NO TENEMOS VINO Para nuestras reuniones más queridas donde festejamos lo que Tú nos das; para los encuentros fraternos en los que haces crecer nuestros amores, no tenemos vino. Para las manifestaciones de protesta pidiendo paz, trabajo y justicia; para la fiesta del compromiso humano donde celebramos triunfos y fracasos, no tenemos vino. Para los espacios sacramentales que reviven y actualizan tu presencia; para vivir con alegría, cualquier día, la invitación a tu cena y eucaristía, no tenemos vino. Para el anuncio de tu buena noticia con nuestras torpes palabras humanas; para testimoniar tu reino fraterno soñado como un banquete presente, no tenemos vino. Para el abrazo solidario con los inmigrantes que reclaman los derechos más elementales; para nuestras celebraciones de cada día sencillas, íntimas, queridas, no tenemos vino. Y por eso andamos tristes y apocados, sin gracia y con la ilusión apagada. Nos falta la alegría compartida aunque abunden jarras y tinajas. ¡No tenemos vino! ¡Haced lo que él os diga!
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“HACED LO QUE ÉL OS DIGA”
Es la última palabra de la Virgen en el evangelio y la única dirigida a los hombres. Hasta ahora sólo la habíamos oído hablar con el ángel, con Dios o con su Hijo. Este es el magisterio de María: una vida pendiente de las necesidades de los demás, especialmente de su Hijo. Y este es nuestro verdadero discipulado: vivir, como María, colgados, pendientes de Él, de los problemas de los demás, de sus alegrías y sufrimientos, de sus necesidades y urgencias. Una vida así nos va a ahorrar el bochorno de una vida triste, vacía y prematuramente consumida. Sólo una vida pendiente de las necesidades de los demás tiene el efecto mágico de atizar el fuego de la fiesta, de alimentar el rescoldo de la alegría. Hay dos posturas ante la vida, la de quienes participan de la misma obsesivamente preocupados por estrujarla y sacarle el sumo de placer y satisfacción y la de quienes viven atentos a las necesidades de su entorno para que no falte a nadie lo más imprescindible para una vida humanamente digna. Así es María. Lo que estaba abocado a provocar un grave sonrojo a los novios de Caná acaba convirtiéndose en la apoteosis gozosa de la fiesta. El milagro lo ha hecho Jesús, pero su capacidad de pensar en los demás lo ha provocado.
La alegría de pensar en los demás
AÑO DE LA FE
Nº 21.-. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes -que siempre atañen a los cristianos-, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: "Id en paz, abrigaos y saciaos", pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: "Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe"» (St 2, 14-18).
Una estampa reconfortante: Jesús y María participando en la alegría de una fiesta de bodas. El lugar: Caná de Galilea. Hay que reconocerlo: se nos hace raro ver a Jesús en medio de las alegrías humanas… Y sin embargo, éste debería ser el marco más habitual para recrearle, entenderle correctamente, y poder sentirnos seducidos por Él. Nos fijamos en la escena. En medio de cantos y brindis por la felicidad de los recién casados de Caná, María entra discretamente en escena. Se ha percatado del problema. Los novios no han sido previsores. Se han quedado sin vino. Y ella, con su exquisita sensibilidad y finura humana se apresta a sacarles de semejante aprieto. Con discreción se ha acercado a Jesús para decirle: “No tienen vino”. Está convencida: Jesús puede y hará algo por los novios. En breves momentos, la fiesta abocada a un final decepcionante volverá a adquirir una pujanza una efervescencia increíble. Lecciones: - A María le importan los demás. Ni el ruido, ni la gente, ni la fiesta la distraen de su afán de estar pendiente de los otros, de la alegría de prestar un servicio a quien la necesite. - María es garantía del gozo de la fiesta a nuestro alrededor. El Hijo sigue en su vida pública las pautas de actuación altruista que prodigó su Madre. - De una madre solidaria sale un hijo cuyo punto de referencia es el prójimo. Gente empobrecida, personas marginadas, muchedumbres hambrientas, enfermos estigmatizados, personas que andan “como ovejas sin pastor”.…, todos encuentran un gesto, un mirada, una palabra compasiva y solidaria y una firme defensa de sus derechos conculcados. - Las vidas de Jesús y de María son un reto permanente frente a la miseria y el sufrimiento del pueblo. Dios busca personas comprometidas con su suerte. El vino de las bodas de Caná no fue una simpática anécdota, sino una proclamación profética de lo que ocurre en una vida que se deja afectar por el Espíritu, la Palabra y el estilo de vida de Jesús. Si “ no tenemos el vino” de la alegría, de la confianza en la vida, del sentido profundo de la misma y del destino imponderable al que estamos llamados, es porque no somos capaces de “hacer lo que Jesús nos dice”. Que María nos ayude a inaugurar la fiesta de una vida impulsada por un amor servicial y generoso, como un signo deslumbrante del amor nupcial de Dios con su pueblo.