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Dionisia Fernández Fdez. Funeral comunitario, Olvido Rodríguez Fdez. día 25 Abelardo Valdegrama Huerta Rogelio Cardeñoso Gómez Difuntos del mes. Chelo Sansegundo del Nogal

L

PARROQUIA CORAZÓN DE MARÍA GIJÓN www.pacomargijon.org

Avda. Pablo Iglesias, 82

985 37 09 44

FIESTA DE CRISTO REY

A DIGNIDAD DE UN REY

Pequeño, peregrino y pobre, vestido de paz y sonrisa, enamorado del hombre y de un Dios que nos justifica, ese es mi rey si ha de haberlo. A la deriva y sin techo, en un establo de “alta cuna” nació solo con ayuda de la luz de aquella luna y tan sólo su presencia ya templó nuestras entrañas intuyendo un nuevo Reino que colmaba cada alma. Un hombre como nosotros con alegrías y duelos enseñando a cada uno que ya forma parte del cielo; que anda nuestros caminos, y ahuyenta todos los miedos con su mirada serena que da calor y consuelo. PEQUEÑO, PEREGRINO Y POBRE VESTIDO DE PAZ Y SONRISA ENAMORADO DEL HOMBRE Y DE UN DIOS QUE NOS JUSTIFICA: ESE ES MI REY SI HA DE HABERLO, ESA ES LA LEY EN QUE CREO, LA DIGNIDAD QUE ME ALZA Y PONE EN PIE MIS ANHELOS. ESE ES MI REY SI HA DE HABERLO ESA ES LA LEY EN QUE CREO. Con la bondad en sus manos y la verdad en su boca con corazón de justicia y un Amor que descoloca sin posesiones ni precios, y regalando riquezas que ni los reyes conocen a pesar de su nobleza Ese es mi Rey, mi Señor, mi Dios, Padre, Madre... mi canto luz que ilumina mis días con sus dichas y quebrantos el que acompaña mis noches con abrazos regalados el que me invita a soñarle con el corazón alado.

DOMINGO XXXIV Tiempo Ordinario CICLO C 24-11-2013

Celebrar la fiesta de Cristo Rey no es celebrar a un Dios fuerte, dominador, que se impone a los hombres desde lo alto de su omnipotencia y que los aterroriza con gestos espectaculares; es celebrar a un Dios que sirve, que acoge y que reina en los corazones con la fuerza desarmada del amor. La CRUZ es el trono de un Dios que rechaza cualquier poder y escoge reinar en el corazón de los hombres por el amor y por la entrega de la vida.

Jesús es el Rey que ha venido a servir, -prescindiendo de ventajas y privilegios-, no a que le sirvan ni a servirse de l@s demás. Su Reino no tiene más leyes que el amor; por eso no necesita cuerpos legislativos. Nuestra tarea salvadora es anunciar la cercanía del Reino de Dios, no sólo con palabras, sino con gestos creativos, convencid@s de que Jesús es el signo más grande del Reino de Dios, la presencia viva y actuante de su AMOR.


G

UÍA MIS PASOS CON TU PALABRA

2Sam 5,1-3: En la 1ª Lectura David es ungido REY de todas

las

tribus de Israel. “Su reino se convirtió en símbolo del Reino de paz y de justicia, que un día Dios iba a instaurar en la tierra. Los Profetas prometieron la llegada de un descendiente de David, que realizaría ese sueño. Israel esperó durante muchos siglos esa Venida”

Col 1,12-20

“Demos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido por cuya sangre hemos recibido la redención y el perdón de los pecados”

Lc 23,35-43

El Evangelio presenta la realización de esa promesa: NUESTRO REY preside ese Reino desde el Trono de la CRUZ. El Buen Ladrón reconoce su realeza. La escena es sorprendente para los hombres. Cristo no aparece en un trono de oro, sino clavado en una cruz, con una horrible corona de espinas en la cabeza, con una irónica inscripción clavada en la cruz: “Jesús Nazareno REY de los Judíos”. No está rodeado de súbditos fieles, que lo alaban, sino de los jefes de los judíos que lo insultan y de los soldados que lo escarnecen. Nada lo identifica con el poder, con la autoridad, con la realeza terrena. Con todo, la inscripción, irónica a los ojos de los hombres, describe con precisión la situación de Jesús, en la perspectiva de Dios: Él es “rey”, que preside, desde la cruz, un “Reino” de servicio, de amor, de entrega, de don de la vida.

“Es fácil llevar una cruz en el pecho; lo difícil es tener pecho, coraje, para seguir a Jesús”. (Casaldáliga)

C

ALIDAD HUMANA

El domingo pasado, durante el ángelus, el papa recetaba a los congregados en la plaza de San Pedro la “misericordina”, una medicina espiritual. Decía él que vivir desde la misericordia es una forma de concretar los frutos del “año de la fe”. Es una “ayuda espiritual para el alma y para difundir el amor, el perdón y la fraternidad”, proclamaba el Santo Padre. Sin embargo, no es la misericordia uno de esos «valores progresistas» que se lleven hoy. A la sociedad actual le basta con defender la democracia, el ejercicio de las libertades y la racionalidad ética. Lo deplorable es que, detrás de palabras tan hermosas, se esconde con frecuencia un hombre cargado de cinismo, avidez y mediocridad, incapaz de reaccionar ante el sufrimiento ajeno. Nos apasiona situarnos lo mejor posible dentro del «estado de bienestar», de espaldas a ese otro «estado de malestar» en el que vamos marginando a los más débiles y desgraciados. Vivimos obsesionados por competir y ganar más. Luego, -¿cuándo será?-, vendrán los problemas de los otros. ¿Quién tiene tiempo para pensar en «las víctimas»? ¿Quién puede tener el mal gusto de recordar la misericordia en una sociedad in­misericorde y despiadada? Sin embargo, es precisamente la misericordia lo que, según Jesús, define radicalmente al hombre. Sin misericordia, la persona queda viciada de raíz y deja de ser humana.


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