LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES: UN RETO PARA LOS PARTIDOS POLÍTICOS1

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LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES: UN RETO PARA LOS PARTIDOS POLÍTICOS1 Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales

INTRODUCCIÓN Mucho se ha escrito sobre las inequidades de género y sobre la discriminación de la que han sido víctimas las mujeres y otros grupos sociales que comúnmente se han denominado sub-representados: jóvenes, grupos étnicos, minorías sexuales, población discapacitada… y la lista podría continuar. Las cifras no mienten y demuestran que efectivamente son las personas que pertenecen a estos grupos sociales las que sufren de discriminación en diferentes escenarios como el social, el económico y el político. Esta discriminación lleva de manera directa a que sus condiciones de vida sean peores que las del resto de la población. Esperamos en esta guía no quedarnos en la repetición de esta realidad sino pensar y proponer alternativas para que, con esfuerzo y voluntad política de parte de los actores que toman decisiones, estas discriminaciones se superen. Para este caso, presentaremos algunas ideas sobre la participación política de las mujeres, entendiendo que el avance en la eliminación de la discriminación de grupos sociales específicos contribuye a que las agendas de otros grupos también avance y que con esto la sociedad mejore. Este documento está dirigido a mujeres y hombres que conforman los partidos políticos con la convicción de que en los partidos deben construirse las soluciones para los problemas de la sociedad. Cuando nuestro partido está en el poder o cuando tenemos que estar en la oposición, tenemos la responsabilidad de orientar nuestras acciones y todos nuestros esfuerzos a transformar la realidad. Si esta realidad estuviera lo suficientemente bien, no lucharíamos por llegar al poder, ¿no es así? Como sabemos, muchas veces es necesario mostrar primero que una situación es problemática para que el planteamiento de ideas que lleven a su solución tenga sentido. Sin duda, es necesario reconocer que las mujeres han tenido dificultades para participar políticamente en igualdad de condiciones. Muchas veces esta baja participación se subestima o se justifica achacándoles la responsabilidad a las mujeres de no participar, evitando la reflexión que permita entender por qué esto ha pasado y qué podemos hacer como líderes y lideresas para que esta realidad se supere.

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Elaborado por Marybel Palma, politóloga y consultora independiente


Como lo mencionamos antes, este manual busca ir más allá, así que, si bien se presentarán estos elementos críticos o negativos, esperamos enfatizar en consejos que ayuden a los partidos a ejecutar acciones que hagan con el tiempo que más mujeres participen, se incluyan en la militancia activa de los partidos políticos, se animen a candidatearse y que en general asuman su compromiso con la democracia y con las sociedades a las que pertenecen. Esto no solamente permitirá que las mujeres ejerzan su derecho a la participación como ciudadanas, sino que, estamos seguros, mejorará la vida interna de los partidos políticos, haciéndolos más dinámicos y mejorando su imagen frente a la sociedad LA DEMOCRACIA Y LOS DERECHOS DE LAS MUJERES Una pregunta necesaria para justificar los esfuerzos de diferentes actores para elevar los niveles de participación de las mujeres, es qué entendemos por democracia. Seguro muchos y muchas de nosotros escuchamos en el colegio una de las definiciones más comunes de democracia: que la democracia es el poder de las mayorías. Este concepto, si bien es el más común, simple y fácil de entender, nos lleva a una visión un poco limitada de esta forma de organización social y, sobre todo, nos saca de los avances que ha tenido la idea de la democracia en los últimos tiempos. Hoy, el concepto de democracia va mucho más allá. Hoy, la idea de la democracia incluye por supuesto la realización de elecciones, pero al mismo tiempo que éstas se den libres. La democracia hoy incluye también la necesidad de abrir canales de participación para que las personas opinen sobre las decisiones que toman sus representantes, e incluye de manera significativa los derechos humanos como mapa de ruta. Bajo sociedades democráticas se espera que todos y todas tengamos un espacio desde donde ser, saber y hacer, y que el disfrute de ese derecho, no dependa de las distinciones sociales como la clase, el sexo, la etnia, la edad, las creencias religiosas o ideológicas, etc., a través de las cuáles nos dicen qué somos y qué no somos, qué podemos aprender y conocer, qué podemos hacer y en dónde podemos actuar. Es decir, este derecho implica poder convivir en la diferencia pero bajo marcos de igualdad, de acuerdo a las diversas identidades con las cuales nos desenvolvemos en nuestra vida individual y colectiva, pero sin que estas identidades se interpreten como formas que sirvan de argumento para la desigualdad social y la discriminación cultural.2 Hoy, nuestras democracias tienen deudas importantes con esta idea. Como lo explican diversos autores y autoras, las sociedades contemporáneas nos han dicho qué cultura (la occidental), qué clase (los propietarios), que género (el hombre), qué edad (la edad adulta), qué etnia (la “raza” blanca), qué orientación sexual (la heterosexual), etc. ha tenido el derecho a ser, saber y hacer y quiénes, por lo

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2Yuval Davis, Nira and Werbnar, Pnina. Women and the new discourse of citizenship. Yuval Davis, Nira and Werbnar, Pnina (Edit.) Women, citizenship and Difference. London: Zed Books, 1999, p. 15 (Traducción libre)


tanto, han sido excluidos y excluidas históricamente de la posibilidad de participar en la toma de decisiones de todas y todos. Ahora, si realmente como organizaciones políticas estamos comprometidos con el derecho de todos y todas a tener un lugar en el mundo desde donde ser, saber y hacer, las preguntas que podemos hacernos, entre muchas otras, son: ¿Es la política un lugar privilegiado para que desde la diversidad de lo que somos, sabemos y hacemos, las mujeres puedan participar de la toma de decisiones sobre la vida en común, en la construcción mancomunada de propuestas de futuro y proyectos de sociedad? ¿Cuáles espacios políticos debemos considerar estratégicos para tal propósito? ¿En esos espacios de acción política se puede desenvolver la vida individual de las mujeres y la colectiva? Si nos hacemos estas preguntas y las respuestas no son tan positivas como quisiéramos es necesario saber por qué la política no ha sido un espacio tan diverso como la sociedad es y por qué las mujeres no han logrado insertarse de manera sistemática en el principal de los espacios de toma de decisión: los partidos políticos. En este sentido, una investigadora colombiana ha identificado tres tipos de obstáculos para la participación política de las mujeres, que pueden ser útiles para comprender por qué las mujeres no “quieren” participar:


Como vemos en este aporte, la representación femenina está determinada no sólo por factores institucionales y formales, sino también por las experiencias que han tenido las mujeres que acceden a la política formal, por cómo la sociedad ve e incluso muchas veces sanciona la participación de las mujeres, por los problemas de desigualdad en el acceso y en las oportunidades de educación y capacitación política de las mujeres, las desigualdades en la distribución de las responsabilidades familiares del cuidado de los hijos y las hijas y de las obligaciones domésticas, etc. El segundo factor importante es que los caminos por los cuales las mujeres llegan a la política son tan diversos como son diversas las mujeres interesadas en ella. Esto no sólo tiene que ver con los límites que los contextos institucionales le imponen al ejercicio político de las mujeres, sino también con los momentos históricos y lo que las mujeres piensan acerca de lo que significa y de lo que se puede conseguir por medio de la política. Es precisamente por el peso de estos obstáculos para participar en política sumado a lo que las mujeres piensan acerca de lo que significa y se puede conseguir por medio de la política, que muchas privilegian las instancias de participación social con respecto a las de representación política. Cuando se animan a participar, muchas mujeres prefieren en el mejor de los casos lo comunitario como el espacio posible para ser, saber y hacer, como la forma de manifestación pública de sus demandas, y desconocen en general el escenario político como el espacio donde se define y gestiona colectivamente la vida en común, y en particular, el escenario institucional o de la política formal como un escenario estratégico de lucha. El punto es si es necesario que todas las mujeres participen en política, o que toda mujer que quiera ejercer este derecho pueda hacerlo en términos de acceso, proceso y resultado. POR QUÉ Y PARA QUÉ LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES Más allá de ser un asunto de democracia y de derechos humanos, con su participación las mujeres aportan a la gestión colectiva de la vida en común, de la construcción de las historias que quieren tener en común con otros y otras, y que dan un espacio desde donde poder ser, saber y hacer, y desenvolver la vida individual y colectiva. ¿Por qué se debe buscar la participación de las mujeres? Porque se requieren proyectos de sociedad construidos desde la paridad3 y la equivalencia, porque es necesario reconocer a todos y todas para

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Es decir que “tanto mujeres como hombres puedan contribuir plenamente a la sociedad y que, por lo tanto, deban participar ambos en el procedimiento de todas de decisiones sobre una base paritaria, cuyo objetivo último será alcanzar el 50% para cada uno de los sexos. La democracia paritaria implica también un reparto genuino de las responsabilidades familiares entre hombres y mujeres y la conciliación de la vida familiar y profesional”. Parlamento Europeo. Impacto diferencial de los sistemas electorales en la representación política femenina, Dirección General de Estudios, documento de trabajo, serie Derechos de la Mujer - w-10 -, Parlamento Europeo, Marzo, 1997. Citado en: Bernal Olarte, Angélica. Colombia: balance crítico de la participación política de las mujeres en la elecciones para el Congreso 2006-2010. Bogo-tá: FESCOL, 2006.


representar otras voces y otras historias, porque mucho tienen que decir las mujeres para tramitar colectivamente los problemas sociales que nos afectan a todos y a todas. Ahora la segunda pregunta: ¿para qué la participación de las mujeres? Pues bien, como lo propone Maria Emma Wills “(…) el grado de representatividad de género de un régimen depende del grado de inclusión de más mujeres en cargos de elección y designación; pero también de la capacidad de las y los dirigentes políticos de agenciar y proponer discursos y agendas sobre intereses, valores y expectativas femeninas.”4 Esto supone de las mujeres interesadas en los escenarios de lucha por el poder político nacional o local, el derecho, pero también el deber, de tener una presencia crítica y activa en el ordenamiento político. Aquí surgen algunas reflexiones importantes. Si bien para algunas feministas más allá de que las mujeres estén en el espacio público, lo realmente importante es lo que dicen en él,5 es importante pensar en el ejercicio libre de la ciudadanía de las mujeres. Es decir, no se le puede achacar sólo a las mujeres la responsabilidad de ocuparse de los “asuntos de las mujeres” ni se le puede quitar esta responsabilidad al conjunto de las y los representantes de los intereses ciudadanos en los diferentes espacios de decisión política. Yendo más allá, muchas veces por este argumento se juzga a las mujeres con una medida distinta cuando logran acceder a espacios de participación: si no tienen una agenda en la que hablen de los derechos de las mujeres, entonces no son dignas de estar en estos espacios. En este manual proponemos más bien que las mujeres deben participar y tienen el derecho a hacerlo por ser ciudadanas y este derecho no puede ser condicionado socialmente a si éstas hablan o no de las agendas de género. Ahora, lo que sí es cierto y en donde se justifica el “problema” de la inclusión, es que independientemente de las agendas que tienen que ver con los derechos de las mujeres en los espacios en los que éstas participan, el hecho de que ahí estén ellas hace que la política se transforme. Esto nos lo recuerda la ex presidenta de Chile Michelle Bachelet: “Cuando una mujer entra en política, cambia la mujer; cuando entran muchas, cambia la política.” La discusión hoy de la inclusión no es sólo que todas y todos podamos participar, sino la necesaria transformación de la democracia.

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Wills Obregón, María Emma. ¿Por qué incluir no es igual a representar? La trayectoria de las mujeres hacia la política en Colombia (1954 – 2003). En: Observatorio Mujeres y Participación Política. Responsabilidad democrática de las mujeres, un mundo en construcción. Bogotá: OMPP, 2005 está es la fecha correcta? 5

5 Cobo, Rosa. Multiculturalismo, democracia paritaria y participación política. En: Política y Sociedad No. 32, Madrid: Universidad de la Coruña, 1999


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