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Sigue el oficio de tinieblas // Nazario Sepúlveda

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Editorial

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Sigo yendo al cine, aprovechando los estrenos de inicio o fin de semana, así como las escasas ocasiones en que conozco buenas películas, exhibidas en pocas salas y estrenadas sin publicidad, mientras que las gringadas tienen muchas salas a su disposición y gozan de la preferencia de los recomendadores de algunos periódicos y de la televisión comercial. En fin, he conocido obras importantes y valiosas; aquí están los comentarios acerca de ellas.

La llegada del filme español Dolor y gloria, significó que los exhibidores obedecieron a sus amos y la exhibieron en un buen número de salas; los recomendadores, mientras tanto, no le otorgaron estrella alguna y la ignoraron deliberadamente, pues prefieren ocuparse de insospechadas obras maestras (?) como Rápidos y furiosos, que promueven en forma inmediata y persistente, mientras que el filme de Almodóvar se las arregla como puede con los cinéfilos locales. Dolor y gloria es la última obra del director español que puede ser clasificada como un melodrama, a veces biográfico y en otras de ficción, en donde se muestra a un cineasta que realiza una retrospección de su vida para así comprender su pasado y reconciliarse con gran parte de su vida.

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El alter ego de Almodóvar en muchas obras suyas, el actor Antonio Banderas, está perfecto en el papel del cineasta famoso y solitario que ha usado el cine y el teatro para hablar de sí mismo, logrando así una suerte de reconciliación con varias etapas de su infancia. Establece que siendo niño, se manifestó en él la homosexualidad; su reencuentro con uno de sus amores del pasado, lo lleva a descubrir que su vida ha sido congruente y satisfactoria, decidiendo seguir creando obras y disfrutando de la tercera edad. La película revela una mesura en su estilo de filmar que antes no se advertía en sus filmes. Por ello, Dolor y gloria logró durar en la cartelera comercial y sólo encontré comentarios elogiosos de los que fueron a verla. Además de hablar muy bien del trabajo de Banderas, hubo también críticas muy abundantes sobre la aparición especial de Penélope Cruz, una de las figuras fetiches del cine de Almodóvar. Dolor y Gloria es uno de los mejores filmes de este año.

Póster promocional de la película Dolor y Gloria.

El título resulta tan curioso como atrayente: El cuento de las comadrejas, coproducción de Argentina con España realizada el año pasado y dirigida por Juan José Campanella, que resultó ser una estupenda sorpresa para los cinéfilos que aquí tuvieron la ocasión de gozar con una comedia del humor más negro y cruel que podía ser esperado e imaginado de este país del cono sur del continente.

El cuento de las comadrejas y el cine sobre los héroes —¿héroes?— de la tercera edad que luchan ferozmente contra sus enemigos: una pareja de jóvenes atractivos, falsos y perversos. Casi todo el escenario de esta lucha acontece en una mansión aislada que hizo recordar a la mansión venida a menos en donde vivía la actriz retirada del cine mudo Norma Desmond, alias Gloria Swanson, en esa obra maestra que es Sunset Boulevard-El ocaso de una vida; no dudo que el director Campanella, se inspiró en la cinta de Billy Wilder para realizar esta joya del actual cine argentino.

Historia de cuatro septuagenarios: una gran actriz del pasado, que ganó un Óscar y vive dedicada, como Norma Desmond en El ocaso de una vida, a sus recuerdos; está un hombre paralítico que es un artista gráfico y es marido de la vieja diva; está el hombre de lengua terrible, que fue un famoso director de los filmes de la actriz, y hay otro hombre, que antaño escribió los guiones para la diva. La razón para que estén llevando juntos una relación de amor-odio, se va explicando al avanzar el filme. Hace ya mucho tiempo —en la década de los 60 en sus inicios—, llegaban por acá unos melodramas tremebundos en los que aparecía una atractiva trigueña llamada Graciela Borges, misma que tanto tiempo después sigue siendo una diva del cine argentino. En su papel de Mara, es magnífica y cuando parece que todo va hacia el melodrama, ella demuestra lo grande que es como actriz; sus veteranos compañeros, desconocidos por acá, son tan buenos como ella. Así, El cuento de las comadrejas es el cine de humor negro que tanto le hace falta al público. Los espectadores debieran saber quién era y es Graciela Borges y también quién es el director Campanella. Sólo así habría cultura cinematográfica en esta ciudad.

Por último, entré a ver un ejemplo de lo que es el actual y poco difundido cine mexicano, conociendo de esta suerte la Opera prima de una joven llamada Lila Avilés, titulada La camarista. Esto fue lo que vi en la pantalla: la obra, que dura un poco más de hora y media, es sobre los días y los oficios de una mujer que dice tener 24 años, dice llamarse Eve (nombre abreviado) y trabaja como mucama o recamarera en un hotel de la ciudad de México. Salvo el final de la película, todo el asunto ocurre en el interior del edificio, en habitaciones, corredores, elevadores y oficinas. De Eve sólo se llega a saber que tiene un hijo de cuatro años y no hay marido o padre; que una pariente le cuida al invisible hijo y ella es poco comunicativa, llegando a convivir, a veces, con sus compañeros de trabajo. La camarista no es melodrama o comedia, es un documental sobre lo que una mujer como ella vive dentro de un sistema injusto, clasista y con discriminación hacia las mujeres. La directora Avilés se cuida de estar haciendo cine de protesta —en apariencia—, sin embargo, pone a la protagonista, la debutante Gabriela Cartol, a vivir el drama de la imposibilidad de la movilidad social y económica, pues está condenada a ser una esclava doméstica a la que sólo le dan promesas de mejoría y de justicia. Eve vive en un mundo sin esperanza.

y poca o nada de felicidad. Todo el asunto está narrado con rigor y solidaridad con las mujeres como ella, que para los demás no son seres humanos, sino objetos. Por ello la cámara la registra como una autómata que tiene que trabajar sin protestas, y el público va a encontrar una especie de historia en la que no suceden cosas importantes. Lila Avilés no quiso darle toques de romance o de humor. Hay que esperar grandes películas de esta cineasta sobre la enajenación de las vidas de las mujeres sin historia. Yo confieso que al final, la historia me parecía tediosa y anti-dramática, pero entendí las intenciones de la cineasta, que no quiso complacer al espectador típico de una película comercial. El hecho de que haya aparecido luego de Roma, es señal de que este tipo de cine realista, que mezcla el documental con el de ficción, seguirá haciéndose. Así, el cine actual mexicano va bien, creo que muy bien.

Y este, es el cine que últimamente he conocido.

Gabriela Cartol en la película La camarista.

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