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El mes más cruel por Nazario Sepúlveda

“April is the cruellest month ”, escribió una vez T.S.Eliot el poeta norteamericano-inglés en una obra que lo volvió mundialmente famoso, pero si poética y literariamente hablando el cuarto mes del año se dice que es el más cruel de la docena de meses, ¿cuál sería pues el que cinematográficamente fuese el más cruel de todos? Revisando el expediente de este año que acaba de concluir, creo que es diciembre, pues a causa de sus festividades religiosas frecuentes, que se han vuelto entera y abiertamente profanas, el buen cine que está hecho para espectadores pensantes y exigentes fue eliminando a los films importantes de las salas comerciales; siguió luego el cierre de los cineclubs de las universidades y centros culturales y por último y de remate, la cineteca local decidió tener sus vacaciones hasta el 2 de enero de este año y a los cinéfilos no les quedó más remedio que refugiarse en la visión de series y de películas en los canales culturales y, por supuesto, en el gozo de ver videos de cintas clásicas del cine internacional, obtenidos de muy diversas maneras pero que en todos los casos mostraban que el cinematógrafo –empleo aquí el término usado por el cineasta Robert Bresson en sus escritos– era y sigue siendo el séptimo arte; además, menos mal, también quedó el refugio de la gran literatura que en forma insólita sigue llegando a esta ciudad. Todo esto atenuó la crueldad del mes.Escribo estas líneas en la segunda semana de enero, cuando en la cineteca se ha iniciado la Muestra Internacional de Cine, que va a durar aquí el resto del mes y cuando en los muchos pero inútiles cines del área metropolitana pueden ser halladas unas cuantas películas, pero éstas no durarán en la cartelera, pues los medios guardan silencio muy elocuente acerca de ellas y como prueba, hace unos días apareció en un periódico un escrito elogioso ¡claro! sobre un film norteamericano protagonizado por la actriz Meryl Streep, pero jamás se mencionaba a la versión francesa de esa misma historia que se estrenó antes aquí con el título de Marguerite. Todo esto indica que quien escribió la nota jamás fue a ver el film francés que era bastante bueno o bien seguía la orden de no ocuparse de películas que no sean de Hollywood y en idioma inglés y si esto no es más que el rechazo a la imparcialidad de la crítica, entonces qué es ¿eh? Acaso sea eso que el cineasta alemán Wim Wenders definió como el inconsciente colonizado, que ha sido causado por la visión muy prolongada de películas estadounidenses mientras se ignora y rechaza al cine nacional y al de otros países del mundo. Y todo esto sucedió en diciembre: “… el mes más cruel.”

Escribí antes que por fortuna tenía también el refugio y el consuelo de la literatura y desde noviembre descubrí y conocí a un gran escritor del siglo XX, silenciado y supersensurado por la dictadura de su país natal: el ruso de origen judío Vassili Grossman, que nació en 1905 y falleció en 1964 y del que he leído tres de las cuatro obras suyas de ficción, combinadas con las crónicas sobre la dictadura comunista en la URSS en un periodo comprendido de los años 30 a los 60. Sus libros, traducidos en forma perfecta pero con mucha tardanza por una editorial española, otorgan al autor la celebridad de adquirir en el mundo la fama más grande y más difícil de obtener, la de la fama póstuma y para muchos críticos y lectores, Vassili Grossman es el equivalente al León Tolstoi de la literatura rusa del siglo XX y para prueba de ello está el díptico, magistral y profundamente dramático de las novelas Por una causa justa, y su culminación y conclusión Vida y destino, que escribiera durante los años 50 y 60 y que le hicieron sufrir la persecución y la censura por las verdades y realidades de la vida y la muerte en la Unión Soviética durante la época terrible de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en los años de 1942 y 1943 cuando aconteció el sitio, el asedio y los grandes ataques de los alemanes hitlerianos a la ciudad de Stalingrado y lo decisiva que fue esta terrible batalla para los rusos y para el desenlace de la guerra no sólo en Rusia sino en toda Europa.

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Quiero protestar por un hecho que ocurre desde hace mucho tiempo en Monterrey: la llegada desordenada y tardía de las obras importantes de la literatura y el cine en DVD. En el caso del cine está Pater Panchali, la obra fílmica del cineasta Satyayit Ray que en los años 50 dio a conocer en el mundo al cine de la India a través de una trilogía de films que volvieron mundialmente famoso a su autor. A Monterrey llegó primero la segunda parte. ¿Y la primera? Luego la tercera. ¿Y la primera? Hasta que al fin y sin aviso alguno, llegó la primera obra de Ray y la trilogía al fin ha podido ser propiedad de los cinéfilos locales; y con Vassili Grossman ocurrió lo mismo, ya que fue enviado a la ciudad el volumen de Vida y destino, pero la novela-prólogo Por una causa justa era desconocida y sucedió que el público bibliófilo se interesó en el grueso volumen de Grossman y muy pronto, ¡qué bueno!, se agotó en las pocas librerías que existen en la ciudad; y cuando fui a adquirirla no la hallé, pero en su lugar estaba Por una causa justa; al enterarme que era la primera parte de una gran obra épica decidí comprarla y leerla y si bien la lectura de Vida y destino puede hacerse sin leer Por una causa justa, el conocimiento de ambos volúmenes es el de una vasta y perfecta obra maestra que debe ser conocida por todo aquel que se jacte de ser un amante de la gran literatura del mundo.

Vassili Grossman

Sí, no fue fácil ni rápido leer las más de dos mil páginas de los dos volúmenes, pero al concluirlas admiro más a Grossman por su valentía al enfrentarse a la censura comunista y al arriesgar la pérdida de su libertad; pero él, que murió creyendo que le habían destruido todas las copias de Vida y destino, murió sin saber que una de ellas fue salvada y sacada de la URSS y en sus últimos años, escribió una novela corta titulada Todo fluye, en donde denunciaba la ausencia de libertades en su patria utilizando a la literatura de un conocedor profundo del lenguaje que sabía cómo escribir una prosa que con frecuencia era poética. Y a pesar de ser una traducción al español, la poesía no se perdía. Con la lectura de estas obras, compensé la marcada ausencia de cine de calidad en el mes de diciembre.

Vassili Grossman amaba a la tierra rusa y al pueblo que la habitaba y los muchos personajes de sus libros eran y siguen siendo profundamente humanos. Ni la dictadura de Stalin ni la tremenda crueldad de los invasores alemanes nazis, pudieron acabar con ellos, quienes como muy humanos e imperfectos, sabían enfrentarse a las tragedias y males que los asolaban. Por ello, desde finales de diciembre, me declaro admirador incondicional de Vassili Grossman y deseo leer más obras de él y así los meses no serán tan crueles. §

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