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ADVIENTO 2014
Adviento La esperanza nos abre a los hermanos "No podemos desentendernos de la situación de la sociedad de la que formamos parte y a la que queremos servir. Es una convicción generalizada y un clamor que resuena en todos los rincones, el que necesitamos como pueblo una regeneración moral. La noticia de tantos hechos que nos abochornan, desmoralizan y entristecen debe llevarnos a detectar las causas y a cambiar el curso de las cosas. No bastan la irritación, los rechazos y la condena (...) Sin conducta moral, sin honradez, sin respeto a los demás, sin servicio al bien común, sin solidaridad con los necesitados, nuestra sociedad se degrada. La calidad de una sociedad tiene que ver fundamentalmente con su calidad moral. Sin valores morales, se apodera de nosotros el malestar, al contemplar el presente, y la pesadumbre, al proyectar nuestro futuro" (Don Ricardo Blázquez, Presidente de la Conferencia Episcopal Española, en la apertura de la última Asamblea Plenaria). En estos tiempo de crisis, en todas sus manifestaciones de miseria, abuso e injusticia, el mayor peligro es caer en la pesadumbre y la desesperanza que llevan al olvido y a la indiferencia ante el otro, como si fuera extraño y dejara de ser carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos. El Adviento es tiempo de esperanza ante “el que viene”. Nunca podrán quitarnos nuestra esperanza porque “nadie ni nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”. La esperanza cristiana es la virtud que nos anima y nos libera del miedo a toda muerte, a todo lo que es muerte en nuestra sociedad, y nos empuja al compromiso serio y real de la Iglesia, y en ella, de cada cristiano, a favor de los hombres en la búsqueda de la justicia, la libertad y la paz verdadera que anuncia y anticipa lo que creemos y esperamos.
La corona de Adviento La corona de Adviento tiene cuatro velas. En principio son simples velas que nos sirven para contar cuatro domingos. Cada domingo encendemos una vela más, de forma que va creciendo la tensión por la cercanía de la Navidad. Pero el cuatro es también número simbólico. Cuatro es el número de los elementos (tierra, aire, fuego, agua) y de los puntos cardinales (norte, sur, este y oeste). El número simbólico cuatro es, cuando adopta la forma de cuadrado, la suma de todo lo ordenado. Cuando están encendidas las cuatro velas sobre la corona redonda, queda simbolizada la unión de los contrarios: el círculo y el cuadrado se juntan en uno, de forma que resulta la cuadratura del círculo: lo imposible, algo que supera nuestras fuerzas. Es decir, que lo que nosotros no podemos juntar puede unirlo Cristo cuando viene a nosotros, cuando entra en nosotros, cuando le abrimos las puertas.
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En el primer domingo DESPIERTA El Papa Francisco ha sido tajante sobre el momento que vivimos y la imperiosa necesidad de espabilar: “prefiero una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma…”. La indiferencia rompe con la esperanza y se viste de tristeza con una pretendida seguridad que huele a viejo y rancio y no abre las puertas para nada ni para nadie… El Reino de Dios viene por otros derroteros… El reloj del Adviento es reloj que impulsa y despierta. Nos invita a velar, a permanecer despiertos, vivos, activos, comprometidos, con un rumbo claro y no equivocado. Si somos audaces ya se puede ver la Estrella y el lugar donde se posa… Ahora toca dejarse prender por la vela del primer domingo, que nos impulsa a no caminar en la oscuridad ni en el ensueño, sino en la senda de la búsqueda y del encuentro.
Luz del Adviento, despiértanos del sueño de la oscuridad. Encamínanos por la senda de la sencillez, el desprendimiento y el don de sí.
En el tercer domingo BUSCA LA LUZ Cuando llegue este domingo ya habremos celebrado la fiesta de María, su “Inmaculada Concepción”… Por tanto, ya deberíamos de tener bien claro que Dios cumple lo que promete, lo prometido se prueba en su compromiso: no puede darse sino es a sí mismo por amor en el corazón de una mujer sencilla y firme, María, que se fía de él y que se pone a su plena disposición para dar paso a la verdadera vida de Dios con y en el hombre. Si has gustado ya de esto no puedes más que buscar la luz... pero la de verdad: no te quedes con pequeñas luces o grandes destellos que luego se apagan, ídolos grandes o pequeños que vocean y gritan lo mal que está todo y todo lo que pueden hacer a costa de quien sea y como sea... Juan Bautista no es la luz: El Mesías, Cristo es la LUZ... LUZ que ilumina en la oscuridad, que vence a la muerte, que elimina los odios, que nos concede la paz, que guía a aquellos que quieren adentrarse en el camino único de Belén. Y lo hace desde la alegría del brillo que ofrece el Amor… ¡¡Ah, y no te olvides que alegría no es tener cara de permanente funeral!!
Tú eres nuestra luz. Que no te cambiemos a Ti por luces fluorescentes o destellantes. Tu luz es la única que nos hace ver, que nos guía hacia Belén.
En el segundo domingo PONTE EN CAMINO La llamada a despertar ya ha sido hecha… A aquel que prepara el Camino del Mesías, el Cristo, le toca, como Juan el Bautista, barrer los caminos, quitar los obstáculos, limpiar, arreglar los senderos de la verdad y de la justicia para que se pueda caminar sin problemas. No podemos quedarnos parados. Sabemos que Dios nos amó primero... desde esa experiencia cierta, los creyentes no podemos hacer otra cosa que desear, buscar y cuidar el bien de los demás... observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darnos cuenta de la realidad social, económica, política y religiosa que nos envuelve, porque en ella escuchamos el susurro de Dios que se nos manifiesta y nos habla, son "los signos de los tiempos". Y entonces resuena en nosotros aquello de "¿Dónde está tu hermano?... ¿qué has hecho de él?"... Con el Bautista aprendemos a no ser protagonistas sino servidores, gente que señala dónde está Belén, dónde está el misterio del Dios que se encarna y se hace pobre para compartir nuestra vida. La esperanza del Adviento nos impulsa, es dinámica, no se puede quedar quieta. ¡Adelante!
¡Adelante! Adelante con sueños, dificultades, promesas, deseos, retos… Adelante en el camino hacia Belén. Que nadie nos pare. Preparémonos por las sendas de la oración y de la entrega.
En el cuarto domingo ACOGE Acoger es caminar para que nadie en este mundo se quede al margen, excluido. El caminar de Dios es camino de encuentro, donde los perdidos se hallan, los que buscan encuentran y a los que llaman se les abre. Dios no tiene puertas, están todas abiertas y se puede entrar y salir sin límite alguno. La salvación ya es imparable, viene acogiendo e incluyendo, no hay otros modos ni formas en Dios. Ahí está el corazón de María, un corazón que acoge, que está abierto a la Palabra, que se ilumina con la Luz verdadera. El corazón de María nos enseña a acoger en nuestra vida a Aquel que viene a encender nuestras ilusiones, esperanzas, proyectos. El Corazón de María se hace uno con el de su Hijo. Es un Corazón con Luz, porque en ella habita la Luz. Como María queremos aprender a acoger la Luz. Queremos que Jesús esté dentro de nosotros, para que marque el ritmo de nuestra vida con sus opciones y así rompa con todo lo que es muerte en este mundo y nada ni nadie nos sea indiferente.
Corazón de María, Corazón abierto a la Palabra, ayúdanos a estar disponibles a los planes de Dios. Aprendamos a cambiar nuestros esquemas, planteamientos y ocupaciones y seamos más de Él, como tú.