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Giuseppe Ungaretti. Apunte // Ingeborg Bachmann
Traducción de Miguel Covarrubias
En 1961, después de haber traducido una primera selección de los poemas de Ungaretti al alemán, conocí al gran hombre en su ancianidad. El encuentro incluso lo evité durante largo tiempo. Tampoco respondí a dos maravillosas cartas suyas porque temía que mi mal italiano lo asustara o le pareciera sospechoso. Sin embargo, nadie mejor que Ungaretti pudo entender la necesidad del traslado a la casa del idioma desde el cual intentamos la recreación de un poema. Mi temor al monstruo sagrado de la poesía italiana se disipó con la risa del Ungaretti legendario. Antes de oírlo hablar, lo escuché reír y reír.
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Cuando hoy o en años venideros deba decirles a los que no conocieron a Ungaretti cuál era su rasgo más destacado, el más oculto, mencionaría su abrumadora generosidad. Nadie podía dar como Ungaretti, nadie podía mimar más al prójimo. Nunca me alejé de él sin tener un regalo suyo en la mano, una pluma verde, un libro largamente deseado, salidas a comer o viajes a una conferencia. Para él todas esas preocupaciones le correspondían: nada le parecía suficientemente bueno para los demás.
El regalo más grande me lo dio Ungaretti un día en Fiumicino. No sé cómo fue capaz de darse cuenta de que me sentía mal, pero insistió en llevarme temprano en la mañana desde el hotel hasta el aeropuerto, para esperar allí mi salida en un avión que partía en la tarde y por lo que perdió un día entero en medio de un ruido infernal de la pista de aterrizaje. Preocupado, estaba buscando una habitación aislada para mí, trajo champaña, de manera misteriosa extendió cuatro amuletos de la suerte, con los que desde entonces vivo y viajo, incluyendo uno chino, antiguo, que había recibido una vez de Jean Paulhan y yo no lo quería aceptar. Pero Ungaretti dijo con dulzura: “Nada necesito, ya lo tuve todo. Pero usted está necesitada, y todo esto es para protegerla.”
Ingeborg Bachmann, Werke, 4, herausgegeben von Christine Koschel, Inge von Weidenbaum, Clemens Münster, Piper, München, 1984.
Un poema ungarettiano de Ingeborg Bachmann Versión de Miguel Covarrubias
NACH DIESER SINTFLUT
Nach dieser Sintflut
möchte ich die Taube,
und nichts als die Taube,
noch einmal gerettet sehn.
Ich ginge ja unter in diesem Meer!
flög’ sie nicht aus,
brächte sie nicht
in letzter Stunde das Blatt.
DESPUÉS DE ESTE DILUVIO
Después de este diluvio
quiero ver a la paloma,
y sólo a la paloma,
de nuevo rescatada.
Me hundiría en ese mar
si ella no volara
y no trajera
la rama en el último minuto.
Notas
Tomado de Miguel Covarrubias, El traidor, segunda edición, Aldvs/UANL, México/Monterrey, 2008.