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Para una teoría de Roberto Fernández Retamar // Víctor Barrera Enderle

ESCRIBIR SOBRE Roberto Fernández Retamar convoca infinidad de asuntos; remarco, ahora, sobre todo uno: la imposibilidad de separar literatura y vida, arte y política, creación y reflexión. Digo lo anterior porque se pregona en la actualidad la inutilidad de hablar sobre identidad, en cualquiera de sus modalidades, o sobre la sobada condición latinoamericana (unos la rechazan mentando la supuesta globalidad de la era actual; otros la desdeñan por considerarla incompleta). Y, sin embargo, toda escritura es un rasgo identitario (no esencial, pero sí discursivo). La reciente muerte del escritor cubano ha reactivado este dilema.

Se ha convertido en lugar común vincular la obra de Fernández Retamar con dos referentes innegables: la Revolución Cubana y la escritura de José Martí. Es verdad: sus ensayos articularon esos dos factores, armonizándolos en múltiples dimensiones; pero a mí me gustaría leer ahora su obra desde otro marco: el ensayo hispanoamericano. Desde esta perspectiva aparece a primera vista su diálogo con José Enrique Rodó (Fernández Retamar bien podría haber sido uno de esos jóvenes a los que el viejo maestro Próspero apostrofaba en el Ariel: el alumno más aventajado que no sólo tomaba nota, sino que también levantaba la mano y confrontaba). Civilización versus barbarie; o civilización y barbarie. La oposición entre estos dos conceptos se vuelve confusa en América Latina (incluso antes de la famosa sentencia de Benjamin, expresada en sus tesis sobre la historia, de que todo documento de cultura es un documento de barbarie).

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Fernández Retamar retomó el papel del escritor como figura pública (podríamos decir, con mayor claridad, que tomó el relevo) y, al hacerlo, renovó el discurso ensayístico latinoamericano. Y lo hizo justo en el momento en que éste “sufría” los embates del primer estructuralismo y el consiguiente desdén por el sujeto, la crítica impresionista y la subjetividad. Sus primeros trabajos reflexivos aparecieron en los días en que Alfonso Reyes y José Vasconcelos (dos figuras epónimas del género) morían. Las preocupaciones básicas, sin embargo, se mantenían y adquirían nuevas significaciones: ¿quiénes éramos? ¿A qué lugar pertenecíamos (si es que pertenecíamos a algún sitio)? El enfoque, empero, se transformaba. Tal como lo apuntaría el escritor cubano: pasábamos de Ariel a Calibán, aunque tal vez sería más preciso decir: nos dirigíamos hacia la fusión de ambos (ya la generación del Ateneo había comenzado a distanciarse del modelo de intelectual ligado a la alta cultura, como custodio de las bellas artes, para ingresar al ámbito de lo público vía la pedagogía y las políticas culturales).

Ensayo versus imperialismo. La relación con occidente cambiaba vertiginosamente: se tensiona aún más a partir de la década del sesenta. El ensayo se convertía para Fernández Retamar en posibilidad de autoafirmación, tal como lo había sido, en buena medida, para la generación anterior, pero, además, se constituía en una forma de compromiso político (impensable en los días que corren). En pocos ensayistas se vuelve más evidente el conflicto irresuelto entre la escritura y el entorno social: ¿cuál es el objeto de nuestro oficio? Y el aumento de la sospecha de que toda manifestación artística es política. Sin embargo, ¿es posible compaginar una revolución política con una vanguardia estética? La pregunta permanece en el aire.

Retamar con Silvio Rodríguez. Concierto en México, 2009.

Calibán (después, tras múltiples visitaciones, el nombre dejaría de ser palabra grave para volverse aguda) surge de una coyuntura especial: ese 1971 cubano que tan extraordinariamente bien ha descrito Jorge Fornet en su ensayo El 71 anatomía de una crisis: “fue un punto de inflexión de buena parte de nuestra historia cultural, y continuará pesando sobre ella cuando muchos de los hechos abordados en estas páginas no sean sino anécdotas extraviadas en la memoria”. Estaban, como trasfondo, el caso Padilla y el Congreso Nacional de Educación y Cultura: en pocas palabras, el inicio de lo que otro Fornet, Ambrosio, llamaría el “quinquenio gris”. El libro de Fernández Retamar iba, sin embargo, mucho más allá de esa coyuntura. Planteaba, entre otras cosas, el lugar de la cultura en nuestras sociedades, las funciones del intelectual, el conflicto con la llamada “violencia epistémica” (la imposición y adopción de teorías surgidas en otras latitudes sin mediación crítica) y la necesidad de elaborar nuestros propios referentes históricos, culturales, intelectuales, políticos y artísticos. En la década de los noventa, el autor recordaba el contexto de su escritura:

“Con la perspectiva abierta por la revolución que tiene lugar en mi país desde 1959, y asumiendo e intentando desarrollar, como ya he dicho, el ideario del orientador constante de esa revolución, José Martí, empecé a escribir Calibán en un momento difícil para Cuba, y por tanto para mí, al terminar de vivir mis cuarenta años…”

El reparo en la diferencia, en pocas palabras. A este discurso ensayístico le debemos la primera teoría de la literatura latinoamericana: aquella que nos hizo reparar en sus singularidades (fueran estás lingüísticas, ideológicas, de género, de raza, etcétera.) y su vinculación con otras dimensiones de lo público (lo social, lo jurídico). Para una teoría de la literatura hispanoamericana (1972) es un ensayo fundacional y sería difícil entender el posterior desarrollo de la teoría crítica latinoamericana (la transculturación narrativa de Ángel Rama, la heterogeneidad cultural de Antonio Cornejo Polar, las literaturas postautónomas de Josefina Ludmer y un largo etcétera) sin él. Fernández Retamar era claro:

La existencia de la literatura hispanoamericana depende, en primer lugar, de la existencia misma —y nada literaria— de Hispanoamérica como realidad histórica suficiente. Mientras ella no es sino colonia, es obvio que no hay literatura hispanoamericana [...] la independencia de Hispanoamérica es, pues, la condición sine qua non para la existencia de nuestra literatura, de nuestra cultura. Pero debido sobre todo a lo artificial de esa independencia —que no hizo sino facilitar nuevas dependencias—, aquellacondición resultó necesaria pero no suficiente.

En su ensayo, el autor de Calibán pensaba en la literatura como un sistema coherente y no sólo como suma de obras. Por eso partía de las reflexiones de Martí y de José Carlos Mariátegui para ir formulando su teoría, la cual arrancaba del reconocimiento de su estado neocolonial (Martí) para ir denunciando sus falencias con respecto a la relación con su referente principal: la realidad histórica hispanoamericana. Para ello seguía los tres estadios que sugería Mariátegui, en su ensayo “El proceso de la literatura”, para nuestras letras: colonial, nacional y cosmopolita. Pero se requería de un sistema más amplio. Fernández Retamar entendía que los procesos sociales (el principal: la Revolución Cubana) habían ayudado en ese proceso de conocimiento y reconocimiento, despertando el interés mundial por nuestras letras. La literatura había cumplido, tocaba ahora a la crítica dar cuenta de ese desarrollo y esa madurez. Nuestras teorías deberán dar cuenta de esas particularidades. Muy pronto comenzarían a surgir propuestas críticas…

En un breve texto, publicado en el portal de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile y a raíz de la muerte de Fernández Retamar, el ensayista Grínor Rojo evocó los días de su formación teórica, al despuntar la década del setenta (antes del golpe del 73) y su encuentro con la obra del escritor cubano: “a mí, que en esa época tenía treinta años y era un jovenzuelo muy leído y un tanto pretencioso, me habían educado en el universalismo y el formalismo más estrictos. Fernández Retamar se encargaría de mandar todo eso a paseo”. Ese cóctel universalista y formalista remitía, por supuesto, al estructuralismo francés, y, en el ámbito latinoamericano, a las teorías de Félix Martínez Bonati.

Pienso que ahora, regresar a la obra de Roberto Fernández Retamar podría significar una nueva manera de repensar la geopolítica del conocimiento, en plena era de la globalización, el resurgimiento de los nacionalismos, el rechazo a las migraciones.

Notas

Tomado de: Barrera Enderle, V. (19 de agosto de 2019). Para una teoría de Roberto Fernández Retamar. Recuperado el 20 de agosto de 2019, de revista LEVA- DURA: http://revistalevadura.mx/2019/08/19/ para-una-teoria-de-roberto-fernandez-retamar/

Índice de ilustración

Pág. 50 Mordzinski, Daniel (Julio 2019) Imagen tomada de la página: https://segundacita.blogspot. com/2019/07/la-lealtad-la-verdad.html

Pág. 51 EnCaribe Imagen tomada de la página: https://www.encaribe.org/es/ Picture?IdImagen=7816&idRegistro=1915

Pág. 51 EnCaribe Imagen tomada de la página: https://www.encaribe.org/es/ Picture?IdImagen=7812&idRegistro=1915

Pág. 52 EnCaribe Imagen tomada de la página: https://www.encaribe.org/es/ Picture?IdImagen=7811&idRegistro=1915

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