Hoja Parroquial Domingo XXXIII TO

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ESÚS EN EL CENTRO DE LA VIDA Y DE LA COMUNIDAD

En todas las religiones se absolutizan algunas cosas que no lo son en absoluto. Para los seguidores y las seguidoras sólo Jesús es el absoluto y Él no consideró absolutos ni el templo, ni las leyes, ni las tradiciones sin contenido. Para Jesús lo verdaderamente absoluto son su Padre Dios y las personas, junto a todo aquello que las hace libres y felices; por eso su proyecto será de liberación y de bienaventuranza, un proyecto que siempre está comenzando. Por eso, todos nuestros proyectos deben tener su origen en Jesús y a Él deben de tender. Así nuestros días, semanas, meses, años, épocas deben funcionar con ese criterio: partir de un encuentro con Jesús y su proyecto para acomodar los nuestros, y no dar nada por terminado si no se ha llegado al encuentro definitivo con Él. (Franch A.)

TRAGEDIA Y DESOLACIÓN EN FILIPINAS

Una guerra por sorpresa de la naturaleza, un país diezmado por la tragedia: Filipinas. 10.000 víctimas mortales y cientos de miles de damnificados. Imágenes que hieren los ojos y encojen el corazón. No lo dejes encogido. Hoy, la invitación es a ensancharlo siendo solidarios con tanto dolor. Seguro que responderás. La colecta de hoy irá destinada a los damnificados de Filipinas.

PARROQUIA CORAZÓN DE MARÍA GIJÓN www.pacomargijon.org

Avda. Pablo Iglesias, 82

985 37 09 44

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA

DOMINGO XXXIII Tiempo Ordinario CICLO C 17-11-2013

Un día como este de la Iglesia diocesana nos viene bien para dejar de ser “cristianos vergonzantes” que sólo saben traslucir el sonrojo o la indiferencia hacia la cara débil de la misma. Hoy “es hora de alegrase de la Iglesia en el mundo y de sus instituciones en España, de compartir su destino, de dejar de utilizarla como peana para ostentar nuestras grandezas… Es hora de no mirarla desde fuera como espectadores, sino de ser Iglesia como protagonistas, compartiendo riesgos, rechazos y alabanzas. Cada creyente está llamado a ser una mirco-iglesia. Ella no es una empresa, ni un sindicato, ni una sociedad anónima: es una familia, la de Cristo y la de quienes quieren ser como Él… Hoy hay que atreverse a decir que ella es columna de la verdad que Dios nos ha dejado y a repetir con Pascal, que su historia es la historia de esa verdad necesaria… Una verdad a veces mezclada con sangre y violencia. Pero, ¿qué realidad hermosa no ha sido degradada por los hombres? En medio de nuestra pobreza de pecadores, ¿dónde han brillado tanto el amor y la santidad, el servicio y la misericordia como en ella? La alegría de Dios y el gozo de ser Iglesia son dos carencias a la vez que dos urgencias en España. Ellas también pertenecen a las causas de la crisis y a las posibles salidas de ella”. (Olegario González de Cardedal en “ABC” del domingo 3 de diciembre)


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E ESCUCHO, SEÑOR

Malaquías 3,19-20 “A los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud sobre las alas”. 2Tesalonicenses “…nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviéramos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar”. Lucas 21,5-19 “Cuidado con que nadie os engañe…” “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”.

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ESÚS Y EL TEMPLO DE JERUSALÉN Para un judío, la estabilidad del mun-

do dependía del Templo. El santuario de Dios garantizaba, con su edificio y liturgia expiatoria, el orden de la tierra. Si falla el templo, el mundo pierde su sentido y los hombres quedan desfondados, sin unión con Dios, sin garantías de vida y pervivencia: ¿Cómo se podrá vivir sin templo? ¿Cómo mantenerse y superar los riesgos de la historia si no existe un santuario donde puedan expiarse los pecados? El templo de Jerusalén, vinculado a la memoria de David-Salomón, era el centro de la vida israelita y se encontraba bajo la protección del gobernador romano con autoridad para nombrar al Sumo Sacerdote. Por su parte, en el templo se celebraba cada día un sacrificio a favor de Roma, simbolizando así la estabilidad y sacralidad del orden israelita, dentro del imperio. Mientras hubiera templo, el mundo podría seguir existiendo, con sus tres funciones: económica, política y religiosa. El templo, principal lugar sagrado del judaísmo, se había convertido en lugar de separación y división. La misma distribución del espacio llevaba consigo a discriminación. Los paganos no podían pasar más allá del

“atrio de los gentiles”; las mujeres no podían pasar más allá del “atrio de las mujeres”; sólo los varones judíos podían entrar en el “atrio de los israelitas”, salvo los que tuvieran algún defecto físico; sólo los sacerdotes podían entrar en el “atrio de los sacerdotes”-el santo-; sólo el Sumo Sacerdote podía entrar una vez al año en el “Santo de los Santos”. Así, la supuesta cercanía de Dios traía consigo separación en vez de encuentro. Además, el templo se había convertido en la sede de un inmenso negocio gracias a los peregrinos que acudían al mismo. Jerusalén era una ciudad rica, en fuerte contraste con el campo empobrecido de Galilea y de Judea. Por otra parte, el templo llevaba asociada la división entre la ciudad y el campo, entre sacerdotes y laicos, entre hombres y mujeres, entre puros e impuros, entre judíos y gentiles. División económica, religiosa, sexista, moral y étnica. Demasiada división en el templo y en torno al templo. Jesús predice la ruina del templo a quienes se extasían en su belleza y grandeza. Jesús no aplaude a quienes se dedican a alabar la belleza de las piedras y riquezas de los templos. Para Jesús la destrucción del templo representa el fin de la antigua alianza, el derrumbamiento de una forma de entender la religión de forma legalista, farisaica y cultual. Nos invita a reflexionar sobre las costumbres y situaciones, en nuestra vida personal y comunitaria, que precisamos dar por terminadas para poder comenzar otras nuevas, más convincentes y más en la línea del programa de Jesús. La humanidad nueva y la creación nueva es el gran templo de Dios. Cada ser humano y cada lugar de comunión y encuentro es el verdadero templo del Espíritu de Jesús. San Lucas utiliza un lenguaje apocalíptico, que no hay que entender de forma literal. Lo importante no es saber “cuándo” y “cómo” sucederán estas cosas del final, sino mirar hacia adelante y recorrer el Camino que nos lleva a la felicidad verdadera, construyendo un mundo más humano, más cristiano. Mirar al mañana no es olvidarse del hoy, sino vivir con mayor compromiso, entusiasmo y esperanza activa el presente. Jesús nos previene y nos aconseja estar atent@s ante quienes tratan de engañar pretendiendo adueñarse de Él, considerándose poseedores de la verdad y con derecho a asustar, juzgar y condenar. Su recomendación encarecida es no ir tras de ellos.


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