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Los mecenas de “Friducha” Kahlo por Raymundo Hernández Alvarado
La de Frida Ka lo Calderón es una vida marcada por el infortunio, el dolor y la trascendencia intelectual, al plasmar en sus lienzos el nacionalismo mexicano con sello surrealista insertado en la postrevolución y el modernismo mexicano.
Su estilo muy propio continúa siendo considerado de un alto contenido emotivo, aunque poco académico, pero a la vez altamente cotizado por los admiradores de su legado plástico.
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Su libre pensamiento –influido en lo artístico por su “Panzón” Diego Rivera–, no la exentó de la polémica en la época del México conservador, que se asombró de sus tesis comunistas expresadas a través de sus pincelazos egocéntricos y anticlericales. Y ya en lo más íntimo, con la cama como sitial alternativo del sufrimiento óseo y el placer sous les couvertures bajo el arcoiris del bisexualismo.
“Friducha”, como ella se firmaba con sus amigos o familiares, nació el 6 de julio de 1907 y murió el 13 de julio de 1954 en la capital del país, hija del fotógrafo alemán nacionalizado mexicano Guillermo Kahlo y de la mexicana Matilde Calderón. Magdalena Carmen Frida llevó una vida enfermiza atacada por la poliomielitis desde los seis años de edad, misma que desde 1913 le abrió el túnel a una existencia achacosa, punzante; aunada a más de 30 cirugías derivadas de un grave accidente vial en 1925, que la llevaron al lecho del dolor por lustros.
Una indagación clínica a los historiales familiares de la chica de las cejas abundantes, revelaba a la doctora Henriette Begun una serie de padecimientos graves de todo tipo en sus padres, abuelos y otros ascendientes, por ambas líneas. Para la escritora Raquel Tibol, Frida era celosa y vanidosa, insolente, pero nunca necia o soberbia: “No conoció la humildad porque no conoció la resignación […] paradoja definitiva para ejemplificar el poder de la rebeldía ante el destino, de la voluntad tendida como flecha contra un destino adverso”, (Tibol, 2002).
Su obra, cronología de vida
Kahlo es creadora de más de 200 obras, sobre todo autorretratos surrealistas, si bien para ella son una descripción cronológica de su propio ser. A través de la fotógrafa italiana Tina Modotti, Frida conoce a Diego Rivera en los círculos del Partido Comunista Mexicano, para luego contraer matrimonio con él en agosto de 1929 –unión coloreada por los adulterios de ambos–, seguido del divorcio una década más tarde, para de nuevo recaer en el casorio en 1940.
Es a partir de la cuarta década del siglo XX cuando tres profesionistas destacados: Eduardo Morillo Safa, José Domingo Lavín Revilla y Marte R. Gómez, tendrán relaciones de amistad con el matrimonio Rivera-Kahlo, para convertirse en destacados mecenas de la artista, ya como solicitantes de frescos, atizadores del genio creador de ella, o como coleccionistas de sus cuadros.
Contaba con buenos padrinos que la impulsaban, no obstante desalentó en 1943 a los que quisieron seguir “su corriente”, cuando impartió clases en la Escuela de Pintura y Escultura “La Esmeralda”, entre ellos a Guillermo Monroy, Fanny Rabel, Arturo García Bustos y Arturo Estrada, conocidos como Los Fridos. “Al no poder asistir a la academia, muchos alumnos la siguieron, pero a lo largo del trayecto los desanimó.”, (Pinedo, 2004).
Impulsada por André Breton
Tras de su divorcio con Diego, Frida afrontó grandes dificultades económicas, pero con la determinación de salir adelante por sí misma se negó a aceptar el apoyo monetario de Rivera, y se refugió en el alcohol.
Antes de reencontrarse en segundas nupcias “con su ex” Diego en 1940, su obra –y en especial sus autorretratos–, la mostraban masculinizada, con pelo muy corto y varonil; mas de nuevo casada con el gordo muralista, que la superaba en 20 años de edad, vuelve a feminizarse.
Aunque gozó de varios amantes, privilegió al fotógrafo Nickolas Murray. A partir de 1942 comenzó a escribir su diario íntimo, en el que describe su dolor, soledad, sexualidad, infertilidad, magia, esoterismo.
Posterior a la II Guerra Mundial, el gobierno de Manuel Ávila Camacho da un giro a la derecha y esto marca también a la cultura nacional; mientras, crece el reconocimiento a ella cuando gana un premio y recibe ofertas para escribir en revistas; todo esto luego de la Exposición de Surrealismo Internacional organizada por su admirador André Breton.
En 1942 Frida plasma un retrato de Marucha, la esposa de José Domingo Lavín Revilla, el profesionista y escritor progresista, aquél que en su juventud había organizado una inédita protesta estudiantil frente a la casa del dictador Porfirio Díaz.
En la banda superior del cuadro se lee: “Retrato de la Sra. Marucha Lavin, pintado por Frida Kahlo en 1942”, óleo sobre cobre de 64.8 cm de diámetro, perteneciente a la colección de José Domingo y Eugenia Lavín, situada en la ciudad de México.
Lavín era por esa época un ingeniero petrolero, autor de varios libros, ensayos y críticas acerca de la actividad de las compañías petroleras en el país. Nacido en 1895 y muerto en 1969, además de trabajar en la Huasteca, era industrial, economista y defensor de la riqueza del subsuelo de México e impulsor de una reglamentación estricta a las inversiones extranjeras.
Él sería, además, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación y de la Sociedad Nacional de Historia, Geografía y Estadística, consejero de varias industrias, autor de libros como El Petróleo, Inversiones extranjeras, En la brecha mexicana, y articulista de la revista Siempre!, entre otras cosas.
Moisés, obra influida por Lavín
A propuesta de Lavín, Kahlo habría de pintar una de las obras más reconocidas por la crítica: “El núcleo de la Creación” o “Moisés” –para algunos la mejor de sus creaciones–, en cuyo proceso intelectual figura Domingo, al solicitarle que se inspirara previamente leyendo el libro Moisés. Es en el año de 1945 cuando Frida pinta este cuadro para el ingeniero, quien le pide dar forma artística en el lienzo al texto de Sigmund Freud: Moisés y la religión monoteísta: “El ingeniero José Domingo Lavín, amigo y mecenas de Frida, le regaló en 1943 el único ensayo histórico escrito por Freud: Moisés y la religión monoteísta, redactado entre 1934 y 1936 por el inventor del psicoanálisis, quien murió en 1939.”, (Del Conde, 2001).
La figura central es el bebé abandonado, Moisés, con la cara de Diego Rivera y el tercer ojo de la sabiduría en su frente.
Con esta interpretación pictórica Frida ganó el segundo premio en la exhibición de arte anual en el Palacio de las Bellas Artes de México, con lo cual confirmaba su calidad creadora y, a la vez, un desprendimiento de los clásicos autorretratos, de los cuadros dramáticos o enfocados al dolor.
La crítica de arte Raquel Tibol señala que “…la pintura expresa el caos mental que tiene la humanidad con tantos dioses y gente que obliga o ‘educa’ a otra gente para que adoren y obedezcan a un dios. El bebé en el centro es la clave del cuadro, sin duda.”
En 1954, Tibol entrevista a Frida y le pregunta acerca de esta pintura y su relación con el libro de Freud, en la que Kahlo se muestra autocrítica con su obra y casi calificándola de errónea: “…Leí el libro sólo una vez y empecé a pintar usando mi primera impresión. Más tarde, lo leí de nuevo y tengo que confesar que encontré mi trabajo muy inadecuado y bastante diferente de la interpretación que Freud analiza tan maravillosamente en su ‘Moisés’. Pero ahora no hay manera de cambiarlo…”
El libro de Freud es una obra de tres ensayos escritos entre 1934 y 1938, publicada en Ámsterdam en 1939. La última edición fue publicada en vida por el padre del psicoanálisis, pues fallece algunos meses después a los 82 años de edad. En este texto Sigmund aborda los orígenes del monoteísmo y ofrece sus opiniones y conclusiones acerca de lo que entiende como los verdaderos orígenes y destino de Moisés con el pueblo judío. Afirma que Moisés no es judío, sino un egipcio que transmite al pueblo hebreo el monoteísmo del faraón Akenatón, para luego sostener que son los judíos los que asesinan a Moisés, largando la religión que el profeta les había transmitido, para luego, al brotar el recuerdo reprimido, dar origen al pueblo judío y su religión, (Freud, 1960).
Morillo, el coleccionista
El “Retrato de Marucha” se suma al que Frida plasma de doña Rosita Morillo, madre de Eduardo Morillo Safa, uno de los principales mecenas de Kahlo, político y diputado mexicano, amigo tanto de Diego y la pintora, como de Marte R. Gómez. A Eduardo, para entonces ex diputado federal y embajador en Venezuela, Frida le otorga la dedicatoria del autorretrato “Árbol de la Esperanza, mantente firme”, evidenciando un fuerte patrocinio a la pintora. Se trata de un óleo sobre fibra dura de 55.7 cm por 40.6 cm, perteneciente en la actualidad a una colección privada, es pintado por la enferma en Nueva York en el año 1946, después de una operación de su maltrecha cadera. Tal cirugía resulta un fracaso, pues la deja en peores condiciones de salud, todo derivado del accidente vial que tuvo a los 18 años de edad en 1925, aunado a las secuelas de la poliomielitis infantil.
Eduardo le encarga a Kahlo retratos de él y su familia, convirtiéndose en uno de los mejores mecenas y captador de su producción plástica al llegar a acumular 30 lienzos de la pintora mexicana. Otra versión refiere que son unas 35 obras las que Eduardo adquiere; a él, en una carta, Frida le dice que se la pasa “…enclaustrada en esta pinche mansión del olvido.” Dada su cercanía “…a una hija del diplomático, Mariana, la llamaba Chachita, changa maranga, a quien quiso mucho.” (Pinedo, 243). Las obras de la familia Morillo luego serán vendidas a Dolores Olmedo.
Frida y Eduardo mantenían una buena amistad y se enviaban cartas personales a pesar de que también eran vecinos de barrio. Tras de su malograda operación neoyorkina, Frida le hablaba al entonces funcionario federal de las cicatrices “…que me han dejado estos hijos de puta de cirujanos.”
Los críticos del legado fridano, refieren que con la frase que aparece en la banderilla que sujeta en sus manos en “Árbol de la esperan- za mantente firme”, Frida Kahlo parece querer darse ánimos a sí misma. Al cuerpo desnudo, he- rido y debilitado se opone la Frida fuerte.
“…El desdoblamiento advertido en gran can- tidad de sus cuadros tiene su origen en la anti- gua mitología mexicana, constante fuente de inspiración para la artista, al significar para ella la expresión de su filosofía, de su naturaleza y vida en ese año de 1946.” (Brooks, 2005). Simul- táneamente están presentes la luna y el sol, los principios femenino y masculino, cuya división universal abarca a su propio ser cuando se re- presenta doble, como personalidad fraccionada.
Una penosa negativa
Es precisamente Morillo quien intercede entre la artista y el político Marte R. Gómez, entonces ministro de Agricultura, para que Frida le pin- tara en 1944 un retrato del agrónomo y agraris- ta, quien ya guardaba amistad con Diego Rive- ra. Gómez no detalla en sus memorias acerca de las relaciones amistosas entre el matrimonio de pintores y él, pero en una carta dirigida a Kahlo a la ciudad de México, fechada en Llera, Tamau- lipas, el 9 de junio de 1948, le dice: “Muy estima- da amiga: Recibí ayer su telegrama de S.O.S. y me apresuro a escribirle sin esperar a recibir la carta que usted misma me anuncia. A falta de más, le diré luego que no estoy en condiciones de sacarla del serio apuro en que de seguro se encuentra usted. Podrá al menos intentar otras gestiones.” Y agrega: “Lo que más me apena es que usted pueda creer que mi negativa a prestar- le los 5 mil pesos que me pide, pueda ser otra que la verdadera, no los tengo de momento, ni pro- babilidades de que los tenga en corto tiempo.” Y argumenta el funcionario: “Puede parecer raro que una gente que ha sido ministro tres veces y persona influyente y con buenos puestos en 20 años, no tenga en México un capital que lo haga parecer respetable y que lo ponga en condiciones de poderles prestar a sus amigos 5 mil pesos de cuando en cuando, pero esa es la pura verdad”.
Al final de la carta le escribe: “Le estoy dando consejos, que usted seguramente no necesita. Lo que usted necesita es dinero. Pero dinero me falta y consejos no. La saluda con todo afecto su amigo que bien la quiere.” (Gómez, 1994).
Entre mecenas
Como compañeros que fueron Morillo y Gómez en la Secretaría de Agricultura, con los años cultivan aprecio dada la inclinación de ambos por el arte pictórico. En otra carta de Marte a Eduardo, enviada el 13 de septiembre de 1946 cuando éste es embajador en Venezuela, le da algunos consejos diplomáticos, en un texto en el que parece reprenderlo.
Morillo le había comentado a Gómez algunas iniciativas suyas para mediar en conflictos entre países sudamericanos, como el suscitado entre Venezuela y Santo Domingo. Marte le responde: “Parece oficiosa la manera de ofrecerse a hacer gestiones para que Venezuela y Santo Domingo reanuden relaciones. Son problemas de ellos y a usted lo único que le correspondía era informar.”, señala la epístola.
O como otra misiva del 4 de septiembre de 1953, meses antes de la muerte de Frida, cuando Gómez le da cátedra de arte y corrientes pictóricas al responder otra enviada desde París, Francia, por Morillo, cuando lo corrige al incluir a casi todos los pintores de la escuela francesa del siglo XIX en el Impresionismo: “…Al sedimentarse sus emociones hará usted una clasificación mejor y pondrá como clásicos a David y a Ingres; como románticos a Delacroix, a Delaroche, a Gustave Moreau y a Jean Jacques. Henner –éste último– a decir verdad, un póstumo del romanticismo o romántico de fin de siglo […] como realistas a Géricault, a Meissonier, a Gros, a Courbet, a Degas, a Manet y a Carriere, cuyas dicromías de blancos y negros, por contraste, deben haber contribuido a provocar el estallido de color, de vida y de aire libre, que fue el impresionismo”, (Ibíd., p. 1026).
Aunque los tres mecenas coinciden en el tiempo y gusto por la obra pictórica de Kahlo, Marte se inclinaba más por el apoyo personal hacia Diego Rivera que a ella, aunque esto no lo priva de la adquisición de los cuadros de Frida. §
Fuentes consultadas:
Gómez Segura, Marte Rodolfo, Vida política contemporánea, t.1, México, D. F., SAG-FCE, 1994.
Herrera, Hayden, FRIDA, una biografía de Frida Kahlo, México, D. F., Planeta, 2002.
Tibol, Raquel, Frida Kahlo, una vida abierta, México, D. F., UNAM, 2002.
Pineda Kahlo, Isolda, Frida íntima, Dipon, Bogotá, 2004.
Del Conde, Teresa, Frida Kahlo: la pintora y el mito, México, D. F., UNAM, 1992.
http://www.fridakahlofans.com
Musacchio, Humberto, Diccionario Enciclopédico de México, México, D. F., Litoarte, 1990.
Zorrilla, Juan Fidel, Carlos González Salas, Diccionario Biográfico de Tamaulipas, México, D. F., Editorial Jus, 1984. F
reud, Sigmund, Moisés y la religión monoteísta, Losada, Buenos Aires, 1960.