Hoja del domingo XXVIII

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La vida y el martirio de estos 23 hermanos claretianos, modelos e intercesores nuestros, presenta rasgos comunes, que haremos HÉROES bien en meditar en sus biografías. Y TESTIGOS Son verdaderos creyentes que, ya antes de afrontar el martirio, eran personas de fe y oración, particularmente centrados en la Eucaristía y en la devoción a la Virgen. Durante su cautiverio hicieron todo lo que estaba a su alcance, a veces con verdaderos alardes de imaginación, para participar en la Misa, comulgar o rezar el rosario, incluso cuando esto suponía un gravísimo peligro para sus vidas. En todo ello mostraron aquella firmeza en la fe que San Pablo se alegraba tanto de ver en los cristianos de Colosas (cf. Col 2, 5). Los mártires no se dejaron engañar “con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en criterios mundanos y no en Cristo” (Col 2, 8). Por el contrario, fueron cristianos de fe madura, sólida, firme. Rechazaron, en muchos casos, los halagos o las propuestas que se les hacían para arrancarles un signo de apostasía o simplemente de minusvaloración de su identidad cristiana. Juntamente con ellos serán beatificados tres obispos así como un buen grupo de sacerdotes diocesanos, sobre todo de Tarragona, y muchos religiosos y religiosas: benedictinos, hermanos de San Juan de Dios, hermanos de las escuelas cristianas, siervas de María, hijas de la caridad, redentoristas, misioneros de los Sagrados Corazones, operarios diocesanos, hijos de la Divina Providencia, carmelitas, franciscanos, dominicos, hijos de la Sagrada Familia, calasancias, maristas, paúles, mercedarios, capuchinos, franciscanas misioneras, trinitarios, carmelitas descalzos, mínimas, jerónimos; también seminaristas y laicos. La mayoría de ellos eran jóvenes. Son la aureola de una Iglesia que nos llama a vivir nuestra fe de forma testimoniante y coherente. RECUERDA…. que el próximo domingo, día 20, es el DOMUND y que a las 12,30 tendremos la celebración del ENVÍO. ….Que le lunes, día 21, comienza el triduo al P. Claret.

ESPLENDOR DE UNA SANGRE Hoy, día 13 de octubre, en Tarragona, se está celebrando la beatificación de 522 mártires, que rubricaron con el derramamiento de su sangre su fe en Cristo. Pero su epopeya no debe prestarse a confusiones. Conviene recordar que, durante la persecución religiosa de la España del 36, nuestros mártires no fueron combatientes de la resistencia, ni portaron armas, ni murieron intentando matar. Tampoco fueron revolucionarios fanáticos atraídos por mesianismos ideológicos; ni siquiera opusieron resistencia rabiosa y violenta en su desesperada y extrema situación. Como señaló Benedicto XVI con acierto, su testimonio no trae un mensaje sociorevolucionario como el de Espartaco… sino al estilo de Jesús, que no era un combatiente por una liberación política como la que propugnaba Barrabás. Jesús propiciaba una transformación del mundo desde el fermento del amor. Esta fue la única y poderosa razón que les mantuvo firmes en su fe hasta el fin. Los Mártires claretianos de Fernán Caballero (Ciudad Real), Sigüenza y Tarragona, como los restantes, recibieron el don supremo de asemejarse al Señor, quien derramó su sangre por puro amor. Como Cristo, ellos dieron la vida por quienes se la quitaban. Así fue como hicieron surgir vida de la muerte. Hoy, los nuevos mártires constituyen un grito de ánimo para vivir nuestra fe con dignidad y un aldabonazo para superar nuestra mediocridad.

DOMINGO XXVIII, CICLO C. 1º3.10.13


HABLA, SEÑOR, TE ESCUCHO 2Re 5,14-17: En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó limpia de la lepra como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: “Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel”.

2Tim 8-13: “Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.

Lucas 17,11-19: “Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús Maestro, ten compasión de nosotros”. Al verlos, les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes”. Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están?. ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?” Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

LOS DIEZ LEPROSOS Dos samaritanos elevados a los altares por Jesús: uno, el samaritano compasivo que se detuvo y cuidó del herido que encontró en el camino. Otro, el samaritano agradecido que volvió para dar gracias al que le había curado: Jesús. Dos arquetipos para vivir dignamente nuestra fe: uno, invitándonos a un compromiso con los prójimos maltratados por la vida, por la adversidad y por la injusticia humana; el otro, sirviéndonos de modelo para reconocer y celebrar la cascada de dones que recibimos de Dios,… y aun de los demás. El agradecimiento auténtico brota del descubrimiento de una “gracia”, de toda la GRACIA que circula por el mundo, a pesar de los pesares. Los agradecidos manifiestan que ya la han encontrado. Los desagradecidos, con palabras del salmo 135, “tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen”. Echo en falta muchos países y pueblos que tengan establecido su “Día de Acción de Gracias”. Nosotros los cristianos tenemos una celebración diaria o semanal de la Acción de Gracia: la Eucaristía. Pero ¿la entendemos así? ¿La vivimos así? ¿Nuestra participación en la Eucaristía nos vuelve más agradecidos? Tenemos mucho que agradecer. Y conviene que no se nos vaya la vida, sin haber dado las gracias que debiéramos dar. ¡Gracias a la vida, que me ha dado tanto! Gracias a la familia, gracias a la Iglesia que me han dado tanto ¡Qué bello sería morir dando gracias! Nuestras comunidades cristianas deberían ser comunidades de gratitud y alabanza, modelos de un agradecimiento veraz. Lo que se considera un error o defecto, no debiera servirnos de pretexto para empañar el valor de toda una vida. Hay que ser generosos y agradecidos también con los adversarios, con los que piensan de otra manera. Sólo quien experimenta la gracia puede ser agradecido. Quien está cerrado a la gracia, sospecha, ve enemigos.. se siente amenazado. Al final, ¡un desgraciado! Pero quien descubre la Gracia presente, omnipresente en nuestro mundo, tiene motivos para vivir con esperanza y para experimentar el gozo de un amor inmerecido. Estos son los que “viven en gracia de Dios”. El leproso samaritano nos enseña a vivir en esta gracia, regalo de Dios, y desde esta gracia que hace de nuestra vida un regalo para el prójimo.


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