Domingo Ramos

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Como plato fuerte: exquisita caridad para con tus prójimos.

Caldo de atención a los desamparados y enfermos. Ensalada de detalles de afecto para los tuyos. Sopa de zanahoria para ver con buenos ojos a los demás. Pan abundante para compartir con el hambriento. Untarlo de cariño. Vino de alegría para convidar a los tristes y desanimados. Pan bendito para los afligidos, ya que "las penas con pan son menos".

DE POSTRE, SE RECOMIENDA: Perita en dulce, para ser buena persona. Yogurt de guayaba... para repetir gestos de perdón. Naranja dulce y limón partido "dame un abrazo que yo te pido"(abrazar a los seres queridos, y darles muestras de aprecio verdadero, no de chocolate).

Y no olvides: "DONDE COME UNO, COMEN DOS" Y "ÉCHALE MÁS AGUA A LA SOPITA". Comparte tu vida con OTRAS PERSONAS.

Finalmente, el Chef celestial recomienda, sobre todo, abundante alimento espiritual: "EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE, TIENE VIDA ETERNA"

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. 17-Abril-2011

Otros:

Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús, hay que empezar por el “ser”. Ello supone: cambiar el corazón, liberarlo de los apegos que lo esclavizan, vivir abiertos a las directrices del evangelio, etc. Y tras el “ser”, viene la misión: el «hacer». Hacer un mundo más justo, más humano; hacer una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio; hacer un mundo de hermanos en el que todos seamos reconocidos por el amor y el respeto que nos tengamos. Y tan importante como “ser” y “hacer” es el “padecer”: padecer por ser auténtico en mi ambiente social; padecer por construir un mundo más digno y una Iglesia más evangélica; padecer por una fe más comprometida y un amor más arriesgado. Semana Santa: tiempo de fidelidad. Jesús la tuvo. Ahora me toca a mí. Es hora de manifestar mi pasión por Él.


PALABRA DE

DIOS

No puedo ofrecer una palabra de aliento al abatido si no soy un experto en sufrimiento. Es la credencial indispensable a la hora de ofrecer palabras consoladoras. Al Siervo de Yahvé (Jesús), le cayeron todas las humillaciones, pero no claudicó. Por eso fue glorificado. Su fidelidad y constancia, su solidaridad para con los abatidos le han merecido un reconocimiento de Dios. Ha sido glorificado y su manera de actuar se ha convertido en modelo y acicate para la nuestra. El estilo a seguir está marcado si pretendemos compartir su triunfo.

UNA MANIFESTACIÓN ARRIESGADA

Is 50,4-7

Precioso himno cristológico. Flp 2,6-11 Canta que Dios se hace humano, el esclavo, libre, el inmortal sometido a la muerte. Jesús no presenta reivindicaciones para sí. Sencillamente comparte nuestra condición. Y todo, por amor. Por eso Dios no le abandonó sino que lo levantó (resucitó) y lo glorificó. La Pasión de Jesús es un Mt 26,14 y ss. relato muy conocido y teñido de dolor y sangre. Pero, antes que nada y sobre todo, es una historia deslumbrante de amor, y de un amor grande como el que mostró Jesús. Su condena injusta, la soledad apabullante de Getsemaní, la traición de sus amigos, la condena a muerte por haber hecho el bien, las mofas de que fue objeto y la humillante horca (cruz) donde acabó su existencia terrenal tuvo una respuesta heroica en Jesús: el AMOR, el PERDÓN, la FIDELIDAD a Dios y al hombre hasta las últimas consecuencias. El desenlace del drama se concretó en una VICTORIA esperanzadora: la victoria de la VIDA sobre el poder de la muerte. La conversión, el vaciamiento de nuestro EGO y la docilidad al proyecto de Dios son los indicadores que conducen a la experiencia del triunfo de la vida.

No estamos ante una procesión simpática o extravagante. Estamos ante una MANIFESTACIÓN impresionante del programa de Jesús. El “borrico” sobre el que Jesús se presenta en Jerusalén es toda una declaración de principios: no al poder y a la violencia, sí al respeto y a la dignidad de toda persona.; sí a la cercanía de un Dios compasivo y comprensivo con sus criaturas, no a la imagen de un dios despiadado y rencoroso, vengador de toda debilidad humana; sí a la fidelidad al Evangelio que es Jesús, no al triunfalismo y a las estructuras agobiantes; sí a la fidelidad en lo pequeño y a los “pequeños”, no a los primeros puestos, a la sombra de los poderosos, a las influencias y trapicheos; sí a la pasión por los “últimos” de la sociedad; no a los intereses de los más influyentes y adinerados; sí a la liturgia del corazón hecha de gestos de amor y perdón, no las ceremonias vacías y a los ritos que no afectan a la vida.

Hoy asistimos a un clamor de VIDA NUEVA. El viernes santo contemplaremos estupefactos que los mismos que gritaban el domingo en su entrada triunfante callarán escondidos entre la masa o pedirán la cabeza de Jesús… Es hora de posicionarnos. Que la pascua nos pille proclamando que Jesús es nuestro punto de referencia y nuestro modelo a seguir.



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