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Nosotros los de entonces, o los vínculos entre literatura y realidad [1] // Edna Ovalle Rodríguez

La tercera edición del libro de cuentos Nosotros los de entonces, de Cristina Villarreal, escritora y amiga entrañable a quien conocí en la universidad, en los aciagos años de la lucha estudiantil, es un evento especial a ser tomado en cuenta. Su invitación a comentar esta nueva edición de su obra es para mí un honor e igualmente agradezco a la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), su casa editora. Para los historiadores, la literatura es una fuente importante de documentación. En los estudios sobre la memoria, encontramos que la literatura también es una táctica para recordar, para fundamentar hechos determinados. Así, cada vez es más evidente la capacidad que tiene la literatura para proyectar al ser humano en su complejidad en un determinado momento histórico. Este manejo de la literatura como forma de conocimiento, como epistemología, se da cuando una obra literaria, sea cuento, relato, novela, poesía, nos revela nuevos aspectos de una realidad que ya creíamos conocer. Esto fue precisamente lo que experimenté al leer el libro de Cristina: encontré en su lectura nuevas facetas de la vida regiomontana en los años setentas de los que casi nadie ha hablado. A través de la lectura de los 11 cuentos que integran Nosotros los de entonces, he constatado la maravillosa capacidad que tiene la buena literatura para darnos a conocer nuevas e insólitas facetas de la realidad. Pero, ¿cuáles son esos aspectos que descubren los textos de Cristina? Primero, la vida interna de sus tormentosos personajes: hombres, mujeres, gays, porros, escuchas clandestinos, militantes abnegados o arrepentidos, los cuales ni siquiera alcanzan a tener un nombre porque en realidad podrían ser cualquiera de los miles de estudiantes que participamos en aquellas contiendas. Con ello, Nosotros los de entonces es una obra que refleja la capacidad de observación de la naturaleza humana de su autora, lo que aunado a una excelente pluma, nos conducen a intimar muy de cerca cómo vivieron sus personajes los años setentas regiomontanos. La obra no editorializa, no nos abruma con discusiones políticas, movilizaciones, marchas y represiones masivas. No es una obra de denuncia, ni de propaganda. Los espacios donde actúan sus personajes son los de las emociones y reflexiones, los que produce la vida familiar autoritaria, la exigente y contradictoria vida militante; los de las limitaciones del estudiante pobre, la de las tentaciones del dinero fácil de los porros y la atracción por las comodidades de la vida clasemediera. Ella aborda de rompe y rasga los conflictos que producen en sus personajes la realidad conflictiva de aquellos años de ruptura y, debo decir, que los historiadores que buscamos historiar este periodo muy poco sabemos de esto. Nosotros los de entonces nos habla, de acuerdo a su propio título, de un actor colectivo. Si bien el gran personaje que unifica todos los cuentos es Marcia, la militante incorruptible y abnegada que es capaz de abandonar lo más importante de su vida por la disciplina partidaria. Esta militante, personaje policromático y eje narrativo, es una mujer que no solo se ha ganado el respeto sino la defenestración de algunos de sus camaradas. Compañeros que la detestan por su mirada omnipresente capaz de observar y atravesar, incluso, la vida interna de ellos mismos, personajes que la acompañan en los relatos. En mi lectura, Marcia en su tremenda soledad, atributo natural inherente a todos los activistas, personifica a la militancia, el partido, la causa, la posible revolución y con ello los deseos de cambio, el espíritu indómito de toda mi generación. En 127 páginas Marcia nos lleva al Monterrey de los atribulados años setentas. En ellas encontramos prácticas, costumbres, modos y estilos de vida de la izquierda y la clase media regiomontana en una época de movilización social. Sus cuentos nos hablan de la vida militante autoimpuesta, la vida material clase mediera, la doble moral de las familias respetables, el machismo incluso al interior de las organizaciones de izquierda, la discriminación hacia los y las “diferentes”, así como las conflictivas relaciones generacionales al interior de las familias. Por ejemplo, en SOS nos describe el proceso que vive un joven militante clase mediero en el que “…se le va resquebrajando el compromiso con la tarea original” para terminar enteramente asimilado al sistema. La muerte en vida de un oficinista bancario que no pudo terminar la universidad es el personaje central de Estela furtiva. En Jugada clásica nos muestra la violencia y las prácticas de alianzas en las elecciones estudiantiles en la Facultad de Derecho de la UANL en 1970. También, vemos al chico gay clasemediero que es sorprendido en la cama con Toño y que es obligado por su padre a acudir al psicólogo para ser curado de esta enfermedad, o en Gente importante un texto que nos introduce en el proceso que vive un porro universitario apodado el Tanque al convertirse en gatillero que mata por dinero. En La rectificación, Marcia describe a la militante que cumpliendo una tarea se deja atrapar por la vida cómoda clasemediera o a la vida conflictiva de las jóvenes al interior de la familia y las tradicionales relaciones de pareja en Hasta el viernes. También resulta muy ilustrativa la historia del excomunista y funcionario universitario que vendió su alma al diablo para lograr un estatus clasemediero y a quien sus propios favorecidos le dan la espalda en El precio a pagar. Este personaje contrasta con la frescura de la maestra comprometida, que es el personaje central del cuento Por el sur.

Portada del libro "Nosotros los de entonces".

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En mi lectura, merecen mención aparte los dos últimos cuentos: Número equivocado y el que da título al libro. En el primero el personaje central es el telefonista que escucha las conversaciones telefónicas de Marcia para hacer un reporte de sus actividades a la policía y no diré más. Les recomiendo leerlo. Por último, Nosotros los de entonces es para mi uno de los cuentos que mejor refleja el espíritu de la época: las vivencias de algunos —tal vez muchos— de los jóvenes militantes de izquierda en Monterrey en los años setentas que al calor de los acontecimientos pasaron de una forma de militancia abierta a otra, clandestina, dejando su vida y transformándose en otra persona para actuar, transformar y mejorar el mundo para terminar desaparecidos por la policía. En su belleza, este cuento es desgarrador. Finalmente terminaré afirmando que Cristina, al igual que Marcia, fue, es y seguirá siendo una subversiva, porque en opinión de Alonso Cervera, el primer acto de subversión es escribir bien y ella lo hace con singular maestría, recurriendo a la memoria y revelando nuevas aristas de una experiencia colectivamente vivida por nosotros los de entonces.

Cris Villarreal Navarro, escritora, editora y traductora mexicana.

Notas

[1] Texto leído para la presentación del libro Nosotros los de entonces de Cris Villarreal Navarro. Feria Internacional del Libro en Cintermex. Monterrey, Nuevo León: 14 de octubre del 2018.

Índice de ilustraciones

Pág. 71 (2018) Fotografía proporcionada por el Fondo Editorial de Nuevo León. Pág. 72 Enciclopedia de la literatura en México ELEM (Septiembre 2018) Fotografía tomada de http://www. elem.mx/autor/datos/128410

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