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El ánimo extasiado // Gerson Gómez

La fisura no desmerece, REVITALIZA. Los feroces convocantes, conjuradores exorcistas, se fragmentaron desde semanas atrás.

TODA forma de participación pública es acto encauzado y político. Lo aprendieron de manera civilizada, en las frustraciones de los permisos, en las revocaciones ominosas de lo cotidiano: la marcha de la diversidad 2018, ha llegado el sábado 23 de junio a la mayoría de edad.

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A lo largo de la avenida Pino Suárez, desde antes, en el exterior de la estación General Anaya, el jolgorio deja constancia en cada esquina. Los postes de luz lucen, amarrada con cinchos de plástico, la bandera del arcoíris.

Insuflada parafernalia y rito de resonancia. El que no brinque es buga, suena a reproche, a mentira de proporciones vandálicas.

El altar de la patria panóptica sexual viaja en las plataformas. Los ministros secularizadores usan los hábitos atados a condenas, ofreciendo la dispensa de los sueños.

Dogma de privilegiados, aceptar la divergente ensoñación de los invisibles.

Los equilibrios emocionales marcan el territorio acompasado, el pie firme destructor de inconsistencias verbales. Devoran cada metro de pavimento, la apropiación de libertades civiles da sentido al ornato de los participantes.

Barroco dispendio la feligresía. Lo sobrecargado de los atuendos, en la épica de las frustraciones. Almohadillas resaltando el escote involuntario, revestimientos en la parte baja de la espalda. Teddy Bears descamisados danzan fervorosos en la ensoñación libertaria. La garganta reseca de los cánticos espirituales invoca con exactitud a la autodeterminación de los cuerpos.

La transformación incesante.

Las barreras de metal plateado, desde el día anterior, en el tumultuoso cierre de campaña de Andrés Manuel López Obrador, quedaron instaladas y no se movieron.

Concentrados en las escalinatas del Palacio de Gobierno del Estado, los organizadores se revuelven con las órdenes y las contraordenes. La hidra cuenta con tantos liderazgos y entes pensantes, imposible continuar con el programa original.

La escaleta sufre modificaciones de la voluntad y de ocurrencias dispares.

En el escenario monumental, cada artista, cada presentador, funciona de disipador emotivo. La comunicadora Azucena Uresti, consigue postergar los minutos de fama como maestra de ceremonias. En el mural de participantes, Irán Castillo aparece de manera provisional.

Suben a recibir la silbatina aprobatoria la Miss Travesti, Miss World Nuevo León, Nuevo León Norte, con sus cortes a todo lujo, quienes les premian con aplausos, liberando la tensión en lágrimas pandémicas. La grey celebra el acto.

La atmósfera de santidad desquebrajada. Los bailarines de la actriz avenida a cantante, Lorena Herrera, brincan en el tinglado.

Prodigiosa elasticidad de la dama y sus danzantes. Los cañones de papeles plateados y multicolores estallan desde la primera melodía, llevados por el viento. Convierten la belleza de lo inmediato en la plataforma de la metamorfosis biológica de los sentidos.

Lorena de altas piernas torneadas por sesiones extenuantes de ejercicio, luce transparente y señorial, adictiva, de letra insulsa y simple. Sus caprichos incluyen la molestia contra los organizadores del evento, acusándoles de bloqueo, por tan mal sistema de audio.

Cancela su participación, dejando caer el micrófono.

En la parte baja de la luz, semi oculto, Eugenio Clariond, entrepreneur norestense de cepa, naufragante de la voracidad de las grandes financieras internacionales, espera con paciencia a Alejandra Rangel Hinojosa, su esposa.

De la mano de Joaquín Hurtado, activista fundador del grupo Abrazo y escritor sacralizado de los altos océanos mundanales regiomontanos, Alejandra recibe el reconocimiento Amelio Robles, el primer general revolucionario trans de la historia mexicana.

“Alejandra habría sido la mejor rectora de la UANL, sin duda, incluso la mejor gobernadora de Nuevo León”. Joaquín, enérgico e imperial, simboliza el discurso de admiración decimonónico.

El lienzo de la hoguera piramidal de los espectadores aplaude la participación del escritor-activista y de la receptora de la distinción. Aun sin entender con claridad la profundidad o importancia del reconocimiento.

La noche se extiende sin recelo, en la sonoridad de la cálida luna. Los números musicales se multiplican y abonan la vigilancia participativa incluyente. Los enemigos acérrimos de lo tradicional, gafete en cuello, de lo hipócritamente ortodoxo, planean el after nacionalista en La Colorina 433, para disfrutar y relajarse, a la medianoche, en un sábado de exxxeso.

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