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Completar la historia de México: la importancia de los archivos eclesiásticos en el país // Daniel Sanbria Barrios
Desde hace mucho tiempo he escuchado una vez tras otra de boca de investigadores la necesidad por un lado de poder acceder a los archivos eclesiásticos en esta enorme nación, y por otra, de parte de los archivos eclesiásticos, en diversos foros, una solicitud de atención, como si se sintieran aislados en un complejo y vasto campo de investigación e institucionalidad archivística. Esto hace observar la necesidad de lograr diversas estructuraciones para poder llegar a un punto de encuentro y por tanto de satisfacción de ambos puntos de mira de un mismo fenómeno.
Esta estructuración es ad intra de estos mismos archivos: faltan inventarios, índices, digitalización, recursos y personal suficiente, tiempo, etcétera. La estructuración ad extra se podría concretar en una verdadera red de archivos eclesiásticos a nivel nacional, lo que permitiría la interconexión entre sí de unidades aisladas y eso impulsaría su integración al resto de archivos y bibliotecas con archivos que existen en el país y con los que podrían interactuar de manera apropiada.
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Estas dos estructuraciones son fáciles de señalar, más no fáciles de lograr, no solo por los recursos requeridos para hacerlo, sino porque hay institucionalidad de por medio y eso garantiza siempre la existencia de muchos estilos, políticas, procedimientos, cabezas, etcétera, que son diversos y no son fáciles de integrar. Probablemente uno de los aspectos que más complejidad tiene en esta estructuración ad extra de los archivos eclesiásticos es la existencia de esa común distinción entre clero diocesano y clero religioso.
En efecto, al depender de diversas autoridades —obispo o superior religioso—, esos archivos pertenecen a jurisdicciones diversas y por ende su territorialidad varía. Sin perjuicio de lo antes dicho, creemos que nos debemos de concentrar en el contenido de estos archivos para encontrar la razón de ser de su importancia.
A diferencia de lo que muchos creen, arrojan más luz sobre el contexto social en el que fueron construidos que muchos otros tipos de documentos. Y es que —huelga recordar— la vida pública tuvo un factor religioso preponderante en la Nueva España, durante un período de tres siglos, período del que se sabe, pero se sabe poco con respecto a lo que se podría saber porque falta algo. ¿Qué es lo que falta? Lo que cuentan los archivos eclesiásticos, en particular de las órdenes que ejercieron la labor misionera y por tanto expansiva en el territorio novohispano.
Cierto que se ha perdido mucho material riquísimo en diversos momentos de la historia por distintos factores: expurgos, saqueos, robos, etcétera. Pero hay mucho más por develar y dar a conocer.
En efecto, el desarrollo de los procesos culturales, científicos y artísticos, el desarrollo de las costumbres sociales y la vida privada, así como la luz a situaciones que devinieron en hechos o períodos históricos poco profundizados o sencillamente olvidados por la historiografía en general, son algunos de los muchos aspectos sobre los que arrojarán luz estos archivos eclesiásticos novohispanos.
De manera más puntual podríamos preguntarnos, entre otras muchas cuestiones: ¿Cómo se extendió la devoción guadalupana a tal grado que llegara a ser estandarte en el inicio del proceso revolucionario en la Nueva España? ¿Qué imagen se quiso construir de las mujeres novohispanas a través de las biografías de las llamadas beatas novohispanas? ¿Qué papel jugó la Iglesia novohispana ante los desastres y las epidemias? ¿Cómo se desarrollaron la salud, la educación y la cultura de mano de la Iglesia en este período colonial? De ello podrían dar nota estos documentos, en mayor o menor medida.
Ya con el advenimiento del Primer Imperio y luego la República en sus diversas formas, teniendo allí el interregno del Segundo Imperio, los procesos de pérdida se amalgamaron con la idea de que la época colonial fue una época oscura —algo típico en la repúblicas criollas de la América española— condenando de algún modo al ostracismo a estos fondos documentales.
Con el siglo XX, fuera de la persecución y el conflicto religioso, parece que va llegando la paz a nivel eclesial, con la expansión institucional de la Iglesia Mexicana para llegar a lo que hoy es, una estructura sólida de casi 100 arquidiócesis, diócesis y eparquías. Ese proceso de crecimiento, apresurado por el crecimiento poblacional y la necesidad de atención de los fieles, queda reflejado en nuevos archivos, en nuevas series documentales.
En todos los avatares de los siglos XIX y XX antes reseñados de una manera muy sucinta, vemos también que hay mucho por hacer para poder entender mejor procesos como el de la Guerra Cristera (1926-1929) y las tensas relaciones Iglesia-Estado que le precedieron y le siguieron.
Esto que hemos señalado de una manera muy genérica, apenas son la punta de un iceberg enorme que debemos de desentrañar, poniendo cada actor involucrado de su parte para contribuir a este objetivo mayor de poder completar la historia de México y verla con otros ojos, más abarcativos, más profundos, sin corsets ni prejuicios o clichés a los que estamos acostumbrados por la llamada historia oficial.