Ilustrador y diseñador por devoración, así se define Isidro Ferrer, quien desde la ciudad española de Huesca, ha lo‐ grado generar un lenguaje gráfico pro‐ pio; una poesía visual que invita a to‐ marse un tiempo para disfrutarla. Hoy en día “se viven acumuladamente varias cosas a la vez, que es una forma taqui‐ cárdica y esquizofrénica de vivirlas. Esto afecta a nuestra capacidad de atención y de resolución, también a la intensidad con que se vive”, asegura Isidro, y lo combate con un trabajo detallado, apa‐ sionado y comprometido. Ganador de un Premio Nacional de Di‐ seño (2002) y de un Premio Nacional de Ilustración (2006) entre muchísimas otras distinciones, nos abre las puertas para reflexionar sobre la actualidad, su filosofía de trabajo y los desafíos de la profesión.
Isidro Ferrer P O R M A RTA G O N Z Á L E Z M U G U RU Z A FOTO S : GE NT IL E Z A IS ID RO F E R R E R
¿Cuál dirías que es el sentido y qué lo absurdo de tu profesión? A menudo este oficio consiste en condimentar con una pizca de coherencia el sin sentido general, en otras ocasiones de cubrir con un velo de absurdo la descarnada evi‐ dencia de la racionalidad. La paradoja es que en esta profesión, como en casi todas las ejercidas por el ser humano, lo descabellado, lo disparatado, lo iló‐ gico, lo insensato, incluso lo desatinado, son instrumentos que refuerzan el “sen‐ tido” de la existencia. Te oí decir que sos lo que sos por accidente. ¿Cómo fue tu recorrido? El accidente está incorporado a mis rutinas de forma normalizada. Es más, busco y propicio lo accidental como método para encontrar respuestas inesperadas. El ac‐ cidente es aquello que se escapa del con‐ trol de lo previsible y se sitúa en el lugar de lo inaudito. El accidente obliga a ge‐ nerar una respuesta inmediata e intui‐ tiva. Por eso me interesan los procesos que surgen desde el riesgo de lo acci‐ dental, porque son únicos e irrepetibles. Pienso que mi trayectoria es fruto del comportamiento caprichoso del azar, de una dichosa “sincronicidad” arbitraria; de una concatenación de sucesos a‐cau‐ sales significativos. ¿Qué es lo que más disfrutás hacer hoy? ¿Por qué? Trabajar siempre me ha producido una enorme satisfacción, quizás porque no entiendo el trabajo desde la máxima productiva del capita‐ lismo –aunque soy muy consciente de que necesito ser productivo para poder mantener el privilegio del trabajo–, sino desde la óptica de la experiencia y del juego. Jugar, ese es mi mayor disfrute:
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el juego ha sido relegado al ámbito de lo no serio por su carácter supuesta‐ mente improductivo y por su percep‐ ción antagónica frente a la seriedad y el esfuerzo del trabajo, pero el juego es al‐ tamente productivo, porque a partir del desplazamiento podemos llegar a luga‐ res insospechados, altamente funcio‐ nales. El juego es acción, es ilusión y es azar, también es deformación de las sus‐ tancias y las cosas. El juego es imitación, es representación, alteración, el juego es un espacio de libertad, de placer, in‐ cluso de embriaguez; es un lugar donde todo es posible. Me interesaba particularmente hablar con vos porque siento que tu obra es completamente humana (si es que le cabe esta definición) y hoy en día está instalado el discurso de virtudes versus amenazas de la inteligencia artificial. ¿Cuál es tu opinión al respecto? Cuando te refieres a lo “hu‐ mano” percibo que lo haces aludiendo a aquellos valores propios del ser hu‐ mano que lo vinculan al cuerpo, a su fi‐ sicidad, entendiendo como acto físico no sólo los procesos manuales, sino también los intelectuales. Tendemos a enfrentar lo humanamente analógico a lo deshumanizadamente virtual, sin ser conscientes de que la virtualidad es una construcción del ser humano. Creo que la pugna no debemos establecerla entre lo analógico y lo virtual, entre lo hu‐ mano y lo tecnológico, ya que la tecno‐ logía usada con talento al servicio del ser humano nos permite alcanzar logros altamente beneficiosos para la comu‐ nidad. La pugna debemos establecerla entre dos verbos: “ser” y “representar”. En estos momentos el “ser” apenas tiene importancia. Lo único que da valor al ser es su representación, el mostrar que se es, aparecer. Demostrar la existencia mediante un exhibicionismo gratuito y constante. La representación de nuestra existencia destinada a la construcción maniquea de una identidad reconocible y exitosa. Ser ya no es necesario, lo im‐ portante es exhibir lo que eres o lo que tienes. Por otro lado, la tecnología ad‐ ministra información de forma inme‐ diata, una información torrencial y constante que nos permite tener cono‐ cimiento de las cosas. Pero, tal y como puntualiza Byung‐Chul Han, “existe una gran diferencia entre el saber, que exige reflexión y hondura, y el conocer, que no aporta verdadero saber. La acumu‐ lación de la información no es capaz de generar la verdad. Cuanta más informa‐ ción nos llega, más intrincado nos pa‐ rece el mundo”.