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Revista Letr贸nica de Ventoquipa Un remanso para el desmadre intelectual

N煤mero 11


Revista Letrónica de Ventoquipa Número 11 Diciembre de 2012

Consejo Editorial: Alex Hernández

alherli3@yahoo.com Pedro Flores

pedrolfloress@gmail.com Roberto Torres

roberto_torres_mx@hotmail.com Paco Olvera

pacolvera@yahoo.com Joel González

joel.gonzalezm@live.com

Portada de Ana Fantasma


Revista Letr贸nica de Ventoquipa N煤mero 11

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Diciembre 2012

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Contenido Editorial

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Jitomatazos, Cebollazos y otras Yerbas

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La Vitrina de los muñequitos de azúcar

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Se nos fue la de oro (Paco Olvera)

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Desde Dentro

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Los tiempos heroicos del Futbol Americano Profesional (Bernardo Marcellin)

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Franco Harris, Bill Mazeroski, dos jugadas inverosímiles (Bernardo Marcellin) Haciéndole al cuento

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Acerca de la recursividad del Universo (Felipe Kadik) De pinta en Ventoquipa

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El atleta más grande del mundo (Bernardo Marcellin) La Sociedad de los Poetas Nonatos

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Vampiro (Ricardo Malváez)

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Origami (Alex Hernández)

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Writer Hero

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Dos poemas de Vladimir Holan (Versión libre de Pedro Flores)

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Ni una criatura se movía de Woody Allen (Versión al español de Pedro Flores) Al Valle de las Calacas

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Calacas en Bola (Paco Olvera)

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Réquiem para el Gato Félix (Paco Olvera)

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In Inglish Pitinglish

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Under the Wind Rose. (Sub rosa ventorum) (Vanja)

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Editorial Paco Olvera

¡Ahora si se nos durmió el gallo! Como pasa con algunos deportistas de barriada, no nos levantamos a tiempo para ir al juego del sábado, tal vez por la cruda de la borrachera del viernes, pero que esto que lo otro, ya estamos aquí. En esta RLV dedicada a los deportes, tenemos las siempre atinadas colaboraciones de Bernardo, que “Desde dentro”, hace profundas meditaciones respecto a las gestas épicas de los tiempos heroicos del fútbol americano, y junto con ellos, rememora dos episodios irrepetibles en la historia del deporte: la “Inmaculada recepción” de Franco Harris y el jonrón (y no decimos home run) de Bill Maserosky. También es Bernardo quién de “Pinta en Ventoquipa”, hace una gran semblanza de quién es probablemente la primera leyenda del Olimpismo: Jim Thorpe, elevado, castigado y vuelto a elevar al panteón de de los legendarios del deporte mundial.

perdió una presea dorada, para después acompañar con el pensamiento a los que se adelantaron al “Valle de las calacas”: personajes entrañables para la vida pública como Julio Alemán y Jorge Luke, así como otros muy queridos en la vida personal como el “Gato Félix”. También acudieron a la cita los “Poetas Nonatos”, con Ricardo nos obsequia una nocturna contribución con “Vampiro” y Alex que nos adentra en los pliegues de su pensamiento con “Origami”. Don Peter vuelve a invitar a nuestro entrañable amigo Woody Allen al “Writer Heroe”, además de presentarnos una versión libre de dos sentidas poemas de Vladimir Holan. En este número, tenemos el gusto de inaugurar otra sección: “In Inglish Pitinglish”, para todos aquellos que quieran ejercitar sus conocimientos en otros dialectos y lenguas no romances. También contamos con las bellas ilustraciones que nos envió Ana Fantasma. Nos dormimos, no nos volverá a pasar, pues en el número 12 de la RLV, debemos estar madrugando, pues se tratará de un número especial de viajes y viajeros.

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Felipe Kadik está de nuevo con nosotros, trayéndonos otra de sus alucinantes mini-ficciones, centrada en la confirmación del bosón de Higgs. En el área de los recuerdos de la “Vitrina de los muñequitos de azúcar”, Paco nos cuenta como se

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Jitomatazos, Cebollazos y otras Yerbas

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Pues hemos recibido “Cebollazos”, como el de mi comadre que dice que cada que sale un nuevo número, no se puede dormir hasta concluirlo, pero ninguno por escrito. ¡Anímense! Aunque sean “Jitomatazos” los vamos a publicar.

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La Vitrina de los muñequitos de Azúcar Se nos fue la de Oro Paco Olvera Esta es una frase que por mucho tiempo se ha ligado el deporte en México, las mas de las ocasiones en tono burlón, pues no es que en realidad estemos en condiciones de dar pelea por una presea áurea, sino que nos hacemos burla de nuestra incapacidad de lograr buenos resultados casi en ningún deporte. Baste recordar que uno de los versos de la canción “A que le tiras cuando sueñas mexicano” del inolvidable Chava Flores, reza con claridad “sueñas un hada, y ya no debes nada, tu casa está pagada, ya no hay que trabajar, ya está salvada la copa en la olimpiada, soñar no cuesta nada, pos’ que ganan con soñar”.

lograba que me quedara solo y muy lejos del aro; era justo en ese momento cuando mi amigo el “Cerdo” (el más hábil de nuestra “quinta”), aprovechaba para lanzarme el balón en forma repentina, estando yo lejos del alcance de cualquier jugador contrario, y así ejecutase mi famoso tiro de “guajolote herido” (como lo bautizó “el Toro”), y en muchas ocasiones, la jugada culminaba en un enceste “limpio” (sin tocar el aro).

Por esta ocasión, no hablaré de hazañas olímpicas, pero la historia si es deportiva y como una excepción, tiene lugar en la “tierra de Dios y María Santísima”: Tulancingo. Siempre fui poco apto para los deportes, situación que nunca cambió en realidad, pero como alguna otra ocasión he contado, durante mi estancia en la preparatoria tuve la suerte de cobijado por algunos compañeros que tenían habilidad para jugar basquetbol. La mayor de mis habilidades fue desarrollar un tiro a la canasta que era muy certero comparado con la nulidad de mis habilidades para rebotar el balón o saltar. Los resultados de mis tiros se veían magnificados por el hecho de que mi ya mencionada falta de capacidad atlética, era notada por los jugadores de los equipos rivales cuando en una “descolgada”, o en una lucha bajo el tablero, mis compañeros de equipo nunca me pasaban la bola, y por lo tanto, no distraían a nadie para marcarme. Pero ese exceso de confianza, también

Cascarita entre cuates (Foto: Paco Olvera)

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Cuando finalizó la etapa de la prepa y nos fuimos a la universidad, continuamos asistiendo a nuestra antigua escuela los sábados por la mañana, donde se daban cita otras quintas “añejas” o de “nuevas promesas”. Ganar o perder no era lo más importante, sino convivir y ser aceptado por los “buenos” para la “cáscara”. Por aquel entonces, la única cancha que podía llamarse pública era la de la preparatoria (situación que prevaleció por muchos años), lo cual hacía que este fuera el lugar propicio (por no decir el único), donde se podían

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llevar a cabo “cáscaras” de altura. Pocas veces se presenciaban partidos “arbitriados”, y sólo aquellos iniciados que habían ido al gimnasio “de los mineros” en Real del Monte, o de las fábricas de Ciudad Sahagún o en la Prepa 1 de Pachuca, sabían lo que era jugar un juego verdadero, de acuerdo a las reglas propuestas por el Dr. Naismith. Fuera de ello, los “faules” y las “violas” las marcábamos entre nosotros, con los lógicos roces producidos por la discrepancia y las ansias de ganar. En ese departamento del marcado de faltas, uno de los más famosos, era un cuate que conocimos en una de tantas “cascareadas”. Cada que le marcábamos ¡viola!, el respondía “si, pero antes faul”, y tomaba el balón para ejecutar un saque de banda. Se imaginarán que en forma recíproca, cuando “cantábamos”: ¡faul!, él respondía “si, pero antes viola”, dirigiéndose igualmente a sacar. En un inicio nos resultaba molesto, pero luego de un tiempo, lo comenzamos a “pitorrear”, imitando su técnica cada que decía viola o faul, le respondíamos, “si, pero antes. . .”

allí un par de fiestas de “paga”, en las instalaciones de un área que parecía ser un salón de baile, aunque había unas pesas y algunos otros aparatos. No se podía pasar al área de la alberca, pero esta se veía desde los vidrios de donde era el baile, aunque las luces de colores y los estroboscopios generaban muchos reflejos que impedían ver bien. El club no me pareció especialmente grande o maravilloso, tal y como lo describían mis compañeros en la primaria; me quedaba claro que lo prodigioso de esas descripciones tenía que ver con nuestra corta edad y el deseo de que los que estaban “in”, hicieran que los que estábamos “out” nos sintiéramos más miserables. El club América sobrevivió por años tal cual, hasta que un día al llegar de México (y de la Universidad), mi mamá nos contó que le habían cambiado el nombre y que ahora en lugar de club América se llamaba la “Guay” (cuando nos dijo este nombre a ella le causaba gran extrañeza, pues no le sonaba que estuviera “en cristiano”). Para esas alturas de la vida, sin saber mucho de esta institución, por lo menos sabíamos que se trataba de la YMCA por la canción de Village People o bien porque nuestra corta vida en la “capirucha” ya nos había llevado a la esquina de Río Churubusco y División del Norte, donde estaban las instalaciones de la IMCA – Guay (como decían los colectiveros).

cuando “cantábamos”: ¡faul!, él respondía “si, pero antes viola" En convergencia con la historia de las cáscaras de fin de semana al iniciar nuestra etapa universitaria, les debo contar acerca del club “América”. Sé poco acerca de sus orígenes, pero cuando fuimos niños, era uno de los pocos lugares públicos donde había una piscina para nadar. A mi mamá nunca le hizo gracia inscribirnos, porque consideraba que eso del club era sólo un pretexto para andar de “vagos” y no hacer la tarea en las tardes. La verdad es que mis compañeros de la primaria que estaban en el club en efecto dedicaban mucho menos tiempo a sus tareas escolares. Conocí el club América hasta mis tiempos de la prepa, donde asistíamos a cuanta tardeada o fiesta con “sonido” nos invitaban. Hubo

Para nosotros, este cambio de nombre no tuvo gran trascendencia, hasta que un día, cuando llegamos al jardín “La Floresta” (o el “Garden”, como le llamábamos), luego del tradicional

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Logo de la “GUAY” (YMCA)


peregrinaje de 2 kilómetros desde las canchas de la Prepa, el “Cerdo” comentó:

Cuando se estaba construyendo la lista de los integrantes del equipo, se incluyeron miembros que no eran tradicionales de la “quinta”, pero eran buenos y debíamos constituir un equipo fuerte. Por esto es que fueron incluidos el “Toro”, el “Perro”, la “Totola”, el “Güero”, la “Flaca” y hasta la “Coneja”. Esto dejaba una situación complicada para mí, pues el número de miembros del equipo era limitado. De la quinta entraron en forma directa el “Cerdo” y el “Moco”. Había que enfrentar la dura realidad: quedaba un solo puesto, y mi hermano Nacho, aunque en principio se juntaba menos con los de la “quinta”, siempre tuvo más habilidades atléticas. Ni hablar, me tocaba en la porra.

- ¿Ya supieron? - ¿Qué wey? - Están organizando un torneo de basket en la Guay - ¿Qué?, ¿vamos a meter un equipo? - ¡Pues si!, ¿no? Se despertó en entusiasmo. Se comenzaron a hacer planes. No podíamos ser sólo los de la quinta, pues se trataba de un torneo serio. En la reunión que se estaba llevando a cabo, además de los miembros de la “quinta”, habían algunos distinguidos integrantes de los “Centinelas del jardín”, agrupación social así conocida en “los bajos fondos” por pasársela una buena parte del día y de la tarde, por muchos días al año, cotorreando y cabuleando en “La Floresta”, sin alguna otra actividad considerada “de provecho”.

El “Toro”, el “Perro”, la “Totola”, el “Güero”, la “Flaca” y hasta la “Coneja” Cuando el “Cerdo” fue a inscribir a llevar a cabo el trámite de inscripción, entregó la lista que incluía a los miembros del equipo, y entonces le hicieron una pregunta para la cual no se había preparado una respuesta

- ¿Cómo se va a llamar el equipo? - ¿Qué, qué? - Si, ¿Cuál es el nombre del equipo? Upssss. Cuando el “Cerdo” nos contó el evento en la cancha de basket al día siguiente, todos pusimos una cara de consternación similar a la que él mismo debió haber tenido.

- ¿Y cómo le pusiste al equipo? - Esteee, puessss, en realidad no lo bauticé yo - ¡¿Cómo?!, ¿Entonces quién le puso nombre? RLV 11

El “Alcahuete” (Foto: Paco Olvera)

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- ¡¿Qué nombre le pusieron?! - Pues la verdad es que en lo que estaba pensando en algo, el cuate de la mesa dijo: - El “Toro”, el “Perro”, el “Cerdo”, ¡nombre, pos puro vago! - ¡Sí, sí, eso!, póngale los “Vagos”

Yáñez (que formaron el nombre de su equipo con las iniciales de sus apellidos). Fue un partido aguerrido, pero la estatura de los hermanos Leines exportada desde Sonora o Chihuahua, les dieron una ventaja que los “Vagos” no pudimos abatir, quedamos abajo como 10 puntos. En fin, no era grato pero por otro lado, habíamos pasado a las semifinales. Nos fue notificado que las semifinales fueron pactadas para jugarse el mismo día de la gran final, lo cual auguraba una jornada muy intensa, pero por otro lado, también nos dieron una gran noticia: en las semifinales, “Pegasos” sería quien enfrentara a “LETORYA”. Todos los “Vagos”, aún los que no jugábamos ni en la banca, recibimos la noticia con mucha expectativa, pues veíamos como un hecho que llegaríamos a la gran final a disputarse con el único equipo que nos había derrotado durante el torneo. No se veía como podríamos derrotarles, pero por el momento, era glorioso saber que llegaríamos a disputar la gran final del primer torneo formalmente organizado en el pueblo (al menos en tiempos históricos).

Todo mundo mostró mucha satisfacción por el nombre, es más, produjo bastante orgullo, pues todos los integrantes (hasta los que éramos porra como yo), estábamos en esas edades en las que quieres ser reconocido por rudo, o por ser un poquito rebelde, cuando menos a ojos de las muchachas. Cuando menos yo podía participar en los interescuadras de entrenamiento en la Prepa. Habrá que decir que todo el entrenamiento consistía en jugar “cáscaras” y más “cáscaras”. En el torneo había 8 o 9 equipos. Debo confesar, que además de los “Vagos”, sólo recuerdo el nombre de otros dos de los equipos: “Pegasos” y “LETORYA”. El cuerpo del torneo consistió de enfrentar en “round robbin” a todos los equipos participantes, para ver quién acumulaba más victorias. Luego de llevar a cabo los juegos del torneo habría dos partidos de semifinal, para que de ellos surgieran los contrincantes que se enfrentarían en la gran final del torneo.

Llegaríamos a la gran final a disputarse con el único equipo que nos había derrotado durante el torneo

Las prácticas se llevaron a cabo durante el transcurso de la semana en las canchas de la prepa. No fueron las típicas “cascaritas” para enfrentar dos escuadras entre nosotros mismos: se entrenó como habíamos visto hacerlo a los equipos que venían de fuera a jugar en Tulancingo o bien como

Durante el torneo, los “Vagos” pudieron vencer a todos sus rivales, excepto a “LETORYA”, poderosa escuadra constituida por “Quecho” Leines y sus hermanos, además de Pepe Torres y el “Güero”

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Parejas en torno al “Alcahuete” (Foto: Paco Olvera)


algunos habíamos atestiguado fuera del pueblo. Se practicaron tácticas de defensa y ataque, tiros de castigo, líneas de pases “infinitas” y muchas otras técnicas consideradas “fresas” o “mamonas”. El duelo lo ameritaba, no se podría soñar en ganar el último partido tan sólo “cascareando”, debíamos jugar como un equipo. Se planificó la escuadra inicial y los cambios, las situaciones en las que se necesitarían los talentos de ciertos jugadores y se acordó que se aceptarían los cambios sin enojarse. En la semifinal se probaría “la segunda escuadra”, con cambios esporádicos del “primer equipo”, para que este estuviese fresco para afrontar la final. Todo estaba listo para el gran día.

suponer o adivinar nada. La primera mitad fue muy reñida, terminando “LETORYA” sólo un par de puntos arriba que “Pegasos”, esto estaba muy en línea con nuestros deseos de que ellos terminaran lo más cansado posible, pero no dejó de sorprendernos que eso no estuviese en los niveles de la tunda que se esperaba debían recibir los corceles voladores. Otra señal inesperada fue el número de faltas personales señaladas a “Quecho”: tenía 3 faltas al concluir la primera mitad. Otra cosa cierta es que en las “cáscaras” nunca había expulsados, pronto veríamos el devastador efecto de esta situación en un encuentro organizado con árbitros. La segunda mitad estaba muy disputada, pero algo que nadie imaginaba al inicio del juego cambió la ruta prevista del mismo: expulsan a “Quecho” del juego. El efecto fue aún más devastador que perder al mejor anotador del equipo, pues aunque el resto de los integrantes de la escuadra eran muy efectivos, había un gran enojo en todos ellos, pues varios de los “personales” marcados a “LETORYA” parecían muy injustos, o cuando menos jugadas muy aceptables para toda la “elite cascareara” allí reunida. El enojo generó más personales, y más personales lograron que también sacaran al “Güero” Yáñez, y con dos ausencias importantes (y la parcialidad aparente del cuerpo arbitral), sucedió lo inevitable e increíble: los “Pedazos” vencieron a “LETORYA”.

Todos estábamos jubilosos, era sólo cuestión de esperar El primer encuentro fue nuestra semifinal. Me apena no recordar el nombre del equipo contrincante, pero lo cierto es que, no sin sobresaltos, la segunda escuadra de los “Vagos” dio cuenta de su rival. Yo llevé la cámara de mi papá, para tomar algunas fotos del recuerdo. También para esto, Nacho era más hábil que yo, pero estando él en la alineación de la semifinal, no podría jugar y tomar fotos al mismo tiempo. Todos estábamos jubilosos, era sólo cuestión de esperar a que “LETORYA” diese cuenta de los “Pegasos” y listo. También habíamos meditado durante la semana que, por el hecho que ellos jugarían su semifinal después, estarían más cansados y eso nos daba un chance de poder vencerlos (si es que había alguno). “LETORYA” llegó con su alineación completa, que por cierto muy compacta: sólo eran 8 en total, que representaba los 5 en la cancha y 3 cambios. Las novedades vinieron de los “Pegasos”, que tenían en su alineación a un par de individuos que nunca habíamos visto por las canchas de la “Prepa”, pero en ese momento no se podía

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Los Vagos (Colección Familia Olvera)

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Había un receso de 30 minutos antes de la final. Había una mezcla de desconcierto, inquietud y alegría en las filas de los “Vagos”. Por un lado el hecho de que “LETORYA” hubiese sido eliminado parecía allanar el camino al campeonato, pues el primer equipo estaba fresco y los rivales, además de cansados, habían sido derrotados durante la etapa de “todos contra todos”. Pero esos dos “pinches flacos” no habían estado en el otro juego, además del rigor excesivo practicado por los árbitros, que vale la pena mencionar, no eran locales. Otro detalle no mencionado, es que un compa que jugaba con los “Pedazos” (que ya imaginaron, era el mote que recibían fuera de la cancha), muchas veces le hacía de árbitro, y cuando jugábamos en las cascaras tenía fama de chillón. En este momento, tengo que confesarles que mi memoria es poco nítida con los acontecimientos del partido final y que lo que conserva con claridad es la frustración que seguramente sintieron los miembros de “LETORYA”, pues lo que hundió a los “Vagos”, fue también la aplicación muy rigorista de faltas, marcado de violas y otras reglas no comunes en nuestro mundo, como el conteo de 30 segundos para disparar a la canasta del oponente. Fue tremendo, pues de un esperado camino a ganar el campeonato, los “Vagos” fuimos derrotados por los ·”Pedazos”.

técnicas y otras “mariconadas” (por lo menos lo eran desde nuestro punto de vista), nos dejaron muy lejos de la victoria.

Con el trofeo frente al “Alcahuete” (Colección Olvera) La ceremonia de premiación fue solemne y amarga. A los “Pedazos” su trofeo de campeones, a los “Vagos” el trofeo de segundo lugar. El mejor “canastero” fue para el “Güero” Yáñez. Todos estábamos muy molestos. En previsión para lo que pesábamos sería nuestro gran día, habíamos preparado la logística para la celebración. En la camioneta Datsun de Nacho, habíamos almacenado algunas cervezas y un par de botellas de ron, y habíamos pensado irlas a consumir en el éxtasis de la victoria. Al terminar la premiación (que no celebración), en forma casi mecánica hicimos algo que a todos nos “nacía”: nos fuimos al jardín, no encontrábamos energías para irnos “de pedos”. Camino al Walhalla de los “Vagos”, todos íbamos “consolándonos”: que si los cuates que no conocíamos, que si los árbitros se pasaron de listos, que si esto, que si lo otro. Para cuando nos reunimos todos en el “Garden”, ya habíamos (0 decíamos haber) digerido la derrota y estábamos tratando de convencernos de lo orgullosos que estábamos con nuestro trofeo de segundo lugar. Como parte de este ejercicio de generación de orgullo, continuamos con la sesión de fotos que

La ceremonia de premiación fue solemne y amarga

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Ni los precisos tiros del “Toro” o las relampagueantes descolgadas del “Puerco”, lograron darnos la ansiada victoria. Se hicieron muchos cambios, se hicieron buenas jugadas, pero varios de los miembros del primer equipo salieron por faltas, y el efecto descorazonador de sentir a los árbitros en contra, hizo que la derrota fuera imparable. Fueron casi 10 puntos. Las faltas

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había comenzado en la Guay. Primero frente al “Alcahuete”, que es el nombre que en el pueblo se le da a monumento a Benito Juárez, por el hecho de permanecer inmutable aún que siempre está rodeado de parejitas haciéndose arrumacos. Luego nos fuimos a uno de los prados. Junto con los miembros del equipo aparecen otros miembros honorarios y fans, que aunque no jugamos, nos “pusimos para la foto”. En las primeras fotos, nos vemos muy solemnes rodeando nuestro trofeo. En ellas se ve que el trofeo es de un buen tamaño, de hecho yo meditaba: pues total, el trofeo es lo suficientemente grande como para decir que es de primer lugar, y cuando veamos la fotos en muchos años, pues podremos engañar a quién se las mostremos, ¡y hasta decir que ganamos el campeonato! Eso no aconteció.

invirtió haciendo que la base del trofeo apuntara hacia arriba. Haciéndose el gracioso, hizo el ademán de sujetarlo como un hacha para partir leña, elevándolo por encima de su cabeza y usando al jugador de basket como mango. Era claro que no tenía intención de hacer el movimiento hacia abajo para estrellar el trofeo, pero mientras lo sostenía sobre su cabeza, pasó algo inesperado: el “muñequito” permaneció firme en las manos del “Perro”, pero el resto de la estructura comenzó a inclinarse a partir de los pies de la figurita. Ante la cara de estupefacción de todos nosotros, el peso de las placas de Onyx terminó por vencer la frágil aleación del trofeo, dejando la figurilla del basquetbolista aferrada por el “Perro”, mientras el resto del trofeo caía estrepitosamente al suelo. El sonido fue seco.

el resto de la estructura comenzó a inclinarse a partir de los pies de la figurita Saltaron algunas lascas de Onyx, pero con todo y todo, la estructura aún tenía forma de trofeo, tal vez aún podría ser recuperado. Nos mirábamos unos a otros, sin una emoción definida, contundente o mayoritaria. Yo en particular, tenía el impulso de acercarme a levantar el trofeo y determinar con detalle el alcance de los daños. Mis meditaciones y las de todos fueron abruptamente suspendidas por la “Flaca”, que se arrancó sobre el trofeo y la emprendió a patadas contra de él. Sin mediar palabra alguna, el resto del equipo, lejos de detener a la “Flaca”, la emprendió contra el trofeo, pateándolo y arrojándolo repetidamente contra el suelo. Piezas de aluminio retorcidas y pedazos de Onyx comenzaron a quedar como una estela que iniciaba en el punto donde el trofeo recibió el primer puntapié, hasta donde unos cuatro o cinco

Con el Trofeo (Colección Familia Olvera) Cuando nos estábamos cambiando en las diferentes locaciones seleccionadas para las fotos, el “Perro” iba cargando el trofeo, y con la pronunciación grave y pausada que le caracterizaba dijo:

- ¡Me dan ganas como de ponerle en su madre!

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Mientras lo decía, tomo al trofeo por el jugador de basket que lo coronaba (el “muñequito”), y lo

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metros más adelante, la turba que ahora conformaba la mayor parte del equipo, terminaba de pisotear y separar a mano limpia lo que quedaba de nuestro reconocimiento de segundo lugar. Todos comenzamos a prorrumpir en unas risas escandalosas, casi histéricas, pero liberadoras. La realidad es que en esa acción de linchamiento al indefenso trofeo, se dio rienda suelta a los sentimientos de humillación y desesperación que representaba ese segundo lugar, y a una derrota contra el reglamento de un juego que pensábamos conocer a la perfección. Hasta este momento fue que en realidad nos liberamos. Mientras continuaban las risas, alguien gritó:

haber comenzado el ataque sobre el trofeo, propuso una foto mas.

-

La tomas a la cuenta de tres ¿Por? ¡Tú esperate! ¡Uuuunaa, dooooos y treeesss!

En un ágil movimiento, la “Flaca” se bajó el short y los calzones, al tiempo que mostraba el trasero hacia la cámara. Nuevamente ¡click! Ahora si habíamos triunfado sobre la adversidad, ya no estábamos molestos, habíamos tomado la ocasión de venganza que nos dio el destino. Convertimos la derrota en triunfo “moral”, de esos en los que los mexicanos somos expertos. Todos recuperamos nuestras ganas de ir a celebrar.

-

¡Vámonos a la Prepa! ¡Si vamos! Pero no van a alcanzar las “chelas” ¡Pues compramos más! ¡Yo voy por un pomo a la casa!

Con un verdadero motivo para celebrar, quedamos de vernos detrás de las canchas de la Prepa una hora más tarde. Todos fuimos llegando poco a poco. En lo que reunía todo el grupo, algunos fuimos a “cascarear” a las canchas, con nuestras reglas, lejos de los “mamilas” de la capital y de sus reglas chafas. Cuando la mayoría arribó, nos preparamos a dar inicio a tan solemne celebración. Puesto que la mayor parte del día había sido documentada, esta no sería la excepción. Nos colocamos cada uno con una cerveza en la mano, haciendo el gesto de un brindis y con la actitud de ¡aaarrrancan! ¡Cick! La borrachera dio inicio. Debían ser poco más de las 3 de la tarde. Las cervezas y los “pomos” eran consumidos irracionalmente por todos, o casi todos, por lo menos yo estaba en un frenesí.

Cada quién con su parte (Colección Familia Olvera) Todo mundo fue a recoger un pedazo del trofeo, y se colocó sonriente en formación, sosteniendo un pedazo del desventurado trofeo. ¡Click! Para la posteridad. Luego la “Flaca”, no conforme con

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- ¡Ahora si ya no vamos a tener bronca de quién se queda con el trofeo! - ¡Sí, porque cada quién va a tener su pedazo! - ¡Saco! - ¡Una foto, una foto!


Y acto seguido, comenzó a subir por los triángulos metálicos que conformaban la torre de “alta tensión” que estaba en el punto que elegimos para nuestra fiesta. Comenzaron las carcajadas estrepitosas, mientras que el “Moco” continuaba su acenso volteando para integrarse a las carcajadas de los demás. Fui tras él, y subiendo tan rápido como podía, alcancé a sujetarlo de un pié. Tras de mí también trepó el “Cerdo”, que hizo lo mismo, sujetándolo del otro pié. El “Moco”, comenzó a carcajearse y a balancear las piernas para liberarse de nosotros, lo cual hizo que perdiésemos el equilibrio. Para no caer, nos sujetamos fuertemente de sus pies, haciendo una extraña formación, como las de las pirámides humanas de los desfiles, pero al revés: en lugar de que los que formábamos la base sostuviéramos al que coronaba la formación, era él quién nos sostenía. El “Moco” nos comenzó a decir:

¡Arrancan! (Colección Familia Olvera) Recuerdo que el “Cerdo” muy cauteloso no quería beber. Yo perdí el conocimiento (tiempo después vi una foto mía dentro de la camioneta, donde tenía cara de estar despertando e intentaba taparme el sol que me daba en el rostro). Me desperté como a las 6:30 o 7:00 pm. Me dolía la cabeza. Nacho y el “Cerdo” se reían de mí, burlándose de mi falta de control. No recibí tantas burlas como las esperadas por el hecho de que casi todos estaban actuando como enloquecidos con los influjos del alcohol.

- ¡Ya suéltenme porque ya no aguanto! - ¡Pos suéltale! - ¡Pos me suelto!

casi todos estaban actuando como enloquecidos con los influjos del alcohol

Al tiempo que decía esto, el “Moco” en efecto dejó de sujetarse. Nos fuimos los tres al suelo. ¡Que madrazo! Quedamos en medio de una polvareda. Nosotros estábamos más cerca del suelo, pero caímos de “costalazo”. Aunque el “Moco” cayó de más alto, nosotros fungimos como colchones para amortiguarle el golpe. El “Cerdo” y yo nos levantamos bien encabronados, el “Moco” “cagado” de la risa. Era tiempo de marcharse, pero estábamos muy “pedos”, se nos iba a notar.

Algunos estaban “risa y risa” sentados en el suelo. Otros se abrazaban. Al fondo en las canchas, algunos trastrabillaban intentando jugar una “quinta” (se denominaba de igual forma a la escuadra de cinco elementos, como al acto de llevar a cabo encuentros entre dichas escuadras pactados a un número fijo de anotaciones). Mientras iba recuperando lentamente la conciencia, el “Moco” declaró:

- ¡Vámonos al “Garden”! - ¡Si, si, vámonos! Subimos al “Moco” a la camioneta, y nos fuimos hacia el jardín, pero tomando el libramiento de detrás de la Prepa. RLV 11

- Quiero ver como es la luz eléctrica

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-

Todos estábamos muertos de la risa, aunque no necesariamente menos pedos, de hecho, algunos habíamos “ido y vendo” del estado de inconsciencia. Subimos al “Toro” al asiento del copiloto de la camioneta. Allí sentado repitió este diálogo como media hora, aún así, no logró el enceste salvador. Así fue como los “Vagos” pasamos de la ilusión del campeonato, a la humillación de la derrota, la reivindicación del orgullo, la inconsciencia de una borrachera adolecente, a perder el juego clave en una olimpiada imaginaria. Se nos fue la de oro, la edad de oro, pero nos queda en forma de recuerdos.

Déjenme bajar, quiero miar ¡Pinche Paco no manches! ¡Pues quiero miar! ¡Déjenlo bajar!, ni modo que “se haga” aquí arriba

Ahí voy para abajo. Ni si quiera busqué un arbusto. Me puse a orinar a media carretera, muerto de la risa. ¡Joder! Lo bueno es que no era una ruta muy transitada (no en aquel entonces cuando menos). Cuando terminé, lejos de subirme de nuevo a la camioneta, me eché a correr, risa y risa

- ¡Es que me acordé que no había corrido! ¡Carajo! Ahí vienen el “Moco” y el “Puerco” tras de mí. Nacho manejando despacio de tras de nosotros. No podían alcanzarme, (pedo y todo), pero al fin me tropiezo. Caigo al suelo y continúo riendo. Se lanzan encima de mí, pues estaba a emprender la carrera de nuevo. Otra polvareda. Me suben y al fin nos fuimos al “Garden”. Entre las carreras, las risas y unas vueltas al pueblo, se nos bajó un poco la “peda”. Cuando llegamos al lado del “Alcahuete”, allí estaba una bolita de “Vagos”. Cuando llegamos allí, continuaban las risas. Todos estaban alrededor del “Toro”, que estaba sentado, con los brazos colgando y la cabeza agachada. Repentinamente trataba de levantar la cabeza, y sin abrir los ojos, comenzó a decir

El tiro Final Epílogo. Sólo algunas de las fotos que atestiguan esa jornada fueron recuperadas. Por desgracia o por fortuna, entre las fotografías faltantes, se cuentan donde la “Flaca” se bajó el short, donde estaba yo borracho en la camioneta y donde el “Toro” se preparaba a ganar la presea aurea, pero por lo menos las imágenes restantes aún nos auxilian a evocar esta gallarda gesta, que sigue teniendo un lugar de honor entre las hazañas deportivas del pueblo.

-

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¡Cerdo, dame el pase! ¡Moco, hazme el poste! ¡Quedan 2 segundos! ¡Se nos va la de oro, se nos va la de oro! - ¡Cerdo, el pase!

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Desde dentro Los tiempos heroicos del futbol americano profesional Bernardo Marcellin

Muchos son quienes creen que el futbol americano profesional, o al menos la NFL, empezó con los Supertazones, a mediados de los años ’60 del siglo pasado. En realidad, la NFL fue creada en 1920 y el origen del futbol americano profesional se remota a la última década del siglo XIX. Los 4 primeros Supertazones sirvieron para definir al ganador entre el campeón de la NFL y el de la Liga Americana, fundada en 1960. A partir de la temporada de 1970, ambas ligas se fusionaron en una sola y el Supertazón enfrenta a los campeones de las 2 conferencias en que se dividió la nueva liga. Hoy la NFL se encuentra extremadamente organizada, con reglas claras que tienen previstas casi todas las situaciones que pueden llegar a ocurrir. Asimismo, se cuenta con las estadísticas más detalladas y con un nivel de detalle que muchas veces produce risa (el jugador nacido en el estado de Alabama que ha corrido más yardas durante una granizada ocurrida un domingo por la tarde en el mes de octubre en una ciudad de más de 3 millones de habitantes ubicada en la costa este de los Estados Unidos, por ejemplo). Pero esto es una situación reciente. El futbol americano profesional nació en medio del caos y tardó muchas décadas en organizarse.

la Guerra de Troya, hecho real en el que las epopeyas como la Ilíada y la Odisea incorporaron a héroes mitológicos. Antes de este conflicto, la información que se tiene es vaga, fragmentaria, y sólo con ayuda de la arqueología y de los escasos testimonios escritos que subsisten ha sido posible reconstruir una cronología aproximada de los eventos. En lo que se refiere al futbol americano profesional, el evento central que marcó esta transición fue de la creación de una liga organizada y el acto fundacional acaecido en el estacionamiento del estadio de los Bulldogs, en la ciudad de Canton, Ohio, el 17 de septiembre de 1920.

El símil no termina allí. Al término del período micénico, después de la victoria aquea sobre los troyanos, Grecia, ya sin personajes mitológicos, entró en un período de varios siglos del cual se conoce poco y que se ha llamado la Edad oscura griega. A la postre, la civilización helénica clásica fue emergiendo lentamente a partir de los tiempos

Si nos atreviéramos a hacer un símil entre la Grecia antigua y el futbol americano profesional, nos encontraríamos en ambos casos con un acontecimiento que marca la frontera entre el mito y la historia. Para los antiguos helenos, se trata de

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Fawcet Stadium en Canton


de Homero. En el futbol americano, pese a ya contar con una liga a nivel nacional, hay asimismo una etapa en la que la información es escasa, con estadísticas poco confiables llevadas principalmente por los diarios locales de las ciudades que contaban con un equipo profesional. Esta edad oscura futbolística abarca de 1920 a 1935, año a partir del cual se cuenta con cifras certeras de los partidos y los récords de los jugadores.

por jugar contra sus archirrivales del Pittsburgh Athletic Club. El duelo ocurrió el 12 de noviembre de 1892 y el pago rindió frutos. Heffelfinger recuperó un balón suelto de sus compañeros y corrió 25 yardas para realizar la única anotación del partido. Como el touch down valía entonces sólo 4 puntos, la victoria del Allegheny Athletic Club fue 40. En 1902 los Atléticos de Filadelfia, equipo homónimo de la escuadra de beisbol y dirigidos por el mismo Connie Mack que lideró por cincuenta años al equipo de las Grandes Ligas, se proclamó campeón del mundo, con una marca de 11 ganados, 2 perdidos y 1 empate. Pero tras su nacimiento en Pensilvania y durante las dos primeras décadas del siglo XX, el futbol americano estuvo centrado en el estado de Ohio. Aunque existían escuadras en varias partes de Estados Unidos, en especial en el Medio Oeste, se tenía una mayor densidad de equipos en Ohio, además de que habían formado una pequeña liga.

el futbol americano profesional fue un deporte marginal A diferencia del beisbol de las Grandes Ligas, bien organizado desde la segunda mitad del siglo XIX pese a los numerosos escándalos que enfrentó, el futbol americano profesional fue un deporte marginal, despreciado incluso, con encuentros improvisados que no pocas veces reportaron muertos entre los participantes. Hubo incluso quienes pidieron que fuera prohibido, aunque en las universidades se había venido practicando desde tiempo atrás sin provocar controversia.

“Pudge” Heffelfinger Charles Follis

Según la leyenda, el primer jugador profesional fue “Pudge” Heffelfinger, quien recibió del Allegheny Athletic Club, un equipo de Pittsburgh, 500 dólares

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Antes de la creación de la NFL, era común considerar al equipo declarado campeón de Ohio

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como el monarca extraoficial del futbol americano profesional. La mayoría de las escuadras se concentraba en ciudades medianas y pequeñas. Algunas de ellas, como Akron y Canton, poseen cierta importancia, pero otras deben ser localizadas en el mapa utilizando una lupa, como por ejemplo Shelby –casa de los Azules, campeones en 1910 y 1911 y que en 1904 alinearon a Charles Follis, el primer jugador negro del futbol americano profesional- y, sobre todo, Massillon, población ubicada a pocos kilómetros de Canton, con cuyo equipo mantuvo la rivalidad más intensa en la era pre-NFL. Los Tigres de Massillon, la primera escuadra profesional de Ohio, fueron declarados campeones por cuatro años consecutivos, de 1903 a 1906, y sobrevivieron hasta 1919, cuando perdieron 3-0 el duelo por el título contra los Bulldogs. Los Bulldogs, por cierto, mantuvieron un dominio de casi diez años a partir de 1915, cuando contrataron a la ex estrella olímpica Jim Thorpe, proclamándose campeones en 1916, 1917 y 1919. Los Bulldogs lograron además el primer bicampeonato dentro de la NFL, en 1922 y 1923. Por su parte, los Indios de Akron fueron campeones en 1909, 1913 y 1914.

Otros equipos pertenecientes a los tiempos heroicos del futbol americano profesional fueron: Los Rojos y Negros de Watertown, Nueva York; los Once de Franklin, Pensilvania; las Estrellas de Pittsburgh; el Club Atlético de Orange, Nueva Jersey; los Panhandles de Columbus, Ohio; los AllStars de Syracuse, Nueva York, y, de la misma ciudad, el Syracuse Athletic Association, que se declaró campeón mundial bajo techo tras vencer 50 a un equipo supuestamente de Nueva York llamado Filis y Atléticos, el mismo año en que los Atléticos de Filadelfia de Connie Mack se habían proclamado monarcas mundiales.

Para 1920, la situación financiera de los equipos profesionales se había tornado insostenible y se convocó a una asamblea de dueños en Canton, sede del equipo más competitivo de la época. Se reunieron once escuadras, pero los Tigres de Massillon se retiraron pronto, resignados a desaparecer debido a su insolvencia económica. Los otros diez, que fueron los que firmaron el acta constitutiva de la American Professional Football Association (APFA), que cambiaría de nombre a NFL dos años más tarde, fueron: los Bulldogs de Canton, los Indios de Cleveland, los Triángulos de Dayton, los Profesionales de Akron (antiguamente los Indios), todos ellos de Ohio; de los otros estados estuvieron: los Stalleys de Decatur, Illinois, los Independientes de Rock Island, Illinois, los

Jim Thorpe

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Rojos y Negros de Watertown


Cardenales de Racine State, Wisconsin (que se mudarían casi de inmediato a Chicago), los Voladores de Muncie, Indiana, los Profesionales de Hammond, Indiana, y los Jeffersons de Rochester, Nueva York. Aquí termina la leyenda y empieza la historia, aunque las estadísticas y los registros seguirán siendo poco confiables hasta 1935. Cuatro equipos más se sumarían a la liga para su primera temporada en 1920: los All-Americans de Buffalo, los Heraldos de Detroit, los Tigres de Chicago y los Panhandles de Columbus. Los Profesionales de Akron se convirtieron en el primer campeón de la liga profesional, con un récord de 6 victorias, 0 derrotas y 3 empates.

Para la temporada de 1921 se incorporó otro equipo que aún subsiste, fundado en 1919, pero que no logró reunir la cuota de ingreso a la liga en 1920: los Empacadores de Green Bay. Green Bay es la única ciudad pequeña que aún conserva un equipo profesional. Todos los demás o desaparecieron o se mudaron a urbes más grandes. Green Bay es además el único equipo que ha obtenido tricampeonatos en la liga: 1929, 1930 y 1931, dirigidos entonces por “Curley” Lambau, quien dio su nombre al estadio de Green Bay, el Lambau Field, y en 1965, 1966 y 1967, con Vince Lombardi; los dos últimos títulos coinciden con los dos primeros Supertazones. Green Bay es además la escuadra que tiene más campeonatos en la historia de la NFL: 13.

Triángulos de Dayton Profesionales de Akron Los años ’20 y la primera mitad de los ’30 constituyen una especie de edad oscura porque, además de la falta de estadísticas, la organización era muy deficiente. Muchos equipos sólo duraban una o dos temporadas antes de desaparecer y ni siquiera el hecho de haber sido campeones los preservaban de una pronta extinción. Los Profesionales de Akron y los Bulldogs de Canton desaparecieron tras la temporada de 1926, y otros campeones como los Casacas Amarillas de Frankford (una escuadra de Filadelfia) o la Aplanadora de Providence, Rhode Island, también se perdieron en el olvido al poco tiempo. Por otro lado, no se contaba con un calendario oficial por RLV 11

En ese entonces no existían aún los juegos de campeonato y se declaraba monarca al que tuviera el mejor porcentaje de victorias y derrotas. De esos catorce equipos, sólo dos sobreviven actualmente: los Cardenales de Chicago, luego de San Luis y ahora de Arizona (el equipo profesional más antiguo, fundado en 1897), y los Stalleys de Decatur, que se mudaron a Chicago para el año siguiente y que en 1922 adoptaron su nombre actual de Osos. En esos años ya eran propiedad de “Papá Oso”, George Hallas, quien los dirigió durante 40 años. Los Stalleys, por cierto, fueron el segundo campeón de la liga profesional.

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parte de la liga. Los equipos se ponían de acuerdo entre sí para enfrentarse en determinada fecha, jugando partidos contra escuadras tanto dentro como fuera de la liga. Así, por ejemplo, los Esquimales de Duluth, Minnesota, jugaron un récord de 29 partidos durante la temporada de 1926, pero de ellos sólo 11 fueron contra equipos de la NFL. Aun así, los Esquimales siempre presumieron sus 19 victorias de ese año. Más grave era cuando un equipo sumaba los juegos ajenos a la liga para obtener un porcentaje superior y cuestionar a quien hubiera sido declarado campeón. En 1925, la NFL consideró monarcas a los Cardenales de Chicago, pero la escuadra de los Cimarrones de Pottsville, Pensilvania, provocaron un escándalo al proclamarse también campeones, a partir de un juego controversial que les hubiera dado el mejor récord de la liga. Hasta el día de hoy, los habitantes de Pottsville se siguen considerando despojados de un título legítimo, pese a que un panel de dueños de equipos revisó el caso en años recientes y sostuvo el título para los Cardenales.

importantes que siguen aún vigentes. En 1932, en medio de la Gran Depresión, la Liga estaba de nuevo en peligro de desaparecer (en esa temporada sólo participaron 8 equipos). El éxito del partido de desempate motivó la idea de tener un juego de campeonato para definir quién sería el monarca.

El éxito del partido de desempate motivó la idea de tener un juego de campeonato Así, a partir de 1933 se tuvieron 2 divisiones en la liga y en el primer juego de campeonato, los Osos refrendaron el título al vencer 23 a 21 a los Gigantes de Nueva York. La otra medida que surgió de ese partido fue de orden práctico. Hasta entonces, para iniciar una jugada, la pelota se colocaba en el lugar mismo de la tacleada, aunque no fuera el centro del campo. Esto hacía que si la jugada anterior había terminado cerca de la orilla, los equipos se alineaban parcialmente fuera de la cancha para empezar la nueva jugada. Como el partido de desempate de 1932 se jugó en una arena techada y las gradas se encontraban muy cerca del campo, hubo que llevar la pelota al centro del terreno para que los jugadores pudieran alinearse, lo que ha subsistido hasta hoy.

Jugador de los Esquimales de Duluth Poco a poco la liga fue saliendo del desorden. Al término de la temporada de 1932, los Osos de Chicago y los Espartanos de Portsmouth, Ohio, – hoy Leones de Detroit- terminaron con el mismo récord de ganados y perdidos, por lo que se requirió de un juego de desempate que los Osos ganaron 9 a 0. Este duelo tuvo dos consecuencias

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Espartanos de Portsmouth

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La liga ha seguido organizándose cada vez más. A partir de 1935 se empezó a contar con estadísticas confiables y a llevar un registro detallado de las acciones tanto de los equipos como de los jugadores individuales. Se conserva además la crónica de muchas anécdotas relacionadas con los partidos. Una de las más conocidas ocurrió en 1940. En un encuentro a media temporada, los Pieles Rojas de Washington dieron la vuelta al final del partido para imponerse a los Osos de Chicago. Al término del partido, el entrenador de los Pieles Rojas se burló de sus rivales, llamándolos “equipo de medio tiempo”. Aquello fue una mala idea que George Hallas le iba a cobrar un poco más adelante. En el juego de campeonato, ambos equipos se volvieron a encontrar y esta vez la victoria correspondió a los Osos por 73 a 0, lo que ha sido la peor paliza que se ha dado en la historia del futbol americano profesional.

George Hallas

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La NFL es actualmente la antítesis de lo que fue en sus inicios, pero lo que no ha cambiado es la pasión que el futbol americano despierta en sus seguidores.

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Franco Harris, Bill Mazeroski, dos jugadas inverosímiles Bernardo Marcellin

El principal atractivo de los encuentros deportivos reside en la emoción, sobre todo cuando se llega a un final dramático, cuando el partido se define en las últimas jugadas. La historia de todos los deportes contiene una gran cantidad de anécdotas sobre finales increíbles y volteretas inesperadas. Dentro de la gran cantidad de estas anécdotas, existen dos que son especialmente famosas dentro del ámbito del deporte profesional de los Estados Unidos. La primera es la llamada “Inmaculada recepción de Franco Harris”, la segunda es el home run de Bill Mazeroski en la Serie Mundial de 1960.

post-temporada. Se trataba de un equipo conformado por jóvenes estrellas y cuya defensiva se iba a convertir en los años subsiguientes en la “Cortina de Acero”, además de alcanzar la hazaña de ganar cuatro supertazones en seis años. Aunque muchos habían visto cómo el equipo se iba fortaleciendo al paso del tiempo, para muchos otros se trataba de una sorpresa el ver a Pittsburgh en un juego divisional. Y esta franquicia, hasta entonces perdedora, tenía entonces que enfrentar a uno de los mejores equipos de la NFL: los Raiders de Oakland. Dando muestra del poder que ya tenía su defensiva, los Acereros lideraron buena parte del partido por 6 a 0, pero en el último cuarto los Raiders anotaron un touch down y se fueron arriba 7 a 6. Ese parecía ser el fin de una buena temporada para Pittsburgh, pero con 22 segundos en el reloj, el quarter back Terry Bradshaw lanzó un pase desesperado hacia la zona de anotación.

Franco Harris Quienes siguen el futbol americano conocen seguramente la “Inmaculada recepción”, que es rememorada frecuentemente en las transmisiones televisivas. La campaña de 1972 fue notable para los Acereros de Pittsburgh por ser la primera vez desde su fundación en 1933 que alcanzaron la

Franco corriendo luego de hacer la “Inmaculada Recepción”

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El balón rebotó en el casco de uno de los defensivos de Oakland y regresó muchas yardas hacia atrás. Los Raiders se pusieron a celebrar la

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victoria sin percatarse que la pelota fue recogida cuando estaba a punto de caer al suelo por un novato, Franco Harris, el corredor de Pittsburgh. Harris esquivó a los defensivos que se dieron cuenta demasiado tarde de su error de festejar antes de tiempo y anotó el touch down que llevó a los Acereros al juego de campeonato contra los Delfines de Miami. Hasta allí llegó el joven equipo de Pittsburgh, ya que aquella fue la temporada perfecta de los Delfines, cuando ganaron todos sus partidos. Sólo dos años más tarde Pittsburgh llegaría a su primer supertazón.

ciudad, Pittsburgh, aunque en este caso se trata del beisbol. Home runs que definen partidos son algo común en las Grandes Ligas y muchas películas basadas en la vida de un supuesto beisbolista terminan de esta forma. En cuanto a las Series Mundiales, sólo en dos ocasiones se han decidido por medio de batazos de home run: en 1993 cuando Joe Carter le dio el triunfo a los Azulejos de Toronto en el sexto juego y en 1960, cuando se enfrentaban los favoritos Yankis de Nueva York y los Piratas de Pittsburgh, un equipo con escasas participaciones en el “Clásico de Otoño”.

Bill Mazeroski al bate Los Yankis ganaron fácilmente tres partidos, pero, de forma sorpresiva, los Piratas también triunfaron, aunque apretadamente, en los otros tres encuentros y la Serie llegó hasta el séptimo juego, que debía disputarse en Pittsburgh.

Estatua plastificando la “Inmaculada Recepción” Las tomas de la recepción de Franco Harris no son claras. Es muy difícil determinar si el corredor tomó el balón antes de que tocara el piso o no y el propio involucrado jamás ha querido aclarar este punto. Como sea, esta es considerada como la jugada más inverosímil en la historia del deporte o, cuando menos, del futbol americano profesional.

Bill Mazeroski anotando luego de su histórico home run

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Existe otra jugada inverosímil realizada por un deportista alistado en un equipo de esa misma


Esta ha sido la única ocasión hasta la fecha en que una Serie Mundial se decidió por un cuadrangular en la parte baja de la novena entrada del séptimo juego. Muchos consideran que Mazeroski ha sido uno de los mejores jugadores de la historia cubriendo la segunda base, pero su recuerdo se encuentra ligada a su batazo de aquel día.

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El equipo de casa llevaba ventaja de 9 carreras a 7 al término de la octava entrada, pero los Yankis empataron a 9 en la parte alta de la novena. En la parte baja de esa entrada, llegó el turno de Bill Mazeroski, un beisbolista más reconocido por sus jugadas defensivas que por su poder de bateo. Pero en esa ocasión, Mazeroski dio un batazo de home run, con lo que Pittsburgh obtuvo el campeonato de las Grandes Ligas, ganando 10 a 9.

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Haciéndole al Cuento Acerca de la recursividad del Universo Felipe Kadik – Julio 2012

El primer impacto rajó la nave como si fuera un gigantesco abrelatas. Los hombres fueron arrojados al espacio, retorciéndose como una docena de peces fulgurantes. Se diseminaron en un mar oscuro mientras la nave, convertida en un millón de fragmentos, proseguía su ruta semejando un enjambre de meteoritos en busca de un sol perdido. -Barkley, Barkley, ¿dónde estás? Voces aterrorizadas, niños perdidos en una noche fría. -¡Woode, Woode! -¡Capitán! - Hollis, Hollis, aquí Stone - Stone, soy Hollis. ¿Dónde estás? ' ... ' Los científicos encargados del colisionador de hadrones en el CERN celebraban el momento en que podrían confirmar la existencia del bosón masivo de Higgs ignorando que la colisión de partículas que acababan de realizar había partido en dos una nave de dimensiones infinitesimales. '

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Dentro de su avanzada civilización esos seres infinitamente pequeños, invisibles a nuestros ojos e incluso a medición indirecta habían desarrollado una impresionante tecnología para la exploración del Universo que les rodeaba por medio de sofisticadas naves espaciales. Tecnología que, como resultado colateral, había arrojado aplicaciones como un colisionador de partículas que estaban construyendo y que según cálculos de sus científicos podrían ayudarles a comprender de qué estaba compuesto su Universo por medio de choques entre los infinitamente pequeños elementos de los que estaba conformado...

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De pinta en Ventoquipa El atleta más grande del mundo Bernardo Marcellin

Sobre la estela de una tumba en un pueblo del Estado norteamericano de Pensilvania, se puede leer el siguiente epitafio:

los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912, donde participó en las pruebas de pentatlón y de decatlón. Allí, con sorprende facilidad, arrasó con sus rivales y alcanzó sin problemas dos medallas de oro. Su portentosa actuación impresionó a todo el público y fue al momento de colocarle la medalla que el monarca sueco pronunció la frase que se inscribió luego como su epitafio, aunque hay quien cuestiona la autenticidad de la cita.

“Señor, es usted el atleta más grande del mundo” Se trata de una frase atribuida al rey de Suecia Gustavo V de Suecia. En ese lugar yace Jim Thorpe, uno de los atletas más grandes de la historia y a quien su condición de piel roja le jugó una mala pasada con el Comité Olímpico Internacional y con la Unión Atlética Amateur de su país.

Pero pronto la gloria de Thorpe iba a sufrir un golpe letal. Seis meses después de sus hazañas, un periodista reconoció en una fotografía a Jim enrolado durante 1911 en un equipo de beisbol semi-profesional y lo denunció. En esa época estaba estrictamente prohibido por las reglas olímpicas cobrar dinero por practicar algún

Jim Thorpe Desde muy joven, Thorpe destacó en varios deportes, tanto en el atletismo como en el beisbol y el futbol americano. Fue miembro del equipo de

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Jim Thorpe como beisbolista


deporte. En realidad, muchos eran los atletas que actuaban profesionalmente, aunque muchos utilizaban pseudónimos y, desde luego, no eran pieles rojas. La Unión Atlética Amateur y el Comité Olímpico decretaron la invalidez de las medallas de oro ganadas por Jim Thorpe, quien fue obligado a devolverlas, y sus récords fueron borrados del registro oficial. Hay que reconocer que quienes quedaron en segundo lugar tanto en el pentatlón como en el decatlón se rehusaron a recibir las medallas de oro que ahora se les otorgaban, reconociendo en cambio los logros de Thorpe.

Michigan y Wisconsin, sin que existiera todavía una liga profesional organizada. Todas estas plazas fueron sustituidas más adelante por las ciudades más grandes de los Estados Unidos, sólo subsistiendo actualmente los Empacadores de Green Bay como un recuerdo de los humildes orígenes de este deporte.

Poster de Jim en los “Shoe Steels” de Portsmouth En la década de 1910, el campeón extraoficial era la escuadra que fuera declarada monarca de Ohio. Jim Thorpe se enroló en la organización más importante de esos años: los Bulldogs de Canton. Gracias a Jim Thorpe, el equipo reafirmó su supremacía y alcanzó el campeonato en 1916, 1917 y 1919. Como una muestra de la fortaleza fuera de lo común de este hombre, se encuentra la patada de despeje que decidió el campeonato entre los Bulldogs de Canton y los Tigres de Massillon en 1919. Con el marcador 3-0 a su favor (en esa época se anotaba muy poco y sólo se consiguió un gol de campo en todo el encuentro), los Bulldogs, con pocos segundos por jugarse, se vieron obligados a entregar el balón. Como estaban casi encerrados, Jim Thorpe tuvo que patear desde su propia yarda

Jim realizando sus hazañas en Estocolmo Fue inútil que el atleta clamara justicia. Jamás fue escuchado, pese a que sus marcas olímpicas no fueron superadas sino hasta varias décadas después. Pero Jim Thorpe, pese a su frustración, seguiría adelante. Ya convertido de forma oficial en deportista profesional, se alistó para jugar beisbol en las Grandes Ligas y, sobre todo, futbol americano, que era el deporte que más le gustaba.

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En esos años el futbol americano era un deporte poco reconocido que se jugaba sobre todo en ciudades pequeñas y medianas del Medio Oeste, en especial en los estados de Ohio, Indiana, Illinois,

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5, enviando la pelota hasta la zona de anotación de sus rivales, es decir que la pelota estuvo en el aire por más de ¡noventa y cinco yardas! Noventa y tres años después, nadie se ha acercado siquiera a realizar una patada de despeje tan larga, aunque la que realizó Jim Thorpe y le dio el campeonato a los Bulldogs no aparece como récord oficial ya que entonces no existía aún la NFL y se trataba de un partido semi-oficial.

años en que Thorpe dirigió a los Indios de Oorang, un equipo constituido únicamente por pieles rojas y que sólo actuó durante dos temporadas. A diferencia del Comité Olímpico Internacional, la NFL sí ha dado reconocimiento a Jim Thorpe por sus hazañas. Le ha adjudicado el título, muy al estilo norteamericano, de The Legend y una estatua suya se encuentra en vestíbulo del Salón de la Fama, en Canton, lugar donde tanto brilló. Entre los bustos de los jugadores miembros del Salón, el de Jim Thorpe ocupa un lugar destacado. Por otro lado, en 1950, Jim Thorpe fue nombrado el mejor atleta norteamericano de la primera mitad del siglo XX. Jim Thorpe se retiró del deporte profesional en 1928, poco antes del inicio de la Gran Depresión. Desde entonces llevó una vida errante, haciendo el papel de jefe Piel Roja en algunas películas. Cayó en el alcoholismo y murió en la miseria en 1953, lamentándose hasta el final de su vida por haber sido despojado de sus medallas de oro. Fue sólo treinta años más tarde, en 1983, cuando se decidió dar marcha atrás y devolverle las preseas, que fueron recibidas por dos de sus hijos, considerando que se aplicaron de forma errónea los principios de amateurismo de 1912. Entre otras cosas, se contaba con un plazo de un mes para descalificar a un competidor y Jim Thorpe fue denunciado seis meses después de justa de Estocolmo.

Jim Thorpe retratado como héroe Olímpico Fue sólo al año siguiente, 1920, que se organizó la primera liga profesional de futbol americano, la American Professional Football Association (APFA), que pocos años después cambiaría su nombre por el actual de National Football League o NFL. Los papeles oficiales que constituyeron la nueva liga fueron firmados en el estacionamiento del estadio de Canton, allí donde se encuentra actualmente el Salón de la Fama, y Jim Thorpe fue nombrado su primer presidente.

fue denunciado seis meses después de justa de Estocolmo Un caso de racismo velado como éste no es único en la historia de los Juegos Olímpicos, por cierto. En 1960, por ejemplo, el etíope Abebe Bikila tuvo la osadía de ganar el maratón en Roma corriendo descalzo. Esto no gustó a los jerarcas olímpicos, RLV 11

Thorpe abandonó muy pronto sus funciones administrativas y regresó a las canchas, jugando con varios equipos de los albores de la liga. Ya no pertenecía a los Bulldogs cuando éstos obtuvieron el primer bicampeonato oficial en 1922 y en 1923,

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quienes emitieron una regla que impedía a los atletas competir sin zapatos. Como respuesta, Bikila volvió a ganar el maratón en Tokio, en 1964, luciendo vistosos tenis, siendo además el primer atleta en la historia en ganar dos maratones olímpicos.

Como apunte final sobre este mismo tema, recordemos que se ha dicho que cuando Jessie Owens ganó sus cuatro medallas de oro en pruebas de atletismo en Berlín en 1936, Adolfo Hitler se negó a darle la mano. Esto no es del todo exacto. El dictador alemán no saludó personalmente a ningún ganador de medallas, sin importar su nacionalidad o su raza, y el propio Owens señala que, desde su palco, Hitler le hizo una señal con la mano. En cambio, lo que realmente ocurrió, fue que, una vez de regreso a los Estados Unidos, el presidente Roosevelt invitó a la Casa Blanca a todos aquellos que ganaron una medalla, pero excluyendo a Owens, por ser considerado poco conveniente que el Presidente recibiera oficialmente a un negro.

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Jessie Owens

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La Sociedad de los poetas nonatos Vampiro Ricardo Malváez.

Y de la noche que llega y agita su nombre Maldigo la tierra que mata mi instinto, Cautivo reflejo del tiempo perdido, Mi nombre lo grito, mi llanto maldito.

Soy ser sin reflejo y sin nombre camino, Por la noche que se pierde Al principio de los siglos, Mis ojos de fuego, mi llanto maldito.

Ausente de mi propia sombra, De mi propio nombre, de mi propio destino, De mi sangre antigua que vaga conmigo, De mis manos marchitas, mi llanto maldito.

Noche sin luna que acompañas mis penas Y envuelves en ti mi instinto, Cántale a la verdad para que no juegue conmigo, Arranca de mí con fuerza el llanto maldito.

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De los tiempos pasados mis recuerdos

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No son vanos; ver nacer, crecer, florecer, Cultura ambigua que hiciste en mí nacer La tentación del metal Y con mis manos tocar la carta Que empuña y guarda, de la presencia del día, El guardian del Umbral.

El viento que juega con mi voz sin fuerza Rodea mi cuerpo y eleva mi calma, No quiero gritar al padre de mi destino, No ver mi reflejo y no oir mi llanto maldito.

Noche que contemplaste la cultura Caldea, Ser testigo de Roma, de la gran Babilonia, Ver arder Sodoma y Gomorra, no has podido Conmigo, ni con mi llanto maldito.

Seré el despertar de una pesadilla Que contemplará el nacimiento de la noche infinita, Seré el fantasma que duerma contigo Y que siempre sueñes con mi llanto maldito.

Voy por la noche vagando inadvertido, Viendo mis manos, sintiendo el olvido, Y no maldecir al ente que vaga conmigo

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Seguirme por siempre, con mi llanto maldito.

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Origami Alex Hernández.

En el principio fue un punto que contenía todas las aristas y todos los vértices como si esa partícula, esa mínima sustancia y energía, ese mínimo ser-existir fuera el embrión, pero no vamos a salir a estas alturas con que todo estaba contenido pues más bien todas las posibilidades eran o son sin serlo sino precisamente como posibilidad y es así como me he anticipado a lo que trataba de contar: Foto: Paco Olvera

cómo el punto derivó precisamente en una dimensión en una línea y después la sucesión de volumen cambio posibilidades

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y lo que sigue, que bien a bien no lo entendemos

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pero que forma una sucesión de determinantes como si pudiésemos hablar de las posibilidades puntuales de las que derivan las posibilidades lineales las posibilidades volumétricas o sea, el espacio de las posibilidades y luego, la dinámica de las posibilidades de forma recursiva No sé bien si existe una condición de salida algo que determine el límite de estas ya mencionadas sucesiones una condición singular, luminosa una condición que si le diésemos forma humana nos miraría con una sonrisa un tanto divertida. Ilustración: Ana Fantasma

Pero no nos engañemos, no hay forma humana ni siquiera sabemos si existe esa condición de salida aunque sí sabemos de algunas manifestaciones que permiten suponer que existe y que no es la ilusión simplista de lo aparente eso explica porqué en ese ir desdoblando de esa minúscula parte guiada por esa telaraña dimensional se van formando objetos

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que a fuerza de choques

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van creando componentes como obtenidos de un mortero y se van creando formas que lentamente tienden a la hiper-regularidad una leyenda no recuerdo de que origen cuenta que en el momento en que todos los objetos en el espacio sean perfectamente esféricos y sus órbitas también sean perfectamente circulares y los tiempos sean perfectamente circulares y las posibilidades sean una sola, larga posibilidad entonces se escuchará un estruendo en todos los universos posibles y la condición de anormailidad se alcanzará y veremos que la sucesión de eventos y geometrías se detendrá.

Claro, esta leyenda recuerda a la de las torres de Hanoi o a la del Ángel que roza con su manto la enorme pared hecha de alabastro. Foto: Paco Olvera

En todo caso, no nos tocará verlo.

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Decíamos que se crearon ingredientes y formas

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y deformaciones y se combinaron de ese paisaje cósmico de formas enormes y cuasi regulares fueron surgiendo nuevos arreglos un origami cada vez más complejo más elaborado un origami que no es tan sólo forma

es todo lo que

Fue

Es Será Todas las posibilidades Sein To be Etre Todas las posibilidades

y como manifestación de la anormalidad ese sobrenatural caldo de verduras que traes a la mesa la fragancia de lavanda y de tu cuerpo

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el último domingo por la mañana.

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Writer Hero Dos poemas de Vladimir Holan Versión libre de Pedro Flores.

El gran poeta checo Jaroslav Seifert llamó a Vladimir Holan “el ángel negro”. Aunque fueron amigos muy cercanos y sus obras, que abarcaron un largo periodo, tuvieron su mayor expresión poco antes de la Segunda Guerra Mundial, sus poesías fueron completamente diferentes. Seifert veía la vida como una totalidad armoniosa; su poesía era melodiosa con cierta tendencia a la melancolía. En la obra de Holan, por otra parte, están más presentes los aspectos oscuros y trágicos de la vida. Sus poemas parecieran piezas sin ensamblar de un rompecabezas, llenos de cambios inesperados e interrupciones abruptas. Holan apuesta al uso completo del lenguaje sin desaprovechar las expresiones literarias, los neologismos, los vulgarismos y el lenguaje común.

Vladimir Holan Holan nació en Praga en 1905 aunque vivió la mayor parte de su niñez fuera de la capital. Cuando regresó en 1920 estudió leyes y empezó a trabajar en un puesto de oficina que fue una inmensa fuente de insatisfacción para el poeta. Perdió a su padre y en 1932 se casó con Věra Pilařová. Ese mismo año inició la publicación de sus primeras obras poéticas. En esa década Holan continuó escribiendo una poesía oscura y poco a poco empezó a mostrar sus sentimientos políticos, como reacción primero a la Guerra Civil Española. Abandonó la Iglesia Católica y se hizo miembro del Partido Comunista. En 1949, después de la toma del poder comunista se vio involucrado en un incidente contra la influencia soviética en el nuevo régimen y sus obras fueron condenadas al índice de la literatura checa. Abandonó el Partido Comunista y volvió a entrar en la Iglesia Católica. En los últimos años de su vida vivió en la pobreza recluido en el centro de Praga, en la isla de Kampa.

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Tuvo una hija, Kateřina, que nació en 1949, con síndrome de Down. Holan le dedicó un poema, Bajaja. Cuando ella murió, en 1977, Holan perdió todo sentido de la vida y dejó de escribir. Murió en 1980.

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Quédate

Quédate conmigo, no me dejes, mi vida es tan vacía que sólo tú me puedes ayudar, con tu orgullo humilde, a no hacer más cuestionamientos.

Quédate conmigo, no me dejes, ten piedad de mi impaciencia que garrapateada en la bitácora del barco prisión, durará más que la eternidad.

Quédate conmigo, no me dejes, no conoces la ira ni tu ira durará – ¿y a dónde irías?, ¿cómo te sentirías cuando se te acabe? Espera un poco, espera, Espera al menos hasta que

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El cartero llegue con cartas ¡sólo para ti!

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Ella preguntó

Me preguntó una joven: ¿Qué es la poesía? Y quise decirle: por supuesto tú también eres, ah sí, poesía eres tú, en el miedo y en la duda, lo cual es prueba del milagro.

Siento celos de tu belleza madura, y porque no puedo besarte ni dormir contigo, y porque no poseo nada y porque cualquiera que no tenga nada que dar debería cantar... Colección Familia Olvera

Pero nada le dije, me quedé en silencio

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y ella no escuchó mi canto.

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Ni una criatura se movíai. Woody Allen. Publicado en la sección Shout and Murmurs de la revista The New Yorker 28 de mayo de 2012 Versión al español de Pedro Flores

los proyectos más prometedores. Habiendo sido menos delicados en nuestros años dorados, ahora nos dirigimos al Carnegie Deli a deconstruir un poco de carne en escabeche y hacer una anatomía de lo que acabábamos de ver. “No es más que un churro,” criticó el empresario. “Basura para pubescentes subnormales.” Y sacando un recorte de un bolsillo de su pantalón, dijo, “Chécate esto. Lo corté de una pequeña revista llamada La Semana. Dime si es o no nuestro ‘ábrete sésamo’ para entrar a Fort Knox?” El meollo de la carga explosiva de Grossnose se centraba en Upper Darby, Pennsylvania, donde al parecer la policía había hecho cargos contra el propietario de una pizzería por plantar ratones en las tiendas de pizza de sus competidores. “Nunca habíamos visto algo así,” declaró el superintendente de la Policía,

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El preestreno de la nueva superproducción de un cómic de estudio, calculado para despertar la expectación entre quienes mueven y sacuden Manhattan, evocó el tipo de silencio que uno asocia con el espacio exterior. Cuando aparecieron los créditos finales, anunciando la evaporación de unos ciento ochenta millones de dólares, el público se levantó y se dirigió hacia las salidas arrastrando los pies como si fueran los miembros de la hermandad camino a la fábrica en la película “Metrópolis” de Fritz Lang. Mientras los formadores de opinión recuperaban la conciencia en el frío aire de Broadway, me encontré vis-à-vis a nada menos que Nestor Grossnose, un gordo asqueroso que conocí de nuestros años cuando frecuentábamos los grandes dispensarios de germen de trigo en Sunset Boulevard. Grossnose era un productor de Hollywood que había logrado dominar el don de volver insolventes


“donde se utilizaran ratones como instrumentos del delito.”

“Tú estás pensando en Jack el Destripador,” me eludió Grossnose. “Yo estoy hablando de Abe el Destripador, un sastre que acechaba Whitechapel para trasquilar los pantalones de gabardina de los caballeros del barrio.

Grossnose esperó mi reacción ante el recorte del diario sensacionalista, sonriendo como alguien a quien le acabara de llegar una mano de ases.

“Entiendo,” le dije. “Ahora está claro.”

“En el mismo instante en que leí esto empecé a trabajar en mi discurso de aceptación del premio,” dijo, acabando de un trago su soda Dr. Brown’s.

“Aparece un primer plano del rostro de sabueso de Dabney,” giró Grossnose, “mientras el teniente Gammage, su suave sirviente, entra, llevándole malas noticias. ‘Inspector Dabney,’ le dice, ‘parece que una banda de ratones acaba de robar Barclay.’”

“¿Qué dices?” le pregunté, recordando que su último film, “Vacaciones de Cretinos,” había obtenido sólo dos nominaciones al Oscar, y no de la Academia, sino de dos internos del Bellevue.

“¿Unos ratones robaron un banco?” Le interrumpí con incredulidad.

Sólo una rociada de espray contra asaltos lo habría detenido de plantear su nuevo escenario, al cual sucumbí mientras veía vagamente flotar al Hindenburg.

“¿Por qué no?” dijo Grossnose.“. Los pequeños roedores causaron el tradicional pánico que suelen provocar los ratones, y mientras las mujeres chillan y se suben a las sillas ellos usan sus dientecillos y garras para aligerar a los cajeros de dos millones de libras.”

“Empezamos a aparecer dentro de Scotland Yard,” comenzó. “El inspector Miles Dabney, un veterano del ron añejo, quien posee un agudo sentido del humor y que ya lo ha visto todo, termina de deshollinar su pipa mientras piensa en el fin de semana y en esa trucha que parece siempre resistirse a su señuelo Royal Coachman. La reputación de Dabney le precede, y en sus créditos está el haber resuelto con una sola mano los asesinatos del Destripador.

Los pequeños roedores causaron el tradicional pánico que suelen provocar los ratones “Escucha, Nestor,” le dije, pero él me cortó. “Ahora, ¡escucha lo que responde el inspector Dabney! ‘¿Por qué, Gammage? esto concuerda perfectamente con la historia de Muncefoot, la banda de ratones que irrumpieron en la galería Tate y se llevaron el inestimable cuadro de Constable.’

“‘Sus descripciones concuerdan,’ dijo Dabney. ‘Pequeñas criaturas blancas, ojillos rosados, colitas. Parece ser que una banda de ellos se introdujo al museo, trepó por la pared, y hábilmente descolgó la bucólica obra maestra, la transportó en su lomo colectivo hasta salir por la puerta principal sin siquiera dejar una nota de visita. ¿Mi conjetura de a dónde va a parar la pintura? Todo apunta a la sala de algún

Jack “El Destripador” “Espera un momento,” le dije. “¿Qué no ocurrieron hace más de cien años?”

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“‘No había escuchado esa historia,’ replicó Gammage. ¿Está seguro que son los mismos ratones?’


potentado del negocio de billares, incluso ahora mientras comemos nuestro budín de frutas.’”

que han sido forzados a recorrer laberintos una y otra vez sin encontrar jamás el camino al delicioso Gouda. Son estas criaturas amargadas las que absorben los isótopos más enérgicos y se convierten en súper inteligentes, aunque sociópatas.

“¿Pero cómo?” dije. “Quiero decir, además de la imposibilidad física, la inteligencia que se requiere…” “¡Ajá!” exclamó Grossnose. “Lo que te acabo de dar no es más que la idea general, la tonada, cortada en flashback. Un laboratorio en algún lugar de Blackpool. Allí un grupo devoto de científicos realiza experimentos de vanguardia usando ratones, en un esfuerzo por encontrar la cura para la calvicie.”

“Me dio un escalofrío cuando dijiste eso,” comenté, tratando de seguirle la corriente mientras pensaba si en el baño habría una ventana abierta que me condujera a la calle.

“¿Calvicie?” dije con cautela. “En ratones. Es un gran problema en el mundo de los roedores—sólo que no se ha escrito mucho sobre eso. El científico en jefe es Chauncey Entwhistle, un malvado bien parecido—y aquí yo le daría el papel a Brad Pitt, a quien le encantó el personaje y prometió estar disponible en el momento en el que haya paz en Medio Oriente. Por cierto, la compañera de Entwhistle resulta ser una ardiente bióloga rubia llamada April Foxglove— una especie de Eva Curie pero con un gran bastidor. Lleva una bata de laboratorio ajustadita y cuando se escapa un ratón grita y se sube la falda, dejando ver dos largas y bronceadas piernas y un bikini de ropa interior que le dieron de regalo sus colegas por haber escrito la lista corta del Nobel.

Un american Tabby “Nos damos una primera idea de sus inclinaciones siniestras cuando toman una escoba, agarran a Tabby, la adorable gatita del laboratorio y, usando el mango como si fuera un bate, le dan un palazo que la lanza por la ventana. ¡Oh! Se me olvidó mencionarlo, la radiación le da a cada ratón malvado la fuerza de cincuenta ratones. De repente la ciudad de Londres es golpeada por una ola de crímenes. Asaltos, robos, pirámides de Ponzi, el secuestro de un ejecutivo de fondos de cobertura y su familia, que son retenidos para pedir rescate.

“Más tarde esa noche,” continuó aburriendo Grossnose, “Wiggins, el viejo conserje de Cockney, haciendo su ronda y borracho por haberse tomado su pinta de cerveza amarga, accidentalmente oprime un botón que dice ‘¡Peligro: Radiación!’”

accidentalmente oprime un botón que dice ‘¡Peligro: Radiación!’

“Y todo por unas pequeñas criaturas de ojillos rosados y colitas,” dije. “Exactamente,” coincidió.

“La cual se dirige hacia los ratones,” intervine, adelantándome a la deriva.

“Creo que en verdad estás sobre algo grande, pero si me disculpas, se me hace tarde para llegar a la construcción en cooperativa de un granero con unos amigos Amish.” RLV 11

“Precisamente,” dijo Grossnose, entusiasmado. “Pero imagínate esto: no todos los ratones resultan bombardeados; sólo los mediocres, los frustrados—los

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“El problema es que no tengo un final,” dijo Grossnose implorando. “Aquí es donde entras tú. Eres un escritor. Idea algo y prometo recompensarte. Por supuesto, no hay pago por adelantado, pero me ocuparé de que tengas una buena probada del producto final. Digamos un décimo de un punto porcentual después de cuadruplicar el punto de equilibrio.”

“¿Te has vuelto loco?” se lamentó Grossnose de la decepción. “Es demasiado intelectual. Tú y yo conocemos a Kierkegaard, pero ¿crees que las masas han escuchado algo sobre el griego que se envenenó?” “De acuerdo,” le dije. “Intenta esto. Entwhistle les enseña a patinar sobre hielo. Los ratones se vuelven muy diestros en eso y ponen una gira por los Estados Unidos llamada ‘Ratonadas’. Como final, veo una larga línea de coro de roedores patinando y palmeando unas minúsculas panderetas mientras cantan ‘Waiting for the Robert E. Lee.’”

“Tenemos un trato, Nestor,” le dije, empujando hacia atrás mi silla. “Pero no quiero ningún reconocimiento. Después de todo, eres tú quien en verdad desgajó la columna vertebral de la obra. Y, en cuanto a mi parte del botín, puedes quedártela. Entre mi traducción de Cavafy y vender semillas, me siento cómodo.

No sé si Grossnose compró mi inspiración pero me preguntó, si modificásemos la historia cambiando enanos por ratones, tal vez podríamos usar panderetas más grandes. Al final resultó que el baño tenía una ventana abierta y después de saltar a la Séptima Avenida me encontraba en casa, tomé dos tabletas de Ambien y a dormir. Pero no antes de poner queso fresco en todas las trampas.

“Sabía que no me fallarías,” baló. “¿Cuál es la recompensa?” “En la última bobina,” escupí, “Entwhistle, al darse cuenta que los ratones poseen una inteligencia superior, emplea la persuasión moral. Los reúne y les lee a Kierkegaard. Pronto cada ratón lleva a cabo su propio salto individual de fe y elige a Dios. En pocas palabras, pasan de ser ratones de laboratorio a ratones de iglesia.”

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El título original, Not a Creature was stirring, hace referencia al poema tradicional de Clement Clarke Moore (1799 - 1863), Twas the Night before Christmas. La lectura de este poema en los hogares en la noche previa a la Navidad es una tradición en los Estados Unidos. El inicio del poema dice: Twas the night before Christmas, when all through the house Not a creature was stirring, not even a mouse. The stockings were hung by the chimney with care, In hopes that St Nicholas soon would be there.

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(Era la Nochebuena, cuando en ningún rincón Ni una criatura se movía, ni siquiera un ratón. Con cuidado se colgaron medias en la chimenea, Esperando que pronto San Nicolás apareciera.)

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Al valle de las calacas Réquiem para el Gato Félix Paco Olvera

Estaba en la cama. Conectado a toda una serie de aparatos que conducían hacia él sustancias que calmaban su dolor, o bien censaban sus signos vitales. Las conexiones formaba una telaraña de cables y tubos de PVC que terminaban en agujas y eran controlados por algunos reguladores, como los que él había vendido y fabricado durante toda su vida adulta. Paradójicamente, estos no habían sido fabricados en ninguna de las fábricas que él fundó y mantuvo funcionando por años, pero si representaban una prueba fehaciente de todo el bien que estos dispositivos han traído a muchas personas, a tal punto que en algunos casos, habían salvado sus vidas.

siempre Don Luis”. Cuando salí, la enfermera se me quedó viendo de una forma un poco intensa. Luego averigüé que las visitas estaban prohibidas a esa hora de la mañana. Yo no lo sabía, y que bueno que no, pues de haberlo sabido, mi irrefrenable sentido de “Juan derecho”, seguramente me hubiese impedido entrar a tan emocionante despedida.

Me acerqué, le besé la frente Me despedí de Conchita y me fui del hospital a la oficina. Recibí un mensaje cerca de medio día: Don Luis había fallecido. Cuando me dirigía de regreso al lugar donde hacía unas pocas horas aún había visto a mi suegro con vida, pensé algo que después dije frente a su féretro: “lo único más duro que perder a un padre, es perderlo dos veces”. No soy yo el más indicado para hablar de la vida de don Luis, pero cuando menos voy a recordar algunas anécdotas que me tocó vivir con él, y que describen su fascinante personalidad, la cual recordaré mientras viva.

Su respiración era pausada, pero tenía cierta violencia que dejaba claro que estaba luchando por lograr los últimos instantes de vitalidad para su cuerpo. Yo había pasado en vela gran parte de la noche anterior, pensando que no tendría oportunidad de siquiera verle una vez más, pero sin yo planearlo, ahora estaba frente a él mirándolo luchar como siempre. Esta vez no estaba consciente, pero era clara su batalla. Aunque no lo puedo asegurar, me parece que él si planeó este encuentro, evitando morir un día 13 y llegando hasta el 14, sólo para que la fecha de su deceso no fuese asociada con un mal augurio. Manteniéndose durante los últimos días rodeados de sus seres más queridos, pero evitando que algunos otros le viesen disminuido. Eligiendo con cierta teatralidad un escenario que reuniera los dos de los placeres que adoró en su vida: sus hijos y los equipos que con tanto ahínco fabricaba. Claramente me tocaba ejercer la última parte de su plan para conmigo: despedirnos como los grandes amigos que llegamos a ser. Sin saber cómo, supe las líneas de mi script. Me acerqué, le besé la frente y le dije: “Hasta

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Luego de terminar mi carrera en la Universidad, tuve una primera estadía en la iniciativa privada, que fue tan breve como un año. Tuve una invitación a dar clases en mi alma mater, ocupación que resultaba magníficamente acorde con mi intención de estudiar una maestría. Cuando volví a la escuela, re-establecí algunos lazos con amigos y compañeros, entre ellos con Conchita, que junto con “La Güera” y “La Jefa” estaban finalizando su tesis de la carrera. Como resultado de este encuentro, formamos un grupo muy unido de cuates: íbamos al cine, a fiestas y a comer cerca de la escuela. Aún cuando “La Jefa” y Conchita finalizaron su tesis y salieron de la escuela, nos dejaron de herencia a

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“La Güera”, que mantenía el puente de amistad. Fue en ese periodo que recibimos una invitación de Conchita para su fiesta de cumpleaños. Llegamos al lugar de la fiesta. Yo iba junto con mi compadre Gonzalo y con Eleasid. Cuando llegamos no puede haber quedado mas sorprendido: esta SI era una fiesta. Había un montón de gente, sonido, meseros y ¡hasta un trompo de tacos al pastor! Aún que ya éramos teachers, seguíamos siendo “estudi-hambres” de maestría. El espectáculo nos dejó boquiabiertos. Estábamos comiendo y bebiendo como “buenos y sanos”. Pasaban los meseros con cervezas, con cubas de ron y con platos de tacos. Mientras observaba el paso de la gente, vi que uno de los meseros llevaba una charola, que me pareció iba elevando más que las demás. Sobre ella, se podía distinguir una botella, que claramente no era ni ron, ni tequila o de alguno de los brebajes alcohólicos que solíamos consumir.

una imagen imponente. Vestía en forma impecable, que a mi recordaba a la imagen que yo tenía de los dandis de los años 40: zapatos muy bien lustrados, pantalón negro de corte recto, un saco blanco, corbata de moño negra y usaba un clavel rojo en la solapa derecha. Me veía en forma intensa, fruncía el ceño, lo cual se notaba particularmente en la forma en la que se pronunciaban las arrugas de su frente. Tenía poco pelo y unos ojos negros y profundos, que le daban un aspecto como el de un gavilán a la defensa de su territorio. Me dijo con voz grave y sin titubear: - ¿Qué tú eres el que quiere tomar de mi coñac? Fueron unos microsegundos que tuve para responder. Me parecía que esto nos iba a costar salir de la fiesta, pero por otro lado, no sentía que yo hubiese hecho una petición irracional, por lo cual hice algo que si era irracional, y poniéndome muy “sácale punta” le respondí:

Pasaban los meseros con cervezas, con cubas de ron y con platos de tacos Parecía ser “buena”, como habíamos aprendido a referirnos a las bebidas que nunca habíamos tomado, pero que todo mundo afirmaba “eran de lo mejor”. Fue mi compadre con su infinita sabiduría quién identificó el trago: “Es coñac”, dijo. Me pareció que era una buena idea probar, por lo que, agazapado, esperé a que la “cumpleañera pasara cerca. Sin ningún escrúpulo le pregunté:

- Sí, yo fui el que pidió de su coñac - ¿Y por qué te voy a dar?, ¡si es mío! En ese momento sentí frío en la espalda. Supongo que debí poner una cara de susto “de aquellos”. Supongo también que esa cara de susto fue lo que indicó a mi interlocutor que era momento de continuar con su plan, y mientras sacaba su brazo izquierdo de detrás de su espalda dijo:

- Oye Conchita, el coñac que anda por allí, ¿se puede probar? - Es de mi papá, déjame y le pregunto - ¡No, no, no!

- ¿Y por qué te voy a invitar del mío?, ¡toma del tuyo! En la mano tenía una botella de coñac Hennesy, nueva, la cual me entregó. Comenzó a carcajearse. Me dio una palmada en el hombro y dijo

Mi súplica no fue escuchada. Conchita se perdió entre la multitud. La verdad es que luego de un rato, lo animado de la fiesta, la música, la comida y los tragos, hicieron que olvidara de mi petición, lo cual hizo que el encuentro con el dueño del coñac ambúlate me fuera aún mas sorpresiva. Se paró frente a mí un hombre con

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- Soy Luis Orta a tus órdenes, bienvenido a la fiesta - Soy Francisco Olvera, gracias

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Se marchó de allí divertidísimo. A mí me regresó el alma al cuerpo. Nos bebimos la botella entre los tres amigos. En verdad sabía bien, tal vez muy perfumado, pero sabía bien. Así conocí a don Luis (y al coñac). Fue también la primera ocasión que vi su impecable atuendo rematado por una corbata de moño, el cual lucía siempre con elegancia y distinción, lo que es sus años mozos le valió el mote de “el Gato Félix”. Yo agregaría que el apodo también le venía bien por su habilidad de hacer brillantes travesuras al igual que su homólogo de caricatura.

sentamos en la sala y nos invitaron un refresco. Allí estaba doña Angelina, Don Luis, su hermana Beba y Gaby “mi querida alumna”. Fue ella quien dijo “voy por Concha”. Como un resorte me incorporé y ofrecí ayudar. Conchita estaba sentada en su cama, pero se veía adolorida. Ayudamos a que se pusiera de pié y a caminar muy lentamente de su recamara a la sala. Cuando llegamos ya le habían dispuesto un sillón con muchas almohadas donde le ayudamos a sentarse. Yo le llevé como obsequio: un libro de poemas de José Emilio Pacheco (inocentemente imaginé que sería un encuentro con menos gente), el cual entregué entre silbidos, gritos y bromas. Luego dijo que tenía frío y sin pensarlo me quité la bufanda que llevaba puesta y se la puse alrededor del cuello. Supongo que para ese momento era claro el interés mutuo entre Conchita y yo, por lo que arreciaron las bromas y puyas, encabezadas por mi suegro. Pidiendo ayuda a Gaby, comenzó a actuar todo un sainete.

En el momento de aquel primer encuentro, ni Conchita ni yo teníamos la consciencia ni el presentimiento que alguna vez seríamos novios, mucho menos que nos íbamos a casar. Pasado el tiempo, mientras revisaba la lista de alumnos matriculados a mí clase de “Introducción a la computación”, reconocí un patrón que me resultó familiar éntrelos nombres: Orta Quintana Gabriela. Por supuesto debía ser hermana de Conchita. Me dio mucho gusto saber que tendría de alumna a la hermana de una entrañable amiga. Durante el curso, y so pretexto de revisar los avances de “mi querida alumna” (como desde entonces he llamado a Gaby), Conchita y yo comenzamos a salir.

- Ándale m’ija, has de cuenta que eres Conchita y vengo y te estoy ayudando a levantarte de la cama - ¡A ver, con cuidado mi amor, a ver despacito! - ¡Me duele, papito, despacio! Gaby seguía el juego, interpretando en forma teatral y exagerada (como exige una comedia), a una muy adolorida Conchita, mientras don Luis hacía como si le ayudara a ponerse en pié con una delicadeza extrema.

Me dio mucho gusto saber que tendría de alumna a la hermana de una entrañable amiga

- Ahora soy Paco y te voy a ayudar para que te levantes

En el proceso en el que estaba tomando impulso para pedirle a Conchita que fuera mi novia, tuvo un grave accidente automovilístico que la llevó al hospital. Cuando me enteré de que se había lastimado, era claro que la visitaría. Yo comenzaba a manejar y desde entonces (y hasta ahora) he sido muy desorientado con las calles de la ciudad, situación que se agravaba porque apenas tenía yo un par de meses de manejar mi propio auto. Para subsanar esta ignorancia, le pedí a mi compadre Gonzalo que me acompañara, para no perderme. Cuando llegamos a la casa de Conchita, había mucha familia de visita. Me sentí muy “chiveado”, pero para variar no era momento de hacerse para atrás. Nos

Cuando avanzó mi romance con Conchita, me llegó la feliz inspiración de pedir su mano en matrimonio. Para hacer la petición, se me ocurrió que lo haría el día de su cumpleaños, para que este acontecimiento fuese fácil de recordar, además que un anillo de compromiso sería

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Y sin mediar más que una mueca entre Gaby y él, fingía que le daba un fuerte tirón para levantarla de su silla y la jalaba de la mano, llevándola a paso veloz por todo el cuarto. Todos reían a carcajadas, y lograba su cometido que Conchita y yo nos pusiéramos “rojos como tomates”. Tenía una gracia natural, además que me hizo sentir en alguna forma bienvenido.


un regalo difícil de superar (y me ahorraba un regalo, como años después me lo ha recordado con toda razón). No sabía exactamente en qué momento le pediría que fuera mi esposa y le entregaría el anillo que había comprado para tan importante ocasión. Fue un día muy largo y ocupado. Comenzamos desayunando con sus amigas en la “Tasca Manolo”. Luego fuimos a su casa, donde mi suegra había organizado una comida donde invitó a amigos y familiares. La sobremesa se extendió por horas, y todos los invitados permanecían felices y sin muestras de que fueran a marcharse pronto. Para variar estaba siendo muy inocente, pensado que encontraría durante el día un momento a solas con ella para hacer mi petición. Yo seguía buscando el momento cuando me cayó un balde de agua fría. Mi suegro sacó de uno de sus bolsillos una cajita envuelta para regalo y se la dio a Conchita. A petición de la audiencia, ella la abrió: era una esclava hermosa, muy reluciente. Sentí un hueco en el estómago, pues el anillo seleccionado para pactar mi promesa matrimonial, era claramente muy humilde comparado con tamaño objeto. Estaba yo perdido. Para rematar, cuando ya era plena noche, mi suegro declaró: “vamos a cenar a Cicero”. ¿Qué, qué? La invitación era para todos. El día se acababa y la audiencia no iba a disminuir. Tenía una “ventana de oportunidad” muy corta y tendría que darle el anillo de alguna forma. En ese momento, me di cuenta de lo poco versado que era yo en esos asuntos de los detalles románticos. Fuimos en varios autos, yo iba manejando el mío, donde Conchita era el copiloto, pero por supuesto no íbamos solos.

- ¿Qué es esto? (Exclamó con gusto, mientras me miró directo a los ojos) - ¿Quieres casarte conmigo? (Fue mi respuesta) Nos abrazamos y nos dimos un beso. Yo me sentí liberado. Ella dejo la caja abierta del anillo, aún con mi inexperiencia entendí que yo debía sacarlo de la caja y colocárselo en el dedo de la mano que extendió hacia mí. Le pedí a Conchita que hablamos luego de cómo daríamos la noticia a los demás. De nuevo fui muy inocente, pues en cuanto entramos a la mesa ya dispuesta para el grupo, mi futura cuñada Beba exclamó - ¿Qué traes en la mano? - La esclava que me dio mi papá (dijo Conchita, fingiendo inocencia) La tomó de la mano y nos miraba inquisitivamente a ambos. Se comenzó a generar en la mesa un barullo que corría como pólvora. Oh, oh. Eso no estaba calculado. No tenía mucho tiempo para reaccionar. Nos quedamos viendo y fue como una comunicación telepática, le indiqué con la mirada que yo me sentaría junto a la silla vacía que estaba junto a mi suegro. Supongo que eso causo extrañeza a todos, incluido don Luis, que esperaba estar sentado junto a su hija. Sin más preámbulo, y con más temor que inspiración me acerqué a mi suegro en ademán de confidencia, para decirle algo al oído. -

Tenía una “ventana de oportunidad” muy corta

Don Luis Si manito Tengo que decirle algo Si, ¿qué cosa manito? Le acabo de pedir a Conchita que se case conmigo

Se quedó callado. Sentí la boca seca. Ahora fue don Luis quién inclinaba la cabeza hacia mí y me dijo:

Cuando bajamos del auto, nuestros acompañantes se adelantaron. Yo tomé a Conchita de la mano y tiré de ella suavemente indicando mi deseo que nos retrasáramos en la caravana que formábamos todos los miembros del grupo que iba a la cena que remataría la celebración de cumpleaños. Saqué la pequeña cajita que lo contenía y se lo di.

- ¡Ah sí!, ¿y qué te respondió? - Pues me dijo que si - ¡Ah, mira tú!

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Y comenzó a reír. Se levantó de su silla, me tomó de la mano y me atrajo hacia él para darme un abrazo. Todo

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mundo miraba, y entre lo que sospechaban y decían, comenzó a quedar claro lo que estaba pasando.

don Luis: todo consistía en darle a los demás. Me trató maravillosamente desde que era un gorrón más en una de las magníficas fiestas de la familia, cuando me aproximé como un ladrón para comenzar a cortejar una de sus preciadas joyas y aún mejor en el momento en que le contaba cómo me llevaría a uno de sus grandes tesoros. Lo cierto es que el “Gato Félix” hizo la última de sus charadas, y me puedo imaginar una imagen superpuesta de su jovial rostro sobre los sencillos trazos de su alterego de fantasía, guiñando el ojo con un ademán travieso: ¡Exacto! Luego de escuchar historias como estas, es la única forma en la que se puede entender otra frase que dije durante su funeral y que me parece una justa coda a este muy breve y sentido homenaje a don Luis: bastaban diez minutos de conocerle, para saber que uno le querría toda la vida.

- Pues Paco me acaba de anunciar que le pidió a Conchita que se casara con él - ¡Y Conchita dijo que si! - Démosle un aplauso a los muchachos Yo no cabía de gusto y de asombro. Con una sabiduría digna de un rey y la pericia del más grande de los estadistas, había dado su consentimiento, había manifestado su beneplácito y me había dado la bienvenida en la familia, todo en un minuto. Estas son las sencillas anécdotas que he querido recordar. Me disculpo por hablar tanto de mí para contarlas, pero refleja justamente la forma de ser de

Para don Luis, con admiración de su yerno. Septiembre de 2012.

Luis Orta Campos (Colección Familia Orta)

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Abril de 1942 – Agosto de 2012

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Calacas en Bola Paco Olvera

Luego de la lamentable muerte de Chabelita Vargas hubo mucho ruido en todas partes. Pero esto me hizo meditar en el viaje al Valle de las Calacas de algunos personajes que tuvieron una participación importante en la niñez de algunos de nosotros. Sin más preámbulos me gustaría escribir estas calacas en bola, para no hacer más grande la injusticia.

Rocambole Recientemente he escuchado en la radio (sobre todo a Carmen Aristegui en su programa), cuando algo es exagerado y tiende a lo ridículo, le denomina "rocambolesco". Esta sería tan sólo una nueva palabra más, de no ser justamente por uno de esos recuerdos de la infancia, que me llevo a conocer a un héroe enmascarado que resultaba incluso más "barroco" que los que ya conocíamos, lo cual ya es decir. Una ocasión en que mi hermano Nacho y yo estábamos cambiándole a los escasos canales disponibles en el televisor de la casa, encontramos en el canal 4 una película, en que se veía a un héroe enmascarado que nos resultaba desconocido. No era el Santo o Blue Demon, ni siquiera el Huracán Ramírez o el Mil máscaras. Se veía algo anticuado (¡imaginen nada más!), su máscara era más como una capucha metida a fuerza en su cabeza, y no cubría su barbilla. Se veía que era "brillosita", de aplicaciones de tela de materiales que parecían diferentes (recuerden que todo esto teníamos que hacerlo en un viejo televisor Phillips blanco y negro). Estaba rodeado por más muchachonas de lo habitual, cosa que a Nacho le resultaba más interesante cada vez (a mí, sólo por imitación a esa edad). La verdadera sorpresa nos la llevamos cuando vimos al héroe en plena transformación: ¡era ni más ni menos que Julio Alemán!, el galán de las novelas que veía mi abuelita.

Cartel de la película

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Don Julio Alemán es uno de los que acaba recientemente de irse al Valle de las Calacas. Yo no veía con tanta atención las novelas, pero era de los galanes que no nos caían tan mal. Los recuerdos que tengo de sus películas son aquellas que, descontextuadas de su intención original, se han constituido en monumentos del humor involuntario o de cierta ridícula cursilería de los intentos nacionales por ponerse "al ritmo de los tiempos". Entre estas películas estaba la saga de "Rocambole contra las mujeres Arpía" y "Rocambole contra la secta del escorpión", también “Peligro, mujeres en acción”, donde salía de Alex Dinamo, agente de la Interpol, donde se le veía manejando un bote a toda velocidad con su respectiva güerita en bikini al lado y esquivando malvados, lo que lo convertía en una especie de James Bond a la mexicana. Hay otra película

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llamada “Una chica de 16 años”, donde él hacía de joven rebelde del Rock & Roll, dejando con un palmo de narices a Enrique Guzmán y a Cesar Costa, cantando una versión muy cotorra en español de “Shortnin Bread”, que decía "pan con mermelada, mermelada y un poco de amor, ¡ye, ye!". Muchas otras ocasiones salió como galán en las telenovelas, pero la verdad no recuerdo en cuáles. Al final de su carrera lo ubico como dirigente de la ANDA, pero no recuerdo mucho más. Pues en abril de 2012, don Julio Alemán se fue a galanear a las calacas. Descanse en paz. Por cierto que, cuando busqué alguna información para documentar mis vagos recuerdos, descubrí que Rocambole es un personaje de novela del siglo XIX, y es por lo extraordinario e inverosímil de sus aventuras que se usa el término “rocambolesco” (no sé si desde entonces usaba máscara).

galán rudo en las telenovelas, también como apache en “Un hombre llamado Caballo”. Cuando entré a la universidad, hubo dos películas que hablaban sobre John Reed, una de ellas era “Reds” con Warren Beatty, que colocaba a Reed en la revolución rusa y la otra era “Campanas Rojas” en nuestra revolución, donde Heraclio Zepeda sale de Pancho Villa y Jorge Luke sale de Zapata. Me gustó mucho como lo personificó, no tanto por su parecido sino por el hecho de que siempre me transmitió la imagen de un mexicano muy “correoso”, como yo me imaginaba al “Caudillo del Sur”. En tiempos más recientes salía como militar latino en películas gringas, como en “Salvador” de Oliver Stone. Investigando para recordar algo más en estas calacas, averigüé que su carrera en un inicio igual estuvo ligada a la historia del Rock’n Roll en México, pues usando su nombre verdadero, Jorge Obscuro, fue vocalista de los Rippers, uno de los grupos pioneros en los años 60. Incluso encontré información de una polémica que le descalificaba en este papel de rocanrolero, de la cual salió triunfante.

Julio Alemán

Se parece a tu hijo

Jorge Luke

En principio, lo primero que recuerdo de Jorge Luke, es que una amiga de mi mamá decía, “¡Ay, como se parece a tu hijo Nacho!”. Por supuesto que para muchos que crecimos en una época de gran censura, Jorge Luke fue el galán de Isela Vega (Chichela Vega, como era conocido en las bajos fondos), lo cual le convertía en un héroe, por ser la señora Vega un deseo inalcanzable en la mente de muchos adolescentes, por ser ella quién protagonizara varios de los desnudos iniciales del cine nacional al inicio de la década de los 70. Lo recuerdo de

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Este último dato, me permite hacer un inesperado epílogo a estas calacas colectivas, pues fueron los Rippers quienes hicieron una de las versiones más célebres de “Pan con Mermelada” en México, la mismísima canción que cantase Julio Alemán en su etapa de rocanrolero cinematográfico. Supongo que ambos podrán cantarla en el Valle de las Calacas, o bien podrán cantar aquel twist de “Mira como baila el esqueleto”.

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“Peligro, mujeres en acción”, Julio Alemán como Alex Dinamo. http://youtu.be/9DEjUGHv64g “Pan con Mermelada” con Julio Alemán en “Una muchacha de 16 años” http://youtu.be/KqVMgE6KKrs “Pan con Mermelada” con Los Rippers. http://youtu.be/0jrTjfs4spc “Shortnin Bread” con Paul Chaplain & His Emeralds http://youtu.be/eAhW6dkLNx8 “Twist del esqueleto” con Oscar Arriagada y sus Dixon

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http://youtu.be/SEk3_PhhjS

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In Inglish Pitinglish Under the Wind Rose. (Sub rosa ventorum) Vanja Cuando en la infancia, nuestro conocimiento apenas nos permitía saber que el “english” era todo un lenguaje diferente a nuestro español (o mejor dicho, mexicano). Alguno de los chamacos, para preguntar si conocíamos como hablar esta exótica lengua preguntaba: “Yu inglish pitinglish?”.Por vez primera, la Revista Letrónica Ventoquipa, engalana sus páginas con una colaboración escrita originalmente en la lengua de Chespir, dando inicia una sección dedicada a colaboraciones escritas en leguas diferentes del español, que en esta ocasión nos envía Vanja.

A whole lot of things have changed since the dawn of Man until today. Man turned rivers off course, changed climate, subjugated livestock, and then stepped into space with bells on. Actually, stepped into space is a pretty inappropriate figure, especially the part with the bells. Man, in fact, flew off into space amid heaps of polluting fumes and he’s been there for decades, fixedly staring into the open space full of planets, asteroids and all kinds of other huge stones, some round, some sharpedged. The place is also supposed to be teeming with galaxies. Both spiral and the other kind. And black matter. Which is a kind of coal, I guess.

means the first to look at the heaving mystery of the blue open sea with childlike amazement. It was done by all kinds of freaks of Creation before them, particularly the dinosaurs. What often brought distress to the hearts of scientists of a gentle mental frame is the fact that due to the creatures’ meager powers of understanding, the mentioned amazement did not lead to any action other than biting off a new fern leaf. The ancient reptiles knew little about the sea and its whims. Little.

This was by no means the case with the worthy knights, Vailiant and Junker’s. On the contrary. Many an ancient ancestor of ours, gazing into the vast open sea under that same sky, would sometimes wonder about things like: “Who am I?”, “What’s behind the horizon?”, or “Isn’t my wife staying a bit too long at that broad-shouldered fishmonger’s?” The first of these three fate-related questions was usually asked by those of our grandfathers who by some strange twist of fate had the misfortune to have a biggish rock fall on them or thunder strike them when they would incautiously seek shelter in a storm under the only tree in the area. We’ll go back to the second and third questions later.

* **

Here’s how it all happened:

“Tee-hee, tee-hee,” snickered Strange with that odd laugh of his that resembled hyena’s call. “You guys always fall for the same trick.”

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Curiosity is inherent in human beings, but God’s creatures that scholars call the Homo sapiens are by no

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Across the massive oak table, crammed with food and drinks, Junker’s looked at him with puzzlement, and Vailiant with wrath. His manly mustache bristled up like a cat’s tail, and his hawk eye turned to his faithful sword.

“Well, where is it then?!!”

The magician reached behind Junker’s ear and pulled out the ball, causing the latter to stare dumbfoundedly at his hand, while his eyes slightly squinted.

“But...” Junker’s started saying.

“Great, great. Now you’re helping him too,” sulked Vailiant. “What do you think I am? Some pipsqueak?”

“I’m telling you, I wasn’t...” Ilustración: Ana Fantasma

“Come on, do it again,” said Vailiant, seemingly calmly, but the vein throbbing treacherously in his forehead gave him away. “This time I’m sure I’ll guess where the blasted ball is.”

Just then someone’s noisy entrance was heard from the next room, accompanied by the slamming of the doors. The girls’ shrieks and the customers’ murmur fell silent at once. Junker’s grabbed his battle-axe and lithely like a cat sneaked up to the heavy damask draperies that hid his cubicle from view. In the hall of his tastefully furnished brothel silence reigned, full of fright and anxious anticipation.

With swift movements Strange deftly passed the walnut shells above the ball and laid them on the table in front of Vailiant.

“Mistress! Hey, Mistress!” boomed the stranger’s bass. “Does Junker’s, the asshole that calls himself a knight, live here? Or else, is that mockery of a prince, Vailiant, around?”

“Go on, tell me where it is.”

Vailiant pointed to the shell in the middle. Strange picked it up and, naturally, a sneering emptiness gaped under it, disrupted only by the crumbs of the bread they’ve just had for lunch. The worthy prince became furious in a second, uttered a nasty curse and slammed his big fist against the table so hard, the silverware clang like the tin shields of the mysterious East, to say the least.

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Strange looked at Vailiant with surprise, who just smiled at that piece of impudence. In response, Junker’s flung his heavy axe and a crash was heard in the hall in tune with the girls’ screaming.

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“Gotcha!” said Junker’s with pleasure and entered the hall.

me, although I was as innocent as can be, of providing the broad-shouldered Ikea with offspring. How is she, by the way?”

Vailiant and Strange followed him and the first thing they saw was the deadly white face of a big Viking, who was watching the axe stuck into the door-post roughly one inch from his right ear. His two companions just scowled at Junker’s, their eyes flashing.

“She got married to some Icelander, who would be celebrated in sagas as Volvo the Dumb. He’s a seafarer of exceptional skill, and he rapes around the villages like a true master and teacher. He nibbles little children for breakfast and everything would be just fine with him if his mother hadn’t dropped him on the floor when he was little, so his expression lacks witticism and true refinement. In a word, he’s a brute and his stupidity makes the gods cry. Imagine, Ikea convinced him that it’s perfectly normal for a child to be born after four months, due to the particularly poor catch of codfish that year. And as far as the child is concerned, he is now five and he bears amazing resemblance to you, who knows why.”

“Well, well, well, isn’t that Saab the Bloody, the old queer?” said Vailiant, merrily shaking his hand. “What brings you here, my friend?”

Since it was clear that it was all just a joke, gradually the hubbub of voices and merry-making again filled the room. The proud sons of the north seas heaved a sigh of relief and put down their weapons.

it’s perfectly normal for a child to be born after four months

“You’re out of your mind,” the Viking said to Junker’s with an unnatural calmness in his voice. “My heart stopped. What if you missed?”

“Yeah, you see how nature sometimes plays games with us,” said Junker’s, sniggering scampishly.

“Gentlemen, let me introduce you,” Vailiant interfered. “This big gentlemen here is none other than one of the greatest warriors and masters of the open sea, the famous Viking chief, Saab the Bloody of Uppsala.”

He then turned to the Viking.

“You know Junker’s, and this is a good friend of ours, Strange. He’s a magician and master of all occult crafts.”

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“Missed? Me?” said Junker’s complacently. “Don’t you remember I beat you every time at battle-axe throwing competitions? You know the time, in Uppsala, when I had to... well... leave in a hurry because they accused

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Strange nodded courteously at the Vikings, and they responded with awe, which caused one of them to drop his helmet. The horn rammed into his foot, but he didn’t bat an eye, that’s how gallant he was.

“If it suits you, we can leave tomorrow,” said Saab the Bloody. “The weather will be nice and we can use that to ride to the shore and set sail.”

“Great.” “This is Throthgar the Cannibal and Harald the Hideous, my faithful companions,” said Saab, and the Vikings and the magician nodded again, this time with less zeal.

That evening they ate and drank some, and jokes just followed one after another. The other customers watched, with some reserve, the host and his distinguished guests compete in arm wrestling, ramming axes into the bar and calf throwing. Despite the fear some of them felt, Junker’s brothel had seldom seen such cheerful and wild merrymaking. The sounds of lutes, drums and flutes harmoniously alternated with the lavish sounds of the horn and the obstinate silence of the candle, and the silver jingling of girls’ laughter warmed the hearts of handsome Norsemen even better than the red wine that just flowed and flowed. When they drank a little, Vikings would stand on their heads for half an hour, ramming their horned helmets into the table.

“So tell me, what brings you here?” said Junker’s, gesturing to them to come to the table and waving to the waitress to bring them all kinds of food and drinks.

“You know we haven’t seen each other for a long time, and it was on our way anyway. We’re preparing for some piracy, so I thought... Maybe you’re up for some action. You know, the sea air, the creaking of the rigging, wind in your hair.”

“It’s nice of you to remember us. Certainly, certainly, we’re always up for some action,” said Vailiant.

“Some change will sure do us good,” said Junker’s, and the magician nodded with approval.

The balding wide-shouldered and bull-necked old man working at the bar wiped his hands on his apron and jotted something down on the tablecloth. Then he called the young servant and whispered something to him.

Their ancient customs were strange.

Late in the evening a noise was heard in the courtyard. The barman went into the yard and came back carrying a huge log which he brought to Junker’s. The knight looked at him in astonishment which could previously RLV 11

“So when do we start?” Vailiant was delighted like a child.

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be seen only in the faces of big-bosomed Viking women when they took inventory of the booty, and Vailiant and Saab the Bloody almost died laughing.

“Alright, well I had no way of knowing,” the Viking defended himself. “Smoke did not turn to the ground nor did the birds fly low.”

“Will this do?” asked the old man, glancing at our heroes in bafflement.

“How did they fly then?”

“What are you talking about?”

“I hadn’t seen one at all.”

“I beg your pardon?”

“And what is that a sign of?”

“What are you talking about?”

“Nothing. I told you I hadn’t seen them at all. If they had flown in some way, it would’ve been a sign of something or other. You know, we Vikings know about these things.”

“Well, you said you were up for some acacia.”

“Action, you numskull! Action!”

“Oh, action! I apologize, Your Nobleness,” said the old man and took the log out.

** *

Since it took them a couple of days to get to the sea, they whiled away the time by playing wanton pranks, typical of young men, and hiding from the pouring rain that came down without stopping. When they reached the coast, they swiftly boarded the slender longship and despite the still heaving sea, they set sail for the open sea. The square sail bulged brazenly like a dedicated beer-drinker’s belly and carried our heroes off into a new adventure.

The next day the sky was grey and the wind was getting stronger by the minute, singing in the tree tops of the nearby grove.

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“So the weather will be nice tomorrow, you say?” said Vailiant to Saab.

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*** Such was a working day of the seafarers of the Wild North.

The first few days both knights were plagued by seasickness, but their mood would always improve when they would meet some ship and attack it. One misty morning the Viking on guard quietly woke up his travel mates. “Shh,” he said, “there is a Spanish cargo ship close by.”

They also collected some valuables, and found heaps of wineskins. The noble drink soon befuddled them, filling the longship with optimism, faith in the future and merry mood, ringing with cries like “Bottoms up!” and “Cheers!”.

both knights were plagued by seasickness, but their mood would always improve

“Hey,” said Junker’s, swaying and looking sideways at the sail, “how come no one’s keeping a lookout at the masthead?”

Inconspicuously and almost without a sound our pirates prepared forbattle. The ship was shrouded in thick fog, sleepy and attractive like a beauty awaiting a kiss. Saab the Bloody drew his bow and with one well-aimed shot disposed of the guard who was pacing the deck without an evil thought on his mind. Then they quietly rowed up to the ship and howling inhumanly attacked the sleeping sailors. Their blades flashed, and the quiet, nasty sounds were interrupted only by the cries of the stricken. Since they had no time to defend themselves, the battle lasted only a couple of minutes and all the sailors, including the officers and their captain ended up overboard, in the sea foaming with tails and fins. They then burned and sunk the ship, and it soon disappeared in the ocean’s azure-greyish bosom.

“There are two reasons,” said Saab the Bloody. “First, people climb the mast to see if there might be land nearby or, God forbid, pirates. Land being far away, and we ourselves being pirates, the answer is obvious.”

They were all pleased with the old Viking’s eloquence and shrewdness.

“What’s the other reason?”

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“Finns. We had them build the ship because it’s cheaper that way. That was a mistake, of course, because they drink pretty heavily, and that makes them odd. We told them to grease the hull with whale fat, so it wouldn’t leak. They misunderstood us and greased the mast and the sail, so you can’t climb it now, and the sail is greasy like a butcher’s apron.”

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“Wonderful,” said Vailiant. “And what good did that do?”

to drink, but come on, this is the third longship you’ve sunk.”

“None,” said the Viking, and it really amused Strange for some reason.

“But you also...”

“Quiet!” the chief yelled at his underling. “All that is no reason for us not to have a few drinks...” someone concluded with a saying many nations lay claim on, from the restrained North to the hot and unbridled South.

“So? What now?” said Vailiant, holding on to the greased mast. “Does anyone have a brilliant idea? For example, I’m thinking that if you pull a magnet through a copper coil...”

And so they drank and soon song resounded over the nocturnal open sea. Axe throwing went on for a while, but since they quickly ran out of axes, they gave it up. They tried playing leapfrog, but there wasn’t enough room on the slender Viking ship. Then the Vikings did headstands on their horned helmets that were a feast for the eyes. And their thunderous singing was a feast for the ears.

“We’re in luck,” Strange interrupted him, hovering above the water. “In not more than half an hour a Portuguese ship will arrive.”

“How can he know that?” with a surprised look one of the Vikings turned to Junker’s, who was unsuccessfully trying to catch a fish for the petrels with the sleeve of his steel shirt

** *

The next day they found themselves swearing at the top of their lungs and holding on to the hull of the ship that was floating capsized. When the knights would look at them, the sons of the North would confusedly avoid their eye and whistle quietly, which made the petrels alight on their shoulders and watch them in anticipation, seeking fish.

“I levitate so I wouldn’t get wet,” Strange replied instead of him. “And since I’m already hovering like a prophet, why not be one while I’m at it. Seems practical, doesn’t it?”

“So you become a prophet just like that, when you feel like it?”

the sons of the North would confusedly avoid their eye and whistle quietly

“Only when I levitate. How about you?”

“Didn’t I tell you not to do that?!” Saab the Bloody raged, waving his hands at the birds. “It’s fine for people

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“Never.”

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“What?” “I see. You prefer being in the water with your friends. You’re right, there’s a certain poetic strength in that. With all due respect to Tibet, but levitation sometimes gives the impression that one is just showing off and feeding his own vanity.”

“That was a joke. We’ve been in the water all night, and there’s nothing but the vast open sea around us. We’ll drown like rats or die of hunger and thirst.”

“Oh, it was a joke. I thought it seemed strange. So do you need any help?”

Strange fell splash into the sea and got hold of the hull.

“But you didn’t have to...” the Viking started to say.

“Well, it’d be nice.”

“Don’t mention it,” said the magician and gazed at the open sea.

Upon boarding the ship they were introduced to the Captain who turned out to be a very interesting person. The eminent guests left such a powerful impression on him, he immediately ordered the sailors to prepare cabins and a huge meal for them. Since the noble Xavier Cerveja Sagres called Tinto was himself a pirate, he felt saving his colleagues in trouble was something like a union duty. Little by little their good mood was restored and faith in the future again warmed the hearts of our heroes. The other Vikings joined the crew of the sailing ship and the Captain resolutely gave orders:

After less than half an hour, a Portuguese frigate really did appear. It took her just three attempts to maneuver its way to the capsized longship.

“Ahoy! Do you need any help, gentlemen?” asked the gaudily dressed captain with a patch over one eye, holding a large chunk of roast meat in his pale, girlishly gentle hand.

“No, thank you, we like it like this,” said Saab sulkily waving his hands at the petrels.

“Yeah? You’re sure? If that’s the case, who am I to judge what’s good for you? Let’s go, fellows! Set the smaller sail and hit the road.”

“Helmsman, turn a bit to the right, and you guys set the side sail, the one that’s a little bigger! That one. Not that one, what a jackass... The one down there.” RLV 11

“Hey!” yelled Vailiant.

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He pointed to the furled sail with a roast rib and turned to his guests.

“Gentlemen, I will now go and write a few lines in my log. I’ll see you in half an hour in my cabin,” the Captain said, turned clumsily, tripped and plunged down the stairs with a loud clatter. He got up, his legs wobblinglike a newborn fawn’s, fixed his eyepatch, shook the dust off the silk attire and entered his cabin like nothing had happened.

“Gentlemen, your meal will be ready in a moment. Go to your chambers and change into something dry and comfortable. I will do my best to supply you with everything you need, like you were on your own ship. I have some wonderful wine and port. A Spaniard would say: mi frigate, su frigate.”

shook the dust off the silk attire and entered his cabin like nothing had happened

“Thank you. It will be our pleasure,” said the knights courteously.

“I mean, really...How about if we throw him overboard and take over the ship?” whispered the noble Saab to the knights who were doubling up with laughter and thumping each other on the back.

“Satisfy my curiosity,” said Saab the Bloody, “if it’s not a secret, how many ships have you looted so far?”

“It would be a shame,” said Junker’s. “He’s a true gentleman and he helped us when we were in trouble. He seems a real pal. Let him do his job.”

“Well... Actually none.”

“None?”

At this point Strange joined in the conversation.

“You know, speaking as one nobleman to another, I’m kind of new at these things. I was doing quite well with noblemen’s pastimes on land, extortion, loan-sharking and things like that. But then came trouble. The doctor bled me for a while and pestered me with leeches, but it didn’t help, so he prescribed sea air because of asthma and some problems with, well, thunderbolts. Cruel fate played a trick and made me live the life of a pirate and adventurer, full of danger and uncertainty. But perhaps that’s the way it had to be.”

“Gentlemen, it’s best to consider this a tourist cruise. Every cloud has a silver lining.”

“What cruise?”

“You don’t do anything, just eat, drink and sail on a ship. Blondes are sunbathing on the prow, stretching their long tanned limbs. The ringing of women’s laughter. Colorful drinks with little parasols. Music.”

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“Yes, yes, certainly,” said the Viking snickering, and Vailiant and Junker’s dared not look at each other.

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“Where did you see blondes?” Vailiant’s face lit up.

“That was just a figure of speech.”

“Oh, I see, a figure. And where are blondes, I ask you?”

“There aren’t any.”

“And now you expect me to believe that? Anyway, we’ll see now!” Vailiant stopped the sailor who was just passing by.

The Captain wrote in his log:

Doth my perception enableth me to measure the significance of the open sea? Methinks the deer lusteth not for the hind as my heart yearneth for thee, my unknown mistress. Who am I? What lieth behind the horizon? The sea’s mystery is deeper than man’s soul.

“Where do you have a figure on the ship?”

“On the prow, just like on any other ship, Your Nobleness. Where else would it be?” He then carefully blotted what he wrote, read it once more and closed the ship’s log with a smile. He was satisfied with what he had achieved that day.

“Great.”

The worthy Prince walked up to the prow and cast a bewildered look at the statue of a nymph. He sniffed around the prow, peeked behind the carefully coiled rope and leaned once more to look at the nymph. Then he strained his ears and listened, trying to hear something.

***

As the days went by, our heroes established a cheerful comradeship with the Captain and his crew. The Captain was beaming with contentment because with Junker’s, Vailiant’s and the Vikings’ help he even managed to loot one ship. True, it was a fishing boat, so they didn’t exactly know what to do with heaps ofmalodorous fish, but even a lame loot is certainly better than none. Navigationwise, he kept refusing to accept the kind help of the best Viking of all, and so most of the time they didn’t have a clue where they were and where they were going. RLV 11

“Blondes,” he mumbled. “Strange sometimes tells such humongous lies.”

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“But how is that possible?” asked one of the sailors, using the late Major Borovicka’s favorite phrase.

Human vanity is not a skillful helmsman, as Strange put it.

“It’s very simple. I’m better with carps, and Junker’s is better with perches.”

Vailiant and Junker’s, being accustomed to land themselves, did not care too much about that. They would drink all night or learn illusionistic tricks from the magician, and during the day they would find some way or other to while away the time. One day the sailors watched with interest while they threw bread overboard, breaking it into tiny pieces.

“But...”

“There’s no secret. You either know something or you don’t. Experience is golden.”

during the day they would find some way or other to while away the time

That night, gathered around the kettle, they sang about the plains and the fragrant wine warmed the hearts of our heroes. As chance would have it, their ship used to transport spices, and so they found a wreath of all kinds of spices and dried peppers of an alarmingly red color. The fish stew was finger-licking good. The next day when Mother Nature beckoned them to the stern, it brought tears to their eyes.

“Can I ask you, noble gentlemen, what you are doing?” said one of the sailors.

“You’ll see,” said Junker’s.

And so our heroes idled away the days, when one night with no warningand no manners whatsoever a storm rose like no other before it, bringing together the dark sky and the raging sea. The wind whistled ominously in the ropes, and the crew tried to save everything they could. Three sailors, one of whom was a Viking, ended up in the jaws of the elements gone wild. The storm went on for a week and when the sea finally calmed down, the ship made a pitiful sight. The torn ropes hung pathetically, and the slashed sails fluttered sadly like losers’ flags. Studying the position of the sun and various other indicators, Saab the Bloody gazed pensively at the open sea

At dusk both knights sat down, prepared poles and fishing-lines, and started fishing. Not more than ten minutes later Vailiant pulled out a nice carp. And then another one. Junker’s caught a smallish perch and threw it back. And then nothing for a long while. Just when it had seemed there won’t be any catch worth mentioning, he managed to pull out the most beautiful perch his, and many an other gallant eye had seen.

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“Fate, motley and fickle like an expensive Chinese vase, is incomprehensible to us tiny beings under heaven,” said Strange, shuffling the cards.

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“Do you have even the slightest idea where we are?” the Captain asked him, nervously crumpling a silk handkerchief.

One gloomy early evening the ship’s crew was engaged in its daily activities: scrubbing the deck, tightening the ropes, unfurling the sails, sucking up to the Captain and harassing the subordinates, when all of a sudden the sea on the port side became ruffled.

“Unless I’m mistaken, it carried us far westward and that being the case, we could look for that rich land Erik the Red discovered.”

In puzzlement, the sailors looked at the sails that were hanging limply, when with a bloodcurdling howl a giant monster rose from the depth of the ocean. Quick as lightning he stuck out his snout and tore one of the plump Germans to pieces.

“Who?”

“One of the best Vikings. Far in the west he found a land full of all kinds of wonders. At least that’s what the legend says.”

In horror they watched their mate disappear behind thousands of slimy teeth. A bluish flame was curling between them, stinking of the very jaws of hell. The monster’s wet greenish scale-covered skin glistened ominously, which instantly reminded Vailiant of something. When he told him this, Junker’s reached for his sword.

“Is there any gold there?” asked Junker’s.

“They say there is.”

“Hey!!! You no good monster!” cried the Prince.

“Well then, what are we waiting for?” Vailiant joined in. “Let’s go!”

“I beg your pardon?” said the confused monster, mincing the wretched Teuton.

“Hurray, bravo, yes! Let’s hit the road, guys!” cried out the Captain encouraged by this, and the three plump German sailors exchanged puzzled looks.

“Who do you think you are? You attack innocent pirates, like we’re... Like we’re... Anyway, you attack innocent pirates.”

They spent a few days repairing the ship and carried by favorable winds, sailed westward.

“Well isn’t that to be expected? I am a monster of the deep, you know.”

The journey lasted for months and months. And months. There were some mutinies, which our heroes quelled with bloodshed, but that’s not really important.

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“And do you know who I am?”

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“Deal.”

The monster apologized once more and left. She gobbled down the two sailors with relish.

When they later asked Vailiant about that incident, he just said:

“No. Should I?”

“If she falls for it, fine. She bought the jive.”

“I am Prince Vailiant, the knight that single-handedly disposed of the Infernal Red Dragon of Rhothenroth. If I slew him, the worst dragon of them all, you could meet with a fate worse than death!”

“You mean to say you didn’t slay the dragon?”

“What dragon? There are no dragons. That’s just old wives’ tales.”

Towering above the mast, the monster looked down at Vailiant with unease, sizing up his armored codpiece.

“And what was it that you remembered when the monster appeared?”

“Well, I had no way of knowing. It sure is an awkward situation.”

“I don’t remember.”

“So what do we do now?” said Vailiant pugnaciously.

Soon they ran out of food, and for some reason fish stopped biting. They tried to ease their hunger with wine, but it wasn’t helping. First they ate the cabin boy, but that wasn’t enough. Then they ate the cabin man, but him being too fat, many a sailor met his wretched end of indigestion and devastating flatulence. Just when unrest and doubts concerning their better future started creeping into our heroes’ hearts, one brilliant morning an unknown bright-feathered bird alighted on the bulwark. The sailors and Saab were ecstatic.

“Let’s make a deal, huh? You give me three more sailors, and I’ll leave like nothing had happened.”

“One.”

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“Two.”

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“What’s so special about that damn bird?” Vailiant wondered. “It wouldn’t feed more than two people. You think it lays a lot of eggs or something?”

pyramidal structures not far from the shore. Vailiant was the first to smell a hearth. When he shared this insight with the others, a tear glistened in the eye of many a seasoned sea dog.

started to appear and huge pyramidal structures

“That bird means something else,” Strange told him. “First of all, it’s probably a male, because it’s so brightly colored. Secondly and more importantly, its presence indicates land is near.”

** *

“Oh, I see. Great.”

A motley crowd gathered on the shore. Motley is here meant literally, because many of them were adorned with ornaments of all conceivable colors. Prominent amidst all that was a figure of a tall, aquiline-nosed and bronze-skinned man profusely adorned with feathers, who watched the sailors anchor the ship with a mixture of fear and admiration. When he raised his hand, silence fell upon the crowd. He looked at our heroes, who had put on their best attire for the occasion. The Captain wore exquisite silk garments, Saab the Bloody loveliest furs, and Junker’s and Vailiant’s suits of armor shone like the finest Venetian washbowls. The striking figure carefully observed the handful of dignitaries. The worthy Prince’s refined aquiline nose caught his eye, and he addressed its proud owner.

The Captain immortalized the event by writing his impressions in the ship’s log:

There are times when sufferin’ purgeth one’s soul and maketh better people of us all. O, my unknown mistress, shall I ever feel the velvet of thine skin and the sweetness of thine kisses, unworthy of them as I am? The temptation of this ‘ere adventure is to my soul what a hanger is to a coat: a support and a guarantee of straightness.

Our heroes and the few remaining crew members spent the following days in pleasant anticipation. Each day there were more and more birds and one morning the sailor at the masthead, his voice trembling, shouted:

“I, Tezcatlipoca, also called smoke-mirror, in the name of the entire Nahuatl, and especially the Aztec nation, bid you mighty ones, you who were made from the meal of white corn, welcome.”

“Land ho! Gentlemen, land ho!”

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They all hugged each other joyfully and sailed full sail to the end of a months-long ordeal which put the nobility of their character to the test. After a while they had to make some adjustments to the course, because it turned out they were sailing parallel to the coast. Little by little lush forests started to appear and huge

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rich ornament. They took the remaining supply of wine from the ship and soon after the initial tension a merry mood prevailed. The Aztecs liked the wine very much, and since they weren’t accustomed to it, soon their eyes sparkled like rock crystals.

At this point they all bowed before them, and the Captain waved to them with his silk handkerchief.

“What is he talking about?” Vailiant asked Strange. Our heroes liked the virgins they offered them, and the rolled-up smoking weeds improved their mood in a particularly strange way, which reminded the mighty Viking of the effects of the berserkerian potion. They were also very fond of the heavy gold plate from which they ate. Junker’s and Saab the Bloody each had one bronze-skinned maiden on each knee, while Strange and the Captain decided one was enough. The mighty Tezcatlipoca also took two, assuming it was a divine and refined thing to do.

“I think they have this legend about a people made from the meal of white corn who are equal to gods.”

“What are you talking about now? How do you know who they are? Why haven’t you told us this before? What’s corn? And who’s Ruda, anyway?”

The mighty Tezcatlipoca also took two

“Which question would you like me to answer first?”

Vailiant watched the noble lady across from him with great interest. She was a creature of exceptional beauty and grace. Her name was Tlazolteotl, or as her subjects and admirers called her, the “Mud Godess”. She stared fixedly at the handsome Prince, particularly at his magnificent nose. When the looks they were exchanging seemed almost solid enough to walk upon, she clapped her hands twice and servants started bringing liquid mud and pouring it into a small pool.

Vailiant just waved it aside and bearing himself with pride said:

“I am Vailiant, a Prince and a knight, and these gentlemen next to me are Junker’s, the greatest knight of them all, Saab the Bloody, the famed seafarer and Viking chief, and the noble Captain Xavier Cerveja Sagres called Tinto, the pride and glory of Portuguese seafaring, although, when you stop to think about it, pride and glory mean the same thing in this case. This semi-transparent gentleman is Strange, the most powerful magician in all the realms.”

They all looked at each other in surprise, except Strange who smiled with pleasure and settled more comfortably. Soon four naked virgins appeared and started wrestling in the mud, splashing everything around them. All the men liked this very much, especially Vailiant. Encouraged by this eye-pleasing sight, he took the noble lady to his cabin. She found it ascetically cramped, but very exotic.

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Saab the Bloody started tittering, but Junker’s nudged him in the ribs. Despite Vailiant’s oration of dubious merit, a murmur of admiration passed through the crowd. The noble Tezcatlipoca extended a few more words of welcome and the whole group set off, following our heroes to the step pyramid covered with

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“That woman is extraordinary,” Saab said to Mictlantecuhtli, another great man, who was tipsily swaying to the rhythm of the music and drinking large quantities of the strong red wine.

“What kind of a feast is this?” Junker’s quietly asked Tezcatlipoca, who was sharply dressed for the occasion and adorned with all kinds of ornaments.

“It’s in your and Quetzalcoatl’s honor,” he said and cast a strange look at the Aztec king and god.

“I see things here are pretty much the same like back home,” thought Vailiant. “I wouldn’t want to drink from Quetzalcoatl’s cup.”

“Yes, yes. She is the Mud Godess.”

“I can just imagine,” said the Viking, thinking what she must be doing in the mud, if the virgins are so good at it.

The party lasted until the wee hours and sleep was like balm to our heroes tired from the exhausting journey and all kinds of excitements.

The party lasted until the wee hours and sleep was like balm to our heroes They spent the next day meeting other great men of the Aztec empire. They had the honor of meeting Quetzalcoatl, the divine ruler himself, who struck them as a very fine gentleman, perhaps a bit reserved. Just before dusk they took them to the top of the step pyramid, where throngs of people gathered.

Just then a giant feathered serpent appeared from a large opening. Everyone fell to the floor in adoration, except Junker’s, who jumped to his feet and drew a shiny blade.

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The feast began with endless speeches, drum beats and a priest who was hopping around, eyes popping and mumbling, in such a fashion that Vailiant was worried he might be on the verge of a seizure. After that they cut out the heart of one of the virgins, which disgusted the Captain. Saab the Bloody watched it all closely, nodding in approval. He finally felt some of the old familiar atmosphere, just when he was starting to get homesick for his native fjords.


Our heroes spent the next few weeks travelling around that unusual land, getting to know its people and customs. They all agreed that, despite the violence and definite harshness, there was some childlike charm about the Aztec empire. Gold, which they were particularly fond of, slowly filled their ship, mostly thanks to Strange, and partly to our knights as well. In some cases, of course, the opposite was true. For instance, once Vailiant was doing the trick with the balls.

“A dragon!” he cried. “Now you’ll see, you mother...”

“Hey! There are no dragons,” Vailiant said, pulling him by the sleeve and calming him down. “What is that?” he asked Tezcatlipoca.

“It’s the feathered serpent, or as we call it, the precious twin - Quetzalcoatl.”

“But isn’t he sitting over there, on the right?”

“Yes, he is.”

“Well then?” “Here, tell me where’s the ball?” he said to one of the Aztec priests.

“They’re both his nahuals, the human and the serpentine.”

“Under the left one.” “I see. Alright.” Vailiant blushed and picked up the little gold box. There was the ball. In a couple of days half of the gold from the ship went back into the Aztecs’ hands, until they managed to dissuade him from doing tricks and convince him it would be best if he devoted his time to the divine Tlazolteotl. His vanity tottering, he went on losing for a while, and then gave in and indulged in mud baths and mind-boggling bacchanalia.

“What’s this all about?” Junker’s asked Vailiant, sheathing his sword and looking askance at the crowd watching him with mixed emotions.

“I haven’t the faintest idea.”

***

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Strange was very successful, which could be expected. His very ectoplasmic appearance filled the superstitious

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Aztecs with awe, and his skill in magic and tricks contributed to the general scary impression.

Little by little the end of their stay drew near. The ship was overflowing with all kinds of valuables, intoxicating and fragrant spices, corn, turkeys and other noble poultry. A large crowd again gathered at their departure, cheering the white gods whom they took into their hearts. By tradition, Quetzalcoatl was not present at the event.

“Okay, where’s the ball?” he asked Tezcatlipoca.

“Under the middle one.” When they boarded the ship, Vailiant said: Strange picked up the vessel in the middle, and then the other two. The ball wasn’t under any of them. He took the ball from behind Quetzalcoatl’s ear who looked at him in surprise, while Tezcatlipoca, unnoticed, gave the divine King a dirty look. Later they also played some card games and the ship was soon filled with gold, appearing pleased and flatulent like a cow that had far too many clovers.

“Gentlemen! Dear Aztecs, Toltecs and others! We from distant worlds take our departure from you with aching heroic bosoms. You will always stay in our hearts and, believe me, one day, probably soon, the white gods will visit you again. Once again, thank you for everything.”

Quetzalcoatl’s ear who looked at him in surprise

Ecstatic cheering was heard from all sides.

Tezcatlipoca raised his hand.

Junker’s wasn’t so preoccupied with gambling, as with young girls. He liked them very much, and they couldn’t say no to the white god anyway. The noble knight later claimed the word no doesn’t exist in their language, which was, according to him, also the case with Tartarian.

Silence fell upon the crowd.

“You, who were made from the meal of white corn! You mighty and noble ones! Your presence enriched our existence and even our grandchildren will sing of this. And, finally, you played fair as can be, and your magic is commendable. That thing you do with the cards and the little ball, that’s really great.”

The Captain could occasionally be found describing the wonders of the Western civilization to a crowd, until it would be reduced to a single turkey who’d give a defiant trill and then go off in search of a tasty worm or larva. Despite everything, they held him in high esteem as an extraordinary mariner and named him Mezcaltoctl, which meant flower-master. It just so happened that the bright-colored butterflies, which the town on the edge of the forest was full of, found his favorite yellow silk attire irresistible.

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The sailors and our heroes waved to the Aztec girls and women for a long, long time, and they sure waved right back at them, to thedissatisfaction of some of the men. Finally, they set full sail and started their journey back home.

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richer and wiser. Eventually he wrote in his diary, asking himself the third fate-related question which has been on Man’s mind for thousands of years: The Captain again took the helm and their sails again carried them every which way. And so one day, without an evil thought on their mind, they sailed into what would later become known as the Bermuda Triangle, they saw a tremendous light and heard a deafening noise. Legend has it that they disappeared without a trace, leaving behind just a story about heroes who went off into an adventure, never to return.

Isn’t my wife staying a bit too long at that broad-shouldered fishmonger’s?

* **

Actually, that’s not quite true.

One might say it didn’t all turn out so bad. After an adequate period of time, the divine Tlazolteotl gave birth to a beautiful baby boy with a biggish refined nose whom she named after his father - Tezclovailiantoctl. The story has it he later became a great hero.

Vailiant, Junker’s and Saab the Bloody have been spotted in a dockside inn, after many a beer, talking about spaceships and multidimensional spaces, and only their sharp blades and noble origin kept them from being called mad. As it turned out, commoners, but also noblemen, considered them refined eccentrics. Strange disappeared somewhere between times and realms, and calmed down for a while, quietly digesting his impressions.

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Captain Xavier Cerveja Sagres called Tinto eventually gave up his piratical career. He decided to go back to the old values, and his asthma was also getting better. He settled down, got married and became a different man. One might say this adventure made his noble soul

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