabilidad a los que no podemos renunciar. Una tarea en la que nadie nos puede sustituir.