ESTE ES EL AYUNO QUE YO QUIERO 1. Ayuna de juzgar a otros y descubre a Jesús que vive en ellos. 2. Ayuna de palabras hirientes y llénate de frases que purifican. 3. Ayuna de descontento y llénate de gratitud. 4. Ayuna de enfados y llénate de mansedumbre y paciencia. 5. Ayuna de pesimismo y llénate de esperanza y optimismo. 6. Ayuna de preocupaciones y llénate de confianza en Dios. 7. Ayuna de quejarte y llénate de las cosas sencillas de la vida. 8. Ayuna de presiones y llénate de oración. 9. Ayuna de tristeza y amargura y llena de alegría el corazón. 10. Ayuna de egoísmos Y llénate de compasión por los demás. 11. Ayuna de rencores y llénate de actitudes de reconciliación. 12. Ayuna de palabras y llénate de silencios para escuchar a otros... 13. Ayuna de pensamientos de debilidad y llénate de las promesas que inspiran. 14. Ayuna de todo lo que te separe de Jesús y llénate de todo lo que te acerque a Él. Si todos intentamos este ayuno, lo cotidiano se irá inundando de paz, de amor, de confianza... Que nuestros corazones se abran con el ayuno cuaresmal para recibir a Jesús Resucitado. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Felicidades!!!!!!!!!!!!
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Domingo 4º Cuaresma CICLO A
30-03-2014
José Saramago escribió un libro impactante: “Ensayo sobre la ceguera”. En sus páginas desgrana todos y cada uno de los defectos
y falsas apariencias que la raza humana esconde bajo esa fachada de lo políticamente correcto. Esa trama apocalíptica en la que la humanidad sufre una ceguera colectiva por la que todo se ve blanco, nos embarca en un viaje hasta los sentimientos más profundos del ser humano, para quitarnos la careta y enseñarnos nuestros egoísmos, faltas de caridad, nuestra crueldad ante las situaciones adversas. Y eso se ve hasta estando ciego. Muchos siglos antes, Jesús de Nazaret también se percató de la ceguera humana, especialmente, de la de aquellos dirigentes afectados por el poder y el dinero, y la nuestra que nos incapacita para descubrir y andar los caminos que nos marca Jesús en su Evangelio. En una de sus parábolas, la del evangelio de hoy, nos confronta con ese mal tan generalizado de quien “cree que ve” desconociendo su radical ceguera para “conocer la verdad de su vida”, el sentido de la misma y la necesidad de un guía que le ayude a sortear los múltiples obstáculos que encontramos en nuestro camino. “Yo soy la luz”, -llegó a definirse-. El problema es que nos hemos habituado tanto a la oscuridad que la luz, su luz, nos molesta, y por eso la rehuimos. Es nuestra ceguera que está clamando curación para poder ver y celebrar la Pascua. ¿O nos interesa más seguir en la oscuridad de la noche?
es lámpara Tu Palabra para mis pasos 1Samuel 16,1b.6-7;10-13. El Señor le dijo: “No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón”. Efesios 5,8-14. “En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz” Juan 9,1-41. “¿Crees tú en el Hijo del Hombre?”. Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”. Jesús le dijo: “Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.” Él dijo: “Creo, Señor”. Y se postró ante él.
es Salmo 22: “ElmiSeñor Pastor”
El Señor es mi guía, no me precipitaré. Él me hace recostar y descansar a intervalos tranquilos. Él me procura imágenes apacibles que restauran mi serenidad. Él me lleva por caminos rectos con espíritu pacífico y su conducción es paz. Aún teniendo muchas cosas que realizar cada día, no tendré desasosiego pues su presencia está aquí. Él es serenidad. Él está por encima de todo, lo cual me tiene en equilibrio. Él prepara refresco y renovación en medio de mi actividad ungiendo mi mente con su óleo de tranquilidad. Mi copa rebosa de alegre energía. Armonía y eficacia serán fruto seguro de mis horas, pues marcharé en la paz de mi Señor y moraré en su casa para siempre.
Soy la Luz del Mundo
Esta es la historia de un ciego que recobró la vista y de unos dirigentes religiosos… perdiéndose en las tinieblas, cegados por su verdad. A lo largo del interrogatorio a que lo someten diversos personajes, el ciego va revelando un conocimiento cada vez más profundo de Jesús. Cuando le preguntan los vecinos, sólo puede decir que el que lo curó es “ese hombre que se llama Jesús” (v. 11). Bajo la presión del primer interrogatorio fariseo, el hombre llega a confesar que es un profeta (v. 17). En el interrogatorio final de los fariseos se convierte en ardiente defensor de Jesús: lo que ha hecho muestra que viene de Dios (v. 33). Luego en el momento culminante de la respuesta al mismo Jesús, el hombre reconoce a éste como el Hijo del Hombre. Mientras que el ciego va abriéndose gradualmente a la verdad sobre Jesús, los “fariseos” se obcecan cada vez más en su incapacidad para ver la verdad. En el primer interrogatorio parecen aceptar el hecho de la curación (v.15). Unos están indignados por el quebrantamiento del sábado, pero otros parecen dispuestos a dejarse convencer (v. 16) y a escuchar lo que el “ahora no-ciego” tiene que decir a favor de Jesús (v. 17). Pero en el segundo interrogatorio dominan los más hostiles de los fariseos. Ya dudan hasta del hecho de la curación, y preguntan a sus padres si nació de verdad ciego. En el interrogatorio final desaparece ya todo interés por conocer la verdad; tratan de coger al hombre en un renuncio haciéndole repetir los detalles del milagro (v 27). A pesar de lo que él diga sobre el milagro, se niegan a aceptar el origen celeste de Jesús (v.29). ¡En sus procedimientos legales llegan hasta despreciar al que es testigo personal de lo ocurrido! Al final del relato, los fariseos, que se habían erigido en jueces del milagro, son declarados culpables por Jesús (v. 39.41)