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Revista Letrónica de Ventoquipa Dieciséis Diciembre 2016
Editores
Alex Hernández
Paco Olvera Pedro Flores
Roberto Torres
Bernardo Marcellín
Contacto
revistaletronicaventoquipa@yahoo.com.mx
Diseño de Portada
Bassie
Contenido 6
Editorial De pinta en Ventoquipa Los premios (Alex Hernández)
7
Dylan and “The Death” (Paco Olvera)
13
Exhorto a la lectura de “Moby Dick” (Alex Hernández)
18
Maratón 2016 (Alex Hernández)
20
La Vitrina La médula de la vida (Paco Olvera)
27
Una de Balazos (Paco Olvera)
30
Writer Hero Si te sientes siniestro (Pedro Flores)
46
La Sociedad de los Poetas Nonatos 51
RLV 14
New Amsterdam (Alex Hernández)
Al Valle de las Calacas 53
Rodavlas (Alex Hernández)
61
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El año que murió la música y otras cosas (Paco Olvera)
Al Valle de las Calacas 53
Rodavlas (Alex Hernández)
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El año que murió la música y otras cosas (Paco Olvera)
Editorial henos aquí, perpetuando la normalidad, celebrando la existencia de lo hermosamente normal, o dicho de otra forma las humildes historias que les queremos contar y que esperamos ustedes aún quieran leer. A todos nuestros números les tenemos un gran cariño, pero este en especial nos hizo sufrir para su salida, desde el final de octubre hasta el último día del 2016 y el primero del 2017, pero en verdad valió la pena. En “De pinta en Ventoquipa”, incluimos nuestros pensamientos respecto al premio Nobel de Literatura para Bob Dylan, en “Los premios” y “Dilan & The Dead”, incluso anunciamos en lanzamiento de la creación de los premios de la Letrónica, para definir las categorías como se nos ocurra y dárselos a quién queramos sin pelearnos. Por otro lado, en una de esas “pintas” Alex se nos va de “Maratón” y nos cuenta sus experiencias físicas y espirituales emulando a Fidípides en la batalla que le dio el nombre a esta dura prueba. También Alex nos invita a leer a “Moby Dick”, en una breve, pero impetuosa recomendación que nos coloca en alta mar buscando a este terrible leviatán. En “La vitirna”, Paco no puede evitar llevarnos a
Este número nos dolió, en más de un sentido, pero vamos por mas, pues la Letrónica no ha muerto. Los editores.
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Ha sido complejo retomar el ejercicio de nuestra amada Letrónica, pero
Tulancingo para hablar de “Una de balazos”, serie de pequeñas historias que relatan la “normalidad” con la que balas y muerte conviven en los pueblos. También hace una meditación de lo que es vivir al máximo o morir al mínimo. Las meditaciones de la muerte continúan, en este caso Pedro toca el tema del suicidio, pero en medio de un mágico viaje a Oaxaca, que le da el tinte siempre paradójico a la dualidad muerte - vida. Siendo un número que habla de la muerte, debía tener una sección del “Valle de las Calacas”, pero fueron tantas y tan dolorosas que Paco tuvo que hacer un obituario multitudinario lamentando “El año en que murió la música y otras cosas”, pero la joya de la corona de este número es “Rodavlas”, donde Alex hace una serie de meditaciones maravillosas que le dan brillo a la vida de Don Salvador Hernández, su padre, que este año dejó este mundo para seguir teniendo aventuras en otros.
De pinta en Ventoquipa Los Premios. Alex Hernández
Hay algo extraño en esa manía que tenemos los humanos, o aclaro antes de ser corregido, algunos humanos, de buscar lo mejor de algo Comparamos, competimos, medimos. Podemos suponer que de esta manía surgieron las competencias deportivas. Las olimpiadas son el ejemplo más popular y tumultuoso. El lema de los juegos olímpicos es sitius, altius, fortius, pero lo cierto es que hay deportes como los clavados o la gimnasia en los que la vencedora se determina por una cuestión de apreciación, en lugar de criterios objetivos como el ser más rápido, o saltar más alto, o lanzar más lejos. Si ya en algunos de los deportes se introducen elementos subjetivos, ¿qué será en otras categorías de la actividad humana? ¿No tendría que darnos un poco de risa encontrar a la Flor más Bella del Ejido o al poeta ganador de los Juegos Florales?
Los premios Nobel se establecieron en 1901 y pronto se convirtieron en el reconocimiento más apreciado para las categorías que determinó Alfred Nobel en su testamento: Física, Química, Medicina y Fisiología, Economía, Literatura y de la Paz. Su prestigio es tal, que premios que reconocen otras categorías de la actividad humana terminan por ser una especie de pseudo-nobeles. Por ello, no es raro referirse al premio Turing como el “Nobel de la Computación” o al Pritzker como el “Nobel de la Arquitectura.”
Los premios Nobel más populares son el de la paz y el de literatura, debido a que la mayoría ignoramos los desarrollos más notables en los campos de la física, la química, la medicina o la economía, pero algo podemos opinar de los esfuerzos por conseguir la paz a partir de RLV 14
I
El premio Nobel de Literatura lo otorga la Academia Sueca. El criterio establecido por Nobel es que debe otorgarse a “la persona que hubiese producido en el campo de la literatura el trabajo más sobresaliente en una dirección ideal”. Nótese como la ambigüedad y por lo tanto la dificultad de seleccionar a una ganadora es doble: debe ser lo más sobresaliente, es decir, lo mejor. Pero además debe estar alineado a una dirección ideal. En los primeros sesenta años del premio esa “dirección ideal” equivalió a tener un sitio en la narrativa y poesía de occidente, con la notable y temprana excepción de Rabindranath Tagore. A mediados de los años sesenta esa tendencia se modificó y la Academia Sueca reconoció otras geografías y expresiones literarias, como la escrita en lengua china (Gao Xingjian) o turca (Orhan Pamuk), o el humorismo (Dario Fo), o una perspectiva feminista (Elfriede Jelinek), o la del continente africano (Wole Soyinka), o la de las Antillas (Derek Walcott), o Latinoamérica (Garcia Márquez), o el ensayo como género literario (Svetlana Aleksiévich).
Esta ampliación de perspectiva, que resulta gratificante porque da visibilidad a formas alternativas de expresión, definitivamente añade complejidad a la elección ganadora. Todo cabe en la interpretación de qué es “lo más sobresaliente” y qué va en “la dirección ideal”, lo que debe provocar discusiones muy entretenidas en la Academia Sueca, discusiones de las que sólo podemos suponer su contenido. Lo más que podemos atisbar, y eso con un retraso de cincuenta años, es la lista de los escritores que fueron nominados en un año dado. Si bien cada año hay sorpresas relativas a la tradición literaria a premiar, es necesario elegir a un autor dentro de esa tradición. Como el prestigio del premio le ha llenado de una carga política, entonces se ha optado por una relativa corrección política para elegir a los ganadores. Una cosa es incontrovertible: para todo fin práctico, la Academia puedo otorgar el Nobel de Literatura a quien le dé su soberana gana o como diría Chava Flores, por sus puros gustos: el premio no se otorga por criterios medibles objetivamente, como sería el número de libros vendidos. Y en buena hora, porque tal criterio no garantizaría “calidad” literaria. La arbitrariedad de la elección lleva a otra discusión eterna, ociosa y entretenida que se da al exterior de la Academia: consiste en comparar la lista de los ganadores contra aquellos que no lo recibieron, y claro, indignarse. ¿Es justo que el premio lo haya recibido Mario Vargas Llosa en lugar de Jorge Luis Borges? ¿Es posible creer que lo merecía más Saul Below que Italo Calvino? ¿En qué universo Anatole France creó una literatura de mayor trascendencia que la de Franz Kafka? ¿Y qué hay de dárselo a Alekséivich pero haber ignorado a Kapuscinski? Los juicios de la Academia Sueca pueden RLV 14
las noticias que escuchamos a diario, o bien, algo habrá que decir de la literatura por el par de libros que leemos en el año.
En materia del Nobel de Literatura acordemos al menos lo siguiente, ya que no es posible coincidir en nada más: la selección del ganador es polémica por la propia naturaleza del proceso. Pero nunca ha sido más discutida que cuando le fue otorgado a Bob Dylan en 2016.
II Una aguda observación shakesperiana es que en este escenario que es el mundo, las personas pasamos por siete edades: la infancia, la escolar, la del amante, la de la persona de acción, la del juzgador, la vejez y la senilidad. No sé si como característica de estos tiempos, pero hay que agregar que además del tránsito por las edades,
también mutamos en distintos personajes dentro de nuestras historias. Pocas transformaciones han sido más expuestas que las de Bob Dylan. No hay más que referirnos a la película “I’m Not There”, basada en parábolas que muestran a Bob Dylan campesino, vagabundo, exhibicionista, evangelista, ermitaño, alborotador, actor. Como las transformaciones en el tiempo y en la forma han sido tantas, resulta que la discografía dylaniana da cuenta de una especie de mapa de carreteras de la compleja alma de este hombre. Pero no sólo eso: al recorrer esos caminos, puso letra y música a una travesía que resultó estar en sincronía con el sentimiento de los grandes públicos.
Signo de los tiempos: a finales de los 50s y principios de los 60s existía en todo el mundo una fe en que las palabras podían cambiarlo todo. Desde los existencialistas franceses hasta los creyentes de la pureza de la música folk estadounidense; desde los radicales guerrilleros latinoamericanos hasta los opresores dictadores comunistas, todo mundo parecía estar de acuerdo en el poder transformador de las palabras. En ese momento de la historia se dio a conocer el joven RLV 14
parecernos errores crasos, o no tanto según los gustos y afectos de cada quién.
Dylan. El dogma de esta fe es que la descripción de la injusticia movería a la acción. Concediendo la posibilidad, ¿a dónde llevaría esa acción? La realidad resultó ruda y compleja. En el centro del hombre se cruzaron los caminos de la necesidad de amar, pero la certeza de que la praxis del amor era diferente a la de la generación anterior. Y había necesidad de justicia, sí. Pero también la rebeldía frente a la posibilidad de ser utilizado. Había la necesidad de expresar las dudas personales, que buscaron respuesta tanto en el uso de sustancias como en el cristianismo. En última instancia, había que dejar que toda esa complejidad y confusión anidada en su mente buscara su expresión en diferentes músicas y en palabras a veces claras, directas y simples; a veces oscuras, difusas, incompletas. En ese afán, el lenguaje fue libre.
que van de lo folk a lo navideño al catálogo de Frank Sinatra. Cierto, también algunos discos de canciones originales de mérito discutible. No importa. El centro de su actuar, su relevancia se remite a ese periodo de transición en el siglo pasado. Después se embarcó en un interminable viaje alrededor del mundo para rememorar ese tiempo, como lo hacen la mayoría de las estrellas de rock de esa época. ¿Es comparable su lírica que la de Seamus Heaney? ¿Era de mayor valía que la de José Emilio Pacheco? ¿Son sus canciones más literatura que la de Fernando del Paso, Haruki Murakami, Jean Echenoz, Lazlo Kraznahorkai? Como ya hemos dicho, son preguntas insensatas. Bob Dylan ha sido merecedor al premio Nobel de literatura a juicio de quien otorga el premio, y baste con eso.
III ¿Algo impide crear un premio que reconozca según el criterio y gusto personal? En modo alguno. Podría haber en este mundo tantos premios como personas u organizaciones dispuestas a otorgarlos. Un mundo en donde cada quién puede tener sus quince minutos de fama prescritos por McLuhan y ya muy a la mano en youtube, pero también un mundo en donde cada quién pudiera premiar. Que es un poco lo que ocurre con esos premios que son otorgados como resultado de votaciones abiertas en internet. Que entre las siete “maravillas modernas” se encuentre Chichen Itza es más una RLV 14
Aunque sigue produciendo discos de forma regular, el centro de los trabajos por los cuáles es recordado se encuentra precisamente en ese periodo que va de principios de los 60’s a mediados de los 70´s. Fuera de ese periodo ha producido discos con versiones de canciones
muestra de necesidad reconocimiento bastante sospechoso, que de criterios razonables. Que mi amado San Miguel de Allende sea votado como “el mejor lugar del mundo” por las votaciones organizadas por cierta revista de turismo obedece a una lógica similar, que da un momento de alegría y hace visible el lugar. No más que eso.
previsible el surgimiento de una empresa que se dedique a diseñar los premios, que organice las ceremonias de entrega, que publicite los resultados. Es previsible y acaso inevitable en un mundo donde el centro está en los egos.
IV Mientras tanto, les anunciamos que el próximo año lanzaremos los premios RLV. Estamos en el proceso de definir las categorías, los lineamientos, las fechas de otorgamiento y demás parafernalia. Porque si alguien no está conforme con la manera como se otorga un premio y quiere hacerlo de forma diferente puede hacerlo, ¿o no?
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Por esa necesidad de reconocimiento podemos suponer que en un futuro habrá premios para cada persona, hechos a la medida y con criterios tales que se adaptarán a las necesidades del premiado. Es
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Dylan and “The Death” Paco Olvera
que compré hace años. Fue lo primero que me vino a la cabeza cuando, por sugerencia de Peter, emprendimos un homenaje a Dylan por su reciente designación como Nobel de literatura. Primero el gusto: es un reconocimiento a nuestra generación, los que crecimos y maduramos con la música “moderna” (como mi abuelita llamaba a cualquier canción cantada en inglés), con la difusión usando discos de acetatos, luego casetes, discos compactos y hemos sobrevivido hasta la difusión digitalizada por internet. Ciertamente se ha generado gran reacción.
Unos a favor, otros en contra, y como siempre una legión de individuos que aprovechan para generar polémica, nomás porque no le dieron el premio a un literato, se lo dieron a un músico o tan sólo para subirse “al banquito” y ganar notoriedad. Es imposible no relacionarlo con el nombramiento de Adolfo Hitler como “Hombre del Año” en 1936 (que por cierto este 2016 se lo dieron a Donald Trump), si bien la mayor parte
Dylan llegó a mi vida en mi infancia (igual que Serrat) por intermediación de mi hermana. Llevó a casa un disco. La canción que puso en la consola sonaba dulce, interpretada por voces melodiosas. Yo no la entendía, estaba en inglés: “the answer my friend, is blowin’ in the wind”. Mi mamá le decía a mi hermana que para que escuchaba cosas que no entendía. Mi hermana tenía la letra en un cuaderno escrita con letra manuscrita con tinta azul, en una columna estaba en inglés y en la otra
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Es el nombre de un disco en el que Bob Dylan canta con Greatful Death
de la humanidad no estamos de acuerdo con lo que provocó, ciertamente fue un individuo de influencia innegable, que es lo que aquel nombramiento perseguía. Pero ¿qué es un músico?, ¿quién interpreta, ¿quién compone música, quien escribe poemas que son cantados? Por su puesto, por similitud pienso en los poemas de Antonio Machado o Miguel Hernández a los que Joan Manuel Serrat les puso música, ¿dejaron “Cantares” o “Para la libertad” de ser poemas?, ¿fue malo popularizarlos mediante canciones que se difundieron en discos y no en libros?
en español, alguien se “la había pasado”, como era la costumbre en aquel entonces: alguien consiguió la letra y otro alguien la tradujo, muchas veces en programas en la radio en “La Pantera” o “Radio Capital”. Me sentaba junto a ella, abría su cuaderno y me leía lo que la canción decía. Ahora entendía las palabras que me recitaba mi hermana, pero no estaba seguro de saber que quería decir, ella me explicaba que hablaba de los errores que cometía “el hombre” (yo aún no tenía conciencia del género humano, por lo tanto no sabía a qué hombre se refería). Cuando llegué a la primaria, aprendí que los muchachos del disco se llamaban “Piter, Pol y Mari” (Pol como Pol Macarni), pero que la canción era de un tal Bob Dilan. Ya para ese momento había escuchado “Cantares” y me sentía contento de entender “cuando el jilguero no puede cantar, y el poeta es un peregrino”, de igual forma, comencé a encontrar sentido en “cuantas veces un hombre debe voltearse y pretender que no ve”.
o ponerse más papistas que el papa o acudir a modales, maneras o protocolos, pues serán usados para polemizar, criticar y en general, llenar programas y espacios con notas que no cambiarán el hecho y no aportarán nada. Ciertamente los individuos pueden haberse sentido desairados, o esperar una mínima cortesía, pero creo que lo interesante es que han sentado un precedente interesante, recordándonos que la sensibilidad de lo escrito no debe ser marginado por la “profesión” o clasificación de quién lo escribe, sino de su aportación a la humanidad. Alex mencionó un comentario de Irvine Welsh “que los miembros de la comisión debieron consultar en el diccionario la diferencia entre música y literatura”. Muy respetable su opinión, no entraría una discusión semántica o semiológica o bizantina, pero no sé si Wolfgang Mozart consideraría músico a Irvin Berlin, y si esté diría que Leanrd Cohen, el “Lorca de Montreal” es más poeta que músico (no incluí a Rigo Tovar o Chico Ché para no llevar este razonamiento a un extremo abusivo).
En mis tiempos de la secundaria, escuchaba a mis primos Sergio y
mundo habla que ni siquiera ha respondido a la comisión del Nobel, pero la verdad es que eso ya no debía interesar. Se busca generar noticias. El público está ávido de contenido y si hay que generar morbo,
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El premio ya se otorgó. Quién sabe si Dylan acuda a su entrega, todo
Claudio, que vivían en Tepito y nos visitaban, hablar con referencia de Dylan y veía sus fotos en las revistas “Conecte” o “Sonido”, pero en realidad no tenía mucho acceso a su música, digamos que era una admiración por transitividad, que se prolongó en la prepa, cuando platicábamos con Beto Arrieta, el “Tola”, “Los Tanques” o con “La Canica”, aunque en el departamento de este último, si comenzamos a escuchar algunas como “Mr. Tambourine” o su propia versión de “Blowin’ in the wind”. En principio me resultó impactante que no cantaba “bonito”, pero que era interesante, pues para todos nosotros que “aullábamos” las canciones, esto nos daba una secreta esperanza. Tratábamos de entender la letra entre todos, y muchas veces terminábamos con un mensaje medio masticado, más que una traducción precisa, pero con eso teníamos. Admito que en aquel entonces los riffs de guitarra o los largos solos de batería capturaban
más fácilmente nuestra atención y nuestro gusto, pero allí quedaban sembradas las letras, los conceptos y las “filosofadas”: nos sentíamos grandes, comenzábamos a entender, sin saberlo, lo que es transcender.
poeta pueblerino y cantador que se fue demasiado pronto, para él no hubo Nobel y apenas comenzaba la fama.
Lo dicho, se generó polémica, mucha por aquellos que se sienten
muchos lados y de muchos tipos, y los saldos de “Mercado de Discos”, o las ventas en la Lagunilla, o los casetes que te llegaban. Radio Universal, Rock 101, WFM y “Espacio 59” transformada a partir de “La Pantera”. Los programas me educaban, me dejaban escuchar, me daban ideas, me daban alas. Allí comencé a tener más gusto y respeto por Dylan. “Like a Rolling Stone”, más allá de dejarme saber la inspiración del nombre de la banda de la “boca con la lengua irreverente”, se me hacía de un paralelismo magnífico con “El Rey” de san José Alfredo Jiménez. Por primera vez me daba por escribir lo que yo sentía, sentir lo que yo escribía, hacer versitos cursis a mis amores perdidos e imaginarios. Por su puesto que en aquella descubría a otros, alguien que no puedo separar de Dylan en mi imaginario personal es a Jim Croce,
Los memoristas que aprendían las lecciones de los filósofos para enseñarlas a sus alumnos, habrán despreciado a los “debiluchos” mentales que las escribían en papiro y en pergaminos, y los escribanos de la falta de mérito de producir en serie los escritos con imprentas
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Ya en la Universidad había más fuentes de sabiduría, con amigos de
cultos (o culteranos) y juzgan con mucha ligereza. Yo he sido muchas veces de esos puristas que dicen que muy mal por comprar grabaciones de libros leídos por la flojera de no leer. Me disculpo por mi pedantería. Ahora admito que no había pensado en que disfruto mucho las grabaciones que tengo de Jaime Sabines leyendo sus poemas. También pienso que la Enciclopedia Britannica ya no se imprime en papel y continuará su existencia en medios virtuales; a mí me gustan los libros, pero no podemos decir que desapareció sólo porque ya no imprimirá, o que hay que quemar todos los libros de nuestra biblioteca porque ya son inútiles. Respetaré las opiniones en contra o a favor del Nobel para Dylan, pero no admitiré dogmatismo, envidia o amargura. Como el compa que mandó de cotorreo el meme “que joda para Murakami, lo digo de literato a literato”. Quién haya leído, o para ser más preciso, quien se ha enterado (porque bien pudo haber escuchado) a Murakami, sabe de la fuerte influencia que ha tenido en su vida la música, por haber sido el dueño de un club nocturno, tan sólo pensemos en “Tokyo Blues” o “Norwegian Wood”, que me da pie a mencionar a The Beatles, que con primero con versitos sencillos y luego con letras más poéticas me llevaron desde “I wanna hold your Hand” hasta “The fool on the hill”, que generaba el estupor de mi abuelita cuando mi hermana decía que hablaba de Jesucristo.
Ya en la Letrónica lo habíamos mencionado, por la letra en la que se le asocia como bufón en “American Pie” por su vestimenta en su “Freewheeli’n”, o la muerte de Suze Ruottolo que aparecía con él en la portada, disco que a su vez fue referido en el repaso de la letra de “We didn’t start the fire”, pues la canción “Oxford Town” hace referencia a los problemas raciales en “Ole Miss”, además que Billy Joel menciona a Dylan explícitamente entre los que comenzaron con el fuego en otra parte de la letra. No es oportunismo, es gusto, es claro que ha formado parte de nuestras vidas.
Por si esto no parece un homenaje, dejé al final hablar con más detalle lo que para mí significa “Times are a-changin”. Por su puesto son de las canciones de Dylan que escuché dese los tiempos de los programas radiofónicos nocturnos en las largas horas de estudio en la universidad. En aquellos momentos, no traducía con tanto cuidado las letras, o bien no todo lo que decían incidían en lo que yo pensaba, lo quedaba conmigo es que los tiempos cambian, pero no llegaba tan dentro de mis pensamientos. Al paso de los años, cuando nació Ana Luisa y ahora que
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mecánicas, y estos manejadores de tipos de los linotipos y las impresoras offset para revistas y periódicos, ya que decir del editor que estoy utilizando, “Times are a-changing”. Ya adulto, seguí escuchando y aprendiendo, sorprendiéndome de escuchar canciones con letras interesantes, que resultaban ser de Dylan, como la versión de “It ain’t me Babe” de Johny Cash, maravillosa, de una nostalgia aún mayor que su original, pero este es un gran ejemplo para recalcar algo buenísimo de sus letras y canciones: se escuchaban bien con él y bien con otros (como “Bonita” de Luis Alcaraz con Tintán). También es justo mencionar que él hacía también excelentes covers, como “Red Cadillac and a Black Moustache” de Warren Smith en el homenaje a “Sun Records” (yo casi llego, me quede con un “black Mustang and a grey Moustache”). Del disco con Greatful Dead, Slow train describe como el petróleo extranjero toma control de la “tierra de los valientes” (haciendo referencia al himno norteamericano), o una cueva de ladrones, que mienten en nombre de la religión, con frases que parecerían más apropiadas para la desgracia mexicana, con esto yo considero que se cruzan fronteras. Un cantante de folk que se pasó al rock y de ser judía a cristiano, y a componer música mística, nunca se ha caracterizado por dar explicaciones o detenerse o dejar de experimentar, muy probablemente vaya a la ceremonia, eso no le quita merito ni a él ni al Nobel.
he continuado en mi lento aprendizaje de ser padre, cambió mi forma de escucharla, pues antes pensaba que le hablaba a mis papás, y ahora me queda claro que me habla a mí, pero si consideramos que la escribió en el mismo año que yo nací, también podemos hablar de una trascendencia en el tiempo. Y me hace llorar, por lo que recuerdo y por lo que viene. Espero que sirva de guía para mi hija, y de sus hijos. Gracias a la comisión Nobel por dejar que un hombre que canta “como tú y yo”, gane un premio tan distinguido. Gracias don Beto Zimerman.
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Come mothers and fathers Throughout the land And don't criticize What you can't understand Your sons and your daughters Are beyond your command Your old road is Rapidly agin' Please get out of the new one If you can't lend your hand For the times they are a-changin'.
Exhorto a la lectura de “Moby Dick” Alex Hernández
hombre. La anécdota puede resumirse en unas cuantas palabras: la caza de una ballena.
Es más, he visto el dibujo de un mapa que contiene el resumen de toda la historia. Se ve cómo el barco ballenero Pequod parte de New Bedford y llega hasta las zonas del pacífico en donde ocurre la mortal persecución de la ballena. Aparecen todos los elementos principales de la obra: primero los personajes, el
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Es extraordinario que un libro así fuese escrito por un solo
Capitán Ahab en primer término, y los oficiales Starbuck, Stubb y Flask; los arponeros Quequeg, Tashego y Dagoo; aparecen los notables encuentros del Pequod con las naves que encuentra a su paso: el Albatross, que se dirige de regreso a Nantucket e ignora las preguntas de Ahab; el Town-Ho con la historia del marinero humillado por su oficial y la escalada absurda llevada hasta sus últimas consecuencias, es decir, al abandono de la nave en los mares del sur; el Jeroboam, con un profeta a bordo que se hace pasar por el arcángel Gabriel, y cuenta la historia del desdichado Macey, quien murió en el intento de cazar a Moby Dick y jamás recibió la carta que le envió su esposa; el Jungfrau, cuyo capitán mendiga un poco de aceite para después de forma traicionera intentar ganarle al Pequod en la caza de una ballena; el Bouton de Rose, inepto ballenero francés que remolca dos malolientes cadáveres leviatánicos y aun así, es despojado por Stubb del valioso ambergris; el Bachelor de Nantucket que regresa victorioso y festivo, con las bodegas llenas de barriles de aceite, marineros borrachos cantando y bailando y hasta un par de isleñas completando el placer; el Samuel Enderby de Londres, cuyo capitán perdió su brazo en batalla con Moby Dick, pero a diferencia de Ahab, ha hecho las paces con su destino; y en fin, el Delight, que advierte al insensato Ahab de lo inútil de su propósito.
Fácilmente se narra la anécdota. Pero es como si leyéramos una
concentrarse, la escritura pareciera expandirse y abarcarlo todo.
nota de cata del mejor de los vinos, de un vino que saciara toda sed. ¡qué absurdo sería conformarse con ver la etiqueta! ¡Hay que probar el vino! ¡Hay que leer y releer este grandioso relato!
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Y con todo, es imposible resumir este libro, porque en lugar de
Maratón 2016 Alex Hernández
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Para el maratón que me he propuesto correr con mi buen amigo
Me despierto a las 5 de la mañana. La noche anterior preparé mis cosas para salir a correr. Mis calcetines especiales para no sufrir por las ampollas. Mi chamarra con bolsas selladas para que no se moje mi teléfono, del que dependo para llevar registro de la ruta y escuchar música en el trayecto; mi gorra de Súper Papá, que es la única superstición que me permito. Mis tenis y mis shorts, ya muy usados pero por lo mismo, confiables.
Salgo de la casa como a las 5:30. Tomo rumbo a la Condesa. Para empezar, haré mi rutina de recorrer el parque México, luego avenida Amsterdam y luego ya veremos. En el Parque México me detiene una joven menuda y atractiva, que parece un hada. Su acompañante es un joven alto y delgado que a golpe de vista me recuerda a Bob Marley. Ella une sus manos e inclina su cabeza para solicitarme un momento de atención. Usualmente no me detengo a esas horas, mi experiencia ha sido con gente que viene de una fiesta y quiere tomarme el pelo. Pero algo en su mirada me insta a hablar con ella. Me habla con acento francés. Es evidente que están cansados, bebidos y perdidos. Les doy un par de indicaciones y se van felices a concluir la noche o continuar el día.
Víctor, que es el de Querétaro, queda que ni mandada a hacer una salida de 32-34 kilómetros en la fecha en que se corre el maratón de la Ciudad de México.
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No estoy inscrito, así que me debato entre unirme de forma clandestina a los corredores del maratón, o por el contrario, alejarme lo más posible de la ruta de la carrera. Ya lo decidiré.
Correr es un maratón que se encuentra al alcance de casi cualquiera que se lo proponga, pero que requiere de preparación, sobre todo para no sufrir un percance. Un plan estándar prescribe salidas cada dos o tres semanas, con incrementos graduales de kilómetros recorridos.
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I Ciudad de México
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Sobre una fuente de Amsterdam está una pareja. Él es negro, joven, apuesto y sonríe relajado. Ella está recostada y descansa su cabeza en las piernas de él. Tiene las piernas dobladas, de modo que la falda se desliza y muestra unos muslos dorados, resplandecientes bajo la luz de las lámparas. Casualmente, pero no hay casualidad, es la pequeña plaza de Iztacíhuatl. Sobre la avenida circulan bicicletas como cardúmenes de peces abisales, sonando sus timbres mientras titilan sus luces de presencia.
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Regreso por 5 de Mayo, rodeo la concentración de corredores que aún no salen pasando por atrás de Bellas Artes y la Alameda. De nuevo llego a Reforma y me encuentro con los primeros corredores, que van en sillas de ruedas o son ciegos con guía. Al principio voy con cierta timidez por las banquetas, pero después me animo y entro a la vía principal.
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élite. Es como una hermosa parvada de aves altas, atléticas y con camisetas de muchos colores. Sólo una es rubia y según me entero después, es lituana, se llama Diana Lovacevske y ganará la carrera.
Al llegar a la calle Sonora encuentro una gran cantidad de policías preparándose para cuidar el maratón. En la intersección AmsterdamSonora encuentro los puestos de abastecimiento del kilómetro 30. Ahí decido unirme a la carrera. La salida es a las siete y apenas pasan de las seis. Eso me da tiempo más que suficiente para llegar a avenida Juárez, donde será la salida.
A la altura del monumento a Cristobal Colón pasan las corredoras de
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Eso fue a la altura del kilómetro 6. Al kilómetro 11 nos alcanza una fila cerrada de motocicletas que abre paso a los corredores élite. Es un grupo cerrado de una potencia física salvaje. Diríase maquinal si no nos sorprendieran sus elegantes zancadas, una concentración sorda, total, el ruido apagado de su trote. Me es imposible seguirles el paso más de cien metros.
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Entre el kilómetro 11 y 17 es cuando mejor me siento. En realidad equivalen a mis kilómetros 21-27, pues al llegar al zócalo yo ya llevaba 10 kilómetros recorridos.
Las calles muestran rostros excéntricos: Monterrey y Niza parecen calles fantasma mientras que Chapultepec ya está congestionada y llena de luces de autos. Reforma se muestra llena de competidores caminando hacia la salida. Juárez y Eje Central aparecen atestados. Paso por entre la gente llena de entusiasmo y rodeada de música a alto volumen, rodeo y sigo hacia el Zócalo por República del Salvador.
Mientras en Kioto un shirosagi (grulla) se establece en una perfecta quietud y la ciudad se mueve de acuerdo con interminables ceremonias de protocolos y cortesías, aquí parece que nos encontramos en un inmenso laboratorio de movimiento browniano. Todo, no sólo los que corremos. La textura rugosa del pavimento, el caos vehicular exacerbado, los puestos de jugos y alimentos, pero sobre todo las
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Lo cual no haría sino crear violencia. Un movimiento browniano, como he dicho, de voluntades que chocan. Tal vez en algún árbol del bosque de Chapultepec algún zanate tenga el mismo comportamiento inmóvil de la grulla sobre el río Kamo. Pero es poco probable, pues su método de alimentación es muy diferente.
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Salgo del circuito maratoniano y tomo de nuevo por las calles de la Condesa, esta vez por Mazatlán, que ahora están casi desiertas. Cuando llego a casa, los vencedores están entrando al estadio de CU.
II Querétaro -
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Esta es la conclusión, tal vez artificial, de un proceso que tomó 5 meses si utilizo ciertos parámetros, 4 años si utilizo otros, o 25 años si me remonto a las primeras intenciones. Correr es aburrido y gratificante. Es doloroso y placentero. Permite la concentración o la despreocupación. Conocer o ignorar.
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Correr grandes distancias permite conocer a alguien diferente al final de la ruta. Diferente pero el mismo.
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Lo previo es una carrera ligera el sábado por la tarde. En Querétaro los sábados son un día con un patrón de comportamiento similar al de los sábados de la ciudad de México: hay gran actividad comercial, son congestionados, frenéticos, tumultuosos. Pero hacia la tarde tornan en ciudades tranquilas. El centro de Querétaro se llena y se vacía en menos de una hora.
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La mañana del domingo nos levantamos temprano. Esperábamos que un taxi nos acercara al estadio Corregidora, donde será la salida, pero las calles ya están cerradas. Así que tenemos que salir a caminar por esas calles vacías, que poco después se llenarán de actividad.
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Llegamos al estadio. La salida demora más de lo deseado. Hay gente conocida. Todo mundo busca a alguien para animarle y animarse. Hay nerviosismo y excitación. Confianza en la preparación, pero también la esperanza de que la jornada sea benigna.
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Los primeros 10-15 kilómetros son de verdadera fiesta. Suena la música cada tantos kilómetros, la gente anima a la vera de la ruta, los puentes semejan suaves colinas sobre las que corre un mar de gente vestida en su mayoría de color rosa. Una ola feliz cubre las calles.
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voluntades imperiosa e irracionales de todos los que creen, los que tienen la certeza de que su razón es su razón.
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A contraflujo encontramos a las mujeres más veloces. Una menuda y esforzada mexicana corre apretada entre dos africanas. A la larga, no aguantará el inclemente ritmo. Víctor busca a sus amigos invidentes, alcanza a ver uno de ellos. Estos hombres corren los domingos en la carretera SMA-Guanajuato desafiando –verdaderamente desafiando- a los automovilistas que casualmente pasan por ahí. Algún presidente municipal les regala un par de tenis, y cuando corren en maratones fuera de México tienen que hacer colectas para juntar para el avión. No es raro que no les alcance para correr. Mientras tanto, costosas instalaciones se encuentran vacías y desaprovechadas, y algún gordo burócrata se pone pants Adidas para cobrar su sueldo de alta responsabilidad.
Por ahí del kilómetro 15, llegando al centro de la ciudad, transitamos a una etapa más difícil. Se acabó la multitud, pues ahí nos separamos los que vamos a correr los 42k de la gran mayoría, que va por los 21k. Así como se adelgaza la fila de gente corriendo, también disminuye notablemente la gente animando. Desde ahí hasta el parque Querétaro, que se encuentra hacia los límites de la ciudad, es una etapa bajo mucho sol, calor y subidas y bajadas.
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Pero el verdadero sufrimiento está por llegar. La famosa pared del kilómetro 30 se alza como una verdadera muralla. No importa –o si- la preparación previa, los geles energéticos, las reservas de glucógeno, las palabras de aliento, la música intensa. El agotamiento cae sobre los cuerpos en forma de calambres, y sobre la mente se expande una duda: ¿puedo? Y en el fondo, una aún más cruel: ¿quiero?
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Víctor se detiene unos minutos. Yo sigo. En esta etapa trato de anclarme a alguien que mantenga el ritmo. Los geles, los chocolates y las bebidas energéticas ya me hostigaron el sentido del gusto. Sólo quiero agua, pero no tanta porque el otro gran problema, la necesidad de orinar, se hace más fuerte a cada kilómetro que pasa, lo que aumenta la presión física y mental.
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Los últimos dos kilómetros son en pura subida. Para llegar al estadio hay una pendiente posible, pero dura. La joven que ha sido mi ancla los últimos siete kilómetros me rebasa. Aunque trato de alcanzarla, ya las piernas no me dan.
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Al llegar al estadio ella afloja el paso para tomarse fotos. Yo prefiero acelerar. Cruzo la meta después de cuatro horas con veintiún minutos.
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Al subirlas gradas el gozo es muy cierto. También el dolor en las piernas. Apenas si puedo bajar las escaleras. Tal vez las mayores alegrías sean ver llegar a Víctor, que venció los terribles calambres. Y una joven que irrumpe en una foto que me estoy tomando, y me dice: “ya somos maratonistas”.
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La vitrina La médula de la vida Paco Olvera
Contaba mi amigo Rodrigo una magnífica anécdota de su abuelo,
Conforme he juntado más años, ha sido más natural y ha resultado más
refiriendo a las prohibiciones que el doctor comenzó a hacer respecto a su forma de vivir: “debe dejar de beber, de fumar, dejar de comer alimentos que contengan mucha azúcar o colesterol”. Luego de escuchar tantas restricciones sobre todo aquello que el señor de avanzada edad consideraba un placer, preguntó asombrado, “doctor, y eso, ¿cómo para qué?”, a lo que el galeno respondió, “pues para que viva más”. Sin salir de su asombro, el sabio anciano sentenció: “pero doctor, usted no quiere que viva, ¡usted quiere que dure!”.
fácil ponerme meditabundo en lo que a vivir o morir se refiere. El tiempo de vida, como cualquier otro tipo de fortuna, puede ser apreciado o despreciado, supongo que como a cada quién le va en la feria, “no importa cuánto vivas, sino como vivas”, “prefiero vivir menos años, pero en plenitud”, “si cuidas tu alimentación y tus hábitos, vivirás más”, “sólo se vive una vez”. Lo que me parece es que “el hecho de vivir” es mucho más que “permanecer vivo”, parafraseando a Tomás Alva Edison, es un asunto de respiración, pero también incluye la inspiración. Viendo todo esto escrito, parece que obedece a una lógica simple, resultado de la obviedad, pero lo que no es banal es aceptarlo y hacer que forme parte natural de nuestra forma de actuar, de “nuestra forma de vivir”. Cuando mi mamá le preguntaba al señor Martín, el radiotécnico que reparaba nuestros televisores, si aún vivía (habitaba) en la misma casa de siempre, el pintoresco caballero respondía, “si doña Gloria, allí vivo y bebo”.
Cuando hacemos complicados planes, con muy baja probabilidad de RLV 14
éxito, y cuando las consecuencias de resultados negativos no se hacen esperar, solemos sentenciar “la vida no es como en las películas”, entonces ¿cómo es la vida? Puede que la vida no sea como la trama de
una película, pero la forma en la que la recordamos y de cómo la construimos en nuestra imaginación si lo es: cuando recordamos “desvanecemos” la escena, “editamos” el orden de los acontecimientos, hacemos acercamientos, en fin, no sé si aprendimos a recordar como en las películas o las películas son resultado de la forma en la que recordamos.
copia, de cualquier formato de una película, se tendrá la esperanza de que una mente inquieta la pueda regresar de entre las sombras a la luz.
Culturalmente como mexicanos, hemos crecido y vivido recordando a
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Fue justo en la “Sociedad de los poetas muertos” donde aprendí la frase “chuparle la médula a la vida” (suck out all the marrow of life) de Henry David Thoreau, e incluso compré el libro “Tres siglos de poesía americana” (donde por cierto no viene este verso, que es parte de un libro llamado “Walden o la vida en el bosque”). ¿Y no es el cine una forma de intentar perpetuar la vida? John Keating, el personaje del inspirador profesor que personificó Robin Wiliams, adquiere vida cada vez que proyectamos la película. Si sólo apreciamos las películas por su mérito tecnológico, se puede resumir en una técnica cada vez más intrincada y perfecta de capturar una imagen en movimiento, pero con una mínima componente de filosofía, es un intento de perpetuar la vida, de pugnar por la eternidad. Pero nada se podría hacer si nadie más quiere ver una película, como mi amigo Alex siempre recuerda “Is anybody here remember Vera Lynn?”, cuando Roger Waters se pegunta en “The Wall”. Pero mientras exista una
nuestros muertos como parte activa de nuestras familias. Llevamos muy lejos la idea del paraíso y del “más allá” que recibimos por la fuerza de los conquistadores españoles, la mezclamos con el paraíso de Tlaloc y creamos una vida paralela en un mundo de muertos, más cercana tal vez a la visión de los egipcios, pero si ser fúnebre, sino natural y alegre. No construimos pirámides, pero preparamos mole, tragos, postres y hasta ropa como les gusta (en tiempo presente) a nuestros “difuntitos”, pues hay que hablarles y tratarlos con cariño y respeto. Claveras de azúcar con su nombre, fotos en marcos muy apropiados, música y el pegamento de nuestros recuerdos nos llevan a construir la película de nuestros recuerdos, la proyección de la nostalgia dentro de nuestra cabeza. Pero falta un elemento más que es clave: hacerlo en forma comunitaria, con amigos, de esos que son hijos de nuestros padres y llamamos hermanos o con hermanos que nacieron de otros padres, “my brother of another mother”, solía llamarme mi querido amigo Edward McDonald, nacido en Boston, de sangre irlandesa, con quién pude compartir algunos tragos el día de San Patricio, bajo una unidad creada hacía muchos años por el
batallón homónimo que peleo junto a nosotros contra la invasión americana.
siempre de mis amigos, pero ¿acaso no gozo en visitar los lugares que conocemos?, ¿no encontramos felicidad en un sillón viejo, o viendo el sol entrar por una ventana cuyos marcos han sido corroídos por la intemperie?
Como epílogo a esta serie de desordenadas ideas, y recordando la famosa foto publicada al cierre del periódico “Regeneración” diré: “la Letrónica no ha muerto, andaba de parranda”, y sigue aquí para sacarle el tuétano a la vida, aquí y cada que sea leída.
Cuando comencé a escribir, no sabía a donde iba, pero hablar de vivir,
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es hablar de gozo, y el gozo es estar con amigos, compartir con ellos el recuerdo de lo que pasó y con la emoción de lo que puede pasar. Al leer estas líneas, también me doy cuenta que me estoy copiando o llegando a lugares que ya había visitado en otros escritos, como en los recuerdos de Robin Williams, las canciones de despedida del bicentenario y siempre,
Una de balazos Paco Olvera
De niño me encantaba leer acerca de la Segunda Guerra Mundial y desde luego veía al sargento Saunders, el teniente Henley y al Caje ponerle en la mother a los alemanes, que siempre eran unos tarambanas y zopencos. Supongo que la guerra, la destrucción y las escenas de artos balazos resultan atractivas para los infantes, si no pos nomás pregúntenles a los chavillos que tal las escenas de “Matrix”, “¡pura vida!” como diría el Clavillazo, o pura muerte ¿no?
Pero más que hablar de mis gusto por las películas de la Segunda Guerra
ir a pasear. El “Tejocotal”, aunque por un lado era bonito para merendar en el campo y jugar fútbol, tenía una terrible fama, pues en varias ocasiones, en días de campo normales o en idas de “pinta”, más de un muchacho que se sentía experto nadador, era “engarrotado” por las heladas aguas de la presa, generando nuevos, pero a la vez repetidos episodios de tragedia en el pueblo. Todos los papás solían decir “ . . . si no es la primera vez que pasa, como les permite ir . . . ¡si no es de que les permitan!, estos muchachos que nunca obedecen . . .”, pero bueno, aunque no lo crean eso no era lo que les quería platicar, perdonen tanto enredo.
Mundial y otras de las que otro día les platico (o les escribo platicando), me estaba acordando ahora de todas las escenas y recuerdos de balazos que tengo de mi juventud en el pueblo; están muy revueltos, bueno ahorita que se los comience a contar se van a dar cuenta, muchos recuerdos son ingratos, pero otros, por increíble que parezca, son graciosos (bueno, cuando estás chavo, tienes unas ganas de vivir que a todo le hallas el chiste).
El contacto con las armas y la “naturalidad” de su existencia
Bueno, a lo que estaba: era muy socorrido, al menos cuando yo era niño que, en los días de campo, alguien llevara una pistola, no sé calibre 22, nada extraordinario, y tomando la profundidad del vaso de la presa como fondo, hacíamos “blancos” en latas, en vasos vacíos, o en varitas. Me
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Como muchos chamacos de pueblo, mi primera experiencia real con armas de fuego fue en un día de campo, fuimos a la presa del “Tecojocotal”, que además de tener nombre como de albur, era un paraje muy boscoso en torno a una presa, donde a la gente del pueblo le gustaba
acuerdo que mi abuelita tenía una puntería de apache, misma que demostraba no sólo al usar un arma de fuego, sino al tirarnos zapatazos cuando nos echábamos a correr: se los quitaba al vuelo y ¡mole canijo! en plena choya. En el día de campo, le tirábamos y le tirábamos varias veces, las balas no parecían ser caras o difíciles de conseguir, la verdad no tengo claro si alguna vez le atiné a algo que no fuera el suelo cerca de los blancos, pero me sentía “grande” disparando un arma. Luego de tirar, íbamos a revisar donde habían quedado los balazos, los “ramplonazos” (como nos enseñó a decir mi papá) marcaban la entrada a pequeños orificios, que parecían como si se hubiesen enterrado allí alguna clase de insectos imparables que se escondían de nosotros.
existe y tiene la inscripción. Bueno, para variar ya me desvié a hablar de otra cosa, en fin, teniendo contacto con las armas, había una preocupación constante, sobre todo de mi mamá, pues temía que algo nos pudiera pasar, por lo que mi papá adoptó una política temeraria, pero yo creo que inteligente: lejos de ocultar las armas de nuestra vista, estaban en el despacho, nos enseñó a desarmarlas y a limpiarlas (bueno, el único que en realidad aprendió fue Nacho) y sobre todo a una cosa: “A las armas las carga el diablo” ( . . . para que las disparen los pendejos, bueno eso no lo decía mi papá, pero es cierto).
A mi papá le gustaba el tiro deportivo, el tiro al disco y el tiro al pichón, Cada que podía, mi papá nos explicaba que las armas no debía usarse para dirimir disputas y menos a amenazar a alguien, pues un código bien sabido en el pueblo y en otras poblaciones cercanas, aún más agrestes, es que “El que la saca, le jala”, si estás enseñando un arma sólo para presumir, un día de estos alguien te va a dar un “plomazo” sin darte chance de nada, no se van a poner averiguar, bueno en este punto vale la pena recordar que una vez mi mamá me contó que fue a Pachuca al
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jaula europea o “colombaire”, por lo que siempre hubo armas en la casa, deportivas mayormente, pero armas a fin de cuentas. De la colección que mi papá tenía en la casa, las que nos gustaban a mi hermano Nacho y a mi de niños, eran dos pequeños mosquetes, uno pequeñito de dos cañones, que parecía hecho a nuestro tamaño y otro más oxidado, con un cañón largo que, aunque no tan bonito como el otro, tenía una inscripción que lo volvía maravilloso “Tulancingo 1864” ¿lo pueden creer? Tulancingo era una gran ciudad, ¡allí se construyeron rifles alguna vez! Bueno, eso no lo sé en realidad, pero a mí me gusta creer en eso, con todo y todo, el rifle
dentista y se le hizo tarde para regresar por un terrible accidente que hubo en la carretera, cuando llegó a la Terminal, mi papá andaba muy preocupado reunido amigos para ir a buscar a mamá a la carretera, y traía, la pistola en el cinto, por si se ofrecía, pues por muchos años, aunque en forma esporádica, las carreteras de mi pueblo a México fueron lugares donde abundaban hampones que bloqueaban la carretera y robaban a los automovilistas o a los pasajeros de los autobuses.
dado a mi papá, todos hechos a mano primorosamente por don Gilito Izurieta, además de los trofeos, primero y segundo lugar en los dos primeros campeonatos estatales y el quinto lugar en el internacional de Cuernavaca, “donde vinieron los checoslovacos que ganaron la medalla de oro en la olimpiada” (eso fue en el 1970 y se referían a la olimpiada México 68), que era la pieza que mi papá presumía con mayor orgullo. Todo era parte de una atmosfera de normalidad donde las armas eran de lo más común.
Dos balazos, una familia dividida.
Bueno, y los balazos ¡¿a qué hora?! No coman ansias, ya vamos, ya
había varías cosas más relacionadas con el tema del tiro y la cacería, la que más me impresionaba, un pato disecado en actitud de vuelo en la pared, en el cual mi hermano me enseñó a distinguir, un pequeño parche negro bajo el ala izquierda, donde según me decía él, y que me sigue pareciendo lógico, fue por donde el taxidermista le saco “el relleno” y le puso algodón; bueno sobra decir que en aquel entonces ni siquiera sabíamos que existía la palabra “taxidermista”, creo que lo aprendí años después en una caricatura del pato Lucas (esa donde ya no quiere volar al sur y Porky lo termina rellenando de algodón). Otras cosas que había eran el rifle con mira telescópica (para los borregos cimarrones decía mi papá), los diplomas del Club de tiro caza y pesca de Tulancingo que le habían
Cuando niños, teníamos unos amigos muy queridos que eran primos Jorge y Alberto; la mamá del primero y el papá del segundo eran hermanos, hasta que este falleció en un accidente de carretera, pues era conductor de camiones. Tras la muerte trágica del papá de Alberto, su madre viuda cuidaba de sus hijos, con la ayuda de los hermanos de su difunto marido, pero después de un tiempo ella se casó de nuevo. No sé los detalles de lo que se decía de este reciente matrimonio, pero lo que si sé es que mi amigo Alberto comenzó a separarse de nosotros, ya no era el mismo. En la casa, cuando la tía de Alberto visitaba a mamá, aunque los
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Mmmm, estaba en el despacho de la casa, donde estaban las armas,
vamos. La primera vez que escuche disparos fue en el campo de tiro, cuando íbamos con mi papá y después en las noches de año nuevo o navidad, algún “fantoche” (como decía mi abuela) vaciaba los tiros de algún revolver al aire (bueno no me consta si era revolver, pero así me lo imaginaba). Pero cuando el escuchar un balazo realmente fue algo más que una anécdota, fue la muerte del tío de mi amigo Alberto. Omitiré todos los nombres verdaderos por respeto, pues la historia de un balazo siempre tiene una historia larga, muchas veces triste y compleja.
Debió pasar cuando menos un año, y en una excursión organizada por la SEP a la presa de la Esperanza para entender los beneficios del sistema de irrigación del valle de Tulancingo (tuvimos que hacer una maqueta), dónde íbamos puros chavos de quinto y sexto año de primaria de varias escuelas, vi a Alberto. Me acerqué a saludarlo, y apenas me respondió, lo cual era de esperarse, pero siendo niño todavía, yo era muy cándido. Al poco tiempo de este encuentro, el recuerdo de la trágica muerte de Mario se desvanecía pues había dejado de ser noticia, lo cual era triste en dos aspectos: la tragedia de perder a un niño y el olvido en sí mismo. Pero un día que estábamos viendo en la televisión por la noche, creo que algún programa del canal 2 que no nos gustaban mucho, pero era lo que elegía mi abuelita, y como a mi mamá no le molestaba, a nosotros nos quedaba más que alinearnos, en fin. En eso estábamos cuando se escuchó un ruido, una repetición de balazos, como los de la navidad, pero no era navidad. En ese momento más que los balazos me alarmó la reacción de mi abuelita y de mi mamá “unos tiros, aquí cerca”. Corrimos a las ventanas que daban a la calle, pero mi mamá nos dijo “¡ustedes no!, ¡espérense y ni se les ocurra subir a la azotea!”. Por su puesto subimos a la azotea a ver el espectáculo.
Era una corredera de gente, no mucha, pero para nosotros más de dos corriendo en las que suelen ser muy tranquilas calles de pueblo, es un corredera, y vaya que si había cinco o seis. Por cierto, y perdón por lo desorganizado del relato, pero así es cuando platica uno de memoria: el programa se llamaba algo así como “Dígalo sin miedo” donde se pretendía contar historias “de fondo”, de interés social, que muchas veces terminaban en el morbo de la injusticia o de la muerte, tristemente un buen preámbulo para lo que pasaba en la vida real aquel momento. Después de un rato, mi abuela salió al “chisme”: habían matado al tío de Alberto. Por allí apareció la señora Rocío, hermana del difunto, llorando.
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niños “no debíamos escuchar pláticas de adultos”, nos las ingeniábamos para acercarnos y escuchar parte de las conversaciones. Así fue como supimos que el ahora padrastro de Alberto, no permitía a la familia de su papá convivir con él y sus hermanos. Un día llegué a casa con una noticia que me tenía impactado, algo que rompía con todo el orden que por aquel entonces entendía yo del mundo: “mamá, que la maestra dice que Alberto ya no se apellida como antes, ahora se apellida de otra forma”. Bueno, sólo recuerdo que mi mamá le dijo a mi papá, “si, Rocío me dijo que este hombre les puso su apellido a los niños”. Además de que ya Alberto no se juntaba con nosotros y del cambio de apellido, no pasó gran cosa por un tiempo, hasta que un domingo, una noticia sacudió al pueblo y la recorrió como un reguero de pólvora: que había fallecido Mario el hermanito de Alberto en el “Tejocotal”, que lo trajeron y en forma sumaria, habían decretado una muerte accidental, lo enterraron ese mismo día, sin misa, sin velorio y sin rosarios. La causa de su muerte según se supo: un tiro en la cabeza. El chisme era que “alguien” le colocó un objeto en la cabeza como blanco, y acertó a quitarle la vida, todo el pueblo culpaba a su padrastro, incluidos los tíos de Mario y Alberto. Alberto ya no regresó a la escuela.
Al parecer el tío de Alberto, con unas copas de más, fue a reclamar le permitieran ver a sus sobrinos, y se hizo de palabras con el padre postizo. No fue difícil suponer que de allí pasó al reclamo por la muerte del pequeño Mario, y como clímax, el uso artero de un arma de fuego, que nuevamente le quitó la vida a un miembro de esa familia (¿sería la misma?). Alguno de los mirones, de acuerdo al relato de mi abuelita, dijo que el padrastro de Alberto salió pistola en mano, condujo a su esposa y a sus hijastros al coche y salieron de su casa. No supe más de él. Un día su tía Rocío me dijo que Alberto se había ido a Guadalajara con su mamá, su hermana y su padrastro, en circunstancias que les contaré luego.
En cuanto a la muerte de su tío, aparecieron nuevos conceptos en mi “diccionario” de la vida: defensa propia, allanamiento de morada, alevosía, ventaja. No sabía que significaban con exactitud esas palabras que escuchaba en las conversaciones de los adultos, pero algo me quedó claro: hay cosas que, aunque parecen justas no se pueden, y otras que parecen injustas si se pueden, y lo mejor es andar con cuidado y no meterse en líos. Y esa es la historia de los balazos que destruyeron esa familia.
Otra ocasión en que los balazos fueron noticia en el pueblo, fue durante unas elecciones para la presidencia municipal. El candidato del PRI era Javier Castelán y el del PAN era Antonio Martínez. Cuando menos a mí me parecía que en ese año, de acuerdo a las pláticas de los mayores, el PAN estaba más fuerte que nunca, o hacía más ruido, o era la primera vez que yo ponía atención en esas cosas. En la escuela los compañeros cuyos padres eran recalcitrantes priístas o convencidos panistas, intercambiaban opiniones, que en ocasiones resultaban acaloradas; en mi salón no lo era tanto, pues estaba muy chamaco, pero en el salón de mi hermano Nacho, si llegaron hasta los golpes: “boleaaa!, boleeaaa! . . .” era el grito que se escuchaba en la bolita que rodeaba a los individuos que se agarraban a trompadas (este peculiar grito se utilizaba en todo Tulancingo, no sólo en mi escuela, y según mis cálculos se refería a tener un comportamiento de boleros, lustrabotas, no apto para “señoritos” bien educados). ¡Antes de que se me olvide!, les cuento que Nacho hasta ayudaba a uno de sus compañeros a pegar calcomanías del PAN en la calle, me queda claro que más por el arte de armar relajo que porque nos interesara quién ganaba las elecciones, era una forma de ser rebelde y atrevido.
Palomas de a peso.
Como ya les había contado, a mí me parece que los balazos tienen
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mucho de trágico, pero en ocasiones, no obstante el miedo que se haya tenido durante algunos episodios, si una vez terminados no hubo consecuencias trágicas, cuando menos para el que los narra, se pueden relatar con cierta gracia, humor negro por su puesto. Sirva esto de preámbulo para hablar de otros balazos que recuerdo.
. . que ahora si pierde el PRI . . .”, pero los más informados de la política del pueblo comentaban, “ . . . que va a ser como siempre, como debe ser, es pura llamarada de petate, ni él mismo candidato se la cree”. ¿Y los balazos? ¡Ya vienen, ya vienen! El caso es que llegó el mero día de las elecciones, y pues yo no me acuerdo de haber visto nada raro en el transcurso del día. Sin embargo, al caer la tarde, se comenzó a escuchar algo de alboroto afuera, frenazos de automóviles, algunas voces fuertes. Nos asomamos a la ventana; pero desde que oímos los autos frenar, hasta que nos asomamos, ya no alcanzamos a ver nada, sólo se veía que mucha gente caminaba velozmente o incluso corrían calle arriba, hacia la iglesia de “Los Angelitos”. Mi papá se fue a asomar, al rato tuvimos noticias (que nosotros por su puesto escuchamos a escondidas): al parecer la cosa estaba muy complicada, “alguien” había llegado a las diferentes casillas electorales y se habían robado las urnas (en ese momento pensé como en algo para muertos, no me imaginé que fueran cajas de cartón), había todavía persecuciones y balazos, como en las películas o en la tele, la instrucción es que no saliera nadie de casa. Parecía que el resto de la situación iba a quedar por completo fuera de la vida en mi casa, pero entonces sonó el teléfono: estaban buscando a don Gilito Izurieta, nadie sabía dónde estaba, y el desmadre en pleno, mamá le decía a mi papá “ ¡a que sales Nacho!, ¡es peligroso!”, pero mi papá era un amigo leal, además que había otro agravante, Gilo y Gera, los hijos adolescentes de don Gilito no aparecían, habían salido a buscar a su papá.
Luego de que mi papá salió de la casa hubo bastante incertidumbre, la cosa estaba fea, ya en el noticiero “24 horas” de Zabludobski se había dado un reporte de que había balazos en Tulancingo, debido a las elecciones. No recuerdo cuanto paso en realidad, pero no fue mucho, mi papá regresó a la casa, con don Gilito, Gilo y Gera. Se pasaron a la sala
Bueno, fuera de eso, lo que queda por contar como epílogo, es que ganó el PRI, que la leyenda urbana decía que se habían llevado a “los revoltosos” a las minas de piedra pómez, que los habían torturado, que
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Conforme se fue acercando la fecha de las elecciones, algunos decían “.
(donde hay que recibir a las visitas, por su puesto) y nos fuimos a enterar del chisme (en esa ocasión no hubo amenaza o poder humano que nos impidiera estar en primera fila, y en realidad todo mundo estaba muy interesado en escuchar): que don Gilito andaba en el bar echándose unas copas, que los muchachos andaban buscándolo por el jardín (cuando no se hacía ninguna aclaración, cualquier tulancinguense sabía que el jardín del que se hablaba, era “La Floresta” el parque principal del pueblo), escondiéndose en los arbustos, pues pasaban los autos persiguiéndose y tirándose balazos, me acuerdo que Gera decía “¡como si estuviéramos en ‘Combate’ o en ‘Los Intocables’!, se escuchaban los balazos que iban y venían y fuimos avanzando de a brinquitos, como en película de guerra”. Don Gilito, cuya tranquilidad, paciencia y ecuanimidad eran míticas (que mi abuela definía como “sangre de atole”), se limitaba a decir “¡ay muchachos! ¿Para que se salieron? No pasaba nada, y cuando comenzó el relajo pos dijimos, mejor nos echamos otra ¿no?”.
todo había vuelto a la normalidad, ¡ah! Y por su puesto, para cerrar el noticiero, el Sr. Zabludobsky hizo una aclaración, necesaria para que el público no se preocupara: “Recibimos un reporte para aclarar la situación en Tulancingo, las autoridades nos informan que no se trataba de balazos, sino de unos muchachos que andaban tronando ‘palomas de a peso’, ¿Qué le parece a usted?, ni hablar . . .”. Aún entre la gente de antaño en el pueblo, el dicho “palomas de a peso” se continúa usando como un sinónimo amargo de alguna situación desafortunada en la que hay balazos. De la gente que se llevaron sé poco, sólo vagamente de algún muchacho que trabajó en la oficina de Hacienda, que decían que era muy inteligente y que cuando regreso andaba mal, como “ido”, pos ni hablar, lo bueno es que sólo fueron “palomas”. Mmmmm, supongo que a tan conocedora audiencia no habrá que aclararle que las “palomas”, pero en fin: son unos artefactos explosivos, que consisten en un sobre triangular hecho con varias capas de papel periódico, pintadas de una pintura morada muy aguada a través del que se distinguen aún las letras de las hojas del periódico, relleno de pólvora y con una mecha muy corta, que se caracteriza por emitir un estruendo muy fuerte al estallar, y que podía haberme ahorrado toda esta explicación y decir: ¡pos palomas mano!, ¡Cuetes, de’sos de triangulito! (no cohetes, ¿eh? No se confundan), de los que venden todos los puestos en el tianguis o en la navidad.
Otras historias famosas, lejanas y recurrentes, fueron muertes trágicas que resultan de tener armas de fuego en casa, que sigo oyendo repetidas una y otra vez en las noticias, en México, en Obregón, en los documentales de Michael Moore. El hijo de don Pepe, que halló una escuadra en el cajón de su papá, la sacó y comenzó a hacer “sombras”: se la colocaba al cinto, desenfundaba y apuntaba. Por su puesto ya se imaginan lo que pasó: en un intento de sacar la pistola del cinto, presionó el gatillo más de lo debido, la pistola se disparó, tocó la femoral, muerte instantánea para cualquier fin práctico. O de dos chamacos que hallaron la pistola en la casa de uno de ellos, uno le comenzó a “jugar” apuntando al otro, y terminó con la muerte de uno de ellos y con la tranquilidad de sus padres.
¡Chin! La verdad es que no se si vivía en un pueblo muy violento, o me acuerdo de muchas tarugadas o así es en todos lados, nomás que no le piensa uno con calmita. El caso es que según yo iba a contarles poquito de esto y ya ven ¡es un montón!
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Jóvenes y balas: víctimas inocentes y héroes inesperados
que dio fin con la vida del hijo de la maestra Mazzoti, gran académica que daba clases junto con su hermana, una de las pocas personas con una real vocación de enseñar y de servir a su comunidad, y en corto, una de mis fuentes de inspiración para trascender a lo que se podía hacer en el pueblo. El hecho en sí mismo es tristemente rápido de relatar: el joven andaba en su automóvil, al parecer bebido, lo detuvo un policía (poco instruido por cierto, como los que solían y tal vez suelen haber en mi pueblo), se negó a bajar del auto, se dio a la fuga, el policía dijo apuntar a los neumáticos, el disparo salió en un ángulo fatídico, se incrustó en la base del cráneo del joven, extinguiendo otra vida. Lo que tengo que relatar en torno de esto, son dos episodios de valor, que aún permanecen en mis recuerdos: uno de valor cívico y otro que resultó ser una de las mayores lecciones que un maestro pudiera dar.
Luego de la muerte del Joven Mazzoti, los estudiantes en la prepa estaban molestos, decían que iban a sacar al policía de la cárcel y lo iban a linchar, bueno, es justo aclarar que no sé si eso decían los estudiantes, pero eso decían los rumores que circulaban por la calle. Había mucha agitación, yo iba en la secundaria y Nacho, mi hermano mayor en la prepa, mi papá nos pidió que no nos metiéramos en líos (“¡por el amor de Dios!”, como solía decirnos). Los estudiantes de la prepa estaban en un mitin, hablando de justicia y de venganza, y del desmadre que iban a “armar” para protestar, cuando de repente, sin escolta alguna, llegó caminando el presidente municipal, el Dr. Berganza (insigne oftalmólogo orgullo del pueblo). Se acercó al estrado, entre la bola, sin policías o nadie que lo escoltara, pidió el micrófono y les dijo “Muchachos, les pido que se calmen, ya la policía estatal y municipal tomó cartas en el asunto, no hagan crecer el problema, ¿ustedes creen que yo vendría sólo si pensara que las intenciones de ustedes son malas?, sé que están molestos, pero no
Más palabras sobran, la congregación se disolvió en silencio. Hubo una nutrida asistencia de jóvenes al sepelio, para llorar la muerte de un joven y para rendir respeto a una gran maestra, que aún en esa situación tan triste para ella, pudo impartir una lección a sus alumnos. También quedó el recuerdo de un alcalde honorable que encaró la situación para el bien de todos. Yo no estuve allí, pues procuraba obedecer mi papá, y por su puesto me quede en la escuela. Sus palabras me llegaron, a través de mi hermano, de sus cuates, de la gente en la calle, de los chavos de otras escuelas fueron a la prepa y lo oyeron. No sé si lo que se dijo, se dijo exactamente como lo conté, pero tras conocer a los personajes que
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Otro balazo con una historia terrible que sacudió a todo el pueblo fue el
continúen con esto”. Aún que la multitud de adolescentes estaba escuchando en relativo silencio, no parecían convencidos de parar todo, cuando repentinamente el silencio se hizo aún más profundo: desde la entrada de la escuela, avanzando con paso lento pero firme, se miró la silueta de la profesora Mazzoti, pequeña como era ella en lo físico, grande como lo fue siempre en su carácter, que no necesitó jamás de subir la voz para poner en paz a toda un aula llena de adolescentes rebosantes de hormonas. Subió al estrado y dijo “Muchachos, deben creer que a nadie más que a mi y a mi familia nos duele la muerte de mi hijo. Les agradezco que manifiesten su respeto hacia él, hacia mí y mi familia. Sé que están buscando que se haga justicia. Pero con todo el dolor de mi corazón, les digo que esta trágica situación, que jamás debió ocurrir, no fue por desgracia sólo culpa del policía que hizo el disparo, sino también de mi hijo, que debió portarse mejor. Muchachos, ya no tengo a uno de mis hijos, les pido que a nombre de él, que hagan caso de un consejo que les doy como madre y como profesora ¡Pórtense bien! ¡Detengan todo esto! Ese es el consejo que le hubiese dado a mi hijo, y que espero sigan que, si en verdad quieren demostrar su aprecio a mí y mi familia, ustedes que todavía están aquí”.
participaron, no me queda duda que fueron capaces de hacer esto, con un alcance y elocuencia mayores a los que yo pudiera escribir.
Ojo por ojo, talión de pueblo
Como un epílogo tardío, inesperado y que pudiese parecer desligado del relato de la muerte del tío de mi amigo Alberto comparto el siguiente relato. En un baile del pueblo, se hicieron de palabras dos jóvenes, cada uno de ellos de familias que tenían fama de “no echarse pa’ tras”. Salieron del baile, subió el tono, salieron pistolas, balazos y uno de ellos resultó muerto. La noticia volvió a correr como pólvora, hasta en el periódico salió; y como en una versión ranchera de los Capuleto y los Montesco, más bien al estilo de los montañeses gringos de las caricaturas, los Floyd y los McCoy, comenzaron a matarse unos a otros en balaceras diversos miembros de las dos familias.
Pues sí, el último era el padrastro de Alberto, que como decían en la calle, “ese se fue porque nomás es bueno con los que no tienen como defenderse”. No lo sé, pero llevar en la conciencia la vida de alguien no debe ser cosa fácil, tampoco cosa para aplaudir. A estas alturas ustedes se preguntarán algo que yo mismo me pregunto: ¿si se “sabía” quién mataba? ¿Por qué no se hacía nada? La respuesta puede ser muy cínica o muy evasiva: porque todos decían que sabían, pero nadie sabía en realidad, porque nadie quería saber.
De ese exterminio familiar, recuerdo como se iban conociendo las noticias “que dos de los García se echaron (al plato) a uno de los Pérez, allá atrás en la calle de Independencia . . .”, o bien “pos que balacearon el coche de uno de los García cuando llegaba a su casa . . “. Me acuerdo que todo esto tuvo reflejo en mi secundaria, pues se agarraron a golpes un García y un Pérez (una “bolea”), por su puesto en el centro de la cancha de basquetbol como evento principal, sólo que en lugar de un “salto entre dos” para iniciar el partido, se pusieron unas buenas trompadas, sangre, camisas deshilachadas, el prefecto deteniendo a uno, el director al otro, afortunadamente no hubo armas, pero mucho era el temor que algún chamaco intentase llevar una “a escondidas”. Todas esas armas en las casas, todo ese rencor, toda esa irresponsabilidad, todo ese orgullo mal entendido se traducían en balas y muertes más rápido de lo que uno podía creer.
Inconciencia es felicidad: el peligro como un logro
La inconciencia, irresponsabilidad con que se vive en la juventud hace que el peligro y el riesgo sean algo que se busca, no que se evita. Mis
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Era noticia, pero no era novedad que durante un periodo de un año más o menos, se dieran cuatro o cinco episodios más, donde fueron heridos o fallecieron miembros de ambas familias. Hasta que una prevaleció sobre la otra, y el último miembro de una de las familias se “juyó” del pueblo.
últimos años de vida en el pueblo, no siendo un visitante, fueron mi estancia en la preparatoria. Durante esa época, en el paso de la adolescencia a la adultez temprana, la necesidad de destacar, enfrentar retos de hombría y distinguirse de los demás era imperativo y nublaba el juicio, un entorno perfecto para embarcarse en tonterías de cualquier tipo, sin importar el peligro que representaran. Por desgracia, las armas en casa eran suficientemente comunes como para formar parte de muchos de esos “entretenimientos”. Recuerdo especialmente un par de anécdotas que se relacionan con balazos, que terminaron siendo divertidas con los filtros de la nostalgia y la inconciencia.
que preocupado por el riesgo de que se le “escapara” un tiro de la pistola provocado por el impacto de la caída, se dirigió a donde quedó el arma, se quitó la camisa, hizo un bulto y lo deslizó a la base del poste de la canasta, mientras decía: “¡ahí guárdenla!”. Pudimos suponer que traía la pistola en acomodada en el cinto del pantalón, y está salió “volando” durante la disputa del balón bajo el aro; la verdad es que yo no había notado que la trajera allí. Otro día con normalidad del “salvaje oeste”, de esos que teníamos en el pueblo.
Todos estos recuerdos están relacionados con dos queridos amigos
La vaca
Previo a la pistola “voladora”, había escuchado algunas otras aventuras, como la de la vaca. Guiado por la fascinación que ejerce un dispositivo como estos en los jóvenes, como ya les conté, era frecuente que el “Gordo” llevara diversas armas a las que tenía acceso a la escuela. Una de esas ocasiones, llevó una vieja pistola que encontró en alguna parte de su casa o del negocio de la familia. El plan era que, al finalizar las clases, iría con Alejandro hasta el fondo de los terrenos de la escuela, que en aquel entonces colindaban con granjas y terrenos de cultivo, y “probarla allá para que hubiera problema”, cualquier cosa que esto significase. Ambos
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Alejandro y el “Gordo” Solorzano. El “Gordo” no era del pueblo, nunca le pregunté pero se sabía que él y su familia habían llegado de Durango o de algún estado norteño; incluso algunos contaban que venían “juidos” por una cuestión de balazos y difuntos. Yo conocí al papá del “Gordo”, y parecía un hombre juicioso, de buenos modales y no parecería que resolvería las cosas violentamente, pero como dice el dicho “caras vemos, corazones no sabemos”. Lo que si era un hecho comprobable, es que el “Gordo” traía armas desde su casa muy frecuentemente. Aunque yo había escuchado eso como leyenda urbana, la primera vez que lo comprobé personalmente, fue durante una “cascarita” de basquetbol. Jugábamos con la ropa de calle con la que acudíamos a la escuela, que en el caso particular del “Gordo” incluía botines y camisas vaqueras, que por su redondez, siempre usaba desfajadas. Luego de un salto bajo el aro, tratando de recuperar el balón, se escuchó un ruido fuerte y seco, seguido de un chirrido de metal sobre cemento: era una escuadra calibre 45 que se deslizaba girando sobre el eje del gatillo y en dirección a una de líneas de banda. A todos los que estábamos esperando la “reta”, se “nos salieron los ojos”, creo que emitimos sonidos de exclamaciones contenidas de sorpresa. El “Gordo”, más molesto por el “inconveniente”,
pinta”. Comenzaron a mezclarse entre ellos, mientras que su perseguidor los perdía entre esa pequeña multitud. Como parte de su huida, se toparon con el “Takeshi”, otro gordito apodado en honor a uno de los niños cuidados por “la señorita Cometa”, quién les dijo “¡Órale, una fusca!, ¿la puedo ver?”, con apremio y sin pensar en más que continuar huyendo el “Gordo” le dijo “¡si ten mírala!”. A correr.
Así encontró el dueño de la vaca al “Takeshi”, a quién llevó a jalones a la dirección, para que terminaran en la comandancia de policía, que en aquel entonces ocupaba una de las oficinas de la presidencia municipal. El “Takeshi” no rajó, pero hubo que organizar una coperacha en la escuela para pagar por el infeliz animalito. Nunca supe si el papá del “Gordo” hizo una aportación especial.
El Chivo
Siguiendo la línea zoológica, esta ocasión no se trata de la muerte de otro inocente animal, sino de un acto de desenfrenada travesura juvenil. En un escenario similar al de la infortunada vaca, acudimos a la parte
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se dirigieron a los límites de la escuela, más allá de las canchas, donde una cerca conformada tan sólo por dos o tres alambres de púas atados a postes de cemento, marcaba la división con alguna granja vecina. A decir de Alejandro, el aspecto del arma era tan ruinoso, que al parecer lo único que parecía mantener unidas sus piezas, era el óxido y la mugre que la cubrían. Comenzaron a elucubrar que tipo de arma era, su calibre o su marca y origen, tal vez una nueve milímetros, en realidad no lo sabían, pues por su puesto había sido extraída sin dar aviso a quién podría haber confirmado esta información. En ese proceso de tocar, y sostener la pistola, el “Gordo” encañonó a Alejandro, quién se agachó velozmente profiriendo insultos “cuidado pendejo, esas cosas son peligrosas”, a lo que el otro respondió con aires de gran conocedor “¡no seas chillón!, no tiene el cargador, y además está tan vieja que yo creo que ni sirve, como se va a disparar, es más mira, haz de cuenta que cuenta que esa vaca es un león”. Esta última frase la pronunció mientras dirigía a la mirada a una vaca que estaba pastando plácidamente al otro lado de la cerca. Levantó el arma, apuntó y tiró del gatillo. ¡Pummmm! Se escuchó un fuerte estallido mientras Alejandro alcanzó a ver un fogonazo del cañón del arma. El retroceso del disparo hizo que la pistola, aún en la mano del “Gordo”, quedara apuntando hacia el cielo. Por unos instantes de asombro pareció que no había consecuencia alguna, pero acto seguido, comenzó a crecer una mancha roja en el vientre del desafortunado animal, se bamboleó, literalmente dobló las patas delanteras y después cayó por completo en uno de sus costados. “¡Córrele cabrón!”, ambos profirieron gritos de espanto y sorpresa, emprendiendo la huida, la cual se dificultaba por cargar las mochilas. Alcanzaban a escuchar gritos detrás de ellos, pero no se detuvieron a ver quién los emitía, era claro que el reciente acontecimiento debía haber generado mucha sorpresa, enojo y furia, cuando menos en el dueño de la vaca. Continuaron corriendo hasta donde estaban los pasillos entre las aulas, que estaban aún pobladas de muchos chavos que estaban terminando sus clases, cotorreando o “agarrando fuerza” para emprender el camino a casa o por su puesto “de
trasera de la escuela, para ver la pistola que llevaba el “Gordo”. Era la ya mencionada escuadra 45 que en aquella ocasión salió despedida de entre la cintura (¿o barriga?) y el pantalón de nuestro “redondo” amigo. La sujetábamos, tímidamente hacíamos blancos, pero apuntando al suelo, manteniendo los dejos del gatillo, e incluso de su guarda metálica. Formábamos un pequeño cónclave al lado de la cancha principal de futbol, cuyo contorno también fungía como pista de atletismo. Varios corredores pasaron cerca de nosotros, sin que les prestáramos especial atención. En eso, pasó corriendo nuestro amigo el “Chivo”, que siempre se caracterizó por su risa histérica y escandalosa. Le encantaba hacer bromas muy simplonas, cuando menos para los vulgares y albureros gustos que teníamos en la preparatoria, pero que cuando eran aderezadas con su ruidoso estilo de reír y gesticular, arrancaban las carcajadas de todo mundo.
sobre su cabeza, mientras seguía gritando “¡no dispare, no dispare!”. Tomando como base el guion de una de esas disparatadas caricaturas de “Looney Tunes” o las “Merrie Melodies”, las “Fantasías animadas de ayer y hoy”, como las anunciaba Jorge Arvizu el “Tata”, el “Gordo” comenzó a disparar a los lados de donde caían los pies del “Chivo”, levantando pequeñas columnas de tierra. El “Chivo” no hacía por huir realmente, sino continuar teatralizando ademanes de miedo, mientras todos los observadores estábamos muertos de la risa. Deben haber sido cuatro o cinco disparos. El “Gordo” se detuvo y el “Chivo” siguió su marcha con su risa mezcla entre el estilo del “Guasón” y el “Flaco” (cuando menos de la traducción que nos ofrecían de los episodios del cómico inglés Stan Laurel). Muy gracioso, muy gracioso, pero al paso de los años, diré, muchachos, ¡no jueguen de esta forma!
La bala que no se disparó en el baile
Siempre los bailes, desde “Romeo y Julieta”, “Rosita Alvírez”, “Amor sin
carcajadas, y comenzó a gritar “¡no disparen, no disparen!”, mientras levantaba las manos y hacía unas zancadas muy altas, levantando las rodillas a la altura de la cintura, caricaturizando una huida, como parte de un juego. El “Gordo” se nos quedó viendo, y sin mediar intercambio de palabras alguno, emprendió la persecución del “Chivo” con una carrerita graciosa, con sus botines y su rechoncho y enorme cuerpo balanceándose (medía 1.90 metros o un poco más), pistola en mano. Las risas del “Chivo” comenzaron a ser más escandalosas aún, y comenzó a agitar los brazos
Cuando recién ingresé a la Universidad cambiaron muchas cosas en mi vida: recibía una cantidad semanal para mis gastos, viajaba cada fin de semana de México al pueblo y de regreso, que tenía más responsabilidades, pero también tenía más libertades, acordes a mis actividades, pero que en muchas ocasiones me dejaban hacer cosas sin el permiso directo de mis padres, como por ejemplo ir a los bailes.
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Cuando el “Chivo” pasó junto a nosotros, inició una de sus histéricas
barreras” hasta los que tuvieron lugar en la “cueva” del Club de Leones en mi pueblo, son caldos de cultivo adecuados para las tragedias: juventud, enamoramiento, inconciencia y ese sentimiento propio de la mocedad de sentir que nada nos pasará. Y a veces la muerte está cerca, y por fortuna pasa de largo rozándonos muy tenuemente, haciéndolo sentir en forma de un escalofrío.
En mis tiempos, ya no había tantos bailes, en ese momento la moda entre las quinceañeras no era un baile formal y las fiestas juveniles ya no eran “tardeadas”. Las comenzaban a llamar “parties”, o “fiestas disco” o “country”, compartían con los bailes los horarios nocturnos, y con las tardeadas la informalidad. Ya se había superado a la consola o al tocadiscos, en muchos casos por un par de tornamesas y alguna mezcladora de sonido, pero los chavos seguían buscando acercarse a las chavas, en el único medio socialmente aceptable en ese momento de estar cerquita unos de otros, para tener el pretexto de iniciar un romance, o un besito o como se conocía vulgarmente un “fajecito”. Pero al igual que Julieta, o Rosita o María, las guapas de la fiesta podían a llegar a desatar tormentas, o peor aún las tormentas podían desatarse a lo wey, pues las pachangas comenzaban a tener cada vez más alcohol, y si allí no te daban, pues te lo tomabas antes.
asediadas. Bueno, a decir verdad, esa era tan sólo mi percepción, pues de hecho, para variar, Nacho si había “ligado” y estaba platicando con un chava en el coche. Yo estaba en la entrada esperando “no sé qué”, a unos metros de la camioneta, para no ser entrometido. Exactamente frente a la entrada estaba la camioneta de los ´hermanos Arreola. En la caseta de la camioneta se veía a varias “cabezas” y se oían risotadas y algunos gritos. Había algunas personas más en la entrada, un portón de madera grande, con una de sus hojas cerrada y en la otra una persona que cobraba la entrada (esta era también una modalidad que apenas se veía). Algunos platicaban entre ellos, algunos otros parecían esperar a alguien, pero en general todos estaban allí sin meternos los unos con los otros.
Aquel sábado anduvimos dando vueltas al jardín y en varias ocasiones habíamos visto a un grupo de jovencitas, al que nos referíamos como las “Chamas”, por su gusto por las canciones del grupo juvenil venezolano (que por cierto a nosotros no nos gustaban ni “de rebote”). Eran varias chicas, 5 o 6, unas más guapas, otras no tanto, pero todas eran jóvenes y nos forjábamos planes románticos, pues en la noche habría fiesta en la casa de la “Chama mayor”, la más bonita y alta de todas ellas. La etiqueta del momento ya no exigía llegar a tiempo, es mas era más adecuado llegar más bien tarde. Nosotros (Nacho mi hermano y algunos de sus amigos de la preparatoria “Padilla”) llegamos como a las 10:30 de la noche. Yo hubiera preferido ir con mi grupo habitual de amigos, incluido el “Moco” o los “Tanques”, pero esa vez nos dividimos.
Repentinamente bajaron los tres pasajeros de la camioneta. Dos de los
música, no había muchas muchachas y las “Chamas” estaban super
hermanos Arreola y un chavo de la familia del Valle. Los primeros eran
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La fiesta no cumplió con ninguna de las expectativas, no había buena
unos chavos que en mis tiempos de la primaria eran considerados como muy tranquilos, pero al paso de los años se habían ganado fama de “mal vivientes”, incluso se decía varias veces habían participado en peleas a navajazos (muy a lo “Rebelde sin causa”, me imaginaba yo). Los del Valle eran gente de bastante dinero, algunos le achacaban varios difuntos a diversos miembros de la familia. Este último estaba visiblemente tomado: hacía muchos ademanes exagerados, parloteaba y no se le entendía bien, a excepción de las malas palabras y comenzó a dirigirse a varios de los que estábamos en la entrada. A mí no me resulta agradable tratar con gente tomada, y menos si no los conocía, pero quería “llevar la fiesta en paz”, por lo que comencé a sonreír con condescendencia. Se balanceaba de adelante hacia atrás, algunos otros de los que estaban allí disimulaban risitas burlonas, y no sé si este hombre se daba cuenta de ello, pero lo que si era claro es que estaba lejos de estar en control de su persona. Fue en eso que se puso frente a mí, y comenzó a sostener lo que él consideraba un dialogo. Yo respondía con monosílabos, tan sólo para no provocarlo, pero me estaba comenzando a sacar de mis casillas.
una pistola, los hermanos me dedicaban también unas miradas llenas de odio. Yo retrocedí en guardia, pero atrás de mí, la cobradora de boletos ya había cerrado el portón. En ese momento fue cuando me entro una oleada de miedo, de pánico diría yo. Para mí era claro que “me lo iban a soltar”, pero mi temor no era por una pelea a golpes, sino la fama de los navajazos y del uso de armas de fuego. No me quedó más que aguantar a pie firme, de repente vi que los esfuerzos de los hermanos para contener al “toro loco” eran más serios, cosa que en ese momento me sorprendió.
Repentinamente me preguntó algo que no alcancé a entender, y luego
A partir de ese momento, los eventos sucedieron a velocidad de relámpago. Ayudado por los hermanos Arreola, del Valle se levantó insultándome, gritaba cosas como “suéltenme que me lo voy a chingar” y se llevaba la mano a la cintura en la espalda, lugar habitual para guardar
Luego entendí la mecánica del milagro: con mucha frialdad, Nacho entró entre los mirones, avanzó firme preguntando “¿Cuál es la bronca?, si los van a dejar que se uno contra uno y a mano limpia”. Yo pensé “¡seguro van a razonar como unos caballeros!”, pero mi sorpresa fue aún mayor cuando escuche que los hermanos Arreola decía, “sin bronca, cada uno se dio un madrazo y así que quede”. No salía de mi asombro, cuando vi, que de la cintura de Nacho, colocada en forma visible, estaba la cacha de la 357 Magnum Smith & Wesson de mi papá. Con eso se balanceó el razonamiento. La acción de Nacho fue inteligente, no “la sacó”, para no jalarle, pero les dejó saber que tal vez ellos estaban en desventaja. Nos subimos al coche, por su puesto le arruiné la conquista de la noche a
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de varias veces que le pregunté “¿qué?”, de la nada me soltó tremendo bofetón en el lado izquierdo de la cara. No recuerdo haber si quiera pensado en lo que iba a hacer, y en forma casi automática le solté un puñetazo, que le entró en la base de la mandíbula y el cuello, no fue de lleno al rostro, como era mi intención. Se fue de nalgas al suelo, y lo que estuvo más aparatoso fue el cabezazo que se dio contra la puerta de la camioneta.
Nacho, pero de allí nos fuimos a comer tacos a “Los Molcajetes”. Yo no dejaba de ver sobre mi hombro cada que escuchaba el sonido de algún motor de camioneta. La noche finalizó en tono de celebración, pero con mucho temor contenido.
esto y el trabajo universitario, se me quitaron las ganas de ir a las fiestas. Para mi fortuna, fue una bala que se disparó otro día, en otro lugar.
El pensamiento de que había sido un exceso, innecesario e
Estas historias las comencé a escribir hace más de 10 años, y sólo hasta ahora decidí finalizarla, haciendo propicios los balazos para un número de la Letrónica dedicada a la muerte, los difuntos y en general la llegada intempestiva al Valle de las Calacas. La mayor parte de los nombres de los involucrados, por si acaso. Traté de respetar al máximo lo que escribí en aquel entonces, pero si por momentos parece tira de Jis y Trino, en este caso se trata de Paco y Paco, sólo con algunos años de diferencia.
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irresponsable el detalle de la mostrar la pistola, me persiguió los siguientes días, pero la presión de las tareas y los exámenes en la Universidad lo fue disipando. Un par de fines de semana después, en una comida de sábado, mi papá, que no sabía de este sainete, comentó: “pues que un muchachito de los del Valle se lo tuvieron que llevar, pues en un pleito en la zona de tolerancia, mató de dos balazos a un obrero de la fábrica de estambre”. Sentí como el frío recorrió mi cuerpo, miré a Nacho que sólo me devolvió una mueca como sonrisa, y siguió comiendo. Entre
Epílogo.
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Writer Hero Si te sientes siniestro Pedro Flores
A punto de finalizar este 2016, en el que hubo tantas muertes de personajes queridos, entrañables por su música, por su aportación a hacer nuestra vida más rica y ayudarnos con su arte a comprender mejor el mundo, me encuentro en Oaxaca, un lugar lleno de vida y bullicio.
Desde hace mucho quería escribir sobre la muerte, ese absurdo que nos deja desconcertados a los vivos; la inexplicable sensación de no volver a ver jamás a quien un día antes estaba con nosotros. Por eso es inexplicable, aunque respetable, la decisión de alguien de quitarse la vida.
Escogí escribir mi versión libre de una canción de Belle and Sebastian donde relata dos personajes que sentían una vaciedad en su vida que los conduce al aburrimiento, a la desesperación por no admitir una vida absurda. El primero siente de manera repentina que tuvo un día de gozo y de inmediato lo asalta el temor de que al regresar a casa todo volverá a ser gris. Entonces decide terminar con su vida para quedarse con el recuerdo de ese día.
El otro personaje es una chica que sentía un llamado a la espiritualidad pero no encontraba su camino. No sabía a dónde ir ni a quién seguir. Buscando dar un sentido a su existencia ingresa a grupos de estudio bíblico. Quisiera tener una experiencia de éxtasis como Santa Teresa, pero no logra satisfacción ni en el misticismo ni en el plano carnal pues no encuentra una pareja que la satisfaga.
Trata de encontrar en la iglesia una respuesta pero allí no encuentra más que el ritual de un sacramento vacío, que no le dice nada. Vagando, se RLV 14
inscribe en un programa de televisión tipo reality show. Allí, es discriminada por los demás participantes pues les resulta aburrida al no tener nada
qué decir. Su vida se vuelve un montón de fragmentos que dependen de la votación de los televidentes que deciden expulsarla. Ese vacío la conduce al suicidio.
Sin embargo, el mensaje final es que tal vez ambos podrían haber vivido y sido felices si hubieran decidido no buscar la razón de la existencia afuera sino siendo ellos mismos.
Si te sientes siniestro
Seguro sería menos tedioso que el día siguiente.
Belle and Sebastian
sentir así,
Que si regresara a casa las cosas irían de mal en peor, ¿qué más podría hacer?
Quería recordar las cosas exactamente como las dejó ese día feliz. Y si hubiera un más allá no sentía miedo porque Seguro sería menos aburrido que ese día
Todos pensaban que era aburrida, por eso nadie la escuchaba Y de todos modos nadie decía nada realmente interesante, así que se fue a dormir.
Participaba en grupos de interés en sadomasoquismo y de estudios bíblicos
No aceptaría ser la pareja de nadie RLV 14
Anthony caminó a su muerte porque pensó que nunca volvería a
Hilary caminó a su muerte porque no se le ocurría nada que decir.
Y como pareja perfecta, no aceptaría a nadie
Cómo, por qué y cuándo y a dónde seguir
Su pareja perfecta, me aceptaría a mí Su pareja perfecta, no aceptaría a nadie.
Pero si te sientes siniestro Sal y busca un ministro
Hilary se dirigió a la iglesia católica en busca de información El vicario, o lo que fuera, la llevó a un lado y le dio la confirmación Sentía el llamado de Santa Teresa, el templo sobre la colina se veía adorable
Y él intentará en vano desaparecer el dolor de ser un no creyente irremediable
Y cuando regresó, su espiritualidad se había transformado en confusión
Pero eso no le interesaba, lo único que deseaba conocer era
Entonces hizo un buen trato inscribiéndose a Big Brother
Cómo, por qué y cuándo y a dónde ir
“Véanme, estoy en la televisión”
Cómo, por qué y cuándo y a dónde seguir
Y eso compensa las deficiencias de ser pobre RLV 14
Cómo, por qué y cuándo y a dónde ir
Ahora me he convertido en un millón de pedacitos.
Sal y busca un ministro
Que se pueden recoger por votación
Y tal vez descubras que te habrías sentido mejor
De la gente que escucha en su casa
Si te hubieras quedado e intentado ser tú mismo.
De la gente que ve la tele De la gente que escucha en su casa
https://www.youtube.com/watch?v=e-jnftESRJE
De la gente que ve la tele Pero si te sientes siniestro Sal y busca un ministro Y él intentará en vano desaparecer el dolor de ser un no creyente irremediable
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Pero si te sientes siniestro
.
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La Sociedad de los poetas nonatos New Amsterdam Alex Hernández
Lleva en el exterior su vida entera Sobre su pecho va el retablo de su infancia Van en los brazos recuerdos de naufragios amorosos Y en la espalda la oculta cifra Que lo antecede, lo describe y le trasciende La descripción de la ecuación que dicta En un jardín interminable sopla un viento dorado
Su eterno trayecto sobre trenes.
Un hombre de método pronuncia elocuente discurso Sobre una ligera colina se desliza un ballet de garzas fosforescentes Un poco al norte se escucha un coro de alabanzas del coro se desprende un hombre corpulento Pero el volumen es más que adiposidades.
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Como una catedral al modo nuevo
En las noches en que me habitas,
No llegué no me he ido
Invades el almizcle de seres deslizantes
Regresé, aquí estaré.
Y un guiño a lo existente, a los arcos Pero también las nuevas proporciones Tu luz que me congela, tu bosque de aceros y cristales Orquestas de fracasos en el túnel Y un silencio en rebeldía. Bebés leopardos de Benín Un samurai y sus caballos
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Dragones que pueblan el tiempo
Al valle de las calacas El año en que murió la música y otras cosas Paco Olvera
muchos los músicos connotados que se mudaron al “Valle de las calacas”. Pero antes de arrancar con la lista de los que para mí resultan relevantes o conocidos, citaré un par de artículos que hacen una reflexión a este respecto y que, al leerlos, deja claro que tuvieron una dificultad similar a la que ahora tengo yo: ¿por dónde comenzar? El 16 de diciembre, la BBC publicó un artículo titulado “¿Ha muerto más gente famosa en el 2016?”. En su contenido, se analizan algunas estadísticas, de una mayor cantidad de muertes en el primer tercio del año que supera a los restantes 9 meses, por otro lado, presenta una tendencia creciente del fallecimiento de lo que comúnmente denominamos famosos. Estas cifras tienen base en obituarios “ya preparados” en espera de que las infortunadas muertes ocurran. El artículo presente cuadros gráficos de estadísticas que muestren con claridad este crecimiento.
Adicionalmente, “El País” publicó el 27 de diciembre, un artículo llamado “¿Han muerto más famosos este año?” que, haciendo referencia al anterior, hace un recuento de la muerte de personajes famosos, y en él, se lleva a cabo una clasificación de acuerdo a su actividad: actores,
políticos o deportistas, no sólo músicos. En este artículo, también se analizan las probables causas del crecimiento del número de fallecimientos, el cual por su puesto se relaciona cuando menos con dos hechos que podemos considerar intuitivos: cada vez somos más en el planeta y los medios de comunicación instantáneos, remotos y ubicuos permiten “crear” más gente famosa.
Al revisar las listas que ellos publican, es interesante pensar en varios temas, como ¿Qué hace a un famoso ser famoso?, ¿Cuáles son los criterios para que alguien alcance la categoría de famoso?, ¿Dónde son famosos? (en mi pueblo decíamos “en su casa lo conocen y le hablan de tú”). Nosotros mismos en números anteriores de la Letrónica ya habíamos hecho algunas “Calacas en bola”, para tratar de al menos mencionar algunos difuntos, que el tiempo no nos permitió escribirles un homenaje más adecuado. Con todo esto en mente, escribo a continuación un breve repaso de nombres que tienen eco en mis recuerdos por algún motivo, sin pretender ser el árbitro de su fama o notoriedad.
Al inicio, hice una recopilación de nombres, la cual encontré en diversas fuentes en forma cronológicas. Antes de comenzar a escribir me quedó
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Puede sonar trillado, pero ha sido impactante: en el 2016 fueron
Músicos.
Muy golpeada en 2016, además de ser un género de gran interés para los Letrónicos, inició el año trágicamente con la muerte de David Bowie el 10 de enero, cuya copiosa contribución nos permitió publicar de él en nuestro número anterior, destacando su capacidad para mantenerse en vigencia y actividad durante su larga carrera. Pero por desgracia no fue ni cercanamente la única celebridad fallecida, compitiendo con él en fama, Glen Frey líder de “Eagles” fallece también en enero, pero el día 18, dejándonos para siempre la duda si el “Hotel California” sería el paraíso o en infierno al que se dirigió en su paso al “Valle de las Calacas”. “Prince”, innovador, creativo y controversial cantante que en mi época revolucionó el mundo de la música con su álbum “Purple Rain” abandona este mundo el 21 de abril. Leon Rusell, icónico participante del “Concierto para Bangladesh” con Geroge Harrison, que creará canciones y versiones increíbles para músicos de la talla de Joe Coker (ya también miembro de las notables calacas musicales), Bob Dyan (nuestro flamante Nobel de Literatura), Ray Charles o Elton John.
Pero el cierre del año nos trajo aún mayores sinsabores con la muerte de Leonard Cohen el 7 de noviembre, el “Lorca de Montreal”, poeta y escritor ya citado por Alex y Pedro en otros números de la Letrónica y galardonado con el premio “Príncipe de Asturias”, que en una entrevista escuché decir, que toda su música se basaba en 4 acordes que aprendió de un joven español que fue su efímero maestro en algunas lecciones de guitarra flamenca antes de suicidarse. Para cerrar fatídicamente en plena Navidad, 25 de diciembre con el fallecimiento de George Michael, que hizo creaciones como parte del grupo “Wham”, “Wake me up before you go go”, o individuales como una de mis favoritas: “Faith”, que fue uno de los primeros discos que compré por tener sólo una canción. No podría dejar sin mencionar el fallecimiento de Juan Gabriel el 28 de agosto que, sin ser de mis favoritos, ha sido el último gran ídolo popular de gran “alcance” en México, que tuvo homenajes tumultuosos y un nutrido sepelio, que no se vía desde tiempos de Pedro Infante o Jorge Negrete (sea como sea).
En torno a ellos hubo otros fallecimientos que me hicieron recordar momentos especiales de mi vida, como el director de orquesta alemán Werner Muller el 25 de febrero, a quién escuchaba mucho en mi periodo de bandas de salón y quién compuso “Rosas rojas para una dama triste” (cuando aún traducíamos los nombres de las canciones). También me enteré de la muerte de dos guitarristas, disimiles pero que ocupan un lugar en mis recuerdos, el primero Toots Thielemans el 22 de agosto, que me llevó al gusto por el Jazz, y el 9 de noviembre Al Cailoa, que fue uno de los pioneros del uso de la guitarra eléctrica, que ahora suena simple y plana, comenzó a crear una primera estética para un instrumento un tanto “bastardo” en su época; casi en cada una de nuestras casas, estaba su disco que incluía el “Boogie de la guitarra” o “El último rodeo”. Me faltan muchos, pude notar en la lista de la BBC a George Martin, gran
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claro que mencionarlos bajo este orden, resultaría tan inadecuado como la lectura que hace “Panza”, de un libro “loquísimo” que comienza con la historia de Abraham y termina con la “zurra que le dieron a Zacarías el zorro”, hasta que “Don Gato” le aclara que tal libro es ni más ni menos que un diccionario. Por ese motivo, hice mi propia agrupación para inducir un orden a la lista.
contribuidor del sonido Beatle, pero no quise ser oportunista y meterlo a fuerza, pero lo uso para disculparme por otros olvidos que seguro estoy perpetrando.
fílmica de “Willy Wonka”, fue muy reocrdado en mi época por ser el “patiño” de la guapa canadiense Kelly LeBrock en la “La chica de rojo”, donde su “distinguida” participación consistió en la escena donde el aire le levanta la falda y deja ver sus torneadas piernas homenajeando (o copiando) la escena en que eso le pasa a Marilyn Monroe en la “Comezón del séptimo año”; también el uso de la canción de Steve Wonder “I just call to say I Love you”, hizo muy popular esta película, que de allí en fuera era “otra más” de muchas comedias románticas.
Nancy Regan es recordada por su gran interpretación de la primera Hollywood se ha encargado desde siempre de crear ídolos y pequeñas deidades, por lo que siempre hay un apartado interesante entre los actores. EL 2016 inició terrible con la muerte de Alan Rickman el 14 de enero, famoso por sus papeles de malvado, como en “Duro de Matar”. Estas grandes actuaciones, como en algunas otras ocasiones, eran la coronación de una larga y exitosa carrera en el teatro como actor Shakespierano, lo cual pudimos constatar en la magnífica interpretación del personaje del Coronel Brandon en la versión fílmica de “Sensatez y Sentimientos”. En fechas recientes tuvo gran popularidad por su interpretación de “Snape” en la saga de “Harry Potter”; se dice que fue elegido peronalmente por la autora J.K. Rowling y que incluso se cuenta entre las pocas personas con las que compartió situaciones clave de la trama antes de publicarlas en sus libros, presumiblemente para imprimir la autenticidad necesaria a un individuo que trabaja años de “encubierto” en contra de un imperio del mal. Gene Wilder, comediante de melena rubia y alborotada abandona el mundo el 28 de agosto, para mi famoso por sus interpretaciones en “El joven Frankestein” o en la primera versión
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Actores
dama de Estados Unidos fallece el 6 de marzo; entiendo por hacerle justicia, pues no conocí en realidad su carrera de actriz o en la política al lado de su esposo, que fue una gran filántropa. Encontré el nombre de Zaza Gabor, vampiresa platinada que deja el mundo el 18 de diciembre, en particular mencionada en la letra la canción del muro de Berlín de Joaquín Sabina, donde la usa para ejemplificar el final de la utopía del socialismo al hacerla pareja con Lenin en plena Nueva York. También en la lista encontré un dios “muy menor”, pero recordado por la nuestra que fue la primera gran generación muy influida por la televisión, y me refiero a Van Williams, que fue ni más ni menos “El avispón verde”. Su auto “Belleza Negra” (“Azabache” pudo ser una traducción más acertada”) y su fiel ayudante “Kato” (ni más ni menos que el legendario Bruce Lee) compitieron en afecto con Batman, Superman, Spiderman y otros “héroes mayores”, entre otras cosas porque no tenía superpoderes, a excepción de la tecnología y el uso del dinero para ayudar al bien. Paradójicamente muere el 29 de noviembre sepultado por una tragedia deportiva que mencionaremos más adelante. Sólo hubo una temporada de 9 capítulos, lo cual me resulta sorprendente pues devela nuestra capacidad de ver y volver a ver capítulos repetidos sin protestar que nos desarrolló el sistema televisivo de los años 70 y ochenta (al igual, por ejemplo, que los escasos capítulos de “Don Gato”).
Claramente un apartado especial para los miembros de las
la muerte de Carrie Fischer en la mismísima recta final de este 2016 ha sido especialmente dura. Carrie, la amada “Princesa Leia” de la serie de “Star Wars”, el 27 de diciembre luego de anunciar que estaba en una frágil situación de salud nos recuerda a muchos que en mi generación la admiramos que no se es joven por siempre, pero la tragedia se completa por el hecho, menos publicitado de la muerte de Debbie Reynolds, su mamá que fallece en pleno día de los Inocentes, sólo un día después. Debbie fue para muchos una ejemplar novia de Hollywood, recordada por sus bailes, hermosa voz y belleza en “Cantando bajo la lluvia”, también proyectó una sombra en ocasiones nefasta sobre su hija Carrie, que para muchos nunca fue tan bonita o talentosa, además de verse envuelta en algunos escándalos por abuso de sustancias, pero es tremendo pensar que aunque fuera por un día, Debbie tuvo que tolerar saber que su hija habría fallecido antes que ella y ya no pudo tolerarlo (guardando mucho parecido con la situación que ha vivido Liza Minelli a la sombra de su igualmente talentosa madre Judy Gardland).
Charly Velentino “la tartamuda”, uno de los “feos” por excelencia de los años noventa, que le fue asignado ese mote cuando al hacer un comercial publicitario del también extinto banco “Bital”, se refirió de esa forma a un arma de fuego, comercial que se hizo por el gran éxito de un avance publicitario para la película “Todo el poder” (donde se definía un gordo pendejo pero excelente). Dos actores cómicos de teatro de vaudeville y de reparto en películas, que al final de sus carreras fueron enmarcados en el cine de ficheras, fueron Alberto Rojas “El Caballo” el 21 de febrero y Pedro Webber “Chattanooga” el 22 de marzo, representando igualmente la época en que todos los actores cómicos tenían un mote muy distintivo;
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Pero entre las tragedias de Hollywood, sin duda la que ha representado
constelaciones actorales mexicanas. En este 2016 el género más castigado fue el de la comedia. Comienzo el 23 de agosto, mencionando la muerte de Evita Muñoz “Chachita”, miembro indiscutido de personajes fuertemente incrustado en nuestro ideario popular, última representante del linaje de las películas de tragedias urbanas de los años 50, como personaje clave en “Nosotros los pobres” y “Ustedes los ricos”; “no llores Chachita”, le decía el “Pichi”, y parece estar diciéndonoslo a todos los que añoramos una época en la que nuestro cine tiene características y sello propio. El 22 de mayo, parte “La Pecas”, Leonorilda Ochoa, parte de la familia de los Beverly de Peralvillo, donde se hace una parodia de muchas cosas, haciendo mofa de una serie norteamericana (“Los Beverly ricos” o los “Beverly Hillbillies”), pero ambientándola en una de las colonias populares y más tradicionales de la Ciudad de México de los 70, incluyendo a “El Borras” (mismo que se volvió un arquetipo del mexicano no planeador y “aventado” a lo puro wey, que encarnamos muy seguido cuando nos sentimos invencibles), “El Comanche”, policía decente “muy celoso de su deber” o “La araña”, fotografiando a la suegra metiche pero cariñosa.
Hago un breve apartado para dos directores de cine. El 13 de enero falleció Ettore Escola, que cuando yo iba en la Universidad tuvo el éxito de su gran película “Pasión de Amor”, donde retrata el romance de una mujer que logra el amor librando las barreras de la apariencia llevando el amor a límites pasionales. “El francotirador” fue la traducción de la película “The deer Hunter”, que gana el Oscar a la mejor película de 1979, su director Michael Cimino fallece el 2 de julio. Yo en plena adolescencia
comenzaba a formar mi juicio cinematográfico, y luego de haber visto la ligera comedia “El cielo puede esperar”, me pareció injusta la estatuilla a esta película, hasta que la pude ver, y me impresionó la historia y las actuaciones de Robert DeNiro, Christopher Walken y Meryl Streep, a tal grado que alguna vez Nacho y yo hicimos la ruleta rusa (sólo un intento cada vez, yo no tuve más brío).
Entre la frontera del cine y la literatura, fallecen dos grandes actores cuyos libros se convirtieron en guiones ganadores de premios en el cine. Harper Lee fallece el 18 de febrero, ganadora del premio Pulitzer, fue por mucho tiempo sombra e investigadora literaria de Truman Capote. Su novela “Matar a un Ruiseñor”, retrata la vida en un pueblo del rural y segregado Alabama, donde se retrata la diferencia entre lo que aparenta ser y lo que realmente es la maldad y la bondad a través de los ojos de una niña. Gregory Peck se hace acreedor del Oscar al mejor actor al personificar al decente abogado rural Atticus Finch, héroe de la narradora y protagosita Scoutt, que a mí me recuerda a mi padre, Nacho Olvera, y otras referencias inevitables a mi pueblo. Además, que la primera vez que la vi la película, ya estaba comenzada en la televisión como parte de la programación “de relleno” de la madrigada (como varias otras) y por mucho tiempo no supe cómo se llamaba. Se volvió más entrañable porque mi querido amigo Arturo “El campeón” Hernández me regaló el libro, mismo que leí y disfruté especialmente (además que cuando lo iba leyendo en el metro, una linda chica me apuntó su teléfono, nos vimos una sola vez, pero nada más). Un día después, e 19 de febrero quien muere es Umberto Ecco, semiólogo italiano que para nosotros los legos en la materia, se hace famoso a través de sus novelas “El nombre de la Rosa” y “El pendolo de Focault”. Dio vida a personajes de ficción fabulosos, como “Sir William de Baskerville” (personificado por Sean Conery), claramente fundamentado en William de Occam (creador de la “daga de Ocamm”, inspirador de la “daga de Olvera”, de la que hablaré en
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como muchos, incluidos “Tin Tan” y “Resortes”, al final de sus carreras tuvieron que tomar los papeles que les tocaban, pero hicieron representaciones clásicas del género. Para cerrar con esta andanada de actores que fallecieron, mencionar algunos que estuvieron en el lindero de las actuaciones cómicas, iniciando por Leopoldo “Polo” Ortín (hijo del también cómico “Chato” Ortín) el 16 de agosto, que hizo muchas telenovelas, pero también participó en el mundo del doblaje, en particular él fue quién dobló al también fallecido cómico Robin Williams en la serie de “Mork del planeta Ork”. Encontré mencionada la muerte el 12 de noviembre de Lupita Tovar que, sin ser una actriz cómica, hizo el rol principal en la serie “Mi secretaria”, dónde se parodiaba la conducta, usos y costumbres de las asistentes, que cada prácticamente han desaparecido. Gonzalo Vega, actor de carácter que hizo roles cómicos como el de la obra teatral “La señora Presidenta”, falleció el 10 de octubre, no sin antes obsequiar su interpretación de “El gran calavera” en la película “Nosotros los Nobles”.
Actores de teatros mayores son los políticos, y en este ámbito ya para cerrar el año, quién se lleva los reflectores (y unas calacas particulares para la próxima edición) fue el comandante Fidel Castro Ruz, que muere el 25 de noviembre. Su muerte no fue sorpresiva, pues ya estaba muy enfermo, pero no dejo de ser impactante, por haber encarnado él junto con Ernesto “el Che” Guevara, los ideales de una juventud revolucionaria, que al menos por un tiempo encarnó el sueño de la posibilidad de cambiar la imagen y la vida de un país entero y sus habitantes. Su imagen por mucho tiempo rivalizó con la de actores y galanes de Hollywood, como actor de un sueño posible, aunque luego tuvo otros claro obscuros, pero sin duda una de las figuras más influyentes de la historia mundial de sus tiempos. Tan grande su sombra que dejó prácticamente inadvertida la muerte el 23 de febrero de Ramón Castro Ruz, hermano mayor de Raúl y Fidel. El cuidó a sus padres y al negocio familiar, pero esto no le valió fama alguna, como a veces pasa a los que son buenos hijos, digamos que un extraño paralelismo a “don Ramón” con sus hermanos “Tin Tán” y “El loco Valdez”.
Otros famosos
En el ámbito nacional el 18 de mayo murió Luis H. Álvarez, presidente del PAN y alguna vez candidato a la presidencia de México. Sin duda una muerte sorpresiva e impactante fue la de Luis González de Alba, que se suicida exactamente el 2 de octubre, buscando acompañar 48 años después a todas las víctimas de aquella terrible matanza civil y estudiantil, muchos de los cuales fueron sus compañeros cuando fue uno de los líderes de aquel movimiento. Supongo sin tener más información que habrá sido la manera que quiso hacer patente también la muerte de los ideales de aquella época.
Muchas veces héroes trágicos, esta ocasión fallecen por causas naturales el 2 de junio Rodolfo Rodríguez “El Pana” y Manolo Espinoza “Armillita”. Una disculpa que mis conocimientos y afición a la tauromaquia es muy pobre, pero son dos diestros que pude ver en acción, “Armillita” en particular en una plaza de toros móvil en la feria de Tulancingo. Entre las categorías menores, pude identificar a dos valladares de la ciencia de la computación que entregaron “el equipo” este año. El 3 de enero Peter Naur, coautor de la notación gramatical BNF junto con Backus, ganador del premio “Alan Turing” y valladar de la ciencia de la computación (que el refería llamar “Datología”, pues el término no le agradaba). Co creador del “Algol 60”, padre del “Pascal” y abuelito del lenguaje “C” (yo recuerdo que la Universidad, cuando nos
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otra ocasión), que es un investigador situado en una abadía de la edad media, donde resuelve un insondable misterio rodeado de extraños y extremos caracteres de los monjes que allí habitan, además de una ardorosa escena donde la pasión hace tribular la mente del joven ayudante “Adso de Merk”. Murray F. Abrham hace el papel del inquisidor y cerrado “Bernardo Gui”, que nos hace pensar en referencias históricas de intolerancia ante la ciencia como la de Giordano Bruno, quemado en la hoguera por sus descubrimientos científicos.
Deportistas
“Los héroes son recordados, las leyendas nunca mueren”. Ese es el diálogo que el fantasma del “Bambino” Babe Ruth le dice al jovencito destinado a ser estrella del béisbol para que tome su lugar en la historia. El deporte es terreno fértil para la creación de héroes y leyendas. Este 2016 tuvo también su cosecha de visitantes al valle de las Calacas. Sin duda quién corresponde sin duda alguna a la categoría de leyenda es Muhamed Ali, Cassius Clay, como le conocimos en sus tiempos de amateur antes de cambiar de religión. “Vuela como una mariposa y pica como una abeja”, fue famoso por diversos motivos durante su larga y exitosa carrera, ganó la medalla de oro en los juegos Olímpicos de Roma, fue campeón de los pesos pesados, se cambió de religión, se negó a ir a Vietnam y le fue retirado su campeonato, lo volvió a recuperar, noqueo a todos los grandes contendientes de su época, cantó una versión muy buena de “Stand By Me”, se retiró, se le decretó el mal de Parkinson, llevó el fuego Olímpico y finalmente ese terrible mal le llevó a fallecer el 3 de junio. En ese renglón de leyendas, también se contó a Arnold Palmer, que
falleció el 25 de septiembre, pero en una disciplina no muy popular en México, como lo es el Golf. “El caballero” Arnold era un tipo muy reconocido por su calidad humana.
Siguiendo con el olimpismo, hubo dos fallecimientos que se relacionan con la Olimpiada de México 68. El primero el de Věra Čáslavská, gimnasta checoslovaca que fue denominada “la novia de México”, el 20 de agosto. Compitió férreamente con la soviética Natalia Kuchinskaya, escenificando en la gimnasia la guerra que había desatado la URSS para reprimir mediante una invasión el levantamiento de la Checoslovaquia para salir del bloque soviético. Věra ganó el duelo, reivindicando en el deporte como David a Goliath. El pináculo del duelo se da cuando Čáslavská elige utilizar el “Jarabe Tapatío” para sus ejercicios a manos libres, ganando al público y a los jueces. También se dio una rivalidad con mis primos, que en ese momento adoraban todo lo soviético, sin ver lo injusto de la invasión, querían por fuerza que ganara Natalia, pero nosotros, como muchos mexicanos, nos fuimos con el débil, y en aquella ocasión fuimos premiados con un triunfo, aunque ajeno, que nos supo a propio. Otro personaje que falleció, pero el 14 de enero fue Leonid Zhabotinsky, de origen soviético. Ganó medalla de Oro en Tokyo 1964 y posteriormente en México 1969 en pesas en la categoría de más de 90 kilos, pero yo lo recuerdo porque en el desfile olímpico, llevaba la bandera soviética con un solo brazo estirado al frente, como si fuera una varita. También me
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preguntaban “¿Estas cansado?”, podías responder “pues Algol 60”). Introdujo el término recursividad en términos de algoritmos computacionales. En el mismo mes de enero, pero el día 24, quien muere es Marvin Minsky, considerado uno de los padres de la Robótica y de la inteligencia artificial, fue maestro de Arturo Rosenblueth que erigió el concepto de primitivas recursivas y la geometría computacional para la representación del conocimiento. Cuando vino a la UNAM no pude ir a verlo, pero generó una anécdota curiosa, cuando junto con Pedro y otros compañeros de trabajo hablamos de él con reverencia y admiración (un tanto pedante, admito), una curvilínea vendedora de tecnología se me acercó y me preguntó casi en secreto “¿y quién es ese tal Marvin Minsky?”, a lo que le respondí “es un famoso jugador de ajedrez”.
acuerdo que las iniciales de “URSS” en alfabeto cirílico eran “CCCP”, que los mexicanos decíamos que significaba “CuCurruCuCú Paloma”. En el deporte internacional, pero conectando a México a través del futbol, se registra la muerte de Joao Havelange, brasileño presidente de la FIFA cuando se tuvo el mundial del 70 y la entrega definitiva del trofeo “Jules Rimet” al “scrtach du oro”, de Pelé, Piazza, Rivelino y otros grandes futbolistas que tomaron nos tomaron como patria adoptiva.
El deporte en México está dominado mayormente por el futbol, lo cual se reflejó en los famosos que abandonaron la tierra en 2016. Como muchos otros extranjeros que han hecho del suelo azteca su patria deportiva, mencionamos a Italo Estupiñan, fallecido el 1 de marzo, quién jugó mayormente con Toluca y después con el América. Otro extranjero avecindado en nuestro país, fue Claudio Lostaunau, que jugó con los equipos de Monterrey, incluso llegó a ser entrenador de los Tigres, muere el 21 de noviembre. Otro jugador y entrenador, él si nacido en México que deja una profunda huella en mis recuerdos fue el Raúl “el Güero” Cárdenas, que vio el final de sus días el 25 de marzo. “El Güero” hizo campeón al Cruz Azul. Esperemos que la máquina pudiese rendirle un homenaje a él y a muchos otros Cruz azulinos distinguidos con una buena actuación.
la vida, que no las mencionaré más que de esta forma fugaz. Lo que si menciono por justicia es el pundonor y decencia de los directivos y jugadores del “Nacional” que de inmediato pidieron que el “Chapecoense” fuese nombrado campeón. Una tragedia civil que tuvo una connotación especial en el deporte, generando a su paso lo que ahora será una leyenda.
Coda.
Un año duro para los famosos. Seguramente después escribiré una nota más detallada, pero para mi familia, el final del 2016 dejó un rastro doloroso que ahora sólo menciono para que incluyan en sus oraciones a mi tía Carmina Hernández, que parte de este mundo el 3 de noviembre, famosa por sus guisos de menudo, su cariño y buen humor, mi tío Luis Hernández, gran bailarían alguna vez campeón en el salón “Los Ángeles” que fue conocido como el “Cha cha cha”, que murió el 21 de diciembre, y de mi tía Estrella Olvera, a quién saludé por última vez en la misa de mi tío Luis el 25 de diciembre, y que su cuerpo sólo le permitió llegar hasta el 29 de diciembre. para concluir un año durísimo para la familia.
En el ámbito deportivo, dejo al final una brevísima nota para los
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integrantes del club Chapecoense, que mueren en un trágico accidente aéreo junto con muchos otros pasajeros el 29 de noviembre. Equipo “cenicienta” que buscaba hacer el milagro deportivo de derrotar al favorito “Atlético Nacional” de Medellín. Fueron cientos de anécdotas del jugador que se enteró recién que sería padre, de las escenas del festejo para ir a la final, de las caras sonrientes transmitidas antes de despegar, del hijo del entrenador que olvidó el pasaporte y no pudo ir, salvando así
Rodavlas Alex Hernández
El cuestionamiento más difícil es la búsqueda del sentido de la vida y de la muerte. El propio de cada uno de nosotros, pero también el de los seres que amamos, y especialmente cuando la persona amada ha muerto. Al desgarramiento de la separación sigue la pregunta: ¿qué será de él?
El consuelo convencional de la religión y de ciertas creencias metafísicas nos sugiere un lugar mejor, donde el sufrimiento no existe, donde la persona, con su cuerpo y su mente en plenitud se reúne con sus seres queridos y se dedica eternamente a lo que más le gustaba. O siendo otras las circunstancias, sufre lo indecible como consecuencia de sus malos actos.
En el otro extremo se encuentra la posición nihilista que supone la vida y la muerte como un mero accidente biológico y sociológico que nos arrastra entre impulsos y circunstancias, desde la cuna hasta la tumba. Y una vez que llega el momento final, todo se extingue.
*
En el “Ciudadano Kane” se plantea una tesis excéntrica pero sugerente: la última palabra resume y concentra el sentido de la vida. En el filme Kane susurra rosebud (botón de rosa) antes de morir, como una pista para encontrar la clave de la vida del magnate. Una pista que a final de cuentas resulta falsa, o al menos ambigua. ¿Y si hay tras de cada uno de nosotros una palabra, una idea que nos mueve y determina primordialmente? ¿Es posible destilar esa esencia? **
En otro orden de ideas, Stephan Zweig atisba en su libro “Momentos estelares de la humanidad” catorce momentos históricos específicos que en su opinión capturan el ser del mundo. Sorprendentemente no todos son grandes hechos políticos o bélicos, que los hay – la caída de Constantinopla, la batalla de Waterloo, el fracaso de la paz duradera posterior a la Primera Guerra Mundial-, sino también aparecen eventos casi milagrosos, como el arrebato creativo de Haendel que da origen al
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¿Dónde estás, papá?
¿Dónde está la verdad? ¿Qué queda de nosotros al morir?
“Mesías.” La pregunta que cabe hacerse es si es posible extraer la
El joven Hofstadter escribe en “Gödel, Escher, Bach…”: “…la no
esencia de una persona o al menos intuirla, a partir de la descripción de algunos de sus momentos estelares.
existencia personal carece de sentido. Todo lo que sabemos está integrado en nuestra mente, y por ende todo lo que no está integrado en nuestra mente carece de comprensibilidad.” Un sombrío pensamiento que contrasta unos párrafos más adelante con una interpretación de la doctrina zen: “El mundo y yo somos uno, de modo que la noción de interrupción de mi existencia es una contradicción en los términos”.
extremo, sería necesario el conjunto de todos los momentos de una persona para poder capturar su esencia. Esa descripción infinitesimal es imposible. Lo más que podemos obtener es la impresión que deja en nosotros, o más concretamente, en quien describe. ***
Muchos de los jóvenes de mi generación que estudiamos en escuelas de ciencias e ingeniería nos deleitamos con el libro de Douglas Hofstadter “Gödel Escher Bach, una eterna trenza dorada”, que nos introdujo de manera amena a las paradojas descubiertas por Gödel. Recordemos que Kurt Gödel dinamitó para siempre la tesis positivista de Whitehead y Rusell que proponía la lógica formal como vehículo para describir toda proposición simbólica de forma completa y coherente. Las implicaciones no eran menores, sobre todo si pensamos que otra tesis en boga al principio del siglo XX suponía que el pensamiento humano podría describirse en términos de “reglas” lógicas de manipulación de símbolos. El hallazgo de Gödel es que en un sistema formal cualquiera, existen enunciados de los que no se puede decir si son ciertos o falsos. Es decir, que es posible formular proposiciones externas a un sistema de procesamiento simbólico, o puesto en otras palabras, la existencia de tales proposiciones lleva a la conclusión de que cualquier sistema de procesamiento simbólico es incompleto.
Años después, un Hofstadter ya en sus cuarentas se encuentra con los hechos no teóricos, sino reales y dolorosos, de las muertes de su padre y de su esposa. En su libro “Yo soy un extraño bucle” narra como algunas semanas después de la muerte de su padre (Robert Hofstadter, premio Nobel de física en 1951), su madre reflexiona amargamente sobre cómo una foto del padre no es sino un “trozo de papel lleno de puntos oscuros esparcidos aquí y allá”. Hofstadter replica a su madre ejemplificando con una partitura de Chopin, que no es otra cosa que una colección de papel llena de símbolos extraños. Y sin embargo, a través de esa partitura podemos evocar al alma del compositor: “De forma muy parecida, mirar esa fotografía de papá nos devuelve…un recuerdo más claro de su sonrisa y de su dulzura…y hace que pequeños fragmentos de su alma dancen de nuevo, pero ahora en el interior de unos cerebros que no son el suyo.”
A la muerte inesperada de Carol, su joven esposa, Hofstadter se enfrenta al dolor buscando el rastro de ella en el mundo y su permanencia. El vehículo de esa búsqueda es un intercambio epistolar con Daniel Dennet. Ahí se plantea un modelo del yo o del alma de una persona (un remolino gödeliano del yo”) que reside en el cerebro de cada persona pero que bajo ciertas circunstancias puede replicarse, si bien de “manera imperfecta y a baja resolución en un segundo cerebro”. Me
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Necesariamente tendríamos una vista parcial, incompleta. En el
interesa en particular referir la descripción del modelo del yo que propone Hofstadter:
del pájaro que come el fruto, y el enigmático pájaro que le observa en el mismo árbol, pero acaso en lo más denso del follaje.
“Las capas exteriores del yo consisten en miles de apuntadores dirigidos, en su mayoría, a los aspectos más universales del mundo…las capas medias consisten en apuntadores a cosas más vinculadas a nuestra propia vida…; por último, en el sanctasanctórum residen millares de enmarañados apuntadores hacia cosas que nos definen profundamente, tales como nuestras inseguridades, nuestras tendencias sexuales, nuestros miedos, nuestros amores más profundos…” ****
La posibilidad de que la conciencia, el ser de una persona se manifieste a partir de la interacción dinámica de miles, tal vez millones de procesamientos de secuencias simbólicas simultáneas, resulta vertiginoso. Pero también insuficiente. Porque si la interacción es simultánea, ¿qué mecanismos jerarquizan u ordenan esto que por sí sólo asemejaría más a un caldo de procesamiento simbólico en una olla express que al emerger de un ser con conciencia, y aún más, un ser con presonalidad?
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Nace en Jamay, Jalisco en circunstancias que tienen visos de leyenda. Juana se encuentra en estado avanzado de embarazo. Francisco mata el tiempo en una cantina que imaginaremos como escenario de las películas de charros. Recordemos, es Jalisco y corre el año de 1939. Al cinto lleva una Colt calibre .45. Un teniente del ejército pretende desarmarlo. Francisco se resiste y en el altercado mata al teniente y dos de subalternos. Francisco huye, se esconde primero en el monte y luego, pasando la frontera, llega hasta Chicago, en donde trabaja por una temporada.
Detengámonos un momento y repasemos un escenario distinto: el
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himno 1, 64 del Rig Veda que cita Roberto Calasso en su libro “El ardor”: “Dos pájaros, una pareja de amigos, están posados en el mismo árbol. Uno de ellos come el dulce fruto de la higuera; el otro, sin comer, mira” Se trata de un atisbo alegórico al centro de un ser dual que al mismo tiempo es sólo uno, y que se manifiesta en la interacción con el mundo
2 En la vecindad de Peralvillo conviven decenas de chamacos inquietos como demonios. No hay televisión, no hay estímulos Montessori, pero si un cinturón violento y desesperado que contiene los desmanes extremos. Son familias de obreros. Trabajos rudos. Familias de 6, 7, 8 hijos. Europa se desangra en una guerra mortal, y en México hay trabajo, pero no abundancia. Para proteger su ración de arroz y frijoles del hambre acechante de sus hermanos, los niños ponen sus mocos en el plato. En el pandemónium que se forma todas las tardes en el patio de la vecindad hay una familia que tiene una vivienda más grande, que está menos apurada. Ese niño tiene su triciclo. El güero toma el triciclo y se pasea de lo lindo por el patio. Pero el papá del chamaco lo baja de un sopapo. Ese golpe le durará toda la vida, y duele más con el alcohol.
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En ese rudo barrio un jovencito de 14 años vagabundea con sus amigos. Lo aborda el chofer ebrio de una línea local de camiones, que quiere imponerse porque sí, por ese afán de imponerse sin más. Podemos imaginarnos al joven de 14 años retrocediendo ante el chofer. Hasta un punto en donde queda acorralado. Entre el miedo y el instinto de defensa, el joven le suelta un golpe al chofer. Y lo derriba, de tal forma que queda inerte. De nuevo en los linderos de lo legendario, como David frente a Goliath. A partir de ese momento, no vuelve a sentir miedo, sino un fuego intenso que viaja directamente a los puños.
En el centro de sus intereses se encuentra el afán de comprensión del funcionamiento de las máquinas. Intuye que una clave se encuentra en las matemáticas y en la física, y por esa razón se inscribe en la escuela vocacional 4, del Instituto Politécnico. Pero las circunstancias lo llevan a la acción sobre las máquinas, es decir, a la conducción de un camión de ruta. Así que el joven chofer se pone de acuerdo con su amigo Ricardo, que posteriormente será su compadre, para viajar a Las Estacas, un balneario en el vecino estado de Morelos famoso por sus aguas cristalinas y frías. Allá se dirigen en un primer viaje de iniciación. Pero el auto se avería. De nuevo en el borde de la leyenda, el viaje se convierte en una secuencia de infortunios y calamidades. Nunca llegan a su destino después de tener accidentes y desastres a lo largo de todo el día y toda la noche. No llega a
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abuelo empezó a ver con malos ojos que Margarita consintiera a Panchito, porque ello era el pretexto para que se acercara “el güero” o “el alemán”, que es como llamaban a mi papá en sus juventudes.
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Anita y Jorge eran sus tíos y vivían en la misma vecindad de Peralvillo,
De nada valieron los disgustos de Ignacio. Salvador y Margarita se
en la calle de Felipe Villanueva. Panchito era el menor de la larga sucesión hijos: Jorge, Cai-Cai, Miguel, Pepe, Fernando y Panchito. Después se agregará Chali, la niña. Panchito era un bebé seductor, que al paso del tiempo se convirtió en un adulto muy peligroso entre las mujeres, entre otras cosas gracias a sus grandes ojos y pestañas. En su condición de bebé era consentido por Margarita y sus hermanas, quienes estaban en el rumbo para asistir a mi abuelo Ignacio en la administración de su taller mecánico, un negocio que llegó a ser bastante próspero. Precisamente mi
salieron con la suya. Ante hechos consumados de un niño en camino, no hubo más remedio que aceptarle en la familia. Lo angosto de las opciones de futuro hizo que en un principio Salvador trabajara en el negocio de Ignacio durante algún tiempo. Aprendió el oficio, pero la convivencia resultó imposible. En cuanto pudo, Salvador se independizó y puso su propio taller de mantenimiento y reparación de embragues y frenos, especializado en camiones y vehículos pesados: “Frenos y adaptaciones Frensal”.
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su destino, pero traba una amistad de hierro con Ricardo. Descubre que la verdadera amistad se forja en la aspereza.
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La fiesta para bautizar al hijo mayor tuvo lugar en el taller de Ignacio,
El compadre Ricardo era compañero de gimnasio, de reuniones
que se encontraba en la esquina de avenida Cuitláhuac y Glinka. Una costumbre muy difundida entonces, y cuya permanencia aún persiste, era que en la fiesta aparecieran los gorrones, asistentes no invitados que buscaban comida, bebida y jolgorio en fiestas, aun cuando no tuvieran relación alguna con los festejados ni los festejantes. Irrumpieron los gorrones y pronto les enfrentaron Salvador y el compadre Ricardo, invitado de rigor. Al poco, la fiesta familiar terminó en batalla campal, con Salvador y Ricardo defendiendo el acceso a una pequeña turba de gorrones de la colonia que se enardecieron ante la falta de hospitalidad. El clímax de la pelea llegó cuando una botella se estrelló en el cráneo de Salvador, provocando la huida de los alborotadores.
familiares y de francachelas.
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Ricardo aprovechaba su puesto de chofer repartidor en la empresa en la que trabajaba para cogerse a cuanta compañerita de trabajo se ponía a su alcance. La voracidad erótica de Ricardo no tuvo freno hasta que alguien le avisó a su esposa, la comadre Lupe, de las andanzas de Ricardo. La comadre Lupe siguió a Ricardo a escondidas hasta que lo sorprendió in fraganti. Lo que sigue es una persecución demencial que no excluye autos estrellados y una escena pública y trágica en la que Lupe se desagarra y el matrimonio se derrumba. Después de eso Ricardo desapareció, y nunca más se supo de él.
Años después, su hermano Paco se compró una Yamaha, y su hermano Javier la cambió por una Harley. El disgusto para Paco fue mayúsculo, pero esa fue la primera Harley que manejó Salvador.
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Si las máquinas le intrigaban e hizo de eso su modo de vida, las motocicletas, especialmente las Harley Davidson constituyeron su verdadera pasión.
¿De dónde venía el gusto por las motocicletas?
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De niño trabajaba en un taller que estaba a espaldas de la empresa
Si bien tenía la inclinación por la mecánica, la física y las matemáticas, era un hombre de las dos culturas. Tenía gusto por la poesía. Se aprendía de memoria poesías de Díaz Mirón, de Amado Nervo, de López Velarde. Y no era raro que las declamara en reuniones con sus amigos o con familiares.
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transportista de Sotomayor, un motociclista que contaba historias exageradas, como esas historias de pescadores, en las que narraba nada menos que brincos con sus Harleys entre edificios de Nueva York. Como fuera, en ese taller ponía a punto sus motocicletas y al acelerarla, las hacía rugir. El olor del aceite y la gasolina, y el ruido del motor sobrerevolucionado le fascinaron.
Le gustaba mucho la música. Al final de su vida ya no tanto, porque al escucharla el sonido se quedaba reverberando en su cabeza y no se apagaba fácilmente. Por ejemplo, las percusiones tropicales de Pérez Prado se quedaban tocando interminablemente, lo que era enloquecedor. O si escuchaba una canción de Mario Alberto Rodríguez, la voz de Mario Alberto se queda retumbando como un oleaje atrapado en el tanque de líquidos en que se convirtió su cerebro.
oberturas de Rossini, con el “Poeta y campesino” de Franz von Suppé, con la “Pompa y circunstancia de Elgar.
Su voz era intensa y valiente, una voz hacia los registros de barítono, intuitiva pero bien afinada y bravía. Era célebre su interpretación de “Granada”, que coronaba las reuniones de navidad. Por cierto, las navidades y años nuevos a menudo nos alcanzaban en el Zócalo de la ciudad, porque la primera parte de la noche la pasábamos en el departamento del abuelo Francisco, que estaba en Villa Coapa, y el final en casa del abuelo Ignacio. Creo que mis hermanos y yo nos quedábamos con la extraña sensación de salir de un lado cuando en la primera fiesta iba a empezar lo mejor, y cuando llegábamos a la segunda, lo mejor ya había pasado.
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Como un gato con nueve vidas, pasó por muchos accidentes en la
gusto por la música clásica. Amaba a Verdi, y anhelaba tener acceso a la ópera completa de Nabbuco. Escuchaba a Beethoven con deleite, especialmente las sinfonías: la “Heróica”, la “Quinta”, la “Pastoral” y la “Novena”. También escuchaba con felicidad a Tchaikosvski y a Chopin. Bach y Mozart le eran poco menos que indiferentes, si excluimos un par de piezas de cada uno. Pero sus sentimientos se desbordan con las
motocicleta, algunos muy aparatosos. Pero de todos los golpes que se dio en esos accidentes no se rompió ni un hueso. Corrijo. Puede que se rompiera alguna costilla, como mostró alguna radiografía que le realizaron ya en su vejez. Pero nunca requirió asistencia médica.
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Tenía un gusto musical ecuménico. Heredó de mi abuelo Francisco el
C
- omo un caballero cruzado, en un sueño etílico en el que las calles se
familiares que iban a una comida campestre. Esperaban a Salvador y su amigo el “Pelón” Valdivia, que se acercaban en sus respectivas Harleys. Al llegar, Salvador aminoró la velocidad y del fondo de la curva llegó un Super Bee que no alcanzó a frenar. Salvador y Benjamín, su hermano menor, volaron por los aires. La moto quedo encendida y acelerada. Salvador se arrastró por la carretera. Apagó la hermosa y destrozada Harley Davidson Electra-Glide color azul eléctrico, y al estruendo del motor siguieron los gritos de espanto de la familia. Se levantó como si nada: “ya no hagan pedo, no pasó nada”.
A toda velocidad por la noche en una oscura y hoy día imposiblemente
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despejada avenida Politécnico. Como un espectro se aparece un pastor alemán y moto y perro quedan partidos en dos.
En la salida final con una Harley, ya entrando en su séptima década,
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patina con aceite en una carretera infestada de curvas y humedad y termina fuera del camino. Alguno que otro raspón y magullón, pero nada de consecuencias físicas graves. Las otras consecuencias fueron más graves: con las rodillas muy lastimadas arrancaba la moto a pedalazos con gran dificultad -nunca fue afecto al arranque con la marcha-, y con sentidos del oído y de la vista ya muy deteriorados, se acabó la era de montar la Harley. Fue el inicio del fin.
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En la carretera vieja a Cuernavaca se detuvo una caravana de autos,
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convertían en praderas infestadas de sarracenos, aceleraba la Harley. Lo que se encontró en el camino no fueron infieles, sino una tanqueta compacta alemana que ya en la realidad, corrió la misma suerte de pastor alemán. No deja de tener cierto sentido irónico que el joven llamado “el alemán” por sus facciones afiladas y tez y ojos claros, contrastantes con la morenía imperante en la colonia Peralvillo, consumiera dos Harleys contra perros y autos alemanes.
L
- a mención de la motoneta trae a mi mente otro recuerdo: aquella ocasión en la que circulaba en su motoneta por el rumbo de Canal del Norte, posiblemente visitando a su compadre Arnulfo, estrella del Escuadrón Acrobático Azteca y bohemio y bebedor consumado. En un semáforo fue abordado por un par que circulaba en otra motoneta. Le sacaron la pistola para robarle. Se hizo el valiente, pero le soltaron un tiro al piso y terminó cediendo la moto.
Pero si el cuerpo ya no daba para la Harley, si le permitía andar en
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motoneta y cuatrimoto. Así andaba entre su casa y el taller en el que preparaba sus últimos trabajos. Hasta que llegó la última salida. Sobre la avenida, lo embiste una camioneta y lo dispara por los aires. Sale disparado varios metros. Esta vez los magullones son mayores, y si bien no hay huesos rotos el dolor muscular es tal que lo inmoviliza durante días, preludio de los tiempos difíciles que le traerán las enfermedades. Le queda una marca en la frente como prenda del accidente.
Dos más, de las que yo no tenía recuerdo, pero que mi hermano me
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Y sin embargo, a pesar del peligro que implica la velocidad de la moto, uno de mis recuerdos más apacible es cuando toda la familia, incluido
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cuenta. Sobre una motoneta se dirige a consulta en el Seguro Social y es atropellado. El último registro, también sobre una motoneta, a la salida de Arroyo Viejo, la calle donde estaba la casa que construyó y donde viví mi adolescencia y juventud temprana.
Salvador, Margarita, mi hermana Marisol, mi hermano Salvador y yo íbamos de un lugar a otro en la Harley. Salvador manejaba con destreza y parsimonia, y avanzaba como si fuéramos en los lomos de un bisonte enorme.
especialmente las que le permitían andar en moto, pero físicamente entero, a un hombre casi inmovilizado.
Cierta tarde convalecía en el Hospital de la Raza, donde se recuperaba de una operación en la que estuvo a punto de perder la pierna izquierda. Llegó un sacerdote a visitar a los enfermos. En parte porque siempre habló fuerte, y en parte debido a su avanzado grado de sordera, me pidió a todo volumen que no permitiera que se le acercara. Así fue. Así fue también con una de sus últimas voluntades: pidió que no hubiera rezos ni imágenes religiosas. Así fue. Y sin embargo, por lo que decía, mi impresión no es que no creyera en Dios, sino que más bien le reclamaba su actuar. Le resultaba incomprensible que un ser todopoderoso permitiera los horrores que se viven en el mundo. Fui testigo de ese reclamo, incluyendo su indignación a instruir a Francisco González Bocanegra a poner la frase “un soldado en cada hijo te dio” en el himno nacional. “¿Qué Dios es ese que se deleita en la guerra y la pobreza?”
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2015 fue su año horrible.
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Cuatro eventos que requirieron hospitalización lo llevaron de ser un hombre un tanto fastidiado por la pérdida de ciertas facultades,
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La medicina que le dieron para tratar su isquemia le provocaba
12 de noviembre de 2015. Ayer por la noche vistamos a mis papás en Toluca. Estuvimos muy contentos. Mi mamá nos preparó una carne mechada muy rica. Con ese preciso sabor que sólo se logra al paso de mucho tiempo y dedicación, y que por esa razón un restaurante nunca podrá lograr.
Mi mamá y mi hermana nos platicaron de su visita a la catedral de Toluca para escuchar el Réquiem de Verdi, una atinada decisión del director de la orquesta para conmemorar el día de muertos. Y nos platicaron de una ocasión en que compraron boletos para la novena de Beethoven, con meses de anticipación. El día del evento, que era en la sala Nezahualcóyotl de la ciudad de México, se encontraron con un caos total: el concierto coincidía con la celebración del maratón de la ciudad, lo que implica el cierre de muchas de las vías principales y hablar de tránsito de autos es hablar de un concepto que no tiene correspondencia con la realidad. Es como el cero absoluto de temperatura, los autos son átomos congelados, estatuas de marfil.
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alucinaciones. Las primeras veces las enfrentaba con una lucidez absoluta. Cerraba sus ojos y me decía, sé que estoy en esta cama de este hospital, pero si cierro los ojos, ahora estoy dentro de una tienda de artesanías de barro en Metepec. Ahora veo pasar unos corredores griegos. El fondo es blanco y un azul como burbujeante. Ahora veo un paisaje con una cascada al fondo, una peña que alterna los verdores con lo pelón. Y en una hondonada, unas personas van en kayak. Ahora estoy en una película de El Santo, y veo a Lorena Velázquez en traje de baño.
Escucha la historia y empatiza. Las deja en la entrada de la sala. Justo en ese momento les cierran el acceso. Descorazonadas, dan por inútil el esfuerzo adicional. Más les aclaran que es la primera parte del programa y que en veinte minutos se abrirán de nuevo las puertas para escuchar la novena sinfonía de Beethoven, y sobre todo, su movimiento final, el canto a la alegría.
Esa alegría melancólica que nos convoca justo esa noche. Pues nos alegramos de vernos, de compartir la comida de sencillez perfecta, de las historias que nos contamos. Y que también mi padre, Chavita, Don Salvador, sigue vivo.
cuando entre los autos estacionados ven pasar al espigado director de orquesta a paso desesperado pero determinado. Lo abordan para preguntarle del devenir del concierto, pues a esa hora lo suponían iniciando maniobras en el estrado, y no corriendo entre autos infartados a varios kilómetros de la sala: ¿habrá conciertos? Lo habrá, a la hora que yo llegue. Se cambian los tacones por zapatos bajos y persiguen los pasos del director. Pronto este se adelanta y se pierde de vista. Marisol y mi mamá continúan al paso que les permite su condición física: un penoso recorrido hasta llegar a un punto de tránsito ya despejado pero aun alejado de la sala. Piden aventón y después de varios minutos se detiene una camioneta conducida por un hombre más bien rudo, que podría ser un ingeniero civil o un agrónomo, en todo caso, un hombre de acción.
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Ya habían desistido de la empresa y decidido el regreso a Toluca,
Vivo, pero casi sin moverse. Sin moverse, ha entrado a un mundo
Su mente proyecta su contenido sobre la habitación como la lámpara
distinto de este que nosotros percibimos. Aunque apenas se mueve de su cama, su habitación se llena de personas y objetos. Pero no son representaciones aleatorias o desconocidas. Son proyecciones de su mente. La habitación se llena de autos a reparar, de fiestas tumultuosas con barbacoa como plato central, de sospechas de que alguien traiciona su confianza y le quita su dinero; de pronto las imágenes y las situaciones no sólo son proyecciones de su mundo pasado, sino que se mezclan en sueños extraños las máquinas de su taller: remachadoras, esmeriles, rectificadoras, y las zapatas, balatas e hidrovacs se transmutan en seres orgánicos con pelambre y movimiento.
que describe tan vívidamente Proust en “En busca del tiempo perdido”.
Pero este nuevo e involuntario acto creativo de mi papá, que nos permite asomarnos a su mente a través de esta proyección, resulta no sólo perturbadora para mi mamá, sino agotadora.
Otros se consumen lentamente. Pero no él, él nos sigue mostrando su
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enorme vigor hasta el final.
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Uno de los rasgos mayores de atraso de una sociedad es condenar a una persona a la vida. En la axiología de valores de una sociedad que privilegia la libertad, la eutanasia debería de ser no sólo una posibilidad, sino un derecho.
En su situación de deterioro físico, no fue raro que solicitara auxilio para el suicidio. Ponderó diversos métodos con sus ventajas y desventajas. Exploramos la posibilidad de ir a otro país. Al final, tomó el destino en sus manos. Dejó de comer, dejó de tomar agua en un angustiante lapso de tres semanas. El 20 de junio de 2016 consumió su energía vital.
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Rodavlas.