Juicio a los premios y festivales Los festivales forman parte del negocio publicitario, está muy claro ya, tal como ocurre con los festivales de cine y TV para sus respectivas industrias. A su al‐ rededor se ha montado un aparato re‐ caudador que sin lugar a dudas no con‐ tribuye a conservar el espíritu fundacio‐ nal, que fue jerarquizar la creatividad publicitaria, independientemente de to‐ dos los cambios que ha sufrido en los últimos años. Desde hace más de dos décadas estamos muy cerca de los festivales. Hemos re‐ presentado a Clio Awards en nuestro país por más de quince años. Esto nos permite dar fe de su seriedad, transpa‐ rencia, ética y profesionalidad, garanti‐ zada por lo que fue el trabajo de un enorme conocedor del tema como es Tony Gulisano. Además hemos participado, allá por el año ’93, de lo que fue el “comité Cannes”, conformado por un pequeño grupo de profesionales argentinos liderados por la familia Suez, que intentó vertebrar es‐ fuerzos que estaban aislados para opti‐ mizar resultados en un festival que tenía su propio know-how y que no era tan complicado como ahora. Por ese enton‐ ces Cannes reconocía sólo dos catego‐ rías: Film y Press, que con 3.822 comer‐ ciales y 2.451 piezas de gráfica inscrip‐ tas, reunía alrededor de 4 mil delegados de distintas partes del mundo. POR CARLOS ACOSTA
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Hoy esos números se han multiplicado. Este año la cantidad de delegados llegó a los 12 mil, más lo que no se registran por el alto costo del pasaporte (2.710 euros por semana) pero merodean la Croisette con agendas completas. En cuanto a inscripciones, ya superaron las 37 mil distribuidas en 17 categorías, con un costo de 500 euros para Radio, 505 para Press, 750 para Film, y 1.350 euros para Titaniun & Integrated, por dar al‐ gunas cifras. Si hacemos cuentas podre‐ mos tener la magnitud de este negocio, y explicaríamos muchas cosas. Lejos está en nosotros criticar al festival; además, sería injusto, ya que Cannes fue una vidriera muy importante para la di‐ fusión de nuestra creatividad. La explo‐ sión de los ’90 nació en Cannes. La buena publicidad argentina se hizo conocida allí, lo que derivó en trabajos para el ex‐ terior y la apertura de puertas para agencias y profesionales. El problema no es Cannes. El problema es la proliferación de negocios que se ha‐ cen con los festivales, premios y nuevas categorías. En esto la industria del cine ha sido prolija y profesional, y organizó a los festivales por categoría, además de que existe una crítica seria y profesional que tiene en cuenta esta jerarquía. No pasa lo mismo en el mundo publicitario. Es importante destacar que el Gunn Report, un nichito muy rentable que generó
Donald Gunn tras su salida de Leo Bur‐ nett, ordenó datos que como siempre pueden ser útiles de acuerdo a cómo se usen, y no siempre reflejan la realidad. La falta de contenidos en medios y ma‐ terial atractivo generado por agencias y productoras también son una medio‐ cre solución para llenar páginas y ali‐ mentar sitios de internet. Hace veinte años, un bronce argentino en Cannes era noticia. Hace tiempo que dejó de serlo. Un ganador (o no), para ser noticia debe de ser generador de algo nuevo, rele‐ vante para la industria, para una marca o para una agencia. Por eso la importan‐ cia de la mirada periodística, para ver in situ lo que hay, lo que pasa, lo que puede ocurrir. Pero no es sólo tarea de los medios, máxime cuando en la publi‐ cidad –no sólo de nuestro país– preva‐ lece el periodismo contador de estatui‐ llas y el gacetilleo. Pero, más allá de lo que nosotros pen‐ samos sobre estas cuestiones, lo intere‐ sante es saber qué opinan los protago‐ nistas de este fenómeno que son los fes‐ tivales. Por eso, invitamos a Hernán Ponce, Pablo del Campo, Carlos Pérez, Fernando Vega Olmos, Edi Flehner, Se‐ bastián Wilhelm, Germán Yunes, Pablo Poncini, Hernán Jáuregui, Enrique Yuste, Montserrat Villafañe, Fernando Bellotti y Ezequiel Alchourrón a reflexionar so‐ bre este importante tema.