Duncan Shotton Design Studio by Marta González Muguruza

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Duncan Shotton es un joven diseñador inglés viviendo en Tokio, y con una misión: crear productos que logren una conexión emocional, promover la felicidad y asegurarse de que la gente disfrute lo que está haciendo, donde sea que lo esté haciendo y con quien sea que esté. Menuda tarea. Pero por algún lado había que empezar y él se inclinó por agregarle un poco de humor a los artículos de oficina y así los lápices, las chinches, los señaladores y la cinta scotch, tomaron otro protagonismo en los escritorios y desde entonces roban sonrisas a diario.

casos, y definitivamente en el mío, es cierto. Más allá de los beneficios obvios de hacer un proyecto posible, Kickstarter es una gran comunidad de la que está bueno ser parte. En los dos proyectos que hice hasta ahora ahí, Rainbow Pencils y Sticky Page Makers, mis sponsors han sido de gran apoyo, amigables y respe‐ tuosos. Es esa respuesta directa del “con‐ sumidor final”, la que me hace sentir que estoy haciendo algo significativo y me mantiene apasionado por continuar el trabajo que estoy haciendo. El que se ven‐ dan en el MoMA es claramente la frutilla más deliciosa que podía ir sobre el postre.

POR MARTA GONZÁLEZ MUGURUZA

Hablando de respuestas de la gente, ¿cómo reaccionaron al ir caminando por la calle y de repente chocar contra

FOTOS: GENTILEZA DUNCAN SHOTTON DESIGN STUDIO

¿Cuál dirías que es el sentido y qué lo absurdo de tu profesión? La importan‐ cia del “eco design” es clave. Hay muchas maneras y métodos con los que el diseño puede ayudar a reducir el impacto gene‐ rado por productos y servicios en el me‐ dio ambiente, pero algunas personas ha‐ blan sobre detalles específicos con mucha pasión sin tener en cuenta un panorama más general, y sin considerar siquiera que la mejor opción en términos de eco friendlyness es, de hecho, directamente no hacer el producto. Hay un gran nú‐ mero de factores en la vida útil del pro‐ ducto que deben tomarse en cuenta a la hora de examinar el impacto de ese pro‐ ducto en el medio ambiente. Naciste y creciste en el Reino Unido, y hace un par de años te mudaste a Japón. ¿Ya conocías? ¿Qué te llevó a tomar esa decisión y cómo va la experiencia? Sí, ya había veraneado un par de veces en Japón. Creo que es un lugar del que es fácil enamorarse. Desde mi pri‐ mera visita en 2008, siempre había que‐ rido probar vivir y trabajar en Japón, pero todos me decían que la única manera de establecerme y trabajar acá de una ma‐ nera exitosa, sin dominar el lenguaje, era volviéndome profesor de inglés. Yo quería seguir diseñando, así que después de ter‐ minar la universidad trabajé en una con‐ sultora de diseño en Bristol por cuatro años. Renuncié en 2012 para mudarme a Japón y poder estar con una japonesita hermosa de la que me había enamorado

y con quien estoy desde entonces. No te‐ nía ningún plan claro de mi futuro laboral, solo que mis proyectos personales, los que antes eran relegados a mis tiempos post‐trabajo, se volverían mi centro de atención al poner mi propio estudio de diseño en Tokio. Tuve mucha suerte al contar con el apoyo de mucha gente y compañías, tanto en Japón como en el mercado internacional, que compraron, hablaron, vendieron y me encomendaron trabajos. Estoy arreglándomelas para mantenerme acá financieramente, diver‐ tirme y gradualmente ir tildando algunas de las metas que me propuse en esta vida. Creo que sobrevivir en Japón es relativa‐ mente simple, pero al mismo tiempo al‐ gunas de las tareas más simples pueden ser complicadísimas. Escribir la dirección en una etiqueta en japonés toma el ca‐ rácter de “misión”, ¡y navegar una página japonesa es casi imposible! Lo que me encanta de tu trabajo es que son ideas ingeniosas que están extremadamente bien producidas, y eso no es tan fácil de encontrar. ¿Producir se volvió más fácil, o sigue siendo un largo proceso de idas y vueltas? ¡Qué lindo lo que decís, gracias! La verdad es que le pongo mucho esfuerzo a mantener la calidad y asegurarme de que el pro‐ ducto final sea exactamente como debe‐ ría ser. Creo que si vas a hacer algo, tenés que hacerlo bien. Mis productos son re‐ lativamente simples, pero aun así su de‐ sarrollo lleva un tiempo largo. Los lápices

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arcoíris, por ejemplo, tomaron dos años de planning y desarrollo antes de estar listos para ser lanzados. Los Real Boys push pins fueron producidos mucho más rápido. Hacerlos me tomó seis semanas desde el boceto inicial hasta tener los pri‐ meros 200 packs; la inyección se hizo en el Reino Unido y después los armé y pinté a mano uno por uno, acá en Tokio, para venderlos en la Designers Week de 2011. Te diría que en general, mientras menos y mejor sea la gente involucrada, más rá‐ pido sale el proyecto.

un negocio diminuto? ¡Jajaja! Como era de esperar, mucha gente se sorprendió y no estaba muy segura de qué pensar al respecto, pero recibí muchísimas sonri‐ sas, que era el propósito del trabajo. Al‐ gunas personas estaban interesadas en saber qué estaba haciendo, pero no le de‐ diqué mucho tiempo a vender los Real Boy pins que estaban en el display del pequeño negocio; lo cierto es que estaba concentrado en filmar el negocio a con‐ trol remoto, corriendo a toda velocidad por las calles y documentarlo como con‐ cepto. Lo estuve filmando durante seis horas hasta que fue accidentalmente atropellado por un carrito, signando su final. El concepto de ese proyecto era co‐ municar la libertad que te da internet para crear y compartir –y vender– pe‐

queñas cosas a gran escala. Espero que cuando la gente vea el corto (https://vi‐ meo.com/87440458) pueda sentir esa libertad y los inspire a “hacer”. ¿Y cómo funcionaba el Pop-up a Tree Shop? Después de encontrar el árbol per‐ fecto en la calle Cat, en Harajuku, la misma calle donde después exhibí el ne‐ gocio a control remoto, me trepé una ma‐ ñana, colgué un letrero que decía “nego‐ cio” y colgué mis productos de las ramas de los arboles, con hilos. Tenía una pe‐ queña bandejita de madera con una polea para poder subir y bajar el dinero y los productos. Con una caña de pescar de ju‐ guete y clips, intercambiaba tarjetas per‐ sonales con los interesados en negocios. Fue muy divertido.

Rainbow Pencils Tras dos años de desarrollo y luego de una exitosísima campaña en Kickstarter, Duncan Shotton lanzó los Rainbow Pencils. Funcionan como cualquier otro lápiz, tienen el mismo tamaño y peso, pero no están hechos de madera sino de varias capas de papel reciclado, lo que genera hermosos arcoíris cada vez que se les saca punta.

¿Cómo surgió la idea del Rainbow Pencil? La verdad es que yo estaba pensando un diseño para un sacapuntas; pero se ve que internamente me encontraba más fascinado por la belleza de las virutas que por el propio sacapuntas. Ya estaba al tanto de la tecnología del lápiz de papel y hacía rato que tenía ganas de crear algo con el arcoíris. Supongo que esos tres in‐ tereses por separado fueron el puntapié inicial y se juntaron para hacer los Rain‐ bow Pencils. El proyecto se lanzó en Kickstarter y ahora los lápices se pueden comprar en el MoMA, ¡eso es increíble! Cambiaron el escenario estas plataformas de financiamiento colectivo, ¿no? Sin duda soy un gran fan de Kickstarter, por‐ que permite a pequeños creadores como yo hacer realidad sus sueños. Sé que suena un poco cursi decir “no lo podría haber hecho sin ellos”, pero en muchos 54 | 55


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