Revista Letrónica de Ventoquipa N° 7

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Revista Letrónica de Ventoquipa Número 7 Septiembre de 2011

Consejo Editorial: Alex Hernández alherli3@yahoo.com Pedro Flores pedrolfloress@gmail.com Roberto Torres roberto_torres_mx@hotmail.com Paco Olvera pacolvera@yahoo.com Joel González joel.gonzalezm@live.com

Diseño de Portada: Bassie


Revista Letr贸nica de Ventoquipa N煤mero 7

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Septiembre de 2011

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Contenido ¡Cacaroooo!

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Jitomatazos, Cebollazos y otras Yerbas (pendiente)

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La Vitrina de los Muñequitos de Azúcar

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El cinito de caja de zapatos Canadá (Pedro Flores)

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Aventuras en el cine (Paco Olvera)

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Nostalgia de los cines (Pedro Flores)

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Desde Dentro

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Tatuajes: entrevista con Pedro Álvarez (Ricardo Malváez)

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Los ojos de la luna (Ariel Núñez)

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Sembrador de letras (José E. Blanco)

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Descubrir a Federico García Lorca / El juego favorito de Leonard Cohen (Pedro Flores/Alexandro Hernández)

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De pinta en Ventoquipa

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El asesinato del Duque de Guiza (Bernardo Marcellín)

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La del pirata cojo (Paco Olvera)

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La gestación de dos clásicos del terror (Bernardo Marcellin)

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Reto 30 días de películas. Parte I (Alexandro Hernández)

62

El sacrificio de Isaac (Pedro Flores)

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Haciéndole al Cuento

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Monólogo de un revolucionario (Bassie)

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Una pesadilla sabatina (Pedro Flores)

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La última oveja eléctrica (Felipe Kadick)

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El risueño ruiseñor del Señor Ruiz (Felipe Kadick)

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La Sociedad de los Poetas Nonatos

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Para Victoria Mendoza (Edgar Artaud)

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Poema del abuelo (Ricardo Malváez)

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Tú no debes llorar (Eleuterio Llanes Pasos)

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Mecánica terrestre (Alexandro)

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Writer Hero

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Good bye my fancy (Walt Withman, version de Pedro Flores) Al Valle de las Calacas

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Eres un perro (Paco Olvera)

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Ojalá que las lágrimas se sequen solas (Pedro Flores, 103

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Alexandro Hernández)

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¡Cacaroooo! He escuchado miles de explicaciones, historias e interpretaciones de porqué se le grita de esta forma al proyeccionista a una sala de cine, pero la verdad sea dicha, en México es un sinónimo indispensable para hablar del cine, o “más mejor”, del placer y del gozo que el cine incorpora en nuestras vidas. El cine nos ha proporcionado parodias, modelos de comportamiento, viajes a mundos misteriosos y en general un espacio indispensable para dar rienda suelta a la imaginación y a la creatividad.

La realidad supera a la fantasía. Pero si nunca la cuentas, queda sepultada en las arenas del olvido. Las remembranzas del “Cinito Canadá”, permiten que podamos compartir las emociones desatadas en una infancia acontecida hace ya varias décadas y a muchos kilómetros, pero nos permiten “proyectar” las mismas sombras místicamente animadas por la luz de una vela en la pantalla de nuestra imaginación nostálgica. Como una inmensa caja de zapatos, el cine es un espacio maravilloso de creatividad, pero en verdad, cualquier guión cinematográfico se queda corto ante la realidad, pues resulta que un volcán es el generador primario de una miríada de monstruos del cine, como nos lo muestra Bernardo en “La gestación de dos clásicos del terror”. Y sería una mentira decir que no le “echamos imaginación” y que no nos andamos con cuentos, porque por supuesto los tenemos, en esta ocasión nos son obsequiados por el risueño Kadik, la revolucionaria Bassie y el irreverente Peter.

Como decía mi abuelita, fue viendo las películas que nos “entró la tentación” de conocer nuevos mundos y de experimentar nuevas sensaciones. Por ejemplo, la primera vez que vi a alguien tatuado, fue a los marineros de las películas, como en “El cañonero del Yang-Tze” (a don Richard Attenborough, ni más, ni menos), lo cual despertó mi curiosidad, y en la RLV la tentación que nos entró fue por comenzar una nueva faceta, e inauguramos nuestra etapa de “andar averiguando la vida de las gentes”, esta vez en una entrevista de Ricardo a Pedro Álvarez, el creador del estilo de tatuajes “Neoazteca”. También aprovechamos el cine como maestro de historia (en el sutil estilo de “Los Americanos” diría don Alberto Cortés), lo que nos llevó a batallas en el desierto (ahora me refiero a Patton, no a don José Emilio Pacheco) y a narraciones bíblicas de grandes dimensiones como “Ben-Hur” y “Rey de Reyes”. En un estilo más profundo y menos Hollywoodesco pero aún bíblico, Peter nos lleva a meditar acerca del cariño a nuestros hijos a partir del “Sacrificio de Isaac”. En ese camino de las meditaciones, Alex nos lleva a conocer la película que se forma en la mente de un niño en la “Mecánica Terrestre”, y siguiendo más profundo hacia los confines del alma (sin abandonar los viajes en torno al cine), Edgar Artaud regresa con nosotros para compartir su poema a “Victoria Mendoza”. Por su parte Ricardo también nos comparte fibras de su corazón, escribiendo ahora al padre de su padre en “Abuelo” y Ariel nos cuenta los inesperados efectos de una mirada selenita.

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Iniciado con el impecable análisis del origen de la música en el cine que nos ofrece Bernardo en “El asesinato del Duque de Guisa”, nos seguimos con el tema, y hablando de los héroes anónimos que nos dieron música que forjó una época y que también ocuparon su butaca en esta función, les contamos de Jerry Leiber que, antes de partir al “Valle de las calacas”, nos heredó temas que eran insignia por sí mismos, y luego convertidos en banda sonora, son ahora piezas fundamentales de nuestros recuerdos cinematográficos, como “Stand By Me” o “El Rock de la Cárcel”. Ya en este rumbo, fue necesario proseguir hablando de los que fueron a bailar con las más flacas, y no se podía dejar a un lado la partida de una talentosa flaca en vida, que se fue para el otro barrio, pues con tristeza por la pérdida, pero con dicha por su legado, esperamos que pronto se sequen las lágrimas por Amy; también se valen los homenajes a quienes partieron hace tiempo, como el que se hace al “Sembrador de Letras”, hasta Quintana Roo y hasta el más allá.

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En los terrenos del Writer Heroe no abandonamos los terrenos del cine, pues Peter nos trae una traducción de Walt Wittman, quién es el héroe del profesor John Kitting, en “La sociedad de los poetas muertos”. Y hablando de Canadá, hablamos de canadienses, y estando de “Pinta en Ventoquipa”, el alimón que preparan Peter y Alex para celebrar el premio “Príncipe de Asturias” que le fue otorgado a Leonard Cohen, aprovecha el poético mote que le brinda Joaquín Sabina como “El Lorca de Montreal”, para hablar también de don Federico. Y sólo para cerrar la ensalada de intrincados eventos todos relacionados (como buena trama de película), al igual que Joaquín vive en las pieles de hombres que nunca será en el “Pirata cojo”, les cuento los personajes del cine que alguna vez soñé ser.

amigos y seres queridos. Un día de estos les damos la sorpresa. Todavía no se disuelve la leyenda “FIN”, de este séptimo número dedicado al séptimo arte, y en la RLV ya nos estamos preparando para la siguiente función, pues en nuestro siguiente número queremos seguir con la magia, pero esta vez, la que viene de nuestros recuerdos infantiles y juveniles de las celebraciones que tienen lugar dentro del famoso maratón “Lupita Reyes”. Luces, cámara, acción, la RLV a escena. Paco Olvera

Nota Final: En nuestra portada, obsequio de la creatividad de Bassie, se puede ver a Alfredo y Toto en una escena de la grandiosa “Cinema Paradiso”, que me lleva a mencionar un personaje que me encanta ser en el cine: el espectador, listo para ser sorprendido por la hermosa colección de recuerdos remendados en un celuloide que habían estado enlatados en la “bodega” de la nostalgia.

En una meditación aventurera, sabemos que hay cine de aventuras y “Aventuras en el cine”, y que aún la más humilde de las películas tiene un guión y una historia que debió ser escrita, por lo cual el cine puede ser visto como un estadio más avanzado en el arte de contar historias, y por lo tanto hasta el más humilde de los temas que abordamos en la RLV, podría ser materia de una película, aún sólo vista y compartida con nuestros

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Felipe Kadik

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Jitomatazos, Cebollazos y otras Yerbas Aquí vamos de nuevo en nuestra sección de frutas, legumbres y ánimo. Ahora nos dejaron muy solos, hasta extrañamos algún jitomatazo. Gracias por sus comentarios.

Pues vemos con extrañeza que nuestro buzón de jitomatazos y cebollazos está más enfriado que el gato viudo de Chava Flores. ¿Será porque el precio de las hortalizas se fue al cielo y les duele el codo para comprar aunque sea un kilo de jitomates o será porque se fueron a la tomatina a preparar el brazo para dar próximamente su opinión?

Nuestros lectores preparándose para dar su amable opinión de la revista.

Como sea, en el número pasado les amenazamos con que si no nos escribían haríamos una protesta desnudos. Que conste que se los advertimos.

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El grupo editorial de la RLV sale a protestar por la inanición en que sus lectores tienen el buzón de Jitomatazos y cebollazos.

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La vitrina de los muñequitos de azúcar El cinito de caja de zapatos Canadá Pedro Flores

Cuando éramos muy niños, tanto que nos pasábamos muchísimo tiempo bajo el cuidado directo de nuestra madre, aprendimos cosas que ahora constituyen mi persona en una gran proporción. Por ejemplo, ella preparaba una “salsa” que aprendió de su abuelo, hombre originario de la sierra sonorense, que la crió junto con unas tías desde que mi madre había nacido. Mi abuelita tenía ya tres niñas cuando nació mi mamá en un parto de gemelas. Pensando que sería muy pesado atender dos recién nacidas, además de las otras tres niñas, unas hermanas solteras mayores que mi abuela, le propusieron cuidar ellas a una de las cuatitas en la casa donde vivían con su padre. Mi bisabuelo y las tías tenían una cultura muy fuerte con profundas raíces en la vida de precarias condiciones del rancho y la sierra, influida por la cultura yaqui, que mi mamá asimiló completamente. Mis tías, por ejemplo, tostaban y molían su propio café, que tenía un aroma incomparable. Tenían un corral con gallinas, así que siempre había huevos frescos. En su patio había una pequeña huerta con hortalizas y hierbas medicinales y para cocina. Cuando jugábamos en esa casa, en las vacaciones de verano, nos mandaba una de las tías, mijito, ve al patio y tráeme una ramita de cilantro. El cilantro recién cortado llenaba de perfume las manos infantiles y servía para condimentar con su sabor y aroma sopas y guisados.

Bueno, pero estaba hablando de la salsa. Mi mamá solía preparar carne seca en la casa. Compraba carne de res y con el cuchillo, que afilaba contra una piedra bola de río que también le servía de aplanador, preparaba unas tiras largas que adobaba con sal y ajo, y las ponía a secar en el inclemente sol sinaloense. Una vez seca la guardaba para días después. Cuando llovía, se iniciaba un ritual: sabíamos que se pondría a preparar tortillas de harina y sacaría los trozos de carne seca que tendría reservada para esa ocasión y la asaría. Para acompañarlas, preparaba una salsa que no era otra cosa que un diente de ajo, chiles chiltepín secos, sal de grano y orégano, todo molido en un molcajete al que le agregaba una taza de agua. Comer trozos de esa carne seca asada, acompañada con tortillas de harina y frijoles, y unas cucharadas de aquella agua de fuego era divino. Para terminar, de postre, pedacitos de panocha (piloncillo) con queso.

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Otro ritual de esa niñez era cuando nos compraban zapatos. No sé cuál sería el acontecimiento que señalaba el momento en que nuestros padres decidían que había que llevarnos a comprarnos ropa y zapatos, pero nuestra madre nos anunciaba que al día siguiente iríamos al centro a comprarnos ropa. Una ventaja de esas idas al centro era que pasábamos a una librería, Excélsior se llamaba, a comprar “chistes”, comics, de Archi, La pequeña Lulú, La Zorra y el Cuervo, Superman. Mi mamá compraba La Familia Burrón. Después cruzábamos

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la calle para tomarnos un vaso de agua fresca de cebada o de horchata a un puesto en el mercado Garmendia que se llamaba El Churpias. Recuerdo estar sentado en los bancos giratorios, leyendo nuestros chistes, frente a los vitrioleros llenos de agua fresca o tejuino, con hielos hasta el borde. Los encargados de servir espantaban a las avispas que se acercaba atraídas por el dulce de las aguas.

Después ella las pegaba sobre la pantalla de papel de china por la parte de adentro de la caja, poniendo una pequeña cantidad de engrudo en la punta de la cabeza de la silueta y haciendo un pequeño doblez en la figura para que quedara separada del fondo de papel. Para entonces ya habría oscurecido y llegaba el momento de disfrutar el juguete. Apagábamos la luz y mi madre ponía la caja con la pantalla de frente a nosotros. Encendía una pequeña vela y la introducía por atrás a la caja mientras nos iba contando alguna historia. Al moverse la vela, el temblor de la flama producía una sombra que se movía dando la impresión de movimiento de las siluetas. Ese pequeño cinematógrafo con orígenes en pueblos pobres de la sierra y las historias maravillosas que mi mamá inventaba para improvisarnos la función constituían una inmensa diversión para notros en un Culiacán que aún no conocía la televisión. Durante varias noches esperábamos ese momento mágico que era fruto del amor y el trabajo de una mujer maravillosa que supo sembrar las semillas de la pasión por el arte cinematográfico en nosotros.

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Pero lo que quería platicar sobre la compra de los zapatos no tiene que ver con la ropa ni con los zapatos mismos sino con algo más accesorio, las cajas de zapatos. Estaba de moda la marca Canadá y las cajas en las que venían los zapatos eran fuertes y de color blanco. Por la tarde, mi mamá nos reunía para confeccionar algo mágico con esas cajas. Con mucho cuidado, ella cortaba el fondo de la caja de modo que sólo quedaban los lados, como una especie de marco. Luego cubría el hueco con papel de china blanco que pegaba con engrudo. En la casa siempre había papel de china de colores en algún lugar. Después buscábamos en las revistas o chistes viejos imágenes de personas o animales en posiciones que dejaran ver bien todo su contorno. Con cuidado y vigilados por mi mamá, recortábamos esas siluetas.

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Aventuras en el cine Paco Olvera El Santo entra a una estancia amplia de una casa que luce antigua. Se ven telarañas en el primer plano, polvo en las mesas enormes que completan la escenografía. El Santo avanza con pasos decididos, pero muestra su cautela girando la cabeza de un lado a otro, escudriñando la presencia de un invisible enemigo. Llega al pié de una escalera sin barandal, que conduce a una especie de tapanco (esto no es muy claro). Cuando comienza a subir los primeros escalones, ¡saltan el hombre Lobo y Drácula! EL Santo rueda, con el hombre lobo encima, que trata de asfixiarlo y morderlo, cosa que parece va a conseguir. Todos los niños que estábamos en el cine comenzamos a gritar, con un susto que es más fingido y para echar relajo que miedo verdadero: todos sabemos que el Santo se los va a “surtir” a los dos.

adultos. Los recuerdos de los intentos previos de “colarse” en el cine sin este maravilloso documento son humillantes: tratando de pasar entre “el Moco”, “el Gordo” y Chucho, sólo para ser detenido por don Cecilio el boletero. También era terrible ser interrogado por las chavas si habías visto tal o cual película y tenías que mentir para salvar “la honra”. Tan pronto como por fin logramos entrar a ver las primeras “joyas” de la cinematografía de “encueradas” fue una decepción enorme, pues te tenías que “reventar” 90 minutos de malos chistes de vodevil mexica con Alfonso Zayas o “El caballo” Rojas en las películas de “ficheras”, o cuando ibas a ver “Porky’s “o “Chicle caliente”, te preparaban y te ponían todo calenturiento para culminar en una escena donde una mujer mostraba las teclas por 2.8 segundos o bien, ni si quiera eso. Se suponía que nos debía matar de la risa el hecho de que, cuando el héroe de la película ya estaba a punto de culminar el tan ansiado “Encuentro del Tercer Tipo” (parafraseando a don Steven Spilberg), surgiera algún inconveniente que nos dejara al borde de la butaca (o de la eyaculación espontánea). Pero la realidad es que la verdadera diversión tenía lugar entre las butacas. La idea era gritar cualquier cosa del mal gusto que resultara graciosa en el contexto, como:

Esta podría ser una escena de las típicas aventuras que presencié en mi infancia en una sala de cine, ya fueran del Santo u otros luchadores, de “caballitos” (nuestros westerns rancheros, que superan en imaginación las narraciones de Karl May), o de monstruos como Mothra o Godzilla. Pero las aventuras que hoy quiero contar, no son las que buscábamos ver en la pantalla, sino algunas que nos acontecieron como espectadores, cuando asistíamos al cine. Les invito a este programa doble, que espero disfrute. ¡Corre cácaro!

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Los cortos. Las películas de “grandes” o aventuras pequeñas.

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Cuando estábamos en el último año de prepa, muchos de nosotros pudimos tramitar nuestra cartilla, pues en aquel entonces, aunque aconteció la emisión de la primera credencial de elector, aún no tenía la poderosa capacidad de identificar de manera inequívoca a los ciudadanos de este país, y aún menos, de demostrar su mayoría de edad. Esto fue un paso importante, sobre todo para los que como yo teníamos una jeta de escuincle que no podíamos con ella, y la cartilla era el salvoconducto para poder entrar a las películas de

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¡Con esas si me acabo de criar!, en referencia a el tamaño de las tetas de la protagonista ¡Con esa torta ni al postre llego!, en referencia al trasero de la dama en cuestión. ¡Se parece a la novia de “el Roñas”!, nomás para molestar al amigo. ¡Se parece a la mamá de “el Patas”!, de igual forma que el anterior ejemplo (en honor a la verdad yo no conocí a la mamá de “el Patas”, pero pudo haber sido).

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En ocasiones se entablaban diálogos entre actores y público, muy al estilo de “La Rosa Púrpura del Cairo”,

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como la ocasión en que una chica ayudaba a su amiga con la traducción de la película:

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los medios y la ocasión nos fueron develados por caminos inesperados.

Actor (en inglés): “Shit!” Muchacha 1: “¿Qué dijo?” Muchacha 2: “¡Mierda!” Mi cuate “el Moco”: “¡Saco por la pata izquierda!”

Cuando mi papá compro el “depto” en México (el mismísimo “Cabo Candelaria”), había varias cosas por reparar o mejorar. Aunque para muchas de ellas, mi tío Luis se había valido de algunos obreros y artesanos recomendados por los vecinos, no era el caso de los closets. Cuando Nacho y mi tío se mudaron allí desde el cuarto de renta congelada, los closets consistían sólo de una caja de madera y una varilla que atravesaba en el hueco que debían ocupar estos muebles. Si por ellos hubiera sido (y me incluyo de haber vivido con ellos en aquel entonces), con esto era más que suficiente. Pero para mi mamá esto era inaceptable. Ante esta presión, mi tío no tuvo más remedio que avocarse a buscar quién resolviera esta situación. Como resultado de esa investigación, encontró a un carpintero que accedió a realizar el trabajo. Fue a tomar las medidas, presentó el diseño, corto las piezas, las pintó (de color blanco como indicó mi mamá) y las llevó al “depto”. Instaló las cajoneras, un entrepaño que corría a lo largo de todo el mueble en la parte alta, para acomodar cosas. Por supuesto colocó los tubos que ahora permitían colgar la ropa en forma decente. Pero cuando sólo faltaban instalar las puertas, se esfumó, dio largas y más largas. Después de un tiempo desapareció por completo, con todo y taller, y las puertas quedaron abandonadas sin cumplir el fin para el que habían sido construidas.

También nos divertíamos al ponerle apodos a otros espectadores que quedaran a nuestro alrededor. En una de esas ocasiones, quedamos atrás de un señor calvo, y “el Gordo” comenzó a pasar las manos sobre la “pelona” de este hombre y comenzó a decir “veoooo un hombre en tu futuuuro”, imitando un anuncio de la Lotería Nacional de aquella época, en donde una gitana decía esa frase. Después de tanto estar “jorobando”, este hombre se levantó y se cambió de lugar, lo cual fue para nuestro alivio, pues pensábamos que nos la iba a hacer “de jamón”. El fin de la anécdota es, que dos semanas después “el Gordo” nos llegó a contar a la escuela:

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¡Que creen! Ayer mi papá me dijo “déjame presentarte a un tío que no conoces”, ¡y no mames!, ¡era el “pelochas” del cine!

Primera película. Las porno de “a deveras” Milan Kundera dijo que “La vida está en otra parte”. También las buenas películas pornográficas. Una vez, en una sesión de meditación sobre temas importantes “el Gordo” reveló una pieza de importante conocimiento: en México si había cines donde pasaban películas porno de “a deveras”. Pero ¿cómo ir hasta México?, ¿cuándo? Era igual que saber que había vida en la luna, no teníamos forma de ir, ni motivos y para rematar ¡no sabíamos andar en México! Todos habíamos tenido experiencias de ir con familiares y “sabíamos” algunas cosas, pero eran inconexas además de que en realidad no sabíamos “ni maíz”, pues alguien más nos había llevado, eso no era lo mismo que hacerlo solos y por nuestros propios medios. Pero, como en la trama de cualquier película de suspenso (por mala que esta sea),

El plan. Todo sea por la educación.

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Y para variar, todo esto de los closets está muy bien, pero ¿y la historia? Bueno, creo que no les había contado que mi cuate Chucho sabe de carpintería, ¿o sí? Uno de esos días que mi mamá se estaba quejando de los closets inconclusos, se me vino a la mente una idea maravillosa: ¿y si Chucho iba a colocar las puertas de los closets? Mi mamá tenía dudas. Chucho le caía bien, pero ¿sería buen carpintero? A fuerza de ruegos, la convencí, además de contar con el apoyo de mi papá. Pero faltaban problemas por resolver, pues con esto, Chucho y yo teníamos “boleto” para ir a México algunos días, pero ¿Qué había de “el Moco” y de “el Gordo”? ¿Cuál sería la justificación para llevarlos? Las

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necesidades que planteaba nuestra educación preparatoriana nos dio el motivo. Todos los distinguidos integrantes del grupo mencionado habían decidido enrolarse en el propedéutico de “Ciencias Exactas”, de acuerdo a los lineamientos de la Universidad Autónoma de Hidalgo, destinado a los estudiantes de ingeniería o ciencias básicas. Aunque Chucho siempre estuvo decidido a ser piloto aviador, y “el Gordo” iba a intentarlo (fue rechazado por tener rodillas “platicadoras”), esto no fue obstáculo a que se unieran a “el Moco” y a mí en el camino de los “matados” (que serían conocidos como nerds sólo hasta después de la película “La venganza de los Nerds”). Dentro del plan de estudios, se incluía la asignatura de “Dibujo Técnico”, y “el Moco” y yo como veteranos de esas lides en la secundaria, sabíamos que el trabajo se podía hacer con “conos”, pero resultaba infernal, a menos que contaras con unos “grafos”, que no eran más que unas plumas estilográficas con puntos de gran precisión, los más famosos por su calidad hechos en Alemania, marcas “Rotring” o “Mars”, pero con otra característica en común: eran ¡carísimos! Las grandes oportunidades surgen en momentos aciagos. Otra cosa que sabíamos, además de la indudable ayuda de los “grafos” y su elevado costo, era que en México costaban más baratos. En la calle de República de Salvador, estaba la “Casa Berstein” y “La Carpeta”. A mí me había llevado una vez mi primo Sergio, y “el Gordo” había ido con unos amigos. ¡Era perfecto! Todos irían a seleccionar y comprar sus “grafos”, para que con un precio razonable, se nos dieran los tan ansiados implementos para nuestros estudios y por supuesto, la muy justificada oportunidad de viajar a México, todos en bola, con la secreta y ansiada misión de ¡ir al cine a ver una “porno” de verdad!

Estábamos de vacaciones, lo cual nos permitió tener las holguras necesarias para cumplir todas las etapas del plan. Primero, Chucho y yo nos fuimos junto con Nacho a México un domingo en la tarde, como hacía desde que había entrado a la Universidad para poder asistir a clase a partir del siguiente lunes. El viaje en el autobús y luego en el metro no tuvo incidentes o emociones que reportar. Al llegar al “depto”, Chucho evaluó la situación. Prácticamente estaba todo el material necesario: canaletas, los rodamientos (o baleros para ser mas coloquiales) que correrían dentro de ellas y las “chambranas” (hasta ese momento supe que así se llaman las piezas de madera que cubren las canaletas y que además forman el marco del closet). Sólo haría falta comprar algunos clavos, tornillos y pegamento. Mi tío Luis nos instruyó donde encontraríamos la ferretería para comprar el material faltante. El día siguiente inició cuando escuchamos a mi tío cuando cerraba la puerta para ir a trabajar a las 5:30 am, para poder llegar a tiempo a la Industrial Vallejo. Luego Nacho preparó como dos litros de licuado de “Choco milk”, que fue nuestro desayuno; él se fue a la escuela y Chucho y yo fuimos a la ferretería. Los insumos que buscábamos no eran difíciles de surtir. Ese fue un día de trabajo. Yo ya había sido “ayudante” de Chucho haciendo cosas sencillas: lijando, preparando “muñecas” con estopa para barnizar y “presentado” piezas para determinar si estaban listas para ocupar su lugar definitivo. Se alinearon las canaletas, se “presentaron” las chambranas, se hicieron perforaciones, se calibraron las puertas, se ranuraron las chambranas inferiores donde entrarían las guías de las puertas, en fin, se llevó a cabo la colocación de las puertas, y para en la noche ya eran funcionales. Al día siguiente, quedaba por hacer poco de la fase de colocar las puertas, pero entraba en función la siguiente etapa del plan, la llegada de “el Moco” y “el Gordo”. Iniciamos temprano. Se colocaron las últimas chambranas. Se aplicó una mano de pintura en los lugares que tenían arañazos o imperfecciones. Listo, había closets, ahora a los suministros académicos.

Primero el trabajo, luego el placer. Todo estaba listo. El gran día llegó entre derroches de ansiedad, pero sin grandes contratiempos. Lo único que “empañó” un poco la perspectiva del viaje fue que a “el Moco” sólo le dieron permiso un día: podría ir a las compras del ansiado material didáctico, pero lo más probable es que no concretara el resto del plan.

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El “choping”.

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Los muchachos salieron juntos de Tulancingo, igualmente temprano. “El Gordo” era el más experimentado de nosotros para “andar” en México. Con sus conocimientos, se bajaron en la estación Indios Verdes e hicieron el transbordo en la estación Balderas. Cuando llegaron a la estación Candelaria, Chucho y yo los estábamos esperando bajo el reloj. Abrazos, saludos, emoción. Nos cambiamos de andén (y de dirección) y nos fuimos a la estación Isabela Católica. Cuando bajamos, se supone que yo, al igual que “el Gordo”, sabíamos hacia dónde ir. Yo estaba nervioso. Había ido con Sergio, pero no me acordaba bien, o mejor dicho, me acordaba de poco. Salimos, según yo sólo había que salir y caminar hacia la izquierda, pero ¿por cuál de las salidas me habían llevado antes? A lo hecho, pecho. Ya en la acera vi un edificio con cantera, ¿una iglesia? No, creo que la Asociación de Charros. “A la izquierda”, dije como un capitán de barco que dirigía su bajel, tal vez contra un arrecife. “Si, es para este lado”, terció “el Gordo”. Eso me hizo sentir más aplomo: si íbamos en la dirección equivocada, ya no había cometido el error yo sólo. Eso no evitó la ansiedad, no recordaba ningún otro indicio que confirmara nuestra elección. Cuando comenzaba a sentir que se me torcía el estómago como jerga a la que se le quiere sacar todo el exceso de agua para seguir trapeando, Chucho hizo el papel del vigía de mirada aquilina, “allí está”. ¿Dónde, no la veo? Si yo soy el que debía saber. De pronto allí estaba, uno de esos letreros que sobresalen perpendiculares a la pared en el que se leía “Casa Berstein”, sobre la misma acera en la que íbamos. En ese momento, mas importante que el fin último de hacer las compras, estaba el orgullo puesto a buen resguardo, no me había equivocado; a esa edad mentir no es tan gacho (al menos no lo es para salvar la honra), lo gacho es te cachen. Las compras se llevaron a cabo con todo éxito. Fue fácil en un lugar que parecía el paraíso de las compras, había todo lo que nos imaginábamos y más: grafos, curvígrafos, escuadras biseladas, gomas para papel albanene, plantillas y hasta “Leroys”, esos míticos dispositivos para rotular planos con tinta china, que todos nombrábamos pero que era la primera vez que veíamos en vivo. Cada uno adquirió cosas de acuerdo a su presupuesto. Los estuches de 4 y 6 grafos, algunas escuadras y tal vez un compás un poco

mejor que aquellos de marca “Vinci”, de latón y puntas de plástico. El que se llevó las palmas fue Chucho, pues su oficio y habilidad de carpintero le permitían tener las lana, el se llevó un juego de 8 plumas con un compás que tenía varias extensiones y aditamentos para usarlos con los mentados grafos. Tan feliz estaba con su “choping”, que dijo una frase por la que hasta la fecha lo seguimos jorobando:

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¿Qué fuiste a hacer a México Chucho ¡Una buena compra!

Esquina ¡bajaaan!

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Realizada la compra, aconteció lo inevitable: “el Moco” se tenía que regresar. Aunque haciendo bromas tratamos de persuadirle que se “hiciera guaje” y que se regresara con nosotros, ni lo intentó, la verdad venía “muy amenazado”. “El Gordo” fue quién dio la pauta para su regreso: caminar de donde estábamos a San Juan de Letrán (al que yo mas tardé siempre conocí como el “Eje Central”), allí pasaban unos camiones que se iban “todo derecho”, sólo tenía que preguntar dónde bajarse, frente a la “Pato Pascual” (la embotelladora de refrescos), y se iba caminando a la CentralCcamionera del Norte. No había pierde, dijo “el Gordo”. Los tres restantes, envalentonados por nuestra mutua compañía, no concebíamos (o nos hacíamos güeyes) porqué los nervios de “el Moco”. Lo “trepamos” al camión. El buen “Moco” tenía una cara de susto de aquellas, pero se subió “como los machos”, el camión se alejó un poco de la parada y se detuvo por una luz roja de semáforo. Supongo que cada uno de los tres que permanecíamos en “tierra” sintió remordimiento. Nos volteamos a ver los unos a los otros, y en un acto instintivo nos arrancamos a correr y nos subimos al camión. Tardamos un poco en pasar a través de la multitud de pasajeros en el camión. Cuando llegamos hasta donde estaba “el Moco”, estaba radiante. Nos fuimos cotorreando y haciéndonos bromas respecto a las caras que habíamos puesto, y de quién parecía que iba a chillar etc. Bajamos del camión frente a la “Pascual”, no sé si yo hubiera podido hacerlo si hubiese

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mas, el panorama cambiaba paulatinamente, pues entre la gente se podía advertir que algunas mujeres estaban de pie, recargadas en la pared, la mayoría en uno de sus hombros, algunas flexionaban una pierna, de tal forma que el muslo formaba un ángulo casi perpendicular con la pared, tal y como yo había visto ilustrado alguna vez en un disco de acetato con música del cine, donde había diversos carteles en miniatura de varias películas, una de las cuales, mostraba a una mujer en dicha posición, en el cual se podía leer “Irma la Dulce – Nunca en Domingo”. Había mujeres de diversas edades y con vestimenta diversa, todas ellas pretendiendo ser sugerentes o como decían los gringos “sex appealing”. Todas miraban a los caminantes, con una bolsa en la mano, algunas fumando un cigarro, algunas conversaban con algún cliente potencial, algunas jovencitas y esbeltas llamaban la atención de los que ahora éramos tres mosqueteros (acabábamos de dejar a D’Artagnan en la Central Camionera), que las mirábamos de soslayo, como si fuéramos muy dominadores de la situación, pero lo único que queríamos era que no se notara el asombro y hasta temor que nos causaba que las prostitutas se exhibieran abiertamente en la calle. Algo que nos resultaba especialmente impactante, era el hecho que ninguna de aquellas mujeres, aún las que nos resultaban atractivas, se parecían a las fotos de Marlene Dietrich en “El Ángel Azul” o Shirley MacLaine en la mencionada “Irma la Dulce”. ¿Estas señoras habrían visto estas películas? ¿O los que hicieron estas películas vieron a estas señoras? A veces es difícil saber si la realidad del cine modela a la realidad de la calle o al revés. La tercera cuadra mostraba un espectáculo impresionante: un plaza a desnivel de la tierra que formaba un cuadrángulo a unos tres metros hacia abajo, cuyo perímetro estaba ocupado por estas mujeres. No nos detuvimos hasta llegar al “eje”. Mas prostis, en la pared o en las rejas metálicas verdes que se interponían entre “el arroyo vehicular” y la acera, formando una especie de cajón sin techo por el que caminaban compradores, clientes y mirones. Caminamos unos 10 metros desde la esquina hasta llegar al “Burger Boy”. Muy conocedores, gracias a los anuncios de la televisión, pedimos sendas brontodobles o dino-triples (las uni-fantes eran realmente

¿Nos “echamos” una torta? Nos regresamos a la casa, pero esta vez abordamos el metro en la nueva y flamante estación de Potrero. De allí a Balderas y luego del transbordo al metro Candelaria. Pasamos a dejar nuestro preciado material al “depto”. Iríamos a comer al Burger Boy que estaba en Circunvalación (que en ese tramo se llama Vidal Alcocer). Por mas citadinos que nos queríamos ver, nos brincaba lo pueblerino: con toda una ciudad llena de sitios para ir a comer, elegimos ir cerca del “depto.”, a un “Mugrer Boy”. Nadie hubiera admitido que nos sentíamos más seguros estando en un sitio que ya conocíamos, por feo que este fuese. Habrá que ver fotos del lugar o una estampa del mismo para entender lo paradójico de esta situación. Cuando se bajaba del metro Candelaria, en aquel entonces aún se podía apreciar una explanada abierta, que ahora está oculta bajo una miríada de techos de lona y estructuras metálicas, que forman un asfixiante laberinto que ahora es parte permanente del paisaje. Antes, se podía caminar con gran holgura entre algunos puestos de hot dogs y algunas jardineras que solo tenían tierra y basura. Al llegar a la acera, se podía ver la cristalería “El Elefante”, al lado de una serie de cortinas cerradas donde aún se veían los logos de “El Taconzo Popis”, que podían reconocerse por el perfil de un zapato de plataforma multicolor. De allí se caminaba hacia la izquierda a una primera cuadra llena de puestos improvisados de venta de todo tipo de mercancías, muchos de ellos consistían sólo de una pieza de tela en el suelo, donde extendían sus mercaderías para mostrarlas a los transeúntes. Al avanzar una cuadra

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ido solo, mi respeto para el “Moco” creció enormemente. Caminamos haciendo las últimas bromas. Llegamos por la parte trasera, donde entraban los camiones. Rodeamos la central hasta llegar al frente. Ahora si ahí lo dejamos. No sé quién dijo con tono socarrón y jodón: “Ni modo que aquí te pierdas”. Nos despedimos entre risas, y luego de la despedida, la cosa era clara, ya no daba tiempo de ir al cine hasta el otro día.


magras para adolecentes en pleno desarrollo). Luego de pagar llevamos nuestras charolas para colocarlas en unas mesitas apoyadas en la pared, con bancos altos. Comenzábamos a comer, cuando Chucho le dio un codazo a “el Gordo”y otro a mí. Cuando “el Gordo” volvió molesto que le interrumpieran en los sagrados alimentos, vio que Chucho señalaba a la ventana: mientras los comensales devoraban su deliciosa hamburguesa, algunas chicas se sentaban en la orilla de la ventana, recargando sus abultados traseros contra el vidrio, y volteaban hacia dentro del local, riendo con picardía, para ver si a alguno se le antojaba mas “una torta”. Si así había estado el espectáculo en la comida, ¡lo que les esperaba en la tan ansiada porno “verdadera”!

Entre nuestro arte y la “Sala de Arte” Tepito. Regresamos al “depto” y allí se pulió la logística del plan. Iríamos a la “Sala de Arte Tepito”, que como todos los cines que llevaban ese nombre, proyectaban películas para espectadores de “amplio” criterio, lo que al final de cuentas terminaba siendo en muchas ocasiones, aquellas cintas en las que salían “viejas encueradas”. Yo había acompañado a mi abuelita varias veces a la clínica 25 del IMSS, para lo cual, tomábamos un “delfín” que pasaba en Circunvalación, y que iba en contrasentido de los autos particulares y justo en la dirección que deseábamos ir. Frente a la clínica, había un paso a desnivel, que permitía cruzar a la acera contraria, justo donde se encontraban los vendedores de herramientas usadas y chácharas diversas, que iban desde cabezas de muñecas de plástico, hasta tapones de hule para las patas de las sillas; este punto representaba el límite oriental del mítico reino de Tepito. El plan se ejecutó “al pié de la letra”. Llegamos al punto deseado, y de allí, tal y como recordaba de mis visitas previas con mi primo Sergio, te ibas “derechito” por esa calle, y llegabas al frente de este templo de la cultura que combatía a las “mentes estrechas” que no apreciaban, entre otras cosas, el arte del desnudo.

Esta parece ser la fachada del cine “Bahía”, otro de los insignes pabellones del barrio, sólo para ilustrar

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Magnífico pretexto para un grupo de calenturientos adolecentes. Llevábamos preparadas nuestras cartillas, pero no hicieron falta: a la entrada nadie nos hizo ni “¡uja!”. Entramos y tomamos asiento en tres butacas muy cercanas a la entrada, que estaba a la mitad de la sala aproximadamente: quedaban un número aproximadamente igual de filas de butacas al frente y detrás de nosotros. Comenzó la proyección de la película. De esta “joya cinematográfica”, recuerdo pocas cosas, la primera es que salía Natassia Kinsky, que para nosotros se había vuelto famosa por convertirse en amante de Roman Polansky cuando era adolecente, y de la trama sólo recuerdo que era de unas adolecentes de un internado, que andaban buscando pelea con los chavos del internado del otro lado de un lago. Pero la función comenzó después. El ambiente se sentía muy denso, pero en principio lo atribuimos al hecho de que estábamos en un ambiente casi proscrito, a punto de presenciar una película “prohibida”, pero por supuesto había algo más.

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Esta es la película de Natassia Kinski, espero verla algún día porque aquella vez no pude

entonces comenzaban algunos cuantos asentamientos en el cerro “del Tezontle”, que eran mayormente de familias de condición marginada, donde habían los “peores vicios y azotes de la sociedad decente”, de acuerdo a nuestras mamas). Intentábamos ver la película, pero el compás producido por los “chemos” nos ponía nerviosos, aunque ninguno de los tres decía nada. Cuando ya estábamos aceptando como normal este ritmo, el “compa” de la derecha (el más cercano a nosotros) comenzó a azotarse con frenesí contra la butaca, como si estuviera intentando destrabar una mecedora impedida de movimiento. Nos hicimos lo más atrás que pudimos sentados en nuestras butacas, pero seguíamos muy “machotes” en nuestros puestos. El fulano de más a la izquierda, como en una película de Gangsters, tomó a su compañero por las solapas (o al menos a esa altura), y lo comenzó a sacudir:

¡Que comience la función! Algo notorio que notamos desde antes que se apagaran las luces, fue que había poca gente, en grupitos de dos o tres personas, a muchas butacas de distancia unas de otras. Las escenas transcurrían sin el l tan ansiado porno de “a deveras”, eran similares a lo que ya antes habíamos visto, pero lo que no era usual es lo que estaba sucediendo en las butacas. Dos filas adelante, dos tipos se inclinaban mucho y después echaban la cabeza hacia atrás, hasta que les quedaba “colgando” del respaldo de la butaca. No recuerdo si era alternativo o al unísono, pero lo hacían con cierto ritmo que no entendíamos. Entre el sonido propio de la película, comenzamos a escuchar un ruido que nos dio la pauta de lo que estaba pasando, pues cada que se inclinaban, primero se escuchaba como si estrujaran un papel, pero luego fue mucho más claro: están inflando y desinflando una bolsa de polietileno (o algún otro polímero, nuestro oído no era tan agudo), y nos quedó claro que estaban inhalando algo que estaba dentro de una bolsa. Habíamos escuchado de la maniobra de inhalar “el Resistol 5000”, que era el pegamento más fuerte de aquel entonces, pero nunca la habíamos presenciado; se decía que lo hacían algunos chavos se iban a la parte trasera de la prepa, o algunos en “el cerro” (en aquel

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“¡Aliviánate wey!, ¡tranquilo pendejo!”, le decía en una voz que pretendía ser un susurro pero que estaba muy cercano a un grito “¡Ya estuvo, ya estuvo cabrón!”, fue la respuesta de este individuo.

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“La calma” regresó las butacas. “El Gordo” buscaba la mirada de Chucho y la mía, aún en la oscuridad, los gestos dejaban claras las frases no pronunciadas: ¡”viste wey!, ¡si, pinches locos!, ¡están gruesos!”. Pero como buena película de aventuras, lo mejor (o lo peor), estaba por venir.

grupitos de espectadores, todos separados por varias butacas y/o filas de distancia. Era algo que, cuando la película había perdido su embrujo sobre nosotros, también hacíamos en el pueblo: tratábamos de reconocer a otros espectadores, utilizando la luz que se reflejaba en la pantalla y de allí a sus rostros. En principio yo no vi algo que me llamara la atención especialmente, por lo que intenté encontrarle “algún chiste” a la película. Es esas estaba, cuando sentí como “el Gordo” llamaba a Chucho, y la agitación con la que lo hacía hizo que subiera el tono de su voz a un nivel completamente audible:

El tipo que se azotaba contra la butaca volvió a hacer la cabeza hacia atrás, y aunque esta no colgaba del respaldo de la butaca como al principio, pudimos ver como la luz que rebotaba en la pantalla dibujaba el perfil de su cara, pero lo impactante fue advertir lo que estaba haciendo: se llevaba la mano derecha al labio superior, y se veía como se estaba retiraba algo del labio superior, como un pellejo, creo que a esas altura nos era claro a los tres que se estaba quitando los restos de pegamento que se la había adherido. Repentinamente, luego de finalizar su escena, estos dos individuos se levantaron y abandonaron la sala con presteza, se les veía ligeros, contrario a lo que hubiera podido esperarse de dos tipos que se habían dado un pasón con cemento (como se llamaba genéricamente al “5000” y otros pegamentos fuertes de uso industrial, como la maquila de zapatos muy común en Tepito). Yo estaba emocionado, como si hubiera pasado una prueba de hombría al no haber salido disparado de allí por el miedo. Por cierto que a esas alturas de la película, la señorita Kinsky sólo había hecho amagos de mostrar sus pechos, que aunque en estándares estéticos podrían considerarse armoniosos, en los de unos adolecentes calenturientos no representaban nada diferente a lo que habían visto entre sus compañeras (cuando menos a través de su ropa). A estas alturas, ya sabíamos que, al menos en este cine, las películas no eran diferentes que las que llegaban al pueblo, pero la realidad las superaba. Permanecimos en la sala, Chucho dijo en voz, baja: “pinche película gacha, ni chiste tiene”: Con todo y todo, permaneceríamos allí, o al menos eso creíamos.

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¡ya viste wey!, ¡no chingues! ¡Si cabrón!, ¡que grueso! ¿Qué grueso, que wey?

Sin recato alguno, “el Gordo” señaló a unas tres filas adelante y a unas 6 o 7 butacas a nuestra derecha. Al igual de una de las escenas más gruesas que habíamos presenciado en “Crusing” de Al Pacino, podía adivinarse que un tipo estaba “llegándole al fierro” a su compañero: inclinado sobre su regazo, movía la cabeza rítmicamente, tal y como en la película. ¡Uuuufffff!

Al Pacino en Crusing, que tanto nos impresionó en nuestros tiempos preparatorianos

El “investigador submarino”. Cuando nuestros vecinos abandonaron la sala, fue inevitable sentir curiosidad por si otros de los asistentes no estaban ejecutando un espectáculo similar. Comenzamos a pasear nuestra mirada entre los otros

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Por más que hubiéramos querido, esto era demasiado. Toques en los brazos o en los hombros, miradas furtivas de reojo en la obscuridad, se levantó “el Gordo”, luego

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Chucho y yo al final, saliendo en el orden en el que estábamos sentados. Ninguno hablaba, sólo nos interesaba salir. La luz en el vestíbulo del cine nos lastimó los ojos. Recuerdo poco de cómo era, si había o no dulcería, lo que sentía era una sensación que me ahogaba: ¿alguien nos seguía?, ¿nos habían visto?, ¿alguien se había dado cuenta de lo espantando que estábamos? Salimos a la luz del sol. Lastimaba bastante.

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antes de que llegara el medio día. Por lo que hicimos un cambio de planes. Fuimos a comer a una fondita que estaba en una “accesoria” de otro de los edificios de la unidad habitacional. De allí, periódico en mano, decidimos ir a un de los estrenos del momento, una película llamada “Wolfen”, de hombres lobo. Fuimos al cine Chapultepec, el cual elegimos porque mi tío Luis nos instruyó como llegar hasta él desde la estación de metro del mismo nombre. No resultó mejor la cinematografía de la dichosa narración de licántropos, pero cuando menos, nos sentimos menos amenazados, menos timados, menos inocentes.

¡No manches wey! ¡¿Viste al pinche loco del cemento?! ¡No cabrón!, ¡los jotos!

Misión cumplida, inesperadamente.

Cuando “el Moco” nos preguntó qué onda con el porno “de verdad” y le contamos nuestra aventura, creo que pensó que habíamos exagerado sólo para hacerlo sentir mal que se había regresado antes, pero la realidad es que no estábamos felices. El epílogo de la aventura es que, tuvimos el material de dibujo que nos permitió terminar el último semestre de la prepa con buenas notas; nuestros grafos, escuadras, curvígrafos y plantillas no nos salvaron de desvelarnos las noches previas a las entregas finales, pero trabajamos juntos y echando relajo, compartiéndonos los implementos que cada quién había comprado. Por otro lado, los closets del “depto” se encuentran en funciones hasta la fecha. Y sólo para terminar, cuando al fin alguien consiguió una porno que pudimos ver en una videocasetera Beta, creo que las escenas, si bien eran de acción real, su falta de crudeza las dejó en un nivel que me dejaron algo claro: podría haber buen sexo, pero no sabía si existía buen porno.

Todos hablábamos atropelladamente, se nos había olvidado Natassia Kinsky, pero habíamos cumplido de manera inesperada, el propósito de nuestra visita. Habíamos visto una porno de verdad, pero lo no teníamos idea cuando comenzó todo esto, es que pensábamos que iba a ser placentero, o que íbamos a sentir algún tipo de alivio o gusto. No fue así, habíamos pedido un deseo con poca cautela, y de igual forma que los cíclopes que deseaban ver el futuro y dieron uno de sus ojos para lograrlo, sólo para descubrir que el único hecho del porvenir que podían conocer era el momento de su propia muerte, nosotros sólo pudimos ver que pornografía no era sólo la posibilidad de presenciar a una hermosa mujer teniendo sexo, sino que incluía una serie de cosas que ni siquiera imaginábamos. Salimos caminando de prisa, por el mismo camino por el que habíamos llegado. Se nos había olvidado que una parte adicional de nuestro plan era ir a comprar fayuca luego del cine, pero estábamos abrumados por la exhibición. Creo que no duramos más de 40 minutos en el cine. Ni siquiera habíamos completado la primera de las películas que componían el programa doble. Llegamos de nuevo a Circunvalación, donde tomamos el camión que nos llevaba de regreso al “depto”. Comentábamos más de lo “chafa” que había estado la película y de los “chemos”, pero del sexo en vivo de las butacas, sólo hablábamos lateralmente, no había sido cómodo este inesperado voyerismo. De acuerdo al plan, nos regresábamos al pueblo hasta el día siguiente, y toda la aventura de la “Sala de Arte Tepito”, había acontecido

Es programa doble. Concierto en vivo o “Highway to Hell”.

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Primer día en la Universidad. Curso de inducción. Nadie me acompañaba esta vez, tome el colectivo que salía del metro Gómez Farías, “¡para la Vicente Guerrero, Tinacos, Universidad, Moral!”, era el cantito del tipo que acomodaba a los pasajeros en la base de los peseros, procurando siempre mandar a las chavas guapas en el asiento de enfrente al lado del conductor,

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donde era “más cómodo”. El trayecto fue el esperado, siguiendo la misma ruta que la vez que Nacho mi hermano me llevó para que aprendiera. “Rojo Gómez” era una vía de concreto construida entre pastizales, donde había unas cuantas construcciones esporádicas, que permitían ubicar que tan cerca de la escuela estábamos. La última marca en el camino era un “Llanti Credit”, pues en ese punto había que torcer a la izquierda y después de algunas cuantas vueltas, salíamos en una calle que daba de frente a un terreno que parecía vacío, pero al acercarse, podía verse con claridad la estructura metálica de una torre, al pié de la cual podía verse con grandes letras el número “620”, la estación del gallito, “la música que llegó para quedarse”. Me bajé frente a una gran reja metálica, donde había una pequeña puerta, que era la entrada trasera. Había que cruzar un largo pasillo que pasaba por estacionamientos, las canchas de futbol y basquetbol, para llegar a donde estaban los edificios que componían a la Universidad, y en medio de ellos, la explanada central.

sorprendente para un par de pueblerinos, nos encantaba el Rock. Entrabamos a un mundo totalmente nuevo: gente que venía de un montón de lados, formas inauditas de recibir clases, libertades no acostumbradas, pero más que nada, montones de lugares desconocidos e indómitos que conocer. El teatro del “Fuego Nuevo” se convirtió en lugar de citas con la cultura: películas maravillosas. “Los Olvidados”, “El tambor de hojalata”, “Solaris”, “Metropolis”, “Naranja Mecánica”, “La perla” y otras que antes eran inexistentes en el pueblo, pero que los chavos en la “capirucha”, te decían:

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Pero también hubo el chance de escuchar música en vivo en forma diferente, no como los bailes del “Club de Leones”, donde alguna vez pude escuchar en sus postreras presentaciones al “millonario” Pablo Beltrán Ruiz o al “cara de foca” Dámaso Pérez-Prado, esto era ir sólo a escuchar, a sentir la emoción de la música. El primer concierto fue uno de Jazz con Betsy Pecanins, era interesante que aunque no conocíamos las “rolas” (como les decíamos a las interpretaciones musicales en mis tiempos), se sentía una emoción diferente. De allí, pasamos a nuestro primer concierto en vivo: “Botellita de Jerez”. Toda la banda de Iztapa-lacra se dio lugar en la explanada de la “Wan”. Las canciones estaban “chidas”, y el ruido de la banda era increíble. Eso de los conciertos ¡estaba de pelos! Desde allí brincamos a nuestra siguiente experiencia, el legendario “Three Souls in my mind”, con el Alex Lora gritando:

No sabía a dónde dirigirme, había chavos caminando por todos lados, por lo que cuando en medio de la explanada vi a uno tipo que tenía cara de estar más “ruco” me dirigí a él para preguntar. Ni siquiera tuve que decir nada, pues unos instantes antes que yo llegara hasta donde él estaba, otro chavo le preguntó:

¿el curso de orientación? En el teatro del “Fuego Nuevo”

Señaló en una dirección la cual este chavo y yo nos encaminamos.

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Luis Paco

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Nos sentamos juntos. En el teatro recibimos indicaciones de todo y para todo, pero más que nada, nos dedicamos a echar desmadre, a comentar cosas graciosas de cuanto individuo hablaba al frente. Durante los días siguientes, nos hicimos cuates, descubrimos que los dos éramos de “pueblo”, Tulancingo y Acuitzeramo, pero más importante y

¡Le dedicamos esta rola, a todos los bizcochitos de la UAM que tienen fama de apretados! ¡Vamooooos Banda!

Adentrándose en la jungla “de asfalto. Todo era explorar, conocer e ir expandiendo límites, incluido ir a lugares que no teníamos mucha idea de cómo llegar, las borracheras en el estacionamiento,

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Claro Miguel Litin, ¿no lo conoces? Tarkovski, ¡por supuesto!


para luego subir bien “persas” al metro, pues era la única forma en la que sabíamos como regresar a nuestra casa. Pero había una posibilidad que este País de las Maravillas del “Defe” no nos brindaba: un concierto multitudinario de una banda de rock del “gabacho”. Los grandes conciertos que sólo habíamos escuchado en leyendas, no estaban a nuestro alcance, luego del concierto de Queen en Puebla (al que Nacho si había logrado ir), se habían proscrito los conciertos de nueva cuenta. ¿Qué nos quedaba? Pues nuestro amigo el cine. Mis experiencias personales se limitaban al ciclo de “Los Beatles” que habían pasado en Tulancingo, Luis en Acuitzeramo, pos ni eso. Todo mundo nos contaba de películas emblemáticas de rock como “Gimme Shelter”, “La canción es la misma” (The songs reamains the same), “Woodstock” o “Bangladesh”. Pero ni si quiera esas teníamos chance de verlas, solo conocíamos escenas fugaces que de ellas se habían tomado para algún documental de la “desbocada” juventud, pero hasta las películas mismas eran míticas, no digas ver una banda de esas en vivo.

Para mí lo emocionante era que, ¡sabía quiénes eran! Era como pertenecer a un selecto grupo de gente cool, que teníamos un pedacito de cultura “underground”, que no todos sabían o entendían, que nos daba un sentido de pertenencia a algo diferente, que para ser honestos, ¡no teníamos la menor pinche idea de que era!, pero ¡era emocionante! En esto momento es importante mencionar, que yo no tenía (y jamás he tenido) una apariencia de “muy rocker” o reventado, a diferencia de Luis, que pueblerino y todo, estaba alto, flaco, güero y de pelo rizado, fisonomía que le había valido el apodo de “el Frampton”, por nuestro amigo Peter y su emblemática (aunque pa muchos, fresa) “Show me the way”.

Un día llegó Luis con la cartelera del cine

¿Ya viste? ¿Qué, wey? ¡Una película del AC/DC! ¡No manches wey!, ¡que buen pedo! La portada que formo la imagen “quintaescencial” de Peter Frampton y le dió apodo a mi cuate Luis

Pero a mí me valía madre, yo era rocker y conocía al AC/DC y ni tuvimos que pensarlo, nos íbamos a ver la película. (Un paréntesis editorial, Luis decía que me parecía al chavito que salía en la película “The Wall”, algo había de eso, no era mucho, pero suficiente para que por algún tiempo fuese conocido como el “Floyd”). No nos lanzamos ese mismo día por un motivo de logística simple: no teníamos la menor idea de cómo llegar al “Auditorio Plaza”, por cierto, para variar, otra sala “de arte” (¡y cómo me costó trabajo acordarme de su nombre ahora que escribía estas líneas!). En la tarde,

La portada del “Let there be Rock”, que dió título al documental referido en el relato

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llegando al “depto” (del que ya era habitante oficial, no sólo visita), interrogué al oráculo de la sabiduría en el arte de llegar a todos lados: el tío Luis. El me dijo que estaba “cerca” del metro Chapultepec (para variar). Ni si

quiera sabíamos que nos estábamos internando en la colonia Condesa, y que esta vez, cerca en realidad significaba “menos de 20 cuadras”, pero la verdad, la caminada se minimizaría con la emoción.

El chavito que sale en “The Wall” junto a una foto del autor en esa época; por eso algún tiempo le decían el “Floyd”

Salimos temprano de la escuela. Tomamos el “47 B”, el camión que llevaba a al metro Zaragoza. De allí, a recorrer casi toda la línea Rosa, hasta llegar al metro Chapultepec. La plática era animada, a falta de concierto, íbamos a ver un evento del rock de nuestros tiempos, ya no mas remembranzas de lo no vivido, ¡era una banda de nuestra propia época! Íbamos haciendo repaso de las “rolas” que conocíamos, que en realidad no eran muchas, pero nos hacían sentir como eruditos, “Back in Black”, “For those who like the rock”, “Highway to hell” y por supuesto, aquella que daba título a la película “Let there be Rock”. El trayecto se hizo corto. Pero cuando llegamos a la estación Chapultepec, el primer reto: ¡había como mil salidas! Diversos túneles, con tiendas y puestos de comida. Pero cómo era aventura, y nos íbamos acompañando mutuamente, lo que hubiesen sido nervios o ansiedad, se tomaba a desmadre, para no “rajarse”. Tomamos un primer camino, pero milagrosamente, cuando íbamos pasando reconocí ese punto: un puesto de marinas en el que habíamos comido los “Tulancingos” cuando nos habíamos venido a inscribir al examen de admisión

(cuando fuimos con “el Godo”, él fue quien sabía cómo llegar). No, por allí no podía ser, porque eso había sido detrás del auditorio. Pues utilizamos la única técnica sensata que nos quedaba: preguntar, y más siendo pueblerinos (y novatos, pues me había “independizado” de Nacho esta vez, y ni él ni sus amigos estaban para orientar la marcha). Era increíble, o todos éramos fuereños, o nadie conocía el dichoso “Auditorio Plaza”, o de plano ¡no existía! Al fin, alguien nos dio razón, “no, ¡pos están lejos chavos!, hay que caminarle un rato para aquel lado!”. Caminamos, caminamos y caminamos. Pasamos por la calle de Pachuca: Hidalgo 1, Michoacán 0. Pero Luego pasamos por Morelia, que además era más grande, pero lo dejamos en empate. Nos dimos cuenta que nos acercábamos, porque comenzamos a encontrar a un montón de chavos, que suponíamos iban para allá. Era un fenómeno curioso, no sé si alguien de toda la bola sabía dónde íbamos, pero como que amontonarnos, generábamos una especie de conciencia colectiva, que nos guiaba a nuestro destino.

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A las puertas del infierno.

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Llegamos a la calle del cine, ¡que espectáculo! Montones de chavos en la calle, se atravesaban y frenaban el avance de los coches. Muchos de ellos, chavitos, con uniformes de la “secu”, pero con aretes y peinados extravagantes, super “ñeros”, yo sentí bastante miedo, pero no era lugar o momento de rajarse, al menos por un rato. No se podía uno ni acercarse a la taquilla, no se distinguía si eran filas, o la gente sólo estaba parada allí, hechos bola. La raza se veía “gruesa”. Al fin llegamos frente al cine, pero en la acera de enfrente. Era un espectáculo sin igual. Luis y yo nos paramos a mirar con asombro. La acera se fundía con la entrada al cine, en unas escalinatas, que en parte eran rematadas por unas jardineras rodeadas de herrerías negras rematadas en puntas. Todo se veía lleno de gente. Nos subimos a un brocal cuadrado que rodeaba a un árbol. Desde allí pudimos entender mejor la dinámica del asunto. Debajo de las escalinatas, en la calle, estaban unas patrullas, con las torretas encendidas, y recargados en ellas, o caminando a su alrededor, una serie de policías, que parecía que sólo eran espectadores. La masa de gente que en principio parecía sin forma, era una fila que formaba varias “S” muy apretadas. Pero lo más impactante: era la fila para comprar boletos.

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representación azteca de un concierto gringo, de esos de “a verdad” (como habíamos “deseado”), con cadeneros y todo, ni más ni menos que nuestros “jel enlles” (Hell angels) de “petatiux”. Estábamos indecisos de cómo aproximarnos, lo único que teníamos claro es que no lograríamos entrar en la primera función. Repentinamente, hubo acción, la alcanzamos a ver a pesar de su rapidez: un tipo con los pelos punk estaba discutiendo acaloradamente con uno de los “encargados de seguridad”, el cual sin más ni más, lo tomó por las solapas y ¡madres!, que lo avienta hacia abajo de la “acera – escalera”. Cayó como mono de trapo. Ni hizo por levantarse. Los “polis”, lo arrastraron y se lo cargaron en una de las “Julias” (camioneta que la “chota” emplea para recolectar a los renegados arrestados durante sus operativos). Fue como recoger la basura. Nadie de arriba pareció extrañarlo, pues nadie bajó a buscarlo, gritó o hizo intento alguno de reclamo.

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¡Ya viste wey! ¡Si, cabrón, cayó como mono! ¿Nos quedamos? ¡Pues si hombre!, este wey lo “abarataron” porque se ha de haber puesto necio

Yo no salía de mi asombro. Era una sensación similar a esa primera vez de ver “prostis” en la calle: tenía una normalidad impensable en el pueblo, pero aquí, todo parecía posible, como estar dentro de un sueño, como la primera vez que vi “Los Olvidados”, ¿cómo era posible que “El Jaibo” se saliera con la suya?

¡Ya valió madre! Espérate, vamos a ver qué onda ¡No manches! ¡Son un chingo! ¡Cuando vamos a entrar!

La verdad es que a mí ya me había entrado el miedo. El desorden se veía lo suficientemente “razonable” como para abandonar la misión sin perder la hombría. Pero Luis estaba disfrutando. La raza se movía por empujones, había gritos, silbidos, apretujados y manoseos. Pero la cereza del pastel la representaba el cuerpo de seguridad del cine: un grupo de pandilleros, con chacos, cadenas, perros con collares de clavos y sus chalecos de piel negra. No tenían un logo o una marca de la banda, pero ellos eran los reyes de la acera “alta”. Toda la escalinata construida en la acera y las jardineras eran su dominio. La policía permanecía abajo inmutable. Esto formaba una escena extraña, como una

Descendiendo a los círculos de Dante. Comenzaron a entrar los de la primera función. Nos colocamos hasta la parte final de la fila, muy decentitos, aunque nosotros pensábamos que aparentábamos ser muy “reventados”. Las conversaciones de los cuates en la fila eran totalmente disparatadas:

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¿Pos quién toca wey? No tengo ni pinche idea, pero dicen que es de rock “gruexo” ¡No pssss ha de estar chido!

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Y que pedo, ¿no quiso venir la vieja de “el Caretas”? Nooo, se apretó a l’ora de l’ora

Luego de un rato y de ese “flatulento” diálogo, ya nos dolían las patas, pero estábamos cerca, no sabíamos de qué, pero cerca. Un par de conatos de empujones, pero debajo de la acera – escalera, no pasaron a mayores. Los “polis” seguían en actitud contemplativa. Las torretas iluminaban de azul y rojo todo el entorno. Se escuchó un portazo, ¡bammm! Rechiflas, gritos y un sonido de un tropel desorganizado. “Ya van saliendo los de la primera función, preparen a los que siguen”. Nos alertamos, “¡la lana de su boleto en la mano!”. Yo usaba la cartera en el refajo del pantalón, como me enseñó el tío Luis, para que no me “bolsearan”. Saqué un billete de 20 pesos, de los azules que tenían Benito Juárez y guarde de nuevo la cartera en lugar seguro. Continuamos 10 minutos más sin avanzar, pero se sentía como la “bestia” se comenzaba a agitar, los de atrás empujaban con mayor fuerza cada ocasión. Los pandilleros, comenzaron a patrullar, y a amedrentar a los que estaban donde terminaba la escalera y comenzaba la parte plana, para que ya no empujaran. Pero la bestia estaba desencadena, ¡más valía que nos moviéramos pronto de allí!

La fila se detuvo cuando faltaban como unos 10 o 15 cuates para llegar hasta la puerta del vestíbulo del cine. Quedamos frente a tres “compas” que tenían chacos y llevaban un perro cada uno. Ninguno parecía ser de raza pura, pero si tenía “facha” de ser unos malditos. Uno parecía cercano a un bull terrier, otro era un doberman (como los de la banda de “La Jitomata”, émula nacional de la película “El asalto de los doberman”), y el último era un bóxer. Ladraban alternativamente, y todos llevaban collares de fabricación artesanal, con un montón de clavos de carpintero, para evitar que alguien tratase de frenar el ataque de estos cachorritos sujetándolos por el cogote.

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Nos e pongan nerviosos chavos, si se portan bien no pasa nada Pero quédense en su lugar si no van a “pelar” con su entrada No se apartan lugares y el que se vaya, pos ¡se chingó!

Estuvimos esperando hora y media que duraba la película. Se nos comenzó a bajar el susto (al menos a mí). Los chavos de adelante no tenían idea de quién era AC / DC. Uno de ellos decía que eran algo así como “Los Kiss” o “Los Rolin”. Un chavo que estaba atrás de Luis, al menos los había escuchado mencionar. EL jefe de los pandilleros, se detuvo un rato a platicar con unos chavos de mas adelante. Luego nos preguntó a nosotros:

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Inició el avance, íbamos pagando nuestro boleto en la taquilla, nos devolvían 3 pesos de cambio a cada quién y para adentro. Entramos al vestíbulo. Allí estaba la dulcería, que en esta ocasión sólo vendía palomitas y latas de “Pepsi”. Luis dijo

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Y ustedes ¿Qué pedo, de donde son? (Pos, ¿Qué se nos nota lo fuereño?, jajajaja) Yo de Michoacán Yo soy hidalguense ¡Ah que buen pedo!, y ¿tienen mucho en México? (no nos atrevíamos a mentir ni en el más mínimo detalle) No, pos poquito ¡Ah pos que buen pedo!

Tengo sed, vamos a comprar un refresco Vamos

Cada lata de refresco nos costó más que la entrada al cine. Me ”dolió el codo”, soy tacaño para ciertas cosas, en fin. Vimos que la raza se arremolinaba en tras puertas del muro más largo del vestíbulo, debían ser las puertas a la sala. Había unas escaleras que algunos comenzaban a subir. Mejor abajo. Seguía entrando gente, ¡éramos montones! ¡Ya que abran las pinches puertas! Se tomaron su tiempo, pero hasta eso, no había mucha presión de empujones. Pasaron varios RLV7

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Sympathy for the devil.

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minutos, nos estábamos tomando nuestro “chesco” a sorbitos y nos fuimos acercando poco a poquito detrás de la puerta del centro. ¡Click, click! Comenzaron a escucharse chasquidos metálicos. Se abrieron las puertas, comenzó a filtrarse la marea humana dentro de la sala. Entramos, la raza se abalanzaba sobre los lugares, nosotros entramos por la puerta de en medio. Rechiflas, gritos, cuates que se llamaban unos a otros, además de otros ruidos de fondo que no se distinguían con claridad. Giramos a la derecha de la puerta, avanzamos corriendo en los escalones, dos o tres filas y nos colamos en una de ellas, logramos “adentrarnos” unos ocho lugares y allí nos plantamos. Nos sentamos y levantamos los pies, para dejar pasar a otros, que se querían ir más al centro. De mis aventuras pasadas, no quería quedar tan “encerrado”. Eran 9 cuerpos de butacas en la parte baja, separados por pasillos más anchos entre cada cuerpo; desde arriba los pasillos habrían dibujado un juego “de gato” gigante (tic-tac-toe o “tres en raya”, como diría mi compadre Gonzalo). Nosotros estábamos en el cuerpo central de la izquierda. La sala estaba iluminada, y donde estaba la pantalla era claramente un escenario. Era claro que el “Auditorio Plaza” era más un teatro que un cine. Le cabía mucha gente, por fuera no lo parecía, pero yo consideré que era tan grande como el cine “Latino” (o el cine “Del Villar”, allá en el pueblo). Tomó como 20 minutos más meter a toda la tropa a la sala. Luis y yo nos volteábamos a ver, estábamos contagiados del ambiente. Por “naco” que pareciera, todos allí estábamos tan emocionados como si Bonn Scott y Angus Young fueran a saltar al escenario en realidad, ¡pero sólo íbamos a ver una película de Rock! Unos chavos de adelante sacaron su anforita: comenzaron a darle un “pegue” cada uno, para “entrar en calor”. ¡Bolas! Cayó una lata delante de nosotros y hacia la izquierda. Mas gritos, carcajadas y mentadas de madre. Comenzó la campal, los de arriba contra los de abajo. Las latas llovían por todos lados, con o sin líquido. Nos unimos a la batalla. Pese a lo “ñero” del ambiente, en ese momento parecía una batalla como las que organizaban las monjas de mi escuela cuando nos llevaban de día de campo, y había que advertir que las piñas de los pinos, pegaban más fuerte que las latas, por

lo que estas eran más inocuas. Las palomitas también comenzaron a “volar” por toda la sala. Yo no podía creer, lo que en otra circunstancia me hubiera parecido “guarro”, ¡me estaba divirtiendo! Si no puedes con el demoño, pos también prende lumbre. Su majestad: el Rock (¿o Grace Jones, como dijo don Erick?). Se apagó la luz. Todo mundo comenzó a silbar mentadas de madre. Creo que a todos se nos había olvidado que íbamos a ver una película. Comenzaron los acordes de “Let there be Rock”, los cuales se interrumpían por fragmentos de entrevistas a los miembros de la banda. Yo la neta, sólo distinguía al Angus Young cuando se ponía sus pantaloncitos cortos como de colegio de monjas (en efecto, yo los tuve que usar hasta tercer año de primaria), pero no sabía quiénes eran los otros. La raza se comenzó a inquietar “¡Rock, rock, rock!”. ¡Les valía madre saber de qué sabor le gustaba el helado al baterista! Imaginen a esa plebe que estábamos allí reunidos, y comienza un documental, que de no ser por los pedacitos de concierto, no se distinguía mucho de uno de National Geographic. Entre los gritos, Luis y yo tratábamos de comentar las escenas. Comenzó el olor “a petate”. Habían comenzado a quemar de la “buena yerba”, pura “caquita de chango”, decían unos cuates un par de filas atrás. Comenzaron las rolas del disco a aparecer como parte de un concierto. Todos comenzamos a gritar como en un concierto verdadero. No la estábamos creyendo. La atmósfera se llenó de humo. Era como ver la película en una neblina Londinense, pero estilo “pacheco”. Aunque según yo no me sentía atontado, recordaba esa extraña sensación de cuando a Nacho y a mí se nos ocurrió darle una mano de pintura de aceite al baño, ¡y cerramos la puerta! Creo que de a poquito, pero todos estábamos “pachequeando”.

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El resto del documental, transcurrió sin más novedades: siguieron los latazos, cada que entrevistaban a un integrante de la banda y se suspendía la música, se emitían como dos mil silbidos de mentadas de madre, la “quemazón de mota”, siguió toda la película, en fin, nada que no les haya contado ya. Le entramos a las

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mentadas, nos cansamos de intentar ser los “cultos” que si querían escuchar lo que decían estos tipos. Para variar, el espectáculo estaba en las butacas. Terminó la película. ¡Baaaaamm! Se oyó el azotón de varios portones. Apenas estaban saliendo los créditos. Yo ya quería irme de allí. No había visto el reloj, pero sabía que ya era tarde. Comenzamos a avanzar con lentitud. Muchos de nosotros lo hacíamos con el mayor orden que podíamos, y no por respetuosos, sino porque intuíamos que un pequeño incidente de empujones, podría causar un pánico desbocado (como muchos años después comprobaron tristemente los chavos del “News Devine”). Salimos a un costado del cine, “al ras” del suelo. Comenzamos a seguir a la raza. Nuevamente, se generó ese consiente colectivo que nos dirigía de regreso al metro. Ya estaba obscuro. Se alcanzaba a distinguir la luna, entre nueves, ramas de árboles y contaminación. Al frente ya estaba la formación de la tercera función: se veía la formación que llegaba a la acera – escalera, y al frente, nuestro antiguo puesto de vigilancia en el brocal del árbol, estaba ocupado por otros chavos, que supongo escudriñaban la fila y calculaban sus posibilidades, tal y como lo habíamos hecho nosotros algunas horas antes.

No sé Luis, pero la verdad yo sólo conocía dos o tres de las rolas que salieron, pues (como pude comprobar después), se trataba de un documental anterior, que nada tenía que ver con el “Back in Black” y los discos mas recientes. En fin, no había que ser aguado, la verdad es, que si bien la película no había sido la gran cosa, la aventura había resultado de primera: de ida y vuelta del infierno, ¡y sin ningún arañazo! Aunque al correr de los años he podido asistir a “verdaderos” conciertos (algunos de ellos multitudinarios), creo que en muchos sentidos, el vacío en el estómago, la emoción y la sensación de de adentrase en lo desconocido que nos generó esa visita al “Auditorio Plaza”, no ha sido igualado por ninguno de ellos, además de que ¿acaso no son nuestros recuerdos una ficción cada vez más tenue de lo que vivimos?, ¿acaso realmente lo vivimos? ¡Corte! Buena escena. Vamos a ver como pega con el resto, las frases están muy cursis, pero con una buena edición y un filtro de nostalgia en el lente, igual y queda en la película. Si ya ven como son los “rucos”, apenas 20 añitos y se emocionan de cualquier cosa. Ahora ya entiendo el tango, a media luz en la sala de un cine.

¿Cómo viste? ¡No, pues de pelos! ¡Si, súper – chingona!

http://www.ocesa.com.mx/inmuebles//index.php?op tion=com_content&task=view&id=19&Itemid=29

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De regreso al paraíso.

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Nostalgia de los cines Pedro Flores dar su ingreso a torcer. Las exigencias fueron subiendo con los días y el tono se volvió más duro. Incluso recuerdo que hubo manifestaciones y marchas pidiendo la rebaja en el cobro para estudiantes (¿No sería un ensayo de revuelta popular utilizando estudiantes? Esto debió ser por el año de 1967). Total que un día ya no hubo negociaciones y varios grupos de estudiantes tomaron los cines con violencia, haciendo destrozos en las salas, saqueando las dulcerías y todo lo que encontraran dentro de los cines. En la tarde por mi casa pasó un camión de redilas lleno de estudiantes repartiendo trozos de película, aventando palomitas, vasos de refresco y tiras de boletos. Lo único que los chavitos percibíamos era el desmadre y corríamos atrás del camión pidiendo que nos lanzaran algo de aquel botín.

Esto de la nostalgia. Estuve buscando fotos antiguas de cines en Culiacán para compartírselas. De niño recuerdo los cines Rex, Cocos, Ejidal, Alcázar, Colón y Humaya. Estos cines tenían la característica de no tener techo, eran al aire libre. El inconveniente era cuando llovía, todos tenían que correr a guarecerse bajo un tapanco hasta la parte de atrás. Otros cines, más cómodos eran el cine Avenida, que años más tarde cambió su nombre, después de una remodelación, a cine Diana; y el cine Reforma, más nuevo y grande. Estos cines eran techados y tenían aire acondicionado. Ahora que me acuerdo, todos esos cines fueron destruidos por el vandalismos de estudiantes de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Seguramente fue una demostración de poder de alguna facción priísta contra otra del mismo partido (recordemos que antes el partido gobernante era el PRI y la única oposición era el PAN que nunca pintaba). El caso es que los estudiantes exigían un descuento en la entrada a los cines y la Compañía Operadora de Teatros S.A. (COTSA) no quería

Aquello fue un escándalo y Culiacán duró varios meses sin cine. Con la remodelación y la reconstrucción, se acabaron aquellos cines de cielo abierto donde si te aburría la película, podías ver las estrellas como espectáculo natural. El cine Avenida resurgió como cine Diana y el cine Reforma se modernizó.

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Foto postal de la Av. Álvaro Obregón. En el lado izquierdo se alcanza a ver un fragmento del Cine Diana (antes cine Avenida). Esta foto debe ser como de 1965.

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Trabajadores del Sindicato de Cinematografistas de Culiacán desfilando por la Av. Obregón, al lado del Cine Avenida. La foto debe ser de finales de los años cincuenta.

El Cine Reforma.

Doña Emma Roldán

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Una anécdota del cine Reforma. En ese tiempo la taquilla de los cines era un pequeño cuarto a un lado del inmueble, que tenía una ventanilla con rejas. La encargada de vender los boletos (que estaban impresos en un inmenso carrete de cartulina) era una señora bastante fea con un bigote que ya quisiera cualquier adolescente. Tenía un aire a doña Emma Roldán, pero en muy feo.


Entre la raza circulaba un chiste-adivinanza: “Trabaja en el cine y no es actriz; está tras las rejas y no es presidiaria; tiene bigote y no es hombre. ¿Quién es?” La respuesta era: “La boletera del cine Reforma”.

Le pido una disculpa a doña Aurora y su hija Carmen Alicia Híjar Martínez. Aunque lo de los bigotes era real y… ya saben cómo es la raza. Viendo la foto de doña Carmen Alicia con las ruinas de lo que fue el Cine Reforma se me hizo un nudo en la garganta.

Postdata Ups, me acabo de poner a buscar más sobre el cine Reforma y encontré este testimonio del periódico Noroeste.

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http://www.noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=495692&id_seccion=145

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Desde dentro Tatuajes: entrevista con Pedro Álvarez Ricardo Malváez Una tarde por la Ciudad de México, ciudad que esconde muchas historias, leyendas, cuentos, tradiciones y mitos.

tatuaje y así comenzó esta plática que transcribo. Estas son sus propias palabras de cómo se inició en este mundo de los tatuajes.

La ciudad que lucha constantemente, entre el tráfico y ríos de gente que va y viene caprichosa entre la cotidianidad, hacia el trabajo, escuela, centros de reunión, exhibiciones, conciertos u otro tipo de recitales, que se mueven dentro de las bellas artes, que lucha por ir a la vanguardia y romper tabúes. Quizá uno de los tabúes más criticados en nuestra sociedad, hasta hace un par de años, es el tema de los Tatuajes, arte de pintar y plasmar en la piel diferentes diseños: fotos, dibujos, sueños y nombres personales. Me di a la tarea de buscar a Pedro Álvarez, tatuador profesional y con una carrera de 20 años en el mundo de las agujas y tintas, con diseños propios y creador del concepto Neoazteca, que ha llevando su obra y diseños a través de exhibiciones a la Republica Mexicana, la Unión Americana y países de Europa como Francia, España, Alemania, Italia e Inglaterra.

RLV.- ¿Cómo fue que nació la idea de empezar a hacer tatuajes, cómo te iniciaste? Pedro Álvarez.- Empecé a tatuar más o menos hace 20 años; en realidad hice mi primer tatuaje cuando tenía 12 años de edad, tengo 40, o sea que más o menos, échale cuentas; nada más que yo empiezo a contar así, cuando empecé a tatuar desde que tuve mi primera máquina profesional, que fue hace como 20 años, más o menos. Empecé a tatuar porque la gente que me conocía sabía que yo dibujaba, veían mis pinturas; primero empezaron pidiéndome diseños para hacerse tatuajes. Como en esa época no había muchas opciones con quien tatuarse--sí había tatuadores, ya existían, pero no había muchos estudios--me empezaron a pedir a mí, no sólo los diseños, sino los tatuajes en sí, aunque sabían que yo no tatuaba, pero en RLV7

Lo encontré en la Colonia Roma, una de las colonias de la Ciudad de México, que por tradición, entre bares y centros de entretenimiento se ha constituido como una de las más clásicas de estos tiempos, entre las calles de Colima, trabajando en el Estudio 184, junto al Club de Leones. Al llegar al lugar, Pedro se encontraba haciendo un tatuaje de su propia inspiración, un Cosijo, deidad Zapoteca, dios de la lluvia. (Tláloc), diseño Neoazteca. Una mesa con las herramientas necesarias para la elaboración de los tatuajes, entre pequeños contenedores con tinta, máquinas y agujas. Platiqué con un Artista, teniendo como música de fondo la banda Gótica London After Midnight. Mientras esperaba mi turno, Pedro se encontraba haciendo un

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ese entonces no había mucho con que comparar la calidad del tatuaje, yo creo que en ese entonces los únicos estudios que había estaban en Tepito y en Guadalajara; fuera de eso, las personas que tatuaban estaban en las casas. Prácticamente ni se cobraba por tatuar, o lo cambiabas por la comida, por las chelas y a veces por el material. Yo a los mismos clientes les pedía que me trajeran guantes, tintas, agujas, se mochaban con la comida del día y eso era prácticamente lo que se cobraba.

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algunos hasta tenían el precio. Tú llegabas, veías los diseños de la pared y te decían: “te lo hago de ese tamaño, tal como está ahí y te cuesta tanto”, no había muchas opciones. “Yo saqué ese set de Flashes que le puse Neoazteca porque había pocos diseños mexicanos de donde escoger. Obviamente no fui el primero en hacerlos, porque antes de mí, en el tatuaje chicano siempre existió ese rollo del tatuaje mexicano, de tomar el Calendario Azteca y sobre todo los diseños de Helguera, que es un pintor que hacia ilustraciones para calendarios, que fue donde sacaron todo. Por ejemplo, la leyenda de Popocatépetl e Iztaccihuatl, Cuauhtémoc, todas esas imágenes que son clásicas del tatuaje chicano; lo que yo hice fue como hacer una reinterpretación más apegada, según yo, a lo que es el tatuaje prehispánico o como hubiera evolucionado a través de los años. En esos tatuajes de los que te estoy hablando, los chicanos, no hacen una reinterpretación, sino que toman los elementos, un poco sin investigar qué significan, los copian y ya. Como un símbolo de identidad, en ese sentido, como que fui de los primeros que hizo eso, reinterpretar los dioses prehispánicos y ponerles un significado, esa fue otra cosa que yo hice. Con esos flashes daba una explicación de lo que eran, con un pequeño librito con la explicación y creo que por eso tuvieron mucho éxito.

Tú eres el creador del concepto Neoazteca, ¿cómo es que nace y cuándo?

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Pedro Álvarez.- Mira, eso fue como en 1997, si no me equivoco. Bueno, yo ya tenía ese estilo desde antes, porque antes de dedicarme de lleno al tatuaje, me dediqué mucho tiempo a hacer estenografías, ilustraciones, aparte de las pinturas personales, que yo hacía para mí, que no eran para la venta. Ese estilo Neoazteca ya lo estaba desarrollando, cuando saqué ese catálogo, como tú le llamaste, que se llaman “Flashes”. Los Flashes son esos diseños que antes se ponían en las tiendas de tatuajes, con los que se cubrían las paredes y que era lo que los clientes que llegaban al estudio veían y de ahí escogían. Antes no se usaba tanto el tatuaje “custom”, como ahora le llamamos, que es que tu desarrollas la idea del cliente, si no que los diseños estaban preestablecidos y tú nada mas llegabas y escogías de lo que había ahí, incluso

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RLV.- En las exposiciones y convenciones de tatuajes, ¿has llevado tu trabajo, cómo lo han recibido en el extranjero?

RLV.- Diseños, escenografías, portadas de discos, fue otro trabajo que desarrollaste. Pedro Álvarez.- Eso fue antes de todo esto de los flashes. Estuve trabajando como tres años para una producción de Televisa y lo que hacía era precisamente los diseños de escenografías, publicidad, algunas cosas de imagen de canal, eso era lo que yo metía, precisamente la onda Neozateca, esa reinterpretación de elementos prehispánicos. Eso fue en 1995, de esa fecha hasta 1998, esos años que estuve trabajando ahí no tatúe, solo hacia escenografías, diseños, portadas de discos.

Pedro Álvarez.- En todas las expos a las que he ido en el extranjero, siempre llevo mi trabajo y lo aceptan. Fue en 1992 la primera vez que fuí para Europa, anduve vendiendo mis diseños en todos los estudios, desde la primera vez que fui --estuve en tres países, Francia, España y Alemania-- me pasé rolando en todos los estudios de tatuajes que encontraba, vendiéndolos y cambiándolos. También en las expos de tatuajes los vendía, vendí mucho; en ese entonces no era muy común encontrar flashes con diseños de tatuajes mexicanos. A mucha gente le pareció muy original, algo que nadie tenía; en ese tiempo tener flashes originales era muy importante para que tu negocio fuera mejor, tener más opciones de donde la gente pudiera escoger.

Una cosa me fue llevando a otra, primero empecé a hacer la imagen de Rockotitlan durante una época (llamado el lugar del Rock, centro de espectáculos que impulsó a bandas, ahora clásicas, de la escena del rock en México, en los años 80´s y 90´s), hacia las propagandas mensuales que se hacían ahí, unos telones que se iban cambiando cada mes, eran referentes a cada mes del calendario azteca. Después hice unos murales en todo Rockotitlan que duraron poco, duraron como dos años. De ahí las personas de discos culebras vieron mi trabajo y me mandaron llamar para trabajar con ellos. Allí estuve tres años, hice varias portadas de discos, hice publicidad, de ahí los de Telehit vieron mi trabajo y me llamaron para hacer lo mismo con ellos.

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Antes de ir a Europa fui a Estados Unidos, mucha gente ya vendía mis diseños. Primero se los vi a un tatuador que se hacía llamar “Captain Gordon” y él los llevaba a todas las expos de tatuajes, los cambiaba, los vendía y me mandaba el dinero y me mandaba las copias de los flashes que cambiaba por mis diseños. Mi trabajo tuvo mucha difusión gracias a este cuate. Ahí, en Estados Unidos, mucha gente tenía mis diseños en sus estudios de tatuajes, algunos de ellos sabían que yo los había hecho y sí, tuvieron mucho éxito.

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RLV.- ¿Y cuándo fue que empezaste a tatuar de nuevo?

RLV.- ¿Y en cuando a normas y reglas de higiene?

Pedro Álvarez.- En 1998 empecé a tatuar de tiempo completo de nuevo. En esa época pasaron muchos cambios aquí en México, el tatuaje era muy underground y en esa época fue cuando ya hubo más información, el material empezó a distribuirse más; fue cuando vino “Hankie Punkie”, “Paul Bull”, “Brian Everest”, varios tatuadores reconocidos a nivel mundial. Fue como una segunda etapa del tatuaje en México, más abierta, con más información. En cuanto a higiene, empezaron a salir muchos estudios, estudios profesionales.

Pedro Álvarez.- Yo digo que la mitad de saber tatuar, es saber también prevenir enfermedades, hacia los clientes y para ti; son muchas normas que tú tienes que seguir. Hay gente que empieza a tatuar, nada más se compra su máquina, sus agujas y piensan que porque cambian sus agujas ya lo están haciendo bien. Hay muchas otras cosas que tienes que saber para protegerte tú mismo y a tus clientes, porque en este trabajo no sólo están en riesgo las personas que se tatúan, porque los puedes contagiar de algo, sino tú mismo y eso es algo que muchos no piensan.

Antes los tatuadores y la gente que intentaba tatuarse no buscaba referencia en sí, no buscaban fotos de otro tipo de libros, el Internet todavía no se usaba tanto, ahora sí, para tatuarse la gente busca otro tipo de imágenes que muchas veces no tienen que ver con los tatuajes, pero en ese entonces el mundo del tatuaje estaba muy limitado

RLV.- Máquinas, agujas y tintas, ¿cómo es su preparación?

Las máquinas, hay muchos tipos de máquinas, la más común es la máquina de bobina, que es como un electroimán, como los timbres de las casas; la máquina para tatuar, en realidad, fue inventada hace mas de 100 años y prácticamente no ha cambiado desde entonces.

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Pedro Álvarez.- Bueno, actualmente las tintas, las agujas, los tubos, todo, lo consigues preparado; antes las agujas las teníamos que soldar, venían sueltas en paquetes, por millar y tú tenías que armar las agujas; ahora ya todo eso te lo venden hecho, ya vienen empaquetadas, ya no tienes que preocuparte por todo eso.


La máquina que estoy usando ahorita es como la misma que se usaba hace 100 años; lo que va cambiando son las láminas, como soldar las agujas, lo que ha salido recientemente son otro tipo de máquinas, unas que funcionan, por ejemplo, con aire comprimido; hay máquinas de motor rotativo en lugar de bobinas pero, bueno, el principio de la máquina para tatuar es siempre el mismo, es un mecanismo que hace que las agujas entren y salgan de la piel y vayan metiendo la tinta; pues en ese sentido no hay mucha innovación, no hay otra manera de tatuar más que picar la piel y meter el pigmento, todas las máquinas hacen prácticamente lo mismo. Que funcionen con electricidad o con aire, ya cualquier cosa que se invente en el futuro, que no use aguja, como hay una técnica que te marca la piel igual, pero eso ya no es tatuaje.

RLV.- ¿Qué congreso o exposición te ha dejado más satisfacción a lo largo de tu carrera? Pedro Álvarez.- Yo creo que cuando fui a Europa, cuando fui a Barcelona, me fue muy bien, me dejo muchas satisfacciones, porque nunca había ido yo fuera del país a tatuar y la aceptación que tuve fue muy buena, vi que había mucho interés por parte de la gente hacia México, como que en el tatuaje hay estilos muy definidos, el oriental, el trivial, el tradicional americano, pero como que apenas se está formando un estilo de tatuaje mexicano. Yo siento que a la gente, a los tatuadores les interesa mucho este rollo de las culturas antiguas y los orígenes del mismo tatuaje; entonces el hecho que vieran que aquí también hay raíces, como en el Japón, que el tatuaje tradicional japonés, está inspirado en historias antiguas y el tatuaje mismo en sí, la tradición de tatuaje japonés es antigua. Entonces es interesante saber que aquí también hay raíces, que puede existir un tipo de tatuaje mexicano tradicional que estamos tratando de rescatar, por eso cuando yo saqué ese set de flashes eran las cosas así, mucha gente se tatúo esas imágenes porque eran la única referencia que tenían de algo mexicano.

Las tintas que usamos son tintas especiales, para tatuar, hay como muchos mitos alrededor de las tintas; que dicen que son vegetales, en realidad casi todos los pigmentos que usamos son de origen mineral y son tintas que se han estado usando desde el mismo tiempo que tiene la máquina para tatuar. Hay tintas que se han estado y que se ha visto que funcionan mejor y causan menos reacciones en la persona, son tintas hipoalergénicas, no causan reacciones, no causan alergias.

El sentido de las exposiciones y convenciones es precisamente el que convivas con personas de otras ciudades, de otros países, que están en lo mismo que tú y de las que puedes aprender algo, más en este trabajo que no hay escuela, una carrera y muchas cosas son experimentales, gente que está experimentando diferentes agujas o técnicas.

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Siempre es interesante saber cómo resuelve cierto problema una persona, que tal vez tenga un estilo diferente al tuyo, que te aporte saber cómo lo resuelve.

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RLV.- Tu trabajo lo ves por todo el mundo ahora, danos un ejemplo.

RLV.- Por último, ¿una convención o exposición de tatuadores en México?

Pedro Álvarez.- Cuando viví en Cancún, por ejemplo, llegaban los chicanos o norteamericanos que no tenían nada qué ver con México. Traían diseños míos tatuados. En Europa, poco a poco en las siguientes veces que fui, también me encontré con mucha gente en las convenciones con diseños míos tatuados. Si tú proponías ciertas imágenes para tatuarse, era lo que la gente se tatuaba, no iban a buscar más allá.

Pedro Álvarez.- La próxima Expo de tatuajes en México va a ser el próximo Noviembre, más o menos por el día de muertos, la siguiente semana después del día de muertos, va a ser en Expo Reforma, aquí en la Ciudad de México, van a venir varios tatuadores internacionales y nacionales, va a haber Expo de pinturas, la Expo Reforma está a la altura del monumento del Caballito. Quisiera agregar que a los que empiezan a tatuar se apliquen mucho a dibujar, es muy importante, no sólo es comprarte la máquina y hacerlo; hay más atrás de lo que se piensa, el compromiso de no lastimar a la gente y como comenté hace rato, estás en riesgo tú mismo.

RLV.- ¿Ya se han roto los tabúes, el tatuaje ya no pertenece a un solo sector de gente o comunidades? Pedro Álvarez.- No, eso hace muchos años que dejó de ser, sobre todo en el extranjero. De eso que los marineros se tatuaban fue en la segunda guerra mundial o antes, ya en la actualidad se tatúa cualquier tipo de persona, de cualquier estrato social, no importa a lo que te dediques. Todavía en México hay lugares donde no te contratan si tienes tatuajes, pero también son cada vez más las empresas que ya están más abiertas y ya no importan si tienes tatuajes. Como una empresa donde tatúe a varias personas, en otros países vas al banco y ves a los cajeros con aretes, piercings y tatuajes, de traje pero tatuados.

NEOAZTECA www.neoaztecatatoo.com

PEDRO ALVAREZ

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www.myspace.com/neoazteca

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Los ojos de la luna Ariel Núñez Hace años había un niño a quien le gustaba tanto el cielo y estaba tan entusiasmado con los viajes espaciales (que en ese entonces llegaban hasta la luna) que un día, más o menos sin querer, vio los ojos de la luna.

cierto no es “la” luna ni “el” luna, pero le seguiremos llamando la luna). Por eso verle los ojos a la luna es un acto de audacia, y como pasa con las mujeres y algunos hombres, este acto nunca es inocente, pues la luna puede reaccionar como una mujer y devolverte una mirada cálida y sensual, alegre y cómplice, o al menos tibia y tímida, pero nunca indiferente. Pero también te puede devolver la mirada agresiva, retadora y violenta de un hombre que se siente visto fijamente por otro.

Esto lo asustó mucho porque como sabemos la luna es misteriosa y oscura. Claro que aparenta no serlo pintándose un conejo y brillando con la luz que le roba al sol, quien es tan poderoso y quiere tanto a sus planetas que en realidad no le importa que la luna y algunos otros satélites lo hagan.

Todo esto lo digo para entender mejor qué le pasó al niño esa vez que le vio la mirada a la Luna, y porqué se llenó de espanto, que se tradujo en soledad, pero también en nostalgia por volver a ver todo lo que vio, una nostalgia de esas que son incurables porque no se sabe bien lo que se añora, sólo se barrunta, se intuye.

Pero regresando al niño que le miró los ojos, éste se llenó de espanto y de nostalgia, y como no sabía lo que había pasado, tampoco se lo dijo a nadie. Quizás sus abuelos le habrían ayudado si les hubiera dicho, o su papá, quien si bien no se interesaba en las cosas celestes sí quería mucho a su hijo, y hasta le había prometido comprarle un libro sobre cómo llegar a la luna. Para bien o para mal nunca lo hizo, pues no sabemos qué hubiera pasado si el niño lo hubiera leído.

La mirada de la luna llena el alma de secretos y de algo de luz, de esa energía radiante y cálida que le roba todos los días al Sol, es una luz muy pura y muy potente, porque la Luna la va destilando hasta concentrarla en su mirada, y por eso te permite hechizar, invocar el futuro, sentir el pasado y casi volar en el presente, te da una sombra luminosa y una fuerza vital que te puede matar arrojándote a un impulsivo vacío, o darte alas para lograr casi lo que sea.

Lo que sí sabemos es que el niño creció y se llenó de hormonas y de ideas románticas, y enfrentó los retos y misterios de volverse hombre. Era fuerte, pues el hechizo de la luna no lo venció, al menos no durante su vida joven. Verle los ojos a la luna es un hecho que cambia la vida, y tiene algo de magia y algo de secreto; es como ver a Venus a medio día, cuando se supone que no podemos ver las estrellas; pero si sabes dónde se encuentra en el firmamento, basta que te ayudes con un catalejo o hasta con un tubo de cartón para ver ese lucero.

Eso le pasó a ese niño cuando se volvió joven, era arrogante, impetuoso y lograba mucho de lo que se proponía, enamoró a la mujer más hermosa que pudo conocer, le hizo hijos y la llevó a volar con él. La luna sin embargo le había dado un regalo dulce y amargo a la vez, pues mientras duró su juventud su fuerza le permitió sobreponerse a la nostalgia y al miedo; pero éstos no se habían ido nunca, sólo que no se veían en aquel hombre joven.

Pero a Venus no le importa que la veamos (digo “la veamos” porque es “una” planeta, no “un” planeta), y verla es por tanto una cosa inocente. En cambio, a la luna sí le importa, bueno le importa si le ves a los ojos, porque le gusta ser quien ve y no quien es vista, (por

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No sabemos si esto ocurrió porque la Luna se enojó aquella vez que se sintió mirada a los ojos por el niño,

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quizá su primer impulso fue de ira y de inmediato lo cambió por una ternura hacia la inocencia infantil. Pero cuando el hombre empezó a envejecer, algunas de estas cosas subterráneas empezaron a emerger en su vida, y un día lo hicieron con tanta fuerza que arrasaron con mucho de lo que él era (o creía ser) dejándolo sólo, sostenido a la vida con tan sólo unas finas hebras de amor, y una sorpresa permanente y dolorosa, quizá más difícil porque se daba cuenta de que no era tal, que eso siempre había estado allí.

Ahora sabía más acerca de lo que le había afectado esa mirada, también sabía que no había sido culpa suya, ni de la Luna, ni de sus abuelos, papás ni nadie, simplemente había pasado, y probablemente había pasado por algo. Pero lo que había podido hacer en la candidez e inocencia infantil ahora le iba a requerir de un esfuerzo y habilidad extraordinarios, por no mencionar el coraje y la fuerza, para soportar el dolor -e incluso la muerteque conlleva ver a la luna a los ojos.

Entonces aquel hombre se dio cuenta de que tenía que volverle a ver los ojos a la Luna, y enfrentar el espanto de esa profundidad infinita, tan grande que necesariamente es soledad casi infinita. Lo necesitaba para volver a ser, o más bien para completar su ser, esa parte que tal vez la luna le había quitado o que quizá nunca en realidad había sido.

Después del temblor que acabó con su vida anterior, tardó varios años simplemente en reconocerlo, y otros más en buscar qué hacer.

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Ahora ya estaba decidido a hacerlo, o más bien aceptaba que no tenía otra opción, y que intentarlo era el viaje de su vida.

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Sembrador de letras José E. Blanco Gómez Aprovechemos este espacio para ofrecer un breve y merecido homenaje póstumo al poeta de Quintana Roo, defensor de la cultura maya y de la educación en México. El profesor Eleuterio Llanes Pasos, quién merecidamente se ganó el mote de “Sembrador de Letras”, luchador incansable en el ejercicio de la enseñanza y la ecología. En los siguientes párrafos se incluye su biografía, así como uno de sus tantos poemas, con el objetivo de dar a conocer su vida y su obra.

Nacido en la villa de Sotuta Yucatán, el 25 de septiembre de 1917. Fueron sus padres Sr Virginio Llanes Fraga y la Sra. Marcelina Pasos Burgos.

Finalizada su educación primaria, pudo asistir como becario a la escuela secundaria del colegio americano, de Merida Yuc. Y proseguir finalizada esta, estudios de

Su infancia transcurrió con la tranquilidad propia de la vida en las villas de la península aunque llevando como

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rasgo distintivo la influencia del profesor y poeta, D. Eliezer Trejo Cámara, su maestro de segundo grado, creador de metáforas que desde temprana edad dejaron su huella en el profesor Llanes Pasos.

Eleuterio Llanes Pasos


preparatoria en la Universidad de Yucatán. Sin finalizar este nivel se traslado a la Cd de Mexico en donde, a la par que realizaba actividades para la supervivencia, asistía a clases de bachillerato en la escuela Preparatoria de San Idelfonso, perteneciente a la Universidad Autónoma de Mexico.

“Voces en contrapunto”, “Mas allá del camino”, “Mía es la palabra” (Poesía) y “Cuentos de cazadores” (Relatos). Quintana Roo, como ultimo laboratorio de la escuela rural mexicana, recibió al prof. Llanes y le permitió, con otros maestros como él –de los que saben que “la letra con sangre entra”, pero con sangre del maestro-, dar salida a sus afanes por el progreso y la reivindicación del pueblo maya.

Su dominio de la lengua Maya lo trajo a la tierra que cosecharía en él la mayor de sus producciones: Quintana Roo (1951), y a la actividad en la que finalmente encontró su vocación: La educación. Por estudios realizados en el benemérito instituto Federal de capacitación del magisterio, obtuvo el título de Profesor de Educación Primaria (1956).

En resumen, dentro de lo más destacado de las acciones del profesor Llanes están:

Sembrador de Letras -como lo captara la pluma de “Colinas”- el profesor Llanes recorrió la entidad diseminando el alfabeto, castellanizando, culturizando y venciendo la resistencia de grupos indígenas que no rechazaban la labor del maestro, sino el choque avasallante y arrollador de la cultura que le asociaba. Su labor educativa se inicia en la Ranchería de Yokdzonot Poniente. Su trayectoria como maestro rural dejó una amplia huella pues siempre fue apasionado del progreso y de la reivindicación del pueblo maya: traza calles, siembra frutales, mejora caminos vecinales y enseña a leer y a escribir a sus alumnos en el idioma nativo, en los poblados de Tuzik, Señor, X-Pichil y Dziuché.

Tradujo al idioma maya la constitución política de los estados unidos mexicanos.

Respondió en idioma maya el mensaje que el entonces candidato a la presidencia de la Republica Lic. Adolfo López Mateos, dirigió al pueblo de Quintana Roo (1963)

Trazo las calles y desarrolló campañas de reforestación en los poblados de Tuzik, X-Pichil y Señor.

Su labor poética se orientó, en el terreno educativo, a dos objetivos supremos: La reivindicación de la etnia maya y la preocupación por la ecología.

Su desempeño profesional lo llevó a recorrer todo el escalafón de la educación primaria, desde el puesto inicial de maestro de grupo rural, hasta ocupar la Dirección Federal de Educación Primaria.

Ocupó la secretaría General de Sección XXV del SNTE en el periodo 1961-1963

Brindó 36 años de servicio ininterrumpidos a la educación del estado de Quintana Roo.

El Prof. Llanes falleció a la temprana edad de 79 años, en la ciudad de Chetumal Quintana Roo el 21 de Septiembre de 1996

Destacado exponente de la poesía del Quintana Roo contemporáneo, el profesor Llanes contó en su haber con las publicaciones siguientes: “Polvo del camino”,

En este número se presenta uno de sus escritos, extracto del libro “Mas allá del camino” llamado: “Tu no debes llorar”, esperando sea de su agrado.

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Posteriormente llega al área urbana y fue maestro en la escuela socialista “Belisario Domínguez”, Director fundador de la escuela primaria “Aquiles Serdán” Director de la escuela Prim. “Cecilio Chi”, de Bacalar; Director de la Esc Prim “Belisario Domínguez”, Supervisor escolar y, finalmente Director Federal de educación. No le fueron ajenas las inquietudes sindicales y, en el periodo 1961-1963, ocupo la secretaria general de la sección XXV del SNTE.

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Descubrir a Federico García Lorca/El juego favorito de Leonard Cohen Pedro Flores/Alexandro Hernández

Descubrir a Federico García Lorca

aún traen el logotipo de la agencia que los vendió, es curioso que esos pequeños objetos de arte, que son los discos y los libros, tuvieran entonces esas identificaciones de la tienda que los puso a circular por el mundo.

Descubrir a Federico García Lorca es una experiencia como encontrar el mar eterno de José Emilio Pacheco: no tiene comienzo, sino que empieza donde lo hallas por vez primera y te sale al encuentro por todas partesi.

Pues mi padre encontró a Federico García Lorca en Reynosa, siendo muy joven, no sé si por vez primera, en la frontera norte de México, habiendo salido de Zacatecas a ejercer su carrera de ingeniero Topógrafo. Las grandes obras hidráulicas lo fueron llevando hasta el noroeste a Sonora y finalmente a Sinaloa, donde estableció su residencia familiar. Fue en Culiacán, donde hallé el libro de poemas (¿o se podría decir que el libro me salió al encuentro?) Cuando aún vivía en la casa familiar, la magia de ese genio que tenía duende ya me había hechizado. Cuando uno lee a García Lorca, lo primero que se le antoja es cantar, ponerle música a sus poemas, apropiárselos y hacer una representación de ellos con los recursos personales: Federico se ha adueñado de ti. Mis primeras canciones se engrandecían con aquella engañosa sencillez: Solo tu corazón caliente, y nada más. Mi paraíso un campo sin ruiseñor ni liras, con un río discreto y una fuentecilla.

Yo lo hallé en la biblioteca de mi padre, en una antología de poemas hecha por Dámaso Alonso. Era un libro publicado en los años cincuenta, de tapa dura forrado en tela, que curiosamente tenía impreso en la guarda posterior el sello de una librería de Reynosa, Tamaulipas.ii Varios objetos de mi padre tenían esos sellos de la tienda de origen, discos LP con el sello de una disquera de Los Mochis, Sinaloa; libros de Reynosa, Aguascalientes y San Luis Potosí. Así como ahora los automóviles

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Un reposo claro y allí nuestros besos, lunares sonoros

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del eco, se abrirían muy lejos. Y tu corazón caliente, Nada más. iii

¡Ay qué trabajo me cuesta Quererte como te quiero!v

La musicalidad es una de las características sobresalientes de la poesía de García Lorca, a quien a partir de este momento me gustaría llamarle Federico.

O inventarse un amor casi platónico con Amparo: Amparo, ¡qué sola estás en tu casa vestida de blanco!

… Llegan mis cosas esenciales. Son estribillos de estribillos. Entre los juncos y la baja tarde, ¡qué raro que me llame Federico!vi

(Ecuador entre el jazmín y el nardo) … Por la tarde ves temblar los cipreses con los pájaros, mientras bordas lentamente letras sobre el cañamazo.

Llegado a la Ciudad de México, mi gusto por la poesía de Federico se empezó a contagiarse entre mis amigos, compañeros entrañables de estudio, y hasta maestros. Aquel libro que en Reynosa salió al encuentro de mi padre, siguió cumpliendo su cometido subversivo de la cultura y la visión del mundo; pasó de mano en mano, llenándose de vino y cerveza, de tacto y oído, de guitarra y cigarros, de amigos y amores, de placer y deseo.

Amparo, ¡qué sola estás en tu casa, vestida de blanco! Amparo, ¡y qué difícil decirte: yo te amo!iv

Cuanto más lo lees más lo vives, más lo admiras, más te crees él, dueño de una varita mágica para nombrar las cosas con un lenguaje nuevo, brillante, vibrante, exento de vulgaridad y de lugares comunes:

Pero Federico es un amigo exigente, no puedes verlo y abandonarlo cuando te plazca. Una vez que estableces el pacto de amistad, es para siempre y todo el tiempo. En esa aventura que es crecer llevado por la confianza ciega en que la poesía de Federico tendrá buen cuidado de ti, descubrimos también las pruebas de fidelidad y apego a la verdadera amistad. Un día (1976), quién sabe de dónde, teníamos algún dinero en los bolsillos y fuimos a la Alameda de la Ciudad de México mis queridísimos hermanos y amigos Nacho y Martín, y yo. Había en el centro, frente al Hemiciclo a Juárez, en un pequeño callejón llamado Federico García Lorca y que en uno de los muros de la calleja tenía empotrado un busto del poeta granadino, un

¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero! Por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero.

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¿Quién me compraría a mí este cintillo que tengo y esta tristeza de hilo blanco, para hacer pañuelos?

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restaurante gourmet de buena calidad que a nosotros nos parecía elegantísimo. Lo habíamos conocido gracias a la generosidad y espíritu de desmadre de don Rubén Medina, inmenso formador de amantes de las ciencias física y matemática, también seguidor de Federico.

por nuestro estado de ánimo creíamos eran más propicios para una loa al poeta. ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena.

Esta vez los tres amigos queríamos probar a caminar con nuestros propios recursos y entramos en el restaurante a disfrutar unos magníficos filetes de carne de res, acompañados de una botella de vino tinto, que fue seguida de otra y otra y otra, hasta completar siete. En ese frenesí que lo hace a uno cometer disparates, estábamos con las botellas sexta y séptima abiertas y sólo consumidas hasta un poco más de la mitad. Pedimos la cuenta, pagamos y salimos… con las dos botellas medio terminadas, para encontrarnos frente al busto de Federico.

¡Que no quiero verla! … Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Voces antiguas que cercan voz de clavel varonil. … ¡Mi soledad sin descanso! Ojos chicos de mi cuerpo y grandes de mi caballo, no se cierran por la noche ni miran al otro lado, donde se aleja tranquilo un sueño de trece barcos. … Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico en aventura. Yo canto su elegancia con palabras que gimen y recuerdo una brisa triste por los olivos. … ¡Ay, Antoñito el Camborio, digno de una Emperatriz! Acuérdate de la Virgen porque te vas a morir. ¡Ay Federico García, llama a la guardia civil! Ya mi talle se ha quebrado como caña de maíz. vii

Busto de García Lorca

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Y empezó el homenaje, declamando sin ton ni son trozos de los poemas aprendidos de memoria y que

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—“Mira nada más, qué poca madre,” —dijo Martín, —“ve qué abandonado tienen al maestro, lleno de polvo y cagadas de palomas.”

aquellos ignorantes encargados de “cuidar” el orden. De poco había servido la sangre derramada de Don Federico García Lorca, muerto en Granada de manera infame a manos de unos fanáticos ignorantes, fascistas, adoradores de la muerte (“¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte”). Llenos de valor solidario con nuestro agraviado poeta, decidimos no pagar la multa y pasar allí la noche. En realidad, no nos quedaba ni un centavo para pagar la infracción, así que convivimos toda la noche temblando de miedo y de frío entre ladrones, drogadictos y malhechores de mediano rango. Al amanecer siguiente nos dieron la oportunidad de hacer una llamada para conseguir a alguien que pagara la multa; si no, iríamos tres días a hacer faena al Torito. Llamamos a nuestra escuela con nuestro ángel guardián, el Sr. Herrero, quien de inmediato pidió hablar con los agentes judiciales. Una vez puestos de acuerdo en el monto, fuimos conducidos de nuevo del Infierno a la Tierra en una patrulla hasta nuestra escuela donde fuimos liberados gracias a la generosa solidaridad de aquél prefecto sabio.

—“Pinche país, cómo es posible que así abandonemos a quien dio su vida por la poesía,” — dijo alguno de nosotros. Y acto seguido, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, Martín y yo nos encaramamos ayudados por una saliente en la pared hasta llegar cara a cara con el busto de Federico. Luego nos pusimos a limpiar la ilustre cabeza de bronce con las manos, ayudados por chorritos de vino para devolverle el brillo a la estatua. Como el avance en la limpieza era lento, Martín le pidió a Nacho la otra botella y para acabar pronto la rompió sobre el cráneo de bronce. Una lluvia de vidrios y vino nos bañó la cara pero no nos importaba, estábamos pagando al poeta una ínfima parte del tesoro que nos había legado. En eso estábamos cuando escuchamos el sonido metálico de un magnetófono que decía: “Bájense de allí, dejen de hacer escándalo,” al tiempo que una manos nos agarraban de las piernas y nos jalaban al nivel del piso. Los policías habían acabado con el improvisado homenaje y nos metieron a una patrulla para llevarnos un lugar ignoto. “Ora sí, cabroncitos, se los va a llevar la chingada, pinches comunistas,” decía uno de los guardianes de la ley, mientras nosotros no alcanzábamos a comprender por qué nos llevaban. Una vez llegados a nuestro destino después de cruzar la laguna Estigia conducidos por aquellos Carontes mexicas con uniforme de policía ministerial, se nos informó que estábamos en la “tercera”. La tercera era una agencia del ministerio público donde llevaban a los infractores de reglamentos civiles. “A ver, ¿por qué nos traen detenidos?” –preguntamos. “¿Se les hace poco? Por faltarle el respeto a una estuata de San Martín de Porres.” Volteamos a vernos y sentimos de nuevo una inmensa lástima por nuestro país, en manos de

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El autor en libertad

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merece ese nombre.” Cohen tradujo un poema de Lorca en la canción Take this Waltz, y le tomó 150 ix horas.

“Hasta aquí” a los recuerdos. Hace unas semanas, el 1 de junio de 2011, me enteré que se le otorgó a Leonard Cohen el Premio Príncipe de Asturias de las Letras por el "imaginario sentimental" creado por el cantante, en el que "la poesía y la música se funden en un valor inalterable". Encuentro también en las notas de ese día un soneto escrito por Joaquín Sabina en 2009, con motivo del 75º cumpleaños del músico y escritor ahora galardonado:

El poema es Pequeño vals vienés, que es un poema de una inmensa nostalgia de amor sensual: En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas. Hay un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha. Hay un salón con mil ventanas. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals con la boca cerrada.

Dichosos los que el lunes veintiuno en el Palau Sant Jordi, redimidos del tedio, de la ira, del olvido, tuvimos corazón por desayuno.

Este vals, este vals, este vals, este vals, de sí, de muerte y de coñac que moja su cola en el mar.

Umbrío por la pena, casi bruno, desde el Chelsea Hotel alzó su nido, cambiando por gozado lo sufrido por culpa de un desfalco inoportuno.

Te quiero, te quiero, te quiero, con la butaca y el libro muerto, por el melancólico pasillo, en el oscuro desván del lirio, en nuestra cama de la luna y en la danza que sueña la tortuga. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals de quebrada cintura.

Lorca de Montreal, Leonardo en vena, estrella de Morente, magdalena de Marcel Proust, pequeño vals vienés, oyéndote cantar tus aleluyas

En Viena hay cuatro espejos donde juegan tu boca y los ecos. Hay una muerte para piano que pinta de azul a los muchachos. Hay mendigos por los tejados, hay frescas guirnaldas de llanto. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals que se muere en mis brazos.

me rasgué la camisa y la casulla, llorando, sin sombrero y a tus pies.viii

¿Lorca de Montreal? De inmediato me puse en contacto con el mayor “cohenófilo” que conozco, mi amigo Alex y le pregunté. Resulta que Leonard Cohen, quien nació en Montreal en 1934, también descubrió a Lorca, hace muchos años. Leyendo los poemas escritos durante la estancia de Federico en Nueva York (Poeta en Nueva York, 1929-1930), Cohen quedó fascinado con la obra del poeta granadino. En el libro HALLELUJAH: 70 THINGS ABOUT LEONARD COHEN AT 70 (Aleluya: 70 datos acerca de Cohen al cumplir 70 años) de Tim de Lisle nos dice el dato 31:

Porque te quiero, te quiero, amor mío, en el desván donde juegan los niños, soñando viejas luces de Hungría por los rumores de la tarde tibia, viendo ovejas y lirios de nieve por el silencio oscuro de tu frente. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".

Su héroe es Federico García Lorca. Cohen nombró Lorca a su hija en honor a él: “Ella es una criatura adorable, con una gran creatividad. En verdad se

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En Viena bailaré contigo

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presentación y describe a Cohen de manera precisa como un hombre que conoce el valor del Dharma y del Deutschmark. Eran tiempos anteriores al Euro, claro.

El juego favorito de Leonard Cohen A mediados de los años 80 existió una estación de radio especializada en música de rock. En ese entonces me gustaba dejar la radio encendida durante la noche y dormir con la música de esa estación sonando a bajo volumen.

No paraba ahí el desconcierto. En “First we take Manhattan” habla desde la oscura perspectiva del resentimiento, en I’m your man y Everybody knows practica la descripción de listas que enumeran las virtudes del buen esposo y las causas de la decepción respectivamente. En Take this waltz rinde homenaje definitivo a Lorca acompañando a sus sobrecogedoras imágenes de la época neoyorquina de un vals angustiante. Se inventa a la policía del Jazz y asciende hipnóticamente a la Torre de las canciones.

Ocasionalmente despertaba en la madrugada con la sensación de que las canciones transmitidas habían inundado mis sueños como presencias fantasmales. Ya en vigilia me dedicaba a perseguir las canciones hasta identificarlas, como si el saber el nombre de la canción, su intérprete, el autor y el título del disco (primero) y conseguir el L.P. (después) fueran la materialización del espectro. Y si, muchas veces lo conseguí, me convertí en un experto perseguidor de fantasmas musicales. Otras veces fallé, pero no es de lo que trata esta historia.

Escuchar a Cohen fue como el rayo que describe Neruda en su oda a la crítica, fue equivalente a un estruendo en mitad de la noche. ¿Era ese disco un evento único y extraordinario, o había más? Inicié la búsqueda de más rastros de esas letras de iluminado, de esa música directa y sencilla pero capaz de desnudar las carencias del espíritu.

De aquellas noches viene mi primer encuentro con Leonard Cohen. La canción que apareció nebulosa entre sueños fue “There ain’t no cure for love”, y supe después que era la segunda pista de la grabación de 1988 “I´m your man”, con una portada que mostraba a un Cohen maduro comiendo un plátano.

Fue como abrevar de una fuente bíblica. El hombre podía armarse de una sencilla guitarra para hablar con toda la autoridad de aventuras en adulterio, carniceros rogándole comprensión a sus hijos, y auténticas hermanas de la caridad capaces de dar alivio al cuerpo (Suzanne, The Butcher , Sisters of Mercy), o en otro extremo, valiéndose del muro sonoro de Phil Spector, caminar por los bajos fondos encarnando a la prostituta y al hijo de la prostituta que recomienda no irse a casa con una erección (Don’t go home with your hard-on).

Como en buena historia iniciática, un poeta debía ser el guía. Fue Edgar Artaud el que me regaló el casete de I’m your man. Un poco después conseguí la letra de las canciones y ahí llegó mi segundo sobresalto. Lo que este hombre decía correspondía con una observación directa de la realidad –te veo en el metro, te veo en el camión, te veo acostada bajo de mi y te veo al despertar- pero en ese vagabundeo urbano llegaba a tener arrebatos místicos –entro a esta iglesia vacía, no tengo a dónde más ir, y entonces la voz más dulce que hubiese escuchado le susurra a mi alma: no necesito ser perdonado por amarte tanto. Está en las Escrituras, escrito con sangre, e incluso escuché a ese Ángel sentenciando desde las alturas: no hay cura para el amor-. Tiempo después encontré que yo no era el único en advertir a este místico de la calle: en el discohomenaje Tower of songs, Tim Robbins hace la

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Al repasar la trayectoria discográfica de Cohen, es notorio como a medida que transcurre el tiempo, la voz de Cohen se va agravando y se va haciendo más lenta, como si las profundidades del gozo y de la miseria a las que se sumerge y que nos muestra como reliquias de cada uno de nosotros, dejaran una marca en su garganta. I´m your man es el disco en donde encuentra cierto equilibrio entre el acompañamiento musical que ha de preferir, y en el tono de su voz.

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Llegó al Futuro y entra en él con una cita bíblica –la Biblia siempre presente-: Rebeca ofrece agua al viajero (Génesis 24:16). Este viajero habrá visto al futuro para descubrir que no es sino crimen, como lo fue el pasado y lo es el presente (The Future). Este viajero lo ha visto todo, y llega para cerrar la puerta en el fin de los tiempos (Closing Time), no sin antes inclinarse lleno de temor y deseo ante el Delta de la mujer que le permite beber del pozo, que es inicio y fin de todo, Alfa y Omega (Light as the Breeze).

Philip Glass, le pone música a algunos poemas del libro de la añoranza (Book of Longing, 2007). Le han rendido tributo tanto el firmamento de superestrellas de rock (léase Billy Joel, Elton John, Sting & The Chieftains, Peter Gabriel, Willie Nelson, Suzanne Vega) en el disco “Tower of Songs”, mientras que brillantes exponentes de lo que se conoce como “indie rock” reconocen su ascendente en “I’m Your Fan”: REM, Nick Cave, los Pixies, Geoffrey Oryema, Lean Louis Murat, John Cale…

Cohen nos sacude por su falta absoluta de complacencia. Si la poesía es el accionar del poeta para mostrar al mundo, lo que Cohen entrega de regreso es un mundo aterrador, donde –siempre la Biblia- los padres entregan a sus hijos a esquemas que pomposamente llaman “visiones” (Story of Isaac), un mundo que presume una democracia guiada por cocineras homicidas (Democracy), un mundo donde los poderosos juegan con cartas marcadas a su favor (Everybody Knows), un mundo donde se padece la traición de los amigos (Famous Blue Raincoat), un mundo en donde el monstruo en uno mismo se alza lleno de orgullo fatuo (Avalanche), y sin embargo también es un mundo en donde la mujer es la paloma que anuncia el regreso a casa (Dance me to the end of Love), un mundo que canta a los héroes (Song of Partisan), en fin, un mundo donde es posible ser libre (Bird on a Wire).

Con otros como Bob Dylan o Joe Cocker cantando sus canciones, se tenía el consenso necesario como para declararlo Santo del rock, cosa que ocurrió en el año 2008 con su entrada al Salón de la Fama del Rock & Roll. Todos entendemos que Santo del Rock no significa ser un personaje benévolo, cosa que definitivamente no es Cohen. En este caso, tendríamos que referirnos más bien a un hombre perfectamente capaz del mal en su egoísmo, pero también perfectamente capaz de mirarse de frente sin acobardarse. Obligado por la precaria situación económica que enfrentó al salir del monasterio budista y que persistió por varios años, Cohen sale de gira una vez más hacia el año 2008. Si los discos de estudio son el testimonio de la formación de canon, los discos en vivo muestran al ministro oficiando su culto. Desde el Live Songs, donde se arma de tan sólo una guitarra para actuar convincentemente las canciones, especialmente como mendigo callejero (Please don´t pass me by) pasando por el Field Commander Cohen, reflejo de las guerras personales internas, luego el Cohen Live, grabación en plenitud de poderes, hasta el Live in London, constancia de la gira en donde todos los que la presenciaron coinciden en la sublimación del poeta capaz de crear el acto definitivo cada noche.

No debe ser fácil ser vehículo del espíritu en tiempos atribulados –como todos los tiempos-. En busca de un apaciguamiento, este viejo judío oriundo de Montreal se pasó cerca de una década en un monasterio budista de Los Angeles, buscando no ser para ser. Salió de ahí más conforme consigo mismo para enfrentar la quiebra económica total y al mismo tiempo, el respeto y reconocimiento unánime.

¿Quién más puede traer a U2 como grupo de soporte y en la misma experiencia vital asear humildemente los baños de un monasterio por la madrugada? ¿Quién más puede ser inducido al salón de la fama del rock and roll y pocos años después ganar el premio príncipe de Asturias? RLV7

A la salida del monasterio edita un par de grabaciones totalmente introspectivas, como si hubiera estado nueve años en busca del Zen (que de hecho es lo que hizo): “Ten new songs” en 2001 y “Dear Heather” en 2004. Otro músico en busca del Zen, el minimalista

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En “El juego favorito” Cohen cuenta en cerca de cien viñetas el transcurrir de la infancia hasta la temprana adultez de Lawrence Breavman, joven judío de Montreal. La última de estas viñetas describe a unos niños canadienses girando alocadamente, tomando impulso para salir disparados y así dejar impresa en la nieve la figura más extraña, la más original. A juzgar por los resultados, el joven Cohen se las ingenio para dejar con fuego su huella en el alma de nuestros tiempos.

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Mar eterno

Digamos que no tiene comienzo el mar Empieza donde lo hallas por vez primera y te sale al encuentro por todas partes. José Emilio Pacheco ii

Saludo a Tamaulipas, estado que recibió a mi padre en su juventud poniendo en sus manos un libro de poemas de Federico García Lorca. Es muy doloroso que un estado tan noble, generoso y lleno de tradición y cultura esté atravesando hoy por un infierno de violencia denigrante y deshumanizada. iii Libro de poemas. Deseo. Federico García Lorca, FGL, 1920. iv Poema del Cante Jondo. Dos Muchachas. Amparo. FGL, 1921. v Canciones. Andaluzas. Es verdad. FGL, 1921-1924 vi Canciones. Canciones para terminar. De otro modo. FGL. 1921-1924 vii Fragmentos de: Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. La sangre derramada y Alma ausente. FGL (1935) Romancero Gitano. Muerte de Antoñito El Camborio. FGL. (1924-1927) Romancero Gitano. Romance del Emplazado. FGL. (1924-1927) viii Sonetos para Cohen. Joaquín Sabina. ix HALLELUJAH: 70 THINGS ABOUT LEONARD COHEN AT 70, de Tim de Lisle. 2004 Tim de Lisle and The Guardian.

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De pinta a Ventoquipa El asesinato del Duque de Guisa Música para una película muda Bernardo Marcellin

La música clásica ha sido utilizada dentro del cine en innumerables ocasiones. Por sólo mencionar unos pocos ejemplos, tenemos el poema sinfónico de Ricardo Strauss Así hablaba Zaratustra y el vals el Danubio Azul, además de la obra Atmósferas de György Ligeti como parte de la cinta 2001 Odisea del Espacio, de Stanley Kubrik, el adagietto de la Sinfonía n°5 de Gustav Mahler como tema de la película Muerte en Venecia, de Luchino Visconti, o bien el fragmento de la Sinfonía Romántica del norteamericano Howard Hanson que sirve de fondo a los créditos de la película Alien.

específicamente en el cine fue el francés Camille Saint-Saëns (1835-1921). Esto puede sorprender dado que este autor, quien de joven fue un rebelde que gozaba escandalizando a su auditorio, en sus últimos años se había convertido en un reaccionario irredento. Al escuchar las disonancias en las composiciones para piano de su discípulo Gabriel Fauré, pensó que éste se estaba perdiendo la razón, al tiempo que también despreciaba las innovaciones de un Claude Debussy. Olvidaba para entonces que durante el estreno de su poema sinfónico La danza macabra, en 1875, se produjo tal rechifla por parte del público, indignado por lo agresivo de los acordes, que la madre del compositor cayó desmayada.

Estas obras no fueron originalmente concebidas para el cine –de hecho a Hanson ni siquiera le preguntaron si estaba de acuerdo con que se usara su música pese a que aún vivía en esa época. En otros casos, compositores reconocidos escribieron obras con el objeto específico de servir para una película. Podemos pensar en las obras de John Williams para numerosas cintas, como la Guerra de las Galaxias, o bien en las del soviético Dimitri Shostakóvich, quien compuso los temas para cerca de treinta producciones cinematográficas, además de que se utilizaron fragmentos de sus sinfonías como fondo alterno de El Acorazado Potemkin, en donde sustituyeron a la partitura original.

Aun así, en el año de 1908 aceptó incursionar en un género nuevo y escribir la música para una película muda: El asesinato del duque de Guisa. El resultado es, por supuesto, muy distinto de un Soundtrack moderno. Saint-Saëns escribió su partitura para la pequeña orquesta que estaría ubicada en la sala de proyección y donde el papel preponderante estaría asignado a las cuerdas, la flauta y el piano, con las trompetas irrumpiendo en los momentos de mayor tensión. La duración de esta cinta es de aproximadamente veinte minutos, lo que es largo para los estándares de la época.

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Pero el primer gran compositor de música clásica que escribió una obra para ser utilizada

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El tema de la película se basa en un hecho histórico que se remonta a las Guerra de Religión en Francia durante el siglo XVI. El duque Enrique de Guisa era el líder de la Liga, el partido católico que combatía tanto a los protestantes –comandados por Enrique de Navarra- como al rey, el incompetente Enrique III. Debido al nombre de los líderes de las tres facciones se conoce a este conflicto como la Guerra de los Tres Enriques. El pueblo de París se sublevó en favor del duque y expulsó al rey que tuvo que refugiarse en Blois. Se dice que Enrique de Guisa era un hombre orgulloso, ensoberbecido por sus logros militares y su éxito con las mujeres (lo que establecía otro contraste con el afeminado Enrique III). Seguro de la victoria, y creyendo que el trono estaba a su alcance, se dejó atraer por el aún

monarca pese a las advertencias de sus aliados. Tras llegar al castillo de Blois, fue tomado a traición por los guardias del rey y asesinado.

Esta cinta fue producida por la sociedad Film d’Art, creada por los hermanos Lafitte a instancias de la Comedia Francesa, la institución encargada de

promover el teatro clásico en Francia. Film d’Art promovía temas históricos y mitológicos en sus películas. El Asesinato del Duque de Guisa fue RLV7

La película se centra en los últimos instantes del duque. Cada uno de los cinco cuadros tiene una música distintiva que corresponde a la acción que se desarrolla en ellos. La producción en su conjunto muestra un estilo teatral, en el sentido de que se encuentra claramente seccionada en escenas que transcurren en ubicaciones bien definidas. En esos años no habían aparecido aún las innovaciones de Griffith, y mucho menos las de Eisenstein, que fueron las que le dieron al cine un carácter propio. De alguna forma, es como la grabación de una obra de teatro.

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dirigida por André Calmettes, basándose en el argumento de Henri Lavedan, con Albert Lambert en el papel del duque, Charles Le Bargy en el de Enrique III y Gabrielle Robinne en el de la marquesa de Noirmoutiers. Estos dos últimos eran destacados actores de la Comedia Francesa, con lo que se recalca la estrecha relación que se conservaba entonces entre teatro y cine.

trompetas anunciando la entrada solemne de los guardias. En la sala del Consejo, el duque recibe la orden de presentarse ante el rey, pero prefiere seguir con su conversación con el capellán de la corte hasta que el capitán de los Cuarenta y Cinco en persona viene a llamarlo. Al principio de la escena, los instrumentos retoman el tono relajado del primer cuadro, pero la melodía se va tornando angustiosa tras la orden que recibe Guisa de ir ante Enrique III.

En su momento, alcanzó gran notoriedad y el éxito que obtuvo a nivel internacional contribuyó a dar relieve a la industria cinematográfica francesa. Se le considera como una de las primeras cintas narrativas en la historia del cine y destaca en ella la calidad de la fotografía, de la escenografía y del argumento, además de la partitura de Saint-Saëns.

La escena culminante de la película contiene algunos elementos cómicos. Mientras espera ser recibido por el rey, el duque gira constantemente y casi sorprende a los guardias que intentan apuñalarlo por la espalda en varias ocasiones. Ante la mirada severa de Guisa, fingen saludarlo cortésmente. El staccato del violonchelo subraya el movimiento rápido de la acción; por momentos la música suena traviesa, pero tiende a hacerse enérgica cuando el duque confronta a sus asesinos. Finalmente logran acuchillarlo. El rey sale de su escondite y se asegura que su enemigo esté muerto. Despojan entonces el cuerpo y descubren una carta que demuestra que el duque traicionaba a Francia, recibiendo fondos para sostener la guerra civil. Hay aquí cambios de ritmo muy marcados en la partitura y, al final, la melodía se torna fúnebre.

Tras una introducción musical de tono más bien sombrío, que hace las veces de una breve obertura, con predominio del violonchelo, se inicia la acción en casa de la marquesa de Noirmoutiers, la amante del duque. Un paje le entrega una carta anónima en la que le piden retener a Guisa ya que se teme que el rey esté planeando algo contra él. Pero el duque, confiado en su prestigio y su popularidad, ignora la advertencia y se dirige a la sesión del Consejo. Durante el primer cuadro, la música tiene cierto aire cortesano y recuerda por momentos un minueto o bien algún pasaje de un cuarteto para cuerdas, lo propio para un salón aristocrático, con pasajes alegres, despreocupados, y otros más lentos.

En el último cuadro, llevan el cadáver al Cuerpo de Guardia y, tras una escenificación religiosa, lo queman en la chimenea. La música en esta escena es más intensa que en la del crimen, en especial una vez que aparece la marquesa de Noirmoutiers. Los instrumentos de la orquesta de cámara se unen en una armonía rápida que describe la desesperación de la mujer. El final es digno de una ópera: la heroína cae desmayada o muerta mientras el piano hace las veces de percusiones RLV7

Mientras tanto (segundo cuadro, cambio de habitación), Enrique III está planeando los últimos detalles del crimen. Sus guardias, conocidos como los Cuarenta y Cinco, ensayan el asesinato frente al monarca, quien les entrega los puñales con los que han de ultimar al duque. Vuelve aquí la música sombría, parecida a la de la introducción, con las

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para dar dramatismo a la acción. Sólo faltaría que en ese momento cayera el telón.

melodías plásticas, que describieran la acción o los sentimientos de los personajes y así ayudar al público a entender mejor lo que estaba sucediendo. No existiendo un modelo previo sobre el cual basarse, se recurrió a la ópera o a la música escénica.

Como sucede cuando surge una nueva rama del arte o de cualquier actividad humana, se tiende a buscar los modelos en las áreas relacionadas. Al aparecer la fotografía, se pensó que sus aplicaciones serían únicamente científicas o que cuando mucho serviría como un trabajo preliminar para elaborar cuadros. Sólo poco a poco fue surgiendo la fotografía artística con un sello propio, distinto de la pintura. El diseño de los primeros automóviles estaba inspirado en el de los carruajes de caballos y hubo que esperar varios años antes de que se alcanzara la silueta característica de estos nuevos vehículos. Lo mismo ocurrió con el cine, que fue separándose lentamente del teatro y del arte del mimo. Y otro tanto podría decirse de la música para el cine. Se componían temas específicamente para la cinta, tratando de compensar el silencio de los actores por medio de

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Películas como El Asesinato del Duque de Guisa representan los primeros balbuceos de un arte nuevo en busca de su propio sendero, en medio de fuertes limitantes técnicas. Pero también muestran la capacidad para la innovación y la creatividad que existía en ese ámbito hace más de cien años y que se refleja en gran medida en el extraordinario desarrollo alcanzado por el cine a lo largo del tiempo. Por supuesto, partiendo del paradigma que tenemos actualmente de las películas, este tipo de cintas pueden parecernos inocentes. Aunque la partitura de Saint-Saëns sea de excelente calidad, ese final tan operístico produce inevitablemente una sonrisa en el oyente del siglo XXI.

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La del Pirata cojo Paco Olvera

Al Capone en Chicago, Mercader en Damasco, Viejo verde en Sodoma, anciano en Shangrila, como bien dice mi amigo Joaquín, hay mil vidas que siempre hemos querido vivir, y por lo menos para mí, la fuente de inspiración de personajes que me hubiera gustado ser, o mejor dicho, que he sido durante breves momentos de ensueño, ha sido el cine. En una sala de cine fue la primera vez que me sentí guapo, o valiente, o un genio, o estratega, o generoso, e incluso héroe. Todo esto para hacer una muy breve reseña de los personajes en que me he transformado o que se han convertido en “rol model” en alguna etapa de mi vida.

simpático e ídolo de mi abuelita, cuando salía en “Los Tres huastecos”, o de maestro de escuela, o de un Juventino Rosas ultrajado por el voraz editor de música europeo o caminando entre resucitados en “Mexicanos al grito de guerra”. El mexicano quinta-esencial, sacrificado, cantador, que enfrentaba la adversidad cantando una canción, del que enamoraban las muchachas, que era “pobre pero honrado”, y al que a todo le salía mal, cuando querías que le fuera bien. Acompañado con su “Chorreada”, que sufría la muerte del “Torito” o le hacía maldades a Luis Aguilar en “A toda máquina”. Pues el buen “Perico” Infante (como le decía mi abuelita de cariño), fue sin duda mi primer ídolo no declarado, como el que yo quería ser.

Amorcito Corazón. Pues sí, me encantaban los personajes de don Pedro Infante, cantador, mujeriego,

Tus besos se llegaron a recrear. Pos ni hablar, hasta la fecha es mi sueño ser mas pachuco que el pachuco, el mismísimo “Tin Tan”, siempre rodeado de muchachonas “piernudotas” de esas “di antes”, ser el famoso cantaor

“Er niño de pecho”, o “Rififi entre las mujeres”, o ser “Trucutrú” y bailar el “Cavermambo”. Vestir con sus trajes de enormes solapas y siempre tener una salida ingeniosa a todos los problemas, tener un “hado

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Pedro Infante en sus tres caracterizaciones en “Los Tres Huastecos”


padrino”, o ser “El hijo desobediente”. Venía de provincia, y llegó a triunfar en la “capirucha”, besó a toda mujer guapa de su época, todo mundo iba a ver su

espectáculo a “El Patio”, tenía su yate el “Tintavento” y vivía de echar desmadre, “más mezcla maistro, o le remojo los adobes”.

“Tin Tan” junto a Meche Barba en un cartel de “Calabacitas Tiernas” y en un cartel que ilustra las “piernudas” con la que bailaba

“Hillts, coooler!” Las películas de guerra, y de ellas, “El gran escape” con su montón de estrellas, y de todos ellos, Steve McQueen haciendo el personaje del gringo chicho que hacía enojar a sus captores alemanes, que le gustaba el “beis” y que era el más “aventado”, no como los “perfumaditos” ingleses retratados en la película.

Cuando excava un túnel con su amigo Ives, o cuando arroja su pelota cerca de la cerca (upsss!), para probar que había un punto ciego entre las torres de vigilancia, pero más que todo, cuando al final se roba una moto, en la que con una serie de saltos acrobáticos, casi logra llegar a la ansiada Suiza y así concretar su escape.

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Steve McQueen casi escapa en su moto en la escena culminante de “El Gran Escape”

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Tara rara, taran, taran, tararara taran taran tan. Perdón, no es “Tin Tán” con hipo, es que no se me ocurría como representar los primeros acordes de “The entretainer” (“El anfitrión”) de Scott Joplin, tocada por una banda de metales con todo el sabor de los años 20 y que para mi evocan las primeras escenas de la película “El Golpe”, con su ingeniosa estratagema para estafar al estafador, que nos hacía sentir a mi hermano Nacho y a

mí, Robert Retford y Paul Newman. En ese momento, ni si quiera me caía “el veinte” de que los tipos eran buenos actores y además guapos, lo que importaba es que eran ingeniosos y valientes, además de que habían ideado un plan a toda prueba, una forma maravillosa de ser un “malo – bueno”, o un “bueno – malo”, si, de esos que sólo hay en las películas.

“El Golpe” con Robert Retford y Paul Newman

Patton. Tal vez caí en la trampa de Hollywood, pero el personaje de George C. Scott haciendo de Patton me ha emocionado siempre. Con su imagen de guerrero que creía en la re-encarnación y sus audaces movimientos para cruzar Europa desde Cherburgo hasta el Rhin, aunado a las monumentales escenas de batallas de tanques en el desierto, me hacía soñar de niño que yo

quería entrar en el ejército. Afortunadamente esta visión no fue tan fuerte, porque no hubiera sobrevivido ni 2 días, pero ciertamente un Francis Ford Coppola, en ese momento, escritor del guión, hizo un gran trabajo al crear un personaje muy atractivo y heroico, reconocida toda la distancia con la realidad.

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George C. Scott hizo una gran caracterización de Patton; ´fue el primer actor en rechazar el Oscar

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Unleash hell. “I’m Maxiums Decimus Meridius, commander of the legions of the north, General of the Felix legions”. Cuando Rusell Crowe, personificando al “Gladiador” se enfrenta al fatuo y traicionero hijo del césar, a riesgo de su vida para reivindicar a su familia, al emperador y a la decencia, siento la emoción de hacer

lo correcto aún en las circunstancias más adversas, ser el líder de una tropa que te respeta porque te has ganado la gloria combatiendo al lado de ellos, porque jamás pedirías un sacrificio que tú mismo harías si fuera necesario. Para mí, probablemente el último personaje en quién me he transformado, ya en plena edad adulta.

Rusell Crowe crea un personaje épico en tiempos recientes en “Gladiador”

Paco Jones. Este fue un apodo que me pusieron los españoles, porque decían que me pasaba de temerario, pero creo que cometería una gran injusticia si no rindo honores al gran aventurero creado por don Steven Spielberg. Cuando la fui a ver “Los cazadores del arca perdida”, yo no tenía en realidad expectativas de ninguna clase, pero cuando puede ver a este cínico sacar su pistola para darle en la mother al diestro espadachín que giraba su ferozmente su simitarra, pensé: este es de los míos. La verdad, cada que me estoy metiendo en una nueva bronca o estoy en un país (o colonia del Defe) que no conozco, en mi cabeza resuena la fanfarria que identifica a Indiana Jones, y me

siento listo para lo que se atraviese. Debo confesar también que uso un sombrero café que imita un Stedson, y para ponerle más sabor al caldo de las anécdotas, en una ocasión que visité los Disney Studios en Florida, estaba usando este sombrero y cuando llegué al espectáculo dedicado a Indiana, el compa de la taquilla me dijo “wellcome Profesor Jones, we were waitng for you”.

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Ahí les va una imagen que me obsequiaron unos ex compañeros de trabajo un día de mi cumpleaños.

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¡Ahora si estamos en un pedo! Ni más ni menos que “El Jaque” y “El Mudo” de mi adorada “Matando Cabos”. La verdad es que, pese a que se ven muy fresas con lo que yo viví en mi juventud, me encantan las aventuras de estos dos compas y siento que nuestras aventuras juveniles son comparables a las de ellos o que también, entre los “Condesos”, bien podríamos escribir el guión de una película como esta. Me encanta. Es irreverente, no es una copia y hace muchos homenajes a diversos

géneros del cine nacional, comenzando por las de “luchadores” con un “Mascarita” de Huichapan, émulo del mismísimo hijo predilecto de Tulancingo, “El Santo”, pasando por las de “Los Polivoces” (los primos Cabos, según yo, son una versión dramática de “El Mostachón” y “El Wash & wear”), invitando hombres lobo, marcianas y en el plano internacional, el fabuloso “are you talking to me?”, del señor DeNiro en “Taxi Driver”.

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Un clásico del nuevo cine mexicano; Diego, un buen amigo argentino, me apodó “El Mudo”, porque decía que el tono de “macho” era el acento “corporativo” de los mexicanos.

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Heaven, I’m in Heaven. Perdón, perdón, antes que se me olvide, tengo que hablar de los bailarines de las películas que mi papá me enseñó a adorar: Fred Astaire y Gene Kelly. Cuando vi bailar a Gene Kelly en “Cantando bajo la lluvia”, me dejó impresionado. ¡Cuántas veces me mojé en las calles de Tulancingo tratando de imitar su rutina! Admito que sus bailes los conocí en cortos, pues no había donde o como ver sus películas en el pueblo. De hecho, la rutina del baile en la lluvia de Gene Kelly, la vi en un especial de las mejores escenas de Hollywood (que en inglés se llamaba como una clásica canción: “That’s entretainment”), y en su momento la calificaban como la escena insignia de los musicales. Estaba seguro que si yo podía bailar así, iba a ser admirado por todos; esa forma de bailar resistió las tentaciones de la modernidad, el que bailara así, podría bailar rock, twist o las “modernas”, no había duda. A don Fred lo conocí en “Chick to Chick” y “Top Hat”,

bailando con Ginger Rogers, que parecían flotar en el cielo, sensación que también aflora en John Coffey, condenado a muerte en “Milagros inesperados” o a Cecilia, en “La Rosa Púrpura del Cairo”. Y hablando de la magistral creación de don Woody Allen, me hubiera encantado hacer como el mesero, que cuando se cuenta que ha cambiado la trama y le dicen que cada quién puede hacer lo que le plazca, le dice al director de la orquesta “heat it!”, y al sonido de la banda, se suelta bailando tap. Nunca pude bailar ni cercanamente así, de hecho, aunque tengo unos zapatos a los que le compre unos taps, jamás los he usado. Cuando pienso en el tap, no puedo evitar recordar lo que dijo Adalberto Martínez “Resortes”, cuando en una entrevista le preguntaron si él se comparaba con Fred Astairte o Gene Kelly, el respondió: “¡noooooo señorita!, ¡ellos si eran bailarines!, ¡yo nomás soy bailador”; imagínense, pos no me dejó ni adonde “aparrarme”.

Bailarines y “bailadores”, me hubiera gustado balar como cualquiera de ellos

manden a la “Letrónica”, para así inaugurar una permanente sección de cine.

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Ya no los aburro, pero les invito a que hagan su lista, para que entre todas las vidas escojan “la del Pirata Cojo, con pata de palo y un parche en el ojo”, y nos las

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La gestación de dos clásicos del terror Efectos de una erupción volcánica Bernardo Marcellin

Las erupciones volcánicas han sido utilizadas por el cine en varias ocasiones. Recordemos a este efecto las diferentes versiones de La Isla Misteriosa, basadas en la novela homónima de Julio Verne, o la conocida película de 1969 Krakatoa, al Este de Java (que incluye un desliz geográfico, ya que la isla de Krakatoa se encuentra realmente al oeste de Java).

Tierra y dando lugar a lo que se conoce como un invierno volcánico (un tema que bien puede ser explotado por el cine). Fue en gran parte de Europa y América del Norte donde se sintió el mayor efecto, dañando las cosechas y provocando hambrunas que afectaron a gran parte de la población. Más aún, el acontecimiento ocurrió en la época en que Viejo Continente empezaba apenas a reponerse de las guerras napoleónicas, con todas sus derivaciones en el orden económico. Como resultado de la erupción del Tambora, 1816 pasó a la historia como el Año sin Verano. Fue precisamente esta anomalía climática la que, aparte de su desastrosa secuela en la producción agrícola del mundo, tuvo una consecuencia inesperada para el arte. En la Villa Diodati, en Suiza, un grupo de jóvenes ingleses se había reunido con la idea de pasear por las montañas o cruzar los lagos, pero la lluvia constante los obligó a permanecer en casa. Entre ellos se encontraban dos de los más grandes poetas de Inglaterra: Lord Byron y Percy Shelley, además de la esposa de este último, Mary, y del médico personal de Byron, un tal John Polidori. Aburridos después de varios días de encierro y tras leer historias de fantasmas, se propuso que cada quien escribiera un cuento de terror para compartirlo con los demás. El plan fue aceptado, pero no realizado por todos. Shelley ni siquiera lo empezó y Byron sólo realizó un esbozo. En cambio, Mary escribió un relato que al cabo de los años alcanzó la categoría de clásico del género del terror: Frankenstein. Por su parte, Polidori, partiendo del relato inconcluso de Byron, escribió su cuento El Vampiro.

Existe otra erupción que, hasta donde sabemos, nunca ha sido llevada a la pantalla grande, pero que fue la que tuvo, de forma indirecta, la mayor influencia en el cine, a través de la literatura. En el año de 1815 entró en actividad el volcán Tambora, en la isla de Sumbawa (ésta sí al este de Java). Esta erupción es la más poderosa registrada en los tiempos históricos, estimándose que arrojó a la atmósfera más de cien kilómetros cúbicos de material. Semejante cantidad de ceniza y de polvo –decenas de veces más que las que emitieron recientemente el monte Santa Elena o el Pinatubo- es capaz de producir catástrofes climáticas de gran magnitud. Las partículas bloquearon la luz del sol, disminuyendo significativamente la temperatura en la

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Mary Shelley era la hija del connotado escritor político William Godwin y de Mary Wollstonecraft, una de las precursoras del feminismo. Su obra Frankenstein es mucho más que una simple novela de terror. Además

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de las peripecias que viven los personajes y de los crímenes del monstruo, hay toda una reflexión sobre la condición humana, sobre la relación que existe en la criatura y su creador y sobre la auténtica responsabilidad que Víctor Frankenstein tiene con respecto al ser al que dotó de vida.

un ser extremadamente frágil, puesto que no existe ningún otro como él. El terror en la novela se basa en la sensación constante de acoso que padece Víctor, temiendo en todo momento la súbita aparición de un enemigo que él creó, sabiendo que destruirá su felicidad y que aniquilará a quien más ama. El monstruo huye hacia el polo norte, perseguido por Víctor; éste muere finalmente de agotamiento mientras su criatura se escapa. Bajo la dirección de James Whale, Boris Karloff consagró la imagen definitiva del monstruo en la cinta de 1931, que influenció todas las demás películas sobre el mismo tema (aunque no fue la primera versión cinematográfica de la novela). Por su parte, El Vampiro quizá no alcanzó la fama de Frankenstein, pero con este texto se iba a crear uno de los tipos más acabados del género del terror. Antes de este cuento, publicado en 1819, el vampiro se había mantenido casi totalmente al margen de la literatura y pertenecía más al ámbito de las supersticiones populares. El vampiro hasta ese momento era gordo, amoratado, repulsivo. Su imagen provenía del desconocimiento que se tenía del proceso de descomposición de los cuerpos, o bien de casos de gente enterrada viva. Asimismo, epidemias que afectaban a un grupo reducido o una familia eran tomadas como señales de actividad de un vampiro.

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El drama primario es el del monstruo, quien, para empezar, carece de nombre (Frankenstein es el nombre del científico, no del ser que creó, a diferencia de lo que se piensa normalmente). Cuando Víctor vio el resultado de su experimento, lo rechazó, rehusando asumir la responsabilidad de esa nueva existencia, y se desentendió de él. Más aún, aterrorizado por su obra, Víctor sufrió de una fiebre cerebral de la que se recuperó muy lentamente, pero, al cabo de dos años, logró recuperar la tranquilidad, pensando haberse librado para siempre de su criatura. Es el momento en que el monstruo irrumpe de nuevo en su vida, dando muerte a gente cercana al científico como una forma de venganza por haberlo formado y luego abandonado. En el encuentro que tienen en un paraje solitario de las montañas, el monstruo le explica que era bueno en un principio, pero el rechazo de Víctor y luego de la demás gente debido a su fealdad lo llevaron a odiar a la humanidad entera. Pese a sus dimensiones colosales es

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Aunque la literatura inglesa y la alemana empezaron a hacer referencias al asunto desde el siglo XVIII, fue a partir del texto de Polidori que el vampiro se convirtió en un aristócrata elegante, pálido, morador de palacios. En realidad, el autor utilizó la imagen de Byron para crear a su personaje, Lord Ruthven.

encuentra en un salón con el mismo Lord Ruthven a quien vio morir en Grecia. El joven se sume en la demencia por varios meses y, al volver en sí, se entera que su hermana se va a casar con el vampiro en el último día de su juramento de no hablar de su muerte. Pide que la boda se posponga un día, pero nadie le hace caso. Aubrey se presenta en la ceremonia y quiere hablar, pero en su furor se le revienta un vaso sanguíneo. Justo antes de morir, cuenta lo que sabe, pero es demasiado tarde. Lord Ruthven ya mató a la hermana de Aubrey y desapareció sin que se vuelva a tener noticias de él.

Polidori parece de hecho haber retomado el cuento que Byron dejó inconcluso. Éste a su vez se basó en la moda de historias de vampiros que se fueron extendiendo por Europa durante el siglo anterior. Aunque las leyendas de muertos que vuelven para acechar a los vivos o de seres, monstruos o demonios, que se alimentan de sangre humana se remontan a la prehistoria, la obsesión por los vampiros se extendió desde Europa Oriental y los Balcanes a principios del siglo XVIII. En pleno Siglo de las Luces, se registraron varios casos de pánicos masivos durante los cuales la gente exhumaba los cadáveres de quienes pensaban ser vampiros para clavarles una estaca en el corazón, cortarles los tendones de las piernas o aplicarles cualquier otro remedio que les impidiera seguir amenazando a los vivos. La histeria llegó a tal grado que en Austria la emperatriz María Teresa se vio obligada a prohibir la exhumación de cuerpos.

A lo largo del siglo XIX aparecieron muchas historias del mismo tema, destacando en especial Carmilla, novela de Sheridan Le Fanu que narra la historia de una vampiresa lesbiana, o bien la serie de Varney el Vampiro, de James Malcolm Rymer, que apareció por entregas durante dos años. El género vio nacer su obra principal en 1897, cuando Bram Stocker publicó su novela Drácula, casi ochenta años después de la publicación del cuento de Polidori. Aunque Stocker hace referencias a Vlad el Empalador como si fuera el modelo histórico al que se habría apegado, este príncipe jamás fue considerado en vida como un vampiro, pese a ser bien conocido por su crueldad. De hecho, ni siquiera fue gobernante de Transilvania, sino de Valaquia, y en Rumania es considerado un héroe por la defensa que hizo de su patria en el siglo XV contra el avance de los ejércitos otomanos y contra las pretensiones hegemónicas de Hungría. Los verdaderos modelos de Stocker fueron Lord Ruthven y el actor Henry Irving, amigo del autor.

La trama de El Vampiro resulta bastante truculenta. El joven Aubrey se hace amigo de Lord Ruthven, un personaje elegante y misterioso que empezó a frecuentar los salones londinenses. Ambos viajan por Europa, hasta que Aubrey decide seguir por su cuenta, inquieto por las actitudes inexplicables de su acompañante. En Grecia, Aubrey se enamora de la bella Ianthe, quien le revela la existencia de seres que se alimentan de sangre para prolongar su vida. La misma Ianthe es muerta poco después en las afueras de Atenas por un vampiro casi al mismo tiempo en que Lord Ruthven aparece en Grecia. Aubrey acepta viajar de nuevo con él, pero son atacados por unos bandidos griegos. Herido mortalmente, Lord Ruthven pide a su amigo que no revele a nadie su muerte por un año y un día y que dejen su cuerpo descansar a la luz de la luna. A la mañana siguiente, el cadáver ha desaparecido. Aubrey vuelve a Londres y, al poco tiempo, se

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Es inútil tratar de enumerar las películas que se rodaron utilizando el personaje del vampiro elegante, aunque es inevitable recordar la versión de 1931, dirigida por Tod Browning, en la que Bela Lugosi creó el prototipo más acabado del personaje. Aun el conde Orlok, el personaje de Nosferatu, pese a su aspecto, pertenece al género del vampiro literario (pálido, morador de un castillo). Se trata en realidad de una variación de Drácula. Se alteraron los detalles ya que no se obtuvo la autorización de la viuda de Stocker para usar la novela

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de su marido como base para la película. Posteriormente, la viuda demandó a los productores y el juez dio la orden de que todas las copias fueran quemadas. No obstante, quedó alguna cinta sin identificar en su momento y es de ésta que se hicieron las copias pirata que se encuentran actualmente en circulación (con lo que queda claro que la piratería en asuntos de cine no es un fenómeno ni reciente ni exclusivo del comercio informal de nuestro país).

de Wegener, de 1915, es considerada como un antecedente del Frankenstein de James Whale.

Las dos obras que emergieron de aquel verano lluvioso tuvieron así un destino diferente. Frankenstein llegó a la posteridad por sí misma. En cambio, el Vampiro se ha olvidado en gran medida, pero sirvió para crear un género nuevo, que tuvo muchas más secuelas que Frankenstein. De las pocas historias que se relacionan de alguna forma con la trama de esta última novela, está el Golem. Aunque en este caso, la relación entre la novela y la película es diferente. Mientras Gustav Meyrink escribía el libro, Paul Wegener producía la película, sin que ninguno de los dos tuviera conocimiento del proyecto del otro. Fue una extraña coincidencia la que hizo que ambos se inspiraran al mismo tiempo en una vieja leyenda judía de raíces cabalísticas según la cual se podía dar vida a una figura de barro utilizando ciertas palabras secretas. El Golem

Notemos como último punto lo que podríamos llamar la maldición que cayó sobre los vacacionistas de la Villa Diodati. Clara y William, los pequeños hijos de los Shelley murieron de tuberculosis en 1818 y 1819, John Polidori se suicidó en 1821, a la edad de veintiséis años, para escapar de sus deudas, Percy Shelley, quien también padecía de tuberculosis, se ahogó en un naufragio en las costas de Italia en 1822, Byron murió de fiebre en Missolonghi en 1824, mientras luchaba en la guerra de independencia de Grecia. Menos de diez años después del encuentro de estos jóvenes viajeros a la orilla del lago de Ginebra, sólo sobrevivía Mary Shelley, quien se dedicó a la literatura hasta su muerte en 1851. Tal vez algún vampiro o algún monstruo se materializó a partir de sus textos y los acechaba sin que nadie se enterara.

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Resulta por demás curioso notar que, por distintos caminos, dos historias, o más bien dos géneros, que nacieron en el mismo lugar la noche del 16 de junio 1816, alcanzaron su consagración cinematográfica en el mismo año de 1931, una con Boris Karloff, la otra con Bela Lugosi.

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Reto 30 días de películas (Parte I) Alexandro Hernández

Las redes sociales se han convertido en una especie de Gran Hermano –el gran hermano de “1984” de Orwell y de la película del mismo nombre, no el de la producción televisiva- pero con una curiosa mutación en cuanto a que ahora son los individuos quienes deciden mostrar cierta parte de su mundo privado hacia el exterior, en vez de que un ser omnipresente que todo lo ve irrumpa en el ámbito de la persona.

Es mucho más difícil si pensamos en confeccionar una lista de las diez películas favoritas de uno. Hace algunos años hice esa lista, y entonces creí que era como haberla escrito en piedra. Nada resulta más falso, e ilustro con un caso: dentro de la lista yo incluí una película de Etore Scola llamada “Le bal”. Un buen amigo cinéfilo me la obsequió hace poco, después de que le comenté de mi infructuosa búsqueda del video de la película. Encontré que el recuerdo de la película que atesoraba en mi mente era completamente diferente de la que estaba viendo. Salió implícitamente de mi lista de mis diez películas favoritas, y la decepción me ha impedido terminar de verla por segunda ocasión.

Mostrar la intimidad en las redes sociales puede ocurrir de manera más o menos espontánea, a partir de eventos u ocurrencias que cada quién decide poner a consideración de sus contactos. Pero también puede ocurrir de manera más o menos estructurada, a partir de alguna propuesta temática. Fue algo así lo que me ocurrió al encontrar un sitio en facebook que propone un reto de 30 días consistente en seleccionar una película de acuerdo a un tema asignadao para cada día (http://www.facebook.com/pages/30-Day-MovieChallenge/141205292605608). La propuesta de retos es arbitraria e incluso hay que decir que en el mismo sitio se encuentran variaciones de los temas propuestos. Aún así, me pareció un buen pretexto para hacer algunas reflexiones sobre el cine en general. Otra observación, tal vez obvia, es que hacer el ejercicio es como imprimir una huella digital –única- de gustos cinematográficos. Es posible especular en la posibilidad de encontrar a un ser que resulte ser el doble de uno al tener exactamente los mismos gustos cinematográficos…y musicales…y literarios. Pero eso sería otro asunto.

Regresando al tema de mi película favorita, mi elección es “8 ½”, que supongo debe ser una elección bastante común. Si trato de explicar mi fascinación por esta película, diría que son las idas y vueltas entre el mundo real con todas sus dificultades, el mundo onírico que desnuda los conflictos, y el mundo del cine que los resuelve podemos decir que felizmente. Una secuencia archiconocida de la película es el sueño de Guido, el director de cine que interpreta de forma tan entrañable Marcello Mastroiani. En su sueño, Guido llega a la casa en la que lo esperan todas las mujeres de su vida. Es un sueño tal vez un tanto infantil y harto egoísta por parte de Guido: ser querido y atendido por todas sus mujeres, después del agobio de un día de duro trabajo. Pero esta fantasía no se sostiene ni siquiera en sueños, pues las inconformidades, los reclamos y en fin, los pleitos, irrumpen en el paraíso onírico de Guido. Es una escena extraordinariamente cinematográfica, pues estimo que lo que narra y propone sólo se puede encontrar en el cine.

Procedo pues a mostrar la bitácora de mi curso por el reto de los treinta días de películas.

Día uno: película favorita de todos los tiempos

Conozco al menos dos largometrajes que la toman como referencia, pero no me sorprendería que existieran más. La primera de ellas es “8 ½ mujeres”, de Peter Greenaway, que como todas las películas de RLV7

A mí me resultó sencilla esta elección, pues desde hace varios años tengo la misma respuesta a esta pregunta.

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Greenaway, admite múltiples interpretaciones. La segunda es “Nine”, de Rob Marshall, un musical que trata de recrear el esplendor del cine italiano de los sesentas. Aunque de buena factura y con actuación del

siempre certero Daniel Day-Lewis, en este caso podemos decir que ocho y medio es mucho mayor que nueve.

Película: 8 ½ Director: Federico Fellini Reparto: Marcello Mastroianni, Anouk Aimée, Rossella Falk, Sandra Milo, Claudia Cardinale Año: 1963

Louise”). La línea argumental de este tipo de películas es que dos personalidades antagonistas se ven forzadas a convivir durante un largo viaje, pero las grandes diferencias entre ambos que crean la tensión dramática, se desvanecen al final para dar lugar a una “hermosa amistad” (la frase nace, como todo mundo sabe, del diálogo entre Rick Blane y el Capitán Renault al final de “Casablanca”). Como ejemplos de películas tipo “comedia-road movie” tenemos “Midnight Run” con Robert De Niro y Charles Grodin, o “Planes, Trains and Automobiles”, con Steve Martin y John Candy. Pero tengámoslo claro, ni Robert Downey es Robert De Niro, ni Zach Galifianakis es John Candy.

Día dos: una película que no te guste

Interesante contraste. Después de una película que está en el cenit de tus afectos, ahora escoge hay que escoger algo detestable. Creo que en este caso yo hablaría de un subgénero, que podía denominarse “pastiches de cómicas que no dan risa”. Un breve paréntesis: hablar de subgéneros implica que es posible proponer una taxonomía de géneros cinematográficos a partir de la temática. La existencia de géneros implica la existencia de ciertos códigos para que la película logre exitosamente los propósitos que busca el género. Y por supuesto, implica la existencia de rebeldes que se resisten a encasillarse en un género o sus reglas. Diré una obviedad adicional: la clasificación más simple de géneros es la de la tienda de renta de películas.

A final de cuentas, la película es un resumen de la hipocresía norteamericana de los tiempos que vivimos, donde de aquel lado se prohíbe el consumo de narcóticos pero en los hechos se permite abiertamente su distribución y uso. En la película, alcanza para que muchos de los males que causa esa hipocresía –y nuestra incapacidad de confrontarla efectivamente- son caricaturizados, mientras que en la vida real, la sangre sigue fluyendo en las calles.

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El ejemplo que seleccioné para el reto del día dos se tituló en español como "Todo un parto". Es una película llena de clichés. Para empezar, es una supuesta comedia dentro del subgénero de la “road movie” (ejemplos paradigmáticos son “Easy Rider” o “Thelma &

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Película: Due date (Todo un parto) Director: Todd Phillips Reparto: Robert Downey, Zach Galifianakis Año: 2010

una ocasión especial. Filas para entrar a los estrenos, el paso por la dulcería, y finalmente ser testigo de la historia en las grandes pantallas de las enormes salas de la ciudad. Había dos salas especializadas en cintas para niños: el cine Lindavista, cerca de la Basílica de Guadalupe, y el Continental, en la colonia Del Valle. La oferta era poca, y casi siempre de películas de Disney (un par de excepciones que vienen a mi mente son “Los Supersabios” y “Los Tres Reyes Magos”, largometrajes animados mexicanos que recuerdo haber visto en el cine Paris.)

Día 3: película favorita de cuando eras niño

Aventuremos la hipótesis de que la mayoría de las personas escogerán como película favorita de su infancia alguna de dibujos animados. Yo creo que podemos relacionar esto con el efecto de maravilla que crean los dibujos al cobrar movimiento. El invento de los hermanos Lumière fue una evolución natural del desarrollo de la fotografía, es decir, de la captura de la realidad. Pero procurar animación y movimiento de imágenes dibujadas se remonta al menos a la invención de un aparato llamado con justicia linterna mágica, capaz de proyectar imágenes con algunos movimientos simples pero capaces de crear terror o maravilla, sensaciones que si lo pensamos un poco son vecinas.

La película que he elegido es “El Libro de la Selva”, basada en las historias de Kipling, con unos doblajes insuperables, grandes canciones, un villano Rey Louis en cierto sentido hasta simpático a pesar de ser una caricatura de los dictadores tercermundistas de la época-, y una encarnación metafísica del terror, el tigre Shere Khan.

Bajo ese espíritu de maravilla es como recuerdo mi asistencia al cine cuando era niño. Eran tiempos previos a la videocasetera en casa, así que ir al cine siempre era

Película: Jungle Book (El libro de la selva) Director: Wolfgang Reitherman Voces en español: Tin Tán, Luis Manuel Pelayo, Flavio

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Año: 1967

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de Ismael Rodríguez y Pedro Infante: “Nosotros los pobres”, “Ustedes los ricos” y “Pepe el toro”. Fue así como se activaron en nosotros los mecanismos lacrimógenos ante la desgracia.

Día 4: la primera película que te hizo llorar

Si las primeras películas vistas por mí en el cine fueron de dibujos animados, también es posible que la primera película que me hizo llorar fue alguna de las pocas películas animadas de la época. Probablemente ninguna más lacrimógena que “Bambi”, especialmente cuando su madre es sacrificada por los cazadores. Toda una generación de ecologistas nació con esa escena.

Más tarde, entendería que en realidad hay toda una gama de subgéneros cuya intención principal es provocar las lágrimas o al menos, un nudo en la garganta. Existen el subgénero “comedia romántica para llorar” (“Ghost”), el subgénero “películas para sentirse bien”: inspiradoras y manipuladoras de emociones (Yo soy Sam, o un ejemplo más reciente: “El juego perfecto”), el subgénero “indignación por la estupidez humana” (“Green Soilet”), el subgénero “rabia por la constatación de un abuso” (“Danza con lobos”),…

Cuando por alguna razón que no recuerdo, mi hermana, mi hermano y yo nos quedamos solos algunas noches en casa, pudimos ver televisión sin supervisión adulta. Así fue como nos asomamos a la trilogía fundamental

Película: Nosotros los pobres Director: Ismael Rodríguez Reparto: Pedro Infante, Blanca Estela Pavón, Carmen Montejo, Evita Muñoz “Chachita” Año: 1948

dicen mucho de quienes la causan, pero también de quien ríe.

Día 5: la película más divertida

En el principio del cine, cuando no había sonido, los actores cómicos desarrollaron formas de humor sustentadas en proezas físicas (Buster Keaton en “La General”) y situaciones evidentemente disparatadas (Charles Chaplin en “Tiempos modernos”). Ese modelo de humor llegó a un callejón sin salida con el sonido. Eso permitió, al menos en México, la llegada de cómicos que ahora hacían proezas verbales (Tin-Tán en el “Rey del Barrio”, Cantinflas en “Ahí está el detalle”).

El logotipo clásico del teatro muestra una máscara lacrimosa al lado de una con una carcajada: el drama y la risa como reflejos contrastantes de la vida. Ya hablamos de las películas que provocan el llanto, ahora el caso es las que provocan la alegría.

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¿Qué causa la risa y qué permite que ocurra de manera efectiva? La respuesta a eso es el santo grial de los cómicos, y claro, no existe una fórmula segura. Para reír, hay que tener un motivo, y los motivos de la risa

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El humor de Monty Python es efectivo porque elimina toda barrera de solemnidad. Lo mismo toma como objeto de burla la religión, la ciencia, los políticos (naturalmente), las ideas empresariales, la filosofía, las amas de casa…etc.

contemporáneo de Cristo a quien le vienen toda suerte de infortunios por ser confundido precisamente con Cristo. De esa veta viene “Los enredos de Wanda”, una película en donde John Cleese lleva el humor de Monty Python a una comedia sin grandes pretensiones en cuanto a su trama, pero que resulta muy efectiva en cuanto a que activa todos los posibles resortes de la risa. O al menos así me lo pareció.

Ese humor alcanzó su punto culminante en “El sentido de la vida”, intento de la parodia total, es decir de la parodia de todos los temas, y en “La vida de Brian”, mofa de las principales religiones, especialmente del cristianismo, a partir de la existencia de un

Película: A Fish Called Wanda (Los enredos de Wanda) Director: Charles Crichton Reparto: John Cleese, Jamie Lee Curtis, Kevin Kline Año: 1988

(“Sin aliento”), Alain Delon (“El eclipse”), Sean Connery (“El nombre de la rosa”), Brian Denehy (“La panza de un arquitecto”), Tom Hulce (“Amadeus”), Bruce Willis (exclusivamente en “Doce monos”), vaya, hasta Gael García y Diego Luna como charolastras en “Y tu mamá también”.

Día 6: película protagonizada por tu actor favorito

Desde la película del día uno de este reto aparece Marcelo Mastroiani, que concentra muchas de las virtudes del prototípico actor mediterráneo: los rasgos finos, el carácter gentil y noble.

Entre los segundos empecemos por nombrar a la legión alemana: Klaus Kinski, el actor fetiche de Werner Herzog en “Fitzcarraldo”, “Aguirre la ira de Dios”, “Nosferatu” y “Cobra Verde”; Klaus María Brandauer en la trilogía de István Szabó sobre el periodo nazi: “Mefisto”, “Coronel Redl” y “Hanussen el adivino”; y Rutger Hauer el replicante con más rasgos humanos que su perseguidor (“Blade Runner”. Para más sobre este tema, ver el escrito de Felipe Kadik “La última oveja eléctrica”, en este número de la RLV). Continuemos con el dominio de escena de Arturo de Córdova (“Él” de Luis

Usualmente, los actores favoritos lo son primero por una identificación con los héroes, según cada uno los concibe (más de este tema en el artículo de Paco Olvera “La del pirata cojo” en este mismo número). Como un segundo criterio, la admiración viene por el reconocimiento a una actuación extraordinaria por ser verosímil.

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En la primera categoría incluyo a Jorge Negrete y Pedro Infante (“Dos tipos de cuidado”), Jean Paul Belmondo

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Buñuel), la villanía a toda prueba de Carlos López Moctezuma (“Río escondido”), la verosimilitud sentimental de Pedro Armendáriz (“Enamorada”, “María Candelaria” y hasta contacto turco de James Bond en “Desde Rusia con amor”). Sigamos con Robert de Niro (“Taxi driver”, “El toro salvaje” y más recientemente, un ingrediente indispensable en infinidad de películas que bien merecen el apelativo de churros de Hollywood), Marlon Brando (“Apocalypsis now”, “El padrino”), John Malcovich interpretándose a sí mismo en la extrañísima “¿Quieres ser John Malcovich?” y en fin, el nuevo ajonjolí de todos los moles, Johnny Depp, capaz de actuaciones memorables como la de William Blake en “Dead man” de Jim Jarmush, pero también capaz de dar vida a…bueno, a Jack Sparrow.

que logró en definitiva y para siempre en el papel del fraile e investigador William de Baskerville en “El nombre de la rosa.” Esta fue mi elección, difícil entre tantos héroes y villanos sobresalientes. Hablando de Sean Connery, no puedo dejar de citar una de las escenas más alborozo me causaron al verlas. En situación desesperada, Indiana Jones y su padre, el Dr. Henry Jones (Connery), están bajo el fuego de un avión alemán, en una playa sin lugar para resguardarse. Ante el ataque definitivo del avión, Henry Jones embiste contra éste abriendo su paraguas. Cientos de gaviotas salen volando, estrellándose contra el avión y haciéndole perder el control para luego caer y estallar. La sencilla frase de Henry Jones que corona la escena: ''Repentinamente recordé a mi Carlo Magno: que mis ejércitos sean las piedras y los árboles y las aves en el cielo'', parece ser una cita apócrifa, pero resulta perfecta y totalmente creíble desde el punto de vista cinematográfico.

Sean Connery adquiere fama mundial a partir de la serie del Agente Secreto 007, de la que protagonizó 6 películas. Logró una de las transiciones más difíciles del cine: de galán conquistador a protagónico maduro, cosa

Película: The name of the rose (El nombre de la rosa) Director: Jean-Jacques Annaud Reparto: Sean Connery, F Murray Abraham, Christian Slater Año: 1986

serán la heroína prototípica, y la gran actuación. En este caso, permítanme una licencia para una tercera: la presencia que ilumina la pantalla, la belleza apabullante.

Día 7: película protagonizada por tu actriz favorita

Me ayudaré de la arbitraria clasificación que propuse para el reto del día seis, e intentaré algo similar para darle vueltas al tema de la actriz favorita. Las categorías

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Primera categoría: Catherine Deneuve que va desde la mujer de doble vida en “Bella de día”, pasa por la

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vampiresa real de “El ansia” y llega a la abogada que testifica el martirio de Björk en “Bailando en la obscuridad”. La reciedumbre de María Félix (las ya mencionadas “Río escondido” y “Enamorada”, y claro, “Doña Bárbara”.) Vivian Wu como la heroína que reivindica a su padre y se encuentra a través de la caligrafía “El libro de cabecera”.

Tercera categoría: Parece que Marilyn Monroe (“La comezón del séptimo año”) no ha podido ser superada en este terreno. Si bien los que tenemos cierta preferencia por las morenas siempre podremos esgrimir el nombre de Sofía Loren (“Matrimonio a la italiana”). Mi elección en el momento de contestar el reto fue Cate Blanchett, especialmente por la interpretación más creíble de Bob Dylan en una gran película que justo trata de reinterpretaciones de ese querido y legendario trovador de nuestros tiempos.

Segunda categoría: Charlize Theron transformada en una mujer acorralada (“Monster”), Meryl Streep, Nicole Kidman y Julianne Moore como reelaboracioneshomenaje a Virginia Woolf (“Las horas”), Laura Dern pasando de refinada dama a ¿prostituta? muerta en una callejuela obscura de los alrededores de Hollywood (Inland Empire). Película: I’m not There (Mi historia sin mí) Director: Todd Haynes Reparto: Christian Bale, Cate Blanchett, Heath Ledger entre otros. Año: 2007

Aún recordamos a los primeros actores de películas de terror: el primer Nosferatu de la película de Murnau de 1922, Max Schreck (me pregunto si el nombre del famoso ogro tendrá que ver con este antecedente). Bela Lugosi como el “Drácula” por excelencia, Boris Karloff como el respectivo “Frankenstein” o Lon Chaney como el verdadero “Jorobado de Notre Dame”. Por cierto, en la película “Ed Wood” dirigida por Tim Burton, el devenir de Bela Lugosi (interpretado por Martín Landau), nos permite concluir que para ese monstruo quintaescencial, para el gran Bela Lugosi, el verdadero terror estaba fuera del cine, en la dificultad de enfrentar la realidad fuera de los set de grabación sin intoxicarse.

Día 8: película que más miedo provoca

Parece que a la máscara del teatro le faltó una tercera cara, la del terror (que bien podría ser la cara de la filosofía, aunque ésta pareciera ser poco cinematográfica).

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El género del terror es de invención temprana en la historia del cine y de sus antecedentes. Si nos atenemos a algunas de las imágenes que hay en internet de figuras proyectadas por linternas mágicas, su propósito era sencillamente aterrorizar a los espectadores.

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Lo que nos lleva a las películas que realmente provocan un miedo más profundo, más incomprensible, porque sugieren que el terror está en lo más cotidiano, acaso en nosotros mismos.

No quisiera dejar de mencionar una película mexicana que me provocó escalofríos. Se llama “La tía Alejandra”, y creo que cuando la vi me sorprendió no sólo la trama, sino la buena factura y la eficacia para provocar espanto.

Que es una posible tesis para explicar porqué “El resplandor” es capaz de provocar tal miedo. Más allá de las escenas de locura onírica de Jack Nicholson, más allá de los ríos de sangre inundando las escaleras y los pasillos del hotel aislado en las montañas, más allá de las persecuciones angustiantes con el hacha y el bate de beisbol, lo verdaderamente espantoso es que sea el propio padre el que pierde la razón y se convierte en un monstruo para sí y su familia al encontrarse verdaderamente a solas consigo mismo. Y además, claro, la leyenda del cementerio indio. Pero esa es otra historia.

Una última nota, no relacionada con el tema del reto del día ocho. Ya que hemos hablado de Ed Wood (al menos de la película), no podemos dejar de recordar por afinidad a Juan Orol (“Gángsters contra charros”, de 1948), que a pesar de haber sido tan criticado, denostado y minimizado, nos resulta un visionario si nos atenemos a los temas de nuevos churros hollywodenses. Me refiero a “Vaqueros contra aliens” (2011). Parece que lo único que le faltaba a Orol era el presupuesto adecuado.

Película: The Shining (El resplandor) Director: Stanley Kubrick Reparto: Jack Nicholson, Shelley Duvall, Danny Lloyd Año: 1980

recordamos con indignación la noticia de que los Budas gigantes de Bamiyán, estatuas de Buda de 55 y 37 metros que fueron dinamitadas en marzo de 2001 por el régimen talibán, en ese entonces con el poder de Afganistán, declarándose además orgullosos de ser buenos musulmanes al abolir ídolos.

Día 9: una película triste

Una película triste, al igual que una situación triste, no necesariamente tiene que provocar llanto. Sin embargo, lo que sí causa es una sensación de desolación absoluta cuando lo que plantea es una situación que resulta irresoluble y además, injusta.

Si pareciera poco tamaña estupidez, las consecuencias de lo que habría de ocurrir después (atentados terroristas, venganza, caída del régimen talibán, guerra sin rumbo, caos) se pueden acumular en cientos de RLV7

Un caso que me parece ilustra lo anterior es la película afgana “Buda estalló de vergüenza”. Muchos

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páginas, pero es mostrada de manera efectiva en esta película: en la misma zona en donde fueron dinamitados los Budas conocemos la historia de una niña que quiere ir a la escuela para aprender a escribir, pero debe luchar con toda la estructura de estupidez de los talibanes locales pero también de los invasores que llegaron sin tener claro para qué.

El poder del cine, su capacidad de provocar indignación queda de manifiesto. Y al mismo tiempo, también sus limitaciones. ¿Algo cambia después de hacer la película, después de ver la película? Eso es lo triste.

Película: Buda as sharm foru rikht (Buda estalló de vergüenza) Directora: Hana Makhmalbaf Reparto: Abbas Alijome, Abdolali Hoseinali and Nikbakht Noruz Año: 2007

pueda considerarse un clásico? Pues lo es: sus diálogos son citados frecuentemente, su banda sonora volvió a popularizar algunas canciones de los años setenta y además los críticos la amaron casi unánimemente desde sus primeras exhibiciones: Palma de Oro en el festival de Cannes en 1994. Abro un breve paréntesis: los premios a las películas son coqueteos para insertar a las películas en el “canon cinematográfico”, pero a veces esos premios resultan grandes decepciones. Creo que podemos asumir sin riesgos que el Oscar santifica a las películas desde la visión norteamericana del mundo, y la Palma de Oro a la visión europea. Pero ambos han mostrado en algún momento grandes pifias. ¿Cómo entender al paso de los años la Palma de Oro entregada a Michel Moore por Farenheit 9/11? ¿En verdad puede considerarse a ese muy limitado documental como una película al nivel de “Viridiana” o de “El tambor de hojalata”? En cuanto al Oscar, ¿puede entenderse que el Oscar que recibió Martin Scorsese haya sido por “Los infiltrados”, teniendo en su trayectoria “Taxi driver”,

Día 10: clásico favorito

Creo que tenemos que empezar por tratar de definir qué cosa es un clásico. Afortunadamente Ítalo Calvino tomo esa pregunta hace ya varios años en su ensayo “¿Porqué leer los clásicos?”, y nos propone catorce diferentes respuestas. Si sustituimos el verbo leer por el verbo ver, las definiciones que propone nos ayudan a orientarnos. Cito la definición III: "Los clásicos son libros [películas]que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.”

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Leer esto me ayuda a sobrellevar la impresión de saber que “Pulp Fiction” es el clásico favorito de cierta joven que conozco, algo que en primer momento me parecía imposible sólo por una cuestión de edad: ¿cómo puede ser que una película yo la vi anunciada en cartelera,

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“Casino”, “Buenos muchachos” o “El color del dinero”. En fin…

memoria colectiva, es claro que con una economía de medios admirable, Buñuel creó una película que siempre acepta nuevas interpretaciones. O en otras palabras y para cerrar con Calvino, citemos su definición VI de un clásico: “Un clásico es un libro [una película] que nunca termina de decir lo que tiene que decir.”

El clásico que yo elegí fue “El ángel exterminador”, de Luis Buñuel. Cumple cabalmente con la definición de Calvino, y para una muestra reciente de la validez de esta afirmación, tan sólo hay que recordar que en la película de Woody Allen “Medianoche en París”, cuando se encuentran Gil (Owen Wilson) y el mismo Buñuel, el primero le sugiere el argumento nada menos que de este clásico. Pero además de su permanencia en la

Película: El ángel exterminador Director: Luis Buñuel Reparto: Silvia Pinal, Jacqueline Andere y Enrique Rambal Año: 1962

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(Continuará)

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El sacrificio de Isaac Pedro Flores, seguido de

El sacrificio de Isaac Woody Allen (trad. de Pedro Flores)

se centraban en medir los órganos vitales y al llegar al sexo no dábamos demasiada importancia a los perfiles. Sin embargo, en el fondo de nuestro corazón deseábamos un varón con todas nuestras fuerzas.

I Hace dieciocho años y unos cuantos días estaba yo en un cuarto de recuperación de un hospital de maternidad. Esperaba a que mi esposa diera a luz a nuestro segundo hijo (o hija, no sabíamos aún) después de haber tenido una maravillosa niña. Recuerdo muy bien que un poco más temprano esa noche había salido a cenar con mi jefe y un cliente en turno. Mientras tomábamos una cerveza, comenté que en cualquiera de esos días nacería nuestro segundo descendiente. Me preguntaron sobre el primero y les dije que era una niña; a la siguiente pregunta de qué deseábamos que fuera, di mi respuesta sincera: lo que sea pero que tenga salud. Después de nuestra primera hija, habíamos pasado por la dolorosa experiencia de dos abortos y ante este cuarto embarazo habíamos tomado la decisión de que fuera el último. Mi jefe tenía dos hijos varones y argumentó que la pareja perfecta era tener dos hijos del mismo sexo, porque eran la compañía ideal de uno y otro, etcétera, etcétera. El cliente dijo que él y su esposa tenían dos hijas y que era lo más adecuado y patatín patatán. Yo les dije que ante nuestra experiencia de abortos y la decisión de que el que estaba por nacer fuera el último, deseábamos un hijo varón. Me pareció que en sus comentarios había cierto deseo de que no fuera así, no sé por qué.

La obra filosófica de Kierkegaard analiza la fe como elemento fundamental de la existencia. La fe es un salto al vacío esperando que Dios rescate al individuo de la desesperación. En muchos sentidos Abraham es un personaje admirable pues se enfrenta al absurdo, incluso ante la disyuntiva ética de obedecer a un dios que le ordena violar el mandamiento “no matarás”. Los problemas que Kierkegaard plantea en esta obra se pueden resumir en tres: ¿Puede haber una alteración del orden ético, aun causada por el mismo Dios, de modo que se considere como bueno el matar, porque que quitar la vida a un ser humano es éticamente inaceptable? El segundo problema sería responder a la pregunta ¿Hay una obligación moral absoluta para cumplir las órdenes de Dios? El tercero tiene que ver

Terminada la cena, me fui a casa, para encontrar a mi esposa con tremendos dolores que anunciaban la inminente llegada del hijo. El ginecólogo había dictaminado semanas antes que el bebé debería nacer por cesárea ya que venía con el cordón umbilical enrollado en el cuello. Por decisión nuestra y convicción del médico tratante no habíamos querido saber el sexo del niño. Las imágenes de los exámenes de ultrasonido

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Avisamos al cirujano de la situación y nos ordenó dirigirnos de inmediato al hospital. Ya teníamos preparada una maleta con lo indispensable y yo tenía a la mano un ejemplar de la obra Temor y Temblor, de Sören Kierkegaard, para releer tan profundo estudio sobre la fe, basado en la historia bíblica de Abraham, mientras esperaba. Llegamos al hospital y, después del registro, mi esposa pasó a una sala de preparación para el quirófano y yo me quedé en el cuarto. Empecé a releer la obra filosófica y entré en una especie trance, de experiencia mística, de unión con una inteligencia superior, donde me llenaba de miedo, admiración e incertidumbre la inmensa fe de Abraham al aceptar la orden absurda de Dios de sacrificar a su hijo Isaac, su amado unigénito.


con la actitud de Abraham de esconder el propósito de matar a su hijo a su esposa Sara, y a su propio hijo. ¿Se puede aceptar éticamente ese silencio?

Al parecer por un asunto de celos, Sara le pidió a Abraham que expulsara a Agar e Ismael de su casa. Agar e Ismael vagaron por el desierto de Beerseba, donde hubieran muerto deshidratados si no hubiera sido por un ángel de Dios que le indicó a Agar el camino hacia una fuente de agua. Se cumplía la promesa del Señor “también del hijo de la sierva haré una nación.”

II La historia de Abraham dice que había sido elegido por el Señor para establecer un pacto con él y convertirlo en el origen de un pueblo del que sería su Dios y al que le daría la tierra de Canaán como posesión perpetua. Abraham se casó con su media hermana Sarai (mi Princesa). Sarai era sumamente hermosa pero padecía de esterilidad. Cuando Abraham y Sarai viajaron a las tierras de Egipto, Abraham se dio cuenta que la belleza de su mujer atraía la codicia y el deseo de príncipes y hombres en general. Temiendo que le mataran para quitársela si se sabía que estaban casados, Abraham le ordenó a Sarai que dijera que eran hermanos. Estando en la corte del faraón, éste quedó fascinado con la belleza de Sarai a quien llevó a su harem para hacerla suya. A cada intento de tomarla, Sarai se rehusaba hasta que le reveló que estaba casada con Abraham. Aun así el faraón trató de tomarla pero un ángel golpeó al faraón cada vez que quería tomar a Sarai, hasta hacerlo desistir. De acuerdo con una tradición, fue el faraón quien dio a Sarai a su propia hija Agar como su esclava, diciendo: “es mejor que mi hija sea la sirvienta en la casa de esta mujer que en cualquier otra casa.” Sarai trató muy bien a Agar y cuando las mujeres la iban a visitar, ella les pedía que visitaran también a Agar.

Ismael creció en el desierto de Parán, se casó con una egipcia, fundó Ismailia y fue padre de doce príncipes. Sus descendientes, los ismaelitas, se establecieron entre la frontera de Egipto y el golfo Pérsico. El profeta Mahoma colocó a Ismael a la cabeza de su genealogía. El Islam dice que Ismael colaboró en la construcción de La Meca. Las tres grandes religiones, judía, cristiana y musulmana, coinciden en esta parte de la historia y las tres consideran a Abraham como padre de la fe al haberse sometido a la formidable prueba solicitada por Dios. En lo que difieren los estudiosos musulmanes es en sostener que el hijo pedido en sacrificio por el Señor era Ismael y no Isaac. La Biblia no es muy clara en las fechas en que ocurrió la terrible orden de sacrificar al hijo único. Si Isaac no había nacido, entonces el hijo único sería Ismael, lo cual daría la razón a la versión musulmana. Si el hecho ocurrió cuando ya había nacido Isaac, como sostienen judíos y cristianos, entonces de alguna manera Isaac tenía una posición privilegiada sobre Ismael para que se le considerara hijo único, por ser hijo legítimo; si ocurrió cuando Agar e Ismael habían sido expulsados, entonces Isaac era el hijo único en su casa.

De regreso a Canaán, Abraham se estableció allí con Sarai y Agar. Viendo que no podía darle descendencia, Sarai le pidió a Abraham que tomara a Agar como concubina. De esa manera Agar quedó embarazada y dio a luz a Ismael, que significa “Dios me escucha”, cuando Abraham tenía 86 años. Trece años más tarde, Sarai recibe una señal del Señor que le dice que dará a luz un hijo de Abraham. Como constancia de ese pacto, cambiaría su nombre a Sara (Princesa), por mandato del Señor. Cuando nació ese hijo, al que llamaron Isaac, y significa “el hijo de la promesa”, Abraham tenía 100 años.

Sin embargo, los estudiosos de las leyes mosaicas antiguas sostienen que no habría diferencia en jerarquía entre los dos hijos, lo cual apuntaría a que el protagonista sería Ismael y no Isaac. El asunto parece una vez más, caer en el área de la fe para unos y otros y constituye un punto de divergencia religiosa.

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Mi punto de vista es que, si Dios le prometió a Abraham "a tu simiente daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates" (la mayor parte de Arabia estaba entre el Nilo y el Éufrates, donde se

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asentaron más tarde todos los descendientes de Ismael), también le ofreció "y te daré a ti, y a tu simiente después de ti (Isaac), la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos". Con esto habría un mensaje de que Dios no haría distinciones de raza y gobernaría por igual a ambos pueblos, judíos y musulmanes.

iluminado, debe cumplir la orden recibida. Después narra el camino de ascenso al monte Moria, la mirada del padre; nos estremece su declaración de que siendo niño no tuvo ninguna elección, mientras su padre preparaba el altar del sacrificio, sabedor de que no podría esconderse. Después nos reclama a los adultos actuales que construimos altares para sacrificar niños inocentes en guerras y hambrunas injustas, donde esos niños tampoco tienen elección. Su padre era guiado por una visión, pero a nosotros ¿qué nos guía, si jamás hemos sido tentados por ningún dios ni demonio? Al final, la durísima sentencia del pequeño Isaac que nos dice en nombre de todos esos niños sacrificados:

III Cerca de las dos de la madrugada recibí en el cuarto de hospital la llamada del ginecólogo para darme la magnífica noticia de que había nacido nuestro hijo y que tanto él como su mamá estaban en perfectas condiciones. La alegría que me inundó en ese momento me hizo sentir un inmenso agradecimiento con la vida y con ese ser superior que estableció sus leyes. La obra de Kierkegaard daba un profundo significado a todo ese acontecimiento.

"Y si hoy me llamas hermano discúlpame si te pregunto ¿según el plan de quién? pues cuando todo se convierta en polvo te mataré si debo hacerlo te ayudaré si puedo hacerlo pues cuando todo se convierta en polvo te ayudaré si debo hacerlo te mataré si puedo hacerlo y que haya piedad a nuestros uniformes hombres de paz y hombres de guerra pues el pavorreal ha desplegado su abanico."

Hace unos días, cuando mi hijo cumplió dieciocho años recordé esa noche en el hospital y escribí en mi sitio de Facebook un breve resumen de esto que acabo de comentar y posteriormente publiqué que había que tener un hijo para comprender, ante la formidable prueba a la que fue sometido, por qué Abraham era el padre de la fe.

La historia de Abraham e Isaac (o Ibrahim e Ishmael) es una veta inagotable para reflexionar acerca de la fe, la ética y la moral, la paternidad y nuestro propósito en el mundo.

Mi amigo Alex, siempre tan atento, hizo referencia a estos comentarios escribiendo que en “A la orilla del cielo” el protagonista narra que siendo niño preguntó muerto de miedo a su papá si lo sacrificaría. El padre contesta que si eso le pidiera Dios, haría de Dios su enemigo personal. Hay que mencionar que el nombre islámico de Abraham es Ibrahim y que el hermano de Isaac es Ishmael.

Para terminar este pequeño relato y tratar de cambiar un poco el sabor de boca amargo, quiero cerrar haciendo un Writer Hero (traducción de una obra en otro idioma para sentir como si hubiera sido yo el que la ideara), del maestro Woody Allen, que hace una parodia extraordinaria de la historia.

También me ilustró que hay una canción de Leonard Cohen, titulada The Story of Isaac, en la que se narra bajo la perspectiva del niño Isaac de nueve años la experiencia vivida con su padre. Describe la firmeza del padre entrando a mitad de la noche a decirle que ha tenido una visión y siendo él un hombre fuerte e

IV El Sacrificio de Isaac

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Y sucedió que Abraham despertó en la mitad de la noche y le dijo a su unigénito, Isaac, “Tuve un sueño

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donde la voz del Señor me decía que tenía que sacrificar a mi hijo único, así que ponte los pantalones.”

particularmente con el estado en que está hoy la economía.”

E Isaac tembló y dijo, “¿Y qué le dijiste, quiero decir, cuando Él sacó el tema?”

Entonces tomó a Isaac y lo llevó a cierto lugar y lo preparó para el sacrificio pero en el último momento el Señor detuvo la mano de Abraham y le dijo, “¿Cómo puedes hacer tamaña tontería?”

“¿Qué le iba a decir?” dijo Abraham. “Estaba yo de pie allí a las dos de la madrugada. Estaba vestido en ropa interior con el Creador del Universo. ¿Podía yo ponerme a discutir?

Y Abraham contestó, “Pero tu dijiste—“ “No importa lo que haya dicho,” replicó el Señor. “¿Acaso escuchas cada idea loca que se te presenta?” Y Abraham se llenó de vergüenza. “Er—no realmente… no.”

“Bueno, ¿y dijo por qué quería que me sacrificaras?” preguntó Isaac a su padre. Pero Abraham respondió, “El hombre de fe no hace preguntas. Ahora, vámonos porque me espera un día muy pesado.”

“Te sugiero en broma que sacrifiques a Isaac y de inmediato corres a hacerlo.”

Entonces Sara, que había escuchado el plan de Abraham se llenó de enojo y tronó, “¿Cómo sabes que fue el Señor y no, por decir, ese amigo tuyo que le encanta gastar bromas?, porque el Señor aborrece las bromas y aquel que haga una será entregado en manos de sus enemigos no importa que hayan pagado el porte o no.”

Y Abraham cayó de rodillas, “Mira, nunca sé distinguir cuando estás bromeando.” Y el Señor tronó. “No tiene sentido del humor. No puedo creerlo.” “¿Pero no demuestra eso que te amo, que estaba dispuesto a ofrecerte en sacrificio a mi único hijo?”

Y Abraham respondió, “Porque sé que era el Señor. Era una voz profunda, resonante, bien modulada, y no hay nadie en el desierto que pueda tener ese timbre de voz.”

Y el señor respondió, “Eso demuestra que algunos hombres acatarán cualquier orden, no importa cuán estúpida sea, mientras provenga de una voz resonante, bien modulada.”

Y Sara dijo, “¿Y estás dispuesto a realizar ese acto sin sentido?” Pero Abraham le contestó, “Francamente sí, porque cuestionar la palabra del Señor es una de las peores cosas que una persona puede hacer,

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Y con eso, el Señor le ordenó a Abraham que se fuera a descansar y que regresara a despachar con Él al día siguiente.

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Abraham e Isaac. Rembrandt

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Haciéndole al cuento El risueño ruiseñor del señor Ruiz Felipe Kadik Todos los días a primera hora, en el túnel del

A partir del día siguiente aparecerá todos los días a

subterráneo aparecía el amable señor Ruiz vestido

primera hora en ese túnel, un ruiseñor enfundado en un

impecablemente y correctamente peinado, corriendo al

traje mal arreglado, con las plumas de la cabeza en

trabajo, saludando a todos y llevando en una jaula a un

completo desorden corriendo y aleteando de manera

ruiseñor cuyo canto semejaba una alegre risa. ¡Qué

incontrolable y llevando en un ala, en una jaula, al señor

risueño es el ruiseñor del señor Ruiz!, todos gritaban al

Ruiz. Los hombres le temen, las señoras le huyen

verlo. Los hombres lo admiraban, las mujeres lo querían

corriendo, los niños lloran y el señor Ruiz se aferra a los

y los niños reían porque el grito parecía un

barrotes y grita y grita advertencias que nadie puede

trabalenguas: ¡Qué risueño es el ruiseñor del señor

escuchar pues lo único que se oye son las carcajadas del

Ruiz!.

ruiseñor que son tan macabras que hacen doler hasta los huesos de los que por desgracia se encuentren cerca.

Los días se suceden y sucede que un día un niño pequeño se confunde y grita en ese túnel: ¡Qué risueño

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es el señor Ruiz del ruiseñor!… Todos ríen, pero…

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Monólogo de un revolucionario Bassie

Hace algunas semanas había estado en esta misma habitación celebrando con whiskey y narguile el éxito de nuestro movimiento. Recordaba como si fuera una escena con algún filtro vintage cómo vaciábamos el alcohol en nuestros vasos improvisados, llenos hasta la mitad de hielos, todos riendo, todos soñando.

Para cada ocasión, tú tenías la cita textual perfecta de Paul, John, George o hasta Ringo, recuerdo cómo te mantenías neutral ante nuestras pelas sobre la injusticia y la necesidad de un cambio. “¿Qué no sabes que todo va a estar bien?”, repetías, con una seguridad que casi imponía.

Ahora la habitación que alguna vez estuvo llena de luz se encontraba en penumbra. La ventana hacía que la insistente luz de la luna se escabullera hasta las entrañas de la misma, dibujando una ventana sobre el suelo y el escritorio, alargada y sombría. Las cortinas se mantenían estáticas, perversas; y la sombra de los árboles moviéndose al compás del aire helado de invierno también me hacía llorar. Ahora también llevaba casi una botella de whiskey y estaba a punto de terminar el último cigarro de la cajetilla más barata que encontré. Esta vez no había risas, no había celebración. Esta vez me encontraba yo solo en la inmensidad de la melancolía y la nostalgia, en la desesperación de la confusión y los dilemas que se tejían alrededor de lo que empezó como algo que parecía completamente justo, completamente necesario. Entre más me sumergía en dichos pensamientos sentía como los ojos se hinchaban del esfuerzo de llorar en silencio, sentía como el pecho se recargaba de la impotencia y la furia, sentía como las manos me temblaban cada vez que bajaba el brazo para quitar el exceso de cenizas de mi cigarro. Tomé un poco más de Jack.

Yo en mi eterna terquedad nunca tuve la paciencia ni la serenidad de escuchar, todo lo que tenías que decir, todo lo que ahora tiene tanto sentido, todo lo que ahora ya no tiene sentido. Ahora escucho esas líricas con tanta atención, ahora repito la canción una y otra vez, ahora que ya no lo puedo escuchar de tu boca.

Los pensamientos eran tan estridentes dentro de mi cabeza que casi era imperceptible la música de fondo. Recuerdo cómo te gustaban los Beatles, recuerdo cómo cada canción era como una página de la biblia para ti, recuerdo como cada verso era una profecía.

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La canción se terminó por enésima vez en la noche y yo volví a repetirla, era casi como si pudiera sentir tus labios renegándome en los oídos: “Pero si quieres

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dinero para mentes que odian…” Todo ahora tiene tanto sentido, todo ahora ya no tiene sentido.

“¿Qué no sabes que todo va a estar bien?” ¿Cómo calmo mis ansias de paz y de justicia? Más aún, después de todo, ¿quién dicta lo que es justo y lo que no lo es? ¿Quién hace la seguridad? ¿Quién da el primer paso? ¿De quiénes debemos tener miedo? ¿Qué pasa cuando nosotros mismos nos damos miedo? Es tiempo de parar.

Qué diferente hubiera sido todo si desde un principio te hubiéramos escuchado, si hubiéramos dejado los radicalismos y prejuicios ante la otra parte que ya no podíamos tolerar, así como nosotros no fuimos tolerados. “Ahora va la nuestra”, era nuestra forma de pensar. A pesar de todas las veces que trataste de advertirnos que esa era únicamente una extensión del odio del otro bando. Tanto pudimos aprender de ti, todos nosotros, tanto dejamos ir.

La culpa ha llegado a cada rincón de mi cerebro y se combina con los efectos del whiskey y el tabaco, las lágrimas recorren mis mejillas como una consecuencia inútil de toda la violencia generada en las últimas semanas. ¿Qué hemos obtenido además del miedo que alguna vez confundimos con respeto? ¿Qué respeto puede haber en un odio que pide todas nuestras cabezas? ¿Qué de ético hay en hacer daño? Aún cuando nosotros creíamos que merecían castigo. ¿Quién decide quién merece castigo y quién no?

Ahora las luchas y la fuerza que teníamos en la sombra ha sido iluminada por la cordura y no parecemos tan fuertes, ahora que las cosas han tomado un tono gris y que tú no eres más que el humo de este último cigarro. Ahora que puedo hablar y escribir y pensar por horas sabiendo con certeza que tú jamás contestarás. Ahora que los monólogos son eternos y solamente tengo como respuesta la voz grabada de John diciendo: “¿Qué no sabes que todo va a estar bien?” No, no lo sé. Ahora sé que no sé nada, ahora sé que no puedo cambiar esa incertidumbre.

Además de toda esta revolución, ¿qué hemos obtenido? ¿Qué nos garantiza que vaya a tener alguna consecuencia positiva para nosotros y qué seguridad hay de que esta consecuencia sea perecedera? ¿Qué vamos a hacer si dentro de algunos meses nuestros nombres quedan en el olvido? ¿Y dentro de algunos años nuestro movimiento sea un acontecimiento más sin importancia? ¿Qué va a pasar con tu sangre, con tu nombre, con tu muerte? ¿Qué va a pasar con el mío?

¿Cómo protestar sin destruir? ¿Cómo exigir sin reprochar? ¿Cuándo se cruza esa línea? Cuántas veces trataste de advertirme que esa línea estaba siendo cruzada, cuántas veces te ignoramos. Cuántas veces fabricamos bombas y alentamos la destrucción con los ojos cerrados, con la ceguera de quién cree que está haciendo el bien. ¿Bien…? ¡¿Bien?! ¿Bien a partir de una violencia desmedida? ¿Qué bien puede hacer eso? ¡¿Qué bien puede hacer cualquier ser con odio?! ¿Qué importan las intenciones cuando los medios hieren o aterrorizan?

¿Qué va a pasar con mis dudas?

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¿Todo va a estar bien?

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Una pesadilla sabatina Pedro Flores

Ese sábado de agosto Federico estaba disponiéndose a pasar una tarde lluviosa frente a la pantalla de su computadora, a perder el tiempo, a dejarse llevar por las sugerencias de las ligas de la Internet, saltando de un tema a otro, sin un objetivo determinado. Acababan de celebrar en ceremonia cotidiana de familia, una carne asada, que ya era ritual: aderezar la carne, cortar las verduras, que siempre incluían calabacitas y espárragos, aliñar una ensalada de lechugas y tomates, disponer chorizos y morcillas, encender el carbón y llevar a cabo las tareas de esa ceremonia que se cumplía casi al pie de la letra desde hacía años. Algunas ligeras variantes a esa liturgia podían ser acompañar la elaboración del asado con cerveza en lugar de tequila, o cocinar unos champiñones o setas en la parrilla, lo cual requería de pelar y picar ajos. A veces un invitado a la reunión podía inducir con sus ofrendas de comida o bebida, ligeras desviaciones de la navegación de cabotaje que eran esas comidas de sábado.

— ¿A qué hora? —Quedé de verme con mis amigos a las siete. —Dentro de una hora. ¿Y apenas me dices? ¿Y dónde queda ese lugar? —No sé. —Mta. Déjame buscar en internet. Después de unos minutos, Federico ya tenía una idea de dónde más o menos quedaba el lugar, atrás del Auditorio Nacional. Haciendo un esfuerzo extraordinario, se hizo a la idea de ir, conocer el lugar, dar una vuelta por allí mientras la obra terminaba, calculó, una hora después y regresar. Cuando mucho a las 9:30 de la noche ya estarían de regreso. Se fue con su hijo en el auto hasta llegar, en punto de las siete, al Auditorio; dieron vuelta por atrás y se estacionaron. Bajaron y buscaron dónde estaba el teatro El Granero. Vio los carteles, la obra iniciaría a las 8:00 y duraría… ¡dos horas! Su hijo, apenas encontró a sus amigos, se separó y se fue con ellos a buscar otros amigos y presentarse en la entrada del teatro. Federico se puso a pensar qué hacer con las tres horas que faltaban para que la obra iniciara, transcurriera y terminara.

Ese día su familia se había apegado completamente a la rutina: no invitados, no setas ni bebidas extrañas, sólo el tequila precedido por una cerveza, para que todo fuera del agrado del señor de las carnes asadas, si es que lo había; el caso es que Federico inició su oficio finsemanal con una jaculatoria a la vez que hacía un signo de persignación para a continuación empinar el vaso hasta ver el fondo de su caballito tequilero percherón. La comida transcurrió como era costumbre y, una vez terminada, Federico estaba a punto de iniciar la parte en que se relajaba y se dejaba llevar por su languidez para flotar por las corrientes de la Internet. Entonces su hijo adolescente le echa encima la cubeta de agua fría: “Papá, tengo que ir al Centro Cultural del Bosque hoy, a ver una obra de teatro y necesito que me lleves.” — ¿Qué? ¿Por qué no me habías dicho?

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—Se me olvidó.

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Federico dio una vuelta por el conjunto de teatros, leyó cada una de las placas que explicaban el nombre del teatro y cuándo se inauguró. Recorrió los pasillos que unen cada edificio cubriéndose de una lluvia menuda que mojaba todo. Finalmente pasó por el teatro El Granero y ya no vio a nadie afuera: la obra había comenzado.

Federico se dio una vuelta entre los pequeños grupos, tratando de encontrar alguno en el que pudiera encajar. Decidió atacar por el lado de los meseros y aprovechó que pasaba uno de ellos para tomar un vaso de vodka. Ya con el vaso en la mano y dos tragos en el estómago, se sintió más cómodo y comenzó a deambular entre los grupitos, deteniéndose en la mesa para probar los bocadillos, quesos, frutas y dulces que cada vez eran más escasos. En cada ocasión que pasaba un mesero tomaba un vaso de vodka; llegó un momento en que ya tenía dos vasos llenos colocados en un lugar estratégico y aún no terminaba el que estaba tomando. Poco después ya estaba platicando con los comensales del ágape que se daba en honor del éxito de una obra que, se enteró un poco más tarde, cumplía un número de presentaciones digno de la celebración. Se asomó por un momento al exterior para documentarse de que la obra celebrada se titulaba Revoilusión y que se encontraba en el teatro El Galeón. Regresó para continuar con su papel de gorrón pero con al menos una ligera idea del motivo de la fiesta. Con esos pobres indicios de la celebración se introdujo en los grupos dando su opinión y hablando como esnob de la obra, los actores, el mundo del teatro, como si en verdad supiera algo de ello. Siguió bebiendo con más comodidad; ya se había hecho amigo de dos meseros a los que dio a entender que les daría una buena propina al terminar el evento. Continuó así por un largo rato hasta que sintió la urgencia de visitar los baños pues el líquido acumulado en su vejiga reclamaba una salida inminente.

En ese momento se sintió solo. Tenía dos horas para sí mismo pero no deseaba ser su propio compañero de espera. Si se iba a otra parte en el auto, apenas llegara tendría que regresar pues el tránsito estaba imposible con esa lluvia. Decidió caminar de nuevo por las aceras del conjunto cultural, tratando de hacer tiempo. En su recorrido se cruzó con diversos grupos que comentaban sobre las obras que acababan de ver o que apenas irían a presenciar. Otros, evidentemente estudiantes de dramaturgia, comentaban sobre sus audiciones o ejercicios profesionales que estaban realizando. Federico se sintió fuera de lugar pero lo contenía, por una parte, la responsabilidad de esperar a su hijo, pero por otra, el recuerdo de su incursión en el disfrute del teatro, como lector y espectador, hacía ya más de treinta años. Este recuerdo era el que le hacía soportar la espera, pero a la vez, lo incomodaba pues le recordaba su inconstancia con un gusto que le había deleitado inmensamente cuando era joven y que ahora había abandonado por el goce solitario de la lectura.

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Cuando estaba cumpliendo la segunda vuelta por el laberinto de caminos entre edificios, descubrió uno de los teatros donde se veía una gran iluminación en el vestíbulo y se escuchaba una algarabía, típica de una reunión donde todos hablan en voz alta a la vez. Se acercó y entró a pesar de que en la puerta había un policía haciendo guardia. Pasó y nadie puso especial atención en su presencia. Había una mesa larga, con manteles blancos, repleta de bandejas plateadas llenas de bocadillos. En el vestíbulo se formaban varios grupos de cuatro o cinco personas cada uno, entre los que pasaban meseros vestidos con los trajes regulares de los camareros, ofreciendo vinos tinto, rosado y blanco y licores preparados en coctel: vodka, whisky y ron.

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Deteniéndose con una y otra mano, se introdujo en uno de los cubículos del baño, conocedor de que si intentaba hacer uso del mingitorio, acabaría con el pantalón y los zapatos hechos una pestilencia. Como pudo, bajó los pantalones y se sentó a desalojar sus almacenes de desechos metabólicos.

pero a la vez lleno de valor para salir a la calle y encontrarse con el hijo que, seguramente, le estaría esperando solo, lleno de frío y miedo. Una sensación de angustia le recorrió la espalda. Se levantó y siguió caminando con desesperación con las manos extendidas al frente, una de ellas con el teléfono para iluminarse. De repente, lo que parecía un túnel, resultó ser una escalinata con la que tropezó y casi le hizo caer de boca. Subió por los peldaños tropezando a cada rato hasta que llegó a una cámara más amplia que se adivinaba así por el eco que producía ante su respiración agitada.

Cuando Federico despertó, sentado en la taza del baño, había una oscuridad absoluta. Primero pensó que estaba en su casa, pero poco a poco tomó consciencia de que estaba en el baño de un lugar en el que había estado bebiendo sin control. Después de tratar de limpiar su condición de desastre, se subió la ropa y caminó a tientas buscando los lavabos. Luego, sacó su teléfono celular y se iluminó hasta llegar a la puerta de los baños. Afuera había una iluminación lejana que le permitió dirigirse hasta la puerta del vestíbulo donde antes hubo una celebración muy animada. La puerta estaba cerrada y no había nadie que le ayudara a salir. Con los ojos acostumbrados a la escasa iluminación caminó por el lugar buscando alguna persona o manera de salir del teatro. Abriendo una puerta abatible, entró a la sala del teatro por las filas de asientos del auditorio, iluminándose apenas con la luz tenue de la pantalla de su teléfono, subió al escenario y a tientas encontró un pasadizo por el lado derecho que lo condujo a una escalera que descendió un tramo que le pareció inmenso. Sintió que estaba en una cámara húmeda en la que se escuchaban múltiples ruidos y rechinidos. Tratando de calmarse, recordó que las construcciones suelen hacer sonidos extraños debido a las dilataciones de sus componentes, producto de los cambios en la temperatura. Sin embargo, algunos de los rechinidos le sonaban de origen animal, reconociendo en ellos los de los ratones, que había conocido en su niñez. Sintiendo más miedo a perderse en el regreso que a traspasar el camino de los roedores con la esperanza de encontrar una salida, decidió seguir adelante. Iba caminando con cierta soltura cuando sintió un fuerte golpe en la cabeza. Había chocado con algo duro a la altura de su frente. Tuvo que recargarse en la pared y tomar aire para superar el dolor. Con los ojos cerrados recordó que tenía que recoger a su hijo al salir de la obra de teatro que había ido a ver. Se sintió miserable por su situación

Sintió que a su lado pasaban cientos de personas, hombres y mujeres, asesinos y enamorados, felices y desesperados, sufrientes y serenos, personas llenas de amargura y otras dichosas. Unos vestían de manera moderna, otros llevaban trajes de lejanas épocas. Todos se movían con prisa, empujándolo a un lado para continuar con su ir y venir. Había otros vestidos con ropa de trabajo, “tramoyistas”, pensó Federico, que cargaban trozos de escenas, baúles, sillas, árboles de madera y cartón. “Estoy tras bambalinas”, se dijo de nuevo. “Todas esas personas son actores”. Sin embargo, a pesar del ir y venir de personas, no había ningún grupo tangible, todos parecían desaparecer en la penumbra.

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Federico se sintió aturdido, caminó hacia adelante y vio una luz brillante que se colaba por una rendija vertical larguísima. Corrió hacia ella y apartó un pesado lienzo que, al hacerlo a un lado, le encandiló los ojos. Supo que era un telón y que había llegado por la parte trasera al escenario. Con los ojos deslumbrados escuchó una ovación que lo hizo sentir confortable por pensar en la presencia humana, a pesar de que estaba seguro de que se había entrometido en el final de una obra y que tal vez haría el ridículo al aparecer en las genuflexiones de los actores que agradecían al público con aplausos su actuación. Sin embargo, cuando pudo abrir los ojos por completo, sólo escuchaba los aplausos aunque no había nadie en los asientos del auditorio. La luz llenaba la sala pero no se percibía ni un alma. Federico se sintió lleno

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de espanto. Volteó a derecha e izquierda, atrás y hacia arriba pero estaba solo. Un escalofrío le cruzó por la piel.

La misma sensación se apoderó del Federico adulto al ver el teatro vació escuchando una ovación absurda por no provenir de nadie. Quiso salir corriendo hasta la entrada de la sala cuando aparecieron ante él varias hermosas mujeres que sostenían un diálogo ininteligible. Para su sorpresa, sobre un diván de utilería se empezó a desarrollar un acto erótico entre las mujeres que eran nada menos que unas jovencísimas y sensuales Nancy Cárdenas, Nerina Ferrer, July Furlong y Angélica Aragón. Federico las recordaba de su época de estudiante, en las páginas del Ovaciones vespertino, donde aparecía la cartelera teatral de la ciudad. Se escenificaba la obra El día que pisamos la Luna, que intentaba defender un discurso anacrónico, por anticipado, de la libertad de elección de preferencia sexual. De entre las gradas Federico vio venir a una mujer vestida con una elegancia anticuada, con su belleza ajada, pero con una chispa en la mirada que denotaba una profunda pasión e inteligencia.

Recordó cuando, siendo un niño, jugaba con unos amigos, algunos de su edad y otros mayores que él, a las escondidas. Había una casa vecina que se había desocupado. El casero buscaba un nuevo inquilino y la había puesto en renta. Mientras tanto, los niños y los muchachos vecinos hacían la travesura de introducirse en el local vacío y jugar a hacer voces que, cuando encontraban la frecuencia adecuada, resonaban hasta aturdir el oído, produciendo una sensación de terror que al pequeño Federico le pareció venida del más allá y le erizaba la piel. Cuando le tocó el turno de contar hasta… quién sabe qué número que fuera lo suficientemente grande para que Federico lo supiera y a la vez sus compañeros tuvieran tiempo de esconderse, entró en la casa abandonada a buscarlos. Tenía más o menos la seguridad de que encontraría a sus amigos con facilidad, dado que el lugar estaba totalmente vacío. Sin embargo, a medida que entraba a la sala, cruzaba por el comedor, la cocina, el baño que estaba a la mitad del patio y cada habitáculo, no descubría a nadie. La extraña emoción que le provocaba el temor de encontrarse con una sorpresa, ya fuera que todo el grupo de amigos ignotos, hechos bola en un rincón, al abrir la puerta que los ocultaba diera un grito aterrador de sorpresa o, peor aún, que al ir abriendo la puerta de cada recámara se fuera reduciendo la posibilidad de encontrar siquiera uno de ellos, en contra de toda lógica, y llegara al último resquicio y sus amigos no aparecieran, lo aterrorizaba. Al llegar al último cuarto y encontrarla completamente vacía Federico se llenó de pánico y gritó a todo pulmón, “ya no juego, tengo miedo”. Regreso corriendo por el camino de entrada, salió despavorido y se encontró en la puerta de entrada, cuando sentía que encontraría la luz del día salvadora de su terror, a todos los muchachos participantes del juego que lo recibieron con un grito de susto que se burlaban de su inocencia: todos se habían subido hábilmente al techo de la casa cuando Federico contaba con sus manos cubriendo los ojos, recargado en un árbol.

Pita Amor, con pesadas capas de maquillaje, los dedos de las manos llenos en exceso de anillos con joyas de bisutería, que con la voz engolada declamaba:

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Esas miradas cortadas en el aire embalsamado. En el aire envenenado y en la nada apuñaladas.

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Por el otro extremo del escenario apareció un joven con el cabello revuelto, vistiendo un clavel verde en la solapa de su traje elegantísimo. Se acercó diciendo:

Más lejano que todas las estrellas y más doliente que la mansa lluvia. De nuevo, la mujer de la belleza física marchita, aunque no de espíritu, animó la escena lésbica de las cuatro mujeres:

Yo pronuncio tu nombre en las noches oscuras, cuando vienen los astros a beber en la luna y duermen los ramajes de las frondas ocultas.

Y esos besos estatuarios. Esos besos lapidarios. Esas caricias sin ruido. Esas caricias de olvido.

Y yo me siento hueco de pasión y de música. Loco reloj que canta muertas horas antiguas.

García Lorca, el inmenso poeta nacido en Fuentevaqueros lo inquietó: ¿Te querré como entonces alguna vez? ¿Qué culpa tiene mi corazón? Mientras Pita Amor concluyó: Y esos amores cenizos, delirantes, quebradizos.

Federico terrenal declamó de memoria al unísono con el Federico fantasmal, que concluía: Federico no pudo menos que sentirse pasmado ante la presencia del otro Federico, García Lorca. ¿Quién era él, Federico de los sábados de carne asada, para presenciar un acto de arte amoroso, en escena y en poesía declamada? Pita Amor continuó, como si estuviera a teatro lleno, con la audiencia embelesada:

Si la niebla se esfuma, ¿qué otra pasión me espera? ¿Será tranquila y pura? ¡¡Si mis dedos pudieran deshojar a la luna!!

Esas miradas quemadas. Miradas de gran pecado. De pecado condenado. Esas miradas sagradas.

El Federico perplejo evocó un amor de adolescente cuando su homónimo pronunciaba con una voz sonora, de clavel varonil:

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Yo pronuncio tu nombre, en esta noche oscura, y tu nombre me suena más lejano que nunca.

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Con el sabor de boca que puede dejar la imagen de un enamorado deshojando la luna como si fuera una margarita, Federico se encontró solo, crudo, a oscuras, despertando de un sueño triste, de abandono y traición a su amor juvenil, a su pasión, a sí mismo.

escenas de obras inconexas, con un desfile interminable de personajes. Federico está sentado en un rincón de una habitación sin muebles, con las paredes acolchonadas. Afuera está un amigo de Federico platicando con un siquiatra que le explica que su amigo perdió la razón y vive un delirio donde sólo repite frases sueltas de dramaturgia sin sentido. A veces grita el nombre de su hijo pidiendo que lo ayude a salir. Todo parece haber sido el resultado de una crisis nerviosa disparada meses atrás por un delirium tremens de una congestión alcohólica de Federico, que se introdujo a mitad de una obra que se estaba escenificando en el teatro El Granero, interrumpiendo la actuación de los artistas con la declamación de un poema y después echándose a correr por el teatro, golpeando puertas y gritando que lo dejaran salir. Federico se levanta y hace una reverencia, agradeciendo los aplausos que sólo él escucha.

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Subió por la rampa lateral del graderío hasta alcanzar la puerta de entrada a la sala. Afuera estaba un grupo de estudiantes de preparatoria que comentaba con cálida emoción la obra que acaba de presenciar: Incendio, de Wajdi Mouawad, en la magistral dirección de Hugo Arrevillaga. Lo sabía por los carteles que había visto cuando caminaba sin rumbo por el conjunto de edificios. Por la mirilla de la puerta Federico vio a su hijo que platicaba con sus compañeros y maestros. Quiso empujar la puerta para salir, pero su acción carecía de efecto; por más que trataba de empujar, la puerta ni siquiera se movía. Quiso golpear las hojas de madera para hacer algún ruido y llamar la atención: nada. Gritó pero nadie parecía escucharlo. Corrió al otro extremo de la entrada para ver si podía salir por la otra puerta. Ocurrió lo mismo. Federico gritaba y corría desesperado mientras en el escenario iban apareciendo una tras otra

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La última oveja eléctrica Felipe Kadick A pesar de haber marcado el 800 en mi órgano de ánimos Penfield (“máxima concentración y cero tarugadas”) antes de escribir mi cuento titulado “la última oveja eléctrica” veo con infinita tristeza que hay un párrafo donde se repita una palabra (fiesta) lo cual se ve: ¡horrible!. Lamento profundamente lo anterior y aprovecho para hacer algunas correcciones al mismo texto. Ese órgano de ánimos Penfield ya es kippel. Reportaré el error a LA CORPORACIÓN para que procedan a arreglarlo o sustituirlo y tirar ese artefacto en el resguardo de kippel que corresponda a mi sector. Mil gracias por su atención. Acepte por favor mis disculpas

Atentamente: Felipe Kadick

les incorporó al ejército. Por su docilidad eran, a

notó algo raro en su oveja eléctrica. La razón era que

diferencia de los androides, el arma perfecta, la

ésta había mutado. Fue probablemente por la misma

máquina esencial para la colonización, el nuevo

extraña causa por la que desaparecieron primero todos

luchador sintético por la libertad. Pero seguían

los búhos. Quizás debido al continuo polvo

reproduciéndose sin control. Y aprobaban sin

omnipresente que convertía a los normales en

problemas el test Voigt-Kampff dado que no existían

especiales. El caso es que su oveja presentaba manos y

achatamientos en su afecto. Afortunadamente podían

piernas humanas y lo más importante: Un gran nivel de

distinguirse de los humanos por su aspecto físico.

empatía, como si Mesmer mismo la hubiese enviado.

Salieron del catálogo Sidney tan pronto como habían

Por si esto fuera poco la oveja comenzó a reproducirse

entrado pues fue cuestión de tiempo solamente para

por sí, de manera autónoma y rápidamente. Sus

que hubiera demasiados de esos seres ahí y su precio

descendientes heredaron la destreza manual de los

cayó notablemente. Entonces sonó la alarma para la

humanos y la docilidad de las ovejas. LA CORPORACIÓN

especie humana. Eran muchos y aunque obedientes

los incautó. Se les usó primero como ayudantes

estaban armados. Comenzó la paranoia: Los atacamos;

domésticos. Después, cuando ya eran demasiados, se

Los diezmamos; Nunca se defendieron. Pero fuimos RLV7

Una vez que retiró a todos los androides, Rick Deckard

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demasiado crueles con ellos. Algún otro paranoico de LA

pues gozaba del dinero suficiente merced a la gran

CORPORACIÓN dio la orden de liquidarlos por completo

cantidad de trabajo que tuvo y se había podido comprar

temiendo que los pocos que quedaban se vengaran de

ya un avestruz vivo. Sacó pues su arma láser. Le apuntó

las atrocidades cometidas. Paradójicamente se utilizó a

a la cabeza a la oveja eléctrica. Todo mundo corrió

los cazadores de bonificaciones para retirar a los pocos

menos ella. Mientras jalaba el gatillo, antes que

que aún quedaban en manos de algunos millonarios

cualquier duda, un recuerdo ¿implantado? llegó

excéntricos. Y aquí estaba, Rick Deckard, en esa fiesta

repentinamente a la cabeza de Rick Deckard: “los

organizada por el multimillonario Carlos V (Slim) viendo

pastores serán brutales mientras las ovejas sean

bailar al último descendiente de su oveja eléctirca. O

estúpidas”

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quizás era ella misma. Rick ya no sentía afecto por ella

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La Sociedad de los poetas nonatos Para Victoria Mendoza Edgar Artaud

Estoy por salir al cine como un libro viejo andar mis mismos pasos, arrastrar conmigo esa pesadez tan nerviosa y desesperada que me acompaña siempre; saldré imagino venciendo el temor de hablar desesperadamente por teléfono y preguntar por mi chica (tú) esa niña a la que yo solo hoy llamo “mi chica” es probable que encienda un cerillo (yo), para prender un Delicado sin filtro, luego me echo a andar un kilómetro que generalmente recorro antes de encerrarme casi solo en una sala de cinematógrafo barato he agarrado la costumbre de llevarme un viejo libro de poesía para leer algo al azar durante el intermedio uno sale demasiado temprano con ganas de beberse una cerveza y recorrer el camino de regreso en estas olas oscuras convertidas por la noche sin un motín a bordo, preguntándome por qué

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no todas las chicas se volverán locas por mi presencia

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o cuando menos, o cuando menos tú; lenta, pesadamente, como queriendo ahogarme o tardar aún más en encontrar la casa de mis padres, aquel lugar donde llego y qué hacer, escoger el libro más hermoso o algún diario, prendiendo mientras el fuego y poner café o té, comer según quede algo sobre la mesa, me dan ganas de prender otro cigarrillo, bajo la soledad ahogado por el mar del espacio, tecleando y ni los vecinos protestan la vida es muy aburrida sin ti, mi querida muñequita, vuelve a mi y escúlcame los bolsillos, estoy aguardando arriba de mi silla cuando entro al cinematógrafo, bajo dos asientos y a veces en el bus pago tu boleto me pongo muy nervioso por tu culpa y no hay quien me acaricie el pelo

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cuando sufro de algo.

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Poema de abuelo Ricardo Malváez

Anoche… cerré los ojos y pensé tú nombre tres veces: Arturo hijo, Arturo padre, Arturo abuelo, Que fui ahí donde yo te conocí.

Es fácil pensar que un día seré igual que tú, Y también me llamen abuelo, sí, ¡abuelo, como tú!,

Y ahora recuerdo una fuente y tu jardín Donde el juego era nadar sin agua Y correr entre las flores Y pasarme un día viendo fotos De un pasado que te acompaña hasta hoy Escuchando música de un ritmo viejo En estos tiempos nuevos.

Y así, junto a ti, decir ¡salud!: ¡Salud!, ¡salud Papá!, ¡Salud abuelo!, salud mi viejo.

Dame el dominó y mata el cuaco Y haz pasar al de al lado Era la encomienda del sábado

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Cuando me sentaba a departir el juego

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Y ya juntos, disfrutar un buen trago de ron “¡Que son las tres!” Y a esos dos, ahorcarles la de seis Antes de las cinco.

Ahora sí tendrás tiempo de apagar Todas las luces de un cielo Que te oculta la edad, Y te hace niño de nuevo, Tratando de hacer acostar a todos los ángeles, Que te aguardaban, Y te harán pasar un tiempo infinito de tranquilidad Si, ¡ahí!, en un cielo que te espera y te oculta Esperando el momento de encontrarte con Roque Y ser feliz de nuevo.

Te quiero abuelo y te extraño Y extraño aquellas pláticas Donde tus consejos fueron oro Y llenaron mis costales de paciencia y madurez Pues ahora tendré que sacar mi carácter Y saber enfrentar mi nueva vida, Así como tu, ¡sí, como tú!

Siento mucho no haber podido despedirme de ti, Y no haberte visto partir,

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Pero sé que quizás, te veré volver

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Y ahora tú me llames abuelo Y pueda regresarte esas montañas de consejos Y cariños que a tu manera me legaste.

Te quiero abuelo… Te quiero mi viejo, y ¡salud! ¡Salud por ti! Y ¡salud por tu vida!, Padre de mi padre, Que dios te bendiga, Hijo del universo.

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FK

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Tú no debes llorar Eleuterio Llanes Pasos

¿Llorar? ¡No! ¿Cuál es la causa? ¿Llorar por llorar? ¡No! Lo que lloran los niños ya lo hemos llorado mucho tú y yo: Dolor, Frio, Calor, Hambre….. Hambre, eso sí, Si no has conseguido el pan para tus hijos Porque el vicio hizo presa de ti, Escóndete a llorar, Pero que no te mire nadie, Porque eres hombre

Que lloren los niños, Ellos tienen derecho a reclamar La leche caliente, A mordisquear inocentes El seno urgente; Pero tú que ya estás como yo Un poco viejo, Deja lo que es de los niños Para los niños; Que derramen sus lágrimas Sobre el seno materno; Pero tú, hombre Si quieres llorar tu fracaso En el amor o en la empresa Escóndete a llorar: Las lágrimas de los niños sí se enjugan;

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Las lágrimas de los hombres no.

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Hazte fuerte ante la tumba de tu madre; Lo que la gente diga al mirarte llorar: ¡Cuánto la quiso! Es mentira porque en sus adentros piensan: ¡Hipócrita! “dejo morir a su madre para no pagarle al médico” “Su madre estaba vieja Y ya no la quería” “descanso en los brazos del Señor Con la bendición del Cura”. No llores por favor La tumba de tu madre esta sin nombre; Pero como llorabas aquel día Cuando le diste el último beso Antes de sepultarla en tu corazón vacío Pobre de ti si lloras Porque la novia se marchó con otro O porque siendo casado, La mujer infiel Mancillaba tu lecho En brazos del amante. Si quieres llorar, hombre, Escóndete a llorar tu desventura; Pero que no te mire nadie, El dolor es dolor y a veces no se aguanta; Los únicos que lloran por derecho son los niños, Pero tú que has llorado mucho como niño; Hoy no debes llorar

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Porque eres hombre.

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Mecánica terrestre Alexandro Hernández

Juanito se prepara para dormir va haciendo a un lado las botellas y los vasos, los ceniceros llenos de colillas, los restos de papeles que envolvieron la botana de la noche.

Los quita del tablón que huele a grasa y polvo cubierto de tela de vestidura de auto

En la penumbra del taller se encuentran los estantes. En sus repisas yacen pilas de hidrovacs, zapatas, balatas, discos y tambores como una colección de miembros vitales de repuesto para las bestias de carga que reposan en el patio.

Entre las máquinas del oficio aún se escuchan los murmullos de los lentos y dispares movimientos del día: hay una máquina que quita los remaches y su némesis que los coloca; una que lima asperezas en balatas, otra que ajusta embragues en sus bases;

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y la mayor, un monstruo verde que rectifica discos

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y que una mañana expulsó su piedra de esmeril, salió girando en loca trayectoria, y apenas por nada, por centímetros, no hubo una tragedia. Más suerte hubo ese día que la noche infausta ya hace muchos años en la que el padre de Juan llegó vestido con traje de ritual de pulque e ira, golpeó a su madre con el cuerpo de Juan. De entonces viene su cojera, eterno dolor de alma y de cadera.

Sentado junto a Juan, también exhausto, está Goliath, soberbio perro pelaje de tigre ojos iridiscentes cabeza de toro y el corazón más puro, el de los inocentes. Con esos ojos de pupilas dilatadas inquiere a Juan y a la noche ¿qué sabe Goliath del mundo? ¿qué sabes tú, o qué sé yo?

La grasa acumulada en la jornada

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con grandes trabajos se desprende

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por mérito de agua fría y una crema de uso industrial.

A punto de dormir recostado en el tablón y la cobija voltea hacia la pared que imita un retablo barroco por cierto, no dorado, sino bituminado: hermosas, sonrientes o fingiendo un estremecimiento de deseo ante el lejano observador en la práctica perpetua de las sesenta y cuatro poses que vuelven locos a los hombres.

Así entra Juan al reino de los sueños guiado por Goliath

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y una mueca se dibuja en su rostro.

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Writer Hero ¡Adiós, mi fantasía! Walt Whitman. , versión libre de Pedro Flores.

¡ADIÓS, mi Fantasía! ¡Adiós, querida compañera, amada mía! Me voy, no sé a dónde, Ni a qué destino, ni si te volveré a ver. Así que Adiós, mi Fantasía.

Ahora, por última vez—déjame mirar atrás un momento; El tic tac de mi reloj es cada vez más lento, La salida, la caída del telón de la noche, y pronto el corazón se detendrá.

Mucho tiempo hemos vivido, hemos gozado, nos hemos amado, ¡Delicioso! —ahora la separación—Adiós, mi Fantasía.

Pero, déjame ir despacio, Mucho tiempo hemos vivido juntos, hemos dormido juntos, nos hemos filtrado uno en el otro hasta mezclarnos en uno sólo; Entonces, si morimos, moriremos juntos, (sí, seguiremos siendo uno,) Si vamos a cualquier parte iremos juntos a afrontar lo que ocurra, Quizá seremos más libres y alegres, y aún podremos aprender, Tal vez eres tú quien me conduce a los verdaderos poemas, (¿quién sabe?)

Tal vez eres tú quien corre el mortal cerrojo –así que, finalmente

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Adiós ¡y salud!, mi Fantasía.

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Al valle de las calacas Eres un perro Paco Olvera

Esta es una frase que suena dura y en muchos casos ofensiva, parecería inicio de una canción de “Paquita la del Barrio”, pero cuando la decimos en el idioma de Shakespeare y con cierto ritmo, suena emocionante y hasta divertida: “you ain’t nothing but a hound dog!”. Aún más, cuando escuchamos esta frase cantada por “Big Mama” Thornton, por Elivs o “Little Richard”, sabemos que estamos ante una de las piezas angulares del Rock&Roll. Yo en lo personal, había escuchado esta rola varias veces en el radio, pero la primera vez que la escuche de un disco, fue cuando mi amigo “el Moco” me prestó el LP titulado “Los discos de oro de Elvis”. Me encantaba la música que salía de la consola Graff modelo “Jamaica” que había en la casa, y mientras escuchaba embelesado la música, leía los nombres de las canciones, el nombre original en inglés y los autores de las canciones. No hubo que hacer un análisis exhaustivo para descubrir que varias de esas canciones, todas discos de oro, tenían dos autores en común: Leiber y Stoller.

Las canciones de esta pareja de compositores han dejado una profunda huella en la historia del rock y como consecuencia natural en la juventud de diversas épocas desde los años 50 del siglo pasado hasta nuestros días, y cuando nos enteramos en la RLV de la muerte de Jerry Leiber, consideramos que era menester enviarle un saludo hasta el valle de las calacas. Es señor Leiber, que era el letrista de esta pareja de compositores, tenía el talento de tomar frases enraizadas en el habla popular de la juventud norteamericana y las incrustó en sus canciones, lo que provocó que a través de ellas, modelara / retratara su lenguaje popular, de la misma forma que, en otro ámbito y ora época, “Chava” Flores lo hizo con el lenguaje popular de “Chilangolandia” de los años cincuenta a los ochenta. Si hubiese una duda de la influencia de sus canciones en la música, en el cine y en la cultura popular, esperamos baste este breve repaso para dejarlo claro. Jailhouse Rock. ¡Tan, tán! ¡pum, pum! Dos acordes de guitarra, seguidos de dos golpes al tambor y eso multiplicado por dos, deja claro, aún en jóvenes seguidores del rock que nacieron en el siglo XXI, que está iniciando el “Rock de la Carcel”. Interpretado en México por los Teen Tops o por Luis “Vivi” Hernández”, tuvo influencia en todos los países de habla hispana, pues hasta el mismísimo Miguel Ríos confesó que en sus tiempos primigenios de cantante, cuando tenían dudas en la letra “correcta” de la canción, era un hecho que la versión oficial era la de Enrique Guzmán (si no lo creen, vean el video donde canta con Serrat, Víctor Manuel y Ana Belén como es que canta: el 47 dijo al 23, venga aquí mi “cuate” vamos a bailar). Cuando el “Prisionero del Rock” se estrenó en México, hubo tumultos, RLV7

Leiber, Stoller y Elvis

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intervino la policía, y en esta mezcla explosiva en todo el mundo, el Rock se lanza a la popularidad como resultado de su aparición protagónica en el cine. La han cantado todos: Queen, Blues Brothers, ZZ Top, Jerry Lee Lewis y ¡quién se les ocurra! El rock de la cárcel es para bailar el rock.

Stand By me. Para mi generación y otras posteriores, la banda sonora de la película del mismo nombre, nos hizo re-descubrir esta melancólica canción, que nos lleva a todos al irremediable reino de la nostalgia de nuestros años en la primaria y secundaria, ya que narra las peripecias, usos y costumbres de un grupo de chavitos gringos en plenos años cincuenta. Ya alguna vez narré la historia del “señor Pollito”, que de alguna manera es una historia paralela de unos chavos que encuentran un cuerpo, tal y como lo describe la novela “The body” de Stephen King; creo que este sólo un ejemplo de la fuerza evocadora de esta película en personas que separados en distancia geográfica, temporal y cultural compartimos la ciudadanía en el distante reino de la juventud ya vivida (porque ¡lo que nos falta!). Yo la había escuchado en un disco de grandes éxitos que regalaba el periódico Excélsior a sus suscriptores, pero en la voz de Cassius Clay (antes de llamarse Mohamed Ali), y sin entender la lera, me parecía que estaba muy “padre”. Como una demostración del triunfo de esta canción sobre el tiempo y la geografía, se puede consultar la versión disponible producida por la asociación “Playing for a Change” con diversos cantantes y artistas callejeros de todo el planeta, que es una joya de sensibilidad, y universalidad. Si esto no es influencia en la música y cultura populares, ¡pos ai’ muere!

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Poisson Ivy. “Pareces una Rosan, tan linda y olorosan”, tal y como la “prenunciaba” Johny Laboriel desde que era el cantante de los Rebeldes del Rock, tal y como se le ve en la portada de su disco, subido en un “hot rod” con el fondo de los murales de Ciudad Universitaria. Y de allí a un montón de fiestas de graduación, “quince años“ y bodas, la “Hidra venenosa” ha perdurado, aunque para las nuevas generaciones, ha subsistido por medio de la “archi-enemiga” de Batman en las diferentes imágenes de los cómics y su trasplante a las películas.

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Heartbreak hotel. Ni entendía uno bien la letra, pero sí sentía uno que le estaban cantando a un “Amor perdido”, como el de doña María Luisa Landín. Primer gran himno de la decepción amorosa juvenil y para algunos su aparición dio fin a la época de las grandes bandas y de los “crooners”, para dar paso a los “rock’n’rollers”. En español hay versiones de los Hooligans y de Enrique Guzmán, cuyo título si es su traducción literal: “Hotel de los corazones rotos”. Una de las películas biográficas de Elvis, dirigida por Chris Columbus, lleva este nombre, y la escena culminante es donde tocan esta gran canción. También en el cine, para la película “Honey Moon in Las Vegas”, don Billy Joel se receta una versión buenísima de esta rola. También podemos ver a una tristísima Lilo, que la pone en su “tocadiscos” de pilas encerrada en su cuarto en “Lilo y Stich”. John Lennon, George Harrison, Keith Richards entre otros señalan a esta canción como una influencia definitiva en su vida musical; Harrison la describió como una “Epifanía del Rock’n’Roll”. Otros artista que han realizado covers de esta canción incluyen a Bob Dylan, Bruce Springsteen, Tom Jones, Suzi Quatro, Van Halen, Jimmy Hendrix, Neil Diamond, Lynyrd Skynyrd, y a Guns N' Roses.

RLV, hay que recordar la escena donde Forrest Gump, baila animadamente la canción que un joven Elvis toca con la guitarra, mientras este último mira fascinado los extraños pasos resultantes de los movimientos guiados por los rígidos aparatos ortopédicos que usa. En la siguiente escena culmina la parodia, cuando Forrest y su mamá, ven en la televisión a “el Rey” moviéndose a imitación de los pasos que aprendió en la casa Gump en Alabama. También está incluida como parte del magnífico compendio que George Lucas hace de la música de Rock’n’Roll en “American Graffiti” (Locura de verano).También el señor Lucas la coloca en el sound track de la última de la más reciente de la saga de Indiana Jones, para darle entrada al aventurero en los años cincuenta y conocer a el heredero de la estirpe, que es “notin but a houndog”. No hay que olvidar que también usan “Hound Dog” para Stich luego de que lo rescatan de la perrera.

Kansas City. En la voz de Elvis, de Little Richard, de los Beatles, y de Paul McCartney, Kansas City es una canción donde se nota la transición desde el Blues, al Rythm’n’blues y hasta el Rock’n’roll. No tengo mucho más que decir, me parece una gran canción y por eso la incluyo en la lista. On Brodway. En los 80 salió una película llamada “All that Jazz”, dirigida por Bob Fose y en el rol principal de un productor de Brodway, Roy Shider. En esta película, en muchos sentidos autobiográfica, se incluye una canción llamada “On Brodway”, interpretada magistralmente por George Benson. No fue sino hasta la muerte de don Jerry, que descubro que esta canción es original de Leiber y Stoller, y originalmente cantada por los Driffters, donde cantaba un compa llamado Ben E. King. Pos nunca es tarde para aprender. Gran rola.

Gracias señor Leiber, por llevarnos del “Hotel de los corazones rotos” al “Rock de la cárcel” como unos “Perros callejeros”. Si fue pa’ arriba, supere al “Rock del Angelito”, si fue pa’ abajo, componga un “Hell’s house rock” y destierre para siempre al “Disco Inferno”. Nota final. Perdonen tantas ligas, pero es inevitable brincar entre las diversas versiones de las canciones de Lieber & Stoller que dejaron huella en el Rock y en el cine. RLV7

Hound Dog. Aunque ya mencionada al inicio, y considerado la orientación al cine de este número de la

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Heartbreak Hotel – Los Hooligans

El Rock de la Cárcel – Teen Tops (Enrique Guzmán)

http://youtu.be/5HQylynQAbs

http://youtu.be/nesyGNZjNCE

Heartbreak Hotel – Elvis Presley

Hound Dog – Elvis Presley

http://youtu.be/efL17ekQZ5k

http://youtu.be/ZEaFj2Xg9Vo

Poisson Ivy – Rolling Stones

Hound Dog – Jimmy Hendrix

http://youtu.be/O5SDIs3oIx4

http://youtu.be/AI-a9dEpQOA

La Hiedra Venenosa – Rockin Rebles (Johny Laboriel)

Hound Dog – Forest Gump

http://youtu.be/vK8seuqL7S0

http://youtu.be/SbiWRS7MRnA

On Brodway – The Driffters

Stand by me – Ben E. king

http://youtu.be/SSZQrYKarok

http://youtu.be/hmGQ5SlazJA

On Brodway – George Benson (de la película “All that Jazz”)

Stand by Me – John Lennon http://youtu.be/O4_ghOG9JQM

http://youtu.be/voNjeUUcdSo

Stand By me – Cassius Clay

Kansas City – The Beatles

http://youtu.be/T3ZrISdJXvw

http://youtu.be/GOYq9JiBW3s

Stand by me – Play for change

Jailhouse Rock – Elvis Presley

http://youtu.be/Us-TVg40ExM

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http://youtu.be/zRu3tw9fYxE

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Ojalá las lágrimas se sequen por sí solas Pedro Flores y Alexandro Hernández

mismo. Sin embargo, cuando la persona es una figura pública y se encuentra en la cúspide de la fama, sobran personajes que la rodean y que le fomentan o toleran todos los excesos sólo por el placer egoísta de decirse sus amigos cercanos y sonreír indulgentemente cuando el ídolo cae una y otra vez. ¿Puede alguien con una leve deficiencia en su autoestima resistir una legión de aduladores que le festeja cada tontería aunque esa representación sea una insensatez?

I El sábado 23 de Julio fue encontrada muerta en su casa la compositora y cantante Amy Winehouse. Tal vez la noticia no fue una sorpresa y es posible que no haya representado un gran dolor para un grupo fuera de sus familiares y verdaderos seguidores. Apenas dos semanas antes se podía leer en los tabloides el último escándalo de la joven. Parecía que a los medios impresos, además de la televisión y la radio y a un buen sector de sus lectores y escuchas les interesaba más el chisme, buscando más de “¿ahora con qué nueva tontería saldrá Amy Winehouse?”

Tengamos un poco de compasión por la persona y admiremos la inmensidad de su talento. Es indiscutible que Amy Winehouse era una mujer con un talento fuera de serie para componer canciones y para cantarlas de una manera que sólo se encuentra en alguien así cada treinta o cuarenta años. Es admirable la originalidad y libertad con la que ella irrumpió en el ambiente musical, dando una inmensa bocanada de oxígeno a una industria que gusta de la autocomplacencia y el éxito fácil. En su corta carrera profesional obtuvo cinco premios Grammys y tres premios Ivor Novello, entre otros. Vendió miles de sus discos y, al momento de su muerte, era inmensamente popular, no por sus problemas personales, sino por haber surgido como una verdadera artista. Y ese éxito enorme no lo ganó de manera fácil como lo logran muchos, aprovechando la corriente de la moda y las poses de la música pop. Su popularidad la forjó componiendo y cantando Jazz, nada menos. Nos trajo una mezcla sabiamente elaborada de Rythm and Blues con Jazz y nos las presentó con un sabor de frescura a la vez que con reminiscencias de los grandes clásicos.

Pareciera que se cumplió la frase irónica de Kurt Vonnegut: “Una de las pocas cosas buenas de los tiempos modernos: Si mueres de manera horrible en la televisión, no habrás muerto en vano. Nos habrás entretenido.” Entretenimiento, eso es a lo que estamos acostumbrados, escándalo, chisme, violencia, más y más. Sin embargo, ninguno de los redactores de notas para el consumo ni sus lectores parecieran haber mostrado alguna preocupación por ayudar a la cantante, cuando con cada acción de autodestrucción parecía gritar pidiendo ayuda. El talento suele ir acompañado de una gran sensibilidad que hace a los artistas vulnerables a sus relaciones, a su propia fama y su éxito. Amy Winehouse tenía serios problemas con el consumo de drogas y alcohol. Yo no me atrevería a hacer un juicio fácil y decir que ella se lo buscó o que era una viciosa libertina. Estoy seguro que ella no eligió ser adicta. Hay una parte, casi podría decir genética, que predispone a ciertas personas a la adicción, llámese, alcohol, drogas, juegos, relaciones destructivas, cualquiera que sea. El adicto tiene que reconocer que lo es y decidir ayudarse a sí

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A mí me conmueven esos ojos claros, verdes, de gitana triste, que hacen un contraste inmenso con ese rostro desafiante, adornado por un piercing encima de su labio izquierdo. No, Amy Winehouse

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no es esa persona suicida. Es una artista inmensa que pide a la humanidad que la rescate a cambio de entregarle su valor artístico. Resulta evidente, por la manera en que vivió y murió, que su carrera la guió sin dar concesiones sobre su arte, lo cual le agradecemos sinceramente sus admiradores.

Cierta mañana que salí a trotar un poco, lo que ya de por si es un evento raro, escuchaba una transmisión matutina de Radio UNAM, que son soberbias y están llenas de sorpresas hasta antes de que empiecen los noticieros. Pasaban un disco del gran oso pianista Thelonius Monk, y entre las canciones de la selección estaba por supuesto ‘Round Midnight. Años antes había visto la película con ese mismo nombre protagonizada por Dexter Gordon y en algún lugar recordaba tener, el soundtrack. Pensaba que en mi ipod. Resultó que no, y que además no tenía ninguna versión. Esa misma noche mi compulsión de coleccionista me obligó a conseguir todas las versiones que pude de ‘Round Midnight. No faltaban los grandes nombres del jazz: Herbie Hanckok, John Coltrane, Miles Davis, Jerry Mulligan, Dizzie Gillespie, el ya mencionado Dexter Gordon, Cassandra Wilson, Bobby McFerrin. Y entre estas versiones, aparecía la de esta frágil y descontrolada jovencita. Su versión tiene un ritmo bailable, con matices en su voz que van de la alegría a la ironía, la pena y la resignación, y unos arreglos como para iniciar una revuelta de gozo. Lo siguiente fue conseguir más canciones de esta cantante que resultaba tan atacada por los chismosos, pero que podía poner frescura y novedad en un tema que habían abordado extraordinarios intérpretes.

Es una inmensa tragedia la muerte de un joven. Ella murió a la edad de 27 años, aumentando tristemente el “club de los de 27 años”: músicos talentosos que han muerto a esa edad, muchos también por sus adicciones. Robert Johnson (considerado por algunos críticos como el miembro fundador del club), Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain, son algunos de sus antecesores en el grupo trágico. Agradezcamos a la vida el habernos dado una artista de vida fugaz que brilló como una supernova. Recomiendo escuchar todo su álbum Back to Black y tener cerca una caja de pañuelos, sobre todo con Love is a losing game y Tears dry on their own. Quiero tomar de ese álbum una parte de la dedicatoria que hace del mismo Amy Winehouse: “para todos los que se enamoran cada día.” Te prometo, querida Amy, ser uno de tus fieles merecedores de esa dedicatoria.

Sus demás grabaciones comprueban que lo escuchado no era una casualidad. El talento de Amy era superlativo. Su voz vaga libremente por todas las sensaciones. La ternura y la aspereza, la sensualidad y el dolor. Pero sobre todo, su voz logra entrar en ese misterio que es tan familiar a los músicos -especialmente a los jazzistas- a saber, el misterio de la abolición del tiempo, es decir, la libertad absoluta si bien efímera. Especialmente notable cuando utiliza su voz como un instrumento y flota entre los estribillos como una bailarina que se desliza por la duela y de repente, sin darse cuenta, vuela por toda la habitación, llenándonos de alegría.

II Como ocurre con esos encuentros reveladores, el azar y las infinitas conexiones de la música jugaron su parte para que comenzara mi idilio con Amy Winehouse. Tengo que confesar que de mi parte existía un prejuicio negativo alimentado como todo buen prejuicio, de mi ignorancia y de la carnicería de los pseudo-medios de comunicación que un día sí y otro más, usaban los dramas personales de Amy para conseguir un número mayor de clicks y de bucks.

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Me imagino que en el valle de las calacas Charlie Parker llevará su saxofón para que Amy cante junto

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a él, y entonces no importe la confusión de ambos, ni su dolor, y desde acá escucharemos entre sueños en ciertas noches claras o de lluvia su risa y

algunas de esas canciones y podremos dormir con la satisfacción del placer cumplido.

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Amy Winehouse en vivo en Londres

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