Hoja Parroquial 16 enero 2011

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Te entrego, Señor, mi vida: hazla fecunda. Te entrego mi voluntad: hazla idéntica a la tuya. Toma mis manos: hazlas acogedoras. Toma mis pies: hazlos incansables. Toma mis ojos: hazlos transparentes. Toma mi corazón: hazlo ardiente en el amor. Toma mi cuerpo: hazlo instrumento de tu proyecto. Toma mis cansancios: hazlos tuyos. Toma lo que tengo muerto: dale vida. Toma mi pobreza: llénala de tu riqueza. Toma mi nada: fecúndala con tu amor. Toma mis faltas de amor, mis eternas desilusiones, mis horas de amargura y deslealtad: transfórmalo todo en generosa donación. Hazme nuevo en la entrega, alegre en el servicio a los otros, desinteresado en mis relaciones y fiel en mis compromisos. Toma mis pecados: conviértelos en gracia abundante. RECUERDA QUE… Del 17 al 21, cursillo prematrimonial. Hora: 21, 00. Del 17 al 24 tiene lugar el Octavario por la Unión de los Cristianos. El 23 de enero es la Jornada de la Infancia Misionera.

Niño, verás cuánta herida del tiempo cura la nieve. La vida está que nos llueve los ojos de amanecida. Con tanto amor que se estrena, con tanta lumbre nacida, ¿quién no está de enhorabuena? Vale la pena la vida porque Dios vale la pena. (F.C.D.)


Lectura del libro de Isaías: Ls 49,3.5-6 El Señor me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel —tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza—: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. »

Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios: 1Co 1,1-3 Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

Lectura del santo evangelio según san Juan: Jn 1,29-34 En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:

«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.» Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.” Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Con la muerte de los últimos profetas, se había extendido en el judaísmo tardío el convencimiento general de que el pecado de Israel había alejado el Espíritu de Dios dé los suyos. Dios se calla y el pueblo sufre su silencio. Los cielos permanecen cerrados e impenetrables. Los hombres caminan tristes a través de una tierra sin horizontes. La escena del Bautismo de Jesús narrada por los evangelios cristianos significa una noticia revolucionaria para los primeros creyentes. El cielo se abre. El Espíritu de Dios desciende de nuevo sobre los hombres. La vida no es algo cerrado. Se nos abre con Jesús un horizonte infinito. Las navidades han quedado ya atrás. Muchos no habrán traspasado la corteza artificial de estas fiestas ni habrán gustado el misterio que las hizo nacer. No habrán descubierto la gran noticia: El cielo se ha abierto. Dios está con nosotros. Pero ésta es la gran verdad que no se termina con estas fiestas. Oculto para unos, desconocido para muchos, Dios está con nosotros. No el dios frío de la razón, no el dios distante del puro misterio, sino un Dios hecho carne, hermano y amigo. Esta solidaridad de Dios con los hombres pone el cimiento más profundo que podemos concebir a la solidaridad y fraternidad entre las personas, y la esperanza más viva que puede alimentar la tierra. Por eso, las luces y estrellas de nuestra navidad no hacen sino iluminar con más fuerza la contradicción en que vivimos tantos cristianos, encerrados en nuestro propio egoísmo, demasiado alejados de un Dios Padre y demasiado extraños a los que no viven para nuestros intereses. (C.P.)


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