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Indice 5 Editorial: El mumú, el mumú, ¡el mumumuerto! 6 Jitomatazos y cebollazos
HACIÉNDOLE AL CUENTO
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El extraño caso del señor Pollito
32 Los recuerdos Cuatro miniobsesiones: 38 Heráldica 39 Asesino maestro 40 El mago 41 Cadáver exquisito 42 En el año 2050 45 Pesadilla
ARRIEROS SOMOS…
47 Viaje al Popo ~3~
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SOCIEDAD DE LOS POETAS NONATOS
55 Un domingo, la flor y el hombre 58 Serial Killer N° 1
59 Io 60 Osibisa DE PINTA POR VENTOQUIPA 62 Tito quiere a Caimito 70 La patria de los San Patricios (Gaitas, recuerdos y el honor) 76 La fiesta del Nobel 78 La nota roja o el anuncio del nuevo medievo AL VALLE DE LAS CALACAS 86 Germán Dehesa: ¿Qué tal durmió?
89 Benoit Mandelbrot: La nueva dimensión 96 Alí Chumacero: Modesto pero nunca humilde
98 Mike Edwards: Fanfarria para el músico común WRITER HERO
100 Ubres locas 106 El interesante caso de Nerón, el coñac de Chejóv, y un golpeador 114 El futuro 116 Tucson, Arizona ~4~
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El mumú, el mumú, ¡el mumumuerto!
Heros‖, que nos ayudan a exportar grandes ideas escritas en inglés a la lengua de Cervantes, incluyendo mordaces narraciones como las de Woody Allen en las ―Ubres Locas‖ o la difícil controversia que enfrentan los poetas entre la verdad y la belleza planteada en ―Nerón, el coñac de Chejóv, y un golpeador‖.
“Donde chillan, ahí está el muerto‖, y está en la Nota Roja, que es el tema central para este número 4 de la Revista Letrónica de Ventoquipa. La muerte, tan ligada a las costumbres y cultura de los mexicanos, no sólo provoca temor y reverencia, también fascinación y morbo. Todo esto es el combustible que requiere la Nota Roja, pero no de todo al mismo tiempo, como es explorado en ―La nota roja o el anuncio del nuevo medioevo‖, pues en algunas ocasiones (sin albur) basta con relatar las infidelidades amorosas de una pareja y en otras llega a la descripción de un terrible asesinato como el de León Trotsky en Coyoacán. La Nota Roja es un ―pariente incomodo‖ (pero antecedente insoslayable) de los modernos ―Reality-shows‖, donde se combinó por vez primera ese explosivo binomio formado por el miedo y la posibilidad de estar de ―metiche‖ sin consecuencia alguna, lo cual genera morbo en un alto estado de pureza. Es esta Nota Roja, la que en ocasiones resulta en combustible para las fogatas, en forma de historias de terror y misterio como ―El extraño caso de muerte del Sr. Pollito‖, en otras, semillas de pensamiento que germinan en meditaciones profundas acerca del terror, como ―Serial Killer 1‖, o bien, de un exquisito humor negro como las ―Cuatro Miniobsesiones‖.
Explorando nuevos territorios del desmadre intelectual, nos complace presentar una nueva sección, llamada ―De pinta a Ventoquipa‖, donde les presentamos narraciones y elucubraciones realizadas en el ―relax‖ del día de campo, ya sea bajo la luz del sol o las estrellas, como ―Tito y Caimito‖, surgido de un intercambio de netas respecto a una canción de ―Calle 13‖, además de otro ―cocktail‖ de patriotas, esta vez dedicado a los miembros del Heroico Batallón de San Patricio. También juntamos todos los jitomates y cebollas que nuestros amables lectores nos lanzaron desde el número 3 y vinieron a caer en el número 4, para agradecer así, el tiempo que amablemente han dedicado a la lectura de la RLV. Para rematar (y no hablo de una ―re-matada‖ de Nota Roja), estamos muy contentos porque el número 4 de la RLV nos llevará a cruzar la frontera del 2010 al 2011, que a la luz de los centenarios y bicentenarios parece muy poco en tiempo, pero es mucho en aprecio y en el gusto de compartir con ustedes el delirante gusto de la escritura y la lectura. El 2011 nos espera con nuestro número de aniversario, que estará dedicado a nuestra eterna compañera: la música. Y por el momento, como diría el gordo Capulina, ―la lele, la lele, la Leletrónica‖, está de nuevo con ustedes.
Pero no todo en el número 4 de RLV es materia para los espectadores del circo romano de la Nota Roja, pues contamos con sentidas colaboraciones como ―Un domingo, la flor y el hombre‖ en los ―Poetas Nonatos‖, o ―Los Recuerdos‖ incluidos en ―Haciéndole al Cuento‖, que junto con ―En el año 2050‖ y ―La pesadilla‖, deja ver que andábamos muy ―cuenteros‖. Y hablando de recuerdos, también florecieron mucho en estas fechas muy cercanas al ―día de muertos‖, pues pa‘ no variar, la huesuda trabajó con ahínco y entre los personajes a quienes escribimos sencillos homenajes por haber partido al ―Valle de las Calacas‖, están Germán Dehesa, Mike Edwards, Alí Chumacero y Benoit Mandelbrot. Nuestro aventurero ―motonauta‖ nos da cuenta de otra emocionante travesía, que en esta ocasión lo llevó al emblemático Popo, sorteando y disfrutando nuevamente de los obstáculos del camino. No faltaron a la cita los ―Writer ~5~
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Jitomatazos y cebollazos
Ya me lo eché, Villa: Interesante, prosa fluida, bien trovada; y las fotos... muy buenas, como ya es costumbre. Lástima que no encontraran el venero de los colonos, ahí será en otra.
Aquí
vamos de nuevo en nuestra sección de frutas, legumbres y ánimo. Gracias por sus comentarios.
La revista está buena, o al menos este número que voy a seguir leyendo.
Sobre la victrola, perdón... Letrónica de Ventoquipa. Te envío una extensa felicitación para todo el equipo por su dedicación para la excelente presentación, desde el diseño de la portada pasando por la secuencia del número 3, inicialmente un trigrama chino.
ch’ien
Nombre: lo creativo
Cualidad: fuerte
Imagen: cielo
J. Antonio (Los Mochis, Sinaloa) Una pregunta, ¿esta revista es solo virtual, o también la imprimen? Está muy buena, saludos.
Familia: Padre
Víctor (Los Mochis, Sinaloa)
Y finalizando en Picardía Mexicana. Del que compré como 4 o 5 ejemplares, desde la primera edición, mismos que se desaparecieron misteriosamente, incluso uno que me dedicó el autor. Todo el trabajo refleja capacidad, cariño y ganas de hacer bien, muy bien las cosas. Claro que hay que disponer de tiempo para leer, releer y disfrutar de tanto ingenio y conocimiento.
Querido Pedro, ahora sí se volaron la barda tus colegas y tú. Esta revista no es un hobby, es una responsabilidad y "la van a hacer". Te prometo asimilarla poco a poco y disfrutarla, y me permitiré enviarte mis comentarios sean ácidos o alcalinos.
Arturo (Los Mochis, Sinaloa)
Un abrazo y mucho éxito!! Jorge (México, D.F.)
Estimado Arturo, qué gusto me da verte aquí.
Estimado Peter: Gracias por enviarme el número 3 de su RLV. No la he terminado de leer y ya me queda la inquietud por leer los dos primeros números; por favor envíamelos.
Tus textos y tus fotos son como un espejo de tu persona: agudeza de observación, humor de crítico, vocabulario coloquial. En muchos sentidos, este trabajo de Punta Copas es perfecto. Es una excelente redacción.
Un abrazo y espero podamos vernos pronto. Saludos, Vicente (México, D.F.)
Te mando un abrazo Agustín (Los Mochis, Sinaloa)
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HACIÉNDOLE AL CUENTO
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El extraño caso de la muerte del Sr. Pollito Paco Olvera
Los ―molotes‖, son unos ―tamalitos‖ (a este paso, ¡nunca vamos a acabar de definirlos, carajo!) hechos de masa de tortilla revuelta con salsa de chile rojo y rellenos de papa cocida, que están rematados en punta como un pequeño balón de futbol americano, o empleando un símil mas gastronómico, diríamos que tienen un aspecto similar a las piezas de Kepe-bola de la cocina libanesa. Siguiendo en la misma línea de investigación geográfico-gastronómica, cuando se menciona a los ―guajolotes‖ y considerando que estamos develando un misterio, no se debe caer en la interpretación literal del término, pensando que se trata de pavos mexicanos, por lo que se recurrirá a una inferencia digna de Sherlock Holmes, recordando que este nombre se le da a una vianda endémica del Valle de Tulancingo (―puerta de sierra‖ de la Huasteca Hidalguense). Un ―guajolote‖ consiste en una torta partida a la mitad longitudinalmente, untada de frijoles muy ―aguados‖ en ambas tapas, rellena de enchiladas con salsa bastante picante, siendo todos los ingredientes fritos en manteca de cerdo, al igual que los molotes. Hemos de admitir que, al conocer esta descripción, sigue pareciendo la cena de un Troll. ¡Ah, lo olvidaba! Cuando un ―guajolote‖ se pide ―con plumas‖, se refiere a incluir un huevo cocido como parte del contenido de la torta. Esta intrincada ―jerga-gourmet‖, tiene su origen en el hecho de que al agregar el huevo cocido, este alimento se hace de una digestión aún mas ―accidentada‖, provocando generalmente muchos gases, dando origen al eufemismo mexicano de decirle ―plumas‖ a las flatulencias; así se completa el sentido de esta rebuscada terminología (o como diría el ―Piporro‖, suena menos ―tosco‖ decir pluma que pedo).
Un extraño banquete -
¿Qué tal estuvieron los guajolotes?, buenos, ¿no?
- Si, mantecosos, ¡pero buenos! - ¡Yo me comí dos!, uno con plumas y otro sin plumas. - Yo me empanzoné con los molotes, pero igual estaban buenos. Con tan sólo el fragmento previo, se podría pensar que este diálogo hubiese tenido lugar entre unos Trolls que caminaban satisfechos platicando de su último banquete, consistente en animales vivos, dando sangrientos detalles de cómo habían privado o no a sus víctimas de las plumas antes de engullirlas. Podría, pues, tratarse del inicio de la traducción ―a la mexicana‖ de alguna obra de ficción inspirada en los escritos de J.R.R. Tolkien, de no ser por la palabra clave ―molotes‖, que ubica a estos personajes en alguna región dentro o cercana a la Huasteca.
Jaime y Javier se dirigían caminando a su casa luego de una opípara cena, consistente en guajolotes, molotes y refrescos, capaz de satisfacer al paladar más exigente, pero sobre todo, a los que como ellos, contaban con un presupuesto exiguo, que ~8~
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en cualquier otra situación, no les hubiera permitido satisfacer su hambre de adolecentes en pleno ―desenrrollo‖. Además de la referencia a los ―güilos‖, los temas de la conversación eran banalidades de la ―agitada‖ vida en el pueblo: quién se fue a dar el ―rol‖ al jardín, si fulano cambio de coche, si zutano ya no iba a la universidad, si irían a la ―cáscara‖ de basquetbol a la mañana siguiente, o si habría ―viejas‖ guapas en la próxima fiesta a la que iban a asistir.
situación que dificultaba mucho su apertura. Esta dificultad era paliada por el hecho de que la puerta tenía un orificio que la atravesaba, el cual era un lugar perfecto para sujetarla y ejercer la fuerza suficiente para moverla; este orificio albergó alguna vez una cerradura, que luego de descomponerse fue retirada en espera de una futura compostura que nunca llegó.
The long way home - Esos de ―Super Tramp‖ son chidos, ¿no? - Si, tienen rolas padres, pero en el radio sólo pasan ―Good Bye Stranger‖ La calle comenzaba a mostrar una pendiente en la cuadra donde ellos vivían, que era resultado de la elevación del terreno que marcaba el inicio de las faldas del ―Cerro del Tezontle‖. La casa de Javier estaba casi en la esquina; de hecho, era la primera construcción luego de cruzar la avenida ―21 de Marzo‖, pero su casa propiamente dicha, estaba flanqueada por dos ―accesorias‖, que formaban parte de la construcción original pero que habían sido separadas con muros para poder rentarlas. La casa de Jaime estaba más arriba, a unas tres cuartas partes de la cuadra, donde ya la pendiente era considerable. La accesoria de la esquina la ocupaba una tienda de productos del campo, y la accesoria que quedaba a la derecha de la casa (vista de frente), estaba desocupada luego de haber sido rentada por años, de hecho, desde que Javier tenía conciencia.
En sus marcas, listos, fuera, o carguen,
Puesto que el plan del momento consistía en ir a escuchar discos de rock a la casa de Jaime, siguieron caminando frente a la casa de Javier, y así hubieran continuado de no ser por algo que llamó su atención: la puerta de la accesoria deshabitada estaba ―emparejada‖ pero abierta. El candado seguía atravesando las dos armellas que debían unirlo a las dos hojas de la puerta impidiendo el acceso furtivo de alguien ajeno a la casa, pero la armella de la izquierda había sido extraída de la madera por la fuerza, dejando que el candado colgase inútilmente de la hoja derecha de la puerta. -
apunten, fuego Del interior de la cómoda, Javier sacó un bulto, que consistía en un objeto cubierto de paño obscuro. Al colocarlo en el escritorio que estaba en el estudio, se escuchó un sonido seco, del cual se podía adivinar el peso del objeto, aunque estuviese amortiguado por el paño. Tomó las esquinas del paño para abrirlo, revelando su contenido: una pistola calibre 357 magnum, ―Smith & Wesson‖ (de ―la especial‖, como diría don Rubén Blades en ―Pedro Navajas‖). Los ojos de Jaime se abrieron desmesuradamente:
¡En la madre! ¡Alguien se metió! ¡No manches! ¿En serio? ¡Si cabrón!, ¡ahorita me los chingo!
- Oye, ¿y si mejor le dices a tus papás o le hablas a la policía? - ¡No mames, wey!, ¡de aquí a que vienen ya se brincó alguien a la casa!
Javier se devolvió rápidamente al zaguán de la casa y lo abrió para entrar. Tan rápida fue la maniobra que no pudo siquiera ver la cara de susto que Jaime tenía cuando lo siguió. A la entrada de la casa, colindando con la accesoria de la esquina, había un estudio que estaba separado del resto de la casa, Javier abrió la puerta y se dirigió al fondo de la habitación, a una cómoda de madera que abarcaba todo el muro paralelo a la calle. Deslizó una de sus puertas, provocando un chirrido muy agudo que dejaba claro que la madera se había ensanchado,
Regresó a la cómoda y sacó una caja de cartón verde y roja. La caja estaba desgastada, pero aún se distinguían todos los letreros y las marcas que tenía. Lo primero que saltaba a la vista, era el escudo que cruzaba a lo largo de la parte superior en cada una de sus paredes visibles y en la tapa. Era una línea gruesa, con colores y un diseño que simulaba una barra metálica en relieve que terminaba en unas agudas puntas, como ~9~
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cuchillos, y del centro se desprendía la cabeza de un águila estilizada que dirigía su aguda mirada a la izquierda. Debajo de este escudo, y con el mismo estilo de relieve metálico simulado se leía la palabra ―Remington.‖ Más abajo, en letras negritas decía ―357 Magnum Special‖. La tapa se deslizaba hacia arriba, llevándose unidas las paredes laterales con ella y dejando al descubierto un cubo de ―unicel‖ (bueno, paralelepípedo rectangular), con nichos cilíndricos en un arreglo matricial perfecto, formando una especie de panal de círculos cuando se
le veía por arriba. Cada nicho alojaba una bala, excepto uno, que estaba vacío. La punta de cada bala sobresalía de la superficie era de color pardo, con la forma de cono truncado que caracteriza a los proyectiles de las armas de fuego; no habría que saber de física, balística o ni si quiera de armas para intuir que eran letales. El resto de cada bala los constituían los casquillos, cilindros brillantes por el cromo, destinados a alojar la pólvora que impulsa las balas a su destructivo destino.
La Smith & Wesson 357
Esto último, Javier lo dijo más con alivio que con convicción. Ya colocadas las balas, hizo girar el cilindro tallándolo con los dedos en contra de las manecillas del reloj, para verificar que todos los orificios estuvieran llenos; luego aplicó otro golpe con la palma de la mano, pero en sentido contrario, provocando que el cilindro entrara de golpe en su sitio, movimiento que finalizo con un ―click‖ frío que indicaba que el revólver estaba listo para ser accionado. Había visto esta maniobra en las películas cientos de veces, y aunque su papá le había dicho que esa acción no servía para nada y sí podría causar un accidente, pensó que era una buena manera para enfriar los nervios antes de ―la batalla‖.
Javier sacó varias balas de su alojamiento y las colocó sobre el paño abierto, para amortiguar al máximo su sonido. Empujó con el dedo pulgar de la mano derecha el seguro que liberaba el revólver del arma, dejando a la vista 6 perforaciones en el cilindro de metal obscuro y pulido, pavonado, como decían los que sabían de armas: el revólver no era cromado, para ―padrotear‖, era para actuar, para jalarle, en el mejor caso para defenderte, pero en manos sin escrúpulos, para atacar. Una a una, las balas fueron entrando en el cilindro. Aunque el Javier trató de hacer este proceso con la mayor agilidad que le permitía la ansiedad y los nervios, una de las balas no entró en el cilindro y cayó al suelo, produciendo un sonido metálico, como el del badajo de una campana, del cual sólo quedaba la resonancia en el oído antes de poder hacer nada por evitar la caída del proyectil al suelo.
Javier sujetó el arma con las dos manos como le había enseñado su papá: el cañón hacia arriba, los dedos índices apoyados firmemente en la guarda, aislados del gatillo, pero suficientemente cerca para accionarlo con rapidez. Salió del estudio sin prestar atención alguna a lo que decía Jaime. Recorrió los 10 metros que separaban el zaguán de su casa a la entrada de la accesoria. La puerta seguía igual, no parecía haberse movido nada, el candado estaba pendiendo de la
¡Aguas cabrón! ¡Esas madres se pueden disparar! Tranquilo, wey, para que se disparen hay que darles un súper chingadazo en el fulminante.
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armella de la hoja derecha de la puerta, inmóvil. Se recargó al lado derecho de la puerta, miró para arriba y sintió ―frío‖. Volteó a la derecha y pudo ver a Jaime que estaba a unos dos metros a la izquierda de la puerta, con una mirada suplicante que podría traducirse fácilmente como un ―¡no mames!, ¡nos vamos a meter en un pedo!‖. Estaba casi arrodillado, como si fuera a salir disparado en una carrera de 100 metros planos.
―¡Una, dooossss yyyyy tres! En un acto involuntario pero adecuado, primero levantó el revólver de tal forma que su mano derecha rozaba su mejilla izquierda, quedando el cañón apuntando hacia arriba y hacia atrás de su espalda. Adelantó su pierna derecha, la cual sirvió como pivote para girar sobre ella, quedando colocado de frente a la puerta, con las piernas un poco arqueadas, como le habían enseñando en el karate. Luego balanceó su cuerpo con un movimiento parecido al del ―wind up‖ de un pitcher, llevando su mano izquierda a tocar su mejilla derecha, para mantener el control del arma, levantó la pierna izquierda y le dio una fuerte patada a la hoja izquierda de la puerta. Con una maestría que no había imaginado, avanzó el pie derecho y luego el izquierdo en dos pasos cortos que lo colocaron en el quicio de la puerta, apenas en el interior de la accesoria. El retroceso de la puerta golpeada se detuvo en la punta del pie izquierdo, protegido por sus botas ―de matavíboras‖, a lo cual siguió un movimiento acompasado de ambas manos para llevar el revólver al frente, sosteniéndolo firmemente frente a él, el dedo todavía firme en la guarda, pero la tensión en los brazos y antebrazos era muy fuerte. ¡Quieeetooooosssss! Fue el grito fuerte que Javier lanzó al interior de la obscura habitación que se abría ante él. Instantes sin ruido que se ―sintieron‖ eternos (por más común que resulte la metáfora). La mente vacía, no había miedo, no había valentía; por increíble que parezca, había una mezcla de curiosidad y alivio. Apenas se vislumbraba el perfil de la puerta abierta al fondo del cuarto, no se veía nada. ―¡Uttttaaaa, cabrón! Creo que no era nadie‖. Otro par más de pasos cortos, ¡chínglalo!, ¡si se ven unos bultos!, ¡se mueven!, ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaah! Un estridente sonido provocado por varios gritos agudos rompió el silencio. Los gritos provenían del otro cuarto, no hubo tiempo de avanzar más, pues de inmediato surgieron del cuarto del fondo varias figuras al tiempo que se escuchaba el trote de varios pies emprendiendo una carrera. ¡Quieeetooossss! Este segundo grito suspendió el tropel, los gritos fueron suplidos por quejidos suprimidos, gargantas tragando saliva y ―jalando aire‖, en un frenesí de asombro y miedo. Aquí no se detuvo el reloj, pero todos los eventos siguientes acontecieron con la simultaneidad que impide dividirles con la claridad que demanda un relato.
Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar Javier miró al frente y a los lados. Un único transeúnte en la acera de enfrente, la luz provenía casi toda del alumbrado de la ―21 de Marzo‖, en su calle sólo había un par de lámparas que se habían arruinado y seguían sin ser reparadas, situación que siempre fue una queja constante de su mamá para las autoridades, y que hacía propicio que la acción fuera ajena e inadvertida para nadie más que no fueran ellos. Apenas eran las 9:00 de la noche, pero las actividades comerciales habían cesado a las 8:00, y la mayoría de las personas ―decentes‖ (como su mamá recalcaba para hacer un reclamo constante a las llegadas de su papá después de las 11:00), ya estaban en sus casas. No habría testigos, o no se les veía. En un flashazo, Javier recordó que la única vez que había disparado un arma, había sido en un día de campo en el ―Tejocotal‖, un paraje boscoso cercano a la laguna y a la presa que tienen el mismo nombre. En esas salidas, era común llevar algún arma, poner unas varitas teniendo como fondo la inmensidad de la presa, y hacer blancos. Experiencias tristes en la historia del lugar habían demostrado que no se trataba de un entretenimiento tan inocuo, pero pos todos lo hacían. Generalmente, se trataba de un revólver 22, un calibre pequeño, un entorno mejor controlado, pero la inercia del orgullo juvenil hacía parecer que no había vuelta atrás, había que ―defender‖ a la familia, y de paso, pues tal vez convertirse en héroe (¿el ―Tamborcillo Sardo‖, Juan Escutia, Narciso Mendoza? poco probable, pero en ese momento las imágenes de heroicidad eran pocas, idílicas y la inexperiencia las hacía parecer factibles). ¡Ufff! Ahora o nunca. Si salían los malos, lo iban a agarrar como al ―Tigre de Santa Julia‖: cagando. ―Fade out‖ del ruido. Pasan un par de coches en la ―21 de Marzo‖; el segundo da vuelta a la izquierda y pasa frente a él. Ni voltean, van en lo suyo. Jaime seguía en su posición de ―arrancada‖ olímpica, mirando a Javier, ahora más con asombro y expectación que con miedo.
En cámara lenta, y en la cámara Húngara ¡Son chavas!, ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaa! Movimiento de ambos brazos hacia arriba, los dedos índices desde la guarda a la cacha, maniobra evasiva, no se evaluó el riesgo de que alguien allí adentro tuviera un arma, el disparador de este impulso fueron los sagradísimos escrúpulos, el miedo a hacer algo irreparable. ―Las armas las carga el diablo y las disparan los pendejos‖, rezaba el refrán que Javier había escuchado tantas veces. Con las manos hacia arriba como si sostuviera el sable laser de Luck Sky Walker, Javier giró sobre su pierna derecha para quitarse del paso de la puerta, la pierna izquierda quedó en la acera. El sonido estridente de varias voces agudas no se ha
Si salían los malos, lo iban a agarrar como al ―Tigre de Santa Julia‖ ~ 11 ~
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detenido, pero se reinicia el tropel. Pelo largo, protuberantes pechos y traseros juveniles que pueden ser adivinados por Javier en ese relampagueante desfile al exterior de la accesoria. ¡Putaaaa madreee! Las manos siguen sujetando firmemente el revólver, bajándolo a la altura de la cara, nuevamente la mano derecha, toca la mejilla izquierda. El índice derecho regresa a la guarda del gatillo.
llenas de reproche y odio, pero aún con asomos de miedo. Juan les comenzó a decir
- ¡No me chingues!, ¡Qué pinche susto me diste!
Afuera se escuchan gritos de susto, que cuando menos ya no son el continuo cacofónico iniciado en el interior de la habitación, se comienzan a distinguir voces; sí, sí son chavas. La mirada de Javier sigue hurgando al interior del segundo cuarto; hay alguien más. Se ve un óvalo de luz amarillenta proyectándose en el suelo, claramente de una ―lámpara sorda‖ (¿Cómo serán las lámparas que oyen?). Antes de que el portador aparezca en la puerta, se escucha una carcajada:
- ¡No se espanten!, no pasó nada. - Sólo era para que sintieran un poquito lo que ha de haber sentido el señor ―Pollito‖. - Jajajajajajaja. Javier, inclinando la cabeza, hizo una seña a su hermano para indicarle que quería hablarle en privado. Juan tuvo que liberarse del ―engarruñado‖ abrazo de su ―vieja‖, quien tapándose la cara, pero ya con unas primeras risas se fue con las otras chavas, que ahora quedaba claro que eran sus amigas.
¡Jajajajajajajajajajaa! ¡No mames ,cabrón!, ¡que si lo hemos planeado, no sale tan de pelos! ¡Pinche Juan!, ¡que chingados haces allí adentro! Retorciéndose de risa, inclinándose y sosteniendo la linterna entre las manos, salió el hermano de Javier. Atrás de él, una figura más que le tomaba del brazo derecho. ¡Chingada madre! Ahí estaba este cabrón con su chava, muriéndose de la risa. Miraba la cara de Javier, que de atónita, pasaba por el susto para finalizar en encabronamiento.
- ¡No me chingues!, ¡Qué pinche susto me diste! - ¡Pensé que se había metido un ratero, cabrón! - ¡Ya bájale!, ¿quién chingados se va a querer meter aquí? - Pos yo que chingados iba a saber, además, ¿porqué no entraste con la llave? - ¡No seas wey!, ¿y qué le iba a decir a mi Jefa?, ―Aquí traigo una viejas para que vean donde encontramos al muerto‖. - ¿Pos a qué las traes?, ¡carajo! - ¿Pos como que a qué?, ¡Pos para espantarlas!, ¡Pinches viejas les encantan estas madres!, entrar a ―escondidas‖ era parte del chiste. - Ahorita con suerte hasta te ―amarras‖ a una. - ¡Que amarrar ni que ocho cuartos!, ¡capaz que me chingo a una y no me la acabo! - ¡Ya wey, no chilles y aprovéchate!
¡Oye cabrón!, lo deberíamos de hacer otra vez, ¡wey no mames!, ¡pinches viejas casi se cagan del susto! ¡Pues yo también cabrón! Creo que ya voy a ir a cagar los guajolotes que me acabo de comer. No hay luz eléctrica en la accesoria, hay que salir para hablar y verse las caras. ¡Qué desmadre! ―¡Nomás que se entere mi jefe!, ¡no me la voy a acabar! Javier dejó pasar a Juan y a su novia. Pertinazmente, se asomo a la puerta del fondo, por si había otra ―sorpresita‖, pero ya no se movió nada. Sacó el pie derecho que aún mantenía dentro de cuarto, y al volver la cara a la calle, ésta parecía tremendamente luminosa por el contraste del esfuerzo que hicieron sus ojos en la obscura habitación de la accesoria.
Para ese momento, ya todas las chavas estaban muertas de la risa. Sólo hasta ese momento, Javier cayó en cuenta que a un par de metros más arriba de la puerta, estaba estacionado el Ford Fairmont verde donde siempre se paseaban la novia de Juan y sus amigas. Ellas se arremolinaban alrededor del coche. - Bueno, pos vamos a chingarnos unos tacos a ―Los Molcajetes‖ ¿no quieres? - ¡Qué tacos ni que la chingada!, veníamos de comernos unos guajolotes. - ¡No seas wey!, aunque no comas, vamos con las chavas, ya se te pasará el susto sentado en bola en el asiento de atrás con ellas. - ¡No, ni ―máiz‖!, Yo mejor aquí me quedo, se me aflojó todo el ―mastique‖. - Pos como veas, ahorita tienes para aprovechar.
¿Qué pedí, que pedí? ¡Que pedito nos sacaron! El espectáculo era de lo más divertido para Juan y de lo más humillante para Javier. En la acera, unas cuatro o cinco chavas en corro, abrazándose unas a otras, la novia de Juan que lo tenía apergollado y con la cara hundida en el pecho de aquel. Todas estaban sollozando. Jaime, ya erguido, ahora estaba risa y risa. Las chavas se turnaban para lanzar a Javier miradas
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Aunque la mirada de Jaime era suplicante, Javier no aceptó. Por eso era tan wey para las chavas. No tenía sentido de la oportunidad. Por otro lado Juan (o Juanito como aún le llamaban las tías para distinguirlo de su papá), aunque se metiera en broncas siempre utilizaba su tremendo ―charming‖ para salir de problemas: al ser el primer varón de la familia, pudo ejercitar una ―sonrisita‖ que le libraba de todo mal, o más importante aún, le ayudaba a subyugar a cualquier chava. -
susto a su familia, pues en principio los dolores no cesaban, y los médicos ―chambones‖ del pueblo no le atinaban. El diagnóstico del padecimiento y la necesidad de la operación, solo fueron patentes con la visita al doctor Romo, que era el que también había atendido a la tía Hortensia. Don Juan todavía estaba en casa, terminando de ―relujarse‖ antes de ir a abrir el changarro (cosa que sucedía diariamente y con toda puntualidad a las nueve de la mañana).
Pos si quieres ve tú Jaime, yo ya me quedo en la casa. ¿Y los discos?, ¿ya tampoco? La neta no, yo ya no tengo ganas. Pos bueno, ‗ai pa‘ l‘otra. Pos sí mano, pa‘ l‘otra.
- ¡Mira!, acabo de ver la pelona de Pánfilo por la ventana. - ¿Ah, sí? - Si, lo acabo de ver, ¿ya ves como no pasa nada? - ¡Pues yo oí un ruido fuerte! - A lo mejor lo hicieron los del tianguis, ya ves que luego se les caen los tubos de sus armazones y hacen mucho escándalo. - Pues tal vez, supongo que eso fue.
Era innegable que las miradas de las chicas habían pasado del rencor a la coquetería, con esa maleabilidad de carácter que da la adolescencia. El grandísimo infeliz que les había propinado tremendo susto, ahora era el interesante tipo, que había entrado pistola en mano (el muuuyyy macho) y las había encarado como a una banda de ladrones. Pese a las miradas y a las risitas, a Javier en verdad no le quedaban ganas de nada que no fuera regresar el arma a su lugar, agradecer el no haber hecho una pendejada, rogar para que no se fuera a propagar mucho las historia (y con ella su pena y su desdicha) y más que nada, que no se enteraran su mamá y su papá. Bueno, también a finalizar la digestión de los guajolotes, que a estas alturas del partido, se había acelerado.
- …como un tubazo o algo muy pesado!, ¡es más, creo que fue un balazo! Desde hacía algunos años, los comerciantes informales del Tianguis que se ponía cada jueves, habían ido ―ganando terreno‖, cerrando diversas calles de la ciudad para ejercer esta forma de comercio informal, llenando de ruido, de cuerdas y de tejados improvisados las calles cada Jueves. La habitación donde descansaba doña Guille estaba al fondo de la casa, no era necesariamente factible que los ruidos de la calle penetraran hasta allí. Por otro lado, esa habitación, donde generalmente dormía don Juan, tenía una ventana en el muro que la separaba del patio de la accesoria de al lado, donde vivía Pánfilo, el señor ―Pollito‖. Originalmente, todo era parte de la misma construcción, pero cuando se separó la accesoria, se hizo un ventanal amplio para que el cuarto no quedara obscuro, pero se hizo alto, como a 1.80 metros del piso, para que no se pudiera ver desde la accesoria hacia el interior la casa, al menos no en forma natural. Las persianas y cortinas estaban cerradas la mayor parte del tiempo, pero el más agradecido por este asilamiento parecía ser el señor Pollito, que aunque era un tipo amable, no se caracterizaba por ser muy sociable.
¿Qué?, ¿y este era el dichoso misterio?, ¡pos que historia tan aguada, me cae! No, pos no, bueno fuera que todo quedara hasta aquí. Al menos para el señor ―Pollito‖, que hubiera preferido que esto se tratara tan sólo de una detallada historia de chavos de pueblo espantando chavas con ―el petate del muerto‖, a que fuera una historia casi desconocida, que inició cuando encontraron su cuerpo sin vida.
El Jueves de Corpus Christi - ¡Juan, Juan!, ¡ven, por favor! - ¿Te sientes bien? - ¡Ay! Pues sabes que todavía me duele, pero no te hablo por eso, ¿no escuchaste el ruido en la accesoria? - ¿Ruido?, ¿cómo de qué? - ¡Si, como un tubazo o algo muy pesado!, ¡es más, creo que fue un balazo! - ¿Balazo? No, no oí nada. - Pues como que me pareció oír un ruido fuerte, ¿le habrá pasado algo a Pánfilo? - A lo mejor se le cayó algo, pero un balazo no creo, ya sabes que lleva años de armero, y es muy cuidadoso.
El resto del día transcurrió en forma normal. El ruido del tianguis continuó hasta entrada la noche, cuando los ―puesteros‖ desarmaban sus tinglados, comenzaban a entrar algunas camionetas para cargarlas con sus mercancías y todo mundo se preparaba para ir a sus casas.
La señora Guille estaba en cama, reponiéndose de una operación que le habían hecho en México. Le había dado un ~ 13 ~
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unos brevísimos instantes, la sensación de una caída al vacío, que en su mente infantil le permitía convertirse en un paracaidista o en un astronauta.
Un oficio como cualquiera Todo lo relacionado con el señor Pollito tenía un halo de misterio. No platicaba mucho con los vecinos. A ciencia cierta, Doña Guille nunca estuvo segura si el señor Pollito pagaba o no renta a don Juan, y mucho menos cuánto le pagaba. Todas las mañanas, cuando Javier y Juanito salían a la escuela, se le veía barriendo la acera frente a la accesoria. Es de suponerse que en un pueblo donde aún había cazadores, tiradores deportivos y algunos otros poseedores de armas, no era tan extraño que existiera un ―armero‖, que era su oficio. Hacía lo que ―cualquier armero‖ haría: recargaba cartuchos, reparaba y comerciaba con armas. La única persona de la familia que cruzaba el umbral de su puerta era don Juan. La única visión de la accesoria que tenían los otros miembros de la familia, era la que se tenía del patio, ya sea desde la azotea, a la que se accedía brincando una barda desde la azotea de la propia casa o lo poco que se veía desde la ventana de la recámara del fondo de la casa. Lo que se podía apreciar eran unos muros con una pintura muy deslavada, amarillenta, rematada con una cenefa de grecas negras, muy delgada. Se veían partes del muro donde el aplanado se había caído, dejando al descubierto los bloques de adobe que lo constituían. Esto había sido ―investigado‖ por Javier, que de tanto en tanto, se subía a la cabecera de la cama de su papá para curiosear; siempre pendiente del ruido de pasos del otro lado, que al ser escuchado, hacía que Javier se tirara de espaldas hacia el colchón de la cama, dándole por
Don Juan siempre se dedicó a deportes raros: unos por ser de plano elitistas y otros por ser poco comunes en el pueblo. Entre esas ocupaciones, se encontraban la cacería, el tiro al pichón y el tiro al disco. Parece lógico pensar que esas aficiones fueran las que lo llevaran a conocer al señor Pollito. Muchos amigos de ―la cacería‖ o ―el tiro‖, pasaban a visitar a don Juan cuando iban a dejar fusiles a reparar con el señor Pollito. Todos ellos constituían una extraña una ―cofradía‖ que giraba en torno a las armas, pero con un uso relativamente ―público‖ o de una ―normalidad‖ que es típica en los pueblos: no es muy raro ver a alguien con un arma en la vía pública, siempre y cuando no haga uso ―ostensible‖ de ella. El señor Pollito tenía otra actividad que era muy apreciada en el pueblo: traía encargos y hacía compras en la capital. En aquel entonces, pese a la cercanía de Tulancingo con el D.F., no muchos lugareños conocían, se atrevían o disfrutaban de ir a la capital, por lo que la comisión de la compra de ciertos artículos era un nicho de negocio que él aprovechaba. Incluso, aunque a la casa de Javier venía cada 8 días el tío Salvador que trabajaba en la ―capirucha‖, en varias ocasiones llegaron a encargar sus libros o los de Juanito al señor Pollito, para que no hubiese que esperar ―hasta‖ el fin de semana.
Partida de caza. De pie a la izquierda, el señor Pollito.
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Lupita nunca hizo llamativa su presencia a sus vecinos, o bien ellos no se habían dado cuenta de la capacidad de aislamiento de los muros de adobe. Un buen día, doña Guille hizo un comentario a la hora de la comida
Vecinos silenciosos, muy silenciosos No era fácil darse cuenta cuando salía en sus viajes de compras, pues su carácter retraído y lo silencioso de su proceder en los quehaceres, impedía notarlo con facilidad. Probablemente el único elemento que permitía inferir su presencia era su perro ―Tuno‖. Cuando se pasaba al frente de la accesoria y se detenía la marcha por un momento frente a la puerta, si el Tuno estaba en el cuarto que daba a la calle, comenzaba a ladrar dando aviso a su amo de que alguien estaba frente a la puerta. Pero aún este detalle era resuelto por el señor Pollito la mayor parte de las veces, pues encerraba al Tuno en el cuarto siguiente y en ocasiones se lo llevaba a algunas excursiones: no a las de compras, pero cuando iba al campo a ver algún negocio, se lo llevaba en una ―cajita‖ y el perro se iba muy calladito. Estos detalles se conocieron cuando él mismo describió como hacía para que el Tuno no hiciera tanto ruido, durante un ―interrogatorio‖ de doña María, mamá de doña Guille, a ese respecto. Si bien a doña Guille no le hacía mucha gracia que el señor Pollito fuera medio ―misterioso‖, la parte que era grata de este proceder, era justamente su habilidad de hacer menos ruido que un ratón, pues resultaba una ventaja tener un vecino que no fuera escandaloso, y hablando de ratones, incluso pensaba que una contribución adicional al bienestar de la casa, la hacía el Tuno, pues aunque no era un perro de raza pura, ―se le figuraba‖ que era bueno para cazar a estos roedores.
- Como ves, Juan, Lupita ya se fue de la casa. - ¿No me digas?, ¿cómo sabes? - Pues la semana pasada vino la señora Rosas, y me dijo que la había visto saliendo con una maleta, que se estaba subiendo a un coche con un fulano y se fueron. - Me he estado fijando estos días y no la he visto salir a hacer los mandados. - ¡Ah que caray!, pues a mí Pánfilo no me ha comentado nada. - ¿Pues qué te va a decir?, ¿qué ya voló la paloma? - Pues sí, tienes razón. - Lo que no se puede creer es que se den cuenta más fácilmente los que pasan enfrente, que nosotros que los tenemos a un lado. - Pues eso es lógico, para ver al frente sólo te asomas por la ventana, para ver a un lado, te tienes que cruzar la calle. A Juanito y a Javier esto no se les hizo del todo extraño, pues ya habían escuchado ―algo‖. Una ocasión, los dueños de una bodega que estaba al lado de la casa (de la accesoria del señor Pollito, para precisar), pidieron hablar con don Juan. La gravedad de la expresión de los señores de la bodega, hizo intuir a los muchachos que era algo digno de escuchar, por lo que decidieron acercarse por la puerta del patio que daba a la sala para ―espiar‖ a los mayores allí reunidos para conversar. Las noticias fueron sorprendentes: lo señores se venían a quejar del comportamiento de los inquilinos de don Juan (por cierto, que fue el primer día que Javier supo que los inquilinos son las personas a las que alguien les renta una casa). ¿Quejas? ¿Del señor Pollito? ¿Pos que habrá pasado? El resto de la conversación lo dejó claro, en un desenlace más sorprendente que película de misterio: la queja consistía en que, al parecer, Lupita se subía a la azotea en ―paños menores‖, a ―saludar‖ a los trabajadores de la bodega, y esto preocupaba a los dueños, pues se trataba de ―una chamaquita‖, y ellos no podrían controlar a sus empleados por mucho tiempo.
…Lupita se subía a la azotea en ―paños menores‖, a ―saludar‖ a los trabajadores de la bodega… Podría pensarse que resulta fácil que un hombre que vive sólo con su mascota sea silencioso, pero en el caso particular del señor Pollito, su vocación por el silencio era patente aún en la época en la que hubo otro habitante en la accesoria: su hija Lupita. Era una chica callada, en apariencia de un carácter retraído, igual al de su padre. Era medio ―güerilla‖ y chaparrita. Algunas ocasiones acompañó a su papá a las comidas en casa de Javier, y fue en una de esta ocasiones, en las que él escucho que alguien comentó que Lupita ―tenía‖ bonitas piernas‖; para Javier, estas características todavía no eran las que más llamaban la atención de una chava. También sabía, por las pláticas de ―los mayores‖, que ella iba al ―Instituto Plancarte‖, escuela de niñas del pueblo, porque alguien había ayudado al señor Pollito a obtener una beca para su hija.
-
¡¿En calzones y en brassiere?! ¡Chin, nunca nos toco verla a nosotros!
Silencioso no es lo mismo que retraído. Al parecer Lupita, al entrar en su adolescencia, descubrió que le gustaba ―el trote del macho‖, y su impoluta educación de la escuela de monjas no pudo reprimir el mar de hormonas que se había desatado en su interior. O tal vez algo peor, pero de esto nunca hubo pruebas, excepto por un comentario muy indiscreto que les dio la pauta de una teoría muy densa: - Y con eso que era un hombre solo viviendo con una muchachita, pues ve tu a saber. - ¡Ay! Por Dios, no seas intrigosa. - ¡Pues yo no!, la gente que lo cuenta ―en la calle‖. ~ 15 ~
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Eso sí, haya pasado lo que haya pasado, fue sin hacer ruido. Los vecinos le perdieron la pista. Misterios de pueblito. No creo que ella se hubiese cambiado el nombre a ―Dorothy Valens‖ (y uno que piensa que la visión de David Lynch en ―Blue Velvet‖ es exagerada).
- ¿Qué jais? - Nada, nomás iba a acompañarte. - Regrésate, esto no es cosa tuya. Juanito, que presenció toda la escena, se moría de la risa: - ¡iiiiiiiiiiiii, ji, ji! ¡Por metiche! - ¡Bueno, tú igual quieres saber!, ¿no? - ¡Si, pero no soy tan menso!, Mejor voy a oír qué le dice mi papá a mi mamá y ya.
¡Ah, qué pinche escándalo! Los viernes era días tranquilos, sobre todo si se hacía un contraste con la ―escandalera‖ que siempre hacían los puesteros del tianguis el día anterior. Pero el viernes que siguió a aquel jueves de ―Corpus‖ fue diferente. Cuando Doña María, la abuelita de Javier, regresó e hacer su ronda por la cuadra, reportó a doña Guille un hecho poco usual: cuando ruido. -
Si. Era una mejor táctica. Las noticias no se hicieron esperar, pues don Juan regresó muy rápido. - No, pues no está. - ¿Cómo que no está? - Le toqué y no abre; al parecer el Tuno está solo. - De hecho me asomé por el ―filito‖ de la puerta y se alcanza a ver la puerta abierta del otro cuarto y el Tuno está ladre y ladre en la puerta de la calle. - ¿Y qué habrá pasado? - Pues la verdad, no sé, pero yo no creo que Pánfilo tarde mucho en regresar.
¡Oye qué ladrerío tiene el Tuno! Si, lo oí desde en la mañana. Pues le toqué la puerta a Pánfilo pero no me abrió. Ha de haber ido a traer encargos a México, aunque sale, lo deja en el cuarto de adentro para que no haga Al rato que llegue, seguro lo ―mete pa‘ dentro‖.
Aunque doña Guille decía que lo único que quería ―es que se callara ese perro escandaloso‖, ya estaba preocupada, primero por la extraña ausencia del señor Pollito y después por el ―pobre animalito, que ha de estar ladrando de hambre‖. La señora Guille le pidió a doña María que fuera a echarle unas tortillas y agua al Tuno, por debajo de la puerta. La abuelita pidió ayuda a Javier en su también particular estilo.
Doña María se hacía cargo de los cuidados de su hija ―enfermita‖. La doña era la mejor fuente de todos los chismes y ―decires‖ del vecindario y mantenía ―informados‖ a los miembros de la casa. Siempre fue todo un personaje, comenzando por la forma en la que llegó a habitar a la casa: fue a ayudar a las labores de la mudanza y se iba a quedar a dormir una noche, pero como había mucho ―quehacer‖, tenía ―apenitas‖ 15 años de vivir con la familia.
- ¡Ándale, ―güevetas‖!, trae el agua para llevarle al Tuno. - ¡Ay, abuelita!, ¡yo estoy cansado! - ¡Ayyyy, pero si parece que nacieron cansados!, ¿pos qué eres un viejo ―ochentón‖? - ¡Ta‘ bien, abuelita!, Ai‘ voy.
¡De todo se queja mi abuelita! ¡Pos que deje ladrar al perro, caray! A decir verdad, cuando Javier fue por las tortillas y pasó frente a la puerta de la accesoria, en efecto pudo escuchar que el Tuno estaba ladrando desde antes de que él pasara frente a la puerta (siempre ladraba cuando ―te parabas‖ frente a la puerta); esto lo sabía bien, pues él y Juanito lo hacían muy seguido nomás pa‘ hacer ―encanijar‖ al perro. ¡Qué raro! No le daba mucho gusto tener que darle la razón a su abuelita, pero ―de veras‖ que el Tuno estaba ladrando más de lo normal.
No es de dudarse que Javier tuviera flojera, pero siendo honesto consigo mismo, reconoció que tenía mucha más curiosidad, por lo cual cargar la cubeta no resultó tan oneroso. Allí se dio cuenta de primera mano de lo que la abuelita describió acertadamente como ―un pobre animalito que se ha de estar muriendo de hambre‖, porque se escuchaba cómo comenzó a comer las tortillas y cómo se tomó el agua, luego, luego, que las ―echaron‖ por debajo de la puerta. La labor operación se repitió por la noche. Ni ―sus luces‖ del señor Pollito.
El asunto comenzó a ser más preocupante, pues a decir de la señora Guille, el Tuno no había parado de ladrar toda la noche del viernes para el sábado - Yo creo que ahora sí vas y le tocas a Pánfilo, ¿no, Juan? - Bien, yo le paso a tocar cuando me vaya al ―changarro‖. - ¡Deberías de ir de una vez! Pánfilo siempre regresa el mismo día, y cuando se ha ido al campo, se lleva al Tuno.
¡Siempre han de dar lata a la hora de la comida!
A regañadientes, don Juan salió a buscar al señor Pollito, Javier iba detrás de él, pero don Juan de dijo en su particular estilo:
El domingo se comenzó a desarrollar como un domingo cualquiera: la abuelita fue a levantar a Juanito y a Javier porque ~ 16 ~
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―ya era tardísimo, más de las 8:00 y estos holgazanes en la cama‖, don Juan se había ―apañado‖ el baño, del cual no saldría sino hasta 10 minutos antes de las 9, para hacer un breve desayuno e irse a abrir el medio día que dictaba el código comercial del pueblo: de 9 a 2. Si bien los domingos no eran espectacularmente divertidos, no eran días comunes, y muchas veces resultaban divertidos. Era un día en donde no se comía igual que en el resto de la semana por varios motivos:
sabían que doña Guille estaba convaleciendo. Todo mundo fue muy prudente, fueron de visita temprano y se fueron temprano, o simplemente se enteraron del avance de la recuperación haciendo una llamada telefónica. A la hora de la comida, estaban sólo los habitantes de la casa: Doña Guille, Doña María, Juanito, Javier, su hermano menor Manuel y don Juan, que ya había llegado con el pollo rostizado, tortillas y un queso de ―tenate‖ (un queso fresco que se deja madurar dentro de un cesto de palma denominado tenate).Para acompañar al pollo, siempre se preparaba una ―sopita‖ (tampoco se podía ser tan ―güevón‖), y estaban justamente en el proceso de servir la sopa cuando sonó el timbre.
1) ―No se cocinaba‖, esto entre comillas, pues a lo que se refería era a que no se hacían guisos (pollo en hongo, pipián, o en mole de pepita ―verde‖); doña Guille y doña María decían que de todas formas tenían que ―chambear‖ mucho en la cocina. 2) Los domingos era común que se comprara pollo rostizado o a la leña, o bien recalentar carnitas del sábado o hacer tacos ―de algo‖ guisado entre semana. 3) Si no había ―tirada‖, don Juan llegaba temprano del negocio con el pollo o algún otro encargo para preparar la comida ―de rápido‖ (o de vieja ―güevona‖, como decía doña María). 4) Muchas veces había visitantes de fuera de la casa, primos, amigos cercanos de la familia y cuando don Juan sí había ido a la ―tirada‖, llegaba con sus compañeros de hobbie, para tomar un trago, pero siempre había que darles de comer, aunque fuera una ―botanita‖ (la ―tirada‖ podía ser una competencia o práctica del tiro al pichón o al disco). 5) Las visitas llegaban oportunamente unos minutos antes de la comida, o cuando más una media hora después de iniciada la ―primera mesa‖: - ¿Se quedan a comer? - ¡Ay, no!, ¡qué pena! - No, no se preocupen, aquí comemos algo.
-
¡Riiiiiiiiinnnnngg! ¡Ashhh!, ¡y ahora quién será! ¡Ve a abrir la puerta, Javier! ¡Siempre han de dar lata a la hora de la comida!
Javier salió a toda carrera a abrir la puerta. Era el primo Tomás, que era soltero: aún no había aparecido quién lo ―pescara‖ y frecuentemente comía con ellos. Él era como un hermano mayor de Juanito, Javier y Manuel. -
¡Ándale criatura!, siéntate de una vez. Gracias tía. ¡Riiiiiiiiiinnnggg! ¡¿Otra vez?!, ¿y ora, quién será?
Javier se levantó como ―resorte‖ para ir a abrir, ya sabía que a él le tocaban los mandados; más valía que fuera rápido para que no se le enfriara la sopa. Cuando abrió la puerta, recibió una sorpresa, pues recortada contra el sol de las 3 de la tarde sobre un cielo azul profundo, vio una silueta conocida: ¡el señor Pollito!
Por unos instantes Javier se quedó ―congelado‖, allí frente a él estaba el señor Pollito, pero ¿con esposa?
No estaba muerto, andaba de parranda Por unos instantes Javier se quedó ―congelado‖, allí frente a él estaba el señor Pollito, pero ¿con esposa? Fueron unos segundos lo que tardó en reaccionar, allí frente a él estaba un señor que guardaba un enorme parecido con el vecino, pero luego de entornar los ojos y dar una mirada más cuidadosa, le resultó claro que no era él: el hombre que estaba frente a la puerta era más alto, estaba mejor vestido (el señor Pollito era muy austero en muchos aspectos) y era más gordo.
En fin, los domingos solían ser interesantes, fuera de lo común, pero siempre en el rango de lo usual, donde lo más sorprendente era alguna vianda ―exótica‖ traída por don Juan o por alguna de las visitas que era ―mas acomedida‖: una lata de angulas, champiñones en escabeche, queso ―fuerte‖, papitas con salsa picante (esas son ―carajadas‖ decía la abuela), sardinas, mejillones, calamares e incluso, alguna vez, cacahuates en vinagre.
- Disculpa, soy hermano de Pánfilo, he estado tocando la puerta, pero parece que no está en la casa y me gustaría saber si les dejó algún recado. - Permítame un momento, por favor. - ¡Papá, un señor que dice que es hermano de Pánfilo está preguntando por él! - ¿Su hermano? - Pues eso dice y pos sí se parece . . .
Aquel domingo que sucedió al jueves de Corpus, no hubo tirada y los parientes que más asiduamente visitaban la casa, ~ 17 ~
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Don Juan se levantó de la mesa, detrás de él la abuelita María salió al chisme, tomando el papel de la ―señora de la casa‖, pues a doña Guille le seguían llevando la comida a la cama como parte de su convalecencia. Tomás, Juanito y Javier intercambiaron miradas de curiosidad y ansiedad, no pasaron más que algunos segundos para que salieran disparados a la sala, pues desde la puerta que comunicaba a esta con el patio, se podían escuchar las conversaciones que sucedían en la puerta.
- Pues sí, ya me había asomado. - Mire, yo le rento la accesoria desde hace años y la verdad no tengo copia de la llave; sé que él guarda allí las armas que repara y otras cosas, yo preferiría no abrir por la fuerza, pues cuando él aparezca, si algo se extravió, no me gustaría que hubiera problemas. - Lo entiendo señor, no se preocupe, lo que sí le pido es que le dé mi mensaje, y le dejo mi teléfono para que me avise en cuanto sepa de él. - Pues sí, la verdad es que está raro, porque cuando él se va varios días, se lleva al Tuno.
- Mucho gusto señor, dígame en qué le podemos ayudar. - Pues mire, vine a buscar a mi hermano porque quedamos de vernos hoy, y como no apareció lo venimos a buscar, hemos tocado como unos 15 minutos pero no abre, ¿de casualidad le dio razón de a dónde iría? - Pues mire, la verdad es que no lo hemos visto desde el jueves pasado, pensábamos que había salido a algún viaje a México o algo pero no lo hemos visto desde entonces. - Pues mire señor—terció doña María—, yo y mis nietos le hemos estado dando de comer al Tuno, porque se ve que lo dejó solito, pero no sabemos dónde anda. - ¡Ay Dios mío!, pues la verdad es que suele no faltar a sus compromisos; yo vivo en México, y a veces nos vemos allá, pero esta semana quedamos de vernos aquí en Tulancingo. - Pues mire, la verdad no sabemos dónde está Pánfilo, pero si gusta le podemos dar el recado de que usted lo vino a buscar. - ¿Quién tocó la puerta?—se escuchó un grito al fondo.
El visitante puso cara de ―compungido‖ luego del poco oportuno comentario de la abuelita, quién nunca se distinguió ni por su tacto, ni por su discreción. Don Juan sólo lanzó un suspiro de resignación. Este comentario dio la pauta para que los adultos emprendieran el camino a casa. Los muchachos no esperaron indicación alguna para adelantarse a toda prisa a la casa y entrar a la cocina. -
¡Javieeeeeer!, ¡el aguuuaaaaa!
¡En la madre! A Javier se le había olvidado el encargo de su mamá. A toda prisa llenó un vaso con agua y se lo llevó a su mamá, quién estaba sentada en la cama mostrando una gran impaciencia, que claramente no era producto de la sed. -
La labor de espionaje de los muchachos se vio interrumpida con el grito de doña Guille, pues en el frenesí de averiguar qué pasaba, nadie había ido a recoger sus platos o ver si quería algo más. Tomás y Juanito voltearon a ver a Javier, que para bien o para mal, era el de los mandados. Javier salió a toda carrera para acudir al llamado de su mamá.
¿Ya le dijiste a tu padre? No, todavía no, está hablando con el señor. ¡Ay criatura!, ¡ni un mandado saben hacer! Pues Juan está hablando con el hermano de Pánfilo.
Tras de Javier, la abuelita María entró al cuarto y puso al tanto a doña Guille de la conversación con el hermano del señor Pollito: que vivía en México, que habían quedado de verse y que nosotros tampoco lo habíamos visto en tres días. Don Juan entró a la cocina luego de despedir a las visitas, pero al no ver a nadie, se siguió ―derecho‖ al cuarto donde reposaba su mujer.
- ¿Quién tocó la puerta?, ¿porqué no viene nadie? - Es que vino un señor a buscar al señor Pollito, que dice que es su hermano, mi papá está hablando con él. - ¡Ya te dije que no le digas así!, ese apodo se lo dicen tu papá y sus amigos, pero tú no seas igualado, ¿y luego? - Pues no sé, mi papá salió a hablar con él. - Tráeme más agua y le dices a tu papá que venga cuando acabe.
- Pues lo venían a buscar y no lo encontraron. - SI, ya me dijo mi mamá, ¿le dijiste del disparo que escuché? - No, para qué, de por sí ya se veían preocupados y no sabemos si fue un disparo.
Más carreras, a ver si alcanzaba a oír algo más. Iba rumbo a la sala, pero por la ventana, Javier pudo ver a don Juan y a la abuelita María acompañando al hermano del señor Pollito; más aún Tomás y Juanito iban unos pasos atrás de ellos. Continuando con este inesperado ejercicio dominical, salió a la calle. Juanito y Tomás le hicieron la seña que no hiciera ruido; aunque los adultos notaron la presencia de los muchachos, rápidamente regresaron su mirada a la puerta.
En este último comentario, don Juan dirigió una muy discreta mirada de soslayo a la abuelita, quién no dio muestras de haber notado este muy discreto reproche por sus comentarios inoportunos (al menos a juicio de don Juan). La plática finalizó con don Juan expresando su mejor deseo: que pese a que Pánfilo siempre había sido conocido por ser un hombre tranquilo, tan sólo se tratara de una parranda.
- Pues como le decía, le hemos dado de comer al Tuno. - Y mire, si se asoma, por el ―filo‖ de la puerta, se ve la puerta abierta, pero no se ve nada más.
Regresaron todos a la cocina. Los alimentos tuvieron que ser recalentados y el proceso los llevó a finalizar la comida a una hora en la que generalmente ya se habrían entregado a los placeres lúdicos del domingo por la tarde: ver el noticiero ~ 18 ~
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deportivo, un rato de ―Siempre en Domingo‖ (opción que era muy favorecida en forma coercitiva por la abuelita), jugar una ―cascarita‖ en la azotea o escuchar discos en la sala. Don Juan siempre se iba a tomar una larga siesta, de la que despertaba para ver algo de tele o merendar antes de ir a dormir en preparación para la jornada laboral que comenzaría en unas cuantas horas.
El Reino de la Azotea El lugar donde los muchachos solían jugar era la parte alta de la casa, que más que un sitio plano e insulso, consistía en un espacio que tenía varios desniveles y diversos ―obstáculos‖, era ni más ni menos el ―Reino de la Azotea‖. Para subir, se utilizaba la escalera metálica que estaba en la ―zotehuela‖. El agreste territorio que componía este ―Reino‖ se dividía en tres secciones claramente identificables.
El Reino de la azotea
La primera sección se extendía en cuanto finalizaban las escaleras, era un rectángulo cubierto con grandes mosaicos (el resto del piso de la azotea era de cemento aplanado), donde estaba situado un columpio en el que se podían sentar al mismo tiempo dos o tres personas. Más que un columpio, era una especie de sillón suspendido de una estructura metálica formada por dos ―V‖ invertidas y travesaño, sobre el que descansaba un techo para protegerse de los rayos del sol.
otra ―V‖ invertida, pero más pequeña, de done donde salía un travesaño a menor altura que se unía a una de las ―V‖ grandes, para permitir que se recargara una viga de madera que formaba un ―sube y baja‖ (con los años, y el creciente peso de los usuarios, esta viga se partió, y nunca fue repuesta, por lo que este travesaño más bajo se convirtió en una perfecta viga de equilibrio). Había una última sección de la azotea, que era una franja que cubría todo el frente de la casa y de las dos accesorias, y formaba el techo del primer cuarto de la accesoria del señor Pollito, el comedor, la sala, el patio interior, el estudio de la casa de Javier y finalmente, de la otra accesoria que llegaba hasta la esquina. Esta sección estaba más elevada que el resto del conjunto, y estaba separada del resto de la casa por una barda. Por este motivo la tercera sección de la azotea era denominada como ―la azotea grande‖. Un último pormenor a mencionar es que la habitación donde reposaba doña Guille,
En la segunda sección (que era el más grande del conjunto), sobresalían de la superficie un par de ―tragaluces‖ que daban al baño de la casa y a una de las recámaras. También había un cuarto con baño donde dormía la ―muchacha‖ cuando era ―de pie‖ (así le llaman por aquellos lares a las muchachas que ayudan a los quehaceres y viven con la familia). Aquí se encontraba una estructura fabricada por tubos de metal, la cual consistía dos grandes ―V‖ invertidas unidas por un travesaño del que colgaban las cadenas para dos columpios individuales y ~ 19 ~
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estaba bajo el cuarto de la azotea y la pared trasera de ambos, marcaba el inicio del cubo del patio de la accesoria, que permitía la entrada de luz a la casa.
fuera de los límites de los permitido, al que sólo había excusa para aventurarse cuando se debía recuperar alguna pelota, pero al igual que en el ―Rey León‖, los pequeños cachorros siempre encontraban motivos que hicieran justificables sus incursiones en esta parte fuera del reino.
Mete su gol para Para matar la tarde de aquel domingo, Juanito, Tomás y Javier subieron a echar una cascarita al Reino de la Azotea, aprovechando el sol de junio que era radiante. - ¡No suban a jugar!, ¡espérese a que se les baje la comida! - ¡Es que si no subimos ahorita se ―nos va el sol‖! - ¡Ay condenados muchachos!, ¡si les duele la panza luego no estén chillando! Mas que una cascarita, fue una sesión de ―mete su gol para‖, donde los tiradores se colocaban en la primera sección de la azotea y disparaban hacia la portería grande en la segunda sección. En esta actividad estaban cuando volvió a sonar el timbre:
En este maravilloso reino Javier con hermanos y amigos, convertían este espacio en muchos escenarios, desde una tierra inhóspita donde se hacía exploración aventurera, pasando por el interior de un submarino de guerra o una pista de carreras para los autos de pedales y bicicletas almacenados en el cuarto. Es interesante describir cómo se podían practicar allí diversos deportes tomando ventaja de su singular orografía. Cuando se trataba de beisbol, el pitcher se colocaba en ―la loma‖ que estaba en la primera sección, lanzando al cátcher que se colocaba en la barda colindante con la accesoria del señor Pollito (que funcionaba como ―back stop‖), done estaba el ―jon‖ y el bateador, que cuando ―conectaba‖, corría a la primera ―bas‖ que estaba en la puerta del cuarto (aprendieron a decir home y base varios años después). La segunda era el sillón-columpio tras el pitcher y la tercera el travesaño donde estuvo el sube y baja. Un ―jonrón‖ (home run) era cualquier batazo que saliera hacia adelante y fuera de la casa; generalmente significaba el fin del juego y con una ―pamba china‖ al bateador.
-
¡Riiiiiiinnngg! ¡Otra vez el timbre!, ¡y ahorita que estoy de portero! ¡Correrle, ándale! ¿Y por qué no vas tú? ¡Pos por que a ti te toca!
No había lógica, pero por la ley de los usos y costumbres (o la ley de Herodes, como se prefiera), Javier bajó ―hecho la mocha‖ las escaleras y cruzó el patio interior rumbo al zaguán mientras Juanito y Tomás lo veían correr regocijados.
Pero para ellos, el verdadero rey de los deportes era el fútbol, que ofrecía una cancha de características muy interesantes. Había dos porterías, la ―grande‖ que estaba formada por el arco de los columpios individuales en la segunda sección, y la portería ―chica‖, cuyo arco era la estructura del sillón-columpio de la primera sección(las porterías se asignaban considerando la edad y estatura de los miembros de los equipos). El balón estaba en juego en cualquier punto de la primera y segunda sección de la azotea, y salía ―fuera de juego‖ cuando se iba al patio interior, a la zotehuela, a la ―azotea grande‖ o más aún, hasta la calle o al cubo del patio de la accesoria del señor Pollito. Los partidos eran una mezcla de futbol rápido y pista de obstáculos, que resultaban en muy divertido ejercicio para los chamacos. Como se puede deducir de las reglas y características de los juegos, la ―azotea grande‖ y la azotea de la casa del señor Pollito, estaban
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Hola, ¿cómo estás?
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prohibidas del Reino de la Azotea, usando un improvisado escalón que estaba formado por un pedazo de la viga de lo que fue el sube y baja, brincando ágilmente a la ―azotea Grande‖: aunque la barda era de un metro y veinte vista desde la segunda sección, al llegar a la tercera sección, sólo se descendían unos 30 centímetros. Dieron la vuelta a la izquierda para cruzar la invisible frontera con la accesoria del señor Pollito, pasaron por detrás de los cobertizos y dieron otro brinco para bajar nuevamente a la altura donde estaban los adultos pero ya sobre el techo de la accesoria, donde quedaba el segundo cuarto, sólo a unos pasos del pozo del patio, que formaba un ―boquete‖ al techo del cuarto que albergaba a la cocina y al baño. Don Juan sólo pensó ―¡Ay condenados muchachos!, se supone que está prohibido que se pasen de ese lado, ¡y pasaron como si nada!‖. Las rutas de ―equilibrio‖ en los juegos gimnásticos de la azotea no habían sido en balde.
Hola, señor. ¿Le puedes hablar a tu papá, por favor? Si, permítame.
¡Zócalo! EL hermano del señor Pollito otra vez. Habían pasado un par de horas desde que se había presentado interrumpiendo la hora de la comida y allí estaba de nuevo. Javier miró hacia el barandal desde donde lo veían Juanito y Tomás, intercambiando una mirada de sorpresa y desconcierto. Javier entró a la habitación donde don Juan tomaba la siesta; tuvo que hablarle varias veces para despertarlo y comunicarle que allí estaba otra vez el hermano de Pánfilo. Cuando don Juan se dirigía a la entrada, fue interceptado por una llamada de doña Guille. - ¿Y ahora que quiere? - No sé, Javier sólo me dijo que allí estaba el hermano de Pánfilo. - ¡Pues dile que no sabemos nada!, y pensándolo bien, ¡ni les digas del balazo!, quién sabe que irá a pasar.
No se ve nada
Mientras tanto, Javier se había subido a la azotea, y subió al ―palco‖ que formaba el barandal del primer nivel. Desde allí vio a Don Juan dirigirse a la puerta y a continuación pudo escuchar el diálogo con toda claridad.
El hermano del señor Pollito, más lentamente siguió la ruta que le marcaron los muchachos, quienes ya se asomaban por el pozo del patio. Si se caminaba hacia los límites de la accesoria donde ésta colindaba con una vecindad, el ángulo más oblicuo dejaba ver la puerta de madera de dos hojas que permitía la entrada desde el patio a los cuartos. La parte inferior de cada hoja de la puerta era de madera y la parte superior tenía unos travesaños que formaba dos espacios cubiertos con cristales en cada una de las hojas. Los travesaños de ambas hojas de la puerta cerrada formaban una cruz que dividía los cuatro cristales por donde podía filtrarse la luz al interior del cuarto. El ángulo de la luz del sol y la mugre que estaba adherida a los vidrios impedían ver nada en el interior aún desde esta posición.
- Perdone la lata señor; ya nos íbamos pero nos entró más la preocupación - Dígame, ¿en qué le puedo ayudar? - Pues estoy de acuerdo con usted que lo mejor es no forzar el candado, pero no sé si desde su casa se pueda dar una miradita a la casa de mi hermano. - Pues sí se puede, no se ve mucho, por supuesto, si usted gusta puede pasar, adelante. - ¡Muchas gracias!, sólo es para estar más tranquilo. Don Juan permitió el paso a las visitas a través del zaguán. A estas alturas, la abuelita María se asomaba ya desde la puerta del fondo del patio, que estaba debajo del balcón de observación de los muchachos y daba acceso al interior de la casa. Don Juan guió a los visitantes a cruzar el patio, y en este trayecto ya había decidido qué hacer: no podía permitirles asomarse por la ventana del cuarto donde estaba reposando doña Guille, por lo que los condujo a la azotehuela, y por las escaleras al Reino de la Azotea. A ―estas alturas del partido‖ (figurativa y literalmente), el juego había terminado y ahora todo era excitación y curiosidad. Ya en la azotea, lo primero que hizo el hermano del señor Pollito fue asomarse por la barda donde terminaba el cuarto, desde donde se veía el pozo del patio de la accesoria, pero era imposible ver otra cosa que no fuera el lavadero y algunas cajas que estaban afuera. -
Sólo hasta ese momento pasó por la cabeza de los habitantes de la casa un inquietante pensamiento: ¿podría estar allí dentro el señor Pollito? - ¡Uy! En efecto, no se ve nada. - Es lo que le decía. - ¿Y no se podrán brincar los muchachos para asomarse por la ventana?
¿Se puede pasar a la azotea del otro lado? Por su puesto, por aquí.
Antes de que don Juan pudiera decir nada, Juanito encabezó a Tomás y a Javier que mostraron cómo ingresar a las regiones ~ 21 ~
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Sólo hasta ese momento pasó por la cabeza de los habitantes de la casa un inquietante pensamiento: ¿podría estar allí dentro el señor Pollito? Se cruzaron varias miradas de ansiedad y curiosidad. Don Juan se veía contrariado, pero la cara del hermano del señor Pollito parecía como si le hubiera dado ―chorro‖, francamente era de mucha preocupación, y pues había que ponerse en su lugar.
Todo se comienza a aclarar cuando comenzó a obscurecer Juanito se asomó por uno de los cristales y Tomás por el otro. Desde la azotea de la accesoria, se asomaba expectante el hermano del señor Pollito, y Javier, para no quedarse ―tan atrás‖ en bravura, colgaba medio cuerpo para tratar de ganar un mejor ángulo.
- Bueno, no sé si Juanito o Tomás, es que no está tan fácil - Sí, sí se puede, si me apoyo en la orilla de la ventana de la cocina y de allí al lavadero - ¡Muchas gracias!, la verdad es que me quitarían una preocupación de encima. -
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¡Javier, hazte para atrás! ¡Uy!, ¡creo que allí está! ¡¿Cómo que allí está?! Pues se ve alguien acostado, pero no se mueve. ¡¿Cómo que no se mueve?! Si, está tapado con una cobija y no se mueve.
En lo que Javier regresaba la parte delantera de su cuerpo hacia la azotea para no perder el equilibrio, sólo alcanzó a sentir la vibración de los pasos del hermano del señor Pollito, y en lo que recuperó la vertical, vio como una sombra que bajaba al patio de la accesoria, en una forma increíblemente veloz e inusitada, que debió ser impulsada por la adrenalina. En unos instantes todos vieron como Juanito y Tomás se hicieron a un lado para dejarlo pasar y llegar a la puerta. En cuanto se asomó por el cristal, comenzó a sacudir las manijas de las dos hojas de la puerta, que permanecían obstinadamente unidas por un candado. -
La maniobra no era sencilla. Era una prueba reina de la agilidad que suponía peligros mucho mayores que las ya dominadas rutinas de saltos en la azotea: había que descolgarse por el cubo del patio, sostener todo el peso del cuerpo estirando al máximo los brazos y agarrándose con los dedos, ya ―colgando‖ del techo, estirar los pies para que, tan sólo con la punta, se alcanzara a apoyar los pies en una cornisa que tenía la ventana. El peso del cuerpo se pasaba con cuidado a los pies mientras se soltaba la orilla de la barda, pegando el pecho y una mejilla al muro para no ―irse para atrás‖, había que caminar unos pasos a la izquierda, y de la cornisa dar un brinco con una caída de unos 60 centímetros al lavadero. Ya de allí, un último brinco hasta el piso del patio, mucho más simple que la maniobra anterior. La estatura de Javier lo descalificaba en forma automática para intentar la maniobra; no tuvo que esperar a que don Juan se lo dijera, su intuición natural, plastificada en su imaginación mediante un tremendo madrazo en la cabeza, le hicieron desistir. Tomás fue el primero que hizo la maniobra. Juanito le siguió y recibió el auxilio de Tomás a la hora de pasar el peso de su cuerpo a la cornisa. Ya en el patio, se vieron el uno al otro y se dirigieron a la puerta. Por cierto: a nadie se le ocurrió descolgar la vieja escalera de madera que estaba recargada el cuarto de la azotea. Un bizarro ejemplo de cómo los nervios producen ―ceguera de taller‖. En efecto, nadie veía nada de nada.
¡¿Tienen un desarmador o algo?! ¡¿Seguro que es él?! ¡No lo sé, pero allí hay alguien!
Juanito y Tomás se habían retirado un par de pasos hacia atrás para no recibir un golpe involuntario por los frenéticos movimientos con los que el hermano del señor Pollito trataba de abrir la puerta. Javier quería tener un rol más protagónico. Antes que ninguno de los adultos que estaban tras la barda en la segunda seción de la azotea pudiera decir nada, Javier corrió ágilmente sobre la azotea del segundo cuarto de la accesoria, apoyó las manos sobre la barda y saltó a la ―Azotea Grande‖, rodeó los cobertizos y bajó al segundo nivel por el escalón improvisado. Bajó las escaleras, cruzó el patio interior de la casa y entró en el estudio. Abrió la puerta de la cómoda, donde había una caja metálica, la cual sacó y colocó en el escritorio. Dentro de la caja había varias herramientas, tomó los desarmadores más grandes que vio y unas pinzas. Emprendió su regreso a toda velocidad. Un grito de doña Guille trató de persuadirle para que se desviara a contarle que pasaba. Ni parpadeó, siguió su ruta de regreso y en unos segundos nuevamente estaba colgando la mitad de su cuerpo por el patio de la accesoria para pasar los desarmadores. El hermano del señor Pollito aún sacudía las hojas de la puerta (dentro de su desesperación nunca intentó romper alguno de los cristales). Intentó hacer palanca para abrir la puerta, pero no lo logró. Sin mediar palabra, Tomás le pidió el desarmador con un gesto de ~ 22 ~
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manos, aprovechando su fuerza y sus habilidades mecánicas, hizo girar la armella que sostenía el candado a la hoja izquierda de la puerta. Se oían los ladridos que el Tuno les lanzaba a los intrusos. Luego de varios giros, ―crack‖, se zafó la armella. Tomás se retiró de la puerta y el hermano del señor Pollito abrió la hoja izquierda de la puerta y se precipitó al interior del cuarto. Expectación y gritos ahogados de la abuelita María y la cuñada del señor Pollito; un suspiro muy audible que lanzó don Juan. Javier pudo ver que Tomás y Juanito hicieron un mohín e hicieron la cara a un lado: aunque no era difícil inferir por qué habían hecho este gesto: en unos instantes el hedor que salió como un fluido nauseabundo alcanzó el olfato de de Javier asomado en cubo del patio. El hermano había retirado la cobija. Nadie te tiene que decir a qué huele la muerte: cuando la hueles tu instinto te deja saber de qué se trata. -
- ¡Juan, el teléfono de la policía está en mi libreta de direcciones! - Te la llevo porque no lo encuentro
Nadie te tiene que decir a qué huele la muerte: cuando la hueles tu instinto te deja saber de qué se trata.
¡Pánfilo, Pánfilo qué te pasa! ¡Está muerto! ¡¿Cómo?! ¡Ay, Dios mío! ¡Javier, vente para acá!
Doña Guille tenía una libreta de taquimecanografía donde apuntaba los teléfonos que le eran de interés: de los familiares, del cine ―Del Villar‖ y del ―Olimpia‖ para saber si don Juan había entrado a la función, o el del hotel ―Colonial‖ para saber si estaba tomándose su ―agüita de tamarindo‖ (ron añejo con agua); entre estos números de uso práctico, estaba el de la policía.
Javier acató la orden de don Juan, pero no sólo para ser obediente, sino para dirigirse a la parte baja de la casa con intención de salir a la calle. Iba como relámpago hacia el patio, pero esta vez el grito de doña Guille fue tajante.
Era de suponerse que estaban reportando el incidente a la policía, pero la acción principal seguro estaba en el interior de la accesoria del señor Pollito. Por el momento la azotea estaba vacía, pues la cuñada del señor Pollito había bajado entre sollozos con la abuelita; Juanito, Tomás y el hermano del señor Pollito permanecían atónitos haciendo descubrimientos en el interior de la accesoria, que Javier más que ver, sólo alcanzaba a escuchar.
- ¡Condenado muchacho!, ¡Qué está pasando!, ¡¿Porqué gritan?! - ¡Está muerto!, ¡Encontraron al señor Pollito muerto! - ¡Ay Dios mío!, ¡le estoy diciendo a Juan!, ¡ha de haber sido el balazo que oí! - ¡Dile a estos condenados muchachos que se salgan de allí!
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Se oía cómo el Tuno correteaba en el patio ladrando a los invasores que habían abierto la puerta. Todo este tiempo había estado cruzando desde el cuarto donde estaba el cuerpo del señor Pollito al cuarto que daba a la calle: esta vez, no lo había acompañado en su viaje. Este tiempo fue aprovechado por el sol, que continuando su habitual recorrido por la bóveda celeste, se había comenzado a ocultar, alargando las sombras y dando un epílogo de tonalidades rojas al escenario.
¡Chin!, ¡está todo madreado! ¡Dios mío!, ¡¿quién fue, Dios mío, quién fue?! ¡Uta!, la sangre ya está reseca, ya tiene días aquí. ¿Y ahora a dónde va el ´ñor?
La audición se dificultaba por los insistentes ladridos que lanzaba Tuno. Javier sólo alcanzó a ver como Tomás se metía al cuarto. Cambió de ángulo, acercándose más al fondo de la accesoria. Juanito se veía inclinado sobre la silueta de lo que parecía el cuerpo, sólo se alcanzaba a distinguir con cierta precisión las puntas de sus zapatos apuntando hacia el techo. Se había hecho de noche, y hasta la azotea de la accesoria sólo llegaba la luz tenue de un solitario foco del alumbrado público que estaba en la otra acera de la calle y un poco de luz del foco que colgaba a la entrada del cuarto de la azotea de su casa. Juanito se asomó por la puerta.
Circo de tres pistas Los acontecimientos se precipitaron. Era difícil estar en todo. Lo que pasó en las siguientes horas, Javier lo pudo entender por completo luego de escuchar los testimonios de otros los actores que participaban en este drama. Pero en ese momento, de entre todos los escenarios eligió primero regresar a la azotea. Cuando iba camino a las escaleras, escuchó a doña Guille gritar.
- ¡Oye chavo!, ¡Córrele al cuarto de mi mamá y abre la cortina!, ¡no se ve ni madre! - ¡No va a querer!, ¡esta madre se va a llenar de gente y no va a querer que se vea para adentro de la casa! - ¡Pues acomoda la persiana para que pase algo de luz! - ¡Pummmm! ~ 23 ~
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¿Y ‗ora? ¡Creo que abrieron la puerta de la calle!
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¡Que ayudar ni que ocho cuartos!
Doña Guille había sido trasladada a esa habitación, considerando el inevitable movimiento que se desataría en unos minutos. Javier se escabulló del cuarto para ir al antecomedor. Desde allí se podía escuchar la conversación que tenía lugar en la sala. La cuñada del señor Pollito estaba llorando en compañía de la abuelita, quien tal vez no con mala intención, pero la interrogaba eficientemente, aprovechando que las fuertes emociones del momento hacían que la visita tuviera la ―guardia baja‖: - Entonces ¿nomás son dos hermanos? - No, también tienen una hermana. - Aaaaaah, una hermana, a lo mejor con ella se fue Lupita, ¿verdad? - No, la verdad no sabemos qué es de ella. No, eso no era de su interés. Javier salió por la cocina al patio y de allí al zaguán para salir a la calle. Cuando se asomó a la calle, la puerta del señor Pollito ya estaba rodeada de curiosos. ¡Increíble!, ahora Javier entendía lo lógico que debió parecer la teoría de la generación espontanea a los biólogos del siglo XVIII. Parecía que habían prendido un letrero de neón sobre la entrada de la accesoria, tal y como describe Hermann Hesse en el ―Lobo Estepario‖, pero en lugar de decir ―Teatro mágico. Entrada no para cualquiera‖, diría ―Escena de la muerte del señor Pollito. Pase quien quiera‖. Las siluetas de unos desconocidos se vieron salir de la puerta con cierto apuro, tras de ellos saló el hermano del señor Pollito gritando
En ese momento el Tuno salió disparado rumbo a la calle. Javier a su propia velocidad cruzó corriendo la azotea, deteniéndose momentáneamente para ejecutar tan ágil como pudo la maniobra que lo llevó a la ―Azotea Grande‖, se asomó a la calle. Ahí estaba el hermano del señor Pollito, estaba mirando al suelo y de manera muy confusa se oía que se quejaba, mezclando maldiciones con piadosas peticiones de misericordia divina. El Tuno corría al frente por la acera, de un lado a otro desde la accesoria hasta llegar a la esquina y regresando, como lo hacía cuando el señor Pollito salía a barrer por las mañanas. Javier recordó la petición de Juanito. Creo que nunca había subido y bajado tantas veces desde azotea hasta las casa. Entró al cuarto donde debía estar su mamá, no sabía el porqué no estaba allí, esto facilitó su maniobra. Abrió la ventana y colocó la persiana en un ángulo que permitiera pasar la luz sin dejar ver al interior de la casa. Esta extraña maniobra sólo tenía lógica cuando se recordaba que la accesoria ¡no tenía energía eléctrica! Existían los apagadores y los sockets, pero el señor Pollito no tenía contrato de luz, iluminaba su casa con quinqué. Este último hecho llamaba más aún la atención si se considera que, entre otras actividades relacionadas, rellenaba cartuchos: sí, así es, manejaba pólvora y se alumbraba con una llama producida por una mecha empapada en petróleo. A esas alturas, esa situación era sólo una más de las cosas bizarras que conformaban ese extraño escenario.
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Era un ―Circo de tres pistas‖, pero en lugar de un público ansioso de inocentes diversiones, eran descendientes directos de una plebe romana ansiosa de sangre, o al menos de morbo.
Tras las pistas (de un circo) Javier trató de acercarse, pero le era difícil llegar a la puerta. Estaba tentado a exigir el paso por ―ser de la casa‖, pero en ese momento se abrió la puerta, sólo el tiempo suficiente para que salieran don Juan y Juanito cerrándose con otro azotón detrás de ellos.
Javier se subió a la cabecera de la cama. Sólo alcanzó a ver qué Juanito se dirigía al interior del cuarto, pero ya no se veía nada más. Salió del cuarto y se dispuso a cruzar por el cuarto donde antes había despertado a su papá, pues en el comedor se escuchaban voces. -
¡Lárguense, pinches buitres! ¿Qué pasó? ¿Creo que encontraron un muerto? A ver, ‗amos a ver
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¿A dónde vas?, ¡vente, vamos a la casa!
Javier obedeció sin ―chistar‖. Su papá era muy ―alivianado‖, por lo que cuando decía algo en una forma tan seria, había que hacerle caso. Don Juan entró a la sala y cerró la puerta. Juanito entró al estudio, se dirigió nuevamente a la cómoda, que permanecía abierta. Esta vez lo que surgió, fue el sistema de
¿A dónde vas condenado muchacho? ¡A ayudar a mi papá! ~ 24 ~
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iluminación de la cámara de don Juan, que consistía en un mango como el de una brocha, el cual sostenía una barra trasversal de unos 40 centímetros; en los extremos de la barra trasversal, había dos perforaciones con rosca para permitir que se atornillaran allí dos focos. Juanito lo había adaptado hacía tiempo, cortando la clavija del cable de luz y agregándole una extensión de unos 12 a 15 metros. La idea era clara, no se trataba de tomar fotos, sino de utilizar este implemento para iluminar dentro de la accesoria.
siguieron las indicaciones para subir por el escalón formado por la viga para acceder a la Azotea Grande, para luego dirigirse al cubo del patio de la accesoria. Caminaban con temor a tropezar y caerse. Se asomaron en cuclillas al patio e intercambiaron algunas palabras con alguien más de su grupo que estaba abajo. Del otro lado de la barda, los otros dos les preguntaban si alcanzaban a ver algo ―sospechoso‖. Dijeron que iban a revisar. Se incorporaron y dieron una mirada al techo de la bodega que colindaba a la izquierda con la accesoria (lugar donde suponemos que Lupita montaba su ―show‖), se miraron entre ellos y sin decir nada se dirigieron al punto por donde habían subido a la ―Azotea Grande‖. ―¡Qué raro!‖, pensó Javier, ―si está bien obscuro, cómo podrían ver si hay o no hay algo sospechoso‖. Ya reunidos los cuatro representantes de la ley en la azotea, tuvieron una rápida conversación.
- Súbete a la azotea y conéctalo del socket del foco del cuarto. - ¡Sale!, y luego te lo descuelgo por el patio. - Oye, ¿Qué onda con el señor Pollito? - ¡Luego te cuento!, ¡está todo madreado, a fuerzas que se lo chingaron! ¡Sopas! ¿A poco de veras lo habrían matado? Ambos salieron a cumplir su parte de la misión. Cuando Javier corría por enésima vez por la azotea, oyó todo el ulular de una sirena y pudo ver las luces rojas que se proyectaban alterativamente en los muros de las casas de enfrente y en la parte superior del cuarto de la azotea. No había tiempo de ir a ver si era la policía, la ambulancia o los bomberos, se necesitaba iluminar el cuarto, ¿acaso la escena de un crimen? Javier descolgó el artefacto usando el cable como cuerda, Juanito lo recibió en la parte de abajo, lo activó de inmediato accionando el interruptor que estaba en la parte central de la barra transversal y lo dirigió la luz hacia dentro del cuarto. Ya se oían varias voces al interior. Era el momento de ver a quién pertenecía la sirena que había arribado: era la policía. Javier estaba de ―panza‖ en la ―Azotea Grande‖, mirando a los policías que entraban y salían, ahora había una multitud de curiosos, pero varios ―elementos‖ policiacos comenzaban a formar un perímetro a la entrada de la accesoria; en el pueblo sólo se veía tanta gente en domingo por la noche en una kermesse de las que se organizaban en el jardín.
En fin. Tal vez eran calenturas de una mente juvenil o bien de un muy desinteresado y deficiente trabajo policiaco. - No, mi jefe, nada sospechoso. - Sólo se podrían haber brincado por la casa, pero de ser así se hubieran oído los pasos. - La bodega tiene una malla y la parte trasera colinda con una barda muy alta de la vecindad de atrás, cualquiera los hubiera visto por ese lado. - Bien, muchas gracias don Juan. ¿Eso era todo? Tal vez porque se trataba de una fantasiosa y febril mentalidad recién entrada en la adolescencia, pero Javier pensaba en muchas cosas que podrían o debían haber hecho: usar una linterna, revisar si la malla que dividía la accesoria con la bodega no se podía usar como escalera, revisar si se podrían haber descolgado con una cuerda desde la barda de la vecindad. Y, en ultimadas cuentas, con tantas veces que él y los muchachos se metían en la ―zona prohibida del Reino de la Azotea‖, si los habitantes de la casa escuchaban pasos (literalmente en la azotea), bien podrían haber pensado que se trataba de ―estos condenados muchachos desobedientes‖. En fin. Tal vez eran calenturas de una mente juvenil o bien de un muy desinteresado y deficiente trabajo policiaco.
Javier se incorporó de su puesto de observación, fue algo que escuchó: eran pasos en la escalera. Por el pozo de la zotehuela surgió don Juan, seguido de varios tipos, un par de ―civiles‖ y otros dos con uniforme de policía. Conforme caminaban en la azotea, era más claro lo que hablaban. Don Juan les iba narrando como se habían descolgado los muchachos por la azotea.
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Muéstrale a los señores cómo llegar al patio de la accesoria. Si papá. Por aquí.
Si subían los ―tiras‖, entonces sí se trataba de un crimen. ¡En la torre! Un uniformado y uno de los vestidos de civil
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cuando Juanito deslizó la puerta de la habitación que compartían.
Un domingo cualquiera Cuando Javier bajó de la azotea, don Juan le dijo que se quedara en la casa, y que no anduviera de metiche en la sala. Esta orden fue seguida temporalmente. En cuanto pudo, se escabulló por el patio para librar la vigilancia de doña Guille, entro por la cocina y se dispuso a escuchar lo que se hablaba en la sala, pero ya no se escuchaban voces. Entro a la estancia que albergaba al comedor y a la sala pero ya no había nadie, sólo quedaba la jarra del agua y unos vasos colocados sobre unas servilletas, como evidencia de que allí había estado departiendo un grupo de gente. Las cortinas de las ventanas que daban a la calle ya estaban cerradas, estas llegaban hasta el suelo y eran de una tela muy densa que las hacía muy pesadas. Javier apagó las luces de la sala y del comedor y se metió por debajo de la cortina para poder ver por la ventana, más aún, puesto que los muros que daban a la calle estaban hechos de adobe, tenían un espesor de más de un metro, y esto permitía que el dintel interior de las ventanas, fueran un espacio donde un menudo adolecente se podría sentar a lo largo de la ventana y tener un puesto de observación perfecto. Ahí pudo ver los policías que entraban y salían, la llegada de la ambulancia y la salida de una camilla cubierta con un lienzo blanco, cuyas irregularidades dejaban claro que se trataba de un cuerpo: la salida del señor Pollito, ―con los tenis por delante‖, como dice Chava Flores en su canción. Vio a don Juan que hablaba con el hermano del señor Pollito, que tenía la cara muy roja; al lado de él estaba su esposa. Javier tuvo que abandonar su puesto de vigilancia, pues su mamá y la abuelita María comenzaron a gritar llamándolo.
Repentinamente, habían conocido una faceta terrorífica de la naturaleza humana. - ¿Qué paso? - Nada. Ya duérmete - ¿Pero qué onda?, ¿Qué viste?, ¿lo mataron? - Ya te dije, se lo chingaron. - ¿Cómo? - ¡Pues no sé, cabrón!, ¡lo madrearon bien cabrón, se ve que lo golpearon en la cara, hasta los dientes estaban allí regados! - ¡No mames! - ¡Por eso te digo, que estuvo cabrón!, ¡la cara se le veía con un chingo de moretones, y ya se veía como azul!, ¡y apestaba muy cabrón!, ¡Ya déjame dormir! Ya no hablaron más esa noche. Era domingo y al otro día había clases. Era un domingo normal para casi todo mundo. Seguramente no lo fue para aquellos que habían conocido al señor Pollito. Había suficiente material para estar impactado. Repentinamente, habían conocido una faceta terrorífica de la naturaleza humana. ¿Quién podría ser capaz de eso? ¿Quién podría tener interés en lastimar a alguien tan retraído y tan tranquilo como el señor Pollito?
- ¿Dónde andabas condenado? - Estaba en la ventana. - ¿Y qué hacías allí?, ¡Ya vete a acostar que mañana tienes que ir a la escuela! Lo mejor era no responder. En efecto el día siguiente era día de clases y eran casi las 11 pm, al menos dos horas más tarde de la hora de dormir para despertar a tiempo. En ese momento entró don Juan a la habitación de doña Guille. Sólo bastaron miradas de los tres adultos para ratificar que no estaban jugando, lo mejor sería que se fuera a acostar.
Más de un par de ojos Durante los días siguientes, Juanito describió a la familia, en diferentes momentos y audiencias las diversas cosas que fue recordando. Cuando Tomás iba a la casa, él y Juanito también conversaban, y aunque en principio no querían que Javier estuviera de ―ixquiqui‖, poco a poco fueron relajando el hermetismo y se fue enterando de todo.
Javier pudo acostarse, pero más que por un acto de desobediencia deliberada, como resultado de la adrenalina y la ansiedad, no se durmió. Escuchaba las voces que llegan desde la habitación de doña Guille, donde ya se habían sumado las voces de Juanito y de Tomás. Solo escuchaba fracciones de la conversación, palabras clave que le permitían inferir de qué estaban hablando. Muerto, tortura, ―apeste‖, golpes, balazo, peligro, Corpus, metiches. Sonaba tétrico, pues una persona que muere de enfermedad o de ―causas naturales‖, no podía haber quedado acomodado y cubierto por una cobija, que fue de lo poco que Javier alcanzó a ver. No tuvo oportunidad de entrar a la accesoria o de estar en la bola cuando sacaban el cuerpo. Estaba cansado y comenzaba a quedarse dormido,
Cuando me ayudó Tomás a bajar, nos acercamos a los cristales de la puerta y se veía que alguien estaba tendido en el suelo, no se movía, estaba cubierto con una cobija de esas de cuadro. Sí, yo le toqué el cristal y fue cuando Juanito les gritó “Allí está”. De repente yo nomás oí un golpe en el suelo y el hermano del señor Pollito ya estaba atrás de nosotros. Nos quitamos y el señor comenzó a jalonear la puerta, entonces el Tuno apareció del otro lado y comenzó a ladrar. El „ñor se volteaba y nos decía “ayúdenme a abrir”, pero la verdad yo no me animaba. Si, la verdad es que yo le iba a abrir la puerta cuando nos pasaste el desarmador, pero vi que tu papá nos hizo una seña con el dedo, “diciendo” que no. Sí, pero el señor se estaba poniendo medio violento, fue cuando Tomás le pidió el ~ 26 ~
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desarmador y comenzó a zafar la armella. Cuando se abrió la puerta olía como a humedad, pero cuando se hincó y le quito la cobija, ¡no manches!, que pinche olor. Si cabrón, olía a podrido, estaba boca abajo y en el piso se veía una mancha reseca que salía a la altura del pecho. Pero cuando el señor lo tomó del hombro y lo levantó, ¡no mames!, se le veía la piel de la cara todo amoratada y como chupada, el charco se veía como que mas pegajoso y me “cayó el veinte” que era sangre; allí todavía se veía medio roja, porque la que estaba afuera, ya estaba como café, parecía como de fierro oxidado. ¡No cabrón, pero lo más cabrón! ¡Se veía que el Tuno la había “lengüeteado”! Si, ¡bien gacho!
eran multados por la presidencia municipal (esto fue comprobado por Javier hasta el día siguiente, al salir rumbo a la secundaria).
El principio y el fin de la escena del crimen La escena del hallazgo se transformó en la escena de un crimen. Javier y Juanito se fueron a la escuela. Tomás a su chamba. Don Juan y la abuelita María (que andaba en el ―chisme‖, a disgusto de doña Guille) fueron los guías de los policías que al otro día regresaron a inspeccionar. Les mostraron la ventana interior que del cuarto de la casa daba al patio de la accesoria, la azotea y describieron cómo es que los muchachos se brincaban, y de allí la vista que se tenía del pozo del patio y describieron la maniobra con la cual entraron. A la hora de la comida Javier intentaba buscar información. Los ―guías‖ contaron que la policía confirmó que en efecto lo habían golpeado y le habían extraído los dientes, tal vez con alguna herramienta. Tenía un solo balazo en el brazo (un rozón) y signos de tortura con un objeto ―punzo-cortante‖, en el abdomen y en la espalda. Al parecer lo habían atado a una silla. No había casquillos. Muchas interrogantes surgieron: ¿Había huellas?, ¿Había sospechosos?, ¿Cuál era el ―móvil‖?, ¿Lo torturaron en la accesoria?, ¿Lo sacaron y lo metieron aprovechando el movimiento del Tianguis?, ¿Por qué no se habían escuchado mas ruidos?
Fue cuando el señor comenzó a gritar un chingo de cosas y a gritar y a llorar, nos dijo “ayúdeme a voltearlo”. Yo volteaba a ver a mi papá, que nos seguía haciendo la seña con el dedo de que no, pero pos sí se siente gacho.. El hermano del señor Pollito se hincó a un lado de él y volteó de los hombros, Juanito lo agarró de una “pata” y yo de la otra. Cuando lo volteamos, quedó en el regazo de su hermano, y ya le vi bien la cara, los labios se le veían como para adentro y fue cuando vi que no se le veían dientes. ¡Uta! Pero cuando lo giramos, igual se le levantó la camisa, y se le veían como cuchilladas. Sí, como “piquetes”. Su hermano lo empezó a abrazar, yo sentía bien gacho porque yo no quería ni tocarlo; que pena, pero se siente muy gacho, la neta. Ya había bien poquita luz, pero se fue cuando ¡vimos en el suelo que estaban los dientes! ¡No cabrón! ¡Y también en las manos! Se le veían las muñecas como “peladas”. Fue cuando se paró el señor y se fue rumbo a la puerta; yo creo que la abrió de una patada. Sí cabrón, luego cuando me paré y comencé a caminar hacia la puerta, vi una silueta y le dije ¿Quién es? Y me contestó ¿Qué pasó aquí? Me encabroné un chingo, pinche gente metiche, le grité ¡Salte cabrón! ¡Qué chingados te importa! Yo creo que se espantó porque salió “hecho la madre”. Sí, allí me quedé en la puerta para no dejar entrar a nadie más. ¡Puta! No sé de dónde había salido tanta gente, pero en un ratito ya había un chingo de “mirones”. Cuando me fui a asomar a la puerta del cuarto donde estaba Pánfilo que daba al cuarto de la calle, con el filo de luz que entraba vi que estaba toda arañada. Sí cabrón, yo creo que encerraron al Tuno con Pánfilo y atoraron la puerta nomás con un alambre. Sí y rascó la puerta hasta que pudo abrir para pasarse al otro cuarto. La puerta de la calle igual estaba toda arañada, pero allí si se la peló.
Si acaso alguien intentó despejar las dudas, las teorías, datos y resultados les fueron comunicados sólo a los familiares del señor Pollito. Cuando su hermano fue a la casa unos días después, le comentó a don Juan que no sabían gran cosa. En el mercado, las ―viejas chismosas‖ entablaban plática con la abuelita, tratando de comprobar toda clase de rumores, muchos de ellos confeccionados por ellas mismas: que si tenía oro enterrado, que si guardaba dinero, que si se juntaba con matones, que si apostaba, que si tenía varias ―viejas‖. Todos demasiado aparatosos para un hombre tan callado y retraído, pero que encontraban eco en el misterio que envolvió su muerte. Doña Guille y don Juan tuvieron por mucho tiempo un diálogo recurrente:
Juanito y Tomás se habían quedado cuidando que nadie entrara, además de estar atentos a qué hacían los policías. Los interrogaron. Contaron cómo habían entrado y lo que habían visto. Todo mundo estaba desconcertado. Habían dejado allí unas escopetas ―muy buenas‖, ―el parque‖ y sólo en ese cuarto se veía algo de desorden. Incluso en su mesa de trabajo (esto lo observó don Juan), se veía que en su balanza, había pólvora que estaba pesando, tal vez para recargar algún cartucho; esa balanza era muy precisa, a decir de don Juan, ―podía pesar granos de pólvora‖. Había una silla donde aún se veían las cuerdas con las que habían atado al señor Pollito. Para esa hora ya estaba muy obscuro, aún con los focos que ―descolgaron‖ y las lámparas de la policía, no se veía mucho más. La investigación continuaría al día siguiente. Don Juan buscó un candado que tenía guardado, fijaron las armellas en lugares diferentes de donde fueron arrancadas al abrir la puerta por la fuerza y colocaron un sello de papel blanco que decía ―CLAUSURADO‖, como los que ponían en los negocios que
- Si yo clarito que oí el balazo, ¡pero nada más! - Y te digo que yo vi ―su pelona‖ pasar por la ventana. - ¡Ay Dios!, que bueno que no te asomaste en ese momento, a lo mejor era uno de los rateros. - Pero pues no robaron nada. - Eso no lo sabemos. En visitas posteriores, los dueños de algunas de las armas que estaban consignadas a reparación, pudieron recuperarlas tras mostrar su propiedad y sus permisos ante la policía. Antes de la semana del hallazgo del cadáver del señor Pollito, las autoridades ―liberaron la escena del crimen‖. No hubo forenses, no tomaron huellas ―poniendo talquito‖, no tomaron ~ 27 ~
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fotos; tal vez, nadie de la familia de Javier se dio cuenta, pero la verdad es que era lastimosamente obvio que no se hizo mucho más que ver con morbo la brutalidad con la que había sido victimado, pero nunca con el ánimo de averiguar quién y cómo le habían infligido una muerte tan terrible. No llegó ni ―Quincy‖, ni ―Columbo‖, ni algún otro investigador de la tele.
fijados con grapas, cubiertos por la pintura de las paredes y muy cuarteados. Primera parada, la mancha color ocre: no había que explicar nada, eso era la sangre. Luego Juanito se puso en cuclillas y apuntó en dirección a la silla. - Allí estaban las cuerdas. - Y mira. - ¡Un hueco!, ¿tú lo encontraste? - Sí. Le escarbé con un desarmador y de allí salió. Se ha de haber ―ahogado‖ en el adobe. - En la noche estaba canijo, pero con luz del sol, nomás era cosa de fijarse bien.
No hubo forenses, no tomaron huellas ―poniendo talquito‖, no tomaron fotos…
Había un orificio, no muy grande pero que se veía a las claras que no era producto de la humedad que a veces ―botaba‖ el aplanado. La perforación estaba prácticamente a la altura de la cenefa.
- Mira, cabrón, - ¿Qué es esto?, ¿Dónde lo encontraste? - Agarré las llaves y abrí el candado que le pusieron a la puerta. - ¡No manches!, ¿no te vas a meter en pedos?
-
Una bala. La cabeza color cobrizo de un proyectil, que se veía ―achatado‖ y deformado, como si le hubieran dado con un martillo. Juanito no había resistido la tentación, pero nadie había revisado con cuidado. Llevó a Javier a que mirara el cuarto por primera vez (el único que entraba cuando el señor Pollito vivía era don Juan). Abrió la puerta y la emparejó; se guardó el candado en la bolsa. Olía a humedad, a casa vieja. Atravesaron el cuarto que daba a la calle, y la tierra ―tronaba‖ bajo sus pies. Allí había una cama y un armario. Empujaron las hojas de la puerta que dividía los cuartos. En el segundo cuarto estaba la mesa de trabajo, sobre la mesa estaba la balanza de ―los granos de pólvora‖, un armario a la derecha de la puerta y otra cama; a un lado de la cama estaba una silla. Los cuartos tenían una estructura común, techos muy altos donde se podían ver las vigas (a diferencia de la casa donde había ―cielo‖ raso). Las paredes tenían una superficie ondulada pero ―planita‖, a excepción de ciertas partes donde estaban descascaradas o desgajadas, generalmente cerca del piso. En esas roturas de la pared se podía ver claramente que había capas posteriores de yeso aplanado sobre los bloques color pastoso del adobe. Estaban pintadas de colores que se veían ―deslavados‖, la parte de arriba color crema o un amarillo muy tenue, y la de debajo de un color verdoso. En la división entre los dos colores había una cenefa formada por unas grecas negras, eran como una la tilde de una ―ñ‖, luego un punto grueso y luego otra tilde de ―ñ‖; no eran regulares, parecían hechas a mano, o cuando más con una plantilla. La cenefa estaba como a un metro y medio de altura, pero como el techo estaba muy alto, esto resultaba como la mitad de la altura total. Desde lo alto de las vigas colgaban inútilmente los sockets sin focos que debían permitir el uso de la electricidad para iluminar las habitaciones; los cables corrían sobre los muros, estaban
¡Mira!, ¡Aquí hay otra! ¡Ahí déjala!, ¡nos vamos a meter en broncas! ¡Pérate!, ahorita la saco rápido.
Sin hacer caso de Javier, Juanito escarbó con un desarmador que llevaba en la bolsa trasera. En efecto, otra bala. El aspecto era el mismo, toda achatada. Entonces hubo más de un tiro. Salieron al patio. Sin hacer ruido para que no oyeran en la casa. La decoración era similar a la de los cuartos de adentro, pero la pintura estaba aún más decolorada por el sol. Juanito señaló algo a Javier, en el hueco por donde se entraba al baño, por encima de la cenefa se alcanzaba a distinguir algo, escrito. Con una letra muy tenue, pero con una caligrafía como la del método ―Speedball‖, se veía escrito ―Dios no existe, ¡Viva el comunismo!‖. Abajo del letrero, colgando de un clavo, un racimo de yerbas atadas con un moño rojo. Brujo o comunista o ateo. Sepa la bola. Aunque en la escuela ya les habían enseñado que no se perseguía a nadie por sus creencias políticas y religiosas, lo que oían de a diario en las conversaciones de los adultos demostraba lo contrario. Les dio un calosfrío, mejor sería irse de allí. Salieron muy rápido. Ya no querían ver nada. Juanito cerró la puerta. Cuando entraron a la casa, había dos ―galones‖ grandes, de color negro (como se llamaba equivocadamente a los depósitos de plástico con una manija para asirlos y un tapón de rosca, que indicaban su capacidad en litros con un número en relieve a cada costado). Entraron a la cocina. - ¿Dónde andaban? - Fuimos a la tienda. - ¡Que tienda ni que tienda!, ¿dónde están las llaves de la accesoria? Tras una mirada inquisitoria de esas que doña Guille sabía lanzar, no hubo más remedio que confesar. ~ 28 ~
Aquí están.
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toma desde el interior del cuarto donde hallaron el cuerpo, no se distinguía mucho, el efecto del sol la hizo terminar en un claro-obscuro artístico de la puerta que daba al patio y no en la vista clara de la escena del crimen. La redacción del artículo resultó una joya del humor involuntario: convirtió a la abuelita en la viuda, a Tomás y a Juanito en sobrinos del ―occiso‖ y al señor Pollito en un hombre de negocios que iba muy seguido a México.
- Bueno ya que entraron, llévense los galones que están en el patio a la accesoria. - ¿Para qué son? - Es creolina, para limpiar y desinfectar, no quiero que eso se quede así.ero si vuelven a entrar sin avisar, ¡ya verán cómo les va, condenados! Pese al temor de una mayor reprimenda, Juanito le mostró a su papá el hallazgo. Las balas podrían estar allí desde hace años. Aún así, don Juan se las entregó a la policía, les dijo que él las había encontrado. A los muchachos les dijo que ya no se metieran. Los policías, pese a esta nueva evidencia física, no volvieron. La accesoria entera se lavó con creolina. Así murió también la escena del crimen.
El Tuno anduvo vagando un par de días por el frente de la casa. Era alimentado por la abuelita María y por los señores del sitio de taxis que se ponía en la acera del frente. Uno de los taxistas logró atraparlo y se lo llevó con unos conocidos a un rancho, ―para que tuviera campo pa‘ correr‖. El hermano del señor Pollito se comunicó un par de veces con don Juan para ver qué harían con sus cosas. Durante esas conversaciones contó a don Juan que no se sabía nada más de lo que pasó con Pánfilo.
La prensa por su parte, publicó la nota como acontecimiento principal el lunes siguiente al hallazgo
Una aparición La reaparición de Lupita fue muy bizarra: se presentó con don Juan y le pidió autorización para tomar las pertenencias del señor Pollito. La ―exagerada‖ decencia de don Juan lo llevó a permitirle el acceso y a que se quedara unos días para sacar las cosas. Esto molestó a doña Guille y al hermano del señor Pollito. Lo que debían ser ―unos días‖ se convirtió como en cuatro meses. Al parecer Lupita vendió todas las cosas que tenían cierto valor, seguramente malbaratándolas, como señaló doña Guille. Nunca se supo si hubo algún arreglo o entendimiento entre Lupita y su tío, pero este no volvió a comunicarse jamás.
El brillo de la noticia y la sombra del olvido. En un principio la conmoción fue tal que hizo del señor Pollito una celebridad después de muerto. En la escuela todos sus compañeros (y hasta algunos profes) le preguntaban a Javier qué onda con el ―muertito‖. Aunque estuvo en gran tentación de decir que él se había brincado junto con Juanito y Tomás, se aguantó, sabía que esto saldría a la luz y sería un bochorno para él. Con la ventaja que Juanito tenía por haber sido protagonista, no sólo platicaba sino que hasta organizó varias excursiones de amigos a la azotea de la casa; no los llevaba al interior de la accesoria porque la llave había quedado en la custodia de doña Guille. La prensa por su parte, publicó la nota como acontecimiento principal el lunes siguiente al hallazgo (Javier se interrogaba como le habrían hecho para que les diera tiempo). Esa primera nota se limitaba a describir el aspecto del cadáver y algunos datos del señor Pollito y de su hermano; no había fotos, pero si mencionaban la dirección del suceso. Los reporteros fueron a la casa y pidieron que les permitieran el paso para ver la escena del crimen. Aunque la abuelita María ―ardía‖ en deseos de dejarlos entrar, doña Guille fue tajante y les pidió que fueran a ver a don Juan al changarro. Ese permiso se obtuvo, se fijo una fecha y se aseguró la presencia de las autoridades. Salió un segundo artículo, donde se veía una foto desde el segundo nivel de la azotea con la abuelita señalando hacia donde estaba la accesoria. En otra foto se veía a Tomás y a Juanito asomados al pozo del patio de la accesoria. En la última y tercera foto publicada, se veía una
- Si se va a quedar allí, ¡pues que te firme un contrato y te pague la renta! - Yo lo veo. - ¡Pero de veras!, si se mete allí, ¿luego cómo la sacamos? No era la misma simpatía para la pobre hija desamparada que se quedó huérfana que por la muchacha ―cuzca‖ que andaba en la azotea en calzones y brassiere. Lupita hizo bueno el pronóstico de doña Guille, pues comenzó a meter con ella a otras muchachitas, y por informaciones de los taxistas (quienes desde la acera de enfrente tenían un buen punto de observación), se sabía que estaban metiendo ―hombres‖. Javier confirmó la teoría, pues una tarde noche se colocó en su puesto de observación en el dintel de la ventana, y pudo ver cómo una de las chavas que estaba platicando al lado de una ventana con barrotes en la acera de enfrente, cruzó la ventana con él y entraron en la accesoria. Doña Guille, ya muy repuesta de su operación, fue a tocar la puerta de la accesoria dispuesta a confrontar a Lupita. Un par de ocasiones fueron intentos infructuosos, pues cuando iba a tocar la puerta, alguna de estas chamaquitas le indicaba que Lupita ―no estaba en casa‖. Pero ~ 29 ~
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doña Guille era de ―armas tomar‖, así que ya enfadada, se dirigió a la accesoria, tocó a la puerta, y cuando le abrieron se metió a la accesoria, sin que nadie intentara impedirle el paso. Estuvo inspeccionando los cuartos unos quince minutos sin ver rastros de Lupita. Estaba a punto de abandonar la accesoria cuando se fijó que del armario sobresalía un pedazo de tela. Se acercó más y notó que la tela estaba colocada allí ex profeso para mantener las puertas del armario cerradas. Jaló la tela, las puertas se abrieron y de allí salió Lupita, con cara de cínica descarada, según indicó doña Guille. Le dejó claro que debía sacar de allí a todas esas muchachitas cuzcas, pagar la renta o salirse; de lo contrario traería a los ―gendarmes‖. Cuando don Juan recibió la noticia, sólo lanzó un suspiro, eso podría crear un problema mayor. Pero la estrategia de doña Guille resultó exitosa, pues antes de dos semanas de la ―incursión‖, Lupita se marchó. Trató de hacerlo con el mismo sigilo que su primera partida, pero esta vez tuvo que echar mano de un camión en el que sacó el resto de las cosas de la accesoria. Doña Guille le llamó a don Juan: ―¿Qué hacemos?, Déjala, con eso ya nos quitamos el problema de encima‖. Todos salieron a ver. Doña Guille supervisaba que no se llevara las pocas cosas que eran de la accesoria. La abuelita María ―interrogaba‖ a una de las chamacas. Juanito y Javier se limitaban a observar, pero cabe la pena decir que lo que más llamaba su atención, es que esta Lupita ya no era la chamaquita de ―pelos escurridos‖ que ellos recordaban. Usaba un peinado permanente a la afro, mini falda negra y unas botas que les hicieron recordar el comentario de ―las bonitas piernas‖, un suéter azul muy entallado, la cara muy pintada y cuando caminaba se contoneaba más que el ―gato‖: en la casa hubo un gato que se contoneaba mucho para caminar, al que Juanito bautizó como Welch, en honor a los contoneos que doña Raquel les mostró en una película llamada ―La espía que cayó del cielo‖. Sí, los muchachos estaban creciendo, y es claro que esta era una de las preocupaciones más grandes de doña Guille cuando decidió desarmar la improvisada casa de citas que se había instalado a sólo un muro de distancia de su casa y de sus hijos.
encontraron tirado, pero con los ojos abiertos. No le hablaba, pero comenzaba a caminar. En ese momento Juanito se despertaba muy agitado, viendo con ansia la puerta que permanecía cerrada. Tiempo después Juanito superó esta situación, no sólo dejó de tener las pesadillas, sino que contaba muy seguido la hazaña. Una ocasión hacía el lúgubre relato a su novia y a su grupo de amigas. Las chicas lo retaron, dándole a entender que sólo estaba tratando de impresionarlas. Muy bien, así que no les da miedo nada, ¿cierto? Pues vamos y les enseño, a ver si ―como roncan duermen‖.
Usaba un peinado permanente a la afro, mini falda negra y unas botas que les hicieron recordar el comentario de ―las bonitas piernas‖ -
OK. Vamos a la casa del señor Pollito. ¡Si vamoooos! ¡Ay, a ver si no nos sale el muerto!, jajajajajajajaja. Trae una lámpara, porque está bien obscuro. ¡Uuyyyy!, ¡qué miedo!
Salieron de la casa de la novia de Juanito y abordaron su Fairmont Verde. Luego de unas cuantas cuadras, se estacionaron frente a la accesoria donde vivía el ―muertito‖. Juanito sacó un desarmador que estaba en la herramienta del coche. Lo introdujo en una de las armellas que sostenían el candado que cerraba las dos hojas que formaban la puerta de madera. Comenzó a girarla hasta donde era posible; luego sacaba el desarmador y cambiaba el candado de posición para poder repetir la operación. Poco a poco el candado fue cediendo, hasta que de un jalón, la armella salió de la madera. Juanito había aprendido a hacer esto viendo a su primo Tomás. El abrir la puerta de esta forma ya había puesto lo suficientemente nerviosas a las chicas, pero no querían ―rajarse‖ tan fácilmente.
Luego de esto, las preguntas fueron cesando, incluidas las teorías de las señoras metiches del mercado o los mas morbosos compañeros de la escuela de Juanito y Javier o de la chamba de Tomás. La abuelita mandó a decir un par de misas, a las que sólo asistieron los miembros de la casa y los feligreses habituales. No estuvo presente el hermano del señor Pollito y es claro que, después de saber el proceder de Lupita, la iglesia no era un lugar que le interesara visitar. Era claro que ahora sí ya nadie se acordaba del señor Pollito.
Abrió la puerta e iluminó el interior de la accesoria con la linterna. Un óvalo de luz amarillenta se formó en el piso. Juanito hizo una seña a las muchachas para que entraran, pero ninguna aceptó la invitación. Con una sonrisa Juanito entró primero, seguido por su novia y luego todas las chicas formando una ―fila india‖. Formaron un grupo apretado detrás de él, como pollitos en foco de incubadora. Juanito fue narrando como había se había brincado por el patio, y como había visto el cuerpo de señor Pollito por la ventana. En estos
La casa de los sustos Pasados unos meses del macabro hallazgo del señor Pollito. Juanito le comentó a Javier que tenía pesadillas, en las que escuchaba un ruido que lo despertaba y cuando abría los ojos, en la puerta estaba parado Pánfilo, se veía como cuando lo ~ 30 ~
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momentos las muchachas ya estaban espantadas, pero no pasaba de ser una simple historia de miedo.
pues nunca nadie supo nada mas de él, de lo que estarían buscando sus victimarios, o qué otros misterios encerraba el retraído hombre que en sus paredes había dejado constancia de su ateísmo y su inclinación al comunismo, que no usaba luz eléctrica y que parecía que en su vida se había metido en líos con nadie.
- Aquí estaba una silla, y aquí hay unos agujeros de bala, tal vez disparadas por el señor Pollito para defenderse, o de los ladrones para matarlo. - ¡PUUUMMMMM! - ¡ Quieeetooooosssss!
Epílogo
Tremendo portazo. Se cortaron las respiraciones. Juanito se asomó por la orilla de la puerta. Se veía claramente la silueta de alguien apuntando hacia adentro con un arma. Tras de él se comenzaron a escuchar angustiosas preguntas, casi inaudibles: ¿qué paso?, ¿quién es? Antes que Juanito pudiera hacer nada, las chavas salieron gritando como locas en tropel, lo cual no era lógico cuando te habían enseñado que no corras de frente cuando alguien te está encañonando. -
Como que el relato estuvo muy largo, ¿no crees? Tal vez, creo que hay muchos detalles, pero hay partes de la historia en las que, si no entendías que se trataba de un pueblo, o de cómo estaba configurada la azotea, o de cómo era el señor Pollito, pues no se habrían entendido. Por otro lado, la historia podía haber sido tan corta como la siguiente. Juanito y Javier tenían un vecino al que su papá le rentaba una accesoria contigua a su casa. Un día, su mamá escuchó un tiro y dejaron de verlo unos días. Vino su hermano de México, les pido chance de brincarse y lo encontraron muerto. Parecía que lo habían torturado, pero nunca se supo nada. Unos años después, Javier le dio un susto a las amigas de su hermano, que las había llevado a ver la casa del muerto, y como no sabía quién estaba allí, entró pateando la puerta con una pistola en la mano. Creo que eso fue lo que pasó. Creo que el relato sí esta ―rollero‖, pero también creo que el señor Pollito, luego de una muerte cruel y la impunidad alentada por una investigación inexistente, merecía que al menos una vez, al menos una, alguien le dedicara algunos minutos más de sus pensamientos. Sí, los del que escribió y los de quién acaba de leer este relato.
¡Aaaaaaaaaaaaaaaah! ¡ Quieeetooooosssss!
Se detiene el tropel. Juanito reconoce la voz que lanzó el grito. Detiene a su novia de un brazo, pues sintió claramente cómo se iba a lanzar como leming tras sus amigas. Se escuchan unos cuantos quejidos en un volumen casi inaudible, esto sólo toma unos brevísimos instantes. Otro concierto de agudos gritos inicia al tiempo que se reanuda el tropel. La sombra se hace un lado y la parcial iluminación de la cara del antes amenazante tirador le permite a Juanito confirmar su sospecha: ¡es Javier! ¡Qué bárbaro, se saco un diez! A Juanito ya le había regresado el alma al cuerpo. No pensaba que la visita a la casa del muertito le saldría tan bien. A ver si las chamcas estas volvían a decir que nada les daba miedo. Bueno, aunque de una forma muy surrealista, alguien más recordaría al señor Pollito,
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Los recuerdos Pedro Flores A mi amigo, Martín Malváez Como médanos de oro, que vienen y que van en el mar de la luz, son los recuerdos. Juan Ramón Jiménez. Los Recuerdos.
barato, no estaba en el presupuesto. Un día, después de varios meses de que Gilberto había empezado con su colección, sus padres decidieron ir con él a comprar el álbum. Cuando llegaron al pequeño supermercado, Gilberto corrió al pasillo donde se encontraban los productos de panadería a buscar el estante con los álbumes. No los encontró. Les dijo a sus padres que no los encontraba, hasta que vieron a un empleado de la empresa panificadora que ofrecía la colección, volviendo a surtir la estantería con sus productos y retirando los que ya habían alcanzado su fecha de caducidad.
La colección
En 1961, cuando Gilberto tenía cinco años, empezó a coleccionar las estampas que venían de regalo en los panes de caja, pastelitos y panqués empaquetados que compraban sus padres. El tema de la colección era el universo y la conquista del espacio. Gilberto esperaba con ansiedad a que sus padres fueran de compras, para buscar entre las bolsas de pan el pequeño sobre de papel encerado de color café que contenía dos, tres, cuatro y hasta seis estampas, dependiendo del tamaño del producto. Todos los días su madre le compraba un pastelito que traía tres estampas.
– ―Disculpe, señor,‖ dijo la madre, ―¿en dónde se encuentran los álbumes de la colección del universo?‖ – ―Uh, señora, ya se terminó la colección la semana pasada,‖ contestó el empleado de la empresa panificadora.
Gilberto se fascinaba con las estampas que mostraban la incipiente tecnología espacial de las dos grandes potencias del mundo: naves, cohetes, satélites artificiales, telescopios, los primeros astronautas. Había ilustraciones del sistema solar presentando en vívidos colores el Sol, los planetas y sus satélites. También había galaxias, estrellas y un sinnúmero de paisajes espaciales de ciencia ficción.
– ―¿Cómo?, si tiene poco que empezó‖ – ―Pues ya tiene seis meses que empezó y se terminó el fin de semana pasado. El mes que entra la compañía va a sacar una nueva colección con el tema de la naturaleza, plantas, animales, los mares, esas cosas.‖
Día con día, la pila de estampas iba creciendo aunque algunas estaban repetidas, lo cual frustraba a Gilberto pues sentía que lo alejaban de su objetivo de completar la colección. Sin embargo, le hacía falta el álbum para pegar las estampas en su correspondiente lugar y construir el libro completo del universo. Sus amigos y compañeros de escuela también estaban haciendo cada uno su colección y Gilberto los veía cargar con el álbum donde se podía calcular de manera visual cuánto les faltaba para llenarlo.
– ―Oiga,‖ insistió la madre, ―¿y no tendrá usted algún álbum que le quede?‖ – ―No, señora. Ya fueron retirados todos para dar lugar a la siguiente promoción. Los panes y pastelitos ya no traen las estampas.‖ Después de ese diálogo, la madre simplemente le dijo a Gilberto que ya no había álbumes.
Sus padres le prometían que la próxima vez que acudieran al supermercado le comprarían el álbum pero ese día no llegaba. La familia vivía de manera modesta con un sueldo que apenas alcanzaba para las cosas básicas y el álbum, aunque
– ―Ya oíste, mi hijito, ya se acabaron los álbumes. Ni modo, vamos a esperar la siguiente colección y ahora sí compramos el álbum antes que se acaben.‖
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RLV 4 Llegado el día del evento, el espectáculo infantil comenzó con una pequeña orquesta formada por algunos niños que acompañaban con maracas, claves, cascabeles, triángulos y panderos la melodía que tocaba al piano la maestra Mireya. Terminada la pieza, los pequeños músicos fueron premiados con aplausos y vivas de padres y maestros. Gilberto esperaba en uno de los salones junto con el resto de la fauna a que les tocara su turno de participar. En el bolsillo del pantalón que llevaba bajo el disfraz guardaba unos caramelos de leche que la maestra les había repartido para que se entretuvieran mientras esperaban. Llegado el momento, los niños salieron al jardín a representar su papel de animales de bosque, pastando y oliendo flores y hierbas. Las melodías del piano de la maestra Mireya inundaban el ambiente, aumentando con sus alegres tonadas, la certeza de encontrarse en la mejor estación del año.
Ya oíste, mi hijito, ya se acabaron los álbumes. Gilberto no alcanzaba a comprender que algo tan importante como la colección pudiera terminar, creía que iba a durar para siempre. Más bien, no se había siquiera imaginado que tuviera un plazo, sentía que las cosas debían durar para siempre. Pero la determinación del trabajador que habló con su madre no dejaba lugar a esperanzas, se había terminado y ya no había manera de tener un álbum para sus estampas. Su colección había perdido sentido y a partir de ese momento las cosas que antes le daban tanta alegría como jugar con las estampas, ordenarlas por su numeración, observar las ilustraciones, mirar el mazo siquiera, le provocaban una inmensa melancolía.
Gabriela apareció radiante, caminando con un vestido amarillo que se balanceaba como campana, con vuelos ayudados por la crinolina. Gilberto sintió que en verdad él era un conejito y Gabriela la reina del bosque. Cuando la coronaron, todos los animalitos danzaban haciendo reverencias, menos Gilberto que estaba paralizado por la belleza de la niña.
Gilberto ya no tuvo deseos de iniciar otra colección y los nuevos sobres con estampas que venían dentro de los paquetes de pan se quedaban sin abrir y a veces dentro del paquete. Poco a poco, fue dejando atrás la tristeza y continuó su vida infantil, aunque ese sentimiento de frustración quedó guardado en su interior.
Una vez terminado el espectáculo, se anunció que los niños podrían retirarse acompañados de sus padres. Mientras las madres se saludaban y platicaban con las maestras, los niños corrían y jugaban en un breve recreo. Gabriela estaba rodeada por sus amigas cuando Gilberto se acercó, sudando las manos por el nerviosismo; sin mediar palabra, metió la mano en el bolsillo y sacó uno de los dulces. Cuando estuvo frente a Gabriela extendió su manita para poner el caramelo en la de ella. Sin esperar ni un segundo, Gilberto dio vuelta y se retiró a todo galope, arreando con ambos brazos los costados de sus pequeños muslos, para perderse en la pradera.
La reina de la primavera Gabriela era una niña alegre, que sabía conducirse con la seguridad que le daba su encanto. Su sonrisa le ganaba el cariño de adultos y niños. Como es natural, su madre estaba muy orgullosa de ella y siempre procuraba vestirla con ropa nueva y colorida. Con estudiada coquetería, sabía llevar peinetas, diademas y arreglos en su cabello brillante. Era una líder natural y todas las niñas de la escuela preescolar la seguían y se dejaban conducir por ella en todos los juegos infantiles.
Las vacaciones de verano
Cuando en la escuela se preparaban para celebrar la fiesta de la entrada de la primavera, las maestras planeaban diferentes actividades que culminarían en una fiesta donde coronarían a la reina de la primavera, escogida de entre las niñas de la escuela. Como era previsible, Gabriela fue escogida por las maestras para ese papel. Varios días antes de la presentación con los padres, los niños ensayaban el desfile de flores y animales de bosque y granja que serían el marco para la hermosa reina. A Gilberto le tocó vestirse de conejo y junto con otros compañeros haría una danza por el pasto figurando comer hierba y después se sentaría alrededor de Gabriela.
Siete años después, Gabriela y Gilberto volvieron a coincidir, ahora en la escuela secundaria, cada uno en diferente grupo, después de haberse separado durante la primaria. Desde los primeros días todos los muchachos y muchachas empezaron a conocerse, a formar amigos, alianzas, y a identificarse por las habilidades particulares. Gilberto empezó a destacar en los deportes, principalmente en volleyball. Gabriela empezaba a mostrar los rasgos de jovencita encantadora que anunciaban la hermosa mujer en que habría de convertirse. Cada uno de los dos mostraba las características de joven destacado, bien parecido, inteligente, simpático y buen amigo que hacen que el resto los considere los representantes de su generación. También, en la cultura de la pequeña sociedad de estudiantes empezaron a forjarse las historias, anhelos y fantasías de los estudiantes en los que Gabriela y Gilberto debían ser la pareja ideal. Todos los respetaban como reservándoles el derecho a ser novios. Pero como suele suceder en esos casos de Afroditas y Adonis escolares, venerados por la
Cuando el niño la miraba parecía que estaba viendo a la virgen subir al cielo; se quedaba observándola con un fervor casi religioso y le resultaba una delicia después, en su casa, inventar historias donde él la rescataba de graves peligros y amenazas, terminando siempre como recompensa a su hazaña con un beso agradecido de Gabriela. ~ 33 ~
RLV 4 sociedad estudiantil, rara vez se cumplen los sueños colectivos de verlos convertidos en la pareja con la que todos ven cumplidas sus fantasías. Gabriela tenía amigos que ocasionalmente se convertían en fugaces novios. Sus relaciones no eran estables, pues la muchacha parecía estar esperando el retorno de una suerte de Odiseo, lo cual desesperaba a los pretendientes.
–―Ah, sí, claro. Sí, también me gusta, pero se me hace un poco triste la melodía.‖ Después de pasado el momento de apuro, Gilberto sintió que se le acababan los temas de plática. La angustia de pensar que volver a tener con Gabriela un encuentro como ese iba a ser muy improbable empezó a hacerlo sentir como si la oportunidad no fuera a presentarse jamás.
Gilberto era amado en secreto por muchas de sus compañeras, que no hallaban el modo de que el muchacho se fijara en ellas. A pesar de su exterior alegría y afabilidad, en el interior guardaba una inseguridad alimentada por nostalgias antiguas. Más bien encontraba dicha en la música de rock, que disfrutaba con sus amigos, escuchando discos en casa. En las fiestas anuales del día del estudiante, en lugar de bailar, Gilberto se acercaba al escenario donde tocaba la banda, soñando con ser una estrella de rock. Los amigos de Gilberto sabían que él amaba a Gabriela aunque no se atrevía a pedirle que fueran novios. A veces en broma, otras en serio, lo empujaban para que se atreviera a hablar con ella de algo más que no fuera el tema de la escuela. Sin embargo, Gilberto no cedía a su timidez y se refugiaba en sus discos de rock o en el volleyball.
–―Gaby, ¿quieres ser mi novia?‖ Gilberto no podía creer que había sido él quien había pronunciado esas palabras. Sentía que su ser se apartaba de su cuerpo y que él era un espectador de la escena. Su mente estaba híper alerta, registrando todos los detalles, pensando en memorizarlos para después analizarlos uno por uno y contarse la historia una y otra vez, como era su costumbre con las cosas que le sucedían. Sin darse cuenta en qué momento se habían detenido, llegó a sus oídos la respuesta que le pareció demasiado cercana, como si se lo hubieran dicho fuerte junto al oído. –―Sí,‖ dijo Gabriela, con el rostro encendido. Sus ojos brillaban y sus labios parecían estar más rojos que la pintura que usaba a escondidas, durante los trayectos de la escuela a su casa.
Así pasaron los tres años de secundaria, cada quien madurando y definiendo su perfil, haciendo amigos, descubriendo intereses, creando y matando sueños, estableciendo lo que serían de adultos. Al final del tercer año, el último día de los exámenes finales ocurrió que gracias a la complicidad de las amigas de Gabriela y de los amigos de Gilberto, se dio un encuentro que, si no fuera por la intervención de sus compañeros, habría sido improbablemente fortuito. Saliendo de la escuela, Gabriela y Gilberto fueron dejados solos por el resto. Los dos muchachos iban caminando con sus libros en la mano, sin que Gilberto encontrara un tema de plática que le hiciera sentir confortable.
Gilberto sintió que las piernas se le doblaban. Era una sensación muy diferente a la que había sentido la vez que se enfrentaron en la final de volleyball contra el equipo de la secundaria de Chihuahua. En esa ocasión, al ver a sus oponentes más altos, mejor uniformados y con un entrenador más seguro que el de ellos, el temor se transformó en energía para recibir con fuerza el saque de los opositores y poder colocar la bola a un compañero que sin esperar un segundo toque la había rematado, ganado el saque. Ahora, a la sensación de que las piernas se le doblaban, se había agregado un dolor en el estómago que descendía rápidamente a la entrepierna haciéndole tremendamente consciente de su sexo. Los sonidos de la calle se habían extinguido, sólo alcanzaba a escuchar su corazón palpitando a toda velocidad y como un eco el monosílabo que acababa de responder Gabriela.
–―¿Te gustan los Creedence?‖, se atrevió a preguntar él. –―Sí, me gusta bailar ‗En la esquina‘ y ‗Dándole vuelta a la vuelta‘,‖ respondió con una amplísima sonrisa Gabriela. Gilberto, pensó que él prefería escuchar ‗I put a spell on you‘ , ‗I Heard It Through the Grapevine‘ o la versión larga de ‗Suzie Q‘, que le parecían más gruesas y no las bailables ‗Down on the corner‘ o ‗Up around the bend‘, pero no iba a cometer la tontería de ponerse a discutir con la chica sobre sus propios gustos musicales.
Sin saber qué hacer con tan formidable peso, Gilberto se echó a correr a toda velocidad.
–―¿Has oído ‗Have you ever seen the rain‘?‖ –―No, ¿cómo va?‖ Gilberto sintió que había caído en una trampa creada por él mismo. Por supuesto que no se iba a poner a cantar la tonada de la canción. Su cara empezó a ponerse roja, mientras la garganta se le resecaba. Afortunadamente, salió del paso.
Sin saber qué hacer con tan formidable peso, Gilberto se echó a correr a toda velocidad. Cuando volvió a tomar conciencia de sí, Gilberto iba atravesando a galope la calle y los carros le tocaban el claxon para advertirle. Siguió corriendo
–―Es la de ‗Has visto alguna vez la lluvia.‘‖ ~ 34 ~
RLV 4 hasta llegar a su casa. Su madre estaba en la cocina, terminando de preparar la comida. Gilberto corrió a encerrarse en el baño, donde estuvo unos quince minutos pegado de espaldas contra la pared, esperando a que la sangre dejara de retumbar en su cerebro. Hacía casi diez años que había salido galopando después de regalarle un dulce a Gabriela. Ahora no le había regalado nada, sino su propia imagen humillada, quedando además como un loco cobarde. ¿Qué explicación iba a dar a sus amigos cuando le preguntaran cómo le había ido con Gaby? ¿Cómo se atrevería a darle cara a Gabriela después de lo sucedido?
conviniera a todos, tuvieron una primera reunión. Asistieron quince ex condiscípulos del mismo grupo de Gilberto, aunque éste no había asistido. De otros grupos estaban cinco más. De los veinte, doce eran hombres y ocho, mujeres. Todos parecían haber hecho un pacto de honor en nombre de aquella amistad lejana y de los tiempos de la niñez casi olvidada, así que la reunión no tuvo comentarios incómodos sobre la apariencia, el peso y los estragos que tres décadas habían hecho en las pieles y siluetas de los viejos amigos. Al contrario, todos se veían con mucha alegría, a pesar que en algunos casos hubo que hacer un esfuerzo para poder hacer corresponder al antiguo camarada con el adulto que ahora pasaba lista de presente.
Para su débil alivio, ya sólo le restaba asistir a la escuela al acto de clausura de cursos y con suerte, podría esconderse de Gabriela. Lo que no pudo evitar fue tener que contarles a sus amigos el vergonzoso acontecimiento.
Miguel había tenido el tino de preparar el patio de su casa con sillas y un equipo de sonido para poner música de los sesentas y setentas, lo cual ayudó a favorecer un ambiente de desinhibición propicio para las bromas, recuerdos y desaletargar aquella amistad dormida. Al término de la velada todos coincidieron en volver a repetirla y tratar de localizar a más antiguos compañeros.
–―¿Y así nomás le dijiste quieres ser mi novia?,‖ preguntó uno de los amigos de Gilberto. –―¿No le hiciste como te dije de decirle antes me gustas mucho y me siento muy a gusto contigo?,‖ le preguntó otro.
Dos meses más tarde, estaban haciendo su segunda reunión. Ahora habían logrado reunir a treintaicinco amigos. Todos comentaron del éxito de la reunión y de lo bueno que sería conseguir los teléfonos de algunos ausentes. Para la siguiente ocasión en que se juntaron, algunos llevaron cervezas, botanas y refrescos y animados por la música, algunos se levantaron a bailar, lo cual logró una mayor unión del grupo. Desde la primera reunión se había comentado sobre Gabriela y Gilberto. Todos los recordaban con mucho cariño pero hacía mucho tiempo que no los veían. Alguna de las amigas dijo que ella tenía el teléfono de la mamá de Gabriela, pues su madre había sido amiga de ella. Prometió llamarla para tratar de conseguir el número de Gabriela. De Gilberto, sí había alguien que tenía su número aunque sabía que por la naturaleza de su trabajo era difícil encontrarlo en la ciudad. Lo mismo, ofreció buscarlo para invitarlo a una de las reuniones.
–―Y luego, ¿qué te dijo?,‖ preguntó otro. –―Que sí‖. Gilberto se sentía muy incómodo, pero compartiéndolo con sus amigos, el peso se hacía más llevadero. –―¿Que sí?‖ Chingón, ¿y tú que hiciste?‖ –―¿Yo?‖ Gilberto carraspeó. –―Sí, ¿qué hiciste, la besaste?‖ –―Nada, me eché a correr.‖ –―¿Después de besarla?‖ –―No, no la besé. Me eché a correr cuando me respondió que sí quería ser mi novia.‖
Cuando Miguel estaba haciendo las llamadas en preparación de la cuarta reunión, la amiga de Gabriela le informo que ya la había localizado y que al parecer haría todo lo posible por asistir al siguiente encuentro de amigos. También el amigo de Gilberto, le comentó a Miguel que había hablado con él y que prometió asistir. A través de la red de amigos que se estaban reuniendo cada dos meses se propagó el comentario de que en la próxima vez, estarían los dos antiguos camaradas que habían sido la pareja idílica jamás concretada de su generación.
Esta conversación se repitió durante todo el verano, hasta que los jóvenes tomaron diversos caminos a las opciones de educación media superior.
El grupo de la generación Treinta años después, el acontecimiento era una anécdota lejana para los antiguos compañeros de la secundaria. Algunos aún se llamaban por teléfono para saludarse, otros, muchos menos, quienes habían seguido viviendo en el barrio de la niñez, se veían muy de vez en cuando. Miguel, uno de los más fieles entusiastas de aquella amistad de adolescentes comenzó a planear una reunión de cuantos pudiera localizar para recordar los viejos tiempos. Después de tres meses de hacer llamadas telefónicas, preguntar por contactos de cada quien, ¿recuerdas a fulano?, ¿qué fue de zutano?, fue conformando una lista de amigos y no sin dificultad para establecer una fecha que
El reencuentro Llegado el día, comenzaron a llegar los amigos. Como siempre, saludándose con el gusto de saber que regresas, aunque sea por unas horas, a un mundo del pasado donde puedes jugar a ser quien eras, manteniendo siempre un pie en la actualidad, para poder regresar al mundo presente. Miguel daba ~ 35 ~
RLV 4 la bienvenida siempre atento a encontrar a alguien nuevo para poder presentarlo como adulto a los jóvenes adolescentes en que se iban convirtiendo los que ya pertenecían al grupo. El primero de los dos en llegar fue Gilberto, vestido con una chaqueta de pana color canela, pantalones de mezclilla y camisa azul pálido. Se le veía un poco fuera de lugar, como si se hubiera equivocado de cita, pero la cálida recepción de Miguel, quien de inmediato le puso una cerveza en la mano y lo llevó con el grupo que ya estaba reunido, le dio confianza.
al resto de los invitados y después de responder las preguntas protocolarias regresó al pequeño grupo donde estaba Gilberto. Entonces pudieron platicar con más calma. Gabriela se había casado con un pequeño industrial dedicado a la venta de materiales para la construcción, tenía dos hijos, ya casados, que aún no le habían dado nietos. Hacía cinco años que había enviudado; su esposo falleció de un infarto al corazón y ahora ella estaba a cargo de los negocios. Gilberto tenía un negocio que representaba una firma de calderas y se dedicaba a su venta e instalación; por motivo de su trabajo continuamente estaba viajando. Se había casado y divorciado dos veces. Tenía una hija de su primer matrimonio, que vivía con la madre.
Gabriela parecía darse cuenta de la incomodidad del amigo y trató de relajar la tensión poniendo música.
Llamaron al timbre y alguien salió a recibir al repartidor de pizzas, que habían sido pedidas por Miguel para la velada. La música de fondo era rock de los setenta y ochenta. Gabriela le preguntó si le seguían gustando los Creedence. Gilberto sintió una punzada en el estómago; esa pregunta le colocaba treinta años atrás, saliendo de la escuela secundaria, declarándosele a Gabriela, para después de obtener el ―sí‖ no saber qué hacer. ―¿Los Creedence?, sí claro, aunque ahora escucho mucha más música. Y a ti, ¿qué música te gusta?‖
Gilberto estaba escuchando la actualización de las historias de sus compañeros, sin decir demasiado de sí mismo, ambientándose, cuando sintió una presencia que lo hizo ponerse alerta. También sus amigas y compañeros la sintieron, voltearon hacia la puerta y vieron a Miguel que se acercaba con Gabriela del brazo. Portaba una elegante belleza de mujer madura, en un vestido de suéter tejido color gris perla, equilibrado con un cinturón de piel y botas negras que hacían juego perfecto. Miguel llevaba en el otro brazo el discreto y elegante abrigo que ella le había entregado para que se lo guardara. Parecía como si estuviera haciendo la entrada triunfal de aquella lejana reina de la primavera, sólo que ahora iniciaba el otoño. De inmediato amigas y amigos le dieron la bienvenida. Gilberto se sentía un poco nervioso, desde que lo habían invitado a la reunión se puso a pensar en quiénes podrían asistir, no se atrevió a preguntar si asistirían compañeros de otros grupo y mucho menos a preguntar por Gabriela. Lo que había presentido estaba allí, frente a él, treinta años de conducirse por la vida tratando de que aquella vergonzosa primera experiencia amorosa no lo afectara demasiado, y Gabriela ponía en riesgo esa seguridad de adulto que él creía haber construido.
Gabriela contestó y así siguieron platicando de cualquier tema. Pasada la media noche, la fiesta estaba llegando a su fin. Los amigos comenzaron a despedirse. Gilberto le dijo a Gabriela que ojalá volvieran a verse en las reuniones o acaso algún día para ir a comer, cuando estuviera de paso por la ciudad. – ―Sí, me daría mucho gusto,‖ contestó ella. ―Bueno, pues me despido, ¿te vas ya también?‖ – ―Sí, le voy a pedir a Miguel que me ayude a pedir un taxi. Como casi no estoy aquí, no tengo carro.‖ – ―¿Un taxi? No, con confianza yo te llevo,‖ se ofreció Gabriela. De nada le sirvieron las excusas a Gilberto. Gabriela insistió y después de despedirse de los que aún quedaban del grupo, ya estaban en el auto de ella.
―Hola, Gilberto, ¿cómo estás?‖ escuchó desde lejos cuando se dio cuenta que la mano de Gabriel se extendía hacia él.
El viento se los lleva
―Hola, Gabriela,‖ dijo él. Tuvo que pasarse la botella de cerveza a la mano izquierda para tomar la de ella y acercarse a saludarla con un leve roce de mejillas. La seductiva fragancia de X, de Clive Christian, le envolvió, embriagándolo sensualmente; sintió que era llevado suavemente por una barcaza por el Río Nilo, donde son cultivados y cortados al anochecer los raros jazmines egipcios que le dan su esencia al costoso perfume. Cuando soltó su mano, Gilberto volvió a recuperar un poco de su presencia. Gabriela saludó y reconoció
Mientras ella conducía, Gilberto observaba un desfile de pensamientos por su cabeza. Sentía que debía abordar el tema que había dejado inconcluso y dar una explicación u ofrecer una disculpa por su comportamiento absurdo. Las manos le estorbaban, iba en silencio con los brazos cruzados sobre el cinturón de seguridad. Gabriela parecía darse cuenta de la incomodidad del amigo y trató de relajar la tensión poniendo música. Cuando se detuvieron en un semáforo en rojo, Gabriela tomó la iniciativa y le preguntó si no le apetecía una ~ 36 ~
RLV 4 copa. Gilberto contestó que sí. Entonces ella le ofreció ir a la casa de ella, que se encontraba cerca.
–―Cuando me di cuenta de que ya no podía tener el álbum, la colección que tanto quise perdió interés y caí en una tristeza sosegada, vaga, que no me permitió encontrar gusto ni verdadera alegría en nada.‖
Apenas había aceptado, Gilberto ya se sentía un poco incómodo. ―Oye, ¿no será mucha molestia? Ya es tarde y no quiero causar incomodidades.‖
La palabra ―nada‖ la pronunció con una fuerza que la dejó en el aire resonando por unos instantes. Se hizo un largo silencio.
―¿Molestias? Ninguna, no hay nadie en casa. La señora de la limpieza es la única que me acompaña y no llegará hasta el lunes temprano.‖
–―Qué historia tan triste,‖ dijo ella. ―Qué cosas nos pasan de niños que nos marcan para siempre.‖ Se levantó del sillón y le pidió a Gilberto que la disculpara un momento, para ponerse algo más relajado y le dijo que sirviera otra dos copas.
En menos de cinco minutos, ya estaban en la casa de Gabriela. La arquitectura era de buen gusto y daba la impresión de estar protegida por un sistema de seguridad, lo cual era de esperar para alguien que vivía sola. Eso le dio a Gilberto la idea de que Gabriela era una mujer metódica, segura de sí misma, que tenía organizada su vida a las circunstancias que ella misma iba planeando y disponiendo.
Gilberto se levantó con las dos copas vacías y se dirigió a la cantina, las puso sobre la tabla. Se vio en el espejo de la vitrina. En sus oídos resonaban las palabras de la historia que acababa de contar. Los minutos pasaban y presentía que Gabriela aparecería pronto y que inevitablemente terminarían en la cama. Sentía un gran deseo por esa mujer hermosa y segura de sí misma, pero también sentía una nostalgia que lo invadió por completo. Si la nostalgia es la tristeza por una dicha perdida, para Gilberto era una melancolía por su desdicha. Sintió lástima por sí mismo y un temor a empezar de nuevo una vida que no sabía cómo ordenar.
–―¿Qué quieres tomar?‖ preguntó ella. –Gilberto dijo, ―lo que tú quieras tomar también‖. –―Tengo whisky y coñac. Hace frío, se me antoja un coñac.‖ –―Me parece bien‖, dijo Gilberto.
Entonces dio la espalda al espejo y se dirigió a la puerta. Abrió y cerró sin hacer ruido. Una vez en la calle echó a correr con toda la fuerza que le daban sus cuarentaicinco años.
–―¿Nos los sirves, por favor?‖ Dijo ella. Allí está la cantina. Mientras Gilberto servía las dos copas, ella ponía algo de música romántica. Juntaron las copas y bebieron un trago. Se sentaron en un sillón y Gilberto se acercó a ella, que no tuvo ninguna reacción de rechazo ni de ponerse alerta. Se dieron un beso y después otro más largo. Después ella le preguntó qué había pasado aquella ocasión. Él no sabía qué decir, todos esos años se había hecho la misma pregunta, ¿qué le había pasado? Sin saber cómo le empezó a relatar su experiencia de la colección de estampas del universo. –Cuando era muy niño, mis papás compraban pan y pastelitos empaquetados que traían estampas de una colección del universo. Yo juntaba las ilustraciones y sentía una gran emoción por lo hermosos que eran los dibujos y la intriga de estar ante algo muy profundo y desconocido. Pero me faltaba el álbum para pegarlas. Creía que una vez que llenara el álbum, parte de ese misterio quedaría resuelto o, al menos, allí estaría ordenado para que tratara de entenderlo. Cuanto más crecía la pila de las estampas, más ansioso me sentía por pegarlas en el álbum, pero mis papás no me lo habían comprado. Cuando mi mamá se decidió por fin a comprarlo, la colección había terminado y ya no tenían ningún álbum. Gabriela escuchaba atentamente a Gilberto, quien hablaba como para sí mismo, con las manos entrelazadas.
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RLV 4
Cuatro miniobsesiones Felipe Kadik
Heráldica
Su apellido era: TAJANTE. Su escudo de armas lo muestra a él ejerciendo esa acción con su unigénito: Dándole muerte por desobedecerlo, cortándole la cabeza con su espada de un solo tajo y dando con ello fin a su estirpe extinguiendo para siempre de manera tajante ese rarísimo apellido.
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RLV 4
Asesino maestro
En el museo hay una obra de arte moderno: Una silla con una pared con ventana, titulada en conjunto: ―Interiores‖. Entra una pareja muy temprano y al ver la obra ella queda maravillada por el talento del artista. Él no está de acuerdo. Discuten. Salen a relucir viejas rencillas. Forcejean. Él la ahorca, matándola. Nota que es muy temprano aún y no ha entrado nadie más al museo. Acomoda el cadáver de ella, sentándola en la silla, como si dormitara y se da a la fuga. La gente comienza a llegar. La obra de arte es un éxito de crítica, la cual afirma que ―Interiores‖ expresa el conflicto actual de la sociedad.
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RLV 4
El mago
El prestidigitador mete a su nuevo ayudante a una caja. La cierra, la abre de nuevo y para sorpresa del público no hay nadie adentro. Todos aplauden a rabiar. Noche tras noche consigue desaparecer a un nuevo asistente. Nadie sabe cómo lo hace. El verdadero secreto es que el mago tampoco sabe cómo funciona esa caja mágica. Solamente sabe que quien entra ahí desaparece. Mientras tanto en otra dimensión hay ya un gran montón de cadáveres.
~ 40 ~
RLV 4
Cadáver exquisito.
Los escritores se reúnen noche a noche a escribir una obra en conjunto, cada quien una parte a la vez. La idea es sencilla y ha sido copiada por otros escritores en otros tiempos: Cada escritor escribe una parte de la obra y se la pasa a otro escritor quien conoce solamente una parte de lo escrito y hace su aportación sin conocer la totalidad de la obra, escribiendo únicamente su parte. Solamente que aquí hablamos del juego original llevado a cabo por una tribu de caníbales africanos en el cual al escritor que no sabía cómo continuar o titubeaba y no escribía en el tiempo asignado, se le sacrificaba para convertirlo en cena con la que se festejaba el final de la tertulia literaria. Dicen los que saben de eso que investigaciones recientes han demostrado que la adrenalina secretada por el temor a ser asesinado confiere un sabor exquisito a la carne humana. Y dicen también que de ahí proviene el nombre del juego.
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RLV 4
En el año 2050 Arturo Villaseñor Atwood Paisaje musical: Maximiliano Ceceña (In the Year 2525)
con perros adiestrados. Terminó el trabajo y prodigó firmes
En el año 2050 el hombre buscaba otros mundos donde
tallones de zacate reseco para disimular lo nuevo de la caja.
asentarse. La tierra se había convertido en un lugar inhóspito, los
cambios
climáticos
habían
tenido
sus
El calor ambiental y la distancia a recorrer hasta los linderos
previstas
del vaso de la Presa Huites, donde se transferiría la valiosa
consecuencias. Los terrenos más bajos los cubrió el mar, las
carga, permitirían aumentar la capa de polvo para que diera
sequías y terremotos habían traído hambres y guerras, la ruina
impresión de antigüedad y uso naturales. Lo importante era
para los países. La gran muralla construida por el país del norte
esconder y mantener en secreto la alteración de su vehículo.
después de la caída de las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001, supuestamente para contener a los terroristas y mexicanos indocumentados, no habían servido para contener las hordas hambrientas que desde el cono sur habían invadido el todavía rico país norteamericano, caído en una grave depresión económica el 2008.
Inicio su viaje todavía de noche…
De noche salió con destino a la presa, calculaba llegar a la medianoche, pues tenía que cruzar entre los retenes militares revisores establecidos en San Blas, El Fuerte y Choix. Para
Pablo Beltrán Beltrán pensaba en otras cosas menos
luego continuar siguiendo el curso río arriba hasta bajar al
distantes mientras terminaba de adaptar su camioneta de un
escondido paraje previsto. Iba solo, no quiso arriesgar que
modelo 20 años atrás. Bajo la plataforma había instalado una
nadie más corriera sus riesgos y las posibles utilidades. Todo o
caja metálica, placa de fierro de 3/8‖, de 2.10 m por 1.15 m y
nada.
0.25 m de altura. La creyó suficientemente amplia, con sus 0.60375 m3 de capacidad que le serviría para transportar su
A una velocidad lenta, pero no demasiado como para
contrabando. Totalmente sellada y disimulada con un doble
despertar sospechas y además no sobrecalentar demasiado el
fondo, confiaba firmemente en que le serviría para pasar
motor, sin mayores contratiempos vehículo y conductor
desapercibida en los retenes donde guardias armados vigilaban
fueron cruzando los últimos puntos iluminados. En la ~ 42 ~
RLV 4 oscuridad escudriñó el camino y casi por instinto bajó hasta el
En El Fuerte sucedió casi lo mismo. Ahí la guardia estaba
punto previsto, hasta donde llegó en completo silencio. Sólo
más despejada, ya habían tomado sus píldoras de café
los aullidos de los coyotes en la lejanía y los élitros de los grillos
concentrado, siendo el examen más minucioso… bajaron las
de su alrededor acompañaban su agitada respiración.
plantas, revisaron bajo la camioneta con sus lámparas, y lo dejaron pasar. Otro engaño. Solo le quedaba el retén más temido, pero ineludible. Siguió su camino a no mas de 80 km/hora, el motor de energía solar no le permitía mayores velocidades, eso sólo quedaba para quienes podían pagar los motores de combustible. En Sufragio subió por el paso a desnivel del ferrocarril … al bajar para tomar la recta, a los lejos vio el retén faltante, con varios vehículos en espera, bajo los brazos secos de los últimos macapules existentes.
En la oscuridad bajó hasta tocar el agua
Se acercó cauteloso y advirtió sobresaltado. ¡Había más perros entrenados! La prueba de fuego para su subterfugio.
Llegó, quitó la duela de madera e inició cuidadosamente el
Sudando frío colocó la camioneta en la rampa. Le pidieron que
lento llenado de su compartimento secreto. Al terminar apretó
se bajara y dejara las llaves, lo guiaron al cubículo de inspección
la tapa y la recubrió con la misma duela de la caja original. Se
corporal, donde vació sus bolsillos. Una vez que comprobaron
veía casi perfecto. Seguramente nadie notaría nada. Ya para
que estaba limpio, pasó a un cobertizo a esperar terminara la
clarear el día, inició el retorno calculando pasar todavía a
revisión vehicular.
oscuras un poco a oscuras el primer retén en las goteras de
Le solicitaron los documentos, los del
vehículo y los de identificación personal. Desde su lugar
Choix. Sobre la plataforma puso cuatro biznagas grandes y
observó cuando los guardias abrieron el cofre mientras, de un
cuatro pitahayas chicas. Los cactos serían el pretexto visible y
salto, los perros subieron a la caja de la camioneta, olfatearon
justificación para realizar el viaje.
todo, incluyendo los cactos. Los perros se bajaron, prosiguieron con la parte inferior, le orinaron la llanta y los guardias bajaron otra biznaga. Con mirada severa y gesto de perdonavidas, ¡al fin! le permitieron continuar su viaje. Respiró aliviado.
Inició el retorno y llegó a la inspección de las afueras de Choix. Lentamente se detuvo ante los guardias, quienes malhumorados
(No hay de otros, pensó) lo interrogaron,
revisaron la carga, la picaron por si llevaba ocultas otras cosas, le bajaron una biznaga, solo para comprobar que estaba vacía y le dieron el pase. Respiró, exhalando un suspiro de alivio.
~ 43 ~
RLV 4 Unos kilómetros más y llegaría. Hizo sus cálculos. La venta
en el mercado negro de su carga prohibida le permitiría hacer
le permitiría solvent333ar algunas necesidades apremiantes.
una pequeña fortuna. Aun tomando algo para el consumo
Pagaría los exorbitantes recibos por electricidad consumida por
interno de la familia, los 600 litros de agua turbia extraída del
el abanico familiar. Siguió con sus sueños mientras cruzaba los
fondo de la presa le dejarían magnificas utilidades. Molécula a
campos áridos, y canales resecos. La sequía duraba ya diez
molécula, el agua era un verdadero tesoro.
años. La escasez de agua era angustiosa. Rememoraba las
Para el año 2050 sólo para usos industriales se consumen
historias contadas, casi fábulas, por su madre de cuando niña,
anualmente 1600 km3 de agua, equivalentes a un rectángulo de
entonces las crecientes del río Fuerte inundaban los pueblos
40 km de lado por un km de profundidad. Además la
vecinos, como la de 1991, y después la de 2008 cuando su
privatización de la producción de agua potable, su distribución
madre tenía ya 20 años y pablo uno. Y las últimas del 2009,
y la fijación de altos precios provocaron caos y luchas, siendo
cuando las autoridades federales no accedieron a declarar zona
los más pobres quienes más padecen la falta de agua, al contar
de desastre lo inundado. Hoy lo era por la sequía.
con menos accesos a
su
abastecimiento y
pagando
proporcionalmente más por el servicio que le dan las antiguas compañías refresqueras, hoy dueñas absolutas del agua de consumo.
El agua vale más que el oro y el petróleo, en el año de gracia del 2050.
Los estratos marcan el descenso de las aguas del vaso de la presa Huites De pronto, frenó en seco, una volanta de inspección, sin oficio de comisión, tan ilegal como voraz, estaba deteniendo a todos los vehículos. Pensó, cambia, todo cambia, menos la corrupción. Un sujeto mal encarado, con aspecto amenazador, se le acercó y con un gesto le señaló el acotamiento. Más perros encadenados. Sintió que se le secaba la boca, las corvas le temblaron, casi oyó que la piel se le agrietaba más. Otra revisión, aunque ésta más bien fue como pasarlo por la
Paisaje musical sugerido por Maximiliano Ceceña para escuchar con el relato:
báscula. Le pidieron algo de efectivo y le quitaron las pitahayas restantes. Por fin… le dijeron que prosiguiera. Casi se orina, pero tenía que conservar líquidos. Le dolía el área renal. Tragó
Zager and Evans - In The Year 2525
seco cuando presintió que había logrado su objetivo, al llegar a
http://www.youtube.com/watch?v=s1S--jFuly4
Mochicahui. El pueblo conurbado por el crecimiento de Los Mochis, era ahora el límite de la ciudad.
Hizo cálculos optimistas mentalmente. Si hiciera al menos un viaje al mes, resolvería casi todos sus problemas. La venta ~ 44 ~
RLV 4
La Pesadilla (Mini-cuento de sólo un personaje en un par de sueños)
Paco Olvera
-
gusto. A veces ando como caballo de rancho, jeteándome parado. Por eso luego me dan mis ―orejazos‖, pa‘ que se me quite lo güevón.
¡Ándale muchacho güevón!, ¡Levántate que hay que
chingarle! - ¡Aggggg!
-
Qué dolor de espalda. No se puede dormir bien cuando el colchón es un costal de maíz seco. La bronca no es lo duro, o que algunos granos de maíz se te encajen en la espalda, la bronca es que está curvo, y no hay forma de encontrar una posición en la que no comience el dolor luego de un minuto. Se oye cómo andan por ai‘ las ratas, pues truena el maíz que se están comiendo, pero lo más cabrón, es cuando sientes que se te acercan, buscando algo más ―blandito‖ pa‘ comer. La noche no es sueño, es un pinche frenesí de ruidos y de miedos. ¿Fue una rata que me pasó por las patas? ¿Fue el frío? ¿Fue la cobija que se cayó? Cobija, como si se pudiera llamar cobija a un saco de nylon todo madreado. Pero es lo que hay. Uta, mejor me apuro. Si no, me va peor, pues hay que comenzar temprano, con los pedidos pa‘ las fondas. Deben quedar listos antes de las 5:30. Primero hay que echar la masa que quedó de ayer, con harta cal para que no se agrie. Si queda agria, madrazos. Si queda reseca, madrazos. Si sabe mucho a cal, madrazos. Y si queda bien, madrazos, pa‘ que no me la crea, si esa es mi obligación, no es pa‘ que me tengan que aplaudir. Luego a echar el nixtamal bien caliente al molino. Pinches manos, duelen un chorro, si hasta ―humean‖ de lo caliente que está el maíz. Luego a cargar la masa a las tortilladoras. Te amarras un costal en la cintura y te pasas la banda por la cabeza, pa‘ poderla levantar. Pesa un chingo, pero ni modo, pos si no es de
¡Ya te dije que te levantes! ¡Carajo, pero qué tal estuvo la fiesta! ¡Ayyyyy, mi cabeza!, ¡qué cruda!
Uffffff. Otra vez sudando frío. Encima de la cruda de anoche, la misma pinche pesadilla. Lo que nos contó mi jefa de mi primo Saúl, de las madrizas que le ponían cuando su mamá lo fue a ―regalar‖ a una tortillería. Qué chinga. No hice la tarea y voy a llegar tarde a la escuela. Perdí el iPod en la peda y mi jefe no me quiere dar lana para la gasolina, que dizque nomás ando en el desmadre. Como si ellos hubieran sido muy santos. Bueno, le voy a hablar al Charly para que pase por mí, si no, ¡qué güeva!, en camión hasta la escuela. Puras broncas. El ambiente bien restrictivo, no hay chance para los chavos, te quieren limitar de ―a madre‖. Bueno, en la clase de mate, me voy hasta atrás y me echo una ―jetita‖. Espero que no tenga esa pesadilla, ¡puta, además con tanto pinche detalle! Nomás con que se me quitara este dolorcito de cabeza. - ¡Chingao, si nomás a madrazos entiendes!, ¡Si se agria la masa, vas a ver cómo te va! Uta. Qué pesadilla tan chingona. Soñé que me regañaba mi tía, por llegar tarde a la escuela. Mejor me lavo la jeta con agua bien fría, porque está dura la ―despertada‖.
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RLV 4
ARRIEROS SOMOS…
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RLV 4
Viaje al Popo Gerardo Álvarez
Parte Uno Salí de mi casa alrededor de las 7:40 a. m. y enfilé por el Circuito Interior con dirección sur, para llegar a Benjamín Franklin, al lado de la Embajada Rusa, y tomar a la izquierda hasta Insurgentes. Allí cargué gasolina en la estación que hace esquina con el Viaducto.
Muy estimados amigos, el pasado domingo, ante las perspectivas de que a todo mundo o le estaban festejando el día del niño o estaban haciendo lo propio con sus hijos, pues semblanteé la posibilidad de hacer la ruta que hace un par de años habíamos transitado Samuel Romano, Luís Bugarini y Oscar Ruíz (el cuñado de Richard Berry) por el Paso de Cortés en una mañana lluviosa y fría para llegar a desayunar empapados hasta los tuétanos a Cholula, ya plenamente en el Estado del Gober Precioso.
Después de llenar el tanque (La BMW carga más de 10 litros), y de reconfirmar llantas, partí hacia mi periplo a las 8:00 Viaducto con rumbo al Oriente, con el sol momento.
650 Xcountry no la presión de las en punto por el de frente en todo
Como ese domingo coincide con una especie de puente de las escuelas no había mucho tráfico a esas horas. Yo previendo las bajas temperaturas que se registran en las cercanías de los volcanes, salí de mi casa con el forro interior de la chamarra puesto, lo que resultó en una buena decisión, a pesar de las altas temperaturas que ya se registran desde estas fechas antes de la temporada de lluvias. Así, la mañana se tornó un poco fresca para mí por el factor viento que propicia una velocidad superior a los 80 kms./hra. El paso por los carriles centrales del Viaducto fue rápido y sin problemas, cruzando velozmente los semáforos que se encuentran a la altura de la Ciudad Deportiva, y transitando a muy buen paso por toda la avenida Ignacio Zaragoza.
Para invitar a los probables compañeros de ruta, había que tomar en cuenta que una parte del trayecto propuesto incluye el paso forzoso por una terracería con pendientes de bajada bastantes agudas, y de alrededor de 30 kilómetros, por lo cual no todos los Motocamaradas verían con buenos ojos el trayecto.
Siempre que paso por allí, me impone la altura de los puentes que se construyeron recientemente, y que cruzan por arriba la desviación a Los Reyes y el acceso a la autopista a Puebla. Su extraordinaria elevación (yo creo que más de 30 metros), que en lo personal me parece innecesaria, provoca una sensación de vulnerabilidad a los que vamos en una moto, pues andamos bastante por arriba de los guarda - rieles que cubren los costados de los puentes.
Después de consultar la disponibilidad con algunos de los que tienen motos Doble Propósito, como el Doc. Arturo Castillejas, Alberto González, Armando Palomino y Valerio Parboni, y como ya sabía que otros como Cesar Gómez, Samuel Romano y Mauro Levy estaban fuera, pues opté por hacer el recorrido en solitario.
Una vez ya en la carretera, después de pasar el primer monte que está a la derecha, y que coincide con el cruce de la carretera y el Canal de la Compañía y de su típico mal olor, me detuve a hacer unas fotos, pues el horizonte permitía ver muy claramente la línea de los dos accidentes geográficos que conocemos como el Popocatépetl y el Ixtlacíhuatl, así como la ~ 47 ~
RLV 4 vaguada que se forma en medio de ambas protuberancias, que en su parte baja se denomina como El Paso de Cortés, en honor a que en la incursión por tierras Mexicas de la primera expedición española, esta última fue guiada por ese sitio con la esperanza de desanimar el acceso de los extranjeros a la gran Ciudad de Tenochtitlán.
Cuando yo pasé por allí, casi no tenía tráfico por lo temprano de la hora y pude hacer mis rebases de manera cómoda y segura sin arriesgar el pellejo.
Pasé por el centro de Amecameca (no tomé su libramiento) porque todavía era bastante temprano y apenas se estaban poniendo en el lugar donde se da vuelta a la derecha en el corazón de la población, los puestos alrededor de su jardín principal y al lado de su gran mercado.
Parte Dos
Amecameca es un poblado próspero. Por allí se ve mucha actividad económica, y sobre todo es ―el‖ eje comercial de la zona. Hay tiendas, fábricas, hoteles, etc. Mucho comercio al menudeo tanto de comercio formal como del puestero y del tianguis. Hay también por allí unos muy grandes silos de trigo que seguramente son parte de un molino de harina para pan.
Después de circular algunos kilómetros por la autopista, al lado de las muy pobladas, polvosas y pobres llanuras chalquenses, abandoné la Autopista a Puebla y tomé la desviación que pasa a un lado del originario pueblo de Chalco, crucé la caseta que allí se encuentra y pagué mis 15 pesotes de rigor, acto que fue realizado contra todos mis principios morales y éticos, pues no encontré por donde brincarme la injusta cuota que allí se cobra a los motociclistas (La cuota es igual en todo el país para una moto que para un coche salvo en Chihuahua). Después de pasar la zona en donde se acerca el camino al núcleo del originario pueblo de Chalco, en donde siempre se encuentra un poco deteriorado el pavimento por el intensísimo tráfico que eternamente hay allí, paré a tomar algunas fotos justo antes de abandonar las planicies orientales de la Ciudad de México, y a partir de allí, comenzó la subida que pasa por los meros centros de los pueblos de Tlalmanalco y San Rafael.
Igualmente se ven varias industrias por la zona.
Cabe señalar que en esa zona del Estado de México se está construyendo una autopista con dos carriles de ida y dos de regreso, misma que ya se encuentra muy avanzada. De hecho, se circula por algunos de sus tramos ya construidos. Los trazos tienen curvas muy dóciles y cambios de pendiente muy suaves. También han construido bastantes puentes. Lo que no se sabe, y quedará como incógnita en este relato, es si será una carretera de cuota o libre.
Quiere decir que sus pobladores son gente con mentalidad artificiosa y de negocios. Así hasta que un poco más adelante, enseguida al salir del pueblo, está la desviación a la izquierda que conduce hasta el mítico Paso de Cortés.
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RLV 4 Esto es, antes de llegar a Popo Park y a Ozumba. Así que para aquellos lectores que vayan por allá, si ya llegaron a esos pueblos, quiere decir que ya se pasaron.
Después de girar, al principio se va por unas rectas que corren entre campos de cultivo que ahora sólo mostraban los surcos preparatorios para recibir las lluvias y permitir el ingreso y acumulación del agua dentro de la tierra, y a través de esa unión, tierra, agua, sol y aire, provocar la germinación de las semillas plantadas. Pero al pasar un pequeño poblado, de nombre San Pedro Nexapa, se ingresa en un bosque de altísimas coníferas muy tupido de vegetación y por el que el camino serpentea muy intensamente, y a través del cual eventualmente se pueden ver barrancas y desfiladeros de singulares proporciones. Casi siempre circulando de subida, y lo que había sido una pequeña molestia ocasionada por traer el sol de frente de manera permanente, ahora cambiaba por traer encima las sombras que proyectaban las cumbres enfrentadas en el horizonte. De repente al pasar por un claro, casi de frente, tienes al gran cono con su cráter, que ahora, con los calores del inicio de la primavera han derretido casi por completo las nieves, dejando al descubierto toda la negrura de la arena volcánica la que marca muy claramente la frontera establecida por la línea verde del bosque, y la línea negra donde está el pié del volcán.
Al tomar esta carretera secundaria, que es mucho mas estrecha que la carretera principal por la que venía circulando, se vislumbraba el Popo realmente más impresionante a cada paso que se da. Su altura se hacía más imponente y su presencia majestuosa sin duda avasalla toda la zona. No es casual que los moradores de la zona se refieran al volcán, no sin cierto respetillo y a la vez familiaridad, como ―Don Goyo‖. Los pobladores de allí descienden de muy antiguos vecinos de la región mismos que han estado ligados ancestralmente a ese terruño por lo que están muy acostumbrados a los exabruptos eventuales que tiene la gigantesca caldera por la que se expresan los estertores de las desconocidas y temblorosas entrañas tierra.
Así se pasan muchísimas curvas, algunas con ángulos muy cerrados y la ruta corre con una permanente tesitura de cambios de nivel con pronunciadas pendientes entre la horizontalidad y las subidas agudas, mientras va rodeada en su mayor parte por el bosque, por lo que sólo en algunas ocasiones puedes ver mas allá y dominar la vista a la lejanía. De repente, pasas unas cabañas de guardabosques abandonadas, pues se ven sus vidrios rotos y las paredes ennegrecidas por fogatas internas, y también se atraviesan unas vallas que al menos a esas horas estaban en desuso pues sus plumas permanecían abiertas, sin nadie que resguardara el ingreso.
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RLV 4 perímetro de la citada glorieta, está la terracería que desciende por el otro lado hacia Cholula, en Puebla.
Es hasta ese punto donde llega la carretera pavimentada, y a partir de allí corre una senda de tierra de bastante buena calidad, pero que es de una arena volcánica muy negra y muy fina, que en algunos de los tramos ha sufrido descuido, pues hay algunas piedras que salen del subsuelo, así como unas zonas de acumulación de arena que hace que se hunda la rueda delantera, causando una sensación de fragilidad de la dirección y de la verticalidad de la moto.
Durante la subida, sólo adelanté una pick – up como con unas 8 personas en la caja más los que venían en la cabina, que al mirar su puerta, supe que la llenaban los guardaparques de la Semarnat. Un poco más adelante se comienza a entrar a un valle carente de árboles que es justamente el lomo entre montes que une al Popo y al Ixtla, y que es el muy famoso y conocido Parque del Paso de Cortés, particularmente recorrido por montañistas y escaladores, pues es ruta obligada hacia los dos accidentes geográficos del Popocatépetl e Ixtlacíhuatl.
Hace dos o tres años, en una de las consabidas consignas exploratorias sugeridas por Valerio Parboni, en los afanes de prueba y definición de las posibles rutas y caminos alternativos para el ―Reto Sol a Sol‖, algunos cuantos permitimos que nos animara a recorrer este destino con la falsa esperanza de que todo el camino estuviera pavimentado. Por supuesto, el proponedor nunca nos acompañó.
Hay allí, justo en el kilómetro 84.2 de mi moto, habiendo puesto el odómetro en ceros en la gas de Insurgentes y Viaducto, una especie de glorieta que tiene a su alrededor una zona de estacionamiento, algunas construcciones en buenas condiciones y de regulares proporciones, letreros indicativos de las diversas direcciones que se pueden tomar, un camino encadenado que corre hacia el refugio de Tlamacas, otro camino que corre aparentemente en dirección al Ixtla con una valla cerrada, y otra vereda mas que anuncia la ruta hacia una cascada. Presidiendo la glorieta en su centro, se encuentra un monumento que supongo es en honor de Hernán Cortés, pues se alcanza a ver la figura del conquistador extremeño en un altorrelieve realizado en metal. También en una parte del
Fue en esa ocasión que llegamos hasta allí Samuel Romano, Luis Bugarini, Oscar Ruíz y el que esto escribe, cada uno en sendas motos deportivas o semideportivas, pues se trataba de una BMW1200ST que llevaba Sam (muy buena para la ~ 50 ~
RLV 4 carretera y pa‘ la pista, pero demasiado pesada para una terracería húmeda), una Yamaha R1 de Luis (demasiado rabiosa para tierra mojada), una Honda CBR1000 de Oscar (mismo caso que la de Luis), y mi BMW800S, la que también patinaba que daba gusto.
del Club de Mikey Mouse, por aquello de las orejas grandototas, patinando lateralmente sobre los dos ejes de las motos por esos 30 kilómetros de esa arena que al estar muy mojada presentaba también un estado bueno de dureza y de compactación, pero que también se constituía en una superficie sumamente patinosa. En esa fecha ninguno de los cuatro fuimos al suelo.
En esa ocasión, desde que pasamos San Pedro Atocpan, en las postrimerías de Milpa Alta en nuestro camino al Paso de Cortés (También por allí hay manera de llegar sin mucho rodeo a Amecameca), enfrentamos una pertinaz lluviecita que no cesó hasta que regresamos a la Ciudad de México. No cabe duda que cuando se es cabeza dura, se es cabeza dura.
En esta ocasión, y en esta rodada en solitario, arribé al Paso de Cortés como a las 9:15 y emprendí el descenso a las 9:34 de la mañana, de acuerdo con lo que señaló mi reloj. Tal como la subida, el descenso implica una ruta muy curvosa, con cambios de pendiente muy pronunciados, que corre a través de un bosque bastante tupido, del que en ocasiones parten caminos hacia otros poblados y atractivos de la zona, pero que cuando llegas a una ―Y‖ no hay letreros indicativos de la ruta hacia Cholula, por lo que te tienes que guiar por tu mejor intuición y hacerle, como el apache, al que sabe seguir las huellas. El trayecto de descenso en seco se puede hacer en muchos de sus tramos a velocidades cercanas a los 30 – 35 kilómetros por hora, siempre que al llegar a las curvas utilices sólo el freno trasero tanto para reducir la velocidad, como para derrapar y cambiar de dirección.
Así llegamos los cuatro hasta el Paso entre los volcanes, diluviando, y aún así decidimos continuar, a partir de allí, nuestro descenso entierrado de acuerdo a los consejos de una familia que había subido hasta el lugar en una minivan desde el Estado de Puebla, la cual en la consideración de su conductor, nos representaría a nosotros sólo unos 10 kilómetros de un camino en excelentes condiciones.
Durante la bajada lo único que cabe resaltar es que en una de las detenciones a tomar la foto, se acercó a mí un muy pequeño cachorrillo canino, el cual se acurrucaba al lado de la llanta delantera, como si ella fuera parte de mi pie.
Así las cosas en ese entonces, bajamos por la terracería, la cual estaba en un estado de humedad extrema, donde los cuatro motociclistas bajábamos, manejando como si fuéramos ~ 51 ~
RLV 4 Allí decidí no tomar la carretera federal que une a Cholula con Atlixco, y seguir por puras carreteras locales, por lo que pregunté a los lugareños, quienes amablemente me fueron indicando los caminos cada vez que lo requerí, y de allí continué a San Joaquín Tecuanipan. Luego esos caminos me fueron acercando a la parte noreste de la ciudad de Atlixco, pues llegue por la zona de los invernaderos que algunos del grupo ya conocemos, y de allí proseguí hacia Tochimilco, el cual ya se conecta con Tetela del Volcán, ya en Morelos, para de allí continuar hasta Yecapixtla y de ese punto proseguir hacia Milpa Alta y Xochimilco por la consabida ruta de ese lado, para entrar a la Ciudad de México alrededor de las dos de la tarde. También cabe mencionar que en dicho descenso, encaré a algunos babosos que subían a alta velocidad y que en el caso de una camioneta minivan llena de familia y chilpayates, casi me saca del camino en una de las curvas a la izquierda, pues el muy pendejo conductor, por esquivar una piedra de dimensiones menores que había en su carril, a pesar de haberme visto con la debida antelación, se abrió a su izquierda y ocupó mi espacio, por lo que tuve que pasar muy cerca de la orilla de la brecha, donde ya no había posibilidad de rodar una llanta normalmente.
Hasta cierto punto entiendo que fueran subiendo aprisa, pues los que van hacia arriba corren el peligro de atascarse y no subir, pero es que no hay derecho a que ocupen el espacio que no corresponde, ya que cuando se va bajando por un camino de terrecería en una moto, las posibilidades de frenada son menores.
Dada la tregua anunciada por los clubes de motociclistas de la ciudad, decidí meterme por los carriles centrales del Perifas hasta los meros Pinoles, con lo que llegué a mi casa a las 14:40 horas sano y salvo, y con una sonrisa enorme por haber cumplido la meta en una sola jornada, después de 324 kilómetros y un poco mas de unas 7 y media horas continuas de estar sobre el lomo de una moto, donde sólo me detuve a las fotos, a echar unas descargas urológicas, a la reposta de carburante, misma que ocurrió en las afueras de Atlixco y a tomar un refresco en la misma estación de servicio.
Después de entrar en unas semiplanicies, comienza el pavimento nuevamente y se llega al pueblo de Xalitzintla y después a San Nicolás de los Ranchos.
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Las estadísticas: Dos cargas de gasolina, a razón de 70 pesos cada llenada. 324 kilómetros desde la Gas de Insurgentes y Viaducto hasta la puerta de mi casa Salida 7:40 horas Llegada 14:30 horas Paradas a tomar fotos: 8 Paradas a tomar un refresco: 1 Paradas a cargar gasolina: 2, una al salir del DF y otra en Atlixco.
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SOCIEDAD DE POETAS NONATOS
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Un domingo, la flor y el hombre Esteban Leguizamón
Este
arte y la cultura en general. Todas esas inquietudes eran compartidas con sus amigos y de manera generosa entregaba sus reflexiones y nos hacía partícipes de su inmensa biblioteca. En las ocasiones en que yo lo acompañaba a su apartamento en Tlatelolco, terminaba saliendo con un costal, literalmente, de libros. Después de un tiempo me hacía un riguroso examen comentando y opinando de lo que me había prestado, para devolverlo y llevarme otra carga. Esteban fue un amigo indispensable a quien tengo que agradecerle de corazón mucho de lo que soy y de mis intereses intelectuales.
poema-reflexión tiene un inmenso significado
sentimental para mí. Su transcripción hecha en mecanografía por su autor ha estado conmigo casi treinta y dos años. Hace unos días, acomodando libros me salió al encuentro de donde estaba guardado. Creo que después de tanto tiempo es justo compartirlo. Esteban Leguizamón fue –me resulta muy difícil poner el tiempo pretérito del verbo ser para una persona tan fundamental en mi vida. Si estuviera aquí, me estaría lanzando sus afilados dardos criticando mi torpe intento de descripción de una persona. Casi lo escucho: ―Una persona no se puede definir, está en constante creación y definición; sólo cuando un hombre ha muerto es posible definirlo, a través de todos sus actos de voluntad libre.‖ Su fidelidad al existencialismo sartreano lo hacía tremendamente exigente consigo mismo y con los demás. Esteban fue mi maestro primero y después mi amigo. Su vocación por educar y formar se mostró muy temprano en su natal Paraguay, donde estudió la licenciatura en Matemáticas. Siendo un adolescente, ya participaba en la formación de grupos de estudio, revistas de difusión científica y actividades académicas, que le ganaron el respeto de compañeros y maestros. Venido a México en los años sesenta, continuó con esa labor en la enseñanza de las Matemáticas, principalmente orientadas a la administración científica. Tuve la fortuna de ser alumno suyo en Investigación de Operaciones. Sus publicaciones de difusión fueron muy cuantiosas.
El poema que se presenta a continuación lo escribió un domingo de diciembre de 1978, mientras paseaba por un jardín. Mientras reflexionaba se escuchaba lejana Janis Joplin cantando Me and Bobby McGee. Al día siguiente lo transcribió y lo compartió con sus amigos. Yo conservo el original. Mi memoria musical, que con mucho supera mis otros recuerdos me trae dos momentos: uno, mientras escuchábamos Time Waits for No One, de Rolling Stones, hacíamos una danza endemoniada, casi tribal, mientras comentábamos a gritos la letra; según Osho, la danza es un medio de meditación profunda y creo que eso logramos. El otro recuerdo fue un domingo de 1979, en la tarde, en casa de unos amigos, escuchando In my Life, de The Beatles; al iniciar la canción salió para pensar y estar solo. Cuando en la canción entra el solo de piano de George Martin sentí una fuerza que me hizo asomar a la ventana; abajo esperaba Esteban, que se despidió con la mano cuando me asomé. Fue la última vez que lo vi. Murió en la madrugada del lunes.
Sin embargo, sus intereses no eran sólo técnicos y científicos. Le interesaba también la filosofía, la literatura, el
PF
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RLV 4 UN DOMINGO, LA FLOR Y EL HOMBRE
y mi derrota, mi ignorancia y tu silencio, la imagen pública
No siempre ha estado la flor
y el secreto íntimo. Sí, acaso
frente a ti, al alcance de
sea eso. La eternidad es el tiempo
tus manos y de tu estupidez por arrancarla;
en el que el secreto de tu vida
tú sí sabes de muertes que has
queda develado.
provocado,
La flor es una analogía sencilla
tú sabes de todas las clases
de cada vida. Cortamos flores
de crímenes. ¡No la flor!
para colocarlas en un bello jarrón;
Hoy está aquí, mañana no.
cortamos vidas para casarnos
La eternidad quizá sea solamente
con ellas.
la afirmación continua de la finitud.
Una vida puede ser tan artificial
¿Qué le es dado al hombre que permanezca por
como una flor. Hay quienes prefieren
siempre?
las cosas artificiales y casi estoy
No tus amores, no mis amores.
seguro que son muchos. La publicidad
Ni dolores ni alegrías ni nada.
no favorece la aceptación de las vidas y
Niegas este momento por un
las flores auténticas.
futuro mejor pero imposible.
La flor palidece y se acaba
¿Dibujarás la rosa en la roca?
al igual que la vida de un hombre.
¿La fotografiarás acaso?
―¡Qué bella era la flor!‖ Y acaso,
Ni dibujo ni escultura ni fotografía
―¡Era tan bella vida!‖ y ya siempre
de la rosa es la rosa.
es tarde.
El recuerdo del hombre no es
Tal vez no hemos aprendido lo poco
el hombre. Pero en la canción,
que pide una flor para que sea eso:
en el poema o en el cuadro
una flor. El buen jardinero siempre
que inspiraste hay una presencia
siente una pasión por su trabajo.
tergiversada e infinita de ti.
La vida del prójimo, para que sea así,
La otra parte, siempre tan
no pide más que el cultivo de una flor.
imprevisible y tan pocas veces
Y, al fin y al cabo, las pasiones, cuando son tales
amada, se irá contigo. Te pertenece
se caracterizan por parecerse.
por entero y no hay Dios ni Diablo
El presente es más que lo efímero.
que la haga resucitar. Tu victoria
Una vida es un continuo de presencias
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RLV 4 frente a otros, a las cosas y frente a sí
propia en su propio tiempo,
mismo en los duros momentos de la soledad.
junto a la vida de los otros.
Ella canta y se ha fregado
Y quizá esto sea lo que hace
para eso. Por su amor por
al hombre diferente de la flor
Bobby McGee y muchas otras cosas.
pero no hay un solo camino
Ahora es pasado pero su vida quizá
para la verdad (de la vida)
fue presencia plena en cada instante.
por la sencilla razón de que
¿Puedes decir lo mismo de tu vida?
no somos iguales.
La historia que me cuentes no será
Aunque la primera jornada de cualquier
sino una excusa, una larga
camino sea la aceptación de la diferencia.
cadenas de derrotas.
Los hombres y sus verdades,
La gente que vive no tiene tiempo de contar su historia.
al igual que las flores,
Una vida simplemente se vive.
colman un instante, un espacio
Las cosas muertas pueden narrarse
y un tiempo, palidecen y mueren.
al estilo de los historiadores. Otra cosa es reflexionar,
Esteban Leguizamón Camacho
avanzar en la filosofía de la vida
Diciembre de 1978
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RLV 4
Serial killer N° 1 Alexandro Hernández
Está en mi naturaleza el terror y todo debe girar alrededor de este viejo vicio. En mis cámaras solitarias se retuercen estrellas condenadas sobre las que actúa mi designio como un juez definitivo. Mis veredictos son los de un topo ciego y asustado pero un topo de poder ilimitado. Debo iniciar otra vez mi carrera de bisonte loco de lenta sangre fuera de cauce de feroces escopetazos de rostros cenizos y manos temblorosas de orgánicas asimetrías. Si no, ¿cómo impedir el caos y el miedo? Es tan solo un rito oculto que hace funcionar los mecanismos que parecen de capricho y de misterio pero que mantienen andando al universo.
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RLV 4
Io Alexandro HernĂĄndez
Alrededor de ti mi vida gira aunque otros astros reclamen su influencia Europa intenta sumarme a su ciencia mas lo reprueba el ojo que me mira.
Me causas con tu campo que se estira atroz deformaciĂłn de la apariencia es natural que quiera yo tu ausencia y no tu estado de perpetua ira.
Arrojan mis volcanes rĂos de lava, tus iones tormentosos causan luces, asombros gratos para quien miraba
para quien lo padece no son goces. Y aunque no quiera permanezco esclava de tus impulsos eternos y feroces.
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RLV 4
Osibisa Alexandro Hernรกndez
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RLV 4
DE PINTA A VENTOQUIPA
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RLV 4
Tito quiere a Caimito Pedro Flores
Para mi querido amigo Alex Hernández.
tarea investigarlo. Ya de regreso al mundo sin magia, me eché un clavado en la Internet para tratar de saber a quién se refieren los genios de “La Perla”. Encontré una abrumadora cantidad de información, mucha de ella de evidente dudosa credibilidad, otra que hace pasar falsedades por mentiras y otra más que parece ser verdadera.
Con el motivo de celebrar el bicentenario del inicio de la Guerra de Independencia Mexicana, nuestro cronopio amigo Alex nos invitó generosamente a compartir tan magno acontecimiento con él y su familia en San Miguel de Allende. No obstante el espíritu nacionalista, los casi cinco días de convivencia permitieron comentar, sentir, leer y escuchar una riqueza cultural que obviamente no sólo se refería a nuestro medio nacional. En uno de esos momentos de intensa convivencia, oímos a Calle 13,”Los de atrás vienen conmigo”. Comenté con Alex y mi compadre Roberto que Calle 13 son una especie de Gis y Trino de la música Hip Hop, geniales, irreverentes, sorprendentes y sacudidores de buenas conciencias. Escuchábamos “La Perla”, donde Calle 13, Residente y Visitante, acompañados por Rubén Blades, hacen un sabrosísimo relato del popular barrio puertorriqueño. Además de tener un súper bailable ritmo, la canción está llena de referencias a la cultura caribeña. A manera de trivia íbamos tratando de identificar los personajes que se mencionan en la canción, cuando hubo una frase que no supimos descifrar:
Yo pensaba limitarme a hacer una ficha del personaje Tito y aclarar quién o qué es Caimito pero entre tantos sitios encontrados, me topé con un foro donde se da un peloteo verbal entre mexicanos, boricuas, argentinos y fanáticos del boxeo de otras nacionalidades discutiendo qué país ha dado mejores boxeadores. Uno de los foristas plantea una teoría descabellada y de allí me surgió la idea de escribir un cuento con base en tanto disparate. Como ya es moda en ciertas revistas que abusan de su adictividad para servir gato por liebre a sus lectores, la RLV no se puede quedar atrás en esa carrera por infectar a sus lectores con falsedades, así que aquí voy con mi capirotada de pendejadas. Espero que Tito, si lee este mini homenaje de comedia, no se incomode por mi pecado de haber caído en la algarabía de la superficialidad.
“¡Oye! Esto se lo dedico a los que trabajan con un sueldo bajito…
Yo no lucho por un terreno pavimentado, ni por metros cuadrados, ni por un sueño dorado…”
El mismo día que Luis Buñuel obtenía en Hollywood el Oscar al mejor filme extranjero por ―El discreto encanto de la burguesía‖, en Puerto Rico nacía, en un barrio pobre, Félix Juan Trinidad García.
Nos miramos y al mismo tiempo preguntamos, ¿quién es Tito y quién es Caimito? No supimos y yo me apunté de
Para quienes acostumbran darle brillo a su calzado en los puestos callejeros, seguro les ha de
Pa‟ darle de comer a sus pollitos, yo quiero a mi barrio como Tito quiere a Caimito.
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RLV 4 resultar fácil, por la literatura en formato tabloide que ofrecen a sus clientes esos quioscos portátiles, saber que Félix ―Tito‖ Trinidad fue un boxeador profesional, campeón multi-division de la Federación Internacional de Boxeo (IBF), la Asociación Mundial de Boxeo (WBA) y del Consejo Mundial de Boxeo (WBC).
por el miedo a que el abusador cobrara venganza recrudeciendo su violencia, y en parte por miedo a la reacción de su padre que podría golpearlo por ensuciar el honor de macho de la familia. Cuando cumplió diez años, Tito le dijo a su padre que quería ser boxeador y le pidió que le enseñara a pelear. Su padre se llenó de orgullo y de inmediato tomó bajo su cuidado oficioso al hijo que, sin él saberlo, buscaba venganza. A los doce años, Tito inició su carrera amateur como boxeador logrando acumular 51 victorias y seis derrotas con doce peleas ganadas por nocaut. Llegó a ser por cinco ocasiones consecutivas el campeón amateur de Puerto Rico en cinco divisiones incrementales de peso. Sin embargo, Tito nunca pudo ponerle un alto a su agresor: casi al mismo tiempo que empezó a entrenar bajo el cuidado de su padre, la familia del abusador se mudó, llevándose impune al pequeño monstruo.
Trinidad tiene un récord impresionante de 42 peleas ganadas, 3 perdidas y 35 ganadas por nocaut. Es considerado como uno de los mejores boxeadores de Puerto Rico, junto a Wilfredo Benítez, Wilfredo Gomez, y Héctor ―el Macho‖ Camacho. Lo que no dicen los tabloides sepias o coloridos, que se caracterizan por poner en primera plana una nota roja y en la última página unas nalgas exuberantes, es la vida de esfuerzo y sufrimiento de ―Tito‖ Trinidad. El padre de Tito fue un campeón del box nacional puertorriqueño en la división de peso pluma. La niñez de Tito transcurrió en la medianía de los ingresos del padre y la amorosa pero insuficiente atención de su madre. El padre estaba más dedicado a cuidar a sus pupilos boxeadores que a los hijos. En ese ambiente de entendible descuido Tito asistía a la escuela primaria en Cupey, un distrito colindante con el barrio de Caimito, donde se aprendía a ganarse un lugar a base de golpes o a encontrar un refugio en la sumisión, bajo el imperio de la ley del más fuerte. A los ocho años Tito vivió en carne propia el abuso, que hoy se llama bullying, de un muchacho dos años mayor que él. Todos los días, Tito tenía que entregarle su pobre almuerzo para no ser golpeado. Más tarde, su tributo no satisfizo al abusador, que exigió una humillación mayor: Tito era obligado a sometimientos sexuales por el niño mayor, que resultó tan cruel como imaginativo en torturas físicas y sicológicas. Parte del ritual del abuso consistía en que el muchacho mayor se cubría la cabeza con una máscara roja de luchador, adornada con una cruz. Antes de perpetrar su acto despreciable, el abusador hacía con la voz impostada de un cronista deportivo un relato de faramalla, donde se auto-anunciaba como el luchador ―rudo‖ que iba a destrozar las honestas intenciones de un adversario ―técnico‖, haciéndolo trizas ante un público imaginario que aplaudía rabiosamente al rudo cuando hacía sufrir al alfeñique pusilánime. Las lágrimas de Tito no lograban sino exacerbar el deseo y la obstinación de lograr una meta sin sentido a su verdugo.
El talento para el box y la serie de victorias fueron dándole a Tito un suelo firme para caminar por el barrio bravo. Sin embargo, lo que pocos sabían era que el muchacho habitaba su propio infierno: orinaba su catre, sufría pesadillas que le daban tremendos dolores de estómago y le tenía pánico a las máscaras de luchador. Las secuelas del abuso duran para siempre, aunque es posible mitigarlas con tratamiento profesional y firmeza de carácter. Lo primero no era ni siquiera imaginable en su mundo de pobre, lo último lo fue adquiriendo con la dirección enérgica de su padre.
Tito regresaba a su casa lleno de vergüenza y rabia sin atreverse a delatar a su agresor, en parte ~ 63 ~
RLV 4 A los diecisiete años debutó como profesional, peleando contra Ángel Romero, otro debutante. En el segundo round, Tito lo despachó por ―la vía del cloroformo‖. Al principio de su carrera ganó por nocaut nueve de sus primeras diez peleas. A los veinte años logró ganar el primer campeonato mundial de su carrera al vencer a Maurice Blocker en la división de peso welter de la Federación Internacional de Boxeo. El organizador de esa pelea fue Don King, el mafioso promotor boxístico que años atrás había sido declarado culpable de dos asesinatos, por lo cuales, gracias a las argucias de sus abogados que lograron convertir el delito en homicidio no negligente, sólo estuvo preso menos de cuatro años. Después de la pelea empezó la relación de conveniencia entre King y Tito.
resultó con una amante, con la que tuvo una quinta hija, Alondra Nicole. Cuando Sharon Santiago se enteró de las aventuras de su joven esposo, le puso un ultimátum: o dejaba a su amante o no volvería a ver a las niñas. Tito sufría ante la amenaza, que Sharon cumplió varias veces yéndose de la casa, para volver otras tantas. Sin embargo, el amago de abandonarlo si volvía a la infidelidad hacía que Tito le tuviera tanto miedo a Sharon como a las peores pesadillas de su adolescencia.
Llegado el momento de decidir su conveniencia, Don King preparó un encuentro por la unificación de campeonatos de peso medio, Tito Trinidad contra Bernard Hopkins.
Caimito es un barrio centenario de Puerto Rico, en el que las familias originarias desde su fundación han vivido por generaciones, cultivando y transmitiendo a sus descendientes un sentido de orgullo solidario construido con el tiempo y el esfuerzo propio, alimentado por la satisfacción del trabajo bien hecho. Aunque Tito creció y sufrió en Cupey el Alto, colindante con Caimito, aprendió a querer a sus vecinos con un celo comparable al amor y cuidado que se tiene por los hermanos, sobre todo cuando se pertenece a una familia pobre. En el terreno personal, Tito inició una relación de amistad y noviazgo con una joven, Sharon Santiago, vecina del mismo barrio. Como todos los muchachos, tuvieron un acercamiento primero tímido y luego más cercano. Tito trataba de impresionarla con su Ford Mustang, pasando frente a su calle haciendo ruidos de motor y bocinas. Sharon le sonreía y le mostraba su simpatía. Después, a través de amigos comunes, empezaron a verse en casa de ella. Cuando la madre de Sharon se dio cuenta de la simpatía mutua de los chicos lo platicó con su esposo. El padre de Sharon no veía con agrado la relación, debido a la mala imagen pública que se tenía en Puerto Rico de los atletas. Poco a poco Tito se ganó la confianza de sus suegros y cuatro años después de iniciado el noviazgo, se casaron. Del matrimonio nacieron cuatro hermosas niñas, Ashley, Leysha, Alayah y Larysha. Será porque la mala imagen de los atletas está bien fundada, será porque la capacidad amatoria de Tito no se satisfacía con sólo una mujer, pero
Trinidad hizo quince defensas de su título ganando todas sus peleas, contra oponentes como ―el Macho‖ Camacho, Yori Boy Campas, Oba Carr (peleando en Monterrey, México), Mahenge Zulu, Pernell Whitaker y Oscar de la Hoya. Con este último, Trinidad unificó el campeonato mundial de peso welter de la Federación Internacional y la Asociación Mundial de Boxeo. Posteriormente, Tito Trinidad cambió de división y continuó ganando y unificando campeonatos. Llegado el momento de decidir su conveniencia, Don King preparó un encuentro por la unificación de campeonatos de peso medio, Tito Trinidad contra Bernard Hopkins. A King le interesaba que ganara Hopkins, quien tenía una muy prometedora carrera que iba en ascenso, en contraste con Trinidad, que ya iba perdiendo fuerza y sus victorias empezaban a ser por decisión y no por nocaut.
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RLV 4 contaba con la simpatía boricua, que apoyaba fielmente al ídolo deportivo, que materializaba todos los sueños de gloria del estado asociado. En su camerino, Tito recibía masajes de calentamiento y motivación de parte de su padre, que le daba los últimos consejos generales para la estrategia de pelea. Tito Trinidad sabía que su esposa, Sharon Santiago, esperaba nerviosa el inicio del combate, sentada en ring side.
Don King El viejo promotor utilizó todas sus marrullerías para inclinar la balanza a favor de Bernard Hopkins y hundir a Trinidad. En primer lugar, Tito estaba con baja condición anímica por dedicar su concentración al duro entrenamiento y no convivir lo suficiente con su esposa e hijas. Don King sabía ahondar esos sentimientos gracias al conocimiento que tenía de tantos peleadores de origen humilde (¿hay de otros?) que había manejado. La pelea de unificación de cetros estaba planeada originalmente para el 15 de septiembre de 2001. Sin embargo, como todos recordamos, el 11 de septiembre se dio el criminal ataque a las torres gemelas del World Trade Center que conmocionó no sólo a Estados Unidos sino a todo el mundo y cambió para siempre la historia del siglo XXI. La pelea se pospuso de manera indefinida. Con ―patriótica‖ sensibilidad por el luto nacional y después de recibir garantías de los oficiales del Madison Square Garden y de la ciudad de Nueva York, el empresario reprogramó la pelea para el 29 de septiembre.
“Lo tengo más grande”: el rito de la ceremonia de pesaje. De pronto, sin que nadie supiera cómo se había introducido hasta allí, con gran escándalo se presentó a la puerta del camerino una atractiva mujer que dejó pasmados a los guardias por su exuberante belleza y por su ruidosa exigencia de ver a Tito. El padre de Trinidad salió a ver qué pasaba y reconoció a la mujer, una modelo latina con la que su hijo había tenido un romance; cuando el desliz llegó a oídos de Sharon Santiago, la esposa había dado la última oportunidad al boxeador de no perder para siempre a su familia. El señor le rogó que se retirara pues su hijo estaba a pocos minutos de salir al ring, pero la mujer estaba decidida a todo. Amenazó con ir a donde estaba sentada Sharon y decirle que estaba embarazada de Tito. A cambio de no hacerlo, sólo pedía unos ―minuticos‖ para hablar con el campeón. Inerme, el padre accedió a dejarla pasar. Tito se puso fuera de sí en cuanto la vio cruzar la puerta. La idea de que su mujer se enterara de la furtiva visita de la amante le daba pavor. Pero la mujer sabía muy bien cómo atacar en las distancias cortas. Antes que Tito pudiera hacer nada, ya estaba con los pantaloncillos a la altura de las rodillas y la mujer en cuclillas le prodigaba una tremenda felación. La prolongada abstinencia y el violento placer inesperado hicieron que Tito
A la baja moral de Tito, se sumó la melancolía postraumática del ataque terrorista. La mortificación por la abstinencia de relaciones amorosas con su esposa, impuesta por la disciplina de su entrenador, tenía a Tito en un profundo estado de depresión nerviosa. Al fin, llegó el día de la pelea. En las fechas previas al encuentro y especialmente en la ceremonia de pesaje de los boxeadores, con el patrocinio de King se había instrumentado una campaña de devoción por Hopkins que casi llegaba a presentarlo como un ser indestructible. Trinidad ~ 65 ~
RLV 4 terminara en unos segundos en la boca experta de la dama, quien de inmediato se incorporó para limpiarse el rostro con una toalla. Le deseó buena suerte y salió caminando con ese estilo tantas veces practicado que ya le era natural: hombros bajos para resaltar la altura del cuello y tener más movimiento en los brazos; cabeza elevada y derecha; la mirada enfocada en un punto fijo a la distancia para no perder la dirección; pasos largos para mostrar la ropa con más movimiento y proyectar confianza; las caderas ligeramente levantadas.
muchacho una actitud ganadora y no temer al éxito. El sicoterapeuta había obtenido del muchacho información íntima de inmenso valor. Supo de su pavor a las máscaras de luchador y esa información fue transmitida a su patrón, quien la mantuvo astutamente reservada para usarla en el momento propicio. El momento era ese, cuando Tito había subido al ring y saludaba a su esposa y a sus seguidores, desde el pasillo de camerinos apareció, enardeciendo los ánimos de los aficionados, rodeado de su equipo de entrenadores y auxiliares que agitaban banderas de guerra, Bernard Hopkins, luciendo una vistosa máscara de luchador de color rojo encendido y una cruz que abarcaba todo el frente. La débil sonrisa de Tito se transformó en una mueca de angustia que le detuvo la sangre, le secó la boca y convirtió la sensación de sexo satisfecho de su bajo vientre en una urgencia por evacuar el intestino. Al subir al ring, Hopkins bufaba odio y energía, golpeando sus puños al frente, dirigiendo sus miradas de furia al boricua. La ceremonia de los himnos sólo sirvió de marco para la arrogancia del norteamericano que mantuvo puesta su máscara de verdugo aun cuando se cantó por parte de los agraviados gringos el himno de las barras y estrellas. Cuando sonó la campana, la suerte estaba echada y Tito ya no era más el campeón mundial de peso mediano: era el muchacho pobre que acudía temeroso a la escuela primaria de Cupey, vecino de su querido barrio Caimito, a padecer los abusos de un desequilibrado, más fuerte que él, que lo sodomizaba mientras cubría su rostro con una máscara roja de luchador.
Bernard Hopkins, “The executioner”
Al sonar la campana la pelea inició con los dos peleadores haciendo reconocimientos de estudio. Tito lanza algunos jabs que no logran hacer daño. En el segundo round, los peleadores poco a poco se animan a acortar las distancias. Faltando unos segundos para que suene la campana, Hopkins mete un derechazo que estalla en el rostro de Trinidad, quien retrocede algunos pasos antes de que el final del round le dé un descanso. En su esquina, su padre trata de minimizar el ataque recibido y le asegura que el próximo golpe será suyo. El conteo no oficial había dado 10 puntos a Trinidad en el primer round y 9 a Hopkins. Al terminar el segundo
En el pasillo la esperaba sonriente Don King, quien le ofreció su brazo y la escoltó ufano hasta un asiento a poca distancia de la esposa del atribulado Tito. El boxeador sentía que las piernas se le doblaban por la impresión de la visita y el temor de que la esposa se enterara. A pesar de todo, la sensación de hombría que le había dejado el acto lo hizo salir al ring con una sonrisa. Pero las sorpresas para el vecino de Caimito no habían terminado; Don King le tenía preparada un arma secreta. En los tiempos cuando Tito era uno de los peleadores consentidos de King, éste le había pagado un servicio de apoyo sicológico a fin de inculcar en el ~ 66 ~
RLV 4 round, Hopkins logró 10 puntos y Tito 9. Los dos llevaban acumulados 19 puntos. El 60% de los votantes por Internet opinaba que Hopkins iba ganando la pelea.
cuerdas y conecta varios ganchos con la izquierda. El balance de golpes en el round le favorece 18 contra 17; el conteo le da por segunda ocasión 10 puntos contra 9 de Hopkins. Durante el minuto de descanso, a la mitad de la pelea, Tito le pregunta a su padre si va bien; la respuesta es ―sí, vas ganando‖. Trinidad dirige su mirada buscando a su esposa y lo único que ve en su lugar es la inmensa espalda del promotor, envuelto en un traje azul cielo con motivos que parecen un cuadro de Miró (si tan sólo Trinidad supiera quién es Joan Miró); su ánimo vuelve a caer al ras del suelo.
En el tercer round ambos peleadores sueltan más los puños; sin embargo Hopkins ha logrado golpear a su oponente en 32 ocasiones de 128 intentos; Trinidad es un poco más efectivo, pero sólo ha lanzado 67 golpes, de los cuales ha logrado alcanzar a su adversario en 19 ocasiones. En el descanso su padre le asegura a Tito que sólo es cuestión de tiempo. Nuevamente el conteo oficial le da a Hopkins el round por ganado por 10 a 9 puntos. En el cuarto, Trinidad logra dar un buen golpe pero Hopkins lo asimila y contraataca con mucho ánimo, utilizando una estrategia que neutraliza por completo el ataque por la izquierda de Trinidad, quien recibe 21 golpes contra 12 que devuelve. Hopkins gana nuevamente el round 10 a 9.
En el round siete Tito pierde el ritmo del round anterior y cede la iniciativa a Hopkins, quien excede todas las expectativas, conectando con efectividad sus golpes. Al final del round, Hopkins controla la pelea con 18 golpes efectivos en el round contra 6 de Trinidad. En el round ocho Hopkins se ve confiado por el terreno que ha ido ganado. Incluso se muestra alegre haciendo un poco de baile del tipo chicken dance de Mohamed Ali, al que Tito responde con un juego de piernas. El público se anima y grita enardecido. En el noveno round Trinidad intenta recuperar algo del terreno perdido pero no logra conectar ni un solo golpe efectivo. En el décimo round Trinidad es plenamente consciente de su complicada situación y trata de remontar su desventaja tirando golpes, que no causan el menor daño en su crecido oponente. Parece que se ha vaciado como un costal de papas vuelto al revés. Apenas alcanza a sentir el abandono a su desesperanza cuando Hopkins le conecta un derechazo a la quijada que lo deja perplejo, un instante antes de que suene la campana. A pesar de la señal del fin del asalto, Hopkins sigue golpeando al desamparado Trinidad; el referí tiene que interponerse y defender al isleño. En el descanso la voz angustiada del padre de Tito es traducida por un intérprete: are you feeling OK? Can you fight another round? Tito asiente tímidamente con la cabeza. Cuando inicia el round once Trinidad sale con las piernas temblorosas. En contraste, Hopkins se ve completamente fresco. Trinidad entra en un descenso de total desesperación; cae al suelo empujado por su adversario y reclama al réferi para que no cuente como caída oficial; no se hace el conteo de protección y la pelea continua. Hopkins sabe contenerlo y golpear. Continúa ganando puntos con sus golpes. Al sonar la campana del final
El sexto round es una belleza, Trinidad toma la iniciativa y pone varias veces a Hopkins contra las cuerdas… En el quinto round, Hopkins continúa con su estrategia evasiva-ofensiva girando por la izquierda para neutralizar el ataque de Tito por ese flanco. Sus jabs vuelan cada vez más rápido y logra conectar certeros golpes sobre el boricua, que parece desconcertado. Faltando diez segundos para finalizar el round, Hopkins mete una tanda de golpes que continúa a pesar de que suena la campana. El réferi tiene que interponerse para detenerlo pero no evita que estalle dos veces el puño en el rostro de Trinidad. Una vez más, round para Hopkins, 10 a 9. El 79% de los votantes por Internet considera que Bernard va ganando. El sexto round es una belleza, Trinidad toma la iniciativa y pone varias veces a Hopkins contra las ~ 67 ~
RLV 4 del round Trinidad se levanta el puño derecho en señal de victoria pero lo desmienten sus pies, que van arrastrándolo a su esquina, donde se derrumba completamente exhausto, mientras que Hopkins sonríe y se ve lleno de energía sentado en su banquillo. Los últimos cinco rounds han sido ganados por Bernard 10 contra 9. El conteo acumulado es de 101 puntos para Tito y 108 para Hopkins. Desde el inicio del round doce Hopkins impone su voluntad y su habilidad; es certero al conectar golpe tras golpe vapuleando a un Trinidad
rendido, que esboza la única esperanza de que la agonía no se alargue demasiado. Faltando dos minutos para el final de la pelea Hopkins conecta un gran derechazo que pone a Tito en la lona, hecho un nudo. Antes de finalizar la cuenta de protección intenta incorporarse pero es evidente que no está en condiciones de continuar la pelea, su padre se extiende bajo las cuerdas por la lona hacia su hijo; el réferi detiene la pelea y las ilusiones del pueblo puertorriqueño.
La caída
Después de recobrar algo de consciencia, Tito voltea a ver a su esposa, que está llorando. En ese momento toma la decisión de retirarse por primera vez y así lo anuncia públicamente. Meses más tarde regresaría a pelear contra Ricardo Mayorga; después perdería contra Winky Wright y anunciaría su segundo retiro. En 2008 regresa al ring para pelear y perder contra Roy Jones. Su futuro boxístico está acabado.
En una cárcel de Puerto Rico, en el barrio de Caimito, un presidiario convicto por violación y asesinato amaneció muerto, colgado del cuello con su propia camiseta. La noche anterior los presos habían estado viendo en la televisión del comedor la derrota de Félix Juan Trinidad García frente a Bernard Hopkins. Los celadores reportaron que el suicida tenía puesta una máscara roja de luchador, con una cruz en la frente.
Fuentes consultadas: Datos biográficos de Tito Trinidad: http://en.wikipedia.org/wiki/F%C3%A9lix_Trinidad
Datos sobre Don King: http://en.wikipedia.org/wiki/Don_King_(boxing_promoter)
Reseña de la pelea: Sunday, 30 September, 2001, 10:44 GMT 11:44 UK Hopkins-Trinidad: round-by-round http://news.bbc.co.uk/sport2/hi/boxing/1571484.stm
Estado de ánimo previo a la pelea: http://news.bbc.co.uk/sport2/hi/boxing/1565815.stm
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RLV 4 Las fotos de la pelea: Sunday, 30 September, 2001, 12:01 GMT 13:01 UK Hopkins unifies titles http://news.bbc.co.uk/sport2/hi/photo_galleries/1571587.stm
Foto de Hopkins con m谩scara: http://sports.espn.go.com/sports/boxing/news/story?id=2578889
Discusi贸n que sirvi贸 de base para todo este invento: http://foro.univision.com/t5/Boxeo-Puertorrique%C3%B1o/AQUI-LA-VERDADERA-RAZON-POR-LA-CUAL-TITO-PERDIO-CONHOPKINS/m-p/115409613
Round por round: Parte 1/9 http://www.youtube.com/watch?v=FaXWcAbp8R4
Parte 2/9 http://www.youtube.com/watch?v=kAlNgzsr2Ps&feature=related
Parte 3/9 http://www.youtube.com/watch?v=gvbXaSdTr98&feature=related
Parte 4/9 http://www.youtube.com/watch?v=-LBm5wprlbM&feature=related
Parte 5/9 http://www.youtube.com/watch?v=HwLMYt-baw8&feature=related
Parte 6/9 http://www.youtube.com/watch?v=cmivJWZMfn4&feature=related
Parte 7/9 http://www.youtube.com/watch?v=QzhVeRq0I3U&feature=related
Parte 8/9 http://www.youtube.com/watch?v=7-AVsch3pA4&feature=related
Parte 9/9 http://www.youtube.com/watch?v=y_nKkwepPUw&feature=related
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RLV 4
La patria de los San Patricios ó Gaitas, recuerdos y el honor Técnica: Collage de Recuerdos y Netas sobre papel. Autores: Pedro Flores y Paco Olvera Música de acompañamiento: sugerida por Alexandro Hernández Inspiración: Honor y Gloria
Siempre Irlanda, bandera del Heroico Batallón de San Patricio Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. Jorge Luis Borges. Biografía de Tadeo Isidoro Cruz
La diferencia entre nacionalismo y patriotismo
es que el primero es una doctrina, una ideología en la que se fundan aspiraciones políticas. El patriotismo es un sentimiento que abarca el amor y
apoyo la tierra de uno y de sus padres y que puede ser un tierra adoptiva. ¿Qué hace que un hombre, teniendo la tierra que lo vio nacer busque otra tierra que lo adopte? Hablemos de unos patriotas ejemplares, que no nacionalistas.
El filósofo y escritor romano Marco Tulio Cicerón dijo: “Patria est ubicumque est bene” o “ubi bene
ibi patria”, ―donde quiera que se esté bien, allí está la patria‖. Esta idea parece subordinar el amor por la ~ 70 ~
RLV 4 propia tierra al bienestar personal. Existe otra expresión romana, “ubi panis ibi patria”, ―en donde está el pan, allí está la patria‖. Pareciera que esta es la divisa de los migrantes, que se ven forzados a dejar su tierra para buscar un lugar mejor para los hijos. Nuestros paisanos que migran al norte son un doloroso ejemplo de renuncia a vivir en el país propio y de los antepasados para poder sobrevivir y ofrecer a los hijos un mejor futuro.
―Writter Hero‖ de doble capirucho, llegaríamos a decir que significa ―Desde hace mucho tiempo‖. Should old acquaintance be forgot, and never brought to mind ? Should old acquaintance be forgot, and old lang syne ? Los irlandeses del siglo XIX que migraron de su patria para enrolarse en el ejército estadounidense lo hicieron por no tener en su propia tierra una esperanza de vida que no fuera miseria y trabajo sin frutos, producto de la hostilidad de la Inglaterra protestante. La promesa que les hizo el gobierno estadounidense ofrecía trabajo, la oportunidad de una vida mejor en ―América‖ y la nacionalidad norteamericana; a cambio había que pelear por la nueva patria. La necesidad los llevó a dejar su tierra y aceptar una afrenta, ya no sólo cambiaban de patria para buscar el pan sino que la manera de obtenerlo era como mercenarios, la divisa cambiaba a “ubi salarium ibi patria”, “donde está la paga, allí está la patria”. Aunque contaban con la nacionalidad que los hacía ciudadanos de Estados Unidos, los inmigrantes no estuvieron liberados de discriminación y maltrato por causa de su origen y la religión católica.
Por los viejos tiempos “No es más que un hasta luegooooo, No es más que un breve adiooooos” Los motivos para sentirse triste y sentimental ya eran muchos, cuando la tía Esther comenzó a entonar esta canción durante la misa de cuerpo presente de mi papá en la catedral. Aun con todo, la sensación de emoción iba más allá de la tristeza, pues la revestía con dignidad, con una despedida como la que se le da a alguien a quien se admira y respeta y su vida no fue en balde, al menos para el pequeño grupo que allí nos encontrábamos. Es necesario mencionar que sabíamos que la tía Esther estaba en una lucha incesante contra el cáncer, en la cual sucumbió unos cuatro meses después de este episodio, dejándonos claro que la canción representó además, una personal y sentida despedida de una heroína a un héroe que se ―había adelantado‖. He tratado de entender porqué esta melodía me parece al mismo tiempo ajena y conocida, pues no recuerdo haberla escuchado (cuando menos conscientemente) antes de ese día.
Apenas inició México su vida independiente en 1821, el gobierno de Estados Unidos comenzó a concretar sus planes expansionistas hacia el sur de su frontera, sin contar con ningún sustento moral, legal ni político, sólo el de la ambición por apropiarse de nuestro territorio para conseguir materias primas y nuevos mercados al naciente capitalismo. De esa manera en 1846 el presidente norteamericano James Polk encabezó una guerra injusta que nos despojó de más de la mitad de nuestro territorio mexicano. Anson Jones, sucesor de Polk, reconoció en 1848 que la guerra había iniciado sin ley sin ley alguna había terminado.
Al paso del tiempo, encontré una canción con esta melodía en un disco de música navideña, en donde se señalaba que su nombre era ―Auld Lang Syne”, que sin ser yo ―mucha brocha‖ para el inglés, me quedaba claro que estas eran palabras que estaban fuera del pequeño vocabulario que conozco de este idioma, pero por otro lado, en la letra claramente se hace alusión a no olvidar a los amigos ni a los tiempos ―idos‖, y siendo esta una recopilación de música para la temporada decembrina, debía hacer alusión al año viejo. Como resultado de la investigación que llevé a cabo para escribir estas líneas, encontré que el título de esta canción está escrito en escocés, y se puede traducir al inglés como ―old long since", o más idiomáticamente, "long long ago", y de aquí en un
Gaitas y celtas Me parece que la letra en español de ―Auld Lang Syne ―, no pretende ser literal, pero el adiós, los viejos tiempos y la amistad, se presienten en la tonada por sí misma, como si estuviera la nostalgia y la dignidad interconstruida en su ―DNA musical‖. Este fenómeno, de sentir una nostalgia – digna de algo no vivido o no conocido en forma directa, me ha acontecido con otras canciones, como ―Amazing Grace‖ o ―Scotland the Brave‖. Ya teniendo cuando ~ 71 ~
RLV 4 menos tres especímenes de estudio para comparar este (seguramente mal denominado) DNA musical, la conclusión puede resultar obvia pero no por ello deja de ser fascinante: el sonido de las gaitas. Estos maravillosos y singulares instrumentos, que parece que siempre están desafinados al iniciar cualquier melodía, y que como por arte de magia, entran en un compás que ayuda a evocar tiempos pasados y paisajes bucólicos, que aderezados por una letra de sentidos versos, puede hacer que se emocione cualquiera, sin importar su dureza de corazón o su nacionalidad.
debemos olvidar: Carricitos, Palo Alto, La Angostura, Resaca de la Palma, Monterrey, Cerro Gordo, Padierna, Churubusco, Molino del Rey. Por todo el territorio nacional, militares y civiles dieron la batalla: Veracruz, Puebla, Querétaro y la Sierra Gorda, hasta Comondú en la lejanísima Baja California, fueron testigos del valor de los defensores. El invasor no tiene otras razones que sus ambiciones de expansión territorial y la fuerza de las armas. El gobierno mexicano, débil y desesperado, ofreció a los extranjeros que se sumaran a su ejército, la nacionalidad mexicana, el respeto y aún el ascenso de su grado militar y la concesión de tierras para vivir y cultivar. Los defensores alentaban a los irlandeses apelando a su identidad e ideales, similares a los mexicanos, por compartir el credo religioso y los valores de libertad.
Mi primera información de las gaitas fueron las imágenes de Gaiteros escoceses, con su ―falda‖ (que después averigüé que se llama ―kilt‖), pero con el tiempo (y el Internet), averigüé que la gaita es un instrumento extendido por todo Europa, en lugares aparentemente disímiles (al menos para un habitante del nuevo continente como yo): Estonia, Irlanda, Serbia, Escocia, o Galicia (por cierto, inevitable recordar cuando Claudia, la maestra en electrónica en la Universidad le ―echaba los perros‖ a José Manuel, nuestro amigo de origen gallego que tocaba la gaita y le decía: ―ya me enteré que tocas la cítara y no me has invitado a verte‖). La respuesta a esta aparente desconexión la tienen los antecedentes de lenguas y culturas celtas de todas estas nacionalidades. También el Internet me permitió conocer que la música de gaita tomó un nuevo impulso a partir de la Segunda Guerra Mundial, pues muchas de las agrupaciones militares de la ―Bitrish Commonwelth‖, usaban la gaita en sus bandas militares, lo que me permite recordar y relacionar, que el sonido de las gaitas era un elemento común en las escenas heroicas y de gallardía extrema de las películas que de esta guerra constantemente me tocó ver en mi infancia.
Con reteharto sentimiento Admito que tal vez no se trata de la naturaleza de esta música, y que hemos sido adiestrados a través de las películas a asociar esta y otras canciones con situaciones de arrojo y gallardía o bien, de nostalgia y de tristeza, por ejemplo de una forma análoga a las lágrimas que brotan en las despedidas en México cuando inician los acordes de ―Las Golondrinas‖. Yo en particular no conozco la respuesta correcta a esta cuestión, pero cuando salí de tercero de secundaria, difícilmente había escuchado (o notado) anteriormente esta canción, y en cuanto el mariachi comenzó a tocar sus acordes (y pese a que todos nos hacíamos burla de ―a ver quién era más mariquita‖), no pude contener las lágrimas. Para tratar de determinar si es algo en el DNA de la música o es una actitud aprendida, se me ocurre un par de preguntas retóricas: ¿cómo podría alguien expresar su tristeza en una tierra extraña y lejana donde no hablan su idioma? y ¿podría ese alguien entender a una bola de tipos que se ponen a llorar cuando cantan una canción que no comprende, y que además tocan con unos instrumentos raros? Sería difícil discernir con tan sólo oír la preguntas, si se trata un celta (un irlandés, por ejemplo) tratando de tocar ―Las Golondrinas‖ con gaita en México, o bien es un mariachi queriendo tocar ―No es más que un hasta luego‖
Como en todas las guerras, la población es la que más padece el dolor de la violencia. Sin embargo, el naciente patriotismo de los mexicanos libres los llevó a defender con valor el honor, la integridad, la independencia y la soberanía nacional. Si hicieran falta ejemplos de heroísmo, la guerra del 46 nos los ofrece por montones. Desde Santa Isabel, en Tamaulipas, donde sus pobladores prefirieron quemar sus propias casas y cosechas antes que dejárselas al ejército invasor, hasta la batalla de Chapultepec, en la Ciudad de México, los pobladores pelearon con valor ofrendando sus vidas. Pueblos con héroes anónimos que no ~ 72 ~
RLV 4 con guitarrón y trompeta en Irlanda. Estos seguramente fueron algunos de los cuestionamientos que sirvieron de inspiración a Ry Cooder y ―The Chieftains‖, cuando emprendieron el arduo trabajo de su disco ―San Patricio‖. Para hablar de este disco, debemos tocar dos grandes temas: los héroes a los que rinde homenaje y la forma en la que este homenaje se lleva a cabo.
la defensa de una nación débil ante una nación colonialista, la afinidad de una religión común, hasta la promesa de tierras y otros beneficios para convertirlos en mercenarios. De las historias que de ellos se escriben, podrían parecer todo menos mercenarios, pues su comportamiento primero como regimiento de artillería en Monterrey y luego como unidad de infantería en La Angostura y en la batalla de Churubusco, fue de inusitada gallardía y valor. Fue precisamente en la batalla de Churubusco donde, al quedar sin reservas de pólvora y municiones, que los ―Patricios‖ (como eran conocidos coloquialmente entre los mexicanos) fueron capturados, muertos en batalla, algunos marcados con la ―D‖ de un hierro ardiente en la cara para señalarlos como desertores y otros llevados al cadalso, para que, de acuerdo a la leyenda de los vencedores, lo último que pudieran presenciar fuera cómo era izada la bandera norteamericana en el castillo de Chapultepec. Aunque en México se les ha hecho homenaje mediante condecoraciones al valor, una placa conmemorando su participación en la defensa de Churubusco y la concesión del nombre de ―Heroico Batallón de San Patricio‖ (como el ―Heroico Colegio Militar‖ y el tres veces ―H‖ puerto de Veracruz), parece poco para un grupo de individuos que peleó como suya la causa de la independencia de un país que recién conocían, pero al que se sentían unidos por la lucha de las causas comunes. Mi mamá, cuando yo iba de visita a una casa, me decía: ―hazte valer, ayuda, no estés de holgazán, que siquiera piensen que estás bien educado‖, pero los ―Patricios‖ sí se ―volaron la barda‖, porque eso más que portarse bien, fue pasar a formar parte de la familia, que por cierto estaba en muchos apuros.
¿Qué pasa por la mente de un hombre que lo hace abandonar su lealtad original y lo mueve a abrazar la causa de su adversario? Hay un momento en el que debe buscar su destino y aceptarlo. Jorge Luis Borges escribe sobre este momento de definición en su relato Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, quien es llevado por una vida azarosa hasta que se ve convertido contra su voluntad en sargento de la policía rural y recibe la orden de apresar a un malevo, que debía dos muertes a la justicia. Después del encuentro con el fugitivo solitario, se inicia una feroz batalla que Borges termina describiendo: “… Comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados junto al desertor Martín Fierro.” Toda guerra injusta despierta las conciencias de los hombres de principios y valores en todo el mundo. Miles de combatientes de las brigadas internacionales se sumaron a la lucha republicana en España en 1936; en las luchas de emancipación de América participaron hombres de otras naciones, como Francisco Javier Mina y Giuseppe Garibaldi. En la lucha sandinista, Nicaragua contó con soldados de todo el mundo.
En la guerra injusta de 1846, muchos de los soldados irlandeses, al mando de John Riley, decidieron combatir al lado de los mexicanos, con un gran heroísmo y la convicción de pelear por lo que se cree. Dejan su condición de soldado de fortuna y se transforman en soldados por la libertad. El poeta Guillermo Prieto les cantó:
San Patricios En ―San Patricio‖, se honra la gesta heroica de un grupo irlandeses a quienes se les permitió inmigrar a los Estados Unidos si se enlistaban en el ejército norteamericano, y que a la postre formaban parte de las unidades invasoras que fueron enviadas para atacar México en la guerra de 1847. Este grupo de valientes dejó el ejército americano para integrarse a la defensa de los ideales mexicanos por motivos que aún generan mucha controversia: desde
"...Y tú, grupo marcial, querido grupo, ¡ramo de adelfas de la verde Irlanda, hijos de San Patricio!, que con sangre quisisteis bautizaros mexicanos; alma de O'Conell, nuestra santa causa era digna de ti..."
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RLV 4 Una vez más, cambian su divisa, pero ahora es la que muchos años después adoptaría Mario Onaindia: ―La patria no es el lugar donde se nace, sino donde se es libre‖. La patria mexicana los adopta como sus hijos benefactores.
honores a un gallarda tropa de irlandeses que defendió como suyo el suelo mexicano, despedir un año que termina, o decir adiós a un notable hombre que fue héroe en un campo de batalla más modesto, como el de ser padre de familia.
Ciento cincuenta años después de terminada esa guerra infame, el Congreso de la Unión mexicano, emitió el decreto: Inscríbanse con letras de oro en el muro de honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, el nombre de "Defensores de la Patria 1846-1848" y "Batallón de San Patricio".
Así, el pueblo de México reconoce a los héroes que lucharon y dieron su vida por nuestra nación. No permitamos que la corrección política que sugieren las alianzas comerciales y estratégicas con nuestro vecino del norte, nos haga callar y olvidar a quienes dieron su sangre por nosotros. En 2010 se reúnen para celebrar la hermandad de los pueblos de México e Irlanda y rendir homenaje a los héroes mexicanos y los mártires del Batallón de San Patricio, el grupo irlandés The Chieftains, el músico norteamericano Ry Cooder, la Banda de Gaita de Batallón de San Patricio, la cantante norteamericana Linda Ronstadt, los músicos y cantantes mexicanos Lila Downs, Los Folkloristas, Los Cenzontles, Carlos Núñez, Los Camperos de Valles, Chavela Vargas, el Mariachi Santa Fe de Chuy Guzmán, Los Tigres del Norte, La Negra Graciana, L. A. Juvenil y la cantante irlandesa Moya Brennan.
Gaita, redova y violín huasteco Ahora, hablando de la forma en la que ―San Patrico‖ de Ry Cooder y ―The Chieftains‖ honran a los ―Patricios‖, se puede mencionar una exquisita colección de canciones mexicanas interpretadas con instrumentos propios e irlandeses (incluyendo las gaitas como ya se imaginarán), junto con otras canciones irlandesas complementadas con voces e instrumentos mexicanos. Por ejemplo, y por no poder faltar a mis orígenes hidalguenses, quedé cautivado por los violines y falsetes huastecos de ―Los camperos de Valles‖, junto con violines y flautas irlandesas en la canción ―El Caballo‖: A Irlanda digo a mi juicio, para que sepan mis paisanos, mil gracias por el servicio por pelear con alma y manos, al grupo de “San Patricio”, ya son héroes mexicanos.
Epílogo También herencia de mi padre fue el sentido del humor, motivo por el cual, en este momento se me ocurre pensar ¿será que Tony Camargo era celta? Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas, me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra
Y para dar respuesta a las preguntas retóricas aquí planteadas, la versión de ―The Chieftains‖ y los Tigres del Norte de ―La canción Mixteca‖, fácilmente podría arrancar las lágrimas de un irlandés en la Plaza Garibaldi con una cerveza Guiness o a un mexicano en Dublín con un tequila, dejando claro, cuando menos en la lógica de quienes somos sentimentales y borrachos, que algo hay de universal en los recuerdos y en el DNA musical de estas canciones, las mismas que nos ayudan a rendir
No, pue‘ que no, pero fue inevitable recordar su canción, después de todo, el mejor homenaje a los que se fueron (incluida mi suegra), es el recuerdo, no la tristeza. Este año en la ofrenda de la casa, puse una ―calaverita‖ de azúcar adicional, con el nombre ―Los Patricios‖.
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El Heroico Batall贸n de San Patricio:
Akles, Hezekiah W. Aloif, C. Alvarez, Ignacio Antison, Patrick. Appleby, John. Arce, C.D.N. Bachelor, Ramon B. Bachiller, Michael. Bartley, John. Benedick, John. Bingham, George. Bowers, John. Brooke, John. Burke, Richard. Burns, Michael. Calderon, Jose M. Casey, Patrick. Cassady, Thomas. Cavanaugh, John. Chambers, John. Conahan, Dennis. Cuttle, John. Dalton, Patrick. Dalwig, George. Daly, John. Delaney, Kerr. Donaley, Thomas. Doyle, Matthew. Duhan, Roger. Eglen, William. Ellis, Edward. Fany, Carlos. Fitz-Henry, Henry. Fischer, William. Fogal, Frederick K. Frantius, Marquis T. Fritz, Parian. Garretson, Robert W. Geary, August. Green, Joseph. Groot, Othon. Hamilton, John. Hanley, Richard.
Hart, Barney. Hogan, Roger. Hoginn, John. Horacs, John. Humphrey, James. Hynes, John. Jackson, George. Keech, William H. Kelley, James. Kenny, Harrison. Klager, John W. Linger, John. Little, John. Longenhammer, Henry. Lusk, Elzier S. Lydon, Martin. Lynch, John. McClellan, Hugh. McCormick, John. McDonald, John. McDowell, Gibson. McDowell, James. McElroy, David H. McFarland, James D. McHeron, Edward H. McKee, Alexander. Macky, Laurence. McLachlin, Lachlin. Mahon, James. Maloney, Patrick. Manzano, Camillo. Mauray. Mejia, Enrique. Mestard, Augstin. Meyers, John A. Miles, Martin. Miller, James. Millett, Thoms. Mills, James. Milord. Moreno, Francisco. Morstadt, August. Murphy, John.
隆Murieron por la Patria!
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Neil, Peter. Neuer, Henry. Nolan, Andrew. O'Brien, Peter. O'Conner, Francis. O'Conner, William. O'Connor, Thomas. Ockter, Henry. O'Leary, S. O'Sullivan, Michael. Outhouse, William. Parker, Richard. Peel, Ireland. Popes, Henry. Price, John. Rhode, Francis. RILEY, JOHN. Riley, Thomas. Rocher, Danaiel. Romero, Elizio. Rose, John. Schaffino, Francisco. Schmidt, Herman. Sheehan, John. Smith, Charles. Spears, James. Stevenson, John. Sutherland, John. Thomas, Samuel H. Thompson, Henry. Vader, John. Venator, Henry. Vinet. Vosbor, John. Wallace, William A. Ward, Edward. Wheaton, Lemuel N. Whisler, Henry. Williams, Charles. Wilton, John England. Winnitt, Luis.
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La Fiesta del Nobel Pedro Flores
Hubo una película protagonizada por José Alonso, que hacía que todos los que la vimos y sufrimos, nos cubriéramos los genitales al sentirnos amenazados por un perro bravo; ¿el culpable de ese ―trauma‖?, Mario Vargas Llosa, escritor de la novela, Los cachorros, en que se basó el filme.
El pasado 6 de octubre intercambiábamos correos los Amigos Del Club de la Condesa comentando sobre el inminente anuncio del premio Nobel de Literatura. Le entramos al juego anual de predecir a quién se le otorgaría. Yo hice mi quiniela y dije: ―Mis gallos para el Nobel son: Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Haruki Murakami, en ese orden.‖ Al día siguiente, Alex me escribía para comentar que había acertado en mi pronóstico.
La imagen del ―padre proveedor‖ para mí es la de mi papá saliendo al mundo a traer para su prole y para sí mismo las mejores presas de cacería de discos de música y libros de excelente literatura. Aún después de haber salido de casa para irme a estudiar, en los regresos de vacaciones, seguían entrando a la casa familiar libros nuevos de Vargas Llosa, como La tía Julia y el escribidor , novela más o menos basada en su vida, donde Marito se enamora de la tía Julia, divorciada y diez años mayor que él (Vargas Llosa se casó por primera vez con su tía política, Julia Urquidi) y la monumental La guerra del fin del mundo, que se basa en una historia real de finales del siglo XIX en Canudos, un pueblo ubicado en el sertón brasileño; la novela crea un ambiente casi sobrenatural acerca de las masas de desposeídos que son guiados al fanatismo por Antonio Conselheiro, un santón iluminado que moviliza un ejército de miserables para dar una formidable batalla al ejército oficial brasileño durante varios episodios que van subiendo en número, intensidad y fragor de lucha, que no se limita al plano militar sino también se extiende al espiritual. Con esta última obra yo quedé convencido que la calidad literaria de Vargas Llosa estaba a la altura del cielo.
De inmediato entré a las páginas de los periódicos del día 7 de octubre y en todas se comentaba el premio. Casi por instinto sentí el deseo de tomar el teléfono y hablarle a mi padre para disfrutar la noticia; aunque mi padre murió hace más de siete años, hay momentos en que lo olvido. Estoy seguro de que él estaría muy contento con el premio. Hará unos veinte años comentábamos él y yo que, comparado con García Márquez, Mario Vargas Llosa nos parecía un escritor más elegante, profundo, con un oficio muy depurado y una erudición producto de sus investigaciones periodísticas sobre los temas elegidos para sus novelas. Primero entraron a casa los libros de García Márquez, después mi papá llevó un libro con una portada muy atractiva, pero con un contenido difícil de comprender cabalmente, sobre todo para mí, que tendría unos quince años. Se trataba de ―García Márquez: historia de un deicidio‖, un ensayo que había sido la tesis doctoral de Vargas Llosa, en la Universidad Complutense de Madrid. Al mismo tiempo, fueron entrando en la casa de la mano de mi padre los libros La ciudad y los perros, que narraba la vida de estudiantes bajo la férrea disciplina de un instituto militarizado; Conversación en la catedral, que describe a través de dos personajes que se reúnen en el bar La Catedral a conversar y dar pie a narraciones que describen la corrupción de la dictadura del general Manuel Odría; Pantaleón y las visitadoras, una novela que podría calificarse de humorística y narra el excelente oficio de administrador y conocer de logística de Pantaleón Pantoja, militar que planea y opera un servicio para llevar prostitutas, ―visitadoras‖, a los soldados destacados en la selva de la amazonia; La casa verde, un prodigio de narrativa con diversas historias que se van cruzando, alrededor de relaciones pueblerinas y prostitución, en dos casas de citas sucesivas en el tiempo, llamadas La casa verde.
Mención especial se debe hacer de la faceta erótica de su producción literaria. Está la que podría ser una saga, Elogio de la madrastra y Los Cuadernos de don Rigoberto. En ambas, hay personajes y temas comunes. En ―Elogio de la madrastra‖, Fonchito, hijo de don Rigoberto, que está casado con doña Lucrecia, la madrastra, cultiva una infancia de inocencia perversa que lo hace entrar y salir de un mundo de fantasía erótica con doña Lucrecia y va ascendiendo en sus propósitos sensuales hasta que logra enfrentar a los dos adultos. En Los cuadernos de Don Rigoberto, éste es un empleado, burócrata sin brillo, que tiene, en cambio una mente rica para la fantasía erótica. Utiliza sus apuntes para fantasear en el erotismo con su esposa para mantener viva la pasión. Dice Vargas Llosa, a través de don Rigoberto: "Una vida mental rica y propia exige curiosidad, malicia, fantasía y deseos insatisfechos, es decir, una ~ 76 ~
RLV 4 mente sucia, malos pensamientos, floración de imágenes prohibidas, apetitos que induzcan a explorar lo desconocido, desacatos sistemáticos a las ideas heredadas, los conocimientos manoseados y los valores en boga". Las fantasías se mueven como un recorrido por el mundo de la pintura erótica, haciendo analogías y puestas en escena de esa pinacoteca sensual maravillosa que Vargas Llosa nos incita a visitar.
por la famosa puerta blanca de la sede académica y dijo ante la multitud de periodistas que aguardaban la primicia, el nombre del escritor hispanoperuano Mario Vargas Llosa como nuevo galardonado con el premio más prestigioso de las letras universales. Lo dijo en varios idiomas y cerró "en castellano". En su tradicional estilo tan escueto se ―explicó‖ que el premio a toda una obra y vida dedicada las letras se otorgaba ―for his cartography of structures of power and his trenchant images of the individual's resistance, revolt, and defeat‖, ―por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo‖. Cuando se le comentó la noticia al aún incrédulo galardonado, Vargas Llosa comentó: "¿Dicen eso? Es magnífico. Me alegro mucho. Ojalá fuera verdad. En efecto, de eso va mi obra, de la resistencia del individuo ante el poder, de la lucha de los hombres por salvar su individualidad en un mundo en el que la libertad está tan acosada. Esa nota expresa muy bien lo que yo pienso".
Con La fiesta del chivo, pareciera que Vargas Llosa cumpliera con un viejo compromiso (tácito o explícito) de varios escritores del boom latinoamericano de escribir una especie de saga colectiva sobre los dictadores latinoamericanos. La novela transcurre en República Dominicana y tiene como tema el asesinato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. La novela entrelaza varias historias sobre la vida alrededor de la dictadura, tanto en su ascenso al poder, como en la planeación de su muerte y la reflexión, años después de la vida en República Dominicana. ¿Cómo consiguió Vargas Llosa esa maestría narrativa, además de su innegable talento natural? Con trabajo, mucho trabajo y más trabajo. Una característica de Vargas Llosa escritor es que se toma muy en serio, se considera escritor, se cree escritor, se respeta como escritor y se compromete con la calidad de su trabajo. Desde adolescente apostó por la verdad, se comprometió con la libertad y ninguno de sus escritos, ficción o realismo, es falso. Gran lector y seguidor de Jean-Paul Sartre en su juventud, su pasión le ganó el apodo de ―el sartrecillo valiente‖ entre sus amigos. Ese amor apasionado por la verdad y por la literatura hizo, por ejemplo, que su devoción por Thomas Mann le llevara a estudiar alemán en Berlín; su pasión por el fútbol no le ha hecho olvidar el orgullo que sintió el día que, siendo niño entró al Estadio Nacional para defender la camiseta del Universitario contra el eterno rival, el Alianza Lima. Su respeto a sí mismo le llevó a defender sus ideas aun a pesar de que, a veces como a Borges, no le abonaran el camino a las simpatías fáciles. Con una posición liberal, hasta el punto de ser etiquetado por algunos ignorantes de conservador, Vargas Llosa tenía cada vez que se manifestaba públicamente mucho que perder, empezando por el Premio Nobel.
Al final, se ha hecho justicia, al escritor, al hombre comprometido y, no poca cosa, al idioma español. El premio Nobel de Literatura, considerado a veces, junto con el de la Paz, como un premio político, es como la Lotería, una vez que hay un ganador, se reconoce y se celebra sin preguntarse nada más. Pero en este caso, al menos para mí, el reconocimiento a Vargas llosa es un motivo de júbilo personal y plenamente justificado. Es un motivo de orgullo hablar el mismo idioma del premiado, no tenemos que estudiar español para disfrutarlo, es uno de los nuestros. Aquella carrera que inició en Perú, su país natal, con La ciudad y los perros, hace un pequeño alto en Estocolmo. Mañana continuará hasta el infinito, donde la literatura tiene su hogar. Por lo pronto, hay que leerlo y adquirir cuanto antes su recién aparecida última obra, El sueño del celta. Desde este modestísimo escritorio, no puedo menos que seguir con inmensa admiración las declaraciones del Nobel de Literatura 2010, "La literatura es mi manera de vivir, como decía Flaubert. No tendré otra, con sus sumas y sus restas, esa es la felicidad de mi vida. La literatura me ha dado lo mejor que tengo; los amigos, las experiencias. La entraña de mi vocación no es otra que la literatura, y de ella sale todo lo que soy y todo lo que tengo. Es lo mejor que me ha pasado".
Comprometido con su país, fue candidato electoral por el centro derecha con un programa orientado a luchar contra los males endémicos de Perú como la violencia terrorista y la mala situación económica. Perdió contra el candidato Alberto Fujimori. Creo que la historia le ha hecho justicia a su breve carrera política: Fujimori se encuentra cumpliendo una condena por delitos de corrupción y contra los derechos humanos y Vargas Llosa disfruta del reconocimiento unánime de intelectuales y políticos de todo el mundo.
Felicidades a mi ―tocayo‖, Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, por ese reconocimiento universal a su trabajo. Fuente:
http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureate s/2010/#
Unos minutos antes de la una de la tarde del siete de octubre, Peter Englund, secretario de la Academia sueca, salió
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La Nota Roja y el Anuncio del Nuevo Medievo Alexandro Hernández
Para abordar el problema de la nota roja, podemos iniciar
Una arquitectura para el Mal
con un intento de definición. Propongamos que la nota roja es la narración de un crimen, sus móviles, su contexto, su estética, sus consecuencias. O alguna parte de lo anterior. Puede agregarse que la nota roja debe tener un componente morboso, pero esta restricción es de carácter limitante e inútil.
Una de los hechos que debieran de sorprendernos todos los días, es que vivamos en un universo en el que existe la Divina Comedia, esa ―novela teológica‖ como la llama Borges. En su Estudio Preliminar de la Comedia, Borges imagina una lámina pintada en oriente que contiene ―lo que fué, lo que es y lo que será‖, ―una lámina que también fuera un microcosmo‖, un objeto mágico que contenga todo el universo. Anotemos que esa lámina prefigura al propio Aleph de Borges. También permítanme decir que ciertas cajas de Olinalá, algunas artesanías se acercan con una intuición milagrosa a la lámina de Oriente. Un poco más adelante en su texto, Borges avanza la afirmación que la Divina Comedia es esa obra mágica, imposible pero que existe. Apenas asomados a los primeros cantos de ese ―laberinto tranquilo‖ encontramos la descripción del Infierno, descripción que no deja de fascinarnos, de ejercer su gravitación hipnótica sobre nuestra imaginación. De la mano de Virgilio recorre un mundo que se forma de visiones, pero que sobre todo tiene un orden.
Una primera observación: así entendida, los orígenes de la nota roja vienen de lo más antiguo. Apenas expulsados del paraíso inicia la descripción incesante de los asesinatos, justo en Génesis 4.8: Y dijo Caín a su hermano Abel: salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. Anotemos de paso un problema: ¿el acto que provoca la expulsión del paraíso es el primer acontecimiento de nota roja, o la nota roja por fuerza implica un asesinato? Parece que un elemento central de la nota roja es el asesinato, aunque otros crímenes merecen ser descritos. Sugiere Paco Olvera que las canciones de Rick Astley (y se me ocurren muchos más) pueden categorizarse como crímenes. Coincidiendo que son actos deleznables, su descripción todavía no atrae la atención de los especialistas de la nota roja.
Permítanme recurrir al orden descrito en ese mundo para bosquejar un mapa del universo criminal. Un mapa terrible pero que nos permite discernir sobre la naturaleza del crimen. Nos interesa pues no sólo la descripción del crimen que se hace en la nota roja, sino su clasificación en el orden ético que plantea Dante.
Desde esos lejanos tiempos del viejo testamento -y aún antes si nos atenemos a lo que sugiere la escena inicial de la película de Stanley Kubrick 2001: Una Odisea en el espacio, en la pelea entre homínidos que se resuelve con la prevalencia de uno por el asesinato del otro- no se ha detenido esta maquinaria. ¿Cómo clasificar el horror, cómo comprender esa sucesión interminable y sobre todo, cómo entender a dónde nos lleva?
Recordemos. A la mitad de su vida, Dante encuentra la entrada al infierno después de recorrer la selva oscura. A poco de entrar se encuentra a Virgilio, quien será su guía por el Infierno. Según vamos conociendo en el recorrido poético de
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RLV 4 los primeros 34 cantos de la Divina Comedia, el infierno es un cono bajo la tierra en donde se encuentran 9 círculos concéntricos. La arquitectura del infierno no es arbitraria, obedece a la necesidad de agrupar a los huéspedes según la naturaleza y la gravedad de su mal actuar. Entre más reprobables sean los actos, más al fondo del infierno se encontrará quien lo comete. Pero ¿en función de qué se determina la gravedad del acto? No podemos ignorarlo, la
gravedad está en función del ejercicio del libre albedrío. En el Limbo, que es el primero de los círculos, se encuentran los inocentes que sin haber obrado mal merecen el Infierno por no haber sido bautizados. Pero a partir de ahí el juicio ético depende del grado de conciencia de quien comete el crimen. Las visiones de Dante son tan precisas que no han faltado las representaciones gráficas del infierno. Para ilustrar nuestro viaje al inframundo, aquí ponemos nuestra versión.
I Limbo II Lujuriosos Por incontinencia
III Glotones IV Avaros y derrochadores V Iracundos VI Herejes
Por bestialidad
Por malicia
VII Violentos VIII Fraudulentos IX Traidores
del ejercicio del poder absoluto. El viaje al infierno no se trata, pues, de una condena hipócrita al actuar de los demás, sino de un recorrido en busca de los referentes éticos con los que debe accionar quien aspira a la virtud.
El bajo infierno y los incontinenti Perdido en la mitad de su vida, Dante encuentra a Virgilio, quien será su guía en el recorrido por el infierno y el purgatorio. Podemos decir que el viaje por los infiernos es un viaje filosófico. A medida que Dante desciende, se encuentra con que los remitidos a este sitio se clasifican de acuerdo con la gravedad de su mal actuar. Es decir, hay una clasificación ética.
Retomando el hilo, encontramos que antes de entrar al Infierno está su antesala, en donde están los tibios. Los tibios son aquellos que han preferido no tomar partido ni por el bien ni por el mal. No pueden ser castigados, pero tampoco son dignos de ver alguna vez la luz. Tal vez en el vestíbulo se encuentran las legiones de mirones y curiosos que aparecen en todo acto de nota roja, ejerciendo ese impune mirar el mal de cerca sin mayores consecuencias.
Permítanme un paréntesis. Una tentación muy grande es iniciar este recorrido con una actitud moralina. Creo que esto es un error, pues juzgo que es conveniente entrar reconociendo humildemente la propia vulnerabilidad ante el mal. Me permito aquí recordar algunas palabras de Mario Vargas Llosa entrevistado a propósito de su libro ―La fiesta del Chivo‖. La fascinación que le causa el dictador Trujillo y la situación de degradación y violencia en que sume a la República Dominicana es porque reconoce que en él mismo se encuentra un pequeño Trujillo, que puede activarse frente a la posibilidad
En el primer círculo del infierno se encuentra el Limbo. Aquí se encuentran aquellos que propiamente no son culpables por estar allí, pues no son sus actos los que los condenan. Aún así, hay un designio que los remite a este lugar. Se trata de aquellos que han obrado bien o son inocentes pero no fueron bautizados. Entre ellos se encuentra el mismo Virgilio, por ~ 79 ~
RLV 4 quien Dante siente tristeza y le rinde pleitesía. Pero son las reglas…
Fue a poner su demanda por robo y abuso de confianza, y mala honda (sic), con razón su casa apestaba a madres.‖
Pasado este punto sin luz, se encuentran los primeros habitantes del infierno de nota roja. Se encuentran del segundo al sexto círculo y son llamados incontinenti, incapaces de gobernarse a sí mismos y a los impulsos que les habitan. Es decir, los incontinenti no se proponen el crimen, pero un impulso que los habita les obliga a actuar mal. El segundo círculo se dedica a los lujuriosos, el tercero a los glotones, el cuarto a los avaros y derrochadores, el quinto a los iracundos y similares, el sexto a los heréticos.
El ejemplo que nos proporciona el Gato Seco, menor si se quiere, nos muestra que la Nota Roja no necesita forzosamente del homicidio para nutrirse. Y muestra las infinitas oportunidades en las que el segundo círculo puede aumentar su población.
Los crímenes de los incontinenti resultan en la materia más cotidiana de la nota roja.
Los crímenes de los incontinenti resultan en la materia más cotidiana de la nota roja. Destacan los crímenes por lujuria, por avaricia y por ira. Imaginemos que hacemos una nueva vista al segundo círculo, el de los lujuriosos. Recordemos que en el quinto canto Dante se encuentra con Francesca da Rimini, quien le cuenta de cómo una lectura que hace junto a Paolo Malatesta les hace caer en adulterio, ser asesinados por el ofendido marido de Francesca, y llegar remitidos por Dante al segundo círculo, en donde aún sabiendo que se encuentran en el mismo lugar, son condenados a girar sin encontrarse. Encontraremos ahora a más Francescas y Paolos dando vueltas eternas sin alcanzarse. Un ejemplo nos lo da el Gato Seco, cronista de nota roja del estado de Hidalgo, que nos ilustra el caso de Alejandro y Nayely:
Podemos suponer que es en el segundo círculo donde habita el arquetipo del serial killer sexual, aunque su actuar tiene un componte de violencia insensata que probablemente le remita hasta el séptimo círculo. Tal vez Jack the Ripper, Goyo Cárdenas, el ―poeta caníbal‖ y Ted Bundy se encuentren dando vueltas interminables detrás de sus víctimas, perseguidos para siempre por sus pulsiones insatisfechas. Repasemos brevemente sus casos. Jack the Ripper. El asesino serial que aterrorizó las noches de Londres hacia 1888, tuvo como modus operandi el escoger entre sus víctimas a prostitutas de barrios empobrecidos y ejecutar diversas mutilaciones de forma tal que hicieron presuponer que Jack poseyó conocimientos avanzados de anatomía y cirugía. Encuentra a un inesperado simpatizante en Julio Cortázar, bajo el excéntrico argumento que sigue: ‖En la idea figurada que me hago de un mundo mejor, Jack había venido a la tierra para destripar a la reina. Cuando digo Jack, cuando digo reina, quizá usted ya me entiende: y si todavía no está claro entérese que un tal Henry Mayhew, citado por Franklin en su estudio sobre el Ripper, comprobó que en tiempos de la gloriosa soberana [Victoria] las condiciones de vida en Londres eran tan monstruosas que el número de prostitutas pasaba de ochentamil. El desempleo, la miseria, el despotismo social no dejaban a esas mujeres otro reino que el de la ginebra, las enfermedades venéreas o el cuchillo… Y nada resume mejor el paraíso victoriano que la frase de una de las muchachas del East End, cuando le aconsejaban que cesara de trabajar en la calle para no encontrarse con el Ripper: „Bah, que venga. Cuanto antes mejor, para una como yo‟. Así, señora, por muy horribles que fueran los crímenes del Ripper, parecen obras de beneficencia frente a este hipócrita genocidio que en tantas partes del mundo está lejos de haber cesado.‖ A pesar de la hipótesis cortazariana de Jack el destripador como un justiciero social, el consenso tiende a considerarlo como un mero criminal sexual, especialmente por su método de operación.
―Alejandro X, un hombre de buen corazón, que de seguro se va ir al cielo por buena gente, le prestó su departamento que tiene amueblado … a quien lleva por nombre Nayely X, una vieja de 30 años bonita y bien buena, pensaba sacarle réditos amorosos. Pero la mujer, le pagó muy mal, metía a su amante en su departamento a ponerle Jorge al niño, y eso le caía Alejandro como mentada de madre. A los 15 días la mujer desocupó el departamento, y Alejandro se quedó con las ganas, muy triste porque se le había ido viva la Paloma, y se hacía justicia con su propia mano. Al pasar el tiempo se resignó y decidió hacer un reventón en su casa, llevando a varios amigos, aunque recordaba a la ingrata, pero fue grande su sorpresa al entrar encontró a Nayely y a su amante acostados en su cama en plena acción. Eso lo molestó demasiado se le pararon los pelos del espinazo y cajeteándola los corrió, que fueran hacer sus cochinadas en otro parte y no en su casa, porque le podía dar un aíre, Ahí se estuvo zurrándolos, hasta que se vistieron, al salir la mujer, le aventó las llaves del departamento y le dijo que ya no lo quería ver nunca en su vida. Alejandro, no pudo contener su ira, les dijo palabras de carretonero y la insultó diciéndole hasta de lo que se iba a morir, el esperaba su recompensa por haberla ayudado y resultó que se las daba a otro, tendió la cama limpiando el recuerdo que le habían dejado, revisó sus cosas y le faltaba una cafetera eléctrica, un horno tostador, pero lo que más le dolió es que su departamento lo agarraban como hotel, brincó como chivo cuando una vecina le dijo que iban diario.
Goyo Cárdenas. El ―sextrangulador‖ de Tacubaya como le llama Carlos Monsiváis, es el autor del asesinato de cuatro mujeres, su novia y tres prostitutas. El mismo Goyo Cárdenas redacta su confesión al ser descubierto, pero además disecciona ~ 80 ~
RLV 4 el estado de su mente en el momento de los crímenes: una mezcla de deseo y odios irrefrenables. La confesión, puerta que abre para que todos atisbemos las escenas de los crímenes, es probablemente lo que lo convierte casi inmediatamente en tema de conversación absoluto durante semanas y de paso, emblema nacional del asesino serial en México. Además, en un acto de prestidigitación o de transmutación mitológica, termina convertido en una especie de sub-héroe, personaje de canciones, estudios y tratados.
joven extranjero. Una ira que se cocinó lentamente durante años y que encontró su salida infortunada en el Tecnológico de Virginia, donde Cho atacó indiscriminadamente y mató a 32 personas que en su confusión de ira identificó con los monstruos de su infancia.
José Luis Calva. El llamado ―poeta caníbal‖ alcanzó la triste celebridad al ser sorprendido con el cadáver de una de sus parejas en su modesto departamento de la colonia Guerrero, y restos del carne cocinados que presumiblemente correspondían al cuerpo de la mujer. Si la violación del tabú fundamental de comer carne humana ya le hizo vórtice de curiosidad, sus escritos en donde explora de manera confusa la problemática relación con su severísima madre le dan la atención total de la ciudad de México. Su muerte en un reclusorio es un caso de la rara aplicación de la ―justicia‖ penitenciaria, perfectamente capaz de convertir al caso excéntrico en chivo expiatorio.
Según vamos descendiendo en el cono terrible, las atrocidades se juzgan mayores, y los castigos son proporcionales. Peores que los incontinenti son los violenti, aquellos con la intención de hacer daño a los demás, a si mismos o a Dios. Quedan confinados al séptimo círculo del infierno.
El séptimo círculo y la violencia
Los cometidos por los violenti son usualmente los crímenes que sacuden la conciencia de la sociedad, porque enfrentan a la capacidad de hacer daño en estado puro. Nuevamente tomaremos algunos ejemplos que cita de nuevo Carlos Monsiváis. El Pelón Sobera, fuerza destructora en estado puro. Humberto Mariles, campeón olímpico capaz de vaciar una carga de pistola por ―quítame allá estas pajas‖. Juana Barraza ―la mataviejitas‖, que encuentra una relación causa-efecto entre el comportamiento un tanto desvalido de las ancianas, el surgimiento del odio en su pecho (como la reina de la Noche mozartiana: Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen…) y la necesidad de exterminar a la mujer en cuestión.
Ted Bundy. Aprovechando una personalidad carismática que le permitía acercarse a sus víctimas sin despertar sospechas, y una evidente ineptitud policiaca que le permitió pasar interrogatorios sin despertar sospechas e incluso escapar de cárceles locales, cometió un número de crímenes contra mujeres en el orden de las decenas, depredando alrededor de cinco años en varios estados de los Estados Unidos. ---o---
Una mención especial por el signo terrible que encierra, es el de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Sergio González proporciona una radiografía de la tragedia en ―Huesos en el desierto‖. Pero Roberto Bolaño va un paso más allá en su novela ―2666”, pues parte de los hechos reales para asomarse a lo que la crónica delimita. ―2666‖ es una novela que podríamos llamar total, dividida en cinco partes que describen el mundo como girando alrededor de un Maelstrom del mal que es la ciudad de Santa Teresa, nombre que apenas oculta el ominoso de Ciudad Juárez. Es en la cuarta parte, ―La parte de los crímenes‖, en donde Bolaño describe y enumera pero también descubre y revela. Los asesinos seriales de existen, como lo descubren las indagaciones del mismo Sergio González como personaje, pero también existe una situación de violencia orgánica y sistemática ejercida, tolerada, alentada y ocultada desde todos los nudos del poder. Las claves de la violencia están en la enumeración del desastre pero también en sus causas últimas, que radican no sólo en los asesinos, sino en las autoridades, en la indiferencia, en el abandono. La violencia se incuba en la falta de amor, y retribuye de una manera brutal, como lo podemos ver hoy.
Probablemente los casos descritos en el segundo círculo provocan tanto impacto por ser un nudo elemental entre las pulsiones eróticas y la violencia mortal. En el cuarto círculo, el que corresponde a los avaros, tenemos un caso muy sonado en su momento que nos proporciona Carlos Monsiváis en su libro ―Los mil y un velorios‖. Se trata de los hermanos Villar Lledías. Los hermanos Ángel, Miguel y María Villar eran personas ya mayores que vivían con relativa modestia en el centro de la ciudad de México. En medio de su relativo ascetismo se encontraba su fortuna escondida en distintos lugares de la casa. Una noche un grupo entra en la propiedad, mata a los hombres y golpea la mujer. Hasta aquí la avaricia, extraña por la convivencia diaria con la riqueza que no se utiliza. A partir de aquí, el aparato de justicia como elemento desordenador que se permite culpabilizar a la hermana y saquear su casa. Y el Deus ex Machina que resuelve el caso: el dinero ofrecido como recompensa que hace aparecer a un cómplice de los culpables y probablemente apacigua los apetitos pecuniario del aparato de justicia. Un caso que parte de la avaricia y se resuelve en la avaricia.
Con toda intención: los valles del Mal
Ya en el quinto círculo, donde moran los iracundos, narrará su caso Cho Seung-Hui. Hablará de su infancia convertida en vinagre por sus compañeros de escuela, inclementes ante el
El drama de los incontinenti y los violenti es la tensión emocional de enfrentarse con una vibración que parte de si ~ 81 ~
RLV 4 mismos pero que resulta inexplicable para el autor del crimen. Es muy diferente el caso de los engañadores, porque en ellos se encuentra la intención explícita de torcer la realidad, las voluntades y en último término, la justicia. Para ellos está destinado el octavo círculo del infierno, llamado el Malebolge, que sería como las bolsas o valles concéntricos donde se remite a los fraudulentos.
quedando claro en el libro como los jueces, abogados y capitanes van acorralando a la humilde Caterina en aras de cubrir un caso de lo que hoy llamaríamos ―el mal de Montiel‖ del senador Melzi, que es el enamoramiento de un hombre maduro por una mujer más joven, cosa que sería hasta parte de la picaresca (¿tal vez reflejada en los Gatos Secos de aquella época?) si no se viera involucrada y en peligro la herencia del senador y el buen nombre de la República. Así pues, después de la aplicación de métodos de coerción que bien podemos imaginar, Caterina confiesa no sólo hechizos, sino hasta el baile del barilotto en un aquelarre, dejando satisfecha a la Santa Inquisición con la condena a la hoguera. En ―El Caballero y la muerte‖, la investigación del asesinato de un prominente abogado, realizada por un viejo investigador policial consumiéndose por el cáncer apunta al Presidente de un importante grupo industrial. Como en la ―Carta robada‖ de Poe, es evidente quién cometió el asesinato. Mas las pistas se van diluyendo, las conclusiones se van eludiendo. Al final, los únicos que quedan en conocimiento de la verdad son los autores del crimen. Los demás son eliminados.
Sciascia parte de la premisa de que el crimen es un instrumento más del poder para obtener sus fines.
A primera vista parecería que los fraudulentos no son tema de la nota roja, a menos que sean descubiertos en su afán de engaño. Pero que no aparezcan en la sección de nota roja de los periódicos no quiere decir que no sean objeto de otro tipo de análisis. Tal vez quien mejor ha entrado en las circunstancias de estos es Leonardo Sciascia. Probablemente la nota roja se detiene usualmente en el séptimo círculo porque hasta ese punto domina el mal primario, podríamos decir que reptiliano. A partir de aquí, el mal se hace humano –y todavía más aterrador- porque supone el conocimiento de causa.
En ―Una historia sencilla‖, un asesinato en una propiedad abandonada en Sicilia descubre –para después ser cubierto a conveniencia de los interesados- los nexos entre los mafiosos que utilizaban el lugar, y algunos policías del lugar que saben de estas actividades y se ven obligados a ocultar lo que realmente ocurre. En ―Todo modo‖, los ejercicios espirituales en la Ermita de Zafer, hotel y ermita a un tiempo, convocan a los más importante de la industria, la política y la iglesia italiana. Se suceden algunos crímenes en donde nuevamente todo se oculta en beneficio de la preservación de los hombres de poder.
Sciascia parte de la premisa de que el crimen es un instrumento más del poder para obtener sus fines. Glosemos algunas de las historias que nos cuenta. En ―1912 + 1‖ presenta el caso del juicio en contra de la señora María Oggioni, condesa de Tiepolo y esposa del capitán Carlo Ferruccio Oggioni, por haber asesinado al ordenanza Quintilio Polimanti ―en defensa de su honor‖. Probablemente María y Quintilio habiten el segundo círculo, pero los abogados y jueces del caso se encontrarán en el Malebolge al haber torcido la verdad y encontrar el crimen como un asunto de honor y no como una reivindicación del Estado italiano, militarizado en ese entonces por la guerra en Etiopía. Por cierto, ¿quién responde por hoy el caos en que se dejó a Somalia y Etiopía, tierra donde ahora operan los terribles piratas del Golfo de Arabia?
Si todo esto nos suena demasiado familiar, demasiado cercano, no es una coincidencia. En esta región de engaño aparecen sobre todo los hombres de poder que tuercen la realidad y la verdad. Por un momento retomemos el hilo de una viejísima discusión, que esboza Mortimer Adler en uno de los 102 ensayos que escribió para la colección de ―The Great Books of the Western World‖. Me refiero al ensayo 42, acerca de la justicia. A saber, en la tradición de pensamiento del oeste existen dos escuelas de pensamiento sobre la justicia. La primera propone que la justicia es un instrumento que preserva los intereses del que detenta el poder en una circunstancia dada. La segunda, que habrá de suponerse como heredera de la
En ―La bruja y el capitán‖ asistimos al juicio de Caterina Medici por haber embrujado al senador Luigi Melzi. Va ~ 82 ~
RLV 4 escuela de Platón, supone que existen derechos inherentes a las personas, y es función de la justicia interpretar a la luz de tales derechos. Es claro que mientras los hombres de poder –no importa si son demócratas o republicanos, de derechas o de izquierdas, priístas, panistas o perredistas- se afilien a la primera línea de pensamiento, las consecuencias del ejercicio del gobierno se revertirán contra los gobernados. Y claro, el Malebolge deberá ser ampliado.
El post-infierno es pues el Infierno de nuevo fuera de sus cauces. Para quienes se escandalizan cada vez que se insinúa que en tal o cual lugar se vive en un Estado fallido, habría que recordarles las palabras que Sciascia pone en boca del padre Gaetano en uno de los refactarios posteriores a los dos primeros asesinatos de su novela Todo modo: ―Por favor, señores…-dijo el padre Gaetano al ministro y al presidente-, espero que no van a darme el disgusto de decirme que el Estado sigue existiendo… A mis años, y con toda la confianza que he depositado en ustedes, resultaría una revelación insoportable. Tan tranquilo como estaba pensando que ya no existía…‖ Importa que sea precisamente este personaje quien lo diga, por encontrarse en el nudo de las relaciones de corrupción entre la iglesia, la política y la industria, y por la respuesta que implica a la consabida frase ―Dios no existe‖: el Estado tampoco existe.
El peor de los pecados Los traidores no sólo cometen el crimen, sino que además lo hacen a costa de una confianza depositada en ellos. En el noveno círculo del infierno, en las profundidades heladas donde habita y atormenta personalmente Lucifer con sus tres rostros, se encuentran los traidores.
Ante la ausencia de Dios y las evidentes carencias de los Estados modernos, lo que ha ocurrido no es una refundación del hombre desde la ética, sino desde la economía. Si todo se sujeta a la economía, el crimen deja de ser supervivencia para pasar a instrumento del poder y en un estadío posterior, para aspirar a convertirse en el poder mismo. No necesita ideas ni justificaciones.
En las fauces mismas de los tres rostros de Lucifer se encuentran Casio y Bruto, que traicionaron a César, y Judas Iscariote. En nuestro imaginario histórico agregaríamos como personajes principalísimos a Picaluga, que entregó a Vicente Guerrero en las playas de Acapulco. A Victoriano Huerta, que se volteó contra Francisco I. Madero y logró lo imposible, a saber, la unificación de las fuerzas revolucionarias en su contra.
El panorama previsible debe de alertarnos. Se empieza a perfilar a partir de la mundialización vinculada del crimen, tal como se describe en McMafia, escrito por Misha Glenny, un libro que muestra la manera los múltiples usos y modos del crimen en el mundo. Las ligas entre el comercio de migrantes y prostitutas en el este de Europa y en los Emiratos Árabes, el tráfico de droga en Colombia, el cultivo y comercialización de marihuana en Canadá, el contrabando de cigarros en los antiguos países yugoslavos, las redes terroristas y criminales en Mumbai, las bandas criminales en Ciudad del Cabo, las redes de la mafia China…
En nuestros tiempos de búsqueda de la democracia, la traición más sencilla es la del policía que pasa al bando criminal. Nuevamente Carlos Monsiváis nos proporciona ejemplos del caso. Alfredo Ríos Galeana, criminal de trayectoria peliculesca que perteneció a la policía del Estado de México, pero que además es acusado por sus cómplices de haberlos traicionado. Otro ejemplo relevante es el de Arturo Durazo Moreno, que fue designado directamente por el Presidente de la República y se convirtió en el controlador de todos los giros del crimen en el Distrito Federal.
En Gomorra, de Roberto Saviano, aparece la expansión criminal a distintos negocios: la moda, el control de traslados y puertos marítimos, el procesamiento de desechos, la especulación inmobiliaria…
En el rincón más oscuro no sólo no llega la luz del entendimiento, no hay tampoco piedad, todo es el frío absoluto, la inmovilidad atómica en el frío total. Como no hay entendimiento, es una falsa apreciación estimar la inteligencia de algunos criminales, como hacen algunos de los apologistas y hasta algunos de los perseguidores.
Parece pues que el crimen leyó a Michael Porter, y ha apostado por la expansión estratégica de sus actividades, tanto territorialmente como en la ―cadena de valor‖ o dicho de otra forma que no implique la ironía, los procesos de producción del mal. Carl Sagan alerta en el capítulo ―¿Quién habla en nombre de la tierra?‖ de su muy célebre libro ―Cosmos‖, sobre los peligros de un conflicto nuclear y la posibilidad de que este ocurriese de acuerdo con la curva de Richardson, que predice la ocurrencia de una guerra de magnitud M (10 elevado a la potencia M) en función del tiempo. Tal vez el peligro inminente de una guerra nuclear se ha atenuado. Pero nos encontramos frente a una nueva amenaza para la civilización, muy real, y que reclama medidas humanistas, no sólo militares y financieras.
El post-infierno o la intención del totalitarismo criminal El Infierno de Dante acaba en el frío de la traición. Pero no hay que olvidar que el primer habitante del Infierno es el mismo Luzbel, que compila todos los medios reprobables en un afán de logro del poder total, eliminando al libre albedrío.
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RLV 4 Imaginemos la visión de un estado criminal en algunas decenas, tal vez un par de cientos de años. Ya los políticos resultan innecesarios. Los empresarios e industriales poderosos han sido despojados de sus fortunas y bienes. Nuevas religiones dogmáticas y violentas se encargan de apagar cuestionamientos. Grandes barones se encargan de cobrar tributo, acaparando mujeres hermosas –o no, pues el capricho no exige condiciones-, exigiendo el derecho de pernada, teniendo para sí el monopolio de la violencia, y utilizando los campos como sembradíos para la producción de sustancias enervantes. Ya para entonces las maquinarias de generación de conocimiento se han detenido. Grandes masas murieron durante la implosión de los servicios de salud de los Estados. Después de tantas vueltas, llegaremos de nuevo a la edad media.
Epílogo Si la Divina Comedia fue escrita hacia el fin de la edad media, y el post-infierno será el resultado del fin de la civilización actual a manos de los poderes criminales para llevarnos a una nueva edad media, entonces es presumible que la descripción del post-infierno sea una arquitectura del terror invertida, donde la promesa de salvación sea el tope de la corrupción, la virtud se convierta en el peor de los castigos y la nota roja el libro-espejo de los poderosos. Naturalmente, hasta la llegada de un nuevo Renacimiento.
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AL VALLE DE LAS CALACAS
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Germán Dehesa: ¿Qué Tal Durmió? MDCCCLXXVII (1877) Pedro Flores
para otorgarle en enero de 2008 el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, en su categoría Don Quijote. El jurado calificó de brillante la síntesis que realizó entre el idioma español y el habla popular mexicana, empleando una combinación imaginativa de palabras, que demuestra la plasticidad, riqueza y vitalidad de la lengua de Cervantes. Con esa maestría en la experimentación con el léxico, nos atraía a sus lectores para gozar su genial ironía y buen humor.
―¿Qué tal durmió?‖. Con esa frase, que le daba título al final de su columna diaria, fustigaba Germán Dehesa a los funcionarios de gobierno corruptos, negligentes y faltos de oficio. Hacía más de siete años que había prometido contar los días que apareciera su columna y el procurador de justicia federal no diera una solución razonable al caso de las muertas de Juárez. Inició con el número uno romano y siguió hasta que tuvo que poner entre paréntesis el número arábigo correspondiente, pues el número era tan grande que ya no era tan fácil de descifrar. Como los casos de injusticia en nuestro país son vergonzosamente cuantiosos, poco a poco fue dirigiendo su venenosa pregunta a diversos funcionarios, tanto del ámbito federal como estatal. ―¿Qué tal durmió? MDCCCLXXVII (1877)‖ fue la última vez que Dehesa hizo la pregunta en su columna y el deshonroso destinatario de ella fue Arturo Montiel, ex gobernador del Estado de México, acusado de un híper enriquecimiento, ilícito, por supuesto:
Siempre con los pies en la tierra, Germán explicó, después de recibir el premio, que su origen humilde le había otorgado "dos orejas muy grandes, una para los cultismos y otra para el habla popular… Como yo soy por un lado de extracción universitaria, estudiante de letras, y por otro, de extracción totalmente chancla, pensaba: ¿cómo haré yo para que se cree un mundo verbal, que resulte muy lleno de luces, divertido, intenso, como debe ser nuestro idioma, que lo tienen muy opaco, pero es un idioma brillantísimo?" Allí está otra de las tareas que nos dejó don Germán, desacartonar nuestro idioma, usarlo de manera novedosa, inteligente y alegre.
―¿Alguien ha visto a MON-TIEL?
Una característica del estilo y los temas que nos presentaba de lunes a viernes era que nos hacía sentir como si estuviéramos platicando con un amigo cercano, como alguien de la familia. Lo mismo nos comentaba de sus hijos que de sus ex esposas y su esposa, o de la ―muchacha‖ de la casa. Nos compartía su alegría cuando ganaban Los Pumas o su tristeza cuando perdía ―estratosféricas‖ cantidades por apostarle a su equipo. A través de su columna conocimos a su hijo menor, El
Cuando lo pierdo de vista, me viene como el soroche.‖ Ojalá ese soroche, mal de montaña provocado por la hipoxia, le diera a todos los señalados por su pregunta. Dehesa gustaba de experimentar con el lenguaje y mezclaba palabras cultas con las del habla popular de México y de toda Latinoamérica. Tal vez esa creatividad fue uno de los factores ~ 86 ~
RLV 4 Bucles, desde antes de nacer, nos platicó las peripecias del parto, los desvelos de los primeros días del bebé, su primer cumpleaños, las fiestas infantiles, sus enfermedades. No obstante esa exposición de temas tan personales e íntimos, no resultaba enfadoso ni pedante pues siempre sabía extraer una moraleja de sus pláticas y situaciones cotidianas. Al terminar de leerlo, se quedaba uno con la satisfacción de haber platicado con un amigo y en cierto modo, como con Carlos Monsiváis, con un apoyo para formar un criterio respecto de los acontecimientos nacionales o internacionales.
En su último artículo, ―El Corazón y sus Figuraciones‖, publicado el 25 de agosto pasado, dio a conocer que padecía cáncer en fase terminal y que los pronósticos médicos preveían el desenlace fatal para finales del año 2010. Con su habitual socarronería, dijo que su plan era repartir una buena marmaja entre los médicos para comprar un poco más de tiempo y chance pedir una contribución al gobierno que, con su conocida lentitud, acusaría recibo por ahí del año 2018, con lo cual tendríamos Dehesa para rato; dicho esto, continuó: Lo que desde ahora les puedo asegurar es que, mientras pueda yo menear la pluma y no comience a decir puros despropósitos y mariguanadas, aquí me tendrán siempre a sus canijas órdenes y a sus pies, si no les rugen, como solía decir la inmortal Borola Tacuche de Burrón. No se nos hizo, y el 2 de septiembre Don Germán se despidió de su familia y de nosotros apaciblemente en su casa. Desde ese día está dando conferencias y escribiendo desde el Valle de las Calacas. Yo lo conocí en La Planta de Luz, ese proyecto suyo que era una mezcla de teatro con bar y foro para las artes populares. Mi padre, que también ya murió, estaba pasando una temporada en el DF, tratando de sobrellevar la reciente defunción de mi madre. Me comentó que había escuchado del espectáculo de Germán Dehesa y tenía ganas de ir. Recuerdo que llegué corriendo de mi trabajo para pasar por mi padre y asistir al lugar, en Plaza Loreto. Allí estaba mi papá, muy bien arreglado, como él consideraba que ameritaba la ocasión. Cenamos, bebimos un poco y nos reímos de lo lindo, disfrutando las ocurrencias de los actores, entre los que actuaban y cantaban él y su esposa, Adriana Landeros. En otra ocasión, cuando mi hija estaba terminando tercero de secundaria, lo encontré en el Colegio Madrid. Lo saludé y supe que allí también habían estudiado tres hijos suyos e incluso que él había impartido clases de literatura en el colegio en algún tiempo. La ocasión del evento era que para fin de cursos, su hija Juana Inés iba a dirigir unos grupos de tercero de primaria para dar un recital de música. Allí estábamos, los dos en nuestro papel de padres, él orgulloso de la dirección de su hija, yo orgulloso de la ejecución musical de la mía. Tocaron varias melodías pero la que más me gustó fue When I‟m Sixty Four, de The Beatles. Aún hoy me cuesta trabajo recordar ese momento y evitar que se me haga un nudo en la garganta de lo feliz y orgulloso que me hizo sentir mi hijita. Creo Que Germán sentía lo mismo por su hija.
Germán Dehesa nació en 1944 en la Ciudad de México, en Tacubaya y creció con los ojos y las orejas bien abiertas, asimilando todo lo que acontecía y se decía a su alrededor. Se dice que su dominio de la palabra y el diálogo lo desarrolló desde niño, pues solía platicar a su hermano mayor, Ángel, enfermo de parálisis cerebral, las historias de lo que veía en la calle y de lo que leía en los libros. Germán aprendió a imaginar colocado en el lugar del otro, suponer lo que pensaba, pues en la comunicación con su hermano, las respuestas se daban sólo mediante un apretón de manos. Ese apretón de manos también nos lo transmitía a sus lectores y a sus televidentes en su programa El Ángel de la noche.
Eso es lo que más recuerdo de él. Aún sin ser un conocido cercano, te hacía sentir como de la familia, compartiendo su buen humor, su inteligencia, su talento, su optimismo y generosidad. En muchas ocasiones, me ayudó a levantarme de la lona con su columna, le agradezco de todo corazón lo que hizo por mí y por tantas otras personas.
Dehesa fue una persona comprometida con su tiempo y su sociedad. En forma permanente nos estaba invitando a participar en colectas y obras a favor de nuestros hermanos más necesitados, ya fueran cobijas para los tarahumaras o ayuda para jóvenes con síndrome de Down. Era un practicante y difusor del tequio, ese trabajo voluntario que realizan los indígenas y que se realiza en beneficio de otros una vez terminadas las tareas propias.
Recuérdanos, Germán, que Hoy toca y no nos dejes dormir en paz hasta que hayamos logrado un México más justo.
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RLV 4 El 25 de agosto de 2010, dio a conocer en su columna «Gaceta del Ángel» que padecía cáncer en fase terminal, y que, de acuerdo con los médicos que lo atendían, fallecería a finales de 2010. Con su proverbial sentido del humor, aseguró que seguiría escribiendo en el periódico hasta que sus facultades se lo permitieran, y que no perdía la esperanza de vivir algunos años más. [1]
Como quien dice, mi vida es casi secreta y su único nuevo rasgo que yo detecto es la impaciencia. Así pues, no tiene ningún sentido que me saluden de lejecitos, ni que me saquen la vuelta, ni ninguna patochada de ésas. Nadie tiene idea de cuándo será la terminación cronológica de mi vida, pero calcula la ciencia médica que esto ocurrirá hacia los finales de este año.
Pocos días después, el 2 de septiembre de 2010, falleció a causa de dicha enfermedad.[ Creo que no les he contado que estoy enfermo, seriamente enfermo. Tengo cáncer, pero hasta ahora la enfermedad no me ha producido ningún dolor insoportable. Trato de vivir sobre las puntitas de los pies, pues en mis delirios, imagino que si casi no hago ruido, la enfermedad no se va a percatar de mi presencia y me permita colarme a la vida que es a donde me gusta estar.
[1] ―Ah, qué tiempos!", publicado en el diario "Reforma" el 22 de junio de 2007.
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Benoit Mandelbrot: La Nueva Dimensión Paco Olvera
por un circulo, formando un conjunto montado sobre un triángulo invisible que apuntaba a la izquierda. Era una figura sin ―relleno‖, que sólo se perfilaba por su contorno, el cual estaba formado por la acumulación de puntos de colores muy vivos y diversos, que daban el aspecto de ondas que se propagaban alejándose de una costa, dejando el resto de la pantalla de color negro, lo cual hacía que esta extraña formación pareciera estar flotando en un espacio vacío y profundo. Se trataba de un contorno muy irregular, como si estuviera irradiando electricidad, como en las fotos de los generadores de Van de Graff, pues en algunos casos parecía despedir relámpagos. Esta extraña forma rompía la monotonía de la pantalla de la computadora, que hasta ese entonces, era dominada por la regularidad extrema de letras y números de los sistemas operativos orientados a textos y donde se asomaban apenas los primeros íconos de los sistemas operativos ―gráficos‖.
—¿Ya viste qué padre se ve? —¡Sí, kaaaa!, está bien fumado. En realidad no podría recordar con precisión las pablaras que usamos para expresar nuestro asombro la primera vez que mis cuates y yo vimos un fractal. ¿Un qué?, un fractal, ¡como que, qué! Esto aconteció en el ―laboratorio‖ de cómputo de la Universidad, cuando el ―Súper Doctor‖ y uno de sus alumnos nos presumían una figura extrañamente llamativa que aparecía en la pantalla de la computadora. Era una figura que en primera instancia podría tomarse como muy caprichosa, pero luego de analizarla con algún detenimiento, dejaba surgir de ella una cierta sensación de orden y de ―radiación‖ que no podrían ser obra de la ―vil‖ casualidad. La figura tenía el aspecto de dos elipses intersectadas una sobre la otra, intersectadas a su vez
Conjunto de Mandelbrot ~ 89 ~
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Esta sensación de asombro creció aún más, cuando, el ―Súper Doctor‖ nos explicó algunas características que hacen especial la forma que teníamos frente a nosotros, no sólo en cuanto a los colores y los extraños contornos que retaban a la vista, sino de las íntimas e invisibles estructuras matemáticas que la originaban:
prestidigitación matemática cerró con el nombre del científico que, al estudiar estas figuras, había propuesto las fórmulas que al ser graficadas usando una computadora, formaban imagen ―fractal‖ que nos había dejado con los ―ojos cuadrados‖: Benoit Mandelbrot. Por cierto que el ―Súper Doctor‖ era conocido con este apodo, por su costumbre de llamarnos a todos cariñosamente como ―doctor‖, aún fuéramos unos humildes estudiantes, y si de esa forma todos resultábamos doctores, pues él no podía ser menos que un ―Súper Doctor‖ (porque él si tenía ese grado académico).
Es una gráfica generada con una serie de fórmulas, y se le conoce como el conjunto de Mandelbrot (¿Mandé quién?) Los colores se asignan al arbitrio de quién hizo el programa que ―pinta‖ la gráfica, de tal manera que se puedan distinguir las diferentes iteraciones. ¿O sea que se hace un ciclo para generarla?, ¿y cómo se controla el ciclo? ¡Ah! Pues es un ciclo de una función recursiva (¿re-quién?), que en cada cálculo añade más detalle a la curva, haciéndola más y más intrincada. ¡Órale! , ¡Está bien loca! Y es todavía más ―loca‖ si haces un acercamiento a un pedacito y lo amplías, mira lo que pasa.
Esta remembranza es para manifestar la admiración que sentimos muchos estudiantes de ciencias e ingeniería por un gran matemático que acaba de comprar pasaje para ir al ―Valle de las Calacas‖. Como en muchos otros casos, hablaremos de la grandeza de Mandelbrot a través de la grandeza de su obra: el estudio de las figuras fractales. Los fractales pudieran parecer en principio una curiosidad matemática que intentaba modelar las formas caprichosas de los objetos que encontramos en la naturaleza, las cuales no se pueden modelar mediante las formas que pone a nuestra disposición la geometría euclidiana, pero más allá de esto, han permitido avances en una gran variedad de temas diversos y disímbolos, que van desde entender el comportamiento en apariencia errático de muchos fenómenos que se presentan en la naturaleza, como el desarrollo de poblaciones de seres vivos hasta la creación de gráficas que le dan gran realismo a las películas animadas por computadora.
Acto seguido, como en un truco de magia perfectamente ensayado, ambos prestidigitadores marcaban un cuadro en la frontera de esta figura que parecía ser el contorno de una figura sin relleno y ¡sorpresa!, al ampliar una de las partes del contorno, ¡se veía que las irregularidades no eran otra cosa que otras figuras pequeñas iguales a la figura grande!
Los ejemplos de los impresionantes resultados de las gráficas por computadora, los podemos atestiguar cuando asistimos a las salas de cine y vemos como muchos de los escenarios ―virtuales‖, son creados con gráficas, desde la estampida que termina con la vida del ―Rey León‖, hasta las montañas flotantes de ―Avatar‖, pero en lo referente a poblaciones, un ejemplo interesante y coloquial, nos lo brinda Roberto Saviano en su cr+onica ―Gomorra‖, donde con gran intuición describe la estructura de una organización criminal:
Entonces, cada uno de esos ―pelitos‖ que se le ven, ¿son más figuras iguales? Sí, así es, por eso se tiene que dibujar en forma recursiva, en cada iteración le das más detalle, y en el detalle, la figura se reproduce así misma; a esa característica se le llama ―autosimilitud‖ (¡Órale!) ¿Algo así como que se parece a sí misma? Sí, pero en escalas diferentes.
"El clan Di Lauro ha sido siempre una empresa perfectamente organizada. El boss lo estructuró con un diseño de empresa multinivel. La organización está compuesta por un primer nivel de promotores y financiadores (...). El segundo nivel comprende a los que manejan materialmente la droga, la compran y la preparan (...). El tercer nivel está representado por los jefes de plaza (...). El cuarto nivel, el más peligroso, está constituido por los camellos. Cada nivel se divide en subniveles, que se relacionan exclusivamente con su dirigente y no con toda la estructura. (...)
El ―Súper Doctor‖ fue explicando a su atónita audiencia, cómo esta figura se podía generar a partir de fórmulas matemáticas, y que, si se seguían haciendo iteraciones de la misma, se generaba más detalle, y conforme mayor era este detalle, la longitud ―tendía‖ a infinito, es decir, en un pedacito, se podía dibujar una curva tan intrincada, que su longitud, aunque estuviera acotada en un cuadrito de la gráfica al que le hacías ―zoom‖, crecía mucho, en teoría, hasta el infinito. Aprovechando el total desconcierto y ―vulnerabilidad‖ de su público, el ―Súper Doctor‖ acrecentó aún más nuestro asombro, cuando comentó que esas figuras se llamaban ―fractales‖ por tratarse de figuras de una dimensión fraccionaria (no, ¡pos ahora si nos dejó con la bocota abierta!), pues no eran líneas ni superficies, sino algo ―en medio‖, y lo más sorprendente aún, era que esas figuras ―fractales‖ podían hallarse en la naturaleza: la superficie de las montañas, el oleaje del mar o la forma de la costa de una isla. La coda del acto de
El modelo de la empresa de los Di Lauro siempre me ha recordado el concepto matemático de fractal tal como lo explican en los manuales, o sea, un racimo de plátanos cada uno de cuyos plátanos es a su vez un racimo de plátanos, cuyos plátanos son racimos de plátanos, y así hasta el infinito". ~ 90 ~
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Animaciones con técnicas fractales
A continuación, se ofrece una explicación de lo que es un fractal, lo que es la recursividad y la relación entre ellos, con el propósito de entender la belleza de los conceptos propuestos por don Benoit, que tiene el incomparable honor de haber descubierto múltiples dimensiones en este mundo antes de partir a elaborar calacas fractales.
que la cuerda tiene una única dimensión (longitud, o dimensión 1) y la superficie tiene dos dimensiones (longitud y área, o dimensión 2). Hasta ahí todo va bien con la geometría Euclidiana, pero ¿qué pasa si quiero medir el contorno que sigue el litoral de una isla? ¿Cuánta cuerda debo tener para medir la longitud de su contorno? Si trazara un rectángulo imaginario donde quedara inscrita la isla, sé que el área del rectángulo es mayor que la de la isla, entonces una cuerda que fuera suficiente para rodear el perímetro de ese rectángulo imaginario debía en principio bastar para rodear la línea costera de la isla. Pero al momento de comenzar a rodear la isla con esa cuerda, descubriría que este contorno es tan irregular y tan intrincado, que se terminaría la cuerda y no alcanzaría a rodearla con una precisión aceptable (o faltaría cuerda o esta no quedaría ―bien pegadita‖ a la costa). Parecería que la forma de un litoral tan irregular no tiene dimensión 1, pues la cuerda que cuya longitud es la del perímetro de un objeto de mayor área, no es suficiente para rodear la isla, pero tampoco es dimensión 2, pues ese contorno no es una superficie, ¿entonces qué dimensión tiene? Luego que le describí esta argumentación a
La geometría Euclidiana y el nacimiento del término Fractal Una línea recta, está definida perfectamente por la geometría Euclidiana como una ―raya‖ que une a dos puntos en un plano; si tomo una cuerda y la corto al tamaño de esa recta, conozco su longitud. Para medir el tamaño de la superficie de un cuadro, puedo medir su perímetro utilizando la longitud y además, puedo medir su área utilizando como patrón un cuadro con lados del tamaño de una unidad de longitud (por ejemplo un ―metro cuadrado‖). Podemos decir ~ 91 ~
RLV 4 mi hija de 17años, y le hice esa misma pregunta, ella me respondió tratándose de burlar de mi: ―pues 1.2, ¿no?‖. Por graciosa que parezca esta respuesta en primera instancia, es correcta y más aún, cuando Benoit Mandelbrot describió estos objetos, justamente los definió como objetos con una dimensión fraccionaria o fractal, en su artículo ―¿Qué tan larga es la costa de Bretaña? Autosimilitud estadística y dimensión fraccional‖.
innumerables veces (aunque matemáticamente en el triángulo de Sierpinski se podría continuar aplicando esos dos pasos infinitamente, nuestro dibujo tendría como límite la ―finura‖ de nuestro instrumento de dibujo, lo que en términos de los monitores o impresoras de computadora se le denomina ―resolución‖).
A partir del estudio de este tipo de objetos, se desarrolló lo que se conoce como geometría fractal o de objetos de dimensión fraccionaria, como los litorales de islas, superficies de montañas y otros objetos que se encuentran en la naturaleza pero que la geometría euclidiana no había sido capaz de describir hasta ese momento. A los objetos de dimensión fractal, se les comenzó a denominar simplemente fractales. La figura 4, luego de tres ciclos (o iteraciones) de este proceso, nos permite intuir que si aplicara estos pasos muchas veces, estaríamos frente a una figura fractal: 1) A pesar de estar acotada dentro de una superficie finita, la longitud sumada del perímetro de todos los triángulos que allí se generan, crece mucho (tiende a ser infinita). 2) Pero la superficie que queda se reduce mucho (tiende a cero). 3) Dicho de otra forma, tiene una dimensión que no es 1 ni es 2, es una dimensión fraccionaria. Pero en esta figura, aparece también otra característica de los fractales que hasta ahora sólo ha sido mencionada en el título del artículo de Mandelbrot: autosimilitud. Si tomamos una pequeña porción del triángulo de Sierpinski en cualquiera de sus partes, se parece a la totalidad del triángulo, es decir, si tomo una porción pequeña de la figura y ―la magnifico‖, ese es otro triángulo de Sierpinski y resulta ―similar‖ a la totalidad de la figura completa.
Fractales “naturales” y fractales definidos matemáticamente Algunas curvas fractales no son capricho de la naturaleza y se pueden trazar empleando procedimientos matemáticos / geométricos, como por ejemplo el ―Triángulo de SierpinskiSierpinski‖, nombrado así en honor de su descubridor Waclaw Sierpinski. Tomemos de inicio una superficie cuyo contorno está descrito por un triángulo equilátero y procedamos de la siguiente forma:
Definiciones recursivas de algunos fractales
1) Dividámoslo en cuatro triángulos equiláteros iguales dibujando un triángulo cuyos vértices parten de la mitad de cada uno de sus lados 2) ―Cortemos‖ la superficie de ese triángulo central
La definición de que es un triángulo de Sierpinski podría explicarse de la siguiente manera:
matemáticos
1) Tome un triángulo equilátero y conviértalo en un triángulo de Sierpinski, haciendo en él un boquete en forma de triángulo equilátero en el centro, dejando 3 triángulos equiláteros iguales en sus tres vértices. 2) Mientras su vista aún le permita distinguir los pequeños triángulos a los que ha llegado y su ―instrumento de corte‖ aún le permite practicar
Al aplicar un primer ciclo de este proceso a la figura 1, obtendríamos una superficie similar a la que se muestra en la figura 2. Si a cada uno de los tres triángulos restantes en la figura 2, le aplicamos los mismos pasos, generaríamos la figura 3. Casi resulta ocioso mencionar que si a los 9 triángulos de la figura 3, les aplicamos estos pasos nuevamente, obtendríamos ahora 27 triángulos (figura 4), y así podríamos seguir ~ 92 ~
RLV 4 incisiones sin ―desintegrarlos‖, continúe aplicando el paso 1 en cada unos de los triángulos resultantes. Esta definición ―recurre‖ a sí misma para definirse por completo, pero en versiones más simples (en este caso triángulos más pequeños). A esto es a los que se conoce como una definición ―recursiva‖.
Definiciones Recursivas en general Una parte importante de la belleza de los objetos fractales, se debe al hecho de que son de naturaleza recursiva, y es justamente la ―madre naturaleza‖, quién mejor nos ilustra el uso de este artilugio con el que, a partir de una definición simple, puede crear objetos de intrincada belleza, que aún siendo recursivos, no son necesariamente fractales, situación que provoca que comúnmente se confunda la ―gimnasia‖ con la ―magnesia‖, por lo cual no es menester dejar clara su relación y sus diferencias.
Hofstader utiliza el término ―anidamiento‖ para describir coloquialmente las definiciones recursivas: a) La figura dentro de la figura, casi igual pero más pequeña b) Un dibujo dentro de otro dibujo, casi igual pero más pequeño c) La fórmula matemática que contiene la misma fórmula matemática, pero aplicada a un número menor
Las definiciones recursivas, pueden definir conjuntos matemáticos, dibujos como la portada de ―Ummagumma‖ de Pink Floyd, los grabados de M.C. Echer, las matrushkas, la aporía de Zenón de Elea de Aquiles y la Tortuga o las fugas de Bach, de hecho, la mayoría de estos son ejemplos de objetos recursivos, que son mencionados por Douglas R. Hofstadter en su fabuloso libro ―Göedel, Escher, Bach: una Eterna Trenza Dorada‖ (además de usar a Escher y Bach como parte del título de su libro, Hofstadter emplea ingeniosos diálogos entre Aquiles y la tortuga durante el texto). Pero no todos los objetos generados con definiciones recursivas son fractales, pues no tienen necesariamente una dimensión fraccionaria, ni son autosimilares. En el caso de la portada del disco, si tomamos la esquina superior derecha y la cortamos, no es similar a la equina inferior izquierda, es decir no es autosimilar, pero la totalidad de la imagen, sí depende de una definición más simple (mas pequeña) de sí misma, para determinarse por completo. Es decir la imagen ES recursiva, pero NO es fractal.
Un ejemplo de una definición matemática y recursiva, lo constituye el factorial de un número natural: Factorial(n) = n*Factorial(n-1) – En este caso la versión más simple es el factorial del número anterior Factorial(1) = 1 – A esta definición del ―más simple‖ de los casos, se le conoce como raíz de la definición Si queremos saber el factorial de 4, se calcularía así: Factorial(4) = 4*Factorial(3) Factorial(3) = 3*Factorial(2) Factorial(2) = 2*Factorial(1) Factorial(1) = 1 Factorial(4) = 4*(3*(2*(1))) = 24 – Si vemos los paréntesis, se puede apreciar el ―anidamiento‖. Otro ejemplo es el de una caja de chocolate que es recursiva y no es fractal. Aunque no encontré especímenes, yo recuerdo que las botellas de aceite de oliva ―Ybarra‖, tenían dibujada una botella más pequeña que a su vez tenía su etiqueta; yo me preguntaba si no se detenía nunca o simplemente ―no me daba la vista‖. De hecho recuerdo también que un tiempo el elefante de los chocokrispies detenía en su trompa una ―cajita de chocokrispies‖, aunque no puede ~ 93 ~
RLV 4 encontrar una muestra. También se ilustra la mediante una imagen del ―Royal‖ para cocinar.
naturaleza, hacen referencia a los fractales y la ―Teoría del Caos‖. En cada inicio de capítulo hace mención a ―iteraciones‖, que por un lado se ilustran con dibujos de curvas fractales de un orden cada vez más grande (cuyo trazo es cada vez más complejo), y por otra parte, describiendo situaciones cada vez más complejas a las que enfrenta a los personajes de la novela. Por ejemplo la primera cita menciona:
Curva del Dragón, Iteraciones 1, 2, 3 y 4
“En los trazos iniciales de la curva fractal, pocas pistas de la estructura matemática subyacente pueden ser vistas”
Curva del Dragón, Iteración 8
También vale la pena mencionar, que en su versión cinematográfica, Steven Spilberg utiliza magníficamente los fractales generados por computadora para simular la textura de la piel de los dinosaurios, pero por otro lado, toda la ingeniosa argumentación que la novela hace para hablar de fractales, Teoría del Caos y la imposibilidad de controlar los eventos que la naturaleza plantea en múltiples iteraciones fractales, queda perdida en una tibia e intrascendente escena en la que, el Doctor Ian Malcom (Jeff Goldblum) le toma la ―manita‖ a la doctora Sattler (Laura Dern) y le pone una gota de agua en el dorso, para explicarle que la teoría del casos es la que expone porque no se puede determinar la ruta que tomará esa gota de agua al deslizarse. Supongo que ver fractales vende más que hablar de ellos, en fin, don Benoit nos dejó su legado, nosotros determinamos cómo lo aprovechamos.
Epílogo Durante la escritura de este sencillo homenaje a Benoit Mandelbrot y a los fractales, estaba dejando fuera la magnífica versión (y entendimiento) que de los fractales hace Michael Crichton en su novela ―Parque Jurásico‖, a través de su personaje el doctor Ian Malcom, cuyas citas respecto a lo difícil de determinar y lo imposible de controlar el comportamiento de la ~ 94 ~
RLV 4 Bibiliografía ―Gödel, Escher, Bach: an Eternal Golden Braid‖ Douglas R. Hofstadter 1979, Basic Books (Hubo una traducción al español publicada en México por CONACyT y la revista ―Ciencia y Desarrollo‖ en 1982, pero creo que no se ha vuelto a editar) ―How long is the coast of Britain? Statistical self-similarity and fractional dimension‖ 1967, Science: 156, páginas 636-638 ―Longitud y Área de Curvas Fractales. Dimensión Fractal‖ Pablo Montesdeoca Pérez 2005, Departamento de Matemáticas, Universidad de las Palmas Gran Canaria
Curva del Dragón después de 20 iteraciones
―Gomorra‖ Roberto Saviano, páginas 74 y 75 2006, Random House, Mondadori ―Parque Jurásico‖ Michael Crichton 1994, Lectorum Editores ―Fractal del Dragón‖ Quangtan - Nguyễn Quang Tân http://quangtan.wordpress.com/2007/01/ Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Curva_del_drag%C3%B3n
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Alí Chumacero: Modesto Pero Nunca Humilde Pedro Flores
"Quiero que a la hora de la hora cuando me vaya con la música a otra parte, me recuerden como un hombre venido de un pueblecito pequeño que se llama Acaponeta, de un estado pequeño que se llama Nayarit; buscando un sitio propio". Alí Chumacero
El
viernes 22 de octubre falleció el poeta Alí
Chumacero. Si él quería que se le recordara como un hombre que buscó un sitio propio, puede estar satisfecho porque se cumplió su deseo. Con su trabajo se creó un sitio muy respetable en el mundo editorial mexicano iniciando desde abajo como tipógrafo y como corrector de estilo, esa labor casi anónima de limpiar y dar lustre al trabajo de los demás. Trabajador de la cultura, fue consejero editorial de El Fondo de Cultura Económica, fundador dela revista cultural Tierra Nueva, redactor de El Hijo Pródigo y de México en la cultura. Fue director de Letras de México y becario de El Colegio de México en 1952 y del Centro Mexicano de Escritores entre 1952 y 1953. Desde 1964 fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Este currículum de diseñador y constructor de una buena parte de nuestra estructura literaria moderna bastarían para rendirle un muy merecido homenaje. Siempre mantuvo una opinión modesta pero respetuosa de sí mismo: ―No soy un intelectual, yo trabajo como un
albañil, viendo papeles y anotando. No acarreo ladrillos, pero tomo la pluma para hacer trabajo menor. Nunca dejaré de ser un obrero del libro‖. Pero resulta que don Alí Chumacero, muy por encima de esta labor de obrero de la cultura era poeta –lo cual lo convierte en universal— y un poeta espléndido, habría que decirlo. Su poesía es viril, amorosa, de un lirismo brillante, con figuras muy logradas de inmensa belleza y sugestiva motivación para elevar a un nivel sublime los deseos terrenales del hombre. Si el cerebro humano es el órgano para seducir a las hembras de la especie, Alí Chumacero lo había ejercitado y desarrollado a una efectividad que podría, con su poesía, escribir un manual para seducir y cantar al amor por la mujer, que es lo mismo que decir cantar a la vida: Olas de luz tu voz, tu aliento y tu mirada en la dolida playa de mi cuerpo; olas que en mí desnúdanse como alas, hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno, cuando al sentirme junto a tu desnudo se ilumina la forma de mi cuerpo. Un mar de sombra eres, y entre tu sal oscura hay un mundo de luz amanecido. La luminosidad de sus poemas se agiganta con el marco de la austeridad de su producción: de lo bueno, poco. Nomás para hacer agua la boca, de su Poema de amorosa raíz:
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RLV 4 Cuando aún no nacía la esperanza ni vagaban los ángeles en su firme blancura; cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios; antes, antes, muy antes.
tercera obra poética, años más tarde declaró: "Todo lo que he escrito después lo he guardado o quemado". Por cierto, sus íntimos amigos lo apodaban Alí Chupacero por su afición, que con honor comparto, al tequila derecho en caballito sin ensillar. De su trabajo de albañilería cultural destaca el haber sido editor y corrector de estilo de muy reconocidos escritores mexicanos como Alfonso Reyes, Octavio Paz, Juan Rulfo, Xavier Villaurrutia, Juan José Arreola y Carlos Fuentes.
Cuando aún no había flores en las sendas porque las sendas no eran ni las flores estaban; cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas, ya éramos tú y yo.
Sobre Jaime Sabines no escatimó en decir que era un magnifico poeta, que había logrado ser popular. "En un recital al que yo no acudí, Sabines dijo que había logrado reunir a cinco mil personas. Suponiendo que estuviera presumiendo y que en realidad fuera cuatro mil 500, de cualquier modo son muchos". Acerca de la faceta de su trabajo como corrector de estilo, se creó la leyenda de que había metido mano en Pedro Páramo, la obra maestra de Rulfo, hasta un grado en el que había modificado e incluso mejorado la narración. En una entrevista, publicada en La Crónica (Martes, 11 de julio de 2006) aclaró: "En el caso de Juan Rulfo era un gran escritor. Mucho se dijo que yo había intervenido en el éxito de su novela Pedro Páramo, la verdad es que no es cierto. La novela estaba estupendamente escrita, tan es así que sólo le hice la corrección a dos palabras, de las cuales Rulfo sólo me aceptó una. Lo que sí le quité fueron las comas, que Rulfo ponía como si le estuviera echando maíz a las gallinas, además de algunos guiones de diálogos que no estaban en su lugar.‖ Perdón, pero aún no paro de cagarme de la risa, ¡qué chingón viejo! Su humor era legendario. Sobre su breve producción poética (tres libros) comentaba que le daba una ventaja, cualquiera podría decir que había leído completa la obra de Alí Chumacero. Después de publicar Imágenes desterradas, su
Don Alí murió prematuramente a los 92 años. La muerte de un poeta es una inmensa pérdida para la humanidad. Extrañaremos sus versos para cantar nuestra pasión amorosa.
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Mike Edwards: Fanfarria Para el Músico Común Alexandro Hernández
En días pasados nos enteramos de la excéntrica muerte de Mike Edwards, músico recordado principalmente por haber alineado en la Electric Light Orchestra (ELO) de 1972 a 1975. Edwards llegó a ELO como consecuencia de la lucha por el control creativo del grupo entre Roy Wood y Jeff Lynne, batalla ganada por Lynne y a la postre, la apuesta ganadora en términos de popularidad musical. Esta batalla causó la salida de Wood durante la grabación del segundo disco de ELO, titulado ―ELO II‖, y es entonces que llaman a Edwards para incorporarse al grupo. Cada vez que escuchamos los bizarros arreglos de cuerdas de la versión de ―Roll Over Beethoven‖, estamos escuchando a Edwards como parte de la sección de cuerdas (violín y dos cellos) que ensambló Lynne como acompañamiento a la formación estándar de banda de rock (guitarra eléctrica y la sección rítmica: batería y bajo), fórmula que le daría notoriedad a ELO y que Lynne mantendría durante buena parte de la trayectoria del grupo. Edwards aportó a ELO durante los discos de estudio ―ELO II‖, ―On the Third Day‖ y ―El Dorado‖. Si bien aparece como miembro del grupo, su aportación es más bien del tipo ―músico de estudio‖, uniéndose a las anónimas legiones de músicos que
ejecutan las partes de apoyo. ¿Quién recuerda los nombres de la línea de contrabajos de la Sinfónica Nacional de Enrique Diemecke? ¿Quién a los mariachis acompañantes de Javier Solís en ―Sombras‖? ¿Quién es el trovador que en las playas de San Carlos, Sonora, canta las estrofas completas de ―El moro de Cumpas‖? O más cerca del caso de Edwards, ¿cuáles fueron los nombres de los músicos de la orquesta que dirigió Louis Clark en ―El Dorado‖? Muy pocos, si es que alguien, saben la respuesta a esas preguntas. Mike Edwards es un emblema del músico común, y al hacerle este sencillo homenaje, recordamos a todos esos músicos que nos han dado un poco de felicidad con su trabajo de soporte, trabajo indispensable y al mismo tiempo, poco reconocido. Poco más sabemos acerca de Mike Edwards. Trabajó como músico clásico en varios ensambles, vivió vida en comuna, se convirtió al budismo y al final se encontró con una paca rodante y fuera de control de 600 kilos que le puso alto a su furgoneta y a su vida. Su cifra y recuerdo quedan en los ataques furiosos de cuerdas de Roll Over Beethoven que unieron a Chuck Berry con Beethoven, y que invariablemente escuchamos con ganas de bailar y sintiéndonos llenos de energía y vida.
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WRITER HERO
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Udder Maddness (Ubres locas) Woody Allen, trad. Pedro Flores
Nuevamente he elegido para el Writer Hero un cuento de Woody
Sin un afán de hacer el texto pesado, realicé un ejercicio de poner notas al final del cuento cuando se menciona alguna persona o concepto que no necesariamente manejamos con soltura quienes tenemos como principal fuente de cultura los chismes de Paty Chapoy y Pepillo Origel. Como juego, se propone leer el cuento tratando de consultar lo menos posible las notas: de 0 a 3 consultas, eres un personaje culto y educado, ciudadano del mundo, casi estoy seguro que una de las notas se refiere a ti; de 4 a 8 consultas, eres un asiduo visitante de la ciudad de los rascacielos y ya tienes boletos reservados para las próximas dos temporadas teatrales en Broadway; 9 a 12 consultas, posees un buen nivel cultural y puedes sostener una conversación más o menos decente con el jet set; 13 a 20, aún te quedan algunos recuerdos de la prepa y creo que ves con frecuencia los canales de espectáculos; 21 o más, ¡Gracias!, tuviste la amabilidad de leer hasta el fin.
Allen. Su relato, llamado Udder Madness (juego de palabras: Utter madness, que sería como Locura de atar, Locura extrema, suena muy parecido a Udder Madness, Locura de Ubres o Ubres Locas) apareció a principios de año en The New Yorker, una revista que intenta competir con la RLV. Con su peculiar sentido del humor, Woody Allen se burla de los reportes científico-policiales empleando una metáfora vacuna. Allen hace gala de erudición y conocimiento de la cultura, de los personajes del mundo intelectual y del espectáculo neoyorkino. Su cuento está plagado de términos en yiddish, pues transcurre en el seno de una familia de judíos adinerados que se mueven con naturalidad en un ambiente de educados y finos intelectuales. El personaje que narra el cuento en primera persona (podríamos decir en “primera res”) parece dirigirse a un público que se habla de tú con las vacas sagradas de Broadway y domina de manera natural todas las referencias de la cultura cosmopolita.
Que lo disfrutes
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Publicado en la sección Shouts & Murmurs, de la revista The New Yorker, 18 de enero de 2010.
Si mi interpretación de los acontecimientos de la última semana parece confusa, e incluso histérica, pido perdón. Por lo general soy muy tranquila. La verdad es que los detalles que voy a relatar son especialmente desconcertantes, al acontecer, como se verá, en un escenario tan pintoresco. De hecho, la granja de los Pudnick, en Nueva Jersey, compite con cualquier cuadro pastoral de Constable i, si no en extensión, sí con certeza en la calma bucólica. A sólo dos horas de Broadway, donde el más nuevo musical de Sy Pudnick, ―El virus carnívoro‖, se presenta a teatro lleno; es aquí, en medio de suaves colinas y verdes prados, donde el célebre letrista viene a relajarse y recargar su musa. Siendo un ávido granjero de fin de semana, Pudnick, y su esposa Wanda, cultivan su propio maíz, zanahorias, tomates y una mezcla de otros cultivos de aficionados, mientras sus hijos hospedan una docena de pollos, un par de caballos, un cordero lechal y a su segura servidora. Decir que para mí los días aquí son un Shangri-Laii no es una exageración. Puedo pastar, rumiar y repasar mi bolo alimenticio en armonía con la naturaleza y ser ordeñada puntualmente con suavidad por las manos humectadas con Kiehl iii de Wanda Pudnick. Una de las cosas que disfruto de manera particular es cuando los Pudnick tienen invitados durante el fin de semana. Qué dicha para una criatura intelectualmente subestimada como yo, estar cerca de los famosos de moda de Nueva York: escuchar actores, periodistas, pintores y músicos, todos intercambiando ideas y anécdotas ingeniosas que pueden resultar un poco fugaces para las aves de corral, pero nadie aprecia una buena historia de Anna Wintour iv o una nueva canción de Steve Sonheimv como lo hago yo, especialmente si es el mismo Steve quien la interpreta. Fue por eso que cuando vi en la lista de invitados a un escritor y director de cine con una larga relación de créditos, a pesar de que yo no estaba familiarizada con los títulos, anticipé un fin de semana largo, en ocasión del Día del Trabajo, particularmente brillante. Cuando me enteré que este autor en ocasiones actuaba en sus propias películas, visualicé una estrella y creador de cine tan formidable como Orson Welles y tan guapo como Warren Beatty o John Cassavetesvi. Imaginen mi sorpresa cuando vi al triple monstruo que les platiqué y no encontré ni un culto genio melancólico ni un ídolo de matiné, sino un insignificante gusano miope tras unas gafas de armazón negro, peinado toscamente al estilo de su propia idea de elegancia rural: todo vestido de paño y con aroma de maderas, con gorra y bufanda, listo para filmar ―La leyenda mágica de los Leprechauns vii‖. La criatura se dio a conocer desde el principio, quejándose de las instrucciones confusas que habían obligado a su chofer a perder horas conduciendo alrededor de una ruta de Möbius viii, el costo del peaje en las casetas y la gasolina, y el efecto imprevisto de las esporas del moho local sobre sus precarias adenoidesix.
Palabras clave Vacas; Granjas; Asesinato; Directores de cine; Letristas; Nueva Jersey; Animales Un artículo publicado.. por el Centro de Control de Enfermedades [informó] que alrededor de 20 personas murieron por ataques de vacas en los Estados Unidos. . . . En 16 casos, ―se cree que el animal golpeó a propósito a la víctima,‖ plantea el reporte. . . Excepto por una, todas las víctimas murieron por lesiones en la cabeza o en el pecho; la última murió después que una vaca la golpeó y una jeringa que llevaba en su bolsillo le inyectó un antibiótico que estaba prescrito para la res. En al menos un caso, el animal atacó por la espalda.—The Times.
Por último, le escuché exigir que colocaran una placa de madera bajo su colchón, porque lo consideraba demasiado suave para mitigar una espina dorsal en franca ruta hacia la osteoporosis. El Sr. Pudnick recordó que David Mametx le había mencionado alguna vez que solicitó cambio de avión cuando supo que este individuo iba en el mismo vuelo. Debo agregar que la mordacidad incesante de su carácter se expresaba con un gemido nasal parecido al del mirlitón xi; lo mismo con sus frecuentes bromas: un torrente de petardos mortales con intención de congraciarse pero que causaban en todos los que estaban al alcance del oído, el silencio de un palomar.
Broadway ~ 101 ~
RLV 4 participar. Todos, es decir, a excepción de cierto homúnculo servil, que se comportaba como si fuera la divina Dusexvi ante la perspectiva de encontrarse en el bosque entre garrapatas transmisoras de la enfermedad de Lymexvii y robles venenosos. Decidió quedarse en su habitación y hacer llamadas por teléfono para ver cómo iban los ingresos brutos de su nueva película, de la cual la revista Varietyxviii había dicho que tendría un interés limitado, sugiriendo que la estrenaran en la Atlántidaxix. Mi plan consistía en entrar en la casa, acercarme sigilosamente por detrás, y estrangular al pequeño carbunco xx charlatán con un cinturón. Con todo el mundo ausente, la policía supondría que había sido obra de un vagabundo. Se me ocurrió plantar una huella digital perteneciente a Dropkin, el encargado del mantenimiento de la granja, que en una ocasión les dio a los Pudnik uno de esos diagramas que muestran la silueta de un cuerpo como el mío y de donde provienen los mejores cortes de carne.
El almuerzo se sirvió en el jardín, y nuestro amigo, vuelto aun más pesado, gracias a cierto Sr. Glenfiddichxii, empezó a abordar temas sobre los que no tenía ni idea. Citando erróneamente a La Rouchefoucauldxiii, confundió a Schubert con Schumann y después le atribuyó a Shakespeare la frase ―No sólo de pan vive el hombre,‖ que hasta yo reconocí que procede del Deuteronomio. Cuando se le corrigió, se puso de mal humor y retó a la anfitriona a jugar unas vencidas para demostrar su opinión. A media comida, el pequeño y aburrido insufrible tintinó su copa para llamar la atención; acto seguido intentó jalar el mantel de la mesa sin dañar el juego de porcelana. No necesito decirles que lo que vino a continuación fue un holocausto mayor, dejando arruinado para siempre al menos un vestido de J. Mendelxiv y catapultando una papa al horno en el escote de una elegante dama de cabello castaño. Después del almuerzo, lo vi acomodarse la bola de croquet con el pie, creyendo que nadie lo veía.
John Constable, “La carreta de heno” A las 4:00 p.m. fui al corral y me aseguré que los pollos me vieran allí. Caminé lentamente por el establo, haciendo sonar la campana que cuelga de mi cuello para posteriormente establecer una coartada. De allí caminé casualmente por la parte trasera de la casa. Las puertas estaban cerradas y tuve que entrar por una ventana, causando una carnicería a una mesa cercana que sostenía un par de lámparas Tiffanyxxi. Subí de puntillas por la escalera, con las pezuñas en punta, teniendo un momento de apuro sólo cuando Paucity, la sirvienta, venía por el pasillo llevando toallas limpias, pero rápidamente me aplasté entre las sombras contra la pared del corredor mientras ella pasaba de largo. En silencio, me deslicé en la habitación de mi víctima y esperé a que regresara de la cocina, donde estaba asaltando el refrigerador por lo que había quedado de la comida. A solas allí, había improvisado un sándwich de costoso esturión y beluga, saturando el bagel con un tsunami de queso crema. Después regresó al piso de arriba. Escondida en el clóset más cercano a su cama, yo estaba inundada de angustia existencial. ¿Si Raskolnikovxxii hubiera sido una criatura de la especie bovina, una Holstein, por ejemplo, o tal vez una cuernos largos de Texas, la historia habría sido distinta? De pronto entró en la habitación con el bocadillo en una mano y una botella de oporto añejo en la otra. Haciendo acopio de todo el sigilo disponible empujé con mi nariz la puerta del clóset y, en silencio, me paré detrás de él, apretando el cinturón—una tarea nada fácil para una criatura sin pulgares oponibles. Lentamente lo fui deslizando hacia arriba preparándolo para rodear su garganta y ahogar el soplo de vida del salivoso pigmeo de cuatro ojos.
Mr Glenfiddich Cuando la acumulación de whisky hizo mella en sus capilares, arrastrando las palabras lanzó una invectiva contra los críticos neoyorkinos por no concederle honores a su última película, ―Louis Pasteur Conoce al Hombre Lobo‖. En este punto ya les había echado el ojo a las mujeres atractivas y, tomando entre sus patas de roedor la mano de una actriz, susurró, ―Pequeña descarada, calculo que por esos pómulos tan altos que tienes, por tus venas corre sangre Cherokee.‖ Comportándose como la prudencia en persona, la dama, de alguna manera, resistió el impulso de agarrarle la nariz con su puño y darle varias vueltas en sentido contrario a las manecillas del reloj, hasta hacerla sonar como un engrane entrampado. Fue en ese momento que decidí matarlo. Después de todo, ¿echaría el mundo realmente de menos a este pequeño supositorio vanidoso, con su acicalada confianza en sí mismo y su encanto vomitivo? Al principio pensé en pisotear a la chinchexv con gafas, pero sentí que para hacer el trabajo adecuadamente necesitaría como doscientas cabezas más de ganado para aplastarlo bien. No había cerca acantilados rocosos donde yo pudiera rozar al miserable con un poquito del movimiento de mi cadera y lo enviara al fondo en caída libre. De repente, me surgió la idea. Se había mencionado una caminata por el campo, y todo el mundo estaba ansioso por ~ 102 ~
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i
John Constable (East Bergholt, Suffolk, 11 de junio de 1776 — 31 de marzo de 1837) fue un pintor inglés de paisajes. La región de Suffolk fue el tema preferido de sus paisajes, hasta el punto de que el área del Valle de Dedham, en Suffolk, se conoce como el país de Constable. Su obra más famosa es La carreta de heno.
ii
En su novela Horizontes perdidos, de 1933, James Hilton describe Shangri-La, el lugar de los Himalayas en el que había paisajes maravillosos y en donde el tiempo se detenía en un ambiente de paz y frescura. Está basada en la mística ciudad budista de Shambhala.
iii
Kiehl‘s (se pronuncia como ―quiils‖) es una marca de cosméticos fundada en Nueva York en 1851. En la actualidad tiene tiendas en todo el mundo y desde el año 2000 le pertenece al grupo L'Oréal. Kiehl's se especializa en la fabricación de productos para el cuidado de la piel, el cabello y el cuerpo.
iv
Anna Wintour, OBE (Orden del Imperio Británico, en grado de Oficial. Nacida el 3 de noviembre de 1949) es la editora general de la edición norteamericana de la revista Vogue, puesto que ha ocupado desde 1988.
v
Stephen Joshua Sondheim (Nacido el 22 de marzo de 1930) es un reconocido compositor y letrista estadounidense, especializado en el género musical.
vi
George Orson Welles (mayo 6, 1915 - octubre 10, 1985), fue un cineasta, actor, director teatral, escritor de argumentos cinematográficos y productor estadounidense, quien trabajó prolijamente en cine, teatro, televisión y radio.
Una de la lámparas de Tiffany De repente, como por fuerza del destino, mi cola quedó atrapada en la puerta del clóset y solté un fuerte sonido en tono bajo, un ¡muuu!, si se quiere. Se dio la vuelta y ahora nuestros ojos se encontraron: los suyos, pequeños, brillantes y penetrantes, los míos, grandes y de color café. Al verme erguida sobre mis extremidades traseras, a punto de caerle encima, lanzó un balido de soprano no muy distinto a una nota particular que Dame Joan Sutherlandxxiii alcanza en una grabación para Deccaxxiv de ―Sigfried‖, que poseen los Pudnik. El sonido alertó al grupo, que se encontraba abajo y que había regresado cuando empezó a llover. Entré en pánico y me lancé en estampida a la puerta del dormitorio mientras intentaba dirigir hacia la ventana con mi lenguaje gestualxxv al diminuto virus de sarampión que ya volaba por el aire con mi empujón. Mientras tanto, extrajo una lata de gas pimienta que siempre llevaba consigo, lo cual no me sorprende, dada la cantidad de enemigos que debía tener. Trató de rociármela en la cara pero, siendo un tontoxxvi, la sostuvo al revés y sólo acertó en fumigar el arrugado mapa de su propio rostro. En ese momento la familia ya subía a saltos por la escalera. Con la astucia de un zorro, tomé la lámpara de noche, la rajé sobre mi cabeza y me quedé inmóvil, mientras los demás sacaban por la puerta a la pústula quejumbrosa, lo metían en la vagoneta todoterreno y partían hacia el hospital más cercano. Las últimas historias que se cuentan en el granero relatan que el tipo balbuceaba incoherencias durante todo el camino, y que incluso las dos noches siguientes que pasó en el Bellevuexxvii no pudieron devolverle la razón. Sé que los Pudnick lo borraron de su BlackBerry y rociaron gasolina a su número telefónico, prendiéndolo en llamas. Después de todo, ya no sólo es una larva social, sino un loco paranoide, musitando sin fin algo acerca de un intento de homicidio por una Hereford. ♦
Warren Beatty (nacido en marzo de 1937) es un actor, productor, guionista y director cinematográfico norteamericano. Sus películas más interesantes constituyen una aguda reflexión sobre los valores de la sociedad de su país. Al igual que Robert Redford, es considerado uno de los últimos sex symbols masculinos del cine clásico estadounidense. John Nicholas Cassavetes (diciembre 9, 1929 – febrero 3, 1989) fue un actor, guionista cinematográfico y cineasta norteamericano. Apareció en gran cantidad de filmes hollywoodenses. Se le reconoce más por su trabajo pionero en filmes norteamericanos independientes, en los que destaca el empleo de la improvisación y un estilo de cinéma vérité.
Para leer más: http://www.newyorker.com/humor/2010/01/18/100118sh_s houts_allen?printable=true#ixzz0rXDRle3Q
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La Leyenda de los Leprechauns (Leprechaun, título original en inglés) es una película de terror, de 1993, dirigida por Mark Jones. Muestra una de las primeras actuaciones de Jennifer Aniston, antes de hacerse famosa por su participación en la serie Friends. Aunque tuvo un éxito comercial, la película no fue bien acogida por la crítica; obtuvo un promedio de 30% con una calificación de 4/10 por el sitio Rotten Tomatoes (la versión gringa de nuestro Jitomatazos y Cebollazos, para películas).
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Banda de Möbius. Superficie matemática no orientable, con la propiedad topológica de presentar una sola cara y un solo
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borde. Se puede construir un modelo tomando una tira de papel y darle media vuelta a un extremo; después se unen los extremos para formar un lazo. Si se intenta "recorrer" esta superficie por el medio, al dar media vuelta se llegará al ―otro lado‖ del punto de partida pero con la orientación invertida; si continúa, llegará al punto de partida, demostrando que la cinta sólo tiene una cara y un borde. ix
Las adenoides son tejidos situados entre la nariz y la garganta, cuya función es atrapar los gérmenes que ingresan al organismo mediante la respiración. Ya que dichos protectores se encuentran en contacto frecuente con microbios, corren el riesgo de infectarse y, de no recibir tratamiento, pueden ocasionar sordera y asfixia. Una complicación de la infección de las adenoides es la rinolalia, hablar como si la nariz estuviera obstruida.
x
David Mamet (Chicago, Illinois, 30 de noviembre de 1947) es un novelista, ensayista, autor teatral, dramaturgo, guionista y director de cine estadounidense.
xi
Mirlitón: Silbato formado por una caña hueca y cerrada, al menos en uno de sus dos extremos, con una membrana de papel fino o de otro material semejante, que, al soplarse por una abertura que tiene en el centro, vibra produciendo un sonido parecido al nasal. Real Academia Española de la Lengua.
xii
Glenfiddich es una de las destilerías más importantes de Escocia y del mundo. Produce un finísimo whisky de una sola malta.
xiii
Francisco VI, duque de La Rochefoucauld (15 de septiembre, 1613, París – 17 de marzo 1680). Escritor, aristócrata y militar francés, conocido, sobre todo, por sus Máximas.
xiv
J. Mendel. Marca de alta costura, especializada en pieles y otras texturas. Ha permanecido en niveles de excelencia por cinco generaciones en Nueva York.
xv
Vontz en el original. Del yiddish, vontz (o vants, bedbug), chinche, persona despreciable.
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Eleonora Duse (Pavia, 1858 - Pittsburgh, 1924) fue la más célebre actriz de teatro italiana de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Apodada La Divina, fue la contraparte de la francesa Sarah Bernhardt, las dos actrices más famosas de teatro de todos los tiempos, cada una con estilos diferentes.
xix
Atlántida (en griego antiguo Ατλαντίς νῆσος, Atlantís nēsos, ‗isla de Atlantis‘) es el nombre de una isla legendaria desaparecida en el mar, mencionada y descrita por primera vez en los diálogos Timeo y el Critias, textos del filósofo griego Platón.
xx
Carbunco: Enfermedad virulenta y contagiosa, frecuente y mortífera en el ganado lanar, vacuno, cabrío y a veces en el caballar. Es transmisible al hombre, en el que se denomina ántrax maligno, y está causada por una bacteria específica. Real Academia de la Lengua Española.
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Famosas lámparas fabricadas por la casa del mismo nombre. Una lámpara Tiffany está hecha con muchos tipos distintos de vitrales; la más conocida es la construida con vidrio emplomado. La primera lámpara Tiffany fue creada en 1895. Hermosas en su diseño y complejidad, cada lámpara era fabricada a mano por artesanos expertos y no por máquinas ni en producción masiva. Las lámparas Tiffany se consideran parte del movimiento Art Nouveau.
xxii
Rodión Románovich Raskólnikov es el protagonista de la novela rusa "Crimen y Castigo", de Dostoievski.
xxiii
Joan Alston Sutherland, OM, AC, DBE (Orden de Mérito del Reino Unido, Orden de Australia, Orden del Imperio Británico, en grado de Dama Comandante; nacida en Sídney, Australia - 7 de noviembre de 1926). Soprano de coloratura, australiana, notable por su contribución al renacimiento del bel canto desde finales de los años 50 hasta los años 80.
xxiv
Decca Records es un sello de grabación musical del Reino Unido, establecido en 1929. Tradicionalmente el nombre Decca se asociaba con música clásica. [Nota curiosa de la nota xxiv: En 1962 el director de la rama británica del sello rechazó la oportunidad de grabar a The Beatles, para grabar a un conjunto local llamado The Tremeloes. Dick Rowe, jefe de la división de música popular, dijo de The Beatles que ―no nos gusta su sonido y esa música de guitarra está en decadencia‖. Visto años después, se trata de un error histórico. Notables rechazos posteriores incluyen a The Yardbirds y Manfred Mann. Irónicamente, rechazar a The Beatles les llevó indirectamente a firmar con uno de los mayores artistas de la compañía en los 60: The Rolling Stones.]
xxv
En el original, body-English. En general, body-English son todas las contorsiones nerviosas que hacemos con el cuerpo después de haber lanzado algún objeto (pelota, bola de billar o de boliche, golf, etc.) tratando de dirigirlo hacia un lugar u objetivo. Desgraciadamente no encuentro ninguna expresión que diga eso en nuestro idioma. ¿De dónde viene la expresión? Me imagino que es una manera de decir que lo que no pudiste lograr con la acción física (golpear o lanzar la pelota) ahora lo quieres hacer con una especie de lenguaje corporal, ―inglés del cuerpo‖. Lo que me da mucha risa es que si no logras ―persuadir‖ a la bola de que entre a la portería, haga una chuza o haga un hoyo en uno, terminas mentando madres con gestos corporales y entonces en inglés se dice body-Spanish, body-French o body-Italic.
נץ:
xvii
La enfermedad de Lyme es una infección causada por una bacteria llamada Borrelia burgdorferi (un tipo de bacteria que corresponde al grupo de Spirochete), que es transportada por el venado. Una garrapata infectada puede transmitir la enfermedad de Lyme a humanos y animales a través de su picadura. Fuente: American Lyme Disease Foundation, Inc.
xviii
Variety es una revista semanal sobre la industria del entretenimiento. Fue fundada en la ciudad de Nueva York, en 1905, por Sime Silverman.
~ 104 ~
RLV 4
xxvi
Schmendrick en el original. "Persona tonta‖. Término que data de 1944. Del yiddish, shmendrik, debido al nombre de un personaje en una opereta de Avrom Goldfaden (18401908), padre del teatro Yiddish.
xxvii
Centro Hospitalario Bellevue, con frecuencia identificado sólo como Bellevue, es el hospital público más antiguo de los Estados Unidos, fundado el 31 de marzo de
1736. Se localiza en la Primera Avenida en el barrio Kips Bay de Manhattan, Nueva York. El nombre de las instalaciones del hospital es muy conocido por referencias literarias, cinematográficas y de la televisión. Aunque el hospital cuenta con muchas especialidades, el término "Bellevue" casi siempre se refiere a la sección psiquiátrica.
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RLV 4
El Interesante Caso de Nerón, el coñac de Chejóv y un Golpeador Seamus Heaney, trad. Alexandro Hernández
a la que son susceptibles los hijos de padres con temperamentos opuestos. En este caso, el niño es el poeta, y los padres se llaman Arte y Vida. Tanto el Arte como la Vida han tenido su parte en la formación de cualquier poeta, y ambos deben ser amados, honrados y obedecidos. Y sin embargo, a menudo ambos son percibidos como en conflicto, y ese conflicto es sufrido de forma constante y empática por el poeta. Él o ella empiezan a sentir que la elección por uno de los dos, una opción de una vez y para siempre, simplificará las cosas. En lo profundo, por supuesto, está la certeza de que tal solución o disolución simple no es posible, pero la mente en vela desea constantemente alguna lealtad aclarada, sin complicación o ambivalencia.
En 1972, en Belfast, una tarde acordé de encontrarme con mi amigo, el cantante David Hammond. Nos encontraríamos en un estudio de grabación para preparar una cinta con canciones y poemas para un amigo mutuo que vive en Míchigan. La cinta sería enviada en recuerdo de una fiesta a la que el hombre de Michigan había asistido algunos meses antes, en la que se cantaron con gran convicción tonadas y canciones. La ocasión había sido inmensamente disfrutable, y la intención de la cinta era promover esa felicidad y generosidad que una canción, entendida como poesía y música, promueve por principio de cuentas. En ese evento, terminamos por no grabar la cinta. Camino al estudio, ocurrieron una serie de explosiones en la ciudad y el aire estaba lleno de sirenas de ambulancias y camiones de bomberos. Se hablaba de varias muertes. Cierta furia soterrada era evidente tras las ―atenciones‖ que nos proporcionó el leal personal de seguridad de la BBC que nos recibió en el estudio. La sensación era de no saber qué esperar. Y continuaba el aullido implacable y desconsolado de las ambulancias.
Tal vez Arte y Vida suenen un tanto lejanos, así que pongámoslo más melodramático y llamémosles Canción y Sufrimiento. Lo que David Hammond y yo experimentamos en su nivel más inmediato y obvio, fue el sentimiento de que la canción constituía una traición al sufrimiento. Para regresar aún más a una versión arquetípica aunque caricaturizada de la misma situación: si hubiésemos tocado y cantado y recitado poemas, hubiésemos seguido el ejemplo del músico y cantante Nerón, quien de forma notoria tocaba su lira mientras Roma ardía. Desde entonces, la acción de Nerón ha sido tenida como ejemplo de irresponsabilidad humana, si no es que de la insensibilidad; convencionalmente, representa la abdicación de la necesidad instintiva que siente un ser humano en situaciones en que se lamenta, si no es que se trata de impedir, la suerte de los golpeados; proverbialmente, ha llegado a representar las acciones que son frívolas al punto de la afrenta, e inútiles al punto de la insolencia. Pareciera que nadie tiene nada bueno que decir de Nerón. Y pareciera que nadie nos culparía a Hammond y a mí por retraernos ante el sonido de las sirenas:
Esa era una música contra la cual poca impresión hacía la música de la guitarra que David desempacó. Ciertamente fue tan poca, que la mera noción de empezar a cantar en el momento en que otros empezaban a sufrir parecía como una ofensa a su sufrimiento. David no pudo pronunciar palabra al momento de cantar. Guardó de nuevo la guitarra y ambos nos encaminamos a la tarde destrozada. Empiezo con esta historia porque dramatiza la tensión que es el sujeto latente de varios de los ensayos en este libro i. Es una tensión a la cual son susceptibles todos los artistas, similar ~ 106 ~
RLV 4 haber cantado y recitado poemas en tales condiciones hubiese sido una indulgencia culposa.
despectivamente llama ―Poesía‖. apasionadamente anti-heroico:
Todo
el
texto
es
Este libro no trata de héroes. La poesía inglesa aún no está preparada para hablar de ellos.
¿Por qué la alegre afirmación de música y poesía debe convertirse en una afrenta a la vida?
Tampoco trata de las hazañas, ni de tierras conquistadas, ni nada que tenga que ver con la gloria, el honor, lo grandioso o majestuoso, el dominio o el poder, no trata de nada que no sea la Guerra. Pero por sobre todas las cosas, no estoy interesado en la Poesía.
¿De verdad? ¿Por qué la alegre afirmación de música y poesía debe convertirse en una afrenta a la vida? Una respuesta es, por supuesto, que puede haber complacencia y aislamiento de la realidad en cierto arte, lo que en sí mismo constituye la afrenta. Esta percepción –de la mistificación de la que el Arte puede ser portador– fue notoriamente resentida en aquellos poetas que experimentaron la brecha entre la realidad y la retórica en las trincheras de Flandes durante la Primera Guerra Mundial, y es desde ese momento de nuestro siglo que empezaron a ser sospechosas ciertas certezas radiantes e imperturbables acerca de la consonancia entre la verdad y la belleza. El locus classicus de esto se encuentra en la vida y poesía de Wilfred Owen, el joven poeta inglés que murió en el frente en 1918. Desde que Edmund Blunden publicó su edición de poemas y su recuerdo de Owen en 1931, este valiente y tierno poeta ha embrujado a la mente literaria como una especie de reto. El reto se enuncia de forma simple por Geoffrey Hill en estas líneas:
Mi tema es la Guerra, y la desgracia de la Guerra. La Poesía está en esa desgracia. Aún más, estas elegías no pretenden consolar a esta generación. Puede que a la siguiente. Todo lo que un poeta puede hacer hoy por hoy es advertir. Esta es la razón por la cual los verdaderos Poetas deben decir la verdad…
Y lo que esa veracidad demanda puede verse en el violento asalto que hace sobre las apacibles murallas del verso pastoral inglés en líneas como éstas: Si en algunos sueños asfixiantes pudieras estar En el mismo vagón en el que lo aventamos, Y vieses sus ojos blancos perdidos en su cara,
¿Deben los hombres sostener lo que escriben
En esa cara desencajada, como la de un diablo harto de pecado;
como lo hacen con sus catres de campaña o sus armas o bien ser abatidos camaradas mientras se desvanecen y lloran?
Si pudieses escuchar, a cada jalón, la sangre Que viene como gárgaras desde los pulmones infectos de espuma,
El hecho de que la pregunta de Hill está elaborada en términos del vocabulario de la Primera Guerra Mundial la hace aún más apropiada. ¿Debiera un escritor escribir sobre algo que no está preparado para vivir o, in extremis, para morir? ¿A qué se refería Horacio cuando escribió estas líneas: dulce et decorum est pro patria mori? ¿En verdad es dulce y correcto morir por la tierra de tus padres? Owen pregunta aún con mayor violencia: ¿a qué se refiere el poeta del siglo veinte que repite esa especie de retórica consoladora y confusa desde una muy prudente distancia del frente donde realmente ocurre la muerte? Sus poemas fueron hechos para indignar más que para consolar. Fueron escritos a partir del impacto de la decepción en que incurre la expresión artística convencional – en particular, la expresión de la noción que morir por tu país es algo bello. En un prefacio que no vería la luz hasta después de su muerte, ocurrida una semana antes de la firma del armisticio en 1918, Owen afirmó que sus poemas no tenían nada que ver con la complaciente y aceptable versión de la belleza a la que
Obscena como el cáncer, amarga como el vómito Las incurables, viles llagas en las lenguas inocentes, Mi amigo, no les dirías con tanto entusiasmo A los niños hambrientos de un poco de desesperada gloria, La vieja Mentira: Dulce et decorum est Pro patria mori. Tan sostuvo sus palabras Owen, que prácticamente abolió la línea entre arte y vida: aquello que pudiésemos llamar su santidad es un campo de fuerza que repele cualquier cosa que parezca tan privilegiada como lo es una crítica literaria. Sus poemas tienen la potencia de ser testimonio humano, de ser reliquias de un mártir, de forma que cualquier intrusión de la estética parece algo impropio. Tan opta por la verdad, que la ~ 107 ~
RLV 4 consideración de belleza resulta irrelevante. Recuerdo haber sentido esto de forma muy aguda cierta vez que disertaba sobre sus poemas en la Universidad de Queens, hace veinte años. En ese entonces, una parte de mis funciones era convencer a los estudiantes del poder y la realidad de la poesía, y obviamente la Primera Guerra Mundial constituía un magnífico ejemplo de un momento en el que los poetas funcionaban como figuras efectivas y heroicas de la vida en sus tiempos. Owen estaba en contra de la violencia de la guerra, en contra del desperdicio masivo y sacrílego de vidas que supone; era un objetor de conciencia en estado puro. Y aún así, cuando preparó a sus hombres y los guió a su destino de muerte, se comportó de tal manera que se contrapuso a su propia conciencia con el fin de lograr lo que veía como una meta mayor, a saber, el despertar de una conciencia general. “Los verdaderos poetas deben decir la verdad.” “Todo lo que un poeta puede hacer hoy es advertir.” Estos imperativos sólo pueden honrarse plenamente si el poeta que advertía o que decía su verdad, lo hacía con la autoridad de la experiencia, con la justificación tras de sí de haber servido en el ejército. De esta manera Owen sufrió el peso de realizar lo que la mayoría de la gente percibía como su incuestionable deber patriótico para poder ganar el derecho de cuestionar si a final de cuentas era un deber. Actuó lo que deploraba para poder deplorar lo que actuó: se ganó el derecho a escribir sus líneas poniéndose en la línea, y nadie que haya leído los poemas de Owen puede subestimar su costo en términos de trauma y valor y dolor.
huevecillos de liendres que yo ejercía, y el altísimo precio en términos de sufrimiento emocional y físico que el poeta pagó, con el fin de crear estos poemas.
Así pues, es fácil venerar a este poeta como una especie de figura santa, la víctima, el chivo expiatorio, el paradójico caballero de la violencia, con una metralleta en una mano y un mea culpa en la otra. Y al reverenciarle, como una figura de valor, alguien cuya sustancia moral hace que el resto de nosotros nos sintamos como meras sombras morales, pareciera una impertinencia cuando empezamos a hacer lo que yo hacía ocasionalmente en algunas de las lecturas de aquellos años – hacer observaciones críticas peyorativas acerca de los adjetivos y sustantivos excesivamente vehementes en las líneas de Owen que he citado. He aquí de nuevo un encuentro crucial entre el arte y la vida. Y aquí de nuevo, la consideración artística, la necesidad de invocar cierta contención verbal, pareciese quisquillosa y trivial si se considera lo que yace tras las palabras. Aún así, a mi me interesaba no sólo que los estudiantes aprehendiesen el testimonio socio-político de los poetas; también me interesaba lo que es artísticamente bueno tanto como lo que es generalmente aceptado como bueno. Y me pareció que Dulce Et Decorum Est, un poema que fácilmente podría gustarles a los estudiantes, es también un poema con el que yo podía involucrarlos con la cuestión de la exageración al escribir. Preguntaba ―¿se le pasó la mano a Owen aquí?‖ En tan sólo cinco líneas tenemos ―diablo harto de pecado‖, ―gárgaras‖, ―pulmones infectos de espuma‖, ―amarga como el vómito‖, ―viles, incurables llagas‖. ¿No está siendo excesivamente insistente? ¿Un tanto explícito? Sin importar qué tan deprimentes fuesen para mí esas intrusiones, también sentía que era correcto hacer preguntas. Era obvio que existía una inmensa disparidad entre ese criticismo de buscador de
Wilfred Owen
Wilfred Owen, y otros como él en las trincheras de Flandes, están entre los primeros de un tipo de poeta que cada vez más aparece en los anales de la literatura del siglo veinte, y que se asoma como la sombra de una especie de figura juzgante por sobre todos los poetas que escribieron posteriormente. El nombre corto que hemos encontrado para esta figura es la del ―poeta testigo‖, y representa la solidaridad de la poesía con los condenados. El testigo es cualquier figura en la cual la urgencia de decir la verdad y la compulsión de identificarse con el oprimido se integran necesariamente con el acto mismo de escribir. Fue, por supuesto, el trágico destino de varios escritores de la Unión Soviética y de los países del bloque del Este, donde este ―llamado al testimonio‖ se sintió de forma más extrema. Sin embargo, uno simplemente debe pensar en el poeta galésescocés Sorley McLean, agobiado con el problema de conciencia acerca de si, como socialista y poeta, debiera ir a España a combatir con las brigadas internacionales en la Guerra Civil, para darse cuenta que no hay poeta que pueda ignorar la conciencia de estas vidas ejemplares. Ni siquiera el refugio de vivir en una tierra tan alejada como son las Hébridas ~ 108 ~
RLV 4 o hablar un lenguaje de minorías puede alejar del poeta las demandas de la época. McLean sintió que el derecho a ejercer su don lírico y su deber con los afligidos de la tierra en ese momento crítico de España, estaban relacionados de alguna manera. La frontera entre la canción y el sufrimiento podía ser abolida por la acción expiatoria y comprometida del poeta.
desechos de la sociedad rusa, criminales y decadentes de toda índole, eran exiliados junto a otros de los que la sociedad no quería saber nada, prisioneros políticos y agitadores. Chejóv, a pesar de su nueva posición exitosa dentro del mundo artístico y social, estaba determinado –extrañamente determinado, por lo que concernía al mundillo de los literati de Moscú– a llevar a cabo la expedición. Esto se debía en parte a su adherencia consciente a creencias acerca de trabajar por un futuro bueno y justo, y en parte, no hay duda de ello, debido a su identificación inconsciente con su abuelo que vivió en servidumbre. Era esta parte de sí mismo en las sombras, oprimida, con la cual estaba obligado a luchar, aquella con la que esperaba quedar en paz en la isla de Sakhalin. En alguna ocasión declaró que había exprimido la última gota de sangre esclava de sí mismo y al fin había despertado como hombre libre. Si están de acuerdo, esa es una declaración consciente de su intención. El viaje a Sakhalin sería un ritual semi-consciente de exorcismo de la sangre esclava en él y un amplio ejercicio de libertad psíquica y artística: sería un llamado en busca de la ―libertad interior‖, ―la sensación de estar en lo correcto‖, como lo expresaría su paisano, Osip Mandelstam, cuarenta años después. A toda costa, para enojo de sus amigos en los sitios de reunión de la capital, Anton Chejóv se dirigió a su viaje a las prisiones de Sakhalin en el verano de 1890 y, como regalo de despedida, sus amigos le obsequiaron una botella de coñac. La preservó durante las arduas y difíciles seis semanas de viaje por carreta y barco, hasta que la abrió y la bebió en su primera noche en la isla. A menudo he pensado en esto como en un momento emblemático: el escritor deleitándose con el coñac ambarino, saboreando los vapores de la intoxicación y una oleada de lujo entre la pestilencia de la opresión y la música de la crueldad –en Sakhalin él podía literalmente escuchar el chirrido de las cadenas de los convictos. El coñac representa no sólo el regalo de sus amigos, sino también el don de su arte, y he aquí la imagen del poeta apaciguado: justificado y sin vergüenza por el dolor que le rodea al encontrarse firmemente comprometido frente a este mismo dolor.
Anton Chejóv
La psicología de esto es completamente entendible, y entra en funcionamiento en el caso en el cual Chejóv visitó una colonia penal en la década de 1890, para registrar las condiciones bajo las cuales vivían los prisioneros, vivir con ellos, entrevistarlos y subsecuentemente publicar un libro acerca de sus experiencias. En este caso Chejóv estaba estableciendo sus derechos para escribir imaginativamente, ganándose la libre alegría de su ficción a partir de los duros hechos de su reporte sociológico. De forma significativa, llamó a su viaje a la colonia penal como su ―deber a la medicina‖, traicionando así una modestia característica y profetizando la culpa moderna del acto de escribir. El médico en él era al que obviamente de alguna manera veía como el poseedor de los derechos de un espacio en el mundo, mientras que el escritor debía ganarse ese espacio, debía ganarse el derecho al lujo de practicar su arte. Esto se resume bellamente en el espectáculo de Chejóv, en su primera noche en la isla-prisión de Sakhalin, emborrachándose con una botella de coñac.
En Chejóv, en Owen, en Sorley MacLean, encontramos el impulso de elevar la verdad por encima de la belleza, el refutar los reclamos soberanos de que el arte se sostiene por sí mismo, caricaturizado en la figura de Nerón, el cantante y músico culpablemente absorto en sus melodías mientras su ciudad ardía a su alrededor. En ellos, encontramos ejemplos de esa vergüenza, simbolizada por David Hammond rehusándose a cantar, lo cual puede encontrar el poeta mientras ejerce su don en libertad en presencia de los no libres y los lastimados. Cuando digo su don en libertad me refiero a que la poesía lírica, no importa cuán responsable sea, siempre tiene un elemento de no admitir restricciones. Siempre hay un elemento de celebración y despreocupación en el centro de la inspiración. Hay una sensación de liberación y abundancia que es la antítesis de toda condición de restricción y escasez. Y es por esta razón que, psicológicamente, el poeta lírico siente la necesidad de justificación en un mundo que tiene notables restricciones y privaciones.
Meses antes, en Moscú, sus amigos se sorprendieron en primer lugar de su determinación de hacer el espantoso viaje: Sakhalin era entonces una especie de Isla del Diablo donde los ~ 109 ~
RLV 4 Esta vergüenza del poeta a causa de la destreza de su arte es más que evidente en la poesía de los años de post-guerra de los países de Europa del Este, particularmente en la poesía de Polonia. Si Wilfred Owen, en las relativamente inocentes condiciones de lucha mano a mano de las trincheras, hubiese sentido que la poesía es una ofensa – ‗sobre todo, no estoy interesado en la Poesía‘–, cuánto más ofensivo les parecería a aquellos sobrevivientes polacos del horror y el Holocausto Nazi, y del cinismo soviético. La anti-poesía es para lo único que estaban preparados. En las palabras de Zbigniew Herbert, la tarea actual del poeta es ―salvar de la catástrofe de la historia al menos dos palabras, sin las cuales toda poesía no es más que un juego vacío de sentido y apariencias, a saber: justicia y verdad‖. Así pues, no asombra encontrar que Zbigniew Herbert escriba una pieza cuya función ostensible es abjurar de todo lirismo. El poema es llamado sencillamente ―Un golpeador‖ ii, y parece estar a favor de ese tener los-pies-en-la-tierra de la vida contra las fantasías voladoras y descontroladas del arte. Y aún así Herbert le otorga al arte sus derechos siempre y cuando conozca sus limitaciones. ―Vayan en paz‖ dice su poema. ―Disfruten de la poesía siempre y cuando no la utilicen para escapar de la realidad.‖ Absuelve tanto al poeta como a sus escuchas al mismo tiempo, siempre y cuando exista una auténtica penitencia, a saber, que se abjure de la poesía como un mero ornamento auto-indulgente. En otras palabras, tiendo a pensar que si Herbert hubiera estado con nosotros en el estudio en 1972, nos hubiese alentado a quedarnos y grabar la cinta.
llegado a estar altamente conscientes de la misma naturaleza condicionante del lenguaje, la manera como el lenguaje nos utiliza como vehículo tanto como nosotros lo usamos a éste, el punto central se mantiene: Mandelstam atestigua la necesidad de lo que llamamos el ―respirar libremente‖, aun al precio de su muerte: el arte de la poesía como un acto inspirado sin restricciones, sin didactismos, sin dictados de ningún partido.
Posiblemente nos hubiera preguntado ¿qué no nos dimos cuenta que la canción y la poesía añaden a la suma de lo bueno en este mundo? ¿Qué no somos capaces de recordar el ejemplo de Mandelstam, cantando en medio de la noche estalinista, afirmando el humanismo esencial del acto de la poesía contra la tiranía humana que le haría escribir no sólo a Stalin, sino a las presas hidroeléctricas? Opuesta a estos temas prescritos y propagandísticos, la cuestión esencial de la poesía lírica, según Mandelstam, es la espontánea alegría de ser ella misma, y la cuestión esencial para el poeta lírico era por tanto el asumir una condición de no sujetarse a ningún partido o programa, sino el ser verdadera, libre y absolutamente uno mismo. A diferencia de Chejóv, quien escribió explícitamente en nombre de los prisioneros, y a diferencia de Owen, quien tenía que impartir un mensaje redentor, Mandelstam no tenía un propósito social inmediato. La expresión de uno mismo era auto-justificable y creativa, como la naturaleza.
Osip Mandelstam
Así que si Owen patrocina un arte que abjura de la belleza a favor de la verdad, Mandelstam, a un precio igualmente alto, patrocina de nueva cuenta la proposición Keatsiana de que la belleza es la verdad, la verdadera belleza. Él es un ardiente recordatorio de la manera en la que no sólo las palabras ‗verdad‘ y ‗justicia‘ pueden ser rescatadas del desastre de la historia, sino también la palabra ‗belleza‘: un recordatorio de que la humanidad recibe un servicio por parte de la pura fidelidad poética del poeta a todas las palabras en su forma prístina, en la‖pureza de la articulación de su discurso.‖ Mandelstam murió porque no pudo suprimir la pulsión de cantar a su propia manera. Ocurrió que no tenía sentimientos anti-comunistas que expresar, pero aun así, al no querer cambiar su tonada en la forma que el Kremlin le requería, representaba una amenaza al poder del tirano y por tanto debía ser eliminado. Por tanto, él aboga por la eficacia de la canción misma, un emblema del poeta como una potente onda sonora; y cuando uno piensa en la nota de la soprano que resquebraja la copa de cristal, se tiene una imagen más de cómo la pura expresión artística puede resquebrajar el molde de perfección en una sociedad totalitaria.
Mandelstam dio a entender que era responsabilidad del poeta el permitir que se forme un lenguaje dentro de él, a la manera que se forman cristales en una solución química. El poeta es el contenedor del lenguaje. Su responsabilidad es sonar antes que declarar, la fonética antes que los planes quinquenales, la etimología antes que la economía. Mandelstam quiso entregarse a su proceso creativo sin la interferencia de la censura autoimpuesta o la imposición de la ortodoxia soviética. Para él, la obediencia al impulso poético equivale a la obediencia a la conciencia; la acción lírica constituye un testimonio radical. Aún y cuando desde ese entonces hemos
En el curso de este libroiii, a menudo invocaremos a Mandelstam y otros poetas de países del bloque del Este. Sigo ~ 110 ~
RLV 4 regresando a ellos porque hay algo en su situación que los hace atractivos a un lector cuya experiencia formativa ha sido irlandesa en gran medida. Hay un aspecto ambiguo de los distintos mundos que habitan, y uno de los retos que enfrentan es la sobrevivencia anfibia, en el plano de ―su tiempo‖ y en el plano del respeto moral y artístico que a sí mismos se tienen, un reto inmediatamente reconocible a cualquiera que haya vivido con los hechos espantosos y humillantes de la historia del Irlanda del Norte en las últimas dos décadas.
precisamente lo que debían oponer a la repetida intolerancia de la vida pública. Cuando Derek Mahon, Michael Longley, James Simmons y yo mismo publicamos nuestro primer libro, Paisleyvii ya estaba con sus gritos sectarios a todo pulmón y los ministros de gabinete de Irlanda del Norte regularmente recurrían a los atavismos de los Orangemen del Doce de Julioviii. En la prensa se proponían y reportaban expresiones espeluznantes de fanatismo como cosas cotidianas y no como cosas a ser comentadas. Nada en esta situación necesitaba ser expuesto puesto que estaba claro frente a todos. Parecía, más bien, que esas condiciones debían ser superadas y uno se siente tentado a ver el síndrome completo a la luz de la tesis de Jung de que un conflicto insoluble puede resolverse desbordándolo, desarrollando en el proceso un ―nuevo nivel de conciencia.‖ Este desarrollo implica el tomar distancia de sus propias emociones:
La relativa ausencia de temas irlandeses en esta selección no significa en automático una falta de interés de lo que ocurre en la poesía en la propia casa o en aquello que la inspira. Se ha generado un discurso literario y político, está en marcha un debate cultural, y sin embargo mucho de lo que se ha discutido es sobre el trabajo de poetas, dramaturgos y novelistas que han sido compañeros de generación y mis respetados mayores por más de un cuarto de siglo. En consecuencia, el debate de este libro va sobre mucho de lo que ya es, por principio de cuentas, dejà entendu. Cuando John Hewitt y John Montague, por ejemplo, recorrieron el Norte de Irlanda en 1970 con un programa de lecturas a sus poemas llamado ―The Planter and the Gael‖iv, el hecho de que fuera una gira promocionada por el Concilio de las Artes v y aun así llevase este título en particular representaba una cierta mejora en las condiciones locales. El monosílabo Gael era una forma de admitir, en el lenguaje oficial del Ulster unionista de que en efecto había una dimensión Gaélica en el ulsterismo –algo que hubiera sido tabú en los seis condados de Lord Brookborough vi en el que crecí en las décadas de 1940 y 1950. Ciertamente, el programa era en sí mismo sintomático de un intento general en ese momento de poner en acción conceptos como ‗herencia‘, ‗tradiciones‘ e ‗historia‘ en los espacios reluctantes de la cultura y la política. Era un paliativo, sincero a su manera, pero como todo mundo sabía, incluyendo a los poetas, no era toda la verdad.
Uno ciertamente siento los afectos y estos le atormentan, y al mismo tiempo uno se da cuenta de una mayor conciencia que observa a uno mismo, lo que previene que uno se identifique con el afecto, una conciencia que mira al afecto como si fuera un objeto y puede decir ”sé que sufro.” El ‗afecto‘ significa una turbulencia, una empañadura en la lente emocional, que se encuentra en peligro de angostar el rango de respuesta de la mente restringiéndose a lo que permite la misma turbulencia. En nuestro caso, este afecto surge de las exacerbaciones particulares de ser nativos y residentes de Irlanda del Norte en esa época. En la década de 1960, en el escenario de Jung, una ―más alta conciencia‖ se estaría manifestando en la forma de la poesía misma, un ideal hacia el que se volvieron los poetas para poder sobrevivir a las duras condiciones existentes. El logro de un poema, después de todo, es la experiencia de liberación. En ese momento de libertad, cuando el lirismo descubre la riqueza de su completitud y un placer formal atemporal llega a su plenitud y exhaustividad, ocurre algo que está justo a la mitad de la auto-justificación y la auto-anulación. Se establece un plano –efímero– en donde el poeta gana en cuanto a la intensidad de su ser y queda libre de todos sus predicamentos. La lengua, gobernada por tanto tiempo en la esfera social por consideraciones de tacto y fidelidad, por esas lindas reverencias hacia el origen de uno, ya sea el de la minoría o el de la mayoría, esta lengua queda repentinamente sin gobierno. Gana acceso a una condición libre de restricciones y, aun cuando no sea efectiva en la práctica, no necesariamente es ineficaz.
Igual que otros miembros de la población, jóvenes y viejos, los poetas conocían la realidad. Prejuicio sectario, discriminación en los trabajos y en la vivienda, manipulación de los distritos electorales por parte de la mayoría, el entendido general de que la policía era una fuerza paramilitar – todo esto se reconocía como deplorable, y aun así sería justo decir que para mediados de la década de 1960 existía una naciente expectación de mejores cosas, por ambos bandos. Obviamente que la vieja guardia no hubiese cedido concesión alguna fácil o voluntariamente, ni hubiese cambiado sus métodos, pero con un movimiento de derechos civiles más activo y vociferante, y con el surgimiento de una generación de políticos unionistas menos ostensiblemente triunfalista, podría confiarse parcialmente en el inicio de la evolución hacia un mejor y más justo balance interno .
Las siguientes páginas constituyen ensayos acerca de estas proposiciones acerca de la poesía. Pero además son sintomáticas de una ansiedad que, al arrogarse a uno mismo el derecho de refugiarse en la forma, de alguna manera termina uno por negar los reclamos del pordiosero que golpea a la puerta. Escribir estos ensayos ha sido una ayuda para aliviar esta preocupación y para verificar lo que de cualquier manera
Creo que los escritores de mi generación se ven a sí mismos como parte de la levadura. El hecho de que la acción literaria fuera planeada era en sí mismo una nueva condición política, y los poetas no sintieron la necesidad de dirigirse ellos mismos a los temas específicos de la política puesto que asumían que la tolerancia y las sutilezas de su arte eran ~ 111 ~
RLV 4 creo: que la poesía puede ser potencialmente tan redentora y posiblemente tan ilusoria como el amor. Ambos abarcan en prosa una convicción que quedó expresada hace una década en un poema llamado ―La casa del cantante.‖ La escribí para David Hammond después del evento descrito al inicio de esta introducción y citaré una vez más sus estrofas finales como un punto de reposo y como un punto de partida:
―The Interesting Case of Nero, Chekhov‘s Cognac and a Knocker‖ es el ensayo inicial de ―The Government of the Tongue, Selected Prose 1978-1987‖, de Seamus Heaney. i
Heaney discute el poema ―Un golpeador‖ en el ensayo que da título al libro ―The Governement of the Tongue‖. Aquí va nuestra versión: ii
La gente aquí solía creer
Están aquellos que cultivan jardines en sus cabezas caminos que van desde su cabello a ciudades soleadas y blancas
que las almas que se ahogaban renacían en las focas. En las mareas de primavera podrían cambiar de forma.
para ellos es fácil escribir cierran sus ojos y de inmediato batallones de imágenes bajan por sus frentes
Amaban la música y nadaban en busca de un cantante
quien podría estar al final del verano
mi imaginación es un pedazo de tabla mi único instrumento es un palo de madera
En la entrada de la muralla que protege su territorio su hombro como la columna, su canción
Golpeo la tabla me contesta si - si no – no
un bote de remos alejándose al atardecer.
es para otros la verde campana del árbol la azul campana del agua yo tengo un golpeador de jardines sin protección
Cuando vine aquí por primera vez siempre cantabas, era algo que mostraba tu elección lo más alto de tu arduo ascenso.
le pego a la tabla y me contesta con el seco poema del moralista si – si no – no
Elévalo de nuevo, hombre. Aún creemos lo que escuchamos.
Como ya comentamos en la primera de estas notas, este ensayo es la introducción del libro ―The Government of the Tongue‖ iii
Se refiere a los protestantes ingleses protestantes (the Planter) que a principios del siglo XVII se establecieron en Irlanda del Norte (Ulster), desplazando a los irlandeses del norte de tradición católica y herencia celta (the Gael). La gira mencionada fue un gesto de reconciliación en una Irlanda del Norte políticamente atribulada, y remite desde su nombre a los inicios del conflicto, varios siglos atrás. iv
v
~ 112 ~
Organismo inglés de promoción de las artes.
RLV 4
vi
Es decir, los condados que forman la Irlanda del Norte.
Se refiere a la fecha de conmemoración del triunfo de las fuerzas protestantes del rey Guillermo III de Orange, sobre las católicas del rey Jaime II en la batalla de Boyne, en Irlanda. A la postre, esta batalla permitió la continuidad de la supremacía protestante en el Ulster. viii
Ian Paisley, líder del Partido Unionista Democrático, de los más duros unionistas protestantes. vii
Seamus Heaney y Joseph Brodsky
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RLV 4
El Futuro Leonard Cohen, trad. Alexandro Hernández
Devolvedme mi noche rota
Las cosas van a desplazarse,
mi habitación de espejos, mi vida secreta
desplazarse en todas direcciones,
se está muy solo aquí,
no habrá nada, nada más que puedas medir
no queda nadie a quién torturar.
La ventisca, la ventisca del mundo ha cruzado el umbral y se ha trastocado el orden del alma.
Dadme control absoluto sobre cada alma viviente
Cuando dicen Arrepentíos, Arrepentíos
y acuéstate a mi lado, nena,
Me pregunto a qué se refieren
¡es una orden!
Dadme crack y sexo anal
Tú no me distingues del viento
Toma el único árbol que queda
ni lo hiciste antes, ni lo harás nunca
y métetelo por el agujero
soy el pequeño judío que escribió la Biblia.
de tu cultura. He visto a las naciones ascender y caer Devolvedme el muro de Berlín
He escuchado sus historias,
dadme a Stalin y a San Pablo
las he escuchado todas
He visto el futuro, hermano:
pero el amor es la única máquina de supervivencia.
es asesinato.
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RLV 4 Aquí a su servidor, le han dicho
Verás una mujer
que diga claro y calmo
colgada de cabeza
se acabó, no vamos ya a ninguna parte.
sus partes cubiertas por su camisón y todos esos poetitas piojosos
Y ahora que se detuvo las maquinaria del cielo
viniendo de todas partes
escuchad al diablo agitar su látigo
tratando de sonar como Charlie Manson
preparaos para el futuro:
y el hombre blanco bailará.
es asesinato Devolvedme el muro de Berlín Las cosas van a deslizarse ...
Dadme a Stalin y a San Pablo Dadme a Cristo o dadme Hiroshima
Se romperá el antiguo acuerdo del oeste
Destruid un feto más ahora
Vuestra vida privada repentinamente desaparecerá.
De todas formas ya no queremos niños He visto el futuro, nena:
Habrá fantasmas
es asesinato
habrá incendios en los caminos y el hombre blanco bailará.
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RLV 4
Tucson, Arizona Dan Fogelberg, trad. Alexandro Hernández
Tucson, Arizona
Ya hace tiempo que salió de la prepa vive en casa de su madre y asiste
amanece bajo el calor como si fuera un
a un trabajo de mierda.
espejismo Tony resguarda su Chevy
Y piensa que su Chevy ‗60
como a una doncella encadenada
es su único amigo verdadero.
en su garaje.
Su corazón está lleno de tristeza
Lo saca por las noches
y su alma se parece a uno de esos
y recorre
horribles terrenos baldíos.
los bulevares vacíos. Y acecha por los
Mary Estelle Hanna
callejones oscuros
vino de Lousiana
que serpentean entre
atraída por el sol.
los sedientos jardines citadinos.
Pero algo no le salió bien en Dallas
Los solitarios cielos del desierto
y se quedó sin dinero ni esperanzas
reflejan la ira en sus ojos
y huyendo.
y amanece.
Para pagar la renta y sus víveres aceptó un trabajo de $3.15 la hora.
Su padre murió por borracho
Sirviendo tragos de whiskey
y dejó a cinco niños hundiéndose
y tequila
con su mamá.
en un bar lleno de humo y de rancheros nacos.
Su hermano mayor Bobby
Y sueña que algún día
jamás regresó de Vietnam.
podrá mudarse a Los Ángeles ~ 116 ~
RLV 4 y convertirse en una estrella de cine.
Esa noche, ya más tarde encontraron a la pobre Mary
Tony la descubrió en su trabajo
tirada en un hoyo
tragó saliva y le dijo
polvoriento.
que si quería salir con él.
Y el agente del ministerio
Mary se rió y le dijo
reportó que no hacía mucho
―me gustaría pero todas las noches
que había muerto.
trabajo hasta tarde.‖ Él le dijo que había conseguido algo de cocaína
Dos semanas después le encontraron
que le podría ofrecer si lo acompañaba.
enterrado hasta el parabrisas
Y ella dijo ―qué diablos,
en las arenas del desierto.
vayamos pues
Dentro estaba Tony
hace muchísimo que no me divierto.‖
con un pequeño revólver
El la recogió a la hora de la salida
en su mano.
agarraron camino
El reporte oficial estableció
se fueron.
que seguramente fueron las drogas que lo pusieron loco.
La mamá de Tony se puso frenética
Los vecinos especulaban
cuando se dio cuenta que su hijo
¿qué puede hacer que un buen muchacho
no había llegado a casa.
termine tan mal?
La compañera de cuarto de Mary
Pues puede que haya sido
entró en pánico
el calor del desierto.
y llamó a la policía desde un teléfono público.
Puede que haya sido
Le hicieron muchas preguntas
el hogar que nunca tuvo.
trató de contestar lo mejor que pudo lo que atestiguó.
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