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Educación ambiental: retos, desafíos y la práctica docente

Educación ambiental:

retos, desafíos y la práctica docente

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Viridiana Martínez González

Escuela Preparatoria Oficial Anexa a la Normal de Atizapán de Zaragoza, Estado de México

La globalización del mercado, el desarrollo dominante a través de sus políticas neoliberales y de mercado, los desequilibrios e injusticias de la riqueza de algunas minorías, la apropiación, la producción, el consumo y el crecimiento poblacional, entre otras tantas razones, han agravado los problemas ambientales y, en consecuencia, la necesidad de estructurar una educación en torno a ellos, que coadyuve a formar individuos informados sobre el manejo sustentable del medio. La educación ambiental se preocupa por la relación del ser humano con el hábitat y sus consecuencias; además, se entiende como un proceso continuo, permanente e integral para desarrollar habilidades, actitudes y valores, y propiciar la reorientación de actividades sociales, culturales y económicas. Por lo que es vital su presencia en el entramado de cualquier enseñanza y aprendizaje.

El tema está presente a nivel nacional e internacional con el deterioro de la capa de ozono, el efecto invernadero y el cambio climático, entre otros. Por ello, es importante considerarlo una vía de transformación social y ambiental, en el que las personas sean capaces de interpretar y transformar el mundo, y dar valía a todos los seres vivos.

En este sentido, se concibe la educación ambiental como herramienta para mejorar la relación que existe entre el hombre y su medio, a partir de conocimientos, informar sobre estilos de vida, sensibilizar y favorecer comportamientos. Apuesta por la reflexión, toma de conciencia y solución de problemas con hábitos respetuosos hacia el planeta. De acuerdo con el Congreso Internacional de Educación y Formación sobre Medio Ambiente, llevado a cabo en Moscú, en 1987:

es un proceso permanente en el cual los individuos y las comunidades adquieren conciencia de su ambiente, aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la experiencia y, también, la determinación que les capacite para actuar, individual y colectivamente, en la res lución de los problemas ambientales presentes y futuros (citado en Labrador y Del Valle, 1995, p. 83).

Por su parte, Novo (1998) expresa que es un procedimiento que busca acercar a las personas a una concepción global de su entorno, sobre todo promover valores, actitudes y aptitudes, para que el individuo se vuelva crítico y participativo ante la utilización de los recursos y la calidad de vida.

El rol que juega lo educativo permite formar una conciencia ambiental en el ciudadano, la cual debe ser extendida y profunda. Sauvé (1999) define la conciencia ambiental como un componente fundamental, siempre en relación y no un simple accesorio de la educación, ya que involucra una reconstrucción de las relaciones entre personas, sociedad y hábitat.

La materia demanda un cambio de actitudes, asimilación de conocimientos,

formación de valores y competencias no sólo en el ámbito formal o escolar. Según Cabezas, la educación ambiental es un “proceso interdisciplinar que debe preparar para comprender, en todo su alcance las interrelaciones de los seres humanos entre sí y con la naturaleza, abarcando su realidad cultural y el medio natural, enmarcado en un proyecto educativo global” (1997, p. 42). En este marco, el sistema escolar es un camino para crear conciencia en los alumnos y potencializar conocimientos y valores, fomentar en ellos la prevención y solución de los asuntos ecológicos.

De acuerdo con Terrón (2013), a la labor del docente se le suma la de incentivar el sentido crítico en sus estudiantes sobre su medio, con pautas de respeto y solidaridad, y acciones y soluciones permanentes en pro del planeta.

Los retos que se presentan en el siglo XXI conllevan a examinar las acciones que se están realizando y las que involucran un desafío mundial. De ahí que la educación ambiental haya adquirido en el mundo y en todos los niveles de la sociedad un gran valor. Al respecto, Terrón (2000) refiere que la educación tiene como desafío contribuir, proporcionar y enseñar herramientas para que los niños, jóvenes y adultos puedan acceder a la ciencia y la tecnología de forma responsable. Asimismo, la educación tomará en cuenta un aprendizaje del hacer, así como un equilibrio ecológico y bienestar integral, lo cual supondría una transformación del comportamiento de los individuos desde su hogar.

Al igual que en otras partes del mundo, en México la educación ambiental demanda acciones desde las escuelas, los hogares y las comunidades, para hacer posible la implementación de políticas gubernamentales al respecto. La participación de la sociedad es vital para mejorar la calidad de vida, la conservación de las especies y el patrimonio de la humanidad. No son suficientes talleres y pláticas, se requiere de una formación integral que sea capaz de cambiar la manera de comprender el mundo desde varios ámbitos disciplinarios. De ahí que de los esfuerzos que se realicen ahora dependerá que las futuras generaciones conozcan el patrimonio ecológico actual.

Se precisa de proponer alternativas reales y soluciones de desarrollo sustentable, económico y ecológico, acordes a las necesidades de la humanidad; generar aprendizajes por medio de la construcción y reconstrucción de conocimientos de estudios de la compleja interacción sociedad-medio ambiente; generar conciencia en la ciudadanía para que se sitúe como parte de la naturaleza y se cuestione sobre nuevos comportamientos, actitudes y conductas en posibles estilos de desarrollo.

Hoy por hoy, en la educación formal es vital dirigir un programa que esté cuidadosamente situado en diversos contextos para comprender las necesidades específicas del lugar, los fenómenos ambientales y los problemas locales, nacionales y globales; asimismo, promover la prevención y resolución de los conflictos y fomentar el valor de la cooperación. En otras palabras, se trata de una educación transversal, en la que un tema se puede tratar con enfoques transdisciplinarios, lo cual puede llegar a contribuir o no al avance de nuevos conceptos y realidades, según la manera en que se aborden.

La educación ambiental ha tenido diversos enfoques y se ha planteado desafíos. En un primer momento se enfatizó la naturaleza; en un segundo momento,

la ecología, la cual se consideró un recurso de aprendizaje, cuyo fin era la sensibilización, a través de programas de capacitación y prevención con énfasis en la metodología, y en un tercer momento, el medio ambiente, en el que se contemplaron las acciones negativas hacia éste, aquí se promovió la participación ciudadana para el cambio y la adquisición de valores por medio de un discurso dominante sobre el desarrollo sostenible. De forma más crítica, este último momento se basa en el ecodesarrollo, que engloba el medio natural y las condiciones locales del papel que en él juegan las personas.

La educación para el desarrollo sostenible (EDS) significa incorporar los temas fundamentales del desarrollo sostenible al proceso enseñanza-aprendizaje, y motivar a los alumnos a pensar en las generaciones futuras y la huella ecológica que dejarán a su paso. Para lograr tal cometido hay que promover la adquisición de competencias y realizar cambios en métodos pedagógicos, en estrategias de enseñanza y, por ende, en prácticas docentes.

Algunos autores coinciden en que existen diversos elementos a tomar en cuenta para aplicar y desarrollar la educación ambiental, en los distintos niveles educativos; por ejemplo, realizar un diagnóstico, adquisición de conocimientos del medio y soluciones prácticas, adquisición de conciencia ambiental y cambio de actitudes.

Viesca (1995) repara en hacer un diagnóstico a la comunidad para determinar los intereses, conocimientos y necesidades respecto a sus problemas ambientales; posteriormente, elaborar un proyecto para idear el desarrollo de propuestas y su evaluación. Batllori (2001) expresa que debe existir la adquisición de conciencia ambiental, un cambio de actitudes en pro del hábitat y la realización de acciones prácticas para la conservación del ambiente. La Comisión Ambiental Metropolitana (2000) afirma que la educación ambiental debe partir de la realidad, de los intereses y de las aspiraciones de los sujetos sociales, vincular lo aprendido con la vida cotidiana y desarrollar las habilidades básicas.

Otro elemento básico es la práctica docente, debido a que el profesor es una figura sustancial del acontecer educativo diario, su presencia es importante para el flujo de acontecimientos en el aula y de su aprendizaje. La forma de llevar a cabo su labor y las aristas que se encuentran en ella dependerá en gran medida la calidad y naturaleza de los avances de aprendizaje.

La práctica docente es un proceso real y complejo, que refleja una absoluta relación con el currículum oficial, las formas de transmitir conocimiento, el diseño y organización de las actividades de enseñanza, las interacciones internas y externas del ámbito escolar, es decir, una dinámica entre la norma oficial y la vida cotidiana. En cuanto a su relación con la educación ambiental, se deben potencializar y fomentar acciones dirigidas a una transformación social para lograr la sustentabilidad, crear diversos escenarios de aprendizaje apropiados y aprovechar las facilidades existentes, y así estimular experiencias significativas en los estudiantes.

Es indispensable que exista coherencia entre lo que se enseña

y lo que ocurre en el entorno social, familiar y escolar, pues lo que no se percibe como relevante no tiene sentido para los estudiantes. Por ello, la práctica docente en la educación ambiental debe enfocarse en que los jóvenes consideren el tema del ambiente, fomentar un cambio de actitudes favorables, como valores para conservar la naturaleza y propagar su cultura.

La práctica docente en educación ambiental ha encontrado a su paso alcances y limitaciones que permiten o impiden promover y construir una conciencia ambiental entre los alumnos. Algunas limitaciones: los docentes no tienen el perfil deseable para enseñar los contenidos, los programas de estudio tocan el tema de forma superficial; los contenidos se imparten en tiempos cortos, y la modalidad es más teórica que práctica.

Además, la práctica docente presenta diferentes perspectivas y connotaciones, no se reduce sólo a las acciones realizadas dentro de un salón de clases, se entiende como una acción institucionalizada que se relaciona con los aconteceres político, histórico, social y educativo. Por lo que se puede hablar de un quehacer social, en el que se concentran significados, percepciones y acciones de los agentes implicados. Un factor esencial es la reflexión de los docentes sobre la misma, a partir del cuestionamiento sobre la praxis que realiza en su cotidianidad y el reconocimiento de ese quehacer.

Como se ha visto, la educación ambiental constituye un reto para los sistemas educativos del presente, implica modificaciones importantes para reorientar los actuales planes y programas escolares y, por consiguiente, la práctica docente.

Referencias

Batllori, A. (2001), “Los problemas ambientales del estado de Morelos: la educación como parte de la solución”, en Gaceta Ecológica, núm. 61, pp. 47-60. Cabezas, M. (1997), Educación ambiental y lenguaje ecológico. Una propuesta didáctica para la enseñanza de la educación ambiental, Valladolid: Castilla. Comisión Ambiental Metropolitana (2000), Programa rector metropolitano integral de educación ambiental,

México: Semarnap / SEP / IPN. Labrador, M. C. y Á. del Valle (1995),

“La educación medioambiental en los documentos internacionales. Notas para un estudio comparado”, en Revista Complu-

tense de Educación, vol. 6, núm. 2, pp. 75-94, disponible en: https:// dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=150176 [fecha de consulta: 10 de abril de 2020]. Novo, M. (1998), La educación ambiental: bases éticas, conceptuales y metodológicas, Madrid: UNESCO /

Universitas. Sauvé, L. (1999), “Una cartografía de corrientes en educación ambiental”, disponible en: http://www. uam.es/departamentos/ciencias/ ecologia/documentos%20descargables [fecha de consulta: 3 de mayo de 2020]. Terrón, E. (2013), Hacia una educación ambiental crítica que articule la interculturalidad. Modelo pedagógico didáctico,

México: UPN. (2000), “La educación ambiental ante los desafíos del siglo XXI”, en Ciencia y Docencia.

Revista de la Academia Mexicana de

Profesores de Ciencias Naturales, núm. 6, pp. 5-13. Viesca, M. (1995), La educación ambiental y el cambio ambiental: reflexiones y propuestas, México: UNAM / CRIM.

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